AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Scream of Hope | Privado
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Scream of Hope | Privado
Aléjate de mí, aunque se que siempre,
he permanecer en tu sombra.
—Elizabeth Barrett Browning.
he permanecer en tu sombra.
—Elizabeth Barrett Browning.
¿En qué momento todo su mundo se volcó y se convirtió en una pesadilla? Justo cuando Alaric Bourgeois apareció como una feroz sombra en su habitación. Ni siquiera estaba en Londres, Azzuen se había ido completamente sola a París, pensando en que quizás esa soledad era lo que necesitaba para estar bien consigo misma y alejarse del pasado que la consumía día tras día. Pero se había equivocado, tras sus pasos estaba aquel cazador demente que apareció en la habitación en donde se hospedaba la escocesa, sin que nadie lo invitara. Pensar en lo ocurrido le dejaba un mal sabor de boca, sencillamente se le quebraba la confianza en sí misma y en los demás. Tal vez debía regresar a Londres o a Edimburgo, era lo más sensato. Sin embargo, sabiendo que Alaric estaba detrás de ella, no la convencía del todo, regresar era arriesgado y no quería exponer a ninguno de sus seres queridos ante aquel monstruo.
Ya no se sentía segura en París y lo peor, es que aquella ciudad se había convertido en su prisión Era como un petirrojo enjaulado, destinado a morir condenado tras un terrible confinamiento. Se estaba sacrificando a sí misma por el bien de quienes quería. Azzuen no era la misma desde la muerte de su abuela y no se podía permitir perder a otra persona más.
Alaric era obsesivo y molesto, eso la hacía sentir incómoda. No podía siquiera salir a pasear por las calles sin pensar que aquel hombre estaba a sus espaldas, como un depredador al acecho. ¿Por qué? ¿Qué diablos había hecho para merecer semejante hostigamiento? Todo parecía escapar de su comprensión. Evitaba por todos los medios de estar a solas, pues quizás el cazador esperaría ese momento para intentar atacarla y era un verdadero fastidio; era como si jugaran al gato y al ratón. Le daba demasiadas vueltas al asunto y no hallaba ninguna respuesta lógica.
En un arrebato de desesperación se lanzó a las calles caminando sin rumbo fijo, simplemente se estaba dejando llevar por su instinto. Entre la confusión y la ansiedad terminó yendo más allá de lo que su mente podía recordar; sólo había estado por las zonas más confiables de París, por seguridad propia y porque honestamente no le interesaba más nada. No era de esos hechiceros raros que andaban recolectando hierbas en los pántanos, ese no era el estilo de Azzuen. Al verse entre la muchedumbre y al notar que ya los rayos del sol se tornaban más débiles, quiso regresar. No era confiable usar su magia en un espacio tan abarrotado de personas, así que tenía que hacerlo del modo tradicional: preguntarle a alguien. Pero no podía preguntarle a cualquiera, debía hallar a alguien adecuado y cuando lo hizo, se acercó con cierta cautela, sin embargo, el destino quiso jugarle mal otra vez.
No contó con que se iba a encontrar al insoportable de Alaric en aquel lugar y en cuanto lo reconoció, poco le importó su ida al Hotel Des Arenes; ahora debía hallar un refugio. Siguió marchando hacia adelante, ocultando entre algunas personas mientras avanzaba hasta que fue a dar al cementerio de Montmartre. Maldijo su mala suerte y al escuchar unas pisadas a sus espaldas, lo primero que le gritó su instinto fue: ¡Corre! Tenía que huir, sólo quería alejarse de aquel fastidioso cazador y en su huida desesperada, tropezó con otra persona... En un cementerio. Casualidad nada lógica para Azzuen.
—Hola, te pediría disculpas, pero creo que lo mejor es que... Deberíamos salir de aquí —dijo Azzuen, esbozando una falsa sonrisa.
Había tropezado con un joven, quien también era hechicero, lo supo por su aura. Ella en lo único que pensaba era en salir corriendo y si no lo hacía, terminaría entrando en crisis. La imagen de Alaric siguiéndola le ponía los pelos de punta.
