AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Verte otra vez [Rebecca]
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Verte otra vez [Rebecca]
“Es un maldito encuentro desafortunado”
Esa noche me encontraba tan cansado, tan embadurnado en mí mismo que no noté cuando fue que llegué a aquel bar mediocre en las proximidades del centro de Paris, estaba cerca del puerto al mismo tiempo, por lo que en su mayoría se trataba de bárbaros y piratas que sin más estaban bebiendo hasta desmayarse. Había pensado seriamente la idea de beber hasta que se me nuble la vista, pero eso solo podía pasar si lo hacía con sangre y alcohol y siquiera tenía las más míseras ganas de matar a alguien lentamente, observarle como se le iba el alma mientras cerraba los ojos y terminaba en las profundidades del más allá. No, por lo contrario, me pedí una botella de un vino que al igual que toda esa pocilga parecía haberse procesado y pisado tan solo con las manos. Era asqueroso, pero al menos tranquilizaría mis colmillos en lo que pensaba, simplemente, en el pasado. Hacía apenas dos semanas había llegado a Paris, aún estábamos esperando a todos nuestros hermanos, que más que eso eran portadores de nuestro mismo apellido, pero no podíamos llamarnos de otra forma, nos llevábamos siglos entre todos y aun así y por una extraña razón estábamos unidos en lazos inquebrantables, que nos daban el poder de reconocernos a grandes distancias. Con las manos entre el vaso, que sin duda no era una copa, era simple y de base gruesa, me imaginé el momento en el que llegasen todos, pronto se juntarían dos personas que pensé que no lo harían jamás. Recordé sus rizos rubios y su mirada altanera. También recordé por qué nos habíamos distanciado y habíamos decidido que nunca más nos volveríamos a ver.
Vibeke siempre había sido una maldición para mí, no me había dejado en paz ni en más cuatrocientos siglos. Claro que había pasado buenos momentos sin ella, había despertado mi curiosidad por las otras mujeres, me había sentido casi en el límite de olvidarla y cuando estuve a punto de hacerlo, cuando solo faltaba un poco más para unirme por completo a otra persona, la peliblanca había aparecido como un torbellino en mi mente, me había golpeado la materia gris que seguía existiendo en mi cerebro y me había hecho caer a sus pies nuevamente. Como una maldita maldición no me había dejado amar a otra persona. Rebecca había sido aplastada y exiliada de mis sentimientos, ya habían pasado muchos años de ello y probablemente ahora estaría en su máximo esplendor, con la mirada alta y con su sonrisa excéntrica en perfectas condiciones, no me cabía la menor duda de que siquiera pensaba en mí. Pero yo aún sentía algo de rencor y odio hacía mí mismo. Porque ella había estado a punto de ser mi salvadora, pero como un idiota la había dejado libre y para poder seguir amando a una mujer que solo me quería a sus pies, para usarme como un relajante, de poca utilidad. El odio y el amor eran cosas tan enfermizas que al parecer yo ya hubiese muerto de mi corazón seguir latiendo. Tragué sin saborear, la botella se acababa y yo pedía otra, una un poco más fuerte. Bebí hasta sentir que mis dedos se acalambraban de tanto subir y bajar la mano. Lo hice hasta que sucedieron dos cosas que hubiese deseado no pasaran.
Una pelea de piratas comenzaba, el sonido nefasto de las espadas flamear me hizo levantar la cabeza, mi barba negra, espesa y bien arreglada se formaba en una sonrisa más bien enojada. Mis dedos se paseaban por mis cabellos llevándolos hacia atrás y negué dejando los dos francos en la mesa. Cuando me levanté, uno de ellos se vino hacía mí. Simplemente porque parecía tener ganar de golpear a alguien. Mala jugada, lo tomé del cuello y me lo llevé hacía afuera, nadie le prestaba atención, a nadie le importaba que pasara con los demás. Eran simplemente, carne de cañón. Y me lo devoré con ganas, le exprimí la garganta en el costado del bar, allí donde la oscuridad estaba presente. Tragué deseosamente hasta escurrirlo como a un conejo para sacarle el cuero. Y cuando no quedó nada, mi piel estaba tan suave y rosada que parecía estar vivo. Pero lastimosamente también empezaba a sentirme mareado. La segunda función fue cuando el aroma seco y fuerte de Rebecca se hizo presente, no podía verla, pero estaba cerca. Mi corazón que recién acababa de comer una sangre espesa y dulce estaba bombeando. Los nervios me atacaron, el momento que deseaba nunca ocurra estaba por suceder. Tenía que verla antes de que Vibeke lo haga. Comencé a buscarla, caminé con toda la prolijidad que podía, con las manos en los bolsillos, la camisa arreglada y los cabellos que seguían elegantemente arreglados hacía atrás. Como desde hacía siglos los tenía.
“Cuando te encuentre, no sabré realmente por dónde empezar.”
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/01/2014
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Re: Verte otra vez [Rebecca]
En toda su vida como criatura de la noche, poco habría recorrido el mundo, ya que bastante ensimismada se veía junto a su antigua familia en Inglaterra, quienes contraían aires más estables en lo que por hogar se refiere. Su viejo asentamiento comprendía un territorio un tanto despoblado en donde la única compañía que tenían era otro aquelarre de vampiros, que se habían movido hasta allí por el mismo motivo que buscaría cualquier otro vampiro: anonimato. Luego de la guerra, como si fuera poco, los problemas en el inestable lugar continuaban presentándose, y esta vez se trataría de la plaga y las consecuentes enfermedades que terminaría por acarrear la muerte de mucho de sus habitantes. Supuesto ésto, la tragedia sólo traería beneficio a su propia causa, teniendo que preocuparse solamente por rastrear en zonas más alejadas, su alimento. Aquel estilo de vida era algo que no le molestaba en absoluto, por el contrario, se concentraba en disfrutar junto a su círculo sin alejarse demasiado, diversas aventuras.
Ahora bien, esos tiempos habían cambiado, y por el momento no se encontraba nada más ni nada menos que en la fantástica La ville lumière, aguardando por aquellos descendientes de Bordeaux, que si bien no compartían su misma sangre, lo hacía con aquellas ideologías respecto a su tan peculiar clan. Lo cierto era, que ella era de las cuales necesitaba la compañía de otro grupo con el cual pudiera compenetrarse y moverse. Siempre había mantenido el cuidar de un número de personas, y siempre debería ser así para ella.
Recorriendo el centro, habría decidido consumir la espera en alguna de las tantas distracciones que París le ofrecía, buscando una con la cual pudiera complementarse esa noche. ¿El burdel? Instalarse en una de las salas, perderse en un par de piernas, o a la inversa, descubrir una y otra la vez la bella locura del sexo, la oferta era tentadora. ¿O tal vez convendría otro día de caza? Aún recordaba las palabras de ese tal Vincent, quien hablaba del control sobre sus víctimas, siendo algo irónico que alguien con menos siglos encima le fuera a aconsejar como realizar con satisfacción sus noches, sin ninguna clase de entorpecimiento por su propia parte.
Disimulada en la sombra, sólo permitiría que la luna la llegase a iluminar un poco, y continuando con sus pasos en blanco, serían quienes dejarían la reseña de su elección, encontrándose enfrente de una taberna. Luego de una torpe deliberación, aceptaría la bebida como salida esa noche; el calor del alcohol para calmar sus ansias, sonaba ser lo más oportuno para aquella aburrida velada.
