AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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If it kills me tonight, i'll be ready to die ·|· María Oliveira ·|·
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If it kills me tonight, i'll be ready to die ·|· María Oliveira ·|·
Un pequeño pueblo a las afueras de París.
02:45 de la madrugada.
02:45 de la madrugada.
Aquella noche parecía prometedora; París vestía cual novia pura en el día de su boda. Su aliento era cálido pese al helor de la noche, que amenazaba con entumecer su cuerpo de no ser por lo abrigado que estaba. Oculto bajo un sinfín de capas de ropa, Rothgar se dejaba arrastrar a pié, luchando porque el viento no le sacudiese con la misma virulencia que hacía con los árboles del camino. Bien cualquiera que pudiese verlo lo describiría como un hombre tosco, a quien nadie se le ocurriría la tan genial idea de acercársele para prestarle siquiera ayuda. Había costumbres que jamás perdía y eran noches tales como aquella que recordaba las grandes nevadas y el frío de su tierra natal, dejándole ver viejos demonios que en el camino hasta su objetivo no hacían más que sobrevolar su mente enferma.
Añoraba todos aquellos instantes de paz, en los que debía esforzarse más de la cuenta para sobrevivir. Se podría decir que él amaba todas las cosas cuando se encontraban en ese límite que nadie se atreve a dejar entrever, justo cuando todo bien puede irse a la mierda o ser sin embargo algo completamente placentero. Supervivencia lo llamaban. Añoraba a cada momento a su difunta mujer y cada noche se torturaba con la tan sóla idea de ver a sus hijos crecer, esos hijos que dejó atrás y que probablemente murieron de frío y hambre antes que por cualquier enfermedad, ya que los hombres más robustos y muchas de las mujeres, murieron en aquella última batalla. Era el único sentimiento que guardaba con recelo, dejando salir a cada momento su yo iracundo y seguro de que se mancharía las manos de sangre, esperando quizás, morir en cualquier momento, pero sirviendo como el mejor de todos los guerreros. Nunca, pero nunca, se dejaría ganar. Tan sólo aquel que tuviese la mayor de las mentes estrategas, podría acabar con su vida y entonces, su verdugo, se convertiría en alguien a quien admirar.
Sus misiones habían sido otorgadas de formas muy crípticas, pues no decían más que los lugares a los que debía acudir, pues siempre él sabía cómo desenvolverse ante cualquier situación, no por orgullo ni por estúpidas ostentaciones, sino por el simple hecho de que él era el perfecto significado de la palabra superviviente. Por lo que aquello, Rothgar no lo tomaba como una misión, sino como las innumerables pruebas a las que era expuesto durante su larga y agónica existencia.
"Taberna Chàrlotte
3:00 de la mañana"
3:00 de la mañana"
Revisó una vez más el papel para luego hacerlo arder con el cigarrillo que apretaba entre sus labios una vez se apartó de la ventisca y entro en aquel pueblo que apestaba a putrefacción. La hora era la perfecta para los gatos callejeros, los maridos insatisfechos y las cortesanas que se arrastraban por unos pocos francos. Rothgar caminó durante largo rato hasta que dió con la taberna, que se encontraba al otro lado del pueblo, quizás apartada, por el simple hecho de pertenecer a uno de los negocios más turbios que ensucian a una comunidad entera. El hombre empujó con fuerza la puerta y una vez dentro se deshizo de su capucha, dejando caer la nieve a cada paso que daba, dándose así un toque más civilizado al haber descubierto su rostro a todo aquel que permanecía dentro como si afuera no se estuviese desatando el mismo infierno en nieve. Rothgar se acercó a la barra dónde estaban manejando el tabernero con su mujer e hijas y dejó unas cuantas monedas con la escusa de usar una de las habitaciones de arriba. Una vez sentado en una mesa vacía, ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor, no tardó en encontrar compañía -más bien le encontraron- y éste despidió bruscamente a la prostituta que acababa de ofrecérsele demostrando ansiosa curiosidad por el extranjero. Una cerveza, servida bien fría, bajaba en esos instantes por su garganta. El tiempo se le hacía eterno y aún quedaban largos minutos antes del gran desastre.
Røthgar Sbjören- Cazador Clase Media
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Re: If it kills me tonight, i'll be ready to die ·|· María Oliveira ·|·
“Do not neglect to show hospitality to strangers,
for by doing that some have entertained angels without knowing it.”
― Anonymous, Holy Bible: King James Version
for by doing that some have entertained angels without knowing it.”
― Anonymous, Holy Bible: King James Version
Hacía años que llevaba esa vida, con esa rutina, los lugares cambiaban pero el concepto seguía siendo el mismo, mantenía un perfil bajo de aquella manera, trabajos que no sobresalían y que le permitían vivir con las comodidades necesarias; tener un techo, comida, vestido... y la capacidad de seguir moviéndose en busca de algo que bien sabía, ya no existía.
Aquella era una de las épocas más difíciles, llevaba dos años y medio en ese trabajo -combinado con el de las mañanas en un restaurante cercano al puerto- y el invierno, la época de las heladas, volvía a los hombres que frecuentaban aquella taberna aun mas torpes y brutos, estaba segura que era a causa de la cantidad de alcohol que consumían con tal de mantener sus cuerpos calientes, antes de que alguna prostituta lo hiciera por ellos.
