Esto nunca será tuyo (Privado)

Tras aquello se acercó tanto que sus narices podían rozarse, tanto que si se molestaba en oler a la perfección hasta sabría que habría comido hacia un par de horas.— Tú, apestoso putrefacto, como me vuelva a enterar que rondas a mis empleados te juro que... — y, dejando la frase en el aire, prestó un poco más de atención al rostro que, de pronto, una farola que ofrecía luz a ratos, le delataba a quien había agarrado de verdad. Luisa. Ella no podía haberla traicionado de aquella manera, no. Por un momento se quedó estupefacta, observándolo aún con el ceño fruncido y un halo de incertidumbre en su rostro. Entre sorpresa y negación — No me lo puedo creer — escupió prácticamente con un deje de asco en su voz. Se apartó tan solo unos centímetros que dejarían el aire pasar entre ellos. Aún recordaba lo sucedido entre ellos, aquel sexo esporádico y placentero que habían compartido alguna vez en el despacho de ella pero que, poco después, se había terminado por alguna razón que, sinceramente, a el no le importaba lo más mínimo. Contenía las ganas de darle un puñetazo en la mandíbula, pero, aquello no sería lo apropiado si quería sonsacarle información, si después no podría articular palabra no le servía de nada. Apoyó la mano derecha en la pared con un golpe seco, justo al lado de la oreja de Luisa, mientras lo fulminaba con la mirada — No eras tú a quien buscaba, pero mira por donde, me vas a servir —

"Déjalos ser, tu estás aquí y las complicaciones allí", le dijo una vez a su madre cuando estaba especialmente densa con respecto al tema, cosa que hizo que le deje de dirigir la palabra por un día entero. Salió de su habitación tras bañarse, aún así con el cabello bastante desgreñado, y se encaminó hacia la Universidad. Tardó pocos minutos en llegar, quizás porque no se detuvo a hablar con nadie. Era domingo al mediodía, probablemente los estudiantes hayan estado durmiendo por las fiestas de la noche anterior o, los más madrugadores, ya almorzando. Hizo rápido en correr al gimnasio y recoger la ropa de baloncesto que se había olvidado el sábado tras el partido. Luego volvió a la entrada, planeando regresar a su habitación para ver series todo el día.

De todos modos, mientras caminaba en dirección a la puerta, no muy lejos divisó a Eun, un amigo que se había hecho hacía varios años en la universidad. Apuró el paso hasta llegar a estar tras él y le dio un ligero golpe en la cabeza por detrás. — ¡Buenas! — Lo saludó esbozando una sonrisa mientras reacomodaba la muda de ropa en sus brazos. — ¿Hasta los domingos vienes a estudiar? No sabía que tu deseo de ser el número uno llegaba a esos niveles. — Dijo en broma, poniéndose a su lado. En eso el coreano y el escocés eran bastante diferentes. Por más de que Atticus quería tener éxito en su materia, no era tan competitivo como su amigo.

Se puso un traje gris, con la camisa blanca y sin corbata. Quería un rollo más informal, estaba cansado de las corbatas que tenía que llevar normalmente durante el día, y puesto que se trataba de una cena, lo tenía decidido. Cogió la cartera, el móvil, y las llaves y salió de casa. Se montó en el coche y en un abrir y cerrar de ojos estaba aparcando frente al restaurante. Recordaba cuando su vida era tranquila, en uno de esos momentos en los que trabajaba en una cafetería para pagarse la carrera y su única preocupación era si al llegar a casa tendría la cena hecha. Aunque para ser justo sus vida jamás fue demasiado tranquila, su madre jamás se preocupó por él, más que por su amante, ni siquiera de sus hermanos, frutos de aquella infidelidad. Sus hermanos... Mestizos también, pero de otra mezcla, todavía ni sabían que lo eran, y él en cambio mantenía el secreto. Se acercó al mettre y le pidió mesa. Esperó pacientemente a que lo sentaran y allí se quedó, observando la carta, absorto en sus pensamientos. Pidió un vino tinto de los caros, ya que iba a pagar él, al menos esa noche se merecería algo bueno. Resopló y fingió leer los platos, no le interesaban, le preocupaba más los asuntos turbios de su familia. Sintió que alguien se sentaba frente a él. ¿Ya había llegado el periodista? Cuando bajó la carta se sorprendió al encontrarse con una mujer. ¿No iba a ser un hombre? Le daba igual, mientra son tergiversaran las palabras, pero para ser sinceros no se lo esperaba, eran pocas las mujeres que querían encargarse de las entrevistas a periodistas. Alargó la mano para presentarse — Soy Blake, encantado señorita... — sentenció, esperando su presentación.

