AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Quiet dog [Ayashe]
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Quiet dog [Ayashe]
Al abrir los ojos, Roxanne se dio cuenta de que no se encontraba con la manada, ¿Cómo es que se separó de ellos en primer lugar?.
– Demonios… – susurró para si mientras trataba de mover su dolorido cuerpo. Las lunas llenas eran algo a lo que ya debería de estar acostumbrada, aun así parecía no importar cuanto tiempo pasará, su cuerpo seguía siendo demasiado débil a los cambios. Con pesadez y dificultad, la loba comenzó a moverse, acostumbrando su cuerpo nuevamente a la figura humana y a sus movimientos. Necesitaba ser capaz de levantarse de aquel lugar donde se encontraba y ponerse en marcha, era necesario pues que diera con la manada ya que de seguro, su querido líder estaría preocupado por ella. Esa clase de descuidos o situaciones les pasaban a otros miembros de la manada, pero nunca a ella, cosa que le alertaba pues probablemente algo anduviese mal.
Después de permanecer varios minutos en el suelo del bosque, estirando su cuerpo, Roxanne fue finalmente capaz de levantarse. La desnudez de su cuerpo no era un problema, a menos claro que se encontrase con algún humano que encontrará extraño ese hecho, de toparse con algún sobre natural, las explicaciones estarían de sobra. Con calma, debido a la pesadez de su cuerpo, la loba inició su andanza, olisqueando el aire para esperar dar con el aroma de los suyos. ¿Qué le diría a Dacian qué le sucedió? Bueno, ya saltaría ese obstáculo cuando llegará a él. Siguiendo entonces el ligero rastro que dejará la manada, Roxanne se interno mucho más profundo en el bosque, allá en las zonas donde sentía que se encontraba completamente segura; el único problema era que realmente nunca se estaba seguro.
Caminando por un claro y sin darse cuenta de que lo que más adelante se encontraba, Roxanne pisó una trampa para osos que se cerró al instante en una de sus piernas, ocasionándole un terrible daño. Un grito de dolor salió de sus labios mientras que caía al suelo. Era una distraída, ¿Cómo era posible que tantas desgracias le estuviesen ocurriendo aquel día? Pero de entre todas las desgracias, caer en una trampa era de las peores pues podía ser una hecha por cazadores o inquisidores. Con desesperación y tratando de ignorar el dolor punzante en su pierna, Roxanne se movió para tratar de con sus manos abrir la trampa. Gritó ante el dolor que experimentaba, pues no era algo que pudiera evitarse. Tras dos minutos de esfuerzo y sufrimiento, la loba fue capaz de liberar su pierna. El daño era demasiado, su habilidad acelerada de curación tardaría algunas horas en surtir efecto mientras tanto, debía moverse tanto como le fuera posible, esconderse de quien fuera a llegar a revisar las trampas o de quien en su defecto, la hubiera escuchado gritar.
La licantropa se puso de pie con todo el dolor que eso significaba y arrastrando la pierna, busco por donde sería más prudente alejarse. Sabía que no tenía mucho tiempo, no quería ser encontrada por nadie, deseaba alejarse aunque los deseos no siempre se vuelven realidad.
– Demonios… – susurró para si mientras trataba de mover su dolorido cuerpo. Las lunas llenas eran algo a lo que ya debería de estar acostumbrada, aun así parecía no importar cuanto tiempo pasará, su cuerpo seguía siendo demasiado débil a los cambios. Con pesadez y dificultad, la loba comenzó a moverse, acostumbrando su cuerpo nuevamente a la figura humana y a sus movimientos. Necesitaba ser capaz de levantarse de aquel lugar donde se encontraba y ponerse en marcha, era necesario pues que diera con la manada ya que de seguro, su querido líder estaría preocupado por ella. Esa clase de descuidos o situaciones les pasaban a otros miembros de la manada, pero nunca a ella, cosa que le alertaba pues probablemente algo anduviese mal.
Después de permanecer varios minutos en el suelo del bosque, estirando su cuerpo, Roxanne fue finalmente capaz de levantarse. La desnudez de su cuerpo no era un problema, a menos claro que se encontrase con algún humano que encontrará extraño ese hecho, de toparse con algún sobre natural, las explicaciones estarían de sobra. Con calma, debido a la pesadez de su cuerpo, la loba inició su andanza, olisqueando el aire para esperar dar con el aroma de los suyos. ¿Qué le diría a Dacian qué le sucedió? Bueno, ya saltaría ese obstáculo cuando llegará a él. Siguiendo entonces el ligero rastro que dejará la manada, Roxanne se interno mucho más profundo en el bosque, allá en las zonas donde sentía que se encontraba completamente segura; el único problema era que realmente nunca se estaba seguro.
Caminando por un claro y sin darse cuenta de que lo que más adelante se encontraba, Roxanne pisó una trampa para osos que se cerró al instante en una de sus piernas, ocasionándole un terrible daño. Un grito de dolor salió de sus labios mientras que caía al suelo. Era una distraída, ¿Cómo era posible que tantas desgracias le estuviesen ocurriendo aquel día? Pero de entre todas las desgracias, caer en una trampa era de las peores pues podía ser una hecha por cazadores o inquisidores. Con desesperación y tratando de ignorar el dolor punzante en su pierna, Roxanne se movió para tratar de con sus manos abrir la trampa. Gritó ante el dolor que experimentaba, pues no era algo que pudiera evitarse. Tras dos minutos de esfuerzo y sufrimiento, la loba fue capaz de liberar su pierna. El daño era demasiado, su habilidad acelerada de curación tardaría algunas horas en surtir efecto mientras tanto, debía moverse tanto como le fuera posible, esconderse de quien fuera a llegar a revisar las trampas o de quien en su defecto, la hubiera escuchado gritar.
La licantropa se puso de pie con todo el dolor que eso significaba y arrastrando la pierna, busco por donde sería más prudente alejarse. Sabía que no tenía mucho tiempo, no quería ser encontrada por nadie, deseaba alejarse aunque los deseos no siempre se vuelven realidad.
Última edición por Roxanne Aimerich el Jue Jul 14, 2016 9:57 pm, editado 1 vez
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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Re: Quiet dog [Ayashe]
Detrás de unos setos, la joven convertida en loba acechaba a una cierva que pastaba tranquilamente junto a su cervatillo. Su compañero, el lobo, esperaba la señal escondido en unos arbustos de enfrente, tan quieto como ella. Se habían colocado ambos de tal manera que el viento no llevase su olor hasta los venados. De no ser así habrían salido corriendo en cuanto los hubieran detectado.
Acomodó las patas delanteras clavándolas más sobre las hojas del suelo. Su corazón latía de manera rápida, algo a lo que nunca se terminaba de acostumbrar. Ir de cacería siempre le gustaba, pero, por muchas veces que lo repitiese, siempre se ponía nerviosa. Percibió los movimientos de lobo frente a ella y cómo la cierva levantó la cabeza en su dirección, curiosa por el sonido de las ramas de los arbustos. «Espera» le dijo de esa manera en la que sólo ellos sabían comunicarse. Él estaba tan nervioso como ella, pero su instinto animal no le dejaba encontrar el momento adecuado. Si fuera por él, habría saltado sobre la cría hacia tiempo. Ayashe, a pesar de tener un cuerpo de animal, conservaba la mente de un humano, capaz de razonar y buscar estrategias más elaboradas.
