AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
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Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Aquella noche no era como el resto, al menos este trabajo distaba mucho de los que acostumbraba ha hacer, tome el jersey entre mis menos, dejando que el olor de aquella a quien tenia que encontrar me invadiera.
Hoy no habría derramamiento de sangre, ni caos ni destrucción a mi paso, mas eso no me hacia bajar la guardia, si algo había aprendido en estos siglos es que los trabajos que se presentaban mas sencillos son los que acaban dando mas quebraderos de cabeza.
Tan solo hacia unos días que el cazador y yo nos habíamos reunido en la taberna de Meyhanes, un nido de vampiros a los que este accedió a ir.
Gael me dio este jersey, que al parecer la dama dejo olvidado por error y una vaga descripción de la chica. Poco o nada sabia de sus problemas personales, y tampoco pregunté, supuse que para aquel cazador el esfuerzo que hacia depositando la vida de su hermana en mis manos, manos inmortales, era mas que suficiente para demostrarme la gravedad del asunto.
Sonrei de medio lado apretando las alforjas sobre mi montura e introduje dentro aquel jersey, quizás mas tarde lo necesitara.
De un salto subí sobre mi montura y pronto me puse al galope hasta alcanzar la zona centro de la ciudad, la primavera estaba apunto de llegar y aquella noche no se antojaba tan fría como otras, de echo la nieve blanca que hasta hacia unos días cubría Paris, estaba desapareciendo apenas dejando un rastro por algunas de las esquinas donde parecía resistirse al inexorable paso del tiempo.
Avance despacio, dejándome inundar de los mil y un olores de la ciudad, y como no, tratando de discernir entre ellos el de aquella mujer a la que buscaba. Pase horas cabalgando sin hallar ni un solo resquicio de ella ¿donde se metía esa dama? Posiblemente en su afán de esconderse de Gael, había reducido sus salidas al mínimo lo que me dio una idea ¿donde ir si no deseas que un tu hermano cazador te encuentre?
Descarte el bosque intuyendo que esa seria una de las zonas de caza de Gael y los suyos. Aposte por la playa, no hacia frio, pero aun estaría desierta ¿que mejor lugar para pensar y no ser molestado que ese? Al menos para una humana, yo por supuesto tenia otras preferencias mas...como decirlo...mas oscuras.
Galope por la playa, que como imaginaba estaba bastante desierta, mas allá de algunas parejas haciéndose carantoñas y compartiendo una velada no había ni un alma.
No fue hasta mas tarde que percibí su aroma sobre unas rocas, sentada en el precipicio donde rompen las olas, descalza...era ella, podía percibir no solo su olor, también su sangre, tan parecida posiblemente por su parentesco a la del hombre de la taberna.
Desmonte del caballo, tomando asiento sobre la fina arena, no quería molestarla, no había necesidad.
Desde allí y disimuladamente analice sus facciones, parecían tristes, sombrías. Su cabello ondeaba salvaje al viento con una melena morena y lisa que bailaba al compás de las olas.
Su tez era clara, casi como de fina porcelana, y contrastaba con dos orbes tan oscuros como la noche y tan brillantes como la luna que se reflejaba en ellos. Su dedo acaricio sus labios, no se si memorando algún recuerdo pasado. Labios carnosos y perfectamente bien perfilados.
Su hermano se había quedado muy, pero que muy corto en la descripción de la dama.
Su cuerpo tan delicado parecía poder romperse en cualquier momento mas aun así, desprendía vitalidad, su corazón latía enérgico, vigoroso posiblemente acompañando ese carácter fuerte del que Gael había hecho gala aquella noche.
Sonreí de medio lado cuando mi montura hundió su hocico en mi rostro y acaricie con suavidad sus crines peinandolas con mis dedos
-Tranquilo amigo, hoy la noche se me antoja larga.
Ciertas eran mis palabras, pues no veía diversión en vigilar a una dama...
Hoy no habría derramamiento de sangre, ni caos ni destrucción a mi paso, mas eso no me hacia bajar la guardia, si algo había aprendido en estos siglos es que los trabajos que se presentaban mas sencillos son los que acaban dando mas quebraderos de cabeza.
Tan solo hacia unos días que el cazador y yo nos habíamos reunido en la taberna de Meyhanes, un nido de vampiros a los que este accedió a ir.
Gael me dio este jersey, que al parecer la dama dejo olvidado por error y una vaga descripción de la chica. Poco o nada sabia de sus problemas personales, y tampoco pregunté, supuse que para aquel cazador el esfuerzo que hacia depositando la vida de su hermana en mis manos, manos inmortales, era mas que suficiente para demostrarme la gravedad del asunto.
Sonrei de medio lado apretando las alforjas sobre mi montura e introduje dentro aquel jersey, quizás mas tarde lo necesitara.
De un salto subí sobre mi montura y pronto me puse al galope hasta alcanzar la zona centro de la ciudad, la primavera estaba apunto de llegar y aquella noche no se antojaba tan fría como otras, de echo la nieve blanca que hasta hacia unos días cubría Paris, estaba desapareciendo apenas dejando un rastro por algunas de las esquinas donde parecía resistirse al inexorable paso del tiempo.
Avance despacio, dejándome inundar de los mil y un olores de la ciudad, y como no, tratando de discernir entre ellos el de aquella mujer a la que buscaba. Pase horas cabalgando sin hallar ni un solo resquicio de ella ¿donde se metía esa dama? Posiblemente en su afán de esconderse de Gael, había reducido sus salidas al mínimo lo que me dio una idea ¿donde ir si no deseas que un tu hermano cazador te encuentre?
Descarte el bosque intuyendo que esa seria una de las zonas de caza de Gael y los suyos. Aposte por la playa, no hacia frio, pero aun estaría desierta ¿que mejor lugar para pensar y no ser molestado que ese? Al menos para una humana, yo por supuesto tenia otras preferencias mas...como decirlo...mas oscuras.
Galope por la playa, que como imaginaba estaba bastante desierta, mas allá de algunas parejas haciéndose carantoñas y compartiendo una velada no había ni un alma.
No fue hasta mas tarde que percibí su aroma sobre unas rocas, sentada en el precipicio donde rompen las olas, descalza...era ella, podía percibir no solo su olor, también su sangre, tan parecida posiblemente por su parentesco a la del hombre de la taberna.
Desmonte del caballo, tomando asiento sobre la fina arena, no quería molestarla, no había necesidad.
Desde allí y disimuladamente analice sus facciones, parecían tristes, sombrías. Su cabello ondeaba salvaje al viento con una melena morena y lisa que bailaba al compás de las olas.
Su tez era clara, casi como de fina porcelana, y contrastaba con dos orbes tan oscuros como la noche y tan brillantes como la luna que se reflejaba en ellos. Su dedo acaricio sus labios, no se si memorando algún recuerdo pasado. Labios carnosos y perfectamente bien perfilados.
Su hermano se había quedado muy, pero que muy corto en la descripción de la dama.
Su cuerpo tan delicado parecía poder romperse en cualquier momento mas aun así, desprendía vitalidad, su corazón latía enérgico, vigoroso posiblemente acompañando ese carácter fuerte del que Gael había hecho gala aquella noche.
Sonreí de medio lado cuando mi montura hundió su hocico en mi rostro y acaricie con suavidad sus crines peinandolas con mis dedos
-Tranquilo amigo, hoy la noche se me antoja larga.
Ciertas eran mis palabras, pues no veía diversión en vigilar a una dama...
Última edición por Erlend Cannif el Vie Ago 12, 2016 4:04 am, editado 1 vez
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Poco tiempo había transcurrido desde que había abandonado la casa de la que me enorgullecía tanto. Aquella a la que le entregué buena parte de mi pubertad, mis años de adolescente, mi juventud y mi presente. La había abandonado como si nunca hubiese existido, así de fútil era todo en esta vida, en un momento eres poseedor de todo y en un simple parpadear se escurre de entre tus manos y se desvanece. No era yo, sin embargo, alguien que se quedaba con nada ni estaba dispuesta a creerlo así. Era cierto que extrañaba a Gael, pero al mismo tiempo lo odiaba con una intensidad de la cual no me creía capaz.
Ya no serás una Lutz, me había dicho, y por tales palabras le clavaría un puñal con toda la intensidad que la sangre que corría por mis venas portaba, confirmando que ambos compartíamos la misma sangre y que siempre sería así por más que el renegase de mi o pretendiese no creer que yo era quien era, su hermana. Aunque al mismo tiempo era yo quien renegaba de él y de su recuerdo; tan profundamente herida me sentía por sus dieciséis años de mentiras, por su encubrimiento con respecto a lo sucedido en mi temprana niñez, y con la desfachatez y la naturalidad con la cual me había hecho creer que era tan solo un cocinero.
Sin embargo esa noche no pensaba en él, me había dirigido a la playa al despuntar en el cielo las luces brillantes producidas por las numerosas estrellas que esa noche se perfilaban con gracia rodeando a la luna. Al observar dicho espectáculo sobre el horizonte oscurecido por las horas nocturnas, me había descalzado y me había sumergido en la visión de las aguas marinas, que llegando a romper sobre la costa, me invitaban a acercarme a ellas y a sentir su salpicadura sobre el vestido rojo que llevaba puesto y que se ceñía a mi cintura, cubriéndome perfectamente como lo hacían los guantes que haciendo juego con el, enfundaban mis brazos, haciendo resaltar no solo mi delgada figura, o la juvenil lozanía de mis pechos a los cuales el corsé acariciaba apretándoles en un sensual abrazo que solo un amante con su tacto podía igualar.
Apoyé mis dedos descalzos en la arena, mientras sentía como esta corría acariciadora entre ellos tras cada paso mio, hasta alcanzar un montículo de rocas adonde trepé y sobre el cual me detuve. Disfruté del amistoso viento que anunciaba la llegada de la recién comenzada primavera y procedí a recostarme sobre las rocas, observé la plenitud del infinito cielo sobre mi y pensé en su infinito alcance, en como esas mismas estrellas iluminaban a aquellos que a esas horas se entregaban al descanso, o a las parejas que sin meditarlo mucho se entregaban el uno al otro.
Pasé mis dedos por mis labios meditando en la suavidad del beso de un amante y preguntándome por qué me sentía tan avasalladoramente insatisfecha. Las estrellas me entregaban una sensación de eternidad y con ello mis pensamientos regresaban al descubrimiento que había supuesto conocer a Erkki, y el saber de la existencia de los seres de la noche que abrían frente a mi una completa fascinación que ni siquiera pretendía disimular.
Acostada sobre las rocas, con mi cabello negro desparramado como lo harían las negras alas de un cuervo al desplegarse, y con las aguas saladas salpicándome y humedeciendo levemente la blanca piel de mis pies y mis brazos desnudos, medité en la infinita satisfacción que supondría tener un amante nocturno. Si hubiese creído en algo hubiese implorado porque el deseo de inmortalidad que comenzaba a anhelar no solo continuase creciendo sino que con su vehemencia torciese el camino de quien habría de otorgarme ese regalo y lo atrajese hacia mi.
Podía no creer en algo, pero eso no evitó que lo implorase en mi mente mientras una pequeña sonrisa se extendía en mis labios. Casi pude jurar que de alguna forma le visualizaba frente a mi, aunque sabía que lejos había dejado a cualquier ser viviente que se encontrase a esas horas en la playa y que me encontraba completamente sola...
Ya no serás una Lutz, me había dicho, y por tales palabras le clavaría un puñal con toda la intensidad que la sangre que corría por mis venas portaba, confirmando que ambos compartíamos la misma sangre y que siempre sería así por más que el renegase de mi o pretendiese no creer que yo era quien era, su hermana. Aunque al mismo tiempo era yo quien renegaba de él y de su recuerdo; tan profundamente herida me sentía por sus dieciséis años de mentiras, por su encubrimiento con respecto a lo sucedido en mi temprana niñez, y con la desfachatez y la naturalidad con la cual me había hecho creer que era tan solo un cocinero.
Sin embargo esa noche no pensaba en él, me había dirigido a la playa al despuntar en el cielo las luces brillantes producidas por las numerosas estrellas que esa noche se perfilaban con gracia rodeando a la luna. Al observar dicho espectáculo sobre el horizonte oscurecido por las horas nocturnas, me había descalzado y me había sumergido en la visión de las aguas marinas, que llegando a romper sobre la costa, me invitaban a acercarme a ellas y a sentir su salpicadura sobre el vestido rojo que llevaba puesto y que se ceñía a mi cintura, cubriéndome perfectamente como lo hacían los guantes que haciendo juego con el, enfundaban mis brazos, haciendo resaltar no solo mi delgada figura, o la juvenil lozanía de mis pechos a los cuales el corsé acariciaba apretándoles en un sensual abrazo que solo un amante con su tacto podía igualar.
Apoyé mis dedos descalzos en la arena, mientras sentía como esta corría acariciadora entre ellos tras cada paso mio, hasta alcanzar un montículo de rocas adonde trepé y sobre el cual me detuve. Disfruté del amistoso viento que anunciaba la llegada de la recién comenzada primavera y procedí a recostarme sobre las rocas, observé la plenitud del infinito cielo sobre mi y pensé en su infinito alcance, en como esas mismas estrellas iluminaban a aquellos que a esas horas se entregaban al descanso, o a las parejas que sin meditarlo mucho se entregaban el uno al otro.
Pasé mis dedos por mis labios meditando en la suavidad del beso de un amante y preguntándome por qué me sentía tan avasalladoramente insatisfecha. Las estrellas me entregaban una sensación de eternidad y con ello mis pensamientos regresaban al descubrimiento que había supuesto conocer a Erkki, y el saber de la existencia de los seres de la noche que abrían frente a mi una completa fascinación que ni siquiera pretendía disimular.
Acostada sobre las rocas, con mi cabello negro desparramado como lo harían las negras alas de un cuervo al desplegarse, y con las aguas saladas salpicándome y humedeciendo levemente la blanca piel de mis pies y mis brazos desnudos, medité en la infinita satisfacción que supondría tener un amante nocturno. Si hubiese creído en algo hubiese implorado porque el deseo de inmortalidad que comenzaba a anhelar no solo continuase creciendo sino que con su vehemencia torciese el camino de quien habría de otorgarme ese regalo y lo atrajese hacia mi.
Podía no creer en algo, pero eso no evitó que lo implorase en mi mente mientras una pequeña sonrisa se extendía en mis labios. Casi pude jurar que de alguna forma le visualizaba frente a mi, aunque sabía que lejos había dejado a cualquier ser viviente que se encontrase a esas horas en la playa y que me encontraba completamente sola...
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
La noche se presentaba tranquila, la brisa del mar despeinaba a aquella dama que apaciguada parecía vivir fuera de ese hermoso cuerpo dejándose llevar por ensoñaciones de tiempos mejores.
Sin embargo, para mi reinaba el mas absoluto aburrimiento, sinceramente no esperaba que la hermana de un cazador se presentara como una misión tan aburrida ¿donde estaba ese genio del que según su hermano hacia gala? Ya me temía ir a ver al cazador para contarle, supongo que para su suerte, que su hermanita ademas de tener un cuerpo de escándalo y un bello rostro, era una dama distinguida que se limitaba a mirar las estrellas al anochecer.
Pasaron horas o amenos así se me antojaron a mi de eternas hasta que unos ruidos llamaron mi atención, al parecer, eran dos hombres borrachos que botella en mano y entre los gritos del jolgorio parecían estar dispuestos a seguir en la playa la fiesta emprendida en la taberna.
Me mantuve en mi sitio, a fin de cuentas, los borrachos no me molestaban, mas cuando vi que sus tambaleantes pasos iban hacia la dama, me puse en pie y con la mandíbula tensa camine hacia ellos.
Los hombres parecían confundirla con una prostituta ¿acaso estaban ciegos? Y le pedían que por unas monedas les liberase de la tensión acumulada en sus falos amodorrados por el alcohol.
Negué con la cabeza al alcanzar su altura y hundí mi mirada en esos tipos, que sin duda y envalentonados por el alcohol se revolvieron hacia mi.
-Seguir la fiesta en otra parte -apunté -la dama esta conmigo.
Mis palabras sonaron profundas, mas al parecer no lo suficiente pues los muy idiotas trataron de golpearme.
Casi se me escapo una carcajada cuando los esquive con ágiles movimientos como si de niños se tratasen.
La dama en pie sobre las rocas miraba entre asustada y preocupada la pelea que acababa de iniciarse en aquella playa.
De un puñetazo el primer hombre cayo al suelo sujeto a su botella de ron que se desparramaba sobre ese pobre desgraciado.
El segundo no corrió tanta suerte, pues tras sacar una navaja y clavármela en el costado cuando por un descuido iba a avisar a la dama de lo cerca que estaba el filo de las rocas de sus pies, introduje mi mano en su pecho y saje con rabia su corazón palpitante dejándolo caer sobre la fina arena.
Mis ojos negros empezaban a adquirir un tono rojizo, ahora si descubierta mi condición frente a aquella mujer de castaños cabellos me gire a mirarla con la mano ensangrentada.
-No temáis -susurre sin suerte, pues esta dio un paso atrás y resbalo inexorablemente hacia el vació cayendo contra las frías aguas del mar.
¡Mierda! -rugí quitándome la camisola y lanzándome en su ayuda sorteando las rocas en busca del cuerpo de la dama que llevado por la corriente se hundía una y otra vez entre las bravas aguas golpeándose una y otra vez.
-Mírame -le pedí, tratando de mantener su atención para que no se rindiera mientras nadaba hacia ella con rapidez apartando el agua a mi paso.
Segundos que esta vez si se me hicieron eternos hasta que la alcance, rodeando su cintura ocn mis brazos con firmeza.