María no solía fraternizar en el trabajo, llevaba una relación laboral bastante decente con el dueño del lugar y su familia, además de que se había ganado su aprecio por la extraña facilidad que tenía de controlar a los que iban únicamente para alborotar, intentaba medirse, se hacía respetar -algo raro en una mujer- y llegaba a provocar temor tan solo con la mirada, debía proteger lo que tenía, lo que era, no podía exponerse y los busca pleitos eran un peligro para la integridad de su secreto.
Solía observar a las personas, anticiparse a lo que haría, quizás eso le daba ventaja, aunque también la ponía al descubierto, hacia uso de sus sentidos sensibles y mas desarrollados, era algo inherente, común ya para ella. Solo giró la cabeza un poco al escuchar como entraba aquel hombre con el pesado abrigo sobre sus hombros, el crujir de la madera debajo de sus pies, la manera de caminar, el aroma tan peculiar ―No lo arruines - arrugó un poco la nariz y tomó la jarra de cerveza que el tabernero le dejó sobre la barra.
―¿No entiendes un no por respuesta? - le dijo de manera seca a aquella mujer que no agrandaba la distancia entre su cuerpo y la mesa del hombre que acababa de declinarla, se mantenía con la esperanza de que sus dotas aun surtieran efecto como en sus buenos tiempos, María ni siquiera la miró, y aquella muestra de despreció logró hacer que la mujer se diera la vuelta enfadada desistiendo de su intento ―Esta ronda va por incluida en el alquiler del cuarto - mencionó la morena una vez que puso la jarra sobre la mesa ―¿Desea algo de comer? puede pedir algo o esperar a que le traiga la cena que también va incluida con la renta - repitió como lo hacía cada que alguien se sentaba en una de las mesas después de rentar una habitación ―Cualquiera de las dos opciones son buenas - dijo mientras dejaba el servicio sobre la mesa ―¿A quien engañas? aléjate ya, sabes que no conviene... - contrario a sus instintos, se quedó allí, de lado a la mesa, fijando sus ojos con pupilas refulgientes en el hombre, una parte de ella lo retaba, la otra esperaba que fuera sensato y la ignorara.
Aquella era una de las épocas más difíciles, llevaba dos años y medio en ese trabajo -combinado con el de las mañanas en un restaurante cercano al puerto- y el invierno, la época de las heladas, volvía a los hombres que frecuentaban aquella taberna aun mas torpes y brutos, estaba segura que era a causa de la cantidad de alcohol que consumían con tal de mantener sus cuerpos calientes, antes de que alguna prostituta lo hiciera por ellos.
María no solía fraternizar en el trabajo, llevaba una relación laboral bastante decente con el dueño del lugar y su familia, además de que se había ganado su aprecio por la extraña facilidad que tenía de controlar a los que iban únicamente para alborotar, intentaba medirse, se hacía respetar -algo raro en una mujer- y llegaba a provocar temor tan solo con la mirada, debía proteger lo que tenía, lo que era, no podía exponerse y los busca pleitos eran un peligro para la integridad de su secreto.
Solía observar a las personas, anticiparse a lo que haría, quizás eso le daba ventaja, aunque también la ponía al descubierto, hacia uso de sus sentidos sensibles y mas desarrollados, era algo inherente, común ya para ella. Solo giró la cabeza un poco al escuchar como entraba aquel hombre con el pesado abrigo sobre sus hombros, el crujir de la madera debajo de sus pies, la manera de caminar, el aroma tan peculiar ―No lo arruines - arrugó un poco la nariz y tomó la jarra de cerveza que el tabernero le dejó sobre la barra.
―¿No entiendes un no por respuesta? - le dijo de manera seca a aquella mujer que no agrandaba la distancia entre su cuerpo y la mesa del hombre que acababa de declinarla, se mantenía con la esperanza de que sus dotas aun surtieran efecto como en sus buenos tiempos, María ni siquiera la miró, y aquella muestra de despreció logró hacer que la mujer se diera la vuelta enfadada desistiendo de su intento ―Esta ronda va por incluida en el alquiler del cuarto - mencionó la morena una vez que puso la jarra sobre la mesa ―¿Desea algo de comer? puede pedir algo o esperar a que le traiga la cena que también va incluida con la renta - repitió como lo hacía cada que alguien se sentaba en una de las mesas después de rentar una habitación ―Cualquiera de las dos opciones son buenas - dijo mientras dejaba el servicio sobre la mesa ―¿A quien engañas? aléjate ya, sabes que no conviene... - contrario a sus instintos, se quedó allí, de lado a la mesa, fijando sus ojos con pupilas refulgientes en el hombre, una parte de ella lo retaba, la otra esperaba que fuera sensato y la ignorara.
María Oliveira- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 03/11/2015
Localización : París, Francia
Re: If it kills me tonight, i'll be ready to die ·|· María Oliveira ·|·
A warning to the people
The good and the evil
To the soldier, the civillian, the martyr, the victim
This is war
The good and the evil
To the soldier, the civillian, the martyr, the victim
This is war
···
De forma natural siguió con la mirada el camino que recorría aquella voz nueva que acababa de acercársele, la mesera era distinta a todos los que allí había, se podía denotar la clase, lo exótica de su verde mirada, así como la seguridad que dejaba impresa en cada palabra que lanzaba como cuchillos a aquella que se ofrecía por unos pocos francos.