Unos veinte minutos después de su mensaje la pantalla de su móvil se iluminó, lo que hizo que la rubia se levantase de la cama para leerlo. La entrevista se confirmaba bien. El entrevistado no acudiría genial. ¿Y ahora a quién le hacía las preguntas? ¿A su agente? Tenía que cambiar todo el repertorio, bueno, siempre podía improvisar aunque fuese algo arriesgado, a ella le gustaba. La cita era en el Restaurante Cannes aquella noche, perfecto. Había pasado de ser una cena de trabajo a tres a lo que parecía una cena íntima en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, Nykka no podría quejarse de clientela. Con un suspiro se miró al espejo, tenía que arreglarse un poquillo más. Cambió sus pantalones de pinzas y camisa por un mono negro de lo más arreglado, profundizó un poco más el maquillaje en los ojos y cogió su bolso. No le hacía falta tomar apuntes o una grabadora, si la charla era interesante se acordaría, si no lo era simplemente no valdría la pena escribir sobre ella. Pidió un taxi y mientras se retocaba los labios intentaba personificar a la persona capaz de organizar tal entrevista en un restaurante, que aunque se podía hablar en él también podría jugarle una mala pasada si bebía demasiado. Una vez llegaron Levi pagó al taxista y caminó todo lo rápido que pudo con esos tacones. Buscó a Nyta al entrar pero su querida y dulce amiga no estaba, lástima. Se acercó al metre con la más encantadora de sus sonrisas. — Disculpe — Ella captó su atención pero una vez lo pensó bien no tenía el nombre de su acompañante. Piensa Levi, piensa. — Tengo una cita de trabajo, no sé si se le habrá informado — El hombre se limitó a sonreírle y a asentir. Perfecto, al menos se le habían dado las indicaciones necesarias. — Muchas gracias — Tras decir ésto caminó tras él hasta la mesa que le correspondía ocupar. Y una vez sentada esperó a que su compañero levantase la vista de la carta, lo cierto es que le divirtió hacia cierto punto esa mirada de asombro. ¿Esperaba que fuera un tío? Bueno, era lo típico. —Levi — Dijo estrechando su manos con una pequeña sonrisa. — Gracias por concederme la entrevista en un sitio tan original, señor Blakelee. ¿Debo esperar a que sirvan los entrantes para hacer mi trabajo? — No intentaba sonar como una borde, es solo que normalmente se esperaba a realizar las preguntas a la hora del postre y otros en cambio preferían hacerlo a lo largo de la comida. Sentía curiosidad por saber que tipo de hombre era, a simple vista no parecía un aprovechado, pero las apariencias engañaban. — Aunque debo añadir que me sorprende que Jeremy no esté aquí, debe ser difícil conocer a alguien tan bien como para ser capaz de responder por él — Desvió la mirada para levantar la mano y así llamar la atención del camarero. — Una botella de agua, por favor — Y una vez más su mirada se fijó en él, esta vez en sus ojos. — Disculpa que no le acompañe, no me gusta beber en mis horas de trabajo — Después de todo se consideraba una profesional, hasta cierto punto.