Lo que claramente predominaba en el lugar era captado por el olfato. La inconfundible mezcla de brebajes que portaban aquellos hombres: vinos, licores, cervezas, y por supuesto la suma de fluidos corporales. ¡Y mon dieu! No podría haber entrado en otro momento que en el de una pelea; un conjunto de cerdos revolcándose en su mismo desastre, vaya a saberse porqué mísera barbaridad. Alguna que otra cosa rota y… ¿Quién era ese hombre metido en ese revuelo? No podía ser aquel joven vampiro con quién compartiría tiempo juntos años atrás. Su rostro asqueado había cambiado por uno más sorprendido.
Lorian, el muchacho robusto de mirada altiva, engreída, pero lo suficiente risueña como para atraerla. De vigoroso cuerpo, era uno de los pocos que resaltaban en el lugar si de mencionar el decadente estado físico de los bárbaros se trataba. Su personalidad era exactamente lo que se podía destacar de su misma complexión: fuerte, estructurado, bastante orgulloso, dedicado a cada una de sus manías, así fuera buena o mala. Perdido -obsesionado- por la mujer que le había dado su conversión, una mujer que aún permanecía en el misterio de Rebecca. ¿Tenía que agradecer que ella fuera la causa de su separación? Se escaparía de sus manos, pero de no ser así quizás nunca habría vuelto con el que verdad amaba en esas fechas. Era una encrucijada exquisita, más allá de que luego el rencor se apoderada de su ser en ciertos casos.
Quizás en un pasado hubiese abandonado la escena que actualmente presenciaba, pero ese día no lo dejaría pasar. Comenzó así a acercarse con intriga hasta él, pudiendo distinguir mejor aún en el trecho el lunar que tanto lo caracterizaba. Una vez a un metro de distancia, contorneó su figura con un escaso andar, cruzándose de brazos. Si dedicarle una sonrisa hubiese querido, ya la habría ocultado al regalarle su mejor expresión burlona y desaprobadora, curvando sus labios sarcásticamente.
—Vaya. ¿Al fin has aceptado tu naturaleza bruta, juntándote entre los de tu especie? Podrías haber elegido un mejor lugar de encuentro, sin embargo —bromeó manteniendo el semblante serio.
La taberna no detendría su calumnioso espectáculo por la presencia del par de vampiros, y la mejor manera de demostrarlo era el show de golpes entre sus participantes. Rebecca miró entonces sus labios teñidos en sangre, para luego desviar su mirada al cuerpo muerto que yacía en el fondo; se preguntaba cuánto tardarían en darse cuenta del asunto.
—Ni aún con alcohol encima te retienes, ¿verdad? —Negó con la cabeza—. Los años pasan, más tu cólera... —Habría dejado la frase inconclusa con clara intención, dejando ya por sabido a lo que se refería.
Ahora bien, esos tiempos habían cambiado, y por el momento no se encontraba nada más ni nada menos que en la fantástica La ville lumière, aguardando por aquellos descendientes de Bordeaux, que si bien no compartían su misma sangre, lo hacía con aquellas ideologías respecto a su tan peculiar clan. Lo cierto era, que ella era de las cuales necesitaba la compañía de otro grupo con el cual pudiera compenetrarse y moverse. Siempre había mantenido el cuidar de un número de personas, y siempre debería ser así para ella.
Recorriendo el centro, habría decidido consumir la espera en alguna de las tantas distracciones que París le ofrecía, buscando una con la cual pudiera complementarse esa noche. ¿El burdel? Instalarse en una de las salas, perderse en un par de piernas, o a la inversa, descubrir una y otra la vez la bella locura del sexo, la oferta era tentadora. ¿O tal vez convendría otro día de caza? Aún recordaba las palabras de ese tal Vincent, quien hablaba del control sobre sus víctimas, siendo algo irónico que alguien con menos siglos encima le fuera a aconsejar como realizar con satisfacción sus noches, sin ninguna clase de entorpecimiento por su propia parte.
Disimulada en la sombra, sólo permitiría que la luna la llegase a iluminar un poco, y continuando con sus pasos en blanco, serían quienes dejarían la reseña de su elección, encontrándose enfrente de una taberna. Luego de una torpe deliberación, aceptaría la bebida como salida esa noche; el calor del alcohol para calmar sus ansias, sonaba ser lo más oportuno para aquella aburrida velada.
Lo que claramente predominaba en el lugar era captado por el olfato. La inconfundible mezcla de brebajes que portaban aquellos hombres: vinos, licores, cervezas, y por supuesto la suma de fluidos corporales. ¡Y mon dieu! No podría haber entrado en otro momento que en el de una pelea; un conjunto de cerdos revolcándose en su mismo desastre, vaya a saberse porqué mísera barbaridad. Alguna que otra cosa rota y… ¿Quién era ese hombre metido en ese revuelo? No podía ser aquel joven vampiro con quién compartiría tiempo juntos años atrás. Su rostro asqueado había cambiado por uno más sorprendido.
Lorian, el muchacho robusto de mirada altiva, engreída, pero lo suficiente risueña como para atraerla. De vigoroso cuerpo, era uno de los pocos que resaltaban en el lugar si de mencionar el decadente estado físico de los bárbaros se trataba. Su personalidad era exactamente lo que se podía destacar de su misma complexión: fuerte, estructurado, bastante orgulloso, dedicado a cada una de sus manías, así fuera buena o mala. Perdido -obsesionado- por la mujer que le había dado su conversión, una mujer que aún permanecía en el misterio de Rebecca. ¿Tenía que agradecer que ella fuera la causa de su separación? Se escaparía de sus manos, pero de no ser así quizás nunca habría vuelto con el que verdad amaba en esas fechas. Era una encrucijada exquisita, más allá de que luego el rencor se apoderada de su ser en ciertos casos.
Quizás en un pasado hubiese abandonado la escena que actualmente presenciaba, pero ese día no lo dejaría pasar. Comenzó así a acercarse con intriga hasta él, pudiendo distinguir mejor aún en el trecho el lunar que tanto lo caracterizaba. Una vez a un metro de distancia, contorneó su figura con un escaso andar, cruzándose de brazos. Si dedicarle una sonrisa hubiese querido, ya la habría ocultado al regalarle su mejor expresión burlona y desaprobadora, curvando sus labios sarcásticamente.
—Vaya. ¿Al fin has aceptado tu naturaleza bruta, juntándote entre los de tu especie? Podrías haber elegido un mejor lugar de encuentro, sin embargo —bromeó manteniendo el semblante serio.
La taberna no detendría su calumnioso espectáculo por la presencia del par de vampiros, y la mejor manera de demostrarlo era el show de golpes entre sus participantes. Rebecca miró entonces sus labios teñidos en sangre, para luego desviar su mirada al cuerpo muerto que yacía en el fondo; se preguntaba cuánto tardarían en darse cuenta del asunto.
—Ni aún con alcohol encima te retienes, ¿verdad? —Negó con la cabeza—. Los años pasan, más tu cólera... —Habría dejado la frase inconclusa con clara intención, dejando ya por sabido a lo que se refería.
Rebecca de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/01/2014
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Localización : París, Francia
Re: Verte otra vez [Rebecca]
“Eres un eco en la distancia”
Era un veneno suave, como ese que recordaba pasar entre mis venas, audaz y mortal. Buscando puntos angulosos exactos donde hacer que la molestia se incremente. Pero ¿por qué solo podía reaccionar pensando que era una divina inminencia? Las mujeres siempre han sido de extrema curiosidad para mí. Siempre buscando aparentar ser fuertes, escondiendo sus sentimientos, pero al mismo tiempo haciendo o demostrando que valen más de lo que aparentan. Es una anomalía, una existencia etérea. Aun siendo inmortales, aun estando muertas eternamente, ellas son las únicas capaces de conservar esas expresiones que las caracteriza a las humanas. Algunas veces me sorprendían, como aquella muchacha que había convertido hace ya demasiado tiempo. Capaz de remover un país entero con solo la satisfacción de verla sonreír. ¿Era quizá solo yo el único que pensaba eso? Pocas veces había sacado aquel tema de conversación con otro hombre. Puesto que no es algo de lo que esté orgulloso, saber que me puedo arrastrar por tan solo hacer sentir bien a una femenina… Probablemente no tenga demasiada popularidad mi pensamiento, aunque en sí, la mayoría de los hombres lo hace. Quizá solo para que no los molesten, quizá nunca me entere.
