AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Desahucios (Privado)
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Desahucios (Privado)
Aún quedaba la duda, de si iba camino a la vida, o a la muerte
Mi nombre ha sido mencionado en más ocasiones de las que puedo recordar, y ya le perdí la cuenta. Ahora me llueven los recuerdos sobre las ruinas que me hicieron otros, y descanso a las malas sobre la muerte que yo misma me inyecté. Las voces me desesperan, al igual que todas esas veces en que ella me pide que despierte, que abra los ojos, cuyos párpados siento tan pesados como mi propio miedo, de bronce. Sé que ha llorado aunque jamás me lo diga, porque me toma la mano con fuerza aunque yo ya no pueda responderle. Su voz se quiebra con disimulo, y lleva sobre su espalda el peso de mi vida y de la vergüenza que alguien dijo que dejé en mis padres. Pero no quería suicidarme.
Quiero gritar cuando me siento tan cansada sin saber por qué. Deseo destrozarlo todo cuando al despertar me duelen los huesos, me arde la piel y siento que mi corazón se desboca como si hubiese hecho algo de lo que pudiera arrepentirme. Desconozco el día y la noche, ignoro las horas que duermo y los minutos que muero. Me robaron los suspiros entre traiciones con distintas caras, y me hicieron de nuevo de sombras, de siluetas hechas en tiza que luego se lleva el viento. —No se moleste en hablarle, ella no va a escucharla. Incluso dudo que sobreviva más de uno o dos meses— dijo la voz de un hombre un par de horas atrás, o quizás fueron días. Y ella, Aryana, les ha creído.
— ¿Sabe en lo que se está metiendo? — Dijo Aryana en cuanto llegó al lugar en el que permanecía su hermana, medicada con drogas hasta ahora prohibidas y bajo la más extraña de las supervisiones —Esto no será tan fácil como cuidar a cualquier enfermo. Cada cuidado será remunerado al doble de lo que comúnmente se pagaría. Pero hay algo que no le mencioné antes y que debe determinar su decisión ahora— el silencio que siguió a tal frase, permitiría a cualquiera hacerse más de una macabra idea que lo haría retroceder —Ella sí despierta, pero durante la luna llena. Una vez lo haga, a toda costa tratará de alimentarse como la peor de las bestias, y si es usted quien está presente, arremeterá de inmediato como si tuviera en frente a la más exquisita de las presas. Si está dispuesto a asumir este reto, podrá poner la cifra que considere necesaria. Y también deberá decirme el motivo por el que lo hace, porque hay que estar demente para aceptar algo así— declaró la mayor de las Castiglione. Y en efecto, así lo era, porque a pesar de no haberlo mencionado, dos personas más ocuparon el cargo antes del nuevo postulado. El primero había sido un ex inquisidor bien entrenado aunque excomulgado, y el segundo, un cambiante con la fuerza propia de un oso y de sus bien conservados sesenta años. Pero al final, el destino de ambos había sido el mismo: La muerte.
La transformación de Gianna parecía salida de toda su ira y frustración contenidas. Tenía una fuerza extraordinaria, aunque quizás, era una mezcla de enojo combinada con una insaciable hambre. Era en resumen un peligro, algo que bajo ninguna circunstancia, sería fácil de controlar.
Quiero gritar cuando me siento tan cansada sin saber por qué. Deseo destrozarlo todo cuando al despertar me duelen los huesos, me arde la piel y siento que mi corazón se desboca como si hubiese hecho algo de lo que pudiera arrepentirme. Desconozco el día y la noche, ignoro las horas que duermo y los minutos que muero. Me robaron los suspiros entre traiciones con distintas caras, y me hicieron de nuevo de sombras, de siluetas hechas en tiza que luego se lleva el viento. —No se moleste en hablarle, ella no va a escucharla. Incluso dudo que sobreviva más de uno o dos meses— dijo la voz de un hombre un par de horas atrás, o quizás fueron días. Y ella, Aryana, les ha creído.
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— ¿Sabe en lo que se está metiendo? — Dijo Aryana en cuanto llegó al lugar en el que permanecía su hermana, medicada con drogas hasta ahora prohibidas y bajo la más extraña de las supervisiones —Esto no será tan fácil como cuidar a cualquier enfermo. Cada cuidado será remunerado al doble de lo que comúnmente se pagaría. Pero hay algo que no le mencioné antes y que debe determinar su decisión ahora— el silencio que siguió a tal frase, permitiría a cualquiera hacerse más de una macabra idea que lo haría retroceder —Ella sí despierta, pero durante la luna llena. Una vez lo haga, a toda costa tratará de alimentarse como la peor de las bestias, y si es usted quien está presente, arremeterá de inmediato como si tuviera en frente a la más exquisita de las presas. Si está dispuesto a asumir este reto, podrá poner la cifra que considere necesaria. Y también deberá decirme el motivo por el que lo hace, porque hay que estar demente para aceptar algo así— declaró la mayor de las Castiglione. Y en efecto, así lo era, porque a pesar de no haberlo mencionado, dos personas más ocuparon el cargo antes del nuevo postulado. El primero había sido un ex inquisidor bien entrenado aunque excomulgado, y el segundo, un cambiante con la fuerza propia de un oso y de sus bien conservados sesenta años. Pero al final, el destino de ambos había sido el mismo: La muerte.
La transformación de Gianna parecía salida de toda su ira y frustración contenidas. Tenía una fuerza extraordinaria, aunque quizás, era una mezcla de enojo combinada con una insaciable hambre. Era en resumen un peligro, algo que bajo ninguna circunstancia, sería fácil de controlar.
Gianna Castiglione- Condenado/Licántropo/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/04/2014
Re: Desahucios (Privado)
Si no supiera que su segundo nombre era Laborc, valiente pantera, tal vez habría llegado a pensar, en vista de los últimos años de su vida, que Észter debería haberlo llamado valiente desgraciado, o tal vez maldito desafortunado. Así era: Miklós llevaba una horrible temporada en la que no salía de una desgracia para terminar metido directamente en otra aún más grande, desde el hecho de que recibía dinero por, indirectamente, ser golpeado hasta el agotamiento, hasta el acontecimiento más reciente: Elise. Ella merecía ser nombrada aparte, simplemente con su nombre, que ya de por sí despertaba todo tipo de pensamientos y recuerdos contradictorios en un hombre que ya de por sí lo era, y no poco. Su último encuentro había terminado tan mal para él, más allá de que físicamente hubiera disfrutado del dolor que había sufrido, que se había visto obligado a retirarse de su extraña profesión para lamerse las heridas en la intimidad, como buen felino que era. Y si no lo había hecho literalmente era porque se sentía demasiado humillado: su enorme orgullo, del que no se desasía jamás, ni siquiera si vivía como un mendigo del estrato social más bajo, estaba quebrado, y se le clavaba tanto como los cristales en los pies en aquel lugar apartado donde durmió, robó, se alimentó y, sobre todo, descansó hasta recuperarse. Miklós había decidido mantener un perfil muy bajo para evitar que Elise pudiera volver a encontrarlo antes de poder plantarle cara de nuevo, y gracias a eso se recuperó por completo, con rapidez, de las heridas y la humillación que le había provocado. Y entonces, solamente entonces, como si el tiempo se hubiera alineado en su favor por una maldita vez, le llegaron noticias de aquel encargo, uno que estaba a punto de cambiar su vida.
Inicialmente, algo lógico por las circunstancias (toda una sorpresa que Miklós hiciera algo razonable, quizá Elise hubiera tenido una impronta más profunda en él de lo que ella creía), Miklós desconfió de un encargo que se antojaba tan misterioso como aquel que lo había llevado ante la cambiante rubia. Sin embargo, interpretó como una buena señal que el encargo implicara una reunión en la que no estaba maniatado y con los ojos vendados: su intuición le decía que sería diferente, y la cantidad que le habían sugerido era suficiente para que dejara de lado las posibles dudas que pudieran quedarle. Así fue como terminó frente a la inquisidora rubia (¿qué le pasaba con las mujeres rubias últimamente? No dejaban de cruzarse en su camino), observando de reojo a la mujer… no, a la licántropa, que yacía en la camilla, en coma. – Saberlo… no, no lo sabía. Lo he intuido en cuanto la he visto. Un licántropo en estado yacente sólo podía significar que la luna llena sería aún más intensa de lo habitual. – reflexionó, acariciándose el mentón con una mano y dejando a Aryana de lado para acercarse a la otra mujer, Gianna, a quien debía cuidar a partir de aquel momento. La examinó con ojo crítico, incluso aquellas heridas que había desperdigadas por su piel como si se hubiera infectado con plata, algo que él conocía bien porque esa debilidad les era común a ambos. – Algo grave tuvo que ocurrirle para que se encuentre así. Los lobos son fuertes, a veces más que nosotros, pero somos débiles frente a lo mismo: plata. Y esas quemaduras que muestra me recuerdan a las mías. ¿Trató alguien de inyectársela? Es lo único que explica que aparezcan así, como una alergia. – reflexionó, y desvió la mirada hacia Aryana, cuyo gesto le hizo alzar una ceja. – O quizá no fue otro quien se lo inyectó…
Miklós, sorprendido, desvió de nuevo la mirada hacia Gianna. No la conocía, no la comprendía, y no sentía el más mínimo de empatía hacia ella, pues si bien no había recibido confirmación de su suposición, para él era evidente que había tratado de acabar con su vida, y él era el ejemplo perfecto de alguien a quien se lo habían quitado todo de la forma más violenta y seguía deseando vivir y vengarse. Sin embargo, no podía quitarle el mérito por haber elegido una forma tan dolorosa, algo de lo que estaba convencido en parte por propia experiencia (y el nombre de Elise volvió a su mente, rápidamente, como un latigazo de aquellos que ella le había dado) y en parte por sus conocimientos, impartidos por Thibault. Aquél, que había sido un auténtico padre para él, le había enseñado todo tipo de remedios naturales (y no tanto) para los dolores, las heridas y las enfermedades; Thibault lo había convertido en, casi, un auténtico doctor, aunque careciera de la titulación suficiente para ejercer como tal, y por eso había terminado allí, entre dos hermanas, aunque no supiera que lo eran. – Posiblemente sea el dolor lo que molesta al lobo y lo vuelve agresivo; eso y la inactividad. Puedo enfrentarme a ella, pero sospecho que no me va a ser fácil, y valoro mi cuello un tanto. Exijo el triple de lo que se pagaría por este tipo de cuidados a un ser humano, y si sobrevivo a la primera luna llena, lo negociaremos. – expuso, con tranquilidad, pero con cierta e inevitable, dadas las circunstancias, agresividad, que se plasmaría en el primer encontronazo que tendría con Gianna cuando llegara la luna llena. Y con la misma tranquilidad, se encogió de hombros y desvió la mirada hacia Gianna, sin mirar a Aryana aunque estuviera refiriéndose a ella. – Es fácil, señorita. No lo hago porque estoy demente, aunque muchos piensan que lo estoy. Lo hago porque no tengo absolutamente nada que perder… ni tampoco mejor que hacer.
