AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Fée Verte. [Libre]
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La Fée Verte. [Libre]
La oscuridad se había expandido a través del cielo con presteza y sus tonalidades azuladas se apagaban de manera gradual, mostrando como resultado una colosal bóveda opaca en la que las nubes, como pintadas en ella, parecían enormes borrones grises retorciéndose y mezclándose en abrazos de ligera forma espiral. Las luces de los astros, sometidas a las sombras, no podrían haber añadido mayor solemnidad y belleza al encanto de una noche en completa calma. Incluso el viento se había amainado hasta desaparecer; y el frío, soportable, sólo se manifestaba en el adormecimiento que causaba en las manos, y en el humo pálido en el que transformaba al aliento que abandonaba los labios de los transeúntes.
En esos momentos los callejones de París constituían un perfecto laberinto que apestaba a orín, humedad y óxido; una trampa para borrachos y extranjeros que ni daban con la salida ni recordaban la entrada, quedando a merced de rateros u otros despreciables moradores. La falta de iluminación, un factor importante para los numerosos asaltos, hacía desear la llegada del día, y con ella probablemente se revelarían las manchas de sangre seca que decoraban los rincones y las botellas hechas trizas que alguna vez habían contenido grados y grados alcohol, pero que habían acabado convirtiéndose en un arma improvisada.
Así le gustaba imaginar a Évrard. Al menos de este modo su mente se entregaba a sus frecuentes abstracciones y se desatendía de asuntos que le atañían más directamente: había una carta en su bolsillo que le pesaba en la conciencia como si fuera una piedra. “Palabras, palabras, palabras” como canturreaba Hamlet en la última vez que visitó un teatro; puede que ahora fueran como ácido corrosivo en su memoria pero no existe nada que el fuego no pueda borrar.
Repentinamente se dio cuenta de lo mucho que echaba de menos Inglaterra: aquello no era como cuando visitaba Londres, y comenzaba a añorar el grueso manto de niebla que inundaba las calles y la visión de las barcas atravesando las aquietadas aguas del Támesis. Le llegaba a pesar incluso la ausencia de las frecuentes lluvias. La capital francesa no era lo mismo, para nada, era completamente diferente. Le hacía sentirse un extraño incluso dentro de su propia vivienda.
La primera toma de contacto había sido mediante las advertencias de su tía materna, quien le había proporcionado vestimentas nuevas e insistido férreamente en que no derrochara el dinero en naderías, haciendo también un hincapié en que no vagara por las zonas apartadas. Debería haber sabido que no la obedecería: ni los consejos, y ni siquiera las ordenes, conseguían hacer mella en él. Nada lo conseguía de pronto. A menudo imaginaba su mente como una función que ya ha terminado, el silencio que precede al final de una canción, o las últimas hojas en blanco que un escritor cuela impretendidamente al final de su obra. Pero no estaba triste ni recordaba haberlo estado en su vida.
Esa súbita resignación podría hallarse algo acentuada por una bebida de matices verdes que se había atrevido a tomar minutos atrás: absenta, el hada verde, o la “Fée Verte” como la llamaban allí; compuesta de ajenjo, anís… y algo más que no alcanzaba a recordar. Se mantuvo en el pensamiento de que había sido timado hasta que un mareo fuerte abordó su cabeza, y tras contenerse por apresión a manchar sus ropas nuevas, acabó por sentarse en el suelo.
Allí desapareció cualquier vestigio de sensación de peligro. Los ladrones jamás le habían asustado y predominaba la idea de que podría hacer frente a la situación si intentaba robarle lo poco que llevaba encima. Hasta terminó por considerar que quizás era mejor si lo hacían y así podría quedarse en aquellos callejones silentes el resto de su vida, robando a su vez a otros incautos que pasearan por allí, pues al fin y al cabo la suciedad tiende a la suciedad y jamás había sentido tantas manchas en su alma.
Ahora sólo quedaba esperar a que la bebida hiciera efecto y le permitiera contemplar algo diferente; quizás que el suelo de piedra se abría y la conocida niebla, emanando de él, le llevaba de vuelta a casa.
En esos momentos los callejones de París constituían un perfecto laberinto que apestaba a orín, humedad y óxido; una trampa para borrachos y extranjeros que ni daban con la salida ni recordaban la entrada, quedando a merced de rateros u otros despreciables moradores. La falta de iluminación, un factor importante para los numerosos asaltos, hacía desear la llegada del día, y con ella probablemente se revelarían las manchas de sangre seca que decoraban los rincones y las botellas hechas trizas que alguna vez habían contenido grados y grados alcohol, pero que habían acabado convirtiéndose en un arma improvisada.
Así le gustaba imaginar a Évrard. Al menos de este modo su mente se entregaba a sus frecuentes abstracciones y se desatendía de asuntos que le atañían más directamente: había una carta en su bolsillo que le pesaba en la conciencia como si fuera una piedra. “Palabras, palabras, palabras” como canturreaba Hamlet en la última vez que visitó un teatro; puede que ahora fueran como ácido corrosivo en su memoria pero no existe nada que el fuego no pueda borrar.
Repentinamente se dio cuenta de lo mucho que echaba de menos Inglaterra: aquello no era como cuando visitaba Londres, y comenzaba a añorar el grueso manto de niebla que inundaba las calles y la visión de las barcas atravesando las aquietadas aguas del Támesis. Le llegaba a pesar incluso la ausencia de las frecuentes lluvias. La capital francesa no era lo mismo, para nada, era completamente diferente. Le hacía sentirse un extraño incluso dentro de su propia vivienda.
La primera toma de contacto había sido mediante las advertencias de su tía materna, quien le había proporcionado vestimentas nuevas e insistido férreamente en que no derrochara el dinero en naderías, haciendo también un hincapié en que no vagara por las zonas apartadas. Debería haber sabido que no la obedecería: ni los consejos, y ni siquiera las ordenes, conseguían hacer mella en él. Nada lo conseguía de pronto. A menudo imaginaba su mente como una función que ya ha terminado, el silencio que precede al final de una canción, o las últimas hojas en blanco que un escritor cuela impretendidamente al final de su obra. Pero no estaba triste ni recordaba haberlo estado en su vida.
Esa súbita resignación podría hallarse algo acentuada por una bebida de matices verdes que se había atrevido a tomar minutos atrás: absenta, el hada verde, o la “Fée Verte” como la llamaban allí; compuesta de ajenjo, anís… y algo más que no alcanzaba a recordar. Se mantuvo en el pensamiento de que había sido timado hasta que un mareo fuerte abordó su cabeza, y tras contenerse por apresión a manchar sus ropas nuevas, acabó por sentarse en el suelo.
Allí desapareció cualquier vestigio de sensación de peligro. Los ladrones jamás le habían asustado y predominaba la idea de que podría hacer frente a la situación si intentaba robarle lo poco que llevaba encima. Hasta terminó por considerar que quizás era mejor si lo hacían y así podría quedarse en aquellos callejones silentes el resto de su vida, robando a su vez a otros incautos que pasearan por allí, pues al fin y al cabo la suciedad tiende a la suciedad y jamás había sentido tantas manchas en su alma.
Ahora sólo quedaba esperar a que la bebida hiciera efecto y le permitiera contemplar algo diferente; quizás que el suelo de piedra se abría y la conocida niebla, emanando de él, le llevaba de vuelta a casa.
