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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Zigmund Zöllner Miér Ene 27, 2016 10:58 pm

His love was a poison:
soft and loveable, hideous yet touchable

Solo debes poner una gota en su jugo, todos los días. Recuérdalo: solo una. Es importante. Si sobrepasas la dosis, el resultado podría no ser el que esperas.

Zigmund recordó las palabras exactas de la mujer que le había vendido aquel remedio. Se quedó mirando, muy fijamente, el pequeño frasco de cristal que sostenía en su mano. En realidad, no era un remedio, sino un veneno. ¿De qué otra forma podía llamársele, cuando tenía como fin terminar con la vida de un ser vivo? No con la vida de Zavannah, desde luego, sino con la del niño que llevaba en su vientre, su propio hijo. Él había prometido que cuidaría de él, que juntos formarían una familia, pero evidentemente no lo había dicho en serio.

Dos meses habían transcurrido desde que ella le diera a conocer su embarazo, e inmediatamente había empezado a pensar en cómo interrumpirlo. Una de las posibles opciones había sido provocar un accidente, quizá lograr que su hermana tropezara en las escaleras y se golpeara el vientre. Sin embargo, al final lo consideró demasiado riesgoso para ella. Su segunda opción fue la definitiva: buscar la ayuda de una profesional. Fue así como terminó acudiendo a una curandera –o bruja, como muchos la llamaban-. Tras relatarle su situación, ella le dio lo que denominó como “el mejor remedio para su problema”. Zigmund ni siquiera preguntó qué contenía aquel líquido color verdoso, le bastó saber que si seguía sus indicaciones al pie de la letra y le daba de beber la sustancia a su hermana, durante cierta cantidad de semanas, ésta terminaría por tener un aborto. Un proceso lento pero seguro, y sin levantar sospechas, principalmente.  

El problema es que, habiendo pasado ya poco más de ocho semanas, el muchacho empezaba a impacientarse. Con preocupación notaba que el vientre de Zavannah crecía cada vez más y eso lo hacía ponerse sumamente nervioso. ¿Y si al final el mugroso remedio no funcionaba? ¿Y si esa mujer no era más que una charlatana que lo había engañado con tal de quedarse con su dinero? No, no iba a aceptarlo. Horror, pena, angustia; todo cayó sobre él con un peso que se tornó insoportable. Decidido a que ese niño no podía nacer, destapó el frasco y dejó caer sobre el zumo de naranja, no solo una gota, sino tres. Así no habría margen de error.

Cerró el frasco, lo escondió en el bolsillo de su pantalón e intentando mantener un semblante de lo más natural, fue hasta donde su hermana se encontraba. Ella todavía dormía. El embarazo la tenía más agotada que de costumbre, así que era normal que durmiera un par de horas más casi todos los días. Zigmund se sentó sobre la cama, a su lado, y depositó sobre el colchón la charola en la que había transportado los alimentos.

Hora de despertar, bella durmiente —la llamó con un tono cariñoso y con el pulgar rozó su mejilla—. El desayuno está listo.

Cogió el zumo de naranja y lo sostuvo en la mano, listo para cuando ella terminara de despertarse.


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Mensaje por Zavannah Zöllner Lun Feb 15, 2016 5:15 pm

El primer mes, Zavannah había disfrutado de su embarazo. La idea de llevar dentro de ella un bebé la hacia verse más feliz. Ella creía que con hijo las cosas con su hermano se volverían más estables, que las discusiones desaparecerían, y que su obsesión de tenerla sólo para él disminuiría. Creía que todo estaba bien, y que la situación iba viento en popa, pero la realidad era contraria, algo que no podía ver; Zigmund era el maestro del chantaje y el engaño.

Cuando Zavannah dormía, se sentía segura, sabía que su hermano vigilaría cada uno de sus movimientos, nada le podría pasar a su lado, por eso es que disfrutaba tanto dejarse llevar por el cansancio de la gestación. Comía más de la cuenta, pero ella nunca tuvo problema alguno con ingerir demás, era una tragona de nacimiento, sus animales internos siempre lo agradecían.

La noche anterior había sido muy buena. Su hermano recibió un dinero extra gracias a su buen desempeño en el trabajo, por ello la había invitado a cenar a un restaurante decente, disfrutaron de una excelente velada, incluso caminaron por las calles abarrotadas de artistas, le compró una pulsera fina del color de sus ojos, intercambiaron muchos anhelos del futuro, e incluso planes de su hijo. Todo parecía normal, o al menos eso parecía. Cuando la hora de dormir se aproximó, la jovencita mitad animal, sólo pudo sentir dicha y paz. Su hermano la estaba enamorando, quizás aquello no era tan malo como llegó a creer. ¡Por algo Dios los tenía en esa situación!

No tengo hambre — Refunfuñó la jovencita al abrir los ojos. Odiaba tener que comer al instante en que despertaba, pero su hermano se ponía demasiado pesado con el tema, más aún a la hora del desayuno. Cuando ella lo pasaba más mal. Abrió los ojos parpadeando un par de veces, se los frotó y después se sentó observando el rostro ojeroso de aquel que llevaba su misma sangre. — ¿Por qué siempre me das de naranja? ¿No hay de otra cosa? — El humor de la chica había cambiado un poco a raíz de su embarazo. Estiró su mano para tomar el vaso — Ya me aburrí del jugo de naranja, tómalo tú — Le sugirió señalando el vaso. Como no vio una buena respuesta, se encogió de hombros y dio un sorbo. La cara de asco fue automática — Está un poco amargo — Protestó, pero no dijo más, cogió un pan suave y caliente, embarrándolo de mermelada casera, masticó y volvió a beber del zumo — ¿Ya desayunaste? — Cuestionó inquieta, le encantaba compartir los alimentos con él.