Así de sencillo, así de rápido, Miklós admitió que era un hombre que carecía de todo salvo de su propia vida, y que hasta a ella era capaz de renunciar por aburrimiento y por ese tedio existencial que se había apoderado de él cinco largos años atrás. Así fue como Miklós sentenció exactamente lo peligroso que podía llegar a ser un hombre vacío como él.
Inicialmente, algo lógico por las circunstancias (toda una sorpresa que Miklós hiciera algo razonable, quizá Elise hubiera tenido una impronta más profunda en él de lo que ella creía), Miklós desconfió de un encargo que se antojaba tan misterioso como aquel que lo había llevado ante la cambiante rubia. Sin embargo, interpretó como una buena señal que el encargo implicara una reunión en la que no estaba maniatado y con los ojos vendados: su intuición le decía que sería diferente, y la cantidad que le habían sugerido era suficiente para que dejara de lado las posibles dudas que pudieran quedarle. Así fue como terminó frente a la inquisidora rubia (¿qué le pasaba con las mujeres rubias últimamente? No dejaban de cruzarse en su camino), observando de reojo a la mujer… no, a la licántropa, que yacía en la camilla, en coma. – Saberlo… no, no lo sabía. Lo he intuido en cuanto la he visto. Un licántropo en estado yacente sólo podía significar que la luna llena sería aún más intensa de lo habitual. – reflexionó, acariciándose el mentón con una mano y dejando a Aryana de lado para acercarse a la otra mujer, Gianna, a quien debía cuidar a partir de aquel momento. La examinó con ojo crítico, incluso aquellas heridas que había desperdigadas por su piel como si se hubiera infectado con plata, algo que él conocía bien porque esa debilidad les era común a ambos. – Algo grave tuvo que ocurrirle para que se encuentre así. Los lobos son fuertes, a veces más que nosotros, pero somos débiles frente a lo mismo: plata. Y esas quemaduras que muestra me recuerdan a las mías. ¿Trató alguien de inyectársela? Es lo único que explica que aparezcan así, como una alergia. – reflexionó, y desvió la mirada hacia Aryana, cuyo gesto le hizo alzar una ceja. – O quizá no fue otro quien se lo inyectó…
Miklós, sorprendido, desvió de nuevo la mirada hacia Gianna. No la conocía, no la comprendía, y no sentía el más mínimo de empatía hacia ella, pues si bien no había recibido confirmación de su suposición, para él era evidente que había tratado de acabar con su vida, y él era el ejemplo perfecto de alguien a quien se lo habían quitado todo de la forma más violenta y seguía deseando vivir y vengarse. Sin embargo, no podía quitarle el mérito por haber elegido una forma tan dolorosa, algo de lo que estaba convencido en parte por propia experiencia (y el nombre de Elise volvió a su mente, rápidamente, como un latigazo de aquellos que ella le había dado) y en parte por sus conocimientos, impartidos por Thibault. Aquél, que había sido un auténtico padre para él, le había enseñado todo tipo de remedios naturales (y no tanto) para los dolores, las heridas y las enfermedades; Thibault lo había convertido en, casi, un auténtico doctor, aunque careciera de la titulación suficiente para ejercer como tal, y por eso había terminado allí, entre dos hermanas, aunque no supiera que lo eran. – Posiblemente sea el dolor lo que molesta al lobo y lo vuelve agresivo; eso y la inactividad. Puedo enfrentarme a ella, pero sospecho que no me va a ser fácil, y valoro mi cuello un tanto. Exijo el triple de lo que se pagaría por este tipo de cuidados a un ser humano, y si sobrevivo a la primera luna llena, lo negociaremos. – expuso, con tranquilidad, pero con cierta e inevitable, dadas las circunstancias, agresividad, que se plasmaría en el primer encontronazo que tendría con Gianna cuando llegara la luna llena. Y con la misma tranquilidad, se encogió de hombros y desvió la mirada hacia Gianna, sin mirar a Aryana aunque estuviera refiriéndose a ella. – Es fácil, señorita. No lo hago porque estoy demente, aunque muchos piensan que lo estoy. Lo hago porque no tengo absolutamente nada que perder… ni tampoco mejor que hacer.
Así de sencillo, así de rápido, Miklós admitió que era un hombre que carecía de todo salvo de su propia vida, y que hasta a ella era capaz de renunciar por aburrimiento y por ese tedio existencial que se había apoderado de él cinco largos años atrás. Así fue como Miklós sentenció exactamente lo peligroso que podía llegar a ser un hombre vacío como él.
Invitado- Invitado
Re: Desahucios (Privado)
"Por muy buenas armas que tenga el enemigo, si no te ve, no te podrá dar."
Stieg Larsson
Stieg Larsson
Elise tenía a Gianna en esas condiciones a pesar de la oposición de sus padres. A esas alturas, no creía posible que sus propios progenitores fueran capaces de relegarla de esa manera a pesar de su terrible estado de salud. El problema, había surgido en el preciso momento en que encontraron a Gianna, convertida en licántropo y terminando de inyectarse plata líquida. Sus compañeros de búsqueda eran algunos inquisidores de edad avanzada y bastante experimentados, además de dos condenados, en cuyas palabras recayó la culpa. “—Lleva en su vientre a un hijo habido de la fornicación—“ había declarado abiertamente la maldita bruja que miraba desde lejos. Aryana frunció el ceño y la volteó a mirar de tal forma, que la mujer se retiró de inmediato. Lo peor, es que no se había retirado por temor, sino porque la desaprobación de la italiana la hizo sentir retada. Acto seguido, comunicó la noticia a los Castiglione. Desde entonces, habían renunciado a su hija y parecía importarles poco o nada si sobrevivía o no, como tampoco les interesaba la criatura ni el padre de esta. Pero para Aryana era distinto, ella era su hermana menor a pesar de sus errores. La llamó estúpida en todo el camino hacia donde ahora descansaba, pero el odio hacia los que la habían llevado a ese abismo no mermaba en lo absoluto. La iba a cuidar siempre, y mataría de nuevo por ella, como ya había hecho con ese prometido que se atreviera a traicionarla. Quizás Gianna era una ingenua, pero Aryana no, y para eso aparecería cuantas veces fuera necesario.
—Quiero que evalúe todos los riesgos, y que si ha de desertar, sea ahora. — susurró, mirando a Gianna respirar con una calma que no se parecía a sus noches de luna llena, mientras él se le acercaba. —Le extrajimos la mayor cantidad de plata en cuanto la encontramos. Llegamos a tiempo, pero quedaron secuelas que quiero eliminar. Fue ella misma quien se lo provocó todo, llevaba muy pocos días siendo licántropo y su vida no iba muy bien. Supongo que no lo soportaba más o intentó experimentar consigo misma como le era costumbre— la voz de la italiana sonaba solemne, había algo de angustia en ella cuando pensaba que podría perder a Gianna. Las ampollas le cubrían las extremidades y parte del rostro. Era preocupante, pero aunque hubiese querido culpar a alguien de haberla inyectado, lo cierto es que no parecía posible. Por lo mismo, negó con la cabeza —Tenía la jeringa en sus manos, una de metal que había hecho ella hace muchos años, la tenía aferrada con fuerza. Cuando se la quité, analicé las huellas yo misma, y no había otras distintas a las suyas. — Respondió, aunque sí sabía con quién estaba discutiendo minutos antes de inyectarse, y a quien culpaba de más de la mitad del sufrimiento de su hermana. Por ahora, eso debería permanecer en secreto, hasta comprobar que Miklós y Astor Gray no tenían nada que ver entre ellos. No obstante, empezaban a gustarle las especulaciones ajenas. Quizás, él podría captar cosas que ella no.