Évrard Huddleston- Humano Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
Saliendo de la oscuridad de la taberna y adentrándose a otra distinta, a la oscuridad solitaria puesto que los callejones no eran muy concurridos, al contrario, eran temidos por la mayoría. Ya sea por ser la madriguera de aquel que espera ansioso por saltar encima de una víctima distraida y perdida, o por el violador despiadado que abusaría de todas las señoritas débiles que por allí caminaran a altas horas de la noche. Pero eso no importaba, a Romilda no le quedaba más remedio que pasar por allí, atreverse a o que sea que la esperase o no.
De nuevo tomaba las solapas de su capa para abrigarse, su cuerpo era bastante sensible al frío y en seguida empezaba a temblar. Caminó apresuradamente hasta introducirse en la entrada del callejón, y se frenó. Quedó en medio del principio de esas paredes apretadas, oscuras y sucias. Sea lo que anduviera allí, podría, quizás, evadirlo con sus poderes. Podría crear distintas ilusiones a su atacante y así salir victoriosa de su camino.
Se tomó varios segundos para poder adaptar su vista a la oscuridad, no veía casi nada, pero creía distinguir algo. Era una silueta de alguien. Una persona estaba allí, pero guardaba silencio. Su contorno no era muy grande, sin embargo sabía que se trataba de alguien mayor, de un adulto, o un joven. Pensó seriamente qué hacer. Si atreverse a pasar esperando que aquella persona que estaba allí no le hiciera caso, o esperar a que hablara.
Simplemente esperó, sin avanzar, sin hablar, sin pensar. Esperó.
De nuevo tomaba las solapas de su capa para abrigarse, su cuerpo era bastante sensible al frío y en seguida empezaba a temblar. Caminó apresuradamente hasta introducirse en la entrada del callejón, y se frenó. Quedó en medio del principio de esas paredes apretadas, oscuras y sucias. Sea lo que anduviera allí, podría, quizás, evadirlo con sus poderes. Podría crear distintas ilusiones a su atacante y así salir victoriosa de su camino.
Se tomó varios segundos para poder adaptar su vista a la oscuridad, no veía casi nada, pero creía distinguir algo. Era una silueta de alguien. Una persona estaba allí, pero guardaba silencio. Su contorno no era muy grande, sin embargo sabía que se trataba de alguien mayor, de un adulto, o un joven. Pensó seriamente qué hacer. Si atreverse a pasar esperando que aquella persona que estaba allí no le hiciera caso, o esperar a que hablara.
Simplemente esperó, sin avanzar, sin hablar, sin pensar. Esperó.
Romilda Hetfield- Hechicero Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
Su atención había sido secuestrada por el sonido de la propia respiración de sus pulmones, con la confianza de que el control sobre ésta precedería al control sobre todo lo demás. Le inquietaban, aunque muy ligeramente, los efectos de la bebida. Nunca había visitado una taberna, y las reducidas veces en las que había probado el alcohol se debían en su mayor parte a celebraciones importantes, o a las más contadas ocasiones en las que su padre le ofrecía algo de vino. Por lo demás siempre le había mostrado cierta ojeriza al beber:
Desde pequeño había observado como personas ebrias balbucían las más grandes necedades, poniendose en ridículo frente a miradas ajenas al actuar como si fueran bufones, balanceandose bruscamente al caminar, y muchas veces levantando la mano contra sus esposas, familiares, o cualquier infortunado que cruzara su camino. Los ojos de los borrachos siempre se mostraban algo hinchados, su semblante parecía burlón incluso en seriedad, sus alientos olían fuerte, y sus mejillas se ruborizaban y ardían. No tenía la más mínima intención de degradarse a ese final, ni siquiera vagamente. Aceptar la absenta había sido un acto excepcional que no volvería a repetirse; una debilidad hacia la tentación de experimentar una espejismo y percibir patentes los desvaríos de su imaginación; como introducirse en un sueño estando despierto. Una comprobación y nada más.
Así pues barrió los callejones de una ojeada para recordarse a sí mismo que estaba al aire libre (si esque se le podía llamar así a esa mezcla de hedores insufribles) porque hacía rato que había comenzado a sentir una fastidiosa claustrofobia. Después torció el gesto, insatisfecho de su primer sondeo, y volvió a pasear la vista por las estrechas callejuelas, notando que había algo fuera de lugar.
No fue hasta que se acostumbró a la sordidez de las sombras cuando comenzó a percibir una silueta estrecha y estática, apenas a unos metros de donde él se hallaba. Tenía el talle de una mujer muy joven, y una especie de aura rojiza alrededor de la cabeza que relumbraba por la escasa luz del cielo. Èvrard se puso en pie alarmado. No sentía miedo pero su mente ya se había disparado a escatimar posibilidades; por una parte la figura se advertía demasiado realista como para tratarse de una ilusión, pero no podía estar íntegramente seguro de esto; por otra sus proporciones y la tonalidad cobriza que se anunciaba en sus cabellos le traían de vuelta recuerdos que estimaba de mal gusto.
Se tomó pese a todo la libertad de dar un par de pasos hacia ella, enfundándose en su característica serenidad:
- ¿Quién eres? – inquirió con calma, de pronto consciente de su marcado acento inglés.
Desde pequeño había observado como personas ebrias balbucían las más grandes necedades, poniendose en ridículo frente a miradas ajenas al actuar como si fueran bufones, balanceandose bruscamente al caminar, y muchas veces levantando la mano contra sus esposas, familiares, o cualquier infortunado que cruzara su camino. Los ojos de los borrachos siempre se mostraban algo hinchados, su semblante parecía burlón incluso en seriedad, sus alientos olían fuerte, y sus mejillas se ruborizaban y ardían. No tenía la más mínima intención de degradarse a ese final, ni siquiera vagamente. Aceptar la absenta había sido un acto excepcional que no volvería a repetirse; una debilidad hacia la tentación de experimentar una espejismo y percibir patentes los desvaríos de su imaginación; como introducirse en un sueño estando despierto. Una comprobación y nada más.
Así pues barrió los callejones de una ojeada para recordarse a sí mismo que estaba al aire libre (si esque se le podía llamar así a esa mezcla de hedores insufribles) porque hacía rato que había comenzado a sentir una fastidiosa claustrofobia. Después torció el gesto, insatisfecho de su primer sondeo, y volvió a pasear la vista por las estrechas callejuelas, notando que había algo fuera de lugar.
No fue hasta que se acostumbró a la sordidez de las sombras cuando comenzó a percibir una silueta estrecha y estática, apenas a unos metros de donde él se hallaba. Tenía el talle de una mujer muy joven, y una especie de aura rojiza alrededor de la cabeza que relumbraba por la escasa luz del cielo. Èvrard se puso en pie alarmado. No sentía miedo pero su mente ya se había disparado a escatimar posibilidades; por una parte la figura se advertía demasiado realista como para tratarse de una ilusión, pero no podía estar íntegramente seguro de esto; por otra sus proporciones y la tonalidad cobriza que se anunciaba en sus cabellos le traían de vuelta recuerdos que estimaba de mal gusto.
Se tomó pese a todo la libertad de dar un par de pasos hacia ella, enfundándose en su característica serenidad:
- ¿Quién eres? – inquirió con calma, de pronto consciente de su marcado acento inglés.
