AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Marquesa indomable - Gabrielle De Lioncourt
2 participantes
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La Marquesa indomable - Gabrielle De Lioncourt
por Gabrielle De Lioncourt Mar Jun 21, 2016 11:44 am
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Gabrielle De Lioncourt ▲EDAD▲
Edad Real: 95 años / Edad Aparente: 45 años ▲ESPECIE▲
Vampiro.▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Clase Media ▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Asexual.▲LUGAR DE ORIGEN▲
Nápoles, Italia.▲HABILIDADES/PODERES▲
1. → Bloqueo mental: Es la habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que leen mentes) pueden saber lo que piensa.
2. → Levitar: Habilidad para alzarse desde el suelo, para navegar las corrientes de aire. Permite mejor ángulo para patadas y demás golpes.
3. → Rastreo: Poder de rastrear la localización de un objeto o criatura. El personaje puede descubrir la situación de cualquier persona a la que conozca, donde quiera que esté el blanco en un radio de veinte kilómetros.
De una vida de sueños rotos, no quedó más que un corazón frío. Gabrielle no siente la necesidad de compartir sus temores, deseos o pensamientos pues tuvo que aprender a no contar con nadie. No cree que exista alguien en el mundo que la comprenda, pues en su vida mortal no lo encontró.
Solo se dirige a alguien cuando esta persona tiene algo que ofrecerle, ya sea conocimientos o consejos que de verdad funcionen. Solo si te cree una persona digna, te dirigirá la palabra, se una a ti en una pelea o esté dispuesta a dar un consejo. No teme expresarse, cuando lo considera oportuno, sin miramientos. Dice lo que cree de forma directa.
Es bastante independiente, pues ama la libertad y no estar sometida a normas sociales. No cumple reglas tontas, solo cumple lo que sea necesario para su supervivencia. Le fascina conectarse con la naturaleza, por lo que casi siempre se le puede encontrar en el campo o el bosque. A veces suele imitar a las grandes fieras felinas.
Para ella, su vida fue desgraciada por haber nacido mujer. Así que en la inmortalidad rehúye a todo lo que identifique al género. Se viste con las ropas de hombre más cómodas, no usa maquillajes o perfumes caros, prefiere oler a selva. No tiene grandes lujos, pero tiene una cantidad de dinero suficiente para no depender de nadie y vivir como le gusta.
Solo siente amor por su hijo Lestat, pero le cuesta demostrarlo. Cree que si deja que alguien vea lo que hay en su corazón, será lastimada. Tampoco le interesa que alguien la ame o se preocupe por ella, total eso jamás ha pasado. Tiende a quedarse sin saber qué hacer cuando alguien se abre a ella o le demuestra algún gesto de afecto.
Solo se dirige a alguien cuando esta persona tiene algo que ofrecerle, ya sea conocimientos o consejos que de verdad funcionen. Solo si te cree una persona digna, te dirigirá la palabra, se una a ti en una pelea o esté dispuesta a dar un consejo. No teme expresarse, cuando lo considera oportuno, sin miramientos. Dice lo que cree de forma directa.
Es bastante independiente, pues ama la libertad y no estar sometida a normas sociales. No cumple reglas tontas, solo cumple lo que sea necesario para su supervivencia. Le fascina conectarse con la naturaleza, por lo que casi siempre se le puede encontrar en el campo o el bosque. A veces suele imitar a las grandes fieras felinas.
Para ella, su vida fue desgraciada por haber nacido mujer. Así que en la inmortalidad rehúye a todo lo que identifique al género. Se viste con las ropas de hombre más cómodas, no usa maquillajes o perfumes caros, prefiere oler a selva. No tiene grandes lujos, pero tiene una cantidad de dinero suficiente para no depender de nadie y vivir como le gusta.
Solo siente amor por su hijo Lestat, pero le cuesta demostrarlo. Cree que si deja que alguien vea lo que hay en su corazón, será lastimada. Tampoco le interesa que alguien la ame o se preocupe por ella, total eso jamás ha pasado. Tiende a quedarse sin saber qué hacer cuando alguien se abre a ella o le demuestra algún gesto de afecto.
