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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Abaddon M. Palace Lun Mar 14, 2016 12:11 am


Nosotros morimos para vivir



Rusia | Residencia Smirnova | Siglo XVI



"Y el sol pintó sus frutos de granate y le
dio a sus cabellos el brillo del centeno.

Dieron culto a las diosas melancólicas del
agua, arrojando a los ríos raíces de beleño
y plumas de urogallo.

Y el agua llenó sus tierras de verdura,
de bosques obsequiosos y solemnes.

Bajo la luna llena, en torno a las hogueras,
danzaron elevando sus flautas y sus brazos
hacia el cielo.

Y la luna le otorgó a sus canciones el sonido
sagrado de la plata.

Ofrecieron al dios de las montañas ramas
de acebo y angustia de campanas.

Pero la nieve siguió cayendo mansamente
y sepultó su memoria para siempre.”


Los países como Rusia son ideales para los vampiros, porque el frio hace que las personas se esfuercen por mantener calientes sus cuerpos. El sabor de la sangre varía según la temperatura de esta, por lo menos particularmente para mí. El beber de cuerpos acalorados es una delicia, un sinfín de sensaciones en la boca. ¿Acaso saben cómo se siente? ¿No? Pues podría darles una vaga idea de la sensación… No, me retracto, la verdad es que me seria muy difícil transmitirles aquello que uno siente al morder una carotina jugosa que no deja de bombear. Puedes palpar como tus dientes apuñalan la carne y la piel hasta llegar a la arteria, y cuando rompes a esta de inmediato la sangre empieza a brotar como si todo un mar intentara escaparse por dos pequeños orificios. Entonces tu boca se empieza a llenar, tu lengua, tus dientes, tus labios se empañan de rojo. Sientes como aquel elixir de vida baja por tu garganta y comienza a perderse en tu cuerpo, pero todo esto no es nada comparado a como en verdad se siente. No es simplemente alimento, seria muy banal dar ese ejemplo, principalmente porque recuerdo lo que sentía al alimentarme cuando era humano y no se parece en nada. Antes comía para no morir, para tener energías, o por simple gula. Hoy como porque algo en mi interior, que no es hambre, me grita que beba.  Bebo porque me excita, me alimenta, bebo porque me gusta el momento en el que tengo a alguien entre mis brazos y veo su vida apagarse poco a poco. Bebo porque puedo beber, porque me siento con poder, porque cuando bebo soy yo el que mando y el que decide.

Los motivos de mi estadía en el país era el mismo que el de mi estadía en los otros. Particularmente en mi caso el placer y el trabajo coinciden, me gusta hacer lo que hago, me gusta viajar, conocer nuevas culturas, nuevas personas, nuevos lugares. Los negocios eran lo mío, no administrarlos sino financiarlos. Me dedico a sustentar económicamente a todo aquel que precise de mi dinero para llevar adelante sus proyectos. Un burdel, un bar, un hotel, sea cual sea aquello que quieran yo se los doy en bandeja de plata. Sin embargo aquel era el momento en que sellaban su presente y su futuro conmigo. De esta forma voy construyendo un pequeño imperio poco a poco, como una hormiga que crea su nido ella sola. Pero espero que no se equivoquen mis amigos, todo esto no es por dinero, no, todo esto es por poder. El poder es lo que mueve todo en verdad en este mundo. Claro está que el dinero es una parte vital de este, pero no su globalidad, simplemente es el motor de muchos para entregar sus almas. Yo tengo las influencias para evitar que le cobren impuestos a un negocio, para sacar a alguien de la cárcel, yo soy el que puede decidir quiénes van a ocupar cargos de poder. Yo, yo, yo soy el engranaje que va  hacer que todos los demás se muevan.

El carruaje se movía un poco por culpa de las piedras en el camino, me dirigía a la residencia de los Smirnova por motivos de negocios. Aquel tipo no se cansaba de endulzarme los oídos con tal de que lo ayudara a financiar unos planes que tenía en mente. Sinceramente era la clase de hombre que me desagradaba, en su rostro se podía ver la codicia, la avaricia, la clase de tipos que harían lo que sea por un poco de dinero. Claro está que yo siempre estaba disponible para ayudar a quien sea con tal de que me debieran algo, además aquel apellido en Rusia tiene su renombre. Los caballos galopeaban claramente bajo la luz de la luna, esta dejaba caer un suave velo de luz sobre los arboles y la nieve dándole al panorama un toque más agradable. Luego de unos cuantos minutos de viaje los animales se detuvieron y la puerta de aquel carruaje se abrió. El frio aire invernal llego a mis fosas nasales haciéndome sonreír – Señor Palace, no sabe cuanto me alegro de verlo. En verdad es un honor tenerlo aquí en mi casa – Dijo aquel hombre de ropas caras al cual observe mientras me bajaba del carro y ofrecía mi mano para que la estrechara –No podía negarme ante tal invitación señor Smirnova, y por lo visto los rumores que hablan de lo hermosa que es su casa no son mentira –Y aquello era una mentira, no me había llegado ningún rumor, la verdad es que me gustaba endulzarle los oídos a la gente.

Aquel hombre me pregunto si había cenado cosa a la que asentí, lo había hecho aunque tal vez no fuera exactamente lo que él se imaginaba. Pasamos y nos adentramos en un gran salón con sillones y una bonita chimenea. Nos sentamos junto a ella y comenzamos a beber vino mientras mi mirada se perdía en las llamas que bailaban de forma incesante. El tiempo siguió pasando, la noche siguió madurando y ya habíamos zanjeado muchos temas con respecto a lo laboral aunque aún quedaban algunos detalles. Pero no pudimos continuar, al parecer ya era demasiado tarde para el señor Smirnova por lo que me pidió que lo disculpara y que continuáramos mañana. Entonces se levanto y dijo –Siéntase en su casa señor Palace, le enviare a Dashenka para que se ocupe de todas sus necesidades- Agrego antes de desaparecer por una de las puertas. Entonces en ese momento no pude evitar pensar en como seria esa mujer… ¿Una vieja ama de llaves?¿Una escuálida y pobre mujer? O tal vez una jovencita virgen y tierna con la cual jugar… No lo sabía, sin embargo esperaba que esa duda se resolviera en pocos minutos.


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Mensaje por Dasha Smirnova Mar Mar 15, 2016 7:28 pm

La vida y la muerte no se deciden,
entre medio podemos tomar un camino más difícil,
desafiar el destino, pero en el fondo
solo le hacemos cosquillas.

