AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Nadie planea un crimen en voz alta [Garret Wolf]
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Nadie planea un crimen en voz alta [Garret Wolf]
"Temer es de humanos"
El viento ruge en sus oídos y las lágrimas no dejan de tatuarse en sus mejillas. No sabe bien por qué está ahí, pero sabe que aquel horrible acontecimiento no puede quedar impune. Al poco tiempo, Eryn se da cuenta de la forma en la que aferra el abrigo viejo que conserva de uno de sus amantes. La joven prostituta está temblando y ni siquiera está segura si es el frío o lo que ha visto lo que la tiene tan nerviosa y asustada. Mira como una psicótica toda la calle antes de correr hacia las puerta de la comisaría, susurrando una plegaria a su amado Dios, que tanto la ha protegido y que tantas pruebas le ha dado para ser fuerte. Sin embargo, no sabe qué pensar de esta prueba de la vida, porque sino fuera por el azoramiento ya se hubiese desmayado del horror. Sus ojos buscan a alguien, a quien sea. No sabe cómo empezar, a quien hablarle o simplemente en quien confiar. Está tan aterrada que un nuevo cúmulo de lágrimas asechan las comisuras de sus ojos. Su cuerpo no deja de estremecerse ante el mínimo acercamiento de otro ser humano. Necesita decir lo que vio, necesita que alguien haga algo al respecto.
Esa tarde había partido hacia el burdel luego de ir a la misa que nunca hacía en falta, con su rosario dentro del abrigo de su viejo cliente, el estirado señor Bonnafoux. Los días eran cálidos, mientras París atravesaba una frondosa primavera llena de avecillas pululando los parques y jardines, los árboles llenando la visión de los parisinos con un verde exquisito y las damas de alcurnia llevando los mejores vestidos de la temporada, mientras que las noches tendían a ser heladas a pesar de que el invierno había dejado de atormentar a las pobres almas que no tenían ni dónde caerse muertas. Esa tarde en específico estaba pasando de cálida a helada con demasiada rapidez, como un mal augurio, sin embargo, para la joven Eryn ese no era más que otro inicio de noche fría en el que tendría que contentar a los clientes que el señor Malzieu le indicara; ella no acostumbraba a escoger a sus clientes, no le apetecía encandilarse con el dinero de nadie. Solo necesitaba subsistir y agradar a su patrón para que no la echara por su torpeza. Eryn bailaba, pero no se comparaba en nada a sus compañeras cortesanas, en el sexo se destacaba por ser lo suficientemente ingenua como para encender a sus clientes pervertidos. Sin embargo, sus experiencias no iban más allá de la cantidad, porque de calidad la joven prostituta no conocía nada. Eryn dejó su abrigo en el camarín general, para arreglarse. Media hora después un corsé rojo sangre entallaba sus curvas importantes y escondía las innecesarias, su cabello corto deslizándose por sus mejillas y enroscándose al principio de sus hombros y el labial adornando sus suaves labios aceitados por la esencia del maquillaje. Se miró al espejo durante un rato hasta que Delilah, su amiga cortesana le instaba que salieran para entretener a sus clientes. La rubia era encantadora, fue de las primeras que le habló cuando entró a trabajar ahí y le enseñó diversas cosas que al principio Eryn no comprendió hasta que experimentó lo más salvaje del sexo con un par de sus clientes. Le sonrió a la rubia antes de asentir.