Ya no se sentía segura en París y lo peor, es que aquella ciudad se había convertido en su prisión Era como un petirrojo enjaulado, destinado a morir condenado tras un terrible confinamiento. Se estaba sacrificando a sí misma por el bien de quienes quería. Azzuen no era la misma desde la muerte de su abuela y no se podía permitir perder a otra persona más.
Alaric era obsesivo y molesto, eso la hacía sentir incómoda. No podía siquiera salir a pasear por las calles sin pensar que aquel hombre estaba a sus espaldas, como un depredador al acecho. ¿Por qué? ¿Qué diablos había hecho para merecer semejante hostigamiento? Todo parecía escapar de su comprensión. Evitaba por todos los medios de estar a solas, pues quizás el cazador esperaría ese momento para intentar atacarla y era un verdadero fastidio; era como si jugaran al gato y al ratón. Le daba demasiadas vueltas al asunto y no hallaba ninguna respuesta lógica.
En un arrebato de desesperación se lanzó a las calles caminando sin rumbo fijo, simplemente se estaba dejando llevar por su instinto. Entre la confusión y la ansiedad terminó yendo más allá de lo que su mente podía recordar; sólo había estado por las zonas más confiables de París, por seguridad propia y porque honestamente no le interesaba más nada. No era de esos hechiceros raros que andaban recolectando hierbas en los pántanos, ese no era el estilo de Azzuen. Al verse entre la muchedumbre y al notar que ya los rayos del sol se tornaban más débiles, quiso regresar. No era confiable usar su magia en un espacio tan abarrotado de personas, así que tenía que hacerlo del modo tradicional: preguntarle a alguien. Pero no podía preguntarle a cualquiera, debía hallar a alguien adecuado y cuando lo hizo, se acercó con cierta cautela, sin embargo, el destino quiso jugarle mal otra vez.
No contó con que se iba a encontrar al insoportable de Alaric en aquel lugar y en cuanto lo reconoció, poco le importó su ida al Hotel Des Arenes; ahora debía hallar un refugio. Siguió marchando hacia adelante, ocultando entre algunas personas mientras avanzaba hasta que fue a dar al cementerio de Montmartre. Maldijo su mala suerte y al escuchar unas pisadas a sus espaldas, lo primero que le gritó su instinto fue: ¡Corre! Tenía que huir, sólo quería alejarse de aquel fastidioso cazador y en su huida desesperada, tropezó con otra persona... En un cementerio. Casualidad nada lógica para Azzuen.
—Hola, te pediría disculpas, pero creo que lo mejor es que... Deberíamos salir de aquí —dijo Azzuen, esbozando una falsa sonrisa.
Había tropezado con un joven, quien también era hechicero, lo supo por su aura. Ella en lo único que pensaba era en salir corriendo y si no lo hacía, terminaría entrando en crisis. La imagen de Alaric siguiéndola le ponía los pelos de punta.
Azzuen Collingwood- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/07/2015
Localización : París, Francia
…In nomine Dei nostri Satanas Luciferi excelsi!...
“…In nomine Dei nostri
Satanas Luciferi excelsi!...”
Satanas Luciferi excelsi!...”
Llevaba dentro de mí, una curiosa satisfacción del alma y mi energía, en cuánto salí de las catacumbas definidas para tal práctica, me hacían parecer una especie de humano recién nacido y desorientado en cuánto iba caminando. Ni siquiera me acordé de quitarme la tradicional larga túnica negra, utilizada para los rituales de Satán, aquellos seguidores con quiénes había hecho la práctica y ritual, se disiparon y esfumaron sin darme cuenta de a dónde se fueron…. Yo sólo caminaba…y caminaba…. Y mi conciencia se iba recobrando así sola, de a poco… como una escalera que subía hacia el universo, mientras las almas muertas que habían quedado esparcidas en los peldaños de ésta debido a que no pudieron llegar mucho más allá hacia el destino, iban cayendo lado a lado de mí… mis pasos se escuchaban resonantes entre aquellos cadáveres. Y yo seguía avanzando cada vez más en aquella extraña escalera de un camino envuelto por la oscuridad…
Era la tercera vez que me tocaba hacer de Sacerdote en el ritual, acerqué mis manos a mi olfato y aún tenía el aroma de las velas difuminándose entre mis dedos y mi nariz, entre otros aromas y fluidos… Y de pronto dándome apenas cuenta de que mis pies, suavemente me dirigieron hasta el Cementerio Montmartre. A través de mi visión, se concretaban algunas energías demoniacas que iban andando tranquilas por los fríos páramos y mausoleos del cementerio, la angustia de estos espíritus intentaban carcomerme la piel como aquellas plagas incesantes de la biblia. Intentaban roer mi carne, producir enfermedades que me dejaran entre el limbo de la vida y la muerte, tranquilos estaban, pero angustiados, fríos como siempre… si… gélidos escalofríos recorrían mi cuerpo, de hecho me sentía enfermo, pero no dejaría que mi propia psiquis me jugara una mala baraja, después de todo. Al caminar entre los duros adoquines de la muerte, divisé ciertos seres que no llamaban a mi atención, debido a que mi conciencia me ayudaba muy poco en esos momentos cruciales de mi mágica existencia. Un hombre de claros cabellos paseaba como acechando una especie de “presa”, la mirada turbia y penetrante con la que miraba a una sola mujer que media perdida deambulaba por el cementerio, me produjo cierto desconcierto, aunque no más desconcierto del que traía del ritual y los demonios andantes del campo santo.
