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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Naeem Zahir* Lun Mar 28, 2016 1:11 pm

Los mismos pasos que me apartaron de ti
Vuelven a llevarme a tu lado.


El primer contacto después de tantos años….

El tiempo, transcurría sin tan siquiera percatarse de ello. La inmortalidad, una bendición para muchos y un castigo para otros. ¿Para él? ninguna de las dos. Ser quién era ahora, él mismo que fue al menos en apariencia y una sombra de quién realmente fue…ese hombre entregado y familiar, quedó en aquel barco ¿se habría salvado al menos una mínima parte de aquel alma entregada por los suyos? Quizás.

Durante estos años, se dedicó a comprender, controlar y ser quién era ahora. Supo siempre de ella, del fruto de su amor siendo humano. Esa niña siempre fue su debilidad, la persona más importante de su existencia al igual que su fallecida esposa. Decían, que el tiempo lo curaba todo y él tenía todo el necesario para que así fuese. Creer que aquel dolor indescriptible, intenso…perduraría para siempre, ese fue y sería su castigo eterno.

Por ella, Naitiri, se encontraba en Paris. Encontró un buen lugar dónde quedarse e incluso ejercería a lo que siempre se dedicó: la sastrería. Desde que se encontraba en Paris, no hubo una noche que no la observase entre las sombras de aquella habitación. Solo lo hacía cuando se quedaba a solas, conocer a lo que se dedicaba lo enfureció hasta tal extremo que dudó en volver a la noche siguiente pero …lo hizo.

Allí estaba, como si fuese un adorno más de la lujosa habitación. Sus ojos oscuros, la observaban con detenimiento, dedicación y curiosidad. Esa niña ahora era una mujer, y no cualquier mujer, una de las más hermosas que vio en su existencia. Reflejada en el espejo, esos gestos, esa sonrisa y esa profunda mirada… “Tahirah” sí, le recordaba tanto a su esposa que la piel se le erizó por unos segundos , animándose a acercarse un poco más.

El mejor momento para comunicarse, justo cuando el sueño te atrapaba por completo, entre el sueño y la vigilia…ahí se encontraba Naeem. Si era hermosa despierta, lo era aún más dormida. Sigiloso, se acercó al borde de la cama, sentándose apenas en el borde e inclinarse a ella, maravillado por su visión. El aroma que desprendía aquella muchacha, le llevó a su niñez, el cabello de Tahirah olía así pero no solo ese aroma se encontraba impregnado en ella, también el suyo y eso…simplemente le fascinaba.

El tacto suave de sus dedos, buscó enredarse en aquella melena morena y abundante. Acarició cada onda como si fuese lo más preciado, mostrando esa media sonrisa que podía significar cualquier cosa. Era la hora, lo sabía y no, ninguna palabra era capaz de salir de sus labios hasta que empezó por la más sencilla, el nombre de ella.


-Naitiri -susurró con voz melodiosa, recorriéndola con la mirada, cada facción de su rostro, su respiración tranquila…su corazón bombeando, vivo -Mi dulce niña, mi hermosa Naitiri. Dime ¿me has echado en falta? No he dejado de pensar en ti ni un solo segundo, he contado cada uno de ellos hasta poder llegar a ti. Siempre estuve ahí y lo sabes… velando por ti. -apenas fue un susurro, como un sueño, uno de esos sueños que parecía tan real como si de verdad estuviese allí, sentado a su lado, acariciándole el cabello, su voz y su presencia…


-Moriría una y otra vez, miles de ellas por tan solo que abrieses los ojos, me mirases y dijeses mi nombre, una y otra vez. -se mordió el labio inferior, loco por la idea… ¿y si lo hiciese? Volver a oír “padre” o su propio nombre… demasiado tentador pero no se le olvidaba de que el tiempo corría en su contra… abriría los ojos y… podría realmente pensar que era un sueño, pues debería estar con su amada esposa esperándola y sin embargo, se quedó entre las sombras para cuidarla entre las sombras.




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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Mar 28, 2016 6:43 pm

El recuerdo es el único paraíso
del cual no podemos ser expulsados



Había sido un día horrible, en una noche horrible. Aquel día había comenzado con mal pie y había terminado del mismo modo, aquel no había sido mi día. Lo único de lo que tenía ganas era de llegar a casa, cenar algo puesto que tenía hambre, acurrucarme en el sofá junto a Isis y que el día siguiente fuera un día mucho mejor y donde olvidara el día horrible que había llevado.

Nada más entrar en casa oí los pasos de Isis mientras se acercaba a mí moviendo la cola en señal de alegría, aquel cachorro de pastor belga negro de un año se levantó para intentar lamerme la cara, pero no lo consiguió aunque su saludo no se vio frustrado por ello. Me reí y me agaché para acariciarla notando como se cobijaba entre mis brazos, seguramente me habría echado de menos y Alessia estaría ya durmiendo en su habitación. Dejé un beso en su cabeza después de haberle hecho varias caricias donde me quedé durante unos cuantos minutos así, y me levanté para ir a la cocina y preparar algo de cenar.

Isis no se apartó en ningún momento de mí lado y se quedó sentada en la cocina mientras veía prepararme algo de cenar a lo que no pude evitar reírme y evitar echarle algo de comer, me miraba con aquella cara y esos ojos que me era imposible. Cené bajo su atenta mirada sentada en el sofá y luego, una vez hube terminado, se subió a mi lado y se tumbó conmigo mientras me abrazaba a ella, como si fuera un peluche viviente. Era en días como aquellos, que estaba algo mala, o baja de ánimos en que no se apartaba de mí lado y se quedaba conmigo. Amaba a aquella perra y su cariño hacía que muchos de mis días fueran mejores.

Estaba comenzando a quedarme durmiendo mientras el calor de Isis traspasaba mí cuerpo acurrucada junto a mí en el sofá, era tan grande para la edad que tenía que apenas me dejaba un espacio en el sofá, ocupándolo ella casi por completo. Suspiré mientras acariciaba su cabeza y detrás de las orejas notando como se movían por mí toque, y por mí mente acudieron de nuevo fragmentos del pasado, recuerdos de mis padres cuando era tan sólo una niña pequeña, recuerdos de cuando habíamos vivido en Giza aquellos años de los cuales tenía momentos puntuales, pues tenía apenas cinco años cuando nos fuimos de allí.

Me acordaba de lo que le gustaba a mi madre la mitología Egipcia y Griega y las historias que solía contarme de pequeña antes de irme a dormir. Me contaba historias de los dioses, de sus aventuras, de cómo habían conquistado ciudades y lo atenta que me quedaba cada noche escuchándolas. Adoraba aquellos momentos y podía ver perfectamente a mí madre contándomelos siendo de pequeña.

También, por supuesto, de mi padre. Me acordaba de todas las veces que me había hecho reír contándome cualquier tontería o cualquier chiste. Recordaba que mi madre siempre solía decir que parara porque solo hacía más que hacernos reír. Me acordaba de aquel viaje a las pirámides donde me subí con mi padre en uno de los camellos y que parecía que él, fingiendo, hacía como que tenía más miedo que yo para que comenzara a reírme en vez de llorar por estar subido encima de él.

Me acordaba muchísimo de ellos, y los echaba mucho en falta. Fui feliz mientras vivimos en Giza al igual que fui feliz el tiempo que vivimos en Mykonos, donde vivimos durante tres años felices, juntos, como una familia. Recordar aquello hacía que recordara el momento en que los había visto por última vez… un recuerdo doloroso que hacía que un malestar recorriera mi cuerpo y la tristeza, de forma abrumadora, se instalara en mí. Podía recordar perfectamente el momento en que me arrebataron a mi padre llevándoselo lejos de mí, su mirada puesta en nosotras mientras sin poder hacer nada nos lo quitaban. Podía verlo tan claramente que lo distinguía por completo, era tan apuesto, con unos ojos penetrantes… al igual que los míos.

También me acordaba del momento en que vi a mí madre por última vez mientras me llevaban fuera de aquel barco hacia una vida desconocida totalmente, una vida que ninguna niña debería de haber pasado, ni debe de pasar. Era tan hermosa… podía verme reflejada en ella ya que era su viva imagen. Tenía su mismo rostro y el mismo pelo, en ondas, negro y abundante. Si me vieran ahora, ¿qué pensarían de mí? ¿Seguirían vivos? ¿Me habrían buscado alguna vez?

Aquellas preguntas siempre me habían atormentado y era algo que llevaba mucho tiempo escondido en mi interior. Me perseguían y me atormentaban al mismo tiempo, hacía que pasara muchos días pensando en ellos y en lo que pudo ser si no hubiéramos cogido aquel barco, si no hubiéramos vuelto a Egipto. Era una carga que, después de dieciséis años, seguía portando. Jamás se lo había contado nadie porque jamás me lo habían preguntado, y yo lo había querido enterrar bajo capas y capas, intentando que se quedara guardado en un oscuro rincón de mí mente. Pero los recuerdos me abrumaban y, por mucho que intentara evitarlo, hacían que llorara sin siquiera parpadear.

Antes de que aquellos recuerdos comenzaran a abrumarme de nuevo decidí levantarme del sofá haciendo que Isis se moviera, dejé un beso largo en su cabeza y me levanté para ir a la habitación no sin antes mandarla a su sitio. Entré y me senté en el tocador quitando todas las horquillas que llevaba en el pelo dejando que este cayera libre por mis hombros  y mi espalda, con cada onda y tirabuzón danzando libre. Me contemplé en el espejo y me mordí el labio para levantarme y cambiarme de ropa antes de irme a dormir. Me metí en la cama todavía con el recuerdo de mis padres, Naeem y Tahirah rondando por mi cabeza y, entre aquellos pensamientos, me quedé dormida.