Zavannah había notado a su hermano extraño, parecía ausente, casi no hablaba, y su felicidad se había esfumado. Aquello resultó extraño, pero no cuestionó, prefirió terminar de comer.

Cuando el desayunó había sido terminado, la joven se levantó de la cama y se dirigió el baño, debía atender sus necesidades fisiológicas, y darse un buen baño. La mañana estaba muy tranquila, el clima era agradable, su estomago estaba lleno, ya no tenía sueño. Así que todo parecía indicar que sería un día agradable, uno bueno, otro más para guardar en su baúl de memorias.

¡Zigmund! — Gritó asustada, su suerte había cambiado en un abrir y cerrar de ojos. Zavannah se había mareado, y un dolor punzante apareció no sólo en su vientre, también en el pecho. Apenas podía respirar.

El mareo la estaba cegando, la joven no pudo sostenerse más, la caída se veía venir, pero después del impacto el silencio apareció: se había desmayado.

El veneno por fin había causado efecto, uno del que su hermano se arrepentiría toda su vida.
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Mensaje por Zigmund Zöllner Lun Mar 28, 2016 6:19 pm

Como todas las anteriores veces, Zigmund se quedó hasta que su hermana terminó de desayunar. Le importaba que se alimentara bien, que se comiera hasta el último bocado, pero lo que más le interesaba era el jugo: debía vigilar que se lo bebiera completo. En ocasiones, como aquella, Zavannah lo cuestionaba sobre por qué siempre debía ser de naranja el jugo, y él se excusaba sonriendo, diciendo que era el más delicioso y el que mayor nutrientes le aportaba tanto a ella como al niño. La verdad era que lo hacía porque el sabor del cítrico era tan fuerte que ocultaba casi a la perfección lo amargo del remedio. Pero Zavannah aún confiaba en él, estúpidamente lo hacía, así que dicho aquello, se resignaba y lo bebía con ganas, hasta la última gota, porque no había nada más que deseara en el mundo que su hijo estuviera bien, y estar fuerte para él para cuando llegara la hora de traerlo al mundo. Zigmund se aprovechaba del amor de madre y de su ingenuidad para salirse con la suya. Siempre había sido así, ahora no tenía porque ser diferente.

Cuando terminó de desayunar, él también se sintió satisfecho y lo hizo evidente con la nueva sonrisa que se dibujó en su rostro. Cogió la charola y la hizo a un lado para que su hermana pudiera salir de la cama y ponerse de pie. Se recostó un momento en lo que ella acudía al cuarto de baño y, mientras esperaba que volviera, se colocó los brazos debajo de la cabeza, se acomodó y fantaseó sobre qué harían cuando ella finalmente hubiera perdido al niño. Ya le había cumplido parte de su promesa, la había sacado de ese sucio burdel en el que antes vivían y se habían instalado en un cuarto bastante decente que había alquilado con sus ahorros. Pero París ya no le convencía del todo, por lo que estaba considerando seriamente mudarse a otro país. Italia le gustaba, había ido una vez de pequeño, pero la idea de conocer América le resultaba mucho más seductora. Según algunos rumores que circulaban por ahí, existían ciertos estados de los Estados Unidos de América donde entregaban tierras a hombres que quisieran trabajarlas, sin soltar un solo centavo por ellas. A Zigmund le parecía algo difícil de creer, y quizá solo eran eso, rumores, simples habladurías, pero nada mejor que confirmarlo por sí mismo. Tal vez, si era cierto, él podría obtener un terreno y construir una casa para él y Zavannah. Sí, eso sonaba bien, le gustaba mucho la idea.

El grito de Zavannah lo alertó. Zigmund corrió hacia el cuarto de baño y la encontró desvanecida sobre el piso, boca abajo, con todo su peso sobre la barriga abultada. Verla tan pálida como estaba, lo hizo temblar. Al instante la rodeó con sus brazos y la cargó para llevarla hasta la cama. Ahí la acomodó con cuidado, despejó su rostro de la mañana de cabello que se le había pegado a la frente y descubrió que estaba volviendo en sí. Sin embargo, la muchacha no despertó; permaneció con los ojos cerrados y no hizo más que removerse sobre la cama, quejándose de algo que la tenía mal, muy mal. Zigmund se preguntó si aquello era normal. Quizá el remedio finalmente había hecho su efecto, pero la mujer que se lo había vendido no le había dado especificaciones sobre cómo funcionaba. Sumamente nervioso, aunque también expectante, se sentó junto a ella e intentó calmarla. En su delirio, ella de vez en cuando bajaba las manos a la barriga y se la tocaba, indicando que el problema era allí.

Transcurrió media hora y de pronto Zigmund sintió algo mojado debajo de sus nalgas. Cuando se movió se dio cuenta de que Zavannah estaba sangrando. En realidad, llevaba un buen rato haciéndolo, porque tenía la bata empapada y había manchado el colchón, incluso una parte de su pantalón. Se levantó rápidamente y así como ella, comenzó a transpirar. No podía negar que estaba asustado, pues una cosa era que deseara deshacerse de la criatura, y otra muy distinta era que quisiera que le pasara algo a su Zavannah.