—Es el dolor del lobo y el odio de la humanidad que le queda. Quiero que preste algo más de atención y escuche con más detenimiento los corazones que laten en este lugar. Ella no puede ser lastimada aunque intente matarlo. Debe contenerla, pero evitar infringirle daño, de cualquier manera. Las paredes tienen plata porque una vez que mata, intenta escapar, y contenerla es demasiado difícil. Si le inyectamos algún tipo de elemento que la dope, puede ser peor al volver a su estado diario, y aunque ya lo intentamos en una ocasión, parece que el efecto no es suficiente. No quiero administrarle más de lo debido, por eso debe encontrar usted las maneras. No me importa si sus honorarios aumentan cinco veces más de lo que le ofrezco, pero debe mostrarme un método que funcione— aclaró, clavando sus ojos claros en los ajenos, mezcla de exigencia y solicitud cercana al ruego. Aryana era muy orgullosa, pero estaba dispuesta a sacrificar lo que fuese necesario con tal de salvarla, a ella, y al bebé que esperaba, uno del que jamás se enteraría su padre.
—Lo he investigado lo suficiente como para saber que no quiere ser visto. No me importan sus motivos, incluso aquí puede quedarse y tendrá cuanto necesite si ella mejora. No puede morir y espero que usted tampoco. Pero tampoco puede decir nada de ella, ni una sola palabra. Si sale, más le vale mentir, porque si habla demás, lo lamentará. He pasado por alto una opinión que dice que no es usted de confiar. Pero si valora su vida, lo hará ¿No es así?— la advertencia no sobraba, Gianna había sido dada por muerta e incluso había tenido un funeral, y así debería permanecer.
—Quiero que evalúe todos los riesgos, y que si ha de desertar, sea ahora. — susurró, mirando a Gianna respirar con una calma que no se parecía a sus noches de luna llena, mientras él se le acercaba. —Le extrajimos la mayor cantidad de plata en cuanto la encontramos. Llegamos a tiempo, pero quedaron secuelas que quiero eliminar. Fue ella misma quien se lo provocó todo, llevaba muy pocos días siendo licántropo y su vida no iba muy bien. Supongo que no lo soportaba más o intentó experimentar consigo misma como le era costumbre— la voz de la italiana sonaba solemne, había algo de angustia en ella cuando pensaba que podría perder a Gianna. Las ampollas le cubrían las extremidades y parte del rostro. Era preocupante, pero aunque hubiese querido culpar a alguien de haberla inyectado, lo cierto es que no parecía posible. Por lo mismo, negó con la cabeza —Tenía la jeringa en sus manos, una de metal que había hecho ella hace muchos años, la tenía aferrada con fuerza. Cuando se la quité, analicé las huellas yo misma, y no había otras distintas a las suyas. — Respondió, aunque sí sabía con quién estaba discutiendo minutos antes de inyectarse, y a quien culpaba de más de la mitad del sufrimiento de su hermana. Por ahora, eso debería permanecer en secreto, hasta comprobar que Miklós y Astor Gray no tenían nada que ver entre ellos. No obstante, empezaban a gustarle las especulaciones ajenas. Quizás, él podría captar cosas que ella no.
—Es el dolor del lobo y el odio de la humanidad que le queda. Quiero que preste algo más de atención y escuche con más detenimiento los corazones que laten en este lugar. Ella no puede ser lastimada aunque intente matarlo. Debe contenerla, pero evitar infringirle daño, de cualquier manera. Las paredes tienen plata porque una vez que mata, intenta escapar, y contenerla es demasiado difícil. Si le inyectamos algún tipo de elemento que la dope, puede ser peor al volver a su estado diario, y aunque ya lo intentamos en una ocasión, parece que el efecto no es suficiente. No quiero administrarle más de lo debido, por eso debe encontrar usted las maneras. No me importa si sus honorarios aumentan cinco veces más de lo que le ofrezco, pero debe mostrarme un método que funcione— aclaró, clavando sus ojos claros en los ajenos, mezcla de exigencia y solicitud cercana al ruego. Aryana era muy orgullosa, pero estaba dispuesta a sacrificar lo que fuese necesario con tal de salvarla, a ella, y al bebé que esperaba, uno del que jamás se enteraría su padre.
—Lo he investigado lo suficiente como para saber que no quiere ser visto. No me importan sus motivos, incluso aquí puede quedarse y tendrá cuanto necesite si ella mejora. No puede morir y espero que usted tampoco. Pero tampoco puede decir nada de ella, ni una sola palabra. Si sale, más le vale mentir, porque si habla demás, lo lamentará. He pasado por alto una opinión que dice que no es usted de confiar. Pero si valora su vida, lo hará ¿No es así?— la advertencia no sobraba, Gianna había sido dada por muerta e incluso había tenido un funeral, y así debería permanecer.
Última edición por Aryana Castiglione el Jue Ago 04, 2016 10:58 pm, editado 1 vez
Katharina Von Steiger- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/03/2016
Re: Desahucios (Privado)
Miklós se hubiera quitado el sombrero ante la osadía y la desesperación de Gianna, la inquisidora que yacía en un sueño aparentemente eterno, si hubiera contado con la infraestructura necesaria; dado que carecía de ella, se limitó a mirarla con renovado respeto, mezclado con la más absoluta fascinación. Él conocía lo que era el dolor, ese era precisamente uno de los motivos por los que había aceptado aquel trabajo, tanto porque lo aguantaba como para recuperarse del primer asalto (y seguramente no el último) con Elise. También conocía de primera mano lo que era desear morir y no conseguirlo, y era plenamente consciente del valor que era necesario para atreverse a dar el paso de una forma tan malditamente dolorosa: con plata. A Miklós aún le escocía, aunque no lo demostrara, su último contacto con aquel material, otorgado por supuesto por la señorita Vranken como un regalo sádico de los que eran habituales entre ellos; imaginar siquiera el ardor que suponía que el metal corriera por sus venas lo llenaba de tensión, sobre todo ante la perspectiva de que no se había tratado sólo de ella... Efectivamente, cuando Aryana se lo dijo, Miklós pudo escuchar el segundo latido, prueba irrefutable en su debilidad de que la inquisidora comatosa se encontraba encinta en el momento de su intento de suicidio. Todo valor que hubiera podido acumular antes él se vio aumentado con creces ante semejante certeza, pues no contenta con acabar con su vida, había intentado acabar con lo que consideraba un error, y no todas las futuras madres eran así. Si bien él mismo sí había sido un niño deseado, conocía ejemplos abundantes de seres que vivían en la más absoluta miseria, aún teniéndolo todo (y Miklós los compadecía, ¡pobres desgraciados que sufren cuando no deberían!), sólo por ser algo no deseado. En cualquier caso, si el metal había sido insuficiente para matar a la madre y al hijo, Miklós debía reforzar aún más sus precauciones, que ya de por sí serían considerables dadas las peticiones tan extrañas de Aryana Castiglione.
– ¿Sólo una opinión desfavorable? Eso significa que no he estado haciendo bien mi trabajo. Por la suma adecuada, puedo asegurar que haría prácticamente lo que fuera, y si ese lo que sea es callarme, le hablaré a la propia Gianna, a sabiendas de que no me responderá. – aceptó, a su extraña manera, la confidencialidad forzosa a la que lo iban a obligar, pero ¿qué más le daba cumplir con ello? No era un hombre que gritara sus secretos a los cuatro vientos, y mucho menos si se trataba de alguien que le había pedido precisamente que estuviera callado. Con su discreción podía contarse, siempre y cuando se le pidiese, y normalmente nadie hacía hincapié en que disimulara, por eso no se esforzaba; por el contrario, como Aryana había decidido mencionárselo, desde luego que callaría, y sin aumentar aún más el precio por sus servicios. Tal vez debería incrementarlo, desde luego, pero sentía cierta curiosidad por la luna llena, y esas ganas de verlas venir lo hacían mostrarse algo más cauteloso que normalmente, por sorprendente que pareciera. – Tal vez el truco consista en pelear con el lobo, pero cuando llegue el momento de que esté dispuesto a morder, domarlo para distraerlo, como si se domesticara a un animal. Los licántropos son imposibles de convertir en compañeros manejables, a menos que sean adultos y ya hayan tenido unos años de buena práctica en sus transformaciones, pero funcionan con instintos, y eso se puede manejar en su contra. Además, hay algunas plantas que los atraen y otras que los repelen, como todas las especies animales y los seres que comparten su naturaleza con estos. ¿Podría conseguir algo de acónito? También se conoce como luparia o, más vulgarmente, matalobos: es una planta que no les gusta demasiado, y podría ser lo suficientemente fuerte para evitar que me arranque la cabeza de un mordisco a la primera de cambio. Luego, quizá sea un tanto poco ortodoxo, pero podría probarse con el opio para tranquilizarla: no la doparía, pero sí la atontaría, y un lobo violento atontado es preferible antes que un lobo violento en plenas facultades. Creo que la clave aquí podría encontrarse en las plantas, pero no lo sabré hasta que no lo pruebe. Por lo demás, habría que eliminar la plata por completo, y tratar de acelerar el proceso de curación de su naturaleza lupina antes de pensar en sacarla de ese estado en el que se encuentra. – diagnosticó Miklós, pensativo, y con los ojos clavados en la menor de las Castiglione.
¿Quién iba a decir, mirándolo con su aspecto desharrapado, que Miklós podía comportarse como alguien que podía tener la solución a un problema de la envergadura del que le habían planteado...? Otro motivo más para no mirar únicamente las apariencias, sobre todo en el caso del húngaro.
