AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Benedictus qui venit in nomine Domini || Libre ||
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Benedictus qui venit in nomine Domini || Libre ||
Callejones.
Invierno.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Llevaba un buen rato siguiendo a la pareja, si es que se les podía llamar así. La tarea de matar a aquél vampiro vino de arriba, ¿qué había hecho? No lo sabía, Fabian nunca preguntaba. Para él, lo que le decían los altos cargos iba a misa, literalmente. Así pues lo siguió durante un par de noches. Aquella era la tercera. El chupasangre había asaltado a la muchacha de forma cortés, llenando sus oídos con palabras bonitas y demás jerga seductora.
El párroco los observaba desde una esquina, se había sentado en un lugar donde no llamara mucho la atención. Una capa le cubría las vestiduras eclesiásticas y su rostro estaba medio escondido por la sombra que proyectaba la capucha. No tomó nada de beber, eso sólo se daba en las misas, cuando bebía la sangre de Cristo.
Después de unas cuantas copas la muchacha ya estaba cegada por la "brillante armadura" de aquél mediocre caballero, por lo que accedió a dar una vuelta con él. Nada más salir por la puerta el párroco salió tras ellos.
De su hombro colgaba una maleta de piel, marrón y algo desgastada por el tiempo. Dentro se encontraban los utensilios necesarios, excepto la pistola, una Harpers Ferry que le habían asignado, que llevaba en la mano, bien sujeta y escondida bajo la capa.
Cuando la pareja dobló la esquina hacia un callejón Fabian supo que llegaba el momento.
Nada más doblar hacia allí se encontró con el siguiente panorama; el vampiro, aparentemente joven, tenía contra la pared a la muchacha, pero no como si la estuviera forzando. Éste le lamía el cuello, saboreándolo como aquél que prueba la salsa del asado que va a comerse. Ella reía entre dientes, su pecho subía y bajaba de forma acelerada y mantenía los ojos cerrados, dejándose llevar.
De pronto el vampiro abrió la boca y la luz de la luna hizo brillar los colmillos que se preparaban para un suculento bocado de medianoche.
Fabian chasqueó la lengua repetidamente para llamar la atención del sobrenatural. Cuando ya la tuvo alzó un dedo y lo movió en un gesto de negación, también lo hizo con la cabeza.
- Eso no está bien, aprovecharte de esa manera -. El vampiro rió y tras aquello empujó a la confundida chica a un lado. El párroco retiró la capucha de la cabeza y abrió la primera liga de la capa, dejando ver el alzacuellos. El vampiro rió una vez más, eso sí, en cuanto Fabian sacó la pistola dejó de hacerlo. No le dio tiempo a reaccionar puesto que el hombre de Dios disparó repetidas veces contra su pecho.
Las balas no lo matarían pero le harían ganar tiempo, tiempo que empleó en deshacerse la pistola, sacar la estaca de la maleta y lanzarse contra el sobrenatural, de manera que cayeron los dos al suelo. Eso había sido la parte fácil, ahora llegaba la desagradable. Hundió todo lo que pudo la estaca en el corazón del vampiro. Una vez terminado sacó un machete de la raída maleta y se dispuso a decapitar al ser, que tenía los ojos abiertos como platos. Tuvo que apretar el pie contra la garganta de aquella inmundicia para separar la cabeza del cuerpo.
La sangre salpicó el rostro del párroco, que hizo un gesto de repulsión. Finalizada la decapitación lo siguiente que hizo fue arrancarle los colmillos con unas tenazas y guardarlos en un frasquito dentro de la maleta. Y por último abrió la desdentada boca del sobrenatural y la llenó con ajos.
Se arrodilló sobre el cuerpo decapitado y murmuró unas palabras; Per signum Sanctae Crucis, de inimicis nostris, libera nos, domine Deus noster. In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.
Hizo la señal de la cruz en su frente y se puso en pie, acomodándose la capa tras limpiarse el rostro con un pañuelo y guardar todos los utensilios en la maleta. Se dio la vuelta y cuan fue la sorpresa al ver que la muchacha seguía allí de pie, pasmada, rígida y tiesa, pálida, posiblemente por el miedo.