Caminando nuevamente, recobrando la vida entre mis extremidades y mi inteligencia, indeseablemente me crucé con aquella mujer, que estaba siendo acechada. Su mirada asustada y preocupada produjo en mí, una especie de compasión momentánea… Chocando con mi presencia entre nuestro roce sentí su aura cercana… “¿Otra hechicera será?... ¡Pero que inoportuno! ¿No me había desecho de ellos hace unos minutos atrás, y su dudosa buena compañía? De todos modos sólo me sirven para los rituales y nada más, son mi instrumento.”- dije en mi empobrecida conciencia succionada por el dolor de los espíritus del cementerio. El calor nervioso que expelaba del ser existente en frente mío, me hizo darle una cortísima mirada perdida, como despertando de un gran trance de anestesia en mi organismo, mis movimientos eran lentísimos y borrosamente observé a la joven.
-¿Disculpe?...- fue lo único que atiné a decir con la voz suave que me caracterizaba y una mirada delirante. Cualquiera que sea, pensaría que es una “mirada insinuante”, pero gran error era ése.
La sustracción del poder enérgico de los seres que me perseguían en esos trazos de tiempo, iban contra mi voluntad, por más que quisiera recomponerme de todo aquel festín espectral. Mi cabeza se hacía un caos, como un nudo en la garganta que no me permitía comunicarme bien con la mujer que me chocó. El aroma húmedo de las malezas muertas que pisaba en conjunto de la joven hechicera, despertó en mí la predicción del clima, como si uno de los espíritus me hubiese susurrado suavemente al oído… “¿Podría ser?”...
-…Lloverá…y al que la persigue, se le dificultará un poco más la vista…póngase esto.- dije mientras me quité la túnica negra larga y se la coloqué a la mujer de menudo cuerpo joven. Así mismo subiéndola la capucha para que me dispusiera rápidamente a caminar de su lado.
Poco a poco, la realidad cobraba sentido en mí otra vez, y a medida en que yo iba avanzando unos pasos más adelante que la joven, parecía que mis sentidos y conciencia volviesen a mí a cada paso que daba. Seguramente la joven no estaría acostumbrada a que un extraño le tendiera una mano de ayuda, sin haberse presentado primero con las formalidades normales de una persona que se acaba de conocer, pero por lo que veía…al parecer… si estaba acostumbrada a escapar, una y otra vez… de aquél mismo ser humano que deseaba devorársela.