Rothgar aceptó la comida de buen agrado, cualquier cazador que se preciase, cazaría con el cuerpo lleno de esa energía que tan sólo la comida podía otorgar. El cazador aceptó de buen agrado, aunque escueto en palabras, sugería que tampoco buscaba problemas en aquel lugar, aunque su porte y feroz apariencia gritasen lo contrario. Aún así, ante la mirada de la muchacha, no hizo otra cosa que invitarle a sentarse en el asiento frente al suyo, dando a entender que no buscaba su compañía del modo en el que sí lo hacía la otra mujer.
- Tome asiento, por favor. no creo que tenga mejor cosa que hacer que evitar a los borrachos. - Dijo con su perfecto francés, con un toque de voz extranjera, aunque ya poco quedaba de ese acento tan fuerte que le marcó su anterior vida. Su mirada era salvaje y no podía negar el atractivo de aquella mujer que con su tan sola presencia despertaba mucho el entusiasmo de cualquier hombre, pero sólo una mujer como ella parecía saber tenerlos a ralla y no acceder a la mera sumisión. Sabía que era tan sólo una extraña, en un pueblo aledaño, pero de igual forma llamaba poderosamente su atención, quizás, sintiéndose hasta ciertamente atraído, cuando creía que tenía esos deseos extintos desde hacía unos cuantos milenios.
- Además, ¿Para qué engañarle? No me gusta la compañía, aunque con usted me saltaré esa regla. - Dijo, aunque probablemente fuese rechazado de bruces y eso a él verdaderamente no le importaba, ya que sus intenciones no iban más allá de una mera conversación entre extraños. - Oí que te llamaban María, un bonito y sencillo nombre hispano; si no te importa, te tutearé.- Directo; no es que hiciese alarde de brusquedad, pero prefería el no perder el tiempo en frases vacías y sin sentido y si se podía ahorrar unas de paso, mejor. De igual forma dió a entender su nombre, que para un francés era muy difícil de pronunciar, así que decidió demostrar el suyo propio antes de errores. - Supongo que tendrás una vida fuera de éstas cuatro paredes. La noche se avecina tormentosa y quizás sea mejor idea de que vuelvas hoy a casa pronto.
Aparentemente era un mero consejo de parte de alguien que lo hacía de un modo sobreprotector. Obviamente no había modo de explicarle a cincuenta personas el modo de escapar de allí, sea cual fuese el motivo por el que el "benefactor" le hubiese mandado a aquel lugar, a la espera de la hora predicha; pero lo que sí podía y se permitía el lujo de hacer es salvar a aquellos que se cruzasen en su camino y llegado el momento, se encargaría de dar prioridad a los que sentía cierto apego como era el tabernero y su familia. Los menos afortunados serían pasto del incidente. Así lo llamaba, sin saber qué era lo que realmente ocurriría en aquel lugar, ya que normalmente le llevaba a tierras extranjeras, a páramos dónde era fácil detectar el problema, aunque éstos bien comenzó a creer Rothgar que eran enviados del mismo benefactor que le ponía fecha, lugar y hora para actuar. Como si cada una de las misiones nada más que fuesen un modo del benefactor de asegurarse la fidelidad al plan.
Quedaba aún mucho tiempo para la hora pactada, pero Rothgar, siempre solía adelantarse al momento y ver lo que allí sucedía. no solía implicarse emocionalmente con las posibles víctimas pero su corazón indómito siempre hacía caso contrario a aquella estúpida regla. Rothgar no era muy amistoso, pero siempre trataba de que todo estuviese en órden y cuando rara vez decirde relacionarse con alguien... Créeme, tuviste suerte.
- En tí veo una mujer fuerte, curiosa, aunque más curiosidad que la mís no creo que exista. - Comenzó a comer, más bien a revolver con su tenedor aquel plato que no conocía, salvo la carne. - Me gusta conocer al menos a una persona en cada lugar que visito y ésta vez he elegido que seas tu esa persona.- Rothgar, muy lejos de sonar prepotente, sonaba de la más humilde forma que un guerrero podía hablar, conversar, interesándose de un modo que tan sólo pocas personas entenderían, dado lo directo de sus palabras, que no iban con mala intención alguna. -Me gustaría saber su historia.
Rothgar aceptó la comida de buen agrado, cualquier cazador que se preciase, cazaría con el cuerpo lleno de esa energía que tan sólo la comida podía otorgar. El cazador aceptó de buen agrado, aunque escueto en palabras, sugería que tampoco buscaba problemas en aquel lugar, aunque su porte y feroz apariencia gritasen lo contrario. Aún así, ante la mirada de la muchacha, no hizo otra cosa que invitarle a sentarse en el asiento frente al suyo, dando a entender que no buscaba su compañía del modo en el que sí lo hacía la otra mujer.
- Tome asiento, por favor. no creo que tenga mejor cosa que hacer que evitar a los borrachos. - Dijo con su perfecto francés, con un toque de voz extranjera, aunque ya poco quedaba de ese acento tan fuerte que le marcó su anterior vida. Su mirada era salvaje y no podía negar el atractivo de aquella mujer que con su tan sola presencia despertaba mucho el entusiasmo de cualquier hombre, pero sólo una mujer como ella parecía saber tenerlos a ralla y no acceder a la mera sumisión. Sabía que era tan sólo una extraña, en un pueblo aledaño, pero de igual forma llamaba poderosamente su atención, quizás, sintiéndose hasta ciertamente atraído, cuando creía que tenía esos deseos extintos desde hacía unos cuantos milenios.