Lo único que se le ocurrió al padre fue preguntar.
- ¿Estás bien?
Fabian Valverde- Condenado/Licántropo/Clase Media
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Re: Benedictus qui venit in nomine Domini || Libre ||
Todo iba cada vez peor en su hogar, su padre le había llevado a varios hombres que estaban dispuestos a dar buena dote por ella, pero Arielle seguía sin querer unirse a nadie, la realidad es que no quería, no necesitaba que un hombre más le indicara lo que debía hacer, sobre todo si ese hombre no pertenecía a su familia, ya era mucho lo que ella tenía que soportar todos los días desde que su madre había fallecido, pero el tormento no acababa, de hecho querían prolongarlo.
Salió despavorida de aquél lugar, sin escuchar los gritos de su padre que le aconsejaban que le iría mejor si volviera, aunque se tranquilizó cuando uno de los hombres que había ofertado por ella se acercó y la tomó del brazo, Arielle no hizo nada por soltarse, él había prometido que no pasaría nada, que sólo hablarían, que todo estaría bien, que le acompañara por un par de tragos para que todo se olvidara, ella nunca había bebido antes, pero suponía que no podía ser tan malo si todos lo hacían tan a menudo, además así su padre estaría lo más tranquilo posible, pensando que podría haber escogido a un candidato.
El lugar parecía iluminado perfectamente, además de que le conocían y le atendían con gran elocuencia, mientras las mujeres danzaban alrededor del hombre, pero al parecer su atención estaba en Arielle, comenzó a beber, la primera le costó un poco de trabajo, pero después de un par de horas, ya no sabía exactamente cómo era que se pondría de pie. Las risas eran parte de la charla, ya no estaba tan seria, incluso permitía que se acercara un poco más, le invitó a ir a su casa, para platicar y seguir con aquello, ella accedió mientras su mente se nublaba lentamente, sólo sentía la necesidad de seguir riendo, sentía sus mejillas enardecidas.
Al salir del lugar el viento golpeó su rostro y sintió como si todo le diera un vuelco, era algo extraño, se sintió sumamente mareada, se tuvo que sostener de la pared y prosiguió el camino cuando el hombre le indicó por donde tendrían que caminar, hasta que se internaron en uno de los callejones, no le dio mucho tiempo de reaccionar cuando lo tenía sobre ella, acariciando sus costados, sentía como su piel se erizaba y ella no se resistía, no tenía las fuerzas ni la consciencia para hacerlo en realidad. Suspiró, dejando que sus dedos se afirmaran en su espalda, aunque algo hizo que abriera los ojos y mirara el por qué él se detenía.
Lo que sucedió después ella no pudo saber que vendría, fue todo demasiado rápido. Miró con horror como otro hombre atacaba sin piedad al señor con el que ella iba, su cuerpo se adhería a la sucia pared y el alcohol parecía disiparse de su cuerpo, los mareos no existían, esa necesidad de reírse tampoco y esa temperatura elevada que había sentido hacía unos segundos, la habían abandonado por completo.
Su mirada se perdía horrorizada y se tapaba la boca con las manos. Al momento que el hombre le habló, Arielle palideció, negando en ese instante con la cabeza -¿Qué... Qué ha hecho?- el estómago se le revolvía en ese momento, no podía ver la masacre que estaba delante de sus ojos -No... No se acerque- no podía dar pasos hacia atrás, aunque no sabía exactamente por qué se había quedado ahí, sin hacer nada.
Salió despavorida de aquél lugar, sin escuchar los gritos de su padre que le aconsejaban que le iría mejor si volviera, aunque se tranquilizó cuando uno de los hombres que había ofertado por ella se acercó y la tomó del brazo, Arielle no hizo nada por soltarse, él había prometido que no pasaría nada, que sólo hablarían, que todo estaría bien, que le acompañara por un par de tragos para que todo se olvidara, ella nunca había bebido antes, pero suponía que no podía ser tan malo si todos lo hacían tan a menudo, además así su padre estaría lo más tranquilo posible, pensando que podría haber escogido a un candidato.