Cuando vio que la hemorragia no se detenía, sino que por el contrario, se intensificaba, salió como alma que lleva el diablo a buscar a alguien que lo auxiliara. Volvió al cabo de un rato, con una mujer que encontró en el mismo edificio y que le aseguró que había sido partera. La mujer acudió a Zavannah rápidamente, preparó una vasija con agua tibia y la limpió.

¿Va a estar bien? No va a morirse, ¿verdad? —preguntó él, tembloroso, mientras se acercaba a la cama. La mujer había empezado a ponerle paños de agua fría sobre la frente para bajar la fiebre—. Dígame que no voy a perderla. No puedo perderla, yo… No, no puedo perderla.

La mujer alzó la vista y se conmovió con el joven muchacho que estaba consternado, casi al borde del llanto. Suspiró antes de responderle porque lo que iba a decirle no era nada sencillo.

No voy a mentirle: está muy enferma. Aún le falta mucho para el parto, así que si logra sobrevivir, tendrá que estar en cama durante los siguientes meses. La criatura es otra cosa. Ella… perdió mucha sangre, así que el bebé podría no sobrevivir. Ambos podrían no hacerlo —negó con la cabeza, apenada. Para ella era una verdadera lástima que una muchacha tan joven se encontrara en esa situación, casi al borde de la muerte—. ¿Es usted el padre? Porque si lo es, va a necesitar mucho de usted.

Zigmund entreabrió los labios, pero por un segundo no fue capaz de responder. Estaba demasiado afligido como para hablar. Suspiró, luego inhaló para tranquilizarse, y finalmente le salió la voz.

Sí, soy el padre. Sálvela. Si no puede hacer nada por el niño, está bien, pero sálvela a ella. Es ella quien me importa.
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Mensaje por Zavannah Zöllner Sáb Abr 16, 2016 11:07 am

Punzaba, claro que lo hacía. A la altura de su vientre ocurría. Zavannah sabía que en su interior nada iba bien, un remolino de emociones atacaba su estructura firme, aquello que la había mantenido de pie y alado de su hermano en ese momento. Lo comprendía, estaba a punto de perderlo, su interior parecía desgarrarse, y las lagrimas se estaban tocando en su interior, así como sus ganas de dejar salir aquello que deseaba transmitir en palabras. Aquello era un sensación extraña, dolía hasta la jodida, pero era más su temor que lo físico que podía experimentar. ¡Pobre Zavannah! Ella ni siquiera se imaginaba la situación. Los espasmos iban subiendo de intensidad. A la altura de su vientre existía algo que se contraría, que enviaba ondas de dolor. El frío se hizo presente, sintió escalofríos también, el mareo llegó de la nada, y la oscuridad se apoderó de su interior, perder la consciencia no parecía ponerla de mejor humor, porque quizás aunque perdería el sentido y sus pensamientos dormirían, la realidad seguiría ahí, sin poder ella intervenir en nada. ¿Cómo se supone sería una buena madre si ni siquiera podía cuidar a su bebe en su vientre? Quizás no era momento de serlo, o tal vez, ni siquiera de seguir viviendo.

¿Cuánto tiempo llevaba en ese estado? ¿Cuanto tiempo duró con la perdida de la razón? Sintió mucha sed, incluso raspó un poco su garganta, movió los labios, la lengua también pero nada le ayudaba a salivar. Se llevó la mano al vientre, tontamente buscaba sentir si su bebé seguía dentro de ella, o lo más terrible hubiera ya pasado en medio de su desmayo. Para su buena suerte lo podía seguir sintiendo, eso le dio un poco de tranquilidad. No quiso abrir los ojos en primer instante, supo que ya estaba siendo noche porque sentía el calor de las velas golpear la piel de su rostro. Le daba miedo ver a su hermano, quizás se sentía decepcionado por aquella situación, no podía tener claro el panorama. Lo que la hizo sentir extrañeza fue la voz femenina, intentó escuchar lo que decía, pero aun se notaba aturdida, así que terminó intentando tranquilizar sus sentidos.

Zavannah abrió los ojos por unos momentos, acostumbró a su vista a la iluminación tenue del lugar. No miró su hermano, extrañamente se sentía molesta con él. Sintió la calidez en el rostro ajeno, le recordó a su padre, la forma en que la miraba cuando se caía o se contagiaba de gripe. Quiso abrazarla pero no podía moverse, parecía atada a la cama, pero sólo era el cansancio por la perdida de sangre.

La mujer había entendido todos los signos de la cambiante, no dudo en levantarse, servir un poco de agua en un vaso, y después acercárselo, sólo le ayudó a levantar ligeramente la cabeza para que bebiera y no se ahogara. Internamente le agradeció, incluso lo hizo con na media sonrisa.

¿Está bien el bebe? — Después de unos minutos, esas fueron sus primeras palabras, además de que su voz fue muy baja, pero se había entendido, no era descabellado el hecho de que se preocupara más por su hijo, que por ella. — Dígame por favor que mi bebé está bien — Le pidió a la mujer, hasta ese momento había estado ignorando a su hermano, su instinto animal le había enseñado muchas cosas referentes a ese que portaba su misma sangre, y para su desgracia todos los malos presentimientos resultaban reales. El gatito interior comenzó a erizarse y comportarse molesto de solo pensar en su hermano. Por su parte, la partera se estiró para poder estar a la altura de la jovencita, entrelazó sus dedos por los ajenos, le dio un par de apretones y no supo por donde comenzar, la mujer de entrada edad recordó porque había dejado esa profesión, su sentimentalismo no le ayudaba para poder seguir adelante, y en su momento fue de las mejores, pero esa clase de noticias le partían el corazón, ella había perdido a un par de hijos de esa manera.

