En la penumbra de la tarde - Libre

por **Rainero Bleier** Miér Mayo 11, 2016 5:38 pm

Apenas llegar a París, Acheron había decidido seguir con una de sus pasiones mas arraigadas en su vida, La música, por ellos decidió tomar unas clases en el conservatorio, en verdad no las necesitaba, pues tenia una técnica y un arte para la ejecución que le permitía ser casi un prodigio. Pero no existía mejor acústica en la ciudad que no fuera en el teatro o en aquel conservatorio que descubriera una tarde de ocio, no hacía muchas tardes atrás.

Sus veloces dedos recorrieron las teclas de marfil, con la delicadeza de un buen amante, la melodía que emanaba del instrumento, parecía estar cargada de una nostalgia, de un dolor, que no podían ser parte de aquel hombre. Acheron mostraba un semblante despreocupado, no había en él ningún rastro de tormento o melancolía. Pero al ejecutar aquel piano, supo que algo sobrenatural estaba ocurriendo, pues su don de reminiscencia se hacía presente y podía observar, como si fuera parte de la escena, a una mujer que lloraba desconsolada, mientras tocaba las mismas teclas que él presionaba en esos momentos. Su rostro transfigurado mostraba el dolor que aquella alma sentía.

Cuando terminó de ejecutar aquella pieza, la que jamás había tocado, pero que parecía como si la conociera de toda la vida ya que no usaba partitura para interpretarla, se quedó acariciando la superficie del piano. su cuerpo temblaba imperceptiblemente, estaba seguro que aquella mujer sufría, pues lo sentía en sus propias carnes, mas no podía distinguir si se trataba de un ser que estaba aún en el plano físico, o por el contrario, había traspasado ya al plano espiritual: Acheron, no tenía la capacidad de un nigromante, pero sus poderes de reminiscencia y empatía le permitían de cierta manera poder tener una conexión diferente con los demás, fueran éstos simples humanos o sobrenaturales.

Fue por eso que permaneció unos momentos frente al piano de cola, en aquella habitación, sin ningún público que hubiera podido disfrutar de su concierto. Ningún espectador, que él pudiera haber descubierto en la penumbra de un conservatorio casi vacío, en una tarde de finales de Invierno, en un ajetreado París.