El lugar parecía iluminado perfectamente, además de que le conocían y le atendían con gran elocuencia, mientras las mujeres danzaban alrededor del hombre, pero al parecer su atención estaba en Arielle, comenzó a beber, la primera le costó un poco de trabajo, pero después de un par de horas, ya no sabía exactamente cómo era que se pondría de pie. Las risas eran parte de la charla, ya no estaba tan seria, incluso permitía que se acercara un poco más, le invitó a ir a su casa, para platicar y seguir con aquello, ella accedió mientras su mente se nublaba lentamente, sólo sentía la necesidad de seguir riendo, sentía sus mejillas enardecidas.
Al salir del lugar el viento golpeó su rostro y sintió como si todo le diera un vuelco, era algo extraño, se sintió sumamente mareada, se tuvo que sostener de la pared y prosiguió el camino cuando el hombre le indicó por donde tendrían que caminar, hasta que se internaron en uno de los callejones, no le dio mucho tiempo de reaccionar cuando lo tenía sobre ella, acariciando sus costados, sentía como su piel se erizaba y ella no se resistía, no tenía las fuerzas ni la consciencia para hacerlo en realidad. Suspiró, dejando que sus dedos se afirmaran en su espalda, aunque algo hizo que abriera los ojos y mirara el por qué él se detenía.
Lo que sucedió después ella no pudo saber que vendría, fue todo demasiado rápido. Miró con horror como otro hombre atacaba sin piedad al señor con el que ella iba, su cuerpo se adhería a la sucia pared y el alcohol parecía disiparse de su cuerpo, los mareos no existían, esa necesidad de reírse tampoco y esa temperatura elevada que había sentido hacía unos segundos, la habían abandonado por completo.
Su mirada se perdía horrorizada y se tapaba la boca con las manos. Al momento que el hombre le habló, Arielle palideció, negando en ese instante con la cabeza -¿Qué... Qué ha hecho?- el estómago se le revolvía en ese momento, no podía ver la masacre que estaba delante de sus ojos -No... No se acerque- no podía dar pasos hacia atrás, aunque no sabía exactamente por qué se había quedado ahí, sin hacer nada.
Arielle Krauz- Humano Clase Media
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Re: Benedictus qui venit in nomine Domini || Libre ||
Entendía perfectamente la reacción de la muchacha, pero no había tenido otra opción, de haber esperado un segundo más la mujer se habría convertido en otro monstruo o simplemente en la cena de aquél vampiro.
- Salvarle la vida, madame -. Estaba más que acostumbrado a que la gente fuera desagradecida con él, así que forzó una sonría que no acabó de salir-. Este... hombre -. chasqueó la lengua, eso no tenía de hombre sino la apariencia-. iba a acabar con su vida.
Fabian se dispuso a recoger su indumentaria del suelo y se colgó la maleta por el asa. Aquél lúgubre callejón apestaba a muerte y tuve que usar otro pañuelo para limpiarse la sangre de manos y rostro una vez más, para luego dejarlo caer al suelo sin más preocupación.
- Le recomiendo que vuelva usted a su casa inmediatamente -. Diose la vuelta y comenzó a andar hacia fuera del callejón, de nuevo hacia la luz.
Aquella mujer le había visto el rostro sin lugar a dudas, pero ya poco le importaba, si es que todavía algo merecía su preocupación a parte de sus seres queridos. Si la chica pregonaba lo que había visto la tomarían por loca, pues el cuerpo de aquél escombro, que antes fue vampiro, se desharía con la luz del sol.
Por otra parte, si ella conseguía ayuda de más arriba la silenciarían sin ningún miramiento; así era la Inquisición, todo aquello que estorba es carne de cañón.
Llevaba 27 larguísimos años dedicados a la causa, una purga, que muchas veces consideraba sin sentido. Él nunca preguntaba qué había hecho el próximo ejecutado, pero sí era verdad que de vez en cuando le picaba la curiosidad. Ése vampiro en concreto sacaba a las chicas de las tabernas y luego le servían de cena.
Últimamente se había encontrado con unos cuantos casos así, por lo que la purga debía llevarse a cabo de forma rápida y precisa. Los únicos que notaban la ausencia de aquellos que habían sido ejecutados era la comunidad sobrenatural, o ni tan sólo eso.
