No other love (privado) (+18)

El puerto bullía, llevaba tres días en vela, cayó a plomo sobre la cama porque la falta de sueño la dejó agotada. Regresar a Akershus y encontrarse la situación tan dantesca había sido una hecatombe. Sin tregua, Randulf había asediado la ciudad, batido el condado en busca de aldeas que masacrar y los que quedaron plantaron cara con más voluntad que medios. Como último acto, vil y cruel, el rey tirano extendió una plaga infecta a través de sus brujos, contaminando las aguas y causando muchas bajas rebeldes. La situación era insostenible y ella contaba con una espada que reponía las heridas, que anulaba la oscuridad para dar paso a la luz, a lo limpio y a la vida. Pero el guardián de la otra espada, la del Equilibrio, no podía dejar que se usase sin más, los efectos de las espadas alteraban el orden cósmico y no podía tolerarlo. Danielle tuvo que atarlo, amordazarlo y contenerlo después de usar la suya para purgar la plaga, pues con una sólo toque de la espada de Tyr, lo que había conseguido al hacerlo se revertía, condenando de nuevo a Akershus a la enfermedad y la muerte.

Cuando llegó tuvo que hacerse cargo de nuevo, los generales estaban agotados, las tropas exhaustas y aunque habían peleado por mantener víveres y agua para no pasar hambruna, había mucha escasez. Echó mano de su fortuna personal comprando al doble y triple de su precio, pues nadie quería comerciar con los rebeldes en ese punto, pero Akershus necesitaba la ayuda.

La despertaron unas leves sacudidas, abrió los ojos y vio la carita de Beth diciéndole que el conde regresaba. Se apresuró a levantarse, tenía la cabeza embotada y todavía no se había deshecho las trenzas que Giuliana le hizo durante la expedición, tampoco se había puesto la casaca, no sabía donde estaba y tampoco importaba, así que se echó encima de la camisa una capa de pelo y bajó, agarrando la espada de la Luz, porque no la dejaba ni a sol ni a sombra.*

Tras un par de meses enfrentando peligros para conseguir esa espada a la que había consagrado mi vida y que traería la salvación al norte pues gracias a ella Hela no podría mantener ese vinculo que tenia con Midgard, llegaba a casa.
No iba solo, la hechicera consciente del peso, de la maldición que recaía sobre mis hombros había decidido acompañarme para hacer mas liviana mi carga y la joven doncella que encontramos dentro de la cámara sellada, perdida en un mundo que ni siquiera conocía se había aferrado a la idea de un mundo distinto, Akershus le ofrecía esperanza, una que durante demasiado tiempo no había conocido.

Akershus, mi fortaleza, donde me esperaban los míos, entre ellos Dani, mis hijos y el lobo gruñón al que también había echado de menso durante el viaje.Me acercaba a mis tierras, atravesaba la frontera cuando para mi sorpresa y mi caos interno, Akershus no parecida estar en pie, no hubieron cuernos, nada que proclamara la llegada de su héroe ¿por que?
Al galope me adentré a través de aquel portón que dos soldados jóvenes alzaron al verme llegar, no necesitaba ser experto en guerras para saber que una  larga y dura había acontecido en mis tierras, aun olía a piras funerarias, mis muros se mantenían en pie, mas ¿a que precio?

Desmonté en el patio de armas con la espada del caos bailando a mi espalda, desesperado busqué con la mirada a mis hijos, a la pirata, a mis generales y amigos mientras las voces se alaban, algunas reprochando mi falta.
¿Que demonios había pasado? El hijo de puta de Randulf había aprovechado mi ausencia para masacrar a los rebeldes y por lo que podía ver había hecho un gran trabajo*

Ulf estaba supervisando la reconstrucción de aljibes tan necesaria para el abastecimiento de agua limpia que dejase atrás la pestilencia a la que los había condenado la magia negra del rey. Dani había usado la espada, a sabiendas de que tendría un coste personal, pero no podía hacer otra cosa dadas las circunstancias y para recibir a Höor sólo estaban sus hijos y ella misma, que en toda la semana había dormido no más de seis o siete horas en total. Lo vio llegar a caballo hasta el patio de armas y los niños salieron en tromba, como era de esperar. Los dejó unos segundos, pues era su padre y no lo veían en meses. ¿Estaba entero? ¿herido? Lo observó con cierta ansiedad, pues hasta que no lo comprobase por si misma no sabría cómo llegaba. Recordaba cuando llegó de Japón, bloqueado mentalmente hasta casi ni reconocerla. ¿Habrían cambiado de nuevo las cosas? Tragó saliva y se acercó en silencio, tendrían mucho que hablar después pero lo cierto es que verlo allí de carne y hueso fue un impacto que despertó complejos sentimientos.*

Mis hijos salieron en tromba, los miré no a uno, repasando sus rostros con mis dedos, perturbado, necesitaba asegurarme de que estaban sanos, salvos y enteros, me fui relajando cuando el ultimo de ellos, Niels que reposaba sobre los brazos de Orn adormilado extendió hacia Dani sus brazos lloriqueando, no me reconocía, mi hijo no me reconocia pero estaba bien.
Elevé la mirada hasta encontrarme con los ojos perdidos de la pirata, no podía ni siquiera imaginar el infierno que había pasado en mi hogar, cualquiera en su sano juicio hubiera levado anclas y se hubiera largado, pero ella seguía ahí, en pie, recibiéndome, esperándome y luchando por Akershus. En ese instante creí que no la merecía.
Estaba arrodillado, a la altura de mis hijos pero no tardé en ponerme en pie, me acerqué a ella despacio, no sabía si me daría un beso o un guantazo y quizás merecía lo segundo y necesitaba lo primero.
-Lo siento -susurré contra sus labios antes de presionarlos con mi boca -no debí dejaros.

Aunque no era por placer, trataba de solucionar el problema de Hela, pero mi aventura había costado muchas vidas y sabía que esto me lo reprocharían.
-¿que ha pasado Dani? ¿cuantas bajas? ¿los generales? ¿Ulf? ¿Giuliana y los niños..? -las preguntas salían disparadas de mis labios contra los suyos mientras la sangre hervía por mis venas y la espada a mis espaldas se iluminaba con un rojo fuego dispuesta a clamar venganza, a sembrar caos.*

Sabía que Höor estaba deshilachado por dentro, desgarrado al ver qué quedaba de Akershus, y eso no sabía que ella y Ulf habían dejado el destino de la ciudad en las manos de Khayla, Lund y Atharal porque se fueron a buscar la otra espada como encargo de Thor. En ese momento sólo lo abrazó, reconociendo su tacto, su olor, estaba algo más delgado como era de esperar. Se separó un instante y lo miró a los ojos, no había reproche en sus mares azules porque también se sentía culpable de lo acontecido. Pasó las manos por su rostro, comprobando que estaba allí, que no era un sueño y exhaló el aire despacio. La espada a su espalda brillaba con un fulgor gélido y blanco que la hacía estremecer.

— vamos dentro, hay mucho que contar.*

Rodeé con mi brazo su cintura y tiré de ella hacia el interior del caserón, los niños correteaban felices a nuestro alrededor, inocentes, habían pasado calamidades, estaban mas delgados y aun así reían felices ¿cuantos niños habrían quedado sin padre? ¿cuantas familias ahora estarían llorando las perdidas y no celebrando un reencuentro como yo lo hacía.

Ordené a una de las doncellas que acomodara a las dos mujeres que venían conmigo en el piso superior. La volva y yo nos dedicamos una mirada complice antes de que esta se perdiera tras la sirvienta a través de la puerta.
-¿que ha pasado Dani? Lo mataré, atacaré y lo mataré...ha aprovechado mi ausencia para asediaros y masacraros. Necesitaremos dinero, reconstruir esto va a llevar tiempo y muchos esfuerzos, mientras estemos así, no podremos proteger a otras aldeas, Randulf ganara territorios..
Mi cabeza iba a mil por hora, era incapaz de dejar de pensar en el norte, fue entonces cuando me detuve, tiré de su cintura para sentarla sobre mi regazo y hundí en su cuello la cabeza encontrando un poco de sosiego y calma entre sus brazos.
-Lo siento.

La había echado de menos, había soñado con este encuentro, bueno, no con este exactamente, pero aunque no era así, estaba allí, con ella. Cerré los ojos y aspiré su aroma, rocé con mi nariz su piel tibia.
Te he echado de menso, demasiado -confesé -creía que te habrías largado, pero si no lo has hecho tras esta guerra creo que nunca recogerás tu bandera y te largaras de mi casa y te lo agradezco porque he descubierto que no quiero una vida sin ti.*

Esas palabras llegaron muy hondo, las había anhelado, soñado y deseado, pero como dos titanes que eran, no se abrirían el uno al otro hasta que no sucediese una desgracia y no hubiera tiempo. Ella tampoco quería una vida sin él, ni largarse de Akershus con su bandera de calaveras pero quizás después de contarle lo que había pasado fuera él mismo el que le pusiera la maleta en la puerta.
— No te preocupes ahora por el dinero, estoy en ello… bajas… muchas.— paseó los dedos por su cabellera oscura acercándose a sus labios, otro beso, por si fuera el último.— yo también te he echado de menos.— deslizó las manos por sus costados y desabrochó las correas que sujetaban la espada del Caos para dejarla sobre la mesa sin tocarla. Después se quitó la capa y desabrochó las suyas dejando la otra espada al lado de su hermana y miró a Höor.— no la toques…cuando la espada elige a su paladín, quien no sea éste morirá al tocarla con ánimo de ser usada. Son tres. La tercera está abajo, junto a su guardián, en las mazmorras.

La cara de Höor fue de no comprender, ¿qué demonios le estaba contando la rubia?. Cerró los ojos un segundo tratando de escoger bien las palabras, y suspiró.

—Ulf, Giuliana y yo partimos a buscarla por encargo de Thor. Ahí fue cuando nos atacó Randulf. Lo siento. Lo siento mucho. No debimos ir, tendríamos que habernos quedado en Akershus, aunque… no habríamos podido salir de la plaga sin esa espada.*

Cuando la pirata empezó a desabrochar las correas que anudaban la espada a mi espalda ladeé la sonrisa.
-Si que me tienes ganas -atajé a decir llevando mi diestra a su nuca para atraerla contra mis labios con hambre, mas pronto me di cuenta que no seguía el beso si no que trasteaba con las cinchas propias hasta que otra espada quedó sobre la mesa junto a la mía. ¿Eran iguales? ¿Que estaba pasando?

Ladeé la cabeza con cara de no comprender absolutamente nada de lo que hablaban ¿Thor? ¿Por que Thor se aliaba con Randulf para dejar vendidos a los rebeldes contra sus bestias inmundas.? Negué con la cabeza, seria Loqui ¿el dios del engaño? ¿Había usado sus artes con Ulf y con Dani?
-No lo entiendo ¿para que necesitas una espada?

— Porque es la única que puede hacer crecer la vida que tú siegues con la tuya. La espada del caos, la de la luz y la del equilibrio son armas forjadas para los dioses, pero condenadas a que no las usen porque en el inicio de los tiempos hicieron un mal uso de ellas. La del equilibrio impide que estas dos se anulen la una a la otra y el universo explote…más o menos, no lo logro entender muy bien, es lo que nos contó Thor. Pensamos que tenerla en Akershus sería lo conveniente ya que no sabemos qué puede hacernos esa.— señaló la que había conseguido Höor.

