Art émotionnel [Privado]

Raras eran las ocasiones en las que Walkyria gastaba dinero por algo que no fuera benéfico. No necesitaba lujos ni propiedades en exceso para ser feliz. A decir verdad, ni siquiera necesitaba el título de condesa para serlo, pero lo tenía y lo menos que podía hacer era aprovechar su posición para ayudar a quien realmente lo necesitara. Sacar de las calles a niñas antes de que su inocencia se marchitara, asegurarse que a los orfanatos hasta ahora conocidos no les faltara nunca comida para los pequeños; tratar de luchar contra la venta de infantes era sin duda la tarea más ardúa de todas. Pero el día que vio aquellos cuadros, una semana atrás, se le detuvo el corazón.

No tendría más de siete años cuando vio aquellas obras por primera vez. Las monjas les habían llevado de excursión a la ciudad para que presenciaran una misa en la catedral, tres veces más grande y hermosa que la humilde iglesia donde asistían los niños del orfanato en el que creció. La experiencia fue de lo más sobrecogedora. Acostumbrada a la pobreza y la modestia de aquel pequeño pueblo holandés donde nacieron, sintió una epifanía. Walkyria, que ya para entonces era sensible, salió llorando de la catedral mientras sonreía, guardándose en la memoria lo que acababa de vivir. El eco de los rezos, que parecía penetrar directamente al corazón; la música del órgano, sonido celestial capaz de destapar la vergüenza del más rufián; incluso el vaivén de las llamas de los candelabros parecía mecerse en distinta harmonía que cualquier otra vela.

Distraída por la reciente vivencia, no vio que se alejaba del grupo quedando oculta por el gentío de la hora media. Lejos de sentir angustia por no ver un rostro conocido, se detuvo a la espera mientras contemplaba sin prisa la fachada de la catedral. A los pies de esta, en el último peldaño de la larga escalinata de piedra, un joven artista callejero llamó su atención por la serie de pinturas que vendía sin mucho éxito. Todas de la catedral. "Mi visión religiosa no parece gustar a la sociedad" bromeó cuando Walkyria preguntó por qué era pobre si pintaba tan bien.

Esas mismas obras, sin una pincelada de más, las había encontrado una semana atrás en una tetería de París, desmerecidas en un rincón. Los buenos recuerdos afloraron rápidamente, aquellos en los que aún era inocente. Fue tal la alegría del encuentro que insistió al dueño del lugar hasta que se los vendió. Estaban viejos, maltratados, de modo que unos días antes mandó a un miembro del servicio en busca de alguien que pudiera restaurarlos sin perder la esencia del artista original. Aquella visión que la sociedad no entendió en su momento, ni siquiera ella de pequeña, ahora cobraba sentido. Era la viva imagen de la hipocresía y la doble moral de la alta sociedad cristiana.

-Madame Vastavond, el artista ha llegado. ¿Le hago pasar? - Julia, su doncella personal, detuvo el tren de los recuerdos con su entrada al salón.

-Sí, por favor, y traiga té para dos - se alzó de la butaca alisándose el vestido, esperando paciente la llegada de su invitado. No le conocía, aunque fue avisada que se trataba de un hombre, de modo que rápidamente alzó sus barreras y esperó con la escueta sonrisa que mostraba siempre en sociedad.

Uno pensaría que para un Vampiro, llevar una vida cómoda sería fácil. Y la verdad era que, era cierto, la mayoría de Vampiros gozaban de una eternidad de abundancia y lujos, vivían en castillos y mansiones al rededor de toda Europa e inclusive en Francia habían algunos que tenían bien resguardados sus puestos en la realeza. Pero Soren no era uno de esos, él vivía en una cabaña abandonada en medio del bosque que bordeaba París, con un enorme agujero en el techo de madera que dejaba caer la nieve en toda la mitad de la sala. La nieve se derretía y el agua inundaba casi todo el recinto a excepción de la única habitación. No tenía idea de quien había sido el dueño original de esa cabaña ni cuanto tiempo llevaba abandonada, pero desde que Soren se había instalado allí no había tenido problemas con nadie.