- Además, ¿Para qué engañarle? No me gusta la compañía, aunque con usted me saltaré esa regla. - Dijo, aunque probablemente fuese rechazado de bruces y eso a él verdaderamente no le importaba, ya que sus intenciones no iban más allá de una mera conversación entre extraños. - Oí que te llamaban María, un bonito y sencillo nombre hispano; si no te importa, te tutearé.- Directo; no es que hiciese alarde de brusquedad, pero prefería el no perder el tiempo en frases vacías y sin sentido y si se podía ahorrar unas de paso, mejor. De igual forma dió a entender su nombre, que para un francés era muy difícil de pronunciar, así que decidió demostrar el suyo propio antes de errores. - Supongo que tendrás una vida fuera de éstas cuatro paredes. La noche se avecina tormentosa y quizás sea mejor idea de que vuelvas hoy a casa pronto.
Aparentemente era un mero consejo de parte de alguien que lo hacía de un modo sobreprotector. Obviamente no había modo de explicarle a cincuenta personas el modo de escapar de allí, sea cual fuese el motivo por el que el "benefactor" le hubiese mandado a aquel lugar, a la espera de la hora predicha; pero lo que sí podía y se permitía el lujo de hacer es salvar a aquellos que se cruzasen en su camino y llegado el momento, se encargaría de dar prioridad a los que sentía cierto apego como era el tabernero y su familia. Los menos afortunados serían pasto del incidente. Así lo llamaba, sin saber qué era lo que realmente ocurriría en aquel lugar, ya que normalmente le llevaba a tierras extranjeras, a páramos dónde era fácil detectar el problema, aunque éstos bien comenzó a creer Rothgar que eran enviados del mismo benefactor que le ponía fecha, lugar y hora para actuar. Como si cada una de las misiones nada más que fuesen un modo del benefactor de asegurarse la fidelidad al plan.
Quedaba aún mucho tiempo para la hora pactada, pero Rothgar, siempre solía adelantarse al momento y ver lo que allí sucedía. no solía implicarse emocionalmente con las posibles víctimas pero su corazón indómito siempre hacía caso contrario a aquella estúpida regla. Rothgar no era muy amistoso, pero siempre trataba de que todo estuviese en órden y cuando rara vez decirde relacionarse con alguien... Créeme, tuviste suerte.
- En tí veo una mujer fuerte, curiosa, aunque más curiosidad que la mís no creo que exista. - Comenzó a comer, más bien a revolver con su tenedor aquel plato que no conocía, salvo la carne. - Me gusta conocer al menos a una persona en cada lugar que visito y ésta vez he elegido que seas tu esa persona.- Rothgar, muy lejos de sonar prepotente, sonaba de la más humilde forma que un guerrero podía hablar, conversar, interesándose de un modo que tan sólo pocas personas entenderían, dado lo directo de sus palabras, que no iban con mala intención alguna. -Me gustaría saber su historia.
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Røthgar Sbjören- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 26/05/2011
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Re: If it kills me tonight, i'll be ready to die ·|· María Oliveira ·|·
“Why not risk your life,
if you don't want to live anyway?
Why not risk your life
if you'll never be happy
no matter what you do?”
― Cassandra Clare, City of Glass
if you don't want to live anyway?
Why not risk your life
if you'll never be happy
no matter what you do?”
― Cassandra Clare, City of Glass
María buscó con la mirada a otro de sus compañeros, aquel chico de no mas de 23 años que ayudaba en la cocina del lugar, ese que siempre se salía para buscarla, que la seguía cual perro faldero, eso le molestaba a sobremanera, aunque a veces, llegaba a ser de utilidad. Sus ojos se encontraron, ella alzó la mano libre que y asintió una vez, el joven regresó corriendo a la cocina, no tenía necesidad de que le dijese lo que quería, llegaría con el plato de comida recién hecha y caliente a la mesa que ella atendía.
Volvió nuevamente su atención al hombre sentado delante de ella, ladeó la cabeza ante su ofrecimiento, se llevó la charola vacía al pecho y la abrazó ―Pues las propinas no las gano exactamente quedándome sentada - enarcó una ceja ―¡Maldición María!- se reprochó internamente, rodó los ojos y tomó asiento, no sabía cuando ser sutil y dejar el sarcasmo de lado.
―¡Vaya! Permítame decirle cuan honrada me siento - no, no tenía filtros, si algo pensaba, lo decía, si algo le molestaba, lo decía ¿cuántas veces no se había metido en problemas por ello? Dejó la charola sobre la mesa y suspiró, debía comenzar a practicar el ser un poco mas dócil con los demás ―Y si no le gusta la compañía ¿por qué elegir los lugares mas concurridos? - miró a su alrededor, no, no estaba lleno, pero sin duda tampoco estaba vacío, y las personas que estaban allí… bueno, no eran la compañía mas agradable.
