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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Cailen Gowan Vie Mayo 13, 2016 11:24 pm

-De acuerdo, parece que ya está mejor. Ten más cuidado Cailen, últimamente vienes seguido por aquí. -Fueron las palabras que dijo la joven mientras depositaba el algodón con alcohol y algo de sangre en la basura, luego procedió a examinar el labio con cuidado pues sabía que aun sentía algo de dolor, buscaba señales de infección pero por suerte estaba bien, dentro de lo que cabía esperar. Solté un largo suspiro, estaba feliz de irme de aquel lugar  como cualquiera, lejos de todas las enfermedades y llantos lastimeros de aquellos que padecían de alguna dolencia, pero por otra parte, disfruté poder dormir en una cama limpia, además de que me atendían bien, cada cierto tiempo alguien pasaba a revisar a todos los pacientes que yacían en las camas, todas formadas en una larga fila. Los que estaban en peores condiciones más cerca de los doctores. La comida se servía puntual por las mañanas, tardes y noches. No era tan malo estar en el hospital, las razones por las que uno llegaba ahí, eso era lo malo.

Acudí al bosque a la cita con la joven cazadora, puntual como había prometido, el día acordado, por suerte para entonces los golpes habían sanado casi por completo, no había nada grave, lo único que quedaba era el dolor ocasional pero no pasaba de ahí. Las semanas que transcurrieron volví a verla en el mismo sitio, pero cada día hacíamos algo nuevo, a veces quería que intentara cargar troncos para desarrollar algo de fuerza -que era lo que más trabajo me costaba- otros agilidad y así cada día. Debo admitir que, aunque al principio sentía que quería matarme de agotamiento, poco a poco me di cuenta de que en realidad sabía muy bien lo que hacía, no solo eso, en realidad ella era más extrovertida de lo que aparentó ser en principio. Podía ser fría a veces, pero me di cuenta de que en realidad no era así, era más como una máscara. ¿Por qué era tan necesario en ella ocultar su verdadero ser? Me parecía triste ver aquello, estar atado a actuar de una sola manera sin que nadie te conozca en verdad.

Pero, tres días atrás, me di cuenta de la razón por la que hacía eso. Fue una mañana muy temprano, el Sol llevaba apenas un par de horas adornando el claro cielo parisino, debíamos reunirnos ese día por la tarde, lo cual era extraño pues siempre insistía en que fuese temprano, parecía ser que tenía cosas que hacer. Acepté entonces, por lo que era por eso que en vez de ir camino hacia el bosque me encontraba en “mi” callejón, de repente tuve hambre, como era de esperarse y decidí ir a gastar mis últimas monedas en algo caliente, pero cuando caminaba apresurado fuera de mi escondrijo, me di de bruces contra un hombre que parecía estar en sus treinta, alto, la cara cubierta de una barba negra, su ropa obviamente fina. Y al darme cuenta de eso último, noté la horrible situación en la que acababa de meterme.

El rostro masculino delante de mí comenzó a tornarse rojo de ira e indignación, una mezcla muy peligrosa. El corazón me latió como una locomotora, del miedo que me invadió quedé totalmente paralizado en mi sitio.  “No Cailen, ¡defiéndete, ya basta de esto!” Respiré hondo tratando de prepararme mentalmente para un pleito. -¡¿Qué acaso no te fijas?! -Gritó fúrico aquel hombre. -¡¿Qué no sabes quién soy acaso?! ¡Muerto de hambre. -Y con la velocidad de un rayo lanzó un golpe certero a mi rostro, el puño aterrizó justamente en la esquina izquierda de mi labio, haciendo que la sangre brotara casi de inmediato. Caí al suelo con fuerza. “¡DEFIÉNDETE MALDITA SEA!” Y eso iba a hacer. Iba. De no ser por lo siguiente que dijo aquel hombre que insinuaba ser importante que me dejó petrificado

-¡Yo soy el marqués Humphrey! -Gritó con el rostro rojo como tomate y una vena saltándole en su frente. - ¡Soy miembro honorario de la corte de la baronesa Grestoke! -Esas palabras, fueron aún más fuertes que el golpe que acababa de darme, lo miraba incrédulo mientras el continuaba gritando cada vez más fuerte, pero era como un eco lejano. Una baronesa…


Última edición por Cailen Gowan el Vie Mayo 20, 2016 12:34 am, editado 1 vez
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Mensaje por Selina Greystoke Vie Mayo 20, 2016 12:33 am

Varias semanas fueron las que transcurrieron en las cuales mi humor estuvo más animado de lo usual. Si me encantaba soltar adrenalina y quemar energías, el poder entrenar a alguien más me permitía a la perfección el poder hacerlo. Asi que me embarqué de lleno en esa empresa, levantándome al alba con mayor entusiasmo los días en que salía de la mansión Greystoke para acudir a que realizásemos diversos ejercicios de entrenamiento. Algunos días dedicándome a que adquiriera mayor agilidad y que nos enfocáramos en desarrollar su destreza y sus cinco sentidos. Muchas veces me ocultaba en las ramas de un árbol, detrás de un tronco, o en medio de unos arbustos y lo esperaba en absoluto silencio, saltando a su encuentro y realizando una ofensiva para que él se defendiese por puro instinto. Poco a poco noté que se iba soltando, y sé que él también lo notó. Comenzaba a intuirme a veces, y comencé a realizar estrategias más elaboradas para sorprenderle. En otras ocasiones nos dedicábamos a que desarrollara músculos y por ende, mayor fortaleza, por lo que a menudo llevaba conmigo un par de raciones de comida en la bolsa que cargaba sobre la espalda para compensar energías, y sé que a él le agradaba probar todo aquello.

Pero algo sucedió en los últimos días que alteró lo que se había vuelto una costumbre y no me percaté de hasta que grado hasta que repentinamente el joven dejó de acudir al bosque. Se suponía que debía encontrarme con él hace tres días. Había tenido que citarle por la tarde debido a algunas ocupaciones de último momento y cuando finalmente pude liberarme de todo aquello me apresuré a acudir al lugar usual. Lo esperé algunas horas hasta que finalmente regresé a casa sintiéndome inquieta. Procuré convencerme de que seguramente algo se le había presentado y que por ello no había acudido, quizás por el mismo hecho de que le hubiera citado más tarde.