Por lo que a Fabian respectaba, él servía y llevaba a cabo todo aquello que le mandaban. Buscaba la redención, Pero en las noches de luna llena, cuando nadie lo veía, disfrutaba de su condición, el lobo.
- Salvarle la vida, madame -. Estaba más que acostumbrado a que la gente fuera desagradecida con él, así que forzó una sonría que no acabó de salir-. Este... hombre -. chasqueó la lengua, eso no tenía de hombre sino la apariencia-. iba a acabar con su vida.
Fabian se dispuso a recoger su indumentaria del suelo y se colgó la maleta por el asa. Aquél lúgubre callejón apestaba a muerte y tuve que usar otro pañuelo para limpiarse la sangre de manos y rostro una vez más, para luego dejarlo caer al suelo sin más preocupación.
- Le recomiendo que vuelva usted a su casa inmediatamente -. Diose la vuelta y comenzó a andar hacia fuera del callejón, de nuevo hacia la luz.
Aquella mujer le había visto el rostro sin lugar a dudas, pero ya poco le importaba, si es que todavía algo merecía su preocupación a parte de sus seres queridos. Si la chica pregonaba lo que había visto la tomarían por loca, pues el cuerpo de aquél escombro, que antes fue vampiro, se desharía con la luz del sol.
Por otra parte, si ella conseguía ayuda de más arriba la silenciarían sin ningún miramiento; así era la Inquisición, todo aquello que estorba es carne de cañón.
Llevaba 27 larguísimos años dedicados a la causa, una purga, que muchas veces consideraba sin sentido. Él nunca preguntaba qué había hecho el próximo ejecutado, pero sí era verdad que de vez en cuando le picaba la curiosidad. Ése vampiro en concreto sacaba a las chicas de las tabernas y luego le servían de cena.
Últimamente se había encontrado con unos cuantos casos así, por lo que la purga debía llevarse a cabo de forma rápida y precisa. Los únicos que notaban la ausencia de aquellos que habían sido ejecutados era la comunidad sobrenatural, o ni tan sólo eso.
Por lo que a Fabian respectaba, él servía y llevaba a cabo todo aquello que le mandaban. Buscaba la redención, Pero en las noches de luna llena, cuando nadie lo veía, disfrutaba de su condición, el lobo.
Fabian Valverde- Condenado/Licántropo/Clase Media
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Re: Benedictus qui venit in nomine Domini || Libre ||
Siente el cosquilleo sobre su cuello aún, pero el alcohol ya casi que se ha disipado, no se siente tan embotada como hacía unos minutos que toda la cabeza le daba vueltas, que su sangre se encontraba sumamente caliente, no, ya se encontraba cuerda, al menos en aquél momento, escuchó lo que el hombre le estaba diciendo y el color abandonó sus mejillas en el mismo instante, mientras se mordisqueaba el labio inferior un poco nerviosa por lo ocurrido, no pretendía que aquello lo insultara pero es que eso era lo que había provocado.
-Señor- susurró mientras caminaba detrás de él, no necesitaba quedarse ahí más tiempo y tampoco es que fuera una mal agradecida como para no hacer realmente nada de lo que acababa de ocurrir. Sentía que su padre la había orillado a eso, pero no sabía si era verdad o no, tenía todo agolpado en el pecho, mientras que apresuraba su paso, mirando de reojo el cadáver de aquel, aunque suponía que ya no se pondría de pie, ni aunque quisiera hacerlo.
-Señor, yo no pretendía insultarlo, de verdad, yo no sé que hacer para que usted no crea que estoy disconforme con lo que ha hecho, creo en la palabra de usted, si es que dice que él iba a acabar con mi vida, le creo, sólo que no se vaya con una mala impresión mía- se coloca a su lado, tal vez también de forma inconsciente sigue buscando la protección del hombre que parece que no quiere que nadie vea su rostro, Arielle baja la mirada, observando sus pies mientras intenta mantener el paso ajeno -No diré nada, señor- susurra, aunque no se le ha pedido, prefiere aquello, pues no sabe si alguien le creerá y si a alguien se le ocurre encontrar a su médico, sabrán que ella no es una persona bastante coherente.