Había perdido su casa y su tienda 3 años atrás cuando había decidido enterrarse bajo tierra en un exilio voluntario. Quizás había sido un error haber dejado todo de manera tan drástica y sólo haber salvado unas cuantas antigüedades y cuadros. A veces se arrepentía de no haber sido más cuidadoso, pero con el corazón roto y con el alma callendosele a pedazos, la única salida que había encontrado era escapar a las profundidades de la tierra.

Ahora llevaba varios meses de regreso en París, intentando recuperar su antiguo trabajo como profesor de historia del arte, haciendo pequeños trabajos aquí y allá para ganar el dinero suficiente para rentar una casa en los suburbios. Esa noche tenía uno de esos pequeños trabajos que no tenían que ver directamente con la educación, su pasión principal. pero que si se relacionaba con su otra pasión, el arte. Había conocido a un sirviente de una mansión que buscaba a alguien que pudiera restaurar unos cuadros, Soren no era un experto en restauración, sin embargo si era experto en historia, era buen observador y estaba seguro que podría mejorar el estado de los cuadros.

Además necesitaba el dinero.

No iba a usar sus poderes mentales para robar o para influenciar la mente de algún político para ganar posición social. Para él eso consideraba hacer trama y en el juego de la vida, había que jugar bajo las reglas ¿Cómo iba a hacer trama cuando tenía todas las ventajas de ser Vampiro?. Su sistema moral no se lo permitiría. ¿Además que era lo peor que podía pasarle por no tener dinero? No era como si fuera a morir de hambre o frío.

Se presentó a la mansión Vastavond con su mejor traje, que consistía de un desgastado y mustio abrigo viejo de color azul oscuro, una bufanda roja carmín enredada al cuello y bajo este un abrigo de lana color crema, por supuesto con el infatigable sombrero de copa que todo caballero de la época debía usar. No lucía sucio, pero definitivamente no se veía elegante, era obvio que provenía de una clase baja. Le dejaron entrar y le condujeron a un salón en donde había una elegante mujer con un vestido que estaba a la altura de su posición ¿Sería la ama de la casa? Pensó, sus cabellos eran tan negros como la misma noche y su mirada era intensa, por lo que el Vampiro se sintió inmediatamente intimidado.

- Mi nombre es Soren Kaarkarogf – Comenzó a decir desviando la mirada hacía el suelo, se había quitado el sombrero y lo tenía entre las manos frente al pecho – He venido a revisar los cuadros -

Pasó por alto en un principio el artículo que usó su doncella para advertir de la llegada, siendo un "el" y no "la" el artista a recibir, por lo que nada más aparecer este por la puerta su sonrisa de amabilidad quedó totalmente congelada mientras una sombra de desprecio cruzaba por sus ojos. Consciente era que, por muy moderno que se estuviera volviendo el mundo, eran pocas las mujeres dedicadas al arte, mas no pensó ni por un instante que a sus doncellas se les olvidara el gran disgusto que producían los varones en Walkyria.

Mandó un mudo mensaje con la mirada a la sirvienta antes de dejarla ir a por el té, asegurándole sin palabras que más tarde tendrían una conversación. Haciendo gala de la gran educación a la que fue sometida de joven, avanzó hacia el artista con una escueta sonrisa de amabilidad. - Soy madame Vastavond, quien requirió sus servicios. Sea bienvenido, messieu... - Permaneció a la espera de saber un nombre con el cual dirigirse. A diferencia del resto de damas en París, no tendió su mano para el saludo del beso, ambas permanecieron inmóviles frente su regazo. - Por favor, siéntese.

Le guió hacia la mesa del té, alrededor de la cual había una butaca que ella ocupó y un sofá para su invitado. Se sorprendió a sí misma al no sentirse tan tensa como debería esperar ante la presencia de un hombre. Tal vez fuera la juventud de su rostro o el aspecto propio de la clase baja trayéndole recuerdos, pero messieu Kaarkarogf no la violentaba tanto como otros varones de la corte. Aún así, no bajó la guardia, se mostró altiva y con la mirada clavada en sus ojos.