-Me dijeron que esta espada me condenaría, que mi alma tal y como la usara se oscurecería, que nos perdonen los dioses y el norte porque yo no encuentro perdón para mi mismo. Hemos condenado a muchas familias, casi estas espadas acaban con la revolución Dani, no se si comprendes la importancia que tiene para mi el norte. No se porque pensaste que ir en busca de la espada dejando vendido Akershus por tierra y mar era lo correcto. No descargaré sobre ti mi ira, ni mi frustración que es mucha porque soy consciente de que yo soy el único responsable, no debí abandonar estos muros, no sin estar seguro de que todos los habitantes de la fortaleza iban a estar seguros, lo mío fue imprudente, lo vuestro, una desfachatez, habéis servido Akershus en bandeja a mi enemigo ¿en que pensabais?*

— ¡¡No lo sé!! De pronto un día un tipo en calzones que tiene un martillo que saca rayos me dice que hay una espada que puede contrarrestar la oscuridad de Hela, la maldición que portarías con esa arma, y que no está todo perdido si tenemos las dos. Que nos protegerá y nos ayudará. ¿Dioses? Si ni siquiera sabía que existían. Pero fue así, nos ayudó durante el viaje. Al regresar y ver la desolación me di cuenta que somos simples peones de los dioses, ellos saben por qué hacen las cosas si es que hay una razón, y nosotros pues… no sé, simplemente… lo acatamos y tratamos de vivir ¿no?

-No, luchamos Dani, eso hacemos aquí en Akershus. Es cierto que los dioses nos llevan mucha ventaja, Hela es una diosa a la que estoy desafiando con una espada ¿te das cuenta? lucho, no permito que sus designios aboquen a la muerte a Midgard, no consentiré que convierta a la tierra de los hombres en su Hel particular.
Cerré los ojos estaba cansado y me costaba asumir todo lo que en mi ausencia había pasado.
-¿Khayla y Lund? ¿donde están? -me puse en pie, mi gesto de dolor fue claro, ni siquiera me había quitado la armadura y ya tenia miles de problemas que enfrentar en Akershus.
No quería ver a Ulf, así que tras saber que estaba bien rehuí nuestro encuentro porque se lo echaria en cara y no quería que eso sucediera ahora.*

— Yo no podría haberlo hecho mejor.— dijo, refiriéndose a Khayla y Lund, cuya labor al frente de aquel asedio había sido inmejorable. Lo agarró de la muñeca para girarlo y sujetarlo de la barbilla, quería que la mirase al decirle aquello.— Y yo no consentiré que te pierdas a ti mismo luchando. Me niego, ahora no.

Había muchas cosas que habían salido mal, la situación parecía tener muchas elecciones posibles, pero en verdad ninguno estaba siendo dueño de su destino, era sólo piezas de un ajedrez divino y lo único que aún les pertenecía era sus respectivas almas, no iba a dejar la de Höor a la deriva de la espada.*

Nuestras miradas chocaron impetuosas, como lo haría el bien y el mal, como el filo de las propias espadas que ahora nos pertenecían, las palabras a veces sobraban y en ese instante lo hicieron porque ambos quedábamos unidos por algo mas que nuestros miedos.
Ella no me dejaría caer, pero mi abismo era muy oscuro, lo había visto.
-Espero que tengas mucha luz en esa espada, estoy acostumbrándome a pelear a ciegas y bajo las sombras -respondí antes de soltarme de su agarre para caminar hacia el despacho.

A mi paso empecé a ordenar a los soldados que reunieran a mis generales, no se ganaban las guerras llorando las perdidas, ni se reconstruía una fortaleza hablando de amor sobre un sofa plagado de culpa y de reproches que ya no importaban.
Las decisiones habían sido tomadas, este había sido su desenlace, ahora tomaríamos otras y renaceríamos como el Fenix, no había otra opción para el norte, no iba a arrodillarme ante Randulf y no dejaría un mundo de servidumbre a mis hijos.
-Dani, te necesito en el despacho.*

Se abría otra larga y dura cuesta que escalar, pero al menos esta vez no la echaba hacia atrás ni ella se replegaba a su barco, se sentarían a solucionar los problemas y buscarían la forma de cerrar las heridas inflingidas por sus decisiones. Era la lacra del líder, el precio a pagar por ser la cabeza visible. Asintió y agarró su espada, no quería dejarla al alcance de los niños, eran demasiados peligrosas.

Esa frase la leyó escrita en algún lugar y la grabó en su memoria. Viendo a Höor allí en el despacho, inclinado sobre el mapa, haciendo balance de daños, reorganizando las defensas, hablando con sus generales sin vacilar ni un segundo, le acudió a la mente. Coraje, valor. Él encarnaba ese principio a la perfección, pero bien sabía que cuando se cerrase la puerta el hombre que conquistaba al miedo necesitaría un descanso, que alguien hiciese la guardia por él. Se quedó en segundo plano, ella ya había mandando suficiente en su ausencia, haciéndolo lo mejor que supo, pero él era el conde, el dueño de esas tierras y el alma de Akershus. La ciudad podía resurgir sin Morgan pero no sin Höor Cannif.

Los dejó hablar y explicarse, cada uno con sus cuentas pendientes y con cierto reproche en la mirada, que nunca llegaba a aflorar a los labios, pues le eran leales y sabían que el conde podía equivocarse pero jamás haría algo por puro capricho, siempre había una razón para sus actos por descabellados que pareciesen. Permaneció en silencio casi todo el tiempo, mirándolo, sus gestos, la forma en la que volteaba la cabeza cuando escuchaba con atención mientras pensaba… era como redescubrir esos pequeños detalles que se perdían en el día a día. ¿Estaba orgullosa de él? sí, ciertamente sí. Quizás no se lo había dicho, pero lo notaba en ese momento en el pecho, empujando por salir.

¿Le había dicho hace un momento que quería un vida con ella?si, no había sido su imaginación y ella le había contestado que quería lo mismo. Notaba como las entrañas estaban apretadas como un puño cerrado alrededor de un manojo de hilos, una vida era mucho tiempo, una vida era dejar de pensar en uno mismo para compartirla con alguien, convertir al otro en el principio y el fin, en el camino y el hogar; una vida era envejecer para ver el fin de los días dorados y aún así seguir juntos. ¿Estaban preparados para algo así? ¿Lo estaba alguien alguna vez? Al parecer no era tan difícil, mucha gente tomaba esa decisión y les iba bien, pero también mucha gente lo hacía y se convertía en un infierno. Ellos bien lo sabían, quizás por eso esta vez no sucediera, sabían lo que era naufragar en el amor, quizás hubieran aprendido ya la lección a pesar de ser dos titanes.

Perdida en sus pensamientos de pronto vio todos los ojos puestos en ella y Höor frunciendo el ceño. ¿Le había preguntado algo? Carraspeó levemente ¿se habría dado cuenta el conde de la cara de idiota que debía tener al estar pensando en él?.

— perdón, estaba haciendo cuentas mentalmente y no escuché la pregunta.*


Los generales me iban poniendo al día, mis manos surcaban aquel mapa señalando los puntos claves, aquellos que habían sufrido mas daños, los ríos remontables y sin duda las cosechas que aun nos quedaban. Abastecer nuestra ciudad era importante, pero no olvidaría la ayuda de aquellos que nos la brindaron, esos que escuchando que los rebeldes estaban en problemas y se quitaron la comida de la boca para llevarla escondidas, aun arriesgando sus vidas, por los túneles cavados, sin ellos esto no habría seguido en pie, sin Khayla, Akershus no existiría en este momento y aunque busqué reproche en su mirada no lo hallé, ella siempre me era incondicional, hasta ahora en los momentos mas difíciles y peliagudos.

-No dejaremos a las aldeas a su suerte, de hacerlo, si nos cerramos a cal y canto en nuestra fortaleza para levantarla Randulf habrá ganado. No solo perderemos la fe de aquellos que confían en nosotros, si no que este movimientos que nació por y para los norteños incapaces de alzar una espada por si mismos para enfrentar al tirano no tendrá sentido. Se que estamos derrotados, peor no nos hemos hundido.
Ulf asintió, señalando las fronteras de Sahale y Viggo, por lo que sabía estas no habían caído, si habían sido golpeadas con dureza pero los licanos se mantenían en pie y era momento de trabajar unidos, nos ayudaríamos todos y saldríamos adelante.

-Dani, necesitaremos recursos -dije elevando la mirada hacia ella que parecía sumida en un letargo impropio de ella -¡Dani! -la reclamé cuando saltó como un resorte para devolverme sus dos mares. Sabia que nunca quiso esto pero no había opción y decírselo delante de los míos evitaba que me lo discutiera, al menso allí.
-Necesitamos dinero y no llueve por desgracia del cielo. Mi patrimonio personal es grande, sacaré una parte, necesitamos dar de comer a Akershus, reparar las flotas, desconozco sus daños pero se que tu tendrás un listado de todos ellos y sin duda tenemos que reparar lo que nos abastece el agua...

No esperaba su negativa, si no su asentimiento, no era lo que ella quería pero para mi Akershus era mi vida y la esperanza de demasiada gente.
-¿Te encargas Dani de hablar con los gestores?
Desvié la mirada hacia Atharal.
-Volaras con el alba, quiero que te reúnas con Viggo y con Sahale, acordar las cosas que necesitan y que desplieguen a sus hombres por las aldeas, quiero saber el alcance que esto a tenido en ellas.
Sobrevolé la sala hasta dar con Lund.
-Se que a los cuerpos de los caídos ya han sido incinerados en las piras funerarias, mas quiero un listado de todas las familias que han quedado desamparadas, se les ayudará económicamente para que tengan un respiro, quiero saber cuantos niños han quedado huérfanos, la gente necesita respuestas, soluciones y ahora solo hay miedo, eso es lo que he visto al llegar a Akershus, es desolador y es lo primero que solucionaremos.*


Asintió y sacó un papel del bolsillo donde garabateó algo y se levantó para dejarlo al lado de la mano de Höor. Allí estaba el balance provisional de gastos y al lado con qué habían sido sufragados, todo salía de la fortuna personal de Dani y de los negocios donde ella tenía firma, aquellos que había hecho bajo el sello de Akershus, como la destilería de ron. Había hecho un cálculo más y lo que restaba para reflotar los barcos y asegurar el alimento por tres meses más, era una suma considerable.

— Sé de dónde sacarlo. Akershus sobrevivirá al invierno.— miró a Ulf de reojo, que también se sentía culpable por haber abandonado la ciudad y cuando Höor levantó la sesión, todos fueron abandonando el despacho.— Mi madre me ha legado su parte del astillero, me la ha vendido simbólicamente por cien libras. Eso nos da unas rentas mensuales de tres mil libras esterlinas, suficiente para mantener la escuela, el comedor y el hospital.— sabía que tendrían que echar mano del patrimonio de Höor, pero tenía en mente una forma de hacerlo sin perderlo, era una escabechina empresarial algo turbia, pero legal y de esa forma podría recuperarlo más tarde.

Se asomó a la ventana con la manos cruzadas tras la espalda observando los tejados destartalados de la ciudad y suspiró.

— No sé qué más hacer para ayudar, mi cabeza no para de darle vueltas…*

Me acerqué a ella na vez la sala quedó despejada y la puerta cerrada regalándonos la intimidad que nos había hecho falta. Mis brazos rodearon su cuerpo anudándose frente a su ombligo y mi cabeza se apoyó en su hombro antes de hundirse ligeramente en su pelo.
-Saldremos adelante pirata, siempre lo hacemos -aseguré con determinación.
Me había puesto en pie tantas veces que para mi ya era una costumbre, admito dolía mas ver sangrar a tu gente, pero me había criado con un monstruo y eso me convertía en algo parecido, no puedes sobrevivir bajo su techo siendo un simple mundano.
-Aceptaré tus rentas, no tu patrimonio.
Ella iba a replicar girando el rostro para enfrentar is pardos cuando con un suave mordisco en los labios la callé para que siguiera escuchando -no aceptaré tu patrimonio, lo sufragaras con el mío. Dani, se que me quieres, pero ambos hemos vivido rupturas, no estamos.."casados" ni compartimos "descendencia" se que quieres quedarte, sabes que quiero te quedes, pero no puedo aceptar tu dinero para una empresa como esta, no ahora, no aun. Tomaras mi patrimonio, se que lo gestionaras con inteligencia y cuando recuperemos Akershus, que lo haremos, volveré a hacer patrimonio...será como un préstamo ¿de acuerdo?