– ¿Sólo una opinión desfavorable? Eso significa que no he estado haciendo bien mi trabajo. Por la suma adecuada, puedo asegurar que haría prácticamente lo que fuera, y si ese lo que sea es callarme, le hablaré a la propia Gianna, a sabiendas de que no me responderá. – aceptó, a su extraña manera, la confidencialidad forzosa a la que lo iban a obligar, pero ¿qué más le daba cumplir con ello? No era un hombre que gritara sus secretos a los cuatro vientos, y mucho menos si se trataba de alguien que le había pedido precisamente que estuviera callado. Con su discreción podía contarse, siempre y cuando se le pidiese, y normalmente nadie hacía hincapié en que disimulara, por eso no se esforzaba; por el contrario, como Aryana había decidido mencionárselo, desde luego que callaría, y sin aumentar aún más el precio por sus servicios. Tal vez debería incrementarlo, desde luego, pero sentía cierta curiosidad por la luna llena, y esas ganas de verlas venir lo hacían mostrarse algo más cauteloso que normalmente, por sorprendente que pareciera. – Tal vez el truco consista en pelear con el lobo, pero cuando llegue el momento de que esté dispuesto a morder, domarlo para distraerlo, como si se domesticara a un animal. Los licántropos son imposibles de convertir en compañeros manejables, a menos que sean adultos y ya hayan tenido unos años de buena práctica en sus transformaciones, pero funcionan con instintos, y eso se puede manejar en su contra. Además, hay algunas plantas que los atraen y otras que los repelen, como todas las especies animales y los seres que comparten su naturaleza con estos. ¿Podría conseguir algo de acónito? También se conoce como luparia o, más vulgarmente, matalobos: es una planta que no les gusta demasiado, y podría ser lo suficientemente fuerte para evitar que me arranque la cabeza de un mordisco a la primera de cambio. Luego, quizá sea un tanto poco ortodoxo, pero podría probarse con el opio para tranquilizarla: no la doparía, pero sí la atontaría, y un lobo violento atontado es preferible antes que un lobo violento en plenas facultades. Creo que la clave aquí podría encontrarse en las plantas, pero no lo sabré hasta que no lo pruebe. Por lo demás, habría que eliminar la plata por completo, y tratar de acelerar el proceso de curación de su naturaleza lupina antes de pensar en sacarla de ese estado en el que se encuentra. – diagnosticó Miklós, pensativo, y con los ojos clavados en la menor de las Castiglione.
¿Quién iba a decir, mirándolo con su aspecto desharrapado, que Miklós podía comportarse como alguien que podía tener la solución a un problema de la envergadura del que le habían planteado...? Otro motivo más para no mirar únicamente las apariencias, sobre todo en el caso del húngaro.
Invitado- Invitado
Re: Desahucios (Privado)
"Desconfía de la persona que lo ve todo bien, y de aquel que lo ve todo mal."
Con Gianna habían demasiados temas por pensar ¿Quería ella realmente a ese hijo o tal vez no sabía de su existencia? El sufrimiento que ella relataba en sus cartas para Aryana, manifestaba el enorme dolor que sentía al experimentar la traición bajo todas sus formas; incluso ahora, de manera inconsciente, tenía sobre sí el abandono de sus propios padres, unos que creían a Gianna muerta, pero que no habían sido capaces de asistir al supuesto funeral por mera vergüenza. Su niña había pecado a gritos, llevaba dentro de sí el fruto de su desobediencia y no contenta con eso, lucía como una cobarde que se había quitado la vida al no poder sobrellevar su cambio. El carácter de los Castiglione siempre fue duro, y ahora sentían que ella transgredía incluso un legado.
—Digo una sola opinión porque he contactado con alguien que lo empleó antes de mí y a quien debe conocer muy bien. Dice que usted haría lo que fuera por dinero, y eso es lo que le ofrezco. Ya sé que no tiene escrúpulos, y es por eso que lo elegí. También sé que es hábil en la lucha, aunque esta vez no quiero que mate a nadie, no todavía. — las últimas palabras de Aryana parecieron un susurro, uno no muy calmo. Si antes había hecho asesinar al prometido de Gianna, ahora podría hacer lo mismo con el que creía el padre de la criatura. Astor Gray no merecía vivir, pero tampoco merecía morir tan pronto. Para entonces, Aryana tenía más de una idea en mente para destrozarle a él las emociones. Iba a sufrir, pero eso era parte del trabajo de ella y en nombre de su hermana. Eso es a lo que se dedicaría mientras estuviese ausente. —Es imposible que ella se controle, el ardor que le produce la plata que aún le queda dentro la desespera— sus ojos pasaron de Miklós a Gianna y caminó hacia ella para observarla de cerca, de nuevo, como buscando algún indicio del fin de su coma, para vida o para muerte. —Le traeré ambas en un par de horas. Supongo que no es necesario que le diga lo que pasará si alguno de sus experimentos hacen que ella muera ¿Verdad? O tampoco necesito decir que espero no consentir sus vicios si estos la pueden afectar de alguna manera— Aryana no pretendía que todo le sonara a amenaza, pero no conocía otra forma distinta de pedir las cosas, por no decir que no estaba dispuesta a perder a su única hermana a causa de sus ridículas decisiones. Por lo mismo, se vio obligada a hacer una pausa, porque más que dominar por dinero, sabía que debía ganar cierta confianza con Miklós, y que su trato hacia él, bien podría repercutir en cómo sería tratada luego Gianna. —Creo que Gianna no sabía que esperaba un hijo, jamás mencionó nada en sus cartas. Por supuesto el padre tampoco lo sabe, ni lo hará. Pero a lo que voy es que no sé cómo afectaría eso su parto. Si está en luna llena, podría comerse al niño sin la menor de las culpas luego de traerlo al mundo, y lo olvidaría tan pronto como hace con el resto de sus víctimas. Pero si está en su forma humana, no sé cómo pueda usted proceder, ni tampoco tengo idea de cómo sabrá que es tiempo. Según las cartas de Gianna puedo deducir que tiene al menos dos meses de embarazo, pero no estoy segura— las complicaciones seguían apareciendo, sobre todo, porque quizás el niño a pesar de nacer humano, podría tener alguna secuela a causa de la plata inyectada por su madre. No obstante, Aryana iba a conservarlo, viviera su hermana o no.
— ¿Está seguro de querer aceptar algo así pese a todo el riesgo que corre? Si muere, todo el dinero del que hablamos será vertido en saco roto. Me dijo antes que no tenía nada que perder, pero creo que puede perderlo todo, incluyendo su vida. Dígame de nuevo porque aceptaría algo así, porque no creo que quiera tomar esto tan sólo por llenar sus horas vacías ¿Por qué el hijo de alguien como Darko DeGrasso permanecería tan oculto y trabajando con algo que requiere tantos detalles? — cuestionó, lanzando algunos datos más sobre él, aunque omitiendo otros tantos que guardaría para más adelante en caso de llegar a ser necesarios. Sabía cosas, sí, pero también necesitaba probar la más mínima honestidad del ser al que le confiaba una de sus más preciadas vidas.
—Digo una sola opinión porque he contactado con alguien que lo empleó antes de mí y a quien debe conocer muy bien. Dice que usted haría lo que fuera por dinero, y eso es lo que le ofrezco. Ya sé que no tiene escrúpulos, y es por eso que lo elegí. También sé que es hábil en la lucha, aunque esta vez no quiero que mate a nadie, no todavía. — las últimas palabras de Aryana parecieron un susurro, uno no muy calmo. Si antes había hecho asesinar al prometido de Gianna, ahora podría hacer lo mismo con el que creía el padre de la criatura. Astor Gray no merecía vivir, pero tampoco merecía morir tan pronto. Para entonces, Aryana tenía más de una idea en mente para destrozarle a él las emociones. Iba a sufrir, pero eso era parte del trabajo de ella y en nombre de su hermana. Eso es a lo que se dedicaría mientras estuviese ausente. —Es imposible que ella se controle, el ardor que le produce la plata que aún le queda dentro la desespera— sus ojos pasaron de Miklós a Gianna y caminó hacia ella para observarla de cerca, de nuevo, como buscando algún indicio del fin de su coma, para vida o para muerte. —Le traeré ambas en un par de horas. Supongo que no es necesario que le diga lo que pasará si alguno de sus experimentos hacen que ella muera ¿Verdad? O tampoco necesito decir que espero no consentir sus vicios si estos la pueden afectar de alguna manera— Aryana no pretendía que todo le sonara a amenaza, pero no conocía otra forma distinta de pedir las cosas, por no decir que no estaba dispuesta a perder a su única hermana a causa de sus ridículas decisiones. Por lo mismo, se vio obligada a hacer una pausa, porque más que dominar por dinero, sabía que debía ganar cierta confianza con Miklós, y que su trato hacia él, bien podría repercutir en cómo sería tratada luego Gianna. —Creo que Gianna no sabía que esperaba un hijo, jamás mencionó nada en sus cartas. Por supuesto el padre tampoco lo sabe, ni lo hará. Pero a lo que voy es que no sé cómo afectaría eso su parto. Si está en luna llena, podría comerse al niño sin la menor de las culpas luego de traerlo al mundo, y lo olvidaría tan pronto como hace con el resto de sus víctimas. Pero si está en su forma humana, no sé cómo pueda usted proceder, ni tampoco tengo idea de cómo sabrá que es tiempo. Según las cartas de Gianna puedo deducir que tiene al menos dos meses de embarazo, pero no estoy segura— las complicaciones seguían apareciendo, sobre todo, porque quizás el niño a pesar de nacer humano, podría tener alguna secuela a causa de la plata inyectada por su madre. No obstante, Aryana iba a conservarlo, viviera su hermana o no.