…Y las energías volvían a mí, volvía a ser el dueño de mi existencia, de mi cuerpo y mi realidad. El miedo y nerviosismo de la otra joven hechicera, y nuestro leve roce al chocar se interpusieron entre la posesión de los espíritus oscuros a mi cuerpo, actuaron como una especie de quiebre entre el equilibrio del poder que ejercían los espíritus en mí y la realidad. En palabras más simples, aquella muchacha también pudo salvarme del paso…
Era la tercera vez que me tocaba hacer de Sacerdote en el ritual, acerqué mis manos a mi olfato y aún tenía el aroma de las velas difuminándose entre mis dedos y mi nariz, entre otros aromas y fluidos… Y de pronto dándome apenas cuenta de que mis pies, suavemente me dirigieron hasta el Cementerio Montmartre. A través de mi visión, se concretaban algunas energías demoniacas que iban andando tranquilas por los fríos páramos y mausoleos del cementerio, la angustia de estos espíritus intentaban carcomerme la piel como aquellas plagas incesantes de la biblia. Intentaban roer mi carne, producir enfermedades que me dejaran entre el limbo de la vida y la muerte, tranquilos estaban, pero angustiados, fríos como siempre… si… gélidos escalofríos recorrían mi cuerpo, de hecho me sentía enfermo, pero no dejaría que mi propia psiquis me jugara una mala baraja, después de todo. Al caminar entre los duros adoquines de la muerte, divisé ciertos seres que no llamaban a mi atención, debido a que mi conciencia me ayudaba muy poco en esos momentos cruciales de mi mágica existencia. Un hombre de claros cabellos paseaba como acechando una especie de “presa”, la mirada turbia y penetrante con la que miraba a una sola mujer que media perdida deambulaba por el cementerio, me produjo cierto desconcierto, aunque no más desconcierto del que traía del ritual y los demonios andantes del campo santo.
Caminando nuevamente, recobrando la vida entre mis extremidades y mi inteligencia, indeseablemente me crucé con aquella mujer, que estaba siendo acechada. Su mirada asustada y preocupada produjo en mí, una especie de compasión momentánea… Chocando con mi presencia entre nuestro roce sentí su aura cercana… “¿Otra hechicera será?... ¡Pero que inoportuno! ¿No me había desecho de ellos hace unos minutos atrás, y su dudosa buena compañía? De todos modos sólo me sirven para los rituales y nada más, son mi instrumento.”- dije en mi empobrecida conciencia succionada por el dolor de los espíritus del cementerio. El calor nervioso que expelaba del ser existente en frente mío, me hizo darle una cortísima mirada perdida, como despertando de un gran trance de anestesia en mi organismo, mis movimientos eran lentísimos y borrosamente observé a la joven.
-¿Disculpe?...- fue lo único que atiné a decir con la voz suave que me caracterizaba y una mirada delirante. Cualquiera que sea, pensaría que es una “mirada insinuante”, pero gran error era ése.
La sustracción del poder enérgico de los seres que me perseguían en esos trazos de tiempo, iban contra mi voluntad, por más que quisiera recomponerme de todo aquel festín espectral. Mi cabeza se hacía un caos, como un nudo en la garganta que no me permitía comunicarme bien con la mujer que me chocó. El aroma húmedo de las malezas muertas que pisaba en conjunto de la joven hechicera, despertó en mí la predicción del clima, como si uno de los espíritus me hubiese susurrado suavemente al oído… “¿Podría ser?”...
-…Lloverá…y al que la persigue, se le dificultará un poco más la vista…póngase esto.- dije mientras me quité la túnica negra larga y se la coloqué a la mujer de menudo cuerpo joven. Así mismo subiéndola la capucha para que me dispusiera rápidamente a caminar de su lado.
Poco a poco, la realidad cobraba sentido en mí otra vez, y a medida en que yo iba avanzando unos pasos más adelante que la joven, parecía que mis sentidos y conciencia volviesen a mí a cada paso que daba. Seguramente la joven no estaría acostumbrada a que un extraño le tendiera una mano de ayuda, sin haberse presentado primero con las formalidades normales de una persona que se acaba de conocer, pero por lo que veía…al parecer… si estaba acostumbrada a escapar, una y otra vez… de aquél mismo ser humano que deseaba devorársela.
…Y las energías volvían a mí, volvía a ser el dueño de mi existencia, de mi cuerpo y mi realidad. El miedo y nerviosismo de la otra joven hechicera, y nuestro leve roce al chocar se interpusieron entre la posesión de los espíritus oscuros a mi cuerpo, actuaron como una especie de quiebre entre el equilibrio del poder que ejercían los espíritus en mí y la realidad. En palabras más simples, aquella muchacha también pudo salvarme del paso…
Erikson Draven- Condenado/Cambiante/Clase Alta
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Re: Scream of Hope | Privado
Rie, y el mundo rie contigo:
Llora, y llorarás solo.