Días malos estaba seguro que todos tenían el suyo, pero el día anterior había sido horrible, por lo que esperaba por lo menos que hoy fuese mejor, aunque sin dudar estaba seguro que lo sería. Había decidido que hoy no pensaba deprimirse, que hoy el echo que aun no hubiese cambios no le deprimiría para nada. Iba con sus auriculares por los pasillos de la universidad a todo volumen, canciones de todos los idiomas posibles era lo que le sonaba al chico aunque no los entendiese todos, eso estaba claro, sus padres le habían hecho aprenderse bastantes idiomas, ya que es es lo que tenía que hacer un príncipe, frase que se la sabía de memoria. Muchas veces se escudaba en sus hermanas mayores, ya que por ser chicas se libraban de muchas cosas que tuviesen que ver con la realiza, aunque el chico no es algo que viese bien, ya que para él tanto una chica como un chico podían ser grandes reyes, aunque si era cierto, odiaba eso, muchas noches le gustaba pensar que ojala hubiese nacido en una familia que no tuviese que ver con la realeza.

Dio un leve suspiro mientras se perdía en sus pensamientos,cosa que le pasaba muy a menudo sin siquiera darse cuenta de ello. Al levantar la vista del suelo se fijo en quien estaba por los pasillos, automáticamente el chico sonrió sin poder evitarlo. Sabía que la chica desde que la había ayudado le rehuía, pero él no había podido evitar dejar de pensar en ella,como hacerlo si tenía los ojos más bonitos y la sonrisa más encantadora que había visto jamás, además había estudiado más de una vez con ella en la biblioteca.

Su mirada y su pensamiento se había perdido totalmente, logró negar con la cabeza un par de veces y con una dulce y bonita sonrisa miró al Delta Rho para continuar con la conversación que estaban llevando a cabo. - No lo sé, solo espero poder llegar a cumplir mis metas y algún día ser una buena médica. - Confesó, aunque tampoco era algo que el resto del mundo, o al menos de la gente que la conocía, no supiera. Era su sueño desde que su madre había fallecido y estaba dispuesta a cumplirlo, le costara lo que le costara. - La fotografía siempre me ha gustado. - El hecho de que ella no era demasiado fotogénica también había ayudado a no decantarse por ella además de seguir su corazón y lo que le decía. - Seguro que las fotografías que haces son preciosas y fantásticas. - Añadió, a la vez que los dos seguían caminando hacía su destino, o al menos, para seguir con aquel ameno y agradable paseo.

Frunció el ceño al pensar en lo cargado que solía ir con todo lo que llevaba a cargo. - ¿Cómo puedes llevarla siempre contigo? Debe pesar bastante, ¿no? - No es que fuera muy fanática de los instrumentos musicales ni sabía cuánto podían llegar a pesar pero estaba segura de que debería ser un peso muerto y más para él, ir cargado con todas las cosas no debería resultar fácil. - Creo que si me enseñas a practicar aquí podría morir de vergüenza. - Y de nuevo, ese rubor en sus mejillas volvió a aparecer, lo odiaba, odiaba su timidez. - Podemos ir a coger un par de libros que necesito, te cojo los que quieras para ti y después podríamos terminar de pasar la tarde en el césped de los jardines. - La gustaba tener organizado todo y siempre. - ¿Te parece? - Cogió un mechón de su cabellera y se limitó a seguir caminando poco a poco y al ritmo del chico hacia su lugar favorito de la Universidad.

El chico había hablado con sus tres hermanas, pero había alguien que merecía saber la verdad, su mejor amiga, necesitaba contarle esa noticia que lo tenía aterrado pero a la vez feliz, ya que tener un pequeño bebé le hacía ilusión, nunca se había imaginado siendo padre tan pronto, pero había pasado y los dos habían decidido tenerlo por esa razón se lo había contado a sus hermanas, y ahora quería contárselo a Rosie ya que la chica se lo merecía, desde que se habían conocido, se había convertido en su mejor amiga sin dudarlo. Sin importar si eran o no iguales o parecerse, poco les importó. Fue a a cafetería a por un café ya que lo necesitaba, mientras llamaba a Rosie y así quedar con ella en el lugar, para poder contarle, no sabía como iba a reaccionar cuando le contase que iba a tener un hijo y que ella por ende si bien no de sangre, se iba a convertir en tía. El chico de ojos azules se sentó en una de las mesas más escondidas del lugar ya que quería estar tranquilo, aunque estaba pendiente de la puerta por si tenía que llamar el nombre de Rosie para que lo viese y no pasase de largo en busca de él. El chico estaba tomando de su café mientras esperaba y pensaba en lo mucho que había cambiado su vida en los años que habían pasado. Sonrió de medio lado al oír la puerta y más al ver de quien se trataba la que entraba al lugar.