Évrard Huddleston- Humano Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
Su vista no la había engañado, claramente se trataba de un muchacho. Al ponerse de pie su figura se había marcado en su contorno, y pudo observar que no era corpulento con brazos anchos y barriga predominante, en realidad era delgado. Eso descartaba ciertas posibilidades de que aquel hombre fuera un atacante hacia su persona, un ladrón o un violador. Claro que el aspecto físico poco tenía que ver, pero al menos ya sabía que era menos probable o contaba con menos ventajas que si hubiera sido alguien mayor.
Al escuchar la pregunta, la bruja dudó si atreverse a contestar o simplemente andar hasta el final del callejón. Su interrogante se había atrevido a dar un paso más para acortar la distancia, lo que no era necesariamente algo alentador. No temió, en caso de que quisiera robar no iba a encontrar nada de valor, puesto que no llevaba ninguna joya encima. ¿Y si ella le robaba a él? No, no estás apta para meterte en más líos. A lo mejor si usaba la atracción con esa persona podría salir salva de la situación.
Cerró sus ojos un momento antes de contestar, y usó sus poderes para atraerlo un poco hacia ella, solo apenas, simplemente para que fuera disminuyendo las ganas de atacar, si es que eso sentía la otra persona.
- Simplemente quiero salir de aquí... - pronunció, sin responder el objetivo de su pregunta.
- ¿Está usted bien?
Al escuchar la pregunta, la bruja dudó si atreverse a contestar o simplemente andar hasta el final del callejón. Su interrogante se había atrevido a dar un paso más para acortar la distancia, lo que no era necesariamente algo alentador. No temió, en caso de que quisiera robar no iba a encontrar nada de valor, puesto que no llevaba ninguna joya encima. ¿Y si ella le robaba a él? No, no estás apta para meterte en más líos. A lo mejor si usaba la atracción con esa persona podría salir salva de la situación.
Cerró sus ojos un momento antes de contestar, y usó sus poderes para atraerlo un poco hacia ella, solo apenas, simplemente para que fuera disminuyendo las ganas de atacar, si es que eso sentía la otra persona.
- Simplemente quiero salir de aquí... - pronunció, sin responder el objetivo de su pregunta.
- ¿Está usted bien?
Romilda Hetfield- Hechicero Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
Cambió el gesto, visiblemente confundido por la pregunta, mientras se apartaba el incipiente sudor de la frente. El mareo había acrecentado y pasado a convertirse en vértigo, pero apenas resultaba molesto.
Percibió que la figura de la desconocida ni siquiera se había movido, sino que se mantenía rigurosamente estática en su posición. Si agudizaba la vista podía adivinar la imagen indefinida de unas facciones, el indicio de un rostro, pero nada más. Al menos ahora reparaba, mucho mejor que antes, en que se trataba de una dama joven; ya que acercar las distancias le había servido para apreciar su altura y su complexión.
Quiso avanzar hacia ella, pero dudó. Era una persona real, de eso ya estaba seguro, ninguna ilusión se presentaría tan convincente; pero le pareció más acertado hacer uso de la prudencia y permanecer inmóvil. Su apariencia entre las sombras era aflictiva, sugestiva, y tan similiar a su prometida por la estrechez y el cabello que sintió que su mente se derrocaba. No era ella, por supuesto, y gracias a Dios; pero cualquier parecido era angustioso. Si sus ojos resultaban ser negros no dudaría en sucumbir al delirio entrando a la primera taberna que encontrara y tomando otra copa más de absenta.
La voz de esta chica era difierente, pero paciente y templada, y claramente trataba de evadir lo que Èvrard le había preguntado. Optó por no insistir, la verdad es que había perdido el interés por esa respuesta en concreto.
- Sí, estoy bien. - afirmó al fin, más para convencerse a sí mismo que para que la oyera ella. – Sin la menor intención de ofender o de meterme en un asunto que no me incumbe, pienso que no deberíais caminar por estas calles a semejantes horas. No es lugar para una dama.
Percibió que la figura de la desconocida ni siquiera se había movido, sino que se mantenía rigurosamente estática en su posición. Si agudizaba la vista podía adivinar la imagen indefinida de unas facciones, el indicio de un rostro, pero nada más. Al menos ahora reparaba, mucho mejor que antes, en que se trataba de una dama joven; ya que acercar las distancias le había servido para apreciar su altura y su complexión.
Quiso avanzar hacia ella, pero dudó. Era una persona real, de eso ya estaba seguro, ninguna ilusión se presentaría tan convincente; pero le pareció más acertado hacer uso de la prudencia y permanecer inmóvil. Su apariencia entre las sombras era aflictiva, sugestiva, y tan similiar a su prometida por la estrechez y el cabello que sintió que su mente se derrocaba. No era ella, por supuesto, y gracias a Dios; pero cualquier parecido era angustioso. Si sus ojos resultaban ser negros no dudaría en sucumbir al delirio entrando a la primera taberna que encontrara y tomando otra copa más de absenta.
La voz de esta chica era difierente, pero paciente y templada, y claramente trataba de evadir lo que Èvrard le había preguntado. Optó por no insistir, la verdad es que había perdido el interés por esa respuesta en concreto.
- Sí, estoy bien. - afirmó al fin, más para convencerse a sí mismo que para que la oyera ella. – Sin la menor intención de ofender o de meterme en un asunto que no me incumbe, pienso que no deberíais caminar por estas calles a semejantes horas. No es lugar para una dama.
Évrard Huddleston- Humano Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
El muchacho habló y la chica lo escuchó claramente. Pero su respuesta, sugerencia, o acotación podría ser un engaño. A lo mejor era una estrategia de ese hombre para obtener algún beneficio de ella. Decir unas palabras bonitas siempre fue una máscara de los ladrones, así engañar a su víctima y que ella sola vaya entrando en los brazos de los engaños. Sin embargo, quiso arriesgarse, pues no quedaba más opción que atravesar ese callejón sucio.
Se aclaró la garganta y se quitó la capucha para sentir el aire fresco de la noche. Se atrevería a dar un paso más hacia adelante, ante cualquier situación también podría correr, un plan idiota, pero una alternativa al fin y al cabo. Al avanzar, una farola apareció en su perspectiva y pudo distinguir mejor al muchacho: era joven, delgado y pálido. Un enfrentamiento mano a mano tampoco podría ser tan difícil, pero no había que arriesgarse, había mucha clase de gente que era mucho peor de lo que su aspecto decía.
- Sí, lo sé, tiene usted razón. Pero necesito atravesar este callejón, ¿Representa algún peligro para mí? ¿O para usted? - levantó una ceja, lo mejor era mostrarse segura y no como una presa muy fácil de atrapar.
- Tampoco es hora para un caballero, hay malechores por todas las calles... Lamento mi descarada curiosidad, pero...¿Cómo ha sido que terminó aquí?
Se aclaró la garganta y se quitó la capucha para sentir el aire fresco de la noche. Se atrevería a dar un paso más hacia adelante, ante cualquier situación también podría correr, un plan idiota, pero una alternativa al fin y al cabo. Al avanzar, una farola apareció en su perspectiva y pudo distinguir mejor al muchacho: era joven, delgado y pálido. Un enfrentamiento mano a mano tampoco podría ser tan difícil, pero no había que arriesgarse, había mucha clase de gente que era mucho peor de lo que su aspecto decía.
- Sí, lo sé, tiene usted razón. Pero necesito atravesar este callejón, ¿Representa algún peligro para mí? ¿O para usted? - levantó una ceja, lo mejor era mostrarse segura y no como una presa muy fácil de atrapar.