Italia, uno de los países más hermosos del continente Europeo y puedo decirlo con propiedad ya que en mi vida mortal me dediqué a conocerlo. Con sus bellas Margaritas, radiantes y perfectas, siempre se abren a la luz de la mañana dispuestas a vivir cada día con gran entusiasmo. La belleza su centro amarillo, siempre me ha fascinado pues posee un brillo esperanzador; mientras que sus suaves pétalos blancos siempre han conseguido darme paz. Lo que más quería en la vida era ser como una Margarita italiana.
En mi infancia me divertía jugando por lo amplios campos de mi casa, descalza y dejando que el viento desordenara mis cabellos rubios. Era inmensamente feliz, en mi preciosa Nápoles. Al crecer me apasionaron los libros de ficción, por lo que puse mucho empeño en mi instrucción académica. Tenía un alma curiosa y sabía que los libros, además de transportarme a mundos de ensueño, también podían brindarme las respuestas que ansiaba conocer.
Pero a medida que vas creciendo, también van llegando nuevas ataduras y responsabilidades. Parte de mi formación consistía en cosas insulsas como aprender a preparar una cena elegante, organizar una fiesta de té, cómo comportarse en sociedad y esas cosas vanas a las que se dedican las mujeres de alta sociedad. Por supuesto, nada de eso me interesaba, por que intentaba evadir aquellas responsabilidades femeninas. Yo ansiaba ver el mundo y aprender cosas nuevas. Tenía tantos anhelos y sueños que deseaba cumplir.
Mis padres, en medio de su desesperación por mejorar mi comportamiento, me impusieron el peor castigo que una persona como yo podía tener en la vida, me prometieron en matrimonio al Marqués d`Auvergne. Era un aristócrata miserable, analfabeta, inculto y sin riqueza alguna. Por supuesto, esto último no lo había revelado, pero era obvio por sus ropas antiguas y raídas, aunque intentaba ocultarlo. Este compromiso era una condena a mi vida, con ella mi familia se gano mi repudio.
Solo tenía 17 años y cada día anhelaba con fervor que se hiciera realidad la leyenda de las margaritas. Aquella que era perseguida por un hombre no correspondido para salir de su desgracia fue transformada en una flor. Pero, por supuesto, aquello no ocurrió y fui obligada a casarme. Desde ese momento, con mis sueños rotos mi mirada se volvió fría e indiferente. No eran más que unos malditos miserables que me condenaban a una prisión eterna.
En la más completa apatía, fui trasladada a París, Francia. Al más feo, viejo y frío castillo. Apartada del mundo, de la naturaleza y de cualquier conocimiento nuevo. La poca esperanza que quedaba en mí de escapar de aquel horrible lugar, se desvaneció la primera noche cuando aquel hombre acabó con mi pureza. Su brutalidad, esas ansias de posesión y su rapidez en desflorarme, dejaron nada más que una joven herida en un lecho frío y carente de cualquier emoción positiva. Aquel día quedé embarazada de mi primer hijo Augustin, quién era reflejo de aquel desgraciado de mi marido.
Mi resentimiento se hizo más fuerte cada día, junto a mis ocho embarazos. Los odié a casi todos, por lo que a medida que iban muriendo mis hijos, volvía a recuperar la esperanza de escaparme de aquel infierno. Solo sobrevivieron tres de aquellas criaturas, de las cuales no quería saber nada. Eran desgraciadas como su progenitor, carentes de sentido, de habilidad y lentos en su aprendizaje. Aunque una de ellas logró captar mi interés. Un hijo varón al que se le dio el nombre de Lestat. Sus ojos estaban cargados de emociones que reconocía, eran aquellas ansias de conocimiento y libertad. Su cabellera rubia lo hacía parecerse más a mí, resultaba gracioso pensar que de haber sido hombre, sería exactamente como él.
Con el paso de los años, un vínculo se fue formando entre nosotros. Aquel inocente, era protestón y se oponía a todos con tal de defender lo que creía. Le quise tanto que procuraría a toda costa que él tuviera una vida feliz como la que, en su momento, soñé para mí. Tenía que encontrar la manera de sacarlo de aquel castillo maldito, pero ¿cómo?