— Margaret Mazzantini.


¿Cómo empezar a hablaros de aquella ingenua que una vez vivió bajo mis carnes? Quizás no tenga suficientes palabras para haceros participe de una historia anterior a mi actual persona, como tampoco seguramente de haceros sentir como en esa patética vida me sentí la mitad de lo que me duró la misma. Vacía, quizás pudiera ser la palabra. Si… si en alguna palabra debía definir como me sentía era precisamente de esa forma; Vacía y muerta, muerta en vida. ¿Qué irónico, no? En mi vida mortal me sentía muerta en todos los sentidos de la vida y ahora que literalmente no debería de existir; me siento más viva que nunca. Pero por aquel tiempo yo no era la que soy ahora y los sentimientos del corazón, el dolor de la tristeza y la desesperanza ahogaban por aquellos tiempos mis ansias de volar lejos de la cárcel en la que vivía. No obstante, por aquel entonces yo no era consciente de que mi verdadera jaula era mi propio cuerpo, mis propios huesos rompibles y débiles, mi propia esencia mortal la cual me impedía ser en todo mi esplendor quien debía de ser. Si, quizás de haber sido mi vida distinta a lo que fue hará cien años atrás al recuerdo, habría podido ser otra y la suerte me habría podido sonreír, empezando por no haber tenido que pasar por las manos de mi tío. Solo si mis padres hubiesen permanecido a mi lado sé que habría podido tener lo que quisiera. ¿No era yo la única primogénita de la gran familia rusa Smirnova? En mí habían recaído tantas expectativas, tantas esperanzas, tantos sueños terminados en nada, que incluso ahora en ocasiones siento pena de mi misma, de aquella humanidad que mi propia sangre me arrebató, de aquellos sueños que depositados sobre mis hombros terminaron por desaparecer por siempre de la faz de la tierra.

Pude haberlo tenido y me quedé en nada. El poder, la posición social, la belleza etérea de los mortales, con solo ser una jovencita ya di muestras de poseer todas aquellas cualidades, sin embargo ahora me alegro que todo debiera de suceder como aconteció, ya que de otro modo estaba segura él jamás me habría salvado de aquella vida sin sentido en la que me encontraba encadenada y en la que únicamente habría terminado de un modo u otro, pereciendo. Si, esta historia que os contaré principalmente se centra en él, en quien me liberó y me dio un oscuro cielo sobre el que sobrevolar, y hoy si más no me equivoco en mis cálculos, es uno de los tantos aniversarios del día de mi muerte y de mi vida. Hoy casualmente cumpliría los ciento veintiocho años mortales, pero hoy en otra época distinta, bañándome en la sangre virgen de aquellas que se acumulan a mis pies, celebro mis cien cuatro años de mi muerte, de mi alzamiento en inmortal, de lo mejor que pudo ocurrirme en aquella patética vida tan lejana a estos días; mi transformación. Lo único que realmente dio un sentido a mi vida.

Todo empezó de nuevo aquella mañana y todo seguía igual a cada día entre las cuatro majestuosas paredes de la residencia de mi tío. Los ruidos que hacia la servidumbre al despertar y empezar a faenar, día a día se hacían monótonos a mis oídos ¿Y cómo no iba a sentirme así tras pasarme diez años de mi vida encerrada en aquel lugar? Había días en que los cálculos de los años que llevaba allí tras la muerte de mis padres se cruzaban en mi mente, confundiéndome, podría haber sido ayer cuando murieron en el accidente a mis quince años, que para mí el tiempo siempre parecería eterno y lejano, como si llevara más de una vida encadenada al ser egoísta, abusón y dominador que mi tío era y al que le gustaba sobretodo maltratar a la única familia que le quedaba. Siempre obviamente eso ultima a puerta cerrada de sus invitados y ante los oídos sordos de sus sirvientes. Él no tenía las agallas suficientes de hacerlo en público, aún menos sabiendo que sus actos podrían destruir la imagen impoluta y errónea que se había creado a su alrededor sobre su persona, más aún, desde que me adoptó con todo su buen corazón. Claro que nadie sabía que los impulsos que lo habían llevado a aceptarme en su casa y como una más de los suyos, había sido de todo menos inocente y aún menos, caritativo o misericordioso. Todo lo contrario, la única razón de mi estadía allí era su deseo carnal y la insana obsesión que siempre había sentido hacia mí, no obstante, nunca dio señales de ello o yo jamás se las vi, hasta que siendo demasiado tarde, unos meses después de que me adoptase, me violara como el más animal, bruto y ruin de los hombres, encadenándome cruelmente y adueñándose a base de mi dolor, de lo que jamás tuvo que haber sido de él.

Me sentí la espalda dolorida al levantarme lentamente de la cama y con una mueca de dolor con toda la voluntad que aún me quedaba, conseguí levantarme y enfrentar aquel nuevo día que esperé no fuera como el anterior. Poco pasó para que aquel día que se me presentaba de nuevo gris, adquiriera un matiz más claro y feliz cuando me anunciaron que mi tío estaría atendiendo unas visitas todo el día y parte de la noche, lo que para mí quería decir, que tendría un poco de paz. En los últimos días, sobre todo en las noches, había vuelto a sus persecuciones y la última noche había terminado castigándome por mi osadía de negarme a sus deseos. Por suerte—si así se le podía llamar a eso—sus deseos ahora solo residían en hacerme daño, en de alguna forma exorcizar al demonio que creía que tenía en mi cuerpo y así expulsarlo, en un intento de expulsar sus actos y también, de buscarle a su obsesivo y dañino deseo un motivo de ser. De aquella forma no debía temer por que volviese a atreverse a tocarme de aquella forma y solo debía de preocuparme de sanar mis heridas a tiempo para evitar infecciones y otras enfermedades. Lo malo es que siempre me quedaba débil y enseguida me fatigaba haciendo mis tareas encomendadas junto con las otras sirvientas de la casa, lo cual solo atribuía a sentir más miedo por si a mí tío se le ocurría regresar en mi búsqueda. Fuera como fuere, aquella mañana descansé y se lo agradecí infinitamente. Los huesos me pesaban, la espalda me ardía como recordatorio de la fuerza de sus puños en mi piel y mi pecho derecho que había recibido uno de los impactos iniciales, al respirar dolía como mil agujas clavándose en mi tierna piel, lo que hacía que solo respirar fuera un tormento de por sí.

