EXTINCTION || PRIVADO

por **Mstislav Lèveque** Jue Abr 21, 2016 9:58 pm

La cabeza de su enemigo rodó hasta sus pies. Un hilo de color carmesí se figuró en la tierra, sólo un sendero maldito al que pronto las hormigas comenzaron a unirse. Él lo sabía. La sangre inmortal posee efectos secundarios para quien la beba, virtudes que un estúpido mortal apenas podría soñar, sin embargo, el precio a pagar se trataba de la voluntad misma. ¿Qué se está dispuesto a dar por un simple trozo de placer y poder? Los humanos siempre han caído presos de la tentación, no importa el pecado que esté detrás de la razón, al final, se era más débil.

Los labios de Mstislav se curvaron, cada vez estaba más cerca de conseguir el paradero de Nevenka. Un par de noches atrás, justo en la luna llena, un lobo blanco dejó rastros de lucha en los calabozos de Paris. Había señales de lucha y estaba completamente seguro de que su hermana no estuvo sola esa noche, y aunque le preocupase la idea de que otro cazador llegase a la escena del crimen, ningún pobre infeliz podría dominar a alguien como ella.

Levantó los restos de tela que se desprendieron de sus ropajes e indagó en los bolsillos del cadáver; quizá habría algo en esos miserables restos que pudiese servirle de algo. -¿Cómo? ¿Ni una puta moneda? ¿De qué carajo te servía ser inmortal y haber vendido tu puta alma al diablo, si no tenías dónde caer muerto?- Pateó la cabeza cercenada como si se tratase de una simple roca en la calle. –Oye, perdona, me equivoqué pues acabas de caer a mis pies- Corrigió su mofa.

En la inmensidad del bosque, retiró las trampillas que había colocado meticulosamente, para hacer caer al vampiro que yacía a su costado. Retiró los filosos hilos de metal que cruzó de norte a sur y de este a oeste. Los chupasangre creen que se las saben todas y, al saberse acorralados por completo, utilizan su velocidad para tratar de escapar y dada la rapidez que llegan alcanzar, es mortal cruzarse con un hilo invisible con la capacidad de decapitar a cualquiera que atraviese su camino. Así fue como el infeliz y poco afortunado mendigo, falleció.

Las trampillas fueron retiradas al son de una nana que pareciera ser la favorita de su madre, y que por alguna extraña razón, aún permanecía en las memorias del cazador. Ignoraba la letra de la canción, le era indiferente el significado de las notas musicales que tarareaba y silbaba de vez en cuando, ni siquiera estaba seguro de saber de dónde es que la conocía, simplemente el repasar la tonada en su cabeza y hacerla presente, le tranquilizaba. Vaya que lo hacía.

Al levantar el último cuchillo, la palma de su mano fue cortada… La sangre brotó y cayó suicida hasta la tierra. El brío escarlata hipnotizo a Mstislav, ¿Probaría su propia sangre? Estuvo a punto de conseguir que su lengua rosara una gota e inmediatamente escuchó el grito de su madre reverberando en sus memorias. -¡NO! ¡Un Lèveque jamás lo haría!- Exclamó, y en verdad, estaba completamente convencido que ni él, ni sus hermanos, harían algo semejante.