- Tampoco es hora para un caballero, hay malechores por todas las calles... Lamento mi descarada curiosidad, pero...¿Cómo ha sido que terminó aquí?
Romilda Hetfield- Hechicero Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
La joven se había quitado la capucha y ahora la luz le alcanzaba sin dificultad el rostro: su semblante parecía calmoso, y hasta despreocupado. Èvrard se calló un suspiro de alivio y dedicó a la dama un atisbo de sonrisa. Ni alucinaciones, ni rateros, ni cosas extrañas: tan sólo una chica extraviada. Aquella noche se había concienciado para hacer frente a cualquier cosa, pero desde luego que esa situación tan extraña no la había previsto.
Trató de controlar su propio comportamiento, perturbado por los efectos del alcohol. Mantuvo la postura erguida, ignorando el vértigo, y tomó una expresión neutra. Permaneció lo más sereno y refinado que pudo. De pronto se sentía terriblemente avergonzado, temeroso de que su ebriedad se transparentase en exceso. No tenía la más mínima idea de cómo se veía desde fuera, y le daba pavor pensar que su mascara de entereza pudiera resquebrajarse. ¿Cómo había acabado así? ¿Qué clase de forma de comportarse era esa? Qué humillación.
Pero si podía dominar su exterioridad, no podía refrenar la lengua:
- Veréis, esta clase de callejuelas son un peligro para cualquiera que tenga algo que perder: dinero en la cartera, joyas en los dedos, un cuerpo, la vida… - enumeró indiferente. – Nada que pueda preocuparme a mí, desde luego, pero no estaría bien para a usted. Si he venido aquí es por mi propia estupidez y falta de juicio, ya que lo preguntáis, y también porque no tenía ganas de visitar otro rincón de esta ciudad. Mis disculpas si sois parisina, pero esta capital me parece tan horriblemente fría que no distingo los callejones de cualquier otra avenida.
Suspiró, de nuevo algo cortado; no quería asustar a la muchacha:
- Y aún así, si quisierais, me ofrecería a acompañaros a atravesar estas calles.
Trató de controlar su propio comportamiento, perturbado por los efectos del alcohol. Mantuvo la postura erguida, ignorando el vértigo, y tomó una expresión neutra. Permaneció lo más sereno y refinado que pudo. De pronto se sentía terriblemente avergonzado, temeroso de que su ebriedad se transparentase en exceso. No tenía la más mínima idea de cómo se veía desde fuera, y le daba pavor pensar que su mascara de entereza pudiera resquebrajarse. ¿Cómo había acabado así? ¿Qué clase de forma de comportarse era esa? Qué humillación.
Pero si podía dominar su exterioridad, no podía refrenar la lengua:
- Veréis, esta clase de callejuelas son un peligro para cualquiera que tenga algo que perder: dinero en la cartera, joyas en los dedos, un cuerpo, la vida… - enumeró indiferente. – Nada que pueda preocuparme a mí, desde luego, pero no estaría bien para a usted. Si he venido aquí es por mi propia estupidez y falta de juicio, ya que lo preguntáis, y también porque no tenía ganas de visitar otro rincón de esta ciudad. Mis disculpas si sois parisina, pero esta capital me parece tan horriblemente fría que no distingo los callejones de cualquier otra avenida.
Suspiró, de nuevo algo cortado; no quería asustar a la muchacha:
- Y aún así, si quisierais, me ofrecería a acompañaros a atravesar estas calles.
Évrard Huddleston- Humano Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
Su comportamiento era convincente, tranquilo y sereno, podría ser muy creíble. Había que pensar razonablemente, si ella había acabado en ese callejón, sin ninguna intensión de robo ni algo similar, entonces... ¿por qué alguien más no podría estar en su lugar? No todo el mundo tenía malos pensamientos y escondía sonrisas falsas para aprovecharse de otro. Simplemente había que atreverse a comprobar las cosas. Un muchacho se ofrecía a andar con ella por aquellas calles inseguras, no era una idea tan mala al fin de cuentas.
Dio varios pasos más hasta el muchacho, y lo notó algo... extraño. ¿Será siempre así, o sólo hoy? Se preguntó a sí misma. Se lo veía con ojos desorientados y cierta postura... incómoda. Sin embargo, preguntar dos veces si se encontraba bien, sería demasiado insistente por parte de una desconocida. Entonces, optó por lo sencillo, solo sonrió levemente y habló.
- Oh, no, no soy parisina, así que no me ofende. Soy griega. - trató de no dar demasiada información, completamente innecesaria, y también se contuvo para no remontarse a su infancia en Grecia, no era el momento ni el lugar.
- Es usted muy amable, joven... - se interrumpió a sí misma porque no sabía el nombre de aquel chico.
Dio varios pasos más hasta el muchacho, y lo notó algo... extraño. ¿Será siempre así, o sólo hoy? Se preguntó a sí misma. Se lo veía con ojos desorientados y cierta postura... incómoda. Sin embargo, preguntar dos veces si se encontraba bien, sería demasiado insistente por parte de una desconocida. Entonces, optó por lo sencillo, solo sonrió levemente y habló.
- Oh, no, no soy parisina, así que no me ofende. Soy griega. - trató de no dar demasiada información, completamente innecesaria, y también se contuvo para no remontarse a su infancia en Grecia, no era el momento ni el lugar.
- Es usted muy amable, joven... - se interrumpió a sí misma porque no sabía el nombre de aquel chico.
Romilda Hetfield- Hechicero Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
- Évrard Huddleston. – se presentó confortado. Indeciso de si darle la mano prefirió ahorrarse un gesto innecesario.
Ciertamente le había sorprendido que la chica aceptara a recorrer las callejuelas junto a él de forma tan imprevista y repentina, pero le agradó. “Bueno, no todo el mundo es tan huraño como tú” se echó en cara, borrando cualquier atisbo de pensamiento desagradable de su mente: la compañía no hacía daño. Además la muchacha era extranjera, ¿quién mejor iba a entender su aflicción y su comportamiento melancólico al hallarse en una ciudad desconocida? Recuperó el interés:
- ¿Griega dice? Vaya, eso no se oye muy a menudo. – confesó con voz apagada – Ya había notado un acento diferente al francés en su forma de hablar… ¿Lleva mucho tiempo aquí en París?
Hizo ademán de comenzar a caminar, algo despacio, no quería arriesgarse a perder el equilibrio. Un sentimiento de culpa comenzaba a nacerle en el pecho, como una herida que de tanto ser trazada había dejado de intentar cicatrizar. Aunque ya estaba lejos de todo aquello se dio cuenta de que, de alguna manera, esperaba escuchar el grito atronador de sus padres surgir en cualquier momento. Comprendió que era un efecto secundario de haber sido criado para agradar, y que tendría sobrellevarlo hasta que se borrara con el paso del tiempo y las viejas costumbres fueran reemplazadas por otras nuevas. Ignoró aquel pinchazo de su consciencia, indiferente como siempre.
Ciertamente le había sorprendido que la chica aceptara a recorrer las callejuelas junto a él de forma tan imprevista y repentina, pero le agradó. “Bueno, no todo el mundo es tan huraño como tú” se echó en cara, borrando cualquier atisbo de pensamiento desagradable de su mente: la compañía no hacía daño. Además la muchacha era extranjera, ¿quién mejor iba a entender su aflicción y su comportamiento melancólico al hallarse en una ciudad desconocida? Recuperó el interés:
- ¿Griega dice? Vaya, eso no se oye muy a menudo. – confesó con voz apagada – Ya había notado un acento diferente al francés en su forma de hablar… ¿Lleva mucho tiempo aquí en París?