— ¿Está seguro de querer aceptar algo así pese a todo el riesgo que corre? Si muere, todo el dinero del que hablamos será vertido en saco roto. Me dijo antes que no tenía nada que perder, pero creo que puede perderlo todo, incluyendo su vida. Dígame de nuevo porque aceptaría algo así, porque no creo que quiera tomar esto tan sólo por llenar sus horas vacías ¿Por qué el hijo de alguien como Darko DeGrasso permanecería tan oculto y trabajando con algo que requiere tantos detalles? — cuestionó, lanzando algunos datos más sobre él, aunque omitiendo otros tantos que guardaría para más adelante en caso de llegar a ser necesarios. Sabía cosas, sí, pero también necesitaba probar la más mínima honestidad del ser al que le confiaba una de sus más preciadas vidas.
Última edición por Aryana Castiglione el Dom Sep 25, 2016 8:18 pm, editado 2 veces
Katharina Von Steiger- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: Desahucios (Privado)
En realidad, no quedaba nadie ya que conociera a Miklós, y lo que Aryana había dicho sobre él únicamente era una prueba más de ello. Miklós solamente parecía no tener escrúpulos, y aunque se había labrado una reputación ganando dinero por hacer cualquier cosa, nadie había testado nunca los límites a los que el húngaro podía llegar, y ahí se encontraba el error. Al tratarse de alguien que se comportaba como una bestia parda, la gente solía pensar que su comportamiento asalvajado era ya extremo de por sí, y no había necesidad de pincharlo hasta el extremo; incluso Elise, que era la responsable de llevarlo a aquella situación de necesidad, lo había atacado solamente en su cuerpo, y no en su mente. Era imposible humillar más a alguien que ya estaba humillado por completo, derrotar más a alguien que se había autocoronado, con orgullo, rey de los perdedores. Aquellos con quienes Miklós interactuaba se quedaban en esas apreciaciones, admirados ante el patetismo del que hacía gala el húngaro, pero ¿alguien acaso había preguntado por qué había llegado a ese extremo? ¿A nadie le daba curiosidad conocer las circunstancias que lo habían convertido en una caricatura de un ser humano? Ahí se encontraba la clave: Miklós tenía escrúpulos, pero solamente cuando se trataba de su hermana Imara; Miklós llegaba a cualquier extremo, excepto aquellos que supusieran hacerle daño a su pequeña Imara, la única Rákóczi por la que él, reconocido DeGrasso pero realmente otro miembro de aquel clan húngaro, estaba dispuesto a establecer límites. Obviándola a ella, sí, lo que había dicho Aryana era básicamente correcto, pero él no se sacaría nunca de la cabeza a la excepción de su comportamiento, sobre todo porque tenía la secreta esperanza de que, quizá, algún día pudieran volver a encontrarse. Harto improbable, cierto, pero también lo había sido que siguiera vivo y en pleno uso de todas sus facultades (¡hasta las reproductivas, sorprendentemente!) tras Elise, y allí estaba, vivito y coleando.
– Desconfío un poco de ese todavía, pero he aprendido a tener la boca callada, así que no pienso preguntar. Soy inteligente, Castiglione, por eso mismo si tengo que ocuparme alguno de mis vicios lo haré fuera de la luna llena y bien lejos de aquí. Diferenciar entre ocio y negocio es algo tan básico que me sorprende que se ponga en duda aquí siquiera. – replicó el húngaro, algo altivo, aunque para nada molesto, pues sabía que su reputación le valía todas las dudas de alguien que provenía de la clase más alta, como su rubia empleadora lo era. ¿Lo hastiaba? Sí, un tanto, pero lo comprendía, y sabía que con su aspecto no era de fiar, cosa que, por otro lado, era el efecto que él solía buscar para provocar en la gente con la que se enfrentaba. Si es que a esa escoria se le podía llamar gente, claro... Él no lo tenía muy claro. – Existen maneras de arrancar niños del vientre de una mujer sin que ella deba enfrentarse al proceso natural del parto. Lo he vivido, y he participado en algunas; si se trata de un lobo, me aventuraría a decir que tiene muchas posibilidades de sobrevivir al proceso, especialmente por su curación. Por el niño no hay motivos de preocupación: me encargaré también de él. No lo dice ninguno de mis empleadores porque no lo saben, pero no sería el primero que sostengo. – reflexionó Miklós, aposentado cómodamente en una silla, pues por fin había decidido hacerlo. Pese a su juventud aparente, no convenía olvidar que el cambiante pasaba del medio siglo, y tenía una vida a sus espaldas que iba mucho más allá de la bestialidad de sus peleas callejeras y de sus tareas como mercenario a sueldo de aquellos que le ofrecieran lo suficiente. Había sido padre una vez, de su hermana pequeña, y probablemente de alguna criatura que él no conociera, porque sus escarceos con mujeres habían sido varios. También tenía medio hermanos, algunos de los cuales había ayudado a depositar en el mundo; la experiencia lo rebasaba sobradamente, así que no existía problema alguno. En cuanto a lo último... – Porque de Darko sólo tengo el apellido, Aryana. No soy como él, ni lo seré, y mi desdén por la vida ha llegado hasta tal punto que me da absolutamente igual arriesgarme si así soluciono las consecuencias de ciertos errores. – sentenció, encogiéndose de hombros de forma indolente.
Era cierto, Miklós no era como Darko, pero entre otras cosas porque Darko jamás admitiría con la ligereza de su bastardo que había cometido un error por obra propia y no en nombre del Altísimo, un error que en el caso del húngaro tenía nombre, apellidos y una melena rubia considerable.
– Desconfío un poco de ese todavía, pero he aprendido a tener la boca callada, así que no pienso preguntar. Soy inteligente, Castiglione, por eso mismo si tengo que ocuparme alguno de mis vicios lo haré fuera de la luna llena y bien lejos de aquí. Diferenciar entre ocio y negocio es algo tan básico que me sorprende que se ponga en duda aquí siquiera. – replicó el húngaro, algo altivo, aunque para nada molesto, pues sabía que su reputación le valía todas las dudas de alguien que provenía de la clase más alta, como su rubia empleadora lo era. ¿Lo hastiaba? Sí, un tanto, pero lo comprendía, y sabía que con su aspecto no era de fiar, cosa que, por otro lado, era el efecto que él solía buscar para provocar en la gente con la que se enfrentaba. Si es que a esa escoria se le podía llamar gente, claro... Él no lo tenía muy claro. – Existen maneras de arrancar niños del vientre de una mujer sin que ella deba enfrentarse al proceso natural del parto. Lo he vivido, y he participado en algunas; si se trata de un lobo, me aventuraría a decir que tiene muchas posibilidades de sobrevivir al proceso, especialmente por su curación. Por el niño no hay motivos de preocupación: me encargaré también de él. No lo dice ninguno de mis empleadores porque no lo saben, pero no sería el primero que sostengo. – reflexionó Miklós, aposentado cómodamente en una silla, pues por fin había decidido hacerlo. Pese a su juventud aparente, no convenía olvidar que el cambiante pasaba del medio siglo, y tenía una vida a sus espaldas que iba mucho más allá de la bestialidad de sus peleas callejeras y de sus tareas como mercenario a sueldo de aquellos que le ofrecieran lo suficiente. Había sido padre una vez, de su hermana pequeña, y probablemente de alguna criatura que él no conociera, porque sus escarceos con mujeres habían sido varios. También tenía medio hermanos, algunos de los cuales había ayudado a depositar en el mundo; la experiencia lo rebasaba sobradamente, así que no existía problema alguno. En cuanto a lo último... – Porque de Darko sólo tengo el apellido, Aryana. No soy como él, ni lo seré, y mi desdén por la vida ha llegado hasta tal punto que me da absolutamente igual arriesgarme si así soluciono las consecuencias de ciertos errores. – sentenció, encogiéndose de hombros de forma indolente.
Era cierto, Miklós no era como Darko, pero entre otras cosas porque Darko jamás admitiría con la ligereza de su bastardo que había cometido un error por obra propia y no en nombre del Altísimo, un error que en el caso del húngaro tenía nombre, apellidos y una melena rubia considerable.
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Re: Desahucios (Privado)
— ¿Desconfiar? Trabajó para matar hasta donde sé; si le pido una muerte, será tan bien paga como lo difícil que sé que resultaría asesinar a quien tengo en mente. — aclaró, y sonrió como si estuviese por pedir un café en lugar de la cabeza de alguien. Aryana podía ser muy fría cuando se trataba de venganzas, sobre todo si se trataba de gente que había hecho algún mal contra su familia. —Su carácter se refleja hasta en cómo se mueve, pero prefiero escuchar de sus labios lo que quiero. Mi hermana es lo más importante para mí ahora, por eso cuido hasta el más obvio o insignificante de los detalles— aclaró, diciendo por primera vez que aquella mujer en coma era su hermana. No era necesario decir nada más, si él tenía una familia más cercana de lo que de por sí parecía Darko, quizás lo entendería.
—No sé si conviene que ese niño viva. Si nace enfermo, prefiero que muera, ya ella ha tenido suficiente. Si llega a despertar y a ver que ha dado a luz un hijo deforme o de algún modo enfermo, no lo soportará y se culpará toda la vida ¿Tiene algún problema en asesinar niños o prefiere que lo haga yo si es necesario? — preguntó, aunque por ningún motivo quería ser ella la que le apagara la vida. Quizás lo dejaría sumergido en agua y se iría; o tal vez le pagara a otro sin ningún nexo con la criatura. No es que Aryana fuera débil, pero matar a alguien que llevaba su sangre no estaba entre su lista de cosas por desear hacer. Además, esa respuesta en Miklós probaría si realmente era él un ser de ausentes escrúpulos. —Yo no puedo oír nada de ese niño, pero precisamente por eso busqué alguien como usted. No tengo otra opción que comprar su confianza y esperar en ello. — hizo una pausa y cubrió el cuerpo de Gianna con una manta. Ese sótano era frío, pero la temperatura de su hermana era más que suficiente para mantenerla bien, o eso creía. —Venga conmigo, por favor— solicitó de manera menos dura y una vez fuera de la habitación, la cerró con llave.
