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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Fox Rusell Miér Mar 30, 2016 8:12 am

Ya habían sido varias veces en las que éste licántropo se había adentrado en el burdel, a tomar unas copas junto con el párroco de la iglesia y alguna vez sólo, aun sin pedir servicios a ninguna de las mujeres que dentro se podían encontrar, realmente no se encontraba cómodo teniendo que no verse obligado, pero sí la necesidad de tomar servicios. Desde que había pisado terrenos Franceses, el licántropo aun no había consumado con ninguna mujer de la ciudad, no era uno de sus objetivos, pero era algo inusual en él no haberse tirado a ninguna que se le cruzara, y es que en esa ciudad parecían todas unas estrechas, con lo suelta que había sido su madre allí en Liverpool. No lo lograba entender, tan sólo se mantenía al tanto de todas las mujeres que pasaban por allí, y ya una le había llamado la atención en un par de ocasiones. Entonces fue cuando se acercó a la barra a pedir como siempre, su copa de Ron con algo de hielo, para que se enfriara en aquella larga noche que tanto dinero le podría costar.

-Quisiera pedir los servicios de la muchacha que tenéis con facciones Egipcias.- Dijo mirando a la que parecía ser la madame, por su vestimenta cortesana, su corsé bien apretado, un peinado refinado que no se había tocado en toda la noche. Ella miró  y dudó por un momento, creyendo que daba con la persona a la que se refería. -¿Madame Zahir?.- Cuestionó la mujer, la cosa era que no sabía cómo se llamaba realmente aquella mujer. -Quizás si me la mostrara, podría confirmar su pregunta, madame.- Comentó en tono bajo, dando un sorbo a su copa. Rápido la mujer fue hacia las escaleras arriba e hizo bajar a la que serían un trío de mujeres con facciones del carácter que el Lican exigía.
Era obvia la compostura de él cuando observó a la mujer a la que se había referido, ese lunar que tenía en el rostro, si pelo peinado con algún bucle, ese prominente escote, carnoso labios,  era obvio, la que se encontraba en medio de las tres, de las cuales las otras dos rápido volvieron a sus qué haceres, estaba claro que no tendrían ningún servicio por el momento, eso querría decir que estaba libre.

Se acercó despacio sin quitarle ojo a la mujer a la que miraba con especial lujuria, para nada iba a ser una mirada enamoradiza o feliz de ser cliente habitual, ni mucho menos, si no porque en su aura podía ver que era una mujer autoritaria y segura de sí misma. Enarcó una ceja mirándola. -¿Querría tomar algo antes de saber si acepta?- Preguntó con una sonrisa realmente tenebrosa, podía darse el caso de que una cortesana pudiera rechazar al que pedía de sus servicios si realmente no le convenía lo que veía o lo que podría suceder, todo estaría ahora en sus manos. Esa mujer no se estaba dando cuenta hasta que punto podría llegar el deseo lujurioso del licántropo en consumar con una mujer, llevaba mucho tiempo, quizás alrededor de un año, en el que tenía muchas cosas en mente, habría que adentrarse en la habitación y ver que juguetitos podría tener para una mejor estancia, por lo que el dinero, no sería ningún problema.
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Mensaje por Naitiri Zahir Miér Mar 30, 2016 4:24 pm

Suspiré cuando salí de la bañera que había en mi “habitación”, la que siempre solía utilizar cuando estaba en el burdel, sintiendo un escalofrío recorrer mi cuerpo cuando al salir del agua caliente de la bañera, el frío golpeó mi cuerpo haciendo que tiritara por el cambio de temperatura y me apresuré a envolver mi cuerpo con una toalla grande que había dejado al lado, secando mi cuerpo y las gotas de agua que bajaban libremente por este. Me senté en la cama y comencé a vestirme poniéndome la ropa interior y encima aquella bata negra que siempre solía llevar.

El baño había sido relajante y estimulante, sentía cada parte de mi cuerpo destensado y relajado… había tenido que subir a bañarme cuando uno de los clientes, algo borracho, había tropezado con una de las chicas que llevaba una bandeja con la bebida y ¿el resultado? Me habían mojado con diferentes tipos de alcohol ya que estaba justo detrás de la chica y todo cayó vencido sobre mí. No tuve más que mirar a la Madam, hacerle un gesto, para que entendiera que iba a subir a darme un baño y cambiarme. Nunca me permitiría danzar por el burdel así, daba mala imagen y yo no quería, tampoco, apestar a alcohol durante lo que restaba de noche.

Me acerqué a la cómoda y me senté soltando mi pelo que había recogido para no mojarlo y me miré durante unos segundos, mirando a ver si tenía que retocar algo pero… estaba todo perfecto. Sacudí mi melena dejando que cayera libre por mis hombros y mi espalda, dejando que cayera en ondas y con los tirabuzones que siempre solían formarse en el. Oí unos golpes en la puerta y cuando me giré el rostro de la Madam se asomaba por la puerta.



-Necesito que bajes, no estoy segura de si un cliente te ha pedido a ti o no. No me ha dicho nombre alguno –enarqué una ceja ante eso y me levanté, cerrando la bata, para salir al pasillo donde dos chicas más estaban junto a ella. Comenzamos a bajar preguntándonos a quién de las tres querría y seguimos a la Madam hasta que nos colocamos las tres, una al lado de la otra dejándome en medio, mirando a la expensa de a quién de las tres había pedido.