Transcurrió un segundo día en el que tampoco se presentó, pero cuando llegó el día tres no pude más. Algo tenía que haberle sucedido, no era normal que faltase así. Mi humor, por otro lado, se había vuelto deplorable. Todo comenzó a irritarme, plática tras plática viniese de quien viniese y no hice demasiado esfuerzo por ocultarlo por lo que sé que alarmé a varios miembros de mi personal. Sin embargo ya había llegado a mi punto más álgido por lo que esta mañana solo esperé a Cailen un par de horas, después de las cuales entré en la mansión con la celeridad de una ráfaga y me apresuré a llamar a mis guardias a mi presencia. Sin dar mayores explicaciones les di una descripción detallada del joven y les envié a buscarle a comisarias y hospitales, esperando que dieran con él, aunque de encontrarse realmente en uno de esos lugares necesitaría urgentemente una mano.

Una hora después uno de los guardias se hizo anunciar en el salón. Aún no me despojaba de mi ropa de entrenamiento y corrí tan veloz como me lo permitieron mis botas hacia el coche, ordenándole al cochero que me llevase a uno de los hospitales de la ciudad, adonde al parecer un joven que calzaba con su descripción se encontraba internado desde hace tres días para ser exactos.

Mi aspecto no era el más prolijo cuando hice acto de presencia en el hospital y me apresuré a buscar con la mirada entre las numerosas camillas de diversas áreas. Mi inquietud iba creciendo a borbollones. No le veía por ningún lado. ¿Y si no era él? Mi corazón bombeaba alocadamente en mi pecho pero me apresuré a alejar esas ideas a pesar de que el no encontrarle las iba reafirmando una a una. Entré en el área norte y me detuve abrúptamente. Acababa de verle por la espalda y ¡estaba segura de que lo había encontrado!

Corrí hacia la cama de blancas sábanas con toda la rapidez de la que era capaz. -¡Cailen! ¡Al fin he dado contigo! Presentí que algo había pasado cuando no te presentaste...- me detuve y el color desapareció de mi rostro, el cual se tornó blanco como el papel. -¡Dios mio! ¿Quién te hizo esto?- La dicha y el alivio intensos se veían reemplazados por el horror de ver moretones en su rostro, aparte de una herida en su labio... y ni siquiera imaginaba que otras lesiones ocultaría su ropa. Me acerqué y me senté a un lado sobre el colchón. -¿Qué... qué ha sucedido?-

Aguardé a que respondiera mientras le tomaba cuidadosamente de la mano. -¡Dime que te han atendido ya las heridas o iré a traer a rastras al doctor, sea quien sea y esté haciendo lo que esté haciendo!- Ah si, mi carácter comenzaba a hacerse relucir, como siempre lo hacía cuando me exaltaba. Hice un esfuerzo para serenarme y busqué las respuestas en sus ojos. -Dime que estás bien...- Al decirlo observé su rostro, sin darme cuenta de que lo que le sucediera no sólo me importaba sino que echaba por tierra la calma aparente de la que solía echar mano en los momentos más peliagudos, reflejándose en mis ojos con claridad la emoción que sentía al verle así.
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Mensaje por Cailen Gowan Mar Mayo 24, 2016 1:22 am

La enfermera se fue tras haber terminado de limpiar la herida en el labio para así poder atender a otros pacientes que precisaban su ayuda. Pero en cuanto pasó en la camilla en donde estaba ahora sentado aproveché para preguntarle cuándo me sería posible salir de ahí. No porque estuviera tan ansioso de salir de regreso a la vulnerabiliad de la calle, sino para aprovechar los días que me quedaban para estar ahí. Aunque siempre estaba la posibilidad de fingir más dolor del que en verdad tenía para que me dejaran quedar uno o dos días más. Sí, podía ser un buen plan. -Seguramente mañana podrás salir aunque no te emociones, el doctor tiene que dar el visto bueno de tus costillas.

-De acuerdo. -Suspiré tratando de no pensar en el hecho que tendría que removerme la camisa para aquella revisión.Con solo recordar la primera vez que tuve que hacerlo me bastaba y aquella memoria me ponía a temblar. -Gracias enfermera- Murmuré ahora preocupado por lo que se vendría más tarde. Llevé una mano a mi rostro y resoplé un momento. “A ver Cailen cálmate, es un doctor y no te juzgará. Además, ya le conoces, no hará nada, solo quiere ver que has sanado bien”  Y con eso en mente traté de calmarme. Estaba tan absorto por ese pensamiento que ni siquiera escuché los pasos aproximándose, fue una voz femenina la que me sacó de aquel trance y me hizo dar un brinco en mi lugar e instintivamente me enrollé lo más que podía permitirme el dolor.

La observé por un momento, al principio me mostré alegre al reconocerla pero rápidamente ese sentimiento cambió al recordar a aquel hombre que decía ser miembro honorario de su corte, el salvajismo de sus actos, su ira. El poder que poseía él… y ella poseía aún el doble. Las cosas de las que era capaz de hacer con tan solo un chasquido de sus dedos... No me percaté de en qué momento tomó de mi mano pero en cuanto me di cuenta la aparté rápidamente como si estuviera hecha de fuego ardiente y la envolví con mi otro brazo tratando de protegerla de cualquier daño. Me moví al otro extremo de la camilla intentando mantener la mayor distancia entre ambos pero en vez de estar más tranquilo me sentí acorralado, como si fuera alguna pequeña presa, era justo lo que sentía en ese momento. La observé aterrorizado por lo que representaba su persona inclusive estaba comenzando a temblar ¿cuántos más de su corte serían así? ¿y si todo eso había sido un engaño? posiblemente ella era igual que aquél hombre, ¡Inclusive peor!  