-tranquila, te tengo, voy a sacarte de aquí -susurré en su oído sintiendo su tembloroso cuerpo vibrar entre mis brazos.
Sin embargo, para mi reinaba el mas absoluto aburrimiento, sinceramente no esperaba que la hermana de un cazador se presentara como una misión tan aburrida ¿donde estaba ese genio del que según su hermano hacia gala? Ya me temía ir a ver al cazador para contarle, supongo que para su suerte, que su hermanita ademas de tener un cuerpo de escándalo y un bello rostro, era una dama distinguida que se limitaba a mirar las estrellas al anochecer.
Pasaron horas o amenos así se me antojaron a mi de eternas hasta que unos ruidos llamaron mi atención, al parecer, eran dos hombres borrachos que botella en mano y entre los gritos del jolgorio parecían estar dispuestos a seguir en la playa la fiesta emprendida en la taberna.
Me mantuve en mi sitio, a fin de cuentas, los borrachos no me molestaban, mas cuando vi que sus tambaleantes pasos iban hacia la dama, me puse en pie y con la mandíbula tensa camine hacia ellos.
Los hombres parecían confundirla con una prostituta ¿acaso estaban ciegos? Y le pedían que por unas monedas les liberase de la tensión acumulada en sus falos amodorrados por el alcohol.
Negué con la cabeza al alcanzar su altura y hundí mi mirada en esos tipos, que sin duda y envalentonados por el alcohol se revolvieron hacia mi.
-Seguir la fiesta en otra parte -apunté -la dama esta conmigo.
Mis palabras sonaron profundas, mas al parecer no lo suficiente pues los muy idiotas trataron de golpearme.
Casi se me escapo una carcajada cuando los esquive con ágiles movimientos como si de niños se tratasen.
La dama en pie sobre las rocas miraba entre asustada y preocupada la pelea que acababa de iniciarse en aquella playa.
De un puñetazo el primer hombre cayo al suelo sujeto a su botella de ron que se desparramaba sobre ese pobre desgraciado.
El segundo no corrió tanta suerte, pues tras sacar una navaja y clavármela en el costado cuando por un descuido iba a avisar a la dama de lo cerca que estaba el filo de las rocas de sus pies, introduje mi mano en su pecho y saje con rabia su corazón palpitante dejándolo caer sobre la fina arena.
Mis ojos negros empezaban a adquirir un tono rojizo, ahora si descubierta mi condición frente a aquella mujer de castaños cabellos me gire a mirarla con la mano ensangrentada.
-No temáis -susurre sin suerte, pues esta dio un paso atrás y resbalo inexorablemente hacia el vació cayendo contra las frías aguas del mar.
¡Mierda! -rugí quitándome la camisola y lanzándome en su ayuda sorteando las rocas en busca del cuerpo de la dama que llevado por la corriente se hundía una y otra vez entre las bravas aguas golpeándose una y otra vez.
-Mírame -le pedí, tratando de mantener su atención para que no se rindiera mientras nadaba hacia ella con rapidez apartando el agua a mi paso.
Segundos que esta vez si se me hicieron eternos hasta que la alcance, rodeando su cintura ocn mis brazos con firmeza.
-tranquila, te tengo, voy a sacarte de aquí -susurré en su oído sintiendo su tembloroso cuerpo vibrar entre mis brazos.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Observando las estrellas sonreí apaciblemente, convencida de que si algo podía cumplir mi deseo era precisamente una de ellas, y con esa convicción me concentré en la contemplación de la más brillante de todas, la cual inesperadamente había aumentado sus destellos de plata como si hubiese escuchado mi plegaria y me confirmase de esa manera que mi ruego había sido escuchado.
Pero tan plácidas ensoñaciones que me mantenían entre la realidad y el avistamiento del amante que se me antojaba se presentaría desde las sombras tuve que apartar mi gratitud hacia la estrella e ignorar la grata sensación que me regalaba el viento cargado de sal para desviar mi mirada del cielo y dirigirla hacia un par de sujetos que se acercaban a mi.
De inmediato me sentí tensa y por demás contrariada al escuchar sus proposiciones, pues se trataba de un par de borrachos que de forma burda buscaban comprarme. Cierto era que hace tan solo un instante soñaba con un amante inmortal pero la visión de ambos personajes no solo distaba de ella sino que logró provocarme aversión y una intensa repulsión ante la idea de revolcarme con ellos para satisfacer lo que sin ningún pudor señalaban al tocar sus entrepiernas.
Por cierto que no iba a aceptar y si tenía que luchar aunque fuera con arañazos y mordidas estaba dispuesta a ello pero, y aunque mi cuerpo comenzó a temblar al verlos acercarse, el oscuro suceso se vio interrumpido por la aparición de otro hombre a quien no había visto aproximarse.
Sin percatarme había retrocedido por puro instinto de defensa hacia el extremo de las rocas adonde me mantenía erguida observando como el recién aparecido se enfrascaba en una pelea con los otros dos, quienes aunque le superaban en número, quedó bastante claro que no lo hacían en fuerza. El viento de repente se me antojaba frío mientras mi mirada notaba como uno de los borrachos caía y al observar la botella a su lado sentí un deseo intenso de correr hacia él y quebrársela en la cabeza.
Pero mi intención no pasó de serlo pues todos mis movimientos se vieron abortados por la visión del segundo borracho y de lo que estaba a punto de hacer. Grité advirtiendo al que parecía defenderme indicándole que se cuidara del cuchillo, pero mi grito se ahogó en mi garganta. Mi defensor había sido acuchillado. Fue entonces cuando al moverme mi pie perdió base y mis ojos asustados por la inminente caída atinaron a observar como un corazón era arrancado confirmando que me encontraba viendo a un inmortal. Caí al vacío tras descubrirlo, con el corazón en la garganta, y la sensación espantosa de caer hacia mi muerte.
Poco supe después excepto que me encontraba rodeada del agua que se empeñaba con su vaivén en golpearme contra las rocas mientras mis pulmones ardían haciéndome creer que de un momento a otro mi cuerpo ardería. Luché tanto como fui capaz para mantenerme en la superficie y me aferré a la obstinación que me orillaba a seguir viviendo.
Creí que el inmortal se encontraba en las aguas y que me gritaba pero no estaba segura. Habiendo perdido finalmente mis fuerzas comencé a hundirme antes de sentirme impulsada hacia arriba y escuchar un susurro en mi oído que me hizo aferrarme nuevamente a la vida y sentir como unos fuerte brazos me rodeaban. -La orilla...- mascullé, observando el rostro de quien se encontraba cerca mío mientras mi cuerpo temblaba de frío y posible hipotermia. Procuré mantener mis párpados abiertos al comprender que él nadaba hacia la orilla impulsándonos a ambos hacia la arena, pero sé que en algún momento me venció la oscuridad.
Después de lo que me pareció una eternidad volví en mi e hice un esfuerzo por mantenerme lúcida mientras las olas morían detrás nuestro. Sentí unos brazos fuertes sosteniéndome y fijé la mirada en un rostro frente al mio que repentinamente se materializaba después de haber salido de las sombras. Era un rostro apuesto y tratábase de un hombre joven y viril, con su cabello y cuerpo húmedos al igual que el mio... Mi mirada siguió el camino de las gotas que caían sobre un torso bien torneado y unos músculos perfectamente cincelados. Alcé mi mano y permití que las yemas de mis dedos tocasen su rostro, maravillada al percibir que era real, segura de que la estrella me había concedido mi deseo.
-¿Eres un dios?- susurré, insegura de encontrarme despierta. Quizás había en realidad muerto y él había venido a encontrarme, lo cual no impidió que mis dedos tocasen su rostro y percibiese la fortaleza de su cuerpo que sosteniendo la fragilidad del mio avivaba mi deseo de permanecer entre sus brazos.
Pero tan plácidas ensoñaciones que me mantenían entre la realidad y el avistamiento del amante que se me antojaba se presentaría desde las sombras tuve que apartar mi gratitud hacia la estrella e ignorar la grata sensación que me regalaba el viento cargado de sal para desviar mi mirada del cielo y dirigirla hacia un par de sujetos que se acercaban a mi.
De inmediato me sentí tensa y por demás contrariada al escuchar sus proposiciones, pues se trataba de un par de borrachos que de forma burda buscaban comprarme. Cierto era que hace tan solo un instante soñaba con un amante inmortal pero la visión de ambos personajes no solo distaba de ella sino que logró provocarme aversión y una intensa repulsión ante la idea de revolcarme con ellos para satisfacer lo que sin ningún pudor señalaban al tocar sus entrepiernas.
Por cierto que no iba a aceptar y si tenía que luchar aunque fuera con arañazos y mordidas estaba dispuesta a ello pero, y aunque mi cuerpo comenzó a temblar al verlos acercarse, el oscuro suceso se vio interrumpido por la aparición de otro hombre a quien no había visto aproximarse.
Sin percatarme había retrocedido por puro instinto de defensa hacia el extremo de las rocas adonde me mantenía erguida observando como el recién aparecido se enfrascaba en una pelea con los otros dos, quienes aunque le superaban en número, quedó bastante claro que no lo hacían en fuerza. El viento de repente se me antojaba frío mientras mi mirada notaba como uno de los borrachos caía y al observar la botella a su lado sentí un deseo intenso de correr hacia él y quebrársela en la cabeza.
Pero mi intención no pasó de serlo pues todos mis movimientos se vieron abortados por la visión del segundo borracho y de lo que estaba a punto de hacer. Grité advirtiendo al que parecía defenderme indicándole que se cuidara del cuchillo, pero mi grito se ahogó en mi garganta. Mi defensor había sido acuchillado. Fue entonces cuando al moverme mi pie perdió base y mis ojos asustados por la inminente caída atinaron a observar como un corazón era arrancado confirmando que me encontraba viendo a un inmortal. Caí al vacío tras descubrirlo, con el corazón en la garganta, y la sensación espantosa de caer hacia mi muerte.
Poco supe después excepto que me encontraba rodeada del agua que se empeñaba con su vaivén en golpearme contra las rocas mientras mis pulmones ardían haciéndome creer que de un momento a otro mi cuerpo ardería. Luché tanto como fui capaz para mantenerme en la superficie y me aferré a la obstinación que me orillaba a seguir viviendo.
Creí que el inmortal se encontraba en las aguas y que me gritaba pero no estaba segura. Habiendo perdido finalmente mis fuerzas comencé a hundirme antes de sentirme impulsada hacia arriba y escuchar un susurro en mi oído que me hizo aferrarme nuevamente a la vida y sentir como unos fuerte brazos me rodeaban. -La orilla...- mascullé, observando el rostro de quien se encontraba cerca mío mientras mi cuerpo temblaba de frío y posible hipotermia. Procuré mantener mis párpados abiertos al comprender que él nadaba hacia la orilla impulsándonos a ambos hacia la arena, pero sé que en algún momento me venció la oscuridad.
Después de lo que me pareció una eternidad volví en mi e hice un esfuerzo por mantenerme lúcida mientras las olas morían detrás nuestro. Sentí unos brazos fuertes sosteniéndome y fijé la mirada en un rostro frente al mio que repentinamente se materializaba después de haber salido de las sombras. Era un rostro apuesto y tratábase de un hombre joven y viril, con su cabello y cuerpo húmedos al igual que el mio... Mi mirada siguió el camino de las gotas que caían sobre un torso bien torneado y unos músculos perfectamente cincelados. Alcé mi mano y permití que las yemas de mis dedos tocasen su rostro, maravillada al percibir que era real, segura de que la estrella me había concedido mi deseo.
-¿Eres un dios?- susurré, insegura de encontrarme despierta. Quizás había en realidad muerto y él había venido a encontrarme, lo cual no impidió que mis dedos tocasen su rostro y percibiese la fortaleza de su cuerpo que sosteniendo la fragilidad del mio avivaba mi deseo de permanecer entre sus brazos.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Su vestido mojado pesaba sobre un delicado cuerpo que ahora entre mis brazos y bañado por la luna llena se me antojaba mas hermoso todavía.
Por unos segundos la sentí desfallecer, su cabeza se ladeo contra mi pecho sumiéndola en la mas absoluta oscuridad y con ella aumentaron mis nervios, pues aunque la oía respirar, sentía su calor sobre mi pecho desconocía si aquella débil naturaleza mortal sumida en la hipotermia pudiera sufrir un shock.
-Vamos pequeña -susurré con suavidad dejando el mar embravecido a mis espaldas.
Nuevamente abrió los ojos, y con ellos mi tranquilidad, parecía desubicada por el modo en el que sus orbes castaños me miraban, enmarcados por unas largas y espesas pestañas.
Las gotas resbalaban por aquellas perfectas y delicadas facciones que sin duda en belleza no tenían parangón con el resto de damas que hasta ahora había conocido.
Observe sus morados labios que temblaban frente a mi castañeando los dientes incapaz de entrar en calor, acaricie su brazo con mi mano, frotándola con suavidad, tratando de infundirle ánimos, demostrarle que estaba a salvo.
Su dedo rozo mi rostro, no se empujado por que fuerza, ahí fue cuando me di cuenta de la verdad que las palabras de Gael encerraban, aquella mujer no me temía, todo lo contrario, me había visto arrancar un corazón de cuajo y se acurrucaba entre mis brazos como si aquello no fuera motivo mas que suficiente para huir del monstruo que yo era.
¿Como podía no verme como a un diablo? ¿como podía no luchar por su vida creyendo que se la arrebataría de un momento a otro?
-¿Eres un dios?- susurró golpeando mi rostro con su caliente aliento.
Esta vez si que no pude evitar que una picara sonrisa acompañara a la falta de lucidez de la dama, me habían llamado muchas cosas, mas desde luego jamas esa.
-vuestro Dios, mi señora -apunté divertido guiñándole un ojo en mi afán de reconfortarla y hacer que sus ojos siguieran abiertos quedándose conmigo.
La deposite con suavidad sobre la fina arena, mientras rodeaba su cuerpo para empezar a soltar los lazos que oprimían el corsee de su aparatoso vestido.
-Has de desnudarte -susurré desde atrás haciendo a un lado su larga melena oscura para no hacerle daño al tirar de las cintas.
Ella seguía temblando, estaba congelada y necesitaba entrar en calor cuanto antes, temía que en cualquier momento pudiera perder el conocimiento.
-Escucha, voy a prender un fuego que sin duda te calentara, tengo además una manta en las alforjas de mi montura, pero necesito que te desnudes...prometo no tocarte, ni mirar, pero si tu no lo haces lo tendré que hacer yo.
Esperaba que mis palabras no le resultaran amenazantes, y que fuera capaz de entenderlas, sinceramente la veía completamente perdida, como si separarse de mis brazos le costase parte de la vida.
-No tardo -dije volviendo a colocar su pelo sobre la espalda acariciándola con las yemas de mis dedos.
Me separe de ella un instante caminando con decisión hacia mi camisola que quedaba a un paso de nosotros abandonada sobre la arena.
-Toma, ponte esto, esta seco -añadí intentando que aquella muestra fuera suficiente como para darse cuenta que en ese preciso instante me preocupaba su seguridad y no así aprovecharme de su perfecto cuerpo como lo habían intentado momentos antes esos borrachos.
La mire de reojo mientras iba acumulando la leña que podía encontrar por aquella zona desprovista de arboleda, mas por suerte, quedaban restos de una antigua lumbre que posiblemente habría encendido alguna pareja para calentar sus cuerpos y que habían dejado allí abandonada.
No tarde en acumular la suficiente como para que prendiera con rapidez con un poco de aceite de quemar, la yesca y el pedernal que por suerte siempre llevaba en las alforjas. Una vez la fogata subía desprendiendo calor me acerque nuevamente a la dama manta en mano dispuesto a acomodarme junto a ella y lograr que entrara en calor.
Por unos segundos la sentí desfallecer, su cabeza se ladeo contra mi pecho sumiéndola en la mas absoluta oscuridad y con ella aumentaron mis nervios, pues aunque la oía respirar, sentía su calor sobre mi pecho desconocía si aquella débil naturaleza mortal sumida en la hipotermia pudiera sufrir un shock.
-Vamos pequeña -susurré con suavidad dejando el mar embravecido a mis espaldas.
Nuevamente abrió los ojos, y con ellos mi tranquilidad, parecía desubicada por el modo en el que sus orbes castaños me miraban, enmarcados por unas largas y espesas pestañas.
Las gotas resbalaban por aquellas perfectas y delicadas facciones que sin duda en belleza no tenían parangón con el resto de damas que hasta ahora había conocido.
Observe sus morados labios que temblaban frente a mi castañeando los dientes incapaz de entrar en calor, acaricie su brazo con mi mano, frotándola con suavidad, tratando de infundirle ánimos, demostrarle que estaba a salvo.
Su dedo rozo mi rostro, no se empujado por que fuerza, ahí fue cuando me di cuenta de la verdad que las palabras de Gael encerraban, aquella mujer no me temía, todo lo contrario, me había visto arrancar un corazón de cuajo y se acurrucaba entre mis brazos como si aquello no fuera motivo mas que suficiente para huir del monstruo que yo era.
¿Como podía no verme como a un diablo? ¿como podía no luchar por su vida creyendo que se la arrebataría de un momento a otro?
-¿Eres un dios?- susurró golpeando mi rostro con su caliente aliento.
Esta vez si que no pude evitar que una picara sonrisa acompañara a la falta de lucidez de la dama, me habían llamado muchas cosas, mas desde luego jamas esa.
-vuestro Dios, mi señora -apunté divertido guiñándole un ojo en mi afán de reconfortarla y hacer que sus ojos siguieran abiertos quedándose conmigo.