Ladeó la cabeza y cruzó los brazos sobre su pecho escuchándole con atención y sonriendo divertida ante lo que le decía, la falta de respeto o mas bien, la rápida toma de confianza, cual fuese la situación, se le antojó hilarante ―Para ser alguien a quien no le agrada la gente, pone demasiada atención en esos detalles - sonrió altanera ―Ya que comenzaste, haré lo mismo… - hizo una pausa y recargó los codos sobre la mesa ―Escuchaste bien, me llaman María por que mis padres tuvieron a bien llamarme de esa forma, no me llamaron Fátima solo porque no encontraron un nombre que combinara para mi… gemelo - pronuniar aquello le costó trabajo, pero intentó disimularlo.
Carraspeó con suavidad y rodó los ojos en blanco ―Créame Monsieur, que he sido testigo de noches con mayores terrores que los que puedieran avecinarse - la luna llena sería en dos días, y ella misma era causa de peadillas de muchos niños que escuchaban relatos sobre los de su especie.
―Puedes quedarte con la propina y tomarla a cuenta de la consulta de tarot que acabas de darme - una ligera risa se escapó de sus labios. Si, al parecer tenía facilidad para buscar problemas a causa de su honestidad y de lo directo de sus comentarios. Enarcó una ceja y miró en dirección a la cocina, Jonas salía de la misma con un plato humeante en las manos, la morena respiró profundo y asintió.
El chico dejó el plato y se quedó parado allí, a un lado de ella, sonriente, expectante, María ni siquiera lo miro, le agradeció y lo despidió con una mano, el joven, confundido como cada noche, regreso a su puesto de trabajo ―Lo haré, solo porque eres diferente al resto de las alimañas que entran aquí, pero estoy en desventaja contigo y no hablare hasta que eso se solucione - le sonrió con decisión ―Me dirás tu nombre y después haremos una ronda de preguntas ¿te parece? Preguntas tres veces y te contesto las tres, con sinceridad, luego yo te pregunto a ti y haces lo mismo, así hasta que creas conocer lo que quieres de mi… o hasta que mi jefe grite mi nombre por que me tomé mas tiempo de descanso del que debía ¿trato? - lo miró expectante y divertida, solo como ella sabía.
Volvió nuevamente su atención al hombre sentado delante de ella, ladeó la cabeza ante su ofrecimiento, se llevó la charola vacía al pecho y la abrazó ―Pues las propinas no las gano exactamente quedándome sentada - enarcó una ceja ―¡Maldición María!- se reprochó internamente, rodó los ojos y tomó asiento, no sabía cuando ser sutil y dejar el sarcasmo de lado.
―¡Vaya! Permítame decirle cuan honrada me siento - no, no tenía filtros, si algo pensaba, lo decía, si algo le molestaba, lo decía ¿cuántas veces no se había metido en problemas por ello? Dejó la charola sobre la mesa y suspiró, debía comenzar a practicar el ser un poco mas dócil con los demás ―Y si no le gusta la compañía ¿por qué elegir los lugares mas concurridos? - miró a su alrededor, no, no estaba lleno, pero sin duda tampoco estaba vacío, y las personas que estaban allí… bueno, no eran la compañía mas agradable.
Ladeó la cabeza y cruzó los brazos sobre su pecho escuchándole con atención y sonriendo divertida ante lo que le decía, la falta de respeto o mas bien, la rápida toma de confianza, cual fuese la situación, se le antojó hilarante ―Para ser alguien a quien no le agrada la gente, pone demasiada atención en esos detalles - sonrió altanera ―Ya que comenzaste, haré lo mismo… - hizo una pausa y recargó los codos sobre la mesa ―Escuchaste bien, me llaman María por que mis padres tuvieron a bien llamarme de esa forma, no me llamaron Fátima solo porque no encontraron un nombre que combinara para mi… gemelo - pronuniar aquello le costó trabajo, pero intentó disimularlo.
Carraspeó con suavidad y rodó los ojos en blanco ―Créame Monsieur, que he sido testigo de noches con mayores terrores que los que puedieran avecinarse - la luna llena sería en dos días, y ella misma era causa de peadillas de muchos niños que escuchaban relatos sobre los de su especie.
―Puedes quedarte con la propina y tomarla a cuenta de la consulta de tarot que acabas de darme - una ligera risa se escapó de sus labios. Si, al parecer tenía facilidad para buscar problemas a causa de su honestidad y de lo directo de sus comentarios. Enarcó una ceja y miró en dirección a la cocina, Jonas salía de la misma con un plato humeante en las manos, la morena respiró profundo y asintió.
El chico dejó el plato y se quedó parado allí, a un lado de ella, sonriente, expectante, María ni siquiera lo miro, le agradeció y lo despidió con una mano, el joven, confundido como cada noche, regreso a su puesto de trabajo ―Lo haré, solo porque eres diferente al resto de las alimañas que entran aquí, pero estoy en desventaja contigo y no hablare hasta que eso se solucione - le sonrió con decisión ―Me dirás tu nombre y después haremos una ronda de preguntas ¿te parece? Preguntas tres veces y te contesto las tres, con sinceridad, luego yo te pregunto a ti y haces lo mismo, así hasta que creas conocer lo que quieres de mi… o hasta que mi jefe grite mi nombre por que me tomé mas tiempo de descanso del que debía ¿trato? - lo miró expectante y divertida, solo como ella sabía.
