AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La canela y una platica (privado)
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La canela y una platica (privado)
Había estado trabajando toda la mañana en el huerto que poseían, o al menos eso era lo que suponía que debía de estar haciendo pues él se dedicaba en realidad a pensar sobre la vida y la naturaleza, usando demasiado tiempo en eso sin prestar atención en sus obligaciones. Uno de sus hermanos se percató en ello y después de regañarle, a pesar de que él era mayor, le ayudó en el trabajo. Habían cosechado perejil, tomillo y laurel. En cuanto terminaron esa labor se creyó libre de todo y estaba por irse a caminar cuando su madre le mando a hacer un recado.
Tomó unas cuantas especias, entre ellas un poco de canela, y caminó hacia la carpa de Kala. Había conversado con ella en otras ocasiones, habían compartido bailes y comida, pero no recordaba haber mantenido pláticas profundas con ella. Siempre le había parecido bastante misteriosa, además de guapa. Su madre solía decirles a él y sus hermanos solteros, que debían encontrar a una joven como Kala para contraer matrimonio. No sabía con certeza qué tipo de relación tenían su madre y la chica, pero al parecer su madre la quería como si fuera su hija. ¿Su historia? Él nada sabía, de ahí que le pareciera tan misteriosa. Aquel andar, los silencios que la rodeaban, todo era tan misterioso.
̶ ¿Kala? ̶ llamó en cuanto se encontró frente a la carreta. ̶ Soy Dragomir. He traído la canela que le habías pedido a mi madre, además de perejil y tomillo ̶ tal vez podría invitarla a salir a caminar por los alrededores, si ella se encontraba disponible.
Tomó unas cuantas especias, entre ellas un poco de canela, y caminó hacia la carpa de Kala. Había conversado con ella en otras ocasiones, habían compartido bailes y comida, pero no recordaba haber mantenido pláticas profundas con ella. Siempre le había parecido bastante misteriosa, además de guapa. Su madre solía decirles a él y sus hermanos solteros, que debían encontrar a una joven como Kala para contraer matrimonio. No sabía con certeza qué tipo de relación tenían su madre y la chica, pero al parecer su madre la quería como si fuera su hija. ¿Su historia? Él nada sabía, de ahí que le pareciera tan misteriosa. Aquel andar, los silencios que la rodeaban, todo era tan misterioso.
̶ ¿Kala? ̶ llamó en cuanto se encontró frente a la carreta. ̶ Soy Dragomir. He traído la canela que le habías pedido a mi madre, además de perejil y tomillo ̶ tal vez podría invitarla a salir a caminar por los alrededores, si ella se encontraba disponible.
Última edición por Dragomir Negrescu el Lun Abr 25, 2016 4:37 pm, editado 1 vez
Dragomir Negrescu- Gitano
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Fecha de inscripción : 02/04/2016
Re: La canela y una platica (privado)
Aprovechando la luz del día, Kala abrió el armario de las especias y comenzó a revisar, uno por uno, los pequeños botes que las conservaban en el mejor de los estados. No se le podía considerar una mujer desordenada, al contrario, siempre mantenía la carreta en perfectas condiciones y libre de polvo, pero las especias se llevaban un trato especial. No era algo barato de conseguir y ella no se caracterizaba por los francos que le sobraban. Simplemente tenía suerte de rodearse de gente que las conseguía para ella. Su tío era el que más tejemanejes tenía para hacerse con ellas, pero en el campamento había gente que las cultivaba. Su ritual era sencillo: abría los botes, aspiraba el aroma profundamente y, antes de cerrarlo, calculaba cuántos usos más le quedaban con el producto que tenía. Le llegó el turno a la canela, su favorita, y su sorpresa fue que apenas le quedaban un par de pellizcos. ¡Cómo se le había podido pasar algo así! Revisó el resto de frascos deprisa, como si el hecho de no tener canela en casa la agobiara.
Con una lista mental de lo que necesitaba salió hacia la carpa de Madame Negrescu. No vivía especialmente lejos de su carreta, con lo que en pocos minutos se encontraba frente a la puerta. La mujer estaba sentada una banqueta justo a la entrada limpiando lo que parecían mazorcas de maíz. Kala la saludó con un beso en la mejilla y, tras pedirle las especias que necesitaba, se sentó junto a ella para ayudarla a limpiar las mazorcas. En el campamento todo el mundo sabía que no necesitaban dar para recibir, la gente que convivía allí solía ser muy solidaria para con sus vecinos, pero la joven vidente prefería devolver los favores que pedíamde alguna manera.
Una vez terminaron volvió a despedirse con el mismo gesto y regresó a su casa. Aún le quedaban varias cosas por hacer y quería aprovechar la luz que quedaba. Acercó un cesto de ropa al viejo sofá y se dejó caer sobre él. Con aguja e hilo en una mano cogió la primera prenda y comenzó a zurcir pequeños agujeros que tanto ella como su tío habían ido encontrando en aquellas semanas. No era una gran costurera, pero había aprendido de una mujer del campamento y la práctica se hacía notar. Una voz la llamó desde el otro lado de la puerta: era Dragomir con las especias que había ido a pedirle a su madre.
—Hola, gracias —le saludó sonriente—. Pasa, estoy remendando la ropa. ¿Quieres tomar algo? —le ofreció mientras abría la puerta y se hacía a un lado—. Ya sabes que en esta casa nunca falta el té.
Con una lista mental de lo que necesitaba salió hacia la carpa de Madame Negrescu. No vivía especialmente lejos de su carreta, con lo que en pocos minutos se encontraba frente a la puerta. La mujer estaba sentada una banqueta justo a la entrada limpiando lo que parecían mazorcas de maíz. Kala la saludó con un beso en la mejilla y, tras pedirle las especias que necesitaba, se sentó junto a ella para ayudarla a limpiar las mazorcas. En el campamento todo el mundo sabía que no necesitaban dar para recibir, la gente que convivía allí solía ser muy solidaria para con sus vecinos, pero la joven vidente prefería devolver los favores que pedíamde alguna manera.
Una vez terminaron volvió a despedirse con el mismo gesto y regresó a su casa. Aún le quedaban varias cosas por hacer y quería aprovechar la luz que quedaba. Acercó un cesto de ropa al viejo sofá y se dejó caer sobre él. Con aguja e hilo en una mano cogió la primera prenda y comenzó a zurcir pequeños agujeros que tanto ella como su tío habían ido encontrando en aquellas semanas. No era una gran costurera, pero había aprendido de una mujer del campamento y la práctica se hacía notar. Una voz la llamó desde el otro lado de la puerta: era Dragomir con las especias que había ido a pedirle a su madre.
—Hola, gracias —le saludó sonriente—. Pasa, estoy remendando la ropa. ¿Quieres tomar algo? —le ofreció mientras abría la puerta y se hacía a un lado—. Ya sabes que en esta casa nunca falta el té.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
Devolvió la sonrisa en cuanto recibió aquella que le regalaba la chica frente a él y después estiro el paquete que llevaba en las manos.
̶ Mi madre dice que pases a visitarla más seguido ̶ dice divertido, soltando una risa ligera para después asentir. ̶ Lo sé, todos hablan de lo bien que haces el té. He escuchado que algunas personas quieren robarte la receta pero que no es nada sencillo ̶ comentó volviendo a reír un poco. Había escuchado a una de sus cuñadas hablando de aquel té y se le hacía un poco extremo decir aquello sobre robar la receta, pero no podía dejar de pensar que era algo muy divertido. ̶ ¿No te molesto? ¿Quieres que te ayude a remendar la ropa? ̶ preguntó entrando a la casa de una vez, besando la mejilla de la chica como siempre hacia cuando se encontraban.
Fue a tomar asiento en una silla que encontró disponible y miro a su anfitriona. No era la primera vez que entraba al hogar de la chica pero siempre le parecía impresionante ver aquel orden que había por todos lados. Ni siquiera su madre podía mantener algo así y eso que a él le parecía una exageración.
̶ También manda decir que por favor te cases conmigo ̶ dijo riendo divertido por ese comentario. Habían bromeado antes con eso pero sus padres estaban muy a favor de una unión entre ellos dos. ̶ ̶ Ya sabes que estoy demasiado viejo para seguir soltero y sin hijos. Así que ella ruega que me quites esta maldición que tengo, además te estima mucho ̶
̶ Mi madre dice que pases a visitarla más seguido ̶ dice divertido, soltando una risa ligera para después asentir. ̶ Lo sé, todos hablan de lo bien que haces el té. He escuchado que algunas personas quieren robarte la receta pero que no es nada sencillo ̶ comentó volviendo a reír un poco. Había escuchado a una de sus cuñadas hablando de aquel té y se le hacía un poco extremo decir aquello sobre robar la receta, pero no podía dejar de pensar que era algo muy divertido. ̶ ¿No te molesto? ¿Quieres que te ayude a remendar la ropa? ̶ preguntó entrando a la casa de una vez, besando la mejilla de la chica como siempre hacia cuando se encontraban.
Fue a tomar asiento en una silla que encontró disponible y miro a su anfitriona. No era la primera vez que entraba al hogar de la chica pero siempre le parecía impresionante ver aquel orden que había por todos lados. Ni siquiera su madre podía mantener algo así y eso que a él le parecía una exageración.
̶ También manda decir que por favor te cases conmigo ̶ dijo riendo divertido por ese comentario. Habían bromeado antes con eso pero sus padres estaban muy a favor de una unión entre ellos dos. ̶ ̶ Ya sabes que estoy demasiado viejo para seguir soltero y sin hijos. Así que ella ruega que me quites esta maldición que tengo, además te estima mucho ̶
Dragomir Negrescu- Gitano
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Fecha de inscripción : 02/04/2016
Re: La canela y una platica (privado)
—Dile que lo haré —contestó mientras cerraba la puerta—. Aunque, pensándolo mejor, quizá debería ir yo a decírselo y así visitarla. Si que es cierto que hace mucho que no voy para algo que no sea pedir y pedir.
Dejó el paquete sobre la pequeña mesita frente al sofá y sacó del armarito de las especias un bote de cristal con hojas de té. Después, se acercó a la cocina y puso agua sobre el fuego mientras calentaba las tazas para tenerlas templadas.
—¿De verdad? No sabía que tenía tanta fama —dijo entre risas—. En realidad, no es nada complicado, depende sobre todo del tipo de té. Puedo contarte el secreto, si quieres. —Se giró hacia él y le guiño un ojo con complicidad—. Aunque —siguió— también depende de dónde provenga el té. No todos son iguales. —De otro armario distinto sacó un paquetito de papel marrón cerrado con una cuerda de yute y se lo tendió a Dragomir—. Toma, para que cautives el paladar de alguna muchacha.
Se acercó a los fogones de nuevo y revisó que el agua no hirviese con demasiada fuerza. Cuando estuvo lo suficientemente caliente la retiró del fuego y la echó en una tetera más pequeña con las hojas en el fondo. La tapó y la llevó, junto con las tazas, a la mesita junto a la que esperaba su invitado.
—No parará hasta que me convierta en su nuera, ¿verdad? —comentó divertida—. También me lo dice de vez en cuando, contigo y con uno de tus hermanos sobre todo. Hace que el pobre chico se muera de vergüenza —comentó entre risas. Revisó el té levantando la pequeña tapa y comprobó que le faltaban tan sólo un par de minutos—. Pero créeme, no quieres tenerme como esposa. Pa siempre me dice: “hija, tendrás que buscarte un hombre con mucha paciencia”.
Cuando hablaba con otras personas de su tío siempre se refería a él como Pa. Nunca había sido capaz de llamarle padre o papá delante de los demás, sentía que el secreto se haría demasiado evidente debido a su poca habilidad para mentir. Ella le quería como si en realidad lo fuera, pero la fuerza de la costumbre hizo que siguiera llamándole, simplemente, Pa. Una forma cariñosa como otra cualquiera para referirse a él.
Levantó la tapa de nuevo y comprobó que la bebida estaba lista, aunque todavía caliente. Sirvió las dos tazas y le acercó una a Dragomir. Se llevó la suya a los labios y sopló ligeramente antes de dar un sorbo mientras observaba al gitano a su lado.
—Lo cierto es que no creo que esa maldición te dure mucho tiempo. Seguro que tienes alguna jovencita trás de ti, ¿o me equivoco? —Enarcó una ceja de forma traviesa.
Dejó el paquete sobre la pequeña mesita frente al sofá y sacó del armarito de las especias un bote de cristal con hojas de té. Después, se acercó a la cocina y puso agua sobre el fuego mientras calentaba las tazas para tenerlas templadas.
—¿De verdad? No sabía que tenía tanta fama —dijo entre risas—. En realidad, no es nada complicado, depende sobre todo del tipo de té. Puedo contarte el secreto, si quieres. —Se giró hacia él y le guiño un ojo con complicidad—. Aunque —siguió— también depende de dónde provenga el té. No todos son iguales. —De otro armario distinto sacó un paquetito de papel marrón cerrado con una cuerda de yute y se lo tendió a Dragomir—. Toma, para que cautives el paladar de alguna muchacha.
Se acercó a los fogones de nuevo y revisó que el agua no hirviese con demasiada fuerza. Cuando estuvo lo suficientemente caliente la retiró del fuego y la echó en una tetera más pequeña con las hojas en el fondo. La tapó y la llevó, junto con las tazas, a la mesita junto a la que esperaba su invitado.
—No parará hasta que me convierta en su nuera, ¿verdad? —comentó divertida—. También me lo dice de vez en cuando, contigo y con uno de tus hermanos sobre todo. Hace que el pobre chico se muera de vergüenza —comentó entre risas. Revisó el té levantando la pequeña tapa y comprobó que le faltaban tan sólo un par de minutos—. Pero créeme, no quieres tenerme como esposa. Pa siempre me dice: “hija, tendrás que buscarte un hombre con mucha paciencia”.
Cuando hablaba con otras personas de su tío siempre se refería a él como Pa. Nunca había sido capaz de llamarle padre o papá delante de los demás, sentía que el secreto se haría demasiado evidente debido a su poca habilidad para mentir. Ella le quería como si en realidad lo fuera, pero la fuerza de la costumbre hizo que siguiera llamándole, simplemente, Pa. Una forma cariñosa como otra cualquiera para referirse a él.
Levantó la tapa de nuevo y comprobó que la bebida estaba lista, aunque todavía caliente. Sirvió las dos tazas y le acercó una a Dragomir. Se llevó la suya a los labios y sopló ligeramente antes de dar un sorbo mientras observaba al gitano a su lado.
—Lo cierto es que no creo que esa maldición te dure mucho tiempo. Seguro que tienes alguna jovencita trás de ti, ¿o me equivoco? —Enarcó una ceja de forma traviesa.