La cierva volvió a bajar la cabeza y fue entonces cuando la chica vio su oportunidad. «Ahora» le dijo al lobo y, cuando fue a abalanzarse sobre la cría, un grito lejano los alertó a todos. Los dos ciervos salieron corriendo despavoridos y ella, haciendo caso omiso del alarido, salió detrás de ellos. Pronto se dio cuenta de que sería imposible darles caza, y más estando ella sola: el lobo se había quedado detrás, mirando en la dirección del sonido. Ayashe se transformó de nuevo en humana y maldijo aquel fallo con todas las palabras que conocía. Cogió una piña del suelo y la lanzó lejos, dándose la vuelta después y volviendo junto a su compañero.
Alguien había estropeado su jornada de caza. Chasqueó los dedos y comenzó a caminar siguiendo el sonido. El grito de dolor había dado paso a un sonido extraño, como si algo estuviera siendo arrastrado por el suelo. Pocos minutos después encontró una trampa llena de sangre y un reguero que se alejaba del lugar. Lo siguió despacio, cautelosa, seguida del lobo, que no apartaba el hocico de su mano. Pocos metros más adelante vio a la mujer que había caído en la trampa. Dio un rodeo por detrás de los árboles y se plantó frente a ella, obligándola a detenerse. El lobo se puso detrás, olfateando el aire. Había detectado el olor de la sangre.
—Has espantado a mi cena —dijo, cruzándose de brazos. Se fijó más en ella: tenía algo que la hacía distinta a el resto de humanos que había visto antes. No era como ella, pero tampoco era un humano corriente. Miró su pierna y sintió dolor en la suya propia—. ¿Cómo es que no has visto la trampa? —Señaló hacia atrás con la cabeza—. Lleva días allí y no muy bien escondida.
Acomodó las patas delanteras clavándolas más sobre las hojas del suelo. Su corazón latía de manera rápida, algo a lo que nunca se terminaba de acostumbrar. Ir de cacería siempre le gustaba, pero, por muchas veces que lo repitiese, siempre se ponía nerviosa. Percibió los movimientos de lobo frente a ella y cómo la cierva levantó la cabeza en su dirección, curiosa por el sonido de las ramas de los arbustos. «Espera» le dijo de esa manera en la que sólo ellos sabían comunicarse. Él estaba tan nervioso como ella, pero su instinto animal no le dejaba encontrar el momento adecuado. Si fuera por él, habría saltado sobre la cría hacia tiempo. Ayashe, a pesar de tener un cuerpo de animal, conservaba la mente de un humano, capaz de razonar y buscar estrategias más elaboradas.
La cierva volvió a bajar la cabeza y fue entonces cuando la chica vio su oportunidad. «Ahora» le dijo al lobo y, cuando fue a abalanzarse sobre la cría, un grito lejano los alertó a todos. Los dos ciervos salieron corriendo despavoridos y ella, haciendo caso omiso del alarido, salió detrás de ellos. Pronto se dio cuenta de que sería imposible darles caza, y más estando ella sola: el lobo se había quedado detrás, mirando en la dirección del sonido. Ayashe se transformó de nuevo en humana y maldijo aquel fallo con todas las palabras que conocía. Cogió una piña del suelo y la lanzó lejos, dándose la vuelta después y volviendo junto a su compañero.
Alguien había estropeado su jornada de caza. Chasqueó los dedos y comenzó a caminar siguiendo el sonido. El grito de dolor había dado paso a un sonido extraño, como si algo estuviera siendo arrastrado por el suelo. Pocos minutos después encontró una trampa llena de sangre y un reguero que se alejaba del lugar. Lo siguió despacio, cautelosa, seguida del lobo, que no apartaba el hocico de su mano. Pocos metros más adelante vio a la mujer que había caído en la trampa. Dio un rodeo por detrás de los árboles y se plantó frente a ella, obligándola a detenerse. El lobo se puso detrás, olfateando el aire. Había detectado el olor de la sangre.
—Has espantado a mi cena —dijo, cruzándose de brazos. Se fijó más en ella: tenía algo que la hacía distinta a el resto de humanos que había visto antes. No era como ella, pero tampoco era un humano corriente. Miró su pierna y sintió dolor en la suya propia—. ¿Cómo es que no has visto la trampa? —Señaló hacia atrás con la cabeza—. Lleva días allí y no muy bien escondida.
Ayashe- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/09/2015
Re: Quiet dog [Ayashe]
Mordiendo su propio labio para mitigar un poco el dolor de su pierna, Roxanne comenzó a alejarse de la maldita trampa que le hubiera lastimado. Para lo humanos comunes aquellas trampas eran muy practicas, habían sido diseñadas por ellos y seguramente ninguno de los suyos sería capaz de caer en una de ellas; para los animales y sobrenaturales, las trampas eran objetos malditos. Los animales carecían de la compresión suficiente como para saber que de caer en una su destino estaba sellado, para los sobrenaturales quizás no significara completamente la muerte pero si la probabilidad de danzar con ella.
La licántropo se encontraba pues danzando con la muerte. Desconocía que tan cerca estaban quienes pusieron la trampa en primer lugar, sabía que el rastro de sangre que dejaba a su paso sería imposible de ignorar así que si la suerte estaba en su contra, pronto se vería rodeada de gente dispuesta a matarle y ella no podía permitirse morir sin decirle a Dacian todo lo que albergaba su corazón. Tratando entonces de apresurar el paso, Roxanne trastabillo en una piedra cayendo al suelo mientras contenía un nuevo grito.
De nuevo en el suelo del bosque, se preguntó si lo que experimentaba era un castigo o simplemente una prueba de vida. Lo más probable era que fuera la segunda opción. Sus transformaciones no eran algo sencillo, de hecho, siempre que volvía a su forma humana después de una noche de luna llena sentía que vivía en una especie de sueño. Sus reflejos eran malos, su percepción defectuosa, su olfato se bloqueaba por completo; por eso era que siempre se esforzaba por permanecer cerca de la manda, con todo y que su conciencia se perdiera por completo al llevar a la vida a la bestia que cargaba en el interior.
– Sea lo que seas, no pienso rendirme – aseguró al viento antes de incorporarse y reanudar su marcha.
Apenas había sido capaz de dar cerca de cinco pasos más cuando frente a ella apareció una figura femenina y junto a ella, un lobo que observaba fijamente a Roxanne. La repentina aparición no altero a la licántropo, la mujer que parecía frente a ella no tenía pinta de cazadora, inquisidora o siquiera de querer hacerle daño, eso aunque sus palabras resultaban algo rudas.
– Si bueno, no sabía que había alguien más cerca de mi y mucho menos que ese alguien estaba buscando cena – se encogió entonces de hombros – lo siento… – susurró sin más y dio otro paso. No tenía tiempo que perder y realmente necesitaba irse.
Cuando la desconocida menciono la trampa, Roxanne no pudo evitar sentirse apenada y mirar por encima de su hombro, en dirección a su propio rastro de sangre.
– Es que después de las lunas llenas, no me siento muy bien – se sinceró – por lo que me fue imposible ver la trampa – sonrió ligeramente, volviendo la mirada a la mujer – al menos no has sido tu quien cayo en ella y tampoco él – hizo una pausa – ¿Los dueños de la trampa están cerca? – cuestionó, esperando descubrir finalmente si la suerte estaba de su lado o no.