Hizo ademán de comenzar a caminar, algo despacio, no quería arriesgarse a perder el equilibrio. Un sentimiento de culpa comenzaba a nacerle en el pecho, como una herida que de tanto ser trazada había dejado de intentar cicatrizar. Aunque ya estaba lejos de todo aquello se dio cuenta de que, de alguna manera, esperaba escuchar el grito atronador de sus padres surgir en cualquier momento. Comprendió que era un efecto secundario de haber sido criado para agradar, y que tendría sobrellevarlo hasta que se borrara con el paso del tiempo y las viejas costumbres fueran reemplazadas por otras nuevas. Ignoró aquel pinchazo de su consciencia, indiferente como siempre.
Évrard Huddleston- Humano Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
Ahora, lentamente, podría recuperar la seguridad, no era necesario ser una temerosa las 24 horas del día. A pesar de que era tarde, estaba atravesando un callejón y en compañía de un desconocido, debería pensar en positivo y mostrarse segura, sin traspiés ni tartamudeos. Firmeza, confianza e inteligencia. Se dijo para sus adentros, casi un lema para ella, pero no era más que una petición para calmarse a sí misma y darse aliento para continuar con la noche, larga o no, sola o acompañada, que le esperaba.
- Un placer conocerle, Évrard. - dijo, haciendo un gesto leve con su cabeza, inclinándola hacia adelante, modales que poco a poco iba intengrando a sí misma inculcados por su familia adoptiva, supuestamente en Francia así debían ser las presentaciones. En Grecia tampoco era tan distinto, simplemente la joven no estaba acostumbrada a la formalidad ni a la sociabilidad, las relaciones con otras personas no era su fuerte, y menos en persona, todo era más fluido para ella si se trataba de cartas que pasaban por varias manos antes de llegar a su destino. Sí, eso le gustaba más.
- Sólo unos tres años, quizá. Sí, desde los doce años que vivio aquí - hizo una pausa mientras caminaba otro poco, todo sería más cómodo cuando se encontraran fuera de ese callejón, donde seguramente habría más luz que solo una farola - ¿Y usted? ¿De dónde es? - preguntó con curiosidad.
- Un placer conocerle, Évrard. - dijo, haciendo un gesto leve con su cabeza, inclinándola hacia adelante, modales que poco a poco iba intengrando a sí misma inculcados por su familia adoptiva, supuestamente en Francia así debían ser las presentaciones. En Grecia tampoco era tan distinto, simplemente la joven no estaba acostumbrada a la formalidad ni a la sociabilidad, las relaciones con otras personas no era su fuerte, y menos en persona, todo era más fluido para ella si se trataba de cartas que pasaban por varias manos antes de llegar a su destino. Sí, eso le gustaba más.
- Sólo unos tres años, quizá. Sí, desde los doce años que vivio aquí - hizo una pausa mientras caminaba otro poco, todo sería más cómodo cuando se encontraran fuera de ese callejón, donde seguramente habría más luz que solo una farola - ¿Y usted? ¿De dónde es? - preguntó con curiosidad.
Romilda Hetfield- Hechicero Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
- El placer es mío, ¿y usted es…? – preguntó mientras observaba algo meditabundo el ensombrecido horizonte; no tenía ni idea de dónde se encontraba el final de los callejones, y temía estar introduciendose en el corazón de éstos. ¿Cúanto faltaría para que apareciera la iluminación del centro de París? Siguió esforzándose por mantener el equilibrio, quizás si no miraba al suelo podría oponerse al vértigo.
La chica resultó ser mucho más joven de lo que había estimado, aunque la verdad era que no había tenido oportunidad de verla demasiado bien entre las sombras: sólo una vaga visión del rostro y del color del cabello.
- ¿Y no es muy joven para pasear por aquí? – espetó extrañado – No es algo que me concierne, y lo siento, pero quizás sus padres podrían estar preocupados.
- Yo soy de Playmouth, Inglaterra. – le explicó después sin querer dar muchos detalles (ya que tampoco había mucho que contar.) – Tres años es bastante tiempo, ¿no es cierto? Sea honesta conmigo, ¿es París agradable cuando te acostumbras a vivir en él?
La chica resultó ser mucho más joven de lo que había estimado, aunque la verdad era que no había tenido oportunidad de verla demasiado bien entre las sombras: sólo una vaga visión del rostro y del color del cabello.
- ¿Y no es muy joven para pasear por aquí? – espetó extrañado – No es algo que me concierne, y lo siento, pero quizás sus padres podrían estar preocupados.
- Yo soy de Playmouth, Inglaterra. – le explicó después sin querer dar muchos detalles (ya que tampoco había mucho que contar.) – Tres años es bastante tiempo, ¿no es cierto? Sea honesta conmigo, ¿es París agradable cuando te acostumbras a vivir en él?
Évrard Huddleston- Humano Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
El muchacho hizo comentarios acerca de su edad, y era algo normal, pero ella no estaba acostumbrada a ello, simplemente quienes la conocían no la encontraban en una situación tan extraña, plena noche, frío, oscuridad, callejón siniestro. Y era comprencible que preguntara, a decir verdad sí era bastante joven para andar por allí. La verdad era que había salido de día, pero tuvo que entrar rápidamente en una taberna a causa de las miradas ajenas y entonces todo se complicó, obligándola a salir de allí tarde.
- Mi nombre es Romilda Hetfield - se presentó un poco tarde ya, puesto que habían comenzado a hablar hace unas cuantas palabras. Pensó cómo contestar su otro comentario, si decirle su edad o no. Al fin, decidió que sí, no habría mucho problema, para que pudiera dar con ella otra vez no alcanzaba con la edad y el nombre.
- Sí, así es... Tengo 15 años. Y no, no es mi intensión andar a estas horas de la noche, pero... ciertas cirscuntancias me obligaron a hacerlo - explicó, sin dar muchos detalles sin importancia. El muchacho hizo referencia a la preocupación de sus padres, pero lo dejó pasar, no aclararía su historia a un desconocido, no era importante corregirle y decir que no vivía con sus padres, ya que ellos habían fallecido.
- París... - murmuró pensativa - Muchos aman esta ciudad... pero nosotros, los ajenos a ella, no nos enamoramos como el resto... Yo sigo soñando con mi Grecia, y supongo que usted con su Inglaterra... Eso jamás cambiará, no podremos acostumbrarnos ni apegarnos a ella. Yo aún la encuentro extraña y fría...
- Mi nombre es Romilda Hetfield - se presentó un poco tarde ya, puesto que habían comenzado a hablar hace unas cuantas palabras. Pensó cómo contestar su otro comentario, si decirle su edad o no. Al fin, decidió que sí, no habría mucho problema, para que pudiera dar con ella otra vez no alcanzaba con la edad y el nombre.
- Sí, así es... Tengo 15 años. Y no, no es mi intensión andar a estas horas de la noche, pero... ciertas cirscuntancias me obligaron a hacerlo - explicó, sin dar muchos detalles sin importancia. El muchacho hizo referencia a la preocupación de sus padres, pero lo dejó pasar, no aclararía su historia a un desconocido, no era importante corregirle y decir que no vivía con sus padres, ya que ellos habían fallecido.
