Joue cette belle chanson [privado]

por **Walkyria Vastavond** Miér Abr 13, 2016 8:16 am

No fue jamás testigo de velada más hermosa. Bajo el manto estrellado de la noche, con la temperatura adecuada para no abrigarse más que con una mantilla sobre los hombros, Walkyria sonreía como no recordaba haberlo hecho en muchos años, cuando aún era una niña inocente en aquel orfanato holandés. Sonaba una alegre canción que calentaba hasta el corazón más oscuro, y los gitanos, de todas las edades, bailaban y jugaban alrededor de una hoguera hecha a base de trozos de mobiliario viejo que ardía como el carbón.

Llegó a aquel lugar buscando alguien que leyera su porvenir sin miedo a lo que pudiera encontrar. Venía de la extrema pobreza aunque en la actualidad vistiera de alta sociedad, de modo que no vivía con el mismo miedo que el resto de damas de la corte, que se apartaban del camino por miedo a que les robaran o atacaran. Walkyria sabía que nada había que temer entre gentes con tanta alegría en el corazón. Se sentía cómoda, aunque de vez en cuando despertara miradas confusas por su presencia en el lugar.

Sentada en un baúl con más años que ella misma, daba palmas acompañando al acordeón sin dejar de reír por el baile de niños y ancianos. La fiesta la cautivó hasta tal punto que olvidó el motivo de su viaje hasta allí. Sentía deseos de unirse, de quitarse los incómodos zapatos y ponerse a bailar junto a las mujeres, más temía romper la magia del momento. Todos callaban su presencia allí, pero tal vez tratar de formar parte sería tomarse demasiadas confianzas. No le importaba, el espectáculo merecía la pena ser observado como testigo foraneo.

Amplió una cándida sonrisa cuando una gitana con avanzado embarazo le ofreció un poco de sopa caliente. La taza era tan vieja como el baúl y por fuera algo oxidada, pero Walkyria la cogió entre sus manos muy agradecida y bebió sin apartar la mirada de los músicos. No todos eran franceses, pero todos provenían de la misma rechazada sociedad. Nadie tenía dinero para una casa, pero aquel hogar no tenía nada que envidiar a las casas victorianas del centro de París.

por **Dragomir Negrescu** Jue Abr 14, 2016 1:24 am

Llevaban al menos una semana haciendo los preparativos de la celebración que ocurriría esa noche. Las familias se habían organizado para tener todo lo necesario, los jóvenes habían ayudado a ordenar lo que sería el "salón" principal, los niños se encargaban de alegrar los días con sus adornos y risas. Todos esperaban por la noche de fiesta, la emoción les volvía más alegres, cordiales, amigables. Esas ocasiones se reunían todos los gitanos, sin importar su precedencia, todas las familias se reconectaban, se formaban nuevos lazos amistosos, se reforzaban los antiguos. Habían historias, canciones, bailes. Era la conmemoración de la vida misma.

Dragomir jugaba con los niños, escapando un poco de sus deberes pero compensándolo pues alguien debía de mantener vigilado a esos diablillos. La mañana paso a ser tarde y al final la tarde se convirtió en la noche. La música inundaba el ambiente, la fogata ardía con fuerza, el baile se mantenía caliente. Se mantuvo al lado de su madre durante un buen rato, conversando con ella y bailando, agradeciéndole por todas sus enseñanzas. Después fue con su padre, escuchando todos aquellos relatos que ya se había memorizado, bromeando y compartiendo caricias afectivas. Con sus hermanos, aquellos que aun no estaban casados, compartió bromas pesadas, persiguiendo jóvenes encantadoras.

El murmullo inquieto de algunos adultos le causo curiosidad en cierto momento de la velada, tuvo que interrumpir su alegre bailar para poder encontrar el causante de la molestia de algunos familiares. Ella se encontraba sentada, sonriente, perfecta. Era una mujer bastante guapa y resaltaba con sus atuendos. Sabía que la fiesta estaba abierta a todo aquel que quisiera participar pero no esperaba encontrarse a alguien de la alta sociedad ahí. Eso le causo curiosidad y encontró la forma de acercarse cuando su cuñada se acercaba a ofrecerle de comer. Sonriente corrió a ella, la abrazó por la cintura y le dio dos vueltas, riendo mientras ella le pedía que se detuviera.

̶ Dame otro sobrino hermoso ̶ pidió besándole la mejilla y ella le dio un pequeño golpe en hombro. ̶ ¿Me concedería el honor de bailar conmigo? ̶ preguntó a la mujer que veía a los músicos. De alguna forma esperaba que no se ofendiera por su propuesta pero le parecía que mantenerse sentada no era suficiente para esa mujer.

por **Walkyria Vastavond** Dom Abr 17, 2016 12:07 pm

El disfrute y el momento de absoluta relajación por no tener que guardar apariencias o crear muros se vio tambaleado ante la abrupta aparición de aquel hombre greñudo. La familiaridad y alegría que mostró junto a la otra gitana no fue suficiente para reconfortar a Walkyria, que tensó su cuerpo aferrándose a la taza cuando le dirigió aquella invitación tan cordial. Apretó los labios, mirando fugazmente alrededor por si alguien prestaba atención. ¿Qué sentirían si lo rechazaba con la misma frialdad que solía tener con otros hombres?

-Discúlpeme, prefiero observar... Vaya, disfrute, yo solo soy una mera observadora que goza contagiándose con la alegría del lugar. - Su voz era dulce, muy contraria a la expresión fría que se podía leer en su rostro. De poco sirvieron sus palabras, en cuanto pronunció la negativa la gitana rió mirándola fijamente. No solo ella, otros que estaban cerca la animaron, como si pensaran que su único problema ante aquella invitación fuera el que claramente no pertenecía a su sociedad.