¡¿Cómo pude ser tan idiota?! Confiar en ella. Pensaba que había aprendido ya la lección. -No finja ¿quiere? -Respondí con aquella elegancia que habíamos dejado de lado hacía ya mucho tiempo, todomientras mi rostro adquiría lentamente una expresión molesta, pero el temblor seguía presente. -¿Tan siquiera le importo? ¿O soy meramente su diversión? Su acto de caridad de este año… Soy un ser humano como cualquiera, no tan solo un objeto, un trofeo que presumir. -Pausé por un momento mirándola de pies a cabeza. -Dígame ¿qué soy para usted? … Baronesa...
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Mensaje por Selina Greystoke Jue Mayo 26, 2016 10:44 pm

Observaba aún el rostro amoratado de Cailen con preocupación evidente cuando repentinamente comenzó a rehuirme y a moverse hasta la orilla de su camilla, prácticamente a punto de caerse de ella. Su reacción fue tan repentina que por un momento le observé pasmada... La forma en que me miraba, era como si de repente tuviera temor de mi y al mismo tiempo un disgusto infinito, cosa que no comprendí de buenas a primeras hasta que finalmente escuché sus últimas palabras.

Me recorrió un frío helado que congeló mi cuerpo de la cabeza a los pies, impidiéndome pronunciar palabra de forma inmediata. Era obvio que ahora sabía quien era yo realmente, aunque no lograba comprender quien se lo había dicho o cómo se lo habían dicho. -¿Cómo lo sabes...?- Mis ojos continuaron fijos en los suyos intentando comprender y de repente me invadió una sensación sombría, algo que nunca había experimentado antes, el temor de que de alguna manera se terminase nuestra amistad.

Me percaté entonces de que quería sincerarme con él. -Es cierto, soy una baronesa... Pero no lo he sido siempre ni esperé llegar a serlo. Tuve una hermana gemela, mayor que yo por apenas unos minutos. Se llamaba Devina.- En ese punto tensé la mandíbula y mis manos presionaron las blancas sábanas. -A ella le correspondía portar el título después del fallecimiento de nuestra madre, y así lo hizo... hasta el día de su muerte. Esa es la razón por la que en un inicio vine a Francia, tenía que encargarme de su velorio y de su funeral...- Dejé entonces de hablar, sintiéndome embargada por la emoción por lo que me vi obligada a recomponerme antes de continuar.

-Nunca esperé el título... me fue heredado de Devina, quien aún debería vivir...- Lo observé, esperando encontrar algo de comprensión en sus ojos. -Fui cazadora mucho antes de ser baronesa. La Selina con la que entrenas, esa soy yo. ¿Qué eres tú para mi? Eres la esperanza Cailen. La esperanza que me anima cada día al despertar y acudir al bosque, haciéndome creer que sigo siendo yo y que estoy haciendo algo de lo cual mi madre y Devina se sentirían orgullosas. Una esperanza que no encontraba desde que llegué a París y comencé a ejercer en la corte cada labor que se esperaba de mi entre mandatarios y nobles a pesar de mi duelo. Entrenar contigo me ha devuelto la convicción de que sigo siendo la misma Selina a pesar de todo lo que ha ocurrido.- Hice una pausa, esperando que él pudiera ver la sinceridad en mi rostro, ya que repentinamente quise mostrarme tal cual era. Ya no deseaba contener mis emociones como tenía que hacerlo a diario debido a mi rango y mis funciones, ni quería seguir portando una máscara frente a él.

-Eres como una alegre brisa que aligera mis días usualmente estrictos y cargados de etiquetas y formalidades exageradas. En ti encuentro una espontaneidad que no veo en otros a mi alrededor.- Eso no lo logré decir mirándolo de frente, de alguna manera un ligero rubor acudió a mis mejillas mientras observaba las patas de una camilla cercana. -Por otro lado, no es como si yo supiera cada detalle de ti, hay cosas que ignoro sobre tu persona...- La razón del incidente de la fábrica acudía a mi mente... -... y aún no me has dicho tu apellido...-
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Mensaje por Cailen Gowan Jue Jun 16, 2016 10:11 pm

Me resultaba sorprendente el que no tuviera ni la menor idea de cómo me había enterado de lo que era, que ocupaba un cargo en la realeza. Naturalmente, había pensado que aquel marqués, como fuera que se llamara pues por alguna razón no recordaba su nombre -y eso que era difícil que olvidase algo-, y lo que había hecho no fue más que un mandado al que ella misma le había encomendado. Y la realidad resultaba ser otra ¿En verdad ella no sabía? Para ese punto no sabía si creerle o no. Más que traicionado, me sentía como todo un idiota por haber confiado tan ciegamente en la gente. Presumía de buena memoria pero parecía que sin importar cuántas veces podía enfrentarme a predicamentos iguales o parecidos siempre acababa cometiendo exactamente el mismo error.

Me negaba a mirarle, mantenía la vista fija en algún punto lejano, otra camilla, el suelo o la pared. Tanto por el enojo que me asaltaba como el miedo y también la vergüenza de haber sido tan tonto, confiado, como un niño pequeño que toma la mano de un desconocido sin cuestionar sus intenciones. Era lo mismo que había hecho. Y no solo eso, había algo más profundo, tenía que ver con el temor del momento, de lo que ella representaba. Sentí que había roto muchas reglas tratándola de la misma forma que lo había hecho todo ese tiempo, como una igual, sin el respeto que la realeza demanda. Tenía la sensación de que no debía de mirarla a los ojos, como si eso fuese crimen o pecado. Aunque no tuviéramos contacto visual estaba atento de su historia así como también sentía su mirada.

Poco había comentado de su familia en verdad, sabía desde hace tiempo que su madre partió de este mundo hacía ya un tiempo, pero no tenía idea de que ella era de la realeza, mucho menos sabía que alguna vez tuvo una hermana gemela. Selina era joven aún, seguramente el perderlas a ambas le había dañado por dentro, si eso no era suficiente, encima cargar con el peso de un título. No me lo imaginaba. Guardé silencio, permitiéndole continuar con su relato, de todas maneras no sabía qué decir. De pronto me sentí avergonzado de haberla tratado como lo había hecho hace poco, pude darme cuenta por el tono de su voz que estaba siendo sincera, miradas mías de reojo se escapaban. Su rostro estaba triste, era una sorpresa, pocas veces había visto que mostrara tan abiertamente sus emociones. Estaba apenado, sentía que el calor subió a mi rostro por un momento ante lo último. -Lamento haberte tratado así. -Dije en murmullo aun con la mirada perdida. -Te juzgué mal, lo siento.