—Mañana retiraré la plata si cree que es lo más conveniente, aunque temo que Gianna en su intento de escape destroce las paredes si logra matarlo ¿Quiere té? — la mención de la posible muerte de Miklós no combinaba con esa extraña invitación que le hacía, pero los Castiglione eran adictos al té, incluso Gianna se había tomado uno mientras derretía la plata para inyectársela. La tetera y la olla metálica estaban aún tibias cuando Aryana llegó a la escena. No obstante, ella esperaba que él sobreviviera, si lo hacía, garantizaba muchas cosas también de su hermana, las necesarias para al menos extenderle un poco la vida —Póngase cómodo— pidió mientras le ensañaba la pequeña cocina que pronto le sería más familiar a él —Conozco a su padre, pero no hubiese contratado jamás a alguien como él. Pedí alguien cercano a la inquisición, no cegado por ella— argumentó, importándole un carajo si era demasiado fría o no. Se trataba de su padre, pero los hijos también son conscientes de los excesos de sus progenitores, tal como lo hacía ella ahora, mientras sus padres por el momento fingían que Gianna jamás había existido. —No pretendo que sea mi esclavo, de hecho lo que quiero es que esté con mi hermana durante las noches de luna llena y durante el día el resto de las veces. Usted verá que hace con su tiempo libre, sólo voy a pedirle que mantenga su silencio y que si por alguna razón no se puede presentar aquí, me lo haga saber. También le pido que me sea honesto con respecto al estado de salud de Gianna, sobre todo si está a punto de morir— solicitó, sentándose frente a él mientras el agua de la tetera hervía. Las Castiglione habían sido criadas de manera firme, pero no cruel. Su familia tenía vampiros y licántropos entre los suyos que, aunque condenados, no dejaban de ser lo que eran: familia y seres con rasgos de humanidad evidentes. El servicio se pagaba bien, y se trataba de la misma manera. Su madre, alguna vez había dicho que a los realmente malditos se les mataba en silencio, pero que a quienes les servían, se les debía pagar más que con sólo dinero “A veces, la gratitud te sirve mejor que el olor a dinero en las manos” le solía decir. Y Gianna para ella, lo valía todo; aunque no le temblara la mano para cobrarse cualquier traición.
—No sé si conviene que ese niño viva. Si nace enfermo, prefiero que muera, ya ella ha tenido suficiente. Si llega a despertar y a ver que ha dado a luz un hijo deforme o de algún modo enfermo, no lo soportará y se culpará toda la vida ¿Tiene algún problema en asesinar niños o prefiere que lo haga yo si es necesario? — preguntó, aunque por ningún motivo quería ser ella la que le apagara la vida. Quizás lo dejaría sumergido en agua y se iría; o tal vez le pagara a otro sin ningún nexo con la criatura. No es que Aryana fuera débil, pero matar a alguien que llevaba su sangre no estaba entre su lista de cosas por desear hacer. Además, esa respuesta en Miklós probaría si realmente era él un ser de ausentes escrúpulos. —Yo no puedo oír nada de ese niño, pero precisamente por eso busqué alguien como usted. No tengo otra opción que comprar su confianza y esperar en ello. — hizo una pausa y cubrió el cuerpo de Gianna con una manta. Ese sótano era frío, pero la temperatura de su hermana era más que suficiente para mantenerla bien, o eso creía. —Venga conmigo, por favor— solicitó de manera menos dura y una vez fuera de la habitación, la cerró con llave.
—Mañana retiraré la plata si cree que es lo más conveniente, aunque temo que Gianna en su intento de escape destroce las paredes si logra matarlo ¿Quiere té? — la mención de la posible muerte de Miklós no combinaba con esa extraña invitación que le hacía, pero los Castiglione eran adictos al té, incluso Gianna se había tomado uno mientras derretía la plata para inyectársela. La tetera y la olla metálica estaban aún tibias cuando Aryana llegó a la escena. No obstante, ella esperaba que él sobreviviera, si lo hacía, garantizaba muchas cosas también de su hermana, las necesarias para al menos extenderle un poco la vida —Póngase cómodo— pidió mientras le ensañaba la pequeña cocina que pronto le sería más familiar a él —Conozco a su padre, pero no hubiese contratado jamás a alguien como él. Pedí alguien cercano a la inquisición, no cegado por ella— argumentó, importándole un carajo si era demasiado fría o no. Se trataba de su padre, pero los hijos también son conscientes de los excesos de sus progenitores, tal como lo hacía ella ahora, mientras sus padres por el momento fingían que Gianna jamás había existido. —No pretendo que sea mi esclavo, de hecho lo que quiero es que esté con mi hermana durante las noches de luna llena y durante el día el resto de las veces. Usted verá que hace con su tiempo libre, sólo voy a pedirle que mantenga su silencio y que si por alguna razón no se puede presentar aquí, me lo haga saber. También le pido que me sea honesto con respecto al estado de salud de Gianna, sobre todo si está a punto de morir— solicitó, sentándose frente a él mientras el agua de la tetera hervía. Las Castiglione habían sido criadas de manera firme, pero no cruel. Su familia tenía vampiros y licántropos entre los suyos que, aunque condenados, no dejaban de ser lo que eran: familia y seres con rasgos de humanidad evidentes. El servicio se pagaba bien, y se trataba de la misma manera. Su madre, alguna vez había dicho que a los realmente malditos se les mataba en silencio, pero que a quienes les servían, se les debía pagar más que con sólo dinero “A veces, la gratitud te sirve mejor que el olor a dinero en las manos” le solía decir. Y Gianna para ella, lo valía todo; aunque no le temblara la mano para cobrarse cualquier traición.
Katharina Von Steiger- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: Desahucios (Privado)
Para su enorme (y momentánea) sorpresa, Aryana se mostró, en esa frialdad que no dejaba de exhibir en la situación en la que se encontraba (sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de su hermana; Miklós, en su situación, sería una bestia fuera de control, y no un inquisidor centrado y lleno de recursos), ciertamente humana con él, lo cual no dejaba de resultar extraordinario. Confiar más en lo que saliera de la boca de un adicto al ocio y a los licores, de un cambiante que se ganaba los francos golpeando fuerte y sin lamentarlo lo más mínimo y que vivía como si no tuviera motivos para hacerlo, en vez del testimonio de personajes más pudientes y poderosos que él pero que se habían valido de sus servicios, era tal magnanimidad que Miklós reaccionó con expresividad. Su anguloso rostro se estiró para mostrar sorpresa, y a continuación algo parecido al agradecimiento, mientras continuaba escuchando cómo Aryana cambiaba de tema tan rápidamente que parecía que equiparaba su vida a la de un insecto, y aunque probablemente así fuera, se había comprometido a trabajar para ella, así que lo aceptaría. – Sí, por favor. Sin leche ni azúcar, simplemente la infusión. – se le escapó, con el tono que utilizaba cuando fingía (¿fingía?) ser un hombre de mundo para seducir a ricas herederas, y si bien a Aryana ni se le había pasado por la cabeza seducirla, el hábito le salió solo, igual que la respuesta. – No me gusta matar niños, pero si debo hacerlo, lo haré. Prefiero sacarlo de su miseria antes de que le dé tiempo a sentirla, especialmente si así me aseguro de que la miseria no alcanza ni a la criatura ni a la madre. En caso de que despierte, le mentiré diciendo que nació muerto por la plata, y punto. – replicó Miklós, y entonces se dio cuenta de que pese a que había sonado tan desalmado como ella momentos antes, precisamente por eso ella comprendería su punto de vista, dada la similitud con el suyo propio.
Habían salido de la habitación, y por tanto la comatosa Gianna no colgaba por encima de sus cabezas como una espada de Damocles de la cual dependían demasiadas cosas, tanto su propia supervivencia como su reputación y una potencial alianza con gente poderosa que podría regalarle beneficios en un futuro no muy lejano. El peso que no había sentido se había aligerado momentáneamente, y por eso Miklós eligió permitirse acomodarse mientras ella le hablaba de Darko, en términos que él había escuchado ya anteriormente en sus propios pensamientos, y que le hicieron sonreír indolentemente. – Los inquisidores serían peligrosos en esta situación. Lo denunciarían, y si hay algo que la Iglesia odie más que a los pecadores, es a los suicidas. Incluso si Gianna sobrevive, esto no saldrá de mis labios; si me tengo que referir a nuestro acuerdo, será simplemente como mi ocupación, sin entrar en detalles de quién me ha empleado o en qué consiste mi función. – acordó, encogiéndose de hombros, y a continuación removió su té para disipar los posos y que se mezclaran mejor con el agua, sin dejar de clavar la mirada en la única Castiglione con la que había tenido contacto directo. Por ahora. – Pasaré informes con la regularidad que se me pida, no tengo problema. Actualmente necesito mantener un perfil bajo por una serie de enemigos que me he granjeado con los años, por lo que permaneceré con Gianna más de lo que establece ese tiempo. En cuanto la situación se aclare, utilizaré mi tiempo como me plazca, efectivamente, pero cumpliré con mi función. Pero no puedo evitar preguntarme algo: en caso de que sobreviva, y no solo una noche, sino varias, y que incluso consiga despertar a Gianna… ¿Qué va a ser de mí? Cobraré, de acuerdo, eso es evidente y es mi requisito, pero ¿qué más? ¿Me mataréis para que no cuente nada de lo que he presenciado, me sobornaréis para ello o me convenceréis proponiéndome algún trato beneficioso? Debo confesar que soy difícil de matar, y hay serias probabilidades de que esto salga bien. Me gustaría, por una vez, saber qué será de mí a largo plazo. – preguntó, curioso.