-Dígame, messieu, ¿qué experiencia tiene en el mundo del arte? No es que el trabajo requerido vaya a ser de una gran dificultad, pero quiero asegurarme que se haga bien, son obras a las que les tengo gran estima... - Mientras hablaba llegó otra doncella con una bandeja que dejó sobre la mesa, sirviendo el té en ambas tazas antes de dejar una frente a cada uno de ellos. Seguidamente, se retiró en silencio.

Era imposible no notar la dureza en la mirada de la mujer que tenía en frente, aún para Soren que solía ser torpe en situaciones sociales y que nunca sabía como leer los rostros de las personas para saber que decir en el momento adecuado, pudo notar el cambio de semblante. No parecía muy agradada con su presencia y el Vampiro se preguntó si a lo mejor estaba desilusionada de su apariencia ¿Estaría esperando ella a un hombre mejor vestido? Se cuestionó mientras se acercaba a ella y hacía una profunda reverencia como se le había enseñado.

Ella no extendió su mano y Soren agradeció mentalmente que no lo hiciera, no le gustaba el contacto físico , especialmente cuando recién conocía a alguien, siempre le había incomodado tener que besar la mano de una mujer por cortesía, en su país de origen no se acostumbraba hacer eso y él prefería una escueta reverencia que denotaba más respeto.

-Madame Vastavond, es un gusto conocerla – Respondió de manera cortés luego de la inclinación. Se sentó frente a ella cuando se lo indicó y colocó el sombrero a un lado de si mismo en el sofá. La estancia estaba tibia gracias a la chimenea y no tenía necesidad de usar el abrigo, sin embargo no osaría quitárselo hasta que ella se lo permitiera, era su casa de todas formas. La pregunta no le sorprendió, era natural que se interesara por saber sobre su experiencia si le iba a encomendar un trabajo costoso.

-Soy historiador de arte – Comenzó a decir con la mirada clavada en sus rodillas, el humo del té bailaba frente a la cara de ella – Eh sido profesor en la Universidad de París... de hecho, enseñar es realmente mi vocación – Le confesó, no quería mentirle sobre su experiencia y esperaba que ella no cambiara de idea y le pidiera que se fuera sin mirar los cuadros – No me considero artista propiamente, pero se mucho de arte, de técnicas, de composición y demás... creo que puedo determinar que se puede restaurar de los cuadros, si me lo permite -

No estaba allí como un Vampiro para cazar, estaba allí como un trabajador que ofrece sus servicios, cierto era que él podría dominarla fácilmente con sus poderes mentales, pero quería jugar bajo las reglas y sin hacer trampa. Quería que aquella mujer le juzgara por su trabajo y no por los colmillos que se escondían dentro de su boca.

Una fría serenidad solía acompañarla siempre, con la cabeza erguida mostrando seguridad y la mirada firme de quien mantiene su determinación. Solo sus manos, tensas cual hilo en el telar, eran muestra de la procesión que iba por dentro. De los nervios, la rabia, que la presencia de un hombre solían ocasionar. Escuchó atentamente su historia con un leve asentimiento de cabeza, recibiendo con agrado que le fuera sincero como esperaba que así fuera. Saber que era profesor la relajó un poco, alguien que vivía con pasión el enseñar a niños merecía no solo respeto, sino una oportunidad. Mas no significaba que fuera a bajar las barreras con él.

-Agradezco su sinceridad, messieu, y admiro su profesión. Creo que es muy respetable que quiera ayudar a los más jóvenes a tener un futuro mejor que el que puedan encontrar en las calles. - Cogió la taza y dio un fugaz sorbo que más bien sirvió para humedecerse la boca, y volvió a mirarle a los ojos mientras la dejaba de vuelta a la mesa, sirviéndose del meñique para no hacerla sonar contra la madera. - ¿Cree entonces que pueda ser capaz de hacer algo con mis cuadros? Verá, no son obras de arte propiamente dichas, no han sido compradas por una gran cantidad de dinero ni su autor es conocido. Para mí no son un objeto más de decoración en esta casa. Es mucho mayor el valor sentimental que siento por ellas, de modo que discúlpeme si en algún momento puedo parecer estricta en lo que respecta a estas pinturas.