La licántropo se encontraba pues danzando con la muerte. Desconocía que tan cerca estaban quienes pusieron la trampa en primer lugar, sabía que el rastro de sangre que dejaba a su paso sería imposible de ignorar así que si la suerte estaba en su contra, pronto se vería rodeada de gente dispuesta a matarle y ella no podía permitirse morir sin decirle a Dacian todo lo que albergaba su corazón. Tratando entonces de apresurar el paso, Roxanne trastabillo en una piedra cayendo al suelo mientras contenía un nuevo grito.
De nuevo en el suelo del bosque, se preguntó si lo que experimentaba era un castigo o simplemente una prueba de vida. Lo más probable era que fuera la segunda opción. Sus transformaciones no eran algo sencillo, de hecho, siempre que volvía a su forma humana después de una noche de luna llena sentía que vivía en una especie de sueño. Sus reflejos eran malos, su percepción defectuosa, su olfato se bloqueaba por completo; por eso era que siempre se esforzaba por permanecer cerca de la manda, con todo y que su conciencia se perdiera por completo al llevar a la vida a la bestia que cargaba en el interior.
– Sea lo que seas, no pienso rendirme – aseguró al viento antes de incorporarse y reanudar su marcha.
Apenas había sido capaz de dar cerca de cinco pasos más cuando frente a ella apareció una figura femenina y junto a ella, un lobo que observaba fijamente a Roxanne. La repentina aparición no altero a la licántropo, la mujer que parecía frente a ella no tenía pinta de cazadora, inquisidora o siquiera de querer hacerle daño, eso aunque sus palabras resultaban algo rudas.
– Si bueno, no sabía que había alguien más cerca de mi y mucho menos que ese alguien estaba buscando cena – se encogió entonces de hombros – lo siento… – susurró sin más y dio otro paso. No tenía tiempo que perder y realmente necesitaba irse.
Cuando la desconocida menciono la trampa, Roxanne no pudo evitar sentirse apenada y mirar por encima de su hombro, en dirección a su propio rastro de sangre.
– Es que después de las lunas llenas, no me siento muy bien – se sinceró – por lo que me fue imposible ver la trampa – sonrió ligeramente, volviendo la mirada a la mujer – al menos no has sido tu quien cayo en ella y tampoco él – hizo una pausa – ¿Los dueños de la trampa están cerca? – cuestionó, esperando descubrir finalmente si la suerte estaba de su lado o no.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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Re: Quiet dog [Ayashe]
Nada más nombrar la luna llena supo qué era aquella joven que se acababa de lastimar. Era uno de ellos, esos seres que tan poco le gustaban a la cambiante. De pronto recordó la noche anterior. No había sido fácil para ellos dos. Tardaron más de la cuenta en volver y para cuando decidieron hacerlo era ya demasiado tarde. En su camino se encontraron con una manada de licántropos que lograron esquivar sin mayor dificultad, pero no tuvieron tanta suerte con un lobo solitario. Les siguió durante largo rato hasta que consiguieron darle esquinazo. Una vez llegaron a su cueva se escondieron hasta bien entrada la mañana, esperando no ser encontrados.
Desconocía cómo eran las transformaciones de los licántropos, jamás había visto a uno cambiar. Lo que sí recordaba eran sus primeras metamorfosis, tan descontroladas que se volvían seres impredecibles. Tras la primera, todos los jóvenes querían transformarse a voluntad de la misma manera que habían visto hacer a sus mayores, pero éstas sólo ocurrían en los momentos más inoportunos. La vuelta a la normalidad tampoco era bien recibida por ellos; solían sentirse mareados y perdían el equilibrio enseguida, acostumbrados a caminar sobre cuatro patas. Aprender a controlar las transformaciones, aunque sólo fuera durante un tiempo limitado, llevaba años de duro y continuo esfuerzo. Algunos tenían más facilidad que otros, pero el proceso era el mismo para todos. No era de extrañar que el de aquellos seres fuera parecido.
—Creo que no —contestó—. Pero no conviene que estemos por aquí. A veces aparecen perros buscando el rastro y no creo que les cueste mucho encontrar el tuyo.
La observó a ella y después su pierna. Tenía un aspecto horrible pero, si le pasaba como a ella, sanaría más rápido que a cualquier humano o animal. De haber sido el lobo quien cayera en la trampa lo más probable es que hubiera perdido la vida. Se agachó ligeramente para inspeccionar la herida y se irguió enseguida. Dio un par de pasos en su dirección con calma.
—Puedo acompañarte, hay alguna trampa más en el camino. —Señaló hacia atrás, en la misma dirección que seguía la licántropa—. Además, irás más rápido si te ayudo. Ven.
Se acercó a ella y, antes de pasar uno de los brazos de la joven por su cuello, agitó la tierra del suelo allí donde la sangre manchaba el terreno. Le dio un par de órdenes en su lengua al lobo, que siguió con el trabajo que ella había empezado mientras Ayashe sujetaba a la mujer y comenzaba a caminar. De vez en cuando miraba hacia atrás para comprobar el trabajo que estaba haciendo el can, que lo trataba como si fuera un juego.
—¿Has pasado la noche sola? —le preguntó, curiosa. Quizá fuera ella la bestia que les siguió durante casi media noche—. Cuidado. —Esquivaron una piedra—. ¿Hacia dónde tienes que ir, exactamente?
Desconocía cómo eran las transformaciones de los licántropos, jamás había visto a uno cambiar. Lo que sí recordaba eran sus primeras metamorfosis, tan descontroladas que se volvían seres impredecibles. Tras la primera, todos los jóvenes querían transformarse a voluntad de la misma manera que habían visto hacer a sus mayores, pero éstas sólo ocurrían en los momentos más inoportunos. La vuelta a la normalidad tampoco era bien recibida por ellos; solían sentirse mareados y perdían el equilibrio enseguida, acostumbrados a caminar sobre cuatro patas. Aprender a controlar las transformaciones, aunque sólo fuera durante un tiempo limitado, llevaba años de duro y continuo esfuerzo. Algunos tenían más facilidad que otros, pero el proceso era el mismo para todos. No era de extrañar que el de aquellos seres fuera parecido.
—Creo que no —contestó—. Pero no conviene que estemos por aquí. A veces aparecen perros buscando el rastro y no creo que les cueste mucho encontrar el tuyo.
La observó a ella y después su pierna. Tenía un aspecto horrible pero, si le pasaba como a ella, sanaría más rápido que a cualquier humano o animal. De haber sido el lobo quien cayera en la trampa lo más probable es que hubiera perdido la vida. Se agachó ligeramente para inspeccionar la herida y se irguió enseguida. Dio un par de pasos en su dirección con calma.
—Puedo acompañarte, hay alguna trampa más en el camino. —Señaló hacia atrás, en la misma dirección que seguía la licántropa—. Además, irás más rápido si te ayudo. Ven.
Se acercó a ella y, antes de pasar uno de los brazos de la joven por su cuello, agitó la tierra del suelo allí donde la sangre manchaba el terreno. Le dio un par de órdenes en su lengua al lobo, que siguió con el trabajo que ella había empezado mientras Ayashe sujetaba a la mujer y comenzaba a caminar. De vez en cuando miraba hacia atrás para comprobar el trabajo que estaba haciendo el can, que lo trataba como si fuera un juego.
