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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Alenna Donovan Mar Mar 08, 2016 4:20 am

Ante la desesperación,
los seres humanos se vuelven animales

Dan Brown.—



Hacía tiempo no se producía una tormenta de tal tamaño en la capital francesa. En mis recuerdos jamás había admirado una fuerza descomunal igual a la de esta noche. Toda criatura viviente había silenciado sus cantos y lo que antes era el gruñido del licántropo en luna llena y los gritos del cazador, ahora lo ocupaban los bramidos del cielo. Truenos, relámpagos… la más fiera de las fuerzas nos acompañaba en esa noche en que la lluvia no nos daba tregua. El cielo había sido despiadado con la tierra y sus habitantes. Los relámpagos habían atravesado árboles y los truenos habían asustado a miles de inocentes criaturas de los bosques. El agua salvajemente había caído de los cielos como un castigo o quizás, como un eco de mi dolor y mientras el cielo exhalaba sus maldiciones, yo huía desesperada, rota del dolor, cual muñeca olvidada. Cual muñeca ya nunca jamás conocerá lo que es el amor de una niña y debe vivir con ello; con el corazón a trizas. Sin importarme el agua que mojaba mi pelaje, ni el frío que empezaba a colarse por entre mis huesos, como una sombra herida seguía adelante en aquel terreno fangoso y traicionero en busca de una salida, una huida rápida de aquel miedo que sentía; del comezón que ahogaba mi corazón.

Había necesitado huir, antes incluso de sanar las heridas, había tenido que hacerlo. Mi maldición había sido ser una cambiante y siendo a los ojos ajenos, a ojos de Isaac nada más que una alimaña como la que mataron a sus padres, no encuentro corazón para resistirme a ver el odio en su mirada. Ver aquello en su mirada sería como exponerme a una tortura de la inquisición. Incluso, seguramente sería menos doloroso las torturas de esa secta de endemoniados seres, que la tortura de ver aquel odio arraigándose en los ojos que yo una vez tanto amé. Mis patitas siguen corriendo y con los primeros temblores a causa del frío, detengo mis pasos tres segundos para respirar, calmarme y ver donde me encuentro. Mis ojos azules observan todo el bosque oscuro que aún se extiende ante mí y allí, por primera vez temo haberme perdido. Si hubiera estado poniendo rumbo hacia mi casa, ya hacía tiempo habría pasado el bosque y salido de él, ahora en cambio, me encontraba atrapada en la zona más densa del bosque. Unos relámpagos cayeron cerca de mí, a apenas unos metros de distancia y con un ladrido asustado al sentir aquella fuerza de la naturaleza impactar sobre uno de los arboles cercanos, asustada volví a correr sin dirección en un intento de alejarme de la tormenta.

Salté por unas piedras, pasé por encima de un riachuelo y seguí mi camino sintiendo como un mal presentimiento acudía a mis instintos. Tras unos segundos con aquel presentimiento pegado a mi piel, me detuve con las orejas en alto. Sintiendo la alerta, tensé mi cuerpo y olfateando a consciencia retraí los labios en una mueca. Olía a humo, a fuego. Uno de aquellos relámpagos pese a la lluvia que seguía cayendo había logrado encender unos pinos y ahora, el fuego impelido por el viento se acercaba peligrosamente hacia mí. Con miedo gimoteé al ver las llamas entre los árboles y tomando distancia me di cuenta de que con mi pata delantera herida y las heridas del mordisco del licántropo aún sobre mi cuerpo no sería capaz de escapar por mucho tiempo. Más lo iba a intentar y con toda la fuerza de voluntad que me quedaba me obligué a huir de las llamas. Pasé por unas zarzas y sintiendo el humo del incendio colarse en mis pulmones a cada respiración, empecé a sentirme la cabeza embotada, errática.

Volví a correr huyendo desesperada de la muerte que procuraba asfixiarme y en un movimiento instintivo, me tiré a un río en donde estaría a salvo de las llamas y esperaba también de todo lo demás. Sin embargo, calculé en alza mis fuerzas y cuando la corriente fuerte del rio empezó a arrastrarme, a pesar de mis intentos de salir del agua terminé arrastrada por el caudal y el agua helada. El ruido era ensordecedor. No oía nada más que el frenesí del agua contra mi cuerpo golpeandome duramente. Mis patas flaquearon e intentando respirar sin ahogarme, fui arrastrada pendiente abajo en una caída casi mortal. Ahora mi Marte no vendría a rescatarme. Venus se hundiría en las bravas aguas del olvido y quizás, con suerte, algún día alguien pudiera darme sepultura antes de que la naturaleza haga sus estragos en mi cuerpo. Intento una última vez luchar contra la corriente y en un gimoteo, sintiendo una de mis patas romperse a causa de la tirantez del agua helada que corta hiriente, me sumerjo en el agua. Mi pelaje desaparece, mis orejas se hunden y cuando mis pulmones se llenan de agua, lo agradezco… ya solo soy una perrita perdida en el abismo de la muerte. Lejos del dolor de la vida, lejos…lejos. Apenas me quedan fuerzas ya, intento levantar entre las aguas frías del río llenas de cenizas la cabeza una última vez y entonces, todo desaparece. Caigo en una inconsciencia helada. Y nadie esta vez, parece poder rescatarme a tiempo. Venus cae en las bravas aguas del Olimpo y ya no hay ni un Marte, ni un semidios que pueda detener la caída; el descenso a mi ruina.
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Mensaje por Jensen Mar Mar 08, 2016 2:19 pm

Los mismos perros que riñen por hueso, cuando no lo tienen juegan juntos. –Samuel Butler.


La madre naturaleza, avisaba a su modo de lo que se avecinaba. La tormenta, apenas había dado comienzo. Él no se inmutó a aquel grito, ese relámpago que lanzaba la peor de las amenazas. No recordaba cuánto tiempo llevaba corriendo. Esa tarde, una más a la que sumar en su entrenamiento, hacía poco había encontrado su sitio: esa casa en las afueras en donde podía hacer todo lo que desease, sin darle explicaciones a nadie.

Tenía un objetivo, podía ser simple, sencillo pero no fácil y es que no era otro que ser el mejor. El mejor cazador no solo se entrenaba, tampoco se hacía de la nada, un cazador tenía instinto, supervivencia, ganas y sed de sangre, de venganza y él las cumplía. Con apenas quince años, tuvo que hacerse a la idea de a lo que se enfrentaba. La noticia de esa perdida, despertó a la fiera interior que dormía plácidamente, hasta ahora.

Un ritmo pausado, constante, incansable. Su aguante y agilidad, le daban fuerzas para seguir, perderse entre aquella maleza, sentirse libre y fuerte. La fuerza no solo la dirigía en la forma física, adiestrar la mente, reforzarla para soportar cualquier cosa. Hacía frío, mucho, demasiado y sintió como su piel se erizó. La fina capa de lluvia, un aperitivo ofrecido por esa tormenta, empezó a caer como una cortina ante sus ojos azules. Poco a poco , iba a ser imposible visualizar nada.

Sus pasos se fueron deteniendo poco a poco, descansando su cuerpo…y el alma. Los recuerdos iban y venían, como pequeñas estrellas fugaces en su cabeza. Suspiró largamente, echándose hacia atrás su cabello rubio, frotándose los ojos y dirigirse hacia la pequeña casa en la que se encontraba ahora mismo. La sed le impidió seguir caminando, el riachuelo apenas estaba a unos metros así que , se acercó hacia el agua, arrodillándose  y poder tomar un poco de agua con sus palmas y llevársela a los labios.

Apenas dio un par de sorbos cuando, ante sus ojos, algo le llamó la atención. No lo pensó, tampoco es que lo hiciese cuando se trataba de esos impulsos. Sus fuertes brazos, se hundieron en el agua helada, le quemó la piel y no le impidió tomar aquello que le gritaba en silencio, le salvase. Dejó al animal en el suelo, completamente empapado, más porque empezó a llover con fuerza, como si les bombardeasen.

-Maldita sea -murmuró, tomando al animal en los brazos, presto corrió hacia la casa, aquella que le esperaba con una buena lumbre caliente y bastó solo cruzar la puerta para sentir el calor mezclándose con el frío general de su cuerpo. Llevó al animal frente a la chimenea, dejándolo con cuidado en el suelo e inclinarse para asegurarse que aquel precioso can, seguía con vida. Apoyó su oreja sobre su costado, era débil pero con un poco de calor y comiese, se pondría bien. -Has tenido suerte -susurró, comprobando si se había lastimado . Se alertó de la pata delantera, la tenía diferente a las demás y tanteando, no había lugar a dudas, se la había roto. -Ya estoy aquí -susurró bajito, observándola, aún mojado… comenzando a tiritar por el cambio de temperatura -Antes déjame al menos que me quite algo de ropa para entrar en calor -se sacó la camisa, dejándola a un lado… fuera llovía como si el mundo se acabase, y a él…acababan de salvarle y no al revés.
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Mensaje por Alenna Donovan Mar Mar 08, 2016 3:42 pm

   Mientras pensaba que estaba aprendiendo a vivir,
he aprendido cómo morir.

Leonardo Da Vinci.—



Morir… ¿No decían que morir era fácil? ¿Indoloro y rápido? Realmente solían decirlo y suelen decirlo, mis propios padres las pocas veces que habíamos preguntado sobre la muerte, así nos habían contestado. Para aquel entonces yo solo tenía cinco añitos y todo lo que decían ellos, sobretodo mi madre, eran palabras sagradas. No obstante, ahora me doy cuenta de que quizás solo nos lo dijeran para quitarnos el miedo a ella; a la parca. O también quizás solo nos repitieron lo que sus padres les dijeron también a ellos de pequeños cuando la curiosidad era nuestro mayor juego de cada día. Fuera como fuera, ahora, en este momento me doy cuenta que morir no es tan bonito, ni tan fácil como me lo decían. Morir es un proceso largo… y duele, duele tanto que aunque solo sean unos segundos, tú los sientes como días enteros cargados de sufrimiento en que incesantemente te golpean una y otra vez el pecho. Y así me sentía, apenas con la cabeza pudiendo mantenerla a flote, todo mi cuerpo era golpeado repetidamente por las frías corrientes y yo sin fuerzas, era incapaz de transformarme de nuevo.

La corriente cada vez tomaba más fuerza y yo era sacudida, la pata rota ya ni la sentía, mi cuerpo estaba tan entumecido que ya no me importaba el agua, ahora solo quería que todo terminase. Morir en paz y finalmente poder descansar. Rogué en mi mente porque Dios se apiadase de mi alma en los cielos y le suplique que fuese rápido, no quería pensar en lo que mi muerte podría significar para los que quedaban de los míos. No… en estos momentos no podía pensarlo y lentamente, cuando todo pareció indicar que Dios me escuchaba haciendo cada vez el dolor más intenso y más intensa la llamada de la inconsciencia, de la nada, sentí como una fuerza desconocida me sacaba abruptamente del agua. Ahogue un grito en mi mente de dolor para cuando fuera del agua, sentí el dolor de la pata rota y con aquel dolor ahogando mi consciencia, relajé mi cuerpo contra aquel milagro que me habia salvado de padecer en esas aguas.