Ella tenía un punto, no era yo todo un santo, tenía mis demonios, una cruz que venía arrastrando toda la vida. No había sido sincero con ella, Selina tenía todo el derecho de estar molesta también, al menos mi opinión. Era hora de que le dijera, ya era tiempo y lo sabía. En realidad sería una de las pocas -muy pocas- personas que lo sabrían. -Dijiste que tenías un pariente en Escocia ¿no es cierto? -Inquirí levantando la vista lentamente. -¿Alguna vez te platicó sobre un sacerdote en Glasgow? Tenía una esposa y un hijo, la pareja eran inquisidores en secreto, aunque más tarde salió a la luz ¿Te contó por qué? -Suspiré tratando de evitar que se formara un nudo en la garganta.

-Fue culpa de su hijo, se negó a ser entrenado para inquisidor, no soportaba la idea, el duelo moral que conllevaba y las vidas con las que acabaría. -Esta vez la miraba a los ojos, enderezando la cabeza poco a poco a pesar de la vergüenza que me causaba relatar eso, me provocaba malestar. -El chico huyó de casa para no volver a ser visto de nuevo. El padre, el sacerdote, enojado y avergonzado por la humillación que le causó el joven lanzó una búsqueda, ofreció recompensa por quien lo trajera de vuelta y así “completar su destino sirviendo a Dios”. Muchos cazarrecompensas, mercenarios, cazadores, así como personas comunes se encargaron de buscarle por años pero sin éxito, desapareció sin dejar rastro, unos dicen que murió. Pero no es cierto, él sigue con vida, escondiéndose, con temor a ser encontrado algún día.- Jalé aire nuevamente y lentamente extendí el brazo ofreciéndole la mano a la joven que estaba sentada en la camilla. -Soy Cailen, Cailen Gowan.
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Mensaje por Selina Greystoke Jue Jun 23, 2016 10:26 pm

En el momento en que me enteré del fallecimiento de Devina no tuve tiempo para otros asuntos que no fuesen apresurarme a alistar todos los preparativos para mi viaje a Francia. No me detuve a hablar con nadie acerca de mi pérdida, me sentía como una autómata, como si en cierta forma me viese a mi misma desde afuera haciendo todo aquello y no me reconociese. Ni siquiera me acerqué a hablarlo con mi padre quien en esos días atravesaba su propio duelo con el cual tenía que lidiar, él había perdido tanto como yo.

Una vez llegada a París, me dediqué a preparar todo lo relacionado con el funeral de mi hermana y al encontrarme rodeada de extraños tampoco expresé el dolor que sentía. Todo aquello permaneció guardado muy adentro mio hasta el momento en que al encontrarme sentada en la camilla al lado de Cailen, comencé a narrarle lo acontecido. Me percaté entonces del gran agobio que llevaba conmigo, agobio que me acompañaba en el silencio de mis noches en la habitación, adonde los recuerdos de Devina regresaban inevitablemente a mi memoria. Era la primera vez que hablaba de ello en voz alta, y hacerlo me ayudó a liberarme de esa opresión tan grande que me había embargado en el último par de meses.

Sentí un nudo en la garganta mientras aguardaba su reacción. No lograba comprenderme del todo a mi misma en esos minutos, estaba hecha un manojo de emociones. Emociones que siempre embotellaba dentro de mi y me ocupaba de sellar para que no se produjese un escape de las mismas, aunque en su compañía sentí que finalmente podía dejarlas salir. Pero.... ¿me juzgaría él si conocía la forma en que sentía, o si llegaba a conocerme tal y como era? No conocía la respuesta y también me preocupaba el que el enterarse de que yo pertenecía a la realeza lo cambiara todo. No deseaba que nada cambiara entre nosotros. Me agradaba como se comportaba conmigo y me agradaba como era yo con él. Sabía que aún no me contaba todo pero los días de entrenamiento en el bosque nos habían permitido desarrollar esa amistad que  habíamos pactado aquel día en la carreta.

Por primera vez quería que alguien me conociera tal y como era, y por primera vez sentía temor de hacerlo, de acercarme a él. En los últimos años había acabado con las vidas de sobrenaturales, me había enfrentado a ellos en batallas de las cuales casi no sobrevivo para poder contarlo, había atravesado y visto cosas que la mayoría de los mortales nunca llegarían a presenciar, pero nada se asemejaba al temor que sentía ahora. No lo comprendía, sólo sabía que su reacción me importaba.

Lo escuché entonces hablar y lo observé primero con sorpresa y luego con mayor detenimiento. Creí... tuve la impresión de que aceptaba quien era yo, pero ¿cambiaba todo o seguía todo igual? Noté que seguía con la mirada fija en cualquier punto de la habitación menos en mi y no supe que pensar. Quizás yo no estaba hecha para esto, para abrirme con otros... pero ¿quería abrirme con otros o quería abrirme con él? Me importaba su opinión, la de él, no la de los demás...

Habló de nuevo y por la manera en que comenzó su relato, comprendí que se trataba de algo importante, me contaba acerca de su vida. Hasta ahora no tenía gran idea de lo que le había acontecido, solo sabía que su padre le pegaba y por ello me parecía un hombre infinitamente despreciable. Sabía también que había huido pero ahora comprendí el por qué y como se habían dado exactamente los hechos. Mientras las palabras salían de sus labios contemplé las diversas emociones en su rostro y sentí indignación, disgusto, deprecio, y una ira infinita hacia aquellos seres que le habían engendrado. Sentí un frió muy intenso calando hasta mis huesos, no solo me conmovía su relato, sentía compasión por el chico que había sido y que había tenido que atravesar todo aquello y también me entristecía.