—¿Has pasado la noche sola? —le preguntó, curiosa. Quizá fuera ella la bestia que les siguió durante casi media noche—. Cuidado. —Esquivaron una piedra—. ¿Hacia dónde tienes que ir, exactamente?
Ayashe- Cambiante Clase Baja
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Re: Quiet dog [Ayashe]
El mayor temor de Roxanne en esos momentos era ser capturada y no volver a ver a su manada. Necesitaba de verdad hablar con Dacian, si bien fuera lo ultimo que logrará hacer, por eso era que se estaba forzando quizás de más en escapar de aquel lugar donde podría ser fácilmente encontrada. Claro que la dirección a seguir para su escape hubiera sido mucho más sencilla si su olfato le sirviera de manera decente, sin embargo, tan incapaz era de percibir algo que no pudo detectar antes la presencia del lobo o de la muchacha que con quien ahora hablaba. Aquel peculiar par no despertaban ninguna clase de alarma en su interior, de hecho, parecían de alguna manera pertenecer a la naturaleza y ser algo más cercano a Roxanne que los humanos comunes, motivo que llevo a la loba a expresar sin temor la situación que vivía durante las lunas.
Con vergüenza, dolor pero sobre todo necesidad de una respuesta, la licántropo interrogo a la muchacha aquella, solo para lanzar un suspiro de alivio al escucharla.
– Bueno, creo que podre mejor manejarme contra perros que contra humanos armados con plata – un escalofrió le recorrió el cuerpo solo de pensar en ser rodeada por cazadores o inquisidores además que dudaba que los perros o los humanos fueran a aparecer pronto, la presencia de la muchacha la hacía sentir segura respecto a eso – aunque claro, si puedo evitar toparme con los perros sería muy bueno – la licántropo dio otro paso, apretando la mandíbula para no emitir quejido alguno, solo que antes de dar el siguiente se quedo quieta, observando a la joven que se inclinaba para desde la distancia observar su herida. – No es tan grave como luce, es solo que como dije antes – se encogió de hombros – los efectos de la luna no son muy buenos para mi pero ya se pasara todo y sanare muy bien – aseguró con fuerza, pese a ignorar lo que ocurrió durante la noche.
En otra situación Roxanne se habría negado rotundamente a recibir ayuda. Ella no era una mujer débil, nunca lo había sido, aún así la supervivencia era lo más importante y la muchacha aquella no daba muestras de estarle tendiendo alguna trampa.
– Entonces te agradecería si es que puedes guiarme hasta un lugar que creas seguro – pidió avergonzada, dejando que su nueva acompañante de camino se acercara hasta ella y la ayudase a no dejar caer todo su peso en la pierna herida. Apenas y la muchacha se pasaba un brazo de Roxanne por el cuello, la licántropo pudo sentir como el dolor disminuía y una ligera sonrisa apareció en su rostro – Se siente mejor – dijo más para ella que para su acompañante, quien hablaba al lobo, criatura que rápidamente fue a mover la tierra donde la sangre de Roxanne antes cayera.
Observaba bastante fascinada al lobo cuando comenzaron a avanzar.
– Dudo que pasará toda la noche sola, más bien – dejó de mirar al lobo para ver a quien antes hablara con él – Debí alejarme de la manada – sonrió – pasa demasiado frecuentemente pero esta es la primera vez que me sucede a mi – chasqueo la lengua al esquivar, no sin dificultad, la roca que le era señalada – y la verdad es que solo quiero ir a donde no puedan encontrarme quienes pusieron las trampas, necesito curarme y sentirme mejor para poder identificar el rastro de mi manada, así que cualquier lugar que creas seguro será bueno para mi – con curiosidad, la loba volvió la mirada para observar nuevamente al perro y después de la muchacha – No eres como yo, pero tampoco eres tan diferente ¿Verdad? – cuestiono aunque ya sospechaba lo que aquella muchacha era en realidad– ¿Cómo es que hablas con él? Es la primera vez que veo a alguien hacerlo – dijo refiriéndose en esa ocasión al lobo.
Con vergüenza, dolor pero sobre todo necesidad de una respuesta, la licántropo interrogo a la muchacha aquella, solo para lanzar un suspiro de alivio al escucharla.
– Bueno, creo que podre mejor manejarme contra perros que contra humanos armados con plata – un escalofrió le recorrió el cuerpo solo de pensar en ser rodeada por cazadores o inquisidores además que dudaba que los perros o los humanos fueran a aparecer pronto, la presencia de la muchacha la hacía sentir segura respecto a eso – aunque claro, si puedo evitar toparme con los perros sería muy bueno – la licántropo dio otro paso, apretando la mandíbula para no emitir quejido alguno, solo que antes de dar el siguiente se quedo quieta, observando a la joven que se inclinaba para desde la distancia observar su herida. – No es tan grave como luce, es solo que como dije antes – se encogió de hombros – los efectos de la luna no son muy buenos para mi pero ya se pasara todo y sanare muy bien – aseguró con fuerza, pese a ignorar lo que ocurrió durante la noche.
En otra situación Roxanne se habría negado rotundamente a recibir ayuda. Ella no era una mujer débil, nunca lo había sido, aún así la supervivencia era lo más importante y la muchacha aquella no daba muestras de estarle tendiendo alguna trampa.
– Entonces te agradecería si es que puedes guiarme hasta un lugar que creas seguro – pidió avergonzada, dejando que su nueva acompañante de camino se acercara hasta ella y la ayudase a no dejar caer todo su peso en la pierna herida. Apenas y la muchacha se pasaba un brazo de Roxanne por el cuello, la licántropo pudo sentir como el dolor disminuía y una ligera sonrisa apareció en su rostro – Se siente mejor – dijo más para ella que para su acompañante, quien hablaba al lobo, criatura que rápidamente fue a mover la tierra donde la sangre de Roxanne antes cayera.
Observaba bastante fascinada al lobo cuando comenzaron a avanzar.
– Dudo que pasará toda la noche sola, más bien – dejó de mirar al lobo para ver a quien antes hablara con él – Debí alejarme de la manada – sonrió – pasa demasiado frecuentemente pero esta es la primera vez que me sucede a mi – chasqueo la lengua al esquivar, no sin dificultad, la roca que le era señalada – y la verdad es que solo quiero ir a donde no puedan encontrarme quienes pusieron las trampas, necesito curarme y sentirme mejor para poder identificar el rastro de mi manada, así que cualquier lugar que creas seguro será bueno para mi – con curiosidad, la loba volvió la mirada para observar nuevamente al perro y después de la muchacha – No eres como yo, pero tampoco eres tan diferente ¿Verdad? – cuestiono aunque ya sospechaba lo que aquella muchacha era en realidad– ¿Cómo es que hablas con él? Es la primera vez que veo a alguien hacerlo – dijo refiriéndose en esa ocasión al lobo.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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Re: Quiet dog [Ayashe]
Cuando la sujetó para ayudarla a caminar, Ayashe sintió que el cuerpo de la joven se relajaba un poco, síntoma de que su pierna le dolía más de lo que parecía. Aquellas trampas estaban diseñadas para atrapar a un animal con una fuerza extraordinaria, haciéndolo vulnerable ante el humano, un ser que sólo contaba con su inteligencia para sobrevivir. Era asombroso que hubiera podido caminar aquellos metros sola, pero más increible era que no hubiera perdido la pierna al quedar atrapada.