Kala Bhansali- Gitano
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Fecha de inscripción : 01/03/2015
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Re: La canela y una platica (privado)
Sonrió divertido ante su respuesta y asintió en acuerdo con ella, lo mejor sería que se lo dijera en persona pero de igual forma la afirmación alegraría a su madre. Y no la culpaba, con tantos hombres en su familia no perdía oportunidad de atrapar a jóvenes mujeres para pasar su sabiduría a ellas y de de paso, hacerlas parte de la familia. Se preguntaba qué haría cuando todos sus hijos terminaran casados.
—Es la verdad. Creen que hechizas tu té para que todos vengan a tomar una taza. Yo creo que se debe a la buena compañía —dijo asintiendo para darle más fuerza a sus palabras. Después volvió a reír ante aquel gesto por parte de su anfitriona. — Eso sería excelente pero prefiero no quitarle el misterio a tu té. — después la escucho con atención, concordando en ese punto también aunque él no preparaba mucho té, había escuchado que había una gran variedad. Seguido recibió aquel paquetito que le ofrecía. Lo olió y sonrió ante sus palabras, negando con la cabeza. —Muchas gracias, Kala, lo usare con la indicada ̶
Se guardo aquel paquetito en la bolsa de su pantalón y después la siguió con la vista, siempre había considerado que hacer té era un arte que cada uno realizaba de forma diferente y eso le gustaba verlo, además de que habría su curiosidad las diferentes formas de las personas. Sonrió en cuanto se sentó Kala tomo asiento en la silla contraría y después río bajo.
—Lamento decirte que tendrás que aceptar en algún momento, mi madre puede llegar a ser muy persuasiva— dijo igual de divertido que la chica —Bueno siempre me busca pareja a mí por mi edad pero con cualquiera de nosotros está bien para ella mientras te unas a la familia. Y el pobre se encuentra enamorado de ti, por eso le da tanta vergüenza, pero no creo que un chico de menos de 20 años te interese. No creo que tenga la paciencia que espera tu padre —comentó entre risas. La imagen de ver a Kala unida a su hermano menor, le parecía bastante graciosa.
Cuando el té se encontró listo, tomo con cuidado la taza que le ofrecía y la llevó a sus labios, degustando el sabor y el calor del mismo. No solía tomar té debido a que creía que hacerlo le dificultaba el leerlo a los demás pero era uno de los pocos placeres que se negaba, y le gustaba bastante aquel.
—Te equivocas — dijo sonriendo un poco ladino. ̶ Soy tan feo que me mandarán a morir al bosque ̶ no pudo evitar volver a reír y negó con la cabeza. ̶ No creo casarme pronto, si es verdad que existen muchas jóvenes guapas, con carácter fuerte y mucho de lo que busco yo, entre nosotros, ninguna llega a atraerme tanto como para pedirle la mano ̶ suspiro un poco frustrado por eso. ̶ Tampoco busco casarme, no es algo que necesite, pero sí me gustaría tener una familia ̶ la miro sonriéndole, siempre había deseado tener una familia grande pero no encontraba con quién hacerlo. ̶ ¿Tú no tienes a alguien con quién te gustaría pasar toda la vida? ̶
—Es la verdad. Creen que hechizas tu té para que todos vengan a tomar una taza. Yo creo que se debe a la buena compañía —dijo asintiendo para darle más fuerza a sus palabras. Después volvió a reír ante aquel gesto por parte de su anfitriona. — Eso sería excelente pero prefiero no quitarle el misterio a tu té. — después la escucho con atención, concordando en ese punto también aunque él no preparaba mucho té, había escuchado que había una gran variedad. Seguido recibió aquel paquetito que le ofrecía. Lo olió y sonrió ante sus palabras, negando con la cabeza. —Muchas gracias, Kala, lo usare con la indicada ̶
Se guardo aquel paquetito en la bolsa de su pantalón y después la siguió con la vista, siempre había considerado que hacer té era un arte que cada uno realizaba de forma diferente y eso le gustaba verlo, además de que habría su curiosidad las diferentes formas de las personas. Sonrió en cuanto se sentó Kala tomo asiento en la silla contraría y después río bajo.
—Lamento decirte que tendrás que aceptar en algún momento, mi madre puede llegar a ser muy persuasiva— dijo igual de divertido que la chica —Bueno siempre me busca pareja a mí por mi edad pero con cualquiera de nosotros está bien para ella mientras te unas a la familia. Y el pobre se encuentra enamorado de ti, por eso le da tanta vergüenza, pero no creo que un chico de menos de 20 años te interese. No creo que tenga la paciencia que espera tu padre —comentó entre risas. La imagen de ver a Kala unida a su hermano menor, le parecía bastante graciosa.
Cuando el té se encontró listo, tomo con cuidado la taza que le ofrecía y la llevó a sus labios, degustando el sabor y el calor del mismo. No solía tomar té debido a que creía que hacerlo le dificultaba el leerlo a los demás pero era uno de los pocos placeres que se negaba, y le gustaba bastante aquel.
—Te equivocas — dijo sonriendo un poco ladino. ̶ Soy tan feo que me mandarán a morir al bosque ̶ no pudo evitar volver a reír y negó con la cabeza. ̶ No creo casarme pronto, si es verdad que existen muchas jóvenes guapas, con carácter fuerte y mucho de lo que busco yo, entre nosotros, ninguna llega a atraerme tanto como para pedirle la mano ̶ suspiro un poco frustrado por eso. ̶ Tampoco busco casarme, no es algo que necesite, pero sí me gustaría tener una familia ̶ la miro sonriéndole, siempre había deseado tener una familia grande pero no encontraba con quién hacerlo. ̶ ¿Tú no tienes a alguien con quién te gustaría pasar toda la vida? ̶
Dragomir Negrescu- Gitano
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Fecha de inscripción : 02/04/2016
Re: La canela y una platica (privado)
No pudo evitar sonreír cuando hablaron de la madre de Dragomir. Siempre le había gustado pasar tiempo con ella, era una mujer agradable con la que se podía hablar de cualquier cosa, desde algo tan trivial como el tiempo hasta confesiones que sólo podrías contarle a tus mejores amigos. Kala sólo había llegado a formar una relación de ese calibre con dos mujeres: la madre de Dragomir y la pareja de su tío.
Siempre que la mujer le hablaba de unirse a la familia, Kala rechazaba la invitación con amabilidad y cariño, pero más de una vez lo había llegado a valorar. Por suerte, la mujer no se sentía ofendida con la gitana, pero no cejaba en su intento.
—Oh —dijo un poco apenada la confesión de Dragomir—. Pobre, no lo sabía. Creía que era cosa de la edad, simplemente. —Removió el té un par de veces mientras miraba el movimiento circular del líquido—. Tu hermano aún es joven, le quedan muchas cosas que descubrir. Estoy segura de que no tardará en encontrar alguna chica de su edad y entonces se le pasará.
En realidad, esperaba que así fuera. No quería ser la causante del corazón roto de un adolescente, porque estaba claro que ella no llegaría a corresponderle nunca. Por muy amable, atractivo y cariñoso que fuera, para Kala siempre sería un niño. Se preguntó si había actuado de alguna manera distinta con él, algo que hubiera dado pie a aquella situación, pero se dio cuenta de que no. Siempre era así con todo el mundo.
Dio otro sorbo al que poco le faltó para salir disparado de su boca. Cuando consiguió tragar la bebida, soltó una carcajada ante el comentario de su invitado.
—¡No exageres! No te van a llevar a ningún bosque —dijo, todavía entre risas—. A mi no me pareces feo —confesó—. Hablaba en serio cuando he dicho que no me parecería extraño que haya alguien tras de ti. Lo cual no quiere decir que a ti te guste, claro, y menos para pedirla que se case contigo. Hay que estar muy seguro de lo que se quiere para hacer algo así, al menos eso creo. Y tampoco creo que sea necesario para formar una familia. La chica de aquí al lado —señaló con el pulgar hacía la zona donde vivía la joven— tiene una niña y no se llegó a casar con el padre, pero viven los tres juntos y son felices.
Dio otro sorbo, beber té siempre la relajaba y la ponía de buen humor. Eran muchos los recuerdos relacionados con aquella bebida. Sus mejillas se coloraron al escuchar la última pregunta ¿Alguien con quien pasar el resto de su vida? Envolvió la taza con ambas manos y se la acercó a la cara, dejando que el vapor la rozara la piel.
—Aún no lo sé —se mordió el labio con la vista fija en la taza—, pero es posible que sí. —Sonrió de manera amplia mientras subía las piernas a la silla y las cruzaba debajo de ella—. Tampoco sé qué se supone que es lo que debería sentir. Siempre he pensado que eso es algo de lo que te das cuenta de repente, pero ahora ya no estoy tan segura. —Apoyó la cabeza en el respaldo, recapacitando sobre sus palabras—. Además, toda la vida es mucho tiempo. ¿Y si lo que ahora creo que es lo que quiero para siempre resulta que no lo es? ¿O si él es el que no quiere estar conmigo para siempre? —Suspiró—. No sé, es... difícil. —Dejó la taza sobre la mesa y volvió a las labores que había interrumpido cuando llegó Dragomir—. Con esta cantidad de sermones vas a dejar de venir a verme —bromeó—. Aunque espero estar confundida.—Terminó de coser un agujero del bajo de una falda y volvió a beber un trago de té—. Y ¿tus hermanos casados tienen planes para ampliar la familia? Seguro que tu madre se muere por ser abuela.
Siempre que la mujer le hablaba de unirse a la familia, Kala rechazaba la invitación con amabilidad y cariño, pero más de una vez lo había llegado a valorar. Por suerte, la mujer no se sentía ofendida con la gitana, pero no cejaba en su intento.
—Oh —dijo un poco apenada la confesión de Dragomir—. Pobre, no lo sabía. Creía que era cosa de la edad, simplemente. —Removió el té un par de veces mientras miraba el movimiento circular del líquido—. Tu hermano aún es joven, le quedan muchas cosas que descubrir. Estoy segura de que no tardará en encontrar alguna chica de su edad y entonces se le pasará.
En realidad, esperaba que así fuera. No quería ser la causante del corazón roto de un adolescente, porque estaba claro que ella no llegaría a corresponderle nunca. Por muy amable, atractivo y cariñoso que fuera, para Kala siempre sería un niño. Se preguntó si había actuado de alguna manera distinta con él, algo que hubiera dado pie a aquella situación, pero se dio cuenta de que no. Siempre era así con todo el mundo.
Dio otro sorbo al que poco le faltó para salir disparado de su boca. Cuando consiguió tragar la bebida, soltó una carcajada ante el comentario de su invitado.
—¡No exageres! No te van a llevar a ningún bosque —dijo, todavía entre risas—. A mi no me pareces feo —confesó—. Hablaba en serio cuando he dicho que no me parecería extraño que haya alguien tras de ti. Lo cual no quiere decir que a ti te guste, claro, y menos para pedirla que se case contigo. Hay que estar muy seguro de lo que se quiere para hacer algo así, al menos eso creo. Y tampoco creo que sea necesario para formar una familia. La chica de aquí al lado —señaló con el pulgar hacía la zona donde vivía la joven— tiene una niña y no se llegó a casar con el padre, pero viven los tres juntos y son felices.
Dio otro sorbo, beber té siempre la relajaba y la ponía de buen humor. Eran muchos los recuerdos relacionados con aquella bebida. Sus mejillas se coloraron al escuchar la última pregunta ¿Alguien con quien pasar el resto de su vida? Envolvió la taza con ambas manos y se la acercó a la cara, dejando que el vapor la rozara la piel.
—Aún no lo sé —se mordió el labio con la vista fija en la taza—, pero es posible que sí. —Sonrió de manera amplia mientras subía las piernas a la silla y las cruzaba debajo de ella—. Tampoco sé qué se supone que es lo que debería sentir. Siempre he pensado que eso es algo de lo que te das cuenta de repente, pero ahora ya no estoy tan segura. —Apoyó la cabeza en el respaldo, recapacitando sobre sus palabras—. Además, toda la vida es mucho tiempo. ¿Y si lo que ahora creo que es lo que quiero para siempre resulta que no lo es? ¿O si él es el que no quiere estar conmigo para siempre? —Suspiró—. No sé, es... difícil. —Dejó la taza sobre la mesa y volvió a las labores que había interrumpido cuando llegó Dragomir—. Con esta cantidad de sermones vas a dejar de venir a verme —bromeó—. Aunque espero estar confundida.—Terminó de coser un agujero del bajo de una falda y volvió a beber un trago de té—. Y ¿tus hermanos casados tienen planes para ampliar la familia? Seguro que tu madre se muere por ser abuela.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
Negó con la cabeza y realizó un movimiento con la mano para restarle importancia a aquello sobre su hermano, estaba seguro de que se trataba de un amor pasajero, un capricho de adolescente.
—Seguro que sí. A todos nos gustaría que fueras de la familia pero no creo que ustedes dos sean la pareja correcta— dijo riendo un poco — Además como dices, encontrará a alguna chica de su edad y se podrá casar con ella, todo a su debido tiempo— finalizó mientras asentía, aún divertido por aquella visión de su hermano enamorado de Kala.
Sonrió ampliamente ante la carcajada de Kala y después río con ella igual de fuere. Lo había dicho como broma, eso era claro, pero nunca espero que ella pudiera encontrarlo tan divertido, supuso se debía a la sorpresa de sus palabras
—¡Pero si no exagero! —dijo entre risas también— Mis padres ya no saben qué hacer conmigo, la única opción que tienen es mandarme al bosque — volvió a reír, divertido por aquello y después le sonrió amablemente— Gracias, Kala. Y sé que hay alguna que otra detrás de mí, no soy tan despistado o idiota como para no notarlas. Pero ninguna de ellas provoca en mí un deseo de algo— se encogió de hombros, restándole importancia a eso pues tampoco se encontraba desesperado por comenzar una familia, ni siquiera tenía los recursos para hacerlo. —Por eso creo que debes de encontrar a la persona indicada, a ellos les funciona estar así, a otros puede que no. Lo importante es que todos estén felices ̶ dijo convencido de ello.
Volvió a tomar de su té y suspiro tranquilo, no se había percatado de que se encontraba tan cansado por todo el trabajo de la mañana hasta aquel momento. La miro de reojo, sonriendo ante aquella reacción por parte de la otra ante su pregunta. Seguido asintió entendiendo la situación en la que se encontraba ella, durante mucho tiempo había creído que encontrar a la persona indicada sería cuestión de verla y listo. Ahora no estaba ni seguro de cómo se llamaba.
̶ Vendré a verte aún con los sermones ̶ dijo divertido, aunque ligeramente serio por sus palabras. Ya lo había llegado a considerar en otras ocasiones ¿qué si de pronto encontraba que no le agradaba con el que había jurado estar toda la vida? ̶ Mi madre alguna vez me dijo si de pronto surgía una duda lo mejor era dejarlo. Que se sentía correcto en ese momento. ̶ se quedo callado durante un momento y cuando escuchó la pregunta la miro confundido. ̶ ¿Abuela? Ah, claro que sí. Quiere que al menos cada uno de nosotros tenga 6 hijos, se emociona de más a veces ̶ comentó riendo y suspirando, su madre se volvía loca de pronto. ̶ El mayor ya tiene un hijo y esperan al segundo, aunque no están aquí por el momento pues se fueron a visitar a los padres de mi cuñada. Mi otra cuñada aún no queda embarazada pero lo siguen intentando. Tal vez por eso la urgencia de mi mamá por tener más nueras ̶ dijo riendo de nuevo, nunca lo había pensado de esa forma pero podría que fuera así.
