AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No pido mucho (privado)
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No pido mucho (privado)
La situación para su familia se había tornado algo complicada. Y por su familia hablaba por todo el clan de los gitanos. Comenzaban a morir de hambre, de forma literal. Habían comenzado los más pequeños pero ellos se fueron salvando conforme las madres arriesgaban su vida por sus hijos. Su pueblo era bastante orgulloso y al inicio creían que podrían sobreponerse a esa adversidad, no había nada que no pudieran lograr entre todos unidos. Pero los esfuerzos de todos no eran suficientes. Dragomir trabajaba casi las 24 horas y sus alimentos estaban destinados a los que más la necesitaban, él podría soportar el hambre durante más tiempo pero había que hacer algo pronto, los pocos que aún mantenían fuerzas terminarían por agotarse.
¿La razón de este problema? Un alto cargo había deseado poner sus manos en unas jóvenes gitanas. Ellos no lo permitieron y la venganza fue que nadie podía venderles o hacer negocios con el pueblo gitano. Los primeros días había racionado todos los alimentos disponibles pero ahora ya no había nada en las cosechas ni en las alacenas. Tuvieron que hacer una reunión y se voto por hablar con el conde Rivaille, un hombre bastante generoso con todos los que iban a pedir ayuda. Por ahora le pedirían permiso para ir a cazar a la parte prohibida del bosque, un lugar resguardado por todos pero que tenía a los mejores animales.
Nunca se creyó que llegaría el momento de estar frente a aquel espacio, ni mucho menos que tendría que hablar con alguien de tan alta posición. Habían investigado y todo indicaba que el conde se encontraría ahí en el palacio ese día. Con sus mejores galas se presentó en el lugar, siendo bastante discriminado por las miradas de algunos presentes. La suerte es que alguien más se había encargado de pedir una cita y así Dragomir no sería tratado como delincuente.
̶ Conde Rivaille, le pido que nos ayude ̶ dijo cuando estuvo en presencia de aquel hombre. Se mantenía seguro y firme, observando directo a los ojos del que podría ser su salvador.
¿La razón de este problema? Un alto cargo había deseado poner sus manos en unas jóvenes gitanas. Ellos no lo permitieron y la venganza fue que nadie podía venderles o hacer negocios con el pueblo gitano. Los primeros días había racionado todos los alimentos disponibles pero ahora ya no había nada en las cosechas ni en las alacenas. Tuvieron que hacer una reunión y se voto por hablar con el conde Rivaille, un hombre bastante generoso con todos los que iban a pedir ayuda. Por ahora le pedirían permiso para ir a cazar a la parte prohibida del bosque, un lugar resguardado por todos pero que tenía a los mejores animales.
Nunca se creyó que llegaría el momento de estar frente a aquel espacio, ni mucho menos que tendría que hablar con alguien de tan alta posición. Habían investigado y todo indicaba que el conde se encontraría ahí en el palacio ese día. Con sus mejores galas se presentó en el lugar, siendo bastante discriminado por las miradas de algunos presentes. La suerte es que alguien más se había encargado de pedir una cita y así Dragomir no sería tratado como delincuente.
̶ Conde Rivaille, le pido que nos ayude ̶ dijo cuando estuvo en presencia de aquel hombre. Se mantenía seguro y firme, observando directo a los ojos del que podría ser su salvador.
Dragomir Negrescu- Gitano
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 02/04/2016
Re: No pido mucho (privado)
Odiaba el Palacio Royal. Era un odio tremendamente visceral y con ningún fundamento, pero aún así, lo odiaba con cada una de sus células. Odiaba el hecho de que hubiese gente que viviera en tan ostentosos palacios, mientras que había gente que dormía bajo cartones en las calles del centro. Aunque, entendía que él vivía en una mansión parecida -mucho más pequeña, sí, pero similar-, pero su conciencia estaba limpia sabiendo que hacía lo posible por ayudar a los más necesitados y, en especial, por protegerlos de los peligros inexplicables que París guardaba para ellos. Mientras que sus fondos se gastaran en patrullar calles, arrestar delincuentes, cazar licántropos y financiar albergues, comedores comunitarios y orfanatos, entonces, solo entonces, podía dormir tranquilamente las tres a cuatro horas que dormía diariamente.