Tontamente se quedó callada por un largo tiempo, el que le permitió a la joven cambiante incrementar su clara desesperación. No tener respuestas claras e inmediatas, siempre resultaba ser un mal inicio, pero de igual forma Zavannah lo sabía. Una madre que ama de verdad, siempre sabe cuando algo en su hijo iba mal, y ella lo comprendía desde el primer espasmo fue de dolor que tuvo. No debía lamentarse, sino saber salir de esa situación. Su hijo nacería, debía nacer.

Dígame lo que necesito para que mi bebé viva — Preguntó la chica intentando que su voz mostrara paz y tranquilidad, pero el timbre de la misma temblaba tanto, que debió repetir un par de palabras.

Perdió mucha sangre, señorita — Por fin estaban intercambiando palabras — Debe tener una alimentación más saludable, nada que la altere, además, descansar, no puede hacer movimientos bruscos, tampoco cargar pesado, debe vivir en su cama — Porque sino lo hacía la cosa se pondría peor, pero no tenía porque decirlo con claridad. — Si es así, y le ayudamos con las emociones — Volteó a ver al papá del niño, era una especie de advertencia — Entonces de esa manera los dos estarán bien — No siguió la conversación, la jovencita debía entender.
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Mensaje por Zigmund Zöllner Jue Abr 28, 2016 11:50 pm

Cuando Zavannah finalmente despertó, de alguna manera Zigmund sintió que le volvía el alma al cuerpo. Tuvo la clara intención de acercarse, verificar por sí mismo que ella estaría bien, pero una mirada de la mujer bastó para que éste desechara sus intenciones. Tuvo que conformarse con escuchar, pero aunque las palabras de la partera le daban muchas esperanzas a su hermana, él sabía la verdad: estaba mintiendo. Seguramente lo hizo para no mortificarla más, tenía sentido.

Dios es muy grande, no va a abandonarlos. Confíen en su misericordia y no los defraudará —añadió la mujer, mirándolos a ambos.

Zigmund casi resopló. ¿Dios? ¡Por supuesto que no deseaba que las cosas dependieran de él! ¿Por qué siempre debía ser así? ¿Por qué no podían librarse de su jurisdicción? Él no era lo que todos decían. Las personas aseguraban que era bueno y misericordioso, que amaba profundamente a cada uno de sus hijos y que sus plegarias nunca eran en vano. ¡Mentira! ¿Dónde estuvo él durante su infancia, cuando más lo necesitaron? ¿Por qué permitió que su padre muriera, pese a sus súplicas? ¿Por qué trajo a sus vidas a un mal padrastro y dejó que su madre lo prefiriera antes que a ellos dos, sus hijos? No, Dios nunca había sido bueno con ellos. Dios los había abandonado. No conforme con ello, el amor que sentía por su hermana, era prohibido ante sus ojos. ¿Por qué seguir creyendo en un Dios semejante y qué clase de loco pondría la vida de la persona más amada en sus manos? Nunca. Dios lo odiaba y en sentimiento era mutuo.

La mujer se levantó y antes de salir de la habitación se detuvo frente a Zigmund y asintió, asegurándole que había hecho todo lo que estaba en sus manos. La había estabilizado, había impedido que muriera desangrada, y él ni siquiera tuvo la decencia de darle las gracias. Cuando estuvieron solos de nuevo, dirigió su mirada a Zavannah. Estaba pálida y ojerosa y lucía tan enferma, como si llevara varias semanas en cama. ¿Era su culpa? Quizá, pero nunca lo aceptaría. Prefería responsabilizar de todo a esa criatura que como Dios también se burlaba de él, aferrándose a la vida.  

¿Lo ves, Zavannah? Te dije que esto no era buena idea —le dijo mientras cogía una silla, en la que se sentó muy cerca de la cama. Sólo entonces ella lo miró, y no fue una mirada dulce la que le dedicó—. No es que no me emocione la idea de convertirme en padre —mintió y se atrevió a tomar su mano—, es que muero de terror de solo imaginar que puedo perderte —en eso no mentía—. ¿Qué haría yo sin ti? Te amo demasiado y eres todo lo que tengo.
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Mensaje por Zavannah Zöllner Lun Mayo 16, 2016 8:30 pm

Entre tanto cansancio, Zavannah a duras penas podía pensar con claridad, y es que también el mareo no era un punto muy a su favor. En su mente inocente creía que todo deplorable venia de la mano de su mala alimentación, y de su constante mal estado de animo. Últimamente lo único que hacía era pelear con su hermano; no era para menos. Dentro de su ser, por más que él quisiera engañarla, ella sabía que la idea del bebé no le pareció la mejor del mundo. Hacía mucho tiempo que no se llevaban bien, pero el que fueran a tener un hijo había empeorado las cosas. Quizá nunca volverían a ser los mismos.

Pero la joven seguía manteniendo también la esperanza, ese fuego interno que la tuvo fuerte y firme todo ese tiempo. La idea de tener un hijo parecía resplandecer su semblante, aunque en ese momento no.