¿Cómo le respondes a alguien cuando te cuenta algo así? Me reveló su nombre y el mero hecho de que lo hiciera, de que me revelara su secreto significó el mundo para mi. Tomé la mano que me extendía y la estreché. -Soy Selina Greystoke.- En aquel gesto, en el encuentro de nuestras manos, y con las palabras intercambiadas me sentí alegre, como si el hablar de nuestras mutuas tristezas nos liberase de alguna forma a ambos, aunque tan solo fuera en ese momento y en ese lugar. -Me agrada que sepas quien soy y también saber quien eres.-

No pude evitar fruncir el ceño al pensar en lo que me había contado. -No es justo que hayas tenido que pasar por todo lo que pasases, ni tampoco que tus padres te tratasen como lo hicieron. Tampoco que hayan intentado obligarte a ser alguien que no eres. Ellos debieron haber visto quien eras... y debieron dejarte seguir tu propio camino.- No se le podía imponer a alguien lo que se deseaba que fuera. Si yo no hubiera querido ser cazadora, sino hubiera tenido la convicción, nada me hubiera obligado a serlo. Además, ¿cómo podían ser tan ciegos como para no ver todo lo que era su hijo y sentirse orgullosos de él? Pero los castigos, las imposiciones y los golpes... un enojo demasiado intenso me sacudió toda entera al pensar en ello. Observé nuevamente a Cailen y reparé otra vez en su rostro y en sus moretones. -Diablos ¿quien te hizo esto?- Volteé hacia ambos lados buscando un doctor o una enfermera que me dijera cual era su estado pero no había nadie cerca más que otros enfermos en hileras de camillas.

-¿Te han atendido aquí o debo de ir a reclamar que lo hagan? ¿Te han dicho algo los doctores?- Si alguien conocido había sido el causante de aquello ni aunque se tratase del mismo rey de Francia aplacaría en forma alguna mi deseo de romperle la cara. -Fue alguien que me conoce ¿no es cierto? ¿Qué sucedió? Dime el nombre y te juro que pagará por ello.- Esto no se iba a quedar así. Por Dios que de ninguna manera se quedaría así. Solo necesitaba un nombre e iría a saldar cuentas con quien había provocado todo aquello. Juré por Dios que lo lamentaría o mi apellido dejaría de ser Greystoke.
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Mensaje por Cailen Gowan Miér Jul 06, 2016 11:06 pm

Haber narrado mi historia a una persona me daba una sensación indescriptible, como si de repente arrojara una gran roca que hasta el momento había estado descansando en mis hombros por años. Mi secreto, mi eterno pesar no tendría que ser enteramente mío. El saber que ya no tenía que estar escondiéndome de mí mismo como un ratón asustado me hacía sentir de una forma extraña, que podía caminar por la tierra sin tener que arrastrar nada conmigo más que mi propio peso; adiós al temor de que por jugadas del destino terminaran con mi vida de un momento a otro, sin nadie que reclamara el cuerpo, verme aterrado por la idea de una cripta sin nombre, de alguna forma entendí que yo era quien tenía que decidir lo que me pasara, a quién quería a mi lado y a quién no. Fue ahí cuando conocí el verdadero significado de lo que era ser libre.

Y pensando en la nueva libertad que yo mismo me había otorgado, analizaba bien las cosas, sobre todo lo que estaba pasando en ese momento, ¿cómo llegué ahí? recordaba todo lo que pasó antes de terminar en aquella camilla del hospital, con todo detalle, pero esta vez desde un punto de vista totalmente diferente a cómo lo había hecho en principio, mi visión era ahora más amplia, aunque fuera solo un poco, por fin logré entender una pequeña parte de lo que significaba estar vivo, el resto de la enseñanza llegaría a su tiempo, y con la persona indicada.

Giré mi vista con lo último. Una idea daba vueltas en mi mente sin cesar desde hacía ya tiempo y era el hecho de que por alguna razón me permití a mí mismo ser abierto con Selina, dejar que se preocupara por mí así como yo lo hacía con ella, ¿por qué buscarle tanta lógica a esa decisión que tomé sin querer? cuando en realidad no había nada que pensar.

Me gustaba estar con ella, disfrutaba de su compañía sin razón aparente, era una persona humilde y generosa que a pesar de querer siempre ponerse una máscara podía ver en ocasiones una ligera chispa de alegría o tonos sombríos a veces, pensé muchas cosas la primera vez que me percaté de ello, ¿lo habría fingido?, más tarde me di cuenta de que no, lo que me demostró fue genuino, quería que lo viera.

Selina decidió abrirse conmigo así como lo hice con ella.

Y por alguna extraña razón me sentía como el hombre más dichoso sobre la faz de la tierra. Quería corresponderle de la misma manera cálida y amable con la que me trataba, no entendía por qué, simplemente tenía deseos de hacerlo. Sonreí cuando estrechó mi mano, me di cuenta que haber perdido su amistad me habría dolido más de lo que me imaginaba, estaba feliz por tenerla de vuelta, aunque sé que no se fue a ninguna parte. -Ellos no pensaban de la misma manera, algo tan simple como que negaban que existieran otros puntos de vista diferentes a los que tenían. Querían que continuara con su legado pero sabían que no podría con la responsabilidad. -Suspiré.

Era la primera persona de todo el mundo que sabía la verdad, la única en el mundo que conocía el misterio tras la familia Gowan y el paradero de un fugitivo. -Selina ¿puedo pedirte un favor? No le digas a nadie quién soy. Le pusieron un precio a mi cabeza, ningún cazarrecompensas dudaría en ir tras de mí si se entera. -Lleve una mano a mi rostro tanto por la preocupación de ello como por el dolor que estaba sintiendo en el ojo morado. -Por favor, guarda este secreto. Nadie tiene que saberlo.

Seguía su mirada en busca de la enfermera, el efecto de las medicinas estaba pasando y necesitaba con urgencia otra dosis. -Sí, me atendieron en cuanto llegué. -Le estaba mintiendo, pero por su propio bien. Un doctor pasó a verme varias horas después de que ingresé al hospital pero prefería que no lo supiera, estaba ya bastante preocupada y molesta por lo ocurrido, no había que echarle más leña al fuego porque conocía su carácter, o parte de él al menos. Y se hizo presente en cuanto terminé de pensar en aquello.

-No puedo decirlo. -Murmuré. -Selina perdóname pero no puedo decir quién fue. -¿Y qué le diría? ¿Que fue alguien extremadamente cercano a ella? enloquecería en cuanto lo supiera. Seguramente era un amigo íntimo, alguien a quien conocía desde hace años ¿y aquél señor? si se enteraba de que lo delaté seguramente volvería iracundo para dejarme en el hospital otra vez. -Estaré bien, no te preocupes, tan solo tienes que dejarlo así. No importa, los doctores me dijeron que sanaré pronto. Me he recuperado de peores heridas.