Por eso era que odiaba estar en el Palacio Royal, porque en lugar de estar allí afuera donde la gente lo necesitaba trabajando, tenía que estar allí, haciendo acto de presencia en los eventos de la alta alcurnia como lo era su título, donde además le pedían llevara de sus propios oficiales porque la guardia real solo se encarga de proteger a la familia real y no es responsable de los asistentes a eventos como ese, en los que el rey ni la reina mostraban siquiera la nariz. Como consuelo, al menos, podía evadir conversaciones sociales excusándose con que estaba trabajando, velando por la “seguridad” de todos, cuando en realidad sabía que nada iba a pasar. Sin embargo, no faltaba la vieja ricachona, tetona y con pésimo escote que se le acercaba a hablar y no importase cuánto la ignorara, no se callara.
Estaba con aquella vieja insoportable a su lado y con una copa de vino a medio beber en su mano, cuando un gitano se le acercó por el costado. “Conde Rivaille, le pido nos ayude”, escuchó decir aquella frase que recibía cada día, cada semana, y por la cual vivía. No alcanzó a responder ni a decir nada cuando la vieja a su otro costado se escandalizó. “¿Cómo es posible que un hombre como ese se encuentre aquí? ¡Qué barbaridad! ¡Debería llamar a la seguridad!”. Rivaille, por supuesto, frunció el ceño y volteó a mirarla.- Yo soy la seguridad aquí; y como que dices alguna otra estupidez así, la mando a tirar a la calle como a los cerdos. -Contestó haciendo énfasis en el pronombre personal, con toda la tranquilidad y naturalidad del mundo, como de quien esperaba una oportunidad como aquella para poder tener la dicha de ser desagradable y amargado con otra persona.
La mujer de edad se fue aún más escandalizada, dejándolos a él y al gitano ahora solos en un rincón del gigantesco salón. En algún otro lugar había una exposición de arte, por lo que estaba enterado, pero en esos momentos, era todo oídos para el gitano.- Primero tu nombre, luego tu situación y luego qué es lo que quieres exactamente. -Dijo con tono severo, bebiendo un poco de su vino y llevando su otra mano al bolsillo de su chaqueta militar, esto mientras esperaba respuesta. Pensó en regañar al hombre por colarse a tal evento en busca suya, cuando en realidad cualquiera podía pedir una audiencia con él en su residencia, pero en cierta parte, agradecía que llegase a "salvarle" de aquella mujer insoportable, al igual que toda la clase alta.
Por eso era que odiaba estar en el Palacio Royal, porque en lugar de estar allí afuera donde la gente lo necesitaba trabajando, tenía que estar allí, haciendo acto de presencia en los eventos de la alta alcurnia como lo era su título, donde además le pedían llevara de sus propios oficiales porque la guardia real solo se encarga de proteger a la familia real y no es responsable de los asistentes a eventos como ese, en los que el rey ni la reina mostraban siquiera la nariz. Como consuelo, al menos, podía evadir conversaciones sociales excusándose con que estaba trabajando, velando por la “seguridad” de todos, cuando en realidad sabía que nada iba a pasar. Sin embargo, no faltaba la vieja ricachona, tetona y con pésimo escote que se le acercaba a hablar y no importase cuánto la ignorara, no se callara.
Estaba con aquella vieja insoportable a su lado y con una copa de vino a medio beber en su mano, cuando un gitano se le acercó por el costado. “Conde Rivaille, le pido nos ayude”, escuchó decir aquella frase que recibía cada día, cada semana, y por la cual vivía. No alcanzó a responder ni a decir nada cuando la vieja a su otro costado se escandalizó. “¿Cómo es posible que un hombre como ese se encuentre aquí? ¡Qué barbaridad! ¡Debería llamar a la seguridad!”. Rivaille, por supuesto, frunció el ceño y volteó a mirarla.- Yo soy la seguridad aquí; y como que dices alguna otra estupidez así, la mando a tirar a la calle como a los cerdos. -Contestó haciendo énfasis en el pronombre personal, con toda la tranquilidad y naturalidad del mundo, como de quien esperaba una oportunidad como aquella para poder tener la dicha de ser desagradable y amargado con otra persona.