-Señor- susurró mientras caminaba detrás de él, no necesitaba quedarse ahí más tiempo y tampoco es que fuera una mal agradecida como para no hacer realmente nada de lo que acababa de ocurrir. Sentía que su padre la había orillado a eso, pero no sabía si era verdad o no, tenía todo agolpado en el pecho, mientras que apresuraba su paso, mirando de reojo el cadáver de aquel, aunque suponía que ya no se pondría de pie, ni aunque quisiera hacerlo.
-Señor, yo no pretendía insultarlo, de verdad, yo no sé que hacer para que usted no crea que estoy disconforme con lo que ha hecho, creo en la palabra de usted, si es que dice que él iba a acabar con mi vida, le creo, sólo que no se vaya con una mala impresión mía- se coloca a su lado, tal vez también de forma inconsciente sigue buscando la protección del hombre que parece que no quiere que nadie vea su rostro, Arielle baja la mirada, observando sus pies mientras intenta mantener el paso ajeno -No diré nada, señor- susurra, aunque no se le ha pedido, prefiere aquello, pues no sabe si alguien le creerá y si a alguien se le ocurre encontrar a su médico, sabrán que ella no es una persona bastante coherente.
Arielle Krauz- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 29/02/2016
Re: Benedictus qui venit in nomine Domini || Libre ||
- Será mejor para usted que no diga nada, señorita -. Resopló aminorando el paso para que ella no tuviera que correr. Después de semejante susto sólo le faltaba que le diera un infarto.- No por mí, sino por su persona. Yo ya estoy protegido.
Se refería a Dios, en quien él tanto creía. Pues estaba seguro de que en el momento en que dejara de serle útil a la Inquisición se desharían de él sin miramientos. Visto y no visto.
Antes de salir del callejón se asomó por la esquina. Tan sólo había un par de hombres fumando y riendo en la puerta de la taberna. Optó por ir en dirección contraria a ellos.
Miraba a la chica de reojo cada unos cuantos pasos, no sabía por qué lo estaba siguiendo, seguramente por el hecho de que se sentía vulnerable después de lo ocurrido. No podía culparla. Había sido imprudente por su parte, tanto dejarse ver como acabar con el vampiro frente a ella, pero de no haber sido así ahora los de la morgue tendrían otro bonito cadáver con unas marcas, ya más que comunes en los fiambres de París, en el cuello. Otra familia rota.
- Tiene usted mal aspecto -. Podía oírla respirar pesadamente a su lado.- Mi casa .- por decirlo de alguna manera -. no está muy lejos de aquí. Puedo prepararle un té y acompañarla a casa cuando se haya calmado. Si se fía de mí, claro.
Ya había visto lo mucho que ella se fiaba de los desconocidos, pero él no pretendía hacerle ningún daño. Le parecía que el único peligro que corría era ella misma.
De haber sido de otra forma se habría marchado de allí sin contemplaciones, pero no sólo le había visto el rostro y todo lo que había hecho, también cometió el error de entablar conversación con ella. Se sentía culpable porque aquél lamentable suceso seguro que dejaría algún tipo de cicatriz en ella, no una física, sino una psicológica, de esas que llevamos dentro y nadie puede ver. De esas que se convierten en pesadillas durante nuestro sueño.
Fabian sentía debilidad por la gente, sobretodo por aquellos desamparados, sentía un fuego que le ardía dentro, unas ganas de ayudar que a menudo se volvían contra él y no le brindaban más que problemas que luego o pagaba o arreglaba. Pero siempre lo hacía solo.
El párroco se creía autosuficiente, por eso siempre acababa angustiado y desesperado. Rara vez aceptaba la ayuda de nadie -de no ser Corina o Ezequiel-, aunque la empresa le costara sangre sudor y lágrimas sentía la necesidad de hacerlo solo.
Se refería a Dios, en quien él tanto creía. Pues estaba seguro de que en el momento en que dejara de serle útil a la Inquisición se desharían de él sin miramientos. Visto y no visto.
Antes de salir del callejón se asomó por la esquina. Tan sólo había un par de hombres fumando y riendo en la puerta de la taberna. Optó por ir en dirección contraria a ellos.