El día pasó demasiado rápido y cuando me di cuenta, yo yacía tumbada en uno de los salones del segundo piso despertándome de lo que inicialmente había empezado como un descanso y había terminado en una pequeña siesta. Oí voces en el piso principal conversando tranquilamente en la que adiviné debía de ser la salita donde siempre mi tío reunía a sus amistades o socios, alrededor del fuego. Me desperecé sintiéndome más descansada que aquella mañana y dirigiendo mis pasos hacia mi habitación, me encerré y me alisté con otro vestido este de color rojo, sabiendo de antemano que mi tío al irse a dormir me llamaría a mí para que fuera a mostrarle a nuestro invitado donde dormiría y a ofrecerle cualquier cosa que pidiese. Aquí solo era una sirvienta más, una doncella y como tal debía comportarme, por más que odiase tener que verme tan débil y frágil, sumisa ante los demás. Mis pensamientos no tardaron en hacerse realidad y terminando de cepillarme el cabello, oí la voz de mi tío que sin entrar en la habitación me ordenó bajar a servir a su muy honorable invitado. Miré la puerta al oírle irse y deseé poder tirarle el cepillo en su cabeza, más aquel pensamiento solo quedó en eso y tras una última mirada a mi impecable figura, salí de la habitación y baje las escaleras decidida a terminar con aquello rápido y así regresar a mi cama a descansar nuevamente.

Caminé recta y con decisión, en ningún momento titubeé en mis pasos y golpeando con los nudillos suavemente la puerta al llegar, lentamente la abrí y entré encontrándome de frente contra una oscura mirada que lejos de hacer que bajase los ojos al suelo, me hizo tensarme entera. Hasta olvidé unos segundos de respirar ante su imagen y su mirada bañada en el crepitar y las sombras del fuego encendido. Sabia reconocer el poder en una persona con solo mirarla y equivocada o no, aquel hombre destilaba poder por cada uno de sus poros. Tragué duro y dando un paso hacia adelante, me obligué a sonreír — Mi tío, señor Palace, me ordenó bajar a atenderos para proporcionaros cualquier cosa que necesitéis y para más adelante, enseñaros las dependencias que vuestra señoría ocupará. —dije siendo sincera, titubeando en si acercarme más o no —Soy Dashenka, y estaré esta noche y las que se quede a su entero servicio, si no os importa. —y allí tras aquellas palabras, le miré y me sentí atravesada por la fuerza del océano oscuro de su mirada. ¿Quién era? Me pregunté mordiéndome el labio, sin saber que tan cambiaria mi vida desde aquel momento. Y es que ahora me paro a pensarlo, y ni en mis mejores sueños, esto habría podido pasar.
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Mensaje por Abaddon M. Palace Mar Mar 15, 2016 9:51 pm


Nosotros morimos para vivir



Rusia | Residencia Smirnova | Siglo XVI




Me encanta quedarme largos ratos mirando el fuego, sus figuras amorfas, libres, esporádicas. Me relajaba, me transmitía paz, me ayudaba a pensar y en el encontraba un compañero que nunca me abandonaba. Era increíble como un elemento tan fundamental del mundo podía ser tan beneficioso y tan perjudicial para el hombre. El podía calentar los helados cuerpos, con el se podía cocinar, fundir, gracias a él muchas cosas de las que se tenían funcionaban. Pero también podía volver cenizas los campos, devastar pueblos, rostizarnos. En parte yo me sentía como el fuego, puedo ser tu mejor amigo o tu peor enemigo, puedo facilitarte la vida o arrebatártela sin titubear ni siquiera un poco. ¿Acaso debía cambiar? ¿Volverme más simplón? ¿Acaso debía someterme al sistema y ser uno más del montón? No, eso no estaba ni estaría en mis planes nunca. Había venido a este mundo para comerlo y eso era lo que iba a hacer.

La madera sonó y me hizo volver a la realidad, a Rusia, a la casa Smirnova, a su sala -Adelante- Conteste con voz suave para luego ver la manija girarse y notar como de las sombras aparecía una silueta esbelta y llamativa. Su figura sorprendía en aquel lugar, uno se esperaba cualquier cosa menos una mujer así. Aquel vestido se apegaba a su cuerpo de una manera bastante provocadora, por lo menos así lo veían mis ojos. Sin embargo todo eso lo pensé en un par de segundos, junto con la idea de que se veía muy joven, como me gustaban a mi -No tengas miedo, no muerdo- Dije bromeando con ella mientras la analizaba rápidamente notando en ella dolor, angustia y cansancio. Pero con ellos también se encontraba el odio, un odio que nacía de lo profundo de su ser y la hacía mucho mas especial de lo que era. Me levante de forma sutil y camine hacia ella seguro, de forma imponente haciendo valer mi presencia. Me sentía como un león acosando a un pequeño e inocente ratón. Cuando quede frente a ella la mire un poco hacia abajo ya que era más alto, tome su mano con suavidad pero sin pedir permiso y la lleve a mi boca para depositar un suave beso en sus nudillos -Es un placer Dashenka, soy Abaddon... Y si es verdad que vamos a pasar mucho tiempo juntos, te agradecería que me llames por mi nombre.

Luego de aquella petición le devolví su mano para caminar hacia la chimenea y darle la espalda. De nuevo mi mirada se perdió en las madera incandescente -No me esperaba que el señor Smirnova tuviera una sobrina tan joven y bonita- Declare sin tapujos para luego voltearme y mirarla llevándome las manos a los bolsillos -Te noto cansada, ¿estas bien? Por favor, siéntate -Le pedí aunque fue una orden, tal vez abusándome un poco de mi autoritaria condición de vampiro. Volví a girarme y camine hacia una mesa con bebidas, tome una botella de vino y volví junto con dos copas dándole una -Tendrás que disculparme Dashenka, pero no tengo sueño, así que te pido que bebas un poco conmigo -Volví a ordenar clavando mi mirada en sus ojos imponiéndome sobre su voluntad mientras descorchaba la botella y comenzaba a llenar su copa con aquel tinto. Luego de eso llene la mía y me senté a su lado -No te preocupes, solo será un rato, luego te dejare ir a descansar. No tienes porque tener que soportar a un tipo como yo -Aclare.