La mujer de edad se fue aún más escandalizada, dejándolos a él y al gitano ahora solos en un rincón del gigantesco salón. En algún otro lugar había una exposición de arte, por lo que estaba enterado, pero en esos momentos, era todo oídos para el gitano.- Primero tu nombre, luego tu situación y luego qué es lo que quieres exactamente. -Dijo con tono severo, bebiendo un poco de su vino y llevando su otra mano al bolsillo de su chaqueta militar, esto mientras esperaba respuesta. Pensó en regañar al hombre por colarse a tal evento en busca suya, cuando en realidad cualquiera podía pedir una audiencia con él en su residencia, pero en cierta parte, agradecía que llegase a "salvarle" de aquella mujer insoportable, al igual que toda la clase alta.
Rivaille- Realeza Francesa
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 22/01/2015
Re: No pido mucho (privado)
Todo el trayecto que había tenido que realizar por frente de aquellas personas tan bien adornadas y arregladas le hizo sentir cómodo, pero en ningún momento bajo la mirada ni se sintió cohibido por el desprecio que le demostraban. No solo dejaba miradas enojadas y asqueadas, sino que había más de dos que se quedaba murmurando cosas indecentes de su persona. Y eso que había intentado ir con sus mejores ropas.
La actitud de aquella mujer no le sorprendió ni le molesto, ella se encontraba en todo su derecho de protestar por su presencia. Se había escabullido de los guardias para poder entrar ahí, era algo normal que quisieran sacarlo de una o dos patadas. Pero tampoco le prestó demasiada atención, la costumbre era la peor de las enemigas en todos los casos y para él, era muy común recibir ese tipo de comentarios y expresiones. Ni se digno a posar su mirada sobre la mujer, sus ojos se quedaron prendidos del hombre al que necesitaba con tanta desesperación. Más que nada, lo estaba analizando, lo único que sabía de él, eran los rumores que recorrían el campamento y entre ladrones, pero para él solo se le hacía un hombre de su misma edad en una situación beneficiosa. Su rostro se mantuvo inexpresivo ante aquel despliegue de conversación pero se quedo pensando en la contestación del Conde.
̶ Tampoco debería contestarle así, Conde. No debe rebajarse al mismo nivel que las personas que solo saben menospreciar a los demás ̶ comentó, teniendo el descaro de regañar a alguien de un alto cargo, mientras sus ojos se mantenían puesto sobre el otro. ̶ Por cierto, una queja sobre la seguridad. La puerta de servicio se encuentra sin vigilancia, uno de los soldados duerme y creo que está un poco bebido, y el otro se encontraba coqueteando con una señorita ̶ dijo y así fue como dio a conocer cómo había logrado entrar tan fácil a un espacio como ese. Seguro que terminaban regañando a los soldados pero se le había hecho bastante aburrido entrar tan tranquilo. ̶ Mi nombre es Dragomir Negrescu. Mi pueblo está muriendo de hambre, nos han cerrado nuestras vías de comercio y nuestras plantaciones no son suficientes para alimentarnos a todos. Aún no es el momento de cosecha y eso nos lo dificulta aún más. Hemos perdido ya a suficientes niños y mujeres, las enfermedades por el hambre nos atacan .̶ relató y entonces saco un papel de su chaqueta, entregándola al Conde. Era de parte del jefe del campamento y decía que había mandado a Dragomir como mensajero y apelaba a la ayuda del Conde. ̶ Deseamos que se nos permita cazar en la zona prohibida del bosque. Es la más cercana y no nos encontramos con la energía ni con las personas suficientes para ir más allá y cazar nuestra comida. Deseamos al menos poder obtener dos venados enteros, eso nos servirá para seguir sobreviviendo un día más ̶
Se mantuvo en silencio, esperando la respuesta de aquel hombre, tanto negativa como positiva, no tenía otra opción. Si seguían así podrían perder a más personas. Ya habían considerado hurtar comida pero eso tampoco era viable, eran demasiados.