La deposite con suavidad sobre la fina arena, mientras rodeaba su cuerpo para empezar a soltar los lazos que oprimían el corsee de su aparatoso vestido.
-Has de desnudarte -susurré desde atrás haciendo a un lado su larga melena oscura para no hacerle daño al tirar de las cintas.
Ella seguía temblando, estaba congelada y necesitaba entrar en calor cuanto antes, temía que en cualquier momento pudiera perder el conocimiento.
-Escucha, voy a prender un fuego que sin duda te calentara, tengo además una manta en las alforjas de mi montura, pero necesito que te desnudes...prometo no tocarte, ni mirar, pero si tu no lo haces lo tendré que hacer yo.
Esperaba que mis palabras no le resultaran amenazantes, y que fuera capaz de entenderlas, sinceramente la veía completamente perdida, como si separarse de mis brazos le costase parte de la vida.
-No tardo -dije volviendo a colocar su pelo sobre la espalda acariciándola con las yemas de mis dedos.
Me separe de ella un instante caminando con decisión hacia mi camisola que quedaba a un paso de nosotros abandonada sobre la arena.
-Toma, ponte esto, esta seco -añadí intentando que aquella muestra fuera suficiente como para darse cuenta que en ese preciso instante me preocupaba su seguridad y no así aprovecharme de su perfecto cuerpo como lo habían intentado momentos antes esos borrachos.
La mire de reojo mientras iba acumulando la leña que podía encontrar por aquella zona desprovista de arboleda, mas por suerte, quedaban restos de una antigua lumbre que posiblemente habría encendido alguna pareja para calentar sus cuerpos y que habían dejado allí abandonada.
No tarde en acumular la suficiente como para que prendiera con rapidez con un poco de aceite de quemar, la yesca y el pedernal que por suerte siempre llevaba en las alforjas. Una vez la fogata subía desprendiendo calor me acerque nuevamente a la dama manta en mano dispuesto a acomodarme junto a ella y lograr que entrara en calor.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Aún me encontraba en ese delgado límite que separa la realidad del sueño, observando el rostro que creia no debía ni siquiera de ser posible estar contemplando. Tal era la apostura de mi visión, que me contradecía con el tacto de mis dedos, indicándome que el hombre al que observaba en realidad existía. Desde los temblores que se adueñaban de mi cuerpo pude sentir como su mano acariciaba mi brazo confundiendo el frío de las pasadas aguas con aquel que podía provocarme él. Si, estaba algo confundida cuando mis oscuros ojos se detuvieron en el castaño color de los suyos y mis labios aún tiritantes conseguieron sonreir ante el espectáculo que eran aquellos al igual que lo era todo el resto de él.
Mi mente se oscurecía por momentos pero de alguna manera lograba mantenerse aferrada a la lucidez al observar sus gestos y ver como me guiñaba el ojo mientras sus labios sonreían divertidos al emitir una respuesta. Aún me sentía protegida entre sus brazos por lo que me sentí algo perdida al ser depositada sobre la arena. No procuré moverme, ni creí que podría hacerlo, apoderándose de mi la extrema fatiga causada por mi lucha entre las olas y el frío que aún me hacia volver a tiritar. Solo sé que comenzó a tirar de las cintas de mi corsé y que pude sentir el roce de sus dedos sobre la tela, por lo que le dejé hacerlo como si supiera que no me procuraría mal alguno, o era la respuesta de mi piel que al sentir como retiraba las cintas no quería nada más que permanecer inmóvil prolongando aquella sensación que me regalaba su tacto.
Lo siguiente que dijo no lo procesé en seguida, mis dientes castañeteaban mientras mi mirada lo veía caminar de un lado a otro y detenerse frente a un córcel para buscar algo en sus alforjas. Al verlo abstraído en ello no pude más que volver a maravillarme ante su visión. Parecíame que estaba viendo a un guerrero o a un personaje sacado de los relatos históricos que hablaban de sus proezas, aunque por supuesto se trataba de un ser de la noche, como bien volvía en ese momento la idea que por momentos se escapaba de mi delicado raciocinio inducido por la hipotermia. Lo había visto arrancarle el corazón a un hombre con la misma mano con la que me había acariciado instantes atrás, y sin embargo, realmente creía que me estaba protegiendo.
Me levanté entonces para tomar la camisola que me ofrecía y mis dedos temblorosos comenzaron a despojarse de mi ropaje, primero retirando el corset que él había aflojado y luego dejando que el vestido cayese hasta mi cintura para retirar también mis prendas interiores. El viento que anteriormente me había parecido amigable ahora me parecía que se ensañaba conmigo, pues en cuanto me despojé de la tela, este golpeó mi delgado cuerpo y erizó la piel que descubría poco a poco.
Así fue como me desnudé, dejando caer mi vestido sobre la arena, con mi joven cuerpo expuesto bajo la luna y mi blanca piel reflejando sus rayos de plata. Durante un momento mi único cobijo fue mi oscuro cabello que brillante caía cual cascada sobre mis hombros, y cubría igualmente la lozanía de mis pechos. Temblaba tanto que no estaba segura ni tan siquiera de como ponerme aquella camisola, negándose como se negaban mis músculos a hacerme caso por lo que la observé impotente.
Lancé algunas miradas breves hacia la figura que se entretenía encendiendo el fuego y volví a ver la camisola, realizando nuevos intentos por ponermela hasta lograrlo finalmente y sentir como esta se pegaba a mi cuerpo al ser acosada por el viento. -Hace demasiado frío.- susurré, intuyendo que me escucharía a pesar de ello. Mis labios se curvaron en una semi sonrisa, si no era un dios a mi me lo parecía, todo en él me lo sugería, tanto su extraordinario físico como su apuesto rostro y algo innato en él que aún no descubría del todo, y tampoco podría pues sentía que me congelaba y mis ojos volvían a cerrarse a pesar del empeño de mis pies en acercarme a él.
Mi mente se oscurecía por momentos pero de alguna manera lograba mantenerse aferrada a la lucidez al observar sus gestos y ver como me guiñaba el ojo mientras sus labios sonreían divertidos al emitir una respuesta. Aún me sentía protegida entre sus brazos por lo que me sentí algo perdida al ser depositada sobre la arena. No procuré moverme, ni creí que podría hacerlo, apoderándose de mi la extrema fatiga causada por mi lucha entre las olas y el frío que aún me hacia volver a tiritar. Solo sé que comenzó a tirar de las cintas de mi corsé y que pude sentir el roce de sus dedos sobre la tela, por lo que le dejé hacerlo como si supiera que no me procuraría mal alguno, o era la respuesta de mi piel que al sentir como retiraba las cintas no quería nada más que permanecer inmóvil prolongando aquella sensación que me regalaba su tacto.
Lo siguiente que dijo no lo procesé en seguida, mis dientes castañeteaban mientras mi mirada lo veía caminar de un lado a otro y detenerse frente a un córcel para buscar algo en sus alforjas. Al verlo abstraído en ello no pude más que volver a maravillarme ante su visión. Parecíame que estaba viendo a un guerrero o a un personaje sacado de los relatos históricos que hablaban de sus proezas, aunque por supuesto se trataba de un ser de la noche, como bien volvía en ese momento la idea que por momentos se escapaba de mi delicado raciocinio inducido por la hipotermia. Lo había visto arrancarle el corazón a un hombre con la misma mano con la que me había acariciado instantes atrás, y sin embargo, realmente creía que me estaba protegiendo.
Me levanté entonces para tomar la camisola que me ofrecía y mis dedos temblorosos comenzaron a despojarse de mi ropaje, primero retirando el corset que él había aflojado y luego dejando que el vestido cayese hasta mi cintura para retirar también mis prendas interiores. El viento que anteriormente me había parecido amigable ahora me parecía que se ensañaba conmigo, pues en cuanto me despojé de la tela, este golpeó mi delgado cuerpo y erizó la piel que descubría poco a poco.
Así fue como me desnudé, dejando caer mi vestido sobre la arena, con mi joven cuerpo expuesto bajo la luna y mi blanca piel reflejando sus rayos de plata. Durante un momento mi único cobijo fue mi oscuro cabello que brillante caía cual cascada sobre mis hombros, y cubría igualmente la lozanía de mis pechos. Temblaba tanto que no estaba segura ni tan siquiera de como ponerme aquella camisola, negándose como se negaban mis músculos a hacerme caso por lo que la observé impotente.
Lancé algunas miradas breves hacia la figura que se entretenía encendiendo el fuego y volví a ver la camisola, realizando nuevos intentos por ponermela hasta lograrlo finalmente y sentir como esta se pegaba a mi cuerpo al ser acosada por el viento. -Hace demasiado frío.- susurré, intuyendo que me escucharía a pesar de ello. Mis labios se curvaron en una semi sonrisa, si no era un dios a mi me lo parecía, todo en él me lo sugería, tanto su extraordinario físico como su apuesto rostro y algo innato en él que aún no descubría del todo, y tampoco podría pues sentía que me congelaba y mis ojos volvían a cerrarse a pesar del empeño de mis pies en acercarme a él.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
No pude evitar mirar su cuerpo desnudo tan solo cubierto por aquella melena negra que cubría ligeramente sus dos turgentes senos destacando aquella pálida piel de porcelana iluminada por la luna llena dotándola de un color plateado digno de la misma Freya.
Sonreí cuando la vi pelearse con mi camisola como si ponérsela se le antojara un imposible, mas reconozco que estuve tentado en acercarme para ayudarla pero intuía que ademas de incomodarla dejaria mas que explicita mi condición, pues mis ojos, frente a aquella imagen divina habían oscurecido considerablemente y ahora casi albergaban un tono rojizo difícil de disimular.
Sacudí la cabeza tratando de centrarme en otra cosa que no fuera ella, mas solo cuando esta hubo terminado de acicalarse me acerque manta en mano dispuesto a cubrirla.
-Se que tienes frio -susurré tirando la manta por encima de sus hombros para arroparla con cuidado, alce los ojos para encontrarme con aquellos orbes castaños y no pude evitar que mis labios se entreabrieran frente a los suyos que morados soltaban un blanquecino vaho frente a mi boca.
Desvié la mirada a un lado tratando de encontrar la concentración que aquella dama lograba hacerme perder con tan solo una bajada de pestañas.
Senti como sus ojos se cerraban, estaba demasiado débil, sus piernas flojearon frente a mi, con suavidad la tome entre mis brazos nuevamente para acercarla al vigoroso fuego.
-Pronto entraras en calor, aguanta -susurré sentándome justo a ella sobre la fina arena dorada mientras el fuego chisporroteaba frente a nosotros.
No sabia que mas hacer por ella, su extrema delgadez no ayudaba sin duda a que la dama entrara en calor, eso unido a que mi cuerpo inmortal era un tempano de hielo se me antojaba un despropósito, como todo lo acontecido en aquella noche, que mira por donde se presentaba como aburrida.
Deje escapar el aire francamente frustrado mientras colaba mi mano por debajo de la manta para acariciar con suavidad sus brazos en un intento de descubrir si había alcanzado al menos algo de temperatura.
-No se te ocurra dormirte -susurré frente a su largo silencio mientras las yemas de mis dedos recorrían su piel.
Su espalda reposaba en mi brazo derecho haciéndose un ovillo contra mi cuerpo y su cabeza se hundía agotada en mi pecho que iluminado por las llamas mostraba las cicatrices de una vida mas que complicada.
-¿Quieres beber algo? -pregunté apartando un mechón de pelo que cubría su bello rostro recordando que en mis alforjas llevaba una pequeña petaca con algo de hidromiel.
Espere su respuesta recordando mi encuentro con Gael, posiblemente de yo no haber estado aquí esos cabrones la hubieran tomado, la hubieran forzado, y la hubieran abandonado a su suerte en aquella playa, parecía que el instinto del cazador era bueno y que su afán por protegerla del fantasmas creía yo, había dado su fruto.
Tenia suerte de tener a alguien que se preocupara por ella y aunque en este momento no fuera capaz de verlo posiblemente con el tiempo entraría en razón, ahora solo tenia que intentar cumplir con mi cometido y no implicarme mucho mas de lo debido en ello.
Volví a centrar mi atención en ella, era tan delicada que parecía poder romperse entre mis brazos, sonreí nuevamente recordando aquel comentario que hizo nada mas abrir los ojos ¿un dios? Odin estaría muerto de la risa en el valhalla viendo como me complicaba yo solo la vida.
Maldito fuera ese dios que aun no había enviado ninguna valquiria para mi, posiblemente mi cena ya estaría mas que fría esperándome.
Sonreí cuando la vi pelearse con mi camisola como si ponérsela se le antojara un imposible, mas reconozco que estuve tentado en acercarme para ayudarla pero intuía que ademas de incomodarla dejaria mas que explicita mi condición, pues mis ojos, frente a aquella imagen divina habían oscurecido considerablemente y ahora casi albergaban un tono rojizo difícil de disimular.
Sacudí la cabeza tratando de centrarme en otra cosa que no fuera ella, mas solo cuando esta hubo terminado de acicalarse me acerque manta en mano dispuesto a cubrirla.
-Se que tienes frio -susurré tirando la manta por encima de sus hombros para arroparla con cuidado, alce los ojos para encontrarme con aquellos orbes castaños y no pude evitar que mis labios se entreabrieran frente a los suyos que morados soltaban un blanquecino vaho frente a mi boca.
Desvié la mirada a un lado tratando de encontrar la concentración que aquella dama lograba hacerme perder con tan solo una bajada de pestañas.
Senti como sus ojos se cerraban, estaba demasiado débil, sus piernas flojearon frente a mi, con suavidad la tome entre mis brazos nuevamente para acercarla al vigoroso fuego.
-Pronto entraras en calor, aguanta -susurré sentándome justo a ella sobre la fina arena dorada mientras el fuego chisporroteaba frente a nosotros.
No sabia que mas hacer por ella, su extrema delgadez no ayudaba sin duda a que la dama entrara en calor, eso unido a que mi cuerpo inmortal era un tempano de hielo se me antojaba un despropósito, como todo lo acontecido en aquella noche, que mira por donde se presentaba como aburrida.
Deje escapar el aire francamente frustrado mientras colaba mi mano por debajo de la manta para acariciar con suavidad sus brazos en un intento de descubrir si había alcanzado al menos algo de temperatura.
-No se te ocurra dormirte -susurré frente a su largo silencio mientras las yemas de mis dedos recorrían su piel.
Su espalda reposaba en mi brazo derecho haciéndose un ovillo contra mi cuerpo y su cabeza se hundía agotada en mi pecho que iluminado por las llamas mostraba las cicatrices de una vida mas que complicada.
-¿Quieres beber algo? -pregunté apartando un mechón de pelo que cubría su bello rostro recordando que en mis alforjas llevaba una pequeña petaca con algo de hidromiel.
Espere su respuesta recordando mi encuentro con Gael, posiblemente de yo no haber estado aquí esos cabrones la hubieran tomado, la hubieran forzado, y la hubieran abandonado a su suerte en aquella playa, parecía que el instinto del cazador era bueno y que su afán por protegerla del fantasmas creía yo, había dado su fruto.
Tenia suerte de tener a alguien que se preocupara por ella y aunque en este momento no fuera capaz de verlo posiblemente con el tiempo entraría en razón, ahora solo tenia que intentar cumplir con mi cometido y no implicarme mucho mas de lo debido en ello.
Volví a centrar mi atención en ella, era tan delicada que parecía poder romperse entre mis brazos, sonreí nuevamente recordando aquel comentario que hizo nada mas abrir los ojos ¿un dios? Odin estaría muerto de la risa en el valhalla viendo como me complicaba yo solo la vida.
Maldito fuera ese dios que aun no había enviado ninguna valquiria para mi, posiblemente mi cena ya estaría mas que fría esperándome.
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Al parecer, por muy seductor que resultase el llamado de Morfeo, lograba resistirle y mantenía mis párpados abiertos, o era el deseo de continuar manteniendo mi mirada sobre la del inmortal que ahora me llevaba en brazos y me colocaba junto al fuego. Agradecí la manta que colocó sobre mis hombros y me concentré en el sonido de su voz que me animaba a permanecer despierta.
Sabía que estaba sentado junto a mi por lo que me moví para colocarme de medio lado, apoyada en él, con mi cabeza descansando sobre su amplio pecho. Me hubiera resultado fácil dormir pero en su lugar hice un esfuerzo para mantenerme despierta. Mis ojos oscuros repararon en las múltiples cicatrices que surcaban su piel, y las yemas de mis dedos las recorrieron suavemente siguiendo sus trayectos mientras mi mente se preguntaba por qué y como le fueron causadas y que tipo de agravios le habrían sido infringidos en el pasado que resultasen en causantes de todas ellas.
-Me gustaría si.- Sus caricias en mis brazos y el fuego de la fogata comenzaban a calentarme un poco por lo que no deseaba moverme de lugar. Aguardé a que se levantara, fuese a buscar la bebida en su alforja y regresase con ella. Tomé el vaso que me extendió al regresar y bebí ávidamente aunque tuve que detenerme entre cada trago, así de fatigada estaba. Tan pronto regresó a mi lado reclamé nuevamente mi lugar anterior, acurrucándome junto a él y sosteniendo su mirada oscura. -¿De dónde has salido?- Le pregunté, evocando el momento en que acudiera a rescatarme de los hombres en estado de embriaguez.
Me estremecí al evocar aquello y comprendí lo que había hecho por mi. -Gracias.- Comprendí además que me había asistido dos veces, una en la playa y otra en las aguas. Lo observé en silencio sin estar muy segura de qué era lo que me provocaba exactamente. ¿Curiosidad? ¿Atracción? Mi mano regresó a su rostro y se detuvo allí antes de bajar por su cuello, explorando con sus yemas el tacto de su piel. Era fría, en nada parecida a ninguna otra que hubiese tocado antes, pero de ninguna manera desagradable.
