El encuentro que provocó el aburrimiento- Lian Ravel (+18)

Recuerdo del primer mensaje :

El aburrimiento y la falta de diversión son dos compañeros que pocas veces irrumpen en mi vida. En esos momentos, hago todo lo posible para deshacerme de ellos y evitar caer en la locura que me acabaría provocando el aburrimiento que estaba empezando a sentir al estar sola en mi coqueta casa sin hacer nada en particular desde que el sol se había ido a dormir y yo había despertado de mi sueño.

Harta de esperar que la diversión viniera a buscarme, decidí ir yo en su busca. Me quité el camisón que llevaba de pijama y lo cambié por uno de mis ostentosos vestidos negros, a juego con mis inseparables botas de tacón.

Me monté en un carruaje que me llevó hasta el centro de la ciudad. Si quería aprovechar la noche no podía perder el tiempo caminando desde mi casa hasta la ciudad. Mientras más años voy cumpliendo, más me doy cuenta de lo convenientes que son las ciudades para nosotros los vampiros: tan grandes y con tanta gente diferente que es muy fácil pasar desapercibido y, si eres lo suficientemente perverso e inteligente, puedes sembrar el caos y nadie será capaz de descubrirte. En resumidas cuentas, el ambiente perfecto para que vivan vampiros que viven de seducir, jugar y alimentarse de humanos.

Caminando alegremente por las aún concurridas calles de esta ciudad que se ha convertido en mi nuevo hogar, decido buscar algún local en el que buscar algo de diversión y quizás algo de comida.

Inspeccionando por las calles, un pequeño local en la esquina me llama la atención. No por su ostentoso aspecto, sino todo lo contrario: rodeado de grandes y opulentos edificios estaba ese pequeño local que me llamó la atención. Sin pensarlo más, entré. Ay Dios, me estoy encasillando, no sé cómo me las apaño pero siempre que salgo, acabo en un bar o algo por el estilo. Pero es lo que me gusta, no lo puedo evitar.

En fin, entré en el local que examiné minuciosamente: no tenía muchos clientes pero el espacio tampoco daba para más. Algunos hombres en la barra y otros tantos y algunas mujeres repartidos por las mesas, trabajadores del local a parte, claro.

Me acerqué a la barra y pedí una bebida. Giré un poco mi taburete para seguir inspeccionando el sitio. Inevitablemente, mi vista se dirigió a las damas que estaban en una de las mesas. Me quedé sorprendida, no me había fijado nada más entrar pero, por su actitud y su ropa, esas chicas eran prostitutas. Vaya, así que este sitios es un burdel, sí que lo han logrado disimular bien. Posiblemente, en las planas superiores del edificio estén las habitaciones donde trabajen las chicas.

Orgullosa por mi descubrimiento, empecé a tomarme mi bebida, mientras me relajaba un poco. Más tarde buscaría algo de diversión. La noche aún es joven.

Al fin el juego había llegado a donde ambos realmente queríamos. Al fin me tenía, en su cama y completamente desnuda. Dejándome a su merced. Que me hiciera lo que quisiera y si lo hacía mal, ya se lo haría saber. Por ahora prefería dejarme llevar y disfrutar de los placeres que me tenía reservado aquel caballero.

El placer invadía mi cuerpo cada vez más y más. Y cada vez lo necesitaba más a él. Hacía mucho tiempo que no sentía el calor de un cuerpo vivo. Las relaciones con aquellos que hemos experimentado la muerte son algo…frías. Pero esa noche necesitaba algo de calor y aquel caballero me lo estaba dando con creces. Empecé a estremecerme cuando noté las caricias de su lengua. Solo podía suplicarle que siguiera, si no lo hacía podría acabar bastante enfadada y muy probablemente lo mataría.

Mis caderas se movían solas queriendo más y más cada vez. Todas y cada una de sus caricias me hacían entrar más en calor y buscar más placer en manos de aquel caballero. no podía parar de gemir y no sería exagerada si digo que creo que también grité un poco. Estamos en u burdel ¿no? Tampoco es que fuera un sonido novedoso para los que pudieran oírme.

Me dejo llevar por el placer y lo beso salvajemente, con necesidad de sus labios. Mientras con mis caderas le incito a que siga, que no de detenga, que vaya más rápido. Mis gemidos habían logrado ahogar las pocas palabras que era capaz de pronunciar. Y finalmente, mi cuerpo no aguantó más, unos fuertes sudores invadieron todo mi cuerpo, unas fuertes convulsiones sacudieron toda la cama hasta que un fuerte escalofrío que me recorrió toda la espalda me indicó que había llegado a la cima del placer.

Con la respiración entrecortada y tratando de recuperarme, vi como él quería darme todavía más. No le iba a decir que no, pero no lo veía justo. Lo acerqué para que me volviera a besar y, sensualmente le dije:

-No ha estado mal caballero, pero si quiere otro asalto. Esta vez, disfrutemos los dos- le mordisquee la oreja para que empezara a entrar en calor.