De una oficina salió un hombre vestido con una bata blanca, tenía el pelo largo y canoso que se juntaba con una barba a juego, delatando su avanzada edad. Tenía papeles en la mano y una pluma en la otra, llamó a una enfermera a que se acercara a él, mientras no podía quitarles los ojos de encima a ninguno de ellos. Hablaban entre sí pero no alcanzaba a escucharles,  sus ojos se fijaban en los papeles que sostenía el doctor, señalaron un par de cosas hasta que de repente alzaron la vista de forma casi sincronizada para voltear a ver la camilla en donde estaba.

Oh mierda.

-Selina, será mejor que vayas a la sala de espera. Les diré que te avisen de mi estado, tienen que revisarme. -Noté de inmediato su mirada confusa, no tenía tiempo de aclarar lo que pasaba, y tampoco tenía deseos de hacerlo. El par se acercaba a mi lugar a pasos presurosos, tenían que revisar mis costillas, tenían que ver mi torso, mi espalda… -Por favor, ellos te avisarán. -El tono era casi una súplica.
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Mensaje por Selina Greystoke Mar Jul 12, 2016 1:28 am

Mis emociones continuaban exaltadas y mis puños se cerraban a ambos lados de mi cuerpo apretándose con tal fuerza que de haber tenido al culpable frente a mi me habría lanzado sobre él sin miramiento alguno, tal era el estremecimiento que sacudía mi cuerpo. No sólo era indignación lo que me producía esa reacción, era una ira terrible ante la idea de que alguien hubiese utilizado mi nombre para maltratar a Cailen. De todas las posibles maneras en las que alguien hubiese podido provocarme esta fue la peor de todas, pero fue precisamente su presencia frente a mi en la camilla la que logró apaciguarme. Mi atención se concentró en sus palabras y volví a sentarme a su lado en el colchón escuchando todo lo que me decía. De verdad quería conocer más de su persona, era la primera vez que nos sincerábamos de esta forma el uno con el otro y con cada palabra que me revelaba más de su historia comprendía que para mi era importante saber de él.

-No te preocupes, tienes mi palabra, no compartiré tu secreto con nadie.- Mis ojos se dirigieron hacia su mano y me pregunté si estaría bien tomarla, teniendo en cuenta lo que dictaban las buenas costumbres no era precisamente bien visto, pero aventé el titubeo por la ventana. Estreché su mano suavemente con la mía para sellar nuestro pacto de esa forma y darle a entender lo mucho que significaba para mi que se hubiese decidido a confiarme su secreto. En ese momento, más que cualquier otra cosa, era su tacto el que serenaba mis ánimos. Deseé confortarlo de alguna manera, aunque no estaba convencida de dejar pasar el incidente. -Puedo intentar no alterarme en demasía si me lo pides, pero... no me pidas que no le haga pagar a quien te hizo esto. Hay maneras, ¿sabes? No digas que no importa porque si importa. Todo lo que te suceda importa.- Noté que alzaba la otra mano hacia su rostro y me preocupé de nuevo por su condición. Justo en ese momento vi a un doctor y una enfermera salir de una oficina y prácticamente me abalancé sobre ellos. -Doctor, dígame como sigue Cailen.-

El hombre de barba gris me miró con sorpresa ante mi nada disimulada ansiedad pero fue el propio joven quien me provocó una mayor al pedirme que esperara en otro lado. Lo miré con sorpresa sin comprender. ¿Quería que me fuera? Su rostro había cambiado, lo notaba tenso e inquieto pero no comprendía la razón. ¿Cuando había visto antes esa misma expresión? -Pero...- protesté mirando de él hacia él médico. -... a mi me gustaría saber como estás.- Mordí mi labio en forma de protesta al notarlo bastante ansioso por mi presencia. -Está bien.- claudiqué. Antes de caminar hacia la sala de espera ayudé a la enfermera a correr las cortinas colocadas a ambos lados de la camilla, las cuales le daban privacidad al paciente bajo la revisión que se llevaría a cabo y que me pareció sería lo más oportuno.

Una vez hecho encaminé mis pasos hacia la sala de espera aunque me detuve a medio camino. Esa expresión... la había visto en la fábrica abandonada. Pero... ¿por qué reaccionaba de la misma forma? ¿Qué era lo que le ponía así? Giré mi rostro y miré hacia las cortinas, mi corazón comenzó a palpitar fuertemente antes de devolverme sobre mis pasos.

-Enfermera, quítele la camisa.- Escuché la voz grave del médico mientras me asomaba desde un pequeño espacio que abrí con mis dedos sobre las cortinas para poder asomarme. Mi corazón retumbaba, sin que yo supiera el por qué, pero me dije que simplemente quería saber como estaba él... Quizás tenía unas costillas rotas y... ¡Oh mi Dios! Por un momento no respiré, mis ojos estaban clavados en su espalda, incapaces de mirar otra cosa pero lo que vi... lo que vi... parecía salido de una pesadilla. Por un momento no atiné a comprenderlo y las lágrimas se agolparon en mis ojos. ¡Cailen! Lágrimas húmedas resbalaron sobre mis mejillas sin poder contenerlas, una detrás de otra. Su piel... era un mapa surcado por numerosas cicatrices, una a la par de la otra, grandes, profundas, terribles. No había ni siquiera un pequeño espacio en su espalda en el cual no resaltase alguna de ellas. Perdí la noción de todo excepto de lo que veía, y luego giré y corrí hacia una de las puertas laterales desde donde salí al exterior y di rienda suelta a mi llanto.

Transcurrió una largo lapso de tiempo antes de que pasase las manos sobre mis ojos y tras secar mis lágrimas con ellas regresase al interior del hospital. Para entonces ya habían abierto de nuevo las cortinas y Cailen descansaba sobre la camilla. Antes de volver con él me dirigí hacia la oficina del doctor con quien tuve una charla, después de la cual me dirigí hacia otro pasillo buscando la cocina, y luego regresé adonde se encontraba el joven.