- París... - murmuró pensativa - Muchos aman esta ciudad... pero nosotros, los ajenos a ella, no nos enamoramos como el resto... Yo sigo soñando con mi Grecia, y supongo que usted con su Inglaterra... Eso jamás cambiará, no podremos acostumbrarnos ni apegarnos a ella. Yo aún la encuentro extraña y fría...
Romilda Hetfield- Hechicero Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
Dejó resbalar su mirada hasta el suelo, manteniendo una expresión ligeramente hierática como le ocurría cuando se veía frente a una toma de decisiones. No se encontraba realmente dubitativo, sino todo lo contrario: extrañamente indiferente. ¿Qué podía hacer ya al fin y al cabo? Le era imposible regresar a su hogar, y cualquier otra ciudad le resultaría tan horrenda como en la que ahora se encontraba. Por muchos años que gastara en ella París seguirá siendo un frío pozo de ratas. Exáctamente eso, un pozo de ratas como los que había visto en Inglaterra, donde apostaban para ver cuantas de ellas acababan muertas al ser atacadas por los perros. Y como en aquella fosa, los habitantes de esta urbe se componían de infelices desgraciados como ratas, y cruentos vanidosos como perros. El caso era elegir un bando: maltratar o ser maltratado.
Tras unos segundos de silencio en los que se había sumergido en su propia abstracción, despegó los labios:
- Entonces tiene usted razón. Si no ha podido acostumbrarse en estos tres años también dudo que yo pueda. – coincidió – Cuando llegué, hará menos de un par de semanas, tenía esperanzas de que me agradara mi estancia aquí. Ahora veo que he salido de un infierno para entregarme a otro peor… Y claro que echo de menos mi Inglaterra pero no puedo regresar, al igual que, supongo, usted no puede volver a Grecia.
Detuvo su discurso unos instantes y la miró de soslayo.
- Usted me resulta curiosa. – admitió – No sabría explicarlo. Algo tiene fuera de lo común.
Tras unos segundos de silencio en los que se había sumergido en su propia abstracción, despegó los labios:
- Entonces tiene usted razón. Si no ha podido acostumbrarse en estos tres años también dudo que yo pueda. – coincidió – Cuando llegué, hará menos de un par de semanas, tenía esperanzas de que me agradara mi estancia aquí. Ahora veo que he salido de un infierno para entregarme a otro peor… Y claro que echo de menos mi Inglaterra pero no puedo regresar, al igual que, supongo, usted no puede volver a Grecia.
Detuvo su discurso unos instantes y la miró de soslayo.
- Usted me resulta curiosa. – admitió – No sabría explicarlo. Algo tiene fuera de lo común.
Évrard Huddleston- Humano Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
- Oh, mi Grecia... hace tantos años que no la veo... - susurró con pesar, incluso con un tono dramático como el que tenían las actrices - En verdad la extraño mucho... Más de tres años que no la visito... En realidad nací en Roma, pero viví gran parte de mi vida en Grecia, mis padres de origen griego me enseñaron todo de ella, al igual que a mis hermanos... Por eso me considero griega. Ya han pasado cinco años que no estoy en mi verdadero hogar... - hizo una pausa, como queriendo soñar despierta, pero sabía que si se ensimismaba demasiado, podría crearse falsas ilusiones con su poder, y eso jamás era algo bueno. - Usted, Évrad, seguro que me entiende a mí y a todos los alejados de nuestras tierras... Nos sentimos solos y falsos. Como un árbol que ha sido cortado a la mitad del tronco que no conserva sus raíces puestas. - Suspira hondamente... - Ooh... es una pena muy grande...
- Inglaterra.. qué interesante... - dijo mirándolo - Sí... es verdad... usted tiene un aire inglés...
Luego de unos pasos más, el muchacho se detuvo un poco y se quedó mirándola. Romilda no se dió cuenta hasta que estuvo adelantada dos pasos más de él. Entonces se detuvo y se giró media vuelta, quedándose enfrente suyo. Hizo un comentario extraño, o al menos desconcertante. Y no tanto. ¿Acaso se ha dado cuenta de que soy bruja? Se preguntó. Mejor antes de sacar conclusiones, espero a que sepa explicarse bien a qué se refiere.
- ¿En qué sentido? ¿O... en qué aspecto? - preguntó, evitando ponerse nerviosa o mostrarse incómoda.
- Inglaterra.. qué interesante... - dijo mirándolo - Sí... es verdad... usted tiene un aire inglés...
Luego de unos pasos más, el muchacho se detuvo un poco y se quedó mirándola. Romilda no se dió cuenta hasta que estuvo adelantada dos pasos más de él. Entonces se detuvo y se giró media vuelta, quedándose enfrente suyo. Hizo un comentario extraño, o al menos desconcertante. Y no tanto. ¿Acaso se ha dado cuenta de que soy bruja? Se preguntó. Mejor antes de sacar conclusiones, espero a que sepa explicarse bien a qué se refiere.
- ¿En qué sentido? ¿O... en qué aspecto? - preguntó, evitando ponerse nerviosa o mostrarse incómoda.
Romilda Hetfield- Hechicero Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
Aquella tal Romilda llevaba cinco años lejos de su casa. Era mucho tiempo, incluso sin compararlo con lo poco que llevaba él lejos de la suya.
- ¿Y no tiene ninguna manera de regresar a Grecia? – la trató de confortar - No sé, quizás tras la mayoría de edad y algunos ahorros pueda volver a su hogar… Seguro que la espera merece la pena.
Por un momento Èvrard trató de imaginar cómo debería ser eso de vivir tanto tiempo en un lugar ajeno y, tras unas tenues especulaciones, cayó en la cuenta de que pronto lo sabría de primera mano.
- Le entiendo perfectamente. – musitó, consciente de la honestidad de sus propias palabras – No hay peor sentimiento que sentirse un extraño, vagando día tras día por calles que no conoces ni deseas conocer, y sin que nadie note o se interese por tu presencia. Usted, Romilda, por lo menos está con su familia, ¿no? Al menos debe de estarlo puesto a que es menor de edad… A mí no me queda ni eso; mis padres eran unos cretinos y unos payasos. Añoro cuando sólo conocía París por los relatos de C. Auguste Dupin que escribe Edgar Allan Poe. Entonces la ciudad me agradaba, pero porque no me imaginaba viviendo allí. Debe ser que hay cosas que sólo se aprecian desde la distancia. También, creo por esto, que nadie debería verse obligado a abandonar su propia ciudad y su propia casa, pero igualmente esas cosas pasan. Y yo, honestamente, tengo miedo de no volver a pisar mi país, de que las circunstancias me fuercen a permanecer aquí para siempre…Si usted puede volver a Grecia hágalo. Ni siquiera lo dude.
Sonrió cuando la joven hizo referencia a su aspecto inglés, satisfecho de tener al menos algo referente a su tierra. Y cuando ésta se detuvo frente a él, aflojó sutilmente la sonrisa, sin decrecerla de manera demasiado abrupta.
- No puedo decirle con precisión de qué se trata. Sólo es… una convicción fuerte de que usted es especial. – tras hablar su semblante perdió la serenidad, y Évrard sacudió la cabeza con una risa leve. – Déjelo, no digo más que tonterías. No pretendía incomodarla.