Noté medio inconsciente el movimiento de mi cuerpo al ser transportado minutos después al despertar de una extraña duerme vela en la que me encontraba y aunque sin fuerzas para abrir los ojos, supe que debíamos estar llegando a una casa cuando oí una puerta abrirse e inmediatamente, la calidez del fuego lo llenó todo a mí alrededor. ¿Dónde estamos? Pregunté en mi mente sin obtener respuesta de nadie. Intenté moverme cuando mi salvador me bajó al suelo junto al fuego encendido, sin embargo, cuando terminé en el suelo, fui incapaz siquiera de intentar abrir los ojos. Reposé mi cuerpo por completo en el suelo cálido de aquella casa y por unos segundos dejé que la inconsciencia se me tragase por completo. Necesitaba tanto un descanso, que únicamente el dolor punzante de mi pierna herida al ser manipulada logró sacarme de ese trance y escapándose de mis fauces un alarido lastimero, signo del dolor que padecía en esa pata, entrecerré los ojos y por primera vez, le vi.

Ya estoy aquí—me susurró bajito con una voz tranquilizadora y calmada, como si quisiera protegerme y cuidarme. Yo como toda respuesta a sus palabras abrí un poco más mis azules ojos y le miré fijamente. No pude aguantar mucho su mirada, solo unos segundos hasta que las llamas del fuego me molestaron y cerrando de nuevo los ojos esperé mansa su regreso. No me acuerdo de cuánto tiempo pasó, o si me quedé dormida allá en aquel suelo cálido a la espera del arropo de aquel joven, pero en cuanto desperté el frío de mi cuerpo ya no era tan fuerte y sintiendo las caricias de unas manos sobre mi húmedo pelaje, empecé a mover lentamente mi cola. ¿Quién eres? Me pregunté abriendo de nuevo los ojos perezosamente, sintiendo mi cabeza algo febril y sin poderlo contener lamí aquella mano que se acercó hacia mí y en ese instante no pude evitar preguntarme, cuan parecido podía ser aquello a estar en el cielo. ¿Existiria un cielo así para los cambiantes? Y para los perros? Yo esperaba que si, pues si aquello era estar muerta; yo sintiendo aquella voz y sus caricias, ya estaba bien... Ya estabamos bien.
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Mensaje por Jensen Miér Mar 09, 2016 9:19 am

Nada está perdido mientras
haya ilusión por intentarlo.


Intentar por todos los medios centrarse en su entrenamiento , en ser mejor e indomable. Los recuerdos, le apartaron  de la realidad, del presente. Inevitable volver sus pasos al pasado, en donde fue un niño feliz a pesar de la ausencia de sus padres, el momento justo en el que se enteró de lo que ocurrió con su padre y quién lo hizo. Motivo suficiente para estar dónde se encontraba ahora y no esperar que aquel acontecimiento, le sacase de su ensimismamiento.

Reaccionar al ver al animal en el agua, le salvó de alguna manera pues le hizo regresar a ese mismo punto en donde a partir de ahora tendría que cambiar todo y él sería el culpable de ello. Observando aquel majestuoso animal, tan indefenso, débil y sin ganas de luchar por la vida…incluso sintió, como se iba empequeñeciendo por momentos…haciéndose un ovillo entre sus brazos, abandonándose a su suerte. Conocía tan bien esa sensación que no pudo otra cosa que portarlo y trasladarse junto a éste a su casa.

Las afueras, un buen lugar para vivir en donde podías tener intimidad. A apenas unos kilómetros de Paris, la casa del joven Jensen, se encontraban cerca de aquel riachuelo. El agua le devolvió energías renovadas de dos formas diferentes, el agua le calmó la sed y ese animal, hacerle olvidar , disipar esos recuerdos que tan solo le hacía mal. Le recordaba tanto a sí mismo, verle tan perdido que no pudo evitar suspirar largamente, sintiendo hasta envidia…un sentimiento que conocía a la perfección.

Nadie antes, se había preocupado por él de la misma forma que él mismo con aquel can. No solía hacer esas cosas, no le importaba el ajeno solo sí mismo ¿por qué lo hizo? Momento de vulnerabilidad, quizás.  Aquella mirada, de desamparo, necesidad… fue devuelta. Tomó el mentón del animal con dos de sus dedos para aguantar su mirada todo lo que pudiese y mostrarle una decidida, incluso… confiada.

Estaban empapados, al menos con aquella manta y al lado del fuego entrarían en calor. Lo suyo, sería secar al animal como buenamente pudiese pero ¿y si le hacía más daño? No estaba bien y él, tampoco es que tuviese mucho más tacto del que estaba teniendo. No sabía ser cuidadoso, lo más dulce fueron esas palabras dedicadas al hermoso animal. Fue extraño, pero esa mirada le había hablado, como si le gritase que no le dejase vencerse, dejarse a su suerte.

-Descansa. Mañana será otro día, lo miremos con otros ojos -murmuró, dejándose vencer en la alfombra, de lado al animal. Los ojos azules del joven cazador, examinaron al can despacio, sin prisa… sintiendo como las gotas de agua, iban siendo un recuerdo y con aquellas , quedaron sepultados los suyos. No necesitaba otra cosa que ese momento de paz, uno que sin buscarlo había aparecido de la nada , como esa criatura hermosa que tenía delante. Sin querer, sonrió de medio lado, agradeciendo interiormente al animal… deseando por todos los medios que esa sensación de paz plena, no desapareciese en todo lo que quedase de noche.

Se dejó vencer, la lluvia de fondo, aquellos relámpagos que parecían cantarles al oído. Sus ojos azules, se cerraron, acercándose un tanto al animal y acogerlo entre su brazo y su cuerpo, dejándolo muy cerca de su pecho, dándole un calor diferente… él sí, estaba ahí, seguía ahí.

¿Quién de los dos salvó a quién?
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Mensaje por Alenna Donovan Miér Mar 09, 2016 5:16 pm

  No hallé jamás calma alguna como el arrullo de su abrazo
Y en mi espalda desnuda, el aliento de su corazón.

Anónimo. —



El azul de sus ojos debía ser el cielo y estaba tan segura de ello, que devolviéndole la mirada mientras parecía cavilar en su propia mente, yo me encontraba entre las nubes al tacto de sus dedos acariciándome. Y hacia tanto tiempo no sentía ese cosquilleo que solo me hacía querer más y más de lo que fácilmente preví podría convertirse en mi droga de seguir así mucho más tiempo. De haber sido un gato, ya habría ronroneado hasta quedarme afónica, sin voz, pero al ser canina, no tenía ninguna otra forma de transmitirle las gracias o lo que tanto me gustaba que me hubiese salvado de esas aguas, sino mirándole e intentando que en mis ojos viera aquel eterno agradecimiento y quizás, con suerte también, un poco de mi alma humana. Mis ojos no se movieron de los suyos y al tiempo que el fuego iba quitándome lentamente el entumecimiento de mi cuerpo, también hacía crecer el sueño que me invadía. Intenté estar despierta todo el rato. En ocasiones cerraba los ojos y enseguida los entreabría manteniendo un ojo siempre pendiente de mi salvador, que como yo se había tumbado en la alfombra frente al fuego, haciéndome compañía.

Su brazo lo pasó sobre mi pelaje y llevándome hacia él, acercándome a su pecho me dejó acurrucarme contra su calor. Allí si cerré los ojos y lentamente sintiendo mi cálida respiración contra uno de sus brazos con el que acomodaba su cabeza, me relajé como él. Sentía su respiración a mí alrededor y con su calor, fue irremediable terminar cayendo como él al cansancio contra el fuego que nos amparaba y protegía del frío que acontecía en el exterior. Mi cuerpo encontró el hueco perfecto y completamente exhausta, me dormí sintiéndome protegida, sintiéndome de una forma que hacía años desde la muerte de mi padre, no me sentía ni había vuelto a soñar con sentir. En mi sueño, oí ligeramente el viento del exterior y el ruido de la lluvia chocar violentamente contra las ventanas cerradas de la casa. Me mantuve alerta aún en sueños, proteg iendolo yo también a él y únicamente cuando un fuerte ruido hizo temblar uno de los cristales, me desperté.

Abrí los ojos abruptamente, y olisqueando el ambiente, topándome únicamente con el perfume masculino de mi joven salvador, me volví a relajar pero esta vez acerqué mi cabeza a su cuello y oyéndole suspirar y moverse contra mí, dejé que me apretase más contra él. Su pecho acariciaba al respirar mi pelaje aún húmedo y con miedo a que pudiese resfriarse, hice lo único que podía hacer, ir a por más mantas para él. Solo que en mi estado no era lo más fácil, y aún menos cuando después de arrastrarme para salirme de entre su brazo y no despertarlo, tuve que lidiar con la pata rota. Al principio con la pata dormida no me acordé de ella, no obstante, al tocar la pierna al suelo y apoyarla, gimoteé de tal forma que temiendo haberle despertado me volví gacha a mirarle, esperando ver si se había despertado o seguía durmiendo. El brazo que antes me mantenía a su lado se movió y por unos segundos pareció despertarse, hasta que se quedó de nuevo quieto y con la respiración normalizada, regresó a su sueño profundo.

Resistiéndome al deseo de lamerle la mano que tenía más cerca de mí, con la pata delantera levantada, me moví lentamente por el espacio aún desconocido para mí. Me detuve frente a las escaleras y negué para mí misma cuando pensé en subirás. Con la pata tan mal y el dolor que sentía aún por ella, resultaría no imposible, pero perjudicial para mi intentar tomar aquel riesgo. Bajé el hocico al suelo y olisqueando me moví lentamente entre las sombras intentando no darme con nada ni hacer ruido, hasta llegar a la cocina. Aquel joven me había procurado un buen fuego para no enfermarme, pero no había pensado en mi sed o el hambre… y aunque sintiéndome sin estomago para llevarme nada a la boca, si me sentía sedienta. Muy sedienta, mi garganta seca exigía por un buen barreño de agua solo para mí.  Con los ojos busqué cualquier instrumento de la cocina que pudiera servirme o cualquier bol con agua. Aquella casa estaba tan limpia, que no había ningún trasto fuera de su sitio, únicamente había un bol con leche en una de las mesas. Decidida me fui hacia la mesa y subiéndome con lentitud a una de las sillas que había, me apoyé en la mesa y con suma dificultad bebí de aquella leche. No era de mi agrado, pero al ser lo único que había con que calmarme la sed bastó para refrescarme la garganta y calmar un poco la sed.

Hasta aquí no hubo problemas, y pensé que al bajar no habría problema alguno. Sin embargo, me equivoqué. Al bajar, perdí el equilibrio y golpeando la mesa, sin querer derramé el bol con lo que quedaba de leche sobre el suelo. El bol no se rompió pero la leche ensució el suelo. Gimoteé por lo bajo maldiciendo mi flaqueza y rápidamente con la cola entre las patas con miedo al enfado del joven, me regresé al salón. Enseguida visualice el salón, vi lo que buscaba. Había otra manta en uno de los sillones y con la suerte de que no parecía tampoco haberse despertado con el ruido de la leche derramarse, tomé una de las puntas de la manta con la boca y la arrastré hasta el joven. Con esfuerzo conseguí ponérsela por encima de la otra que ya tenía y ahora sí, sintiendo mis fuerzas fallar de nuevo, volví a tumbarme a su lado, sobre las mantas que lo tapaban y entre sus brazos de nuevo me dejé caer. Sus brazos inconscientemente me volvieron a apretar contra él, a acerarme y con una sonrisa, lamí su mano hasta que me dormí.
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Mensaje por Jensen Vie Mar 11, 2016 12:57 pm

Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar.