Como fuese ella caminaba dirigiéndose hacia mí, con su semblante poco recatado, sus labios curvados en una socarrona sonrisa que tan solo demostraba que era “más” que yo, ¿Lo sería? Yo sonreí de lado al verla, calmando mis pensamientos por tan solo un momento, no podía hablarle siendo que más de mil cosas deambulaban por mi cabeza. Así que detuve todo lo que estuviese ahí dentro y la miré a los ojos. De Bordeaux, era lo que nos unía y nos mantendría enlazados aún si no queríamos vernos nunca más. —No veo por qué está mal aquí, aparentemente haz pasado desapercibida. Aunque sigues usando la misma esencia encantadora, deben estar muy ebrios. — Comenté en susurro, alzando las cejas, mostrando los dientes blancos y afilados, que estaban semi escondidos, ya me había alimentado, mi cuerpo estaba lleno de una palpitante sangre con parte de alcohol en ella. Su cántico era como una plegaria a satán, quise aparentar estar enojado, pero a quien engañaba, ni aún en diez siglos podría llegar a actuar frente a alguna de ellas, siempre que lo intentaba perecía en el transcurso. — No tengo porque retenerme, no son de mi especie, yo soy un poco más. ¿Haz cenado? Déjame invitarte a una copa, puede ser de lo que quieras. — Alcé la mano hacía la mesa que estaba a un lado, no se podía en el medio, porque aquellos seres despreciables estaban dando todo un espectáculo para los demás tipos del área. Aún no podía entender como la diversión podía basarse en un par de golpes.
— ¿Mi cólera? Es poco sensato hablar de ello… Más bien, que tú hables de ello. ¿Los años te han tratado bien? Es bueno encontrarte aquí, temía que estuvieses hecha cenizas. — Mentí al tiempo que me acercaba a pedir una botella de vino, seguía siendo de mal gusto, pero no había nada mejor en ese lugar. Me senté en la mesa del costado y la miré a los ojos profundos y descarados, alcé una suerte de copas y las apoyé sobre la húmeda madera. Miré hacia la nada, recordé los años pasados y me pregunté qué sería de ella, ¿habría vuelto a enamorarse? ¿Seguiría resentida o lo pasado estaría pisado? Sin duda quería preguntarle muchas cosas, hacía tanto no hablaba fluidamente con alguien, había pasado siglos enteros en soledad, Vibeke me había abandonado, Mizar se había ido a vivir como siempre había querido, llena de lujos y sin darse problemas por nada. Y ahora, de un día para el otro, tenía a todas esas personas juntas, sin contar a los hombres de la familia, que aún no me había encontrado con ninguno de ellos, quizá estuviesen en la misma situación que yo. Era un tipo de maleficio adorar a todas las muchachas de la familia, quizá por el simple hecho de compartir un destino fijo. — ¿Te llegó la carta? Me encontré con una D’Auxerre hace poco, interesante muchacha. — Como si de alguna manera intentara desviar un poco el tema, observé a los individuos a nuestro alrededor y sonreí de lado.
Aún quedaba una larga noche por cubrir, estaba seguro que podría encontrar esas cosas que hacía mucho tiempo me había preguntado, como un inmortal que era, no olvidaba las cosas, mantenía todo guardado, archivado para el día en que lo pudiese usar. Quizá estaba demasiado seguro de que no moriría. Porque los humanos, con el temor de morir sin poder descubrirlo todo, intentan saltearse cosas, golpear al destino, que indudablemente es un barrera indestructible incluso para nosotros, seres que no pasan en el tiempo. — ¿Ya fuiste a la casa? Ella está allí, ¿lo sabes? — Serví el líquido en ambas cosas y lo arrastré por la madera hasta ella girando el mío con extrema lentitud, era un sentimiento tan igual y contrario, una desesperación que no podía siquiera contener. Deseaba poder olvidarlo todo, volver a ser un neófito en los brazos de su creador, pero no. Tenía dolor en el interior y sabía que de una manera u otra Rebecca haría que esos pensamientos vuelvan a resurgir. Pero ¿y ella? — ¿No me contarás que has hecho todo este tiempo? — En un halo de curiosidad, entremezclada por el elixir que poco tiempo atrás había bebido y me daba un plus de curiosidad en la lengua.
“Como agua y azúcar, se vuelve un caramelo y con el frío se vuelve dureza”
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/01/2014
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Re: Verte otra vez [Rebecca]
Exagerando un tanto la situación, sonaría encantador decir que aquel espectáculo de mala muerte se diera con todo buen propósito por delante, como ser ahora el caso del reencuentro con Lorian, su antiguo manojo de nervios, tan querido, tan adorado por ella, aún dentro de su orgullo y estigma. Sin embargo, el hecho era que no le dejaría pasar de manera desapercibida el estado en el cual se encontraba, como siempre buscaría la manera de molestarlo, pues lo hacía en el tiempo que lograron estar juntos, y ahora doblaría la apuesta considerando las décadas en las cual no se habían visto. Cada tanto no se reservaría el placer en dedicarla alguna que otra expresión burlona más divertida a la vez. Si había algo que realmente le gustaba era fastidiarlo, sacarlo del pedestal en donde ella decía que estaba. Rencor… Era una palabra demasiado fuerte en ese momento, y si existiera algo de aquello o no en ella, le sería muy difícil demostrarlo con soltura. ¡Era el primer rostro familiar que veía en años después de todo!
El enfatiz de su sonrisa era algo casi indispensable para ella; la calidez y sensualidad de la misma, no era tan simple como para tan sólo no desear corresponder a ella, por lo que se remitió a desviar la mirada a un costado, disimulándolo, con un sutil rodar de ojos. ¿Quién le animaba a ser tan vanidosa? Dejarse al encanto tan rápido por aquel hombre sería una equivocación.
Pero allí estaban, sus cumplidos, sus halagos. Era una de las pocas personas a quien no le ignoraría -al menos mentalmente- semejante cosa. Era una de las pocas personas con quien compartía complicidades en otras épocas: el evadir de personas quienes se habían ganado la entrega de cada una de sus almas. Y por supuesto que el plan había fracasado, pero la huella de la dulce connivencia en contra de su amado muerto, así como la bella blonda que seguro le esperaría en la residencia seguía intacta. No obstante, creyó ahora sentirse afortunada al oír sus siguientes palabras, ya que podría volver a atacar su altanería y distraerse del asunto principal.
Le agradaba escuchar el retruque a sus palabras, aunque a su vez esto le pusiera los nervios de punta, entendiendo que no sería de los que quedarían callados al sarcasmo de la vampiresa; pero el que le observara de esa manera sólo le animaba a repetirse a sí misma Adelante, golpéalo, sabiendo que como siempre, optaría por no exacerbarse en sus expresiones, limitándose a acompañarlo a un lado. Observó de reojo al cantinero, quien finalmente traía la botella. En el momento que intentó responder a sus sutiles bromas, se vio interrumpida por su continuar, transformando su primera acotación en un simple ademán. Mantuvo entonces el silencio, aprovechando para tomar algún que otro sorbo de aquel tinto que le era servido, mientras escuchaba su habla, no pudiendo, sin embargo, contener una pequeña risa al oír hasta su cuarta pregunta, negando suavemente un par de veces, dejando la bebida nuevamente sobre la mesa estropeada.