Me fijé en el hombre que había en la barra y que nos estaba mirando en aquel momento y, durante unos segundos, mi mente trató de ubicarlo. Sí, no era la primera vez que lo había visto por el burdel. Lo había visto alguna que otra vez junto con otro hombre y de vez en cuando, solamente a él. Pero ¿verlo con alguna cortesana? No, ahí mi mente no podía evocar verlo con ninguna. Su mirada nos recorrió durante unos segundos a las tres pero, enseguida, mantuvo su mirada fija en mí y supe, de inmediato, que era yo la que había pedido.

Su mirada fija sobre mí y su compostura en cuanto puso sus ojos sobre los míos dieron a entender a las otras dos chicas que no tenían nada que hacer, y la Madam se alejó mientras yo lo seguía observando. Sus facciones marcadas y duras, algo más alto que yo, su oscuro cabello que hacía juego con el color de sus ojos, y aquella barba de unos pocos días que llevaba. Sentía su mirada fija en la mía y me quedé donde estaba viendo cómo se acercaba hasta mí, podía notar su porte altivo mientras se acercaba y su mirada, llena de lujuria, recorrerme hasta detenerse cerca de mí. Llevaba una copa en la mano y miré la copa durante unos segundos, para luego, subir mi vista a él.

Algo en él me daba a entender que quizás no iba a ser un cliente normal y corriente, daba la sensación de que sabía perfectamente lo que quería, cómo y cuándo lo quería. Aquella determinación al andar, como si fuera el dueño del lugar, no me pasó desapercibida y cuando lo tuve delante de mí lo recorrí de arriba a bajo con la mirada. Algo en él me incitaba a dejar a un lado aquella cortesía y llevarlo arriba, quitarle la ropa y… me mordí el labio viéndolo enarcar una ceja y hacer aquella pregunta. No pasé por alto su sonrisa y di un paso, estando más cerca de él. ¿Qué escondería tras esa sonrisa?



-No acostumbro a beber cuando estoy trabajando, señor… -dejé la frase sin acabar a la espera de que me dijera su nombre. Ni siquiera él me había dicho el suyo, por lo que lo trataría con la formalidad hasta que me dijera su nombre- Pero si os place, diré que sí, acepto –volví a dar un paso más, pegándome a su pecho, sin apartar mis ojos de los suyos. Fieros, salvajes, brillantes por la lujuria que se veía en ellos- Vos me habéis pedido así que, ¿tenéis algo mente? –No sabía porque, pero algo me decía que sería de los pocos clientes con un… lado oscuro en la cama. ¿Por qué lo sabía? No lo sabía, me daba la impresión y… no solía equivocarme mucho.
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Mensaje por Fox Rusell Miér Mar 30, 2016 5:59 pm

Su mirada, perdida  y atenta a la vez las mantenía durante un momento sobre la humana que tenía en frente dispuesta a todo por tan solo unos míseros billetes, con los que podría comer y vivir dignamente durante un corto periodo de tiempo. Llevaba tan sólo una bata al parecer, aunque debajo de las facetas podían esconderse muchas cosas que se escapan del alcance de cualquier pensamiento. Había estado todo el día cuestionándose si ésto sería una buena idea, ya que las cosas que él quería hacer, podrían incluso no ser permitidas por un lugar como en el que se encontraba. Antes de volver a dirigirla la palabra, éste dejó el vaso de alcohol sobre la barra, para poder coger un paquete de cigarrillos que portaba en el bolsillo de su pantalón. Sacó uno llevándoselo a la boca, encendiéndolo con una cerilla la cual apagó y tiró a una papelera que había en el suelo de al lado de la barra. Dio una intensa primera calada, la cual quitó el deseo reprimido por decir una sola palabra, las cuales había que arrancarle al licántropo, siendo un hombre de pocas palabras a decir verdad.

Llevaba una camisa blanca y unos pantalones azules, marcados, tan marcados que se notaba algo más que grande, algo que parecía realmente descomunal, como su ego, y es que el miembro del Lican siempre podría haberse considerado su fuerte, haciendo que todas aquellas mujeres, siempre hubieran terminado casi imprimadas con él haciéndolas objeto de deseo por largo tiempo, cadenas a las que él no estaba dispuesto a acercarse. De nuevo tomó su copa y la miró a los ojos, ojos marrones, igual que el color de sus cabellos, aquellas facciones eran muy normales en mujeres Egipcias, pero su belleza era distinta a las demás, parecía ser única en su especia, hecha en su justa medida para que un día como hoy, Fox pudiera disfrutarlo como si fuera suyo propio. -Llévenme un par de copas y una botella de ron a la habitación de madame Zahir, por favor.- Dijo dirigiéndose a la camarera, sacó su cartera y colocó unos billetes sobre la barra insistiendo en su invitación, un tanto caballerosa de lo que podría llegar a ser Fox, todo lo contrario, un ser sin escrúpulos, pero ya que en esos lugares solía tratarse con gente de clase baja, que menos que hacerle su vida algo más amena aunque no lo fuera.