Miraba a la chica de reojo cada unos cuantos pasos, no sabía por qué lo estaba siguiendo, seguramente por el hecho de que se sentía vulnerable después de lo ocurrido. No podía culparla. Había sido imprudente por su parte, tanto dejarse ver como acabar con el vampiro frente a ella, pero de no haber sido así ahora los de la morgue tendrían otro bonito cadáver con unas marcas, ya más que comunes en los fiambres de París, en el cuello. Otra familia rota.
- Tiene usted mal aspecto -. Podía oírla respirar pesadamente a su lado.- Mi casa .- por decirlo de alguna manera -. no está muy lejos de aquí. Puedo prepararle un té y acompañarla a casa cuando se haya calmado. Si se fía de mí, claro.
Ya había visto lo mucho que ella se fiaba de los desconocidos, pero él no pretendía hacerle ningún daño. Le parecía que el único peligro que corría era ella misma.
De haber sido de otra forma se habría marchado de allí sin contemplaciones, pero no sólo le había visto el rostro y todo lo que había hecho, también cometió el error de entablar conversación con ella. Se sentía culpable porque aquél lamentable suceso seguro que dejaría algún tipo de cicatriz en ella, no una física, sino una psicológica, de esas que llevamos dentro y nadie puede ver. De esas que se convierten en pesadillas durante nuestro sueño.
Fabian sentía debilidad por la gente, sobretodo por aquellos desamparados, sentía un fuego que le ardía dentro, unas ganas de ayudar que a menudo se volvían contra él y no le brindaban más que problemas que luego o pagaba o arreglaba. Pero siempre lo hacía solo.
El párroco se creía autosuficiente, por eso siempre acababa angustiado y desesperado. Rara vez aceptaba la ayuda de nadie -de no ser Corina o Ezequiel-, aunque la empresa le costara sangre sudor y lágrimas sentía la necesidad de hacerlo solo.
Fabian Valverde- Condenado/Licántropo/Clase Media
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Re: Benedictus qui venit in nomine Domini || Libre ||
Las palabras del hombre le hacen sentir una especie de angustia, es como si él fuera de alguna clase de clan o grupo que se cuidan las espaldas, pero no Arielle no es tan estúpida como para abrir la boca, ha aprendido a quedarse callada, aunque fuera por las malas, con su familia siempre pasaba así, ella no tenía voz ni mucho menos voto.
Seguía los pasos del hombre lo más de cerca que podía en realidad es que iba a paso lento, no podía apresurarse más, ya había estado de pie la mayor parte del día, por el trabajo y luego de haber huido, era como si el cansancio le hubiera caído de golpe, además del susto, sentía que su cabeza dolía un poco, tal vez era sólo el reflejo del mundo de emociones que había vivido en tan poco tiempo, de alguna manera al ver al hombre sentía paz, por otro lado se sentía como un pequeño cachorro que si se giraba aunque fuera un poco terminaría sin cabeza, tal cual el hombre de hace unos minutos.
-Estoy un poco cansada, también tengo un par de copas demás, nunca había bebido de esa manera, por otro lado sigo sorprendida con lo que vi, seguramente que tengo mal aspecto, pero no se preocupe, señor, mi casa...- se quedó callada, la verdad es que no era mejor irse a su casa, meditó un poco el ofrecimiento del hombre y asintió con la cabeza -Si no es mucha molestia, pero si gusta puedo preparar el té yo, si es que no le causa ninguna incomodidad que use sus trastes, no quisiera causarle trabajo extra, no es como que tenga el mejor de los aspectos usted tampoco- eso era verdad, por mucho que él hubiera limpiado su rostro seguía con las pequeñas gotas marcando sus gestos, que se dejaban entrever cada que las farolas le iluminaban.
-Creo que no se lo he dicho, señor, pero muchas gracias- no sabía si el hombre le decía la verdad o eran simples mentiras, pero suponía que le tenía que agradecer. El frío comenzaba a mermarle un poco, así como el cansancio, sin embargo, seguía los pasos de aquél hombre que en estricto sentido le había salvado la vida, era como si fuera un milagro del cielo.