—Por supuesto, Delah. Ya salgo, ve tú primero. —Contestó, girándose de nuevo al espejo para mirar su reflejo. La rubia abandonó los camarines y se echó a la caza de algún cliente importante que diera de comer a sus dos hijos. Contrario a Eryn, Delilah era de clase baja y jamás conseguía los suficientes francos para sostener a sus dos hijos, bastardos de algunos clientes que hicieron la vista gorda cuando la rubia expresó sus dos embarazos. Era esa una de las razones principales para que Eryn se considerase afortunada, le habían solicitado siempre los suficientes clientes como para sostenerse en la clase media, además de que no había quedado preñada en ninguno de sus encuentros carnales y agradecía ello. Quería tener hijos, por supuesto, como cualquier mujer en su sano juicio. Sin embargo, no quería que este precioso ser fuera fruto de un encuentro furtivo y puramente sexual, no quería que su hijo fuese la vergüenza de algún acaudalado y recurrente cliente del burdel. Quería enamorarse perdidamente de alguien y concebir un bebé de ese romance, fuese efímero o no, era lo que ella deseaba.
Suspiró profundamente, si lograba conseguirse al menos dos clientes más por encima de su costumbre, le obsequiaría los francos a su amiga, ella los necesitaba más que cualquiera y ayudarle sería bueno para su alma manchada por su trabajo pero llena de infinita pureza.
La noche llegó con rapidez y los clientes empezaron a aparecer, decidió esta vez escogerles. Así saldría más rápido de los que no se encaprichaban y podría dedicarse a los que sí, para recibir más monedas. Para su buena suerte, el señor Malzieu no rechistó ante la solicitud de Eryn.
Fue con delicadeza encontrándose los clientes perfectos, dispuestos a pagar lo que fuese para enterrarse profundamente en ella y tocarla. Varios eran viejos, pero aquello no le importaba a Eryn, había aprendido a disfrutar de lo que le ofrecían, de esa manera el dolor y el sentimiento de estar manchada se apagaba en la mar de los días.
Como deseó, tuvo lo suficiente para quedarse para sí una parte y obsequiarle el resto a su amiga.
—¡Delah, Delah! Espera, por favor —Pidió a la joven rubia, su amiga y mentora en el arte del sexo.
—¿Qué sucede, querida Eryn? —Le preguntó con dulzura la otra prostituta, a pesar de que Delilah solo tenía veinticinco años, su maternidad la había convertido con sus confidentes en una persona protectora.
—Quería entregarte esto—Eryn, quien ya había salido también de trabajar, sacó del bolsillo la pequeña bolsa de tela con los francos. —Sé que te servirá para alimentar a Ulysses y Euphraise. —Comentó la morena con una pequeña sonrisa.
La rubia se quedó mirando la bolsa hasta que levantó su mirada con los ojos llorosos.
—¡No tenías porqué! —Exclamó Delilah, acercando a Eryn a sus brazos. —Eres una santa, Ery. Muchas gracias, cariño. —Expresó la mujer sollozando.
—Salúdame a los niños. ¿Vale? —Dijo con cariño.
—Claro, claro. Les diré que gracias a ti podrán cenar esta noche, de verdad, no sé qué hacer para devolverte esto. —Eryn puso su mano sobre la de la rubia.
—Nada, has hecho mucho por mí desde que entré al burdel, no te preocupes por eso. —Se abrazaron una vez más antes de que ambas se partieran por rumbos diferentes.
Antes de girar para salir de la calle del burdel, tuvo que regresar la mirada al escuchar un grito que ella conocía perfectamente.
Salió como alma que lleva al diablo, con el corazón en un puño al escuchar tal grito desgarrador, sus ojos buscando la fuente del sonido. Giró por la esquina siguiente y se encontró con la peor de las escenas que jamás hubiese visto. Sobre el suelo, con varios de sus órganos esparcidos, sangre derrapando su cuerpo, la pared adyacente y el suelo mismo, se encontraba su amiga moribunda.
—¡Dios mío santísimo! —Chilló Eryn, cayendo a su lado de rodillas, temblando. —¡¿Qué...quién...?! —No podía articular palabra alguna, Delilah vomitaba sangre de vez en vez y gemía de dolor. Los intestinos afuera y toda la sangre estaban mareando a Eryn. —¡Tengo que ir a avisarle a alguien!