Queriendo hacerlo todo un poco mas llevadero, debería presentarse con su nombre, pero era algo que sólo había acostumbrado a ser llamado por ambos padres, del cual odiaba profundamente de uno de ellos, quien sería la madre, la adultera que se acostó con otro hombre mientras su padre trabajaba día y tarde para sacar una familia adelante, una familia que parecía poder ser feliz, pero que así no fue. -Vayamos para arriba si no le importa.- Se adelantó para encaminarse hacia las escaleras y comenzar a subir, haciéndose saber por donde debía ir, esperando a que ella fuera quien comenzara a subir las escaleras por delante de él, queriendo visualizar el contoneo de sus caderas subiendo las escaleras, esperando a que un ápice de ropa interior se le viera por debajo de aquella bata que no tardaría aquella noche en arrebatar. Y así fue, no defraudó, sus movimientos eran dignos de poseer el poder del placer máximo que esperaría disfrutar esa noche. La siguió hasta arriba, donde por los pasillos no se oía absolutamente nada, estaba todo muy insonorizado al parecer, las luz roja del pasillo declaraba la pasión que se escapaba por cada poro, que por otro lado, también podía ser la peor noche que una trabajadora tendría que pasar por llevarse algo a la boca comestible, pasando por un mal trago ejerciendo algo que en verdad nadie deseaba, pocas mujeres lo hacían sólo por placer incluso excluyendo impagos como los que había a ciertos clientes por ser quienes eran, eso demandaba vicio.

Ella abrió la puerta, donde se mostraban las cosas que tenía, habitáculos cerraron que darían a baño y quizás a algún que otro ropero, ya que no había nada esparcido por ningún lado, si no todo lo contrario, recogido y listo para que el cliente comenzara su tiempo, el que valía dinero. Una vez dentro, se dirigió la cómoda donde dejó la copa que él llevaba, a pesar de que le fueran a traer un par mas, se acercó un cenicero que allí había para fumadores como él y tras otra intensa e interminable calada, depositó el cigarrillo, apagándolo por la mitad, importándole poco. Se quitó la chaqueta de cuero negra que llevaba y la dejó en un perchero que allí había, se giró y se quedó quieto mirando a la mujer. -Me llamo Rusell.- Dijo comentando el apellido por fin, haciendo saber quien era, no del todo, ya que nunca decía su nombre a nadie, no le gustaba que le llamaran como en su día lo llamaba su madre. Se sentía orgulloso de su padre, y por ello, se hacía llamar por su apellido el cual pasaría perfectamente por un nombre normal y corriente como cualquier otro inglés.

Llamaron a la puerta, a lo que el licántropo se acercó para abrir, era la botella y las copas, junto con su cubitera llena de hielos. Dejaron todo en la mesa que había en un rincón de la habitación y cerraron la puerta siendo acompañado por éste en todo momento, viendo que hacía, desconfiando como acostumbraba con todo el mundo. Nuevamente su mirada se dirigió a la mujer de cabellos castaños y sonrió con su peculiar malicia. -Esta noche será muy larga, el ron tan sólo apaciguará el fuego. Ni el tiempo ni el dinero será un problema, ésta noche serás sólo para mí, ¿de acuerdo?- Sentenció habiéndose acercado a cada palabra que decía paso a paso hasta que al preguntar, la tomó fuerte de la cintura para aferrarla a él y quedar cara a cara a ella, mirándola desde una posición ligeramente mas alta. -Haz que no me arrepienta de haberte escogido.- Imploró con su seria mirada, clavándola en sus retinas como si fueran cuchillas desgarrándolas tras la cuenca de éstos. Llevó sus manos al nudo de su bata el cual quiso deshacer en un momento, mirando hacia abajo para ver lo que hacía en ese momento. No se la quitó en ningún momento, sólo quería desanudarlo y dejarlo preparado cuando hubiera que apartar esa molesta prenda que llevaba.

Se dirigió a la mesa donde tomó unos hielos en una de las copas, para después verter el Ron que ambos iban a tomar esa noche, a continuación, rellenó la siguiente para ofrecerle una de las copas y acercar su rostro al de la humana para rozar sus labios, cuyo inferior fue mordido ligeramente por este para plantar un cálido beso en sus labios, y no cálido por que él deseara besarla, si no por la temperatura tan elevada que ejercía un licántropo sobre cualquier especie de criatura que habitara. Se separó un poco acercándose más a la cama que se encontraba en el medio de la habitación, bastante grande a decir verdad. Se llevó la copa a sus labios, habiéndola movido previamente para que el hielo hiciera efecto y se enfriara, estaba perfecto, sentía cómo se refrescaba una vez más su gaznate con aquel aroma, aquella bebida que tanto le gustaba beber sin necesidad de mezclar con ningún tipo de refresco ni nada parecido.
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Mensaje por Naitiri Zahir Jue Mar 31, 2016 11:24 am

La mirada de aquel hombre puesta en mi mandaba un pequeño escalofrío por mí cuerpo sin saber, realmente, el porqué de ello. Podía notar sus ojos recorriendo mi cuerpo, deteniéndose por unos momentos en la bata que llevaba, estaba algo cerrada y no dejaba ver mucho más allá pero… no le hacía falta, notaba que podía incluso traspasar aquel trozo de tela y desnudarme con la mirada. No le bastaba decir una sola palabra para que me diera cuenta de ello, sin siquiera hablar, el aura que desprendía aquel hombre era muy distinta que de los que solían ir por el burdel. Los movimientos justos, precisos, secos incluso decían mucho más de él de lo que quizás quisieran que supiera. Leer e interpretar el cuerpo humano era algo que había ido aprendiendo a lo largo de mí vida, cruciales en mi trabajo, si queríamos que el cliente quedara satisfecho.