por **Lukyan Lèveque** Vie Abr 22, 2016 7:00 pm

Lukyan, pertenecía a una horda de vampiros, liderada por el ser que le había dado el abrazo de la muerte. Él, al igual que sus hermanos en ese nuevo renacer, servían y respetaban a su Sire, incondicionalmente. Al ruso, le gustaba pensar que su lealtad, era más fuerte que la que cualquiera de ellos, dijese sentir. Quien le convirtiese en ese monstruo, no sólo le había obsequiado un viñedo para dirigir, sino también, le había dado la importante tarea de velar por sus intereses. Por eso, cuando escuchó que uno de sus compañeros iba a desertar, para poder estar con una de esas estúpidas bestias que le aullaban a la Luna Llena, no tardó en hacer las investigaciones necesarias para llevar a cabo su castigo. Primero, encontraría a la Eva que le había tentado con su cuerpo, para abandonar el paraíso que ellos; con su desempeño, habían construido. El nido que conformaban, era tal, que se necesitarían a todos los inquisidores y cazadores de la ciudad, para eliminarlos. O al menos, para intentarlo. Ellos entrenaban cada jodida noche para llevar, más allá de la perfección, sus poderes y habilidades. Como si eso no fuese suficiente, trabajaban sus cuerpos para hacerlos inmune a la plata. Si bien no podían evitar sufrir el dolor, habían aprendido a resistirlo. Se necesitaba grandes cantidades de ese metal, para hacerlos siquiera conscientes del daño ocasionado. Además, estaba el hecho de que él, en lo particular, se excitaba con el dolor. Esa noche, no sería diferente. Cuando cogiese a la perra, la sodomizaría, recordándole cuál era su lugar en la cadena alimenticia. Sin embargo, estaba camino al hogar de la fémina, cuando Klaus lo interceptó. ¿Quién demonios había dado la pista al traidor? No importaba. Los juegos de cacería, siempre le provocaban un infernal placer. De modo que le dijo a su excompañero, que si llegaba antes con su amada, él le perdonaría las vidas. La carcajada, terrorífica y marchita, proveniente de su pecho; dejaba en claro que sólo un hombre desesperado, ¡creería algo tan absurdo! Lukyan jamás perdonaba. ¡Nada! Quizás era porque él nunca desertaría, sino tomaría el liderazgo de la horda, si se veía obligado a hacerlo.

Con ese pensamiento, siguió a Klaus a los bosques. Mientras que el vampiro corría como alma que lleva el diablo, porque lo seguía éste mismo después de todo, él lo hacía con aburrimiento. Incluso se detuvo en la gruesa rama de uno de los más altos árboles, para liberar sus sentidos y recoger cualquier información de los alrededores. Aunque sus recuerdos, habían sido extirpados, recordaba quién y qué había sido. Sabía cuál era su nombre y el trabajo que ejerció como humano, pero no tenía vínculos con el pasado. Lo poco a lo que tenía conocimiento, se lo debía a Katriina, la mujer por la que estaba obsesionado y a la que planeaba corromper. Ella lo aborrecía por ser un vampiro, así que el castigo que se merecía, era sucumbir al beso de la muerte. La haría un arma, su arma, pensó con odio. Su Sire, seguro estaría de acuerdo en que la hiciese formar parte de sus filas. Especialmente, con todo ese potencial que mostraba tener. Serviría mejor a su causa, que a la Iglesia. Sin moverse de su lugar, activó el poder de la Clarividencia. Sólo bastaba con concentrarse en Klaus, para ver y oír lo que sucedía con él. No funcionó. – ¡¿Qué demonios?! – Gruñó entre dientes, volviendo a intentarlo. Absolutamente nada. Ni una maldita imagen o sonido. Eso sólo podía significar una cosa, el bastardo estaba muerto. Verdaderamente muerto. ¡¿Cómo había pasado eso?! Lukyan nunca había sido bueno compartiendo lo suyo. Cuando marcaba a un humano, significaba que nadie, podía disponer de su sangre, excepto él. Que los dejase en libertad, no se suponía que no tuviesen cadenas. Cayó desde lo alto del árbol con elegancia, sus uñas deseando destrozar al que había puesto fin a su juego antes de iniciar siquiera. Cada zancada que daba, cada salto intercalando árboles y tierra, para evitar posibles trampas; dejaban en claro que no estaba más indiferente a la causa. Lo escuchó antes de verlo. ¿Lo estaba esperando? Enarcó una ceja, a la par que aparecía en escena. – ¿Qué se supone que jamás haría? ¿Perdonar al que eliminó a mi presa? Que así sea. – Sus colmillos se alargaron, señal inequívoca de que no estaba alardeando.