No supo que decir en un principio. Sentía mucha sed, movió los labios, incluso la lengua buscando un poquito más de saliva, pero parecía imposible en aquel estado producirla. Movió el rostro hacía la izquierda, logrando así tener mejor ángulo de su abultado vientre. No había crecido demasiado, no es que tuviera mucho tiempo en realidad, pero ya se le notaba la maternidad. Con la poca fuerza que poseía movió su mano, acarició el vientre un rato, ignoró por un momento a su hermano. Las palabras que Zigmund utilizó no eran las que ella había esperado, pero eso no importaba. Desde ese momento decidió que sería ella y su bebé contra el mundo. Sintió calor cuando en su interior la determinación de proteger a su hijo se remarcó, quizás la criatura buscaba eso, sentirse amado y protegido sin importar nada. Todos los bebes lo querían a final de cuentas.

El bebé, también tienes al bebé, no soy solo yo — Su voz había retomado fuerza, pero seguía siendo débil, aunque raspaba su garganta. — No tienes porque mentir más, sé que no lo quieres, si lo quisieras habrías sentido miedo también por él, jamás te escuché decir algo al respecto, todo era yo — Negó débilmente, no es que tuviera la fuerza de siempre, además, incluso sus animales internos estaban dormidos, ninguno quería gastar las energías que ella necesitaba. — No tienes porque amarlo, pero te pido no lo desprecies, es un ser viviente — Señaló de forma recelosa, intentaba que él se diera cuenta que su egoísmo y sus ojos vendados ocasionaban su distanciamiento.

Zavannah tomó la mano de su hermano, la dirigió con cariño a la zona abultada, misma que parecía inquieta, pero no en demasía, a fin de cuentas el bebé seguía con vida.

¿Cuándo dejaste de ser sensible hermano? Tu amor por mi, no lo parece, a veces me da miedo — El bebé volvió a removerse, pero lo que sabana interpretaba como un acto de amor, la criatura sólo demostraba miedo y dolor.
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Mensaje por Zigmund Zöllner Vie Jun 10, 2016 10:15 pm

Cuando su hermana le cogió la mano y la dirigió hasta su abultada barriga de embarazada, Zigmund arrugó levemente el ceño. Le resultó incómodo y también bastante extraño. Era como atreverse a mirar de frente a un ser cuya existencia había deseado extinguir por meses enteros, y que si seguía con vida, no  era porque él se hubiera arrepentido de último momento, sino por puro capricho del destino. Parecía imposible imaginarlo, pero no se sentía abatido por lo ocurrido. Lo único que lamentaba era que su hermana se encontrara en esa situación de peligro, en la que él mismo la había puesto. En ese momento, con todo el pesar del mundo, decidió que no volvería a intentar algo parecido. Ya no podía arriesgarse a perderla. La criatura nacería. Era mucho más fácil esperar al alumbramiento para hacer algo al respecto.

No es eso, Zavannah —contradijo con voz suave y cuidadosa, dirigiéndole una sonrisa tensa—. Por supuesto que lo quiero. Es mi hijo, ¿recuerdas? Pero te quiero más a ti.

Miró fijamente el sudoroso rostro de su hermana y fue demasiado evidente que sus palabras ayudaron en nada a suavizar aquel gesto de angustia en su cara. ¿Acaso no era obvio? Ninguna madre deseaba escuchar que la preferían por encima de su hijo, porque así como ocurría con los animales, su naturaleza era protegerlo a toda costa, incluso si su vida dependía de ello. Miles de mujeres, cuyos partos se complicaban, morían diariamente, y lo hacían gustosas, agradecidas de que Dios les diera la oportunidad de salvar la vida de sus hijos. Pero eso era algo que ningún varón entendería del todo, mucho menos uno tan egoísta como Zigmund, que decía amar a su hermana con toda su alma, pero que en realidad sólo pensaba en él y rara vez en ella.    

Sé que no es lo que esperas que diga, pero no puedes culparme por ello. A él, o ella, no lo conozco todavía. En cambio tú… tú has estado conmigo desde éramos niños. Tú te has vuelto indispensable en mi vida. ¿Crees que podría seguir viviendo si algo te pasara? ¿Crees que toleraría semejante dolor? —negó con la cabeza y sus ojos reflejaron una angustia tan real como la de su hermana, aunque por causas diferentes—. En cambio, si le pasara algo al bebé, que no espero que ocurra, desde luego —se apresuró a aclarar para no incrementar la angustia de su hermana—, nosotros… bueno… podríamos tener otros hijos.

Un silencio los envolvió. Otros hijos, había dicho, como si realmente fuera una opción para ellos dos. Insistía en expresarse como un muchacho comprensivo y entusiasmado, pero su hermana sabía la verdad. Lo presentía. Y es que por más que se esforzara, la conducta de Zigmund no era la de un hombre que estaba a punto de convertirse en padre, que ya lo era, puesto que aquella criatura, aunque aún no hubiera nacido, ya estaba viva.