-Acababa de pedir un deseo cuando descansaba sobre el montículo de rocas.- Señalé hacia el cielo, mostrándole cual era aquella a la que me refería. -No sé mucho de estrellas pero creo que pertenece a un grupo que llaman la carroza del hombre. Fue ella quien me lo concedió porque tú apareciste inmediatamente después de que le expresara mi anhelo.- Quizás él no creyera en las constelaciones pero ahora, sin saber como, tuve el convencimiento de que era su camino el que se había torcido para entrelazarse con el mio.
-¿Cuál es tu nombre?- La hidromiel que terminé de tomar me provocó un efecto reconfortante, como si mis sentidos anteriormente adormecidos comenzasen a despertar. Ahora podía sentir con mayor intensidad la cercanía del inmortal, notar el tenue movimiento de su pecho bajo la mano que colocaba sobre el. Distinguir que la frialdad de su cuerpo no me molestaba y maravillarme con la fortaleza que estando tan cerca, me irradiaba. En el pasado había estado cerca de muchos hombres pero ninguno era remotamente similar a él.
Ni siquiera notaba esa diferencia por el hecho de que fuera un hijo de la noche, aunque por supuesto me fascinaba el volver a encontrarme con alguien así. Pero mi mayor fascinación consistía en contemplarlo, bastaba hacerlo para que más allá de el frío de la noche fuese su mirada la que me obnubilase la sensatez por lo que insistía en que la mía volviese a encontrarla aunque fuera para corroborar que no estaba soñando esta noche, aunque mañana ya nunca volviese a verle otra vez.
Sabía que estaba sentado junto a mi por lo que me moví para colocarme de medio lado, apoyada en él, con mi cabeza descansando sobre su amplio pecho. Me hubiera resultado fácil dormir pero en su lugar hice un esfuerzo para mantenerme despierta. Mis ojos oscuros repararon en las múltiples cicatrices que surcaban su piel, y las yemas de mis dedos las recorrieron suavemente siguiendo sus trayectos mientras mi mente se preguntaba por qué y como le fueron causadas y que tipo de agravios le habrían sido infringidos en el pasado que resultasen en causantes de todas ellas.
-Me gustaría si.- Sus caricias en mis brazos y el fuego de la fogata comenzaban a calentarme un poco por lo que no deseaba moverme de lugar. Aguardé a que se levantara, fuese a buscar la bebida en su alforja y regresase con ella. Tomé el vaso que me extendió al regresar y bebí ávidamente aunque tuve que detenerme entre cada trago, así de fatigada estaba. Tan pronto regresó a mi lado reclamé nuevamente mi lugar anterior, acurrucándome junto a él y sosteniendo su mirada oscura. -¿De dónde has salido?- Le pregunté, evocando el momento en que acudiera a rescatarme de los hombres en estado de embriaguez.
Me estremecí al evocar aquello y comprendí lo que había hecho por mi. -Gracias.- Comprendí además que me había asistido dos veces, una en la playa y otra en las aguas. Lo observé en silencio sin estar muy segura de qué era lo que me provocaba exactamente. ¿Curiosidad? ¿Atracción? Mi mano regresó a su rostro y se detuvo allí antes de bajar por su cuello, explorando con sus yemas el tacto de su piel. Era fría, en nada parecida a ninguna otra que hubiese tocado antes, pero de ninguna manera desagradable.
-Acababa de pedir un deseo cuando descansaba sobre el montículo de rocas.- Señalé hacia el cielo, mostrándole cual era aquella a la que me refería. -No sé mucho de estrellas pero creo que pertenece a un grupo que llaman la carroza del hombre. Fue ella quien me lo concedió porque tú apareciste inmediatamente después de que le expresara mi anhelo.- Quizás él no creyera en las constelaciones pero ahora, sin saber como, tuve el convencimiento de que era su camino el que se había torcido para entrelazarse con el mio.
-¿Cuál es tu nombre?- La hidromiel que terminé de tomar me provocó un efecto reconfortante, como si mis sentidos anteriormente adormecidos comenzasen a despertar. Ahora podía sentir con mayor intensidad la cercanía del inmortal, notar el tenue movimiento de su pecho bajo la mano que colocaba sobre el. Distinguir que la frialdad de su cuerpo no me molestaba y maravillarme con la fortaleza que estando tan cerca, me irradiaba. En el pasado había estado cerca de muchos hombres pero ninguno era remotamente similar a él.
Ni siquiera notaba esa diferencia por el hecho de que fuera un hijo de la noche, aunque por supuesto me fascinaba el volver a encontrarme con alguien así. Pero mi mayor fascinación consistía en contemplarlo, bastaba hacerlo para que más allá de el frío de la noche fuese su mirada la que me obnubilase la sensatez por lo que insistía en que la mía volviese a encontrarla aunque fuera para corroborar que no estaba soñando esta noche, aunque mañana ya nunca volviese a verle otra vez.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Petaca en mano volví junto a la dama que poco a poco parecía ir retomando su color natural, su larga melena caía salvaje sobre las pieles de oso que daba cobijo a su cincelado cuerpo dotándola de un aspecto salvaje que lograba cautivarme, enzarzado en sus ojos y sus largas pestañas volví a tomar asiento junto a ella, mientras esta copa en mano volvía a buscar el refugio de mis brazos.
Una sonrisa asomo a mis labios, cuando sus orbes inseparables de los míos seguían cada surco de mi piel acariciándola con las yemas de sus dedos, creo que aun incrédula de que la hubiera salvado y posiblemente dudando si lo que había visto en las rocas era tan cierto como yo mismo.
-¿De dónde has salido?
Pregunta que escapo de sus labios perfilados por la misma Freya y que ahora untados en alcohol brillaban rosados frente a mis ojos oscuros de deseo.
No acostumbraba a mentir, supongo que porque nunca tuve la necesidad de hacerlo, jamas hasta mi llegada a París me había permitido albergar sentimientos por nadie.
Aunque decirle que nada de este encuentro había sido casual, que estaba allí porque su hermano preocupado por su bienestar me había encomendado la misión de cuidar de ella, y que yo guiado por recuerdos pasados, por la tortura de haber visto morir frente a mis ojos a mi hermana sin poder hacer mas que gritar su nombre una y otra, vez me llevo a aceptar aquel trabajo que desde luego no era nada habitual para mi.
-Solo paseaba por la playa cuando me percate de la situación que vivíais, mi señora -apunté con una medio verdad que en parte era igual que una mentira.
Trate de concentrarme en otra cosa que no fuera su cuerpo que se removía contra el mio solo agasajado por mi propia camisa, el olor a de su piel empezaba ha hacerme enloquecer y su cercanía no ayudaba a mantener mi firmeza contra esos ojos pardos que no se despegaban de los míos.
-Acababa de pedir un deseo cuando descansaba sobre el montículo de rocas.- Dijo señalando el cielo, y mis ojos instintivamente siguieron ese dedo para centrarse en una constelación -No sé mucho de estrellas pero creo que pertenece a un grupo que llaman la carroza del hombre. Fue ella quien me lo concedió porque tú apareciste inmediatamente después de que le expresara mi anhelo.
Sonreí con picarda desviando nuevamente mis ojos nuevamente sobre su piel, repasando esta vez yo cada facción de aquel rostro al que posiblemente la misma diosa Frigg envidiaría.
-Es la constelación de Orion, la del cazador, sin duda entendéis de estrellas pues es la mas brillante e interesante del firmamento. Pero no me hagáis mucho caso entre el panteón de mis dioses no se encuentra, mi señora.
Puede que ese deseo le hubiera sido concedido, yo creía en las leyendas, creía en el destino y en que los caminos a veces y sin saber bien porque se entrelazaban cambiando inexorablemente nuestras vidas.
¿Seria ella un cambio para la mía? ¿trazaría yo un cambio en la suya?
El cazador, ¿acaso no nos habíamos encontrado gracias a uno? Su hermano, sangre de su sangre había propiciado que aquella mujer de belleza infinita, ahora bajo ese cielo estrellado, se acunara sosegada entre mis brazos.
Maldito el destino que juega con nosotros, deje escapar una medio carcajada imaginando a Loqui trazando el mio, debía estar riéndose bebiendo hidromiel desde Asgard.
-¿Cuál es tu nombre?- Preguntó de pronto paseando su mano por mi pecho con dulzura.
-Erlend -respondí alargando mi mano para tomar la suya e introducirla en el interior de las pieles que la cubrían quedando nuestros dedos entrelazados bajo ellas -os enfriareis mas, mi piel esta casi tan helada como el mismo viento y las bravas aguas de las que habéis salido.
Para ese entonces dudaba mucho que esa mujer no conociera mi condición inmortal, tenia casi claro que yo no era el primero que conocía, pues lejos de ver miedo en sus ojos, percibía fascinación, posiblemente algo que le atraía de este mundo sobrenatural tan peligroso para ella.
-¿y vos? ¿cual es vuestro nombre? -pregunté admirando su rasgada mirada -parece que ya estáis caliente -bromeé guiñándole un ojo con picardia al sentir el calor que empezaba a desprender su cuerpo y como su mejilla aun pegada a mi pecho contrastaba con mi fría piel.
Una sonrisa asomo a mis labios, cuando sus orbes inseparables de los míos seguían cada surco de mi piel acariciándola con las yemas de sus dedos, creo que aun incrédula de que la hubiera salvado y posiblemente dudando si lo que había visto en las rocas era tan cierto como yo mismo.
-¿De dónde has salido?
Pregunta que escapo de sus labios perfilados por la misma Freya y que ahora untados en alcohol brillaban rosados frente a mis ojos oscuros de deseo.
No acostumbraba a mentir, supongo que porque nunca tuve la necesidad de hacerlo, jamas hasta mi llegada a París me había permitido albergar sentimientos por nadie.
Aunque decirle que nada de este encuentro había sido casual, que estaba allí porque su hermano preocupado por su bienestar me había encomendado la misión de cuidar de ella, y que yo guiado por recuerdos pasados, por la tortura de haber visto morir frente a mis ojos a mi hermana sin poder hacer mas que gritar su nombre una y otra, vez me llevo a aceptar aquel trabajo que desde luego no era nada habitual para mi.
-Solo paseaba por la playa cuando me percate de la situación que vivíais, mi señora -apunté con una medio verdad que en parte era igual que una mentira.
Trate de concentrarme en otra cosa que no fuera su cuerpo que se removía contra el mio solo agasajado por mi propia camisa, el olor a de su piel empezaba ha hacerme enloquecer y su cercanía no ayudaba a mantener mi firmeza contra esos ojos pardos que no se despegaban de los míos.
-Acababa de pedir un deseo cuando descansaba sobre el montículo de rocas.- Dijo señalando el cielo, y mis ojos instintivamente siguieron ese dedo para centrarse en una constelación -No sé mucho de estrellas pero creo que pertenece a un grupo que llaman la carroza del hombre. Fue ella quien me lo concedió porque tú apareciste inmediatamente después de que le expresara mi anhelo.
Sonreí con picarda desviando nuevamente mis ojos nuevamente sobre su piel, repasando esta vez yo cada facción de aquel rostro al que posiblemente la misma diosa Frigg envidiaría.
-Es la constelación de Orion, la del cazador, sin duda entendéis de estrellas pues es la mas brillante e interesante del firmamento. Pero no me hagáis mucho caso entre el panteón de mis dioses no se encuentra, mi señora.
Puede que ese deseo le hubiera sido concedido, yo creía en las leyendas, creía en el destino y en que los caminos a veces y sin saber bien porque se entrelazaban cambiando inexorablemente nuestras vidas.
¿Seria ella un cambio para la mía? ¿trazaría yo un cambio en la suya?
El cazador, ¿acaso no nos habíamos encontrado gracias a uno? Su hermano, sangre de su sangre había propiciado que aquella mujer de belleza infinita, ahora bajo ese cielo estrellado, se acunara sosegada entre mis brazos.
Maldito el destino que juega con nosotros, deje escapar una medio carcajada imaginando a Loqui trazando el mio, debía estar riéndose bebiendo hidromiel desde Asgard.
-¿Cuál es tu nombre?- Preguntó de pronto paseando su mano por mi pecho con dulzura.
-Erlend -respondí alargando mi mano para tomar la suya e introducirla en el interior de las pieles que la cubrían quedando nuestros dedos entrelazados bajo ellas -os enfriareis mas, mi piel esta casi tan helada como el mismo viento y las bravas aguas de las que habéis salido.
Para ese entonces dudaba mucho que esa mujer no conociera mi condición inmortal, tenia casi claro que yo no era el primero que conocía, pues lejos de ver miedo en sus ojos, percibía fascinación, posiblemente algo que le atraía de este mundo sobrenatural tan peligroso para ella.
-¿y vos? ¿cual es vuestro nombre? -pregunté admirando su rasgada mirada -parece que ya estáis caliente -bromeé guiñándole un ojo con picardia al sentir el calor que empezaba a desprender su cuerpo y como su mejilla aun pegada a mi pecho contrastaba con mi fría piel.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Embeleso es una palabra que no creí haber experimentado en toda su plenitud hasta ese momento. La imposibilidad de apartar la mirada de unos ojos oscuros que me hablaban de tempestades en aguas aciagas cuyo puerto no se vislumbra cerca, ojos pertenecientes a alguien aguerrido e impredecible, que en un momento arranca el corazón de un rival y al siguiente se interesa por el estado de una mujer que sacó de las frías aguas. Su cuerpo junto al mio me hacía pensar en la fragilidad de mi propia mortalidad comparada con la entereza del suyo, que mayormente quedaba respaldada por las cicatrices que no le restaban nada al aspecto salvaje del cual hacia gala y que distraía mi atención de la cercanía de la fogata para orillarme a alejarme de ella y en su lugar buscar la de su helada piel.
Afortunado entonces había sido el hecho de que pasara por allí, pensé, mientras tomaba otro trago de hidromiel, manteniendo mi contemplación atada a la suya sobre mi. La voz del guerrero oscuro que me había traído la estrella y la suavidad de la arena debajo de mi cuerpo lograban que ya no me costase tanto esfuerzo mantenerme despierta.
-La constelación de Orion...- repetí en voz alta. -Nunca antes la vi brillar como lo hace ahora, podría adjudicarlo a un engaño de mis ojos sino fuera porque veo esa luz reflejarse en los tuyos en este instante y al hacerlo me hablan de tu eternidad.- Una pequeña sonrisa se asomó a mis labios, estaba segura de que nuestro encuentro no era producto de la casualidad.
Era extraño pensar que esa misma constelación era la del cazador, si permitía que ese título regresase mi atención hacia mi hermano y concluyese que de haber encontrado mi final en las aguas profundas del océano fuese precisamente ella la que expresase su adiós a mis restos mortales.
El agridulce pensamiento me fue arrebatado en el momento en que trazaba nuevos contornos con las yemas de mis dedos en el pecho del guerrero de la noche, quien me reveló su nombre y preguntó por el mio. -Mi nombre es Adaline.- respondí y mis dedos recibieron los de él, alejándome de esa forma del lienzo de su torso para esconderse debajo de las pieles que me cubrian y permitirme así conservar algo suyo a pesar de la frialdad que mencionó encontraría en su piel, lo cual promovió mis siguientes palabras, eso, y el guiño pícaro de su ojo ante el cual sonreí de medio lado antes de volver a hablar.
-Tu piel es fría y la mía comienza a calentarse ¿pero por qué convencernos de que me enfriaré más cuando podría suceder lo contrario? Si está es una noche de estrellas y estas de alguna manera alteran mareas y desdibujan trayectos para crear otros, podría igualmente permitir que fuera la mía la que irradie calor a la tuya.- Mis dedos entrelazados con los suyos se deleitaron con ese encuentro y me erguí sobre mis rodillas para acercar mi rostro al de él.
Puede ser que el lenguaje corporal fuese el más elocuente en los silencios, sólo sé que su cuerpo en ese momento atraía al mio, que mi aliento anteriormente frío ahora acariciaba su boca al mirarnos el uno al otro separados por escasos centímetros, que el frío pasado no era lo que me hacía tiritar sino el fuerte deseo que apretaba mi cuerpo jalándome en dirección suya y que me hacia anhelar que fuera él y no su camisola quien me acariciara al envolverme en la intimidad de su espacio y de su fría piel.
-Tu podrías ser mi dios mi señor.- dije en un tono apenas más audible que un susurro. -Yo podría venerarte de mil maneras si tu también lo hicieras y me tomases nuevamente entre tus brazos, puesto que ya has alterado mi rumbo con tu presencia y me atrevo a creer que también yo he de afectar el tuyo.-
Afortunado entonces había sido el hecho de que pasara por allí, pensé, mientras tomaba otro trago de hidromiel, manteniendo mi contemplación atada a la suya sobre mi. La voz del guerrero oscuro que me había traído la estrella y la suavidad de la arena debajo de mi cuerpo lograban que ya no me costase tanto esfuerzo mantenerme despierta.
-La constelación de Orion...- repetí en voz alta. -Nunca antes la vi brillar como lo hace ahora, podría adjudicarlo a un engaño de mis ojos sino fuera porque veo esa luz reflejarse en los tuyos en este instante y al hacerlo me hablan de tu eternidad.- Una pequeña sonrisa se asomó a mis labios, estaba segura de que nuestro encuentro no era producto de la casualidad.
Era extraño pensar que esa misma constelación era la del cazador, si permitía que ese título regresase mi atención hacia mi hermano y concluyese que de haber encontrado mi final en las aguas profundas del océano fuese precisamente ella la que expresase su adiós a mis restos mortales.