Entonces en ese momento hice un pequeño silencio para llevarme el borde de la copa a los labios y beber aquel vino. Lo saboree un poco y me quede mirándola con media sonrisa unos segundos - Discúlpame, espero no intimidarte es que me recuerdas a alguien... -Le comente llevando nuevamente mi mirada a las llamas para rebobinar en mi mente siglos y volver a Italia -Sabes, cuando tenía tu edad, mas menos, me enamore de una muchacha. Ella era muy bonita, demasiado, recuerdo que los jóvenes de mi pueblo se peleaban simplemente para poder hablarle -Deje salir un suspiro revolviendo el liquido de la copa con un suave movimiento de muñeca -Su rostro era blanco como la porcelana, su piel frágil y delicada como el cristal -En ese momento levante la copa observando su transparencia- Su cabello era tan negro que se perdía en la noche... y su mirada... su mirada era tan profunda y hermosa que cuando me miraba podía sentir que el mundo se detenía, y que con cada parpadeo de sus pestañas del otro lado del mundo se creaban tornados -No pude evitar reír con suavidad para luego negar con la cabeza -Perdon de nuevo, es solo que te pareces mucho a ella -Declare volviendo a beber un poco de mi copa para luego reposarla en uno de mis muslos.


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Mensaje por Dasha Smirnova Vie Mar 18, 2016 9:06 am

Tu oscuridad gesta luces iridiscentes.
Lienzos de tiempo caen como harapos.
Sobre ruinas nocturnas gira un pájaro ciego,
parvada de recuerdos.

— Marlene Pasini.


En todos estos años me había dado cuenta de que existían diferentes tipos de hombres. Estaban los caballerosos y educados, aquellos que antes de hacerte cualquier mal se azotarían con púas al rojo vivo, los que se lanzarían a lidiar con cualquiera que supusiese una amenaza para ti, y a veces, para ellos. Eran buenos y bondadosos, pero incluso entre ellos existían malas raíces, no os equivoquéis no es oro todo lo que reluce. Luego encontramos los reyes de la mentira, aquellos que te ronronean al oído, te arropan con cariño en las noches más frías y se ganan lentamente su confianza. Estos son los que se te meten muy hondo en tu cabeza y trazan un plan para cuando estás indefensa, confiada, cegada quitarse sus máscaras y apoderarse de aquello que ha venido a conquistar. Sea pueblo, titulo, mujer… ¿Cuántas veces el mundo se había envuelto en el manto de las mentiras y de cruentas guerras por hombres así? Estos reyes de las falsedades son las peores almas existentes, así que nunca os confiéis de las primeras impresiones, incluso de las terceras impresiones, ellos se esconden en cualquier piel.

En el tercer puesto, tenemos los hombres malvados, salvajes; brutos. ¿Qué esperar de ellos? Cualquier cosa ciertamente. Son fríos, hirientes, poco les importaras y si consigues hacerte un hueco en sus sepultados corazones, habrás tenido muchísima suerte, pues ellos no entienden de debilidades. ¿Lo bueno de ellos? Que sabes que son así y van a hacerte daño. Ellos no buscaran engañarte, te vendrán de frente y te dirán como son las cosas. Y por último tenemos esos hombres que acaparan todo lo de nuestro alrededor con su presencia. Nadie sabe si fueron forjados por los dioses, por los diablos o quizás entre ambos, pero son los que suelen mandar, los que obtienen más poder porque saben que quieren, cuando lo quieren, donde y como conseguirlo. Algunas mujeres los llamaríamos; nuestra perdición, otras creyendo ver el diablo en su mirada se ampararían en ruegos a sus dioses rogándoles que no fueran tan temibles y letales con ellas y sus corazones y yo, bueno; yo aún no sabía cómo llamarlos, quizás de momento llamarle Abaddon, sería suficiente.

Su presencia era la más temible de todos los amigos de mi tío y cuando le vi no pude ignorar aquel temblor que se apoderó de mi cuerpo. Su mirada era tan penetrante que sintiendo la imperiosa necesidad de huir, bajar la mirada me mantuve en mi lugar y al contrario de lo que pensé fijando mis azules ojos en sus oscuras orbes le aguanté la mirada los segundos que tardó en cruzar la estancia hasta quedar frente de mí. Había leído en las crónicas de la caballería, mención a imponentes héroes de batallas y ahora, con él en aquel salón, esos escritos parecían tomar vida propia. Noté un hormigueo en la mano que se extendió hasta la nuca cuando sus labios acariciaron la palma de mi mano y sintiéndome enrojecer, me sentí mortificada por sus oscuros ojos — A mi podéis llamarme Dasha, Abaddon. —le contesté con una suave sonrisa tomando por descontado la confianza que me había permitido tomarme.

Por unos segundos esperé que únicamente tuviera sus ojos oscuros, pero cuando su voz llegó a mis oídos, pude sentir que me había equivocado. Todo él era oscuro y poderoso. Tragué saliva y asintiendo a sus demandas como una oveja tonta sigue a su pastor, tomé asiento en el sillón que estaba segura habría ocupado mi tío minutos antes y relajándome cuando mi espalda dolorida sintió el tacto suave de la lona, me acomodé. —Gracias. —susurré tomando la copa que me ofrecía y viendo como el vino tinto empezaba a llenar mi copa, sonreí. —Quizás también me vaya bien esta copa para conciliar el sueño —mentí, pero encontrándome incapaz de negarle nada sin saber por qué, fue la mejor respuesta que pude pensar. No le iba a decir que necesitaba esa copa para olvidarme del dolor de mis últimas heridas, o del miedo que me carcomía por dentro cuando los pasos de mi tío se acercaban a mi alcoba. Todo aquello estaba segura no debía importarle, a fin de cuentas ¿Quién era yo más que una simple doncella en la casa de mi tío? Le miré de soslayo y sonreí apartando la copa de mis labios, degustando lentamente el vino que con suerte, lograba serenarme. — No creo que sea un tipo muy pesado de soportar, normalmente son las demás visitas que tiene mi tío las pesadas, usted Abaddon, parece diferente.