-Ya va siendo hora de comer ¿no crees?- Me acerqué con un tazón en la mano. -Es sopa. Dice el médico que es lo mejor que puedes tomar para fortalecerte y estoy de acuerdo.- Me senté a un lado suyo y sonreí. -A ver, abre.- Tomé la cuchara y esperé a que abriera los labios para introducirla. -No te atrevas a quejarte y deja que te atienda.- Advertí regañona para que no se quejara por el hecho de que lo mimase un poco.

Mi corazón palpitaba adolorido y a la vez henchido de un sentimiento que mi razón aún no discernía. Al verle tomar del caliente líquido, le prodigué varias sonrisas entre un y otro bocado. Una vez terminada la sopa, coloqué el tazón a un lado en el suelo, y en ese mismo sitio en el que estaba sentada me acomodé, acostándome junto a él. Giré sobre mi costado para mirarlo y sentí que mi corazón latía con mayor fuerza.

-No te lo había dicho pero aquel día en la carreta... me quedé dormida y cuando desperté... estaba abrazada a ti...- El calor subió por mis mejillas tiñéndolas de rojo mientras me acercaba y me acurrucaba junto a él cuidadosamente para no lastimarlo. Coloqué suavemente la palma de mi mano sobre su pecho y sonreí. -Descansé como no había descansado en meses aunque tú no lo habrás notado. Creo... que se debió a tu compañía.- Aquel día a su lado se sentía como ahora, me invadía la serenidad y también notaba la calidez y la comodidad que irradiaban de él. Era como... si encontrase mi lugar...

-No te preocupes por nada que no sea descansar, debes recuperarte. No me iré hasta que sanes así que no me contradigas en eso.- Alcé la mirada para encontrar la de sus ojos claros y al hacerlo, supe con toda la firmeza de mis años y con toda la vehemencia de mi alma, que no quería que él volviese a sufrir. De alguna forma, de la manera en que pudiese, yo quería que de aquí en adelante en su vida solo existiesen buenos momentos y que en su rostro se dibujasen muchas sonrisas.

Quizás al fin comenzaba a comprender aquello que nunca comprendí en todos mis años de vida, que estaba bien abrirte con alguien más, si esa persona era aquella a quien querías contarle todo de ti, que te conociera como nunca lo hizo nadie. Quizás lo comprendí o quizás lo intuí al estar junto a él. Fuera como fuese, no pude más que ceder al impulso de estrecharlo dulcemente entre mis brazos.
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Mensaje por Cailen Gowan Sáb Ago 06, 2016 12:05 am

No me gustó tener que hacer que Selina se fuera, por alguna razón quería que estuviera conmigo, su sola presencia lograba calmarme, me daba una extraña sensación de protección que nunca antes había sentido, como si ella fuera capaz de apaciguar hasta al más intranquilo océano. Ni siquiera me di cuenta de que había colocado su mano encima de la mía hasta que la retiró, y al instante la quería de regreso, el calor de su mano era lo que me hacía falta, y también la dulzura con la que me hablaba. La quería a mi lado en ese momento pero tenía que usar la cabeza, ya estaba demasiado sensible, dolida por la noticia de que alguien de su círculo interior fue el responsable de que estuviera en el hospital, sus ojos no eran más que un océano de infinitas emociones que con cada palabra que decía cambiaban bruscamente, lo último que quería para ella era que se alterara al saber mi secreto más profundo, las marcas en mi piel. No estaba lista para saberlo, no era el momento, cuando la vi alejarse me sentí horrible, pero me animaba alegando que era por su propio bien, yo le diría cuando estuviera lista. Habíamos prometido que no más secretos, y por ello tendría que decirle, tarde o temprano.

-A ver hijo, quítate la camisa, tengo que revisarte. -Dijo con el tono más amable que logró articular pero no me bastó, pocas veces eran las que tenía que pasar por eso y ninguna era grata, crucé mis brazos en mi pecho cubriéndome y también usándolos como si fuera un escudo de protección. -Vamos, ya hemos pasado por esto. -El médico estaba exhausto pero no por ello cambió su tono de voz, sabía que su intención no era la de herirme, pero aun así me era un esfuerzo sobrehumano el deshacerme de la prenda. -No lo diré otra vez. -Para ese momento bajó el lápiz con el que pretendía escribir y preparó una jeringa con una medicina que ya conocía bien, era para dormir a la gente, aunque nunca recordaba el nombre de esa cosa, sus efectos no eran de mi agrado pero sí podía tolerarlos más que despojarme de mis prendas. Pasó un minuto lleno de silencio y expectación en el que nadie dijo o hizo nada, solo se escuchaba la respiración tranquila del doctor que era apenas audible entre la mía que estaba más agitada.

-Enfermera, quítele la camisa.-  Dijo el médico bajando la jeringa y volviendo a tomar el lápiz, dejando en claro que no tenía intenciones de usarla, tan solo la sacó para asustar, como si su paciente fuera un niño pequeño y no un hombre adulto. Miré alrededor mío, las cortinas estaban extendidas, privando al resto de las personas de poder ver lo que sucedía en la camilla, a pesar de ser de una fina tela, me daban la sensación de estar acorralado, la enfermera se acercó a mí y con facilidad desdobló mis brazos para remover la camisa que me cubría. -Tranquilo será rápido. -Dijo de inmediato poniéndose en acción y buscando señales de huesos rotos o alguna herida más severa que moretones. Con cada tacto suyo sentí que mi corazón se desplomaba. Por favor que acabara pronto.

Pero no fue así, el examen duró varios minutos antes de que me dejaran descansar otra vez, aunque claro, unas gotas de medicina en mi vaso de agua también ayudaron. Yacía acostado en la camilla nuevamente, la excesiva angustia quedó atrás y ahora solo estaba la calma, o al menos algo cercano a ella, acostado pensaba en Selina, si se había ido, ¿acaso la hice sentir mal al hacer que se fuera? Que Dios quisiera que no fuera así. “Lo hiciste por su bien Cailen, no tiene que saber eso, no ahora” resoplé mirando al techo, quería que volviera, no me lo explicaba pero extrañaba su presencia, como si de repente no pudiera vivir sin ella.

Como si alguien leyera mi mente escuché una voz más que conocida a tan solo dos metros de donde estaba. Me incorporé tratando de no hacer que las vendas en mi torso se movieran de lugar. -No tenías que hacerlo. -Murmuré con una sonrisa conmovida ante sus actos y continué comiendo hasta que no quedó nada más que una renovada sensación de paz, no se había ido, se había quedado conmigo.