Y parecía que mi mente se había quedado con aquel último pensamiento porque, con lo que soñé, fue con la imagen de mí padre. Su voz me llamó en aquel sueño y cuando abrí los ojos… lo vi, tan nítido como lo podía ver en mis recuerdos, a mí lado, mirándome de aquella forma y pronunciando mi nombre de una forma que casi podía sentir que era real. Sus palabras me llegaron calando hondo dentro de mí alma, como si fuera un bálsamo para todo lo que los había echado de menos, y lo que lo había echado en falta.

Estaba igual que la última vez que lo había visto, su piel morena como la mía, su barba que siempre llevaba de unos días, y aquellos ojos en los que podía verme a mi misma reflejados en ellos. Parecía tan real, parecía como que estaba realmente ahí, sentado a mí lado, como si el tiempo no hubiera pasado, como si todo aquello hubiera sido un mal sueño y era cuando despertaba realmente… pero no lo era.



-Padre… yo… -la emoción que desprendía mi voz podía compararse con la inmensa felicidad que sentí cuando lo vi, tan cerca, tan bello como lo recordaba. –Jamás te he olvidado. Jamás os he olvidado a ninguno –verdad, siempre los había llevado conmigo, siempre presentes en mis pensamientos, en mis recuerdos… en los peores días de mí vida. Y… como todo sueño, todo termina sin que menos te lo esperas. Abrí los ojos y me incorporé en la cama girándome al lugar donde había soñado que estaba… encontrándome con que, realmente, todo había sido un sueño.

Mi mente me había jugado una mala pasada y había echo que soñara con él, tal y como lo recordaba, a mí lado por unos breves momentos. Pero… había sido tan real, su tacto sobre mi pelo había sido tan fuerte que, incluso ahora que estaba despierta, tenía la sensación de que realmente había estado ahí, de que sus palabras habían sido verdaderas y de que su presencia en la habitación todavía perduraba. Había sido tan real como lo había sido en el sueño. Todavía podía oler aquella fragancia que solía utilizar y que había impregnado la habitación. No quería pensar que había sido un sueño pero… era imposible. Habían pasado muchos años para que se mantuviera de la misma forma, y tampoco podía desaparecer de la nada…

Mi mente me había hecho inmensamente feliz por un corto espacio de tiempo… para arrebatármelo de la forma más cruel que existía. Di un golpe en la cama antes de volver a tumbarme y cerré los ojos pensando que aquello había sido demasiado real, pero que no dejaba de ser un sueño, y todos los sueños parecían reales hasta que realmente despiertas. Aunque, realmente, podía sentir su presencia en la habitación… maldije interiormente aquellos pensamientos porque tenía la sensación de que había estado ahí realmente cuando, todo, había sido un sueño. Mi mente me traicionaba, jugaba conmigo, y me hacía creer cosas que eran… imposibles.
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Mensaje por Naeem Zahir* Miér Mar 30, 2016 2:47 pm

Mi vida, tú, mi todo.


En todos estos años, su pregunta no era otra que “ ¿Cómo estará mi Naitiri? ¿Dónde? ¿Se habrá olvidado de nosotros?”. No pudo enterrar a su esposa, menos despedirse de las únicas dos personas que le habían brindado los mejores momentos, le hicieron un hombre pleno y feliz pero los caprichos del destino, le llevaron por otros caminos…unos muy diferentes y los tres, bifurcados.

La buscó siempre, en cuanto recuperó su conciencia y no del todo su cordura. La pérdida, hizo mella en él y aún estaba por verse de qué forma. Cada segundo de su ahora, inmortalidad, la dedicó expresamente a recordar a ambas. Tahirah, la única mujer a la que había amado, un amor tan intenso y profundo pero diferente a lo que sentía por su hija Naitir, por ella sentía devoción, adoración…las amaba a ambas con un fervor inmenso e indescriptible.

Fue ese amor lo que le llevó a Paris. Supo por fin donde se encontraba su niña y no podía dejar la oportunidad de al menos, velarla en silencio, entre las sombras…justo lo que se sentía ahora. Porque sí, se sentía una sombra sin hogar, perdida y desorientada. Entrar en el mundo de su hija, estar bajo el mismo techo que ella después de tantos años…más que extraño, por primera vez se sintió vivo. Disfrutaba con el simple hecho de observarla pero ¿cómo dejar pasar la oportunidad de no tocarla? ¿decirle lo que tantas veces imaginó decirle? Un susurro, como esa nana que le cantaba cada noche, esos cuentos de leyendas…en los que acababa dormida entre sus brazos.

Aún podía notar la presión del cuerpo de Naitiri siendo una niña, acurrucado en su pecho, en su padre…como si nada le ocurriese si se encontrase en aquel lugar. Y esa frase, “Jamás os he olvidado, a ninguno”, le desarmó. Lo sabía pero oírlo era tan diferente, tan distinto a como creería que se sentía. Hasta ese momento, todas sus expectativas de qué ocurriría, se disiparon. Volvería a encontrarse con ella en sueños, velarla, cuidarla y protegerla como no lo había hecho desde que aquel barco la alejó de él.

Y esa fue la primera noche. La siguiente, volvió a esperarla, entre las sombras. Sus ojos oscuros , podían definirse la perfección… observándola en todo momento. Los callejones no eran seguros y menos a esas horas. ¿Y si le ocurría algo? apenas era un estrecho callejón, uno de tantos en Paris. La vio aparecer, caminando despreocupadamente. Sonrió de medio lado, al ver que no solo su aspecto le recordaba a Tahirah, sus pasos, sus gestos y esos ojos oscuros tan parecidos a los propios. Una mirada fiera, decidida y segura de si misma, la mezcla de ambos… la tenía frente a él como un espejismo.

Y de aquellos labios que tantas noches le contó cuentos, leyendas y cantado para calmarla, acunarla entre sus brazos… no pudo evitar que esas notas saliesen como el recuerdo más preciado. Una canción de cuna, Naitiri la recordaría como un soplo de aire fresco…la voz varonil, melodiosa y dulce de su padre. En el callejón, el recuerdo de aquella nana se hizo presente, llegando a los sentidos de la joven. No se detendría hasta que lo notase, supiese de alguna manera que estaba allí, a su lado…que él tampoco se olvidaba de ella.

-No me he olvidado de ti, mi niña. Sigo aquí -susurró, observándola a tan solo unos metros, tenía tanas ganas de acercarse, de estrecharla entre sus brazos y comprobar que…era real ¿quién de los dos estaba soñando? Quizás ambos… porque se buscaban irremediablemente y no, no se encontraban.


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Mensaje por Naitiri Zahir Miér Mar 30, 2016 8:04 pm

Hay momentos
que deberían ser eternos




Desde aquella noche en que había soñado de una forma casi real, en la que realmente llegué a pensar que no era un sueño y que mi padre estaba a mi lado, no había pasado ni un solo minuto del día en que no evocara aquella imagen en mí mente. Lo veía, nítido y claro, como si de un recuerdo vívido se tratase, podía oír su voz llamándome de aquella forma, escuchar sus palabras como si él estuviera a mi lado en ese momento y… ese perfume, el que siempre solía llevar, se había quedado impregnado en la habitación. Había sido tan real para mí que me negaba que hubiera sido tan sólo un sueño… pero la realidad, la cruda realidad, era algo muy diferente y me negaba a aceptarlo.

¿Por qué mi mente me traicionaba de aquella manera? ¿Por qué me evocaba a mí padre de una forma tan real… para arrebatármela de la forma más cruel que existía? No lo sabía, no tenía respuestas para aquellas preguntas. Lo único que sí sabía es que me había desgarrado un poco más, dentro de mí, al verle de aquella forma. No saber nada de ellos durante aquellos dieciséis largos años me estaban pasando factura. Jamás lo había contado nadie y sentía que, al haberlo dejado dentro de mí, algo en mí interior finalmente se había roto… un resquicio que creía perdido y cerrado y, sin embargo, con cada minuto parecía abrirse un poco más.

Las ganas de saber de ellos habían aumentado tras aquel sueño, había visto a mi padre con la misma apariencia que tenía la última vez que lo vi, alejándose de nosotras, separándonos a una edad tan tierna y temprana que no sabía cómo lo había podido sobrellevar. ¿Cómo sería ahora? ¿Sería feliz? ¿Y madre? Preguntas y más preguntas era lo que llenaba mi mente, muchas veces había querido ir a buscarlos pero, ¿por dónde empezaba? Ni siquiera yo sabía realmente dónde nos habían abordado aquellos piratas y el hecho de que acabara en París complicaba mucho más las cosas.

Esperaba que, estuvieran donde estuvieran, fueran felices después de tantos años. Los añoraba y los echaba de menos, y sabía que se sentirían orgullosos de mí. No de mi trabajo, eso era algo que sabía, pero sí de la persona en la que me había convertido. Era la viva imagen de mi madre, mezclada con el carácter que tenía mi padre y lo que era sabía que se enorgullecerían de ello.

Me cobijé más aún bajo el abrigo que llevaba por la brisa helada de aquella invernal noche, la luz de las farolas iluminaban aquellas calles que estaba prácticamente casi vacías. Era demasiado tarde y no había mucha gente por la calle, menos aún, siendo un día que era laborable. Me mordí el labio y torcí por una de las calles metiéndome en uno de los callejones que solía coger para atajar hasta llegar a casa. El camino era mucho más directo y no tenía que dar tanto rodeo que por el otro lado.

Estaba algo menos iluminado que en la calle pero, aún así, prefería ahorrar algo de tiempo y llegar antes a casa. Apenas podía ver bien por donde estaba andando pero mis pensamientos distaban mucho de por dónde iba, de si era seguro o no… aún seguían en aquel sueño. Tenía tantas ganas de que algo así pasara en la vida real, de verlos aunque fuera una vez, abrazarlos, preguntarles tantas cosas que jamás llegaré a saber... suspiré cerrando los ojos durante unos segundos y fijé mí vista al frente.