Una mañana supe que se había escapado con el circo y me sentí herida. No porque se fuera, sino porque no había confiado en mí lo suficiente para contármelo, no se había despedido, no me tomó en cuenta… me ignoró como lo hacían todos en aquel lugar. No lo lloré, no lo sufrí, ya había aprendido a vivir con todo aquello. Sus hermanos, los otros dos hijos que me quedaban vivos, lo habían traído de nuevo al castillo y eso me enfureció aún más ¿por qué se había dejado atrapar? Acaso era tan idiota como los demás.
Más adelante, fui yo quien lo alentó a irse. La tuberculosis comenzaba a destruirme y no quería que mi preciado hijo me viera morir ahí, tan miserable y entre personas que odiaba. Saqué, los últimos anillos que me quedaban, herencia de mi familia, y se los di para huyera junto a Nicolas de Lenfent. A cambo le pedí es que me prometiera que se iría a la capital, París, una vez allá haría sus sueños realidad y me escribiría. Viviría mi vida a través de aquel chico, mi parte masculina. Mi Lestat.
Nos escribíamos con frecuencia, pero nadie podía saberlo. Aquellos ignorantes creían mis mentiras de que le escribía a mi familia. Las aventuras que Lestat me narraban, me ayudaban a soportar aquella prisión. Ahora me sentía débil y casi moribunda, cada día estaba más cerca de la muerte y lo único que lamentaba era no volver a mi pequeño héroe, mi lobo salvaje.
Poco a poco, mi hijo comenzó a escribirme con menos frecuencia, ya no me contaba demasiado y tuve un presentimiento extraño. Un día, me llegó una gran suma de dinero de parte de él, en su carta decía que era para que volviera a ver aquel hermoso Val Grande italiano del que solía hablarle. Pero no podía hacer eso, si me iba, sería para verlo a él por última vez. Quería asegurarme de que estaba cumpliendo sus sueños.
Luego de varios días, por fin se digno a aparecer ante su madre. Detestaba estar rodeaba por médicos y enfermeras, yo solo lo quería a él y poder irme de este mundo en paz. Al obsérvalo, pude notar que algo en Lestat había cambiado. Su rostro inocente ahora se veía diferente, era más salvaje y por raro que suene “mágico”. Él no quería decirme qué había pasado, pero nadie mejor que una madre para conocer a su hijo.
Cuando mi vista se empezó a oscurecer, sentí un dolor que desgarraba mi cuello, no sabía qué podía ser, pero hasta para la muerte debía agonizar. Luego, percibí como el más fino elixir mojaba mis labios secos, era delicioso y poderoso. Vi a Lestat y luego me vi, era como si por fin pudiéramos fusionarnos y mezclar nuestras almas. Yo viviría por siempre en él.
Al abrir los ojos, todo el mundo había cambiado, ya nada era igual. Los colores, los sonidos y las texturas, todo era nuevo. Lestat me había dado otra oportunidad, otra vida sin ataduras. Podía ser libre, por fin. En aquello días, me convertí en la aprendiz y amante de mi hijo. Por irónico que resulte, terminamos viviendo juntos en otro castillo, deseaba probar mi nueva fuerza y los poderes que sentía en mi interior, pero mi compañero tenía otras cosas en mente.
Advertí a Lestat que no debía compartir este poder con cualquiera, pero era demasiado obstinado. Así fue como terminó dándole el don a Nicolas y como predije fue una desgracia total. Luego de todo el asunto del teatro de los vampiros, por sin pudimos dedicarnos a viajar por 10 años y probar esta nueva vida inmortal.
Una noche, llegó un violín con una nota que, nuevamente, venía a opacar la calma que tenía ahora. Aquel desquiciado se Nicolás se había arrojado a las llamas, mi hijo sufrió aquella muerte y parecía no tener consuelo. Luego, llego otra carta desagradable que comunicaba que Los De Lioncourt habían muerto y ahora, aquel despreciable marqués, pretendía que su único hijo vivo se hiciera cargo de él. No permitiría que Lestat cargara con este martirio, con aquel hombre que jamás había hecho nada bueno por nadie. Oculté la carta y eso fue la causa de nuestra separación.