—Mmm —gruñó, pensando dónde llevarla—. Un poco más adelante hay una oquedad en la roca, no está muy lejos. Allí podremos sentarnos hasta que te recuperes y sabremos enseguida si llegan perros —decidió confiada—. Él se encargará de ahuyentarlos en caso de que nos encuentren.
Ayashe no era una mujer que confiara plenamente en los demás, por lo que aquel arrebato de compasión para con la loba era algo bastante inusual. Sus relaciones con el resto de seres humanos habían sido muy negativas, salvo por la mujer que la cuidó como a una hija, la única que había conseguido conocer la parte cariñosa de la cambiante. Aquella licántropa, sin embargo, no le suponía una amenaza. Podía ser sólo por el hecho de que estaba en inferioridad debido a la herida, pero, aunque estuviera en plena forma, sabía que aquella joven no le haría nada, al menos en su forma humana.
—Seguro que tu manada no está lejos. Anoche me crucé con una —comentó— y después con un lobo solitario. Supongo que se alejaría también de la suya —supuso. Desconocía completamente los hábitos de aquella gente tan similar a ella, pero tan distinta a la vez. Detectó el olor de la muchacha y se dio cuenta de que no era el mismo del licántropo que la siguió a ella y al can que iba por detrás. Ni siquiera sabía si ella estuvo por los alrededores de su cueva con su manada, o si estuvieron en aquel bosque.
—Te has dado cuenta, ¿verdad? —comentó después, divertida—. Tienes razón, no somos tan diferentes. —Sonrió a la joven, algo inusual en ella—. En realidad, sólo entiende algunas palabras. Se guía más por los gestos, pero suelo hablarle por costumbre. —Se encogió de hombros—. Se podría decir que él es mi manada, y yo la suya. Cuidamos el uno del otro —añadió después—. Es ahí.
Señaló con la cabeza hacia el frente, a un lugar donde la erosión del agua y el viento había abierto una hendidura en la roca. No era una caverna, más bien se trataba de un hueco semicircular que parecía haber sido excavado con el dedo por un gigante. La piedra hacía una especie de techo en la parte superior, con lo que era un buen refugio tanto si hacía sol como si llovía. También había rocas sueltas que hacían las veces de bancos, y en los alrededores se podían encontrar arbustos de sabrosas bayas comestibles. Sí, aquel era el lugar perfecto para esperar a que Roxanne recuperara la pierna. Ayashe caminó con ella hasta estar bajo el amparo de la pared y la sentó en una piedra. Ella se colocó a su lado y el lobo se les unió enseguida. Se tumbó frente a las dos y se quedó mirándolas de manera alterna. Tampoco sentía peligro ante la licántropa.
—Aquí podemos esperar a que sane la herida, o al menos hasta que puedas andar —dijo agachándose de nuevo para mirar la pierna. Se había curado ligeramente, pero todavía tenía un aspecto doloroso—. A pesar de todo, has tenido suerte de no haber perdido la pierna, o algo peor. —Se acomodó en el sitio—. ¿Es muy grande tu manada?
—Mmm —gruñó, pensando dónde llevarla—. Un poco más adelante hay una oquedad en la roca, no está muy lejos. Allí podremos sentarnos hasta que te recuperes y sabremos enseguida si llegan perros —decidió confiada—. Él se encargará de ahuyentarlos en caso de que nos encuentren.
Ayashe no era una mujer que confiara plenamente en los demás, por lo que aquel arrebato de compasión para con la loba era algo bastante inusual. Sus relaciones con el resto de seres humanos habían sido muy negativas, salvo por la mujer que la cuidó como a una hija, la única que había conseguido conocer la parte cariñosa de la cambiante. Aquella licántropa, sin embargo, no le suponía una amenaza. Podía ser sólo por el hecho de que estaba en inferioridad debido a la herida, pero, aunque estuviera en plena forma, sabía que aquella joven no le haría nada, al menos en su forma humana.
—Seguro que tu manada no está lejos. Anoche me crucé con una —comentó— y después con un lobo solitario. Supongo que se alejaría también de la suya —supuso. Desconocía completamente los hábitos de aquella gente tan similar a ella, pero tan distinta a la vez. Detectó el olor de la muchacha y se dio cuenta de que no era el mismo del licántropo que la siguió a ella y al can que iba por detrás. Ni siquiera sabía si ella estuvo por los alrededores de su cueva con su manada, o si estuvieron en aquel bosque.
—Te has dado cuenta, ¿verdad? —comentó después, divertida—. Tienes razón, no somos tan diferentes. —Sonrió a la joven, algo inusual en ella—. En realidad, sólo entiende algunas palabras. Se guía más por los gestos, pero suelo hablarle por costumbre. —Se encogió de hombros—. Se podría decir que él es mi manada, y yo la suya. Cuidamos el uno del otro —añadió después—. Es ahí.
Señaló con la cabeza hacia el frente, a un lugar donde la erosión del agua y el viento había abierto una hendidura en la roca. No era una caverna, más bien se trataba de un hueco semicircular que parecía haber sido excavado con el dedo por un gigante. La piedra hacía una especie de techo en la parte superior, con lo que era un buen refugio tanto si hacía sol como si llovía. También había rocas sueltas que hacían las veces de bancos, y en los alrededores se podían encontrar arbustos de sabrosas bayas comestibles. Sí, aquel era el lugar perfecto para esperar a que Roxanne recuperara la pierna. Ayashe caminó con ella hasta estar bajo el amparo de la pared y la sentó en una piedra. Ella se colocó a su lado y el lobo se les unió enseguida. Se tumbó frente a las dos y se quedó mirándolas de manera alterna. Tampoco sentía peligro ante la licántropa.
—Aquí podemos esperar a que sane la herida, o al menos hasta que puedas andar —dijo agachándose de nuevo para mirar la pierna. Se había curado ligeramente, pero todavía tenía un aspecto doloroso—. A pesar de todo, has tenido suerte de no haber perdido la pierna, o algo peor. —Se acomodó en el sitio—. ¿Es muy grande tu manada?
Ayashe- Cambiante Clase Baja
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Re: Quiet dog [Ayashe]
Se encontraba verdaderamente agradecida por la ayuda que recibía, esa que sin duda alguna le daba muchas más posibilidades de lograr salir del bosque y encontrarse con los suyos, a quienes reprendería apenas viera por haberla abandonado, aunque claro, sabía que al notar su ausencia seguramente algunos estaban ya buscándole. Aun intuyendo que su manada podía estarla buscando, lo mejor era encontrar un refugio y recuperarse lo más que pudiera, motivo que la llevó a aceptar la ayuda de la muchacha que observaba el bosque frente a ellas.
– Perfecto entonces. Tú y él conocen este lugar mucho más que yo así que les seguiré a donde indiquen que sea seguro – aseguró ya con un animo mucho mejor. La pierna ya no le lastimaba tanto y eso era una ventaja tanto para su curación como para el humor de la loba.