Me pareció que a unos metros de mí, entre las sombras, algo relucía haciendo que me quedara mirando durante unos segundos preguntándome qué sería. ¿Un gato, quizás? Podría ser, todo estaba tan oscuro que no podía distinguir nada más que unos ojos relucientes, brillando en la oscuridad, como si me estuvieran observando. ¿O lo estaba imaginando?
Seguí andando y ya iba por la mitad de aquel callejón cuando, de pronto, una melodía comenzó a llegar hasta mis oídos. Al principio fue una melodía baja que apenas podía identificar pero… conforme pasaban los segundos, aquella melodía se fue haciendo mucho más intensa, más clara y más nítida. La reconocí al instante y el hecho de escucharla hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo mientras, mi mente, intentaba analizar lo que estaba pasando.

Jamás olvidaría aquella melodía, la tenía grabada tan a fuego en mí alma que sería imposible que no supiera lo que era; una nana. Mí nana. Aquella nana que cada noche mi padre me cantaba antes de ir a dormir, acurrucada en sus brazos contra su pecho, meciéndome, cantándome mientras el sueño se apoderaba de mí y caía rendida en mitad de aquel canto.
La voz que llegó, clara hasta mí, era la misma que recordaba de mí padre; el mismo tono, el mismo volumen… clara, nítida. Como si estuviera allí para cantarme él la nana, una que a pesar del tiempo… no había olvidado.

Me quedé parada en mitad del callejón dejando que la música llegara hasta mí y me envolviera, llevándome a aquellos recuerdos de cuando era más pequeña. Crucé los brazos contra el pecho y los acaricié como si quisiera darme calor al mismo tiempo, pero lo que hacía era reconfortarme por todo aquello. Cerré los ojos y, como si no pudiera evitarlo, mis labios se despegaron y, junto a la música, cantara aquel pequeño trozo de la canción.



-Dulce voz… vuelve a mí, haz que el alma… recuerde –la nana seguía más, pero yo me vi incapaz de seguirla mientras parada en aquel callejón, mi mente volvía a evocarme recuerdos de mi infancia, de mi padre… la voz era tan clara y nítida que parecía que estaba allí… conmigo. Y como si de aquel sueño se tratara otra vez, la voz de mi padre apareció en un susurro diciendo aquellas palabras. Que me traspasaron, que calaron dentro de mí y que hicieron que me mordiera el labio mientras sentía como las lágrimas querían brotar- Yo tampoco te he olvidado –dije sintiendo cómo me temblaba la voz, para abrir los ojos y encontrarme con que seguía en aquel callejón, sola, al igual que como me había despertado aquella noche. Sin embargo, la sensación de que estaba conmigo no desapareció y con un suspiro seguí andando, sintiendo que mi mente me traicionaba con recuerdos del pasado, que acudían como si de una sombra se tratara.
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Mensaje por Naeem Zahir* Jue Mar 31, 2016 4:32 pm

“Dulce voz…ven a mí
Haz que el alma…recuerde”

Recuerdos. Lo único que le quedaba de su vida humana, quedaba tan lejana como cercana al mismo tiempo. Lo que le unía a la realidad, a aquella que perdió, era ella…su hija. Naitiri creció, convirtiéndose en una joven hermosa y llena de vida. Se perdió todos esos años en los que sin duda, le hubiese gustado guiarla, apoyado y ser el mejor ejemplo como padre… el que siempre había sido. La devoción de Naeem por su hija, le llevó hasta donde se encontraba… admirarla entre las sombras.

La cobardía de aparecer sin más, ante ella, le frenó por el rechazo. Ser rechazado por su propia hija, por lo más preciado que le quedaba, no podría soportarlo y entonces ¿de qué servía su inmortalidad? No tendría sentido alguno, si seguía “vivo” era por ella…solo por encontrarla y ahora, que lo había hecho ¿qué? Imposible no apartar la mirada de ella, observándola como si nada más existiese ni tuviese sentido. Se parecía mucho a Tahirah y su anhelo, le cegó por unos segundos. Veía a su esposa, hasta que oyó su voz seguirle a la melodía. Una voz melodiosa y fina, no tan grave como la de Tahirah…

Cerró los ojos , desapareciendo entre las sombras al oír la afirmación. Era mutuo, se necesitaban pero ¿cómo hacerlo? aparecería cada noche para velarla, lo sintiese. Dejó que tomase su camino, volviese a la normalidad y no la abrumase más… la estaba intimidando, asustando y no quería eso. La mente jugaba malas pasadas y el recuerdo, volverla hacer recordar era justo lo que quería para que jamás, nunca los olvidase. Aparecería, entre las sombras, noche tras noche hasta que los sueños…pudiesen recobrar un sentido diferente.

*``*

Un par de noches desde lo del callejón. No había vuelto a molestarla, a inquietarla. Sabía a lo que se dedicaba, satisfacer a los hombres por dinero era lo último que esperó a lo que su hija se dedicase ¿es que tenían el inmenso placer de tomar el tesoro más preciado? Malditos todos ellos. No lo aprobaba pero si era su decisión no sería quién lo cambiase, después de todo…él prácticamente estaba muerto, no existía ni tenía voz ni voto.

El sueño, la hizo vencer en los brazos de Morfeo. Parecía tranquila, cómoda e indefensa… necesitaba al menos dar certeza que seguía allí, a su lado. Dudó antes, enredando los dedos en su cabello moreno, deleitándose de su tacto, del calor que emanaba su piel y su perfume. Temía despertarla, así que, aprovechó que se encontraba de lado para despacio, ocupar un hueco en su cama. Quedando tras ella, sin dejar de acariciarle el cabello, sisear para que siguiese tranquila pues él seguiría ahí. Su aliento cálido, rozaba su piel, como una caricia divina al igual que su voz, no podía ser real pero ¿por qué no? como cuando era pequeña, volvió a acunarla entre los brazos, estaba podía sentir su presencia con mayor nitidez.

-Soñar no cuesta nada, sueña mi niña…sueña y puede ser que tus sueños se hagan realidad -apenas un susurro , uno que de algún modo quería que la despertase y sí, lo encontrase allí pero entre la oscuridad…podía ser justo eso, un sueño, una aparición del pasado , un juego de su propia mente…de momento, seguía cantándole la nana, acurrucándola…sintiéndose el hombre más afortunado del mundo por eso, se dio el capricho de oler su pelo, hundiendo la nariz entre sus mechones y suspirar… con pesadez y amargura… tenía tantas ganas de mirarla a los ojos, abrazarla como merecía y no tener que conformarse con aquello…quería más. La quería a ella. A su niña querida, la más hermosas de todas las flores del desierto.


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Mensaje por Naitiri Zahir Vie Abr 01, 2016 11:38 am

Aunque te vayas, no te pierdo
Sigues en mis sueños




Salí de aquel callejón con el corazón latiendo de forma desbocada mientras mi mente no dejaba de pensar en lo que acababa de pasar, todavía seguía con aquel recuerdo en mí mente, la canción seguía sonando pero esta vez… solamente sonaba para mí. Aquella nana que tanto me había gustado de pequeña, aquella que hacía muchos años no había vuelto a escuchar… llegaba de nuevo a mí vida, como un soplo de aire, atormentándome con los recuerdos mientras en mi pecho sentía una quemazón que no supe qué era.

Algo dentro de mí comenzaba a desquebrajarse, de forma lenta, poco a poco, como si fueran quitando piezas de un complicado engranaje que llevase años parado… al menos, así era como lo sentía. Una parte oculta en lo más hondo de mí comenzaba a aflorar lentamente, una parte que había tapado tras capas durante todos aquellos años… una parte que hacía que soñara y fantaseara con que todo aquello real, que lo que estaba viviendo tan sólo era una pesadilla de la cual un día despertaría, y lo primero que vería fueran los ojos de mis padres.

Unos ojos que yo misma había heredado y que cada vez que me veía en el espejo podía verlo, de alguna forma, reflejado a él. Sentir sus brazos rodear mi cuerpo acunándome, cantándome, aliviando y calmando todos mis pesares, mis miedos, y mis pesadillas. Deseaba tanto poder despertar y regresar a aquellos tiempos que dolía, dolía demasiado saber que nunca jamás volvería a aquello. La infancia que me arrebataron de forma tan prematura y de la que jamás podría disfrutar… había echado tantas cosas en falta que, realmente, no me había dado cuenta de ello hasta aquellos días. Hasta que el recuerdo vívido de mi padre acudió en sueños, para comenzar a atormentarme.

Cerré los ojos mientras seguía andando sin poder olvidar aquella nana, ni su música, ni la voz de mi padre cantándola siendo arropada por él. El recuerdo me persiguió durante todo el camino que duró hasta que llegué a casa, incluso cuando estaba ya en la cama no pude evitar coger aquella pantera de peluche que Gael me había regalado, haciendo que sonriera, y me sentí realmente como una niña pequeña. Aferré con fuerza la pantera contra mi cuerpo, tarareé la canción dejándome mecer por ella y me quedé durmiendo, como si hubiera vuelto a aquellos años en los que era una niña pequeña, y no la mujer adulta que era.



Los días pasaron y desde aquella noche en el callejón no había vuelto a soñar con él, ni a escuchar la canción en los lugares más insospechados, ni siquiera su voz… nada. Era como si todo aquello hubiera sido producto de mí mente que me hubiera jugado una mala pasada, y era… extraño. No sabía por qué, pero cada noche había deseado internamente que se apareciera de nuevo, si era la única forma que podía verle lo aceptaría. Quería soñar más veces con él, con mi madre… ¿por qué no había aparecido? La recordaba también, la veía cada vez que me miraba en el espejo, era su viva imagen ¿cómo podría olvidarla? No lo haría nunca, ni su voz cuando me contaba historias, ni su risa… vivía dentro de mí, en mis recuerdos, y jamás se iría.