La giré para que dejara de mirar un Akershus convertido en cenizas y me mirara.
-Estoy cansado -confesé -necesito un baño -tomé su mano metiéndola por debajo de mi armadura llevando sus dedos a la camisola mojada de carmesí -y necesito que cosas la herida- dije ladeando la sonrisa cuando su ceño se frunció porque me había mantenido en pie en ese estado -así que... y si vamos a la cama...así enfadada estas muy guapa*

Frunció el ceño, porque sabía que no venía intacto, pero sobre todo porque sabiendo que eso podía matarlo de infección no había perdido ni cinco minutos en arreglarlo.

— por los dioses…hueles como un pedo de Randulf después de haber comido judías.— Discutirle lo del patrimonio era tontería, no sacaría nada en claro, pero si dejaba las cosas en sus manos tenía un par de ideas para conseguir el dinero y recuperarlo luego, tampoco tenía por qué enterarse de los detalles técnicos ¿no?. Sacó la mano para tirar de él hacia los aposentos principales, el servicio que estaba muy espabilado ya había preparado una bañera caliente, ropa de cama limpia y la chimenea en marcha. Cerró la puerta a su paso, colgando la capa y la espada, no quería que nadie la tocase. Hizo lo mismo con la que portaba Höor y le ayudó a sacarse la armadura. Repasó con los dedos casi trémulos la piel de las lumbares mientras sacaba la camisa, allí donde tantas veces había acariciado cicatrices. Seguramente tuviera nuevas, se entretendría en contarlas cuando durmiese, pero ahora sólo necesitaba colocar las yemas de sus dedos sobre la cálida piel y recordar cómo se sentía. Cerró los ojos un momento y se dejó caer hacia delante apoyando los labios en su omóplato y después exhalando el aire despacio.

— te he echado mucho de menos…te vi en un sueño, casi parecía real, pero no podía tocarte como ahora, por eso sé que esto es real por fin.*

Una vez en la cámara Dani aflojó las correas de la armadura, apreté los dientes al sentir como aquel peso metálico abandonaba por fin mi cuerpo dejando la carne por fin descubierta.
La pirata se mantenía en silencio, acariciando con delicadeza la zona de mis costillas, estaba amoratada por el derrumbe de piedras, había sido cauterizada tras el ataque de la hidra, cada nueva cicatriz o herida abierta hablaba de nuevas gestas, victorias que añadir al lienzo imperfecto de mi piel.
-Menos mal que no abundan en Akershus los hombres de piel inmaculada -bromeé quitando importancia a todo como solía hacer.

Su cabeza se dejó caer sobre mi omoplato, sentí contra este la respiración errática de Dani que había aguantado estoica toda la reunión. Cuando la conocí supe que tenia madera, la vi fuerte, inquebrantable y también con la maña suficiente como para controlar a mis pequeñas bestias, ganárselos y hacer de ellos buenos hombres, lo que no imaginé es que no solo conquistaría sus corazones.
Sonreí al recordarla con su pelo perfectamente recogido, su casaca y aquel porte severo, ahora tenía el pelo enmarañado, la mirada cansada y aun así nunca la había visto mas guapa que en ese preciso instante en el que levantó su mirada.
-Yo también te vi, creí que era fruto de la borrachera -confesé -tenía tantas ganas de verte que aunque trataba de sacarte de mi cabeza ...no pude.

Ladeé la sonrisa divertido.
-¿Así que te debo un martillo? ¿como ha obrado Thor el milagro para que quieras pender de tu cuello un signo pagano?
Enarque una ceja.
-¿No habrá obrado demasiados milagros en ti verdad? -pregunté haciendo alarde de mis celos.*

Enarcó una ceja y entornó después los ojos.
—¿en serio, Cannif? Eres tú el que ha regresado con dos mujeres a los lados y aún no te he preguntado por eso. Te marchaste con dos diosas del amor, vale, yo con un tipo que va en calzones, pero lo tuyo es peor.— Alargó la mano hacia el cuello de Hoor donde descansaba su Mjölnir y pasó los dedos por encima.— he comprendido muchas cosas, pero ya tendremos tiempo de hablarlas, entra en la bañera, no soporto más la peste.

Siempre sus dulces palabras acompañando el discurso. No era una Lady inglesa pero había ciertos hedores que revolvían las tripas a cualquiera. Cuando se metió en la tina lo dejó estirarse y zambullirse en el agua mientras ella se quitaba las botas y la ropa. Se sentó frente al espejo a tratar de destrenzarse el pelo, pero desistió porque posiblemente eso ya no tuviera solución y tendría que cortarlas.*

Me dejé arrastrar a la tina sumergiéndome en ella, las claras aguas pronto se tiñeron de marrón y carmesí, estaba muy sucio, no había tenido mucho tiempo de adecentarme en el trayecto de vuelta.
-Creo que si entras vas a salir mas sucia de lo que vas -bromeé aun así extendiendo mi diestra para que me acompañara - Las dos mujeres que me acompañan son una bruja y una joven egipcia que nos hemos encontrado sepultada allí donde estaba la e…


Danielle no lo dejó terminar las explicaciones, no le interesaba saber nada de nadie, ni de esas mujeres ni de nadie más, al menos no en ese momento. Entró en el agua y fue directa a sujetarle la cara con las manos y devorar sus labios, las palabras estaban de más, necesitaba ese momento con él, ya habría tiempo de contarse historias, de decir todo aquello que durante meses se había guardado, pero en ese instante sólo quería que ese “quiero una vida contigo” no se ocultase bajo montañas de palabras y normalidad.*

Jadeé al acoger sus labios, los enterré entre los míos mientras mi lengua ávida de ella se colaba entre sus belfos danzando como una sierpe salvaje en su cavidad. Llevé mi diestra a sus nalgas tirando de esta para que se acoplara arrodillada sobre mi cintura, mi verga alzada como una piedra emergía como un titán de las profundidades.
Mi zurda se aferró a sus pechos, torturándolos, apretándolos, estrujando sus pezones con pellizcos coronando de placer así sus cúspides. Mi boca consumía el aire que quedaba cálido y húmedo entre nuestros labios fruto del deseo y la pasión que habíamos acumulado durante meses.
-Estoy tan cachondo que mas te vale ir despacio, hace mucho que no lo hago -susurré restregando mi punta por su trinchera buscando el agujero donde colarse con ansia. Ella ladeó la sonrisa incitándome, con un sibilino movimiento ondulante se masturbaba el clítoris con el glande.*


El comentario la hizo reír, a pesar de estar tan excitada y enardecida.
—Sus deseos son órdenes, conde.
Se levantó de la bañera, a fin de cuentas ella estaba limpia, él ya estaba presentable, y cogió una toalla con la que se enrolló, haciendo lo mismo con él. La bañera estaba bien para un rato pero siempre acababa arrugada y lo cierto es que prefería la cama, donde proporcionarle caricias lentas como había pedido. Las toallas volaran al suelo al tenderse sobre el colchón en la misma posición que estaban antes. Sus muslos quedaron a ambos lados de la cintura del moreno y comenzó pasando sus manos por las abdominales y pectorales mordiéndose el labio inferior. ¿Quería algo lento y sentido? perfecto, tendría que aguantarse las ganas por un rato, pero así sería. Descendió inclinándose para entreabrir los labios y atrapar el lóbulo de su oreja.

— nunca le cogeré el gusto a ver hombres en gallumbos, te prefiero a ti sin ellos.— susurró para seguir mordisqueándole tras la oreja, bajando por el cuello y rodeándolo hasta alcanzar la nuez. Mientras tanto las yemas de sus dedos recorrían los costados y su sexo friccionaba contra el mástil alzado del vikingo.*

El colchón acogió nuestros cuerpos cansados y también excitados, tumbado de espaldas me dejé hacer, algo impropio en mi pero que hoy me hacía sentir bien, puede que nunca demostrara que era un hombre necesitado de afecto, buscaba el modo de ocultar mis debilidades y también mis sentimientos. En todo lo que hacía en mi vida, incluso en el sexo, rudo, fuerte, siempre espada o escudo, pero hoy, ante ella solo era Höor, el hombre, no el héroe, el que confesaba que necesitaba estabilidad y una vida eterna a su lado, no pude estar mas vencido que contra su piel ni mas seguro de querer un futuro.
Entreabrí los labios dejando escapar el aire de forma pesada al sentir sus besos y mordidas por mi torso, ladeé la cabeza dejando que su lengua marcara un sendero ya olvidado hasta el pabellón de mi oreja donde exhalo aire logrando que mi verga palpitara de pura impaciencia.
El camino resulto tortuoso a la vuelta, mis manos sobrevolaban su piel con desesperación, dibujando las curvas de un cuerpo que mentalmente repasé mil veces en su ausencia.
Mi boca buscó sus labios tras el mordisco en mi nuez, ambos reímos como si los problemas hubieran desaparecido en aquella habitación donde solo estábamos ella y yo.

La volteé en la cama, observé aquellos pechos presos por mi torso, su pelo extendido sobre las sabanas en forma de abanico y sus labios engrosados por mis mordiscos. Mi timón desafiaba la tempestad entre sus piernas, sus caderas eran proa y mi necesidad de empujar llenaba el mástil de sangre haciéndolo vibrar.
-¿Así que solo te pongo yo? -susurré con la voz ronca perdiéndome nuevamente en su boca en un duelo del lenguas dentro y fuera de estas -mas te vale porque soy un hombre celoso y a estas alturas no me importa desafiar a los dioses.

Hundí mi verga en su centro de una estocada, sus manos apretaban mis nalgas ahora endurecidas entre sus dedos.*

Desde luego que era celoso, eso ya lo tenía claro desde el desplante que le hizo cuando tenía un rollo con Lund, pero a esas alturas le daba bastante igual, ella siempre había sido un espíritu libre pero de un tiempo a esa parte había nacido en la pirata el monstruo verde de los celos. Tal vez porque en verdad le importaba mucho el moreno, tal vez porque a cierta edad el miedo a la traición se hacía más duro, tal vez porque sí…quién sabe. Pero la cuestión es que lo veía sonreír y bromear, acercarse y dar unas palmaditas o un abrazo a una vieja amiga, o a la reina de Inglaterra y se la llevaban los demonios. Por el motivo que fuera, tenía la necesidad, no sólo de su contacto y de sus caricias, sino también de demostrarle y demostrar al mundo que era suyo y las cosas de la almirante Morgan no se tocan, so pena de muerte.

Echó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos con fuerza y gimiendo cuando se hundió en sus entrañas. Demasiado tiempo sin sentirlo, demasiado tiempo deseándolo sin poder tenerlo. Colocó las manos en su trasero indicándole con la presión que aguantase un poco así antes de moverse, quería sentirlo unido a ella por completo unos segundos más antes del baile demencial que sabía que los llevaría al éxtasis.

Y lo peor es que había verdad en sus palabras, sería capaz de desafiar a Thor o a cualquiera que le pusiera una mano encima, se habría reído pero simplemente no podía hablar. Elevó la pelvis haciendo que la penetración fuera completa, profunda, y que no cupiese ni una brizna de aire entre ellos dejando escapar un jadeo mientras descendía. Separó las piernas mejor, porque con las prisas de Höor no estaban acoplados completamente y se movió apenas, no quería que saliera de su interior aún, sólo un ligero movimiento, un roce interno que acababa de encender las brasas candentes que abrasaban su sexo.

— Está bien que me hayas echado tanto de menos…pero no te vuelvas a ir tanto tiempo.— le susurró al oído, aunque sabía que eso no estaba en sus manos, ni en las de ella, cualquier misión suicida podía separarlos, pero si mal no calculaba, cada vez se les haría más dura una separación así, dadas las ganas con las que se devoraban.

Onduló las caderas describiendo un círculo, sin dejarlo salir, sólo enardeciendo aún más las ganas locas de empujarla sin medida, mordiendo sus labios a la vez y sosteniendo el agarre sobre su trasero hasta que los nudillos se le quedaron blancos. Era como retener a un potro desbocado, pero tan placentero que firmaba ya por muchos reencuentros así. Aflojó un poco la presión y con la voz entrecortada de la excitación le dijo.