—Ella Wheeler Wilcox.
Llora, y llorarás solo.
—Ella Wheeler Wilcox.
Quizás se estaba volviendo paranoica o sus ataques de ansiedad habían regresado para atormentarla en medio de una paz que en una noche simplemente decidió desvanecerse ante la presencia de aquel cazador. Era como tener una soga en el cuello que la asfixiaba y amenazaba con arrebatarle la cordura. Desde ese instante era incómodo salir sin tener la sensación de que alguien parecía seguir sus pasos, unas veces era producto de su imaginación, en otras ocasiones era muy real. Alaric al parecer tenía la obsesiva idea de acabar con Azzuen y eso a ella la enfermaba. No tenía tranquilidad, ni siquiera estando a solas. La única solución que se le cruzaba por la mente era regresar a Londres, pero ¿si ese hombre la perseguía hasta dar con ella en Inglaterra? Estaba acumulando frustración y sentía que en cualquier momento se derrumbaría.
El cementerio no era su lugar favorito, ni siquiera le gustaba y agradecía que los restos de su querida abuela fueran enterrados en un lugar especial y no en un chiquero de abundante carroña como lo era un camposanto. No temía andar por esos lugares, ella era una bruja, sabía que tanta energía sobrenatural abundaba por sus esquinas, sin embargo, había algo que hacía que los rechazara. Quizás era por su decadente aura o por lo pesado que solían volverse al caer la noche. Azzuen no era capaz de hallar una respuesta lógica a ese repudio y menos en ese momento donde lo único que pensaba era en huir. Ni siquiera se molestó en ver si Alaric aún la seguía o aquellas pisadas eran simples ideas suyas.
Siguió por aquel trecho pérdido con la tormenta formándose sobre su figura hasta que se topó con alguien desconocido, pero con el que extrañamente sintió alivio. Pudo deducir en las energías del joven que, al igual que ella, era un hechicero. Sin embargo, no compartían determinadas prácticas. Él parecía estar en un extraño trance, como si algo hubiera estado en su mente antes de que ella apareciera. Con los nervios, Azzuen no pudo deducir mucho, pero al cabo de un par de minutos, lo notó y no supo qué hacer o decir, sólo guardó silencio y se refugió entre la tela oscura que el muchacho había dejado caer sobre su cuerpo. Ella asintió y le siguió como si de ello dependiera su vida.
—Disculpe, ¿me podría decir su nombre? Yo pues, soy Azzuen y... Lamento haber interrumpido lo que sea que estuviera haciendo —mencionó en voz baja, pues no quería fastidiar demasiado, pero la curiosidad le ganó y logró alcanzar sus pasos hasta poder estar a su lado—. ¿Está usted bien?
Y como si se tratara de algún conocido, apoyó la mano sobre su frente, apartándola al cabo de unos segundos. Dirigió una mirada de preocupación al muchacho.
—Tiene algo de temperatura, creo que va a necesitar más la túnica que yo —buscó con la mirada algún lugar que les sirviera de refugio para pasar la tormenta y justo el mausoleo parecía abrirle las puertas, como dándoles la bienvenida—. Debo decir que este no es mi lugar favorito, pero si en el mausoleo estaremos seguros, lo mejor es que nos refugiemos en ese lugar. A menos que tenga usted una mejor idea.
El cementerio no era su lugar favorito, ni siquiera le gustaba y agradecía que los restos de su querida abuela fueran enterrados en un lugar especial y no en un chiquero de abundante carroña como lo era un camposanto. No temía andar por esos lugares, ella era una bruja, sabía que tanta energía sobrenatural abundaba por sus esquinas, sin embargo, había algo que hacía que los rechazara. Quizás era por su decadente aura o por lo pesado que solían volverse al caer la noche. Azzuen no era capaz de hallar una respuesta lógica a ese repudio y menos en ese momento donde lo único que pensaba era en huir. Ni siquiera se molestó en ver si Alaric aún la seguía o aquellas pisadas eran simples ideas suyas.