María Oliveira- Licántropo Clase Media
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Re: If it kills me tonight, i'll be ready to die ·|· María Oliveira ·|·
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To the soldier, the civillian, the martyr, the victim
This is war
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···
No había nada que atrayese tan brutalmente su atención como aquella que se parecía tanto a él, a su personalidad estridente, dura pero sensucal aunque éste último rasgo pareciese innato en su piel o en el olor de su cabello; la forma que tenía de retar llegaba a unos extremos que hacían que el cazador verdaderamente se sintiese con el deber de entrar al juego, aunque ya de primeras supusiese una derrota... Él, haría lo posible por ganar aunque perdiese al juego ajeno.
La comida llegó a manos del muchacho que exudaba fascinación por la morena, le entendía, aunque el cazador entrecerró los ojos al ver que incluso el muchacho hacía que tuviera ciertos celos, haciéndole casi territorial con la desconocida, un sentimiento que no había experimentado en siglos, únicamente por su mujer.
Aquello le creaba sentimientos contradictorios, haciéndole querer apartar la razón del instinto ya que ambos tiraban por caminos opuestos, como nunca lo había hecho. Era como si el aura bestialista de aquella mujer de profundos ojos verdes, le hiciese olvidar todo cuanto había aprendido a lo largo de su vida. Retos, así como el juego se le presentaba en su propia psique, que jugaba consigo mismo como si fuesen dos personas completamente distintas en un mismo cuerpo, dejando a un lado al sensato, al cauteloso, para dejar paso al que de todo era capaz.
- Røthgar. - Dijo, dando a entender que aceptaba las condiciones del juego, fuelas cuales fuesen las consecuencias. Con la mirada fija y una tonalidad grave que vibraba en sus labios de forma natural, paladeó su propio nombre ya que al parecer, nunca antes lo había pronunciado. - Espero que sea sincera, porque sabré cuando miente, sabré cuando algo le incomode, pero sobre todo, sabré cuando algo le guste de sobremanera.- Dijo el cazador, dejando claro que en aquel juego no sólo ella sería merecedora de la verdad y una clara ventaja. Las mujeres y más alguien como ella, seguro que sabría cómo llevárselos de calle a todos, haciéndose señora y ama de la situación, por eso mismo, el cazador quería jugar a su juego.
- Es una mujer fuerte, capaz de dominar a hombres con un chasquido de dedos, pero aun así prefiere respirar el mismo aire que borrachos y mercenarios que pagan una miseria... Así que mis preguntas son las siguientes... ¿Cuál es el nombre de tu gemelo? ¿Qué haces en un lugar cómo éste? y ¿Te gustan las cerezas? Ésta última no la respondas, es un regalo, ya que aunque no te gusten, estoy totalmente seguro de que acabarás la noche con la boca manchada con su jugo.- Quizás pareciese estupidez natural de un hombre rudo, pero las preguntas del cazador no era más que una estrategia que pensaba seguir fielmente, hasta que sus palabras fuesen lo más parecido posible a la realidad que pretendía llevar a cabo. No era difícil imaginar sus labios manchados de tan dulce fruta, pero ¿a qué precio? Sólo antes de que llegue el amanecer, se sabría la respuesta.
La comida llegó a manos del muchacho que exudaba fascinación por la morena, le entendía, aunque el cazador entrecerró los ojos al ver que incluso el muchacho hacía que tuviera ciertos celos, haciéndole casi territorial con la desconocida, un sentimiento que no había experimentado en siglos, únicamente por su mujer.
Aquello le creaba sentimientos contradictorios, haciéndole querer apartar la razón del instinto ya que ambos tiraban por caminos opuestos, como nunca lo había hecho. Era como si el aura bestialista de aquella mujer de profundos ojos verdes, le hiciese olvidar todo cuanto había aprendido a lo largo de su vida. Retos, así como el juego se le presentaba en su propia psique, que jugaba consigo mismo como si fuesen dos personas completamente distintas en un mismo cuerpo, dejando a un lado al sensato, al cauteloso, para dejar paso al que de todo era capaz.
- Røthgar. - Dijo, dando a entender que aceptaba las condiciones del juego, fuelas cuales fuesen las consecuencias. Con la mirada fija y una tonalidad grave que vibraba en sus labios de forma natural, paladeó su propio nombre ya que al parecer, nunca antes lo había pronunciado. - Espero que sea sincera, porque sabré cuando miente, sabré cuando algo le incomode, pero sobre todo, sabré cuando algo le guste de sobremanera.- Dijo el cazador, dejando claro que en aquel juego no sólo ella sería merecedora de la verdad y una clara ventaja. Las mujeres y más alguien como ella, seguro que sabría cómo llevárselos de calle a todos, haciéndose señora y ama de la situación, por eso mismo, el cazador quería jugar a su juego.
- Es una mujer fuerte, capaz de dominar a hombres con un chasquido de dedos, pero aun así prefiere respirar el mismo aire que borrachos y mercenarios que pagan una miseria... Así que mis preguntas son las siguientes... ¿Cuál es el nombre de tu gemelo? ¿Qué haces en un lugar cómo éste? y ¿Te gustan las cerezas? Ésta última no la respondas, es un regalo, ya que aunque no te gusten, estoy totalmente seguro de que acabarás la noche con la boca manchada con su jugo.- Quizás pareciese estupidez natural de un hombre rudo, pero las preguntas del cazador no era más que una estrategia que pensaba seguir fielmente, hasta que sus palabras fuesen lo más parecido posible a la realidad que pretendía llevar a cabo. No era difícil imaginar sus labios manchados de tan dulce fruta, pero ¿a qué precio? Sólo antes de que llegue el amanecer, se sabría la respuesta.