— y ahora demuéstrame las ganas que me tenías.*

Mi pelvis se movía empujando el cuerpo de la pirata que aun retenía mi impulso con sus manos, mi verga completamente encajada en su interior se sacudía hambrienta de guerra.  Enardecida palpitaba entre sus húmedas paredes creciendo mas si cabía, llevándome a un estado de puro éxtasis que me hacía gruñir de desesperación.

Sus palabras supusieron el pistoletazo de salida, en cuanto sus mano ascendieron por mi espalda di la primera estocada, profunda, firme y ruda tambaleé los cimientos de su existencia y la lógica de la propia.

Puede que no lo dijera a menudo pero la había echado de menos, durante mi viaje me esforcé por no demostrar que mi amor por ella era tal que me abrasaba, la mantuve lejos de mi mente para no acabar como loco de celos, de rabia, de soledad. La misión era importante, demasiado como para no dar todo de mi, pero ya no concebía un “mi” sin un “ella” y eso me asustaba.

Enterré mi estaca en su carne, tan fuerte que sus piernas temblaban incapaces de contenerme, mis manos quedaban presas a cada lado de su cuerpo, nuestros pechos friccionaban perlados en sudor mientras nuestras bocas exigían promesas entre mordidas sintiendo las brutales sacudidas de la pasión mas desenfrenada y oscura.

Puede que ahora fuéramos luz yo oscuridad, que nuestras vidas quedaran ligadas a la de aquellas armas de dioses, paladines de su acero, pero sobre esa cama éramos dueños de nuestros sinos.

Embestí de nuevo, las gotas de sudor resbalaban por mi nariz, sus manos acariciaban mis músculos tensos como cuerdas de barco cuando sopla el viento.

-Te quiero

Una vez lo dijo ella, sonó sincero, el mío ronco, ahogado en la necesidad de gemir en cada momento, pero no menos cierto.*

La tempestad desatada en ese colchón ya no tenía freno, a menos que ellos lo pusieran con gran esfuerzo, porque retener la oleada del deseo es como intentar frenar un tsunami. Se tenían ganas, como era de esperar, pero además de carne trémula y la piel erizada, las palabras que acompañaron sus embestidas desataron aún más todo nudo que pudiera retener la cordura de Danielle. Acarició con sus manos las mejillas de Höor, llevándose el sudor con ellas y bebió el agua y la sal de sus labios, una vez, y otra sin apenas dejarlo respirar. Podría haber tenido sexo con muchos hombres pero nunca había besado de ese modo a ninguno, como si el fin del mundo estuviera a un suspiro. El ritmo se intensificó, los jadeos y gemidos inundaron el aire en una sinfonía de alientos en combustión, de miradas que se abrasaban; se estaban entregando el uno al otro a carne viva, a corazón abierto.

Alcanzó el primer orgasmo de forma explosiva, ni lo vio venir. Eran tantas las sensaciones, tan intenso el reencuentro que su cuerpo se tensó, mojándose y contrayéndose arqueando la espalda y agarrando la sábana arrugada en un puño. Su mente quiso gritar pero sus cuerdas vocales se quedaron sin energía y sólo pudo exclamar un gemido sordo tras lo cual su cuerpo quedó laxo. Se le había nublado la vista, que recuperó en unos segundos para volver a contemplar los ojos castaños y la sonrisa de suficiencia del conde. Siempre competían, pero esta vez le daba igual “perder” porque en verdad se sentía ganadora. ¿Dos orgasmos o tres por el precio de uno? Firmaba ya.

— creo que eso era un intento de “yo también”…apuf.— sonrió y empujó a Höor hacia un lado saliendo de la cárcel que era su cuerpo y subiéndose a horcajadas sobre él. Reptó por encima de su cuerpo mordiendo y besando a su paso lo que encontraba, haciendo un alto en su ombligo para recrearse en él mientras le daba el tiempo justo a su corazón desbocado por el éxtasis a que se recuperase para el segundo asalto. Contempló desde allí los ojos turbios y expectantes del vikingo y ladeó la sonrisa sujetando su miembro erecto y comenzado a darle atenciones: besos, lamidas y caricias primero con una mano, luego con las dos. Por la forma en la que dejó caer hacia atrás la cabeza y dejó escapar el aire supo que estaba conforme, seguramente quería empotrarla y correrse, pero había dicho “lento”, ¿no? Pues lo haría “sufrir” un poco más, era la ventaja de ser mujer y recuperarse en dos.

Su clímax pinto en mi cara una sonrisa de sentirme vencedor de la gesta, mientras ella temblaba bajo mi cuerpo como una hoja mecida por el viento de otoño.

Ambos no éramos primerizos en esto del sexo, pero por contra andábamos en pañales en lo referente al amor y este era fuerte como mis embestidas, determinante como su carácter y sin duda plagado de miedos, silencios y razones que nadie entendería si no estaba loco o había vivido nuestras vidas.

Azoté su trasero haciendo vibrar su sexo en una nueva acometida de placer cuando me derribó empujándome por el pecho, me dejé vencer sobre el lecho con los pantanos turbios y los labios entreabiertos, beso mi piel, la limpió con su lengua y observó con sus dos azules lo elevado y húmedo que andaba mi mástil. Sonrió esta vez siendo ella la dueña y señora de la situación, con su primer roce mi verga vibró buscando mas lamidas que no tardaron en llegar recorriendo el tronco de arriba abajo, recogiendo las gotas que resbalaban por mi glande.

Mis dedos se enredaron en los rubios mechones de su pelo, engulló mi miembro con su boca, succionándolo por completo. Mi cabeza se venció hacia atrás, mi boca entreabierta dejo salir sin pausa el pesado aliento. Mis caderas la buscaban ,empujaban mas adentro casi rozando su campanilla.

-Ufffff, Dani...-apenas era capaz de hablar en ese momento, así que tras dos nuevas acometidas tiré de sus mechones dorados para que apartara su boca o la llenaría de mi esencia.

-Joder -susurré cuando elevé la cabeza centrándome en su media sonrisa.

Se relamió los labios mojados en mi sabor y se dejó guiar por mis manos cuando tiré de ella para que se diera la vuelta.

-Se te a puesto un culo muy duro pirata-aseguré girándola para que me cabalgara de espaldas. No iba a aguantar mucho, si embestía yo, serian un par de metidas, esperaba así aguantar un poco mas.

Se dejo caer enterrando mi polla en su laberinto despacio, azote sus nalgas para tomarlas con mis manos y abrirlas, podía ver mi verga completamente sumergida en su coño y como este lo besaba con cada movimiento tragándoselo.*


Aunque su vida fuera el mar, se había criado en la campiña inglesa y montaba a caballo como cualquier británica de alta cuna. Presionó con las rodillas a los lados de los muslos de Höor y comenzó a subir y bajar como si se tratase de una montería, las manos ajenas la recorrían sin pausa y cuando se aferraron a la carne de su trasero notaron la merma de tejido blando producido por la expedición de duras condiciones que habían hecho. No sabía cómo tomarse eso ¿la estaba llamando gorda antes? Sonrió bufando, porque en cualquier caso tampoco se le había quejado anteriormente si en algún momento la abundancia de carne era un problema.

— Pues tú tienes un poco de michelín aquí…— le pellizcó el costado entre risas, porque además no era cierto, estaba un poco más delgado, nada grave que no pudiera solucionarse con buenas comidas y algo de reposo. Posó las manos sobre las suyas mientras las caderas danzaban arriba y abajo y describiendo círculos despacio. Jamás se había sentido tan insegura respecto a su cuerpo como con él, los piratas eran gente de mala calaña y poco exquisitos, pero él era un conde rodeado siempre de mujeres bellas y poderosas, y eso siempre la había hecho dudar, pero no en ese momento, que sentía tener su atención total y un deseo enorme y sin pegas por ella. Se sujetó el pelo con las manos mientras aumentaba el ritmo y el moreno deslizaba sus dedos por todas partes, campando a sus anchas mientras ella disfrutaba y jadeaba del momento. Cazó una de sus manos y la llevo a su pecho, allí estaba mejor, le gustaba que la tocara, que la necesitara de ese modo.*

Elevé el torso quedando sentado para que mis manos pudieran torturar sus senos, apretándolos, acariciandolos y pellizcando sus dos pezones mientras la pirata cabalgaba sobre mi estaca hundiéndola hasta el final de sus entrañas.
Sentía la caída en picado, el abismo abrirse de placer, la empujé hasta que cayó a cuatro patas sobre las sabanas, sus dedos las arrugaron con saña, al sentir que yo de rodillas la embestía con fuerza.
Mis dedos se hundieron en su carne, atrayéndola contra mi pelvis con mas fuerza, choque de yunque y martillo y el chapoteo de una rana en la charca de nuestros propios fluidos.
Gruñí henchido en placer mordiendo su espalda sintiendo como me esparcía en su interior, dejándome embargar por la sensación de sus paredes contrayéndose y relajándose sobre mi mástil que aun supuraba leche.

Permanecí dentro un tiempo, respirando contra su piel de forma brusca, con mi pecho sobre ella, con los ojos completamente cerrados, sintiéndola mía, esa palabra me gustaba para referirme a ella.
Solo cuando mi verga empezó a menguar salí de su interior dejando caer sobre el colchón, le tendí la mano para que me acompañara en el merecido descanso de dos guerreros que nuca vendían su piel barata.
-Tendremos que separarnos mas a menudo -bromeé llevándome un merecido manotazo en el pecho que me hizo reír a carcajadas -o no…*

Se acomodó contra él haciéndose un hueco entre sus recovecos, enlazando las piernas y posando el brazo izquierdo sobre su torso, apoyando la cabeza en su pecho y suspirando de puro placer y relajación. Le había dicho “te quiero” igual que esa vez que a ella le salió sin pensar. Eran dos palabras terribles por lo que significaban, pero también llenaban de luz los rincones de su corazón escondido y protegido por mil escudos.

En ese mismo momento se sentía la dueña del mundo, capaz de poder con cualquier cosa, lejos de su mente fría, racional y analítica. Luego llegaría la hostia al pensarlo, pero ahora daba igual, por una vez que se sintiera así, estaba bien.

— una vida contigo…— murmuró, parafraseando sus palabras, las que le había dicho al llegar.— si hay más de esto, creo que no me lo voy a pensar.— sonrió de medio lado bromeando.*

Abrí los ojos sobresaltado, un sudor frío recorría mi espalda erizando mi piel mientras mi pecho subía y bajaba furibundo tras haberme alzado quedando sentado sobre el lecho.
Dani dormía a mi lado plácidamente, cerré nuevamente los ojos restregándome la diestra por ellos, aun no había amanecido, ni siquiera los primeros rayos del alba cruzaban los postigos. Me costaba dormir del tirón desde el derrumbe en el que casi pierdo la vida, supongo que como todo se me pasaría con el tiempo, hay cicatrices que son mas profundas y otras que nunca curan.

Me alcé despacio tratando de no despertarla y me acerqué a la palangana para mojarme la cara, la nuca y el pelo, las gotas resbalaron por mis mejillas perdiéndose en mi barba de mas días de lo que acostumbraba, había sido una buena noche, de las mejores y eso me hizo ladear la sonrisa mientras descalzo me acercaba a la ventana.
Akershus estaba en ruinas pero lo levantaríamos, todos éramos expertos en alzarnos ante las adversidades y aunque este había sido un gran revés, no era nuestra muerte.*

Durmió profundamente, agotada física y mentalmente y por fin, saciada. En aquellos meses una especie de vacío extraño se apoderaba de su interior, una sensación de que algo faltaba, de que algo sangraba y se escapaba dejando un hueco, la perseguía. Pero después de compartir piel, susurros y palabras cómplices había desaparecido dejando sitio a la placidez. Verlo llegar entero había sido como amarrar a puerto tras una tempestad, alivio, descanso, felicidad.

Notó el frío a su lado y se removió, por debajo de la manta se había colado el fresco aire del norte, y donde antes la calentaba la piel de vikingo sólo había vacío. Abrió los ojos con cierta urgencia, ¿habría pasado algo? Pero al ver su silueta en la ventana se dejó caer de nuevo sobre la almohada.