Recargándose en el cuerpo ajeno al caminar, Roxanne notó como es que avanzaban mucho más rápido. Definitivamente era una ventaja tener a alguien que te ayudara cuando las cosas no iban muy bien, sin embargo, la licántropo no tenía muchas personas con las cuales contar. Su familia sanguínea seguramente prefería verla muerta, muchos miembros de su manada la envidiaban y quizás el único que realmente se preocupaba por ella era Dacian, pero al estar con aquella muchacha de aspecto salvaje, Roxanne sentía de cierta manera que no estaba tan sola en el mundo como ella se lo pensaba.
Al escuchar a la chica mencionar a una manada, no pudo evitar soltar una risita divertida.
– La manada con la que te topaste seguramente éramos nosotros, incluso me arriesgo a decir que el lobo solitario también era uno de los nuestros – aseguró observado de reojo a la joven – siempre se queda algún rezagado – se encogió de hombros y miró su pierna herida – aunque generalmente no regresan con heridas como la mía – hizo una pausa, percatándose entonces de algo que hasta ese momento omitía – ¿Te causamos problemas? Espero que no pero de haberlos causados te pido una disculpa. Somos completamente inconscientes de nuestros actos cuando estamos bajo el poder de la luna llena, de hecho, lo único que tengo seguro que hacemos en ese estado es seguir al alfa de la manada – y ella no estaba segura de cómo era que lograban aquello, pero ya bastantes años de experiencia la habían llevado a corroborar eso, claro que con los lobos solitarios la cosa funcionaba diferente.
Cuando Roxanne no pudo mantener más en silencio sus inquietudes, interrogó a la muchacha respecto a lo que era.
– Es algo difícil no darse cuenta – admitió apenada por quizás estar entrando en territorio que no le incumbía, sin embargo, sus temores fueron sosegados por la sonrisa de la joven. Escuchar que aquel lobo era la manada de quien le auxiliaba le hizo feliz. Ayashe y su compañero lobo demostraban que no era necesario estar rodeado de muchas personas para encontrar un hogar y entendimiento – Pues son una gran manada, hacen buen equipo – pronunció aquello antes de desviar su mirada del lobo a la roca que le era indicada.
El camino hasta aquella roca había sido más corto y llevadero de lo que Roxanne pensó en un principio, aún así, en el momento en que pudo finalmente sentarse sobre la roca sintió como todo su cuerpo descansaba. Sentada se daba cuenta de que el daño en su pierna era sin duda terrible.
– Gracias, este lugar es asombroso – apartó la mirada de su pierna para admirar la manera en que la roca había sido transformada por la naturaleza. Una sonrisa apareció en sus labios cuando Ayashe le mencionó a la suerte – Al parecer toda mi vida se trata de suerte y la pierna no esta tan mal, me las he visto peores – y aunque su voz sonaba bastante animada, sus ojos dejaban entrever tanto la tristeza como el dolor que ella cargaba siempre en el alma. Pronto desterró los recuerdos dolorosos de su mente para desviarlos a algo que la volvía feliz, su manada actual – Somos bastantes si, aunque en su mayoría son hombres – rodó los ojos – Es tan complicado convivir con ellos algunas veces, pero una termina aprendiendo como tratarlos y hacer que se alejen de ti – lo cual era su manera más sutil de decir que nadie se atrevía a acercarse a ella por el pésimo carácter que se cargaba cuando estaba con ellos.
– Perfecto entonces. Tú y él conocen este lugar mucho más que yo así que les seguiré a donde indiquen que sea seguro – aseguró ya con un animo mucho mejor. La pierna ya no le lastimaba tanto y eso era una ventaja tanto para su curación como para el humor de la loba.
Recargándose en el cuerpo ajeno al caminar, Roxanne notó como es que avanzaban mucho más rápido. Definitivamente era una ventaja tener a alguien que te ayudara cuando las cosas no iban muy bien, sin embargo, la licántropo no tenía muchas personas con las cuales contar. Su familia sanguínea seguramente prefería verla muerta, muchos miembros de su manada la envidiaban y quizás el único que realmente se preocupaba por ella era Dacian, pero al estar con aquella muchacha de aspecto salvaje, Roxanne sentía de cierta manera que no estaba tan sola en el mundo como ella se lo pensaba.
Al escuchar a la chica mencionar a una manada, no pudo evitar soltar una risita divertida.
– La manada con la que te topaste seguramente éramos nosotros, incluso me arriesgo a decir que el lobo solitario también era uno de los nuestros – aseguró observado de reojo a la joven – siempre se queda algún rezagado – se encogió de hombros y miró su pierna herida – aunque generalmente no regresan con heridas como la mía – hizo una pausa, percatándose entonces de algo que hasta ese momento omitía – ¿Te causamos problemas? Espero que no pero de haberlos causados te pido una disculpa. Somos completamente inconscientes de nuestros actos cuando estamos bajo el poder de la luna llena, de hecho, lo único que tengo seguro que hacemos en ese estado es seguir al alfa de la manada – y ella no estaba segura de cómo era que lograban aquello, pero ya bastantes años de experiencia la habían llevado a corroborar eso, claro que con los lobos solitarios la cosa funcionaba diferente.
Cuando Roxanne no pudo mantener más en silencio sus inquietudes, interrogó a la muchacha respecto a lo que era.
– Es algo difícil no darse cuenta – admitió apenada por quizás estar entrando en territorio que no le incumbía, sin embargo, sus temores fueron sosegados por la sonrisa de la joven. Escuchar que aquel lobo era la manada de quien le auxiliaba le hizo feliz. Ayashe y su compañero lobo demostraban que no era necesario estar rodeado de muchas personas para encontrar un hogar y entendimiento – Pues son una gran manada, hacen buen equipo – pronunció aquello antes de desviar su mirada del lobo a la roca que le era indicada.
El camino hasta aquella roca había sido más corto y llevadero de lo que Roxanne pensó en un principio, aún así, en el momento en que pudo finalmente sentarse sobre la roca sintió como todo su cuerpo descansaba. Sentada se daba cuenta de que el daño en su pierna era sin duda terrible.
– Gracias, este lugar es asombroso – apartó la mirada de su pierna para admirar la manera en que la roca había sido transformada por la naturaleza. Una sonrisa apareció en sus labios cuando Ayashe le mencionó a la suerte – Al parecer toda mi vida se trata de suerte y la pierna no esta tan mal, me las he visto peores – y aunque su voz sonaba bastante animada, sus ojos dejaban entrever tanto la tristeza como el dolor que ella cargaba siempre en el alma. Pronto desterró los recuerdos dolorosos de su mente para desviarlos a algo que la volvía feliz, su manada actual – Somos bastantes si, aunque en su mayoría son hombres – rodó los ojos – Es tan complicado convivir con ellos algunas veces, pero una termina aprendiendo como tratarlos y hacer que se alejen de ti – lo cual era su manera más sutil de decir que nadie se atrevía a acercarse a ella por el pésimo carácter que se cargaba cuando estaba con ellos.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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Re: Quiet dog [Ayashe]
Para Ayashe, que hacía tiempo que había olvidado lo que era tener una compañía humana, las relaciones con otros seres de su especie le resultaban difíciles de llevar. En la sociedad en la que vivía, donde el protocolo era necesario para causar buena impresión, ella fallaba por todos los lados. Nadie, salvo la mujer que la tuvo en su casa, le había explicado qué era eso del protocolo, mucho menos cómo debía comportarse ante los demás. Por eso prefería la soledad del bosque y la compañía del lobo, aunque si era cierto que, de vez en cuando, echaba de menos poder hablar con sus semejantes. Claro que, la vida le había enseñado que no todos eran iguales. Por medio de golpes y huídas, había aprendido que algunos humanos no querían a los suyos entre ellos, y les daban caza sin pudor ni conciencia. Su escasa habilidad para relacionarse con los demás no era el único motivo por el que no lo hacía. El miedo a cruzarse con alguien que quisiera hacerle daño siempre estaba latente.