—Seguro que sí. A todos nos gustaría que fueras de la familia pero no creo que ustedes dos sean la pareja correcta— dijo riendo un poco — Además como dices, encontrará a alguna chica de su edad y se podrá casar con ella, todo a su debido tiempo— finalizó mientras asentía, aún divertido por aquella visión de su hermano enamorado de Kala.
Sonrió ampliamente ante la carcajada de Kala y después río con ella igual de fuere. Lo había dicho como broma, eso era claro, pero nunca espero que ella pudiera encontrarlo tan divertido, supuso se debía a la sorpresa de sus palabras
—¡Pero si no exagero! —dijo entre risas también— Mis padres ya no saben qué hacer conmigo, la única opción que tienen es mandarme al bosque — volvió a reír, divertido por aquello y después le sonrió amablemente— Gracias, Kala. Y sé que hay alguna que otra detrás de mí, no soy tan despistado o idiota como para no notarlas. Pero ninguna de ellas provoca en mí un deseo de algo— se encogió de hombros, restándole importancia a eso pues tampoco se encontraba desesperado por comenzar una familia, ni siquiera tenía los recursos para hacerlo. —Por eso creo que debes de encontrar a la persona indicada, a ellos les funciona estar así, a otros puede que no. Lo importante es que todos estén felices ̶ dijo convencido de ello.
Volvió a tomar de su té y suspiro tranquilo, no se había percatado de que se encontraba tan cansado por todo el trabajo de la mañana hasta aquel momento. La miro de reojo, sonriendo ante aquella reacción por parte de la otra ante su pregunta. Seguido asintió entendiendo la situación en la que se encontraba ella, durante mucho tiempo había creído que encontrar a la persona indicada sería cuestión de verla y listo. Ahora no estaba ni seguro de cómo se llamaba.
̶ Vendré a verte aún con los sermones ̶ dijo divertido, aunque ligeramente serio por sus palabras. Ya lo había llegado a considerar en otras ocasiones ¿qué si de pronto encontraba que no le agradaba con el que había jurado estar toda la vida? ̶ Mi madre alguna vez me dijo si de pronto surgía una duda lo mejor era dejarlo. Que se sentía correcto en ese momento. ̶ se quedo callado durante un momento y cuando escuchó la pregunta la miro confundido. ̶ ¿Abuela? Ah, claro que sí. Quiere que al menos cada uno de nosotros tenga 6 hijos, se emociona de más a veces ̶ comentó riendo y suspirando, su madre se volvía loca de pronto. ̶ El mayor ya tiene un hijo y esperan al segundo, aunque no están aquí por el momento pues se fueron a visitar a los padres de mi cuñada. Mi otra cuñada aún no queda embarazada pero lo siguen intentando. Tal vez por eso la urgencia de mi mamá por tener más nueras ̶ dijo riendo de nuevo, nunca lo había pensado de esa forma pero podría que fuera así.
Dragomir Negrescu- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
Tenía las manos rodeando la taza, proporcionándole un ligero calor que la iba acogiendo poco a poco. Dedicó un par de minutos a mirar a Dragomir mientras éste hablaba y después, simplemente, recapacitó sobre sus palabras. Kala era una mujer que nunca antes se había enamorado. Claro que había sentido ese amor profundo que se tienen dos personas con lazos de sangre; sus tíos, sus hermanos, sus padres… Los quería con todas sus fuerzas, pero era un cariño con el que se nacía, que siempre había estado ahí y con el que te acostumbrabas a vivir.
Nunca supo lo que sería sentir ese mismo amor por otra persona originalmente ajena a uno mismo. No se lo planteó siquiera, pensaba que algún día llegaría y se daría cuenta. Pero tampoco eso ocurrió como esperaba. ¿Había llegado ya? No lo sabía, y es que, si no lo había sentido nunca, ¿cómo debería saberlo? Pensaba muy a menudo en todo aquello, tanto que muchas de las veces podía pasar horas mirando al infinito sin moverse. Exactamente como en aquella ocasión.
La realidad volvió a ella de pronto y dejó la taza sobre la mesa dando un pequeño respingo. Se acercó la siguiente prenda del montón, unos viejos pantalones marrones de su tío, y comenzó a remendar un gran agujero en la zona de la rodilla.
—¿¡Seis hijos!? —exclamó de pronto, girando la cabeza y mirando a Dragomir con los ojos abiertos de par en par—. Lamento decirte que ahora sí que me has convencido. No estoy hecha para casarme contigo o tus hermanos —bromeó, dejando la labor sobre su regazo y bebiendo otro sorbo—. Dioses, seis hijos son muchos hijos. Me gustan los niños —alzó el pantalón para seguir cosiendo el agujero—, a veces creo que demasiado, pero no me veo capaz de dar a luz a seis pequeños monstruitos. No creo que esté preparada para tanto, sin contar con que aquí no cabrían todos.
Ella había sido la tercera menor de diez hermanos, una familia muy numerosa pero no tan extraña en su país. La suya fue una familia con suerte, vivían bajo un techo en un lugar privilegiado, tenían tanta comida como podían necesitar y su situación en la jerarquía de los trabajadores era poderosa. Es cierto que, llegado un punto, todo se truncó, pero hasta ese momento todos los hermanos disfrutaban de una vida cómoda y próspera en la plantación. Otras familias, en cambio, no tenían la misma suerte. Si alguno de sus miembros caía enfermo por la picadura de algún mosquito, los recursos para tratarlo eran limitados.
—Tu madre va a poder armar un ejército de nietos. ¿Ha pensado que es muy probable que le toque cuidarlos a todos de vez en cuando? —Rió imaginando la escena—. Pobre mujer, espero que seáis compasivos con ella. —Estiró el agujero desde los costados para asentar las puntadas y siguió cosiendo con empeño—. ¿Has pensado alguna vez cuántos te gustaría tener a ti? —preguntó de pronto—. No hablo de una cifra, pero, no sé. Muchos, pocos… quizá ninguno y quieres dedicarte a ser el tío adorable de todos tus sobrinos.
Giró la cabeza hacia él, parando un momento sus labores y sonriéndole ampliamente. Lo cierto es que no le costaba trabajo imaginar a Dragomir con un bebé en brazos, ya fuera suyo o ajeno.
Nunca supo lo que sería sentir ese mismo amor por otra persona originalmente ajena a uno mismo. No se lo planteó siquiera, pensaba que algún día llegaría y se daría cuenta. Pero tampoco eso ocurrió como esperaba. ¿Había llegado ya? No lo sabía, y es que, si no lo había sentido nunca, ¿cómo debería saberlo? Pensaba muy a menudo en todo aquello, tanto que muchas de las veces podía pasar horas mirando al infinito sin moverse. Exactamente como en aquella ocasión.
La realidad volvió a ella de pronto y dejó la taza sobre la mesa dando un pequeño respingo. Se acercó la siguiente prenda del montón, unos viejos pantalones marrones de su tío, y comenzó a remendar un gran agujero en la zona de la rodilla.
—¿¡Seis hijos!? —exclamó de pronto, girando la cabeza y mirando a Dragomir con los ojos abiertos de par en par—. Lamento decirte que ahora sí que me has convencido. No estoy hecha para casarme contigo o tus hermanos —bromeó, dejando la labor sobre su regazo y bebiendo otro sorbo—. Dioses, seis hijos son muchos hijos. Me gustan los niños —alzó el pantalón para seguir cosiendo el agujero—, a veces creo que demasiado, pero no me veo capaz de dar a luz a seis pequeños monstruitos. No creo que esté preparada para tanto, sin contar con que aquí no cabrían todos.
Ella había sido la tercera menor de diez hermanos, una familia muy numerosa pero no tan extraña en su país. La suya fue una familia con suerte, vivían bajo un techo en un lugar privilegiado, tenían tanta comida como podían necesitar y su situación en la jerarquía de los trabajadores era poderosa. Es cierto que, llegado un punto, todo se truncó, pero hasta ese momento todos los hermanos disfrutaban de una vida cómoda y próspera en la plantación. Otras familias, en cambio, no tenían la misma suerte. Si alguno de sus miembros caía enfermo por la picadura de algún mosquito, los recursos para tratarlo eran limitados.
—Tu madre va a poder armar un ejército de nietos. ¿Ha pensado que es muy probable que le toque cuidarlos a todos de vez en cuando? —Rió imaginando la escena—. Pobre mujer, espero que seáis compasivos con ella. —Estiró el agujero desde los costados para asentar las puntadas y siguió cosiendo con empeño—. ¿Has pensado alguna vez cuántos te gustaría tener a ti? —preguntó de pronto—. No hablo de una cifra, pero, no sé. Muchos, pocos… quizá ninguno y quieres dedicarte a ser el tío adorable de todos tus sobrinos.
Giró la cabeza hacia él, parando un momento sus labores y sonriéndole ampliamente. Lo cierto es que no le costaba trabajo imaginar a Dragomir con un bebé en brazos, ya fuera suyo o ajeno.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
Una sonrisa divertida se dibujo en sus labios mientras veía la sorpresa con la que Kala recibía aquella noticia. Si alguna vez había pensado entrar a su familia, ese era el momento de saber todo lo que se esperaba de ella, y ese punto era bastante importante para la madre de Dragomir. Aunque él no podía evitar pensar en que exageraba, pues la primera vez que escucho ese requisito su expresión había sido bastante parecido a la de Kala.
̶ Seis hijos ̶ reafirmó, soltando una carcajada ante las palabras de Kala respecto a la unión de las familias. ̶ No te culpo, si bien nos gustaría que fueras de la familia, sé que seis hijos son bastantes. Hasta yo creo que mi madre exagera. Pero como ella logro criarnos a nosotros seis, cree que nosotros podremos criar a seis monstruos ̶ volvió a reír, divertido de imaginarse a seis hijos suyos haciendo las mismas travesuras que él hacía de pequeño. Lo más probable era que terminara uniéndose a ellos y que él fuera el castigado y no los niños. ̶ Lo mismo le dije, que no íbamos a caber todos en un mismo lugar. Seis niños son demasiados, a menos que nos marchemos a otra parte del campamento. ̶ comentó mientras se ponía a pensar en eso.
Ellos eran seis y ya ocupaban bastante espacio, tomando en cuenta de que su hermano y su cuñada no estaban por el momento. Pero además estaba su tía y su hija única, la cual ya tenía dos hijas, sus sobrinas consentidas. Per que todos ellos tuvieran a unos mocosos traviesos... No estaba seguro de que el campamento pudiera seguir en pie. Además siempre le había preocupado no poder mantener a su familia, no quería que ellos pasaran el hambre que en algún momento tuvo que pasar él debido a las dificultades de la economía con sus padres. Mucho menos quería traer al mundo niños que sufrieran por la discriminación que existía hacia ellos, él había logrado superar eso, pero uno de sus hermanos siempre sufrió bastante por ese tema.
̶ ̶ Supongo que quiere un ejército para poder conquistar al mundo ̶ volvió a reír por ello y seguido se encogió de hombros. No era una idea tan descabellada. ̶ Nunca sé qué es lo que pasa por la mente de mi madre pero no te preocupes, no pretendo dejar que los cuide por mucho tiempo y dudo darte tantos ̶ soltó una risita, viendo hacia el techo del lugar. ¿Cuántas veces se había realizado aquella pregunta?. ̶ De pequeño quería seis hijos, como nosotros. En la adolescencia me dije que con cuatro niños sería suficiente. Ahora mismo solo quiero tres, de preferencia que sean dos niños y una niña ̶ volteó a verla y cuando sus miradas se encontraron le sonrió de igual forma. ̶ Aparte de ellos, seré el tío adorable ̶ dijo seguro de sí mismo. Podría no saber muchas cosas de su vida pero de eso no dudaba. Tendría tres hijos y cuidaría de sus sobrinos como si fueran suyos. ̶ ¿Tú cuántos quieres? Cualquiera creería que siendo hija única no te opondrías a tener seis hijos ̶ comentó bromeando.
̶ Seis hijos ̶ reafirmó, soltando una carcajada ante las palabras de Kala respecto a la unión de las familias. ̶ No te culpo, si bien nos gustaría que fueras de la familia, sé que seis hijos son bastantes. Hasta yo creo que mi madre exagera. Pero como ella logro criarnos a nosotros seis, cree que nosotros podremos criar a seis monstruos ̶ volvió a reír, divertido de imaginarse a seis hijos suyos haciendo las mismas travesuras que él hacía de pequeño. Lo más probable era que terminara uniéndose a ellos y que él fuera el castigado y no los niños. ̶ Lo mismo le dije, que no íbamos a caber todos en un mismo lugar. Seis niños son demasiados, a menos que nos marchemos a otra parte del campamento. ̶ comentó mientras se ponía a pensar en eso.
Ellos eran seis y ya ocupaban bastante espacio, tomando en cuenta de que su hermano y su cuñada no estaban por el momento. Pero además estaba su tía y su hija única, la cual ya tenía dos hijas, sus sobrinas consentidas. Per que todos ellos tuvieran a unos mocosos traviesos... No estaba seguro de que el campamento pudiera seguir en pie. Además siempre le había preocupado no poder mantener a su familia, no quería que ellos pasaran el hambre que en algún momento tuvo que pasar él debido a las dificultades de la economía con sus padres. Mucho menos quería traer al mundo niños que sufrieran por la discriminación que existía hacia ellos, él había logrado superar eso, pero uno de sus hermanos siempre sufrió bastante por ese tema.
̶ ̶ Supongo que quiere un ejército para poder conquistar al mundo ̶ volvió a reír por ello y seguido se encogió de hombros. No era una idea tan descabellada. ̶ Nunca sé qué es lo que pasa por la mente de mi madre pero no te preocupes, no pretendo dejar que los cuide por mucho tiempo y dudo darte tantos ̶ soltó una risita, viendo hacia el techo del lugar. ¿Cuántas veces se había realizado aquella pregunta?. ̶ De pequeño quería seis hijos, como nosotros. En la adolescencia me dije que con cuatro niños sería suficiente. Ahora mismo solo quiero tres, de preferencia que sean dos niños y una niña ̶ volteó a verla y cuando sus miradas se encontraron le sonrió de igual forma. ̶ Aparte de ellos, seré el tío adorable ̶ dijo seguro de sí mismo. Podría no saber muchas cosas de su vida pero de eso no dudaba. Tendría tres hijos y cuidaría de sus sobrinos como si fueran suyos. ̶ ¿Tú cuántos quieres? Cualquiera creería que siendo hija única no te opondrías a tener seis hijos ̶ comentó bromeando.