—No...Eryn...N-No... —Dijo la rubia salpicada de su sangre y el dolor revelando calando cada una de sus expresiones de agonía. —Nadie te...nadie te...vete...solo...huye...huye...—Eryn sollozaba sobre el cuerpo de su amiga que cada segundo parecía ser el último, Eryn ni siquiera entendía cómo seguía viva tras aquel acontecimiento tan salvaje. —Por...por...favor...—Pidió. —...Cuida de mis...de mis hijos... —Solicitó poniendo la bolsa con los francos en la mano de su amiga. Y finalmente, murió.
Ahora en la comisaría vuelve a sollozar, perdió a una amiga, no sabe qué fue lo que sucedió, que atroz demonio pudo hacer una cosa así. Pero no puede quedarse callada, necesita que alguien haga algo, no importa que fuese una prostituta, no le importa que no tengan los mismos reconocimientos de alguien de alcurnia, Eryn se siente incapaz de dejar pasar aquel horrífico evento.
Piensa en Uly y Eusie, sabe que deben estar preguntando por su madre, deben estar hambrientos y asustados en sus camas de paja. Eryn suelta un nuevo sollozo, esperando poder hablar con alguien, necesita ayuda urgentemente.
Esa tarde había partido hacia el burdel luego de ir a la misa que nunca hacía en falta, con su rosario dentro del abrigo de su viejo cliente, el estirado señor Bonnafoux. Los días eran cálidos, mientras París atravesaba una frondosa primavera llena de avecillas pululando los parques y jardines, los árboles llenando la visión de los parisinos con un verde exquisito y las damas de alcurnia llevando los mejores vestidos de la temporada, mientras que las noches tendían a ser heladas a pesar de que el invierno había dejado de atormentar a las pobres almas que no tenían ni dónde caerse muertas. Esa tarde en específico estaba pasando de cálida a helada con demasiada rapidez, como un mal augurio, sin embargo, para la joven Eryn ese no era más que otro inicio de noche fría en el que tendría que contentar a los clientes que el señor Malzieu le indicara; ella no acostumbraba a escoger a sus clientes, no le apetecía encandilarse con el dinero de nadie. Solo necesitaba subsistir y agradar a su patrón para que no la echara por su torpeza. Eryn bailaba, pero no se comparaba en nada a sus compañeras cortesanas, en el sexo se destacaba por ser lo suficientemente ingenua como para encender a sus clientes pervertidos. Sin embargo, sus experiencias no iban más allá de la cantidad, porque de calidad la joven prostituta no conocía nada. Eryn dejó su abrigo en el camarín general, para arreglarse. Media hora después un corsé rojo sangre entallaba sus curvas importantes y escondía las innecesarias, su cabello corto deslizándose por sus mejillas y enroscándose al principio de sus hombros y el labial adornando sus suaves labios aceitados por la esencia del maquillaje. Se miró al espejo durante un rato hasta que Delilah, su amiga cortesana le instaba que salieran para entretener a sus clientes. La rubia era encantadora, fue de las primeras que le habló cuando entró a trabajar ahí y le enseñó diversas cosas que al principio Eryn no comprendió hasta que experimentó lo más salvaje del sexo con un par de sus clientes. Le sonrió a la rubia antes de asentir.
—Por supuesto, Delah. Ya salgo, ve tú primero. —Contestó, girándose de nuevo al espejo para mirar su reflejo. La rubia abandonó los camarines y se echó a la caza de algún cliente importante que diera de comer a sus dos hijos. Contrario a Eryn, Delilah era de clase baja y jamás conseguía los suficientes francos para sostener a sus dos hijos, bastardos de algunos clientes que hicieron la vista gorda cuando la rubia expresó sus dos embarazos. Era esa una de las razones principales para que Eryn se considerase afortunada, le habían solicitado siempre los suficientes clientes como para sostenerse en la clase media, además de que no había quedado preñada en ninguno de sus encuentros carnales y agradecía ello. Quería tener hijos, por supuesto, como cualquier mujer en su sano juicio. Sin embargo, no quería que este precioso ser fuera fruto de un encuentro furtivo y puramente sexual, no quería que su hijo fuese la vergüenza de algún acaudalado y recurrente cliente del burdel. Quería enamorarse perdidamente de alguien y concebir un bebé de ese romance, fuese efímero o no, era lo que ella deseaba.