—¡Detente un poco! —dijo entre risas —Tanta información y curiosidad de repente, Lorian. ¿No sería más sencillo simplemente decir “Rebecca, te he extrañado”? —Resopló, tomando una pequeña pausa antes de continuar —Una carta… ¿Cuál de todas ellas? Es mi segunda noche en la ciudad, y agradezco no haberme encontrado con una de los tales D’Auxerre.
Bufó antes de escoger otro momento más de silencio, tergiversando las propias preguntas del vampiro a lo que ella mantenía en duda. Estiró entre tanto su mano sobre la mesa, comenzando a jugar vagamente con sus dedos sobre el tallo de la misma, rozándolo distraída con figuras abstractas, como si estuviera sumida en su propio mundo. ¿Qué había hecho todo este tiempo realmente? A diferencia de lo que podría describir cualquier otro mortal como aventuras osadas, grandiosas, no habían sido más que un mal gasto del tiempo, distracciones impotentes como obsoletas; era algo que tenía muy claro. ¿La de él habría sido distinta? Pues ella así lo creía.
—Profiter du présent… Si crees que un libre albedrío sin proyecto determinado es bueno, entonces la habré estado pasando excelente para ti.
»Pero dime, aún no me has hablado de Vibeke. Y debo confesar que en algún pasado me habría tentado leerte —Carraspeó, ocultando otra sonrisa—, y sé que te trae loco —dijo, alzando ambas cejas luego de su comentario, sólo con el ánimo de volver a importunarlo.
El enfatiz de su sonrisa era algo casi indispensable para ella; la calidez y sensualidad de la misma, no era tan simple como para tan sólo no desear corresponder a ella, por lo que se remitió a desviar la mirada a un costado, disimulándolo, con un sutil rodar de ojos. ¿Quién le animaba a ser tan vanidosa? Dejarse al encanto tan rápido por aquel hombre sería una equivocación.
Pero allí estaban, sus cumplidos, sus halagos. Era una de las pocas personas a quien no le ignoraría -al menos mentalmente- semejante cosa. Era una de las pocas personas con quien compartía complicidades en otras épocas: el evadir de personas quienes se habían ganado la entrega de cada una de sus almas. Y por supuesto que el plan había fracasado, pero la huella de la dulce connivencia en contra de su amado muerto, así como la bella blonda que seguro le esperaría en la residencia seguía intacta. No obstante, creyó ahora sentirse afortunada al oír sus siguientes palabras, ya que podría volver a atacar su altanería y distraerse del asunto principal.
Le agradaba escuchar el retruque a sus palabras, aunque a su vez esto le pusiera los nervios de punta, entendiendo que no sería de los que quedarían callados al sarcasmo de la vampiresa; pero el que le observara de esa manera sólo le animaba a repetirse a sí misma Adelante, golpéalo, sabiendo que como siempre, optaría por no exacerbarse en sus expresiones, limitándose a acompañarlo a un lado. Observó de reojo al cantinero, quien finalmente traía la botella. En el momento que intentó responder a sus sutiles bromas, se vio interrumpida por su continuar, transformando su primera acotación en un simple ademán. Mantuvo entonces el silencio, aprovechando para tomar algún que otro sorbo de aquel tinto que le era servido, mientras escuchaba su habla, no pudiendo, sin embargo, contener una pequeña risa al oír hasta su cuarta pregunta, negando suavemente un par de veces, dejando la bebida nuevamente sobre la mesa estropeada.
—¡Detente un poco! —dijo entre risas —Tanta información y curiosidad de repente, Lorian. ¿No sería más sencillo simplemente decir “Rebecca, te he extrañado”? —Resopló, tomando una pequeña pausa antes de continuar —Una carta… ¿Cuál de todas ellas? Es mi segunda noche en la ciudad, y agradezco no haberme encontrado con una de los tales D’Auxerre.
Bufó antes de escoger otro momento más de silencio, tergiversando las propias preguntas del vampiro a lo que ella mantenía en duda. Estiró entre tanto su mano sobre la mesa, comenzando a jugar vagamente con sus dedos sobre el tallo de la misma, rozándolo distraída con figuras abstractas, como si estuviera sumida en su propio mundo. ¿Qué había hecho todo este tiempo realmente? A diferencia de lo que podría describir cualquier otro mortal como aventuras osadas, grandiosas, no habían sido más que un mal gasto del tiempo, distracciones impotentes como obsoletas; era algo que tenía muy claro. ¿La de él habría sido distinta? Pues ella así lo creía.
—Profiter du présent… Si crees que un libre albedrío sin proyecto determinado es bueno, entonces la habré estado pasando excelente para ti.
»Pero dime, aún no me has hablado de Vibeke. Y debo confesar que en algún pasado me habría tentado leerte —Carraspeó, ocultando otra sonrisa—, y sé que te trae loco —dijo, alzando ambas cejas luego de su comentario, sólo con el ánimo de volver a importunarlo.
Rebecca de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/01/2014
Edad : 745
Localización : París, Francia
Re: Verte otra vez [Rebecca]
“Son solo bellos que se ponen de punta, pero es solo el escalofrío de tu esencia”
Era perturbante verla en silencio, con su modesta sonrisa socarrona, sus movimientos que solo sonaban en mi cabeza como tintineos, como avisándome. “Sí, me moveré allí o allá”, me daba la pauta de sus acciones, de sus pensamientos, tan solo de esa forma. ¿No se animaba a hablar? Quería cortarme en pedazos o quizá, justamente yo era el que quería cortarla a ella, hacerla desaparecer de una buena vez de la familia a la que pertenecíamos, pero eso era por sobre todo, algo que no me podía permitir. Matar a mi propia familia, sería casi como matarme a mí mismo. Tomé un aire que no necesitaba y bebí de la copa, tranquilo y dejando pasar el líquido con compasión. A pesar de que me sentía mareado, pensaba por momentos que estaba libre, claro que fueron unos míseros instantes. A los segundos unos cabellos blancos y unos labios carmín golpearon mi mente y me reclutaron a una cárcel eterna nuevamente. Sonreí. Que pesado era existir de ese modo, pero que placer era el dulce gozar cuando su cuerpo aparecía, Vibeke se colaba hasta en mi pasado. Entonces observé a Rebecca, quien tenía un perfil similar, pero mucho más serio, más firme, pero a su vez moldeable, se intentaba siempre amoldar a los demás, no ser una fiera indomable. Y eso era lo que en parte, me había encantado en el primer encuentro que habíamos tenido. Suspiré suavemente y me acallé, escuché sus palabras modestas mientras el vino era depositado en la mesa y la copa de la rubia se llenaba, tal como ese odio que irremediablemente, se notaba que sentía por mí.
— ¿Mmm? ¿Qué te he extrañado? Suena como algo que estás especulando. Podría decirte que es complicado hablar libremente con los demás, así que en cierta medida, es un placer verte. — Casi como si fuese un bendito príncipe le hablaba, riendo entre medio, mostrando una sonrisa sencilla, traslúcida y dentro de todo sincera, pero no demasiado vivaz, porque esa la había perdido en el momento en el que me mataron y de la misma forma, solo me era posible dársela a la última persona que me había visto vivir. Esa sonrisa que mostraba todos mis dientes, que hacía que las pequeñas arrugas de mi rostro se noten y aparezcan como si estuviese con el corazón latente. Era tan molesto, odiaba saberlo, porque un hombre odia lo que sabe y no puede tener. Observé sus dedos, sus jugueteos, los mismos que hacía cuando estaba algo cohibida y buscaba esconderlo. Cuando quería cambiar los temas de conversación o simplemente cuando quería no enojarse. Dejé salir una risa seca y agarré la copa terminándola de una buena vez, el olor a alcohol ya parecía haberse hecho uno conmigo. — La de que ellos han vuelto y que es hora de pelear. Pero supongo que si estás aquí, es porque sí te ha llegado. No creo que estés en Paris por simple diversión, menos sabiendo que los de la Iglesia están como locos con las matanzas. — Explique tranquilo, entre serio y juguetón, con los ojos afilados, volviendo a la mirada sobradora que a ambos nos encantaba darnos, era como una pelea de ojos, aunque claramente yo, como siempre, terminaba perdedor.