No se había movido de donde estaba y contemplé cómo sacaba un paquete de cigarros y se encendía uno, siguiendo con aquella copa en la mano. Inhaló el humo y lo soltó mientras sus ojos se quedaban fijos en los míos, fumando aquel cigarro, y con la copa que había pedido en la mano. No me gustaba que los hombres fumaran ni el olor que desprendía el tabaco pero, no podía quejarme por ello. Aparté mis ojos de los suyos y pasé a recorrerlo más detenidamente tal y como lo había hecho él; llevaba una camisa blanca que contrastaba con su piel morena, podían notarse los músculos definidos de su brazo y se podía apreciar a simple vista la constitución atlética de aquel hombre, no hacía falta verle desnudo para darte cuenta de ello. Seguramente su torso estaría bien definido, al igual que sus brazos, y seguí bajando hasta que llegué a su miembro, el cual en aquellos pantalones podía definirse por completo. Enarqué una ceja por ella y llevé mis manos a la cintura, parecía que me había tocado el premio gordo. Sabía de más de una de las chicas que moriría por estar en mí situación, sin embargo, esperaba que supiera mover aquello que se gastaba. ,

Alcé mis ojos para dejarlos de nuevo sobre los suyos que seguían, a su vez, en los míos y esperé para ver qué era lo que quería hacer. No se hizo de esperar; pidió que subieran una botella de ron y dos copas a mi habitación a lo que quise negarme, pero él era el cliente, y aunque le hubiera dicho que no bebía… parecía que, si él quería que bebiese, iba a hacerlo me gustara o no. Miré a la chica que estaba en la barra e hice un gesto con la cabeza para que pusiera las dos copas, sabían que no era propensa a beber pero el cliente pagaba, el cliente mandaba. Lo vi sacar el dinero dejándolo sobre la mesa y, sin esperar a que dijera nada más, comenzó a andar tras decir que subiéramos arriba. Pasó por mí lado y se quedó parado al pie de las escaleras, esperando que lo siguiera para llevarle hasta mi habitación.

Me acerqué hasta donde estaba viendo cómo se había acercado a las escaleras, con aquellos andares, aquella pose que denotaba que no esperaba réplica alguno, haciéndose con el lugar como si fuera realmente suyo, como si hubiera estado hecho para él… aspectos que denotaban y me confirmaban, aún más, esa faceta que seguramente terminaría por comprobar en la cama. Se le veía un hombre decidido, que sabía lo que quería, y que tomaba todo aquello que se le antojaba. Sin pedir permiso. Sin preguntar… simplemente se acercaba y lo cogía. Me quedé parada a su lado, lanzándole una mirada cuando se quedó al pie de la escalera, y comencé a subir delante de él hacía mi habitación.

Era consciente del deseo y la lujuria de su mirada, era consciente del aura casi magnética que desprendía por cada poro de su piel, un aura que te hacía querer adentrarte mucho más, dejarte llevar por ello hasta que te consumiera y te volviera loca. No había pasado por alto las miradas que algunas de las chicas le habían lanzado cuando se acercó a la escalera; se lo habían comido con los ojos. Con sólo andar, sin decir nada, sin mirar a nadie. Parecía que tenía ese aura que atraía a toda mujer que se cruzara en su camino, y yo no iba a ser indiferente. Ya comenzaba a sentirlo dentro de mí, era algo extraño y que no podía definir con exactitud, pero era como… como si fuera magia. Tentador, prohibido, provocativo y, sobre todo, atrayente.

Por ello cuando comencé a subir las escaleras las subí contoneando mis caderas, sabía que me había dejado pasar delante solamente para poder disfrutar de las vistas, así que ¿por qué no concedérselo y darle lo que quería? Aquello podía decirle exactamente cómo podía moverme sobre él, mejor incluso que aquello. Sabía lo que les gustaba a los hombres, sabía explotarlo y sacar partido de ello. Y él no iba a ser indiferente, y si me había pedido… había sido por algo. Porque de entre todas las chicas que había en el burdel algo en mí le había llamado la atención. Quizás fuera una cosa, quizás fuera el conjunto. Fuera lo que fuese iba a sacar partido de todo. Llegué a la habitación y dejé que pasara él primero para cerrar la puerta, dejándonos a ambos completamente a solas.

Entró en la habitación, de nuevo, adueñándose del lugar mientras observaba cada rincón ¿esperaba encontrar algo en particular, quizás? Dejó la copa encima de la copa y de nuevo otra calada al cigarro del cual me había olvidado completamente que llevaba encima. Acercó un cenicero que había por allí y, tras la calada, lo apagó sin dejar de mirarme. Podía notar en su mirada como si me estuviera midiendo, no sabía porqué, pero me daba aquella sensación desde que bajé y sus ojos se cruzaron con los míos. Lo vi despojarse del chaleco que llevaba y di un paso en su dirección, sintiendo algo de intimidación en su porte y en sus gestos. Rusell, por fin me había dicho cuál era su nombre.