Encontrarse con aquella muchacha, sin embargo, no le había supuesto una amenaza. Y, al parecer, la propia Ayashe no suponía peligro alguno para la licántropa. Lobas las dos, pero de muy distintas naturalezas, caminaban juntas en busca de esa oquedad que la cambiante conocía. Una vez llegaron y Roxanne estuvo sentada, se sentó a su lado y se limitó a escuchar lo que contaba.
—¡Oh! No, no ocurrió nada —contestó—. Sólo nos tuvimos que desviar un poco, para evitar cruzarnos en el camino de aquel lobo y que él nos siguiera. Alguna vez nos ha pasado, y es difícil deshacerse de ellos.
Ella ya había imaginado que ellos no eran del todo conscientes de lo que hacían cuando estaban transformados. También había comprobado que eran algo más fuertes que ella, puesto que en alguna ocasión había tenido que pelear con alguno para ayudar a su compañero, pero no medían la fuerza que hacían ni la usaban de manera que fuera completamente favorable para ellos. Ella, cuando cambiaba su forma, seguía teniendo la mente lúcida y era capaz de calcular la situación y actuar en consecuencia. Si las cosas se ponían feas, tenía margen de maniobra y prever lo que su contrincante haría. Era sólo intuición, pero se mezclaban el instinto agudo de los animales con la inteligencia de los seres humanos. Una mezcla que le daba una ventaja considerable sobre el resto.
El lobo se acercó hasta donde ellas estaban y comenzó a olfatear a Roxanne. Ayashe suponía que el olor de la sangre le llamaba la atención, pero no se acercó a la pierna herida. Primero olió los alrededores y después se subió a la roca donde descansaban las chicas. Siguió olfateando a su alrededor, descubriendo el lugar.
—Sí, los chicos a veces son un poco complicados —comentó, riendo suavemente después—. Antes de vivir aquí, yo tenía otra manada. No de lobos como él, sino de gente como yo —aclaró—. Recuerdo que siempre querían demostrar lo fuertes que eran, así que casi siempre estaban peleándose e intentando retarnos a nosotras. Pero solíamos ser más astutas que ellos, y usábamos el entorno a favor. —El lobo terminó por acercarse a ellas y tumbarse cuan largo era entre las dos. Ayashe alargó la mano y le rascó detrás de las orejas, donde sabía que le gustaba. Él cerró los ojos y dejó que la cambiante siguiera—. Algunos no se lo tomaban como una ofensa, pero otros sí. Así que teníamos que ser un poco duras a veces y dejarles las cosas claras.
Era la primera vez que hablaba de lo que había sido su vida antes de llegar a Europa. En realidad, no se diferenciaba demasiado de la que llevaba ahora, salvo por las tiendas en las que vivía y la compañía. El bosque siempre había sido su morada, su pueblo había nacido en él y no conocía otra cosa mejor que aquellos árboles.
El lobo levantó la cabeza con las orejas en punta, mirando hacia un punto fijo tras unos matorrales. Movió el hocico, olfateando el aire, y se levantó muy suavemente, en posición de acecho. Se acercó hasta los matorrales y desapareció.
—Habrá detectado el rastro de algún animal, no será nada de lo que debamos preocuparnos. Si hay peligro, nos lo hará saber —tranquilizó a la licántropa. Ayashe conocía bien al lobo y sabía qué significaban los movimientos que hacía. Si no enseñaba los dientes, no había peligro—. Has dicho que no erais conscientes de lo que hacíais. ¿Qué es lo que recuerdas de tus transformaciones? —preguntó de pronto. A veces, la curiosidad de la joven era demasiado fuerte como para pararse a pensar si debía calmarla o no.
Encontrarse con aquella muchacha, sin embargo, no le había supuesto una amenaza. Y, al parecer, la propia Ayashe no suponía peligro alguno para la licántropa. Lobas las dos, pero de muy distintas naturalezas, caminaban juntas en busca de esa oquedad que la cambiante conocía. Una vez llegaron y Roxanne estuvo sentada, se sentó a su lado y se limitó a escuchar lo que contaba.
—¡Oh! No, no ocurrió nada —contestó—. Sólo nos tuvimos que desviar un poco, para evitar cruzarnos en el camino de aquel lobo y que él nos siguiera. Alguna vez nos ha pasado, y es difícil deshacerse de ellos.
Ella ya había imaginado que ellos no eran del todo conscientes de lo que hacían cuando estaban transformados. También había comprobado que eran algo más fuertes que ella, puesto que en alguna ocasión había tenido que pelear con alguno para ayudar a su compañero, pero no medían la fuerza que hacían ni la usaban de manera que fuera completamente favorable para ellos. Ella, cuando cambiaba su forma, seguía teniendo la mente lúcida y era capaz de calcular la situación y actuar en consecuencia. Si las cosas se ponían feas, tenía margen de maniobra y prever lo que su contrincante haría. Era sólo intuición, pero se mezclaban el instinto agudo de los animales con la inteligencia de los seres humanos. Una mezcla que le daba una ventaja considerable sobre el resto.
El lobo se acercó hasta donde ellas estaban y comenzó a olfatear a Roxanne. Ayashe suponía que el olor de la sangre le llamaba la atención, pero no se acercó a la pierna herida. Primero olió los alrededores y después se subió a la roca donde descansaban las chicas. Siguió olfateando a su alrededor, descubriendo el lugar.
—Sí, los chicos a veces son un poco complicados —comentó, riendo suavemente después—. Antes de vivir aquí, yo tenía otra manada. No de lobos como él, sino de gente como yo —aclaró—. Recuerdo que siempre querían demostrar lo fuertes que eran, así que casi siempre estaban peleándose e intentando retarnos a nosotras. Pero solíamos ser más astutas que ellos, y usábamos el entorno a favor. —El lobo terminó por acercarse a ellas y tumbarse cuan largo era entre las dos. Ayashe alargó la mano y le rascó detrás de las orejas, donde sabía que le gustaba. Él cerró los ojos y dejó que la cambiante siguiera—. Algunos no se lo tomaban como una ofensa, pero otros sí. Así que teníamos que ser un poco duras a veces y dejarles las cosas claras.
Era la primera vez que hablaba de lo que había sido su vida antes de llegar a Europa. En realidad, no se diferenciaba demasiado de la que llevaba ahora, salvo por las tiendas en las que vivía y la compañía. El bosque siempre había sido su morada, su pueblo había nacido en él y no conocía otra cosa mejor que aquellos árboles.
El lobo levantó la cabeza con las orejas en punta, mirando hacia un punto fijo tras unos matorrales. Movió el hocico, olfateando el aire, y se levantó muy suavemente, en posición de acecho. Se acercó hasta los matorrales y desapareció.