Mientras hablaban, apareció una nueva sirvienta cargando con algo de dificultad cuatro cuadros de tamaño pequeño. Ninguno medía más de un metro en cualquiera de sus costados y los marcos se veían viejos, baratos. Los colocó con extremo cuidado en el suelo, apoyados contra la pared para que pudieran verse las imágenes. Walkyria los miró con sentimiento, escondiendo una sonrisa.

-Estas son las obras, messieu. Adelante, puede acercarse si lo desea. - Ella también se puso en pie, acompañándole con la mirada nostálgica sobre cada lienzo. La pintura había perdido tono en algunas zonas, probablemente comida por el sol; las esquinas estaban borrosas por las humedades que habrían sufrido, y en un par de ellos la tela del lienzo estaba un poco roída.

Sintió una sensación cálida y se llenó de orgullo cuando Madame Valkiria elogió su profesión, cierto era que amaba enseñar, era su razón de existir en ese mundo, inclusive creía que de no tener esa pasión no podría llevar los años de soledad que conllevaba ser un Vampiro por la eternidad. Tomó la taza de té y se la llevó a los labios, lo olfateó primero, si bien prefería el aroma del café, el té no estaba mal, también era una bebida que contaba historias.

- No importa el precio de las obras, el arte no necesita ser famoso o costoso para poder ser apreciado - Comentó al escucharle hablar sobre los cuadros, le agradaba saber que Valkiria era una persona que sabía valorar el arte por lo que era, por su capacidad de comunicar y transmitir sentimientos sin importar quien fuese el artista - Uno puede encontrar arte en cualquier parte, aunque muchas personas creen que sólo el museo está lleno de este, a veces se descubre una joya en las calles que compite con el más famoso e importante de los artistas que exhiben sus obras en el museo -

Cuando los cuadros fueron traídos a la sala, Soren casi que saltó de su asiento emocionado con descubrir la historia detrás de ellos. Los cuadros lucían bastante viejos y por lo tanto deteriorados, no parecían haber estado conservados en un lugar apropiado por lo que la humedad y el sol había desmanchado partes de la pintura. Sin embargo el espíritu de cada pintura estaba intacto, eran sin duda excelentes replicas de la Catedral de Notredame.

- Me gustaría saber la historia detrás de estos cuadros - Comentó más para si mismo que para Valkiria - Me encantaría poder preguntar al artista que deseaba transmitir con ellos y porqué los pinto - Agregó y luego se volteó hacía ella - ¿Me puede contar como los consiguió? -

Observó de reojo al hombre dándose cuenta de la ambigüedad que le transmitía respecto a su edad. No lucía mucho mayor que ella, probablemente tendrían la misma edad, sin embargo en sus ojos podía leer más experiencias de las que un ser humano sería capaz de abarcar. Aquello la desconcertaba, llegando incluso a llamar un poco su atención, pero no haría preguntas. No daría muestra alguna de interés que pudiera ser mal interpretado por su visitante varón. Asintió a sus palabras dándole la razón, volviendo la atención nuevamente en los cuadros.

Esperó paciente mientras los analizaba, aprovechando ese lapso de silencio para contemplarlos ella también y recrearse brevemente en los recuerdos pasados pero aún vivos en su mente. Volvió a mirarle de soslayo ante sus palabras, sintiendo cierta tensión. No era mujer de abrirse a los demás, mucho menos a hombres, aún así siguió dándole el beneficio de la duda. - El cómo los conseguí no respondería sus dudas, messieu. La historia de estos cuadros se remonta a mucho tiempo antes.

Le invitó con un ademán de mano a volver a sentarse, desde el sofá podrían seguir contemplando los cuadros mientras hablaban de ello. Retiró la falda para poder sentarse bien y antes de seguir hablando dio un sorbo al té. - Era yo muy pequeña cuando conocí al artista en Bélgica, ciudad de la que provengo. No era más que un mendigo, un hombre enjuto pidiendo limosna a cambio de unas pinceladas de su alma. - Se quedó mirando las obras con una sutil sonrisa de nostalgia. - Era un visionario. Hace veinte años la religión seguía siendo el plato principal en cada hogar, pero ese hombre veía venir la caída de los grandes. Cada obra es un retablo de esa doble moral de la que están enfermos muchos religiosos. Mi favorita es esa. - Señaló el tercer cuadro por la izquierda.