Aunque no fuera algo definitorio en él, no se podía negar que el húngaro poseía cierto sentido de la teatralidad, que explicaba que eligiera justo aquel momento para alzar su copa de té, inclinarla un instante como si brindara con ella por un futuro prometedor y darle un sorbo, como cerrando un trato y dando por sentado que habría más aunque ella no hubiera dicho nada al respecto.
Habían salido de la habitación, y por tanto la comatosa Gianna no colgaba por encima de sus cabezas como una espada de Damocles de la cual dependían demasiadas cosas, tanto su propia supervivencia como su reputación y una potencial alianza con gente poderosa que podría regalarle beneficios en un futuro no muy lejano. El peso que no había sentido se había aligerado momentáneamente, y por eso Miklós eligió permitirse acomodarse mientras ella le hablaba de Darko, en términos que él había escuchado ya anteriormente en sus propios pensamientos, y que le hicieron sonreír indolentemente. – Los inquisidores serían peligrosos en esta situación. Lo denunciarían, y si hay algo que la Iglesia odie más que a los pecadores, es a los suicidas. Incluso si Gianna sobrevive, esto no saldrá de mis labios; si me tengo que referir a nuestro acuerdo, será simplemente como mi ocupación, sin entrar en detalles de quién me ha empleado o en qué consiste mi función. – acordó, encogiéndose de hombros, y a continuación removió su té para disipar los posos y que se mezclaran mejor con el agua, sin dejar de clavar la mirada en la única Castiglione con la que había tenido contacto directo. Por ahora. – Pasaré informes con la regularidad que se me pida, no tengo problema. Actualmente necesito mantener un perfil bajo por una serie de enemigos que me he granjeado con los años, por lo que permaneceré con Gianna más de lo que establece ese tiempo. En cuanto la situación se aclare, utilizaré mi tiempo como me plazca, efectivamente, pero cumpliré con mi función. Pero no puedo evitar preguntarme algo: en caso de que sobreviva, y no solo una noche, sino varias, y que incluso consiga despertar a Gianna… ¿Qué va a ser de mí? Cobraré, de acuerdo, eso es evidente y es mi requisito, pero ¿qué más? ¿Me mataréis para que no cuente nada de lo que he presenciado, me sobornaréis para ello o me convenceréis proponiéndome algún trato beneficioso? Debo confesar que soy difícil de matar, y hay serias probabilidades de que esto salga bien. Me gustaría, por una vez, saber qué será de mí a largo plazo. – preguntó, curioso.
Aunque no fuera algo definitorio en él, no se podía negar que el húngaro poseía cierto sentido de la teatralidad, que explicaba que eligiera justo aquel momento para alzar su copa de té, inclinarla un instante como si brindara con ella por un futuro prometedor y darle un sorbo, como cerrando un trato y dando por sentado que habría más aunque ella no hubiera dicho nada al respecto.
Invitado- Invitado
Re: Desahucios (Privado)
Aryana había podido contratar a cualquiera, desde un muerto de hambre que se vendiera por cualquier franco, hasta un gran médico al que no le fuera suficiente lo que ya ganaba y deseara más. No obstante lo había elegido a él, con sus secretos, sus vicios, sus manías y tentaciones. Los motivos para actuar así eran sencillos, puesto que por alguna razón, la italiana creía que podía obtener más confianza de Miklós si nadie más se atrevía a dar una sola moneda por él. O al menos era eso lo que esperaba.
Por unos minutos guardó silencio, y sirvió un par de infusiones sencillas, amargas y a punto de quemar, casi como ellos mismos. Las pasó a la mesa en pequeños platos de porcelana rusa y se sentó justo frente a él —Pagar por matar un niño no está en la lista de cosas que me gusta hacer, pero la condición de ese pequeño se complicará si la plata que se inyectó Gianna le alcanzó a afectar. Él, o ella, quizás, nacerá en condición de bastardo. El padre no sabe que existe y dudo que le importe en lo más mínimo según me lo describió mi hermana y, además, no podrá heredar nada del dinero de los Castiglione, ni tampoco ella— comentó bajando la voz. Era una información que quizás no se debía mencionar, pero poner en contexto la situación del bebé facilitaba las cosas. No era así de sencillo para ella, por supuesto, pero no mentía, porque apenas unos días atrás, sus padres le habían enviado una carta en la que se le explicaba a Aryana con absoluto detalle que era la única heredera de todo cuanto poseían ellos y además, aclaraban, no se debía del todo a la “muerte” de su hermana, porque aunque quedara viva, habría sido desheredada y expulsada de la inquisición por la traición que según ellos había cometido. Tanta información le había dolido, porque amaba a su hermana menor casi como a ella misma, y sabía que de sobrevivir, sólo podría sostenerse con el dinero que Aryana le pasara. El apartamento en el que supuestamente Gianna se suicidara ya había sido vendido, aunque por suerte Aryana estuvo a cargo y, aunque tenía orden de quemar todas las cosas que le pertenecieran, pudo guardar una gran parte y fingir obediencia con una menor cantidad.
—La inquisición no puede enterarse de esto. Si le preguntan sobre lo que hace, podrá decir que cuida una casa antigua cuyos dueños han salido de viaje, o lo que se le ocurra. Muchos no van a entender que mi hermana no quería suicidarse, sino que buscó experimentar con desespero con ella misma. Siempre se inventó cosas, pero no fue lo suficientemente inteligente como para detenerse de aplicar algo tan vasto con ella misma. — la mirada pareció perdida mientras recordaba cosas, como pequeños objetos que su hermana hacía con un montón de fines diferentes. Gianna había sido muy creativa mientras fue feliz, después, era sólo despojos, incluso antes de ser mordida por un licántropo —Esta casa tiene un piso inferior que se encuentra oculto, luego le enseñaré como llegar a él. — Sus ojos de nuevo se dirigieron al cambiante y se inclinó un poco hacia adelante, como si fuera a amenazarlo aunque no fuera esa su intención —Si algo llega a pasar mientras no estoy, Miklós, usted irá allí y se llevará a mi hermana. Ese lugar aislará el olor de sus especies e incluso el ruido. Nadie, aparte de nosotros dos puede verla, nadie, aunque le digan que he muerto y que he dejado una última voluntad para ella ¿Está claro? — dijo vocalizando perfectamente y regresó a su posición, intentando dejar de lado todas las ideas de la bruja lengua larga que había delatado a Gianna, e incluso aquellos que podrían llegar a buscarla con algún propósito en particular. Quizás no sucediera nada, pero era mejor prevenirlo.
—Es una buena pregunta, aunque no quería llegar a ella tan pronto para evitar que trabaje pensando en sentirse amenazado. — suspiró sin dejar de mirarlo y bebió un poco de su té, manteniendo la taza alta una vez dio una probada mientras de paso pensaba. —Hay dos partes para el cierre del trato, usted elige si toma la mano en la que está la gratitud y como pago final se queda con esta propiedad, que de paso le vendría bien. O, si por otra parte, toma la de la venganza. No importa si es usted difícil de matar, me educaron precisamente para eso y tengo las herramientas suficientes para desaparecerlo si así se me antoja, porque no siempre es a través de la lucha que se puede destruir a alguien. También tengo un as bajo la manga, pero eso quedará en secreto, pero no creo que sea necesario hablar de eso ahora; además, espero que elija usted la primera opción—.
Por unos minutos guardó silencio, y sirvió un par de infusiones sencillas, amargas y a punto de quemar, casi como ellos mismos. Las pasó a la mesa en pequeños platos de porcelana rusa y se sentó justo frente a él —Pagar por matar un niño no está en la lista de cosas que me gusta hacer, pero la condición de ese pequeño se complicará si la plata que se inyectó Gianna le alcanzó a afectar. Él, o ella, quizás, nacerá en condición de bastardo. El padre no sabe que existe y dudo que le importe en lo más mínimo según me lo describió mi hermana y, además, no podrá heredar nada del dinero de los Castiglione, ni tampoco ella— comentó bajando la voz. Era una información que quizás no se debía mencionar, pero poner en contexto la situación del bebé facilitaba las cosas. No era así de sencillo para ella, por supuesto, pero no mentía, porque apenas unos días atrás, sus padres le habían enviado una carta en la que se le explicaba a Aryana con absoluto detalle que era la única heredera de todo cuanto poseían ellos y además, aclaraban, no se debía del todo a la “muerte” de su hermana, porque aunque quedara viva, habría sido desheredada y expulsada de la inquisición por la traición que según ellos había cometido. Tanta información le había dolido, porque amaba a su hermana menor casi como a ella misma, y sabía que de sobrevivir, sólo podría sostenerse con el dinero que Aryana le pasara. El apartamento en el que supuestamente Gianna se suicidara ya había sido vendido, aunque por suerte Aryana estuvo a cargo y, aunque tenía orden de quemar todas las cosas que le pertenecieran, pudo guardar una gran parte y fingir obediencia con una menor cantidad.
