¿Hasta dónde nos llevará esto? ~ Privado

Qui pro quo.


Desde el momento en el que sus caminos se cruzaron, el trato fue pactado, un qui pro quo. Él poseía lo más preciado a lo que podía aspirar un humano: sangre vampírica. Nada se podía comparar con eso, tenía tantos atributos y también consecuencias, pero siendo ella ¿pensaba en lo segundo? Por su cabeza rubia, solo pasaba el hecho de no solo ser más fuerte, ese elixir delicioso y adictivo la avivaba de una manera increíble, sentía que era capaz de hacer cualquier cosa y sí, sentía el poder recorrer cada vena de su cuerpo…y eso, le volvía loca.

El precio a pagar era mutuo, sangre por sangre. La dependencia se haría aún mayor, más obsesiva pero ¿qué era la vida sin obsesión? Aún más tentación. Sonrió de medio lado, al oír que era tarde, siguiendo sus pasos, manteniendo las distancias. La imagen que se presentaba ante sus ojos cristalinos era simplemente, atrayente. Podía observar la espalda del vampiro, lo que le permitía aquella lluvia incesante. La silueta del vampiro, le guiaba a un camino sin retorno del cual ella se olvidó ¿qué mejor opción que acechar al peligro? Tentarlo, provocarlo y quemarse, malditas sensaciones. Siempre quería, más, mucho más, cosa que debería controlar, no parecer tan vulnerable pero ¿cómo podía conseguirlo? Tenía sed de poder, de él.

El agua le caló hasta los huesos, un frío al que estaba acostumbrada pues vivir en la calle tenía sus cosas buenas. Dejó de quejarse en cuanto entraron en la casa, el frío que sentía, se contrarrestó con la calidez del lugar. Llevaba encima a buen recaudo aquellas bolsas de sangre que consiguió para él. No le costó mucho conseguirlas, un intercambio por algún que otro remedio y sin olvidar, los poderes del vampiro…esa persuasión que para la rubia, resultaba de lo más excitante.

Irremediablemente, le castañearon los dientes, temblando incluso…parecía tan inofensiva , tan débil y vulnerable, esa imagen le dejaba en un lugar que no pertenecía y no tardó en dejarlo claro en cuanto buscó la mirada del vampiro. Se perdió en aquellos ojos durante los segundos suficientes para dejar sus pertenencias en un lugar seguro, sin perderlas de vista. El rastro de agua que dejó a cada paso, cada gota que recorría su cuerpo, con ese toque salvaje del cabello rubio mojado acompañada de esa sonrisa picara, juguetona que te invitaba a todo como a la vez… a saber lo que pretendía.

-Ya estamos en casa…-murmuró desatándose los cordones de su vestido y éste cediese a medida que fue caminando hasta él -Es de buena calidad, antes de extraerles…les depuré con uno de mis brebajes como algunos los llaman. Es limpia, sana y…deliciosa, un buen menú. Me he portado bien -se mordió el labio inferior, riendo por sus propias palabras y por lo que también estaba pensando en esos momentos. -Puede probarlo para comprobar que digo la verdad o….-se giró de espaldas, a medio camino, tirando del último cordón y dejar que el vestido cayese por su propio peso, la ropa interior se le quedó pegada al cuerpo, delineando éste y ofrecer una imagen de lo más sensual y tentadora sin haberse desnudado aún -Tomar sangre fresca… -buscó de nuevo su mirada, por encima del hombro y sonrió, riendo finalmente -¿No vais a ofrecerme una bebida caliente? Soy vuestra invitada -esa chica, siempre jugaba, tentaría al peligro y lo saboreaba, disfrutaba con el solo hecho de imaginar que podía ser…el último segundo, de su transformación como un humano aún más poderoso de lo que ya lo era con sus conocimientos…

Sentir cómo se escapa la vida
En un suspiro, sentirse plena y poderosa.


Sabía a la perfección cual era su cometido, para lo que se encontraba allí. Y como si le hubiese leído la mente, sonrió complacida ante la idea de tomar un baño caliente. Lo necesitaba, entrar en calor y ofrecer aún más suculenta la comida, como si preparase el mejor plato con dedicación y medido todo al milímetro para que simplemente, estuviese perfecto con el único fin que satisfacer al vampiro y no solo a éste, tener a cambio aquello por lo que valía la pena hacer cualquier cosa, el poder de su sangre.

Se perdió en uno de los pasillos, buscando algo cómodo que ponerse tras el baño. Sin proponérselo, dio pistas de dónde se dirigía, dejando aquel rastro de gotas de agua que aún se deslizaban por su cuerpo. Tenía frío, mucho, eso no podía negarlo y ofrecer comida fría era lo último que deseaba en esa noche. Todo fue perfecto, consiguió mucho más de lo que creyó…pues no era fácil darles aquel purificante, pero ¿había algo que se le resistiese a la rubia? Quizás algunas cosas con las que simplemente, era imposible luchar o eso creían pues ella jamás se rendía y menos en sus propósitos, en sus objetivos.

Se hacía una sola pregunta, ¿cuál sería el juego de las mordidas? Rió por lo bajo, camino aquel baño en donde tomaría aquel relajante baño, sin esperar que él se encontrase allí. ¿No se fiaba de cumplir su deseo? Sonrió, dejando la muda sobre uno de los muebles que decoraban el baño , perdiéndose casi al instante, en aquel vapor que inundó el lugar. Se relajó solo con eso, olvidándose de todo lo demás, incluso de si estaba acompañada. Jugó con el agua, introduciendo una de sus manos , deleitándose en la temperatura y en lo que disfrutaría de aquello.

Sin preámbulos, se quitó la ropa interior que quedaba, ahora sí, completamente desnuda y despacio, se introdujo en la bañera. Le encantaba la sensación de cómo su cuerpo empezaba a entrar en calor, mordiéndose el labio inferior, deslizó las manos por el borde… y buscó con la mirada, aquella intensa y cristalina, al vampiro. Sonrió, mientras se pasaba las palmas de las manos por los brazos, el rostro y el cuello…echando hacia atrás la cabeza y apoyarla en el borde, una clara invitación silenciosa…pues a veces, las palabras sobraban. Él tomaría de ella si lo desease….

-Estoy en un punto de cocción perfecto. ¿Preparado para la cata de hoy o…? Mejor, quiero saber cual es el juego de las mordidas -rió por lo bajo, ofreciéndole su mano, no para que la sacase, tampoco para que entrase porque él, era el que marcaba las reglas y ella siempre, estaba dispuesta a jugar. -Me gusta demasiado probarlo, saborearlo, perderme en el sabor de su elixir…señor Lancaster, para qué voy a negarlo, es un hecho…¿no? -murmuró por lo bajo, un susurro que podía significar cualquier cosa, conociéndola… perderse, entrar en esa agua…sería el comienzo de un juego mucho más divertido, todo dependía de él.

Se quedó observándolo, curiosa, una criatura hermosa, bella e impresionante. Tenía suerte de estar allí, cualquier joven estaría asustada o embelesada por la belleza de aquel ser divino como un diablo. Ella sin embargo, lo observaba con curiosidad, quería saber más, deseaba más de él…mucho más.

-No esperemos a que se enfríe… señor Lancaster -enarcó una ceja, echándose el cabello rubio hacia atrás, ahora mismo, parecía la inocencia pura pero esos azules, mostraban algo muy diferente, el pecado…un pecado que tenía tatuado en su propio cuerpo que lo reclamaba a gritos, con gritos silenciosos.