— ¿Ya ha amanecido? ven…quédate unos minutos más conmigo, será un día duro.*

Al escuchar su voz a mis espaldas me giré dibujando una picara sonrisa en mi rostro.
-No, aun es de noche -susurré mientras me acercaba nuevamente al lecho para dejarme caer nuevamente a su lado sobre las sabanas.
Me enredé en su piel, complice busqué sus labios mientras la contemplaba, hacía demasiado tiempo que no estábamos así, juntos en esta cámara y quizás antes no lo apreciara del mismo modo, quizás porque tenia miedo a que con las primeras luces del alba saliera corriendo, peor ahora era distinto, como si lo nuestro se hubiera afianzado y hubieran desaparecido ciertos fantasmas.

Recorrí con mi nariz la piel de su cuello dejando por ella un reguero de besos mientras trepaba sobre su cuerpo convirtiéndome en escudo y en espada el mástil que pronto se alzó al contacto con cada curva peligrosa de la pirata.
-Nos queda tiempo -bromeé riéndome contra sus labios mientras ella negaba con la cabeza con cara de "eres incorregible"
Pronto ambos nos sumergiríamos en un millón de obligaciones, corrían tiempos difíciles para el norte, pero en esa cámara era como si todo se hubiera detenido para nosotros por unos instantes*

Eran muchas noches deseando besos, abrazos y placer, noches que se le antojaron eternas y muy frías. Ahora que podían estar juntos no desaprovecharía ni una oportunidad, pues lo que se les venía encima no era poco. Seguramente tuviera que partir en algún barco en busca de negocios, cargamentos de víveres etc y él a asegurar fronteras. Quería encargarse de grabar en su piel a fuego el mensaje que se alzó alto y claro el día anterior: una vida juntos. Porque podía ser muy corta, así que durase lo que durase, la quería compartir con él. Le hizo un hueco entre sus piernas mientras aprovechaba para acariciar esa barba de varios días y degustar con calma sus labios. Había tenido una buena ración horas antes, pero no se cansaba de ellos.

— No sé cuándo podremos repetir esto así que por si acaso…*

Si algo había necesitado durante este viaje había sido a la pirata, no solo este tipo de encuentros, si no a ella como pareja, animándome, sujetándome y alentándome en cada paso.
Supongo que em había acostumbrado a estar solo tras lso muchos abandonos de Valeria y ahora que ella había irrumpido en mi vida sin previo aviso me daba cuenta que la idea de seguir acumulando fantasmas era destructiva

No solo no era un cobarde, si no que lo suficiente fuerte como para arriesgarme a tener algo distinto con ella, algo serio, una vida, una juntos. Me encajé entre sus piernas sin dejar de besarla, mi acero bailaba contra su entrada completamente enardecido, lleno de sangre vibraba cuando la puerta fue un par de veces golpeada.
-Ulf -susurré contra los labios de la pirata -lo despellejaré
Si era él lo largaría de una patada, mas por contra asomó la cabeza de mi hijo Sirius que al venos de esa guisa cerró la puerta primero como si viera a la misma Hela para luego escuchar su risita tras la puerta.

Daní mordió mis labios empujándome del pecho para que bajara y así, colocados en una postura menos "comprometida" le dijimos que pasara.*

Cuando la puerta sonó maldijo mentalmente a Ulf, que tenía la maldita costumbre de interrumpir siempre en lo mejor, pero esta vez no fue el lobo sino Sirius, seguramente habría tenido una pesadilla, y ahora que su padre había regresado, era normal que fuera a buscarlo. Se colocó un camisón y se acercó a la puerta para que el niño pasase al interior.

— eh… hola…¿qué pasa? No puedes dormir?*

Sirius entró primero con cierta timidez, cerró la puerta a sus espaldas y descalzo caminó hacia la cama, el ultimo trozo lo hizo corriendo hasta de un salto subir colocandose entre nosotros.
-¿Que pasa hijo? -pregunté enarcando una ceja al ver como antes de hablar le daba vueltas a algo.
Si me preguntaba como se hacían los hijos por Odin que me largaba a entrenar y dejaba a la pirata allí explicándole el asunto.
-Papa, cuando atacaron Akershus, hice algo...

Asentí buscando su mirada asintiendo con la cabeza para que continuara.
-Hice algo que estuvo bien para Akershus, para que nos salvaramos, pero mate a gente papa, matar esta mal ¿verdad? esa gente tiene familias ¿verdad? es decir, tu un día obedeciste a Randulf, matabas para él ¿entonces? ¿hubiera podido matarte?

Joder, la pregunta se las traía, busqué con la mirada a la pirata tomando aire mientras rodeaba los hombros de mi hijo con el brazo para que se apoyara en mi pecho.
-A veces las cosas son difíciles de comprender Sirius. Yo nací en la fortaleza de Randulf, él era mi tío y mi madre su hermana. Digamos que no siempre pude elegir mi destino..es posible que haya gente entre las filas de mi tío que no ha podido elegirlo, pero en la guerra o matas o te matan, es la ley mas sencilla, la mas fácil de comprender. Si no hubieras arrancado sus vidas, hoy quizás no estaría aquí Orn, o Niels, o Giuliana ¿lo entiendes? Quizás no estarías tu aquí conmigo, la guerra trae muerte, intenta que no sea la tuya hijo.*

La rubia asintió con la cabeza y besó la cabellera oscura de Sirius. En las palabras de Höor había mucha verdad.

— No siempre se puede elegir por quién o por qué luchar, pero si tu corazón te empuja a defender Akershus, hazle caso, él sabe lo que hace. Yo ni siquiera soy de aquí, pero algo dentro de mi me dice que este es mi sitio y que debo luchar por protegeros. ¿Lo entiendes?.— Sirius asintió y lo dejó que se acomodase entre ambos. Le sonrió con cierta resignación a Höor y se acomodó de nuevo dentro del lecho, si el niño necesitaba ese calor para paliar una noche oscura de pensamientos que corroen, no sería ella quien se la negara.*

Sirius parecía quedarse mas tranquilo ahora, se apoyó en el regazo de Dani y cerró los ojos mientras ambos nos mirábamos con cierta resignación, no me importaba dormir con mi hijo, peoro admito tenía ganas de perderme en aquel cuerpo curvilíneo.
Acerqué mis labios a su boca y le robé un beso primero suave que después se tornó húmedo, un baile de lenguas que nos dejaron sin aliento y con una promesa clara de la necesidad de un nuevo encuentro.
-Tengo que ir a entrenar, ademas de preparar todo, hay mucho que hacer pirata, pero puedes quedarte un rato a descansar -le dije mordiendo su inferior con suavidad.
Todavía teníamos mucho de lo que hablar, entre otras cosas como había conseguido esa espada y porque Thor había pensado en ella para empuñarla.

Me puse en pie mirando la imagen de la mujer con la que pensaba caminar de por vida con mi hijo entre sus brazos. Esto no era tan fácil como un tu y yo convertidos en "nosotros" ambos arrastrábamos grandes cargas, muchas responsabilidades, por eso íbamos despacio, con pies de plomo.
Me acerqué a la silla donde estaba doblada mi ropa, frente a esta el tocador donde Dani se arreglaba, era curiosa la diferencia ..cuando lo usaba Valeria estaba lleno de potingues, pero Dani apenas tenía un perfume y poco mas, bueno, eso y las hierbas que tomaba para no darme descendencia.
Sobrevolé el frasco con la mirada antes de echarme la capa por los hombros.
-¿Nos vemos en la comida? -pregunté.
No sabía si embarcaría antes de tiempo para conseguir víveres y demás útiles para Akershus.*

—Claro. Los cargamentos que pedí nada más llegar están por arribar a puerto. Habrá que distribuirlos y poner a punto los barcos antes de zarpar de nuevo. Calculo que eso será como pronto la próxima madrugada.— Sirius estaba hecho un ovillo mientras ella le acariciaba los rizos negros. En su mirada hacia Höor se notaba la intensidad contenida, estaba aceptando esa promesa de más veladas entre besos y caricias. El pequeño se dormiría en breve y quizás ella pudiera echar una cabezada más antes de poner todos los engranajes de su despierta mente a funcionar, conseguiría esos recursos sin tener que menguar demasiado el patrimonio del conde.*


Danielle partió esa misma mañana a Bergen a realizar todos los negocios pertinentes para recuperar el dinero que necesitaban para reflotar Akershus. Sabía que Höor quería que empeñase su patrimonio para avalar las deudas, pero eso lo mermaría y mandaría un mensaje equivocado al exterior: el conde Cannif se queda sin recursos, no es buen socio para nada.

Como experta en comercio legal e ilegal, sabía que mantener la confianza de los socios era crucial, así que hizo una maniobra arriesgada a costa de su fortuna personal con el montante que había cumulado durante tantos años de saqueos y botines. Siempre invertía en negocios rentables y en oro, que nunca bajaba de precio, así que con toda su pericia consiguió el dinero con un contrato ventajoso que les permitiría recuperar ese patrimonio sin problemas y sin pagar elevados intereses.

Buscó inversores para diversos negocios, accionistas con capital que aportarían ese dinero y se llevarían dividendos más adelante, y todo eso tras vender un cargamento de rubíes robados a Randulf. La cabeza le estallaba ya de tantos números y cuentas, llevaba cuatro días en Bergen y el quinto por fin, levaron anclas, pero fueron cinco días que le parecieron cincuenta. Apenas habían podido hablar, era urgente traer suministros a la ciudad y el dinero suficiente para seguir plantando cara, y la inglesa sabía que el deber estaba antes que la diversión. El trayecto era corto, apenas seis o siete horas de navegación con vientos favorables, durante la vuelta se quedó casi todo el tiempo mirando por la proa, con la mano sobre el timón, pensando que todos pagaban un precio por sentir Akershus como su hogar, incluso ella, pero lo cierto es que no se arrepentía de haber tomado las decisiones que tomó.*



La semana había sido intensa, fortalecer las fronteras era esencial para que las aldeas y la propia fortaleza de Akershus tuvieran un poco de tregua. Para eso tuvimos que tomar las armas, los hombres estaban cansado, hambrientos pero si en algo se caracterizaban los norteños era en su valor, hacían lo necesario por mantener sus tierra a salvo y su cabeza alta. Si estos tenían que ser nuestros últimos días brindaríamos con jarras de hidromiel en el Valhalla, peor no dejaríamos a nuestros hijos un norte caído y una vida de esclavos.

Luchamos, lo hicimos hasta que el ultimo de los soldados de Randulf tocó retirada hasta sus tierras, las manadas se tornaron fieras y de nuevo aseguramos el perímetro como pudimos, esto no era una victoria, peor si un pequeño triunfo que nos daría tiempo, tiempo para que Dani volviera con recursos.

Pedí a la atalaya que mejor vista tenía hacía madre mar que se me informara nada mas divisaran el "Reina Anna".Tocaba el ocaso nuestras tierras cuando junto a mis hombres cruzaba los portones de Akershus, embarrado, lleno de sangre, con la armadura pero con esperanza como bandera fui recibido por los míos, a mi lado el lobo que buscaba con la mirada a su mujer, ella tenía que restablecer toda la enfermería, pero nunca faltaba cuando Ulf volvía a casa.

Desmonté del caballo acercándome a mis hijos para saludarlos cuando uno de los soldados corrió a avisarme de que pronto el navío atracaría en puerto. Pfffff, me miré de arriba a abajo, vale, no era así exactamente como lo había imaginado. Cacé a Beth como si fuera un saco mientras ella se reía.
-Tienes que acompañarme, vamos a recibir a tu madre a puerto.
Los demás no muy convencidos de que me la llevara solo a ella empezaron a quejarse aferrándose a mis piernas.
¡Vale, no era así como lo había imaginado!
-es que en el caballo no cabéis todos y si no no llegaré -repliqué a mis hijos que lejos de asumir la derrota seguían quejándose de porque ella.
-¿y si cogemos el carro? -apuntó Sirius señalando uno que había cargado de paja para hacer la cama de lecho a los caballos.

