Caminando sobre la sangre [+18]

Lo que antes había sido una mirada de ternura, ahora podía observar gracias al claro oscuro de la noche, el terror que albergaban sus acuosos ojos y la agonía que poco a poco se iba abriendo paso mientras robaba un poco de la luz de vida. Su cuello blanco, antes níveo y terso, ahora se encontraba siendo maniatado por sus manos que no daban cabida a segundas oportunidades, pues al vago intento por parte de esta por liberarse, apretujaba tal cual compactadora mientras disfrutaba con regocijo enfermo el placer que le proporcionaba las últimas inhalaciones de la mujer que cada vez se iba tornando más roja por la presión y más quieta como tiesa por la vida que se le estaba escapando. Sabía el tiempo que le tomaría para que perdiera la consciencia para luego dar paso a la muerte, pues aunque estuviera enceguecido del placer sin culpa por su acción presente, sabía tanto como él, todo lo referente al cuerpo humano.  
Sin mucho esfuerzo, condujo a la chica a la fuente más cercana en el callejón donde se encontraban e introdujo con violencia la cabeza de esta en el agua sin dejar de presionar su cuello, luego la sacaba del agua para observar los cambios físicos por el dolor, además de gruñir de placer al notar la delgada línea de sangre que se inyectaba en su esclerótica como en el vacío de sus parpados inferiores. Volvió a introducir la cabeza de la chica en la fuente hasta que esta por completo dejo de realizar acción alguna. Su cuerpo estaba en una paz absoluta y con un tenue color azulado que se notaba por encima de su tono natural ahora un poco más blanco sin llegar a ser pálido... Todavía.  
Se retiro complacido y se detuvo a observar la escena como quien juzga una obra de arte. El cuerpo de la joven mujer se encontraba inclinado hacia la fuente con los brazos totalmente caídos en el suelo y el vestido completamente sucio por la mugre del lugar. Su cabeza un poco ladeada por la forma en que la había soltado, totalmente hundida hasta la nuca con la mirada llena de temor y angustia mirando el fondo. Toda una majestuosidad, justo lo que buscaba para inspirarse en nuevas oportunidades, una imagen que solo podía ser sacada del infierno de Dante. Retrocedió aun más sus pasos sin dejar de observar aquello completamente extasiado como quien tiene un orgasmos, tanto que los gruñidos por los espasmos de placer se le escapaban sin poder detenerlos. ¿Se consideraba un animal? Tal vez, mientras él no se encontrara presenté con sus preceptos y prejuicios.  

Unas voces lejanas pero que amenazaban acercarse al lugar, le avisaban que tenía que retirarse lo más rápido posible, así que tomo su típico bastón y se arreglo la vestimenta para retirarse con la cautela de un gato no sin antes darle una mirada preventiva al lugar en busca de pruebas. Como siempre, todo impecable. Dio vueltas por varios callejones cada vez más oscuros y pequeños mientras pensaba en su victima. Una mujer joven y hermosa, pero con la desgracia de ser no más que una simple "cortesana"... Una desdichada cortesana que ahora le serviría de prostituta a satán pues había tenido la suerte de que se la había topado en su hora de servicio, transitando sola las calles empedradas. Un mareo lo puso en alerta, le estaba empezando a faltar el aire y la vista se le nublaba. Él pronto regresaría para tomar su lugar correspondiente y salvarlo de una posible tragedia. Cerro los ojos y los apretó con fuerza mientras se recostaba contra los muros del estrecho camino; estaba muriendo, al menos por esa noche.  