-Un placer, Rusell. Yo soy Naitiri
–no me lo había preguntado en ningún momento, pero se lo dije para que tuviera algo por lo que llamarme, no sabía si sabría mi nombre, mi apellido o ninguna de las dos cosas, pero ya que él había dicho el suyo para poder referirme a él, yo había hecho lo propio. El ruido de la puerta sonó detrás de mí y, antes de que me moviera, ya se había movido él pasando por mí lado para abrir la puerta, enarqué una ceja por ello ¿no debía de hacerlo yo? Lo vi mirar a Diane que subió la botella, las copas y una cubitera para poder utilizar. No le quitó la vista en ningún momento y contempló y observó todo sin quitar sus ojos de lo que ella hacía. –Gracias Diane –le sonreí antes de perderla de vista tras la puerta y dejarnos de nuevo a solas. De nuevo, una confirmación más de su carácter que salía a relucir.

Tenía muy claro lo que iba a pasar aquella noche y cómo iba a pasar, si el quería jugar en esa liga… estaba más que dispuesta a hacerlo. Mis ojos volvieron a los suyos y su sonrisa envió un escalofrío por mi cuerpo sin saber realmente el porqué. Su voz, su tono, sus pasos acercándose hacia mi mientras parecía que quería marcar el territorio hicieron que me quedara en el sitio, algo intimidada por ellos, pero me supe recomponer y mirarle con el mismo desafío que veía en sus ojos. Su brazo pasó por mi cintura agarrándome con fuerza y pegándome a su cuerpo. Al ser algo más alto que yo tuve que alzar mi rostro y… ¿aquello era un desafío velado en sus palabras? Sus ojos fijos en los míos mirándome de aquella forma, y sus últimas palabras, hicieron que sonriera de lado notando como un fuego se apoderaba de mi cuerpo por ello. ¿Hacer que no se arrepintiera? Oh, claro que no se iba a arrepentir. Terminé por reírme echando la cabeza hacia atrás no dejando que sus palabras llegaran a intimidarme como lo había hecho con su porte.


-No tengo ningún tipo de problema, y no será el ron quien apacigüe tú cuerpo… Yo seré tú hielo –su brazo quemaba tras mi espalda, como si estuviera ardiendo realmente y me lamí los labios sin dejar de mirarlo –Soy tuya, toda tuya. Y oh, haré algo mucho más que… -me incliné hasta dejar mis labios casi rozando los suyos- hacer que no te arrepientas. Al final –miré sus labios, estando tan cerca de los míos- acabarás suplicando –susurré sobre estos y le miré para morder su labio inferior. Su mano bajó hasta el nudo de mi bata y su mirada también bajó hasta lo que sus manos estaban haciendo y ondeé mi cuerpo para que tuviera una mejor vista, mientras su brazo seguía aferrando mi cintura. Sin embargo dejó la bata todavía puesta, ahora podía apreciar más mí pecho y mi vientre hasta culminar en la prenda inferior. Me reí por ello porque pensaba, realmente, que iba a quitármela. Pero como había dicho, no tenía ninguna prisa y así me lo estaba mostrando.

Se separó dejando que el frío golpeara allí donde había estado su brazo y me mordí el labio ante el contraste. Lo vi preparar una copa para mí y la cogí cuando me la acercó tras haberla preparado, esperaba al menos que no estuviera muy fuerte, o no me la podría beber. De nuevo su rostro quedó cerca del mío haciendo que tuviera que alzarlo para estar a la misma altura y dejó en mordisco en ellos cuando los rozó con los suyos, un mordisco que me pareció de lo más erótico, para luego dejar un leve beso en mis labios. Quemaban, sentía cómo estos ardían y no supe realmente que fuera por el ron de su copa. Lo vi sentarse en la cama y me di el lujo de contemplarlo más detenidamente a unos pasos de mí. Di un trago a la copa notando el sabor del ron inundar y explotar en mi paladar y me acerqué hasta que mis rodillas tocaron sus piernas. Abrí la bata un poco más, con la copa en una mano, y sonreí.


-¿Le gusta lo que ve, señor Rusell? Porque a mí sí me gusta lo que veo –me senté sobre él y puse una mano en su pecho haciendo que se inclinara un poco hacia atrás, dándome más espacio para moverme –Espero que todas las expectativas que tengo sobre usted se… confirmen –me reí divertida moviéndome sobre su miembro, dándole a entender lo que estaba diciéndole, y me incliné sobre sus labios- Veo que le gusta el ron, solo, con hielo. Me pregunto, ¿en qué más variantes te gustará? –lamí sus labios de forma provocativa, sintiendo el calor que desprendían y me erguí sentada sobre él- ¿Quizás… así? –cogí su mano libre y llevé el dedo índice de su dedo a la copa que tenía en mí mano, metí el dedo haciendo que se impregnara y mojara con el ron y… dejé un sendero desde el centro de mi clavícula, pasando por entre mis pechos, culminando en mi vientre, justo encima de mi ropa interior. Llevé su dedo a mis labios y lo llevé a mi boca, lamiéndolo con mi lengua, despacio, sin apartar mi mirada de sus ojos, dándole a entender otra cosa totalmente diferente y que podría hacer con… bueno, no su dedo –Imagínate lo que puedo hacer contigo cuando te desnude. Algo más que un simple reguero –me reí entre dientes- ¿Quieres probar?-arqueé mi cuerpo dándole a entender que, por el momento, me refería al reguero de ron de mi cuerpo.
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Mensaje por Fox Rusell Vie Abr 01, 2016 7:42 am

'Naitiri'. Ese nombre no se le borraría de la mente, no con facilidad. En ese mismo momento él no sentía nada que lo mantuviera preso de su cuerpo, pero que esa noche iba a ser excitante, mucho. Ella le desprendía un calor impropio de humanos, un calor único mostrando su cuerpo bien simétrico siendo contoneado por la humana. Aun sujeta, ella tenía algunas cosas que decir al respecto, no sería una perrita sumisa en manos de un imponente licántropo no, ella era valiente para saber que le convenía decir y que no, analizando a éste como si conociera sus intenciones. Mantuvo su mirada clavada en sus oscuros ojos marrones, los cuales se fijaban en todo el vaivén del cuerpo lobuno, siendo inspeccionado, algo que previamente había hecho él.