Dragomir Negrescu- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
Puntada tras puntada, el agujero del pantalón iba quedando sellado mientras los dedos de Kala sufrían los torpes pinchazos que ella misma se daba. Se llevó el índice a la boca e intentó aliviar el dolor con su saliva, para seguir cosiendo y recibiendo nuevos aguijonazos que reemplazaban a los anteriores. Movió los ojos para mirar a Dragomir cuando éste le hizo la pregunta. ¿Acaso ella misma se lo había preguntado alguna vez?
—¿Cuántos hijos? —Echó la cabeza hacia atrás y la apoyó sobre el respaldo—. No lo sé, más de uno sí, eso seguro. —Alzó el dedo índice en el aire y sonrió—. Es muy aburrido no tener hermanos, créeme.
Kala había vivido las dos situaciones que cualquier ser humano podía experimentar. Cuando era niña había crecido rodeada de una multitud de hermanos y hermanas con los que jugar, llorar, reír y discutir. Ella era todavía una niña cuando abandonó su tierra natal, pero recordaba cómo sus hermanas mayores se compenetraban entre ellas y se apoyaban las unas a las otras. Ella, sin embargo, siempre había estado pegada a su hermano Johar, tres o cuatro años mayor que ella. Fue su compañero de juegos, su confesor, su protector y su mejor amigo.
Al llegar a París había perdido todo aquello y se había convertido en la hija única de un hombre soltero al que no se le conocía pareja alguna. Sin mujeres en el seno familiar, la gitana tuvo que buscar ese apoyo en las madres e hijas de las familias vecinas, sobre todo cuando en su adolescencia su cuerpo comenzó a cambiar. No tuvo una madre que le explicara el primer período o una hermana con la que hablar sobre el que creía que sería el primer amor. Rajesh suplió aquel vacío como pudo, pero para él había temas más delicados que prefería dejar a otra mujer. Tampoco tuvo a nadie con el que quejarse sobre su propio tío. Aunque era un hombre muy liberal que la dejaba hacer y deshacer a su antojo, bajo su techo había algunas reglas que debía cumplir, sobre todo las dictadas por su madre cuando la mandó a París. Las regañinas recaían sólo sobre ella, no había travesuras llevadas a cabo por dos en las que pudieran darse ánimos unos a otros.
—En realidad, nunca he pensado en cuántos hijos quiero tener. Sé que quiero tenerlos en algún momento, pero tampoco puedo decirte cuándo —dijo y suspiró—. Así que esperaré hasta que quieran venir y querré a todos los que vengan, sean muchos o pocos. —Sonrió ampliamente—. En cuanto a si quiero niños o niñas, eso sí que no me importa. Tampoco es algo que podamos decidir —se encogió de hombros—, así que sólo nos queda esperar para ver qué nos depara el futuro. Y si al final resulta que no estoy destinada a ser madre, siempre puedo cuidar a los tuyos. —Miró a Dragomir y le guiñó un ojo—. Prometo no malcriarlos demasiado.
Terminó el pantalón y siguió con la última prenda que le faltaba, una de sus camisas favoritas. De vez en cuando daba pequeños sorbos al té, que se iba enfriando poco a poco. Miró la taza de su invitado por el rabillo del ojo.
—¿Quieres más? —preguntó señalándola con la cabeza.
—¿Cuántos hijos? —Echó la cabeza hacia atrás y la apoyó sobre el respaldo—. No lo sé, más de uno sí, eso seguro. —Alzó el dedo índice en el aire y sonrió—. Es muy aburrido no tener hermanos, créeme.
Kala había vivido las dos situaciones que cualquier ser humano podía experimentar. Cuando era niña había crecido rodeada de una multitud de hermanos y hermanas con los que jugar, llorar, reír y discutir. Ella era todavía una niña cuando abandonó su tierra natal, pero recordaba cómo sus hermanas mayores se compenetraban entre ellas y se apoyaban las unas a las otras. Ella, sin embargo, siempre había estado pegada a su hermano Johar, tres o cuatro años mayor que ella. Fue su compañero de juegos, su confesor, su protector y su mejor amigo.
Al llegar a París había perdido todo aquello y se había convertido en la hija única de un hombre soltero al que no se le conocía pareja alguna. Sin mujeres en el seno familiar, la gitana tuvo que buscar ese apoyo en las madres e hijas de las familias vecinas, sobre todo cuando en su adolescencia su cuerpo comenzó a cambiar. No tuvo una madre que le explicara el primer período o una hermana con la que hablar sobre el que creía que sería el primer amor. Rajesh suplió aquel vacío como pudo, pero para él había temas más delicados que prefería dejar a otra mujer. Tampoco tuvo a nadie con el que quejarse sobre su propio tío. Aunque era un hombre muy liberal que la dejaba hacer y deshacer a su antojo, bajo su techo había algunas reglas que debía cumplir, sobre todo las dictadas por su madre cuando la mandó a París. Las regañinas recaían sólo sobre ella, no había travesuras llevadas a cabo por dos en las que pudieran darse ánimos unos a otros.
—En realidad, nunca he pensado en cuántos hijos quiero tener. Sé que quiero tenerlos en algún momento, pero tampoco puedo decirte cuándo —dijo y suspiró—. Así que esperaré hasta que quieran venir y querré a todos los que vengan, sean muchos o pocos. —Sonrió ampliamente—. En cuanto a si quiero niños o niñas, eso sí que no me importa. Tampoco es algo que podamos decidir —se encogió de hombros—, así que sólo nos queda esperar para ver qué nos depara el futuro. Y si al final resulta que no estoy destinada a ser madre, siempre puedo cuidar a los tuyos. —Miró a Dragomir y le guiñó un ojo—. Prometo no malcriarlos demasiado.
Terminó el pantalón y siguió con la última prenda que le faltaba, una de sus camisas favoritas. De vez en cuando daba pequeños sorbos al té, que se iba enfriando poco a poco. Miró la taza de su invitado por el rabillo del ojo.
—¿Quieres más? —preguntó señalándola con la cabeza.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
Aquel gesto que hacia le llamo la atención y por primera vez se percataba de la forma en la que se pinchaba el dedo con cada puntada que le daba al pantalón. Llevo entonces sus manos a sus bolsillos y de ahí saco un pedazo de cuero viejo. Tomó la mano de Kala y envolvió el dedo lastimado, tomando la medida exacta para después soltarla y empezar a hacer un dedal con ese pedazo de cuero.
—Puedo imaginar que es bastante silenciosa la vida sin hermanos. Estando nosotros dos aquí, aun puedo percibir la presencia de la soledad. No es que este mal, pues debemos amar la misma soledad pero yo no me imagino una vida silenciosa —comentó riendo suavemente— Además creo que la convivencia entre hermanos te abre muchas puertas, además de heridas. Y si por algún motivo solo llegas a tener uno, puedes juntarlo con los míos. Así al menos no estará tan aburrido—
Estuvo batallando por amoldar el cuero, lograrlo amarrarlo de forma en que no se deshiciera con solo una puesta. Sus labios se ensancharon antes sus palabras y asintió. Sabía que no podía elegir el sexo de sus hijos y los querría a todos fueran lo que fueran, pero siempre se había imaginado de una forma. Además ya había hecho trampa y al leerse el futuro supo que podría llegar a tener su sueño.
—¡Oh, por favor! Malcríalos, sino qué diversión tendré yo. ¿Serán tan buenos que no podré castigarlos?— pregunto como si aquello realmente fuera un suplicio que no podría cumplir. Después río de nuevo y negó con la cabeza. ̶ Bueno no estoy seguro de qué tan tranquilos puedan ser, con una tía como tú y yo como padre. Aún recuerdo que mi madre siempre tenía que hacer mis hermanos fueran a buscarme al bosque porque me la pasaba metido ahí jugando con cualquier animal que me encontrara. Había noches en las que me escapaba de la cama para poder dormir en mi árbol favorito. ̶ comentó haciendo memoria y sonriendo por aquello. ̶ Sí, me gustaría más té, por favor ̶ pidió acercando su taza a su anfitriona. ̶ Una vez mi madre decidió amarrarme al carro. Decía que si seguía pasando tiempo en el bosque terminaría por ser un animal, así que debía mantenerme en el campamento. Creo que esa vez me comporte más como animal que como humano, recuerdo que mi padre se sentó a mi lado y cantó toda la noche para mí, aunque yo lo llegue a morder como tres veces ̶ contó mientras recordaba esos tiempos.
Una vez que termino de hacer aquel dedal, tomó la aguja que Kala había usado y la probo en su dedo. Una vez satisfecho con los resultados, volvió a tomar la mano de su compañera y le colocó con cuidado el dedal.
—No deberías de lastimarte los dedos ya, pero avísame si no lo sientes bien o si te sigues lastimando. No es mi mejor pedazo de cuero pero debería funcionarte unos días más, cuando se termine me avisas y te hago otro—
—Puedo imaginar que es bastante silenciosa la vida sin hermanos. Estando nosotros dos aquí, aun puedo percibir la presencia de la soledad. No es que este mal, pues debemos amar la misma soledad pero yo no me imagino una vida silenciosa —comentó riendo suavemente— Además creo que la convivencia entre hermanos te abre muchas puertas, además de heridas. Y si por algún motivo solo llegas a tener uno, puedes juntarlo con los míos. Así al menos no estará tan aburrido—
Estuvo batallando por amoldar el cuero, lograrlo amarrarlo de forma en que no se deshiciera con solo una puesta. Sus labios se ensancharon antes sus palabras y asintió. Sabía que no podía elegir el sexo de sus hijos y los querría a todos fueran lo que fueran, pero siempre se había imaginado de una forma. Además ya había hecho trampa y al leerse el futuro supo que podría llegar a tener su sueño.
—¡Oh, por favor! Malcríalos, sino qué diversión tendré yo. ¿Serán tan buenos que no podré castigarlos?— pregunto como si aquello realmente fuera un suplicio que no podría cumplir. Después río de nuevo y negó con la cabeza. ̶ Bueno no estoy seguro de qué tan tranquilos puedan ser, con una tía como tú y yo como padre. Aún recuerdo que mi madre siempre tenía que hacer mis hermanos fueran a buscarme al bosque porque me la pasaba metido ahí jugando con cualquier animal que me encontrara. Había noches en las que me escapaba de la cama para poder dormir en mi árbol favorito. ̶ comentó haciendo memoria y sonriendo por aquello. ̶ Sí, me gustaría más té, por favor ̶ pidió acercando su taza a su anfitriona. ̶ Una vez mi madre decidió amarrarme al carro. Decía que si seguía pasando tiempo en el bosque terminaría por ser un animal, así que debía mantenerme en el campamento. Creo que esa vez me comporte más como animal que como humano, recuerdo que mi padre se sentó a mi lado y cantó toda la noche para mí, aunque yo lo llegue a morder como tres veces ̶ contó mientras recordaba esos tiempos.
Una vez que termino de hacer aquel dedal, tomó la aguja que Kala había usado y la probo en su dedo. Una vez satisfecho con los resultados, volvió a tomar la mano de su compañera y le colocó con cuidado el dedal.
—No deberías de lastimarte los dedos ya, pero avísame si no lo sientes bien o si te sigues lastimando. No es mi mejor pedazo de cuero pero debería funcionarte unos días más, cuando se termine me avisas y te hago otro—
Dragomir Negrescu- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
Miró con curiosidad cómo agarraba su mano y medía el trocito de cuero sobre el mismo dedo que se llevaba lastimando toda la tarde. Dejó la camisa sobre su regazo con la aguja atravesada por el tejido para mirarle fijamente como trabajaba la piel mientras hablaba. Tenía razón, la vida sin hermanos era algo más que silenciosa. No había risas, no había gritos, no había bromas. Además, en el caso de Kala, los silencios sólo conseguían recordarle de dónde venía y los motivos que la habían llevado allí.
—Lo haré, no lo dudes —comentó cuando el gitano le propuso juntar los niños de ambos en el futuro—. Y si tengo más de uno, también —confesó en voz baja, adelantando el cuerpo como si se tratara de un secreto.
Dio un par de puntadas más y después se levantó para servir más té, cogiendo la taza que le tendía Dragomir y llevando la suya en la otra mano. Se acercó al fuego y envolvió la tetera con las manos para calcular la temperatura de la bebida. La sintió templada, más caliente que fría, pero no tanto como le gustaba tomarlo a ella. Decidió que todavía podía calentar un poco más el líquido sin que perdiera demasiado sabor, así que la colocó sobre el fogón mientras su invitado hablaba. Kala se dio la vuelta y apoyó la espalda contra el borde de la cocina, colocando los brazos cruzados sobre su vientre, abrazándose a sí misma.
—¡No es cierto! —exclamó sin poder evitar reír ante la historia de Dragomir. Soltó una gran carcajada mientras se doblaba por la mitad, echando el cuerpo hacia delante—. ¿De verdad te amarraron al carro? —Se cubrió la boca mientras su pecho subía y bajaba con violentas convulsiones debido a la risa que no conseguía parar. Se secó un par de lágrimas y se volvió a mirar el té—. Si los niños se vuelven traviesos no será por mí, desde luego. ¡Eras un diablillo, Dragomir!
Rio un poco más y consiguió, finalmente, calmarse. Sirvió el té en ambas tazas y las llevó con cuidado a la mesita junto a la que se encontraban. Le dio a su invitado la suya y ella se sentó donde estaba momentos antes con la otra entre las manos. La bebida no estaba tan caliente como recién hecha, pero tenía la temperatura perfecta para templar el cuerpo en los días fríos.
—Reconozco que yo tampoco era una niña buena que no se metía nunca en líos, pero a tu lado, desde luego, era un ángel —bromeó y dejó la taza sobre la mesa—. Yo también tenía un lugar favorito fuera de casa. Era el tocón de un árbol gigantesco que llevaba cortado cientos de años. Solía tumbarme a lo largo sobre él y miraba el cielo, simplemente. Me gustaba buscar formas en las nubes que pasaban. —Siguió con sus labores y dio unas cuantas punzadas más—. A veces me quedaba dormida y era de noche cuando me despertaba, pero siempre procuraba llegar a casa mientras hubiera luz.
Tuvo que parar de coser porque Dragomir cogió la aguja de su mano y la clavó sobre la tela que había estado trabajando. Kala casi se había olvidado de ella, pero le pareció que debía de habérsele ocurrido a ella antes. ¡Qué tonta! Llevaba pinchándose toda la tarde, y un simple trozo de cuero le habría evitado terminar con el dedo agujereado.