- ¿Y no tiene ninguna manera de regresar a Grecia? – la trató de confortar - No sé, quizás tras la mayoría de edad y algunos ahorros pueda volver a su hogar… Seguro que la espera merece la pena.
Por un momento Èvrard trató de imaginar cómo debería ser eso de vivir tanto tiempo en un lugar ajeno y, tras unas tenues especulaciones, cayó en la cuenta de que pronto lo sabría de primera mano.
- Le entiendo perfectamente. – musitó, consciente de la honestidad de sus propias palabras – No hay peor sentimiento que sentirse un extraño, vagando día tras día por calles que no conoces ni deseas conocer, y sin que nadie note o se interese por tu presencia. Usted, Romilda, por lo menos está con su familia, ¿no? Al menos debe de estarlo puesto a que es menor de edad… A mí no me queda ni eso; mis padres eran unos cretinos y unos payasos. Añoro cuando sólo conocía París por los relatos de C. Auguste Dupin que escribe Edgar Allan Poe. Entonces la ciudad me agradaba, pero porque no me imaginaba viviendo allí. Debe ser que hay cosas que sólo se aprecian desde la distancia. También, creo por esto, que nadie debería verse obligado a abandonar su propia ciudad y su propia casa, pero igualmente esas cosas pasan. Y yo, honestamente, tengo miedo de no volver a pisar mi país, de que las circunstancias me fuercen a permanecer aquí para siempre…Si usted puede volver a Grecia hágalo. Ni siquiera lo dude.
Sonrió cuando la joven hizo referencia a su aspecto inglés, satisfecho de tener al menos algo referente a su tierra. Y cuando ésta se detuvo frente a él, aflojó sutilmente la sonrisa, sin decrecerla de manera demasiado abrupta.
- No puedo decirle con precisión de qué se trata. Sólo es… una convicción fuerte de que usted es especial. – tras hablar su semblante perdió la serenidad, y Évrard sacudió la cabeza con una risa leve. – Déjelo, no digo más que tonterías. No pretendía incomodarla.
Évrard Huddleston- Humano Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
- No, no hay forma de regresar a Grecia ni de salir de Francia por ningún medio. Tal vez, sólo tal vez, podría infiltrarme en alguna embarcación, pero eso conlleva sus riesgos y no puedo arriesgarme a que me descubran y me arrojen por la borda. Sencillamente... deberé esperar - dijo suspirando, agotada por las ilusiones rotas que le destruían el corazón.
- El destierro es algo muy útil para los Parlamentos, saben que es un castigo muy malvado, para muchos es peor que una condena a muerte. Y es comprensible... Verse lejos de su tierra, dejando a la familia, a los amigos, al hogar... Dejar todo eso con lo que creciste, es muy triste... Sencillamente, un castigo muy cruel - miró al muchacho por un momento, preguntándose si un destierro sería el motivo por el cuál se había alejado de su país. Entonces se atrevió a preguntarlo - ¿Usted fue expulsado de Inglaterra, Évrard? - trató de que sonara con sutileza.
Tal vez le resulto extraña por la atracción que le ejercí al comienzo. No lo sé... fue muy leve... Al darse cuenta de que el muchacho había notad su repentina incomodidad, prefirió excusarse para aclarar la situación.
- No, no, no crea que me incomoda... Simplemente soy muy... tímida... - explicó sonrojándose un poco. - Siéntase seguro para intentar explicarme lo que piensa. Si me comunicó lo que le parecía, ha sido porque pretende que yo lo sepa. Por favor, prosiga.
- El destierro es algo muy útil para los Parlamentos, saben que es un castigo muy malvado, para muchos es peor que una condena a muerte. Y es comprensible... Verse lejos de su tierra, dejando a la familia, a los amigos, al hogar... Dejar todo eso con lo que creciste, es muy triste... Sencillamente, un castigo muy cruel - miró al muchacho por un momento, preguntándose si un destierro sería el motivo por el cuál se había alejado de su país. Entonces se atrevió a preguntarlo - ¿Usted fue expulsado de Inglaterra, Évrard? - trató de que sonara con sutileza.
Tal vez le resulto extraña por la atracción que le ejercí al comienzo. No lo sé... fue muy leve... Al darse cuenta de que el muchacho había notad su repentina incomodidad, prefirió excusarse para aclarar la situación.
- No, no, no crea que me incomoda... Simplemente soy muy... tímida... - explicó sonrojándose un poco. - Siéntase seguro para intentar explicarme lo que piensa. Si me comunicó lo que le parecía, ha sido porque pretende que yo lo sepa. Por favor, prosiga.
Romilda Hetfield- Hechicero Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
- En ese caso quizás sería preferible que no tomar riesgos, ¿no cree? Además estoy seguro de que al final conseguirá volver a Grecia de todos modos. Parece muy perseverante, y cuando se desea algo con tanta firmeza se acaba consiguiendo. Ya verá dentro de unos cuantos años…
Le sonrió con amabilidad; los griegos y sus polis… Era muy típico.
- No, no fui desterrado. Aunque dudo de que ello fuera un impedimento mayor. – alegó cuando ella dejó caer la pregunta – Es algo dificil de explicar. Abandonar Inglaterra fue mi decisión, al menos en cierto sentido porque permanecer allí tampoco era una opción demasiado factible. Ni el país ni mi ciudad fueron el problema, lo fue cierta gente con la que ya no podía seguir conviviendo. – suspiró con irritación – Y ahora sí que me es imposible regresar, sé que deben de estar buscándome. ¿Y usted? Tampoco creo que haya sido desterrada. ¿Estoy en lo cierto?
Cuando la muchacha insistió en que siguiera hablando de la insólita impresión que le había causado, él se sumió en un breve silencio. Realmente le costaba poner en palabras ese presentimiento que sentía, dejando a un lado que también podría ser efecto de la absenta. Se decidió a hacer otro esfuerzo por expresarse:
- No se preocupe, normalmente yo también suelo ser bastante tímido. – admitió – Habrá sido su aparición repentina, que me ha desconcertado un poco; la verdad es que hoy ha sido un día bastante extraño. Simplemente me ha dado la sensación de que le rodeaba un aura infrecuente, no es fácil de describir. ¿Cómo le diría…? ¿Ha leído usted a Ambrose Bierce? Pues “mi atención no estuvo mucho tiempo centrada en la exquisita sencillez de sus ropas, pues resultaba imposible mirarla a la cara sin advertir algo sobrenatural.”
Le sonrió con amabilidad; los griegos y sus polis… Era muy típico.
- No, no fui desterrado. Aunque dudo de que ello fuera un impedimento mayor. – alegó cuando ella dejó caer la pregunta – Es algo dificil de explicar. Abandonar Inglaterra fue mi decisión, al menos en cierto sentido porque permanecer allí tampoco era una opción demasiado factible. Ni el país ni mi ciudad fueron el problema, lo fue cierta gente con la que ya no podía seguir conviviendo. – suspiró con irritación – Y ahora sí que me es imposible regresar, sé que deben de estar buscándome. ¿Y usted? Tampoco creo que haya sido desterrada. ¿Estoy en lo cierto?