Mis dedos fueron hacía la botella, pero pasaron por la madera de la mesa, se deslizaron para molestar los dedos ajenos, interponiéndose en las figuras imaginarias que estaban allí escribiéndose. Moví sus deditos por un costado y con un disimulo que era evidente, volví a la botella, sirviendo en mi vaso, dejando caer la bebida que de color uva llenaba la copa y también mi voracidad. —No lo sé, siempre has tenido libre albedrío, las mujeres, al parecer las mujeres son las únicas que suelen ser libres. Pero por como lo dices no pareces haberlo disfrutado. — Aclaré en un giro de ojos, observé como la multitud empezaba a tranquilizarse, algunos se desmayaban, otros simplemente se iban del lugar y un poco de silencio reinaba en nuestro rincón, en la oscuridad que abarcábamos. Apoyé entonces el codo en la mesa y el mentón en mi puño, entrecerrando los ojos, mientras observaba los retorcidos cabellos que tan bien peinados estaban. — Rebecca. ¿Cuántas veces te he dicho que no quiero hablar de ella? Supongo que en tantos años se te habrá extinguido la flama de la molestia que tenías, pero yo sigo igual que siempre, mis sentimientos, nunca cambiaron, ni por ti, ni por ella. — Fueron palabras secas, con unos ojos molestos y más bien desorbitados. Hablar de la maldita que me había enamorado, de la mujer que había torturado mi muerta alma de principio a fin. Ese sería el último tema a tratar con aquella que en su momento, parecía ser la dama indicada para sacarme todo aquello de la cabeza. Fue una rotunda negación. — Te encantaría leerme. Pero sabes que yo también lo puedo hacer contigo, es como un trato, no deberíamos hacerlo. Después de todo… Somos familia. —
Fue un murmullo suave, era como si se lo estuviese recordando, pensar en el simple hecho de que podíamos terminar leyendo nuestros pensamientos, las farsas que muchas veces acatábamos. Entrecerré los ojos y sonreí pícaramente. — ¿Qué ves en las figuras? ¿O no inventas animales? ¿Le hablarás de algo de nosotros a Vibeke? Ella no lo sabe, no es que tenga derecho a reclamar… No. — Insistí entre medio de un mareo leve, provocado por el alcohol. Y casi quise prenderme fuego. Claro que no, claro que ella no tenía derecho a decirme nada, pero aun así, tan solo imaginarlas juntas, me revolvía el cerebro a más no poder.
“Es algo que siquiera puedes llegar a comprender”
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Verte otra vez [Rebecca]
Y dejaba perder la mirada nuevamente, prestando atención a sus nuevas excusas, a sus nuevas verdades. Siempre tan frescas y sobrantes al mismo tiempo, allí estaban. Era el fuerte de ambos, el bajarse juguetonamente la moral, aún sabiendo que en el fondo, el extraño aprecio seguía ileso. Chasqueó bajo con su lengua a su primera corrección, sin molestarse de volverse a él, como si su pequeña sonrisa posterior le hubiese molestado. ¡Falacias! Una detrás de otra, pero al fin de cuentas podría seguir así por siempre. Sabía que por otro lado su aclaración era cierta. ¿Sería que la inquisición se concentraba en lugares por temporadas? Malditas alimañas, el placer que le producía extinguir su llama de vida era equitativo tanto como con los corderitos de Dios así como con los independientes, pedantes e insulsos cazadores. Estaba clara que su visita no era al azar. Y ahora era el momento indicado para preguntarse por qué el juego macabro se llevaría a cabo en Francia.
Así como hasta somnolienta parecía, tiesa muñeca de porcelana, no movió siquiera sus ojos hasta sentir el contacto de su mano en sus torpes dedos distraídos. En efecto no estaba de acuerdo con él, ya que era de los cuales visualizaba la figura del hombre como la del supuesto poder. Pero también tendría que admitir que eran las mujeres quienes a veces se empecinaban en cumplir sus caprichos, dando lucha con hasta quién sabe su maña. Cómicamente se podía decir que los varones debían contrastarlo con algo.
Rebecca resopló a su aparente regaño, sin darse cuenta que aquel bullicio desastroso e inmundo iba cesando en el cansancio de los mortales.
—Como si fuera algo íntimo tu deseo por ella, ¿crees que me afectará el oírlo? Pues no, mon ami, no entiendo tu presuntuosa cautela —dijo, volteándose un instante para observar el estado del cuerpo muerto que yacía en el fondo. ¿Cómo era que aún no se habían dado cuenta? El cantinero sorpresivamente había salido del local un minuto luego de dejar su orden para hacer o buscar váyase a saber qué cosa. La blonda observaba al hombre y a su posición corporal; había quedado cual saco de huesos, en una postura un tanto desordenada, por lo que comenzó a imaginarse lo cómico que sería en cuanto la rigidez cadavérica comenzara a surgir efecto. Retorcida diversión para una mente aburrida.
Observó luego de reojo al vampiro.
—Somos familia cuando te conviene, Lorian… Pero entiendo tu punto y no estoy en desacuerdo del todo. —Suspiró, antes de seguir respondiendo— Veo, veo, no veo nada sino abstracción. ¿Acaso estás tan incómodo con la idea de que la conozca que te lleva a formular un sinfín de preguntas inseguras?
Su comportamiento le traía recuerdos, recuerdos precisos de momentos vagos del pasado. Su historial interrogativo siempre le había parecido incluso hasta “dulce”, ya sean por nervios, desconcierto o fuera el motivo que fuera. Una sonrisa se dibujó en sus labios al acordarse. Trato hostil bañado en caramelo, a menudo consideraba el mutuo trato como el de dos niños y no como el de dos adultos.
Se levantó de su asiento, retirándose de su lado para comenzar a caminar a paso incluso fatigado hacia el fondo de la taberna, dando frente con los despojos de aquel hombre oculto miserablemente entre la mezquina sombra que la zona le brindaba, siendo apenas necesario levantarlo del brazo para comenzar a arrastrarlo.
—¿Recuerdas el par de veces que te ayudé a arreglar tus desastres? —le preguntó en medio de una carcajada, mientras llevaba al cuerpo hasta donde convenía a ser la bodega, tirándolo adentro a un costado de la entrada, y cerrando la puerta luego.
—¿Crees que le caeré bien? Quizás deteste la idea de conocer a una “ex”. Bah, tú la conoces después de todo.
Una vez hecho el trabajo, volvió a su costado, sin volver a sentarse sino apoyándose de frente contra la madera. El estado del lugar le producía cierto asco, y sería algo que no ocultaría. Siempre impecable y refinada. O más bien, siempre y cuando le convenía o quería demostrarlo.
El viento comenzaba a levantarse, y los perros callejeros empezaban a ladrar desaforados. Mirando hacia fuera, observó el pequeño revuelo que emprendían las hojas secas. Entre tanto, algunos de los hombres aún perdidos en la ebriedad y mal estado de a poco iban abandonando el lugar. Vaya forma de buscar la diversión nocturna. La vampiresa cambió su expresión a una disgustada, frunciendo los labios y arrugando levemente su nariz. Ahora su punto de referencia era la entrada.