Volví a recostar mi cabeza en la almohada con una sonrisa dibujada en el rostro que había estado ausente por mucho tiempo. De repente sentí un peso adicional en la camilla y abrí los ojos sorprendido, aunque también con una sensación de sueño, efecto de la medicina en el agua. Giré mi vista y no podía creer lo que estaba haciendo. Sentir su cuerpo contra el mío hizo que mi corazón se acelerara de pronto, su tacto era bienvenido, no como el de los demás, el de ella era dulce y paciente, traía calma a todo mi ser pero también podía causar que me acelerara. Jamás en la vida había sentido algo como eso, como si ella tuviera alguna especie de magia, tan poderosa como para traer vida a un lugar muerto.

Sin pensarlo tomé su mano con cuidado, como si ella fuera la que estuviera herida y la sostuve con la mía, a mi mente acudió la idea de que parecía que nuestras manos estaban hechas para estar juntas. Selina se merecía el mundo entero pero no podía dárselo, lo único que le podía ofrecer era mi lealtad, sería su confidente, le otorgaba mi vida entera, pues ya me había arrebatado la cordura. De la nada sentí que sus brazos se enrollaron en mí, a pesar de lo sorpresivo que fue, lo recibí de buena gana. Si tan solo supiera cuánto había añorado sus brazos alrededor mío. Pasé una mano por su pelo con dulzura y con mi otro brazo la rodeé. En ese instante lo entendí, el significado de todo, sus gestos, sus miradas, sus palabras y sobre todo su tacto… Era amor.
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Mensaje por Selina Greystoke Vie Ago 12, 2016 12:41 am

Varios pensamientos se sucedieron en mi mente uno detrás de otro. Por un lado sabía que me acababa de saltar todas las reglas de etiqueta al haberme recostado a su lado y que también había echado a volar mis reticencias y mis propias reglas al hacerlo. Y sin embargo tanto mi mente como mi ser se percataron de que aquello no importaba, estar a su lado se sentía perfecto, se sentía correcto y al mismo tiempo se sentía sorprendente. Me maravillaba sentirme tan a gusto, abrazada a él, percatarme de que al colocar mi mano sobre su pecho podía percibir sus latidos, notar su suavidad y su fuerza y que fuesen estos los que me hiciesen sentir más viva que nunca.

Me percaté entonces de que era la primera vez que me acercaba tanto a él y que él a su vez me permitía que lo hiciera, como si no solo nos hubiésemos jurado mostrarnos sin máscaras sino que también ambos bajásemos nuestras defensas naturales para de esa manera permitirle la entrada al otro. Me quedé paralizada un momento, incapaz de moverme, estudiando todo lo que me era posible percibir de él, feliz de poder sentirle así, de enlazar los dedos de nuestras manos cuando él tomó la mía con la suya y de percatarme del suave gesto que me dedicaba al acariciar mi cabello.

Sé perfectamente que por un momento temblé y que sucedió cuando colocó su brazo alrededor mio, aún lo abrazaba, pensando en sus heridas, en las mías... en mi deseo de curar las suyas de alguna forma, de mostrarle las mías. Si no hubiésemos estado en el hospital se las habría mostrado de una vez, a pesar de que era el aspecto de mi que siempre había guardado con celo, nunca permitiendo que nadie lo notase... creyendo que jamás dejaría que nadie lo descubriese, y ahora todas esas ideas se derrumbaban. Quería dejar a un lado las máscaras y que me conociese como era, que ya no hubieran secretos.

-Yo...- me ruboricé inesperadamente, desde los pies hasta la cabeza, con el corazón palpitando fuertemente. Por primera vez desde que nos conocíamos no tenía idea de que decirle. -¿Qué tan descabellado es que a pesar de todo me sienta más contenta que nunca...?- Cerré mis ojos con fuerza después de sacar las palabras de mis labios a la carrera, sabiendo que si no lo hacía así estas no se hubiesen animado a salir. -Hay algo de mi que quisiera enseñarte... pero, uh... acá no puedo.-

Alcé la mirada para buscar la de él pero en lugar de toparme con sus ojos claros noté sus párpados cerrados. -¿Cailen?- Mi mirada se desvió de él hacia un vaso semi vacio que la enfermera había dejado a un lado de la camilla. -Rayos.- suspiré. No podía culparle, el agotamiento de lo sucedido y la medicina seguramente habían terminado de inducir su sueño. Me deslicé cuidadosamente hasta quedar a la altura de su rostro mientras lo observaba. -¿Alguna vez tendremos un momento así sin que uno de los dos finalmente sucumba al sueño?- pregunté contemplándolo, absorta en su imagen e incapaz de dejar de mirarlo.

-¿Y si te hubiera dicho lo que siento ahora?- pregunté, alzando una mano hacia su rostro, apenas atreviéndome a acercar mis dedos, pareciéndome que no merecía tocarlo. ¿Qué era lo que le hubiese confesado? ¿Hubiese hecho falta? De alguna forma, el haber estado en brazos del otro, sintiéndonos tan cerca lo había expresado mejor que mil palabras.

Llevé mi mano a mis labios y medité, contemplándolo. No sé si me había percatado siempre pero Cailen era realmente apuesto. Moví mis dedos y toqué suavemente sus labios, con mis latidos desbocados me acerqué lentamente y cediendo a lo que me indicaba el corazón rocé sus labios suavemente con los míos. Fue algo leve pero infinitamente contundente. El roce de sus labios provocó un hormigueo en todo mi cuerpo, sacudió cada poro mio y me provocó una sensación fuerte y desconocida en el pecho que me llenó de emoción. No pude más que permanecer así, incapaz de moverme.

Tuve que convencer a mi cabeza para separarme de él, retirándome con lentitud, le observé dormitar. Algo desorientada me levanté para realizar algunos arreglos pertinentes. No permitiría que pasase la noche en el hospital, le llevaría a casa conmigo para que terminase de recuperarse, se repusiera de sus heridas y quizás... quizás una vez despierto me atrevería a confesarle lo que sentía...


FIN DEL TEMA
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