Por aquellos días pareció que mi mente quiso darme un poco tregua al soñar e imaginarme cosas, porque en esos días no había vuelto a pasarme nada extraño. La nana, de todas formas, acudía a mí cabeza sin poder evitarlo cada vez que iba a dormir… y aquella noche no fue diferente. Cuando estaba tumbada en la cama, con los ojos cerrados, la tarareé en mi mente mientras sentía como el sueño se apoderaba de mí.

En este podía sentir una mano acariciar mi pelo, como si de un tacto sutil se tratase, efímero, etéreo… podía sentirlo pero era de forma tan leve que, a su vez, no era capaz de discernir si era verdad o no. Unos brazos arroparon mi cuerpo y sentí una tranquilidad que me llenó por completo, no sabiendo realmente lo que estaba pasando, si era cosa de mi mente, o aquel sueño estaba haciendo demasiado en mí. Mis sentimientos últimamente, sin saber por qué, estaban a flor de piel y todo lo sentía con algo de más de intensidad. Aquellas caricias, aquellas palabras fueron tan vívidas y reales para mí que, por un momento, quise controlar aquel sueño. Pararlo y despertarme para poder girarme y hablar con él, contarle las cosas que jamás pude decirle, por ejemplo, que lo quería. Que lo echaba de menos, y que lo necesitaba de nuevo en mí vida.

Y, como si los dioses hubieran escuchado mis plegarias… desperté. Mis ojos se abrieron por unos instantes, sintiendo su respiración en mi pelo, sus brazos envolverme y sus palabras traspasando mi alma. Me giré sin querer moverme mucho y lo vi, al lado de mí, envuelto por una sombra sin poder apreciarlo bien… pero lo sentía, sabía que era él. Tenía tantas cosas que contarle que no sabía por dónde empezar realmente.


-Ojalá no fuera un sueño…de nuevo, como sueño que era, todo terminó. La sombra se cernió sobre él envolviéndolo todo a su alrededor mientras sentía como dos lágrimas caían de mis ojos y… desperté. El corazón me latía desbocado, la respiración era algo más lenta de lo normal y… noté dos lágrimas que caían por mi rostro. Cerré los ojos con fuerza y suspiré- Ojalá fuera real –murmuré antes de acomodarme en la cama e intentar dormir. Aunque no lo conseguiría, no quería un sueño… quería una realidad.
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Mensaje por Naeem Zahir* Sáb Abr 02, 2016 5:04 am

Y sigo aquí
Aunque no lo creas.


Seguía allí, velando por ella hasta el final de su existencia. Sabía que nada era para siempre, ni siquiera la inmortalidad. Todo lo que le quedaba por “vivir” lo dedicaría por entero a cuidarla, era un hecho. Quizás, lo estaba haciendo mal y conseguía que la joven se confundiese, pensase cosas que pudiesen señalarse como locuras pero ¿qué locura peor que perder a todos tus seres queridos? Locura que se convertía en desdicha, desesperación y obsesión.

Tres simples adjetivos que lo definían a la perfección. Sus ojos fijos en el rostro dormido de su hija, la voz que le invitaba a que no dejase de crear y de soñar, creer que de verdad seguía allí, con ella. Naitiri también quería creerlo y por fin, cumplir uno de sus deseos, de esos sueños que nunca crees que puedan hacerse realidad y por ahora, él de alguna manera cumplió. Por eso, seguía allí, cantándole esa nana que le haría olvidarse de todo y al día siguiente, tener la esperanza de que por fin aquello que tanto deseaba…volvería a tenerlo delante.

-No es más real de que estoy aquí velando por ti -susurró antes de volver a perderse entre las sombras. No debía acercarse tanto, turbarla aún más pero lo necesitaban y no iba a detenerse, no era algo que estuviese en sus planes. Abandonó la habitación, a su hija antes de volver a aquel lugar en donde se encontraba escondido…se alimentaba de personas que se cruzaba de camino hacia su único fin , ella y no, no le importaban sus vidas ¿cómo importarle si él mismo acabó con la de su esposa?



Lo tenía pensado, lo imaginó una y otra vez en su mente. Si iba a hacerlo, tendría que ser esa noche y no otra porque por el contrario, ahora sí que desaparecería para siempre. Bajo una capa negra con capucha, caminaba por las calles de Paris a paso acelerado, seguro de sí mismo. Una fina capa de lluvia, lo necesario para ponerse empapado pero en ese instante le daba igual, solo quería encontrarla una vez más pero esta vez… no se escondería.

Cruzó la fuente, las dos calles paralelas y se detuvo en la esquina en donde seguro la joven aparecería para volver a casa. Apenas se le podía visualizar entre la oscuridad , salvo esos ojos característicos de los Zahir. Los pasos, le alertaron de que ya venía y en cuestión de segundos, el aroma de la joven llegó a sus sentidos.

Un par de pasos, le bastó para quedar frente a ella, impidiéndole el paso. Oculto bajo su capa, esperaba que no saliese corriendo, no quería asustarla con lo rápido que podía interceptarla. Antes de que Naitiri, emitiera cualquier palabra, un siseo salió de los labios del hombre quien tras dar un paso hacia ella, apoyó su mano en su hombro con firmeza, calmándola…para que no tuviese miedo, no le tuviese ese pavor…y más al saber que no estaba muerto, seguía allí como si el tiempo no hubiese pasado ni un ápice.

-Si te vas, si me marcho… no volveré. Solo tienes esta oportunidad…estoy aquí, aprovéchala -alzó la mirada, clavándola en los ojos de su hija, la miraba fija e intensamente… acababa de ocurrir lo inevitable, ahora solo faltaba su reacción de que se quedase o se marchase para siempre….


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Mensaje por Naitiri Zahir Sáb Abr 02, 2016 8:42 pm

El lugar es aquí, el tiempo es ahora
Ahora y aquí, aquí y ahora





Intentar conciliar el sueño fuera algo arduo y tremendamente complicado, no pude, por más que lo intenté lo único que conseguí fue dar vueltas y vueltas en la cama hasta que finalmente, caí rendida en los brazos de Morfeo. Temía volver a soñar con mi padre y que al despertar se hubiera marchado, se hubiera ido dejándome sola de nuevo en aquella habitación, sintiendo un vacío en mi corazón que, cada vez, se hacía más grande.

Era algo extraño como lo que antes consideraba que podía ser maravilloso, soñar con el recuerdo de mí padre, se convertía en algo que pesaba sobre mí. Si la realidad ya era de por sí dura, saber que soñaba con aquellos reencuentros y que todo era producto de mi mente, era más dura y peor. ¿Cómo se podía atormentar, una mente que ya estaba atormentada? No lo sabía, pero lo estaba experimentando de primera mano.

Me pasaba el día entero vagando en los recuerdos consumiéndome en ellos casi sin poder evitarlo, mientras por otro lado, no dejaba de pensar por qué solamente era a mi padre a quién veía y no a ambos, los echaba de menos a los dos y también quería poder soñar con el recuerdo vívido de mí madre, ¿por qué no aparecía? No la había olvidado y jamás podría hacerlo, yo misma era el recuerdo más preciado que tenía de ella, la veía en mí cuando me miraba al espejo… pues era, exactamente, igual que ella.

Últimamente me encontraba más extraña de lo normal, algo más decaída y triste, llevada por la melancolía y era algo que, pese a todo, no quería que me pasara. Podía notar las miradas de Alessia cada vez más fijas sobre mí, preocupada por verme de aquella manera, sin saber lo que me pasaba porque no se lo había contado ¿cómo contarle, a esa niña, que estaba comenzando a volverme loca?

Porque no había otra forma de describirlo, me estaba volviendo loca de forma lenta y gradual. No sabía que explicación darle a todo aquello y no quería preocuparla en demasía, pero indirectamente lo estaba haciendo. Debía de poner remedio a todo aquello, no sabía muy bien como, pero comenzaba a sospechar que aquello me pasaría una factura de la cual no sabría muy bien las consecuencias.




Después de aquella noche habían pasado unos días en que los sueños fueron tranquilos, normales, mis días volvían lentamente a su normalidad y aunque siempre llevaba en mi cabeza aquellos pensamientos, comenzaba a ver una luz al final de todo aquello. No entendía por qué mi mente me hacía aquello pero, al parecer, todo había pasado. Quizás mi cuerpo había estado algo más de bajón de lo habitual y la mente, retorcida hasta cierto punto, había dado con el punto más débil que tenía para atacarme.

Suspiré mientras aceleraba el paso para llegar a casa, la fina lluvia que ser cernía sobre la ciudad me había pillado desprevenida totalmente y comenzaba a empaparme lentamente. Podía notar como el traje comenzaba a pesar en cada momento un poco más, y quería llegar pronto a casa para quitármelo y darme una ducha bien caliente, lo necesitaba. Giré en una de las esquinas sin percatarme de nada cuando, de la nada, una figura se interpuso en mí camino haciendo que diera un pequeño sobresalto, ya que había sido totalmente inesperado.

El hombre parado frente a mí ocultaba su rostro bajo una capucha de la cual solamente podía ver el brillo de sus ojos bajo esta, sin poder distinguir bien las facciones que marcaban su rostro. Quise girarme y alejarme de él, pero una mano más rápida de lo que me hubiera gustado ver, se posó en mí hombro y, lejos de asustarme, sin saber por qué una tranquilidad recorrió mi cuerpo haciendo que me sintiera extraña por ello. Debía de temerle, ¿por qué entonces me invadía esa sensación de… tranquilidad? Lo supe enseguida.

Aquellas palabras y aquel tono de voz hicieron que me fijara mucho más en la persona que tenía delante, porque no podía ser, ¿realmente era… él? ¿Era un sueño? ¿Era un producto de mí mente que volvía para atormentarme de nuevo? No lo sabía, ni quería saberlo, pero su tacto era mucho más real de lo que podría aparentar. La lluvia, el ruido de las gotas contra las farolas de la calle, el tacto de su mano en mi hombro… ¿cómo no podía ser verdad?
Sentí mis labios temblar mientras la congoja recorría mí cuerpo, ¿irse? ¿Ahora que lo había encontrado?