El día se le pasó volando, alternándose entre recuperar las horas de sueño que le hacían falta, elegir su atuendo, maquillaje y peinado, junto con los de su buhita. No es que no pudiese hacer todo aquello sola, pero a ambas les había parecido mejor idea que Jean se ocupase de eso, y que Nati se ocupase de los regalos.

Faltaban pocas horas para que la fiesta comenzase, y aún no estaba lista, ¿Qué iba a hacer?, debía escoger pronto un vestido que hiciese juego con el peinado y maquillaje que ya había escogido.Pensó frente al espejo, mientras terminaba de arreglar su cabello. Al rato después de una pequeña charla con Irina, quedó en usar un vestido blanco y negro, que según la rusa, era más "Chic" que sus otras opciones. Ya estaba lista, para ese entonces sólo faltaba ir a ayudar a su azulita, y ya estarían listas. Así pues, tomó sus pertenencias básicas, como su celular y sus llaves, y tomó rumbo hacia la residencia de la Alemana.

Después de un buen rato maquillando y peinando, dio por terminada su tarea, así que, esperó a que la rubia fuese a cambiar su atuendo, y podrían irse.

— Todo listo, Nati. Vámonos. —

Dijo, antes de largarse al Hotel junto a Natasha. Hasta que un embotellamiento les impidió el paso del vehículo. Estuvieron estancadas durante dos horas o menos, pero la menor de los Dixon ya estaba harta de todo, por lo que simplemente giró su auto y tomó otra ruta para llegar al lugar del evento. Luego de aproximadamente quince o veinte minutos, llegaron al recinto, finalmente. Después de mostrar sus invitaciones y de dejar sus cosas en la entrada, pudieron pasar a la fiesta en sí, en la que todo se veía perfectamente bien decorado y planeado, según se veía. Debían admitir que el cumpleañero sí tenía buen gusto en ese ámbito.

Perdone mi francés, señor, pero ... ¿me acaba de llamar capullo? La escena podría convertirse en un escándalo viral. Él, él y ella. Él y ella eran una pareja, él era un británico que se esforzaba en no salirse de sus casillas. Él, él y ella. Él y ella tenían un coche y él tenía un mastodonte del que cuidar. El historial era simple: se supone que tenía que llevar a Daya a un paseo, mientras que él se encontraría con Fanny, una amiga un poco rara. El parque no tenía calzadas demasiado anchas, por lo que se solían ocasionar de vez en cuando choques. Choques entre hombres, mujeres, hombres y mujeres y en especial borrachos y faros. En esa ocasión, sucedió que estaban caminando por el mismo camino y dirección que un dúo cuyos cerebros conectados uno al otro, podrían esforzarse y acabar una sintaxis. Venían, de lo que veía Sebastian, de familias extraviadas, pero eso no perdonaba el comportamiento carente de experiencia social. Andaban por el mismo camino que ellos, pero esos caminos a penas dejaban sitio para dos personas simultáneamente. Los dos parecían disfrutar el parque, lo que explicaría porque andaban tán puñeteramente lento. Paulo podía esperar, pero Daya estiraba lo más posible su correa y poco los atropellaba por las ansias. Paulo ladeó la cabeza cuando tenía por segura la atención del can, comunicándole que no debería hacerlo. Y eso pasó un par de veces nada más, hasta que Paulo se dio cuenta que, por muy enamorados que esos dos patánes estén, los caminos eran comúnes y los hoteles se pagaban.