Despertar era lo último que deseaba en esos momentos. Se había abandonado a los brazos de Morfeo, no hizo falta mecerlo mucho, se quedó dormido en posición fetal, aferrado a aquel animal que había rescatado. El esfuerzo, el cansancio del entrenamiento y su desgaste psicológico le llevó al sueño más profundo. El calor del fuego y el del animal, le relajó y se abandonó a su suerte, por unas horas. Necesitaba recuperarse, recomponerse después de aquella tarde en la que ocurrieron demasiadas cosas.

No estaba acostumbrado a cuidar de nadie, solo de sí mismo y le iba a ser muy difícil, complicado el hecho de que aquel animal se quedase bajo su techo. De momento, disfrutaba de aquella compañía que nunca tuvo, una que nunca echó en falta hasta en ese momento en el que sintió la respiración pausada ajena. El suspiro profundo que salió de sus labios, fue el incentivo de que sí, estaba a gusto, tranquilo y por ahora, no iba a soltarlo.  Mutuo aquel remanso de paz en el que se encontraba. Extraño que el cazador se relajase de tal manera, abandonándose a su suerte, quedando a total merced de aquel majestuoso animal que sin pensarlo, había aparecido como por arte de magia a su vida.

Las casualidades no existían y si estaban allí, en ese momento crucial tenía que ser por algo. No se inmutó cuando el can abandonó su puesto, solo, se acomodó un tanto. Hacía mucho que no soñaba, demasiado, tanto que no recordaba. Y flashes de momentos de su vida, pasaron como un sueño fugaz, uno del que no deseaba despertar. Los vio, oyó sus voces de fondo y fue a emitir una sola palabra de sus labios cuando un sonido seco le obligó a abrir los ojos de golpe. Se incorporó, buscando con la mirada aquel animal ¿no se suponía que estaba junto a la chimenea? Empezaba a incomodarse, a impacientarse y eso sacaba lo peor de él.

-¿Qué diablos…? -se levantó justo cuando le vio aparecer, completamente seco, tirando de aquella manta que parecía ofrecerle…como un claro ejemplo de arrepentimiento y gratitud. Suspiró al notar el lametón en su mano, enfadarse, gritar cosas sin sentido solo cambiarían las cosas, le asustaría y no quería eso así que…volvió a tumbarse a su lado, quedando parcialmente de lado, mirando al animal como si le estudiase.

Se tomó su tiempo, observándolo con el cielo que eran sus orbes azules, centellaban por culpa de las llamas, como si se fundiesen en oro líquido. Sonrió de medio lado, sabía que algo había pasado pero estaba mejor allí, al calor, intentando recuperar de nuevo su semblante tranquilo. Se lo pensó, mucho además, finalmente, alzó la mano dubitativo acariciando su cabeza una sola vez, deslizando los dedos por el pelaje del cuello del Collie. Hundiendo los dedos, acariciando su barbilla, tomándole del mentón para que  lo mirase fijamente a los ojos.

-¿Quién eres? -susurró bajito, entrecerrando los ojos, esperando que con aquello pudiese obtener respuesta pero ¿cómo si era un animal? Se echó a reír, negando con la cabeza, revolviéndose el cabello y echarlo hacia atrás… terminando por mirarla fijamente -Vamos, sé que no estoy loco. Dime algo, lo que sea ¿qué quieres? ¿por qué no solo me has apartado los fantasmas de mi mente? ¿por qué estarás aquí? No soy capaz de cuidar de nadie, ni sé qué comes… ni cómo curarte, solo puedo darte…esto -se señaló, sin dejar de mirarle a los ojos, desde luego que esa ofrenda era mucho más interesante, inmensa que otra cualquiera, se ofrecía a sí mismo pero con una condición que sabía era imposible -Quiero respuestas y no me las darás ¿no? perfecto -chasqueó la lengua, no solo tenía que valerse por sí mismo, ahora… tenía aquel hermoso animal ante él, esperando cualquier cosa y entre líneas, él también necesitaba que alguien le cuidase a su modo.
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El demonio y el ascenso de venus {Jensen Ackles} Empty Re: El demonio y el ascenso de venus {Jensen Ackles}

Mensaje por Alenna Donovan Dom Mar 13, 2016 5:39 pm

 Hasta que no hayas amado a un animal,
una parte de tu alma permanecerá dormida".

Anatole France. —



¿Quién podía ser? ¿Por qué se encontraba allí, justo en ese preciso instante dedicado a salvarme? ¿Qué tenía que me miraba de aquella forma y automáticamente mi parte canina enloquecía? Aquellas eran unas de las tantas preguntas que intentaba disimular en mis orbes azules y es que hacia tiempo no me sentía tan perdida como cuando aquel ángel, mi salvador, me miraba.

Una vez tapado de vuelta con la manta que yo misma le traje, regresé a tumbarme al lado de fuego. Mi pelaje arena y blanco yacía ya completamente seco, únicamente la  parte del vientre yacía húmeda a causa de que al calor y a la calidez del fuego le era mas difícil llegar, aún mas si yo dormía tumbada hacia abajo e impedía que el calor llegara a todos lados. Durante unos segundos intenté ignorar la sensación de su mirada, no obstante, ¿Cómo podría aguantar de devolverle la mirada, cuando parecía tan o mas perdido de lo que yo me encontraba? Anímicamente por dentro me encontraba rendida, vacía. Había deseado morir al bajar por la corriente del rió y habría muerto ahogada y hasta incluso, seguramente habría sido una muerte piadosa. No habría visto mi madre terminando por morir, y a todos desaparecidos, seguramente muertos por aquellos diablos de la santa Inquisición. Demasiado fácil habría resultado expirar si él no me hubiese salvado y sin embargo ahora, no me siento sola. Así como sola me sentía al huir y caer al agua, únicamente con mirar sus también azules ojos, me siento acompañada y comprendida como si el también supiese lo que era querer desaparecer, darse por vencido.

Le miré fijamente y esta vez, lo repasé con la mirada hasta donde la manta me dejaba ver. Sus rasgos definidos eran muy masculinos, su perfume una esencia entre salvaje, natural y exótica, era una delicia para mi olfato. Tenía unos labios ideales para ser besados, no sabía mucho de hombres pero si algo me había dado acceso mi trabajo de modista era de poder escuchar la conversaciones de las más jóvenes y descubrir por ella, el ideal del hombre; el ideal que seguramente verían en ese Dionisio frente de mi mirada. Sacando la lengua afuera, respirando con normalidad entrecerré los ojos al oírle hablarme y riéndome por dentro de lo absurdo que debía parecerle el hablarle a un perro, mi cola se movió sola de lado a lado con energía al tiempo lamía la mano con la que me sujetaba de la barbilla.

Si pudiera hablarte, no te creerías lo que soy. —le contesté ladrando una vez chasqueó la lengua, rindiéndose de buscar en mi las respuestas a sus preguntas.— No hace falta que me cuides, ya puedo hacerlo yo sola… solo necesitaré un poco de descanso, no debes preocuparte, yo también cuidaré de ti. —Agregué a mis pensamientos que sonaron a ladrido. Me levanté con prisa y antes de que pudiera anticipar mis movimientos fui donde él y le lamí todo el rostro llena de felicidad. Él se resistio, pero yo fui persistente. Solo con mi hermana y mi hermano me había puesto así a darles cariños llena de felicidad al verlos y sentir ahora eso de nuevo, me hacia sentirme dichosa. Miré su cara y sus gestos y ladrando de nuevo a los cuatro vientos, lentamente me fui calmando después de aquel ataque de felicidad de mis pieles caninas.

Terminé sentándome acostada a su lado y aún pegada contra él y sin dejar de lamerle en lo que mi cola seguía dando bandazos enérgicos de un lado a otro, con la pata delantera buena me apoye sobre él y resguardando la pata rota de que con un movimiento pudiera dañarme sin querer, ladré otras veces más justo contra él, contestándole en aquella particular forma cada una de sus preguntas. —¿Qué necesitas de mi ángel? ¿Por qué me ayudaste y ahora me miras así, como si fuese un regalo caído del cielo? Yo no soy ese regalo, lo eres tú.—pensé, más esta vez mis ojos fueron a los de él y mi voz salió mas bien a un dulce gimoteo que a un escandaloso ladrido.— Otros me habrían dejado ahogar en esas oscuras aguas y tú no solo me ayudaste, también me has acogido, como si no fuese una molestia. ¿Por qué? — Le miré y por dentro sonreí, —Ahora es mi voz la que no entiendes... yo te estoy hablando.¿No oyes mi dulce voz?
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Mensaje por Jensen Mar Mar 15, 2016 10:22 am

Ni tu peor enemigo
puede hacerte tanto daño
como tus propios pensamientos


Y es que sus propios pensamientos, le estaban jugando una muy mala pasada. Demasiado tiempo solo, le había llevado justo donde estaba, hablando con un animal y realmente, esperaba que le contestase ¿es que se volvió loco? Quizás , en parte, sí. Aquel majestuoso animal le había despertado de su letargo y realmente, necesitaba que lo sacasen del agua, de ese mar de pensamientos que fue entumeciéndolo poco a poco hasta la llegada de ese can. Suspiró largamente, observándolo con sus orbes azules como el mismísimo cielo, no parecían de este mundo pero ¿y aquel hermoso animal? Tampoco.

Se recreó al ver la energía, la poca, que recuperó y eso le alegró aunque no lo mostrase, solo con esas palmaditas en su cabeza, fue suficiente para darle a entender lo contento que se encontraba por el simple hecho de que estuviese allí y no una víctima más de aquel acantilado. ¿Qué le habría pasado? Hacía mal tiempo pero no lo relacionaba con eso, algo tuvo que ocurrirle y se lo preguntó miles de veces interiormente pues ¿acaso iba a responderle? . Bajó un instante la mirada, el momento justo en el que por primera vez, oyó su ladrido.

Se sorprendió tanto, que fue inevitable abrir los ojos un tanto y esperar que se comunicase de alguna manera. Sonrió de medio lado, ese animal le transmitía mucho más que cualquier otra persona y sí, era raro pero le gustaba aquello. Le agradecía de alguna manera lo que había hecho, bien lo sabía pero ¿por qué no habría de hacerlo? él y sus maneras de demostrar ciertas reacciones o sentimientos, dudaba que de lo último conociese otra cosa que odio, rencor y venganza. Como bien le dijo una vez una de sus cuidadoras “albergas más que todo eso, Sean”, sí, lo albergaría pero hasta entonces, no salió a la luz, seguía oculto y no tenía ninguna intención de hacerlo salir. ¿Para qué? no necesitaba a nada ni a nadie, solo a sí mismo.

Frunció un tanto el ceño por sus propios pensamientos, sacudiendo la cabeza un tanto…era mejor no pensar y una vez más, aquel animal le volvió a despertar. El que le lamiese la mano, tan nuevo para él, que acostumbrarse le llevaría tiempo. Sonrió un tanto más, dejando la mano apoyada en su cabeza, bajando despacio por su hocico y pellizcar un tanto con suavidad la barbilla del can. Tan suave, tan hermoso que imposible sería no mirarlo. Le arrancó una sonrisa, una que jamás nadie había podido apreciar: gratitud, tranquilidad…

-Ey, está bien. Veo que estás mejor y….-parpadeó porque ¿qué era hembra o varón? Se revolvió el cabello rubio, dejándose vencer en la madera y quedar boca arriba, ladeando el rostro y buscar esa respuesta…una muy difícil , si no pudo contestar las demás, tan solo con ladridos… -No sé si eres hembra o varón… así que nombre no puedo ponerte y… ¿qué te ha pasado, eh? -quedó de costado, mirándole intensamente, sin poder mirar otra cosa que aquel animal, haciéndose demasiadas preguntas y dios, odiaba tanto no poder ser contestado -No sé qué comes, tengo un poco de carne, leche y algo de pan, luego iremos a pescar algo y…no , no creo que quieras acercarte a tu asesino ¿cierto? No te preocupes, ya cazaré por ti.  Te amaestraré y tendrás que hacer de perro guardián -rió un tanto por lo bajo, acariciando las orejas del animal, hundiendo sus varoniles dedos en su pelaje, peinándole de alguna manera, como si fuese el cabello de…alguien.