El agridulce pensamiento me fue arrebatado en el momento en que trazaba nuevos contornos con las yemas de mis dedos en el pecho del guerrero de la noche, quien me reveló su nombre y preguntó por el mio. -Mi nombre es Adaline.- respondí y mis dedos recibieron los de él, alejándome de esa forma del lienzo de su torso para esconderse debajo de las pieles que me cubrian y permitirme así conservar algo suyo a pesar de la frialdad que mencionó encontraría en su piel, lo cual promovió mis siguientes palabras, eso, y el guiño pícaro de su ojo ante el cual sonreí de medio lado antes de volver a hablar.
-Tu piel es fría y la mía comienza a calentarse ¿pero por qué convencernos de que me enfriaré más cuando podría suceder lo contrario? Si está es una noche de estrellas y estas de alguna manera alteran mareas y desdibujan trayectos para crear otros, podría igualmente permitir que fuera la mía la que irradie calor a la tuya.- Mis dedos entrelazados con los suyos se deleitaron con ese encuentro y me erguí sobre mis rodillas para acercar mi rostro al de él.
Puede ser que el lenguaje corporal fuese el más elocuente en los silencios, sólo sé que su cuerpo en ese momento atraía al mio, que mi aliento anteriormente frío ahora acariciaba su boca al mirarnos el uno al otro separados por escasos centímetros, que el frío pasado no era lo que me hacía tiritar sino el fuerte deseo que apretaba mi cuerpo jalándome en dirección suya y que me hacia anhelar que fuera él y no su camisola quien me acariciara al envolverme en la intimidad de su espacio y de su fría piel.
-Tu podrías ser mi dios mi señor.- dije en un tono apenas más audible que un susurro. -Yo podría venerarte de mil maneras si tu también lo hicieras y me tomases nuevamente entre tus brazos, puesto que ya has alterado mi rumbo con tu presencia y me atrevo a creer que también yo he de afectar el tuyo.-
Última edición por Adaline Lutz el Lun Jul 04, 2016 4:22 am, editado 1 vez
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Adeline, nombre que ya conocía de la boca de su hermano, pero que ahora escapando de sus labios me sonaba de un modo diferente, predestinado quizás por los dioses para encontrarme y tambalear mi ya complicada vida.
Aquella constelación a la que jamas había prestado la mas mínima atención ahora brillaba furiosa en aquello ojos pardos llamándome con fuerza hacia el pecado de sus labios.
-Tu piel es fría y la mía comienza a calentarse ¿pero por qué convencernos de que me enfriaré más cuando podría suceder lo contrario? Si está es una noche de estrellas y estas de alguna manera alteran mareas y desdibujan trayectos para crear otros, podría igualmente permitir que fuera la mía la que irradie calor a la tuya. -susurro contra mi ser.
-Tu podrías ser mi dios mi señor.- susurró -Yo podría venerarte de mil maneras si tu también lo hicieras y me tomases nuevamente entre tus brazos, puesto que ya has alterado mi rumbo con tu presencia y me atrevo a creer que también yo he de afectar el tuyo.
Sus palabras me envolvían en una ensoñación que se me antojaba mas real que nunca, era como si la misma Freya hubiera venido a la tierra hecha mujer para tentarme y yo lleno de dudas frente a un inminente matrimonio me dejaba llevar por aquella fuerza que me arrastraba hacia su perfecto cuerpo.
Sus rodillas tocaron la arena para buscarme, mis ojos ahora rojos frente a ella le dejaron mas claro que nunca que mi naturaleza distaba mucho de ser humana, que por el contrario era esa bestia inmortal de la que hablaba, no un dios, mas bien un monstruo.
Monstruo que no las estrellas si no su hermano había puesto en su camino.
Monstruo perdido y desorientado que ahora solo ansiaba llegar al puerto de sus labios.
Mis ojos se desviaron de aquello ojos pardos hacia aquella boca húmeda por la hidromiel, avance despacio, acercando mis labios lo suficiente como para que con una ligero roce cayeran en el pecado, su boca se abrió frente a la mía, dejando que nuestros alientos se unieran. Saboreé el alcohol que los envolvía agitando mi respiración contra ella y ahora si, tomándola con aquella pasión desmedida que el precipicio de sus labios me permitía cruzar en busca de su lengua.
Mi mano se poso en su nuca atrayendo así su rostro contra el mio, su cuerpo atraído por la brisa fría del mar encontró recoveco entre mis brazos haciendo que las pieles que la calentaban se perdieran por el camino.
Solo la fina tela de mi propia camisa ahora inundada de su olor, nos separaba de la perdición que nuestros cuerpos ansiaban, mas mi mano se colo desesperada bajo esta tela en busca de su calor sin dar tregua a aquellos labios que se me antojaban mi única salvación.
Jadee contra su boca cuando la dama subió sobre mi dejando nuestros sexos completamente pegados tan solo separados por el pantalón que trataba de dar cordura a mi endurecido falo.
Ni siquiera sabia guiado por que, si por las estrellas, si por mis miedos sobre un compromiso del que ahora dudaba mas que nunca, por los dioses de Asgar o si simplemente porque era un ser incapaz de ser bueno para nadie, pero mis dedos alzaron la camisola arañando con pasión su suave piel a mi paso para sacarla por la cabeza separándome solo de su boca para tan sutil gesto.
-Espera -jadeé contra su boca, deseoso de que no me permitiera continuar hablando -estoy prometido.
Mis palabras escaparon de mis labios, algo me hizo ser sincero al menos en eso, al menos esa criatura celestial merecía no menos que mi prometida saber en que se estaba metiendo cuando su cuerpo se enredaba al mío.
-No soy un dios, soy un inmortal lleno de demonios que complicara tu vida arrastrándote al infierno, no deberías.. -guardé un segundo silencio cuando mis labios volvieron a tomar los suyos impulsados por no se bien que -no soy bueno para ti, nadie de mi condiciona lo es.
Mis ojos rojos se clavaron en sus brillantes ojos pardos rasgados mientras mi boca aun jadeaba contra la suya ansiosa de mas.
-No se porque te deseo de este modo -confesé -pero lo hago.
Creo que solo buscaba autodestruirme, destruir mi ser frente a aquella mujer que lograba cautivarme y que se presentaba frente a mi como el modo de huir de todo, hasta de mi mismo.
Mis demonios gritaban pidiendo sangre, sexo y alcohol y yo ya era incapaz de detener la falta de cordura que me asolaba desquebrajando mi ser a su paso.
Aquella constelación a la que jamas había prestado la mas mínima atención ahora brillaba furiosa en aquello ojos pardos llamándome con fuerza hacia el pecado de sus labios.
-Tu piel es fría y la mía comienza a calentarse ¿pero por qué convencernos de que me enfriaré más cuando podría suceder lo contrario? Si está es una noche de estrellas y estas de alguna manera alteran mareas y desdibujan trayectos para crear otros, podría igualmente permitir que fuera la mía la que irradie calor a la tuya. -susurro contra mi ser.
-Tu podrías ser mi dios mi señor.- susurró -Yo podría venerarte de mil maneras si tu también lo hicieras y me tomases nuevamente entre tus brazos, puesto que ya has alterado mi rumbo con tu presencia y me atrevo a creer que también yo he de afectar el tuyo.
Sus palabras me envolvían en una ensoñación que se me antojaba mas real que nunca, era como si la misma Freya hubiera venido a la tierra hecha mujer para tentarme y yo lleno de dudas frente a un inminente matrimonio me dejaba llevar por aquella fuerza que me arrastraba hacia su perfecto cuerpo.
Sus rodillas tocaron la arena para buscarme, mis ojos ahora rojos frente a ella le dejaron mas claro que nunca que mi naturaleza distaba mucho de ser humana, que por el contrario era esa bestia inmortal de la que hablaba, no un dios, mas bien un monstruo.
Monstruo que no las estrellas si no su hermano había puesto en su camino.
Monstruo perdido y desorientado que ahora solo ansiaba llegar al puerto de sus labios.
Mis ojos se desviaron de aquello ojos pardos hacia aquella boca húmeda por la hidromiel, avance despacio, acercando mis labios lo suficiente como para que con una ligero roce cayeran en el pecado, su boca se abrió frente a la mía, dejando que nuestros alientos se unieran. Saboreé el alcohol que los envolvía agitando mi respiración contra ella y ahora si, tomándola con aquella pasión desmedida que el precipicio de sus labios me permitía cruzar en busca de su lengua.
Mi mano se poso en su nuca atrayendo así su rostro contra el mio, su cuerpo atraído por la brisa fría del mar encontró recoveco entre mis brazos haciendo que las pieles que la calentaban se perdieran por el camino.
Solo la fina tela de mi propia camisa ahora inundada de su olor, nos separaba de la perdición que nuestros cuerpos ansiaban, mas mi mano se colo desesperada bajo esta tela en busca de su calor sin dar tregua a aquellos labios que se me antojaban mi única salvación.
Jadee contra su boca cuando la dama subió sobre mi dejando nuestros sexos completamente pegados tan solo separados por el pantalón que trataba de dar cordura a mi endurecido falo.
Ni siquiera sabia guiado por que, si por las estrellas, si por mis miedos sobre un compromiso del que ahora dudaba mas que nunca, por los dioses de Asgar o si simplemente porque era un ser incapaz de ser bueno para nadie, pero mis dedos alzaron la camisola arañando con pasión su suave piel a mi paso para sacarla por la cabeza separándome solo de su boca para tan sutil gesto.
-Espera -jadeé contra su boca, deseoso de que no me permitiera continuar hablando -estoy prometido.
Mis palabras escaparon de mis labios, algo me hizo ser sincero al menos en eso, al menos esa criatura celestial merecía no menos que mi prometida saber en que se estaba metiendo cuando su cuerpo se enredaba al mío.
-No soy un dios, soy un inmortal lleno de demonios que complicara tu vida arrastrándote al infierno, no deberías.. -guardé un segundo silencio cuando mis labios volvieron a tomar los suyos impulsados por no se bien que -no soy bueno para ti, nadie de mi condiciona lo es.
Mis ojos rojos se clavaron en sus brillantes ojos pardos rasgados mientras mi boca aun jadeaba contra la suya ansiosa de mas.
-No se porque te deseo de este modo -confesé -pero lo hago.
Creo que solo buscaba autodestruirme, destruir mi ser frente a aquella mujer que lograba cautivarme y que se presentaba frente a mi como el modo de huir de todo, hasta de mi mismo.
Mis demonios gritaban pidiendo sangre, sexo y alcohol y yo ya era incapaz de detener la falta de cordura que me asolaba desquebrajando mi ser a su paso.
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Sufrir de anhelo era una dulce tortura que se eternizaba al encontrarse mi boca tan cerca de la suya, mis ojos se detenían en sus tempestades oscuras percibiendo la intensidad del deseo tan solo equiparable al mio. Noté como repentinamente adquirían un color rojizo, provocando que todo mi ser se estremeciese ante la agonía que suponía el estar tan cerca y desear descubrir cada pequeño espacio de su cuerpo al igual que deseaba que conociese cada uno de los míos.
Mi pecho se agitó, tornándose mi respiración entrecortada al observar su naturaleza de inmortal que de alguna forma inexplicable no producía en mi temor, aunque no dejase de comprender que estaba a su merced si él así lo quisiese. Con un leve movimiento descendente de mis párpados pude observar la carnosidad de sus labios, percibir su aliento que encontrándose cerca golpeaba suavemente el mio, antojándoseme fervorosamente poder descubrir el sabor que albergaba su boca mientras los latidos de mi corazón comenzaban a bombear con una vital fuerza que descubría a medida que los centímetros de distancia se acortaban.
Mis labios se entreabrieron deseosos y ávidos al recibir los suyos en una colisión desesperadamente dulce que desataba cada vez más la pasión entre ambos. Sentí su mano en mi nuca y mis brazos sin ánimos de permanecer rezagados rodearon su cuello, pérdiéndose en los mechones de su oscuro cabello acariciándolos por momentos y en otros tirando de ellos para acercarlo más hacia mi, demandando que su cuerpo permaneciese pegado al mio.
Quizás yo había nacido para este momento y las estrellas sabias en su andar reconocieron ese hecho y permitieron que mis pasos me llevasen hasta esa playa a pesar de lo que había sido mi vida en su ingrato transcurrir. Una vida de la que no me sentía orgullosa y que en su crueldad me había arrebatado todo aquello que alguna vez significó algo para mi.
Quizás las estrellas querían de alguna forma resarcirme permitíeédome gozar de la batalla en la que se enzarzaban nuestros labios, y en la que quería continuar luchando apasionadamente con su lengua sin permitirnos ninguna tregua. Sus manos comenzaban a acariciar debajo de la única prenda que mi cubría y las mias descendían trazando zurcos sobre su espalda, en la cual hundí mis dedos al sentir el frío atrayente de su piel.
Las pieles que antes me cubrían habían descendido para caer sobre la tibia arena. Moví mis piernas para sentarme sobre él, rodeando su cintura con ellas, percibiendo con el roce de nuestras intimidades, la forma en que la suya se apretaba contra la mía aún con la barrera de la tela de sus pantalones lo cual provocó que descargara un suave gemido entre sus labios.
Nuestras bocas finalmente se separaron y el me liberó de la camisola estremeciéndome con sus manos. Lo observé jadeante y escuché sus advertencias. Estaba prometido. Permanecí un momento en silencio tras escuchar su confesión. Comprendí al mirarlo que fuese así, que era imposible que alguien como él no hubiese sido ya reclamado por una mujer. Afortunada era ella. También le escuche decir que no era bueno para mi... pero ¿acaso alguna vez yo había sido buena para alguien?
-Tus palabran resuenan advirtiéndome que me aleje de ti. Son locuaces e insistentes pero tu cuerpo me grita algo muy diferente. Podría alejarme de ti, acatar tus advertencias, apelar a la razón para alejarme de esta playa y que no me permita mirar atrás. Podría hacerlo ciertamente pero tu boca me pide otra cosa y tus manos sobre mi cuerpo me gritan que no te deje ir.-
Mis labios terminaron esa frase para volver a los suyos. Mi piel desnuda reclamó la ajena, de manera que mis uñas rasguñaron el camino de su espalda bajando por ella y mi cálido centro tornóse demandante, pegándose más a su virilidad. -Yo también tengo demonios...- susurré, empujándole sobre la arena sin desprender el abrazo de mis piernas y contemplando sus ojos al permanecer inclinada sobre él. -Son demonios que me acosan y que me ahogan, con un ímpetu mucho más poderoso que el de las aguas del océano. En ocasiones amenazan con arrancarme todo el aire de mis pulmones y en su crueldad no me permiten ver mucho más allá de ellos. Sin embargo no quiero pensar en ellos ahora, no quiero perderme en recuerdos lúgubres ni desviar mi atención de ti.-
También le deseaba sin comprender el por qué. -No me importa si eres un dios, un inmortal, o que no seas bueno para mi. Tampoco soy buena para nadie, pero esta noche podemos olvidarlo y creer que somos buenos el uno para el otro.- Coloqué un dedo suavemente sobre sus labios para impedir que hablase antes de devolver los míos a los suyos que le reclamaban sedientos. Más allá de las palabras era la forma en que mi piel reaccionaba junto a la suya y mi vientre que bajo sus besos me hablaba de lava de volcanes, lo que terminaba de expulsar el frío de mi paso por las aguas y me convencía de quedarme junto a él aunque esa noche a los dos se nos escapase toda cordura.
Mi pecho se agitó, tornándose mi respiración entrecortada al observar su naturaleza de inmortal que de alguna forma inexplicable no producía en mi temor, aunque no dejase de comprender que estaba a su merced si él así lo quisiese. Con un leve movimiento descendente de mis párpados pude observar la carnosidad de sus labios, percibir su aliento que encontrándose cerca golpeaba suavemente el mio, antojándoseme fervorosamente poder descubrir el sabor que albergaba su boca mientras los latidos de mi corazón comenzaban a bombear con una vital fuerza que descubría a medida que los centímetros de distancia se acortaban.
Mis labios se entreabrieron deseosos y ávidos al recibir los suyos en una colisión desesperadamente dulce que desataba cada vez más la pasión entre ambos. Sentí su mano en mi nuca y mis brazos sin ánimos de permanecer rezagados rodearon su cuello, pérdiéndose en los mechones de su oscuro cabello acariciándolos por momentos y en otros tirando de ellos para acercarlo más hacia mi, demandando que su cuerpo permaneciese pegado al mio.
Quizás yo había nacido para este momento y las estrellas sabias en su andar reconocieron ese hecho y permitieron que mis pasos me llevasen hasta esa playa a pesar de lo que había sido mi vida en su ingrato transcurrir. Una vida de la que no me sentía orgullosa y que en su crueldad me había arrebatado todo aquello que alguna vez significó algo para mi.
Quizás las estrellas querían de alguna forma resarcirme permitíeédome gozar de la batalla en la que se enzarzaban nuestros labios, y en la que quería continuar luchando apasionadamente con su lengua sin permitirnos ninguna tregua. Sus manos comenzaban a acariciar debajo de la única prenda que mi cubría y las mias descendían trazando zurcos sobre su espalda, en la cual hundí mis dedos al sentir el frío atrayente de su piel.
Las pieles que antes me cubrían habían descendido para caer sobre la tibia arena. Moví mis piernas para sentarme sobre él, rodeando su cintura con ellas, percibiendo con el roce de nuestras intimidades, la forma en que la suya se apretaba contra la mía aún con la barrera de la tela de sus pantalones lo cual provocó que descargara un suave gemido entre sus labios.