Siguió por aquel trecho pérdido con la tormenta formándose sobre su figura hasta que se topó con alguien desconocido, pero con el que extrañamente sintió alivio. Pudo deducir en las energías del joven que, al igual que ella, era un hechicero. Sin embargo, no compartían determinadas prácticas. Él parecía estar en un extraño trance, como si algo hubiera estado en su mente antes de que ella apareciera. Con los nervios, Azzuen no pudo deducir mucho, pero al cabo de un par de minutos, lo notó y no supo qué hacer o decir, sólo guardó silencio y se refugió entre la tela oscura que el muchacho había dejado caer sobre su cuerpo. Ella asintió y le siguió como si de ello dependiera su vida.
—Disculpe, ¿me podría decir su nombre? Yo pues, soy Azzuen y... Lamento haber interrumpido lo que sea que estuviera haciendo —mencionó en voz baja, pues no quería fastidiar demasiado, pero la curiosidad le ganó y logró alcanzar sus pasos hasta poder estar a su lado—. ¿Está usted bien?
Y como si se tratara de algún conocido, apoyó la mano sobre su frente, apartándola al cabo de unos segundos. Dirigió una mirada de preocupación al muchacho.
—Tiene algo de temperatura, creo que va a necesitar más la túnica que yo —buscó con la mirada algún lugar que les sirviera de refugio para pasar la tormenta y justo el mausoleo parecía abrirle las puertas, como dándoles la bienvenida—. Debo decir que este no es mi lugar favorito, pero si en el mausoleo estaremos seguros, lo mejor es que nos refugiemos en ese lugar. A menos que tenga usted una mejor idea.
Azzuen Collingwood- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/07/2015
Localización : París, Francia
Re: Scream of Hope | Privado
Sin duda la joven no sabía lo que yo había divisado detrás suyo, aquél hombre con ganas de hacerla presa. Al parecer, ella no se dio cuenta o simplemente creyó que era parte de sus imaginaciones. Sin duda la mujer, parecía un tanto nerviosa cuando hubo de encontrarse conmigo, pero a su vez supo mantener su calma y la cercanía se convirtió en un instante ameno entre dos seres con algunas prácticas en común, unas tantas más que otras. La lluvia comenzó a caer, tal y como los perturbadores entes me habían quitado el velo, la joven aceptó mi túnica unos momentos, más pareció percibir en mí el alero de mis posesiones espirituales, y las consecuencias que me había dejado ello, en mi estado natural.
Me preguntó el nombre y yo bien sabía que aquél no podría decirlo completamente, pero respondí:
-Soy Bast…- dije un tanto sumido en algunos recuerdos que vinieron a mi mente de pronto y tan rápido como llegaron, tan rápido se esfumaron…
La fugaz y pasajera existencia se hacía parte de todos los momentos, y a veces uno desearía quedarse más un muerto como yo, está muerto y así nada más… Volví la vista a Azzuen quien parecía estar dispuesta a irse conmigo protegiéndonos en acuerdo mutuo… ‘-Lo que pasa ha de pasar… -‘me decía a mí mismo al momento en que ella tocó mi frente tomando un poco de mi temperatura y redescubriendo la esencia misma de mi cuerpo mortal. A medida en que nos acercábamos, observé el gran mausoleo que nos abría el momento existencial y miré de reojo a la compañera que en mi sendero apareció. No era tan extraño estos encuentros para mí, he conocido muchas almas a lo largo de mi vida que comparten conmigo un instante y luego se transforman en un recuerdo real y después se funden entre las cenizas del fuego.
Por lo que el grado la experiencia del que traía acuestas desde el ritual, decayó sutilmente para marcarse en mi frecuencia e instaurarse realmente y ya fue… Al llegar acompañado de la mujer, ya no me sentía incómodo ni nada por el estilo, debido a que las energías espirituales que se encontraban entre las larvas de la tierra del cementerio y los ‘vampiros psíquicos’, cesaron en su intensidad y me hallé al fin en equilibrio al combinar mi energía primordial con la de la joven Azzuen…
-¿Pero...? Usted… ¿Se encuentra bien?- insistí cuando las compasiones volvieron a mi Ser Persona y presencié la existencia de la hechicera a mi lado.
-Y no hay cuidado…usted no me ha interrumpido, por algo hemos de estar aquí y ahora.- dije cuando la voz fría y serena de mi esencia volvió nuevamente a su cuerpo mortal.