Pensar eso, le llevó a apartar la mano, con temor… ¿cómo había sido capaz de pensar tal cosa? Carraspeó, cerrando los ojos, centrándose en lo que debería de hacer, si era buena idea quedarse o no, siempre estuvo solo y tener que cuidar de alguien más, iba a ser un tanto complicado.

-Mira, sé que no me entiendes pero… no puedes quedarte, no tengo ni idea de cómo cuidarte y… -pero imposible no perderse en aquellas orbes cristalinas, tan intensas y que en ellas, sí que albergaba algo más que ¿sería capaz de mostrarle? -Está bien , te quedarás hasta que te cures la pata y ya veremos ¿eh chica? o… ¿eh chico? ladra dos veces si eres chico, si no…una -rió por su ocurrencia, como un niño que jugaba con un juguete nuevo, uno que le hacía especialmente ilusión por conocer…
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Mensaje por Alenna Donovan Vie Mar 18, 2016 3:48 pm

Muchas veces las respuestas
las tenemos aquí, frente a nuestras narices
y nuestra propia ceguera nos lo impide ver.

Anónimo. —



Se solía hablar de las segundas oportunidades, de si eran oportunas o no y de si existían o eran meros mitos. Algunos decían que no había segundas oportunidades, y otros se aferraban a ellas pensando y soñando con que con aquella oportunidad pudieran rehacer las cosas y ser, dichosamente felices al final. Yo hace unas semanas no habría sabido que responder, pero ahora sí y es que; ya fueran oportunas o no, para mi aquel momento en que los brazos del joven me sacaron del agua, y pese al dolor que sentí cuando el agua dejó de entumecerme el cuerpo, lo supe. Para mi aquel río fue mi segunda oportunidad. Él era mi segunda oportunidad. Y no necesitaba ningún dios para que me confirmase lo que tan adentro de mi sentía era la verdad, la única verdad que me había llevado a su vida, a que él se encontrase conmigo o yo me lo encontrase a él. Esto no podía ser una mera casualidad, era por algo, no podía ser nada distinto y yo me negaba a creer cualquier otra explicación, el cielo aquella noche nos había unido bajo la misma estrella y yo no sería la que nos fuera a bajar de allí.

Sus ojos de aquel azul mar que yo tanto amaba como recuerdo a la playa que de pequeña acudía correteando con mis hermanos, jugueteando en la arena, cuando se abrieron de par en par me hicieron perderme en ellos y por unos segundos, olvidé que era un collie, hasta que bajo esa piel canina era una mortal, una joven humana. Olvidé hasta mi nombre y con la cola de un lado para otro, permanecí mirándole como si todos los soles se hubiesen ido a sus ojos. Ladré y únicamente cuando el ruido del ladrido llegó a mis oídos, recuperándome de aquel aturdimiento volví a ladrar desemperezándome confundida de aquel hechizo. ¿Sería mago acaso? Había oído a hablar de un poder de los magos que hacía que todo aquel tuviera aquel poder, se sintiera atraído por ellos. Sin embargo, lo husmeé mientras lamía su mano y subiéndome a su pecho, lamiéndole las mejillas seguí investigando sin ninguna información relevante. Su aura era normal, su cuerpo atlético y desde allí sentía la calidez de sus manos, sobre todo cuando estas me acariciaban. No era un brujo y tampoco podía ser un vampiro, únicamente era él y con eso, yo me conformaba.

Me sonrío y sonriéndole de la única forma que podía, entreabriendo las fauces y dejando mi lengua salir mientras respiraba, ladee el rostro al verle tumbarse de nuevo y mirar hacia mí como si estuviera buscando algo. — ¿Qué buscas ángel? —Le pregunté y terminando por cansarme de estar de pie con la pata herida aun doliéndome, me tumbe a su lado en el suelo frente a su mirada de forma que pudiese seguir mirando sus azules ojos. Le escuché y de haber sido humana me habría sonrojado hasta la punta de los pies a raíz de sus preguntas, aunque por suerte de ser humana, no creía que hiciera falta que intentase verme de que sexo era. Gimoteé al oírle hablar del río y llevándome la pata sana de delante hacia mi morro, me escondí así el rostro como dándole a entender el miedo a ese lugar. No tenía pánico al agua, pero por unos días prefería estar lejos del mismo río que casi me dejó morir en sus aguas. — Con la leche ha habido creo un problema, solo espero puedas ir a buscar más mañana para ti, pues creo que la desperdicié al caerse al suelo—sabía que no podía escucharme, aún menos leerme la mente pero aun así yo le hablaba mientras por dentro sonreía de las ocurrencias del joven.

Reí trasladando mi risa a gimoteos y bandazos de un lado a otro de mi cola contra el suelo y ladré nuevamente. ¿Yo perrita guardián? Podría servir, pero no era algo que se me antojara. Cuando se acercó para pasar sus dedos por mi cabello, apoyé mi pata buena sobre su brazo disfrutando de su caricia y cerré los ojos completamente confiada con aquella mano hasta que de nuevo, abruptamente dejé de sentir el contacto y abriendo los ojos lo miré con tristeza. — ¿Qué te ocurre? ¿De qué tienes miedo? —le pregunté arrastrándome para acercarme más a él, hasta quedar a escasos centímetros de su rostro mi hocico. Ladeé el rostro y bajando las orejas al oírle que debía irme, gimoteé de nuevo pero esta vez con dolor en el sonido. La pata me dolía pero pensar en regresar a casa, cuando no sabía ni donde me encontraba con esa pata de aquella forma, me hacía temblar de miedo. Sola ahora mismo quizás no podría conseguirlo. Le miré de nuevo, de forma fija y ladeando la lengua para un costado estiré mi cuello para lamerle su mejilla que tenía más cercana a mí y feliz por su cambio de pensamientos, volví a levantarme, más esta vez intentando darle mi patita sana para que me la tomase y en cuanto su mano tomó mi patita, ladré una única vez contestando así su pregunta.

De nuevo sus ojos volvieron a abrirse y a continuación empezó a preguntarme más cosas y yo tomando atención de lo que me decía, contestaba con el número de ladridos hasta que con un ladrido demasiado fuerte, me moví y resbalando en el suelo me golpeé la pata rota y gimoteé de puro dolor. Allí en ese momento permanecí un minuto completamente en blanco sintiendo aquel dolor de la pata hasta que las palabras masculinas lograron sacarme de aquel pozo sin salida al que me había metido y tras un lametón a su mano, dejé caer mi cabeza entre mis patas y me lamí con cuidado la pata herida. Así permanecí un buen rato y no me acuerdo en que momento sus ojos dejaron de observarme, o en qué momento yo caí definitivamente dormida de nuevo, pero cuando desperté unas horas después el sol ya lucía en lo más alto y entrecerrando los ojos debido a la intensa luz solar, me acerque al joven y acurrucándome contra el calor de su pecho, jugueteé con su mano lamiéndosela hasta que este despertó y entonces, le miré y le lamí la barbilla.

Buenos días dormilón. —le dije con una sonrisa en mis pensamientos y un suave ladrido.
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Mensaje por Jensen Dom Mar 20, 2016 4:01 pm

Si estamos destinados
a estar juntos,
estaremos juntos.


Realmente, creía en las segundas oportunidades y ambos caminos se habían cruzado por alguna razón. Y es que cuando realmente, estabas perdido y no había salida, buscándola desesperadamente y no encontrar nada que le dé sentido a tu vida, abandonarlo todo y dejarse vencer, rendirse…deseando en lo más profundo de tu alma que alguien te rescatase. No importaba cómo, pero lo hiciese y te regalase, una nueva oportunidad para borrarlo todo y renacer de tus cenizas, como el ave fénix.

Aquella mirada azulada, como el mismo mar en calma…la observaban detenidamente, estudiándola. Aquel animal no llegó de la nada, sus caminos tuvieron que cruzarse por algo y dejarle marchar sería volver a dejar escapar una respuesta a todas las preguntas que se había formulado a sí mismo y la respuesta, se quedaban en el aire. ¿Qué podía dejarle en claro un can abandonado a la mano de Dios? Los animales no hablaban con palabras pero sí con emociones, gestos y esas atenciones que solo ellos, son capaces de cubrir sin pedir nada a cambio…tan solo brindarle cariño y sus necesidades básicas. Y eso es en lo que pensaba en ese momento ¿cómo iba a cuidar de aquel animal?

Con cuidarse a sí mismo, tenía bastante. La llegada del collie, fue como justo lo que sintió al sacarla del río: como si se lanzase al agua, helada y tenerle en los brazos fuese como esa lumbre de la que ahora disfrutaban. Una contradicción de la que no se podía quitar de la cabeza, pensaba seriamente en si debía quedarse o no… encariñarse no era una de las cosas que tenía pendientes ni siquiera planteadas y menos, de un animal. Suspiró largamente, haciendo que el pelaje del can se removiese un tanto, cosa que le hizo reír por lo bajo.

-Así que…eres hembra…buena chica…-murmuró acariciando entre sus orejas, deslizando la enorme palma de su mano por su lomo y dar un par de golpecitos -Mañana veremos de lo que eres capaz y no te pondré nombre…soy malo para eso, así que te llamaré…chica -¿Para qué complicarse la vida? El momento en el que cerró sus ojos azules y se abandonó a los brazos de Morfeo…hasta bien entrada la mañana. Solía ser de sueño ligero pero el calor, la situación en general le llevó justo a donde estaba, medio abrazado al can, hundiendo su rostro en el pelaje suave y con aquel dolor dulce, olía tan bien que sin querer, se le escapó una sonrisa de lo más tierna.

Las lamidas, le despertaron de golpe. Por las mañanas, tenía un despertar terrible y lo mostró en cómo a regañadientes, apartaba un tanto al can. No paraba de lamerle la cara y aunque lo necesitaba, no estaba de humor para esas muestras de afecto. No quería ser brusco, tampoco es que se acordase de que no estaba solo hasta que la perrita, ladró. Sacudió la cabeza, acariciando el pelaje del animal, jugando con ella, revolviéndole el pelo de tal manera…de lo más cómica.