El niño se movió en el vientre de su madre. Cualquier otro habría frotado la barriga, quizá la habría besado, loco de felicidad. Pero Zigmund apenas mostró alguna emoción. Quizá su hermana tenía razón: había dejado de ser un ser sensible.
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Your love is poison | Privado Empty Re: Your love is poison | Privado

Mensaje por Zavannah Zöllner Miér Jun 15, 2016 8:37 pm

Se quedó en silencio. ¿Qué más se suponía debía decir? Absolutamente nada. Por más que quisiera discutir con su hermano, la realidad era esa, Zigmund jamás quiso tener hijos, ni siquiera lo había llegado a considerar. Por más que hubiera tratado de engañarla, hay cosas que no se pueden esconder, además, ese instinto materno también había aparecido. Alarmada, se sentía, pero no tenía fuerza si quiera para poder planear un plan de supervivencia, o simple escape. De algo estaba segura, en algún punto se recuperaría, lucharía, y terminaría por vencer todo aquello que nunca creyó, iniciando por su peligroso y manipulador hermano. Sí, ella lo sabía, aquel que llevaba su sangre la había estado utilizando. Utilizó por mucho tiempo su vulnerabilidad para hacer de ella a su antojo, pero ya no más. ¡Iba a trazar el mejor de los planes! No habría vuelta atrás.

La joven cambiante se encontraba desesperada. Necesitaba recuperarse con rapidez, pero no sólo ella se encontraba frágil y dañada. El envenenamiento había causado estragos en sus felinos internos, por eso ellos no podían ser su salida.

Zavannah se dio cuenta de una cosa. Desde que supo de su embarazo, no había cambiado su estado humano por el de uno de sus animales. Tenía miedo que su transformación llegara a afectar el crecimiento y desarrollo correcto del bebé, pero sus felinos de vez en cuanto le exigían que hiciera el cambio. Su corazón se aceleró sólo de pensarlo, y es que le estaba dando una corazonada. Quizás aquello era lo mejor después de todo. Los animales son más rápidos para sanar cualquier herida o enfermedad. Definitivamente terminando su recuperación en aquel pequeño hospital, terminaría por encostarse en una manta y volverse un gatito, o quizás un tigre. Dependería de su estado de ánimo. Dependía mucho de las formas de su hermano.

La joven no se dio cuenta de su tiempo perdido en sus propios pensamientos. Se sobresaltó al sentir el movimiento de su bebé. Sus ojos se volvieron cristalinos, tanto que las lagrimas brotaron. Se sentía agradecida, emocionada, y con ganas de saltar de la felicidad. Aquel movimiento firme y fuerte la tranquilizó, su bebé estaba dando claras señales de que estaba bien, y que seguía a pie de guerra junto a su madre, sin importar aquel que estaba dispuesto a todo por verlo morir.

El bebé está bien, y más vale llegues a amarlo verdaderamente, porque es tu hijo, y es parte de nosotros te guste o no. Si me quieres contenta, entonces deberás de cuidarlo, ponerlo por encima de todos, incluso de mi, sino es así, debes atenerte a las consecuencias — Porque una madre siempre hace todo por los hijos, incluso dar la vida. ¡Y por qué ya estaba cansada de su hermano! — Estaba pensando, necesitamos tener una vida mejor, subir nuestros ingresos. Hay estudios gratuitos a cambio de servicios de trabajo para hogares de ricos, podríamos hacerlo, y también limpiarles las casas, así tendríamos alimento gratis, un techo mejor, y estudios, no sé, pero podemos salir de está vida, podemos luchar por la que llegamos a tener y merecemos — Se debía ser ambicioso, no podrían seguir así mucho tiempo, ella deseaba ahora más que nunca ser como una princesa de alta sociedad ¡Debían volver a casa!

Regresemos y reclamemos nuestra herencia, somos mayores de edad, nuestro padre lo dejó todo a nuestro nombre. ¡Luchemos por eso! — La llama ambiciosa apareció en el rostro de Zavannah — Quizás con todo eso, con más distracciones, podríamos tener una mejor vida, más amorosa, completa. ¡Por favor! — Pero la joven solo quería eso para poder darle una buena vida a su hijo, porque aunque sabía estaba vivo, algo no andaba bien en su interior.
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Mensaje por Zigmund Zöllner Mar Jul 26, 2016 7:19 pm

Estuvo a punto de replicar, insistir en que aquel niño sí le importaba; mentiras y más mentiras que tenían como única finalidad tranquilizar a su hermana. Pero eso quedó en segundo plano cuando ella le planteó la idea de volver a casa. ¿Volver? ¿A ese sitio que ni siquiera merecía ser llamado hogar, donde no habían encontrado más que penas y desgracia? ¿Acaso se había golpeado fuertemente la cabeza al desmayarse? Porque esa era la única justificación posible a su estúpida sugerencia. Eso o debía tratarse de una pésima broma de muy mal gusto que en absoluto le parecía divertida. Zigmund se apartó y la miró, incrédulo, sin poder ocultar la punzada de ira que lo invadió por siquiera pensar en esa posibilidad. Sonrió, pero sin demasiadas ganas y con una expresión de ironía que no demoró en transformarse en dolor, como si considerase una especie de traición lo que Zavannah claramente veía como una inocente y simple petición.

No puedes estar hablando en serio. ¿Acaso ya olvidaste todo lo que vivimos en esa casa? ¿De verdad estás diciéndome que quieres volver a ese lugar que nos hizo tan miserables? ¿Necesitas que te lo recuerde? ¡Ella prefirió a su amante antes que a nosotros! —alzó la voz, refiriéndose claramente a la mujer que los había parido, esa que no estaba dispuesto a volver a llamar madre. El amante era el hombre con el que ahora vivía, bajo el mismo techo que había compartido con el padre de ambos, ahora difunto, y con quien se había enredado apenas unos meses después del fallecimiento de su ex marido—. ¡Nos abandonó tras la muerte de papá! —volvió a gritar, recordando aquellos terribles días que lo habían marcado para siempre—. ¡Prefirió buscar a alguien con quien revolcarse, mientras sus nosotros, sus hijos, nos deshacíamos de dolor!