-¿Naeem? –Hacía tanto tiempo que no pronunciaba su nombre que hasta me resultó extraño escucharlo de mis labios -¿De verdad… estás aquí? –no pude evitarlo, antes de siquiera darme cuenta de lo que estaba haciendo… mi cuerpo se movió por sí solo acercándome al de él, pasando mis brazos por su cuello, enterrando la cabeza en su hombro- Te he echado de menos –cerré los ojos y me dejé llevar, por el momento, por todo.
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Mensaje por Naeem Zahir* Lun Abr 04, 2016 5:18 am

Un segundo me basta
Para calmar tu dolor, el mío.


No le fue fácil, separarse de las sombras para encararla, quedar de frente a ella y expresar todo lo que quería decirle con tan solo su presencia y esa frase que decía mucho más de lo que pretendía. Seguía ahí, protegiéndola, observándola y dejar que el tiempo pasase, confundiéndola. No era bueno para ninguno de los dos pero tampoco podía evitarlo. El ansia, las ganas terribles de estrecharla entre sus brazos sopesaban más que su propia y mera existencia. ¿qué sentido tenía ser inmortal y no al menos disfrutar de verla con vida? De saber que si hizo algo, se arriesgó en el pasado…sirvió de algo.

Sabía a la perfección que, no le estaba haciendo bien, alimentaba su dolor y con su presencia, alimentó los recuerdos de forma amarga. Los recordaba siempre pero su sola presencia, le bastó para que se atormentase y no, no quería eso. No se atrevía a dar el paso y esa noche debía de hacerlo, crear esa ilusión para abrazar el alma de su hija aunque él ya se desprendiese de ella en cuanto la vida se le escapó en un suspiro y regresó…siendo lo que era ahora, un ser de la noche sin apenas sentimientos…solo sumergido en los recuerdos.

Por más que intentase ser el mismo, sería completamente imposible. Sentía como parte de su ser, esa que lo definía a la perfección como humano…gran parte murió aquel día. Se alimentaba de los recuerdos, unos tan lejanos como cercanos…y ella, era la única que podía devolverlo justo al punto de partida. Podía ser él… ese padre preocupado y entregado, sin poder evitar ser ese ser cruel y endemoniado, disfrutando del sufrimiento ajeno.

-Estoy aquí-repitió una vez más cuando Naitiri formuló la pregunta. Suspiró largamente, estático ante aquel abrazo. No correspondió, hacía tanto tiempo que no le ocurría algo así que ese afecto, esa muestra de afección… se le había olvidado. ¿Su reacción? Ocultó el rostro en su cuello, pasando la nariz por el lugar…perdiéndose en su olor, el de su perfume y el de su propia sangre.

Olía tan bien como seguro sabría y el hecho de haberse preguntado tal cosa… le impulsó a separarla de él como si quemase. La seguía observando bajo su capucha, siseando para que se mantuviese en silencio y se quedase en aquella posición, no se acercase. Deslizó un tanto la capucha para que lo confirmase, era él…igual que como lo recordaba, una viva imagen que aún viéndola te creaba la duda de si era real o no…algo que jugaba en su favor.

-Naitiri. Soy la voz de tu conciencia, tus más anhelados deseos. Tú, tienes parte de mi alma , yo ya no tengo de eso… ni siento ni padezco, si estoy aquí es para que simplemente no me olvides y tengas muy presente, que no…no estoy muerto -apenas un susurro, como cuando le cantaba aquella nana pegadiza -No me busques, no hará falta, estaré cuando más me necesites, solo di mi nombre… y antes de que acabes de decirlo…estaré ahí, a tu lado -bajó la mirada… susurrando el nombre de su esposa… lo que quedaba de su alma humana, la seguía llamando a sabiendas que imposible ser respondido -Si la vida nos ha concedido una nueva oportunidad…ten por seguro que la aprovecharé al máximo, mi niña…mi vida -alzó la mano, apenas pudo rozarla, no se atrevió por si se quemaba y se condenase por siempre…aún más.

Y aprovechó, el pestañeo de la joven para desaparecer una vez más.e


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Mensaje por Naitiri Zahir Mar Abr 05, 2016 11:04 am

A veces alejarse no es huir
sino buscar una ruta distinta
para encontrar lo deseado




Aquello parecía tan real, tan sumamente real, que dudaba de que se pudiera tratar de algún sueño. No quería que lo fuese, quería estar allí realmente, delante de él, mientras sentía las finas gotas de lluvia cayendo sobre mí, mojando mi pelo y mi rostro al mismo tiempo mezclándose con las lágrimas que rodaban libres por mis mejillas. Por favor, que fuera real. Era lo único que pedía, que al abrir los ojos no fuera un sueño más y despertara vacía y sola en la cama de mi habitación… lo deseaba tan fervientemente, y lo sentía tan real, que ya incluso comenzaba a dudar de que no fuera un sueño.

Mi cuerpo reaccionó y no pude evitarlo mientras estrechaba su cuerpo y apoyaba mi cabeza en su hombro, cerrando los ojos, sintiendo su cuerpo contra el mío en una clara intención de que realmente estaba allí, conmigo, después de dieciséis eternos y malditos años que nos habían separado. El destino quizás se había apiadado un poco de mí y había decidido juntarnos de nuevo, después de tantos años en los que había deseado el poder verlos de nuevo.

Sus ropas estaban tan frías como lo estaba su piel y lo achaqué al frío que hacía aquel día y que, la lluvia, contribuía más a que estuviera todo tan frío. Yo no pude evitar abrazarlo y sin embargo, en contra de todo pronóstico, no sentí sus brazos rodeando mí cuerpo como pensé que haría. ¿No se alegraba de verme, después de todos aquellos años? No entendía porqué solamente se había quedado ahí parado, y lo único que sentí fue su respiración en mí cuello que, sin saber porqué, me puso los pelos de punta y una sensación extraña recorrió mi cuerpo… y no fue alegría, precisamente.

Sentí como me separaba de manera algo brusca de él y lo miré sin saber realmente lo que estaba pasando. No sabía porqué me había apartado de aquella manera y tampoco porqué no me había abrazado… pero quería saberlo. Si él no se alegraba de verme, entonces, ¿por qué estaba ahí delante de mí? ¿Por qué me había interceptado en el camino? Todo eran preguntas, sin obtener siquiera una respuesta y comenzaba a dudar de que realmente quisiera saberlo.

Su capucha fue echada hacia atrás y pude verle el rostro iluminado por la luz de las farolas, ya que antes no se había quitado la capucha aunque no había hecho falta, esa voz la recordaría hasta el último día de mi vida. Mis ojos recorrieron el rostro que ante mí se desvelaba, lo recorrí con duda no creyéndome lo que estaba viendo. Habían pasado dieciséis años, ¿cómo podía estar igual que cuando lo vi por última vez? Negué con la cabeza comenzando a sospechar que aquello no podía ser, y que aquel no debía de ser mi padre pero… su voz era igual, todo en él era igual. Esa mirada, sus gestos, el tono de voz… todo cuadraba, menos el rostro.



-¿Por qué…? –quise comenzar a preguntar, pero me cortó con sus palabras dejándome aún más desconcertada de lo que estaba. No entendía nada, no comprendía nada. ¿Parte de su alma? No podía decirme que no estaba muerto, no podía decirme que lo llamara cuando estuviera en problemas que él acudiría… no podía decirme todo aquello sin pretender, siquiera, que no me suscitara más dudas de las que tenía. El nombre de mi madre salió de sus labios y una punzada recorrió mi cuerpo, Tahirah, ¿dónde estaría? ¿Por qué no decía nada de ella? ¿Por qué solamente había aparecido él? –Yo… -no supe qué decir, extendí mi mano hacia su rostro, titubeando, y cuando me quise dar cuenta, en lo que duró un parpadeo… ya no estaba y mi mano lo único que acariciaba era el vacío.

Miré alrededor de donde me encontraba intentando encontrarlo… pero estaba completamente sola. Cerré los ojos durante unos segundos y volví a abrirlos con la vana esperanza de que, si lo hacía, aparecería él de nuevo delante de mí. Pero nadie acudió, seguía sola, mojándome en medio de aquel callejón mientras la incertidumbre se apoderaba de mí, y mientras en mi cabeza las preguntas no paraban de formularse, preguntas de las cuales no tenía respuesta alguna, preguntas que me hacían pensar en algo demasiado loco como para ser verdad.

¿No había estado… allí? Pero, su presencia había sido tan real, su tacto lo había sentido tan verdadero que… me mordí el labio, ya no sabía lo que era verdad de lo que era mentira. ¿Por qué mi mente jugaba conmigo y me hacía aquellas malditas jugadas? No lo entendía, era como si yo misma quisiera hundirme un poco más tocando el único tema con el que podría derrumbarme… yo sola, sin que nadie hiciera nada. Llevé una de mis manos a la cabeza sintiendo con las gotas de lluvia recorrían mi rostro y cerré los ojos, cansada, abatida y comenzando a sentir que me derrumbaba lentamente, paso a paso.


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Mensaje por Naeem Zahir* Miér Abr 06, 2016 6:26 pm

Lo que ves, un reflejo
El reflejo de lo que quieres que sea.


Por mucho que lo intentase, no sería el mismo. Ver a Naitiri destrozada, desconsolada…le nublaba aún más la razón. ¿Cómo podía hacerle aquello? Jugar con su mente, sus sentimientos y recuerdos. Sus lagrimas mezcladas con aquellas gotas de lluvia, adornaban aquel hermoso rostro, ese que tanto había admirado un sinfín de veces. La viva imagen de Tahirah, podía confirmarlo ahora que la tenía a escasos centímetros de su rostro.