Después de esas palabras y sintiendo mis mejillas enrojecidas me obligué a bajar la mirada y tomando otro sorbo de la copa y sintiendo su mirada escarbando la mía, se la devolví intrigada segundos después. — ¿Ocurre algo…? —Pregunté mordiéndome el labio inferior y ladeando el rostro como una niña curiosa, aparté de la cercanía de mis húmedos labios la copa, meciéndola también en mi mano mientras escuchaba y seguía con la mirada y todos mis cinco sentidos cada uno de los movimientos masculinos. Aproveché para observarle más atentamente y viendo como parecía naufragar en sus recuerdos, viendo en su mirada perdida la misma que yo tenía cuando me acordaba de mi pasado, suspiré y dejé que sus palabras hicieran nacer en mí una dulce sonrisa. —Es la primera vez alguien habla así en mi presencia de una dama. —murmuré una vez terminó y viéndole sonreír, mi corazón en mi pecho sufrió un vuelco. Su blanca dentadura bañada con las sombras del fuego que creaba en la sala, lo hacía aún más imponente, sin embargo, fijándome en la naturalidad de sus gestos, aparté todos aquellos pensamientos de mi atormentada mente. — No creo ser tan bella como para crear tornados, aún menos al otro lado del mundo, pero os agradezco el cumplido—le dije y sintiéndome un poco más relajada, acomodé mejor la espalda en el sillón y con ojos brillantes, anhelantes y curiosos le miré. Estaba completamente intrigada de él. —Pero por favor, contadme más… ¿Cómo terminó esa historia? ¿Ella supo de vuestro amor? ¿La desposó?
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Mensaje por Abaddon M. Palace Vie Mar 18, 2016 10:02 pm


Nosotros morimos para vivir



Rusia | Residencia Smirnova | Siglo XVI




En todo este tiempo hay algo que no aclare, no se si es relevante pero me parece apropiado mencionarlo. Seguramente alguno que otro habrá pensado “¿Pero como hacen para entenderse si uno es italiano y la otra rusa?” Bueno, la verdad es que los idiomas se me dan demasiado bien. No simplemente porque tengo la eternidad para aprenderlos, sino que mi memoria eidética me ayudaba a memorizar cada palabra de cada libro que leo. No digo que puedo aprender un idioma en unos minutos, eso seria demasiado hasta para mi. Sin embargo si se me da unos cuantos días puedo aprender mas que suficiente para desarrollarme de forma normal en el país que sea. Eso si, la pronunciación es un tema aparte que se entrena con el tiempo, nada que unas charlas fluidas con gentes nativas del lugar para poder aceitarme. En cuanto a mi ruso, es bueno, tan bueno que hasta parece que naci en Rusia. ¿Motivo? La verdad es que es de mis idiomas preferidos, el poder de las palabras, aquel acento, era algo que me encantaba. Puedes decirle a alguien que desconozca, algo tan básico como “Buenos días, ¿como estas?” y este se asustaría al pensar que lo estas insultando, o amenazando. Aunque es una idiotes, aunque es solo una apreciación mía sin mucha relevancia, el acento ruso es violento.

Ahora si volviendo con lo que realmente importa, la mujer, esa muchachita de piel suave y delicada que pedía a gritos una buena mordida –Dasha… -Murmure bajo repitiendo la abreviación de su nombre mientras la miraba a los ojos.  La observe sentarse y medio sonreí comenzando a servirle vino –Al parecer tu cuerpo necesitaba la comodidad del sillón –Dije al verla acomodarse en los cojines que eran cómodos y esponjosos –Nunca viene mal una copa de vino, y sabe mejor cuando estas acompañado –Aclare guiñándole un ojo mientras tomaba asiento a su lado y comenzábamos una agradable conversación –Gracias, me sentiría muy mal si me dijeras que me parezco a los demás. Espero no sonar egocéntrico, pero me gusta sentirme único –Dije bromeando un poco con ella observando el liquido de mi copa.

No pude evitar empezar a hablar del pasado, un pasado lejano que sin embargo, para la vida de un vampiro, es muy cercano. Un pasado pisado pero no olvidado, recuerdos que siempre van a estar en mi cabeza para no dejar que me olvide de mi vida como mundano. Lo frágil y débil que era, lo simplón, no me diferenciaba de nada ni de nadie. El solo pensar en eso me genera rechazo, asco, me cuesta pensarme de esa forma tan vulnerable. Ustedes saben perfectamente lo que se siente, no es su culpa. Ese sentimiento de saber que tu vida tiene una fecha de vencimiento. Que tus órganos se empezaran  a pudrir poco a poco, que tu piel se arrugara, que tu simple existencia será algo intrascendente para el mundo. El sentir débil de forma constante, que cualquier cosa con filo pueda cortarlos, o que un simple mal paso pueda generarnos una torcedura de tobillo.

Supongo que nunca estuviste con alguien que sepa apreciar la belleza por fuera de lo carnal –Y con carnal me refería claramente a lo sexual. Para aclarar esta aclaración, quiero dejar constancia que a pesar de estas palabras el sexo es algo que me fascina. Ante aquel humilde comentario que hizo no pude evitar negar suavemente con la cabeza. Lleve mi mano a su mejilla y con el dorso de esta acaricie suavemente su piel –A veces uno ignora hasta lo mas evidente Dasha… -Aquella es una lección que todos deben aprender en la vida, principalmente los mundanos que viven entre seres distintos a ellos y la gran mayoría ni siquiera lo nota.  Entonces la rusa no pudo evitar hacer aquellas preguntas tan complejas que me hicieron alejar mis dedos de su rostro de forma sutil. Me gire un poco para mirar hacia el frente justo hacia la chimenea –Voy confesarte algo que muy pocas personas saben, la verdad es que mis padres eran simples campesinos sin demasiado dinero. No nos faltaba comida en la mesa, pero tampoco podíamos darnos lujos, es más, por esa época yo era el único de mi familia que sabía leer y escribir –Comente con media sonrisa rememorando viejas épocas –Ella era de una noble familia de Florencia, y con sinceridad no hay que ser un genio para saber que aspirar a una mujer asi era una locura. Mas cuando montones de niños ricos estaban detrás de ella con mis mismas intenciones -Suspire bebiendo un poco mas para luego volver a sus ojos –Pero yo hice lo que ninguno de los otros hizo, simplemente me acerque y le dije lo bonita que me parecía y que me encantaría dar un paseo con ella –Reí con suavidad –Ella lo único que quería era sinceridad y valentía, y ninguno había sido valiente como para ser directo con ella. Tal vez por temor al fracaso, quien sabe…

Y fue asi, que un chico sin un futuro prometedor enamoro a una noble señorita… Con actos simples –Me acerque un poco a ella haciendo que una de nuestras rodillas se toquen. Lleve mi mano a su oreja y acomode con sutileza un mechón de cabello detrás de ella – A ella le encantaba que hiciera eso todo el tiempo… o que… -Lleve mi mano a su mentón y lo sujete para poner mi dedo pulgar en sus labios y acariciarlos –Acariciara sus labios con los míos… -Baje mi mano lento hasta la suya que estaba libre y la tome –Que sujetara su mano de forma celosa y protectora…  o que –Me mordí suavemente el labio inferior soltando sus dedos, los míos bajaron hasta una de sus piernas y empezaron a raptar lento por su pantorrilla hasta que se metieron debajo de aquel vestido rojo – la llevara al granero de mi familia, la tirara en la paja y… -Mi mano llego a la cálida parte interna de su muslo –Abriera sus piernas para meterme entre ellas y hacerle el amor tarde tras tarde –Comente con lujo de detalles  para luego retirar mi mano lentamente de su pierna y continuar normalmente con la charla.