Suspiró profundamente, si lograba conseguirse al menos dos clientes más por encima de su costumbre, le obsequiaría los francos a su amiga, ella los necesitaba más que cualquiera y ayudarle sería bueno para su alma manchada por su trabajo pero llena de infinita pureza.
La noche llegó con rapidez y los clientes empezaron a aparecer, decidió esta vez escogerles. Así saldría más rápido de los que no se encaprichaban y podría dedicarse a los que sí, para recibir más monedas. Para su buena suerte, el señor Malzieu no rechistó ante la solicitud de Eryn.
Fue con delicadeza encontrándose los clientes perfectos, dispuestos a pagar lo que fuese para enterrarse profundamente en ella y tocarla. Varios eran viejos, pero aquello no le importaba a Eryn, había aprendido a disfrutar de lo que le ofrecían, de esa manera el dolor y el sentimiento de estar manchada se apagaba en la mar de los días.
Como deseó, tuvo lo suficiente para quedarse para sí una parte y obsequiarle el resto a su amiga.
—¡Delah, Delah! Espera, por favor —Pidió a la joven rubia, su amiga y mentora en el arte del sexo.
—¿Qué sucede, querida Eryn? —Le preguntó con dulzura la otra prostituta, a pesar de que Delilah solo tenía veinticinco años, su maternidad la había convertido con sus confidentes en una persona protectora.
—Quería entregarte esto—Eryn, quien ya había salido también de trabajar, sacó del bolsillo la pequeña bolsa de tela con los francos. —Sé que te servirá para alimentar a Ulysses y Euphraise. —Comentó la morena con una pequeña sonrisa.
La rubia se quedó mirando la bolsa hasta que levantó su mirada con los ojos llorosos.
—¡No tenías porqué! —Exclamó Delilah, acercando a Eryn a sus brazos. —Eres una santa, Ery. Muchas gracias, cariño. —Expresó la mujer sollozando.
—Salúdame a los niños. ¿Vale? —Dijo con cariño.
—Claro, claro. Les diré que gracias a ti podrán cenar esta noche, de verdad, no sé qué hacer para devolverte esto. —Eryn puso su mano sobre la de la rubia.
—Nada, has hecho mucho por mí desde que entré al burdel, no te preocupes por eso. —Se abrazaron una vez más antes de que ambas se partieran por rumbos diferentes.
Antes de girar para salir de la calle del burdel, tuvo que regresar la mirada al escuchar un grito que ella conocía perfectamente.
Salió como alma que lleva al diablo, con el corazón en un puño al escuchar tal grito desgarrador, sus ojos buscando la fuente del sonido. Giró por la esquina siguiente y se encontró con la peor de las escenas que jamás hubiese visto. Sobre el suelo, con varios de sus órganos esparcidos, sangre derrapando su cuerpo, la pared adyacente y el suelo mismo, se encontraba su amiga moribunda.
—¡Dios mío santísimo! —Chilló Eryn, cayendo a su lado de rodillas, temblando. —¡¿Qué...quién...?! —No podía articular palabra alguna, Delilah vomitaba sangre de vez en vez y gemía de dolor. Los intestinos afuera y toda la sangre estaban mareando a Eryn. —¡Tengo que ir a avisarle a alguien!
—No...Eryn...N-No... —Dijo la rubia salpicada de su sangre y el dolor revelando calando cada una de sus expresiones de agonía. —Nadie te...nadie te...vete...solo...huye...huye...—Eryn sollozaba sobre el cuerpo de su amiga que cada segundo parecía ser el último, Eryn ni siquiera entendía cómo seguía viva tras aquel acontecimiento tan salvaje. —Por...por...favor...—Pidió. —...Cuida de mis...de mis hijos... —Solicitó poniendo la bolsa con los francos en la mano de su amiga. Y finalmente, murió.