Nuestras bocas finalmente se separaron y el me liberó de la camisola estremeciéndome con sus manos. Lo observé jadeante y escuché sus advertencias. Estaba prometido. Permanecí un momento en silencio tras escuchar su confesión. Comprendí al mirarlo que fuese así, que era imposible que alguien como él no hubiese sido ya reclamado por una mujer. Afortunada era ella. También le escuche decir que no era bueno para mi... pero ¿acaso alguna vez yo había sido buena para alguien?
-Tus palabran resuenan advirtiéndome que me aleje de ti. Son locuaces e insistentes pero tu cuerpo me grita algo muy diferente. Podría alejarme de ti, acatar tus advertencias, apelar a la razón para alejarme de esta playa y que no me permita mirar atrás. Podría hacerlo ciertamente pero tu boca me pide otra cosa y tus manos sobre mi cuerpo me gritan que no te deje ir.-
Mis labios terminaron esa frase para volver a los suyos. Mi piel desnuda reclamó la ajena, de manera que mis uñas rasguñaron el camino de su espalda bajando por ella y mi cálido centro tornóse demandante, pegándose más a su virilidad. -Yo también tengo demonios...- susurré, empujándole sobre la arena sin desprender el abrazo de mis piernas y contemplando sus ojos al permanecer inclinada sobre él. -Son demonios que me acosan y que me ahogan, con un ímpetu mucho más poderoso que el de las aguas del océano. En ocasiones amenazan con arrancarme todo el aire de mis pulmones y en su crueldad no me permiten ver mucho más allá de ellos. Sin embargo no quiero pensar en ellos ahora, no quiero perderme en recuerdos lúgubres ni desviar mi atención de ti.-
También le deseaba sin comprender el por qué. -No me importa si eres un dios, un inmortal, o que no seas bueno para mi. Tampoco soy buena para nadie, pero esta noche podemos olvidarlo y creer que somos buenos el uno para el otro.- Coloqué un dedo suavemente sobre sus labios para impedir que hablase antes de devolver los míos a los suyos que le reclamaban sedientos. Más allá de las palabras era la forma en que mi piel reaccionaba junto a la suya y mi vientre que bajo sus besos me hablaba de lava de volcanes, lo que terminaba de expulsar el frío de mi paso por las aguas y me convencía de quedarme junto a él aunque esa noche a los dos se nos escapase toda cordura.
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Mi perdición esa era la definición de la mujer que sobre mi jadeante enredaba sus dedos a mi pelo pegándome a si.
Nuestros labios chocaban una y otra vez como las olas contra las firmes rocas que iluminadas por aquella constelación que según ella me había traído alumbraba nuestro ávido deseo.
Ni siquiera entendía porque mis labios encajaban de ese modo con los suyos, yo que jamas quise besar a otra mujer que no fuera Katherine, ahora moría de deseo por batallar esta guerra enlazando nuestras lenguas en una.
Sus manos me empujaron con suavidad haciéndome caer sobre la fina arena que acunaba nuestros cuerpos testigo de nuestro encuentro.
Sus ojos brillaban oscurecidos por el deseo frente a los míos sin intimidarle un ápice que el rojo fuera el color que mis orbes presentaban en aquel tórrido encuentro.
-Tus palabran resuenan advirtiéndome que me aleje de ti. Son locuaces e insistentes pero tu cuerpo me grita algo muy diferente. Podría alejarme de ti, acatar tus advertencias, apelar a la razón para alejarme de esta playa y que no me permita mirar atrás. Podría hacerlo ciertamente pero tu boca me pide otra cosa y tus manos sobre mi cuerpo me gritan que no te deje ir.- dijo contra mi boca haciéndome enloquecer.
Cada una de esas palabras eran ciertas, mis labios hablaban tratando de mantener la cordura perdida, hacer que esa criatura bella y mortal que tenia enfrente huyera del monstruo que tenia debajo empujando erecto contra su sexo.
Mas ni un solo musculo de mi cuerpo, tensos por la pasión, ni mis manos que surcaban cada recóndito lugar de ese cuerpo que me moría por poseer pedía lo mismo, todo lo contrario, anhelaba a aquella desconocida hasta un punto insospechado para mi.
La distancia entre nuestras bocas volvió a acortarse como si el aire entremezclado con nuestros alientos no deseara darnos pausa.
Sus uñas perfilaban salvajes mi piel haciéndome jadear a su paso, mientras su húmeda feminidad trazaba círculos contra mi falo excitándolo, irguiéndolo endurecido en su búsqueda.
Perdido, perdido entre sus piernas, jadeando contra su boca e indefenso frente a un destino que la había puesto en mi camino en el peor momento de todos.
Nada me importaba, nada que no estuviese ahora en esa playa, arremetido contra el frio viento marino que recio golpeaba nuestros cuerpos.
-Yo también tengo demonios...- susurró mirando mis ojos -Son demonios que me acosan y que me ahogan, con un ímpetu mucho más poderoso que el de las aguas del océano. En ocasiones amenazan con arrancarme todo el aire de mis pulmones y en su crueldad no me permiten ver mucho más allá de ellos. Sin embargo no quiero pensar en ellos ahora, no quiero perderme en recuerdos lúgubres ni desviar mi atención de ti.
Hundí mis ojos en los suyos, comprendiendo cada una de sus palabras, como si en el fondo me viera reflejado en ellas y en la profundidad de sus dos orbes rasgados que parecían prometerme amor eterno.
Demonios que se apoderaban de mi dia y noche, que como a ella me dejaban sin aliento, que rasgaban mi alma dejándola al descubierto, solo aplacados por sexo, alcohol y sangre.
Abrí mis labios en su búsqueda volteándola sobre la fina arena para arrodillado desabrochar el pantalón, deslizándolo por mis piernas hasta hacerlo a un lado de la playa.
Mi falo quedo descubierto frente a ella y nuestros ojos enlazados en las estrellas que resplandecían furiosas en nuestros iris, sellando una unión quizás eterna. Me deje caer con suavidad buscándola nuevamente con mi cuerpo ávido de ella.
-No me importa si eres un dios, un inmortal, o que no seas bueno para mi. Tampoco soy buena para nadie, pero esta noche podemos olvidarlo y creer que somos buenos el uno para el otro.- apuntó contra mi boca.
No hizo falta confirmación a sus palabras pues en ese momento enlace nuestras manos sobre su cabeza con suavidad llevando la punta de mi falo a su caliente y húmeda vagina haciéndolo entrar despacio, sintiendo como se dilataba para mi.
Gruñí contra su boca que acallaba mis jadeos con sus labios, deslice mis dientes contorneando una mandíbula perfecta sin dejar de penetrarla completamente excitado.
Pose mis labios en su cuello, podía sentir la sangre fluir contra ellos, oír como su corazón la bombeaba directa por esa yugular que como su cuerpo me estaba volviendo loco.
Mis movimientos se tornaron bruscos salvaje empotrandola contra la arena que ahora nos ofrecía un suave colchón amortiguando los golpes de nuestros cuerpos ardientes.
-Min Doom -gemí contra su cuello en mi propio idioma. “Mi perdición”
Eso representaba para mi aquella dama de piel de porcelana, que sin duda acababa de alterar el transcurso de mi historia.
Nuestros labios chocaban una y otra vez como las olas contra las firmes rocas que iluminadas por aquella constelación que según ella me había traído alumbraba nuestro ávido deseo.
Ni siquiera entendía porque mis labios encajaban de ese modo con los suyos, yo que jamas quise besar a otra mujer que no fuera Katherine, ahora moría de deseo por batallar esta guerra enlazando nuestras lenguas en una.
Sus manos me empujaron con suavidad haciéndome caer sobre la fina arena que acunaba nuestros cuerpos testigo de nuestro encuentro.
Sus ojos brillaban oscurecidos por el deseo frente a los míos sin intimidarle un ápice que el rojo fuera el color que mis orbes presentaban en aquel tórrido encuentro.
-Tus palabran resuenan advirtiéndome que me aleje de ti. Son locuaces e insistentes pero tu cuerpo me grita algo muy diferente. Podría alejarme de ti, acatar tus advertencias, apelar a la razón para alejarme de esta playa y que no me permita mirar atrás. Podría hacerlo ciertamente pero tu boca me pide otra cosa y tus manos sobre mi cuerpo me gritan que no te deje ir.- dijo contra mi boca haciéndome enloquecer.
Cada una de esas palabras eran ciertas, mis labios hablaban tratando de mantener la cordura perdida, hacer que esa criatura bella y mortal que tenia enfrente huyera del monstruo que tenia debajo empujando erecto contra su sexo.
Mas ni un solo musculo de mi cuerpo, tensos por la pasión, ni mis manos que surcaban cada recóndito lugar de ese cuerpo que me moría por poseer pedía lo mismo, todo lo contrario, anhelaba a aquella desconocida hasta un punto insospechado para mi.
La distancia entre nuestras bocas volvió a acortarse como si el aire entremezclado con nuestros alientos no deseara darnos pausa.
Sus uñas perfilaban salvajes mi piel haciéndome jadear a su paso, mientras su húmeda feminidad trazaba círculos contra mi falo excitándolo, irguiéndolo endurecido en su búsqueda.
Perdido, perdido entre sus piernas, jadeando contra su boca e indefenso frente a un destino que la había puesto en mi camino en el peor momento de todos.
Nada me importaba, nada que no estuviese ahora en esa playa, arremetido contra el frio viento marino que recio golpeaba nuestros cuerpos.
-Yo también tengo demonios...- susurró mirando mis ojos -Son demonios que me acosan y que me ahogan, con un ímpetu mucho más poderoso que el de las aguas del océano. En ocasiones amenazan con arrancarme todo el aire de mis pulmones y en su crueldad no me permiten ver mucho más allá de ellos. Sin embargo no quiero pensar en ellos ahora, no quiero perderme en recuerdos lúgubres ni desviar mi atención de ti.
Hundí mis ojos en los suyos, comprendiendo cada una de sus palabras, como si en el fondo me viera reflejado en ellas y en la profundidad de sus dos orbes rasgados que parecían prometerme amor eterno.
Demonios que se apoderaban de mi dia y noche, que como a ella me dejaban sin aliento, que rasgaban mi alma dejándola al descubierto, solo aplacados por sexo, alcohol y sangre.
Abrí mis labios en su búsqueda volteándola sobre la fina arena para arrodillado desabrochar el pantalón, deslizándolo por mis piernas hasta hacerlo a un lado de la playa.
Mi falo quedo descubierto frente a ella y nuestros ojos enlazados en las estrellas que resplandecían furiosas en nuestros iris, sellando una unión quizás eterna. Me deje caer con suavidad buscándola nuevamente con mi cuerpo ávido de ella.
-No me importa si eres un dios, un inmortal, o que no seas bueno para mi. Tampoco soy buena para nadie, pero esta noche podemos olvidarlo y creer que somos buenos el uno para el otro.- apuntó contra mi boca.
No hizo falta confirmación a sus palabras pues en ese momento enlace nuestras manos sobre su cabeza con suavidad llevando la punta de mi falo a su caliente y húmeda vagina haciéndolo entrar despacio, sintiendo como se dilataba para mi.
Gruñí contra su boca que acallaba mis jadeos con sus labios, deslice mis dientes contorneando una mandíbula perfecta sin dejar de penetrarla completamente excitado.
Pose mis labios en su cuello, podía sentir la sangre fluir contra ellos, oír como su corazón la bombeaba directa por esa yugular que como su cuerpo me estaba volviendo loco.
Mis movimientos se tornaron bruscos salvaje empotrandola contra la arena que ahora nos ofrecía un suave colchón amortiguando los golpes de nuestros cuerpos ardientes.
-Min Doom -gemí contra su cuello en mi propio idioma. “Mi perdición”
Eso representaba para mi aquella dama de piel de porcelana, que sin duda acababa de alterar el transcurso de mi historia.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
En cuestión de segundos rompió nuestro contacto, dejándome postrada sobre la arena, que reflejando los rayos de plata de las estrellas, tornábase de un brillante dorado, como si estuviésemos rodeados de un interminable lecho de oro y sobre el cual me mantuve casi inmóvil, con la única interrupción que proveía mi respiración entrecortada. Intenté acarrear aire a mis pulmones y encontrar el aliento que me habían robado nuestros besos, vi al inmortal ponerse de rodillas y bajo la luz de las estrellas su visión enloqueció todos mis sentidos.
Rojas eran sus orbes y rojo era el nombre de mi color favorito. Para mi simbolizaba todos aquellos extremos que constituían los mayores sentimientos de mi vida. Rojo era el odio, roja era la la ira, la entrega absoluta y la obsesión. Roja era la sangre que desatada en alocada carrera mi corazón bombeaba con fuerza al mirarlo. Roja era la pasión que lograba mojar mi cavidad y que palpitaba desbocada ante la mera vista de su impotente falo. Me apoyé sobre mis codos cuando él regresó a mi lado y se acomodó suavemente sobre mi.
Loca estaba por tocarle pero él tomó mis brazos y los colocó sobre mi cabeza, impidiendo así que diese rienda suelta a ese deseo pero entrelazándose nuevamente nuestros dedos con desesperación, como si se tratase de dos enredaderas que han de marchitarse enseguida sin el abrazo de la otra. Mi mirada seguía prendida de la suya, mis pechos voluptuosos se erguían mostrando mis erguidos pezones que se endurecieron al entrar en contacto con su pecho. Un gemido escapó de mi garganta golpeando su rostro con mi aliento, al sentir como comenzaba a introducir su falo en mi vagina, que húmeda palpitaba enloquecida por recibirle, mientras al adentrarse me provocaba estallidos embravecidos como si fuese un incendio sin control que combustionando encendía flamas ardientes en cada átomo de mi cuerpo.
Mis ojos perdidos bajo el hechizo del desconocido no podían dejar de mirarle y mis labios trémulos jadearon cuando comenzó a mecerse contra mi. Mis piernas rodearon su cintura y le apretaron empujándolo contra mis más recónditos rincones, exigiendo de esa manera que se hundiese más en mi interior y que conquistase cada uno; sintiéndose cada recoveco que me conformaba extasiado mientras mi lengua volvía a jugar con la suya, en un nuevo beso en el que descargaba mis ansias y mi agónica pasión.
Esa noche él era mi dios, Erlend... así había dicho que se llamaba y ese nombre quería llevarlo conmigo adonde fuera. Mi cuerpo, presa de sus primeras fuertes y salvajes embestidas creyó desfallecer de placer. El viento alzóse en fuerza y golpeó nuestros cuerpos enredados sobre nuestro improvisado lecho mientras las olas se embravecían en una tumultuosa y repentina marea, como si los elementos cobrasen mayor vitalidad debido a nuestra unión, acompañándome en el delirio de mis jadeos y convirtiéndose en testigos de los estragos que experimentaba presa de los movimientos del cuerpo de mi amante.
-Erlend...- susurré, cuando sus labios abandonaron mi boca y descendieron por mi cuello, deteniéndose sobre este. Escuché su murmullo contra mi piel, en un idioma que no conocía pero que sacudió mi ser hasta mis entrañas. Liberé una de mis manos y la llevé hasta su cabello, el cual acaricié al igual que su cuello. Nuevos gemidos escapaban de mi garganta, y la sangre que enloquecida corría por mis venas clamaba por él. -Tómame como quieras.- siseé con mi voz enronquecida, en un susurro que era tanto un ruego como una orden. Quería que bebiese de mi, que me poseyera sin restricciones, que no se contuviera. No me importaba nada que no fuese unirme completamente a él.
Lo tomé por el hombro y lo volteé nuevamente sobre la arena, reposicionándome sobre él de manera que continuásemos la fusión de nuestros cuerpos. Mis caderas se movían exigentes, y mi intimidad provocaba a su falo con mis ondulantes movimientos, friccionándolo una y otra vez, buscando enloquecerlo con cada nueva colisión. -Grábame tu marca en mi cuerpo, hazlo como no lo ha hecho nadie...- Murmuré en su oido antes de descargar un nuevo gemido, mordiéndo su lóbulo y descendiendo por su cuello mientras mis labios se regodeaban con el sabor de su piel y mi lengua trazaba dulces y apasionados círculos en ella, buscando igualmente dejar mi sello en él y que nunca se olvidase de esta noche sin importar el precio que tuviésemos que pagar después...
Rojas eran sus orbes y rojo era el nombre de mi color favorito. Para mi simbolizaba todos aquellos extremos que constituían los mayores sentimientos de mi vida. Rojo era el odio, roja era la la ira, la entrega absoluta y la obsesión. Roja era la sangre que desatada en alocada carrera mi corazón bombeaba con fuerza al mirarlo. Roja era la pasión que lograba mojar mi cavidad y que palpitaba desbocada ante la mera vista de su impotente falo. Me apoyé sobre mis codos cuando él regresó a mi lado y se acomodó suavemente sobre mi.
Loca estaba por tocarle pero él tomó mis brazos y los colocó sobre mi cabeza, impidiendo así que diese rienda suelta a ese deseo pero entrelazándose nuevamente nuestros dedos con desesperación, como si se tratase de dos enredaderas que han de marchitarse enseguida sin el abrazo de la otra. Mi mirada seguía prendida de la suya, mis pechos voluptuosos se erguían mostrando mis erguidos pezones que se endurecieron al entrar en contacto con su pecho. Un gemido escapó de mi garganta golpeando su rostro con mi aliento, al sentir como comenzaba a introducir su falo en mi vagina, que húmeda palpitaba enloquecida por recibirle, mientras al adentrarse me provocaba estallidos embravecidos como si fuese un incendio sin control que combustionando encendía flamas ardientes en cada átomo de mi cuerpo.