La actitud de aquella mujer no le sorprendió ni le molesto, ella se encontraba en todo su derecho de protestar por su presencia. Se había escabullido de los guardias para poder entrar ahí, era algo normal que quisieran sacarlo de una o dos patadas. Pero tampoco le prestó demasiada atención, la costumbre era la peor de las enemigas en todos los casos y para él, era muy común recibir ese tipo de comentarios y expresiones. Ni se digno a posar su mirada sobre la mujer, sus ojos se quedaron prendidos del hombre al que necesitaba con tanta desesperación. Más que nada, lo estaba analizando, lo único que sabía de él, eran los rumores que recorrían el campamento y entre ladrones, pero para él solo se le hacía un hombre de su misma edad en una situación beneficiosa. Su rostro se mantuvo inexpresivo ante aquel despliegue de conversación pero se quedo pensando en la contestación del Conde.
̶ Tampoco debería contestarle así, Conde. No debe rebajarse al mismo nivel que las personas que solo saben menospreciar a los demás ̶ comentó, teniendo el descaro de regañar a alguien de un alto cargo, mientras sus ojos se mantenían puesto sobre el otro. ̶ Por cierto, una queja sobre la seguridad. La puerta de servicio se encuentra sin vigilancia, uno de los soldados duerme y creo que está un poco bebido, y el otro se encontraba coqueteando con una señorita ̶ dijo y así fue como dio a conocer cómo había logrado entrar tan fácil a un espacio como ese. Seguro que terminaban regañando a los soldados pero se le había hecho bastante aburrido entrar tan tranquilo. ̶ Mi nombre es Dragomir Negrescu. Mi pueblo está muriendo de hambre, nos han cerrado nuestras vías de comercio y nuestras plantaciones no son suficientes para alimentarnos a todos. Aún no es el momento de cosecha y eso nos lo dificulta aún más. Hemos perdido ya a suficientes niños y mujeres, las enfermedades por el hambre nos atacan .̶ relató y entonces saco un papel de su chaqueta, entregándola al Conde. Era de parte del jefe del campamento y decía que había mandado a Dragomir como mensajero y apelaba a la ayuda del Conde. ̶ Deseamos que se nos permita cazar en la zona prohibida del bosque. Es la más cercana y no nos encontramos con la energía ni con las personas suficientes para ir más allá y cazar nuestra comida. Deseamos al menos poder obtener dos venados enteros, eso nos servirá para seguir sobreviviendo un día más ̶
Se mantuvo en silencio, esperando la respuesta de aquel hombre, tanto negativa como positiva, no tenía otra opción. Si seguían así podrían perder a más personas. Ya habían considerado hurtar comida pero eso tampoco era viable, eran demasiados.
Dragomir Negrescu- Gitano
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 02/04/2016
Re: No pido mucho (privado)
Escuchó atento cada una de las palabras del gitano, sin quitar la vista de él un solo momento. Cuando este acabó, el conde nada más suspiró, dando un trago de la copa que llevaba aún en la mano. Luego volvió a mirar al hombre, examinándolo unos minutos y analizando bien la situación. Entonces, cuando llegó a una conclusión, volvió a suspirar.- Pareces un tipo honesto, así que supongo que seré honesto contigo. -Dijo, volteando hacia la mesa de mantel elegante que había detrás de ellos y dejando la copa sobre esta. Entonces volteó y se colocó hombro a hombro con el gitano. O, más bien, hombro con codo.- Tengo muy claro que los oficiales viendo la entrada de servicio son terribles, por eso mismo los puse allí; era por donde planeaba escaparme dentro de un rato. Aunque, si hubieras entrado por la puerta principal, tampoco te hubiesen detenido. Este evento es de entrada liberada. -Comentó en voz baja, juntando sus manos tras su espalda y observando hacia la multitud de personas que disfrutaban de la exposición de arte. En su forma de hablar se notaba el acento Francés informal, aquel que había aprendido a hablar en las calles y que, no importase cuánto tacto tuviese con la alta alcurnia, seguía teniendo muy marcado, casi como si fuese una fuente de orgullo.- Por supuesto, a la clase alta no les gusta que los de clase más baja se intenten mezclar con ellos, por lo que intentan marginar a los otros y hacer de estas cosas como que fueran solo de élite o algo así, por eso mismo me revientan. -Agregó luego, frunciendo el ceño y habiendo apresurado sus palabras.