Le pesaban los parpados, tanto como para no desear abrirlos de nuevo y si a ello también sumábamos el palpitante dolor de cabeza que se asomaba de apoco, lo único que le provocaba era quedarse en el lugar inmóvil, pero debía continuar en búsqueda de más pistas. ¡Total! ¿Para que otro propósito alguien como él se atrevería a moverse por aquellos sectores tan bajos de Paris? Siempre tenia que haber un motivo, y lo suyo no era más que una insana necesidad de resolver los misterios que estaban atacando el bajo mundo. Abrió los ojos sin mucha delicadeza y termino su trayecto por el callejón oscuro con total tranquilidad pues no era vulnerable a nadie y ninguna criatura de la noche. Estaba consciente de como había llegado ahí, pero lo que no sabía es como había mojado sus guantes blancos, podía suponer que perdiéndose en sus hipótesis tal vez hubiera posado las manos en alguna pared húmeda pues también habían rastros de suciedad en estos. No le siguió dando importancia a los hechos y se concentró en llegar a otro callejón un poco más iluminado y ancho que se sobre entendía era el principal que te llevaba de vuelta a las calles parisinas.  

Se retiro los guantes mojados de sus manos y los guardo en el bolsillo de su saco sin soltar el bastón que sostenía con el antebrazo contra su cuerpo. No había nadie hasta que comenzó a caminar más al norte donde se podía visualizar un grupo un poco grande de personas dispersas de todo tipo de clase social. Lo más lógico es que estas habían venido del sur por el callejón amplio hasta llegar a donde se encontraban y tal como él sacaba la deducción, lo mismos pensarían estos. Saludo a unos cuantos con un gesto de su cabeza y se detuvo en un puente improvisado de piedra esperando encontrar algo, una especie de pista que lo sacara de sus noches de insomnio. Una mano delicada se poso sobre sus hombros que lo obligo a voltearse para encontrarse con una mujer en frente de sí.

- Buenas noches .-Consiguió articular esperando que la mujer que se cubría tras el sombrero grande alzara la vista y así poder determinar quien era.

Como dos agujas clavo sus ojos encima de la mujer. De apariencia joven, piel estilizada, cabello hidratado y en perfectas condiciones, pero en ella faltaba esa inocencia que caracterizaba a las doncellas de sociedad.
Escudriño con su vista el cuerpo de la mujer, quedando así, expuesto a ser juzgado por infame y tachado como un pernicioso, pero debía buscar que llevaba a la falta de pureza en su mirada que era robada por una astucia lujuriosa y picardía jovial.

Su vestido hablaba un poco, pues no podía ocultar este el entalle forzado que entonaba una estreches en su cintura que delineaba las curvas de pera que poseía, aun así como buen amateur sobre los conocimientos de Medicina, sabía que él no dar le espacio a la cavidad torácica solo traía como consecuencia futuros problemas respiratorios, agregando que los senos que ahora se veían abultados y carnosos, pronto tendría un declive hasta la altura de su barriga sin que esta pisara al menos los cuarenta años. Cadera ancha y prominente, igual de enmarcada que su cintura, pero delataba la juventud de su poseedora. Enaguas cortas y a la vista, le decían que no era mujer que le importara el escarnio público y si a esto le sumamos, que le estaba pidiendo un tabaco sin presentación alguna como también la falta de protocolo pues su ausente acción típica y clásica del saludo entre personas del norte de París, le estaban dando la conclusión que necesitaba, sin obviar la caricia sutil y sugerente que había proporcionado a su brazo como una invitación a pecar.

- Cortesana o Clase media.-Pensó una vez que inclinaba su cabeza cumpliendo con la formalidad y norma de los saludos entre las persona.- Me temo que voy a decepcionarla, Madame, pero carezco del vicio al tabaco… Aun así, podría conseguirle uno para su deleite.-Una sonrisa se asomo en su rostro mientras ofrecía su brazo para que esta lo tomara manteniendo el otro apretado contra su regazo sosteniendo el bastón.- Si usted desea, puedo escoltarla pues la noche suele ocultar a las más viles intenciones y no quiero que me mal interprete, solo quisiera actuar como un protector o ángel, ya que aunque estoy seguro que ha de saber defenderse, nunca esta demás una mano aliada que te cargué el escudo y sirva de muralla.-Quedaría expuesto a comentarios impropios hacia su persona y su imagen, pero más allá de querer obtener un beneficio carnal de aquella charla, era información lo que lo motivaría a pisar la raya que se tenía prohibida