—Gracias, Dragomir. No sé cómo no se me había ocurrido antes —dijo, clavando después la aguja en el dedo, probando ella misma la eficacia del dedal—. Esto es otra cosa. Me evitará muchos pinchazos a partir de ahora. Aún no tengo la práctica suficiente para coser sin pincharme los dedos, y no sé si alguna vez la conseguiré. Las mujeres mayores del campamento cosen tan rápido que lo hacen parecer fácil, pero a mi me parece todo un arte. —Miró la montaña de prendas ya remendadas y observó los agujeros recién arreglados—. Voy mejorando, pero todavía me queda mucho para que sean perfectos —dijo, levantando una de las prendas y enseñándole al gitano el remiendo.
Siguió cosiendo más segura esta vez, sintiendo como el cuero recibía los pinchazos y evitaba que se clavara la aguja en la piel. No sólo le permitía ir más rápido al no tener que detenerse a aliviar el dolor, sino que sentía que las puntadas eran más certeras al no tener que preocuparse por el resto de los dedos.
De pronto se hizo el silencio entre ellos, pero no había tensión en el ambiente. Era agradable pasar el rato en compañía de alguien, aunque fuera así, sin hablar, con la única certeza de que no se estaba sólo. Kala miró de reojo al joven a su lado y sonrió levemente.
—¿Sabes? Es agradable tener compañía —comentó.
—Lo haré, no lo dudes —comentó cuando el gitano le propuso juntar los niños de ambos en el futuro—. Y si tengo más de uno, también —confesó en voz baja, adelantando el cuerpo como si se tratara de un secreto.
Dio un par de puntadas más y después se levantó para servir más té, cogiendo la taza que le tendía Dragomir y llevando la suya en la otra mano. Se acercó al fuego y envolvió la tetera con las manos para calcular la temperatura de la bebida. La sintió templada, más caliente que fría, pero no tanto como le gustaba tomarlo a ella. Decidió que todavía podía calentar un poco más el líquido sin que perdiera demasiado sabor, así que la colocó sobre el fogón mientras su invitado hablaba. Kala se dio la vuelta y apoyó la espalda contra el borde de la cocina, colocando los brazos cruzados sobre su vientre, abrazándose a sí misma.
—¡No es cierto! —exclamó sin poder evitar reír ante la historia de Dragomir. Soltó una gran carcajada mientras se doblaba por la mitad, echando el cuerpo hacia delante—. ¿De verdad te amarraron al carro? —Se cubrió la boca mientras su pecho subía y bajaba con violentas convulsiones debido a la risa que no conseguía parar. Se secó un par de lágrimas y se volvió a mirar el té—. Si los niños se vuelven traviesos no será por mí, desde luego. ¡Eras un diablillo, Dragomir!
Rio un poco más y consiguió, finalmente, calmarse. Sirvió el té en ambas tazas y las llevó con cuidado a la mesita junto a la que se encontraban. Le dio a su invitado la suya y ella se sentó donde estaba momentos antes con la otra entre las manos. La bebida no estaba tan caliente como recién hecha, pero tenía la temperatura perfecta para templar el cuerpo en los días fríos.
—Reconozco que yo tampoco era una niña buena que no se metía nunca en líos, pero a tu lado, desde luego, era un ángel —bromeó y dejó la taza sobre la mesa—. Yo también tenía un lugar favorito fuera de casa. Era el tocón de un árbol gigantesco que llevaba cortado cientos de años. Solía tumbarme a lo largo sobre él y miraba el cielo, simplemente. Me gustaba buscar formas en las nubes que pasaban. —Siguió con sus labores y dio unas cuantas punzadas más—. A veces me quedaba dormida y era de noche cuando me despertaba, pero siempre procuraba llegar a casa mientras hubiera luz.
Tuvo que parar de coser porque Dragomir cogió la aguja de su mano y la clavó sobre la tela que había estado trabajando. Kala casi se había olvidado de ella, pero le pareció que debía de habérsele ocurrido a ella antes. ¡Qué tonta! Llevaba pinchándose toda la tarde, y un simple trozo de cuero le habría evitado terminar con el dedo agujereado.
—Gracias, Dragomir. No sé cómo no se me había ocurrido antes —dijo, clavando después la aguja en el dedo, probando ella misma la eficacia del dedal—. Esto es otra cosa. Me evitará muchos pinchazos a partir de ahora. Aún no tengo la práctica suficiente para coser sin pincharme los dedos, y no sé si alguna vez la conseguiré. Las mujeres mayores del campamento cosen tan rápido que lo hacen parecer fácil, pero a mi me parece todo un arte. —Miró la montaña de prendas ya remendadas y observó los agujeros recién arreglados—. Voy mejorando, pero todavía me queda mucho para que sean perfectos —dijo, levantando una de las prendas y enseñándole al gitano el remiendo.
Siguió cosiendo más segura esta vez, sintiendo como el cuero recibía los pinchazos y evitaba que se clavara la aguja en la piel. No sólo le permitía ir más rápido al no tener que detenerse a aliviar el dolor, sino que sentía que las puntadas eran más certeras al no tener que preocuparse por el resto de los dedos.
De pronto se hizo el silencio entre ellos, pero no había tensión en el ambiente. Era agradable pasar el rato en compañía de alguien, aunque fuera así, sin hablar, con la única certeza de que no se estaba sólo. Kala miró de reojo al joven a su lado y sonrió levemente.
—¿Sabes? Es agradable tener compañía —comentó.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
Sonrió complacido al escuchar que sus hijos podrían juntarse, no era raro que los más pequeños se juntarán en el campamento, pero de alguna forma saber que ya lo habían planeado volvía especial la ocasión. En ese poco tiempo había llegado a querer a Kala como si fuera su propia hermana, disfrutaba tanto de esa conversación fútil y al mismo tiempo tan profunda e interesante. Ahora entendía por qué su madre quería que ella fuera parte de la familia de forma oficial.
—Lo es, no puedo negarlo. Aún mi madre niega aquellos hechos porque le da vergüenza haber tenido un hijo salvaje. Ella no crió salvajes, siempre lo dice. —comentó riendo también por su propia historia, recordando ese día como si hubiera pasado ayer.—Sí, me amarraron pero no puedo culparlos. De verdad que me iba y no regresaba, solo lo hacía porque había parte de mí que deseaba estar en casa. De otra forma no sé si estuviera por aquí. Mi padre dice que ese día se percato que habían engendrado a un demonio, pues no era posible que alguien de mi tamaño y mi edad se comportará así. Él siempre me impulso a conocer más el mundo que nos rodeaba, sobre todo cuando viajábamos, así que entendía que mi encierro sacará lo peor de mí — Después también termino riendo sin parar, sintiendo que el aire comenzaba a faltarle y las lágrimas se le escapaban. —Mi pareja tendrá serios problemas, así que serás la encargada de avisarle que no se mete con alguien sencillo. A veces creo que es mejor que no tenga descendencia ̶ dijo riendo de nuevo.
Cuando tuvo cerca la taza, la tomó y dio un sorbo al té, saboreando el líquido y sintiendo su calidez recorrerle el cuerpo. Volvió la vista a Kala y asintió, ni siquiera la veía siendo una pequeña diablilla haciendo travesuras, pero sí podía imaginarla en aquel tocón, observando las nubes pasar. Esa era una buena actividad, él procuraba no ver tanto el cielo pero cuando lo hacia sus ojos no se podían apartar de la belleza de las nubes.
—A veces las personas olvidan lo que es vivir en realidad y dejan de apreciar las pequeñas cosas como mirar las nubes pasar o dormir durante toda la tarde al aire libre. Al menos eso es lo que creo, por eso sigo escapando al bosque cada que puedo —comentó con tranquilidad, sonriéndole a Kala después de recibir su agradecimiento. ̶ No es necesario que agradezcas, he sufrido igual que tú. Cuando mi madre nos ponía a ayudarla y aún aprendíamos, nuestros dedos quedaban más rojos que el carbón quemado. Y un día descubrí que el cuero mitigaba bastante bien el dolor. Ahí se nos acabaron los problemas en los dedos ̶ río un poco y después asintió ante las palabras de la chica. Las mujeres mayores siempre parecían coser sin mover siquiera las manos, era asombroso verlas. ̶ No te preocupes, Podrá no ser perfecto tú técnica aún pero puedo ver que vas por un buen camino, aunque procura mantener una presión constante al momento de jalar el hilo, así no estará tan tenso que se rompería o tan flojo que no amarraría bien la tela ̶ dijo dando su consejo, tocando aquel remedio y asintiendo con aprobación. A él le había ocurrido muchas veces que la tensión del hilo provocaba que tuviera que remedar la prenda más de dos veces.
Después de ello guardo silencio y se dedico a observar las manos de Kala. Ahora podía notar la seguridad con la que movía los dedos y la aguja, y además comprobaba que el cuero cumplía con su función. Si tan solo tuviera un poco más de cuero podría hacerle otros dos dedales a la chica para que pudiera guardarlos y hacer el cambio cuando se fueran desgastando. No se percato de que habían guardado tanto silencio hasta que ella lo hizo evidente. Sus ojos se juntaron con los de su compañera y sonrió amplio.
—Es cierto, hacía ya un tiempo que no disfrutaba de la compañía de una señorita. Sí convivo con mis cuñadas pero no es lo mismo. Además de que estar aquí en tu hogar, con esta sensación de silencio, hace que uno se sienta cómodo.—comentó asintiendo. Después su mirada volvió a recorrer el lugar. ̶ Sabes, siempre creí que eras muy distante. Te veía hablar con los demás y reías, sonreías y muchas más cosas, pero de alguna forma siempre notaba que tomabas distancia con todos. .̶
—Lo es, no puedo negarlo. Aún mi madre niega aquellos hechos porque le da vergüenza haber tenido un hijo salvaje. Ella no crió salvajes, siempre lo dice. —comentó riendo también por su propia historia, recordando ese día como si hubiera pasado ayer.—Sí, me amarraron pero no puedo culparlos. De verdad que me iba y no regresaba, solo lo hacía porque había parte de mí que deseaba estar en casa. De otra forma no sé si estuviera por aquí. Mi padre dice que ese día se percato que habían engendrado a un demonio, pues no era posible que alguien de mi tamaño y mi edad se comportará así. Él siempre me impulso a conocer más el mundo que nos rodeaba, sobre todo cuando viajábamos, así que entendía que mi encierro sacará lo peor de mí — Después también termino riendo sin parar, sintiendo que el aire comenzaba a faltarle y las lágrimas se le escapaban. —Mi pareja tendrá serios problemas, así que serás la encargada de avisarle que no se mete con alguien sencillo. A veces creo que es mejor que no tenga descendencia ̶ dijo riendo de nuevo.
Cuando tuvo cerca la taza, la tomó y dio un sorbo al té, saboreando el líquido y sintiendo su calidez recorrerle el cuerpo. Volvió la vista a Kala y asintió, ni siquiera la veía siendo una pequeña diablilla haciendo travesuras, pero sí podía imaginarla en aquel tocón, observando las nubes pasar. Esa era una buena actividad, él procuraba no ver tanto el cielo pero cuando lo hacia sus ojos no se podían apartar de la belleza de las nubes.
—A veces las personas olvidan lo que es vivir en realidad y dejan de apreciar las pequeñas cosas como mirar las nubes pasar o dormir durante toda la tarde al aire libre. Al menos eso es lo que creo, por eso sigo escapando al bosque cada que puedo —comentó con tranquilidad, sonriéndole a Kala después de recibir su agradecimiento. ̶ No es necesario que agradezcas, he sufrido igual que tú. Cuando mi madre nos ponía a ayudarla y aún aprendíamos, nuestros dedos quedaban más rojos que el carbón quemado. Y un día descubrí que el cuero mitigaba bastante bien el dolor. Ahí se nos acabaron los problemas en los dedos ̶ río un poco y después asintió ante las palabras de la chica. Las mujeres mayores siempre parecían coser sin mover siquiera las manos, era asombroso verlas. ̶ No te preocupes, Podrá no ser perfecto tú técnica aún pero puedo ver que vas por un buen camino, aunque procura mantener una presión constante al momento de jalar el hilo, así no estará tan tenso que se rompería o tan flojo que no amarraría bien la tela ̶ dijo dando su consejo, tocando aquel remedio y asintiendo con aprobación. A él le había ocurrido muchas veces que la tensión del hilo provocaba que tuviera que remedar la prenda más de dos veces.
Después de ello guardo silencio y se dedico a observar las manos de Kala. Ahora podía notar la seguridad con la que movía los dedos y la aguja, y además comprobaba que el cuero cumplía con su función. Si tan solo tuviera un poco más de cuero podría hacerle otros dos dedales a la chica para que pudiera guardarlos y hacer el cambio cuando se fueran desgastando. No se percato de que habían guardado tanto silencio hasta que ella lo hizo evidente. Sus ojos se juntaron con los de su compañera y sonrió amplio.
—Es cierto, hacía ya un tiempo que no disfrutaba de la compañía de una señorita. Sí convivo con mis cuñadas pero no es lo mismo. Además de que estar aquí en tu hogar, con esta sensación de silencio, hace que uno se sienta cómodo.—comentó asintiendo. Después su mirada volvió a recorrer el lugar. ̶ Sabes, siempre creí que eras muy distante. Te veía hablar con los demás y reías, sonreías y muchas más cosas, pero de alguna forma siempre notaba que tomabas distancia con todos. .̶
Dragomir Negrescu- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
Unas últimas puntadas dieron por terminado el trabajo que llevaba haciendo durante toda la tarde. Aseguró el hilo para que no se deshilachara y acomodó la tela para que el remiendo fuera tomando forma. Dejó la prenda sobre sus piernas, que mantenía cruzadas frente a ella, y se dispuso a guardar la aguja en la caja de costura.
—Sí, lo cierto es que hay veces que estar solo tiene sus ventajas —comentó, haciendo referencia al silencio del que se podía disfrutar en su carreta—. Y tú, teniendo una familia tan grande, tienes que notar estos momentos más que yo.
Estaba distraída clavando el puntiagudo palito de metal en el alfiletero cuando el comentario de Dragomir hizo que perdiera la concentración por unos breves segundos. Sólo los ojos más agudos se habrían dado cuenta de que su pulsó tembló levemente, como si la hubieran descubierto haciendo algo indebido. Tragó sin darse cuenta y terminó de guardar los hilos en el costurero.
—¿Sí? —comenzó, intentando quitarle importancia—. No sé, es posible. —Se encogió de hombros—. La verdad es que soy un poco tímida, puede ser por eso.
Parte de esa timidez se debía a su forma intrínseca de ser, había nacido así y con ello tendría que seguir viviendo el resto de su vida. Pero una gran parte de ello se debía al gran secreto que tuvo que guardar desde niña. Sus verdaderos orígenes no podían salir a la luz, y, para ello, Kala había tenido que aprender a “mentir”, o, más bien, a no decir toda la verdad. Para una persona como ella que, a pesar de su timidez, se encariñaba rápido con la gente, no contar algo así cuando se lo preguntaban directamente era muy complicado. Tanto que había optado por no hablar de ello para no correr el riesgo. La gente del campamento lo había entendido muy rápidamente, probablemente porque creían que preguntarle ese tipo de cosas le recordaba a su madre y la entristecía. Algo no muy falso, en realidad.