···
Røthgar Sbjören- Cazador Clase Media
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Re: If it kills me tonight, i'll be ready to die ·|· María Oliveira ·|·
“She's mad, but she's magic.
There's no lie in her fire.”
― Charles Bukowski
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― Charles Bukowski
Resopló por lo bajo y rodó los ojos en blanco, en cualquier otra situación, con cualquier otro hombre que si quiera se hubiera atrevido a tener la mitad de la valentía que tenía aquel, no hubiera dudado en ponerlo en su lugar y reírse en su cara, desmoronar la hombría que presumían de tener, ese era un don en la morena; pero no, no lo hizo, curiosa de lo que tenía por ofrecerle.
―¡Buena suerte la mía! que me he topado con un lector de aura, justo lo que necesitaba en este momento - se sentó en la banca de la misma mesa, frente al hombre en cuestión, y cruzó los brazos sobre esta.
Sonrió, con amplitud y orgullo, su carácter fuerte era algo de lo cual su hermano siempre presumía, capaz de enfrentarse a cualquier situación, o a crearla según estuviera de humor, su padre no pensaba igual ya que decía, aquello le costaría años de buenos partidos en matrimonio que huirían al sentirse sometidos. Y estaba en lo correcto, aunque la idea del matrimonio y formar una familia no se encontraba ni siquiera al final de la lista de prioridades de la portuguesa.
Lo miró encantada, con esos ojos que aspiran a una sorpresa y encierran mas que un misterio, sátira expirada por cada poro de su piel. Le divertía, aquel hombre Røthgar ahora era motivo de su interés.
Pero pronto la sonrisa se cambio por la frialdad de un rostro inexpresivo, el brillo de las orbes verdes se apagó y la sombra del pasado se posó sobre ella ―Miguel... - pronunció sin sentimiento alguno aunque todos bullían en su interior ―No tienes porque exponerte de esta manera ¡no le debes nada! - resonó aquella voz interna que siempre le advertía y aconsejaba ¡oh! pero si que le debía, su orgullo y palabra de por medio. No era la primera vez que pronunciaba el nombre de su gemelo después de años de ausencia, pero si la primera que lo hacía para alguien mas, le dolió el vacío y aquellas heridas que marcaban su cuerpo, las cicatrices de garras y fauces de costado, abdomen y espalda, las sintió abrirse nuevamente. Pero pasaría, como años atrás lo hizo.
Fijó nuevamente la vista, no quiso darle tiempo a nuevas inquisitivas o a que leyera su lenguaje corporal al punto sin retorno ―¿Que hago aquí? algo muy diferente a ti que vienes a ahogar penas o cargas, necesito un trabajo, la paga no es excelente pero es suficiente para la renta y la vida en general - sonrió socarrona ―La próxima vez no seas tan vago con lo que deseas saber - supo que pudo haberse referido "aquí" dígase París, pero contesto tan escueto como le fue formulada la pregunta.
A la tercera no pudo evitar reír, reír relajada y divertida, aquel hombre si tenía la valentía de diez, se mordió el labio inferior y se inclinó un poco cortando la distancia de la mesa ―Si estas tan seguro, entonces dejaré que lo descubras - su aliento chocó contra el rostro ajeno, fugaz y sutil, puesto que regreso a su posición antes de que fuera notorio el hecho de estar coqueteando en horas laborales. ―Bien, mi turno...y créeme, también sabré cuando me mientas y no te agradaran las consecuencias - sonrió libertina ―¿Que trabajo vienes a hacer? ¿Porque esta taberna? ¿Porque yo? - María era demasiado observadora, quizá demasiado.
―¡Buena suerte la mía! que me he topado con un lector de aura, justo lo que necesitaba en este momento - se sentó en la banca de la misma mesa, frente al hombre en cuestión, y cruzó los brazos sobre esta.
Sonrió, con amplitud y orgullo, su carácter fuerte era algo de lo cual su hermano siempre presumía, capaz de enfrentarse a cualquier situación, o a crearla según estuviera de humor, su padre no pensaba igual ya que decía, aquello le costaría años de buenos partidos en matrimonio que huirían al sentirse sometidos. Y estaba en lo correcto, aunque la idea del matrimonio y formar una familia no se encontraba ni siquiera al final de la lista de prioridades de la portuguesa.
Lo miró encantada, con esos ojos que aspiran a una sorpresa y encierran mas que un misterio, sátira expirada por cada poro de su piel. Le divertía, aquel hombre Røthgar ahora era motivo de su interés.