Hizo entonces una pausa, volviendo a suspirar y llevando una mano a acariciarse las sienes y posando su otra mano en su cadera, ambos gestos denotando lo cansado que estaba y lo estresante que era que le pidieran tal cosa. ¿Cazar en la zona prohibida del bosque? Demencia. Pero no dijo nada, simplemente se limitó a recibir la carta y examinarla unos segundos. Hizo entonces un ademán con la mano, como si le indicase a alguien que se acercara, a pesar de que no había nadie cerca de ellos.- ¿Podrías decirme, Dragomir, quiénes han cerrado sus vías de comercio? Porque yo precisamente no he dado ni autorizado orden alguna al respecto. Y, también, ¿por qué motivo? -Preguntó entonces, doblando la carta cuidadosamente y guardándola en el bolsillo interno de su propia chaqueta. Volteó nuevamente a buscar la copa de la que estaba tomando, terminándose el contenido de esta de un solo trago de forma despreocupada.- No puedo permitirte acceso a la zona prohibida del bosque. -Contestó entonces, meditando aún mentalmente si debía o no debía explicarse los motivos. Tenía el conocimiento de que ciertos gitanos podían discernir de si las personas a su alrededor eran humanos u otro tipo de criatura, pues algo le habían explicado lo de las "auras"; pero siendo que él era, en realidad, un simple humano, no tenía forma de saber si aquel gitano tenía tales capacidades o no. Era un misterio y, por tanto, misterio seguiría siendo si es que debía explicarle o no la presencia de licántropos y otras criaturas en aquella área. Aunque, negándole aquella opción a los gitanos, su conciencia le dictaba que era su deber proveer al hombre de una mejor solución.
Sin embargo, -continuó hablando luego de una pausa silenciosa- lo que te puedo ofrecer es lo siguiente: hoy mismo puedo publicar un decreto en el que establezca que tu comunidad tendrá acceso de una semana a los comedores comunitarios de la ciudad. Por mientras, tú me ayudas a resolver el tema de por qué les han cerrado sus rutas, quién y por qué motivo. ¿Estarías de acuerdo? -Preguntó y se quedó a esperar respuesta. Para ese entonces, una mujer bien vestida y adornada se acercó a ellos, quien pasaba perfectamente como mujer de clase alta. Sin embargo, a pesar de su apariencia, ella en realidad era la mano derecha del conde aquella noche, una oficial de élite que estaba de encubierta para efectivamente proveer de algo de seguridad a aquella fiestecilla, en caso de que algo ocurriese.
Hizo entonces una pausa, volviendo a suspirar y llevando una mano a acariciarse las sienes y posando su otra mano en su cadera, ambos gestos denotando lo cansado que estaba y lo estresante que era que le pidieran tal cosa. ¿Cazar en la zona prohibida del bosque? Demencia. Pero no dijo nada, simplemente se limitó a recibir la carta y examinarla unos segundos. Hizo entonces un ademán con la mano, como si le indicase a alguien que se acercara, a pesar de que no había nadie cerca de ellos.- ¿Podrías decirme, Dragomir, quiénes han cerrado sus vías de comercio? Porque yo precisamente no he dado ni autorizado orden alguna al respecto. Y, también, ¿por qué motivo? -Preguntó entonces, doblando la carta cuidadosamente y guardándola en el bolsillo interno de su propia chaqueta. Volteó nuevamente a buscar la copa de la que estaba tomando, terminándose el contenido de esta de un solo trago de forma despreocupada.- No puedo permitirte acceso a la zona prohibida del bosque. -Contestó entonces, meditando aún mentalmente si debía o no debía explicarse los motivos. Tenía el conocimiento de que ciertos gitanos podían discernir de si las personas a su alrededor eran humanos u otro tipo de criatura, pues algo le habían explicado lo de las "auras"; pero siendo que él era, en realidad, un simple humano, no tenía forma de saber si aquel gitano tenía tales capacidades o no. Era un misterio y, por tanto, misterio seguiría siendo si es que debía explicarle o no la presencia de licántropos y otras criaturas en aquella área. Aunque, negándole aquella opción a los gitanos, su conciencia le dictaba que era su deber proveer al hombre de una mejor solución.