A simple vista no era más que el retrato de un arzobispo en su trono dorado, con luz celestial cayendo cual cascada desde lo más alto de su halo. Anillos de oro, sotana exquisita... Uno veía el cuadro de pasada y veía pura bondad. Solo aquel que se fijara bien podría descubrir la verdad que encerraba la obra. Oculto en la oscuridad de la sombra que proyectaba la silla, estaban las siluetas de niños extremadamente delgados asomando sus manos por detrás del trono a la espera de recoger las migas de pan que caían de la boca llena del arzobispo. El resto de obras seguían el mismo patrón: una imagen hipócrita que ocultaba la verdad.

-El pintor se llama Henry, desconozco su apellido así como qué fue de su vida desde el día que nos conocimos.

La dama se volvió a sentar por lo que el Vampiro no tuvo más remedio que seguirla y sentarse también. Le escuchó hablar sobre el pintor y la imaginación Soren comenzó a volar hasta situarse en el sitio que ella describía, imaginó al pobre hombre arapiento y sucio, con la cara demacrada por el hambre, aferrándose a sus ideas plasmadas en esos cuadros y negándose a encontrar otra forma conseguir el pan aún cuando esos cuadros no le daban lo suficiente como para llevar una vida decente.

-Admiro ese tipo de artistas – Comentó con su vista fija en el té cuyo humo danzaba lentamente frente a sus ojos – Son capaz de vivir una vida llena de dificultades para seguir fieles a sus principios – Agregó, estaba pensando en Anuar, el pintor que había conocido hacía ya casi 6 años en París, había sido un hombre extremadamente pobre pero nunca había dejado de soñar – Esta claro que Monsieur Henry tiene una excelente técnica que le permitiría destacar frente a otros artistas, con un poco de suerte algún crítico de arte lo podría recomendar y sus cuadros podrían ser expuestos en el museo para que la clase más afortunada de la ciudad pudiese apreciarlos – Le explicó, así era como funcionaban las cosas en ese mundo – Una vez en el museo, nadie pondría en duda el valor de sus cuadros, pues la gente tienda a creer que sólo porque las obras son exhibidas en el museo, su precio es alto -

Meneó con la cabeza mirando de soslayo el cuadro, el nivel de detalle era bastante bueno, Soren había visto demasiadas pinturas en sus casi 300 años de vida y esos cuadros fácilmente podrían estar entre las mejores, sin embargo la temática era bastante controversial y sabía que la iglesia nunca permitiría que cuadros con ese tipo de mensaje negativo fueran exhibidos para la audiencia pública.

- Sin embargo el mensaje... - Meneó la cabeza una vez más y tomó la taza de té entre sus lánguidos dedos – La temática es demasiado controversial, la iglesia nunca permitiría que fueran colgados en el museo – Concluyó posando sus irises azules en ella una vez más – No quiero sonar demasiado entrometido pero... ¿Usted que opina de la temática?¿Porqué le han llamado la atención en particular? -

Estaba de acuerdo con las palabras de su invitado. Mantenerse fiel a los principios era el modo de vida de Walkyria, aún cuando a veces debía morderse la lengua y aparentar ante la sociedad con el fin de mantener activo su negocio y no dejar desamparadas a las familias que vivían de ello. La vida ya había sido suficientemente dura con ella para tener que seguir sometida a los demás, de modo que en el momento que se quedó viuda dejaron de importarle los comentarios hacia su persona. Sobre su mudanza, la forma de "regalar" su fortuna, no aceptar la presencia de hombres en su hogar... Lo que opinaran los demás era algo que dejó de importarle hacía mucho.