Ahora en la comisaría vuelve a sollozar, perdió a una amiga, no sabe qué fue lo que sucedió, que atroz demonio pudo hacer una cosa así. Pero no puede quedarse callada, necesita que alguien haga algo, no importa que fuese una prostituta, no le importa que no tengan los mismos reconocimientos de alguien de alcurnia, Eryn se siente incapaz de dejar pasar aquel horrífico evento.
Piensa en Uly y Eusie, sabe que deben estar preguntando por su madre, deben estar hambrientos y asustados en sus camas de paja. Eryn suelta un nuevo sollozo, esperando poder hablar con alguien, necesita ayuda urgentemente.
Kidagakash- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 11/06/2013
Edad : 33
Localización : París, Francia. ( Estadía Indefinida )
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Re: Nadie planea un crimen en voz alta [Garret Wolf]
Las cosas en París estaban ocurriendo exactamente igual que en América. Nada. No había ninguna pista nueva sobre el destripador de Virginia, seguía siendo tan pulcro y apasionado como lo había sido entonces. ¿Qué podía hacer? Me encontraba perdido en una ciudad que no conocía, con un idioma que aún no controlaba bien pese a las clases que estaba recibiendo y con un caso que aún no sabía por donde cogerlo, y eso me cansaba y me frustraba, quería demostrar a todos que era un auténtico detective, que no estaba aquí por enchufe de mi padre. Yo valía para esto, lo tenía bien claro.
Aquella noche me quedé en la comisaría hasta tarde, repasando uno a uno los informes de las víctimas del destripador, desde la primera hasta la cuarenta y uno en el lapso de seis años que había estado actuando en América. Me encontraba mirando el informe de la víctima número treinta y nueve cuando una mujer entró en la comisaría sollozando. No había ningún compañero cerca, por lo que me levanté de la mesa y me dirigí hasta ella. —Hola señorita ¿En que puedo ayudarla?— Si estaba llorando no podía tratarse de nada bueno, lo sabía desde que tenía uso de razón.
La invité con un gesto de la mano a sentarse en mi mesa, quité todos los papeles que tenía y los guardé en su carpeta, no quería que pudiera ver nada indiscreto, aunque estaba todo en inglés, idioma que esperaba que no conociese. Saqué un pañuelo de mi bolsillo de la chaqueta y se lo di para que se limpiase las lágrimas. —¿Quiere un té? ¿Agua?— Primero tenía que conseguir que se serenase y después, que comenzase a contarme los motivos por los cuales había acudido aquí esta noche. Saqué una hoja para rellenar el informe reglamentario siempre que entraba una persona y esperé.
Aquella noche me quedé en la comisaría hasta tarde, repasando uno a uno los informes de las víctimas del destripador, desde la primera hasta la cuarenta y uno en el lapso de seis años que había estado actuando en América. Me encontraba mirando el informe de la víctima número treinta y nueve cuando una mujer entró en la comisaría sollozando. No había ningún compañero cerca, por lo que me levanté de la mesa y me dirigí hasta ella. —Hola señorita ¿En que puedo ayudarla?— Si estaba llorando no podía tratarse de nada bueno, lo sabía desde que tenía uso de razón.
La invité con un gesto de la mano a sentarse en mi mesa, quité todos los papeles que tenía y los guardé en su carpeta, no quería que pudiera ver nada indiscreto, aunque estaba todo en inglés, idioma que esperaba que no conociese. Saqué un pañuelo de mi bolsillo de la chaqueta y se lo di para que se limpiase las lágrimas. —¿Quiere un té? ¿Agua?— Primero tenía que conseguir que se serenase y después, que comenzase a contarme los motivos por los cuales había acudido aquí esta noche. Saqué una hoja para rellenar el informe reglamentario siempre que entraba una persona y esperé.