Resoplé llevando mis dedos al tabique de mi nariz.
¡Vale, no era así como lo había imaginado! pero discutir era absurdo, así que los lancé a todos dentro y sobre una mula algo vieja y cansada emprendí camino hacia el puerto.

Ulf se descojonaba por la situación. Durante las noches del viaje, entre jarras, le había contado por encima mi idea y desde luego había quedado mucho mas épica narrada que hecha.Tardamos mas de la cuenta en llegar, así que el barco ya había atracado en puerto cuando hicimos acto de presencia en el muelle , por suerte Dani era la ultima en bajar, y aun seguía arriba, aunque alguien debió avisarla del espectáculo porque se asomó por la borda incrédula cuando un marinero le señaló el hallazgo.
La saludé desde la mula antes de desmontar y los niños saltaron de carro corriendo en manada hacia la pirata.*

Los marineros estaban echando amarras para aparcar el mastodonte que era la Reina Ana, aunque comparada con el Inferno no era ni la mitad, cuando el conde llegó rodeado de niños en un carro tirado por una mula vieja. De inmediato empezaron las chanzas y cuando alguien avisó a Morgan, ésta se colocó la casaca, se rehizo la coleta, acomodó el sable en su vaina y se asomó a cubierta pensando que encontraría a los escribas, al contable y al sinfín de burócratas que necesitaban saber cómo había ido todo para empezar a repartir el dinero en las partidas urgentes. Pero lejos de eso se dio de bruces con la estampa tan inesperada y se detuvo en seco, Curvó las comisuras de los labios hacia arriba y tras carraspear por la sorpresa inicial, bajó muy digna la pasarela con las manos tras la espalda, era el capitán de ese barco, la almirante de la flota.

— Bueno…¿éste es mi recibimiento, pequeños grumetes? ¿no me corresponde un beso?.— de inmediato se lazaron a por ella y la sepultaron entre gritos y risas.*

Fui el ultimo en acortar la distancia, me gustaba ver a mis hijos con ella, de no saber que ella daría su vida por cualquiera de ellos jamas hubiera tomado esta decisión, pero Dani no solo se había hecho un hueco en mi corazón, también en el de unos niños muy necesitados de madre.

-¿y este es mi recibimiento almirante? -pregunté poniéndome digno.
No colaba demasiado cuando acaba de bajarme de un burro e iba cubierto de barro y sangre, debía oler como los trolls de Randulf. Los niños se hicieron a un lado, Niels palmeaba sobre los brazos de Orn para que Dani lo tomara en brazos, pero le gané la partida al bebe acercándome mas al cuerpo de la pirata para robarle un beso húmedo y apasionado.
-¿te preguntaras que hago aquí?

La pirata enarcó una ceja y después miró al todos los niños presentes que no podían contar nada porque no tenían información sobre mi argucia.
-Pues...he venido a darte algo y a hacerte una pregunta.
Eché mano al bolsillo interior del pantalón, pero no encontré lo que buscaba y tras palparme por encima lo descubrí en el lateral del pantalón.
Saque un colgante, el martillo de Thor, ese que me había pedido durante el sueño y que parecía ser tan importante para ella en estos momentos.*

Lo cierto es que no acostumbraba a ser recibida por Höor, más bien todo lo contrario, y esa vez aunque entrañable, le pareció un poco extraño todo. Los niños, el burro, el carro…y de pronto sus pregunta disparó algo internamente, fue como sin saber qué era, le saltaran todas las alarmas. Tragó saliva y miró a Höor asintiendo con la cabeza, dándole permiso para hacer esa pregunta que estaba tratando de decirle, pero al ver el colgante del martillo se quedó helada. Lo recordaba, lo había recordado y lo había encargado para dárselo. Notó el temblor ascender por las manos y cerró los puños instintivamente para que no se notara.*

Tomé aire como si fueran los instantes antes de un choque de ejercitos, como si supiera que de esta gesta saldría vencedor o vencido pues con la pirata no las tenía todas conmigo.
Dejé escapar el aire y elevé la mirada hasta sus dos mares, vi tempestades, pero yo era un vikingo, asi que sortearía la tormenta para enfrentar mi destino.
-Cásate conmigo -pedí mas que pregunté -sin mas promesa que el mañana, no puedo asegurarte una vida larga, pero si que estaré contigo hasta que me reclame el Valhalla.

Ya lo había soltado, ahora solo faltaba su respuesta, estiré la mano dejando caer el colgante ligeramente sujetando con mi puño la cuerda.*

Dos palabras y una orden, “cásate conmigo”. Cubierto de mierda y con los niños mirando ojipláticos. Genial, era una situación del todo perfecta para que ahora llegase Ulf y acabara de ponerle la guinda con sus bromas. Vio el colgante balancearse delante de sus ojos, ése que simbolizaba la fuerza, el coraje, el valor, el nunca rendirse, todos los valores que encarnaba Höor a pesar de sus patinazos, pues era humano como ella.

El aire parecía no entrar en los pulmones, sus ojos estaban fijos en ese Mjölnir que ella misma pidió cuando lo visitó en sueños, porque quería formar parte de esa familia, de sus valores, compartir con el norteño lo que había aprendido en ese viaje, a amar ciertas partes de su cultura con la que se identificaba. Alargó la mano despacio, todavía cerrada en un puño, los dedos se abrieron con un leve temblor y atrapó el martillo en su mano notando el hierro pesado y frío en la palma, pero a ella parecía quemarle, lo había imaginado más ligero, pero éste es el que había. Por fin el aire entró y pudo despegar los labios, elevando los ojos hacia los del castaño.

— ¡Dioses, sí!.— cerró la mano en torno al martillo y lanzó los brazos alrededor del cuello del vikingo. Ahora lo tenía claro: la locura era contagiosa y ella había estado expuesta demasiado tiempo, pero no podía sentirse más feliz, sonrió mientras pegaba sus labios a los del moreno y los críos gritaban y silbaban.*

No se me había hecho tan largo nada en mi vida como ese instante de silencio en el que ni los niños respiraron, su sí, implico que los pequeños estallaran en jubilo mientras la pirata se lanzaba a mis brazos y mis manos atrapaban sus nalgas para atraerla contra mi cuerpo.
No era exactamente como lo había imaginado, pero...había funcionado, la pirata había aceptado convertirse en mi mujer bendecida por mi rito, por mis dioses, esos que ahora también parecían ser los suyos. Este martillo implicaba mas de lo que a simple vista parecía, era unidad, valor, fuerza y familia, era norte, tierra, esa que amábamos y defendíamos hasta las ultimas consecuencias. Ese martillo implicaba todo lo que amaba y defendía.

Me agaché a la altura de Beth y saqué otro colgante idéntico al que lucían mis hijos de sus cuellos.
-Espero que tu respuesta sea la misma que la de tu madre, me haría muy feliz que me aceptaras como padre.*

Beth abrió mucho los ojos, pensaba que sólo los Cannif llevaban ese colgante, ni siquiera los hijos de Ulf, sólo Brökk, a quien Höor le regaló uno el día de su “bautizo”, llevaban algo así. De inmediato se puso el colgante y se abrazó al conde, ninguno de ellos era su familia de sangre, pero desde luego que los aceptaba, se sentía segura entre los vikingos y con Dani, y consideraba su hogar donde ellos estuvieran. Los niños reían y jaleaban, al poco llegaron preguntando por Dani para algo, y ella les dijo que mañana, no era el momento de atender negocios, y mientras comenzaron a subir la cuesta todos juntos sintió el nudo en el pecho al mirar el martillo. ¿Había dicho que sí? ¡Había dicho que sí! Eso era un hito en su historia, le daba mucho vértigo. Ladeó el rostro mirando a Höor aún incrédula viendo como le revolvía el pelo a Orn y cogía a Niels en brazos, que estaba dando patadas. Eso implicaba una… boda. No le temía al “para siempre”, estaba segura de que lo sentía en su interior, pero…él era un conde, una boda con invitados y todo eso… ¡dioses! ¿en qué se había metido?.*

Bebimos vino en cubierta, Dani pidió que montaran unas mesas y las adornó con un par de candelabros. Las luces del faro iban y venían y los niños tras devorar el suculento pescado con patatas a lo pobre que hizo de forma improvisada el cocinero del Reina Anna, se pusieron a jugar a cazar la luz y a imaginar eran piratas. Blandían las espadas de maderas como sables mientras trepaban por las maromas entre risas. Segun Orn Niels era el mono. Sirius aseguró que no eran monos si no loros lo que llevaban los piratas, pero Orn negó haciéndole rabiar y pidiéndole a Niels que hiciera el mono siguió recorriendo cubierta para hacerse con el timón.

Clavé mis pardos en los de la pirata que había estado especialmente callada durante la cena.
-¿no iras a arrepentirte ahora ?- pregunté enarcando una ceja.
Llevé el vidrio de la copa a mis labios y di un sorbo del vino blanco.
No quería tocar el tema de negocios, pero intuía Dani había conseguido lo necesario, de no ser así, seguramente ahora mismo estaríamos hablando de Akershus y no de nosotros.
-Huelo a mierda de troll, y si cuando los niños se duerman nos damos un baño -hice un gesto con la cabeza hacia el mar que esperaba bajo el cascaron -desnudos.*

Los niños jugaban por cubierta y era muy inusual que en el barco se escucharan esas risas, los marineros sonreían y algunos participaban de sus chanzas mientras realizaban sus tareas que a esas horas es básicamente vigilar, replegar algunas velas y cabos sueltos. Había estado pensativa durante la cena porque se hallaba en un momento casi de shock. Ante la pregunta de Höor elevó los ojos que había ido paseando a hurtadillas por su cuerpo y su rostro escrutando los detalles. Acababa de decirle a ese hombre que sí que se casaría con él.

— ¿Tú lo has pensado bien? A ver si eres tú el que se arrepiente.— Le devolvió enarcando ambas cejas.— No quiero que a mi futuro marido le falte media nalga porque se la haya comido una piraña.— Sabía que las pirañas eran de agua dulce y cálida, allí no habían, pero con los engendros de Randulf nunca se sabía. Terminaron la cena y dejó que se llevaran todo los marineros encargados de la cocina, invitó a Höor a pasear por la cubierta hasta la popa donde estaba el castillo con una baranda labrada en madera de roble y pintada de rojo y blanco formando la Union Jack. Apoyó la mano en la barandilla mirando las luces del puerto Y después acarició el martillo que ahora pendía de su cuello.

— ¿Recuerdas cuando rumbo a Londres lancé mi anillo por la borda? Necesitaba cerrar esa etapa, nunca pensé que llegaría un día en el que desearía poner otro en mi dedo, y si hace dos años me hubieran dicho que sería un vikingo loco…me hubiera reído y bebido una botella de ron brindando por las tonterías que se dicen de borracheras.— Desvió los ojos del horizonte y miró los del moreno.— Supongo que lo has pensado pero si no te lo preguntase no sería yo…¿tú estás seguro?.— colocó la mano sobre donde debía estar el corazón de Höor, corazón que había sido partido en pedazos tiempo atrás.*

La mirada de Dani se perdió en el horizonte, la mía se elevó al firmamento mientras escuchaba cada una de sus palabras en silencio, entendía lo que decía, comprendía que un día necesitó pasar pagina pues cuando la conocí, ambos estábamos plagados de heridas, unas profundas que supuraban y dolían. Su pregunta me hizo desviar la mirada de la constelación del cazador a los mares en calma de la pirata, buscaba respuestas, así era ella y así la quería.

Llevé mi diestra a la camisola y tras desabrochar un par de botones tiré de la tela de la misma descubriendo la parte alta de mi pecho, bajo este, su mano quedaba anclada a mi corazon po encima de la tela.
-Es la única herida que me he auto inflingido.
Una marca de daga cruzaba mi piel allá donde quedaban los resquicios cubiertos e ilegibles de donde una vez hubo un tatuaje.
-Ese día fue el que yo pasé pagina Dani, fue un arranque de ira, saje mi piel borrando así el nombre de Valeria, ese día supe que por mas que pudiera decirme, o que pudiera pasar jamas volvería a su lado.