Luego de unos años su padre se entero de lo nuestro, a ella le arreglaron matrimonio con un ingles adinerado y para que no me maten mis padres me enviaron lejos de casa. Luego de un tiempo cuando ellos murieron vendí las tierras y supe donde invertir bien el dinero, y aquí estoy –Dije resumiendo absolutamente toda una mentira en un par de palabras. La verdad había sido muy distinta a esa, principalmente porque tenia seres con largos colmillos, mucha sangre y omitía la parte en que había matado absolutamente a todos los Abatangelo, incluyendo a mi amada y estúpida Anna. Claro esta que no podía contarle todas esas verdades ya que no seria capaz de comprenderlas –El amor es asi Dasha, un día lo tienes y al otro no. Por eso es importa disfrutarlo mientras se puede… Luego todo se acaba tarde o temprano.


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Mensaje por Dasha Smirnova Miér Mar 30, 2016 7:53 am

Anoche inventé un nuevo placer,
y cuando lo iba a disfrutar por vez primera,
llegaron violentamente a mi casa un ángel y un demonio.
Entraron en mi puerta y disputaron acerca de mi nuevo placer.
Uno gritaba: ¡Es un pecado!
Y el otro decía: ¡Es una virtud!

— Gibran Jelill.


¿Qué sabría yo para aquel entonces, del amor? Echando la vista atrás, hacia los años y gratos recuerdos de mi acomodada infancia puedo recordar, atisbar y acariciar con los dedos muy suavemente algunos recuerdos de lo que era sentirse amada, querida y protegida. Mi madre siempre me amó. Aún en ocasiones me acuerdo de su rostro difuminado al paso del tiempo, cantando conmigo o leyéndome algunas de esas tantas historias que cada noche quería que me contase antes de ir a dormir. Siempre fue una buena madre, una de las más atentas y protectoras, y mi padre, pese a sus ausencias de trabajo, de reuniones o guerras, él también me amaba. A su forma claro estaba de hacerlo y demostrarlo, pero en mi interior siempre supe que con que no me faltasen ellos a mi lado, todo estaría bien, que el camino a seguir sería un camino de rosas. Más por aquellos tiempos olvidé que las rosas siempre tienen y llevan consigo las espinas; lo que claramente complicó aquel camino que yo pensé sería mi vida hasta truncarlo y hacerlo desaparecer de un plumazo de mi futuro. ¿El caprichoso destino y sus tornas? Quizás sí, ahora que soy inmortal no creo en el destino, ya que este puedo ser yo al decidir si arrebatar una vida o salvarla, convertirla. Yo puedo ser el destino caprichoso de muchas almas humanas, no obstante, para esos tiempos, aquel cruel destino fue mi condena.

Muy poco descanso en estos días, y demasiadas horas levantadas, aunque si llegase a oírme quejarme mi tío, me mandaría a azotar, así que le pido no diga nada. —reí acomodada con la copa en la mano mientras le oía, sin perder ni un instante su mirada de sobre la mía.—Aún menos me podría sentar después de ello. —añadí esperando que se lo tomase como una broma y no como la realidad que era el estado de mi espalda. Removí la copa en mi mano y tras un sorbo, reí ante sus palabras en las que decía que él era único y que no esperaba menos. —Sin duda, no sois como los demás. Dudo que pudieráis serlo —asentí con una sonrisa, totalmente de acuerdo  y mirándole fijamente para cuando acercó su mano a mi mejilla, al rozar su fría piel la mía, cerré los ojos disfrutando de aquella caricia que por otro lado, llevaba años sin sentir. Ese tacto con el que me acarició, era desconocido para mí, y poco me importó su baja temperatura en ese momento, ahora solo podía pensar que aquella cercanía era lo más cercano a amabilidad y protección que en años me había faltado.

¿Quién era? ¿Cuál era el motivo por el que fuese amigo de mi tío? ¿Y cómo podía un hombre así, rodearse con mi tío? Eran preguntas que en mi cabeza seguían taladrándome sin entender nada, aún menos el motivo por el que un hombre de su talante pudiese aceptar encontrarse con mi tío. Mi familia había sido importante y con mi adopción, mi tío había subido de rango tras quedarse a expensas de todo lo de mi familia y el apellido que ahora únicamente compartía conmigo. Dentro de la cabeza de mi tío, se podía decir que parecían haber sentimientos buenos, más era todo lo contrario; El egocentrismo, la superioridad, la soberbia tan arraigada en su persona y una extraña maldad que corroía sus venas, eran entre otras cosas todo lo malo que contenía su ser y que para bien o para mal, parecía que solo yo lo conocía.

Su mano me acarició el rostro y mordiéndome el labio al apartar la mano, abrí los ojos y le seguí con la mirada, preparándome para oír lo que tuviera que decirme, la historia que le había pedido me contase. Y como fue de esperar, no me defraudó ni un instante. Desde que su voz volvió a hundirme en su tono envolvente, me encontré imaginando en mi mente cada una de las escenas que él me relataba, imaginándome así su vida. Al principio, sentí sorpresa. Nunca habría parado a pensar que aquel hombre ante mí, hubiera nacido de campesinos, sino que por todo lo contrario, viendo su talante y su forma de hablar, habría jurado estar frente a alguien muy importante e incluso, un hombre de la realeza. Mi tío me había tenido desde los quince años encerrada en su mansión y no conocía mucho del exterior, así que por mi Abaddon podría haber pasado como un rey o un príncipe, que yo le habría creído a pie juntillas.