Garrett Wolf- Humano Clase Media
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 21/04/2016
Re: Nadie planea un crimen en voz alta [Garret Wolf]
Los ojos de Eryn persiguieron los papeles que el hombre guardaba en la carpeta apresuradamente, no quiso preguntar la razón de su comportamiento, después de todo le había ofrecido una bebida para calmar los nervios y un pañuelo para permitirse limpiar las lágrimas. Sentada, suspirando fuertemente para retener nuevos sollozos y esperando tener la fuerza suficiente para hablar sobre los acontecimientos sucedidos en la noche, Eryn se mantuvo unos minutos en un silencio que resultó eterno para ella, pero tan necesario que no tuvo afán para mitigarlo con sus palabras. Se quedó mirando el rostro del detective, estudiándole. No con otros fines más allá que la búsqueda de la confianza que necesitaba para poder dejar salir lo que estaba destruyéndola, lo que estaba haciendo añicos su ser.
Da un nuevo suspiro, bastante prolongando pero no por ello innecesario y decide entonces hablar.
—Me apetece un poco de agua, sino le molesta. —Su voz suena ronca debido a su estado, así que trata de aclarar su garganta. —Necesito un poco para poder contarle lo que ha sucedido esta noche. —Su voz parece a punto de quebrarse, pero Eryn intenta mantenerse fuerte. Jamás le ha gustado sentirse débil frente a un hombre. No es la más astuta para su profesión y tampoco ha deseado serlo nunca. Pero siempre ha odiado el verse vulnerable frente a otros. Siempre ha trabajado duro para ser más fuerte de lo que piensas, más fuerte incluso de lo que es. Y por esa razón, mantiene la calma. Necesita verse creíble, sabe que casi nadie presta atención a una mujer que se dedica a la prostitución. No tienen los mismos derechos que una jovencita de alta cuna con su virginidad intacta y una vida por delante llena de cosas que ella ni en sus sueños más profundos podría soñar. No sin ser manchada por su profesión.
No se puede permitir dejar impune tal asesinato, su amiga Delilah no lo merece.
—Necesito informarle de un terrible crimen que ha pasado hoy. —Dice, con su garganta apretada, decirlo lo hace más real y le duele. Duele haber perdido una amiga, duele haberla visto agonizar y morir en sus brazos. Y necesita justicia. —Mi...una amiga mía fue asesinada hoy. —La voz se le resquebraja, Eryn siente un agonizante dolor en su pecho. Tan doloroso es que tiene que poner su mano sobre su pecho para calmarse una vez más, pues su respiración y latidos de su corazón no están ayudándole en lo absoluto. —Fue asesinada horriblemente y necesito que se haga justicia. Por lo que más quiera, si usted...si usted tiene corazón sé que no me defraudará, pese a lo que me dedico. —Decide poner su mano sobre la del detective, para demostrarle lo mucho que le necesita, lo vulnerable que se siente. Sus ojos se cristalizan una vez más y su cuerpo temblando es la mayor prueba de lo abierta que está. —Por favor... —Suplica con la nariz rojiza, las bolsas bajo sus ojos prendadas a su rostro y sus lágrimas cayendo nuevamente sin ton ni son.
Da un nuevo suspiro, bastante prolongando pero no por ello innecesario y decide entonces hablar.
—Me apetece un poco de agua, sino le molesta. —Su voz suena ronca debido a su estado, así que trata de aclarar su garganta. —Necesito un poco para poder contarle lo que ha sucedido esta noche. —Su voz parece a punto de quebrarse, pero Eryn intenta mantenerse fuerte. Jamás le ha gustado sentirse débil frente a un hombre. No es la más astuta para su profesión y tampoco ha deseado serlo nunca. Pero siempre ha odiado el verse vulnerable frente a otros. Siempre ha trabajado duro para ser más fuerte de lo que piensas, más fuerte incluso de lo que es. Y por esa razón, mantiene la calma. Necesita verse creíble, sabe que casi nadie presta atención a una mujer que se dedica a la prostitución. No tienen los mismos derechos que una jovencita de alta cuna con su virginidad intacta y una vida por delante llena de cosas que ella ni en sus sueños más profundos podría soñar. No sin ser manchada por su profesión.