Sus gemidos me hacían sonreír, tanto como sus demandas. Me gusta cuando una mujer exige lo que desea, y más cuando puedo dárselo, teniendo un buen rato en el proceso. Es importante no perder el contacto visual, el tener las manos siempre ocupadas y ser creativo con la lengua. Disfruté cuando la sentí abrirse para mi, supe que estaba a poco de su orgasmo y escucharla fue más placentero que música celestial.

Espero haberle dado una pequeña muestra de lo que soy capaz, señorita.- dije con una risa discreta para luego lamer de mis labios su dulce sabor. Me divertía el recordar su desafío y compararlo con sus gemidos que llenaron mi habitación. Me acerqué a ella para responder los besos que sus labios me rogaban y acaricié su desnudo torso con mis manos. Quería disfrutar una vez más de la tersura de su piel, así como poder traspasarle algo de mi calor, abrigarla con mis caricias al tiempo que disfruto una vez más de sus formas.

Admito que me alegra enormemente cuando una mujer no limita sus deseos, feliz estoy de poder complacerla. Dígame, por favor, ¿cómo desea seguir disfrutando conmigo?- le pregunto con coquetería. Me puse de pie y abrí un armario para así exhibir mi lujosa colección personal de juguetes amatorios. Desde juguetes con formas evidentes o insinuantes, hasta aquellos que podrían cumplir más de una fantasía.

Me gustaría que usted me sorprenda ahora, por favor no se limite. ¿Desea más vino?- añadí con un tono seductor. En este momento agradecí mi experiencia, puesto que de ser un mozuelo no habría podido tolerar bien la hermosa vista que tenía frente a mi, ni mucho menos la presión en mi entrepierna

Poco a poco, voy calmando mi respiración para recuperarme de aquellos espasmos de placer que acababa de sufrir. Era bueno, no lo iba a negar, pero aún le quedaba mucho por aprender o mucho por ofrecerme. Estaba expectante por ir descubriendo como avanzaba la noche.

-Espero que sea solo una muestra y me mantenga entretenida toda la noche- le respondo con picardía cuando logro incorporarme mientras me dejo llevar por sus besos y caricias, que parecen calmar el placer que mi cuerpo silencioso grita, con gran maestría. Se ve que le han enseñado bastante bien a tratar a una mujer complicada como yo.

Luego lo vi levantarse y mis ojos lo siguieron hasta que abrió un armario de cuya existencia no me había percatado hasta ahora. Con curiosidad, me acerco junto a mi amante y contemplo con una sonrisa pícara lo que el armario contiene. Sin pronunciar palabra, lo miro con una mezcla de inocencia fingida y ardiente lujuria y, con un poco de mi fuerza, lo empujo sobre la cama.

-Como se le ocurra moverse sin mi permiso, me iré y tendrá que encargarse usted mismo de eso- contesto mientras curioseo en el armario y señalo su abultada entrepierna-. Ya tendremos tiempo para beber cuando amanezca.

Sonriendo con malicia al encontrar lo que buscaba, me acerqué de nuevo a la cama ocultando todo lo que permitía mi cuerpo desnudo los juguetitos con los que me iba a entretener. Con un hábil uso de mi fuerza y mi agilidad, conseguí inmovilizarlo con una cadena a la cama, solo las muñecas, para que no escapara. A continuación, le terminé por quitar lo poco que le quedaba de ropa y, mientras lo contemplaba, me senté sobre su estómago y, jugueteando con picardía con un antifaz que también había encontrado le dije:

-Ahora es mi turno de jugar, déjese llevar, caballero.

Off: siento haber tardado tanto, estaba falta de tiempo e inspiración

Querida mía, perdone la redundancia, pero aquello sólo fue un aperitivo.- le respondí con una pequeña risa, mirando de reojo el hipnótico movimiento de su pecho recuperar el ritmo normal de su respiración al tiempo que buscaba algo que capturara mi interés. Poco tiempo alcancé a estar distraído por mi tarea, ya que invadió mis sentidos su compañía frente al armario. Me maravillé cuando vi sus miradas calculadas con la precisión que tiene un pintor experto, su cara ya era en si misma una obra de arte pero más lo era la manera en la que sabía utilizarse para lograr sus propósitos.

Me empujó a la cama con la fuerza que sabía que podía llegar a tener, pero que me sorprendió de todas maneras, para seguido excitarme. No me cansaré de repetir que me encantan las mujeres que saben lo que quieren y hacen lo que sea para conseguirlo.

"Oh, ya veo, quiere que le pida permiso. Me gusta su actitud.". No pude evitar una sonrisa divertida pero aproblemada cuando no dudó en señalar mi erecta situación. Me quedé en el lugar, tratando de adivinar sus planes y pensando por adelantado los peores escenarios. "Hombre precavido, sigue vivo" decía mi amada y sus consejos me han salvado en más de alguna oportunidad. Antes de darme cuenta me sentí con las muñecas inmovilizadas y por unos momentos fantasías llenaron mi ocupada mente.

