I love you cause you hate me more {Privado}

“¿Una historia, cualquiera, se desvanece, pero la vida que ha sido rozada por esa historia queda por toda la eternidad. El recuerdo se borra, pero queda otra cosa en su lugar.”
—César Aira

¿Esa sería su vida ahora en adelante? No habían pasado tres meses y volvía a ser enviada a la venta. A las personas parecía gustarle su aire de bestia indomable, se sentían confiadas de que podrían llegar a encaminarla en el cruel arte de ser un esclavo, de la sumisión y aceptación de un ser superior a ella. Nadie llegaba realmente a saber lo que habían comprado hasta que lo tenían en sus manos. Ya dos personas terminaron arrepintiéndose y la mandaban a vender, porque simplemente no serbia para ninguna labor en la casa ni el campo. No había miedo al látigo, ni temor a dios en su corazón. Ella había vivido en el mar, conocido la ferocidad de las tormentas, sabía que dios no existía, la religión no podría llegar a ser un arma para ella, como lo era para los recién convertidos al cristianismo.

—¡Vamos muévete negra! — sintió como una patada toco parte de su costilla derecha. Se había retorcido en posición fetal, trataba de proteger sus órganos vitales, mientras dejaba salir un agonizante quejido. La tenían peor que un animal, atada de manos y pies, con cadenas pesadas y oxidadas. Por tal motivo le costó levantarse del suelo en donde la habían obligado a dormir unas pocas horas antes de llevarlas a otra ciudad en donde serian vendidos. — ¡Que te muevas más rápido negra! — se quejo nuevamente uno de los esclavitas. Sintió algo punzante en su espalda, que la hizo quejarse y gruñir bajo. Siguió caminando a su paso, ignorando las ordenes claras del su nuevo dueño.

El frio de la noche era notable con el otoño danzando. Los harapos que servían de atuendos tampoco ayudaban mucho en su lucha por mantener el calor corporal. No tenían calzado, sus pies sentían con agonía el maltrato de la tierra, mientras eran escoltados a una carreta convertida en una jaula que sería arrastrada por viejos caballos acostumbrados a su ruta. Ella seria la ultima en montarse, su lentitud despertaba la impaciencia de esclavista, quien termino jalándole el cabello, para arrastrarla hasta la jaula. — Ahggg… — Gritaba a todo lo que se daba — Suéltame maldito — rugia con todo sus pulmones, mientras era arrastrada en la oscuridad a su condena.

Ella podría estar siendo golpeada, pero más herido estaba aquel esclavista que veía que no podía doblegar a aquella simple negra que lo había desafiado. Peleaba y rugía como fiera, que aunque hambrienta, daba sus últimos suspiros para sobrevivir. La había arrastrado varios metros hasta tenerla en el pie de la jaula. La tiro al piso, sus manos amortiguaron la caída, sintiendo la tierra y suciedad en sus manos. Pronto, sin esperar mucho, Castalia sintió el crujir de sus costillas, un dolor punzante llegar a sus pulmones y hacer expulsar todo el aire almacenado. Lo único que provocaba era la ira desenfrenada del esclavista, que se encarnizaba pisoteándola, mientras ella lo único que podía hacer era tomar una posición adecuada para no sentir tanta humillación. — Ahg…— de sus labios salió un quejido lleno de dolor, la saliva salió de su cuerpo expulsada por los feroces puntapié que habían llegado a su estomago.

Termino rendida ante los golpes del hombre, su cuerpo acaricio la tierra, que posiblemente escuchara sus últimos soplos de vida. Pero antes de volver a sentir nuevamente los duros golpes de la vida, un grito pareció paralizar a todo musculo de todo ser que estaba en ese momento en ese lugar. Alzo la mirada y se encontró con una ancha espalda… — No… — susurro en una voz quebrantada por el dolor. No podía ser el, aun no lo creía, su cuerpo comenzaba a temblar y los grilletes que tenía en su cuerpo lo hacían con ella, dejando que su sonido particular fuera parte de la música nocturna. Se arrastro como pudo hasta estar debajo de la carreta, como animal buscaba refugio ante la tormenta que podía estar por desatarse. El la miraba fijamente a ella, mientras lo único que Castalia deseaba era alejarse de su mirada.

Parecía tratarse de un ser universal, el cual podía ver hasta debajo de una piedra si lo deseaba. Esta encontró la manos del vampiro en el cuello del esclavista y desvió su rostro, con deseos de evitar ver tal desagradable escena que estaba ya formándose en su mente. Pero para su sorpresa escucho el espirar del hombre y los alaridos de los otros. No solamente sus grilletes sonaban, arriba, en su cabeza, también escuchaba como aquellos pobres hombres rezaban a sus dioses, mientras su desdicha le decía que no podía ser peor futuro del cual estaban viviendo.

Otro peso mas al carruaje, que no dudo en partir sin una de sus mercancías, el escondite en donde se resguardaba de aquel vampiro se había esfumado, ahora estaba a merced de su vista y ser. Sin poder evitarlo lo miro aterrorizada cuando sus pasos hicieron más corto su distancia — ¿Usted…? — tartamudeo, mientras trataba de retroceder, pero por culpa de sus ataduras caía de bruces. Sintió sus frías manos en sus muñeca, todo su cuerpo temblaba, mientras su mirada paseaba por todos los lugares que podía de forma fugaz — ¿Qué quiere de mi…? — le pregunto en un pequeño susurro. Había bajado la cabeza, sentía la presión liberada en su muñeca, era una sensación agradable y meramente extraña para ella.

Por unos segundos no supo qué hacer. ¿A dónde iría si huía? Estaba hecho un desastre, llevo sus pies a su pecho y sus manos a su cabello, en donde apretó bruscamente sus mechones, como si se los quisiera ella misma arrancar — ¿!Por qué no me dejaste morir!? — Grito con una tormenta de llanto salir de su garganta. Estaba débil, no deseaba moverse, solamente llorar amargamente. Sintió cierta sombra acercándosele y grito mientras sus manos ibas directamente al rostro de su libertador — ¡Dime! ¿Por qué tu? — trato de levantarse pero volvió a caer al piso, oculto su rostro en sus manos. Odiaba llorar, pero su alma necesitaba sacar todo lo que estaba dentro de ella retenido.