Familiar taste of poison || Privado

París no era una ciudad agraciada para ella, en realidad, la consideraba un caos en todos los aspectos. No estaba interesada en asistir ahí en algún momento, a pesar de que sus compañeros de faena se hallaran en ésta; sus expectativas siempre fueron muy diferentes a la de ellos, incluso, a las del mismo Barbariccia. Pero, cuando finalmente decidió trasladarse desde Florencia hasta París, lo hizo por negocios. Ernutet siempre había sido una mujer ambiciosa, a pesar de su actitud distante y reservada. Tener todo bajo su control era algo que verdaderamente disfrutaba y que alimentaba al demonio que se hallaba en su interior. Por eso acabó con quien quiso esclavizarla, se aprovechó de lo muy idiota que había sido aquel hombre y ella terminó apoderándose de casi un imperio de vinos en La Toscana, mismo negocio que hizo crecer desde que empezó a estar a cargo.

Los rivales siempre eran bienvenidos, en especial, si éstos consideraban que ella, por ser mujer, iba a ser un blanco fácil. Pero muy al contrario de eso, terminaban en la ruina, dándose cuenta de lo terrible que resultaba ser Ernutet cuando la desafiaban en serio. No importaba los métodos a los que tuviera que acudir, nadie iba a ganarle nada, podía dejar que la competencia se confiara lo suficiente para luego, sencillamente, deshacerse de ésta con notable facilidad. Pero en todo este juego, los aliados no se hacían esperar y fue justamente cuando llegó alguien a quien podía entrenar y moldear a su gusto para no estar tan "sola" en dicha aventura.

Bistra era una joven de clase baja, alguien que de cierta manera terminó recordándole a sí misma cuando estaba en Egipto y fue llevada luego a tierras italianas como una infeliz esclava. Vio en la muchacha grandes facultades y cuando decidió acogerla bajo su protección, le dejó bastante claro lo que quería. cómo y el porqué tenía que ser de ese modo. Bistra sencillamente se adaptó en poco tiempo a las axigencias de Ernutet y ella estuvo satisfecha con los resultados.


—¿Y? ¿Qué te pareció? Algunos nombres están en latín y otros... simplemente son nombres científicos que de igual manera tienen raíces en el griego y en el latín. Estamos en una época en donde la ciencia racional está en casi todo —respondió con voz neutral, dejando a un lado la copa de vino que sostenía con delicadeza—. Oh, cariño... —Suspiró y luego se puso de pie, con aquella gracia que tanto la caracterizaba—. Sé perfectamente que deseas irte a la práctica. Está bien, no lo juzgo. Pero, es necesario que domines la teoría; no me gustaría que mi moza favorita pasara por ignorante.

Prácticamente se deslizó por la estancia hasta que se detuvo cerca del ventanal que daba al jardín central. Observó unos segundos a los hombres que se entretenían charlando y dejando todo en orden a las afueras de la residencia y luego dirigió la mirada a la joven que la acompañaba.

—Los hombres piensan que las mujeres de esta época son sosas y sólo sirven para reproducirse. Y tienen un poco de razón; el problema está en cuando quieren meterlas a todas en un saco y si viene alguna y los trata como cualquier cosa, empiezan a generar blasfemias. Por eso las brujas se convirtieron en una amenaza para los hombres religiosos de Constantinopla —explicó, entrelazando las manos sobre la falda de su vestido, mientras esbozaba una enigmática sonrisa al recordar una de sus tantos recipientes mortales. En ese entonces era la misma serpiente astuta de siempre—. El ego masculino es muy sensible. Pero dejando eso a un lado, yo simplemente deseo que seas la mejor y que le demuestres a esos incultos que no eres cualquier mujer insulsa de la que se van a aprovechar. Ah, claro, tampoco olvides ser refinada, es algo que podrías usar perfectamente en contra de tu enemigo. Espero te haya quedado claro, mi querida Bistra.

Había hecho bien en instruir a aquella joven; Bistra, sin duda, era una muchacha astuta, alguien que sabía perfectamente lo que quería y que no descansaría para cumplir con sus más osados deseos. Esas cualidades eran bien apreciadas por Ernutet, quien, a pesar de ser muy exigente, se sentía satisfecha con los resultados del entrenamiento de Bistra. Quizás, más adelante, ésta le ayudaría en los negocios; pero primero tenía que encargarse de que ella aprendiera todo lo necesario, que fuera un as en todo sentido. Al menos su carácter ya estaba bien forjado, y a diferencia de muchas, la joven turca había transformado todo el sufrimiento en seguridad. ¿Y qué mejor que eso? Ernutet lo admiraba. Por eso es que se diferenciaba tanto de los demás Custodios, por el simple hecho de que le gustaba atraer a mortales como Bistra. Estaba segura de que el mundo necesitaba del caos de personas así, que no se guiaban por una simple obsesión, sino, que sabían idealizar sus metas.

Su sonrisa se ensanchó al encontrarse con dichas conclusiones, que no venían solas, sino que estaban acompañadas por las brillantes respuestas de la chica. No podía esperar menos. Pero debía seguir indagando más allá; con Ernutet no era tan sencillo cantar victoria.

—Debo elogiar tu memoria y la facilidad con la que aprendes. Dentro de poco ya no tendrás que acudir a esos libros, sino que podrás expresarte con fluidez. Eso es precisamente lo que quiero —aseguró, mientras volvía a desplazarse por la habitación, como si estuviera meditando algo más—. ¿Sabes qué es lo más hermoso de la botánica? Que no tienes que ser un hechicero experto para poder acudir a las plantas. La elaboración de perfumes y sustancias que dependen de ellas, no necesitan ningún conocimiento alquímico demasiado arcano. Sólo basta con conocer sus propiedades y de qué manera funcionan junto con otras. Me interesa esto de la industria de perfumes que se está elevando todavía más; quiero controlarlo todo. —Se detuvo, sólo para observar fijamente a su protegida—. Y tú me ayudarás. Quién quita si más adelante seas la encargada de ese negocio, mientras yo me centro en otras empresas. Ya sabes, soy una mujer muy ambiciosa.

Y cómo no, si el veneno de la codicia corría por sus venas. Era un demonio atado al poder y a la gloria; el dinero causaba alegría en ella, y sabía cómo usarlo en contra de los hombres. Ernutet había despertado desde las profundas prisiones del noveno círculo abismal para contemplar la desdicha de los hombres, y por supuesto, el despertar de un nuevo ídolo: el dinero. La era industrial amenazaba con arrasarlo todo, sin escrúpulos, ni contemplaciones.

—Antiguamente existían matriarcados. Incluso, muchas diosas pertenecían a las grandes tríadas de dioses importantes, y su culto era tan necesario como el de un dios hombre. Ya te preguntarás lo que ha pasado, ¿no? Fácil. Los seres humanos temen de aquello que pueda superarlos en muchas más cosas —manifestó con orgullo—. Pero debo asegurarte algo, y supongo que lo has experimentado antes, ¿no es así? —Se le acercó a Bistra, reduciendo la distancia entre ambas; quedando a tan sólo escasos centímetros frente a ella—. La mejor parte, de todo este juego, es que sigan creyendo que aún tienen el poder. La traición los lleva a la ruina, y eso, querida mía, es un banquete digno de un demonio. Es mejor hacerles creer una cosa, cuando no es así. Tú hazte la dócil, aunque no lo seas; hazles creer que tienen el control, y luego intercambia los papeles cuando la confianza los ciegue, al punto de sentirse unos inútiles cuando demuestres tu autonomía.