—La inquisición no puede enterarse de esto. Si le preguntan sobre lo que hace, podrá decir que cuida una casa antigua cuyos dueños han salido de viaje, o lo que se le ocurra. Muchos no van a entender que mi hermana no quería suicidarse, sino que buscó experimentar con desespero con ella misma. Siempre se inventó cosas, pero no fue lo suficientemente inteligente como para detenerse de aplicar algo tan vasto con ella misma. — la mirada pareció perdida mientras recordaba cosas, como pequeños objetos que su hermana hacía con un montón de fines diferentes. Gianna había sido muy creativa mientras fue feliz, después, era sólo despojos, incluso antes de ser mordida por un licántropo —Esta casa tiene un piso inferior que se encuentra oculto, luego le enseñaré como llegar a él. — Sus ojos de nuevo se dirigieron al cambiante y se inclinó un poco hacia adelante, como si fuera a amenazarlo aunque no fuera esa su intención —Si algo llega a pasar mientras no estoy, Miklós, usted irá allí y se llevará a mi hermana. Ese lugar aislará el olor de sus especies e incluso el ruido. Nadie, aparte de nosotros dos puede verla, nadie, aunque le digan que he muerto y que he dejado una última voluntad para ella ¿Está claro? — dijo vocalizando perfectamente y regresó a su posición, intentando dejar de lado todas las ideas de la bruja lengua larga que había delatado a Gianna, e incluso aquellos que podrían llegar a buscarla con algún propósito en particular. Quizás no sucediera nada, pero era mejor prevenirlo.
—Es una buena pregunta, aunque no quería llegar a ella tan pronto para evitar que trabaje pensando en sentirse amenazado. — suspiró sin dejar de mirarlo y bebió un poco de su té, manteniendo la taza alta una vez dio una probada mientras de paso pensaba. —Hay dos partes para el cierre del trato, usted elige si toma la mano en la que está la gratitud y como pago final se queda con esta propiedad, que de paso le vendría bien. O, si por otra parte, toma la de la venganza. No importa si es usted difícil de matar, me educaron precisamente para eso y tengo las herramientas suficientes para desaparecerlo si así se me antoja, porque no siempre es a través de la lucha que se puede destruir a alguien. También tengo un as bajo la manga, pero eso quedará en secreto, pero no creo que sea necesario hablar de eso ahora; además, espero que elija usted la primera opción—.
Katharina Von Steiger- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/03/2016
Re: Desahucios (Privado)
Por un momento, Miklós casi había olvidado la enorme diferencia que existía entre la familia Castiglione y él, un muerto de hambre que si no había fallecido aún era porque se resistía a morir, testarudo como solamente un Rákóczi podía llegar a serlo. Había encontrado cierta sintonía con Aryana, la suficiente para encontrar aspectos en los que coincidían a la hora de decidir qué tipo de actuación querían ambos para el encargo, y por eso se le había olvidado el pequeño, pero nada insignificante, detalle de que Gianna estaba embarazada. Si bien comprendía perfectamente la necesidad de encargarse de la criatura si éste había sido afectado por la plata, pues nadie merecía tal sufrimiento, lo cierto era que no comprendía el resto de argumentos de Aryana. No, mentira: comprenderlos, los comprendía; aceptarlos, ya... no. Él mismo era un bastardo, un hijo solamente de su madre que no había conocido a su progenitor biológico y que cada pocos años cambiaba de compañía paternal, dependiendo del hombre al que quisiera seducir Eszter. Además, era hijo de una mujer descendiente de ashkenazíes, bastarda a su vez de una familia noble de la zona en la que vivían, y que pese a conocer perfectamente su existencia jamás habían dado un duro por él y por su existencia. Y, aun así, con todo el mundo en contra, el estigma de ser un bastardo, el rechazo de la dinastía Rákóczi y la constante persecución, Miklós había conseguido sobrevivir, fortalecerse y, por qué no decirlo, también convertirse en un hombre hecho y derecho que muchos envidiarían. Por ello, si bien entendía que las clases altas tenían otras prioridades que él, ese argumento no le serviría para apaciguar su conciencia tanto como el otro, las posibles deformidades. Sin embargo, como buen mentiroso que era, no dejó que sus pensamientos se reflejaran en su rostro, sino que, como buen empleado (que resultaba que también era, ¡menuda sorpresa!), se dedicó a escuchar a su nueva jefa con atención.
– Como he dicho antes, ningún inquisidor se enterará. Darko y yo mantenemos una relación en la que las confidencias brillan por su ausencia, y si me relaciono con otros, suele ser porque me persiguen o, ahora, porque se trata de ti y tienes interés en mis servicios. Pero, en fin, mis labios están sellados. – repitió, dando un sorbo al té de forma que invalidaba lo de los labios cerrados, pero aún no había descubierto la manera de beber sin abrir la boca, así que debía excusársele la pequeña contradicción, casi imposible de notar, en la que había incurrido Miklós. – Descuida: aunque mi fama te haya llegado por lo atinados que son mis puñetazos, he tomado partida en unas cuantas misiones de protección en el pasado. Sé perfectamente que desde el momento en el que he aceptado encargarme de Gianna, mi deber consiste en que nada ni nadie la moleste... salvo yo en la luna llena, pero eso es pura defensa personal, y hasta tú me lo has permitido. En cualquier caso, en el improbable caso de que mueras, continuaré con el encargo y la mantendré sana, o todo lo que pueda, hasta que despierte o se muera, dependiendo de lo que suceda antes. – Miklós habló con frialdad de la vida y la muerte, pero en su experiencia, era mejor eso cuando las posibilidades eran tan reales como en el caso de Gianna que andar con sensiblerías que ni Aryana aceptaría, ni a él le salían de forma natural. Dado que, efectivamente, el destino de la inquisidora iba a ser sobrevivir o morir, ponerlo de una forma tan pragmática no hacía sino beneficiar su caso, por lo que no iba a dedicarle más de un pensamiento, especialmente dado el otro tema que ambos habían puesto encima de la mesa: su futuro. Sintiéndolo (de poco a nada) por Gianna, ese tema le interesaba bastante más que una licántropa comatosa, así que optó por tratarlo a continuación. – Lo cierto es que ya estoy sobrado de enemigos, y no tengo ningún motivo de peso para vengarme. Tal vez cambie de idea si acabo muy harto de Gianna en las lunas llenas, pero me he enfrentado a cosas peores, así que no veo por qué no iba a elegir la gratitud... Y más cuando me la ofreces con tanta generosidad. Gracias, Aryana, la casa es estupenda. – medio sonrió, bromeando un tanto, pero el mensaje estaba más que claro: no quería guerra, sino alianza.
Al final, iba a resultar que Miklós no quería generarse más problemas de los que ya tenía, sino solucionárselos en la medida de lo posible... ¡Demonios, eso debía de significar que había madurado de una vez por todas! Eso o que se había hartado, y dada la situación mental del cambiante, ambas eran exactamente igual de posibles en aquel preciso instante.
– Como he dicho antes, ningún inquisidor se enterará. Darko y yo mantenemos una relación en la que las confidencias brillan por su ausencia, y si me relaciono con otros, suele ser porque me persiguen o, ahora, porque se trata de ti y tienes interés en mis servicios. Pero, en fin, mis labios están sellados. – repitió, dando un sorbo al té de forma que invalidaba lo de los labios cerrados, pero aún no había descubierto la manera de beber sin abrir la boca, así que debía excusársele la pequeña contradicción, casi imposible de notar, en la que había incurrido Miklós. – Descuida: aunque mi fama te haya llegado por lo atinados que son mis puñetazos, he tomado partida en unas cuantas misiones de protección en el pasado. Sé perfectamente que desde el momento en el que he aceptado encargarme de Gianna, mi deber consiste en que nada ni nadie la moleste... salvo yo en la luna llena, pero eso es pura defensa personal, y hasta tú me lo has permitido. En cualquier caso, en el improbable caso de que mueras, continuaré con el encargo y la mantendré sana, o todo lo que pueda, hasta que despierte o se muera, dependiendo de lo que suceda antes. – Miklós habló con frialdad de la vida y la muerte, pero en su experiencia, era mejor eso cuando las posibilidades eran tan reales como en el caso de Gianna que andar con sensiblerías que ni Aryana aceptaría, ni a él le salían de forma natural. Dado que, efectivamente, el destino de la inquisidora iba a ser sobrevivir o morir, ponerlo de una forma tan pragmática no hacía sino beneficiar su caso, por lo que no iba a dedicarle más de un pensamiento, especialmente dado el otro tema que ambos habían puesto encima de la mesa: su futuro. Sintiéndolo (de poco a nada) por Gianna, ese tema le interesaba bastante más que una licántropa comatosa, así que optó por tratarlo a continuación. – Lo cierto es que ya estoy sobrado de enemigos, y no tengo ningún motivo de peso para vengarme. Tal vez cambie de idea si acabo muy harto de Gianna en las lunas llenas, pero me he enfrentado a cosas peores, así que no veo por qué no iba a elegir la gratitud... Y más cuando me la ofreces con tanta generosidad. Gracias, Aryana, la casa es estupenda. – medio sonrió, bromeando un tanto, pero el mensaje estaba más que claro: no quería guerra, sino alianza.
Al final, iba a resultar que Miklós no quería generarse más problemas de los que ya tenía, sino solucionárselos en la medida de lo posible... ¡Demonios, eso debía de significar que había madurado de una vez por todas! Eso o que se había hartado, y dada la situación mental del cambiante, ambas eran exactamente igual de posibles en aquel preciso instante.
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