—Habrá detectado el rastro de algún animal, no será nada de lo que debamos preocuparnos. Si hay peligro, nos lo hará saber —tranquilizó a la licántropa. Ayashe conocía bien al lobo y sabía qué significaban los movimientos que hacía. Si no enseñaba los dientes, no había peligro—. Has dicho que no erais conscientes de lo que hacíais. ¿Qué es lo que recuerdas de tus transformaciones? —preguntó de pronto. A veces, la curiosidad de la joven era demasiado fuerte como para pararse a pensar si debía calmarla o no.
Ayashe- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/09/2015
Re: Quiet dog [Ayashe]
El bosque a su alrededor parecía caer en una calma que impresionaba a Roxanne. En todos sus años viviendo en lugares como aquel, nunca había experimentado un momento tan pacifico. Parecía ser que toda la naturaleza que rodeaba a las muchachas conspiraba para que ambas tuvieran una conversación sincera y amistosa, de hecho, tanto creía la licántropo que eso era lo que estaba ocurriendo que como si hablara con una vieja amiga comenzó a interrogar a quien le auxiliaba.
Un suspiro de alivio fluyo de los labios entreabiertos de la loba, pues lo último que hubiera querido sería saber que causaron inconvenientes a quienes ahora le ofrecían ayuda.
– Menos mal – una nueva sonrisa apareció en sus labios al escuchar lo que decía después la cambiante – Y si, una vez que te vuelves el foco de atención de un licántropo es muy complicado dejar de serlo, así que hicieron muy bien en salir de su camino – sabía como eran los de su raza, había visto el comportamiento de los licántropos desde antes de ser uno, todo debido a que nació y creció dentro de una manada, una demasiado exigente, una en la que ella prefería no pensar.
Desviando su atención del pasado, Roxanne comenzó a platicar sobre su manda repleta de hombres. De la manera en que era complicado convivir con ellos pero de lo mucho que le agradaba estar ahí. Su nueva manada después de todo, con subidas y bajadas fue su salvación. La loba sabía de ante mano que si su líder Dacian no hubiera llegado a ella, seguramente habría muerto en manos de su propio padre. Su mirada que hasta esos momentos estaba fija en su pierna, paso a observar al lobo que comenzaba a olisquearla con curiosidad. Aquel animal era de las criaturas más listas que ella veía y de hecho, le agradaba bastante, tanto como la muchacha que se sentaba a su lado.
– ¿Un poco? – miró de reojo a Ayashe antes de estallar en una carcajada que duro varios segundos. Una vez que la risa cedió, Roxanne deposito toda su atención en las palabras ajenas. Con el lobo tirado entre ambas, la cambiante contaba sobre las peleas que tenían con los hombres, como ellos se ofendían y como era que ellas usaban todo a su alrededor para salir airosas de los encuentros con ellos. Ayashe hablaba de cosas que le eran tan naturales que antes de darse cuenta ya estaba abriendo la boca – ¿Cómo era tu manada? ¿Tenían muchas mujeres? ¿Por qué la dejaste? – interrogó – Perdona, pregunte mucho pero me da curiosidad. Imagino tu manada justo como la mía.
Cuando el lobo entre ellas levantó las orejas, Roxanne miró en dirección a los bosques de manera automática, alarmada por lo que pudiera estar viniendo hasta ellas. Para su fortuna, Ayashe la tranquilizo al hacerle saber que no existía peligro.
– Disculpa, es una costumbre ya el alarmarme cada vez que veo algo inusual – y es que su manada era atacada constantemente, así que siempre estaban a la expectativa de lo que vendría por ellos.
La curiosidad en su acompañante la hizo sonreír.
– Soy consciente del todo cuando esta comenzando la transformación – pensó en el dolor que incluía esa parte y se estremeció ligeramente – después de eso no tengo memoria clara de las cosas, lo que puedo llegar a recordar viene a mi en fragmentos – se encogió de hombros – pero lo que llega es tan carente de sentido que no puedo discernir nada – después de pensar en si misma, observó fijo a la cambiante – tu si eres capaz de recordar, ¿verdad? Y, ¿Las transformaciones te duelen? – porque para ella, transformarse era un completo infierno.
Un suspiro de alivio fluyo de los labios entreabiertos de la loba, pues lo último que hubiera querido sería saber que causaron inconvenientes a quienes ahora le ofrecían ayuda.
– Menos mal – una nueva sonrisa apareció en sus labios al escuchar lo que decía después la cambiante – Y si, una vez que te vuelves el foco de atención de un licántropo es muy complicado dejar de serlo, así que hicieron muy bien en salir de su camino – sabía como eran los de su raza, había visto el comportamiento de los licántropos desde antes de ser uno, todo debido a que nació y creció dentro de una manada, una demasiado exigente, una en la que ella prefería no pensar.
Desviando su atención del pasado, Roxanne comenzó a platicar sobre su manda repleta de hombres. De la manera en que era complicado convivir con ellos pero de lo mucho que le agradaba estar ahí. Su nueva manada después de todo, con subidas y bajadas fue su salvación. La loba sabía de ante mano que si su líder Dacian no hubiera llegado a ella, seguramente habría muerto en manos de su propio padre. Su mirada que hasta esos momentos estaba fija en su pierna, paso a observar al lobo que comenzaba a olisquearla con curiosidad. Aquel animal era de las criaturas más listas que ella veía y de hecho, le agradaba bastante, tanto como la muchacha que se sentaba a su lado.
– ¿Un poco? – miró de reojo a Ayashe antes de estallar en una carcajada que duro varios segundos. Una vez que la risa cedió, Roxanne deposito toda su atención en las palabras ajenas. Con el lobo tirado entre ambas, la cambiante contaba sobre las peleas que tenían con los hombres, como ellos se ofendían y como era que ellas usaban todo a su alrededor para salir airosas de los encuentros con ellos. Ayashe hablaba de cosas que le eran tan naturales que antes de darse cuenta ya estaba abriendo la boca – ¿Cómo era tu manada? ¿Tenían muchas mujeres? ¿Por qué la dejaste? – interrogó – Perdona, pregunte mucho pero me da curiosidad. Imagino tu manada justo como la mía.
Cuando el lobo entre ellas levantó las orejas, Roxanne miró en dirección a los bosques de manera automática, alarmada por lo que pudiera estar viniendo hasta ellas. Para su fortuna, Ayashe la tranquilizo al hacerle saber que no existía peligro.
– Disculpa, es una costumbre ya el alarmarme cada vez que veo algo inusual – y es que su manada era atacada constantemente, así que siempre estaban a la expectativa de lo que vendría por ellos.
La curiosidad en su acompañante la hizo sonreír.
– Soy consciente del todo cuando esta comenzando la transformación – pensó en el dolor que incluía esa parte y se estremeció ligeramente – después de eso no tengo memoria clara de las cosas, lo que puedo llegar a recordar viene a mi en fragmentos – se encogió de hombros – pero lo que llega es tan carente de sentido que no puedo discernir nada – después de pensar en si misma, observó fijo a la cambiante – tu si eres capaz de recordar, ¿verdad? Y, ¿Las transformaciones te duelen? – porque para ella, transformarse era un completo infierno.
Roxanne Aimerich- Licántropo Clase Baja
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