Seguía los pasos del hombre lo más de cerca que podía en realidad es que iba a paso lento, no podía apresurarse más, ya había estado de pie la mayor parte del día, por el trabajo y luego de haber huido, era como si el cansancio le hubiera caído de golpe, además del susto, sentía que su cabeza dolía un poco, tal vez era sólo el reflejo del mundo de emociones que había vivido en tan poco tiempo, de alguna manera al ver al hombre sentía paz, por otro lado se sentía como un pequeño cachorro que si se giraba aunque fuera un poco terminaría sin cabeza, tal cual el hombre de hace unos minutos.
-Estoy un poco cansada, también tengo un par de copas demás, nunca había bebido de esa manera, por otro lado sigo sorprendida con lo que vi, seguramente que tengo mal aspecto, pero no se preocupe, señor, mi casa...- se quedó callada, la verdad es que no era mejor irse a su casa, meditó un poco el ofrecimiento del hombre y asintió con la cabeza -Si no es mucha molestia, pero si gusta puedo preparar el té yo, si es que no le causa ninguna incomodidad que use sus trastes, no quisiera causarle trabajo extra, no es como que tenga el mejor de los aspectos usted tampoco- eso era verdad, por mucho que él hubiera limpiado su rostro seguía con las pequeñas gotas marcando sus gestos, que se dejaban entrever cada que las farolas le iluminaban.
-Creo que no se lo he dicho, señor, pero muchas gracias- no sabía si el hombre le decía la verdad o eran simples mentiras, pero suponía que le tenía que agradecer. El frío comenzaba a mermarle un poco, así como el cansancio, sin embargo, seguía los pasos de aquél hombre que en estricto sentido le había salvado la vida, era como si fuera un milagro del cielo.
Arielle Krauz- Humano Clase Media
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Re: Benedictus qui venit in nomine Domini || Libre ||
- No se preocupe, mi deber es proteger a inocentes -. No estaría mal cambiar de aires por una vez.- Acepto su invitación, aunque si en vez el té me sirve un vaso de vino seguro que me recompongo antes -. Sonrió sin abrir la boca, en dirección a la muchacha.- Mi nombre es Fabian -. Por el momento se ahorraría lo de su cargo eclesiástico, aunque ya hubiera realizado la plegaria sobre el asqueroso cadáver del vampiro-. Sería cortés que me dijera el suyo antes de llevarme a su casa.
Después de que Fox lo llevara al burdel, una semana atrás, le había hecho aprender unas cuantas cosas; como por ejemplo como NO hay que tratar a una mujer, de eso Fox sabía bastante. Había visto que si se las molesta pueden llegar a ser muy peligrosas...
Se oían los gritos de los borrachos que se encontraban dentro y fuera de la taberna. La noche estaba en su punto álgido, los comensales no tardarían en empezar a salir a la calle; algunos de ellos buscando pelea, otros que no podrían aguantarse de pie por ellos mismos. Nuestro pan de cada día.
París era, cuanto menos, una ciudad muy viva, tanto de día como de noche. Pero era eso último, la noche, lo que sacaba a las bestias, incluso a él mismo una luna al mes. Esa noche salía el lobo irremediablemente, era la única noche que se sentía del todo libre, el resto de noches las pasaba arrepintiéndose de esa libertad. Haciendo penitencia.
Después de que Fox lo llevara al burdel, una semana atrás, le había hecho aprender unas cuantas cosas; como por ejemplo como NO hay que tratar a una mujer, de eso Fox sabía bastante. Había visto que si se las molesta pueden llegar a ser muy peligrosas...
Se oían los gritos de los borrachos que se encontraban dentro y fuera de la taberna. La noche estaba en su punto álgido, los comensales no tardarían en empezar a salir a la calle; algunos de ellos buscando pelea, otros que no podrían aguantarse de pie por ellos mismos. Nuestro pan de cada día.
París era, cuanto menos, una ciudad muy viva, tanto de día como de noche. Pero era eso último, la noche, lo que sacaba a las bestias, incluso a él mismo una luna al mes. Esa noche salía el lobo irremediablemente, era la única noche que se sentía del todo libre, el resto de noches las pasaba arrepintiéndose de esa libertad. Haciendo penitencia.
Fabian Valverde- Condenado/Licántropo/Clase Media
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