-Vamos madame, no sea así, va a hacer que mi hermano se sienta desolado por su negativa. - Walkyria empezó a balbucear en busca de excusas mientras la mujer le quitaba la taza de las manos y la ayudaba a pornerse en pie. - Vamos, vamos, ¿a caso no le parece atractivo? Es de los más codiciados de la familia. - Le guiñó un ojo riendo como unas castañuelas.

Walkyria se sintió atrapada entre querer satisfacer a la mujer y desear huir del momento en el que tuviera que compartir un momento con el varón, un baile en el que probablemente habría un contacto físico que no deseaba en absoluto. - Pero con estos zapatos no podré seguirle el ritmo, me duelen los pies, es mejor que no... - Rehuía la mirada del hombre, mirando hacia la oscuridad que llevaba a la ciudad ansiando poder irse.

por **Dragomir Negrescu** Jue Abr 21, 2016 1:19 pm

No era tonto, al menos no siempre, y pudo notar que la señorita delante de ella se ponía tensa y se incomodaba ante su petición. Supuso que sería rechazado pero tampoco le molestaba, prefería no irritarla de más. Cuando su negativa llegó en palabras solo atino a sonreír y a asentir, con la intención de marcharse para darle su espacio y que ella también pudiera disfrutar como observadora, aunque para él eso se le hacía un poco aburrido, acostumbrado a los grandes festejos y a bailar sin detenerse.

Quien había dicho que las familias eran lo mejor que podía sucederte nunca conoció a la suya. Ni siquiera había podido dar la media vuelta cuando los cercanos a su posición comenzaban a reír y a animar a la señorita, que ahora se veía más incomoda que antes. Cuando escucho aquella pregunta se alarmo y ahora él se puso nervioso, negando con la cabeza y murmurando como niño pequeño que no era necesario que forzaran a la señorita a bailar con él.

Pero no terminó ahí, su cuñada dejo salir otra risa ante la excusa de los zapatos y negó con la cabeza, descalzándose ella y entregándole las zapatillas gastadas a la señorita. -Por favor, use estas. Disculpe lo desgastadas que están pero servirán para el propósito-

Mientras tanto Dragomir suspiraba derrotado ante aquella situación. Definitivamente le daba curiosidad la señorita pero no deseaba meterse en problemas y la verdad era que aquella persona parecía capaz de matar a cualquiera con solo mirarla. Pero ahí encontró a su salvación, dos de sus sobrinas le tomaban de la mano y le jalaban ligero para llamar su atención.

- ¿La reina guerrera de los lobos y la reina guerrera de los búhos desean bailar también con nosotros? - preguntó feliz mientras las niñas asentían y se reían bajito. - ¿A la reina guerrera de la ciudad le gustaría bailar con estas dos reinas y un súbdito? - preguntó de nuevo a Walkyria, viendo que una de sus sobrinas le tendía la mano a ella.

por **Walkyria Vastavond** Miér Abr 27, 2016 9:06 am

Azorada estaba ante la insistencia de los gitanos, que con sonrisas y amabilidad terminaron convenciéndola de salir a bailar. Se sintió estúpida por haber usado la excusa de los zapatos cuando fue honrada con aquella humilde ofrenda. - No se preocupe, son perfectos. - Insistió en regalarle sus zapatos, un mero presente por haberla recibido de forma tan agradable. Ella no necesitaba de objetos caros para ser feliz, allí mismo tenía una demostración de ello, rodeada por toda esa gente. Se puso los de la gitana, que aunque desgastados eran la misma talla, y de puntillas comprobó lo cómodos que eran.

La inocencia de aquellas niñas robó su corazón, era incapaz de decirle que no a tanta ternura. Agarró la mano de una de ellas ampliando una sonrisa contagiada y asintió. - Me encantaría. - Miró de reojo al hombre, cuya estrecha y oscura mirada la incomodaba un poco, y avanzó hacia la hoguera persuadida por las dos pequeñas hadas de mofletes rosados. - No sé bailar este tipo de música... ¿me enseñáis, por favor? - aunque no tuvieran sentido y pudieran resultar ridículos en un adulto, Walkyria siguió los movimientos de las pequeñas.

Vueltas, saltos, giros... conforme más bailaba, más se relajaba. Su rostro adquirió color con el ejercicio; sus ojos brillaban de puro júbilo, borracha por el alborozo de todos, y su cabello, un rato antes perfectamente recogido, empezaba a desmoronarse cayendo en cascada por su espalda. Había desconectado de tal forma con su pasado centrándose con el momento, que cuando las niñas la hicieron bailar con el joven moreno no dijo que no. Ni tan solo se quejó. Agarró las manos del hombre para seguir bailando y riendo.

-Le debo una disculpa. - Dijo una vez quedaron a solas bailando al lado de la hoguera. Su voz sonaba forzada por el cansancio, pero aún quedaba fuelle para seguir. - No me haga decir por qué, simplemente acéptela por favor. - La música cambió, más bien el ritmo, de repente los saltos y giros sin sentido desentonaban con el vaivén lento del violín. Cierto nerviosismo la sosegó mirando a lado y lado, obligándose a no pensar, simplemente posar una mano en el hombro del gitano para seguir danzando.

-Su gente me ha recibido con los brazos abiertos - dijo con una escueta sonrisa, - y están haciéndome disfrutar una de las mejores veladas que pueda recordar. Tienen un hogar hermoso, nada que envidiar de alguien de ciudad.

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