—También es verdad que hay muchas cosas de mi vida de las que no me gusta hablar con los demás —siguió mientras se levantaba para guardar la caja en un cajón—. Son cosas que encuentro demasiado personales y me agobio cuando la gente se empieza a interesar de manera constante por ellas. —Volvió a su sitio y empezó a doblar las prendas recién arregladas—. Sé que la mayoría no lo hacen con mala intención, pero prefiero mantener cierta distancia a tener que mentirles, o antes de sentirme mal por la conversación que esté manteniendo. —Dejó las prendas amontonadas a un lado y cogió la taza de té entre las manos—. Es complicado de entender, pero yo lo siento así.
Según la versión oficial, la madre de Kala, habitante de un campamento cercano a París, murió a causa de unas fiebres cuando la gitana tenía unos nueve años. Como la niña seguía teniendo un padre no muy lejos de donde vivía, su madre, antes de dar su último suspiro, decidió enviarla con él. Eso fue lo que les contaron a todos cuando la pequeña Kala llegó al campamento. Nadie puso en duda la historia, Rajesh tenía fama de viajero entre los gitanos de aquel campamento y no dudaban de que se hubiera acostado con unas cuantas mujeres en sus viajes. Además, el sorprendente parecido físico de la niña con él ayudó a que los más escépticos terminaran aceptándola como la hija del gitano. En realidad, no dejaba de ser el hermano de su verdadera madre y Kala era un calco de Priyanka, así que podía pasar por su hija sin ningún inconveniente.
Bebió un trago largo y se recostó hacia atrás en el sofá, pensativa. Estiró el cuello hacia un lado y después hacia el otro, haciendo sonar las vértebras. Lo masajeó suavemente con una mano y suspiró profundamente. Se quedó mirando al frente un momento y después desvió la vista hacia el gitano, sentado al lado. Hasta entonces, sólo una persona había descubierto su mayor secreto, y no porque ella se lo hubiera contado. Sonrió. En realidad, no había pasado nada después de aquello. Quizá no pasara nada por contarlo de nuevo, pero era algo que siempre había tenido que evitar. Pensar en hacer lo contrario la ponía nerviosa y le creaba un nudo en el estómago.
—Supongo que todos tenemos nuestros secretos, ¿no? —dijo, para romper el silencio—. No voy a preguntarte por los tuyos, tranquilo —atajó, sonriendo ampliamente—. Al igual que no me gusta que me pregunten, nunca pregunto a los demás.
—Sí, lo cierto es que hay veces que estar solo tiene sus ventajas —comentó, haciendo referencia al silencio del que se podía disfrutar en su carreta—. Y tú, teniendo una familia tan grande, tienes que notar estos momentos más que yo.
Estaba distraída clavando el puntiagudo palito de metal en el alfiletero cuando el comentario de Dragomir hizo que perdiera la concentración por unos breves segundos. Sólo los ojos más agudos se habrían dado cuenta de que su pulsó tembló levemente, como si la hubieran descubierto haciendo algo indebido. Tragó sin darse cuenta y terminó de guardar los hilos en el costurero.
—¿Sí? —comenzó, intentando quitarle importancia—. No sé, es posible. —Se encogió de hombros—. La verdad es que soy un poco tímida, puede ser por eso.
Parte de esa timidez se debía a su forma intrínseca de ser, había nacido así y con ello tendría que seguir viviendo el resto de su vida. Pero una gran parte de ello se debía al gran secreto que tuvo que guardar desde niña. Sus verdaderos orígenes no podían salir a la luz, y, para ello, Kala había tenido que aprender a “mentir”, o, más bien, a no decir toda la verdad. Para una persona como ella que, a pesar de su timidez, se encariñaba rápido con la gente, no contar algo así cuando se lo preguntaban directamente era muy complicado. Tanto que había optado por no hablar de ello para no correr el riesgo. La gente del campamento lo había entendido muy rápidamente, probablemente porque creían que preguntarle ese tipo de cosas le recordaba a su madre y la entristecía. Algo no muy falso, en realidad.
—También es verdad que hay muchas cosas de mi vida de las que no me gusta hablar con los demás —siguió mientras se levantaba para guardar la caja en un cajón—. Son cosas que encuentro demasiado personales y me agobio cuando la gente se empieza a interesar de manera constante por ellas. —Volvió a su sitio y empezó a doblar las prendas recién arregladas—. Sé que la mayoría no lo hacen con mala intención, pero prefiero mantener cierta distancia a tener que mentirles, o antes de sentirme mal por la conversación que esté manteniendo. —Dejó las prendas amontonadas a un lado y cogió la taza de té entre las manos—. Es complicado de entender, pero yo lo siento así.
Según la versión oficial, la madre de Kala, habitante de un campamento cercano a París, murió a causa de unas fiebres cuando la gitana tenía unos nueve años. Como la niña seguía teniendo un padre no muy lejos de donde vivía, su madre, antes de dar su último suspiro, decidió enviarla con él. Eso fue lo que les contaron a todos cuando la pequeña Kala llegó al campamento. Nadie puso en duda la historia, Rajesh tenía fama de viajero entre los gitanos de aquel campamento y no dudaban de que se hubiera acostado con unas cuantas mujeres en sus viajes. Además, el sorprendente parecido físico de la niña con él ayudó a que los más escépticos terminaran aceptándola como la hija del gitano. En realidad, no dejaba de ser el hermano de su verdadera madre y Kala era un calco de Priyanka, así que podía pasar por su hija sin ningún inconveniente.
Bebió un trago largo y se recostó hacia atrás en el sofá, pensativa. Estiró el cuello hacia un lado y después hacia el otro, haciendo sonar las vértebras. Lo masajeó suavemente con una mano y suspiró profundamente. Se quedó mirando al frente un momento y después desvió la vista hacia el gitano, sentado al lado. Hasta entonces, sólo una persona había descubierto su mayor secreto, y no porque ella se lo hubiera contado. Sonrió. En realidad, no había pasado nada después de aquello. Quizá no pasara nada por contarlo de nuevo, pero era algo que siempre había tenido que evitar. Pensar en hacer lo contrario la ponía nerviosa y le creaba un nudo en el estómago.
—Supongo que todos tenemos nuestros secretos, ¿no? —dijo, para romper el silencio—. No voy a preguntarte por los tuyos, tranquilo —atajó, sonriendo ampliamente—. Al igual que no me gusta que me pregunten, nunca pregunto a los demás.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
Sonrió ante sus palabras, era verdad que para él la soledad tiene unas ventajas que muchos no podrían llegar a descubrir pero la costumbre había provocado en él que el ruido no fuera más que parte de su entorno. Aún así agradecía tanto por la familia que tenía como por los momentos en los que podía pasar solo. Para él eran esos instantes en los que podía reencontrarse consigo mismo y pensar en el fututo.
Se había mantenido un poco distraído cuando de pronto escucho aquel tono que había en la voz de Kala, había sido un ligero temblor cuando contestó a su último comentario pero había logrado percibirlo. Así que sí había algo extraño en aquella distancia que se tomaba la chica, no eran imaginaciones suyas, pero se dedico a observarla mientras se justificaba diciendo que era tímida.
Le daría el beneficio de la duda, como siempre hacía con todos a los que conocía, pero sabía que había algo mucho más que una simple timidez. Había pasado muchos años leyendo a las personas para poder dar un futuro más acertado, así que reconocía las señales de cuando alguien intentaba ocultar algo.
-Es cierto, la timidez siempre provoca que haya cierta distancia entre las personas- dijo para hacer que la chica se volviera a relajar. -Uno de mis hermanos hace lo mismo a veces, solo es cosa de practicar el hablar con los demás. Las conversaciones siempre se inician con un hola, simple y sencillo- le volvió a sonreír y esta vez desvió la mirada hacia el techo, sintiendo ahora más curiosidad por saber más de Kala. Sentía un deseo de leerle las cartas pero sabía que eso era inapropiado y sería invadir en la privacidad de su, ahora, amiga. -Imagino que ese rasgo lo habrás heredado de tu madre, pues Rajesh no es nada tímido- comentó riendo bajo, recordando que aquel hombre había sido una gran influencia para él en muchos aspectos, además de que siempre lo había admirado.
Escuchó con respeto la nueva explicación que le daba Kala sobre su distanciamiento y medito sus palabras por un momento. Ahora era más que claro que había algo que ocultaba y debía de ser algo bastante grande.
-Suena solitario- comentó para después tensarse un momento. No había querido decir eso en voz alta pues no deseaba que Kala se incomodara. -Lo siento, es verdad que cada uno guarda sus secretos. Siempre existe algo que deseamos mantener en la intimidad de nuestra persona. Y tampoco es malo ocultarlo, por alguna razón lo hemos de hacer- sonrió divertido y negó con la cabeza. -No serían secretos si los compartiera, Kala. Pero tampoco es que sean secretos, a decir verdad mi vida siempre ha sido bastante publica. Aunque claro, no todos lo saben todo. Por ejemplo, solo dos de mis hermanos saben por qué aun sigo soltero, las demás personas solo creen saber la razón. Pero eso se debe a que dejo diferentes pistas. Lo importante siempre es engañar al espectador- comento mientras se encogía de hombros. -Pero no todos pueden hablar con tanta libertad como yo, guardar secretos es una forma de protegernos ¿cierto?- le dijo mientras le sonreía pícaro, dejándole ver que ya sospechaba sobre la verdad de su distanciamiento. Después se terminó lo que le quedaba de té y suspiro con tranquilidad, acomodándose de nuevo en donde estaba. -No te preocupes, a mí no necesitas decirme nada si no lo deseas hacer. Me basta con saber que vives con Rajesh para saber que eres una gran persona-
Se había mantenido un poco distraído cuando de pronto escucho aquel tono que había en la voz de Kala, había sido un ligero temblor cuando contestó a su último comentario pero había logrado percibirlo. Así que sí había algo extraño en aquella distancia que se tomaba la chica, no eran imaginaciones suyas, pero se dedico a observarla mientras se justificaba diciendo que era tímida.
Le daría el beneficio de la duda, como siempre hacía con todos a los que conocía, pero sabía que había algo mucho más que una simple timidez. Había pasado muchos años leyendo a las personas para poder dar un futuro más acertado, así que reconocía las señales de cuando alguien intentaba ocultar algo.
-Es cierto, la timidez siempre provoca que haya cierta distancia entre las personas- dijo para hacer que la chica se volviera a relajar. -Uno de mis hermanos hace lo mismo a veces, solo es cosa de practicar el hablar con los demás. Las conversaciones siempre se inician con un hola, simple y sencillo- le volvió a sonreír y esta vez desvió la mirada hacia el techo, sintiendo ahora más curiosidad por saber más de Kala. Sentía un deseo de leerle las cartas pero sabía que eso era inapropiado y sería invadir en la privacidad de su, ahora, amiga. -Imagino que ese rasgo lo habrás heredado de tu madre, pues Rajesh no es nada tímido- comentó riendo bajo, recordando que aquel hombre había sido una gran influencia para él en muchos aspectos, además de que siempre lo había admirado.
Escuchó con respeto la nueva explicación que le daba Kala sobre su distanciamiento y medito sus palabras por un momento. Ahora era más que claro que había algo que ocultaba y debía de ser algo bastante grande.
-Suena solitario- comentó para después tensarse un momento. No había querido decir eso en voz alta pues no deseaba que Kala se incomodara. -Lo siento, es verdad que cada uno guarda sus secretos. Siempre existe algo que deseamos mantener en la intimidad de nuestra persona. Y tampoco es malo ocultarlo, por alguna razón lo hemos de hacer- sonrió divertido y negó con la cabeza. -No serían secretos si los compartiera, Kala. Pero tampoco es que sean secretos, a decir verdad mi vida siempre ha sido bastante publica. Aunque claro, no todos lo saben todo. Por ejemplo, solo dos de mis hermanos saben por qué aun sigo soltero, las demás personas solo creen saber la razón. Pero eso se debe a que dejo diferentes pistas. Lo importante siempre es engañar al espectador- comento mientras se encogía de hombros. -Pero no todos pueden hablar con tanta libertad como yo, guardar secretos es una forma de protegernos ¿cierto?- le dijo mientras le sonreía pícaro, dejándole ver que ya sospechaba sobre la verdad de su distanciamiento. Después se terminó lo que le quedaba de té y suspiro con tranquilidad, acomodándose de nuevo en donde estaba. -No te preocupes, a mí no necesitas decirme nada si no lo deseas hacer. Me basta con saber que vives con Rajesh para saber que eres una gran persona-
Dragomir Negrescu- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
Aquello que había dicho no se podía considerar un arrebato de sinceridad y, en realidad, no le había contado nada concreto que le hiciera pensar en qué escondía la gitana. Pero, aunque había sido algo muy genérico y vago, Kala sentía que había empezado a abrirse a Dragomir. Quizá era lo que necesitaba, alguien que le brindara esa sensación de seguridad y le permitiera confiar lo suficiente como para contárselo.
—No, no lo es —coincidió con él cuando habló de la extroversión de Rajesh—. Así que sí, supongo que tienes razón. Lo habré heredado de ella.
Sonrió de manera tímida y miró la taza que tenía entre las manos mientras seguía escuchando a su compañero. De vez en cuando levantaba la mirada para observarle, sólo para bajarla a sus manos de nuevo. Había algo en sus palabras que la ¿reconfortó? No sabía cuál era esa sensación, cómo definirla exactamente. Era como si supiera que Dragomir era distinto a los demás, más vivo, más perspicaz. Su mirada y su sonrisa pícara le dijeron más que todas las palabras que pudo pronunciar. Ella se le quedó mirando, intentando descifrar qué se escondía en aquella mente inquieta tras su rostro afable.
—Gracias —le dijo de corazón—. Él sí que es buena persona.
No dijo nada más, sino que se limitó a mirar a su alrededor inspeccionando aquellos rincones que habían sido su hogar durante tantos años. La carreta no era para nada la misma que fue el día que entró por primera vez. La escasa decoración que tenía había ido tomando la forma de los gustos de Kala. Colores y formas traídas desde el mismo corazón de Ceylán. Todo allí definía la verdadera personalidad de la muchacha, su pequeño oasis exótico en aquel país extranjero.
Dio el último trago a su té con la mirada baja. En el fondo del recipiente sólo quedaban los posos, y los miraba como si pudiera leer algo en ellos. Él no iba a preguntar más cosas sobre ella pero eso, más que tranquilizarla, la angustió más. Desconocía la idea que se habría formado Dragomir en su mente con respecto a ella, pero no creía que fuera algo ni mínimamente aproximado. Apretaba la taza con tanta fuerza que sus nudillos se habían vuelto de color blanco. Cerró los ojos un par de segundos y cuando los abrió se dio cuenta de que entre ellos se había generado un silencio que se podía cortar con un cuchillo. Suspiró con fuerza.