Cuando la muchacha insistió en que siguiera hablando de la insólita impresión que le había causado, él se sumió en un breve silencio. Realmente le costaba poner en palabras ese presentimiento que sentía, dejando a un lado que también podría ser efecto de la absenta. Se decidió a hacer otro esfuerzo por expresarse:
- No se preocupe, normalmente yo también suelo ser bastante tímido. – admitió – Habrá sido su aparición repentina, que me ha desconcertado un poco; la verdad es que hoy ha sido un día bastante extraño. Simplemente me ha dado la sensación de que le rodeaba un aura infrecuente, no es fácil de describir. ¿Cómo le diría…? ¿Ha leído usted a Ambrose Bierce? Pues “mi atención no estuvo mucho tiempo centrada en la exquisita sencillez de sus ropas, pues resultaba imposible mirarla a la cara sin advertir algo sobrenatural.”
Évrard Huddleston- Humano Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
La chica escuchó la pregunta de él, ciertamente la esparaba puesto que casi siempre había un regreso entre las preguntas y respuestas. Y como ella hablaba de la cas imposibilidad de volver a Grecia, dejaba una grieta de curiosidad por explorar. Ahora, lo que la acomplejaba era cómo y qué contestar. Si bien el motivo principal había sido el oficio de su padre, eso no había sido todo. Lo resumiré un poco.
- No, yo no fui desterrada... Simplemente fue cuestiones de trabajo de mi padre. Nos mudamos del país y luego, nuestra posición económica decayó, impidiéndonos volver a nuestra tierra - hizo una breve pausa - Y después... terminé aquí, en Francia... - dejó que su mirada se perdiera en la nada, para continuar hablando - Sé que podría haber terminado en una situación peor, pero... hubiera preferido encontrarme en otro lugar. No en Francia, con sus secretos, sus misterios, su gente extraña y pedante. - Volvió la vista al chico, y como acordándose de algo, se excusó - Disculpeme si es que usted ya ha hecho amigos franceses...
Romilda escuchó su explicación acerca de lo que había dicho sobre ella, y por dentro realmente se inquietó. Este muchacho tiene buen presentimiento... no se ha equivocado conmigo. Sin duda, lo que a él le parece curioso, debe ser que puede persivir que soy una bruja. Pero es él, puesto que yo no me delato en ningún aspecto...¿Será él también un...? No, no es nada de eso, lo habría sabido al instánte.
- Oh, me extraña que piense eso... Soy demasiado común... - contestó, ya sin dar más vueltas, si lo pensaba mucho y demoraba en contestar, el muchacho se daría cuenta de que trataba de inventar algo.
- No, yo no fui desterrada... Simplemente fue cuestiones de trabajo de mi padre. Nos mudamos del país y luego, nuestra posición económica decayó, impidiéndonos volver a nuestra tierra - hizo una breve pausa - Y después... terminé aquí, en Francia... - dejó que su mirada se perdiera en la nada, para continuar hablando - Sé que podría haber terminado en una situación peor, pero... hubiera preferido encontrarme en otro lugar. No en Francia, con sus secretos, sus misterios, su gente extraña y pedante. - Volvió la vista al chico, y como acordándose de algo, se excusó - Disculpeme si es que usted ya ha hecho amigos franceses...
Romilda escuchó su explicación acerca de lo que había dicho sobre ella, y por dentro realmente se inquietó. Este muchacho tiene buen presentimiento... no se ha equivocado conmigo. Sin duda, lo que a él le parece curioso, debe ser que puede persivir que soy una bruja. Pero es él, puesto que yo no me delato en ningún aspecto...¿Será él también un...? No, no es nada de eso, lo habría sabido al instánte.
- Oh, me extraña que piense eso... Soy demasiado común... - contestó, ya sin dar más vueltas, si lo pensaba mucho y demoraba en contestar, el muchacho se daría cuenta de que trataba de inventar algo.
Romilda Hetfield- Hechicero Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
- La entiendo, el dinero no genera más que problemas. Ojalá que el negocio de su padre prospere. – le deseó. Comprendía perfectamente los problemas de los altibajos económicos. - En cuanto a lo de Francia es verdad que es un país algo frívolo, pero le aseguro que también tendrá sus cosas buenas, aunque con nuestra nostalgia no las sepamos apreciar. Por otro lado su opinión en cuanto a los franceses no podría ofenderme menos y estoy de acuerdo con usted en que, por lo general, son unos orgullosos. Por el momento no he conseguido amistarme con ninguno y dudo que sea fácil. A veces tengo la sensación de que me miran por encima del hombro… será que los ingleses también tenemos fama de engreídos.
La humilde respuesta de la joven sobre el planteamiento de si era alguien común o no, le hizo sonreír un poco. ¿No se lo estará tomando demasiado en serio? dudó. Quizás la estaba empezando a incomodar.
- No sea tan modesta, Romilda. – pidió con tono amable – Le aseguro que es usted especial, incluso si aún no se ha dado cuenta. Lamento de nuevo si la he incomodado, pero no considero que sea nada malo. ¿No sería peor resultar vulgar?
La humilde respuesta de la joven sobre el planteamiento de si era alguien común o no, le hizo sonreír un poco. ¿No se lo estará tomando demasiado en serio? dudó. Quizás la estaba empezando a incomodar.
- No sea tan modesta, Romilda. – pidió con tono amable – Le aseguro que es usted especial, incluso si aún no se ha dado cuenta. Lamento de nuevo si la he incomodado, pero no considero que sea nada malo. ¿No sería peor resultar vulgar?
Évrard Huddleston- Humano Clase Media
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Re: La Fée Verte. [Libre]
- Oh, sí, claro que los franceses miran por encima del hombro. Y de frente también. Hay gente muy engreída en verdad - Dijo ella, cansada de pasar tanto tiempo entre los nacidos en Francia. - En especial si son clase alta. Para mí, es una lucha constante cruzarme con esa gente, no me agradan nada, y yo a ellos tampoco - concluyó, pero como no le gustaba ser una persona que generalizaba, aclaró: - Por supuesto que también está la gente humilde y bondadosa, como la familia que me adoptó. Es un matrimonio mayor que cuida de sus nietas y muy cordialmente me brindan su hogar - explicó, ya que corregirle de manera brusca "no, mi padre falleció" era mucho más sutil explicarlo de esa manera, o al menos darlo a entender.
Y en cuanto a la otra respuesta, era sencillo de responder pero extenso. Intentó resumirlo un poco.
- Verá, Évrard, hace mucho tiempo que no me interesa la impresión que doy. La gente tiende mucho a juzgar por el aspecto pero pocos se atreven a lanzarse a investigar cómo es en verdad una persona. Como nosotros - citó de ejemplo - Si cada uno hubiera juzgado al otro por lo que aparentaba, ¿nos hubiéramos acercado mutuamente? Porque, sinceramente, dos seres en un callejón y de noche, ¿hubiéramos sido de fiar? Lo dudo... Pero, por el contrario, nos arriesgamos.
Y en cuanto a la otra respuesta, era sencillo de responder pero extenso. Intentó resumirlo un poco.
- Verá, Évrard, hace mucho tiempo que no me interesa la impresión que doy. La gente tiende mucho a juzgar por el aspecto pero pocos se atreven a lanzarse a investigar cómo es en verdad una persona. Como nosotros - citó de ejemplo - Si cada uno hubiera juzgado al otro por lo que aparentaba, ¿nos hubiéramos acercado mutuamente? Porque, sinceramente, dos seres en un callejón y de noche, ¿hubiéramos sido de fiar? Lo dudo... Pero, por el contrario, nos arriesgamos.
Romilda Hetfield- Hechicero Clase Media
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