Mis ojos perdidos bajo el hechizo del desconocido no podían dejar de mirarle y mis labios trémulos jadearon cuando comenzó a mecerse contra mi. Mis piernas rodearon su cintura y le apretaron empujándolo contra mis más recónditos rincones, exigiendo de esa manera que se hundiese más en mi interior y que conquistase cada uno; sintiéndose cada recoveco que me conformaba extasiado mientras mi lengua volvía a jugar con la suya, en un nuevo beso en el que descargaba mis ansias y mi agónica pasión.
Esa noche él era mi dios, Erlend... así había dicho que se llamaba y ese nombre quería llevarlo conmigo adonde fuera. Mi cuerpo, presa de sus primeras fuertes y salvajes embestidas creyó desfallecer de placer. El viento alzóse en fuerza y golpeó nuestros cuerpos enredados sobre nuestro improvisado lecho mientras las olas se embravecían en una tumultuosa y repentina marea, como si los elementos cobrasen mayor vitalidad debido a nuestra unión, acompañándome en el delirio de mis jadeos y convirtiéndose en testigos de los estragos que experimentaba presa de los movimientos del cuerpo de mi amante.
-Erlend...- susurré, cuando sus labios abandonaron mi boca y descendieron por mi cuello, deteniéndose sobre este. Escuché su murmullo contra mi piel, en un idioma que no conocía pero que sacudió mi ser hasta mis entrañas. Liberé una de mis manos y la llevé hasta su cabello, el cual acaricié al igual que su cuello. Nuevos gemidos escapaban de mi garganta, y la sangre que enloquecida corría por mis venas clamaba por él. -Tómame como quieras.- siseé con mi voz enronquecida, en un susurro que era tanto un ruego como una orden. Quería que bebiese de mi, que me poseyera sin restricciones, que no se contuviera. No me importaba nada que no fuese unirme completamente a él.
Lo tomé por el hombro y lo volteé nuevamente sobre la arena, reposicionándome sobre él de manera que continuásemos la fusión de nuestros cuerpos. Mis caderas se movían exigentes, y mi intimidad provocaba a su falo con mis ondulantes movimientos, friccionándolo una y otra vez, buscando enloquecerlo con cada nueva colisión. -Grábame tu marca en mi cuerpo, hazlo como no lo ha hecho nadie...- Murmuré en su oido antes de descargar un nuevo gemido, mordiéndo su lóbulo y descendiendo por su cuello mientras mis labios se regodeaban con el sabor de su piel y mi lengua trazaba dulces y apasionados círculos en ella, buscando igualmente dejar mi sello en él y que nunca se olvidase de esta noche sin importar el precio que tuviésemos que pagar después...
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
El viento se torno tornado, y el mar se embravecimiento en marea dando paso al choque brusco de las olas contra las firmes rocas que erosionadas parecían gritar pidiendo auxilio.
Aseguraría que las estrellas, ahora solo vislumbradas en sus orbes pardos brillaban mas que antes testigos absolutos de la unión de nuestros cuerpos en uno.
Incluso la hoguera, el fuego que nos calentaba, se alzo en llamas, posiblemente azuzado por el viento o quizás por los jadeos de nuestro encuentro.
Gruñí contra su piel cuando esta rodeo con furia mi cintura con sus piernas invitándome a entrar mas dentro, a recorrer cada recoveco de su cálido interior, como si cada uno de mis salvajes movimientos no fueran suficientes.
Y no lo eran porque yo sentía que mi falo la cubría por completo, que sus paredes se cerraban sobre el acogiéndolo tan calientes y húmedas que me iban ha hacer explotar, mas aun así no era suficiente quería mas.
Mas del sabor salado de su piel, mas del contacto embriagador de sus labios, pero sobre todo quería la sangre que bajo mis labios sentía correr por su yugular invitándome a un banquete solo digno de los dioses.
Rugí contra su cuello cuando sus labios me invitaron a tomarla de todos los modos posibles, como si esa dama fuera capaz de leer mi interior como si yo fuera un libro abierto.
Mis colmillos se pasearon despacio por su piel, rasgándola ligeramente, dejando que una gota resbalara por su cuello de forma provocadora, la seguí con mis ojos rojos, sin dejar de sacudirme en su interior, aproxime mis labios a ella, manchando de carmesí mi lengua al lamerla con ahincó.
-Ahhhhh -escapó de mis labios entreabiertos tirando la cabeza para atrás en un gesto de éxtasis introduciéndome con un golpe seco mientras cerraba los ojos y relamía mis labios disfrutando de ese sabor.
Fue entonces cuando ella me volteo tomando el control, trazando círculos con sus caderas pegadas a las mías, estimulando mi falo con cada uno de sus movimientos, haciéndome explotar de placer y nuevamente susurrando frente a mi boca que lo hiciera, que bebiera de ella.
Mi boca se enredo a la suya, sin pausa, descontrolada, jadeante. Nuestras respiraciones chocaban como las mismas olas del mar sin darnos tregua ni aliento.
Deslice mis labios por su mandíbula, lamiendo cada recoveco de piel a su paso, jadee contra su yugular implorando quedarme en ella, mas continué el inexorable camino hacia la perdición de sus pechos que tome con una mano estimulando con mis dedos uno de sus pezones que duro se introdujo en mi boca desbordando mi placer.
Mis colmillos se hundieron en la parte alta de su pecho, sentí la sangre invadir mi ser, mientras jadeaba sin parar acompasando mis caderas a cada movimiento de la dama.
Afloje el mordisco para ver como la sangre resbalaba por sus pechos, muriendo en sus pezones con un reguero que cayo sobre mi vientre.
Gruñí de placer volviendo a introducir su pecho en mi boca lamiendo esa sangre sin pausa, quería mas, mucho mas.
Jadee alzando mi boca contra su yugular y esta vez si, sin pausa clave mis colmillos de forma abrupta en ella, dejando que el éxtasis de su sangre fluyera dentro de mi.
Estaba loco de deseo, y ella acompañaba mi locura jadeando con los labios abiertos y sin dejar de cabalgar introduciéndose mi falo hasta lo mas profundo de su ser.
Notaba como su corazón bombeaba la sangre directa hacia mis colmillos, casi podía saborear lo cerca que estaba de correrse. Separe mis colmillos de su piel dejando que la sangre resbalara por mi boca y su cuello.
Nuestras bocas volvieron a encontrarse, con aquel sabor metálico presente, ese sabor que lejos de disgustarle parecía añorar.
La lace por la cintura cuando sentí como su cuerpo se arqueaba entre mis manos, sus pechos estaban tan duros, su boca entreabierta respiraba entrecortada cada vez mas y mas rápido, gemía sin parar y un gruñido escapo de nuestros labios cuando la deje caer de nuevo sobre mi falo golpeando de nuevo todo su ser.
Me sacudí furiosos en su interior sintiendo como las paredes de su vagina acompañaban vibrantes a mi polla llenándola de mi.
-Ufff -fue todo cuanto acerté a decir dejando que mi cuerpo cayera exhausto sobre la arena con la dama agotada y ensangrentada sorber mi.
Cerré los ojos por un momento para luego abrirlos mirando el firmamento estrellado.
-tener cuidado con lo que deseáis -bromeé deslizando mis dedos por su espalda acariciándola con suavidad -al menos os he hecho entrar en calor -apunté con una sonrisa de medio lado y aun con la voz ronca por la pasión.
Supongo que ahora era el momento de levantarme vestirme e irme, al menos esa era mi forma de actuar siempre ¿pero acaso no me había saltado ya con ella todas las normas impuestas y por imponer?
Me relajé a su lado, tan cómodo, que moverme se me antojaba un esfuerzo imposible, ademas, ella era mi trabajo, tenia que protegerla, y supuse que acercarla a casa me daría pistas sobre donde vivía en que trabajaba...todo aquello que tenia que descubrir para el cazador.
Sabia que eran escusas, pero la verdad, la presencia de esa mujer, me hacia sentir bien, no había demonios que gritaran en mi cabeza y aunque sabia que eso solo duraría un periodo efímero de tiempo, su presencia calmaba mi ser, quería aprovechar el momento, aunque eso me traería consecuencias posiblemente ya trazadas en mi destino.
-¿Estas bien? -pregunté por el olor a sangre que nos envolvía.
Había prometido a su hermano que la protegería y en parte eso había hecho, claro, de todos menos de mi, la peor de las bestias que copaba esta playa. Mi gesto se trono sombrío, preocupado, quizás me había pasado dejado llevar por la pasión del momento.
Aseguraría que las estrellas, ahora solo vislumbradas en sus orbes pardos brillaban mas que antes testigos absolutos de la unión de nuestros cuerpos en uno.
Incluso la hoguera, el fuego que nos calentaba, se alzo en llamas, posiblemente azuzado por el viento o quizás por los jadeos de nuestro encuentro.
Gruñí contra su piel cuando esta rodeo con furia mi cintura con sus piernas invitándome a entrar mas dentro, a recorrer cada recoveco de su cálido interior, como si cada uno de mis salvajes movimientos no fueran suficientes.
Y no lo eran porque yo sentía que mi falo la cubría por completo, que sus paredes se cerraban sobre el acogiéndolo tan calientes y húmedas que me iban ha hacer explotar, mas aun así no era suficiente quería mas.
Mas del sabor salado de su piel, mas del contacto embriagador de sus labios, pero sobre todo quería la sangre que bajo mis labios sentía correr por su yugular invitándome a un banquete solo digno de los dioses.
Rugí contra su cuello cuando sus labios me invitaron a tomarla de todos los modos posibles, como si esa dama fuera capaz de leer mi interior como si yo fuera un libro abierto.
Mis colmillos se pasearon despacio por su piel, rasgándola ligeramente, dejando que una gota resbalara por su cuello de forma provocadora, la seguí con mis ojos rojos, sin dejar de sacudirme en su interior, aproxime mis labios a ella, manchando de carmesí mi lengua al lamerla con ahincó.
-Ahhhhh -escapó de mis labios entreabiertos tirando la cabeza para atrás en un gesto de éxtasis introduciéndome con un golpe seco mientras cerraba los ojos y relamía mis labios disfrutando de ese sabor.
Fue entonces cuando ella me volteo tomando el control, trazando círculos con sus caderas pegadas a las mías, estimulando mi falo con cada uno de sus movimientos, haciéndome explotar de placer y nuevamente susurrando frente a mi boca que lo hiciera, que bebiera de ella.
Mi boca se enredo a la suya, sin pausa, descontrolada, jadeante. Nuestras respiraciones chocaban como las mismas olas del mar sin darnos tregua ni aliento.
Deslice mis labios por su mandíbula, lamiendo cada recoveco de piel a su paso, jadee contra su yugular implorando quedarme en ella, mas continué el inexorable camino hacia la perdición de sus pechos que tome con una mano estimulando con mis dedos uno de sus pezones que duro se introdujo en mi boca desbordando mi placer.
Mis colmillos se hundieron en la parte alta de su pecho, sentí la sangre invadir mi ser, mientras jadeaba sin parar acompasando mis caderas a cada movimiento de la dama.
Afloje el mordisco para ver como la sangre resbalaba por sus pechos, muriendo en sus pezones con un reguero que cayo sobre mi vientre.
Gruñí de placer volviendo a introducir su pecho en mi boca lamiendo esa sangre sin pausa, quería mas, mucho mas.
Jadee alzando mi boca contra su yugular y esta vez si, sin pausa clave mis colmillos de forma abrupta en ella, dejando que el éxtasis de su sangre fluyera dentro de mi.
Estaba loco de deseo, y ella acompañaba mi locura jadeando con los labios abiertos y sin dejar de cabalgar introduciéndose mi falo hasta lo mas profundo de su ser.
Notaba como su corazón bombeaba la sangre directa hacia mis colmillos, casi podía saborear lo cerca que estaba de correrse. Separe mis colmillos de su piel dejando que la sangre resbalara por mi boca y su cuello.
Nuestras bocas volvieron a encontrarse, con aquel sabor metálico presente, ese sabor que lejos de disgustarle parecía añorar.
La lace por la cintura cuando sentí como su cuerpo se arqueaba entre mis manos, sus pechos estaban tan duros, su boca entreabierta respiraba entrecortada cada vez mas y mas rápido, gemía sin parar y un gruñido escapo de nuestros labios cuando la deje caer de nuevo sobre mi falo golpeando de nuevo todo su ser.
Me sacudí furiosos en su interior sintiendo como las paredes de su vagina acompañaban vibrantes a mi polla llenándola de mi.
-Ufff -fue todo cuanto acerté a decir dejando que mi cuerpo cayera exhausto sobre la arena con la dama agotada y ensangrentada sorber mi.
Cerré los ojos por un momento para luego abrirlos mirando el firmamento estrellado.
-tener cuidado con lo que deseáis -bromeé deslizando mis dedos por su espalda acariciándola con suavidad -al menos os he hecho entrar en calor -apunté con una sonrisa de medio lado y aun con la voz ronca por la pasión.
Supongo que ahora era el momento de levantarme vestirme e irme, al menos esa era mi forma de actuar siempre ¿pero acaso no me había saltado ya con ella todas las normas impuestas y por imponer?
Me relajé a su lado, tan cómodo, que moverme se me antojaba un esfuerzo imposible, ademas, ella era mi trabajo, tenia que protegerla, y supuse que acercarla a casa me daría pistas sobre donde vivía en que trabajaba...todo aquello que tenia que descubrir para el cazador.
Sabia que eran escusas, pero la verdad, la presencia de esa mujer, me hacia sentir bien, no había demonios que gritaran en mi cabeza y aunque sabia que eso solo duraría un periodo efímero de tiempo, su presencia calmaba mi ser, quería aprovechar el momento, aunque eso me traería consecuencias posiblemente ya trazadas en mi destino.
-¿Estas bien? -pregunté por el olor a sangre que nos envolvía.
Había prometido a su hermano que la protegería y en parte eso había hecho, claro, de todos menos de mi, la peor de las bestias que copaba esta playa. Mi gesto se trono sombrío, preocupado, quizás me había pasado dejado llevar por la pasión del momento.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Parecía que mientras más tomaba del inmortal más deseaba de él, habiéndose desatado en mi un apetito tan desbordante que ya nada podía contener, como si se tratase de una corriente que embravecida arrasase con violenta fuerza cualquier presa que intentase impedirle el paso. Mi sangre corría en mis venas con mayor ímpetu que nunca, acelerada por la mutua colisión de nuestros cuerpos que fundiéndose en uno, intensificaba cada sensación de placer hasta cada una de mis terminales nerviosas. Estas, insatisfechas, buscaban su satisfacción reclamando más y más de él, procurando satisfacerse con cada una de las vigorosas embestidas que continuaban golpeando mi cavidad.
La temperatura que en mi joven cuerpo había ascendido velozmente ahora tornábase en un incendio que incineraba mi ser de placer y que opacaba por momentos el calor producido por las flamas de la hoguera que aumentaban su intensidad a un lado nuestro. Un jadeo tras otro se presentaba en mi garganta, ahogándolos con pasión en la boca del inmortal que aún seguía enzarzado en lucha con la mía, demostrándome una y otra vez la manera perfecta en que encajaban nuestros labios, asunto que me sorprendía pues nunca antes había estado tan hambrienta de otra boca.
Un nuevo y profundo gemido palpitó contra mis oídos, producido de alguna manera por mi misma cuando la mano masculina atrapó uno de mis pechos, torturándome con el maniobrar de sus dedos que endureciendo mi pezón me produjo una descarga de deliciosas sensaciones tan solo superada por las acciones de su lengua, enloqueciéndome al internarse en su boca húmeda y demandante. Mis dedos se aferraron a su cabello, hundiéndose en él y acercándole hacia mi, presa de aquella sensación que complementaba los duros movimientos de su falo que continuaban internándose hasta mis profundidades. Locura desatada era la que me elevababa, delirio de placer el que provocó una erupción en mi ser cuando sus colmillos rompieron la blanca piel de mi pecho, succionando mi líquido vital que en ese instante se ufanaba de adentrarse en el, entremezclando nuestras sangres de esa forma, como no cesaban de hacerlo nuestros cuerpos.
Mis gemidos y jadeos se mezclaron con los suyos, mis uñas clavándose en el mapa de su piel al abrazarle con fuerza desatada cuando sus labios buscaron mi cuello y sus dientes se internaron en el, produciéndome una sensación indescriptible, dolor y placer que emanaba de mi hacía él, siendo compelida mi sangre por el torbellino que me elevaba al clímax para terminar de abrasarme en el fuego de nuestra pasión.
Mi boca regresó al imán de la suya, permitiéndome saborear mi propia sangre, incitándome de esa forma a añorar nuevamente mi más profundo deseo, el de una inmortalidad de la cual deseaba apropiarme, reclamarla para mi, y despojarme de aquella fragilidad mortal que hasta ahora había conocido.
Sus manos abrazaron mi cintura y con una estocada contundente su virilidad explotó en mi interior, estremeciéndome con su corriente que al desparramarse me acompañaba a la cima, elevándome hacia las estrellas que se cernían sobre nosotros, antes de dejarme caer sobre la arena y descansar a su lado.
Poco a poco mi respiración iba encontrando su anterior ritmo. Sentí un leve vahído pero lo atribuí a la pasión compartida, lo cierto es que me sentía vital como no me había sentido en tanto tiempo. Ni siquiera deseaba levantarme mientras su mano acarició mi espalda. Simplemente volteé sobre un lado para permitirme rozar su figura sobre la arena y descansar mi mano sobre su pecho, acariciándolo con las yemas de mis dedos, que perezosas y complacidas, dibujaban pequeños surcos sobre las fibras de sus músculos.