—En realidad —rompió el silencio con un susurro— Rajesh no es mi padre —le confesó de repente—. Y yo… bueno —se mordió el labio inferior— nací muy lejos de aquí.
Levantó la mirada y la dirigió hacia él, esperando su reacción. Esa sí fue la primera vez que se lo confesaba a alguien por voluntad propia. ¿Tendría algo especial aquel gitano que le había dado la fuerza suficiente para decirlo en voz alta? Se levantó de su sitio y cogió la taza que había usado Dragomir, acercándose después a la chimenea para limpiarlas. Lejos de sentirse agobiada por la reciente confesión, se sentía ligera, como si se hubiera quitado un peso de encima. Metió ambas jarras en un balde de agua y se dio la vuelta, apoyando el trasero en un mueble.
—Supongo que parte de la historia es cierta, pero la gran mayoría no —se refería a la suya propia, y, es que, lo único cierto era que su madre había muerto. Aunque ni ella sabía si sería verdad—. Llevo tantos años contando la misma historia que hay veces que ni yo sé lo que es inventado y lo que no. Creía que con el tiempo me resultaría más fácil adaptarla y contarla con naturalidad, pero no es así. No es nada fácil hacerse pasar por alguien que no se es.
Volvió a suspirar y se dio la vuelta para seguir limpiando las tazas. Le había confesado mucho, más que a cualquiera. Eran pocas las personas que sabían aquello, pudiendo contarlas con los dedos de una mano. Sólo esperaba haber confiado en la persona adecuada.
—No, no lo es —coincidió con él cuando habló de la extroversión de Rajesh—. Así que sí, supongo que tienes razón. Lo habré heredado de ella.
Sonrió de manera tímida y miró la taza que tenía entre las manos mientras seguía escuchando a su compañero. De vez en cuando levantaba la mirada para observarle, sólo para bajarla a sus manos de nuevo. Había algo en sus palabras que la ¿reconfortó? No sabía cuál era esa sensación, cómo definirla exactamente. Era como si supiera que Dragomir era distinto a los demás, más vivo, más perspicaz. Su mirada y su sonrisa pícara le dijeron más que todas las palabras que pudo pronunciar. Ella se le quedó mirando, intentando descifrar qué se escondía en aquella mente inquieta tras su rostro afable.
—Gracias —le dijo de corazón—. Él sí que es buena persona.
No dijo nada más, sino que se limitó a mirar a su alrededor inspeccionando aquellos rincones que habían sido su hogar durante tantos años. La carreta no era para nada la misma que fue el día que entró por primera vez. La escasa decoración que tenía había ido tomando la forma de los gustos de Kala. Colores y formas traídas desde el mismo corazón de Ceylán. Todo allí definía la verdadera personalidad de la muchacha, su pequeño oasis exótico en aquel país extranjero.
Dio el último trago a su té con la mirada baja. En el fondo del recipiente sólo quedaban los posos, y los miraba como si pudiera leer algo en ellos. Él no iba a preguntar más cosas sobre ella pero eso, más que tranquilizarla, la angustió más. Desconocía la idea que se habría formado Dragomir en su mente con respecto a ella, pero no creía que fuera algo ni mínimamente aproximado. Apretaba la taza con tanta fuerza que sus nudillos se habían vuelto de color blanco. Cerró los ojos un par de segundos y cuando los abrió se dio cuenta de que entre ellos se había generado un silencio que se podía cortar con un cuchillo. Suspiró con fuerza.
—En realidad —rompió el silencio con un susurro— Rajesh no es mi padre —le confesó de repente—. Y yo… bueno —se mordió el labio inferior— nací muy lejos de aquí.
Levantó la mirada y la dirigió hacia él, esperando su reacción. Esa sí fue la primera vez que se lo confesaba a alguien por voluntad propia. ¿Tendría algo especial aquel gitano que le había dado la fuerza suficiente para decirlo en voz alta? Se levantó de su sitio y cogió la taza que había usado Dragomir, acercándose después a la chimenea para limpiarlas. Lejos de sentirse agobiada por la reciente confesión, se sentía ligera, como si se hubiera quitado un peso de encima. Metió ambas jarras en un balde de agua y se dio la vuelta, apoyando el trasero en un mueble.
—Supongo que parte de la historia es cierta, pero la gran mayoría no —se refería a la suya propia, y, es que, lo único cierto era que su madre había muerto. Aunque ni ella sabía si sería verdad—. Llevo tantos años contando la misma historia que hay veces que ni yo sé lo que es inventado y lo que no. Creía que con el tiempo me resultaría más fácil adaptarla y contarla con naturalidad, pero no es así. No es nada fácil hacerse pasar por alguien que no se es.
Volvió a suspirar y se dio la vuelta para seguir limpiando las tazas. Le había confesado mucho, más que a cualquiera. Eran pocas las personas que sabían aquello, pudiendo contarlas con los dedos de una mano. Sólo esperaba haber confiado en la persona adecuada.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
-Tú también eres una buena persona- comentó después de escucharla.
Era cierto que no conocía el pasado completo de la chica que estaba a su lado y tampoco podía saber por lo que había pasado antes de llegar a vivir con su padre. Pero él siempre había sido bastante perceptivo y perspicaz , desde que Kala llegará a vivir con Rajesh supo que había algo mucho más allá que una simple hija perdida. Hacía mucho tiempo que no había pensado en el día en que Rajesh les presento a la niña, sobre todo porque deseaba que su madre le ayudará a criar a una niña. Pero recordaba haber visto el comportamiento que tenía Rajesh con Kala ese día, la quería pero al mismo tiempo parecía ser un extraño para ella; al inicio supuso que era debido a que habían vivido separados, debían conocerse, entablar una relación de padre-hija, pero había algo más siempre en la mirada de Rajesh. Ese fue el primer día que lo descubrió pero conforme la niña iba creciendo y el amor entre ambos se fortalecía, él podía notar esa mirada en el padre de Kala. Se notaba que amaba a su hija pero no parecía ser la misma mirada que un padre le dedicará a su hija, muchas veces le pareció que era la forma de ver a una sobrina adorada.
Guardo un silencio pertinente, dejando que esta vez fuera Kala quien diera la pauta a seguir. Sabía que había abusado ya de la hospitalidad de la chica y que ahora hablaban de temas que podrían no ser adecuados a la totalidad de la relación que ellos mantenían. Pero aún sentía curiosidad, deseaba sacar la baraja de su bolsillo y ver lo que las cartas podían revelar de la chica. Sabía que su compañera igual era vidente pero él deseaba conocer más sobre la vida de ella. Estuvo a punto de pedirle permiso cuando noto la posición en la que se encontraba, más especifico pudo notar la blancura de sus nudillos al estar apretando con fuerza la taza. Ahí fue cuando supo que debía marcharse ya.
-Yo...- comenzó cuando de pronto escucho aquel suspiro y luego las palabras. Abrió los ojos con sorpresa cuando las palabras llegaron a sus oídos y se volvió a acomodar en su lugar, viendo ahora en silencio a Kala. Después la siguió con la mirada por el lugar y le dejo fija en ella. No pensaba en nada en concreto, pues su mente había comenzado a unir cabos sueltos en el comportamiento de Kala, y en algunas ocasiones de Rajesh. Era normal que mantuviera esa distancia a pesar de sonreír, ahora le quedaba claro por qué siempre parecía tener un aura de soledad.
Sus siguientes palabras provocaron que tuviera el impulso de levantarse e ir hacia ella. Se colocó a su espalda y entonces la abrazo. Rodeo los hombros de ella e hizo que pegará su espalda a su pecho. Por un momento solo la abrazo, ejerciendo la presión necesaria. Ahora podía comprender la magnitud de la soledad de la chica y ahora sentía más la necesidad de confortarla y darle seguridad. Mostrarle que en él podría encontrar más familia y amistad.
-Gracias, Kala, por haber confiado de esta forma en mí- dijo en voz baja, sabiendo que ella podría escucharlo en aquella posición. -Conmigo no necesitas ser alguien que no eres. Y deseo con todo mi corazón que tu familia se encuentre bien y que lleguen a reencontrarse-
Era cierto que no conocía el pasado completo de la chica que estaba a su lado y tampoco podía saber por lo que había pasado antes de llegar a vivir con su padre. Pero él siempre había sido bastante perceptivo y perspicaz , desde que Kala llegará a vivir con Rajesh supo que había algo mucho más allá que una simple hija perdida. Hacía mucho tiempo que no había pensado en el día en que Rajesh les presento a la niña, sobre todo porque deseaba que su madre le ayudará a criar a una niña. Pero recordaba haber visto el comportamiento que tenía Rajesh con Kala ese día, la quería pero al mismo tiempo parecía ser un extraño para ella; al inicio supuso que era debido a que habían vivido separados, debían conocerse, entablar una relación de padre-hija, pero había algo más siempre en la mirada de Rajesh. Ese fue el primer día que lo descubrió pero conforme la niña iba creciendo y el amor entre ambos se fortalecía, él podía notar esa mirada en el padre de Kala. Se notaba que amaba a su hija pero no parecía ser la misma mirada que un padre le dedicará a su hija, muchas veces le pareció que era la forma de ver a una sobrina adorada.
Guardo un silencio pertinente, dejando que esta vez fuera Kala quien diera la pauta a seguir. Sabía que había abusado ya de la hospitalidad de la chica y que ahora hablaban de temas que podrían no ser adecuados a la totalidad de la relación que ellos mantenían. Pero aún sentía curiosidad, deseaba sacar la baraja de su bolsillo y ver lo que las cartas podían revelar de la chica. Sabía que su compañera igual era vidente pero él deseaba conocer más sobre la vida de ella. Estuvo a punto de pedirle permiso cuando noto la posición en la que se encontraba, más especifico pudo notar la blancura de sus nudillos al estar apretando con fuerza la taza. Ahí fue cuando supo que debía marcharse ya.
-Yo...- comenzó cuando de pronto escucho aquel suspiro y luego las palabras. Abrió los ojos con sorpresa cuando las palabras llegaron a sus oídos y se volvió a acomodar en su lugar, viendo ahora en silencio a Kala. Después la siguió con la mirada por el lugar y le dejo fija en ella. No pensaba en nada en concreto, pues su mente había comenzado a unir cabos sueltos en el comportamiento de Kala, y en algunas ocasiones de Rajesh. Era normal que mantuviera esa distancia a pesar de sonreír, ahora le quedaba claro por qué siempre parecía tener un aura de soledad.
Sus siguientes palabras provocaron que tuviera el impulso de levantarse e ir hacia ella. Se colocó a su espalda y entonces la abrazo. Rodeo los hombros de ella e hizo que pegará su espalda a su pecho. Por un momento solo la abrazo, ejerciendo la presión necesaria. Ahora podía comprender la magnitud de la soledad de la chica y ahora sentía más la necesidad de confortarla y darle seguridad. Mostrarle que en él podría encontrar más familia y amistad.
-Gracias, Kala, por haber confiado de esta forma en mí- dijo en voz baja, sabiendo que ella podría escucharlo en aquella posición. -Conmigo no necesitas ser alguien que no eres. Y deseo con todo mi corazón que tu familia se encuentre bien y que lleguen a reencontrarse-
Dragomir Negrescu- Gitano
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 02/04/2016
Re: La canela y una platica (privado)
Tras sus últimas palabras se dio la vuelta y comenzó a limpiar las tazas. Lo cierto era que no prestaba mucha atención a lo que ocurría a su espalda, estaba demasiado concentrada en eliminar los restos del té. Aparentemente. Acciones mecánicas como esa le permitían poder pensar en otras cosas que le rondaban la cabeza sin que le interfiriera demasiado en los quehaceres del día a día. Lo que más le preocupaba era la posible reacción de Dragomir. Podía sentirse traicionado por no habérselo contado antes, no sería la primera vez que un secreto rompía una relación de mucho tiempo. En tal caso, ¿le guardaría el secreto? Se enfadara o no, Kala esperaba que no le contara a nadie lo que allí acababa de descubrir. Por el bien de todo el campamento, era mejor que nadie supiera el secreto. En caso de que la encontraran, estarían a salvo si no sabían la verdad sobre ella. Pensó y pensó, y todo lo que se le ocurría le gustaba cada vez menos. ¿Había hecho bien en contárselo? La respuesta llegó enseguida, en forma de abrazo. Cuando le sintió tras ella soltó las tazas y dejó que se hundieran al fondo del balde. Cerró los ojos y dejó que él la atrajera contra sí.
—Yo también lo deseo —dijo con la voz temblorosa—. Gracias.
Se quedó quieta dejándose consolar por aquel abrazo que, ahora se daba cuenta, necesitaba. Kala era una mujer que hacía amigos con facilidad, pero ninguno se podía considerar un buen amigo. Se divertían y se ayudaban, pero en momentos como aquel la gitana se sentía sola. Elevó una mano todavía mojada y la posó sobre el brazo de Dragomir. De pronto, recordó una tarde de su infancia, antes de que todo se truncara.
Ella había perdido su juguete favorito en los campos de té, una talla de madera de una mujer con una cesta en la cabeza. Estaba sentada en las escalinatas de la entrada de la casa, llorando mientras se abrazaba las piernas, hecha un ovillo. Su padre les había regalado a cada hermano una talla distinta cuando volvió de un largo viaje por la isla. Kala nunca se separaba de ella hasta que se cayó entre las plantas de té, perdiéndose para siempre. Unos pasos tras ella hicieron que levantara la cabeza. Su hermano se había sentado junto a ella y le pasó una mano por la espalda, mientras que con la otra le tendió la talla que le habían regalado a él. «Toma Kala, para ti», le dijo Johar. Ella le abrazó hasta casi dejarlo sin aire, y aquella figurita se convirtió en su nuevo juguete inseparable hasta que se perdió para siempre el día que partió de la isla.
—Y ¿sabes qué? —dijo—. Sí que tengo hermanos. Muchos, más que tú, de hecho. —Soltó el aire en forma de risa triste y se dio la vuelta, quedando los dos frente a frente—. La verdad es que me recuerdas mucho a uno de ellos. Ojalá estuviera aquí, creo que podríais llevaros bien.
Le sonrió y le pasó los brazos por el cuello en un abrazo tierno y fraternal. Estuvo así unos pocos minutos hasta que terminó por separarse. Su rostro estaba serio y le miraba fijamente, no de manera amenazadora, sino cauta.
—Tengo que pedirte una cosa, Dragomir —comenzó a decirle. Esperaba no ofenderle con sus palabras—. Confío en ti y sé que no vas a hacerlo, pero no se lo cuentes a nadie, por favor. He guardado el secreto durante tanto tiempo por algo y… no sé, no quiero que todos lo sepan de pronto. Sólo sois tres los que lo sabéis y uno de ellos es Rajesh. —Por primera vez se refería a él por su nombre frente a otra persona, en vez de usar el clásico “padre”—. Creo que será mejor que nadie más lo sepa, al menos de momento. Y aunque me encantaría gritarlo a los cuatro vientos, después de tanto tiempo, tres son muchas personas para mí. Y, bueno —siguió tras darse cuenta de algo—, Rajesh tampoco sabe que hay más gente que conoce la historia, y no sé si debería saberlo, en realidad.