Ella no podía ser, le dio sepultura como buenamente pudo…el culpable de su muerte, su perdición y su condena. ¿Por qué lo castigaban con la inmortalidad? ¿Por qué su propia hija le odiaba tanto? Se parecía a su madre, su viva imagen …algo que no concebía ¿cómo iba a poder acercarse tanto si no veía a Naitiri , si no a su esposa? Cuando le llamó “Naeem”, tuvo la esperanza de que era real, era Tahirah ¿no estaba vivo él de alguna manera? Iluso, él mismo le había arrebatado la vida...hasta la última gota de sangre.

La dejó allí, en medio del callejón…sola pues la soledad era mucho mejor compañía que él mismo. En su estado, era mejor apartase de la joven. ¿Y si ocurría lo mismo? No comprendía porque ese rostro que no olvidó volvía a atormentarlo. No iba a permitir que el recuerdo de su esposa se interpusiese entre él y su hija pues ¿cómo iba a mirarla a la cara?

*```*

Los encuentros, cesaron de golpe. Estuvo un tiempo sin aparecer hasta que aquella noche, el recuerdo volvió a impulsarle a ir hasta el hogar de su hija. su hija o la reencarnación de su esposa… debía ser lo segundo ¿cómo iba a ser Naitiri capaz de disfrazarse con el mismo rostro de su madre? Aquella a la que tanto echaba de menos, tan en falta como él mismo.

Volvió a esperarla, entre las sombras de su habitación. Tenía que observarla, convencerse a sí mismo que ella no era aquella a la que tanto había amado…si no su hija la que tanto le necesitaba. Negó a sí mismo, ese rostro, esos labios, ese cuerpo…no, no podía ser Naitiri. Naitiri, esa pequeña morena de ojos grandes y expresivos, esa risa contagiosa, tan llena de vida… esa sí era su niña no la mujer que acababa de entrar por la puerta.

Destino, maldito y malvado destino que acababa de volver a hacer de las suyas. Sus ojos oscuros se entrecerraron, acercándose a la silueta sentada… observándola…extasiado por el recuerdo palpitante de su esposa. Tenía que cerciorarse, convencerse de que no podía ser…estaba tan confundido ¿en qué momento ocurrió eso? ¿en qué momento dejó de ver a su niña?

Se acercó demasiado, quedando tras ella, mirándola a través del espejo. Con la luz podía apreciarla a la perfección..era ella… ¿lo era?

-Tahirah… ¿Eres tú? -murmuró, apenas un susurro que se perdió en la habitación pero él, seguía allí, tras ella…confundido. ¿Por qué antes no y ahora estaba tan seguro de que era ella? -Estás aquí para castigarme ¿no? por lo que te hice…lo siento Tahirah…mi amor-acarició su cabello, tan seguro y consciente de…que era su esposa pero ¿por qué ahora? quizás por los recuerdos de la mente de Naitiri, se reflejaban de tal forma que la confusión…hizo de las suyas.


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Mensaje por Naitiri Zahir Vie Abr 08, 2016 9:23 am

Algunas veces caemos solamente
porque, ahí abajo, hay algo
que debemos de encontrar




Sentía como algo comenzaba a quebrarse en mí interior sin saber muy bien lo que era, pero que sentía que, cada vez más, aquello se iba haciendo más y más grande. Era como una parte escondida y oculta en mí interior que pujaba por intentar salir a la superficie, aunque yo me negaba a que aquello pasara. Quizás, ¿por eso veía… a mí padre? Reprimir algo durante tanto tiempo podía tener sus consecuencias, era algo que había sabido en el momento en que acepté reprimirlas pero… ¿has tal punto, de volverme loca?

Era la primera vez que me pasaba aquello, y no sabía cuán de poderosa podía llegar a ser mi mente porque, si me evocaba a mí padre, delante de mí, pudiendo tocarlo como si realmente existiese ¿qué más podría hacerme? Y el culpable de todo aquello, solamente era yo. Mi mente, de una forma cruel y retorcida, me mandaba aquellas señales que quizás mi mente ignoraba de algo que estaba ocurriendo. No sabía por qué me torturaba de aquella manera, pero comenzaba a pensar que, realmente, me estaba volviendo loca.

Al menos esa fue la sensación que tenía cuando abandoné el callejón aquella noche, sintiendo que de alguna forma me estaba volviendo loca con aquello… había sido tan real, que habría jurado que había estado allí realmente, abrazándome, diciendo aquellas palabras. Palabras que, lejos de animarme, me suscitaron más y más dudas. Y para lo curiosa que era aquello era un verdadero infierno. Tenía tantas preguntas, tenía tantas cosa que contarle, que decirle… que viera incluso, ¿cómo me podía atormentar de aquella manera? No lo sabía, pero debía de buscar una solución a ello. Todo aquello comenzaba a pesarme, y a abatirme.




Pasaron unos cuantos días en los que había podido “respirar” tranquila, era una comparación para lo que había pasado en las últimas semanas. En aquellos días no había habido nada; ni sueños, ni voces, ni apariciones… nada. Era como si de alguna forma mi mente supiera lo que me estaba haciendo todo aquello y había decido darme un pequeño respiro, para todo lo que había estado aguantando, como si todo aquello se hubiera evaporado dejando tan sólo el recuerdo de una mala pesadilla. Así es como quería verlo, así es como quería tomármelo… de lo contrario, comenzaría a volverme loca de nuevo.

Llegué a casa tras un día largo donde, como de costumbre, Isis ya me esperaba tras la puerta moviendo el rabo y con la lengua fuera, hecho que hizo que me riera. Últimamente notaba que estaba mucho más encima de mí, y creía pensar que era por el hecho de cómo me encontraba últimamente. Estaba más cariñosa que de costumbre, como si supiera lo que me pasaba, y quisiera decirme de alguna manera “aquí estoy”. Me agaché para saludarla y no tardó en comenzar a darme besos por el rostro haciendo que sonriera, mientras la acariciaba y luego la mandaba a su sitio.

La miré una última vez cuando pasó por el pasillo y me dirigí a la habitación para darme una ducha relajante, aquella noche hacía frío y quería darme una ducha de agua caliente. Y fue lo que hice, no supe cuando tiempo estuve metida en la bañera mientras mi mente no dejaba de ir un lado para otro; mi padre, mi madre, mi infancia, Gael, el poco tiempo que pasaba con Alessia… suspiré y finalmente salí de la bañera envolviendo mi cuerpo en una toalla secándome, antes de ponerme la ropa interior y una bata. Salí a la habitación sentándome en la cómoda comenzando a peinar mi melena, abstraída, sin siquiera fijarme muy bien en lo que estaba haciendo que no me di cuenta de que no estaba sola… hasta que escuché una voz pronunciando el nombre de mí madre.

En cuanto levanté mi rostro al espejo observando al hombre que había detrás de mí automáticamente dejé lo que estaba haciendo, quedándome algo estática aún con el cepillo en la mano, observando de forma fija intentando ver si aquello era verdad, o era algo de mí imaginación. ¿Por qué llamaba a mí madre? ¿Por qué mi mente volvía para atormentarme?
Dejé el cepillo en la mesa, sintiendo su mano rozar mi pelo y… me levanté. Me giré observándolo, con incertidumbre, y me quedé contra la cómoda.



-No soy Tahirah… soy yo, Naitiri -¿por qué estaba hablando con algo producto de mí mente? Porque no había otra explicación, la locura se había apoderado de mí. Lo miré con extrañeza, ante sus últimas palabras- ¿Qué… qué le has hecho a Tahirah? –comenzaba a sospechar, que aquel ni siquiera era mi padre. Cerré los ojos unos segundos- No me castigues más… por favor. –apenas murmuré, pensando que si cerraba los ojos y los abría, como la última vez… desaparecería.
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Mensaje por Naeem Zahir* Mar Abr 12, 2016 9:21 am

Y la locura…me envuelve
Despacio, sin darme cuenta tan siquiera.


Imposible no volver a buscarla una vez más. Esta vez, iba a ser muy diferente a las otras veces. Verla tras el espejo, tan hermosa y resplandeciente, la viva imagen de Tahirah. ¿Por qué esa noche le resultaba tan confusa? El recuerdo cada vez le iba envolviendo más, una encrucijada que empezaba a tenerle entre la espalda y la pared. ¿Podía ser? Él era un ser de la noche, su sustento no era otra cosa que sangre fresca, lo que le ofrecía ser inmortal y mantenerse tan joven como el mismo día que perdió la vida, la humanidad.

La vio, allí sentada, peinándose el cabello como solía hacerlo Tahirah por las noches. Su belleza volvió a dejarlo sin palabras, le cautivó desde el primer segundo y no solo por ser un ángel divino. El carácter de su esposa, fresco y espontáneo, siempre lograba sorprenderle . Él siempre todo un caballero pero con un carácter fuerte y decidido. Por eso no se pensaron el casarse y tener a su primera hija. ¿Quién iba a pensar que podría disfrutar tan poco de su esposa? Suspiró largamente…esperando alguna señal, una que apenas tardó en llegar, esos ojos intensos y enormes…lo observaban al igual tras el espejo.

-No. Tahirah -el gélido dedo índice de él, acarició su mejilla, despacio…dibujándola a su antojo. Oír que no la castigase más, fue el detonante para no solo apartar el dedo, si no también de ella…unos pasos hacia atrás. La observó sentada, detenidamente…intentando pensar con claridad pero el recuerdo nublaba su mente, dividido entre las dos mujeres más importantes de su existencia ¿y si la estaba engañando? Decir que era Naitiri ¿había algo más cruel que eso?