Sin embargo, -continuó hablando luego de una pausa silenciosa- lo que te puedo ofrecer es lo siguiente: hoy mismo puedo publicar un decreto en el que establezca que tu comunidad tendrá acceso de una semana a los comedores comunitarios de la ciudad. Por mientras, tú me ayudas a resolver el tema de por qué les han cerrado sus rutas, quién y por qué motivo. ¿Estarías de acuerdo? -Preguntó y se quedó a esperar respuesta. Para ese entonces, una mujer bien vestida y adornada se acercó a ellos, quien pasaba perfectamente como mujer de clase alta. Sin embargo, a pesar de su apariencia, ella en realidad era la mano derecha del conde aquella noche, una oficial de élite que estaba de encubierta para efectivamente proveer de algo de seguridad a aquella fiestecilla, en caso de que algo ocurriese.
Rivaille- Realeza Francesa
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 22/01/2015
Re: No pido mucho (privado)
Se mantuvo expectante a lo que pudiera pasar ahora que había terminado de hablar. Al conde solo lo conocía por los rumores que corrían por las calles y las historias que se contaban de sus hazañas así que solo tenía una imagen de él, de cualquier forma a sus ojos no parecía ser diferente a cualquier otro humano con algo de poder. Es cierto que le había dado un lugar ante aquella señora fastidiosa pero sus métodos no le había agradado en lo más mínimo. Aún así se sorprendió un poco cuando se pusieron tan cerca y le rebelaba aquella información, no pudo evitar soltar una risa algo audible para después cubrir su boca con la mano y ahogar la risa. ¿El conde escaparse por la puerta trasera? Por alguna razón había creído que pasar desapercibido siendo de la alta sociedad sería mucho más fácil si te encontrabas rodeado de los tuyos, al parecer no. -Podrá decir eso conde pero existen muchas excusas para poder impedir que alguien de mi calaña entre a estos recintos.- dijo mientras veía todo el lugar, tanto espacio y tan hermoso le parecía sorprendente y al mismo tiempo le causaba una sensación de opresión en el pecho. Él estaba tan acostumbrado al bosque que ahí se sentía encerrado entre oro. -Además he visto a muchos de clase baja entrando con sus mejores galas, no podía insultarlos a ellos entrando por la puerta delante con mi ropa-
Aquel nuevo suspiro por parte del conde y la postura que adoptaba le dio toda la respuesta que necesitaba a su pedido. Desde un inicio había estado escéptico a pedir ayuda, más a alguien de la alta sociedad, pero tampoco podía descartar la posibilidad, había que salvar al pueblo sin importar nada más. Su orgullo como gitano era puesto a prueba pero tampoco deseaba causar más problemas a su gente. Mantuvo el silencio mientras escuchaba las preguntas que formulaba el contrario pero no las respondió, no estaba en su poder hablar sobre esos asuntos, era un mensajero que no podía revelar más allá de lo que había ido a hacer. Además existía la probabilidad de que hablar del tema fuera a causarle más problemas, no era que no confiara en que el conde pudiera hacer algo respecto a eso pero la experiencia y la historia siempre era la misma. Alguien hablaba y todo el pueblo volvía a pagarlo.