Mostraba ser una persona de movimientos escasos, tan sólo, durante esa noche, no hizo nada más que mover su brazo para llevarse la copa a sus labios y beber de ella, despacio, sin inmutarse, sin decir apenas nada, o eso parecía hasta que lo empujó para tumbarlo en la cama. Acercó su brazo a la mesilla donde dejó la copa que éste aun portaba en su mano, y la miró atentamente, queriendo saber que estaba a punto de hacer. Él era el cliente, él mandaba, lo único era que estaba en territorio 'enemigo' y eso jugaba en su contra, haciendo que se le formara una sonrisa lujuriosa, mordiéndose el labio inferior con suavidad cuando ésta se sentó sobre él, abriendo su bata, dejando ver por completo su cuerpo no desnudo aun, siendo admirado por unos viciosos ojos que no le quitarían la mirada en ningún instante.

Ella parecía haberse dado cuenta de lo que debajo de los pantalones del licántropo podría encontrarse, y es que si algo era cierto, es que su miembro era grande. Alrededor de los veinti-cinco centímetros, no era descomunal, pero sí algo que agradecer a la vista sobretodo, ya que superaba con creces la media de las personas que en Francia pudiera haber, quedando orgulloso y satisfecho de lo que Dios o esa fuerza del universo, le hubiera otorgado. Su cuerpo, moviéndose sobre en del Rusell hacía que su miembro se sintiera aun mas excitado, llegando al punto en el que ya más, no podría crecer. Soltó un pequeño jadeo por su baile encima de su virilidad, la cual quería escapar de la prisión que la separaban una simple cremallera.

Quiso contestarla, pero quedó espectante de lo que estaba a punto de ver, una situación más que sexy, ardiente. Alzó una ceja divertido, excitado, mientras observaba como se acercaba a él para susurrarle más de cerca lo que tenía en mente respecto al Ron que tan sólo le gustaba beber con un poco de hielo. Ella sujetó su dedo, se lo llevó hacia la copa y lo introdujo, empapando el dedo del lobo, dejando derramar todo el líquido adquirido, dejándoselo por el cuerpo como si fuera el agua de ducha que ella se había tomado antes de aceptar los servicios del licántropo por algo parecido, por alcohol rebasado por su cuerpo. Es echo le hizo excitarse más de lo que estaba, delineó su cuerpo a medida que dejaba todo el alcohol sobre su cuerpo, sin despegar éste de él, como si de un imán se tratase. Tragó saliva, viendo como su dedo se dirigía a la boca de la preciosa Egipcia, haciendo que Rusell cerrara los ojos mordiéndose el labio inferior con fuerza, marcandose a sí mismo, siendo víctima de un placer, dejando casi los ojos en blancos, jadeó un poco y se incorporó rápidamente después de su última intervención, en donde la tomó desde encima suya, la sujetó en vilo, incorporándose con ella en brazos.
-Reguero será lo que deje en tu cuerpo al final de ésta noche, preciosa.- comentó sonsacando una sonrisa que para nada inspiraba confianza.

Se acercó a su copa y la tomó, dejándola a un lado, suficiente para que la tomara en cualquier momento como quisiera. Con un toque sutíl, dejó caer la bata negra que poseía, dejándose ver en ropa interior, totalmente apegada a su cuerpo bien definido, se acercó y la empujó contra la cama, riendo un poco. -¿Te gusta jugar no? Comencemos el juego entonces.- confirmó asintiendo con la cabeza, tomando el mismo dedo de antes, introduciéndolo en el vaso y volviendo a hacer lo que ella había hecho con él. Lo acercó a su cuerpo y empezó a dejar otro pequeño reguero de alcohol sobre su cuerpo, donde él se inclinó para comenzar a lamer su clavícula, por donde había empezado a ese camino, bajando por su busto para llegar rápido a un pecho que seguía protegido por el sujetador que llevaba. Mostró una pequeña sonrisa y tomó la costura central del sostén para arrancarlo, dejando en libertad sus voluptuosos pechos, los cuales no tardaría en lamer con total fiereza, tomándolos con la mano, como si formara parte de algún tipo de masaje.