-¿Intentas despertarme con tus juegos, pequeña?-rió por lo bajo, levantándose del suelo como buenamente pudo y… no dudar en quitarse la única prenda de ropa que le quedaba, necesitaba darse un baño y qué mejor que a esas horas…así se despejaba y mejor, no pensaba -Vente , pequeña, vamos a ver qué cazamos para comer-a medida que fue acercándose a la puerta, lanzó los pantalones a un lado, donde cayese…una clara invitación silenciosa.
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Mensaje por Alenna Donovan Miér Mar 23, 2016 7:11 am

A veces lo más hermosa y lo más bello
no se encuentra donde una espera encontrarlo

Anónimo. —



Hacía mucho nadie me hacía verme así, como una mascota querida, una collie despeinada y en mi interior reí feliz imaginándome como debía de estar dejándome con sus caricias en las que me revolvía el pelo. Ladré suavemente ante sus palabras y terminando por lamerle una de sus mejillas en cuanto tuve tiempo de ello y me dejó, me sacó encima de él y le seguí con la mirada. Aún no me creía estar aquí, a salvo con él. Seguramente él ignoraba la verdad, pero en el río me había dejado morir, una parte de mí se dejó mientras únicamente una parte de mi muy pequeña quiso luchar contra el corriente de aquella agua oscura. Así que él me había salvado y a pesar de que no me dejara llenarle de besos, como lo que solo mi collie pensaba hacer, yo ya era feliz allí con él. Al menos por ahora me olvidaba de todo y no pensaba en nada, el momento de la verdad y de regresar a mi vida volvería algún día, pero hasta entonces confiaba lo bastante en las doncellas de mi madre para que pudieran por si solas, ocuparse de todo sin mi supervisión.

Él se levantó y tomándome por sorpresa me llamó a su lado — ¿Cazar? —Me cuestioné, sintiendo justo en ese momento mis tripas rugir y acudiendo a su lado, tras él con cuidado de no apoyar demasiado la pata herida, me ruborice y me quedé estática cuando sin querer mis ojos fueron a su desnudez. — ¿Y sus pantalones? —Me pregunté absorta en aquella imagen del joven caminando hacia el rio con la naturalidad de quien va al mercado a comprar comestibles. Bajé las orejas y ladeando el rostro, gimoteé. ¿En qué momento había pasado eso? ¿En qué momento se había quitado los pantalones que se encontraban en el suelo y me había llamado hacia él, desnudo? Y es que por más que pudiese preguntarme como había ocurrido, como habíamos llegado a esta situación, era imposible quitar mis ojos azules de encima de él. Era impresionante… al dormir con él había podido sentir el calor de su cuerpo, y me había imaginado como debía de ser dormir al lado de él, con mi autentica piel amoldada a la suya. Nunca había dormido con nadie más que no fuera mi hermano, por lo que estar tan cerca de un chico desnudo pese a ser una cambiante, me hacía sentir miles de sensaciones que iban desde el sonrojo hasta la timidez.

Su cuerpo a la luz del sol, dejaba entrever las marcas que se extendían por su piel. Arañazos, algunas que otras heridas… aun así, aquellas cicatrices solo podían sino intensificar el magnetismo natural que el joven poseía. Eran sus ojos, el diablo que podía hipnotizar a cualquiera y los que se habían ganado el respeto y la confianza de la collie, más era su cuerpo, lo que estaba segura traía a todas las féminas de cabeza, como ahora si no apartaba la mirada, me vería yo también.

Entrecerré los ojos y lamiéndome la pata que empezó a dolerme y así aprovechando ese momento para apartar de mi mente el desnudo y el cuerpo viril que poseía, en cuanto volvió a llamarme, ladré y lentamente fui a su lado. Esta vez intenté no ver su desnudez, únicamente le miraba el rostro y entrecruzándome en su camino le seguí moviendo la cola de un lado a otro con hambre hasta el río donde le vi entrar y sumergirse en busca de peces. Reí internamente al verlo como no era capaz de conseguir ningún pez y ladrando cuando no conseguía capturar ninguno de ellos, únicamente quedé en silencio cuando me lo ordenó, haciendo gala de mi educación. Aun así en mi fuero interne seguí riéndome cuando no lo conseguía y viendo siempre con curiosidad la piel de su espalda, preguntándome de que debían de ser esas marcas, pues parecían de garras y dientes, finalmente decidí ayudarle cuando alejándose de donde me encontraba yo en la orilla, decidí saltar al agua y ayudarle a cazar peces.

La de cazar había sido mi idea, pero en cuanto toque el agua y de nuevo la corriente me amenazó con tirarme de ella fuertemente y hacerme perderme en lo oscuro de sus aguas, nadé con fuerza hacia el otro extremo de la orilla, donde habían dos grandes rocas que podían servirme de apoyo para resistir. Sin saber si el joven me había visto y se dirigía hacia mi o si seguía enfrascado, absorto con cazar y conseguir peces para comer, yo logré con mucho esfuerzo llegar hacia las rocas donde la corriente se hacía más débil. Respiré hondo y sin pensarlo, siendo un movimiento automático de mi capacidad de cambiar, mi pelaje desapareció dando paso a mi cuerpo femenino. Enseguida volví a sentirme humana, logré tranquilizarme. La corriente ahora no era nada fuerte para este cuerpo y saliendo del agua medio cuerpo semi escondida en esas rocas, me quedé unos momentos mirando mi brazo herido el que solo ahora se presentaba inflamado y sonreí. Se estaba curando, mi capacidad de sanación estaba dando sus frutos y aunque lentamente, en unos días esperaba que ya no me quedase nada de aquella lesión. Respiré tranquila y sintiéndome limpia, y totalmente tranquila en aquella agua que como humana nada podía hacerme ya, regresé a sumergirme y echando el cabello hacia atrás salí de nuevo a la superficie.

Que bien se estaba en aquellas aguas, pensé al salir y sentir como la piel se me erizaba a causa la diferencia de temperatura del agua y del exterior, más no fue el viento o el frío lo que me hizo darme la vuelta asustada y taparme los pechos rápidamente con las manos. Había olvidado que no me encontraba sola en el río y es que ahora aquellos ojos azules que había admirado en mi otra piel, parecían tan sorprendidos como los míos. —No me haga daño, por favor—susurré enseguida que pude hablar y sin saber qué hacer, como salir de aquella situación di unos pasos hacia atrás, hundiéndome un poco más en el agua. Él no dejaba de mirarme y yo tampoco podía apartar mi mirada de sus ojos, ¿por qué? Me pregunté y mordiéndome el labio inferior esperé por sus palabras. Me había encontrado y extrañamente, todos mis instintos me hacían sentir como si aquellos ojos fueran los de un experimentado cazador. ¿Porque de nuevo volvía a sentirme así? Queria escapar, pero a la misma vez, sus ojos me llamaban... no, no quería irme, de eso estaba completamente segura.
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Mensaje por Jensen Vie Mar 25, 2016 5:41 pm

Estás justo donde quería,
en mi vida.



La soledad, le había llevado a tal extremo que no necesitó a nadie, más que un solo motivo el cual le llevó al punto en donde se encontraba. Se olvidó por completo de la humanidad y se centró en lo único que le daría algo a cambio: satisfacción y venganza. Debía esperar al momento perfecto, desenvolverse como pez en el agua, como esos que intentaba pescar sin éxito.

El camino hacia el río fue marcado con su ropa. Las manías eran imposibles de curar y una de ellas era esa, dejar esparcida la ropa por todas partes, así le pasaba después que no encontraba prenda alguna. El camino que de forma inconsciente dejó al collie, no fue otro que el de su ropa. Una invitación difícil de no aceptar y aún más irresistible que él desnudo en el agua. Las heridas de “guerra”, plasmadas en su cuerpo como un lienzo sin acabar pues aún seguramente tendría más heridas que terminasen siendo parte de su historia, una que aún no compartió con nadie.

Concentrado en dejar caer la red y al menos, coger un par para comer, no se percató de la presencia del collie y tampoco que desapareciese. Tan centrado en su función de pescador que cuando consiguió su propósito, tardó en echar en falta al perro. No estaba acostumbrado a compañía y por su falta de costumbre se había extraviado, aún herida. Buscó con la mirada al can para lanzarle uno de los peces pero… no lo vio. Sus ojos azules, se entrecerraron, decían que detrás de la tormenta venía la calma y así era. La claridad, dificultaba la búsqueda y más, con sus orbes claras.

Caminó unos pasos, sin acordarse tan siquiera de su estado, seguía desnudo. La fuerza del agua no era impedimento para caminar por ella unos pasos, solo para asegurarse que aquel nuevo compañero de viaje y de batalla, tampoco era la primera vez que le abandonaban a su suerte. Sintió rabia y una punzada de tristeza, aquel animal desvalido, sacó lo mejor de él, ese cuidado, ese tacto y la certeza de que era capaz de cuidar de alguien que no fuese sí mismo, podría lograr a hacerlo pero en este caso, no  sería posible… si aquel animal volvió sobre sus propios pasos, no podía culparle ni ir tras él como el cazador  que es, ese collie no era una presa.

Y no se equivocaba, no seguía solo, en el lugar del collie… alguien apareció de la nada. Una joven. Cuando sus miradas se cruzaron, se detuvo de golpe, observándola. Aquellas orbes azules, tan cristalinas como el agua, tan pura y frágil, como parecía aquella joven. No se inmutó hasta que su voz, tan parecida a la de seguro un ser celestial, le estremeciese, le cautivase.  Negó solo una vez, mirándola a los ojos en todo momento, acercándose despacio, como si en algún momento, fuese a echarse a correr como un animal desvalido.

-¿Daño? ¿Cree que puedo hacer daño con esto? -alzó la rejilla donde aún los peces daban coletadas. Lanzó la red a un lugar seguro, sobre la hierba, sus pasos siguieron avanzando hasta la chica pero no encararla, la rodeó , manteniendo las distancias y quedar tras su espalda pero a una distancia prudencial en el que ella se sintiese cómoda y no atacada.

-Me ha pedido que no le haga daño pero acaso… ¿me lo hará usted a mí?-su voz, apenas un susurro, calmándola y advirtiéndola al mismo tiempo que no era ninguna amenaza -No le haría daño, no al menos si no me lo pidiese -sonrió de medio lado, quedando tras su espalda. La cercanía, el contacto, tenía que ser directo. -¿El agua también le trajo? Se me ocurren muchas cosas y no hacerle daño está entre ellas -rió divertido, risa que golpeó la piel del cuello de la joven al estar él de espaldas a ella -Una buena mañana para darse un baño -se hundió en el agua, saliendo segundos después, completamente mojado, así …volvían a estar en igualdad de condiciones.


Las gotas de agua, recorrían ambos cuerpos, ambas... terminando en el mismo camino, en aquel agua que los había vuelto a unir.
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El demonio y el ascenso de venus {Jensen Ackles} Empty Re: El demonio y el ascenso de venus {Jensen Ackles}

Mensaje por Alenna Donovan Mar Mar 29, 2016 9:44 am

Me pierdo y me atraes
como una mariposa de ojos zul
En medio de imanes llenos de jardines.

Anónimo. —



Haría apenas unas horas tenía a esos ojos a escasos de mi rostro, su mano acariciándome el pelaje, apretándome más contra él medio dormido. Su azul, era lo que me había dado fuerzas, fuerzas para resistir y sobreponerme y mi collie no había fallado, ni un solo instante lo había hecho. La herida escocía, aún dolía y pensé que aún debía de quedarme días en que la arrastraría conmigo, cargándola junto a mí. Nunca antes se me había roto una de las patas y aunque ahora ya no la tenía tan rota, pues el brazo no me colgaba, sino que simplemente ya me dolía sin más, seguía doliendo pero en silencio… en aquel silencio en el que de no ser por la ayuda del joven, habría terminado muerta.