La historia fue avanzando y yo, como una niña ávida de nuevas historias que me hicieran soñar lejos de aquella cárcel que debía llamar hogar, dejé que sus palabras me reconfortasen llevándome a un lugar lejos de aquel sillón y de las tierras gélidas de Rusia. Sin embargo, de un momento a otro regresé a la realidad cuando sus rodillas tocaron las mías y viéndole tan cerca de mí, suspiré sin saber cómo sentirme cuando sus de él se deslizaron de mi oreja hasta el mentón y de allí, a acariciar mis labios mientras yo me quedaba inmóvil, aterrada. La única vez que alguien había traspasado mi espacio personal, había sido para tomarme en mi contra y sin pocos miramientos, al final lo consiguió.

Mi tío, el innombrable de mi tío era el culpable de mi miedo, más cuando los dedos de Abaddon rozaron mis labios y estos temblaron al tiempo que entreabrí la boca, un sentimiento muy diferente al del miedo floreció en mi cuerpo. Le miré fijamente con mis ojos brillantes y azules como el salvaje océano y jadeé sin saber que decir. Mis ojos fueron a nuestras manos y de allí de nuevos a sus ojos, a su boca… a aquellos labios que se mordía y jadeando al sentir el cosquilleo de sus dedos por debajo el vestido, mi piel se erizó y miles de llamas parecieron devorarme cuando su mano acarició tan cerca de mi intimidad, que la sentí palpitar, reclamando su atención; sus caricias. —Tarde tras tarde… le haciaís el amor. —Asentí repitiendo lo último con un tenue hilo de voz más bien entrecortada, ronca. Me relamí el labio inferior y mordiéndomelo para cuando la mano tan pronto acarició mis muslos, se apartó, dejé escapar un leve gemido y entorné los ojos, volviendo a posar mi mirada sobre su figura.

¿Cómo podía haberme acariciado de esa forma, haberme despertado esos sentimientos… y haberse apartado con la tranquilidad de quien inocentemente, solo cuenta una historia a los niños para dormir? Ahora el ligero dolor de mi espalda, había quedado relegada a un segundo lugar y únicamente los estragos de sus caricias, perduraban en mi cuerpo. Tensé los muslos con fuerza, desconociendo aquel deseo que había despertado con sus caricias y lentamente, me levanté del sillón. —Es injusto que encontrarais vuestro amor y luego este os fuera arrebatado, tal como es injusto que un día seamos alguien y al día siguiente; no seamos nadie… —Dije lo último más pensando en mi historia y sonriéndole, antes de que pudieran absorberme los pensamientos que pudiese tener, le di un segundo la espalda encaminándome hacia una de las sillas cercanas desde donde colgaba una bata de seda que solían ser para los invitados. —Así suele ser la vida, tan efímera, tan egoísta que cuando la disfrutas, esta se te es arrebatada. —Suspiré después de mis palabras y tomando la bata con sumo cuidado para no dañar las telas tan finas que la constituían, llegué ante él de nuevo y se la mostré — ¿Me permitiríais? —Le pregunté esperando que me dejase ponérsela por encima, me adelanté unos pasos más hacia él, y tomando una de sus manos con la mía que tenía libre, la acerqué hasta mis labios y acariciándo el dorso en un suave, muy suave beso, sonreí contra aquella piel helada. Era tan distinto todo él, al tacto, cuerpo y alma de mi tío, que pareciera que me encontrase como polilla volando demasiado cerca de la luz. Incluso, pareciera que estuviese a punto de quemarme, de hundirme en una lava muy distinta a lo conocido hasta ahora. Y ahora debo decir que así fue, aunque para aquel entonces, yo aún desconocía el mundo que estaba por mostrarme. —Estáis helado, Abaddon —susurré. Alcé la mirada y le miré ligeramente sonrojada— dejadme aliviar ese mal, proporcionándoos un poco de calor. —Las palabras brotaron de mis labios sin poder contenerlas y sin saber si aquello último me refería a la comodidad y a la calidez de la bata, o de la de mi cuerpo, dejé que fuera él quien dictase el veredicto, o más bien; mi sentencia.
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Mensaje por Abaddon M. Palace Miér Mar 30, 2016 11:16 pm


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A decir verdad no recordaba a la última persona a la que le había contado esa historia. Mejor dicho, no recordaba si se la había contado a alguien. No es como si mi pasado fuera un misterio, sin embargo es el pasado el que muchas veces te condena. No hablo de cargo de conciencia, de pesares, nada de eso. Hablo de que es difícil derrotar a un nombre del que no sabes absolutamente nada. Mientras menos supieran los demás de uno era mejor, aunque claro está que es muy complicado evitar mostrarse como se es en verdad. En este caso la muchacha se mostraba como era, sin embargo mentía y no me molestaba que lo hiciera. Sus ojos desmintieron aquellas palabras que sonaron a broma. No solo su mirada, sino su cabeza, su esencia, aquello que irradiaba. Estaba lejos de ser alegría, felicidad, más bien era todo lo contrario. Era increíble como aun podía existir una pequeña llama de vida en ella que seguramente ya no tenía nada porque vivir. Si vivía con su tío no tenia padres, claramente este la maltrataba y usaba a gusto. No parecía ser de esas muchachitas que salían con amigas, o que disfrutaban en verdad de algo.

La verdad pienso que jovencitas tan lindas como usted deberían ser cuidadas como reinas - Admití observando la copa de vino en sus manos - Además, tampoco permitiría que su tío le haga algo en mi presencia -Entonces en ese momento que mis dedos recorrieron su mejilla entendí todo. La forma en la que se puso luego de aquel mimo fue de alguna forma tierna. Por un segundo se volvió una cachorrita frágil e indefensa, mejor dicho, siempre lo fue solo que en ese momento lo dejo ver. Ella necesitaba afecto, cariño, necesitaba que alguien se preocupara por ella y la protegiera de cualquier mal. Podía verlo con claridad en sus ojos, en sus palabras, con cada respiración -Al parecer no le agrada el circulo social de su tío señorita Dasha -Comente con media sonrisa divertida para luego retirar mi mano de su rostro. Era entendible, conociendo a ese tipo no podía imaginarme muy buenas personas a su alrededor. Era increíble como las lacras se entendían entre ellas y se agrupaban como cucarachas. Lo más divertido de todo es que de alguna manera se comportan igual, al ver que las descubren salen todas huyendo. Lo mismo pasa cuando matas a una, ninguna correrá a ayudarla, simplemente escaparan para no sufrir el mismo castigo. Estos tipos son así, si te metes con uno los demás harán la vista gorda ya que no les preocupa nada más que sus propios negocios.