por **Mstislav Lèveque** Dom Ago 21, 2016 10:13 pm

Y entonces, en e olvidado bolsillo del chaleco, en ese fondillo justo a la altura del corazón y donde se guardan las diminutas pero más valiosas pertenencias, lo encontró. Un camafeo de plata con líneas celtas haciendo relieve y ataviando maravillosamente al objeto. Había sido tallado con una finura excepcional, tanto así que el cazador podría reconocer el valor de la pieza. ¿Por qué un demonio podría atesorar con recelo algo tan insignificante como eso? Con la curiosidad emergiendo desde sus entrañas, lo abrió. Antes de poder observar lo que había dentro, fue abruptamente interrumpido por una voz bastante familiar, y que por supuesto, le resultaba inquietante. El tono grave reverberó dentro de sus pensamientos, atormentando cada maldito rincón de su cabeza. Se formaron varias imágenes como si de una proyección se tratara, pudo ver su infancia, las peleas, los gritos y las carcajadas. Poco a poco, las escenas fueron cambiando por completo. Al girar su cuerpo hacia aquella voz, no estaba seguro de lo que iba a encontrar, pero una cosa si sabía, fuese lo que fuese, iba a morir ahí junto con su pasado.

-Lukyan- Pese al nudo en la garganta y todos los malditos demonios ciñéndose sobre él, su voz fue grave, fuerte y se abrió paso en la inmensidad de la noche. Sonó seguro, imponente y amenazador. –No esperaba encontrar fantasmas por aquí- Añadió. No le sorprendió toparse con su hermano en medio de la nada. Cuando despareció no dejó ningún rastro, y siendo honesto consigo mismo, sabía perfectamente que no fue asesinado por clanes enemigos o alguna otra facción, pues de ser así, hubiesen recibido por lo menos el corazón o su cabeza en una caja de madera. Cuando al fin pudo comprenderlo, dejó de buscar y ese fue el momento en que el cazador decepcionó a la menor de todos los Lèveque. –Espera ¿Qué? ¿Tu presa?- Señaló el cuerpo guardando el objeto de plata en sus bolsillos, le prestaría su atención después, ya que su prioridad había cambado un poco. Chasqueó la lengua. –Sabes que tus amenazas nunca lograron intimidarme, ni siquiera ahora, cuando me doy cuenta que no me equivoqué respecto a ti, hermano-

Aunque en el exterior se mostró inquietantemente apacible, por dentro la ira que guardó durante todo ese tiempo, estaba a punto de estallar. Las emociones se arremolinaron en su interior, chocando unas con otras, haciendo de sus sentimientos toda una vorágine imprevisible. Recelos, odio, venganza, añoranza y lamentos. Un sinfín de posibilidades e acunaron en su cabeza. Intentó encontrar paz, pero no pudo hacerlo. Había tanto en él que era imposible si quiera escuchar su propia voz en medio del caos en el que se ensimismó. Giró el rostro de forma inconsciente, y aunque sus orbes no esperaban toparse con nada más que el vacío, lo primero que observaron fue la cabeza cercenada de su víctima y el par de colmillos que sobresalían de los labios. Reparó entonces en la sonrisa siniestra de quien alguna vez fue su hermano. -¿Sigues aquí? Con la imprudencia e impaciencia que tienes, creí que ya te habrías largado. En fin, no queda de otra- Se encogió ligeramente de hombros para sacar con lentitud la espada que traía a cuestas. El resonar de su filo contra la vaina, se perdió en el eco de la noche. El resplandor de la plata lucía al igual que mil relámpagos en plena tormenta. Era una espada endiabladamente hermosa, y pese a que Mstislav prefería no usarla, cuando el arma era desenfundada, nada podría salir bien para su oponente. –Dudo que esto sea como en los viejos tiempos, pero vamos, supongo que con tus nuevos atributos, ya habrás mejorado. ¡Muéstrame qué tienes!- Pese a la confusión inicial, el cazador sabía perfectamente quién era y lo que debía hacer. No sólo acabaría con la vida de su hermana, al parecer, también liberaría a su hermano mayor. Una idea que no le era tan descabellada después de todo.

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