El hombre De Lioncourt que vivía dentro del vampiro salió a la superficie, en medio del dolor, la culpa y la desesperación me pidió que me marchara. Debo admitir que me dolió y así como hice años atrás, tomé mis cosas y desaparecí en la noche Egipcia. Viajé, conocí y aprendí, pasaron como unos 20 años más hasta que en una de mis noches de aventuras me acerqué a Nueva Orleans, pues por los vampiros del teatro sabía que Lestat se encontraba allá. No irrumpí en su vida, pero nuevamente pude observar el poco razonamiento que podía tener aquel vampiro para algunas cosas. Ahora tenía una familia y en ella estaba una niña, una pequeña vampira.
Recorrí el continente americano por unos años, hasta que vi en la mentes de otros el rostro de aquella niña. Me fui a Francia, pues no quería saber nada de lo que había hecho mi hijo ¿los vampiros podían tener hijos? Espero que no, para mí ya había sido suficiente. Pero nuevamente, el rostro de la pequeña Claudia estaba en las mentes de los vampiros parisinos, pero se encontraba sola ¿Lestat sabía esto? ¿Qué estaba sucediendo?
En mi infancia me divertía jugando por lo amplios campos de mi casa, descalza y dejando que el viento desordenara mis cabellos rubios. Era inmensamente feliz, en mi preciosa Nápoles. Al crecer me apasionaron los libros de ficción, por lo que puse mucho empeño en mi instrucción académica. Tenía un alma curiosa y sabía que los libros, además de transportarme a mundos de ensueño, también podían brindarme las respuestas que ansiaba conocer.
Pero a medida que vas creciendo, también van llegando nuevas ataduras y responsabilidades. Parte de mi formación consistía en cosas insulsas como aprender a preparar una cena elegante, organizar una fiesta de té, cómo comportarse en sociedad y esas cosas vanas a las que se dedican las mujeres de alta sociedad. Por supuesto, nada de eso me interesaba, por que intentaba evadir aquellas responsabilidades femeninas. Yo ansiaba ver el mundo y aprender cosas nuevas. Tenía tantos anhelos y sueños que deseaba cumplir.
Mis padres, en medio de su desesperación por mejorar mi comportamiento, me impusieron el peor castigo que una persona como yo podía tener en la vida, me prometieron en matrimonio al Marqués d`Auvergne. Era un aristócrata miserable, analfabeta, inculto y sin riqueza alguna. Por supuesto, esto último no lo había revelado, pero era obvio por sus ropas antiguas y raídas, aunque intentaba ocultarlo. Este compromiso era una condena a mi vida, con ella mi familia se gano mi repudio.
Solo tenía 17 años y cada día anhelaba con fervor que se hiciera realidad la leyenda de las margaritas. Aquella que era perseguida por un hombre no correspondido para salir de su desgracia fue transformada en una flor. Pero, por supuesto, aquello no ocurrió y fui obligada a casarme. Desde ese momento, con mis sueños rotos mi mirada se volvió fría e indiferente. No eran más que unos malditos miserables que me condenaban a una prisión eterna.
En la más completa apatía, fui trasladada a París, Francia. Al más feo, viejo y frío castillo. Apartada del mundo, de la naturaleza y de cualquier conocimiento nuevo. La poca esperanza que quedaba en mí de escapar de aquel horrible lugar, se desvaneció la primera noche cuando aquel hombre acabó con mi pureza. Su brutalidad, esas ansias de posesión y su rapidez en desflorarme, dejaron nada más que una joven herida en un lecho frío y carente de cualquier emoción positiva. Aquel día quedé embarazada de mi primer hijo Augustin, quién era reflejo de aquel desgraciado de mi marido.
Mi resentimiento se hizo más fuerte cada día, junto a mis ocho embarazos. Los odié a casi todos, por lo que a medida que iban muriendo mis hijos, volvía a recuperar la esperanza de escaparme de aquel infierno. Solo sobrevivieron tres de aquellas criaturas, de las cuales no quería saber nada. Eran desgraciadas como su progenitor, carentes de sentido, de habilidad y lentos en su aprendizaje. Aunque una de ellas logró captar mi interés. Un hijo varón al que se le dio el nombre de Lestat. Sus ojos estaban cargados de emociones que reconocía, eran aquellas ansias de conocimiento y libertad. Su cabellera rubia lo hacía parecerse más a mí, resultaba gracioso pensar que de haber sido hombre, sería exactamente como él.