—¿Qué crees que suceda cuando el cantinero vuelva y vaya a buscar en la bodega? Al pequeño diablo lo has exprimido —dijo, buscando ocultar otra risa.
Así como hasta somnolienta parecía, tiesa muñeca de porcelana, no movió siquiera sus ojos hasta sentir el contacto de su mano en sus torpes dedos distraídos. En efecto no estaba de acuerdo con él, ya que era de los cuales visualizaba la figura del hombre como la del supuesto poder. Pero también tendría que admitir que eran las mujeres quienes a veces se empecinaban en cumplir sus caprichos, dando lucha con hasta quién sabe su maña. Cómicamente se podía decir que los varones debían contrastarlo con algo.
Rebecca resopló a su aparente regaño, sin darse cuenta que aquel bullicio desastroso e inmundo iba cesando en el cansancio de los mortales.
—Como si fuera algo íntimo tu deseo por ella, ¿crees que me afectará el oírlo? Pues no, mon ami, no entiendo tu presuntuosa cautela —dijo, volteándose un instante para observar el estado del cuerpo muerto que yacía en el fondo. ¿Cómo era que aún no se habían dado cuenta? El cantinero sorpresivamente había salido del local un minuto luego de dejar su orden para hacer o buscar váyase a saber qué cosa. La blonda observaba al hombre y a su posición corporal; había quedado cual saco de huesos, en una postura un tanto desordenada, por lo que comenzó a imaginarse lo cómico que sería en cuanto la rigidez cadavérica comenzara a surgir efecto. Retorcida diversión para una mente aburrida.
Observó luego de reojo al vampiro.
—Somos familia cuando te conviene, Lorian… Pero entiendo tu punto y no estoy en desacuerdo del todo. —Suspiró, antes de seguir respondiendo— Veo, veo, no veo nada sino abstracción. ¿Acaso estás tan incómodo con la idea de que la conozca que te lleva a formular un sinfín de preguntas inseguras?
Su comportamiento le traía recuerdos, recuerdos precisos de momentos vagos del pasado. Su historial interrogativo siempre le había parecido incluso hasta “dulce”, ya sean por nervios, desconcierto o fuera el motivo que fuera. Una sonrisa se dibujó en sus labios al acordarse. Trato hostil bañado en caramelo, a menudo consideraba el mutuo trato como el de dos niños y no como el de dos adultos.
Se levantó de su asiento, retirándose de su lado para comenzar a caminar a paso incluso fatigado hacia el fondo de la taberna, dando frente con los despojos de aquel hombre oculto miserablemente entre la mezquina sombra que la zona le brindaba, siendo apenas necesario levantarlo del brazo para comenzar a arrastrarlo.
—¿Recuerdas el par de veces que te ayudé a arreglar tus desastres? —le preguntó en medio de una carcajada, mientras llevaba al cuerpo hasta donde convenía a ser la bodega, tirándolo adentro a un costado de la entrada, y cerrando la puerta luego.
—¿Crees que le caeré bien? Quizás deteste la idea de conocer a una “ex”. Bah, tú la conoces después de todo.
Una vez hecho el trabajo, volvió a su costado, sin volver a sentarse sino apoyándose de frente contra la madera. El estado del lugar le producía cierto asco, y sería algo que no ocultaría. Siempre impecable y refinada. O más bien, siempre y cuando le convenía o quería demostrarlo.
El viento comenzaba a levantarse, y los perros callejeros empezaban a ladrar desaforados. Mirando hacia fuera, observó el pequeño revuelo que emprendían las hojas secas. Entre tanto, algunos de los hombres aún perdidos en la ebriedad y mal estado de a poco iban abandonando el lugar. Vaya forma de buscar la diversión nocturna. La vampiresa cambió su expresión a una disgustada, frunciendo los labios y arrugando levemente su nariz. Ahora su punto de referencia era la entrada.
—¿Qué crees que suceda cuando el cantinero vuelva y vaya a buscar en la bodega? Al pequeño diablo lo has exprimido —dijo, buscando ocultar otra risa.
Rebecca de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Verte otra vez [Rebecca]
“Es doloroso, verte, olerte, recordarte y saber que nunca podría amoldarme a ti.”
Siempre había adorado sus chasquidos, sus enojos silenciosos, como movía los labios y se guardaba las cosas, para no molestarse más de la cuenta. Luego sonreía, siempre lo hacía. Y al final, luego de un rato largo levantaba la mirada para refutar con palabras calculadas, como si hubiese medido las estadísticas para molestarme justo en el lugar indicado. Ya lo sabía, pero aun así nunca estaba preparado para el golpe. Una de las cosas que me daban el pie a quererla nuevamente entre mis brazos, esa manera de siempre sorprenderme. Pero aun así, nada cambiaba en mí, la maldición estaba tatuada en mis órganos. Suspiré entonces y abaniqué la cabeza a los lados, esperando sus respuestas, entablando una conversación con su silencio que se extinguía en miradas. — No lo hago por ti, después de tanto tiempo, eso no te debe afectar, siempre has sido fuerte. Sin embargo no es algo que me enorgullezca, no me hace feliz. — Expliqué casi en un susurro, era apagado, melancólico, pero sin llegar a ser penoso. Lo aceptaba, era algo que cargaba desde hacía mucho tiempo, lo había terminado por comprender, al punto que terminé protegiendo ese amor enfermizo, para que nadie pueda acercársele, que nadie pudiera llegar a contrarrestarlo, yo estaba loco por una albina y no podría cambiarlo jamás, eso me hacía sentir horrible, desgraciado y no quería pensarlo demasiado.
Suspiré esa mirada cautelosa y como pronto se perdía en la lejanía del local. Miré por arriba de su hombro, el saco de sangre que antes había bebido estaba por allá atrás. No sentí nada, su cuerpo muerto me había dado el empujón que necesitaba para hablar fluidamente con la vampiresa, de otro modo, quizá estaría tan callado como un cadáver. La impresión de verla simplemente me dejaba mudo, pero el elixir vital mezclado con apetitoso alcohol era delicioso y espeso, me hacía sentir que flotaba un poco. —Siempre somos familia, aunque algunas veces más que otras. — Reí cómodamente, enarcando una ceja, para luego apoyarme en el respaldar de la silla, mirando hacia arriba, sintiendo el momento levemente incomodo que se posaba contra mi cabeza. Mordí entonces mi labio superior y pensé en qué es lo que le respondería. En parte tenía razón, pero lo cierto es que tampoco era que necesariamente tenía que tener miedo, yo no estaba ligado a nadie, tal como ellas eran libres, lo era yo también. Tenía las manos completamente vacías, aún con mi vástago pasaba lo mismo y entonces lo repensé y negué esporádicamente. —No, solo estoy tanteando terreno. Quién sabe, quizá hasta se caigan bien. Son parecidas. ¿Qué haces…? — La vi, sí allí estaba décadas atrás, haciendo el trabajo sucio que yo pensaba dejar tirado. Tragué saliva y me levanté con la misma firmeza con la que ella venía y se enfrentaba a mí. En sus ojos observaba la mueca de placer, como si me estuviese desafiando. — No era necesario. Mueren a diario, y… Sí, yo creo que va a quererte hasta en su cama. Quizá también es por eso que no quiero que se vean. —
Era verdad, mucho lo de lo que decía era terriblemente cierto, pensar en Vibeke solo me hacía sentir frustrado, imaginaba que ahora mismo ella tenía a alguien bajo su hermoso cuerpo blanco. Pero lo que dije, lo dije por ambas partes, no quería verlas juntas, me provocaba horrores pensar en que podrían terminar enrollándose en la cama. Ambas eran seres sin preferencias, la carne y la sangre no tenía sexualidad y eso lo sabía, yo mismo había disfrutado tener en las manos a muchachos indefensos, que había devorado con las mismas ganas que a una mujer, me había satisfecho en su momento. Pero nada tenía que ver con aquella situación, que sean ellas… Mi imaginación simplemente se quebraba. Mantuve entonces un silencio rotundo y hasta que no terminó de acercarse y de mirarme con esa cara de asco típica de su feminidad no pude sacarme lo demás de la cabeza. Y entonces me reí, lo hice con dulzura y me acomodé las ropas, acercando la mano derecha hacía su mejilla. —Verá a un hombre muerto y exprimido, ¿crees que este lugar es legal como para que vaya a divulgar que tiene una extraña muerte en su bar de media muerte? — Le susurré cerca y con dos dedos formé uno de los bucles del final de su cabello. Pronto miré hacia afuera, escuché los impetuosos sonidos y terminé por voltearme. —Vámonos, ya es hora de volver a la casa. Podrás verla, disfrutar mi cara de cemento cuando lleguemos allá. Seguro te diviertes un buen rato. — Me medio quejé y pasé la mano por su cintura, llevándola hacía la puerta. Caminando a paso lento, observando lo desalineado del lugar. Había dejado ya las cosas pagas, después de todo, me habían alimentado más de la cuenta. — ¿Vamos juntos o te vas para algún lado? — El aire fresco pegaba en nuestro rostro, se sentía dulce y la sangre que antes tenía caliente bajaba de temperatura rápidamente llegando a mi calma total al segundo de caminar por fuera del lugar.