Hablaba rápido y casi sin hacer pausas. Cuando esto ocurría, significaba que Kala estaba nerviosa, y no era para menos. ¡Estaba hablando de su verdadera vida con Dragomir! Aquello era algo nuevo para ella, más o menos. Sin darse cuenta, estaba empezando a dar los primeros pasos para aprender a vencer ese miedo que la visitaba de vez en cuando, obligándola a mirar a todos lados buscando a aquellos que un día fueron detrás de su familia.
—Yo también lo deseo —dijo con la voz temblorosa—. Gracias.
Se quedó quieta dejándose consolar por aquel abrazo que, ahora se daba cuenta, necesitaba. Kala era una mujer que hacía amigos con facilidad, pero ninguno se podía considerar un buen amigo. Se divertían y se ayudaban, pero en momentos como aquel la gitana se sentía sola. Elevó una mano todavía mojada y la posó sobre el brazo de Dragomir. De pronto, recordó una tarde de su infancia, antes de que todo se truncara.
Ella había perdido su juguete favorito en los campos de té, una talla de madera de una mujer con una cesta en la cabeza. Estaba sentada en las escalinatas de la entrada de la casa, llorando mientras se abrazaba las piernas, hecha un ovillo. Su padre les había regalado a cada hermano una talla distinta cuando volvió de un largo viaje por la isla. Kala nunca se separaba de ella hasta que se cayó entre las plantas de té, perdiéndose para siempre. Unos pasos tras ella hicieron que levantara la cabeza. Su hermano se había sentado junto a ella y le pasó una mano por la espalda, mientras que con la otra le tendió la talla que le habían regalado a él. «Toma Kala, para ti», le dijo Johar. Ella le abrazó hasta casi dejarlo sin aire, y aquella figurita se convirtió en su nuevo juguete inseparable hasta que se perdió para siempre el día que partió de la isla.
—Y ¿sabes qué? —dijo—. Sí que tengo hermanos. Muchos, más que tú, de hecho. —Soltó el aire en forma de risa triste y se dio la vuelta, quedando los dos frente a frente—. La verdad es que me recuerdas mucho a uno de ellos. Ojalá estuviera aquí, creo que podríais llevaros bien.
Le sonrió y le pasó los brazos por el cuello en un abrazo tierno y fraternal. Estuvo así unos pocos minutos hasta que terminó por separarse. Su rostro estaba serio y le miraba fijamente, no de manera amenazadora, sino cauta.
—Tengo que pedirte una cosa, Dragomir —comenzó a decirle. Esperaba no ofenderle con sus palabras—. Confío en ti y sé que no vas a hacerlo, pero no se lo cuentes a nadie, por favor. He guardado el secreto durante tanto tiempo por algo y… no sé, no quiero que todos lo sepan de pronto. Sólo sois tres los que lo sabéis y uno de ellos es Rajesh. —Por primera vez se refería a él por su nombre frente a otra persona, en vez de usar el clásico “padre”—. Creo que será mejor que nadie más lo sepa, al menos de momento. Y aunque me encantaría gritarlo a los cuatro vientos, después de tanto tiempo, tres son muchas personas para mí. Y, bueno —siguió tras darse cuenta de algo—, Rajesh tampoco sabe que hay más gente que conoce la historia, y no sé si debería saberlo, en realidad.
Hablaba rápido y casi sin hacer pausas. Cuando esto ocurría, significaba que Kala estaba nerviosa, y no era para menos. ¡Estaba hablando de su verdadera vida con Dragomir! Aquello era algo nuevo para ella, más o menos. Sin darse cuenta, estaba empezando a dar los primeros pasos para aprender a vencer ese miedo que la visitaba de vez en cuando, obligándola a mirar a todos lados buscando a aquellos que un día fueron detrás de su familia.
Kala Bhansali- Gitano
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Re: La canela y una platica (privado)
Se mantuvo con Kala entre sus brazos durante un buen rato, intentando trasmitirle tranquilidad y confort, un poco de seguridad y sobre todo amistad. Escuchó sus palabras pero no la dejo salir de aquella prisión que eran sus brazos y decidió depositar un beso sobre su cabello. Esta vez mantuvo un silencio prudente, dejando que la armonía del lugar los inundara y que sus corazones se unieran un poco más.
La había visto en incontables ocasiones, sus ojos la seguían siempre que la encontraba fuera, era frecuente que deseara saber el por qué de esa aura solitaria que la acompañaba, tenía la necesidad de conectar con ella para poder comprenderla del todo; ahora lo hacía, conocía la magnitud de su sufrimiento, lo sentía en su propia piel, y la impotencia de no poder ayudarla más provocaba que se aferrara a la chica sin lastimarla.
Pero sus brazos se movieron con delicadeza cuando sintió que Kala se movía. La observó, ladeando ligeramente la cabeza y escuchó aquellas palabras. No pudo evitar formar una sonrisa, pensando en todos los hermanos que pudiera tener su amiga y sobre todo en aquel que podría llegar a ser un buen amigo suyo.
-Algún día me gustaría conocerlos- dijo imaginando cómo serían todos. Si Kala era así de encantadora, debía de ser porque sus hermanos la protegían y la adoraban de pequeña. Ahora debían ser hombres respetables, aunque le causaba curiosidad el saber por qué se encontraban todos tan alejados. Aún así, paso sus brazos por la cadera de la chica y le dio un abrazo fuerte, sintiéndose agradecido de que ella pudiera confiar de esa forma en su persona. No la defraudaría, de sus labios no saldría palabra alguna de todo ese tema.
-No diré nada, mis labios están sellados. No hay necesidad de que te preocupes por eso. Agradezco tu voto de confianza en mí y por eso mismo no dejaré que nadie robe este secreto que has compartido conmigo- le sonrió con dulzura y le acarició la mejilla. Después deposito un beso en su frente y se separo con lentitud. -Ahora, si no es mucha molestia, desearía que me contarás alguna historia de tus hermanos. Algún buen recuerdo, aunque sea pequeño-
La había visto en incontables ocasiones, sus ojos la seguían siempre que la encontraba fuera, era frecuente que deseara saber el por qué de esa aura solitaria que la acompañaba, tenía la necesidad de conectar con ella para poder comprenderla del todo; ahora lo hacía, conocía la magnitud de su sufrimiento, lo sentía en su propia piel, y la impotencia de no poder ayudarla más provocaba que se aferrara a la chica sin lastimarla.
Pero sus brazos se movieron con delicadeza cuando sintió que Kala se movía. La observó, ladeando ligeramente la cabeza y escuchó aquellas palabras. No pudo evitar formar una sonrisa, pensando en todos los hermanos que pudiera tener su amiga y sobre todo en aquel que podría llegar a ser un buen amigo suyo.
-Algún día me gustaría conocerlos- dijo imaginando cómo serían todos. Si Kala era así de encantadora, debía de ser porque sus hermanos la protegían y la adoraban de pequeña. Ahora debían ser hombres respetables, aunque le causaba curiosidad el saber por qué se encontraban todos tan alejados. Aún así, paso sus brazos por la cadera de la chica y le dio un abrazo fuerte, sintiéndose agradecido de que ella pudiera confiar de esa forma en su persona. No la defraudaría, de sus labios no saldría palabra alguna de todo ese tema.
-No diré nada, mis labios están sellados. No hay necesidad de que te preocupes por eso. Agradezco tu voto de confianza en mí y por eso mismo no dejaré que nadie robe este secreto que has compartido conmigo- le sonrió con dulzura y le acarició la mejilla. Después deposito un beso en su frente y se separo con lentitud. -Ahora, si no es mucha molestia, desearía que me contarás alguna historia de tus hermanos. Algún buen recuerdo, aunque sea pequeño-
Dragomir Negrescu- Gitano
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 02/04/2016
Re: La canela y una platica (privado)
Los brazos fuertes de Dragomir la rodearon ejerciendo una ligera presión sobre ella, de la misma manera que una madre acurrucaría a su hijo recién nacido contra su pecho. Era reconfortante, y eso se apreció en la actitud de Kala. Su cuerpo se relajó, como cuando uno cae en un sueño profundo y deja de sentir y padecer. Respiró hondo unas cuantas veces, disfrutando de la seguridad que le brindaba aquel abrazo.
El gitano sólo se movió cuando lo hizo ella, como si no quisiera interrumpirla en lo que sea que estuviera pensando. Sonrió ante sus palabras. Ojalá algún día pudiera llegar a conocerlos, pensó la gitana. Pero aquello era algo tan remoto de suceder que se le antojaba, simplemente, imposible. Los ocho hermanos que quedaron estaban completamente dispersos, y Kala desconocía si seguían vivos o no. Los pequeños no recordarían nada, probablemente. Para ellos tuvo que ser fácil amoldarse a las nuevas vidas que les había tocado vivir, y para las familias que los acogieron disimular la aparición repentina de un niño pequeño. Qué buen trabajo tuvo que haber hecho Priyanka para elegir a quién dejar con quién. Kala sabía que su madre había hecho todo lo posible para que sus hijos crecieran sanos y salvos, eligiendo cuidadosamente los destinos de cada uno. Si a ella la mandó a París, debió ser porque creía que un destino muy alejado de su tierra sería lo adecuado.
—Gracias —dijo con una sonrisa—. Sé que no lo harías, no te lo hubiera contado de no ser así. Es que… necesitaba decirlo, aún no me acostumbro a hablar de esto con libertad. —Volvió a sonreír mientras recibía el beso de parte de Dragomir—. ¡No es molestia! Para nada. —Rió—. Sólo necesito un par de minutos para recordar alguna, porque ahora mismo he olvidado todas.
Cuando hablaba de historias con sus hermanos, siempre recordaba el gran árbol de la canela que había junto a la casa. Era algo excepcional, Kala jamás había visto un árbol de semejante tamaño. En una época pasada se utilizó para producir las ramas de canela, pero cuando la familia de la gitana vivió en la plantación era sólo un árbol gigantesco que daba sombra.
—Tengo una —dijo, al fin—. Ven, sentémonos.
Le dio la mano y lo condujo hasta el mismo sillón donde habían estado sentados momentos antes. Ella se sentó con las piernas cruzadas sobre el asiento, acomodando la espalda contra el respaldo. Esperó un par de segundos antes de empezar, en los que aprovechó a respirar hondo.
—Junto a la casa donde vivíamos había un gran árbol de la canela que ya no se usaba más que para dar sombra, pero a mi me gustaba subirme a una de las ramas y, no sé, mirar el paisaje —hablaba gesticulando con las manos, enfatizando así sus palabras—. Una de las veces uno de mis hermanos subió conmigo y me retó a que fuera más alto. Al principio le dije que no, que no podía, pero terminó llamándome gallina, así que empecé a subir. Él vino detrás de mí y sólo paré cuando las ramas se volvieron demasiado finas —hizo una pausa, que aprovechó para cambiar la postura de las piernas, llevándolas hacia el mismo lado—. No recuerdo que pasáramos mucho tiempo allí arriba, pero cuando bajamos todo el mundo había removido cielo y tierra para buscarnos. Mi madre nos castigó sin salir de nuestra habitación una semana entera. Al no vernos en las ramas más bajas creyeron que nos habíamos perdido, o despeñado por algún barranco. —Sonrió, nostálgica, al recordar las caras de todos cuando vieron que los dos estaban bien—. Ahora te toca a ti. Cuéntame algo de ti que no sea que te ataran al carro.
El gitano sólo se movió cuando lo hizo ella, como si no quisiera interrumpirla en lo que sea que estuviera pensando. Sonrió ante sus palabras. Ojalá algún día pudiera llegar a conocerlos, pensó la gitana. Pero aquello era algo tan remoto de suceder que se le antojaba, simplemente, imposible. Los ocho hermanos que quedaron estaban completamente dispersos, y Kala desconocía si seguían vivos o no. Los pequeños no recordarían nada, probablemente. Para ellos tuvo que ser fácil amoldarse a las nuevas vidas que les había tocado vivir, y para las familias que los acogieron disimular la aparición repentina de un niño pequeño. Qué buen trabajo tuvo que haber hecho Priyanka para elegir a quién dejar con quién. Kala sabía que su madre había hecho todo lo posible para que sus hijos crecieran sanos y salvos, eligiendo cuidadosamente los destinos de cada uno. Si a ella la mandó a París, debió ser porque creía que un destino muy alejado de su tierra sería lo adecuado.
—Gracias —dijo con una sonrisa—. Sé que no lo harías, no te lo hubiera contado de no ser así. Es que… necesitaba decirlo, aún no me acostumbro a hablar de esto con libertad. —Volvió a sonreír mientras recibía el beso de parte de Dragomir—. ¡No es molestia! Para nada. —Rió—. Sólo necesito un par de minutos para recordar alguna, porque ahora mismo he olvidado todas.
Cuando hablaba de historias con sus hermanos, siempre recordaba el gran árbol de la canela que había junto a la casa. Era algo excepcional, Kala jamás había visto un árbol de semejante tamaño. En una época pasada se utilizó para producir las ramas de canela, pero cuando la familia de la gitana vivió en la plantación era sólo un árbol gigantesco que daba sombra.
—Tengo una —dijo, al fin—. Ven, sentémonos.
Le dio la mano y lo condujo hasta el mismo sillón donde habían estado sentados momentos antes. Ella se sentó con las piernas cruzadas sobre el asiento, acomodando la espalda contra el respaldo. Esperó un par de segundos antes de empezar, en los que aprovechó a respirar hondo.
—Junto a la casa donde vivíamos había un gran árbol de la canela que ya no se usaba más que para dar sombra, pero a mi me gustaba subirme a una de las ramas y, no sé, mirar el paisaje —hablaba gesticulando con las manos, enfatizando así sus palabras—. Una de las veces uno de mis hermanos subió conmigo y me retó a que fuera más alto. Al principio le dije que no, que no podía, pero terminó llamándome gallina, así que empecé a subir. Él vino detrás de mí y sólo paré cuando las ramas se volvieron demasiado finas —hizo una pausa, que aprovechó para cambiar la postura de las piernas, llevándolas hacia el mismo lado—. No recuerdo que pasáramos mucho tiempo allí arriba, pero cuando bajamos todo el mundo había removido cielo y tierra para buscarnos. Mi madre nos castigó sin salir de nuestra habitación una semana entera. Al no vernos en las ramas más bajas creyeron que nos habíamos perdido, o despeñado por algún barranco. —Sonrió, nostálgica, al recordar las caras de todos cuando vieron que los dos estaban bien—. Ahora te toca a ti. Cuéntame algo de ti que no sea que te ataran al carro.
Kala Bhansali- Gitano
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