Ahora todo había cambiado y sin darme cuenta, había bajado la guardia hasta el punto en dejarme descubrir. Por suerte, no parecía consciente de lo que era, ni de que yo era la collie así que tenía eso solucionado por el momento. El ser cambiante era algo que solía guardar para mis adentros y para mi familia. El tiempo me había dado la razón en que era mejor esconder mi condición, que mostrarla a todos, ya que así de guardármelo para mí, no corría ningún peligro y tampoco riesgos. De encontrarme la inquisición finalmente, no tendría que temer por nadie más que de la vida los míos y de su seguridad. No quería meter a nadie más en aquella cruzada particular y así lo deseaba, al menos así era hasta que le vi.

Su mirada era un remanso de paz y a la vez, una senda desconocida. Su sabía y cautivada mirada por la mía, era la de un joven que a pesar de tan corta edad había pasado por sus infiernos y había vuelto de nuevo. Quizás no integro, pero ahí estaba. Sintiendo la garganta reseca, como los pétalos de mis labios, me relamí los mismos buscando así apaciguar las sensaciones que se arremolinaban por todo mi cuerpo y dando un paso más hacia tras, negué tras sus palabras. ¿Temer? ¿Él… de mí? ¡No! No había motivo, ni los habría. Se había ganado la simpatía de la collie y mi gratitud por siempre. ¿Cómo podía querer dañarle? — ¿Cómo podría yo haceros daño? —Le miré y recorrí con la mirada sus facciones, su rostro, sus rasgos varoniles al acercarse a mí. En mi pecho sentí mi corazón acelerado y tragué duro. — No… no, yo no podría haceros daño, a vos o a nadie. — susurré totalmente confundida que pudiera decir eso de mi o siquiera, pensárselo.

Únicamente mis ojos se separaron de sus orbes cuando este tiró la red con los peces a un lado del rio, en la orilla y entonces, terminó por acercarse lo que quedaba hacia mí. Me obligué a estar inmóvil cuando lo vi venir hacia mí y agradeciendo que simplemente me rodease, sentí toda mi piel erizarse al sentir su aliento sobre mi piel. Entreabrí los labios y se me escapó un suspiro. ¿Sabría él lo que estaba provocando en mí… lo que sus ojos provocaban, con esa mirada turbia suya? — Si, es una buena mañana para darse un baño a pesar de la brisa fresca— dijo y sonriendo le miró de soslayo, admirando su cuerpo emerger del agua como un poderoso tritón en los reinos de las sirenas. Quedó sin aliento al ver su pecho desnudo y mordiéndome el labio inferior, sentí mis mejillas enrojecer rápidamente, por lo que me obligué a apartar la mirada mientras volvía al agua, a meterme entera hasta los hombros.  Me vi tentada a de nuevo darle la espalda, pero sus ojos eran tan intensos que era imposible huir de ellos. — ¿Soléis venir mucho por aquí? ¿Habéis venido a pescar solo?—Pregunté — Yo es la primera vez que acudo aquí en busca de paz y de serenidad y no creo haya un lugar mejor que este. —dejé de taparme los pechos con las manos al estar estos dentro del agua, y aunque sabía que se podía ver ligeramente la curva de mis senos por el reflejo del agua, no podía verlos todo, nítidamente como el resto de mi cuerpo oculto por el agua del río.   — He tenido suerte en encon…—“encontraros” pensé callando mis últimas palabras sintiendo como el color de mi rostro se hacía más intenso, el rubor en mi mejillas más visible y sintiendo los ojos masculinos reparando en ello, me sentí extraña. En la forma de collie, no lo sentía así… tan intimidante, tan fuerte, tan atractivo… y en cambio ahora; me estaba matando, de una forma que ni el agua podría haber terminado conmigo. Era algo cruel y desconocido. Me fascinaba y despertaba todo mi ser como nunca nadie. ¿Por qué?
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El demonio y el ascenso de venus {Jensen Ackles} Empty Re: El demonio y el ascenso de venus {Jensen Ackles}

Mensaje por Jensen Miér Mar 30, 2016 3:49 pm

Necesitas un amor que atraiga,
aleje y haga perder el Norte.




Azul contra azul, en una batalla sin fin. Jamás antes una mirada le había desafiado y desarmado al mismo tiempo. ¿Quién era ella?  y…¿por qué tenía la sensación de haber luchado contra aquella mirada antes? No podía hacer memoria, le bloqueó y es que ¿cómo recordar a nadie cuando tenía semejante imagen delante de él? Preciosa y no como un ángel bajado del mismo cielo si no un demonio hermoso capaz de abrasarte en las mismas llamas del infierno.

Le causó tal intriga que no pudo evitarlo, se acercó despacio…como cuando a aquel collie intentaba no asustarle. Le recordó en cierta parte a aquel animal, hermoso y distinguido, frágil y gritando a pleno pulmón que no la dejase allí, a su merced, la protegiese a capa y espada. Bajó un segundo la mirada, siendo vulnerable por un instante… ¿es que acaso se podía permitir eso? No y ella lo consiguió sin tan siquiera proponérselo. Indefensa pero peligrosa al mismo tiempo, lo desafiaba… lo hacía y eso le inquietó, ¿cómo? Poniéndose a la defensiva.

-No tienes idea de cómo podría hacerme daño, eso es cierto pero… podrías hacerlo sin hacer nada, -sonaba redundante, de lo más estúpido y por ello, se revolvió el cabello, un gesto para aclararse las ideas…pensar con claridad pero imposible con aquel cuerpo desnudo esperándole en el agua, maldito líquido envolvente que la tocaba, podía definir cada poro de su piel…el de ambos.

Mostró aquella sonrisa descarada, decidida, sin apartar la mirada de aquellas orbes cristalinas, manteniendo la caballerosidad  hasta el último segundo. Le sonrió, calmando aquella extraña tensión que se formó sin más ¿qué responder a todas aquellas preguntas? Cuando…quería saber otras cosas y que ella, no parase de hablar. Entrecerró los ojos al no acabar la frase, lo que le permitió el lujo de acercarse de nuevo a ella. No le importaba que le admirase desnudo, más que nada porque no se acordaba de que seguía tal cual.

-¿Encontrarme? Lo dudo. No soy buena compañía, solo iba a pescar un poco… para que comiésemos pero creo que… lo haré solo, mi fiel amigo, me ha abandonado… -se encogió de hombros para que no le diese importancia a aquello -Habrá comida de sobra si gusta y… -por fin se dio cuenta de que estaba completamente desnuda y sin ropa con la que cubrirse. Sus ojos azules, buscaron alguna prenda por la orilla pero… cero, al igual que la collie.

Asintió, ofreciéndole su mano y desviar la mirada hacia un lado, sin esperar que la tomase o no, buscó su brazo bajo el agua y la atrajo hacia sí, dejándola contra su pecho, de espaldas a él. Sus pieles entraron en contacto a pesar de estar bajo el agua. Suspiró, volviendo a provocar aquel acercamiento inconsciente, no la había tocado… pero tampoco hacía falta, su aliento volvía a tentarla de aquel modo…llamándola a gritos, susurrando muy cerca de su oído una clara propuesta.

-Quédate. Hasta que comas algo, te seques y…la encuentre -sí se refería a la collie, a ella misma… a ambas pedía que se quedasen a su lado. Ahora era ella quién decidía si quería quedarse allí o… ir con él, ahora…como humana-Te daré todo el calor que pueda hasta que lleguemos frente a la chimenea y…te presto algo que te sirva, lo encontrarás de camino… -bromeó, el camino de ropa…seguía guiándola dentro de la casa…hacia él.
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Mensaje por Alenna Donovan Sáb Jun 25, 2016 7:45 am

Los labios del demonio eran pecados
y resistirse a ellos, una dulce agonía.

Anónimo. —



¿Por qué sentía que no habría forma posible de ganar contra aquella hechizante mirada? ¿Por qué sentía que todo cuando me había llevado a este momento, era del todo, completamente acertado? Sus azules ojos se afianzaban en los míos y pese a estar desnuda, a sentir la desnudez bajo el agua, sentía como aquella mirada únicamente se preocupaba de mirar mi rostro, como si antes lo hubiera visto, como si siempre lo hubiese conocido. Antes de ser la collie, incluso antes de que él me arrebatara de los brazos de la muerte.

Suspiré completamente cegada por su visión en la clara agua y negué de nuevo a sus palabras. ¿Cómo podría yo dañarle aún sin querer? Desde siempre me habían educado en la bondad, y como tal así había crecido. Jamás había hecho daño a nadie, incluso de toda mi familia yo era la única que no buscaba a los inquisidores asesinos de mi padre para matarlos. No, yo prefería que el destino se ocupase de ellos, no deseaba manchar mi ser en sangre, ni lo querría jamás. La vida se ocuparía de poner a cada uno en su lugar, de eso no me cabía duda y ahora, sin saber por qué o el cómo me había hecho encontrarme con él.

Nuestras miradas no dejaban de embadurnarse la una con la otra. Mientras yo le miraba fascinada, sus ojos me desafiaban a acercarme a él hasta el punto de picarme las manos por acariciar su pecho expuesto de la protección del agua. Me sonrojé de nuevo y sintiendo su cercanía, sus ojos sobre mi figura, sentí como todo mi cuerpo se ruborizaba. Apenas concentrada en él me había acordado de mi desnudez y ahora que era consciente de ella, una parte de mí quería encarársele, mostrar mis formas femeninas… aquellas que nunca antes había visto, no obstante, la parte del collie; la más tímida, no me dejó exponerme y dándole ligeramente la espalda dejé que siguiera acercándose.

Mi corazón tartamudeó en mi pecho y se aceleró cuando sentí el calor masculino cerca de mi cuerpo. Por unos instantes era como volver a ser la collie y estar tumbada a su lado, rodeada por el calor y la fuerza de sus brazos. Suspiré y sintiendo todo mi vello de punta, sonreí viendo mi reflejo en aquellas aguas claras que nos acobijaban.

Podéis confiar en mi… yo jamás os haría daño de ninguna forma. Simplemente… yo no soí as-í —susurré de nuevo, intentando convencerle de mis palabras pues nada más me hería de que él pudiese pensar eso de mí, y antes de terminar la frase, en cuanto sentí su mano tirando de mi brazo llevándome a chocar mi espalda contra su pecho, gemí por lo bajo y me tensé. Un brutal y escalofriante escalofrió pasó por aquel entonces por mi cuerpo y quedé sin respiración. Nuestras pieles chocaron y su aliento cálido acarició mi nuca, produciendo en mi cuerpo más escalofríos. — ¿La… encontréis? —pregunté con un deje tembloroso sin entender a qué o a quien se refería. Mi mente se encontraba colapsada, todo su perfume me rodeaba y era imposible pensar en claridad. Gracias a sus palabras por unos segundos sonreí — Me quedaré, aceptaré vuestra propuesta —Le dije mirándole de reojo, echándome ligeramente para atrás para así tener su visión frente a mí. — pero solo con la condición de que no me comáis. —Bromé con los ojos brillantes y las mejillas levemente rojizas cuando mi mirada pasó de sus ojos a la boca masculina y se detuvieron allí unos segundos, admirando su picara y atrevida sonrisa; La sonrisa de un lobo juguetón y la de un cazador hambriento.

Sin esperar mucho más y con su cuerpo pegado al mío, como si intentase protegerme de cualquiera que pudiera vernos, salí del agua seguida por él y reí cuando en un tropiezo choqué contra su cuerpo y sus manos me rodearon con más fuerza. Sus labios quedaron sobre mi oído y cerré los ojos. ¿A caso no se daba él cuenta de lo que hacía inconscientemente? ¿De lo que le hacía a mi cuerpo?