“No quiero verlo, pero seguramente, tendré que aceptarlo en algún momento”
Lorian de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Verte otra vez [Rebecca]
No era algo que pusiera en duda, cada uno sabía muy bien lo fuerte que era el otro, y la sinceridad entre ambos iba hasta donde se necesitase, ya que hasta ahora jamás habría sido un factor que pudiese perturbar la relación que tenían. Siempre elegirían las palabras justas acorde a la situación, así fuera una lengua tranquila o filosa, sin filtros, y de esa manera podían contarse mutuamente.
Aquel vínculo que mantenía con Vibeke le parecía un tanto extraño, pero siempre lo había tomado sin cuidado. Era algo tan simple como su característica curiosidad, misma que a veces llevaba a un entrometimiento sin intenciones verdaderas. Cómo serían entre ellos, y qué reglas llevaban. El porqué de andar metiéndose en asuntos ajenos… Ciertamente mantenía quizás ese rasgo infantil y preguntón que, con otras palabras, anteriormente se mencionó. No negaba que a su opinión ellos estaban destinados a ser pareja, porque más allá del aire disfuncional y tenso que pudiera existir entre ellos, su complicidad venía arrastrándose hace rato. Magnetizados, ambos necesitaban del otro, y aquello bien le parecía.
Llevársela hasta su propia cama, pensó para sí misma. Ahí le estaba dando hincapié para analizar la estructura de hasta dónde llegaría su relación abierta. Viniendo de él le extrañaba, pero siendo francos, tan encantado estaba que de seguro haría más de una excepción con su vampiresa preferida. No sabría decirse si en aquel instante tomó a su idea como posible o bastante interesante; después de todo sabía lo hermosa que la mujer era, pero en conjunto a su particular consideración se le cruzó el rostro del mismo Lorian con aversión, angustia manifiesta, y resulta que tampoco deseaba verle o imaginárselo así, y al intento de alejarse de la peliblanca para evitar conflictos ya estaba planteado en mente.
Por otro lado, y volviendo a la desastrosa situación inicial, tenía razón en cuanto a la taberna. Eran los lugares menos indicados para hablar de reglas, pero de seguro sería mejor el que el par de rostros turbios y pálidos abandonaran la escena. Sin embargo no pudo esta vez ignorar la carcajada que se le escapó al oírle hacer referencia al encuentro y su presencia allí, e inmediatamente lo abrazó. Un gesto demasiado particular quizás en ella, pero había sido una reacción que le había nacido tan súbita como natural, ya que le había sonado, y de una manera irónica, retorcidamente dulce, como si ya estuviese rendido a la idea. Por supuesto no había semejante descripción dicha en sus palabras, pero de pronto la seriedad se le había escapado de las manos.
—¡Vamos! No seas así. Imagina a tus dos mujeres juntas, sería como tener tu propio harén —bromeó al instante con su extravagante ocurrencia. Rodó los ojos luego y reparó a su lado, decidiendo seguirle el paso hacia fuera, sonriendo por aquel agarre de su cintura —Tonto… Me encanta bufarme de ti, ¿no extrañabas eso también?
No, quizás no.
Su relación era tal vez un tanto incoherente, pero existía una muy querida al fin y al cabo. En dónde terminaría todo esto, era algo que ni ella sabía, pero estaba segura que esta vez habrían menos reservas y secretos dentro del círculo de Bordeaux, y estaba también segura que de pasarían un buen rato. Una mezcla exótica, si bien se podía llamar así, de personajes dentro de una misma mansión. Definitivamente lo normal o habitual dejaría de hacerse presenta una vez todos reunidos.
Al salir afuera inhaló profundo, notando la enorme diferencia de ambiente en cuanto al vaho de la taberna, y alzó su mirada al cielo, observando el notable cambio de tiempo. Concordaba con acompañarlo de una vez por todas a la residencia, pero lo cierto era que todavía debía arreglar por donde había decidido alojarse tranquila los dos primeros días, y terminó realizando otro ademán de palabra antes de confirmarle.
—N… Sí. Primero debo ajustar cuentas con el hotel donde decidí hospedarme estos días — dijo, suspirando después por lo bajo. Eran manías de ella, asegurarse una y otra vez del asunto. Por más que ya se había decidido a venir, aún debía cerciorarse de otras cuestiones, o creía que era su deber hacerlo. Pero por más traba que se pusiera, su decisión ya estaba, y ahora sólo restaba despachar sus pertenencias de aquel hotel cerca del centro de París, para conocer el lugar que resguardaría a todo integrante del aquelarre que cayera allí. ¿Cuántos habría ya?
—Mañana me tendrán ahí, ¿vale?... Supongo que ahí te veré, querido Lorian —agregó, comenzando a patear con pequeños pasos una piedra que estaba enfrente suyo —¿Quiénes son en total?
Aquel vínculo que mantenía con Vibeke le parecía un tanto extraño, pero siempre lo había tomado sin cuidado. Era algo tan simple como su característica curiosidad, misma que a veces llevaba a un entrometimiento sin intenciones verdaderas. Cómo serían entre ellos, y qué reglas llevaban. El porqué de andar metiéndose en asuntos ajenos… Ciertamente mantenía quizás ese rasgo infantil y preguntón que, con otras palabras, anteriormente se mencionó. No negaba que a su opinión ellos estaban destinados a ser pareja, porque más allá del aire disfuncional y tenso que pudiera existir entre ellos, su complicidad venía arrastrándose hace rato. Magnetizados, ambos necesitaban del otro, y aquello bien le parecía.
Llevársela hasta su propia cama, pensó para sí misma. Ahí le estaba dando hincapié para analizar la estructura de hasta dónde llegaría su relación abierta. Viniendo de él le extrañaba, pero siendo francos, tan encantado estaba que de seguro haría más de una excepción con su vampiresa preferida. No sabría decirse si en aquel instante tomó a su idea como posible o bastante interesante; después de todo sabía lo hermosa que la mujer era, pero en conjunto a su particular consideración se le cruzó el rostro del mismo Lorian con aversión, angustia manifiesta, y resulta que tampoco deseaba verle o imaginárselo así, y al intento de alejarse de la peliblanca para evitar conflictos ya estaba planteado en mente.