Acaricié con mis labios los ajenos despacio, dejando que la bruma de nuestros alientos humedecieran nuestras bocas tentándonos.
-Se lo que quiero, no soy un necio, lo he pensado bien, no es un capricho ni algo efímero que como las mareas pasara sin mas, me he enamorado de ti, no se aun bien como, pero el día que volvimos de la atalaya, tras superar la peste, cuando te vi con Lund sentí una punzada en ese corazón que ahora mantienes bajo tu palma. No puedo, ni quiero verte con otro, quiero que seas mía desde hoy hasta el resto de nuestras vidas.*


La peste fue un punto de inflexión, allí pasaron muchas horas de fiebre y confidencias, estaban juntos primero cuando él cayó enfermo y después cuando fue ella la que pasó la enfermedad, pero al salir del confinamiento la realidad les golpeó de nuevo con saña.

— Sabes que siempre respetaré a mi reina, los ingleses tenemos una extraña fijación con nuestra monarquía, pero en aquel viaje me dieron ganas de arrastrarla de los pelos por la forma en la que te miraba.— Acarició la zona en la que ahora había una cicatriz y que antes ocupó la tinta.— Trato de siempre racional, de no perder la compostura, pero…no puedo evitarlo. Tú eres un conde y jamás te faltarán opciones. Ojalá pudiera simplemente gritarte y solucionarlo a golpes como lo hacéis Ulf y tú, pero en vez de eso me siento pequeña y me encierro en mi misma. No dejes que lo haga…no quiero hacerlo así contigo.— elevó la mano acariciando su mejilla, estableciendo las bases de lo que quería que fuera su matrimonio, uno donde pudieran hablar y no callarse las cosas.*

Hablábamos cerca, consumiendo el aire que restaba entre nuestros labios, sus dedos acariciaban mi rostro mientras me contaba sus miedos y me hacia sutiles promesas. No pude evitar ladear la sonrisa, no siempre estaríamos en calma, éramos dos titanes y a veces nos revolvíamos dispuestos a morder carnaza, pero ..
-Trataré de comprender tus razones aunque no siempre las comparta. Buscaré el modo de que me importen las mareas y respetaré tus silencio, te prometo que tendremos noches calmas y otras llenas de fuego pero hasta mi ultimo aliento serás la única mujer con la que comparta lecho. No me importan las reinas, ni las marquesas, no quiero a mi lado una mujer que no seas tu. No solo me has hecho a mi un hueco en tu corazón, conmigo llevaba una carga pesada, muchos hijos -ladeé la sonrisa al ver a Niels arrastrarse con un pozal en la cabeza por cubierta gateando -y Akershus, una tierra en guerra. No todas las mujeres comprenden mi gesta. No voy a mentir, hoy podría ser otra cosa, quizás estar sentado en un trono, pero -mordí su labio inferior -entonces no olería a trol, ni hubiera recorrido medio Akershus en mula para pedir matrimonio a una pirata abnegada, no quiero perderme esta vida.*

Le dio un manotazo al escuchar eso último.— ¡Ibas muy bien! Pero siempre acabas diciendo alguna estupidez!! jajajaja.— Besó sus labios con la incipiente convicción de que sería un matrimonio divertido, sin duda no les faltaría acción ni momentos de altibajos. Se agachó, cogió el pozal de la cabeza de Niels y se lo puso a Höor empujándolo hacia la jauría de niños que ahora lo hacían rodar para jugar a la gallina ciega. Ella agarró al pequeño Niels en brazos y observó el juego. De vez en cuando le gritaba al moreno “Cuidado con el palo de mesana”, o “pon atención a las maromas del suelo” para que no se estampara contra algo.

Ciertamente no esperaba ese día levantarse como Danielle Morgan la Almirante y llegar a la hora de la cena siendo la prometida del conde Cannif. Y mucho menos que hubiera llegado montando un burro y oliendo a gallinero. Pasaron un rato en cubierta y finalmente al hacerse tarde acostaron a los críos en el camarote del contramaestre, que tenía noche libre, entre literas y hamacas. Ellos ocuparon el camarote de la almirante y en vez de bañarse desnudo en el agua gélida le preparó un pequeño baño, allí no habían bañeras, sólo un balde grande de madera donde lavarse de pie.*

Una vez en el camarote, desnudo y en pie en aquel barreño de madera no pude contener la risa, es que esta era la noche mas perfecta sumida en una consecución de catastróficas desdichas.
Lejos de estar disfrutando de nuestras pieles en una tina, la pirata pensaba quitarme el olor a cerdo lanzándome cubos de agua como si no hubiera un mañana.

Al verla con el cubo en la mano y esa sonrisa que se traía puse cara de niño que anda pensando una travesura.
-¡No Höor! -rugió con ese afán que mi prometida se gastaba para dar ordenes a diestro y siniestro pero antes de que le diera tiempo a salir corriendo tiré de su cintura y la lacé para que metiera los pies en el balde de madera escurriéndose con tan brusco movimiento el pozal de agua hirviendo en nuestras cabezas.
-Joder, quema! -rugí mientras escuchaba a Dani maldecirme a mi, a los dioses y de seguir así lo haría también con el mar y las constelaciones.
Finalmente nos miramos estallando en carcajadas, no era un tina, pero estábamos allí, los dos, vivos, mojados y prometidos.
Deslicé mis dedos por las cintas de su corseé peleándome con las lazadas, mi boca suplico clemencia contra sus labios que con facilidad me dieron la absolución enredándonos en un beso húmedo, apasionado y necesitado.*

Después del primer encuentro tras haber regresado de buscar las espadas no habían vuelto a estar juntos, las circunstancias de Akershus no lo habían permitido, y las ganas acumuladas seguían manteniéndolos en vilo. Acababan de prometerse y se buscaban con el ansia de expresar con gestos lo que las palabras no podían decir. Sacó su camisa por los brazos, húmeda al haber sido “traicionada” por Höor, el corsé cayó a los pocos segundos y tras todo esto fue el resto de la ropa, amontonada sin orden y desparramada por el camarote. Su cama era más grande que cualquiera de ese barco pero no dejaba de ser un camastro en una casa flotante, lejos de la comodidad del castillo con su chimenea, ella sólo contaba con una estufa de carbón. Cayeron sobre el colchón devorándose mutuamente, bebiendo de la boca del otro, mordiendo cada centímetro de piel que quedase cerca y a tiro. Las manos paseaban inquietas por el torso, los brazos y el pelo, que revolvía con cierta furia ansiosa.*

El lecho crujió al acoger el ímpetu de nuestros cuerpos, enredados en un baile demencia dejamos que las ganas nos consumieran como lo hacen las llamas a los maderos. Mis manos treparon por su cuerpo con ansia, marcando cada pliegue, redondeando cada tramo y presionando con mi boca la ajena con ansia hasta embriagarme de sus besos. Repasé con mis dientes su cuello, surcándolo como lo hacían antaño los drakkar, lamiendo el pequeño valle que se formaba entre hombro y cuello.

Rocé con mis labios el mapa de su piel, leyendo en su erizada piel el sendero que marcaba la " x" del tesoro, ascendí por sus montañas ansiando coronarlas, tiré de sus pezones con mis dientes proclamándome vencedor y descendí despacio cavando en su ombligo con mi lengua arrancando un suspiro. El tesoro se alzó en su monte, mi boca, húmeda y hambrienta se hundió en su centro, lamiendo os pliegues, abriéndose paso entre ellos.*

Sin duda sabía cómo sacarla de sus casillas, tanto cuando discutían como cuando “peleaban” en la cama, como ahora. Él se había propuesto que perdiera la cordura al paso de su lengua y la inglesa no tardó en erizarse desde la raíz del cabello hasta los dedos de los pies. Arqueó su espalda y se curvó cuando sintió los labios juguetear con sus cumbres y la lengua repasar el contorno de su ombligo. Cuando bajó hasta el laberinto escapó de su boca un gemido. Agarró con las manos su cabello negro, como si quisiera impedir que se marchase de ahí.

— Höor…ahhhh…— se mordió el labio inferior sintiendo las oleadas de placer que subían desde su sexo e irradiaban por todo el cuerpo. En ese momento la tenía donde quería, la bestia inglesa que abatía barcos con la Verga de Satán, se encontraba a merced del hombre que había puesto un martillo en su cuello.*

Separé sus labios con mis dedos fijando mi mirada turbia en su abultado centro, rojo palpitante y brillante, mi lengua recogió su elixir en una pasada suave que la llevo a gemir mi nombre y a arrugar las sabanas entre sus dedos.
Con la diestra aferró mi pelo empujándome mas dentro, mordí su botón, lo succioné y lo lamí sin tregua sintiéndola arder contra mi lengua.

Calmé su necesidad con mis dedos, hundiéndolos hasta el fondo de su abismo. Mi ahora prometida perdía la vergüenza que un día frente a mi tuvo, se pellizcaba los pezones, acariciándose las cumbres. Su cabeza caía por el borde de la cama, sus dorados cabellos cortos bailaban al ritmo de su respiración agitada.

Elevé la mirada un instante para admirarla, puede que no fuera el tipo de mujer con la que frecuentaba a estar, pero su cuerpo lleno de curvas me excitaba mucho mas, sus pezones redondos y duros como pitones quedaron descubiertos cuando la mano que los torturaba se agarró de nuevo a las sabanas, sus piernas temblaron junto a su cuerpo al borde del mismo Hel.
Ladeé la sonrisa dejando escapar mi aliento cálido contra su centro, no me dio tregua, empujó de nuevo mi cabeza exigiendo que no parara ni por un momento.
Separó mas las piernas, nunca la había visto tan resuelta, tan decidida a que la complaciera. *

Estaba muy excitada, hacía tiempo que su cuerpo lo reclamaba bajo las mantas, a su lado, o en una noche de esas oscuras que solían haber en el Norte. Le ardía la piel, el calor bajo su dermis se escapaba sin remedio ayudando a caldear más la estancia, sus manos repasaban sin tregua cada relieve de la anatomía que fuera sensible al placer. Se mordió el labio inferior jadeando, amasándose el pecho presa del frenesí al que la llevaba con su lengua. La había puesto a mil, pero con eso no bastaba, quería sentirlo dentro, que completase la faena poniéndole la guinda al pastel.

Elevó el tronco soltándole la cabeza y respirando agitadamente.

— Hoor…puf… si sigues me voy a correr, dame un segundo.— No le importaba tener un par de orgasmos, pero este venía tan fuerte que prefería alcanzarlo juntos, unidos. Se pasó la mano por la frente tratando de respirar más calmada. Tenía las mejillas rojas y su pálida piel enrojecida donde el vikingo había mordido, succionado o apretado.*

Elevé la mirada relamiéndome los labios bañados en su esencia en un gesto lascivo que pronto se trasformó en sonrisa ¿donde residía el problema? por mi podía correrse mil veces y aun así seguiría follandomela sin tregua.
-Aun no -susurré negando con la cabeza mientras tomaba un camino ascendente hacia sus labios, me centré en la media luna de su ombligo dejando a su alrededor pequeños mordiscos, en el valle de su vientre sembré besos y en sus dos alzadas montañas las tormentas del deseo, rugí contra sus picos, los mordí con lascivia y dejé el centro empapado en saliva.
-Masturbate para mi -pedí alzando la mirada hasta sus sorprendidos mares.