"Bien, esto lo hace más complicado, por lo que será más divertido" pensé mirándola desnudarme, sintiéndome su presa, sabiendo que pese a la experiencia que pueda tener, sería agradable a su vista lo que descubriera bajo mis ropas. La obedecí aunque hubiera tenido otra opción y la sentí sobre mi vientre, encantado con cada uno de sus felinos movimientos.

Ma chérie, haz conmigo lo que sea tu voluntad y seré el sirviente más atento que ha pasado por tus manos.- le susurré seductor mientras esperaba las sorpresas por su parte.

-Pues empecemos con el plato fuerte- le dije con una mirada felina mientras me acercaba a él seductoramente, acercando mis pechos a su cara para poder ponerle el antifaz.

- ¿Ve algo caballero?

Me cercioro de que su visión está completamente cegada y no solamente por la pasión y me dispongo a dar rienda suelta a mi arsenal. Empiezo a besarle y lamerle el cuello. Con cuidado, poco a poco. Saboreándolo con ansias, pero con tranquilidad, no se lo iba a dar todo a la primera. La cosa se iría calentando poco a poco.

A continuación, le robo un apasionado beso, dejándolo sin aliento, más desconcertado y desorientado de lo que ya deberías estar. Y, aproveché ese momento para atacar su oreja, dándole pequeños mordiscos hasta hundirle mis colmillos y beber un poco de su sangre.

-Deliciosa sangre, caballero- le dije antes de robarle otro apasionado beso.

Mi cuerpo se deslizó por el suyo como la serpiente que podía llegar a ser en algunas ocasiones. Llenándolo de besos, caricias, pequeños mordiscos, pero sin beber su sangre. Esto es demasiado divertido como para matarlo.

-Pórtate bien mi pequeño ratoncito, esta gatita no te va a dejar escapar- le dije mientras descendía por su pecho-. Miau

Y, con los mismos movimientos felinos, me acerqué a su entrepierna que gritaba por estar dentro de mí. Sin hacerle esperar más, le di lo que necesitaba. Dejé que entrara dentro de mí y empecé a cabalgar sobre él como si de un animal salvaje se tratara.

Arriba y abajo, mi cuerpo se movía solo para darnos a los dos lo que necesitábamos. Conforme más excitada estaba, más salvajes hacía que se volvieran las envestidas. Hasta lograr que mis gritos invadieran toda la habitación y, probablemente, gran parte del burdel en el que nos encontrábamos.

Era una frase arriesgada de pronunciar, pero aquella fue una noche de pasión inolvidable para ambos, incluso quizás para el resto del burdel.

El joven no se sorprendió con la mordida ni el juego con la sangre, así como ella no se molestó por que aquel mortal la complaciera hasta rendirla al cansancio. Es cierto, hizo trampas con sus pociones, pero ¿Quien podría culparlo? Es una falta de mala educación dejar a una mujer insatisfecha, pero por sobretodo es una falta de salud mental el dejar insatisfecha a una mujer que puede matarte en la más cruel de las agonías si lo desea.

Ella despertó a la noche siguiente, en la cual le esperaba un reconfortante baño de tina así como sus ropas dispuestas con delicadeza y pulcritud. Más tarde pudo notar que la habitación estaba acondicionada para no dejar pasar la luz del sol por sus ventanas, así como que el lugar estaba inundado de la presencia de otros vampiros y otros seres de la noche.

Para cuando ella llega al recibidor, se encuentra con Lian bebiendo una taza de café y conversando animadamente con sus compañeros.

Buenos días, encanto.- la saluda sonriendo divertido cuando la nota. A su derecha había otro vampiro seduciendo a uno de los muchachos más jóvenes del lugar.- ¿Quieres quedarte a desayunar?- le preguntó con deliberada tranquilidad.

Quien sabe, bien podría ser el cierre de un capítulo o el inicio de una amistad (o relación de negocios), lo que sea más conveniente para ambos partícipes de esta historia.

No iba a negar, después de aquella noche, que aquel mortal había aprendido bastante bien como complacer a mujeres exigentes. Aunque, claro está, la fuerza de los inmortales no se podía comparar, pero se llevaba un sobresaliente dadas sus limitaciones. Se había merecido seguir con vida algún día más.

Viendo que la luz del sol asomaba por las ventanas, cerré las cortinas y me fui a dormir. Suponiendo que, mi compañero de cama no me mandaría a casa dada la hora.

A la noche siguiente, me levanté llena de energía y muy descansada. Un poco desorientada, llegué a las escaleras del local y bajé al recibidor, donde encontré a mi fugaz amante, tomando algo con unos desconocidos.

-Buenas noches- le saludo.

Mirando como poco a poco el ambiente del burdel se iba animando, toda clase de seres iban de aquí para allá tonteando con los muchos empleados que parecían trabajar allí. Un ambiente pícaro que, sin duda, volvería a visitar.

-Descuide, caballero, estoy más que servida- le dije con picardía.

Me dispuse a marcharme, no sin antes despedirme de mi amante con un pasional beso para luego salir por la puerta sin decir nada más. Ya volveríamos a vernos, quizás.