A cada paso sentía más intensamente la tensión. Podía palparla, su aliento a cada paso acariciaba con más fuerza mi piel desnuda y como si él buscase la respuesta de mi cuerpo, este se erizaba. El camino que antes se me había hecho corto de su casa hacia el lago, de pronto, se me antojó largo y en cuanto mis pies llegaron frente la puerta de su hogar, viendo a un lado del camino su camisa, muy lentamente me volví hacia él. Con las manos en mis pechos y mi mirada en la suya, intenté sonreír más se quedó en un intento.

Giraros por favor…— Le pedí sintiendo que de seguir con aquel contacto de nuestras pieles desnudas sería imposible la contención. Me moría por besarle y no sabía cuanto podría seguir resistiendome. A cada segundo en su mirada me encontraba más lejos de contenerme y más cerca de caer en aquellas brasas; en aquel dulce infierno.

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Mensaje por Jensen Mar Jul 05, 2016 9:03 am

Aquellos que vuelan solos...son los que tienen las alas
MÁS FUERTES.


Se sentía extraño. La imagen de la joven en el agua, le llevó a indagar por su mente algún recuerdo que le llevase a recordarla. Tenía la sensación de que la había visto antes. Esas orbes azules como el cielo, chocaban irremediablemente con las propias y se rindió al primer pestañeo, no le importó perder esa batalla. Cayó totalmente extasiado por esos ojos zafiro, interrogantes que no se detenían en su mente. ¿Quién era ella? ¿Por qué estaba allí? y ¿por qué le resultaba tan familiar si acaban de conocerse?

Totalmente atrapado en aquella visión, esa diosa que acaba de sumergir de entre las aguas le tenía simplemente hechizado. No podía caer en esa magia, debía tener cuidado y mantener ciertas distancias pues a fin de cuentas era una simple desconocida. Suspiró, asintiendo con la cabeza, le creía… aunque no debía de hacerlo. Su instinto le gritaba en silencio que tuviese cuidado, se guardase las espaldas pero era mirarla y perder el norte. Qué extraño, cuan raro se sentía oírle decir que confiase en ella. No confiaba ni en su propia sombra, le era imposible hacerlo por mucho que su sola presencia le calmase y tuviese solo ganas de una cosa: protegerla a capa y espada.

-No confiéis en ningún extraño, incluyéndome en el saco. No sabéis lo que puede terminar ocurriendo si tomais la mano de un extraño -contradicción pues le acababa de invitar a que confiase en su hospitalidad ciegamente, le advertía aún así, siempre yendo con la verdad por delante. Sus intenciones no eran otras que ofrecerle lo que podía, lo que tenía y lo que aún desconocida. Inconscientemente, la atrajo hacía sí, como medida de protección y cuidado. El agua estaba muy fría, ella tan indefensa y tan decidida a entregarse por su hospitalidad, su petición de que le acompañase dentro de la casa… descansaría y mañana sería otro día.

Sonrió levemente por sus palabras, mostrándose más ameno y cercano. el hecho de que se echase hacia atrás le alertó. Sus dos manos, rodearon la cintura ajena, una de sus palmas, se deslizó con infinita suavidad por su espalda, delineando el camino del lugar, solo recorriéndola con la yema de los dedos, tranquilizándola. Se inclinó a ella, sin perder la sonrisa, como un lobo hambriento, tanteando el terreno y no dudar en inclinarse a su rostro. Sus orbes azules seguían clavadas en ella, su boca dispuesta a todo y a más pero en el último segundo…su boca atrapó su nariz dejando un mordisco de lo más placentero.

-Una nariz muy rica.-susurró antes de volver sus pasos hacia dentro de la casa, como bien le pidió, se giró dándole la espalda y mostrar su esplendoroso cuerpo de forma inconsciente. Buscó ropa seca y cuando salió, solo llevaba los pantalones. Lo demás no le hacía falta, dejó una de sus camisas colgada en una de las sillas por si ella quería tomarla. La tensión se palpaba en el ambiente y eso que ni estaban cerca y habían dejado de tocarse. Buscó algo de comer en la cocina, no tenía mucho…siempre estaba solo y no es que esperase invitados.

Cuando volvió, la buscó con la mirada, de nuevo aquella batalla de miradas que no tenía fin. Un poco de queso, algo de leche… y poco más. esa tarde tendría que ir de caza, le gustaba comer con abundancia por la noche y ahora que tenía invitada, tenía que cazar por dos. Con decisión, acortó las distancias. No le había dejado de mirar a los ojos ni un instante, seguía con ese interrogante. La conocía. Él no olvidaba caras, ni rasgos y esa joven… la vio antes. Suspiró , tenía que saber respuesta ¿y de qué mejor manera que esa?

-¿Quién eres? ¿Por qué me resultas tan familiar? -apenas fue un susurro, un murmullo que se perdió entre los labios de ambos. Seguía frente a ella, ambas manos tomando su rostro con todo el cuidado que perdió y acababa de volver a encontrar. Su mar azul, sus orbes…confundidas y sus labios entreabiertos por la incertidumbre de no conocer respuestas a sus preguntas -No me engañes, lo sabré si lo haces-su pulgar, acarició los tentadores labios de la joven… volvió a perderse en aquella mirada que tanto le llamaba, le calmaba…y le había salvado una vez más.
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Mensaje por Alenna Donovan Lun Nov 21, 2016 11:04 am

En algunas batallas
hay que caer.

Anónimo. —



Era extraño, me enloquecía. Sus dedos acariciaban mi piel con reverencia, con una caricia suave, únicamente palpando… usando la yema de sus dedos y mi piel completamente sumisa se estremeció, poniéndose los pelos en punta. Entreabrí los labios y levantando su mirada hacia la de él, como un conejo esperando ser comido por el lobo del bosque, me quedé quieta; vulnerable al recorrido de su mirada. Su aliento se aproximó al mío, mi piel sintió el calor de su respiración cuando este se aproximó. Tomé aire y lo dejé salir contra su aliento, lo tenía ya tan cerca que toda la piel de mi cuerpo se erizó. Era extraño, me sentía famélica, pero no de comida, sino por sus labios.

¿Q-que… hacéis?— Únicamente logre musitar en un intento de fingir que aquello no era lo que yo más deseaba, aunque todo mi cuerpo temblara constatando lo contrario.

Hacia tanto no me sentía así, que había olvidado la sensación de la electricidad erizando mi cuerpo; de la tensión en mi estómago, del frenético aleteo de mi corazón. Clave mis perdidos ojos en los de él y me perdí de nuevo en el mar oscuro y el cielo abierto que en ellos podía vislumbrar. Era como si en él habitaran dos seres, uno de luz y el otro tormentoso. Su lado humano y su lado cazador, deduje pero y aun así, sabiendo lo que era pude librarme de la respuesta su avance en todo mi ser. Entreabrí los labios cuando  sus ojos se posaron unos segundos en ellos, casi podía sentir el roce de nuestras bocas y su aroma en mi paladar. Se acercó más a mí y a mi boca y cerrando los ojos esperé que sucediera. Por unos segundos sentí su aliento tan cerca del mío que pensé ahogarme en aquella tensión tan placentera, hasta que en un jadeo, toda la magia se rompió.

Le miré sin dar crédito a lo que veía pero ante mí el cazador me había atrapado la nariz entre sus dientes con delicadeza. Tontamente sonreí mientras mis mejillas se encendían y liberándome de su presencia, cuando se volteó listo para irse adentro de su cabaña, mis ojos se quedaron mirándole hasta que su figura desapareció. Suspiré. No estaba acostumbrada a este tipo de hombres, yo siempre los había evitado y ahora, mi cola inexistente de collie no dejaba de dar bandazos a lado y lado de alegría. Con una mano en el corazón, respiré un par de veces, tranquilizándome. Me costó bastante conseguirlo, pero en cuanto lo conseguí y vi como el cazador se dirigía hacia la cocina, aproveche y entrando rápidamente me puse su camiseta. Enseguida el olor de su perfume invadió mis fosas nasales y sintiéndome aturdida, aún desnuda y con solo su camiseta tapándome hasta medios muslos, no me di cuenta de su presencia nuevamente a mi lado, hasta que sus ojos volvieron a atraparme y dejando de soñar con aquel olor que estaba segura me acompañaría por noches enteras, le miré fijamente, como cuya presa cae en la trampa de su captor.

¿Por qué me castigáis así? Decidme... ¿Por qué? —Le pregunté en un susurro de voz entrecortado mientras luchaba por que mi cuerpo se calmase y no mostrase aquel extraño dominio que parecía tener sobre mí con solo una mirada. Entreabrí los labios y los humedecí antes de que su dedo me los acariciara, secándomelos de nuevo. Jadeé, inconscientemente, pero lo hice y cuando eso pasó, mis papilas gustativas se activaron proporcionándome una breve visión de lo que sería el sabor de su cuerpo y de sus besos. No puedo describir como me sentía, solo puedo decir que como más me miraba más me perdía yo, y más se perdía él. —Quizás nos hayamos visto por Paris, pero no os recuerdo… —Intenté mentir con miedo a decirle la verdad, que yo era aquella mascota que había extraviado  hacía apenas unos minutos. — ¿Por qué tantas preguntas…?— le pregunté sin poder adivinar sus movimientos, aún menos lo que pensaba hacerme. Ahora no sabría si únicamente deseaba conocer mi identidad, o por el contrario, deseaba que yo fuera su cena y yo su víctima perfecta. — Yo no podría mentiros, nunca lo he hecho... ¿Qué queréis de mi…? Yo solo caí en vuestras manos,— logré al final susurrar, mordiendo con delicadeza el dedo que acariciaba mis labios y el cual, ahora yo tenía preso en los míos.
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Mensaje por Jensen Sáb Ene 07, 2017 6:28 am

El guerrero más fuerte,
se doblega ante la presencia de ti...
ángel.





El contacto físico para él, aún un descubrimiento y sin embargo, no podía evitar explorar por sí mismo a la joven desconocida. Hermosa como un ángel, recién bajado del cielo. No podía tener tanta suerte, un cazador atormentado, ciego por la venganza acababa de obtener aquel premio sin merecerlo, el hecho de tan solo poder observarla pero no, no podía conformar solo con eso, ansiaba más y las mismas barreras que él se había impuesto, él las estaba propasando sin pensar en las consecuencias.

Ciego por ansiar más, por conocer más de ella en el más completo silencio. Ni él mismo sabía qué hacía, parecía rondar a su presa y a la vez, apartarse como si fuese él ese animal indefenso. Totalmente perdido en sus ojos azules, como el mismo agua de donde la había sacado, si supiese que ella era aquel animal fiel …el que le había abandonado a su suerte, una vez más. Asimilando lo ocurrido, la aparición como a la vez desaparición del perro, ahora esa joven que acababa de salir de la nada. No comprendió porqué le hacía la pregunta ¿él? ¿castigarla? Experto en castigos pero en este caso, no entendía a cual se refería. La miró fijamente, sus orbes azules se perdieron en las ajena y por unos segundos , no sabía qué responder.