Por otro lado, y volviendo a la desastrosa situación inicial, tenía razón en cuanto a la taberna. Eran los lugares menos indicados para hablar de reglas, pero de seguro sería mejor el que el par de rostros turbios y pálidos abandonaran la escena. Sin embargo no pudo esta vez ignorar la carcajada que se le escapó al oírle hacer referencia al encuentro y su presencia allí, e inmediatamente lo abrazó. Un gesto demasiado particular quizás en ella, pero había sido una reacción que le había nacido tan súbita como natural, ya que le había sonado, y de una manera irónica, retorcidamente dulce, como si ya estuviese rendido a la idea. Por supuesto no había semejante descripción dicha en sus palabras, pero de pronto la seriedad se le había escapado de las manos.
—¡Vamos! No seas así. Imagina a tus dos mujeres juntas, sería como tener tu propio harén —bromeó al instante con su extravagante ocurrencia. Rodó los ojos luego y reparó a su lado, decidiendo seguirle el paso hacia fuera, sonriendo por aquel agarre de su cintura —Tonto… Me encanta bufarme de ti, ¿no extrañabas eso también?
No, quizás no.
Su relación era tal vez un tanto incoherente, pero existía una muy querida al fin y al cabo. En dónde terminaría todo esto, era algo que ni ella sabía, pero estaba segura que esta vez habrían menos reservas y secretos dentro del círculo de Bordeaux, y estaba también segura que de pasarían un buen rato. Una mezcla exótica, si bien se podía llamar así, de personajes dentro de una misma mansión. Definitivamente lo normal o habitual dejaría de hacerse presenta una vez todos reunidos.
Al salir afuera inhaló profundo, notando la enorme diferencia de ambiente en cuanto al vaho de la taberna, y alzó su mirada al cielo, observando el notable cambio de tiempo. Concordaba con acompañarlo de una vez por todas a la residencia, pero lo cierto era que todavía debía arreglar por donde había decidido alojarse tranquila los dos primeros días, y terminó realizando otro ademán de palabra antes de confirmarle.
—N… Sí. Primero debo ajustar cuentas con el hotel donde decidí hospedarme estos días — dijo, suspirando después por lo bajo. Eran manías de ella, asegurarse una y otra vez del asunto. Por más que ya se había decidido a venir, aún debía cerciorarse de otras cuestiones, o creía que era su deber hacerlo. Pero por más traba que se pusiera, su decisión ya estaba, y ahora sólo restaba despachar sus pertenencias de aquel hotel cerca del centro de París, para conocer el lugar que resguardaría a todo integrante del aquelarre que cayera allí. ¿Cuántos habría ya?
—Mañana me tendrán ahí, ¿vale?... Supongo que ahí te veré, querido Lorian —agregó, comenzando a patear con pequeños pasos una piedra que estaba enfrente suyo —¿Quiénes son en total?
Rebecca de Bordeaux- Vampiro Clase Alta
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Re: Verte otra vez [Rebecca]
“No ocultes lo que se muestra en la realidad”
Me daba gracia, esa manía que tenía por arreglar las cosas. Esa mirada que anexaba demasiados pensamientos al mismo tiempo, quería surcarlos todos, conocer cada detalle. Siempre había sido curioso, aunque poco a poco había reprimido esa clase de sentimientos, hasta llegar al punto que siquiera me interesaba lo que yo mismo deseaba. Simplemente, existía en el tiempo. Al final Rebecca estaba allí, la tenía frente a mí, plagada de cuestionamientos que nunca saldrían al aire por completo. ¿Qué es lo que estaba tramando? Todo aquel circo me daba algo de sospecha y no fue hasta que sus brazos se rodearon a mi cuerpo que entendí lo que pasaba. Me quedé tenso, poco abrazos había disfrutado en mis siglos, ese era uno de ellos. Dejé salir una risa suave, casi irónica y mis dedos algo toscos se pasearon por su cabellera. Unos suaves risos rubios se enredaban en mi mano, jugué con ellos, mirándolos y examinándolos como si fuesen una extrañeza. Oliéndola con curiosidad y con mucho disimulo, hasta que nos separamos. ¿Qué sentí? Una mezcla extraña de remordimientos, ella era hermosa, dulce, refinada y se comprometía en lo que decía y entonces, ¿por qué no podía amarla? — Sabes que lo de tener muchas mujeres no pega conmigo. — Inquirí arqueando una ceja, apoyando un dedo en su frente mientras la separaba lentamente un poco más, observando su cuerpo, de arriba hacia abajo y sonriéndole a boca cerrada.
Mis orbes se abatieron por un instante, desolación por tiempo fraccionario, y seguí sus pasos con la mano derecha en su cintura. Con la otra empujé la puerta de salida. El golpe de cambio de temperatura me provocó abrir los ojos con sorpresa y me tiré los cabellos hacía atrás, escuchando sus palabras que poco a poco se tornaban más nítidas, el bucillo de adentro se aplacaba y a cambio me apunaba los oídos. Así que hacía unos días que había llegado. Ahora podía comprender un poco más la situación. — ¿Un hotel, eh? Está bien, tendría que haber pensado en hacer eso, acostumbrarte de golpe a tanta gente de tu propia sangre es algo… Raro. Sin contar que todos son demasiado extraños. — Comenté la situación con la mayor soltura que pude, era obvio que ella tenía dudas. Pues claro, aquello que unía a la familia Bordeaux siempre se había considerado una leyenda. Aunque siempre tuvo algo de verdad, ya que pocos vampiros conservan contacto luego de tantos años. Nosotros incluso llevábamos un apellido en común. Pero uno nunca está seguro, podría decirse que yo era el que más experiencia tenía en ese ámbito, incluso me había cargado con uno de los sires de los D’ Auxerre. — Te estaré esperando entonces, no hay apuro, todos son algo descontrolados y se nota que los D’ Auxerre tampoco tienen mucha información. Pero, llega temprano, hay cosas que hablar. Tengo que dar un par de anuncios. — Alcé la mano y la pasé por sus hebras que caían a un costado de su mejilla. Cerré los ojos y con cuidado dejé que marchara, mirando como pateaba las piedras de la zona. Dejé salir una mínima sonrisa.
— Son… Vibeke, Mizar, Vincent y nosotros dos, por ahora. Mizar es mi vástago, pero quizá la conoces. ¿Por qué me lo preguntas? Es algo raro que lo hagas. En fin, luego están las sobras de nuestra familia. Ellos también están en la mansión, pero son carne de cañón. — Subí los hombros, teníamos Bordeaux o escorias de Bordeaux; neófitos de poco más de cincuenta años que piensan que por tener un renombre son especiales. Sirven, de espías y carnadas, pero no tienen el mal clamando la piel. La maldición de sentir odio por nuestro pasado no está en las venas de aquello seres mediocres. Solos los de más alto rango éramos capaces de disfrutar tal sentimiento. ¿Por qué placer? Porque sentir de esa manera tan irracional es de humanos. Le había encontrado el gusto a la familia. Así que tomé un momento su mano y la miré. — Nos vemos mañana entonces, ya es hora de que me vaya. No huyas. — Apreté sus dedos, tan solo un poco y me acerqué a besar su mejilla, apenas un roce. Y me separé para ir al otro lado del lugar, empezando a caminar lejos de allí. Había disfrutado esa noche, pero sabía que las próximas no serían así de tranquilas. Nos esperaban muchas cosas, unas peores que otras.
“Pero estoy esperando ansioso a que la sangre enemiga se vierta en los cielos”
[CERRADO]
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