Siguió en silencio aun después de escuchar la negativa y se dijo que no habría otra forma más que infringir la ley, no era la primera vez que lo hacían pero era cierto que habían pedido un respaldo en esa ocasión debido a lo frágil que era todo el asunto. Ahora e problema no solo era entrar al lugar prohibido, sino hacerlo sin que ningún tipo de forma se diera cuenta y aunque habían muchos gitanos con la fuerza suficiente para hacerlo, seguía siendo demasiado peligroso, hasta él se encontraba debilitado por la falta de alimento. Sin embargo se mordió el labio cuando escuchó la propuesta que le daba el conde, estaba entre la espada y la pared, debía considerar bien las opciones. ¿Seguir sufriendo de hambre para evitar un siguiente castigo o salvarlos a todos para después sobrevivir al siguiente castigo? Porque estaba seguro de que habría otro castigo, siempre había una forma de hacerle la vida más imposible al pueblo gitano y el conde no podía evitar eso.
-No puedo aceptar su propuesta- dijo enterrando sus uñas en las palmas de sus manos al cerrar los puños con tanta fuerza. Aun así su rostro se mostraba tranquilo y decidido. -Ha sido muy amable al escucharme, conde. Se lo agradezco pero no es posible para nosotros entrar a los comedores comunitarios.- observó un instante a aquella mujer que llegaba a confundir a muchos y después volvió a ver al conde, sonriéndole como si nada pasara. -Ya encontraremos otra solución a nuestro problema, así que no se preocupe- tendría que volver a caer bajo, volvería a arrastrarse por el suelo si con eso lograba salvar a toda su familia. -El mercado negro siempre es una opción- murmuró sin darse cuenta de que lo decía en voz alta.
Aquel nuevo suspiro por parte del conde y la postura que adoptaba le dio toda la respuesta que necesitaba a su pedido. Desde un inicio había estado escéptico a pedir ayuda, más a alguien de la alta sociedad, pero tampoco podía descartar la posibilidad, había que salvar al pueblo sin importar nada más. Su orgullo como gitano era puesto a prueba pero tampoco deseaba causar más problemas a su gente. Mantuvo el silencio mientras escuchaba las preguntas que formulaba el contrario pero no las respondió, no estaba en su poder hablar sobre esos asuntos, era un mensajero que no podía revelar más allá de lo que había ido a hacer. Además existía la probabilidad de que hablar del tema fuera a causarle más problemas, no era que no confiara en que el conde pudiera hacer algo respecto a eso pero la experiencia y la historia siempre era la misma. Alguien hablaba y todo el pueblo volvía a pagarlo.
Siguió en silencio aun después de escuchar la negativa y se dijo que no habría otra forma más que infringir la ley, no era la primera vez que lo hacían pero era cierto que habían pedido un respaldo en esa ocasión debido a lo frágil que era todo el asunto. Ahora e problema no solo era entrar al lugar prohibido, sino hacerlo sin que ningún tipo de forma se diera cuenta y aunque habían muchos gitanos con la fuerza suficiente para hacerlo, seguía siendo demasiado peligroso, hasta él se encontraba debilitado por la falta de alimento. Sin embargo se mordió el labio cuando escuchó la propuesta que le daba el conde, estaba entre la espada y la pared, debía considerar bien las opciones. ¿Seguir sufriendo de hambre para evitar un siguiente castigo o salvarlos a todos para después sobrevivir al siguiente castigo? Porque estaba seguro de que habría otro castigo, siempre había una forma de hacerle la vida más imposible al pueblo gitano y el conde no podía evitar eso.
-No puedo aceptar su propuesta- dijo enterrando sus uñas en las palmas de sus manos al cerrar los puños con tanta fuerza. Aun así su rostro se mostraba tranquilo y decidido. -Ha sido muy amable al escucharme, conde. Se lo agradezco pero no es posible para nosotros entrar a los comedores comunitarios.- observó un instante a aquella mujer que llegaba a confundir a muchos y después volvió a ver al conde, sonriéndole como si nada pasara. -Ya encontraremos otra solución a nuestro problema, así que no se preocupe- tendría que volver a caer bajo, volvería a arrastrarse por el suelo si con eso lograba salvar a toda su familia. -El mercado negro siempre es una opción- murmuró sin darse cuenta de que lo decía en voz alta.
Dragomir Negrescu- Gitano
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Fecha de inscripción : 02/04/2016
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