— Entiendo, si la verdad desde que me fui de Francia para vivir aqui no habia escuchado nada de tu familia — mi comentario parecía ser algo sin mucha importancia quizás pero para familias con el abolengo que tenían las nuestras no era nada común que eso llegara a pasar. Note en la voz de Zack el disgusto que él estaba teniendo por el tema del que hablábamos porque obviamente no me enfrasque más en preguntar sobre ese tema porque tampoco sería agradable para él hablar de algo de lo que seguramente no deseaba hacerlo. — Entiendo, esta ciudad es agradable aunque muy distinto a la vez de nuestro país — era una de esas cosas que se podía decir era lo malo, Estados Unidos no era un mal lugar pero muy distinto de las costumbres francesas lo que claro hacía por lo menos en mi que extrañara en ocasiones mi país, no sabia si a el le pasaba lo mismo. Se quedó por un momento callado en lo que el decia varias potenciales opciones de lo que él podía estar estudiando pero entonces negó con la cabeza cuando el acabo de decir todo eso y entonces le dijo — Negocios Internacionales, eso estudio, ¿y tu? — Aunque esa carrera claramente era más para ser un gran empresario y no un político según mi padre eso no seria un problema para que yo siguiera los mismos pasos que los Morande habían seguido por múltiples generaciones, la tradición más arraigada de los Morande — Si exactamente imagino que tu tambien verdad

De pronto Aphrodite se puso en pie de un salto, sujetó a la vampira y señaló la cueba. En apenas un par de segundos consiguió romperle varios huesos a su atacante y dejarle sin vida, dos segundos después tenía a otra hembra bocabajo. Estaba a horcajadas sobre ella, con una mano sujetándole el cuello, y la otra inmovilizándole el brazo detrás de la espalda. Los ojos de Aphrodite se abrieron de par en par al visualizar al inquisidor —Mierda Emil— Dos vampiros irrumpieron bruscamente, se movían bastante rápido. Después de arrancarle la cabeza a la vampira que tenia debajo, se abrió paso a la fuerza

Un rugido de furia resonó en la caverna y entonces Aphrodite apareció en su campo de visión en un remolino de puños y patadas, asestando golpes rápidos y certeros contra los vampiros, o en su mayoría. Mierda y mierda y mas mierda.

Las pupilas de Aphrodite se dilataron y sus dedos se aferraron mas a su espada y a la empuñadura de garra en la izquierda. La noche se cernía sobre ellos con más rapidez que los escombros del techo. Fuera de la caverna a la que se acercaba mas y mas se escucharon varios gritos, lo que indicaba que se acercaban más —¡Tenemos que salir de aquí! —Aphrodite cogió por el brazo a Emil para que se apoyara en ella y le arrastró consigo. La tierra bajo ellos tembló y empezó a resquebrajarse al tiempo que abandonaban el lugar lo mas rápido que podían —Tenemos que irnos, Emil . Me encantaría quedarme y entretenerme destrozándolos, pero me temo que el hecho de seas un reverendo inútil que te dejaras lastimar de esta forma ha despertado mis instintos protectores—La voz de ella fue suave aunque fría como el acero y llena de sarcasmo, algo completamente distinto a sus ojos que se estaban volviendo rojos. Aphrodite tenía el alma de un guerrero y la determinación de un luchador y por supuesto la poca paciencia de un licántropo recién convertido. Cogió de mas fuerte la mano de Emil y lo arrastró hacia el bosque.

Emil mantuvo el duro ritmo que le imponía, dando la bienvenida a la punzada de dolor que sintió en el costado y a la sensación de ardor que le quemaba los pulmones cada vez que respiraba. Por fin era libre, y el aire fresco y reconfortante del atardecer provocó en ella la urgente necesidad de correr, aullar. Mierda. Por un momento se sintió como un licántropo moviendo la cola a la luna por salir librados de aquella masacre en vez de una bruja enfurecida entre —Se está acercando— Aphrodite se paró en seco al oír aquello y Emil se tropezó contra ella calleándole encima cubriendo el cuerpo de ella por completo —Quítate— gruño ella ladeando la cabeza al mirarlo