La noche ya había tomado su rumbo, pues después de aquellas 'amenazas' para ver quien iba a sufrir más, estaba claro que ella, no esperaba aun lo que se le venía encima. La miró a los ojos entretenido en sus erectos pezones, observando si le gustaba lo que sentía. Pero no quedó ahí, comenzó a bajar, para seguir el camino de ron que había dejado previamente la cortesana en su cuerpo, cuando ella aun estaba encima de él por aquel entonces. Bajó su mano derecha hacia su muslo izquierdo, el cual en un momento de lujuria extrema, viéndose sumamente excitado, lo arañaba sin llegar a rasgar su piel, tan sólo la sensación ya parecía que lo estuviera haciendo. -Si suplico, que sea de deseo.- comentó a uno de los comentarios que ella había hecho antes, al que no pudo contestar cuando las palabras se le habían encajado viendo el momento del reguero de ron que dejó en su cuerpo, el cual ahora lamía con ahínco, cada parte, cada gota, llegando a esa parte tapada que también había sido previamente humedecida, y que ahora, él humedecería mucho más, dejando un lametazo marcado en su slip, donde la humedad de su lengua no era la única que había hecho mella en su parte íntima, si no algo más allá, y es que ella, podría sentirse también algo 'mojada' por la situación tan calurosa en la que estaban envueltos. -¿Te gusta?.- quiso saber mirándola a los ojos, descifrando en su rostro lo evidente.
Rápido se desenfundó la camisa blanca que llevaba rompiendo los botones, dejando ver sus músculos definidos. Tan sólo era una camisa, que mas daba aquello, sólo tenía en mente el acontecimiento que estaba dispuesto a vivir esa noche, una noche que no olvidaría con facilidad.
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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Abr 04, 2016 11:55 am

Aquel hombre había impuesto su forma de ser tanto con sus actos como sus palabras, al igual que el tono de voz que utilizaba para ello. Seguramente había pensado que podría intimidarme con aquello como, quizás, hacía con las demás mujeres con las que se hubiera acostado. Utilizaba aquello como punto a su favor para dejar más desconcertadas a las mujeres, no lo ponía en duda. Entre todo aquello que desprendía en esa aura que le envolvía, y el cual ya le era suficiente para llamar la atención e imponerse sobre las demás, sus gestos secos y certeros, y su tono de voz le conferían aún más ese toque que daba a entender que era él quien mandaba, y no admitía réplica alguna sobre aquello.

Y parecía que pensaba que iba a ser igual que el resto; en cuanto a lo que desprendía sí, lo era. Dudaba que cualquier mujer pudiera resistirse a lo que ese hombre provocaba a su paso, yo misma lo había comprobado con el poco tiempo que llevaba a su lado y solo bastaba echar un vistazo, a su alrededor cuando pasó por el burdel, para darte cuenta de que todas las mujeres se habían girado para mirarlo. Tenía algo que te llamaba y te atraía, de eso no había duda alguna, y muchas quizás les obnubilaran aquello.

Pero a mí no, y pareció que no estaba acostumbrado a que alguien pudiera revelarse de aquella forma, por la expresión de su rostro cuando le hablé sobre lo que tenía pensado hacerle, y sobre que al final acabaría suplicando. Además, tampoco le di tiempo a que pudiera decirme nada, ¿él se había impuesto? Yo también lo haría. Conocía demasiado los puntos débiles de un hombre y pensaba aprovecharlos al máximo, quería darle un poco de su propia medicina, y de la cual había captado nada más estar a solas con él. Sus gestos decían mucho más de lo que él mismo pudiera llegar a darse cuenta, y como mujer que sabía leer el cuerpo humano… sabía dónde debía de atacar.

Por eso sonreí cuando le pregunté lo del ron y cómo le podría gustar más tomárselo, y sonreí divertida, cuando le vi su rostro mientras su dedo impregnado de ron hacía un descenso por mí cuerpo dejando un reguero del mismo acabando justo sobre la ropa inferior, y cuando lamí su dedo… fue la confirmación que quería obtener de todo aquello. Lo vi cerrar los ojos, lo vi tragar saliva y morderse el labio inferior mientras yo solamente le lamía el dedo y lo chupaba, pero claro, sabía que había entendido perfectamente aquello, y sonreí satisfecha por ello.

Ahora solo quedaba saber qué era lo que iba a hacer él a continuación de aquello, me había impuesto un poco sobre él dándole a entender que no le tenía ningún miedo, y que no me intimidaba para nada. Quizás al principio un poco sí, pero supe reponer rápido la situación y manejarla bajo control. Sabía que aquel hombre tenía una tendencia sexual que distaba mucho de la de los demás hombres, no hacía falta que me lo dijera, todo él era en sí mismo una imposición y una dominación constante. Rara vez solía equivocarme con aquello y rara vez un hombre así no era también dominante en la cama.

Me reí ante su jadeo sintiendo como me apresaba entre sus brazos incorporándose conmigo todavía en la misma posición, haciendo que tuviera que rodear su cintura con mis piernas porque, de lo contrario, sentía cómo poco a poco me iría escurriendo por su cuerpo. Su frase hizo que sonriera de lado mientras me quitaba la copa y la dejaba en la mesita que había cerca de la cama, al alcance, aunque dudaba que volviera a tocarla en lo que restaba de noche. Me dejó en el suelo y se acercó hasta su copa para cogerla y dejarla en la mesita también, estaba segura de que él si la cogería más veces a lo largo de la noche.

Lo observé en todo momento mientras me mantenía allí quietas siguiéndole con la mirada, miré cómo dejaba la copa en la mesita y luego lo miré a él. No tardó en quitarme la bata que previamente había desatado, dejando que cayera al suelo y me quedara solamente en ropa interior. Me recorrió con la vista mientras todavía llevaba aquel reguero en el cuerpo, y me pregunté cuánto tardaría en comenzar a lamer para quitarlo de donde estaba. Sentí cómo esta vez fue él quien me empujó a mí sobre la cama haciendo que me tumbara sobre esta y me acomodara antes de que hiciera algo más.