Entonces comencé con mi historia, algo deformada, algo incompleta, pero en esencia era eso. No muy distinta a otras historias de amor que no pudieron ser, exceptuando la parte de los vampiros claro está. ¿Que porque le contaba todo a eso a una mujer que había conocido hace apenas unos cuantos minutos? Es una pregunta difícil de responder, tal vez tenga varias respuestas. Por un lado ella parecía anhelar saber que era lo que sucedía del otro lado de esas paredes, en otras ciudades, en otros países. Por el otro, no está mal ponerse a rememorar viejas épocas de vez en cuando frente a una chimenea con un poco de vino y buena compañía. Pero había una tercera respuesta, esa era particularmente mía. ¿Que cual es? No quiero que me vean como un débil, pero en mi interior tenia la necesidad de hacer un pequeño descargo de mis males pasados. Necesitaba que alguien me acobijara en sus brazos y me consolara como un niño y me dijera que todo aquello ya había pasado.

Y en el momento que empecé a tocarla supe con certeza que provocaría cosas en ella. Era normal, primero porque yo era un hombre y ella una mujer. Segundo es que estaba seguro que nunca nadie la había tocado como yo en ese momento, de forma sincera y carnal pero sin buscar usarla. Y tercero es que de forma irremediable era un vampiro y era normal que sedujéramos con simples actos insignificantes. Admito que tal vez me puse a jugar con la rusa, busque prenderla, busque derretirla como chocolate al lado de una fogata. Cada palabra, cada caricia, cada suspiro tenía el fin de excitarla. Y la verdad es que cada una de esas cosas funciono. En un principio vi claramente el terror apoderarse de ella, tal vez el terror a volver a pasar por las cosas que fuera que le hacia su tío. Pero luego entendió que esto iba a ser diferente y casi como una botella de alcohol al tocar el fuego se prendió en llamas.

Tarde tras tarde... -afirme a su murmullo sonriéndole de lado ya que me agradaba verla de esa forma tan vulnerable, tan débil e insignificante, tan bonita. Sus palabras siguientes me hicieron reír con suavidad -Vivimos en un mundo injusto mi señorita, gente que no vale monedas nos gobierna. Hijos de campesinos condenados a ese futuro y con ello sus hijos y los hijos de sus hijos. Padres golpeadores, tíos golpeadores... -en ese momento hice una pausa mirándola fijamente haciendo clara referencia a su historia - Somos una sociedad que naturaliza la injusticia como si fuera algo normal, la verdad es que si lo deseamos poder acabar con ella -Aclare de alguna manera dándole un mensaje algo subliminal - La vida puede ser como nosotros la queramos, solo tenemos que tener la valentía de tomarla y cambiar las reglas establecidas... ¿Usted tiene ese valor Dashenka?- Pregunte llamándola por su nombre completo para luego ver su espalda. Empezó a alejarse de mí hacia una silla y de ella tomo una bata, vivió y me pidió permiso para colocarla a lo que asentí. Me pare y quedamos frente a frente, tal vez más cerca de lo que nunca habíamos estado. Tomo mi mano de forma atrevida y el beso haciéndome suspirar suavemente. Sus palabras fueron audaces, lanzadas me tomaron un poco por sorpresa pero no me desagradaron en absoluto -Supongo que no me acostumbro a su clima... -Dije escapando de mi naturaleza helada para luego asentir sin decir nada y entrelazar sus dedos con los míos. En silencio bebí toda mi copa de vino antes de dejarla sobre la mesa y comenzar a caminar hacia las escaleras. No hacía falta decir mucho más, su propuesta había sido clara y era de mala educación negársele a una mujer que hacia semejante pedido de cariño. La mire caminando a mi lado con su vestido rojo, era tan delgada y frágil que aumentaba mas mi excitación, me hacía sentir mucho mas superior.

Entonces me indico la habitación y asentí girando el picaporte para hacerme a un lado y hacerla pasar primero. Una vez ambos adentro selle la entrada detrás de nosotros y puse el pestillo para que nadie nos molestara. Di un largo suspiro y la abrase por detrás por fin eliminando cualquier espacio entre nosotros, mis manos recorrieron su vientre apegando su trasero a mi paquete y mi boca fue a su cuello, deseaba morderla, deseaba hacerle tantas cosas. En aquel lugar mi mascara se podía dejar caer un poco, mostrarme como en verdad era aunque sea una mínima parte. Dejar salir mis instintos mas básicos, esos que me hacen lo que soy, esos que me ayudaron a sobrevivir ante todos y todo lo que se cruzo en mi camino - Me gustan las mujeres directas, son mis preferidas -reconocí en su oreja atrapándola con mis dientes - Y más si son jóvenes y bonitas como usted... -suspire dándole una leve lamida al lóbulo de su oreja. Entonces una de mis manos fue a la cremallera de su vestido y lentamente comenzó a bajarla, poco a poco, liberando centímetro a centímetro su piel. Luego de eso mis manos fueron a sus blancos omoplatos y se abrieron hacia los lados comenzando a bajarle el vestido para dejarlo caer por sus piernas como si fuera sangre que chorreara su cuerpo. Cuando este toco el suelo la aprecie por completo y no pude evitar que mis manos recorrieran su espalda desnuda llena de cicatrices, mis dedos comenzaron a marcar con suavidad sus viejas y nuevas heridas para luego llegar a sus caderas y tomarlas con autoridad -Las cicatrices, sean en el cuerpo o en nuestra cabeza, nos forjan... -Susurre apoyando mi mentó en uno de sus hombros para luego tomar su mano y girarla. La tome de nuevo del mentón y se lo levante obligándola a que me mirara, entonces en ese momento no necesite decir más. Le regale una mirada llena de lujuria pero también inspiradora de confianza, en mis brazos ella iba a estar bien, en mis brazos no tenia que temerle a nada ni nadie. Lentamente acerque nuestras bocas y de una vez por todas selle eso que desde que nos habíamos conocido estábamos retrasando. Nuestros labios se unieron y comencé a besarla con pasión pero sin prisas, disfrutando del gusto de sus labios. Lentamente metí mi lengua en su boca y empecé a masajear la de ella dominándola por completo y demostrándole que yo llevaba el control de aquella situación -Ayúdeme con mi ropa, Dasha... -Pedí casi rozando la orden mientras entre besos y lamidas la llevaba al pie de la cama.


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