Rébecca Poiré ID

Psicología

Rébecca es una persona abierta, sociable, comunicativa, extrovertida, que transmite alegría de vivir y aprecia los intercambios con los demás. Es individualista, y está dispuesta a hacer grandes esfuerzos a fin de llevar a cabo sus proyectos, ya que tiene una voluntad y una ambición a toda prueba. Dotada de una gran sensibilidad, a veces parece reservada, discreta, tímida.
Con la madurez aparece su fuerza, su sentido de la responsabilidad, su determinación, y su capacidad para ocuparse de los demás y guiarlos. Perspicaz, intuitiva, posee una excelente escucha, y sabe ser una amiga atenta, como así también una sensata consejera. Independiente, original, honesta, voluntaria, Rébecca posee, sin dudas, una personalidad completa. Esta enamorada de la vida y de Dios, pero el problema que tiene en la actualidad es que quiere algo más. A sus 21 años no se imagina viviendo más una vida así de solitaria. Lo único que pasa es que tiene la sensación de que atrae solo a hombres no deseables.

Historia

Rébecca nació en París, en el seno de una familia de Clase Media. Sus padres, a diferencia de muchos matrimonios de la época, se casaron por amor. Cuando empezaron su vida justos no tenían riquezas, ni tampoco muchos deberes ya que cada uno provenía de una familia numerosa. La riqueza la fueron consiguiendo con el tiempo. No buscaron los hijos pronto sino que se centraron en tener lo necesario para vivir cómodamente. Cuando su padre consiguió ser medico y tener un digno hogar, decidieron ir a por los hijos. El primero fue un chico que era muy griton, pero protector con los suyos, y luego fue Rébecca. La nombraron así por su abuela materna, la cual murió poco antes de nacer ella. Desde pequeña Rébecca mostró mucho respeto por sus padres, y como siempre recibía la visita de su tío paterno que era cura, se empezó a enamorar de las historias de la biblia que él le contaba. Cada vez que venía estaba muy atenta a sus palabras, era algo así como su ídolo y eso se notó aún más cuando entró en la adolescencia. Sus hermanos no entendían esa fascinación por la biblia, y tampoco como podía sentirse interesada por una vida casta sin descendencia, pero para ella nada importaba cuando estaba en la iglesia rezando a Dios.

Su tío, al ver que tenía una sobrina tan devota, la animo a estudiar y a hacer teología, pero no la animo a convertirse en monja. Al contrario, él creía que su talento se iba a desperdiciar si la animaba a ser monja. A los 15 años la presentó a un amigo suyo que trabajaba en la inquisición y ese amigo llamado Laurence, la tomo bajo su protección. No entro en la inquisición hasta bien entrados con 18 años, pero durante todos esos años estuvo estudiando y ayudándolos. Laurence la cuidó como si de su propia hija se tratara. Le enseño a defenderse porque había criaturas malas en el mundo, pero no le enseño a identificarlas. Fue cuando tuvo 18 años y entró en la inquisición que se enteró que clase de criaturas había.

Se sintió fascinada por ellas a la hora de investigar, pues debido a sus conocimientos teológicos había entrado en la fracción número dos.  Los vampiros le daban miedo, por ser seres que necesitaban de otros para sobrevivir, pero entendía que ellos estaban en lo alto de la cadena alimenticia. Solo los licántropos se libraban a su control. Aquellos seres no tenían la sangre buena para servir de sustento a aquellos vampiros y se sintió totalmente intrigada por lo que en sus ratos libres investigó más sobre ellos. Los licántropos eran los que más le gustaban, pero no podía decirlo en voz alta y tampoco debía pensarlo, pues era pecado eso.

Fue poco tiempo después que vio a su primer licántropo. Un condenado, de otra fracción totalmente diferente a ella, se acercó un día para presentarse. Su tono de piel, sus ojos, su sonrisa, todo la invitaba a acercarse y tocarlo, pero a lo más que llegaron en aquel encuentro fue a un beso decidido en la mano por parte de él. El licántropo condenado se había visto afectado por la belleza de la pequeña humana, pero era acertado decir que también Rébecca se había visto afectada por él. No era tan atrayente su cuerpo, como su naturaleza. Dominaba el lugar cuando entraba en la habitación y a ella se le secaba la boca con anticipación. Aquel condenado fue una constante en su vida desde ese momento. La seguía por todas partes, la cortejaba aun sabiendo de que era la chica más pura de la fracción numero dos y probablemente la única en mantenerse virgen y sin besar a nadie. Por otro lado Rébecca se sentía halagada, pero con el tiempo notó algo en la actitud del hombre que no le gustaba. Ella no quería perder su pureza, ni quería una amistad muy profunda con él porque el efecto inicial de conocerlo se había evaporado y su naturaleza ya no podía ocultar las barbaridades que su persona pensaba y su boca soltaba. Con una personalidad bastante machista, intentó doblegar la voluntad de Rébecca varias veces, hasta que Laurence intervino y mandaron  lejos a ese hombre.

Rébecca esa experiencia con aquel hombre la hizo tener dudas sobre si realmente deseaba aquello. Amaba a Dios, le gustaba su trabajo, pero también quería algo que su hermano tenía y ella no. Quería tener una familia como él había hecho, tal vez un par de hijos, pero también estaba preocupada de si realmente estaba estropeada para los ojos de algún hombre. Su pureza al parecer la había rodeado tanto que ya no había hombre normal que la mirase con deseo.