Le dejó hablar hasta haber finalizado su opinión acerca de Henry, su artista favorito, antes de responder. - Es cierto, jamás le dejarían exponer, lo cual es una verdadera pena. Vivimos en una sociedad con una doble moral muy marcada, algo que difícilmente puede ser revocado. - Dio otro sorbo, pensativa, incluso preocupada al pensar en Henry. - Aunque los admitieran... no sé nada de él desde aquel día. Jamás he vuelto a verle y su vida es un completo misterio para mí. Me gustaría saber qué es de él hoy en día, pero no tengo modo de saberlo, el único vínculo es el hombre a quien le compré sus obras, pero no tenía mucha información.

Le miró de soslayo cuando preguntó acerca de su opinión personal. Aquello volvió a tensarla, pues su mente desconfiada empezó a darle vueltas a qué motivo podría tener su invitado para querer saber aquello. ¿Fue a caso enviado por alguno de los socios de la empresa del fallecido Vastavond? Tal vez en un intento de encontrar algo que utilizar en su contra para expulsarla del negocio. Clavó sus oscuros ojos en él mientras dejaba la taza. - Esos cuadros reflejan perfectamente la sociedad que me ha tocado conocer. Conozco la oscuridad, el significado entre líneas que puede leerse en los detalles que esconde. Para mí son reflejos de mi pasado, además de uno de los pocos buenos recuerdos que aguardo de mi infancia.

Permaneció en silencio unos segundos sin perder detalle en la expresividad de su invitado. Sin duda era poca, parecía contenerse aunque desconocía por qué. - ¿Qué opina usted, señor Kaarkarogf? ¿Comparte el mensaje que Henry quería transmitir a través de su arte?

Soren nunca fue una persona intuitiva que pudiera leer fácilmente las expresiones y las intenciones de otros cuando estaba vivo, ese tipo de perspicacia, la había heredado Casper de su madre, por eso se convertiría en un excelente negociante y beneficiaría enormemente al pequeño Feudo donde vivían. Convertido en Vampiro no era muy distinto, a pesar de que su condición le permitía sentir ciertas cosas que le daban pistas sobre los sentimientos de su interlocutora. Por ejemplo notó cierto cambio en el latido de su corazón, como si estuviera más tensa con su pregunta, su mirada era la mirada de una presa que está a la defensiva, Soren había visto esa mirada antes en sus víctimas.

-Mmm es una pregunta comprometedora – Comentó y se llevó la mano al mentón – Es ese tipo de preguntas en las que, sabes que tipo de respuesta la gente quiere escuchar – Alzó la mirada, sus ojos azules tan claros como el cielo en pleno medio día – Como historiador, he visto como la religión influye en el arte, he visto centenares de obras basadas en pasajes bíblicos haciendo alusión a la Cristianidad así que soy una persona tolerante en cuanto a cuestiones religiosas... sin embargo – Se detuvo unos segundos y volvió su vista hacía los cuadros de Henry.

-Cada persona experimenta la religión y en particular a la iglesia de manera diferente, esta claro que Monsieur Henry conoció Sacerdotes corruptos y plasmó sus ideas en esos cuadros – Indicó y volvió su mirada a Valkiria - ¿Pero que pienso yo de la iglesia? - Dejó escapar un bufido – Tengo que decir que... la maldad existe en todos nosotros, la capacidad de hacer herir a otros de aprovecharnos de los débiles... todo está en la naturaleza humana, los sacerdotes y las monjas... bueno, son humanos también, aunque intenten controlar ciertos impulsos bajo su fe – Bebió otro sorbo de té y se quedó pensativo por unos momentos.

– Por lo tanto... no me sorprende, como le decía, el sadismo y las depravaciones sexuales son casi que...naturales en el ser humano, sin importar a lo que se dedique, ni siquiera la iglesia se salva de ello, el verdadero problema es que la iglesia condena esas depravaciones y acusa a otros de brujería o blasfemia... cuando aún dentro de la misma institución hay gente llevando a cabo esas prácticas – Estaba pensando en la inquisición en como torturaban brujas y gitanos por ser diferentes y un escalofrío le recorrió la espalda de tan sólo pensar que el podía ser víctima de la inquisición si no era cuidadoso.