-No, no te castigo. Me castigan a mí. Te veo y eres…ella ¿Cómo puedes decir que no? Tahirah… viniste entre las sombras, me seguiste hasta aquí y me hiciste creer que…eras…-entrecerró sus orbes oscuras, intentando pensar con claridad pero le era prácticamente imposible, ante él tenía la viva imagen de su esposa ¿cómo creer que era Naitiri? Lo creyó, el parecido siempre fue obvio pero ahora de mayor…podía ser perfectamente ella… no su hija, ¿cómo se podían parecer tanto dos personas? Él sí que estaba recibiendo un completo castigo.

-No. No me digas que… no lo eres cuando…Tahirah, mírame -se arrodilló ante ella, tomándola del rostro con ambas manos, transmitiéndole distinto a cómo solía, siempre cálido y ahora , frío como el hielo -Fue mi culpa, estás…aquí por mi culpa. Y viniste a castigarme. Castígame, vamos. Tú sólo puedes hacerlo pero no me pidas que… te deje, no puedo, no ahora que estás aquí y…Tahirah-no podía parar de decir su nombre, tocarla e intentar convencerse de que se estaba equivocando-Si eres Naitiri…demúestramelo -apoyó su frente contra la ajena, dedicándole un gesto de lo más tierno, rozar ambas narices…y dejar un beso en la de la joven -Perdóname, no quiero hacerte mal, ningún daño pero estoy tan confundido como tú… no quiero castigarte, yo lo merezco pero…dime que no eres Tahirah, solo pienso en volver a tenerte entre mis brazos, hacerte mía pero…hay algo que me lo impide y…no puedo

Le estaba atormentando el recuerdo de su esposa y no solo eso, él mismo… acababa de firmar su sentencia.


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Mensaje por Naitiri Zahir Jue Abr 14, 2016 9:42 am

Un recuerdo puede durar tan sólo un
instante... o toda la eternidad




Si pensaba que la tranquilidad había vuelto de nuevo a mí vida aquellos días… no podía estar más equivocada. Tan sólo había durado un par de días y aquella noche parecía que mi mente volvía a castigarme de nuevo y, ante mis ojos, se presentaba el dueño y causante de aquel tormento. No era otro que mi padre, o lo que pensaba que podía ser él pero… ¿cómo saberlo realmente cuando lo único que veía era al hombre que vi por última vez? Aquello no podía ser cierto, habían pasado dieciséis largos años desde la última vez que había visto a mis padres. ¿Cómo podía ser, que él estuviera igual y no hubiera envejecido nada?

Era algo totalmente incompresible y que mi mente no podía tratar de comprender, no hallaba una respuesta lo suficientemente obvia como para darle sentido todo aquello. Era algo que no entendía y era algo que no sabía muy bien por qué me estaba pasando. ¿Todo era producto, de no haberlo contado cuando tuve que hacerlo? ¿De haberlo guardado en mí interior dejando que quedara relejado en el olvido? Si aquello era una forma de castigarme, mi mente estaba siendo demasiado retorcida.

El nombre de mí madre salió de sus labios de nuevo y me mordí los míos, de nuevo volvía a llamarme de aquella manera, ¿por qué me decía Tahirah? Es cierto que era el vivo retrato de mí madre, pero aún así… seguía siendo yo. ¿No podía verlo? ¿No quería hacerlo? Todo me suscitaba más dudas. Su dedo recorriendo mi mejilla me produjo un escalofrío, no por nada, sino porque su dedo estaba demasiado frío, casi como si estuviera gélido. No me gustó la sensación que me produjo ni el que me llamara de aquella forma… y no sabía aún porqué.

Se alejó al ver mi rechazo o ver que quería que se fuera pero, sin embargo, aún seguía ahí. ¿Cómo había podido pasar de querer que se quedara… a querer que se marchara? Era algo que no lograba comprender. Un día había deseado fervientemente que se quedara junto a mí y ahora lo único que quería era que se alejara. Me estaba volviendo loca, ni siquiera sabía realmente lo que quería.



-¿Cómo puedes decir que soy ella? Soy yo, Naitiri. Puedo ser el vivo reflejo de mí madre… pero, ¿no ves realmente quien soy? -¿Por qué hablaba con una alucinación? Sería mejor darme la vuelta, seguir peinándome como estaba haciendo antes y meterme a la cama a dormir, pasar de aquella alucinación y seguir mi vida como lo estaba haciendo antes. Me acostumbraría finalmente a verlo de vez en cuando, sabiendo que era producto de mí mente, y dejaría de atormentarme seguramente de ese modo. Iba a hacerlo, estaba comenzando a girarme cuando se arrodilló delante de mí, cogió mi rostro con sus manos haciendo que mirara aquellos ojos en los que me veía reflejada, igual que los míos, y de nuevo sus manos frías y gélidas que me trasportaron a otro momento totalmente diferente, uno que me pedía cautela y que me alejara- Deja de pronunciar a mí madre, no soy ella por mucho que sea su viva imagen –separé sus manos de rostro. Estaba cansada, aquello solamente me agotaba física y mentalmente. De hecho, ¿por qué me empeñaba en hacer creer a una alucinación, que no era mí madre? Estaba claro que no lo era pero… ¿por qué me seguía empeñando en aquello? Lo miré, no quería saber porqué decía todo aquello, no quería saber por qué decía que lo atormentaba… pero, ¿demostrarle que era yo? Suspiré cerrando los ojos, quizás, si se lo decía se marcharía igual que había venido… de la nada- Cuando era pequeña jugando en casa mientras madre trabajaba, esa tarde te quedaste conmigo mientras ella no estaba. Jugamos con un balón en la pérgola resguardándonos del abrasador sol que hacía aquel día… por accidente le di a uno de los jarrones de madre, cayéndose al suelo, donde se rompió en pedazos –hice una pausa, recordando aquello- Era un jarrón que le encantaba porque tenía una escena de uno de sus dioses favoritos grabado. Nos fuimos al centro de la ciudad a buscar un jarrón nuevo y nos tiramos todo el día para encontrarlo. Llegamos unos minutos antes que ella y lo pusimos donde estaba el otro. Nunca lo supo y nunca nos dijo nada –si aquello no le convencía, no sabía qué más podía hacer. Sentía aquella caricia que, lejos de transportarme a recuerdos donde me hacía ese mismo gesto, lo único que me transmitió fue helor, y en parte, temor. Me separé levantándome y dándole al espalda, no queriendo escuchar más sus palabras- Ni siquiera sé quién eres, ni si eras la sombra de lo que alguna vez fuiste… pero no juegues con el recuerdo de mis padres, por favor.
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Mensaje por Naeem Zahir* Lun Abr 18, 2016 6:29 am

Los recuerdos son como
Las hojas que se lleva el viento…
A veces.

La razón y la cordura se le habían ido de las manos, como se le escapó Naitiri en aquel barco que nunca más volvió a ver y creyó sumergido como su propia hija. Él volvió a tener otra oportunidad cuando le convirtieron. De algún modo, su hija no volvería estar sola, él regresaría y podría estar a su lado después de todos estos años de ausencia. ¿Querría verle? No podía saber la respuesta, ahora lo dudaba… por su reacciones y su comportamiento, tan reacio con él y con razón.

-No sé quién eres ahora -musitó, alejándose de ella un par de pasos. Ahora era él quien dudaba ¿y si era él quien se equivocaba en este caso? La mente podía terminar jugándote muy malas pasadas. Estaba dudando, negándose a aceptar la realidad, imposible de aceptar con quien realmente tenía delante porque ¿realmente era Tahirah o Naitiri? No podía saberlo a ciencia cierta, ella misma lo hacía dudar a pesar de estar segura de estar llamando a una como a otra pero ¿quién era realmente?.

-Una u otra sé que no me perdonará nunca -bajó un tanto su oscura mirada, alejándose otro par de pasos. La distancia que los separaba, era igual de dolorosa que no poderla tenerla entre sus brazos así que tan solo, se limitó a escucharla-Puede que eso sea cierto, esté equivocado pero te tengo delante… creo que eres Naitiri, te miro y… se me nubla la razón -

Se quedó unos minutos en silencio, oculto entre las sombras, volviendo a observarla en silencio. Le pedía encarecidamente que se marchase, no jugase con ella y eso…pretendía conseguir , estar a su lado sin que la odiase pero ¿cómo conseguirlo si por más que lo intentaba era imposible? Asintió, sin poder responder a nada. El relato, era el de su hija, sí pero si ella misma le pedía que no jugase, no lo haría.

-NO juego con el recuerdo de tus padres. intento estar aquí porque sé que me necesitas. No sé si sea lo acertado pero te he buscado durante muchos años y ahora que te he encontrado no sé si debo quedarme o irme porque estés mejor sin mí -dejó escapar un suspiro, dándole la espalda por primera vez, se estaba arrepintiendo de haber aparecido sin más pero ¿qué podía hacer?

-Si quieres que me marche solo tienes que decírmelo, seas Tahirah o Naitiri, si no me quieres en tu vida, lo comprenderé y me marcharé… volví a buscarte pero aunque te haya encontrado, no te he tenido en cuenta a la hora de decidir si me quieres en tu vida o no, aparecí sin más cuando me creías muerto… así que está en ti si me vuelvo real o un espejismo. Eso sí, no quiero preguntas… no sabría tampoco responderlas pero si me quieres en tu vida, si al final decides que esté a tu lado…lo estaré, para siempre


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Mensaje por Naitiri Zahir Mar Abr 19, 2016 12:05 pm

"Cuando uno sacude el cajón de los recuerdos...
son los recuerdos los que terminan sacudiendo a uno"





Seguía repitiendo que no lo perdonaría nunca y aquello solo hacía que me suscitaran más y más dudas… ¿por qué lo decía? ¿Por qué solo aparecía él… y no aparecía mi madre? Por unos momentos pensé que era porque la había olvidado pero, aquello era imposible. No había olvidado a uno como tampoco había olvidado al otro, todos los días cuando me miraba al espejo podía ver a mí madre en aquel reflejo que me devolvía. Ella tenía el cabello algo más claro que yo pero… tenía su rostro, sus labios, su nariz y todos sus gestos. Era ella cuando seguramente también tenía mí edad, pero, ¿por qué mi mente solo centraba en mí padre?