La lluvia caía tan verticalmente, que mojaba bastante… pero yo ya estaba acostumbrado a ver el cielo llorar de esa forma, purificando la existencia misma del TODO a través de su poder. Veía por un momento, acompañado de la joven, a la cual sin más abracé por el hombro compartiendo un poco de la tela de la túnica negra… el cielo desplegando su velo. Era todo tan distinto a lo que cualquier Ser Humano veía, que me sentí más liviano que nunca, mientras los ecos ocultos transformados en efímeras vibraciones y ondas de sonido perpetraron en mi sentir y la muerte era sumamente real.
-La Eterna Noche… una Luna fenece nuevamente en el silencio... un Sol yace acompañando su ausencia...- dije con respecto a que la Luna estaba completamente tapada por las tinieblas y el llanto de Lucifer.
Dudé por unos segundo de que Azzuen entendiera mi habla, pero no me importaba… aunque existía la mínima posibilidad de que sintiera aquello tan real como al haberlo escuchado. El instante, el momento… simplemente una Alma y la Muerte atravesando la oscuridad del lazo fraterno desde la fuente original de nosotros, como seres…
Me preguntó el nombre y yo bien sabía que aquél no podría decirlo completamente, pero respondí:
-Soy Bast…- dije un tanto sumido en algunos recuerdos que vinieron a mi mente de pronto y tan rápido como llegaron, tan rápido se esfumaron…
La fugaz y pasajera existencia se hacía parte de todos los momentos, y a veces uno desearía quedarse más un muerto como yo, está muerto y así nada más… Volví la vista a Azzuen quien parecía estar dispuesta a irse conmigo protegiéndonos en acuerdo mutuo… ‘-Lo que pasa ha de pasar… -‘me decía a mí mismo al momento en que ella tocó mi frente tomando un poco de mi temperatura y redescubriendo la esencia misma de mi cuerpo mortal. A medida en que nos acercábamos, observé el gran mausoleo que nos abría el momento existencial y miré de reojo a la compañera que en mi sendero apareció. No era tan extraño estos encuentros para mí, he conocido muchas almas a lo largo de mi vida que comparten conmigo un instante y luego se transforman en un recuerdo real y después se funden entre las cenizas del fuego.
Por lo que el grado la experiencia del que traía acuestas desde el ritual, decayó sutilmente para marcarse en mi frecuencia e instaurarse realmente y ya fue… Al llegar acompañado de la mujer, ya no me sentía incómodo ni nada por el estilo, debido a que las energías espirituales que se encontraban entre las larvas de la tierra del cementerio y los ‘vampiros psíquicos’, cesaron en su intensidad y me hallé al fin en equilibrio al combinar mi energía primordial con la de la joven Azzuen…
-¿Pero...? Usted… ¿Se encuentra bien?- insistí cuando las compasiones volvieron a mi Ser Persona y presencié la existencia de la hechicera a mi lado.
-Y no hay cuidado…usted no me ha interrumpido, por algo hemos de estar aquí y ahora.- dije cuando la voz fría y serena de mi esencia volvió nuevamente a su cuerpo mortal.
La lluvia caía tan verticalmente, que mojaba bastante… pero yo ya estaba acostumbrado a ver el cielo llorar de esa forma, purificando la existencia misma del TODO a través de su poder. Veía por un momento, acompañado de la joven, a la cual sin más abracé por el hombro compartiendo un poco de la tela de la túnica negra… el cielo desplegando su velo. Era todo tan distinto a lo que cualquier Ser Humano veía, que me sentí más liviano que nunca, mientras los ecos ocultos transformados en efímeras vibraciones y ondas de sonido perpetraron en mi sentir y la muerte era sumamente real.
-La Eterna Noche… una Luna fenece nuevamente en el silencio... un Sol yace acompañando su ausencia...- dije con respecto a que la Luna estaba completamente tapada por las tinieblas y el llanto de Lucifer.
Dudé por unos segundo de que Azzuen entendiera mi habla, pero no me importaba… aunque existía la mínima posibilidad de que sintiera aquello tan real como al haberlo escuchado. El instante, el momento… simplemente una Alma y la Muerte atravesando la oscuridad del lazo fraterno desde la fuente original de nosotros, como seres…
Erikson Draven- Condenado/Cambiante/Clase Alta
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