Mi verga se acomodó entre sus dos senos que atrapé con una de las manos uniéndolos.
El vaivén de mis caderas meció mi cuerpo como un péndulo apretando mis nalgas entre sus dedos. Jadeé roncamente embistiendo sus pechos sin apartar mi mirada de ella esperando que me complaciera. Podría detenerse antes de correrse si así lo quería.*

Tenía un buen par de tetas, así que no le veía el inconveniente en usarlas para complacerlo, al menos esa parte de su cuerpo sabía que le gustaba lo suficiente como para ponerse bruto. Sonrió de medio lado y se las sujetó ella para darle aún más roce y que sintiera su miembro apretado por las montañas que lo atrapaban. Lo dejó balancearse y disfrutar, echar la cabeza hacia atrás y jadear. En algún momento lo detuvo sujetando su dura verga con la mano y se acercó a darle un par de lamidas para luego regresarla a la posición que ocupaba antes. Así ella se relajaba un poco porque pensaba que le iba a saltar el corazón del pecho.*

Mi punta emergía roja entre las dos montañas apuntando sus labios calidos y volvía a adentrarse en los confines hasta que la pirata alargó su mano y la sujetó del tronco. Las venas quedaban marcadas, abultadasm palpitantes por la cantidad de sangre que mantenían recta y dura mi polla a punto de explotar ante ella.
Cuando la coló en su boca por completo gemí echando hacia atrás la cabeza fuera de mi, me estaba poniendo muy burro. Mi verga volvió a su sitio y mis empujones cada vez mas rápidos denotaron que estaba cerca del orgasmo.
Mis dedos se colaron en su chopada abertura, escuchaba el sonido de fondo de la charca, los movía con violencia porque ya estaba muy pasado de vueltas y necesitado de mas, metí un tercer dedo que dilató sus paredes y se unió a la fiesta.
Mi verga rezumaba el liquido preseminal mojando su piel, permitiendo junto a su saliva que resbalara mas y no rozara con nada. Me detuve gruñendo, un empujón mas y me iría sobre sus pechos.
-Espera pedí para que no se moviera- espera -pedí entre jadeos encontrándome su sonrisa.

Me alcé sacando mis dedos de su interior, mis labios entreabiertos trataban de regular mi respiración, mi polla se sacudía ante sus ojos moviéndose, estaba tan cerca que no podía ni rozarla.
-Espera -pedí mirando su centro y como ahora sus dedos acariciaban su bulto ofreciéndome una visión que no ayudaba precisamente a ese descanso.
-Uffffff.*

Se incorporó sentándose más o menos en la cama con la espalda pegada al cabecero, bajó los dedos y comenzó a acariciarse ella misma introduciendo el dedo corazón en la abertura y sacándolo después. No le daba tanto placer como cuando lo hacía él, pero estaba claro que al vikingo le excitaba.

— ¿te gusta lo que ves?…— atrapó su nuca con la mano libre tanteando sus labios sin besarlo.— bien… porque es lo que te espera a partir de ahora.— atacó con saña su boca, en este caso iba al abordaje, sin piedad ni prisioneros. ¿Quería navegar hasta la locura? Pues se la daría, si aquello era para siempre, tendrían que conocerse hasta no olvidar ni una sola de las cosas que les gustaban.*

Difícil apartar los ojos turbios como las tormentas de su sexo, sus labios rozaron los míos jugando al ratón y al gato, no permitiéndome atraparlos mientras sus palabras caldeaban mas mi ya ardiente verga.
No podía mas, de un manotazo aparté la de ella y mi cuerpo trepó por el suyo hasta que de un iron de sus caderas la tumbé de nuevo sobre el lecho.
Vencedora sonrió de nuevo consciente de que tenía al reo donde quería, mi martillo choco contra la apertura de su abismo, sus paredes se abrieron calientes, mojadas para abrazar mi glande que se abrió paso como un ariete con un golpe tan seco que el cabecero golpeó las maderas de aquel camarote.
Gruñí contra sus labios adentrándome de nuevo hasta el fondo, sacándola y metiéndola casi al completo. A veces la torturaba con movimientos mas lentos haciéndola sentir mi envergadura por completo, otras me quedaba quieto dentro gruñendo pero el final del juego fue violento porque no aguantaba mas y como una bestia la tomé con saña entre gruñidos incapaz de parar.*

El ímpetu se lo llevaba, era como chocar contra arrecifes en aguas bravas, pero tan placentero que en esa excitación máxima no le importaba que fuera rudo. La embistió una y otra vez sujetándole las muñecas sobre la cabeza como un dragón que defiende su tesoro. Gimió cada vez que su cuerpo se sacudía al compás del ritmo endiablado del vikingo, le revolvió el pelo cuando consiguió soltarse y llenar su cuello de besos húmedos, bocados y algún chupetón. Si lo marcaba, pues qué la iba a hacer, que todo el mundo supiera que esas marcas tenían dueña y que el conde había pasado una noche gozando. Sentía el orgasmo llegando al galope y el volumen de sus jadeos y gemidos se elevó hasta convertirse en casi un grito cuando alcanzó el clímax.

En el comedor aún estaban el cocinero y el pinche que siempre se quedaban los últimos recogiendo y se miraron entre ellos echándose unas risitas. Seguramente la inglesa al día siguiente estaría de mejor humor y eso siempre era bueno para ellos.*

El orgasmo llegó al unísono, mi gruñido contra su cuello empujó la sacudida de mi verga que esparció dentro de ella mi esencia. Un par mas de empujones de placer, mientras escupía mojando sus paredes vibrantes. Sentía mi mástil estrangulado por su sexo, ambos completamente fuera de nosotros nos arrancamos en un beso húmedo que aplacó nuestros violentos y altos gemidos.
Caí sobre su cuerpo aun dentro, nos miramos frente contra frente acompasando las respiraciones de uno y otro , dejando pequeños besos y lamidas sobre nuestros labios.
-Te has llevado un tesoro pirata con ese si quiero -bromeé poniendo cara de niño travieso mientras el sudor resbalaba por mi rostro.*

— Me da que será como el oro azteca…— la historia de los piratas del Holandés errante era conocida por todas partes, pero lo dijo sonriendo. Elevó la mano y borró con los dedos el sudor de su tez para que no resbalase sobre ella. Besó sus labios, y aunque estaban sudados le apetecía sentirlo un poco mas en plan oso y lo abrazó, aunque la aplastara un poco. Mientras pudiese respirar no había problema. Su olor potente inundó las fosas nasales de la pirata consiguiendo un mohín por su parte.— hueles a burro…. jajajaja.– Aún recordaba la imagen del moreno guiando al burro y el carromato.*

Mi verga disminuyó de tamaño saliéndose sola de su centro mojando su muslo, enarqué una ceja ante sus palabras y esas risas que se gastaba.
-¿Eso es lo mas romántico que se te ocurre decirle a tu prometido? ¿que huele a burro? -no pude contener la risa, la escena había sido un tanto dantesca, esto me costaría las risas de los chicos por una semana y las de Ulf por meses, pero bueno, después de este polvo y viendo el colgante reposar sobre su cuello, creo que merecía la pena.
-me has excitado mucho pirata, son tus tetas, tu sabes lo gordas que las tienes -dije con esa palabrería tan vikinga.
-¿que le pasa a ese oro Azteca? -algo me decía que la pirata se había burlado de mi - no sería de mentira ¿no?.*

Enarcó una ceja, divertida.— Ahora ya sé que cuando quiera hacerte chantaje sólo tengo que comer únicamente una manzana al día hasta que pierda peso y bajen de tamaño.— Se acomodó entre sus brazos apoyando la cabeza en la almohada de forma relajada.— El oro azteca estaba maldito, a los piratas que lo robaron y lo malgastaron en burdeles les alcanzó la maldición y ahora viven atados al buque fantasma llamado El Holandés Errante, Hasta que todo el oro no esté reunido y lo laven con sangre, no se les quitará la maldición. Tú eres un tesoro envenenado, seguro que me cuestas un precio muy alto…— se encogió de hombros.— Pero tienes suerte de que sea una pirata algo insensata, lo pagaré igualmente.*

No sabía si tomarme eso como algo bueno o malo, enarqué una ceja meditándolo, carente de razón no estaba, nuestra relación siempre seria muy complicada. Yo era el conde de Akershus, la guerra era mi sino desde niño, la enfrentaría y Hela o el Valhalla me reclamarían. Dani era la almirante de Akershus, no sería una relación normal, en la que cada noche podría perderme en su cuerpo, ni siquiera me despediría antes de ir a la guerra porque sus ausencias serian demasiado habituales como para hacerlo. Supongo que no eliges de quien enamorarte, así que allí estaba dispuesto a sortear tormentas aunque nuestro amor estuviera maldito como el oro azteca.
-Bueno, supongo que tendremos que aprender a follar en el Holandes y en cada esquina de Akershus.*

Conversaron un rato más sobre tesoros malditos, barcos legendarios y rincones donde NO follarían porque la inglesa se negaba a dar el espectáculo delante de la gente, ya suficiente tenía con que Ulf siempre los interrumpiera con la sonrisa burlona.

— ¿Cómo debería ser la ceremonia? No sé si estás obligado a hacer algo determinado por ser conde…— a ella le daba igual en verdad, aún no acababa de creerse que aquello fuera verdad, pero quería saber en qué se estaba metiendo.*

Enarque una ceja ante su pregunta ¿Como debía ser? pues a decir verdad no lo había pensado, porque con Valeria me casé en una capilla pequeña que no representaba a mis dioses demasiado ¿que es lo que quería? pues una ceremonia por mis ritos, una que pudiera compartir con los mios, en la que la hidromiel corriera.
-Upsala -susurré casi de forma imperceptible -Upsala, allí esta el templo principal, supongo que si quieres saber lo que me gustaría seria que celebráramos allí al menos la parte del rito, me gustaría la noche antes hacer ofrendas, emborracharnos, que los dioses nos bendigas y bueno, casarnos allí rodeados de todos aquellos que quieran asistir. Pero puedo adaptarme a algo pequeño en Akershus, somos padres, siempre estamos en guerra, bastara con que en el templo de akershus una de las sacerdotisas oficien la ceremonia de forma intima.*

Miró pensativa al techo, Giuliana le había contado, porque Ulf se lo había contado a ella, que Höor no se casó en Noruega y que sus gentes tampoco aceptaron a la extranjera que nada tenía que ver con ellos.

— Creo que Akershus se merece participar en la boda de su conde, de su héroe. Prefiero hacer una fiesta popular que un banquete para diez. Uppsala está en Suecia, cruzar un país estando en guerra, ausentarnos para algo que tus gentes podrían celebrar…casi que prefiero Akershus. Pero no quiero que esto sea clandestino, no hay nada de qué avergonzarse. Esta gente sangra por ti y colaboran conmigo en todo lo que les pido… qué menos que hacerlos participar de algo que es para celebrar ¿no?

Tampoco es que estuviera segura de que Höor prefiriese una boda pública porque al decir lo de “íntimo” quizás era porque le diese reparo hacer esa “ostentación” en tiempos de guerra. A ella le valía una fiesta como la de la cosecha, no necesitaba un banquete al estilo Versalles, pero no quería casarse en segundo plano, como si aquello fuera motivo de vergüenza.*

Dani era una mujer bastante sobria en sus formas, siempre buscaba el modo de hacer las cosas de la forma mas discreta, por eso cuando habló de una ceremonia grande mi sonrisa se ensancho delatando que eso era lo que quería para nuestra boda, ahora que Dani comulgaba con mis creencias o al menos en parte las profesaba esperaba entendiera la importancia de ofrecer a Freya sacrificios, de mostrar al norte que la tomaba porque la amaba y que a diferencia de mi anterior matrimonio ella quería pertenecer al norte, no era una extranjera, seria mi esposa.
-Celebremos una fiesta en Akershus, prepararemos el templo para ello e invitaremos a los jefes de manadas de las fronteras y a todo aquel que deseé asistir a nuestra boda.

Sabía que habría que duplicar o triplicar las defensas Randulf era un gran hijo de puta, esto llegaría a sus oídos y no dudaba que nos enviara algún regalo envenenado en forma de guerra, maldición o cualquier otra mierda.
-Upsala esta en Suecia, pero... -medité como decirlo sin que sonara...pretencioso o que la forzaba a algo -hay una leyenda...-negué con la cabeza ladeando la sonrisa -déjalo.

Trepé por su piel ascendiendo sobre ella.
-¿entonces dices que NO follaremos en callejones, ni en que otros sitios? -pregunté divertido enredando mi lengua con la ajena contento porque en esta ocasión las cosas si eran como yo las había querido.*