Reí entre dientes ante su pregunta de si me gustaba jugar, ¿no había quedado claro cuando había dado yo el primer paso en aquel juego? Lo vi llevar el mismo dedo que yo había cogido a su copa, impregnarlo de nuevo y… dejar un nuevo reguero sobre mi cuerpo. Esta vez no tardó en inclinarse y comenzar a lamerlo, empezando por la clavícula. Su lengua, caliente, dejó un recorrido por mí cuerpo mientras me dejaba hacer y lo observaba bajar lamiendo el alcohol de mí cuerpo.

Su lengua ardía al contacto de mi cuerpo y comenzaba a notar como ese mismo calor se instalaba por mí cuerpo, allá donde él pasaba su lengua, calentándome aún más por ello. Pronto llegó rápido a mi pecho y lo lamió, todo lo que la prenda le dejaba, lo vi sonreír de aquella forma y… jadeé cuando dio aquel tirón rompiendo la prenda, dejando mis pechos libres para hacer lo que quisiera con ellos. Su mano no tardó en apoderarse de ellos y volví a sentir aquel mismo ardor que su boca producía. Su boca, juguetona, no tardó en apoderarse de uno de ellos y comenzó a lamerlo, haciendo que cerrara los ojos. ¿Qué pasaba con aquel hombre? Su lengua quemaba, sus manos quemaban… todo él quemaba allá por donde tocara, haciendo que yo misma comenzara a arder producto de lo que me hacía y lo que emanaba de su propio cuerpo.



-Me encanta jugar, Rusell, ¿no te ha quedado claro? –Reí como pude sintiendo su lengua lamer uno de mis pezones, haciendo que me mordiera el labio, y lo miré- No te preocupes… tengo noche por delante para dejártelo bien claro –el calor que desprendía su cuerpo era abrasador y me estaba quemando con ello, más todo lo que su boca y sus manos me producían siendo una combinación extraña, pero placentera. Ya notaba cómo comenzaba a humedecerme y todavía no habíamos hecho más que empezar, lo miré cuando su boca de nuevo comenzó a bajar lamiendo lo que quedaba del ron y sabía dónde iba a acabar. Una de sus manos la llevó a una de mis piernas y dejó un recorrido ascendente, como si estuviera marcándome la piel con su paso, que me hizo morderme el labio. Salvaje, otra cosa más que añadir a la lista de aquel hombre, no me había hecho daño alguno y me había provocado un escalofrío por el cuerpo.

Terminó el reguero de ron que había creado con su dedo y lo miré observándole para ver si seguía bajando, o se quedaba ahí. No defraudó. Siguió bajando y dejó una lamida justo en mi sexo, ya húmedo, que hizo que jadeara y que arqueara mis caderas en busca de más. Pero no me lo iba a conceder, porque se apartó de mí y comenzó a quitarse la camisa, más bien, rompió la camisa dejando su torso desnudo donde se marcaba cada músculo. La tiró por algún lado de la habitación y me mordí el labio. Tal y como había pensado, aquel hombre estaba musculado como se había podido apreciar a través de la ropa.


-No hace falta que te diga que me ha gustado, lo sabes tan bien como yo –lo miré durante unos segundos y, llevando mi mano a su cintura, lo agarré para tirarlo hacía mí por el pantalón pero me aparté antes de que cayera y, empujándole, fui yo la que volvió a colocarse sobre él. -¿Quién ha dicho, que no fueras, a suplicar de placer? Hay muchas formas de suplicar pero solamente me interesa que hagas una. Y sí, me gusta jugar, mucho. Y a ti te va a gustar mi juego –me reí entre dientes, ¿le gustaba tener todo bajo control? Bien, pues jugaría con aquello. Subí mis manos por su pecho sintiendo el calor que desprendía su piel y me incliné contra su rostro- Yo no voy a pringarte con el ron, prefiero probar directamente de la piel –mordí su labio y comencé a arañar los costados de su cuerpo mientras mi lengua bajaba por su garganta hasta su pecho, lamiendo y mordiendo sus pezones, tirando un poco de ellos, torturando primero uno y luego el otro, mientras mis manos arañaban su piel pasando luego por sus brazos. Sentía su piel también ardiendo y al contacto sobre mí lengua. Seguí bajando notando los músculos de su abdomen, delineándolos con los labios y la lengua, para acabar justo sobre su cintura, ya que seguía con los pantalones puestos. Subí a sus labios y los lamí mientras mi mano bajaba por el centro de su cuerpo y la dejaba sobre su miembro, presionando contra este, sintiéndolo completamente en mí mano. Llevé mi rostro a su cuello y lo mordí para luego llevar mi boca a su oreja- Tu amigo parece que también quiere jugar un rato, ¿le dejamos que se una a la fiesta? –susurré antes de reírme, morder el lóbulo de esta, y comenzar a desabrochar sus pantalones terminando por quitárselo y volver a estar encima de él- Y ahora… -cogí un cubito de la cubitera que había cerca junto a las copas, y lo pasé por su pecho, notando como el hielo en contraste con su cuerpo se hacía cada vez más pequeño, me incliné para lamerlo y levanté mi vista para observarlo -¿Durará hasta… que llegue bajo? –Sonreí divertida- Vamos a comprobarlo –comencé a hacer un camino descendente lamiendo el agua que dejaba, mientras el cubito se hacía más y más pequeño conforme bajaba por su cuerpo.
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