Se le notaba visiblemente alterado. Caminaba de aquí a allá, por toda la habitación, desesperado, deseando hacerla entrar en razón. La sola idea de regresar y verles la cara a su madre y a ese hombre, le parecía repugnante. Nunca había pensado en ese momento como una posibilidad, porque siempre había creído que así como él, a Zavannah también le lastimaba pensar en ello. Ese dolor con el que ambos, siendo unos niños, habían lidiado hasta aprender a sobrellevarlo, era lo que había terminado uniéndolos como si se tratara de mellizos. Y aunque su hermana había hecho la sugerencia con la única intención de ver lo referente a su herencia, él no podía pensar en nada más. Se sentía profundamente herido y no tardó en hacerlo evidente cuando su rostro se transformó y lágrimas comenzaron a caer por sus ojos. Pero esta vez no se trataba de una actuación, de uno de sus constantes chantajes; su dolor era genuino.

¿Por qué? ¿Acaso no te lo he dado todo? —le reprochó ya sin gritos, con los labios apretados y la voz estrangulada—. Me pediste que te sacara de aquel sucio burdel, y lo hice. Me pediste que encontrara la manera de casarnos como Dios manda, y aun a la fecha sigo buscando el modo. Por ti soy capaz de cualquier cosa. Pero no me pidas esto, Zavannah, porque es algo que no podré cumplirte.
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Mensaje por Zavannah Zöllner Dom Ago 14, 2016 9:08 pm

No, hermano. Por favor, no te confundas — Comentó con tranquilidad. Sabía que no debía hablarle de la peor manera, no deseaba que se confundiera. — ¿Acaso no anhelas y extrañas la vida que teníamos antes? — Le buscó la mirada. Ella era heredera, una gran fortuna la estaba esperando, no le gustaba su vida llena de miseria. Su peor error había sido escapar de casa. — Esa herencia es nuestra, no podíamos reclamarla porque estábamos poco capacitados debido al dolor de nuestra perdida, eso fue lo que mencionaron, pero no más, ya pasó un tiempo, tenemos el apellido, deberíamos reclamar lo nuestro, quitarle lo que ella nos arrancó. — Esas palabras no eran sólo por que extrañaba la vida de lujos y comodidades, también porque su hijo estaba pronto a nacer. La joven añoraba poder darle una excelente calidad de vida desde que llegara al mundo.

Hizo una mueca evidente, ¿su hermano llorando, peor aún ¿por esa tontería? Se sentía completamente desilusionada, ¿En que momento se había vuelto tan conformista? No iba a tolerar aquella actitud.

Miró a su abultado vientre por unos instantes, después a su hermano. Aunque estuviera tan enojada con Zigmund, lo cierto es que era su hermano, se había convertido en su amante, y aparte de todo, era el hombre de su vida. Él y lo que estaba viniendo a su vida dentro del vientre, eran sus dos razones de vida. Elouan se había ido, la joven sabía que ese bebé no era de él, aunque le había mentido a su hermano que así era. Sin duda extrañaba al hijo de los cirqueros, también a los señores, incluso la vida que tenían en ese lugar. Desde que habían escapado de casa, o más bien, desde la muerte de su padre, jamás se sintió tan segura, bien y cómoda. ¿Por qué daba tantas vueltas la vida? Se sentía cansada.

Estiró su mano para acariciar la espalda del joven, también lo hizo con el poco cabello que tenía cerca. Con eso se ayudó para girarle la cabeza. No deseaba verlo llorar. Era cierto que estaba molesta con él, resentida. Reconocía que el rencor muchas veces arruinaba los momentos en los que se encontraban juntos, porque ella le peleaba hasta el cansancio, pero lo quería, por esa razón prefería evitarle el dolor.

Considéralo. — Se encogió de hombros — Que volvamos no significa que algo entre nosotros tiene que cambiar, incluso el pretexto de reclamar y luchar por lo nuestro es el pretexto perfecto para mantenernos juntos, mucho más cerca. No podemos seguir así, no nos hace bien, desde que salimos de casa nuestra relación empeoró, sólo discutimos, hay lagrimas, gritos… — Hizo una pausa — Las platicas incluso son agresivas, si seguimos así nos vamos a hundir. No vas a durar muchos años vivo, estás exigiendo demasiado a tu cuerpo, hay trabajos que son inhumanos, y yo no quiero que mi hijo viva en un ambiente en el que puede algún día nos falte darle algo con que alimentarse, sabes que tengo razón — Ya no iba a tocar más del tema, sólo iba a dejarle esa gran espinita para poder abrirle la curiosidad.

La enfermera volvió a entrar al cuarto. Empezó a revisarla minuciosamente. Al final le dedicó una gran sonrisa de alivió. Le indicó que se debían de querer un par de días; el bebé y ella, claramente. Ninguna enfermera quería mucho tiempo a Zigmund en aquel pequeño hospital. Nadie lo toleraba por su mal humor.