Quizás era tan sencillo como aquel pensamiento que había tenido, porque a mí madre la veía todos los días cuando me miraba a un espejo y él, sin embargo, tenía que echar “mano” al recuerdo para poder ver su rostro. Era la única solución lógica que podía encontrar para todo lo que estaba pasando. Incluso después de haberle contado aquel pequeño secreto que solamente sabíamos mí padre yo, se empeñaba en que no sabía quién era. Físicamente eras las dos igual pero en personalidad… mí madre desprendía mucho más calor que el que yo tenía, y mucho más amor que yo. Todo en ella era amor y calor, y lo notabas con tan sólo estar a su lado… y yo era algo que, en mucha menor medida, hacía.


-No sé por qué dices que no te perdonaré, no sé por qué dices que no sabes quién soy… no entiendo muchas cosas y no sé si reamente quiero entenderlas –quizás era mejor pensar que todo aquello no estaba pasando y seguir con mí vida, porque no quería seguir sintiendo todo aquello… porque la representación que tenía delante de mí, aquel hombre que en apariencia física se parecía tanto a mí padre, sabía muy en el fondo, que no lo era. Y aunque me había querido dejar engañar por aquel pensamiento tan alentador… debía de ver la realidad de todo aquello. Me giré para mirarlo ante sus palabras y enarqué una ceja, habían pasado muchos años, lo sabía, yo misma los había estado contando mientras las esperanzas se iban apagando y consumiendo lentamente, mientras cada año sabía que todo por volver a verlos se quedaría en una vana esperanza e ilusión. ¿Cómo decirle que se marchara, aunque fuera producto de mí mente? No podía hacerlo y tampoco era algo que quería- No entiendo muchas de las cosas que están pasando, no entiendo realmente porqué solamente estás tú aquí ni… -me callé, eran tantas cosas que no quería comenzar a enumerarlas, porque solo querría respuestas, y si no podía ofrecérmelas, no había nada que preguntar- Seas real o ya seas un macabro producto de mí mente que, inconscientemente, quiere castigarme o atormentarme… no quiero que te vayas. No puedo renegar de algo que he ansiado y anhelado durante tantos años… ojalá nunca nos hubieran separado, es algo que pienso todos los días de mí vida. Creo que eso responde lo que querías saber –confirmado, definitivamente… me había vuelto loca. Le acababa de pedir a una alucinación que se quedara en vez de pedirle que me dejara en paz… pero, igualmente, ¿cómo alejarme de algo que misma había deseado año tras año? No podía engañarme de esa forma aunque, realmente, era lo que estaba haciendo.
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Mensaje por Naeem Zahir* Vie Abr 22, 2016 6:35 pm

La confusión nubla la realidad.


Él mismo no sabía porqué decía ciertas cosas, ni tampoco porque confundía la realidad con sus propios recuerdos. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué justo cuando le había encontrado? No comprendía pero acaso ¿podía hacer más? sí, algo más que los condenaría a ambos y no era otra cosa que crear de la nada miedo, temor y dolor a aquella a quien tenía delante. No, no era Tahirah, conservaba los recuerdos de aquella noche… él mismo acabó con la vida de su esposa pero entonces ¿por qué la inmortalidad le jugaba aquella mala pasada?

-Eso significa que…estás mejor así, sin saber ciertas cosas que puedan condenarme más y… eres más feliz engañada con mi muerte, nuestra muerte -murmuró por lo bajo, mirándole fijamente a los ojos… tan cerca y tan lejos al mismo tiempo -La vida es injusta, más injusto es… esto -no podía decir inmortalidad, ni tortura… convertirse en un ser de la noche era algo que aún no había asumido y por mucho que intentó adaptarse…el único motivo, fue encontrarla.

No podía responderle por el parado de su madre y sabía que no iba a ser una vez la que se lo preguntará. La realidad se mezclaba con los recuerdos, los momentos vividos y suponía un caos en su mente demasiado complicado al que afrontarse. Él mismo se estaba adentrando en un mar revuelto que se llevaría todo y a este paso… a ella también le arrastraría. La observó, durante los segundos suficientes para no achantarse pero ¿cómo no dudar cuando tenía la viva imagen de su esposa, mezclada con la de Naitiri?

-Aunque quisieras que me marchase, no podría. No puedo dejarte ahora que te he encontrado… -no especificaba quién, ¿Acaso importaba? Podía tener a quien quisiera, a su hija y a su esposa … ¿por qué elegir? -Seguiré en las sombras solo para ti, siempre… no importa si eres ella o no, voy a estar en tu recuerdo siempre perenne, en tus pensamientos ahora que te has encontrado conmigo de alguna manera -bajó la mano para no tocarla y no condenarse más, a ambos.

Suspiró, largamente, alejándose de ella, como un suspiro de aire fresco y volver a perderse entre las sombras, no volvería si ella no lo llamaba, no pensaba en su persona… a veces era mejor dejar las cosas como estuviesen pero si le necesitaba ¿cómo iba a desaparecer?

-No importa dónde esté…ni tampoco cuándo. Solo tienes que decir mi nombre y velaré por ti hasta el último día de tu existencia. Jamás….podría hacerte daño, aprendí de mis errores y seas quién seas, te amo…te amo como el primer día -no especificó qué pero lo más importante estaba por llegar y no era otra cosa que la prueba más difícil de todas… admitirlo, concentrarse en la realidad, tener claro…quién de las dos lo necesitaba y concienciarse de que el amor de su vida… ya no estaba ni entre los vivos, ni entre los inmortales…pero ¿cómo iba a aceptarlo cuando tenía la viva imagen de Tahirah delante.


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Mensaje por Naitiri Zahir Mar Abr 26, 2016 11:49 am

"Tú recuerdo sigue aquí, y yo ya no sé lo que pensar
si tú recuerdo me hace bien... o me hace mal"




No sabía muchas cosas, cada vez entendía menos lo que estaba pasando justo enfrente de mí, no quería preguntar porque realmente pensaba que no estaba preparada para saber la respuesta pero… ¿cómo podía pensar que era todo real? Era algo difícil de creer aunque fuera producto de mí mente, lo sentía tan real, tan vívido… su olor estaba en la habitación, su tacto había sido real como el de cualquier otra persona y… sin embargo, ¿por qué pensaba que algo andaba mal con todo esto?

Me estaba volviendo loca, no… ya estaba loca. Porque de lo contrario no había nada que pudiera demostrar lo que me estaba pasando. Era algo que había acallado durante muchos años escondido en un rincón de mí mente, y de mi corazón, del cual nunca me había podido olvidar ni quería hacerlo y… ahora, justo cuando creía ya todo superado en cierta forma, porque jamás había parado de pensar en ellos… mi mente me traicionaba, me torturaba y me hacía pensar que todo era real. Pero no podía serlo, porque de ser cierto entonces, ¿por qué me asaltaban tantas dudas? ¿Por qué mi propio padre no era capaz de reconocerme como su hija y se pensaba que era mí madre? Era algo que quizás podía llegar a entender pero, realmente, por mucho que fuera su viva imagen… en el fondo, si mirabas bien, era yo; Naitiri. Levanté mi mirada para verlo sin saber muy bien por qué yo misma seguía atormentándome de aquella manera.



-¿Por qué no intentas explicármelo? ¿Por qué dices todas esas cosas, de que es tu castigo, por qué hablas de tú muerte, de que es algo que te tenía que pasar de que…?
–callé, no podía aguantarlo más. Era suficiente, mi mente no paraba de atormentarme cada vez más y más y yo, sin embargo, no veía una solución posible para que dejara de hacerlo. Le había dicho que se quedara porque, en el fondo de lo más profundo de mí ser, era un deseo que había estado siempre ahí. Siempre había querido volver a saber de ellos, verles, que estuvieran conmigo, que vieran en la mujer que me había convertido hoy en día aunque supiera que no les iba a gustar mi forma de vida pero… ¿cómo negar, y negarme algo, que había deseado durante todos aquellos años? No podía, por mucho que supiera que aquel hombre que tenía delante de mí no existía, porque no podía ser el vivo retrato del hombre que vi la última vez, yo había crecido, y él habría cambiado también en estos últimos años.

Suspiré cansada y derrotada de luchar contra algo que no podía existir aunque mi mente, ya atormentada desde luego, se empeñase en hacerme creer con aquellos momentos. Me senté en la cama y cerré los ojos llevando mis manos a mi rostro intenta discernir lo que era real de lo que no lo era, pero no hallaba la solución a aquello. Sin embargo él seguía hablando diciendo que no se marcharía ahora que me había encontrado, y que estaría en las sombras para cuando lo necesitara llegado el caso… con decir su nombre, estaría presente. Un dato más que añadir a mí insana mente y mí pertrechada locura.

No me moví, ni siquiera levanté mi rostro para ver que ya no estaba en mí habitación y me quedé durante unos minutos en aquella posición, notando cómo mi mundo se desvanecía por momentos… ¿cómo había llegado a esos extremos? ¿Cómo había permitido que lo que pensaba era algo bonito, pudiera llegar a trastocarme tanto y… hacerme tanto daño? No sabía por qué lo había permitido, pero ahí me encontraba, sintiendo cómo mi vida se deshacía en trozos pequeños y algo en mí interior se rompía finalmente. Me sentía más desamparada de lo que jamás había estado en todo este tiempo que había estado sin ellos, su presencia o la proyección de ella, había abierto una brecha en mí interior que creía cerrada y olvidada… y los demonios no habían echo que salir en cuanto habían tenido su oportunidad. No quería saber nada, no quería pensar en nada… lo único que quería hacer era desvanecerme, como había echo él.
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