Pero pronto la sonrisa se cambio por la frialdad de un rostro inexpresivo, el brillo de las orbes verdes se apagó y la sombra del pasado se posó sobre ella ―Miguel... - pronunció sin sentimiento alguno aunque todos bullían en su interior ―No tienes porque exponerte de esta manera ¡no le debes nada! - resonó aquella voz interna que siempre le advertía y aconsejaba ¡oh! pero si que le debía, su orgullo y palabra de por medio. No era la primera vez que pronunciaba el nombre de su gemelo después de años de ausencia, pero si la primera que lo hacía para alguien mas, le dolió el vacío y aquellas heridas que marcaban su cuerpo, las cicatrices de garras y fauces de costado, abdomen y espalda, las sintió abrirse nuevamente. Pero pasaría, como años atrás lo hizo.
Fijó nuevamente la vista, no quiso darle tiempo a nuevas inquisitivas o a que leyera su lenguaje corporal al punto sin retorno ―¿Que hago aquí? algo muy diferente a ti que vienes a ahogar penas o cargas, necesito un trabajo, la paga no es excelente pero es suficiente para la renta y la vida en general - sonrió socarrona ―La próxima vez no seas tan vago con lo que deseas saber - supo que pudo haberse referido "aquí" dígase París, pero contesto tan escueto como le fue formulada la pregunta.
A la tercera no pudo evitar reír, reír relajada y divertida, aquel hombre si tenía la valentía de diez, se mordió el labio inferior y se inclinó un poco cortando la distancia de la mesa ―Si estas tan seguro, entonces dejaré que lo descubras - su aliento chocó contra el rostro ajeno, fugaz y sutil, puesto que regreso a su posición antes de que fuera notorio el hecho de estar coqueteando en horas laborales. ―Bien, mi turno...y créeme, también sabré cuando me mientas y no te agradaran las consecuencias - sonrió libertina ―¿Que trabajo vienes a hacer? ¿Porque esta taberna? ¿Porque yo? - María era demasiado observadora, quizá demasiado.
María Oliveira- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 03/11/2015
Localización : París, Francia
Re: If it kills me tonight, i'll be ready to die ·|· María Oliveira ·|·
A warning to the people
The good and the evil
To the soldier, the civillian, the martyr, the victim
This is war
The good and the evil
To the soldier, the civillian, the martyr, the victim
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···
El tiempo pasaba considerablemente rápido, sobre todo para aquellos que habían encontrado -sin pretenderlo- algo que haría que sus respectivas noches fuesen infinitamente más amenas. Incluso él, que sin saberlo, se había encontrado con alguien que en otras circunstancias hubiese seguido, apresado, interrogado y asesinado aunque no precisamente en ese órden. Quizás fuera la torpeza de sus actos tras la última "resurrección" o quizás en el fondo sí supiese lo que era su nuevq amiga, pero se negase a ver más allá de lo que tenía delante, ya que se le antojaba espectacularmente apetecible, interesante y por sobre todo, curioso, ya que era la única en mucho tiempo que le obligaba a actuar de forma muy distinta a la que solía, como si fuese otro hombre, que ni él mismo se pudiese reconocer.
Él escuchó sus respuestas, su mente recordaría aquellos detalles, que aunque sencillos, no hacían sino agrandar las ansias que le provocaba aquella -ya no tan desconocida- mujer. Su naturalidad y desparpajo le llamaba poderosamente la atención, ya que había mujeres y de muchos tipos, pero ella destacaba como bañada en oro. Le pareció extraña la forma de pronunciar el nombre de alguien tan cercano a ella. Quizás hubiese fallecido o por el contrario hubiese ocurrido algo para que ambos se distanciasen. Pero eso no era incumbencia suya, simplemente hacía todo lo que estuviese de su mano por conocer y a la vez atraer de forma quizás equivocada a aquella mujer, ya que su primera intención no era más que pasar una tranquila velada, sin embargo los planes siempre se torcían al final, aunque ésto no necesariamente tuviera que ser algo malo.
Y no respondió.
Era su turno de responder y se negó a responderle más que llevándose la jarra de cerveza a los labios, mirándola fijamente con una sonrisa que bien escondía poco. Se limitó a mantener el silencio que provocaría la indignación ajena, como aquel que hacía trampas ante un juego cuyas normas las rompió de forma brutal nada más empezar. Así era él, imprevisible total.
Él escuchó sus respuestas, su mente recordaría aquellos detalles, que aunque sencillos, no hacían sino agrandar las ansias que le provocaba aquella -ya no tan desconocida- mujer. Su naturalidad y desparpajo le llamaba poderosamente la atención, ya que había mujeres y de muchos tipos, pero ella destacaba como bañada en oro. Le pareció extraña la forma de pronunciar el nombre de alguien tan cercano a ella. Quizás hubiese fallecido o por el contrario hubiese ocurrido algo para que ambos se distanciasen. Pero eso no era incumbencia suya, simplemente hacía todo lo que estuviese de su mano por conocer y a la vez atraer de forma quizás equivocada a aquella mujer, ya que su primera intención no era más que pasar una tranquila velada, sin embargo los planes siempre se torcían al final, aunque ésto no necesariamente tuviera que ser algo malo.
Y no respondió.
Era su turno de responder y se negó a responderle más que llevándose la jarra de cerveza a los labios, mirándola fijamente con una sonrisa que bien escondía poco. Se limitó a mantener el silencio que provocaría la indignación ajena, como aquel que hacía trampas ante un juego cuyas normas las rompió de forma brutal nada más empezar. Así era él, imprevisible total.
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Røthgar Sbjören- Cazador Clase Media
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