Noche de máscaras

por **Lilianne Dugarry** Mar Dic 06, 2011 5:02 am

¿Quién me había dado la invitación? Nadie. Yo la había tomado de la casa de una amiga; estaba sobre la mesa de noche de la habitación que ocupaba un primo lejano, que vino a Paris por unos días y mi amiga, mujer curiosa al fin y al cabo, había entrado en su habitación con el afán de sorprenderlo, pero en vez de eso, había visto la misiva. Cuando yo casualmente llegué esa tarde para tomar el té, me la mostró emocionada de haber descubierto un secreto morboso. Al principio no le puse atención, pero cuando me dijo que la fiesta se realizaría en un burdel, me fijé en la fecha y la dirección. Nunca había estado en una fiesta de máscaras y mucho menos en una que se realizara en un lugar de tan poca reputación. Lo siguiente que recuerdo es que fingí sentirme mal para que mi amiga fuera a buscar a su dama de compañía para que me trajera un vaso con agua; mientras yo tomé la invitación y la guardé en mi bolso. Al parecer ella no lo notó y si su primo lo hizo, él no pudo decir nada porque se descubriría el verdadero motivo de su visita. Con una sonrisa en los labios me retiré de la casa de mi amiga aduciendo un dolor de cabeza y volví rápidamente a casa, emocionada de que mi padre no estuviera en casa este fin de semana. Sus negocios en Lyon lo habían hecho alejarse oportunamente para mis propósitos.

Así que aquí estaba, a punto de entrar a la fiesta, con mi antifaz firmemente sujeto entre mis manos y a la espera de que el cochero me diera la señal de que estabamos frente a la puerta principal para ponérmelo. Finalmente unos toquidos en la madera me sacaron de mis pensamientos e inconcientemente me puse el antifaz. Era hora de salir a la realidad. El aire frío me hizo ser más conciente de que nadie debía reconocerme o tendría problemas con mi padre. Problemas que no podría zanjar si descubría que en vez de ir al teatro, estaba por entrar en un burdel.

Todo ocurrió en cámara lenta y me vi rodeada de muchas jovenes en trajes suntusos que me daban la bienvenida y se hacían cargo de mi capa, arrreglando de paso los pliegues de mi vestido color cereza obscuro. Di unos trémulos pasos dentro del rencinto bien iluminado por un enorme candelabro y me maravillé de la suntuosidad de la decoración. Nada fuera de lugar y mucho menos nada que pudiera decirme que estaba en un burdel. Incluso las chicas estaban elegantemente vestidas, a excepción que sus vestidos eran más cortos en la parte de enfrente para dejar a la vista sus piernas. Comencé a rondar por los alrededores del enorme salón mientras los camareros me ofrecían todo tipo de bebidas que no conocía. Opté por una copa de vino tinto y dejé que mis pies me llevaran hasta otra ala separada del salón de bienvenida. Era una parte de la casa que estaba a media luz, una donde debajo de velos, parejas de chicas y chicos jugaban a las artes del amor. Me maravilló el desenvolvimiento con el que se besaban y acariciaban frente a las miradas escrutadoras de los ahí presentes, pero me recordé que eran profesionales y estaban acostumbrados a que los observaran.

Lentamente di la vuelta alrededor de una pareja que realizaba el acto sexual de lado. En algún momento los ojos de la chica se engancharon con los míos y me vi parada frente a ellos, viendo todo a detalle, cuidándome de no expulsar el aire que guardaba en mis pulmones con demasiada prisa o parecería un gemido. Del otro lado de la cortina transparente, un caballero observaba la misma escena pero sentí que reparaba demasiado en mi persona. Incómoda seguí mi camino hacia otro montículo donde una pareja de chicas se acariciaba los senos. Bajé la mirada hacie el piso y acomodé mi antifaz, escuchando los gemidos lánguidos que una morena le hacia proferir a una delgada rubia. Fue imposible evitar morder mis labios, cosa que dejé de hacer cuando sentí unas manos en mi cintura. Las chicas estaban tan en su mundo, que no prestaron atención a lo que sucedía cerca de ellas. Quise volverme pero un aliento alcohólico me susurró en el oído mientras me apresaba con fuerza el brazo derecho- Te gustaría estar en su lugar, verdad muchacha. Si quieres, yo puedo hacer tu sueño realidad.

No respondí, en vez de eso pisé con mi tacón el pie de ese hombre con fuerza, haciendo que me soltara. Me encaminé rápidamente a la salida de ese salón, pero las luces estaban a media luz y no podía distinguir bien el camino. Tropecé con varias personas antes de ver la puerta por la que entré. Me volví para ver si me seguían, pero de pronto choqué con alguién. A punto estuve de caer al piso, pero unos fuertes brazos me sujetaron con fuerza pero delicadamente, impidiendo que me lastimara. Giré el rostro para ver quién había impedido que me hiciera daño, pero unos fríos ojos me miraban detrás de una máscara parecida a las que los demás caballeros portaban; eso me atemorizó y mis ojos reflejaron el miedo que sentía. Quizás no había sido tan buena idea robarme esa invitación.