El día más feliz de mi vida.

por **Kim Chessire** Lun Abr 18, 2016 1:32 pm

Desde chiquilla siempre he soñado que un rico y apuesto hombre se enamoraría de mi, y que yo, esquivando a posta sus proposiciones acabaría aceptando cederle mi mano en matrimonio.
Cuán equivocada estaba.

28 de mayo de 1583. Alta, Noruega.

Ya iba vestida de blanco, con el vestido de la boda de madre, que se adaptaba y relucía todos mis atributos de joven de diecisiete años. El apuesto joven que me desposaría resultó ser un chico diez años mayor que yo, mujeriego, borracho e insoportable. Sin embargo, padre dijo que sería un honor para él que me desposase ya que entonces compartiríamos las riquezas de aquella familia de clase alta.

Madre retocaba mi peinado y lo adornaba con pedrería que perteneció a la madre de su madre y que todas han llevado en sus nupcias.
Sin embargo, mis mejillas que siempre estaban sonrosadas, necesitaron gran cantidad de colorete aquel día. La luz de mi cara se había apagado, estaba triste.
El día con el que soñaba desde niña no era ni por asomo el mejor de mi vida.
Cuando vi mi reflejo, vi una novia joven con toda la vida por delante que se lale estaba concediendo a un desconocido que no amaba.

Padre no apareció en toda la ceremonia a pesar de que ésta se había celebrado gracias a que yo accedí ante él para hacerle sentir orgulloso de su única hija. No habían tenido varones y yo era la única esperanza para mis progenitores de tener una buena vida.

Cuando terminó el banquete, mi marido se disculpó y marchó. Varios minutos más tarde, una de nuestras sirvientas, marchaba en su misma dirección. Desde luego, yo no era estúpida pero no me importaba el hecho de que mi marido me estuviese siendo infiel en mi propia boda, ya que él era totalmente indiferente a mí. En nuestra relación yo había tenido numerosos encuentros apasionados con los miembros del servicio. Había un apuesto huérfano, dos años mayor que yo, que sin duda fue mi favorito. Él me hacía sentir mujer, no un trozo de carne como mi cónyuge.
Tras esto, padre apareció y fui a saludarle como era debido. Pronto debería bailar con él. Sin embargo, ese baile nunca sucedería.
Acompañé a mi padre a los jardines, ya había muerto la noche y en aquel momento desconocía que al igual que ella, yo también moriría.
Padre empezó a hablarme de las criaturas de la noche, las perseguidas por la Inquisición. Yo nunca había creído del todo en ellas, pero cuando era una infante, sentía temor, ya que madre me contaba historias de monstruos para asegurarse que me comportaba correctamente. Me preguntaba el porqué de esa charla tan repentina, cuando de pronto, mi padre se abalanzó sobre mí, presionándome contra la pared del edificio donde se estaba celebrando mi boda y me tapó la boca, casi sin dejarme respirar. Extrañada por aquel comportamiento, le supliqué con la mirada y éste simplemente añadió que ese sería mi regalo de cumpleaños. Dejó al descubierto unos colmillos demasiado afilados para pertenecer a un humano, y con los ojos inyectados en sangre, me mordió la yugular.
Veía como el vestido de mi madre, ajena a lo que sucedía, se llenaba de mi propia sangre, la no aprovechada por los labios de mi padre. Yo intentaba gritar, me resistía pero su fuerza era descomunal, me preguntaba por qué mi propio padre me haría eso. A medida que se me iba nublando la vista y me dejaba llevar por el deseo de la muerte, iba perdiendo el conocimiento y lo último que escuché como humana fueron las palabras de mi padre: "Te quiero".