No se puede permitir dejar impune tal asesinato, su amiga Delilah no lo merece.
—Necesito informarle de un terrible crimen que ha pasado hoy. —Dice, con su garganta apretada, decirlo lo hace más real y le duele. Duele haber perdido una amiga, duele haberla visto agonizar y morir en sus brazos. Y necesita justicia. —Mi...una amiga mía fue asesinada hoy. —La voz se le resquebraja, Eryn siente un agonizante dolor en su pecho. Tan doloroso es que tiene que poner su mano sobre su pecho para calmarse una vez más, pues su respiración y latidos de su corazón no están ayudándole en lo absoluto. —Fue asesinada horriblemente y necesito que se haga justicia. Por lo que más quiera, si usted...si usted tiene corazón sé que no me defraudará, pese a lo que me dedico. —Decide poner su mano sobre la del detective, para demostrarle lo mucho que le necesita, lo vulnerable que se siente. Sus ojos se cristalizan una vez más y su cuerpo temblando es la mayor prueba de lo abierta que está. —Por favor... —Suplica con la nariz rojiza, las bolsas bajo sus ojos prendadas a su rostro y sus lágrimas cayendo nuevamente sin ton ni son.
Kidagakash- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/06/2013
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Localización : París, Francia. ( Estadía Indefinida )
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Re: Nadie planea un crimen en voz alta [Garret Wolf]
Clavé mis ojos en la muchacha que tenía delante de mí, sentada en la silla que le había ofrecido delante de mi escritorio, mientras la veía demasiado acongojada como para articular palabra. Esperé unos minutos antes de preguntarle si quería agua o té. A lo que me contestó que quería agua. Me levanté de mi sitio y me dirigí a la cocina que disponíamos en la comisaría, lo suficientemente pequeña para que no entrasen más de cuatro personas. Cogí uno de los vasos que había, lo llené de agua y se lo di una vez hube vuelto a mi lugar. Esperé unos segundos más, hasta que la vi armarse del valor suficiente como para relatar que era lo que le había traído hasta aquí.
Escuché con atención todo lo que me decía, un asesinato, a una amiga de ella y más tarde, su mano sobre la mía y una suplica. Suspiré. —¿Ha podido verle el rostro? ¿Ver quién era? — Solté su mano de la mía con una sonrisa a modo de disculpa y le pasé el formulario en el que tenía que rellenar sus datos para encontrarla cuando se fuese de aquí, por lo que pudiera pasar... Nunca se sabía. —Debe rellenar el formulario.— Odiaba el papeleo, siempre retrasaba las cosas... Suspiré y esperé a que lo rellenase, mientras, me preguntaba si podía tratarse del destripador, aunque lo deseché, nunca antes ha matado mujeres, por lo que no esperaba que fuese él.
Escuché con atención todo lo que me decía, un asesinato, a una amiga de ella y más tarde, su mano sobre la mía y una suplica. Suspiré. —¿Ha podido verle el rostro? ¿Ver quién era? — Solté su mano de la mía con una sonrisa a modo de disculpa y le pasé el formulario en el que tenía que rellenar sus datos para encontrarla cuando se fuese de aquí, por lo que pudiera pasar... Nunca se sabía. —Debe rellenar el formulario.— Odiaba el papeleo, siempre retrasaba las cosas... Suspiré y esperé a que lo rellenase, mientras, me preguntaba si podía tratarse del destripador, aunque lo deseché, nunca antes ha matado mujeres, por lo que no esperaba que fuese él.
Garrett Wolf- Humano Clase Media
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