-No, no nos hemos visto por Paris, me acordaría -murmullo que escapó de sus labios, conociéndola por ese tacto. Embriagador como el olor de su piel a agua fresca, su mirada penetrante enredada en la suya. Sonrió, apartándose para no agobiarla ni causar una imagen inapropiada. Negó con la cabeza, su pureza le causaba una sensación de vértigo, desconcierto y no saber qué responder a su pregunta -Solo quiero y deseo que tomes un poco de leche caliente, entres en calor y… te pido disculpas, no debí tomarme esas libertades. Tampoco sé porqué has aparecido de golpe. Si es para acabar con mi vida… o cambiarla. Dime, ¿qué de esas dos opciones? Cambiar mi vida de caos y oscuridad es difícil… y toma la manta, tiemblas

No conocería ese lenguaje ni aunque quisiera, el trato con las mujeres era nulo. Encantador y caballeroso para que simplemente terminasen en su cama, sin promesas y palabras de amor. El dedo que mordió se lo llevó a los labios, dejando que el dedo de la joven, acariciase sus propios labios, se deleitase en ello. Seguían sentados, uno frente al otro. No iba a obligarle a nada, eso jamás lo haría y menos a una mujer. No quería importunarla, así que se apartó , dejándole su espacio, él aún no le había preguntado lo que realmente pasaba por su cabeza.

-¿Qué piensas ahora mismo? Me gustaría saberlo. Tampoco me gustaría importunarte -sonrió de medio lado, recostándose en su improvisada cama, el calor corporal era mucho mejor que cualquier prenda de ropa. Siempre andaba sin la parte de arriba y al verla temblar, lo único que se le ocurrió fue atraerla hacia sí para transmitirle ese calor que seguro necesitaba y anhelada.

-Puedes matarme mientras duermo… o no pensar y simplemente, actuar, hacer lo que realmente desees. Irte, quedarte…perderte en mi cuerpo -
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Mensaje por Alenna Donovan Lun Feb 26, 2018 11:53 pm

Todo era tan confuso y extraño, desde el principio en que él la salvó en su forma canina, todo se había vuelto demasiado intimo. Era como si él y tambien ella, gritasen ansiar un cambio en sus vidas, como si nunca hubiesen visto una estrella fugaz y la quisieran ver para poder pedir aquellos deseos que anhelaban. Desde el principio, al inicio de todo, ella ya habia quedado prendada de él. Su collie, su bonita canina solo deseaba jugar con él, restregarse contra su cuerpo, interponiendo su olor a cualquier otra olor que tuviese en su piel. Por suerte, al dormir juntos, ella ya habia adelantado faena y acurrucada contra su cuerpo habia dormido mientras poco a poco su olor tambien envolvía la piel de él. Si desde el primer comtacto de sus manos osbre su cintura, habian sido demasiado intimo, ahora que además su aroma lo envolvía sin él ser consciente, llevaba la intimidad compartida a otro grado mucho más superior. Se sentía como en casa y aunque tuviese una en la que estuvieran esperándola desde la noche pasada, había algo en los orbes masculinos que no la dejaba alejarse, siquiera pensar en huir, cuando otras tantas habrían huido por mucho menos.

Estaban tan cerca, que sus alientos se entretejían entre ellos. La respiración de él suave y pausada incidia directamente en los labios húmedos de la fémina y la de ella, algo más acelerada se perdía en los labios ajenos. ¿Qué le ocurria? Se preguntó incapaz de obtener esa respuesta. Habia conocido otros chicos en toda su vida y ninguno de ellos sin conocerles, le había llegado tan hondo en su fragil corazón. ¡Por dios! Ese hombre más bien parecia un adonis, una escultura perfecta, un molde de lo que muchas dirían el cuerpo perfecto. No sabía cuantas mujeres anteriormente pudieron pasar por sus brazos, imaginó con muchas y aquel mero pensamiento la hizo tensar la mandibula disgustada. La atormentaba que aquel hombre que la habia salvado sin pedirle nada a cambio, hubiese pasado entre tantas mujeres y ningúna le hubiese dado la compañía que estaba segura que él necesitaba. No obstante, tambien la atormentaba la forma en la que parecía que él leía las mentiras en su rostro y en sus ojos. Parecía verle el alma y aquello la aterrorizaba. ¿Qué diría el cazador cuando fuera consciente de que aquel perro era ella? No olía por los alrededores ningún rastro de cambiantes por la zona, y muchos de los cazadores que los cazaban solían aprovechar sus pieles para hacerse abrigos y todo tipo de indumentarias que alguna vez vendían o que se quedaban como premio en sus casas. Aquel, sin embargo, no parecía ser el caso. De momento al menos, se dijo a si misma desviando la mirada de aquellos inteligentes ojos hacia el fuego que crujía en el pequeño salón.

Oyendole sonrío mirando la madera crujir, claro que no se conocían. Solo conocía a una de sus otras pieles, pero de alguna forma debia de mantenerle ocupado lejos de ella. Cada vez que se acercaba a ella hasta rozarse, miles de estremecimientos hacían tambalear su cuerpo y su espalda. Había algo extraño en aquel hombre y a la vez, aquello mismo era lo que mas la llevaba a acercarse, a dejarse seducir. Del cesto que habia traido con comida, tomó una rebanada de pan e intentó alejar de su mente los movimientos masculinos.

La manta con que él la había tapado, le ofrecía calor, más parecía no ser suficiente. Se encontraba todavía helada y con tan poca ropa puesta, no había forma de recuperar el calor corporal. No como el cazador que parecía no tener frio, ni sentirlo apenas. Mirandolo este se tumbó en la cama improvisada cerca del fuego, en el mismo lugar en que ella y él ya habian dormido, aunque bajo otras circunstancias. Masticando el pan lentamente aunque estuviese hambrienta, lo miró de reojo incapaz de controlarse y viendo su cuerpo ahuecarse entre aquellas mantas, el sonrojo de sus mejillas fue visible. No estaba acostumbrada a ver a hombres desnudos, pese a trabajar como diseñadora de ropa, ella solía trabajar con hombres con algo de ropa sobre ellos. Él apenas tenia los pantalones y bajo el crepitar de las llamas, su torso se veía tentativo; la llamaba.

— Pienso en como deberán de estar preocupados los míos, al no saber nada de mi. Ya llevo algunos días fuera y conociéndolos deben de estar muertos de la preocupación. —Le contestó intentando esconder el efecto que tenía todo él en ella. La voz la mantuvo serena, pero aún así se encontraba nerviosa. Dio otro mordisco en un intento de calentar su cuerpo y así dejar de temblar. Demasiado tarde comprendió cuando las manos de él la agarraron con suavidad y la tumbaron a su lado, reecostandola contra su pecho cálido. Al instante en que sus brazos rodearon su frío cuerpo, sintió la calidez entrando por sus poros y sonrío contra su piel expuesta. — ¿Cómo podeís decir que alguien como vos no podría cambiar su vida? No teneis aspecto de ser alguien que se rinda o que deje pasar lo que quiere sin luchar antes por ello. —Musitó contra su pecho, sonriendo tras sus ultimas palabras.  Ella no se parecía a ninguna otra chica que él hubiese tenido. Él parecía ser más el hombre que iba de mujer en mujer para una noche inolvidable y luego se alejaba. Ella no era así; era fiel, tan o más fiel que lo que un perro podía ser a su dueño. —Creo que os equivocaís conmigo. —Reconoció incorporándose lo suficiente para poder verle directo a los ojos, pero sin separarse demasiado de aquellos brazos que la confortaban con su calor. Sus ojos impactaron con los ajenos y se sonrojó incapaz de controlar como su cuerpo respondía a su mirada depredadora. Aunque estuviese relajado, en el fondo de sus orbes había un león esperando salir de caza. — No creo ser como las mujeres a las que debeís de estar acostumbrado. Sinceramente, y espero no ofenderos, podriaís tener a cualquier mujer pero yo… no sería desechable. ¿Me entendeís? —A ella no se la abandonaría. Jamás.
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Mensaje por Jensen Miér Feb 28, 2018 3:19 pm

«When the stars go blue»




Los ojos azules del cazador, contemplaban a la obra maestra de aquel rostro cincelado por el más delicado de los artistas, perfecta en cada milímetro de su rostro, tan hermosa como una delicada flor a la que cuidar a conciencia. La transparencia de su mirada, las cristalinas orbes de la cambiante la atraparon durante esos segundos de incertidumbre en el que se olvidó de pensar, sólo deseaba permanecer así...contemplándola, leyendo en sus ojos lo que escondían y sus palabras no se atrevían a confesarle. No era la única, a él le ocurría exactamente lo mismo. Se había quedado totalmente prendado de ella, la sinceridad, no había maldad en cada rincón de su alma...así lo creía, lo pensaba...pero una cosa era pensarlo y otra no equivocarse.

Se equivocó tantas veces en su vida que inevitablemente se había vuelto de hierro, incapaz de sentir o así lo creía pero ella, ella provocaba en él lo suficiente para replantearse que aún su corazón conservaba una pequeña llama de vida, esperanza. La llamada soledad, fue su compañera durante todos estos años, compañía que no eligió pero ésta, sí a él y cuán compañera tan caprichosa que no le dejaría ir sin más. Tan cerca, más de lo que jamás lo estuvo con otra persona. Cercana y él tan distante aún enredando las yemas en el cabello de su nuca, provocándole una caricia para calmar la situación, a él mismo.

No entendía cómo le resultaba tan familiar si apenas se acababan de conocer, como si un hilo invisible los uniese y ella, tirase de él en silencio...acercándole más y más a él hasta replantearse si era un sueño en las que un demonio era venerado por un ángel. Por supuesto, la joven...ese ser celestial que lo llevaba a la deriva, haciéndole olvidar a esa bestia interior que sólo necesitaba sangre y venganza para darle sentido a una vida en donde persiguía fantasmas sin encontrar ni un ápice de esperanza, sus orígenes y raíces. Seguirá luchando hasta el fin de su vida, su último aliento.

-Podría acompañarte, respaldarte... y asegurarles que estás en buenas manos. O al menos, alguien capaz de cuidarte a su modo. No sé hacerlo, sólo tengo a mi cuidado a...mí mismo y no sé hacerlo bien, eso creía pero me equivocaba -las llamas de la lumbre, bailaban reflejadas en las orbes azul cielo del hombre que la observaba con absoluta curiosidad, le resultaba... tan familiar que por más que intentaba navegar por cada resquicio de su mente...no hallaba respuesta.

Las yemas de su nuca, abandonaron el lugar para buscar deslizar el índice por su mandíbula... delineando cada centímetro hasta dejar morir su dedo en los tentadores labios que lo llamaban a gritos. Una sonrisa apareció en los labios del cazador al oír lo de ser desechable, cierto que conocio a muchas mujeres, tantas como presas a las que dio muerte, sin oportunidad de vivir y menos de que alguna de esas féminas ocupase un lugar en su corazón, su vida. Él no estaba hecho para comprometerse, se convertiría en su punto débil y era peligroso, mucho, ni ella misma era consciente de ello.

Los pétalos del hombre, se entreabrieron al preguntarse cómo sabría su boca, cómo sería tantear su cuerpo tanto con los labios, sus grandes manos... y su imponente cuerpo, atrapando al ajeno y proporcionarle ese calor que le pedía a gritos. Así fue como en un gesto rudo y determinante, la palma atrapó el final de su espalda para atraerle hacia sí y abrazarla, buscando el lóbulo de su oreja con el labio inferior...paseándose sin prisa por el borde de su oreja derecha.

-Ni yo un hombre que pueda prometerte nada. Sólo que esta noche pueda ser la última... si la aceptas te la daré, ¿y tú, qué me ofreces? Porque todo no es mucho, nada...suficiente. -y ahí, lo englobó todo...alguien que jamás pidió a nadie, jamás le hicieron sentir.
Jensen
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