Con el paso de los años, un vínculo se fue formando entre nosotros. Aquel inocente, era protestón y se oponía a todos con tal de defender lo que creía. Le quise tanto que procuraría a toda costa que él tuviera una vida feliz como la que, en su momento, soñé para mí. Tenía que encontrar la manera de sacarlo de aquel castillo maldito, pero ¿cómo?
Una mañana supe que se había escapado con el circo y me sentí herida. No porque se fuera, sino porque no había confiado en mí lo suficiente para contármelo, no se había despedido, no me tomó en cuenta… me ignoró como lo hacían todos en aquel lugar. No lo lloré, no lo sufrí, ya había aprendido a vivir con todo aquello. Sus hermanos, los otros dos hijos que me quedaban vivos, lo habían traído de nuevo al castillo y eso me enfureció aún más ¿por qué se había dejado atrapar? Acaso era tan idiota como los demás.
Más adelante, fui yo quien lo alentó a irse. La tuberculosis comenzaba a destruirme y no quería que mi preciado hijo me viera morir ahí, tan miserable y entre personas que odiaba. Saqué, los últimos anillos que me quedaban, herencia de mi familia, y se los di para huyera junto a Nicolas de Lenfent. A cambo le pedí es que me prometiera que se iría a la capital, París, una vez allá haría sus sueños realidad y me escribiría. Viviría mi vida a través de aquel chico, mi parte masculina. Mi Lestat.
Nos escribíamos con frecuencia, pero nadie podía saberlo. Aquellos ignorantes creían mis mentiras de que le escribía a mi familia. Las aventuras que Lestat me narraban, me ayudaban a soportar aquella prisión. Ahora me sentía débil y casi moribunda, cada día estaba más cerca de la muerte y lo único que lamentaba era no volver a mi pequeño héroe, mi lobo salvaje.
Poco a poco, mi hijo comenzó a escribirme con menos frecuencia, ya no me contaba demasiado y tuve un presentimiento extraño. Un día, me llegó una gran suma de dinero de parte de él, en su carta decía que era para que volviera a ver aquel hermoso Val Grande italiano del que solía hablarle. Pero no podía hacer eso, si me iba, sería para verlo a él por última vez. Quería asegurarme de que estaba cumpliendo sus sueños.
Luego de varios días, por fin se digno a aparecer ante su madre. Detestaba estar rodeaba por médicos y enfermeras, yo solo lo quería a él y poder irme de este mundo en paz. Al obsérvalo, pude notar que algo en Lestat había cambiado. Su rostro inocente ahora se veía diferente, era más salvaje y por raro que suene “mágico”. Él no quería decirme qué había pasado, pero nadie mejor que una madre para conocer a su hijo.
Cuando mi vista se empezó a oscurecer, sentí un dolor que desgarraba mi cuello, no sabía qué podía ser, pero hasta para la muerte debía agonizar. Luego, percibí como el más fino elixir mojaba mis labios secos, era delicioso y poderoso. Vi a Lestat y luego me vi, era como si por fin pudiéramos fusionarnos y mezclar nuestras almas. Yo viviría por siempre en él.
Al abrir los ojos, todo el mundo había cambiado, ya nada era igual. Los colores, los sonidos y las texturas, todo era nuevo. Lestat me había dado otra oportunidad, otra vida sin ataduras. Podía ser libre, por fin. En aquello días, me convertí en la aprendiz y amante de mi hijo. Por irónico que resulte, terminamos viviendo juntos en otro castillo, deseaba probar mi nueva fuerza y los poderes que sentía en mi interior, pero mi compañero tenía otras cosas en mente.
Advertí a Lestat que no debía compartir este poder con cualquiera, pero era demasiado obstinado. Así fue como terminó dándole el don a Nicolas y como predije fue una desgracia total. Luego de todo el asunto del teatro de los vampiros, por sin pudimos dedicarnos a viajar por 10 años y probar esta nueva vida inmortal.
Una noche, llegó un violín con una nota que, nuevamente, venía a opacar la calma que tenía ahora. Aquel desquiciado se Nicolás se había arrojado a las llamas, mi hijo sufrió aquella muerte y parecía no tener consuelo. Luego, llego otra carta desagradable que comunicaba que Los De Lioncourt habían muerto y ahora, aquel despreciable marqués, pretendía que su único hijo vivo se hiciera cargo de él. No permitiría que Lestat cargara con este martirio, con aquel hombre que jamás había hecho nada bueno por nadie. Oculté la carta y eso fue la causa de nuestra separación.