Deberías ir a cambiarte de ropa, comer y darte un baño, yo no me iré a ningún lado — Intentó bromear — Anda ve, y repórtate en el burdel, indica lo que ha pasado, no podemos perder el trabajo. Me darán seguramente días cubriendo mis gastos — Suspiró, en realidad no deseaba volver a ese lugar, por muy amables que fueran con ella — También debes dormir un poco — Lo cierto es que lo quería muy lejos de ella. Lo más que se pudiera.
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Mensaje por Zigmund Zöllner Miér Oct 12, 2016 7:13 pm

Las caricias de su hermana lograron tranquilizarlo. Siempre ocurría así. Zavannah era capaz de sacarlo de sus casillas, llevarlo a los extremos hasta casi hacerlo enloquecer, pero también poseía el don de revertir el daño con un simple gesto cariñoso. Ése era su poder, uno que él inconscientemente le había otorgado y que en ocasiones, como ésa, ella utilizaba a su favor porque se sabía la mayor de sus debilidades. Sin embargo, aunque el episodio de ira había sido controlado, no significaba que le daría la razón. Nada lo haría cambiar de opinión. Volver a Australia, definitivamente no era una opción para ellos, aun si la herencia era una verdadera fortuna. Para él había cosas mucho más importantes que un apellido y el poder, la riqueza y las comodidades que éste conllevaba.

Además del disgusto que le hacía sentir la idea de volver a ver a su madre, también lo llenaba de angustia pensar en lo que ocurriría con ellos dos. ¿De verdad Zavannah era tan ingenua para creer que serían aceptados como pareja en donde todo el mundo conocía el lazo sanguíneo que los unía? Su madre sería la primera en poner el grito en el cielo; sería un escándalo. No le importaba lo que los demás pensaran de su relación, pero darla a conocer era arriesgarse a que los separaran y eso no podía permitirlo. No cuando desde su punto de vista habían construido tanto y habían llegado tan lejos. ¿Qué sería de él sin una vida sin ella? Ni siquiera llegaba a imaginárselo, pero le resultaba dolorosa la posibilidad. Para Zigmund, ella era todo lo que valía la pena en el mundo. Si lograban arrebatársela, como ya en más de una ocasión lo habían intentado, aquel hombre mayor que estuvo a punto de desposarla en Australia y Elouan, sería como perder la vida misma; nada tendría sentido ya.

La única vida que anhelo es la que tengo junto a ti, que para mí es perfecta. Lo demás, no me importa, Zavannah. Romperme la espalda trabajando significa un placer si es a ti a quien le proveo. ¿Acaso no te he dado todo lo necesario? Tienes un techo, ropa y comida caliente para llevar a tu boca. Y también me tienes a mí, que te amo incondicionalmente —añadió, sólo por si acaso a ella se le hubiera olvidado—. Jamás permitiría te faltara algo a ti o a ese niño. Siempre ha sido así y esperaba que lo supieras.

Hizo caso a la sugerencia de su hermana y salió de la habitación. No quería seguir hablando del tema. Para él, ya todo estaba decidido. Nada tenía que pensar. Nada tenían que hacer en Australia. Mañana, dentro de quince días o en un mes, el paso del tiempo no lo haría cambiar de opinión.
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Mensaje por Zavannah Zöllner Dom Oct 16, 2016 3:22 pm

De alguna manera iba a convencer a su hermano, de alguna manera iba a buscar la manera de regresar a su tierra natal, de alguna manera iba a salir de esa miseria, de alguna manera encontrara la forma de ser feliz, de librarse de él. Ya ni siquiera sabía si lo amaba.

Lo escuchó, sin embargo la voz de Zigmund le resultaba lejana, aguda y totalmente fastidiosa. Para la chica, no había duda, parecía que las palabras de su hermano eran estudiadas un montón de veces antes de decirlas; salían en automático. Aunque parecía ponerle atención, no lo hacía. Inevitablemente canturreó en su mente algunas canciones que recordaba de pequeña, también algunas que aprendió en su estancia en el circo. En situaciones así, lo más sano para ella era recordar todo lo bueno que había tenido en su vida, pero más aún lo que vivió y le dio el doble del gozo que tenía. Todo eso bueno le ayudaba a seguir de pie, todo eso y su pequeño bebé. Sin duda sin él, ella no seguiría viva.

Bostezó un par de veces, no es que deseara faltarle al respeto, sin embargo toda aquella situación, sumado a su estado de su salud, la tenían completamente agotada. ¿Acaso él no entendía la postura en la que ahora se encontraban? Ya no se trataba sólo de ellos dos, sino también de un bebé que estaba a punto de llegar a sus vidas, una personita que les daría un sentido distinto. ¿Acaso podía seguir siendo más egoísta?

Verlo salir de la habitación fue un gran alivio. Ninguno de los dos se soportaba a esas alturas. Ninguno parecía querer dar su brazo a torcer. ¿Alguno ganaría la guerra? Probablemente sí, pero quien lo hiciera tendría en su consciencia la infelicidad de su hermano. ¡Aquello era un gran desastre!

Parecía que sus suplicas fueron atendidas. Una de las enfermeras del lugar apareció. Se encargó de revisarle sus signos vitales, de buscar escuchar con claridad a la pequeña criatura que habitaba en el interior de la joven. Todo parecía ir tomando el orden necesario. Para la buena suerte de Zavannah, a la enfermera no le caía nada bien su hermano, por lo que ambas se pusieron de acuerdo para impedirle el paso. La cambiante le pidió que anunciara como instrucciones precisas dejar descansar a la paciente, que no podían tener visitas, y así como se lo pidió, así lo aceptó.

Zavannah cerró los ojos, necesitaba dormir y eso es lo que haría. Se olvidaría del mundo, se olvidaría de su hermano y se preocuparía de recuperar su salud.

TEMA CERRADO.
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