El hombre De Lioncourt que vivía dentro del vampiro salió a la superficie, en medio del dolor, la culpa y la desesperación me pidió que me marchara. Debo admitir que me dolió y así como hice años atrás, tomé mis cosas y desaparecí en la noche Egipcia. Viajé, conocí y aprendí, pasaron como unos 20 años más hasta que en una de mis noches de aventuras me acerqué a Nueva Orleans, pues por los vampiros del teatro sabía que Lestat se encontraba allá. No irrumpí en su vida, pero nuevamente pude observar el poco razonamiento que podía tener aquel vampiro para algunas cosas. Ahora tenía una familia y en ella estaba una niña, una pequeña vampira.
Recorrí el continente americano por unos años, hasta que vi en la mentes de otros el rostro de aquella niña. Me fui a Francia, pues no quería saber nada de lo que había hecho mi hijo ¿los vampiros podían tener hijos? Espero que no, para mí ya había sido suficiente. Pero nuevamente, el rostro de la pequeña Claudia estaba en las mentes de los vampiros parisinos, pero se encontraba sola ¿Lestat sabía esto? ¿Qué estaba sucediendo?
• Le encanta la fauna y la flora
• No le interesan los eventos sociales
• Suele vestir con ropa de cacería
• No comparte sus pensamiento de forma abierta
• Suele ser fría e indiferente
• Le gustan las conversaciones que le proporcionen nuevos conocimientos.
Última edición por Gabrielle De Lioncourt el Jue Jun 23, 2016 9:47 am, editado 1 vez
Gabrielle De Lioncourt- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 15/06/2016
Re: La Marquesa indomable - Gabrielle De Lioncourt
por Nigel Quartermane Mar Jun 21, 2016 12:23 pm
OBSERVACIONES
favor de corregir
GABRIELLE, PARA PODER APROBAR TU FICHA ES NECESARIO QUE EXTIENDAS UN POCO MÁS LA DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA DE TU PERSONAJE, YA QUE NO CUMPLE CON EL MÍNIMO DE LÍNEAS QUE PEDIMOS EN EL FORO. TAMBIÉN TE COMENTO QUE TODOS LOS VAMPIROS PERTENECEN A UNA CLASE SOCIAL, NO EXISTE UN RANGO EN EL FORO PARA VAMPIROS SIN CLASE, POR LO QUE TE PIDO QUE ELIJAS LA QUE MEJOR SE ADAPTE A TU PERSONAJE.
CUANDO ESTÉ HECHO, POR FAVOR COMENTA A CONTINUACIÓN PARA PODER DARTE LA APROBACIÓN.
GRACIAS.
CUANDO ESTÉ HECHO, POR FAVOR COMENTA A CONTINUACIÓN PARA PODER DARTE LA APROBACIÓN.
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Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: La Marquesa indomable - Gabrielle De Lioncourt
por Gabrielle De Lioncourt Jue Jun 23, 2016 9:48 am
Corregido
Gabrielle De Lioncourt- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 15/06/2016
Re: La Marquesa indomable - Gabrielle De Lioncourt
por Nigel Quartermane Jue Jun 23, 2016 9:03 pm
FICHA APROBADA
bienvenido/a a victorian vampires
¡ENHORABUENA! YA ERES PARTE DE VICTORIAN VAMPIRES Y TE DAMOS LA MÁS CORDIAL BIENVENIDA.
ANTES DE HACER CUALQUIER OTRA COSA, TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO/A DE CÓMO MANEJAMOS TODO EN ESTE SITIO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MALOS ENTENDIDOS. A CONTINUACIÓN TE DEJO LOS LINKS MÁS IMPORTANTES PARA QUE PUEDAS CONOCER LA INFORMACIÓN, Y SI DESPUÉS DE LEER SIGUES TENIENDO ALGUNA DUDA, PUEDES CONTACTARME A MÍ O A OTRO DE LOS ADMINISTRADORES; ESTAMOS PARA SERVIRTE.
¡QUE TE DIVIERTAS!
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Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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