-Estoy bien...- respondí, elevando mi mirada para toparme con la de él, y mordiendo mi labio en un gesto involuntario al mirarlo. Siempre me marchaba después de acostarme con alguien, siendo asunto terminado al exhalar el último movimiento sobre las sábanas, siempre segura de que debía escapar del lecho lo antes posible. Y no es que pensase que alguien me retendría y no es que quisiese ser retenida.
Sin embargo la visión del guerrero de la noche sacudía mi ser y devolvía el extásis a mi mirada, que ansiosa recorría nuevamente su imagen completa, incapaz de saciarse de observarlo. Me levanté entonces, sentándome sobre mis rodillas a su lado y observé el amplio panorama a nuestro alrededor... Las estrellas habían traído al inmortal hacia mi, y un momento antes comprendí mi mayor deseo... Comprendí por qué me sentía insatisfecha por las noches, por qué me perseguía la idea del abrazo de la muerte, de aquella futilidad que se había llamar vida y que me convenía de la fragilidad de mi existencia. Una existencia que quería prolongar por siempre... pero al inmortal que descansaba a mi lado, lo había deseado con más fuerza que a mi sueño de inmortalidad.
Cambié de posición, inclinándome sobre su pecho para poder mantener mis oscuros ojos en las pardas profundidades del rostro ajeno y preguntar. -Esas palabras que susurraste contra mi cuello, ¿qué significan?- Por alguna razón era importante para mi la respuesta, por alguna razón ansiaba conocerla y por alguna razón a pesar del éxtasis que habíamos alcanzado, mis ojos se oscurecían al mirarlo, presas del deseo de permanecer así, junto a él, durante el resto de las horas nocturnas que aún se presentaban frente a nosotros en esa playa.
La temperatura que en mi joven cuerpo había ascendido velozmente ahora tornábase en un incendio que incineraba mi ser de placer y que opacaba por momentos el calor producido por las flamas de la hoguera que aumentaban su intensidad a un lado nuestro. Un jadeo tras otro se presentaba en mi garganta, ahogándolos con pasión en la boca del inmortal que aún seguía enzarzado en lucha con la mía, demostrándome una y otra vez la manera perfecta en que encajaban nuestros labios, asunto que me sorprendía pues nunca antes había estado tan hambrienta de otra boca.
Un nuevo y profundo gemido palpitó contra mis oídos, producido de alguna manera por mi misma cuando la mano masculina atrapó uno de mis pechos, torturándome con el maniobrar de sus dedos que endureciendo mi pezón me produjo una descarga de deliciosas sensaciones tan solo superada por las acciones de su lengua, enloqueciéndome al internarse en su boca húmeda y demandante. Mis dedos se aferraron a su cabello, hundiéndose en él y acercándole hacia mi, presa de aquella sensación que complementaba los duros movimientos de su falo que continuaban internándose hasta mis profundidades. Locura desatada era la que me elevababa, delirio de placer el que provocó una erupción en mi ser cuando sus colmillos rompieron la blanca piel de mi pecho, succionando mi líquido vital que en ese instante se ufanaba de adentrarse en el, entremezclando nuestras sangres de esa forma, como no cesaban de hacerlo nuestros cuerpos.
Mis gemidos y jadeos se mezclaron con los suyos, mis uñas clavándose en el mapa de su piel al abrazarle con fuerza desatada cuando sus labios buscaron mi cuello y sus dientes se internaron en el, produciéndome una sensación indescriptible, dolor y placer que emanaba de mi hacía él, siendo compelida mi sangre por el torbellino que me elevaba al clímax para terminar de abrasarme en el fuego de nuestra pasión.
Mi boca regresó al imán de la suya, permitiéndome saborear mi propia sangre, incitándome de esa forma a añorar nuevamente mi más profundo deseo, el de una inmortalidad de la cual deseaba apropiarme, reclamarla para mi, y despojarme de aquella fragilidad mortal que hasta ahora había conocido.
Sus manos abrazaron mi cintura y con una estocada contundente su virilidad explotó en mi interior, estremeciéndome con su corriente que al desparramarse me acompañaba a la cima, elevándome hacia las estrellas que se cernían sobre nosotros, antes de dejarme caer sobre la arena y descansar a su lado.
Poco a poco mi respiración iba encontrando su anterior ritmo. Sentí un leve vahído pero lo atribuí a la pasión compartida, lo cierto es que me sentía vital como no me había sentido en tanto tiempo. Ni siquiera deseaba levantarme mientras su mano acarició mi espalda. Simplemente volteé sobre un lado para permitirme rozar su figura sobre la arena y descansar mi mano sobre su pecho, acariciándolo con las yemas de mis dedos, que perezosas y complacidas, dibujaban pequeños surcos sobre las fibras de sus músculos.
-Estoy bien...- respondí, elevando mi mirada para toparme con la de él, y mordiendo mi labio en un gesto involuntario al mirarlo. Siempre me marchaba después de acostarme con alguien, siendo asunto terminado al exhalar el último movimiento sobre las sábanas, siempre segura de que debía escapar del lecho lo antes posible. Y no es que pensase que alguien me retendría y no es que quisiese ser retenida.
Sin embargo la visión del guerrero de la noche sacudía mi ser y devolvía el extásis a mi mirada, que ansiosa recorría nuevamente su imagen completa, incapaz de saciarse de observarlo. Me levanté entonces, sentándome sobre mis rodillas a su lado y observé el amplio panorama a nuestro alrededor... Las estrellas habían traído al inmortal hacia mi, y un momento antes comprendí mi mayor deseo... Comprendí por qué me sentía insatisfecha por las noches, por qué me perseguía la idea del abrazo de la muerte, de aquella futilidad que se había llamar vida y que me convenía de la fragilidad de mi existencia. Una existencia que quería prolongar por siempre... pero al inmortal que descansaba a mi lado, lo había deseado con más fuerza que a mi sueño de inmortalidad.
Cambié de posición, inclinándome sobre su pecho para poder mantener mis oscuros ojos en las pardas profundidades del rostro ajeno y preguntar. -Esas palabras que susurraste contra mi cuello, ¿qué significan?- Por alguna razón era importante para mi la respuesta, por alguna razón ansiaba conocerla y por alguna razón a pesar del éxtasis que habíamos alcanzado, mis ojos se oscurecían al mirarlo, presas del deseo de permanecer así, junto a él, durante el resto de las horas nocturnas que aún se presentaban frente a nosotros en esa playa.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Adeline se hizo a un lado con suavidad mientras sus orbes castaños y rasgados se hundían en los miso aun rojizos que poco a poco se tornaban pardos.
Sus dedos dibujaban formas circulares sobre mi pecho desnudo, surcando ligeramente mi piel, entrecerré los ojos por aquella placentera sensación, la del descanso absoluto. No había demonios que gritaban, solo la paz que desprendía aquella brisa que ahora acunaba nuestros cuerpos con suavidad.
Las olas a nuestras espaldas fundiéndose en abrazos con las peligrosas rocas y como no, el chisporroteo idílico del fuego que frente a nosotros contemplaba la escena propiciada por las estrellas.
Vi como se sentaba sobre sus propias piernas pensativa, mordiendo ese labio que yo ansiaba morder, sus dedos dejaron de acariciarme, y reconozco eche en falta ese ligero roce de su piel sobre la mia.
Sonreí de medio lado admirando aquella belleza casi divina de la que acababa de disfrutar, fue entonces cuando iba a imitar su gesto para sentarme a su lado, dando por finalizadas todo tipo de unión entre nosotros cuando se inclino nuevamente sobre mi para preguntarme algo que no esperaba.
-Min Doom -repetí frente a sus labios que casi sin darnos cuenta se buscaban acortando la distancia abrasadora que los separaba. -Mi perdición -traduci contra ellos, cerrando los ojos para apropiarme nuevamente de su boca en una batalla sin tregua.
Y eso era esa mujer por la que había perdido completamente el juicio, mi mas absoluta perdición.
A dos semanas de ir a pedir la mano de mi prometida a su hermana, estaba enredado entre las piernas de la que era mi trabajo cuidar y vigilar.
Malditos dioses que desde Asgar se burlaban, de mi, de ella, y posiblemente de nuestro enlazado destino.
Una parte de mi, la de la cordura decía que lo sensato seria vestirme y alejarme de esa mujer tan rápido como mi corcel negro me lo permitiera, no mirar atrás, pues de hacerlo caería preso de su bajada infinita de pestañas y quedaría nuevamente colgado de su mirada.
Mas otra parte de mi ansiaba quedarse sumergido en sus labios que abrazaban a los míos del modo en que solo sabe hacerlo un amante. El amante que no te pide nada, que quiere lo que eres, por como eres y que su único placer en la vida es sentirte dentro de si entre gemidos.
Poco a poco mi cuerpo se fue incorporando, eso si aun entre besos y miradas que presagiaban que aquel encuentro bajo las estrellas no finalizaría hasta que el amanecer nos encontrara.
Tome las oscuras pieles de la arena para cubrir aquel cuerpo desnudo que erizado se hallaba frente a mi, sus pezones seguían duros supongo que por el frio y reconozco que la idea de un nuevo asalto enredándome en su piel se me paso por la cabeza, pues mi excitación frente a ella era mas que palpable.
-Jeg ønsker deg -susurré mientras mis dedos se deslizaban por su cuello contorneando aquellos dos agujeros cubiertos de sangre reseca que en mi arranque pasional había marcado a fuego sobre su piel.
Si Gael la veía no tardaría de darse cuenta de que había sido mordida y si ataba cabos eso lo llevaría sin duda hasta mi. Sinceramente no le temía. Solo era un humano, aunque tenia que reconocer que con alma de guerrero. Lo que me preocupaba era la mirada que sin duda le dedicaría a su hermana, la de decepción mas absoluta, sabia que había silencios que herían mas que palabras y miradas que podían destrozar a un hombre.
Lo sabia porque esa mirada que Katherine me dedico desde su montura con mi hijo entre sus brazos mientras ardía mi pueblo y mi linaje con el, me había acompañado durante un milenio.
No deseaba eso para aquella mujer que tenia delante.
Sonreí de medio lado cuando mis dedos bajaron precipitadamente hacia las otras dos marcas, por encima de su pecho derecho.
Las acaricie con suavidad, entreabriendo mis labios al sentir su calor bajo las yemas de mis dedos.
- Du har gjort meg gal -musité buscando nuevamente sus labios, mas al darme cuenta de que de nuevo las palabras en mi idioma fluían de mis labios corregí -me has vuelto loco.
Sus dedos dibujaban formas circulares sobre mi pecho desnudo, surcando ligeramente mi piel, entrecerré los ojos por aquella placentera sensación, la del descanso absoluto. No había demonios que gritaban, solo la paz que desprendía aquella brisa que ahora acunaba nuestros cuerpos con suavidad.
Las olas a nuestras espaldas fundiéndose en abrazos con las peligrosas rocas y como no, el chisporroteo idílico del fuego que frente a nosotros contemplaba la escena propiciada por las estrellas.
Vi como se sentaba sobre sus propias piernas pensativa, mordiendo ese labio que yo ansiaba morder, sus dedos dejaron de acariciarme, y reconozco eche en falta ese ligero roce de su piel sobre la mia.
Sonreí de medio lado admirando aquella belleza casi divina de la que acababa de disfrutar, fue entonces cuando iba a imitar su gesto para sentarme a su lado, dando por finalizadas todo tipo de unión entre nosotros cuando se inclino nuevamente sobre mi para preguntarme algo que no esperaba.
-Min Doom -repetí frente a sus labios que casi sin darnos cuenta se buscaban acortando la distancia abrasadora que los separaba. -Mi perdición -traduci contra ellos, cerrando los ojos para apropiarme nuevamente de su boca en una batalla sin tregua.
Y eso era esa mujer por la que había perdido completamente el juicio, mi mas absoluta perdición.
A dos semanas de ir a pedir la mano de mi prometida a su hermana, estaba enredado entre las piernas de la que era mi trabajo cuidar y vigilar.
Malditos dioses que desde Asgar se burlaban, de mi, de ella, y posiblemente de nuestro enlazado destino.
Una parte de mi, la de la cordura decía que lo sensato seria vestirme y alejarme de esa mujer tan rápido como mi corcel negro me lo permitiera, no mirar atrás, pues de hacerlo caería preso de su bajada infinita de pestañas y quedaría nuevamente colgado de su mirada.
Mas otra parte de mi ansiaba quedarse sumergido en sus labios que abrazaban a los míos del modo en que solo sabe hacerlo un amante. El amante que no te pide nada, que quiere lo que eres, por como eres y que su único placer en la vida es sentirte dentro de si entre gemidos.
Poco a poco mi cuerpo se fue incorporando, eso si aun entre besos y miradas que presagiaban que aquel encuentro bajo las estrellas no finalizaría hasta que el amanecer nos encontrara.
Tome las oscuras pieles de la arena para cubrir aquel cuerpo desnudo que erizado se hallaba frente a mi, sus pezones seguían duros supongo que por el frio y reconozco que la idea de un nuevo asalto enredándome en su piel se me paso por la cabeza, pues mi excitación frente a ella era mas que palpable.
-Jeg ønsker deg -susurré mientras mis dedos se deslizaban por su cuello contorneando aquellos dos agujeros cubiertos de sangre reseca que en mi arranque pasional había marcado a fuego sobre su piel.
Si Gael la veía no tardaría de darse cuenta de que había sido mordida y si ataba cabos eso lo llevaría sin duda hasta mi. Sinceramente no le temía. Solo era un humano, aunque tenia que reconocer que con alma de guerrero. Lo que me preocupaba era la mirada que sin duda le dedicaría a su hermana, la de decepción mas absoluta, sabia que había silencios que herían mas que palabras y miradas que podían destrozar a un hombre.
Lo sabia porque esa mirada que Katherine me dedico desde su montura con mi hijo entre sus brazos mientras ardía mi pueblo y mi linaje con el, me había acompañado durante un milenio.
No deseaba eso para aquella mujer que tenia delante.
Sonreí de medio lado cuando mis dedos bajaron precipitadamente hacia las otras dos marcas, por encima de su pecho derecho.
Las acaricie con suavidad, entreabriendo mis labios al sentir su calor bajo las yemas de mis dedos.
- Du har gjort meg gal -musité buscando nuevamente sus labios, mas al darme cuenta de que de nuevo las palabras en mi idioma fluían de mis labios corregí -me has vuelto loco.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
-Min Doom- le escuché decir y esas dos palabras resonaron en cada recoveco mio. El también era mi perdición, un inmortal que me había sacado de las aguas con la única finalidad de matarme lentamente de deseo. Y es que nuevamente le deseaba a pesar de que acabábamos de saciarnos el uno al otro, me encontraba presa de un apetito que sólo él podría aplacar en las horas que aún faltaban para que llegase la aurora. -Min Doom.- repetí aprendiendo ese lenguaje que de repente me parecía tan familiar, como si lo hubiese escuchado desde siempre, esas dos palabras que tan sencillamente explicaban el deseo de mi cuerpo. Mi boca cedió a la presión de la suya, y nuevamente nuestras lenguas cedieron a la ansiedad que despertaba y procuraba saciar en la del otro.
Dejé que me cubriera con las pieles luego de compartir más besos, besos que servían para oscurecer mi mirada y tornar mi voz ronca de pasión. Estaba embelesada con mi amante en esa noche en la que el fuego de la hoguera iluminaba su silueta mientras las flamas danzaban reflejándose en sus mechones oscuros y me permitían ver su cuerpo, que al incorporarnos, toqué apenas rozándolo con las yemas de mis dedos. Mis yemas sobre su pecho atraídas por el simple deseo de tocarlo como si ya no pudiesen permanecer solas, y mi sonrisa de medio lado que poco a poco se dibujó en mi rostro.
No le había mentido, yo no era buena para nadie, ni siquiera era una dama. Era una prostituta que se había vendido muchas veces por unas monedas, buscando algo que siempre se me escapaba, un contacto con una madre fallecida, un deseo de sentirme viva, un anhelo de encontrar algo que era tan escurridizo como la arena que se encontraba debajo nuestro y que tan fácilmente desaparecía de mis dedos si realizaba algún esfuerzo por aferrarme a ella.
-Jeg ønsker deg - susurró, y el tacto de sus dedos me embelesaba, logrando que me olvidara de lo que era. Sus dedos acariciaban las marcas en mi cuello recordándome la pasión compartida, a pesar de que apenas rozaban mi piel. Nuevamente una sonrisa se dibujó en mis labios, él me había marcado como le había pedido que lo hiciera y ahora llevaría su marca en mi piel durante varios días, pero yo no quería pensar en esos días, quería pensar en las horas que aún faltaban por llegar y que aún podría compartir con él.
- Du har gjort meg gal - La brisa alborotaba su cabello mientras sus dedos se detenían sobre mi seno y acariciaban las marcas. Tomé esa mano y la llevé a mis labios sin dejar de mirarlo. -También me has enloquecido.- susurré. Uno a uno fui besando sus nudillos, presionando mis húmedos labios contra su piel.
Lo empujé suavemente, haciéndolo caer sobre la arena que con sus partículas doradas acariciaba nuestros cuerpos envolviéndonos en su abrazo mientras me inducía a reclamar más del inmortal que tenía frente a mi. -Quiero más de ti. Esta noche quiero todo de ti.- Mi mano acaricio su torso que pegado al mio endurecía mis pechos bajo el contacto de su piel. Mis dedos serpenteaban bajando por su vientre y por su ingle, deteniéndose en ella, jugando a acariciarla mientras mi boca regresaba a la suya reclamándola otra vez, enredándose en su lengua y luego mordiendo su labio inferior mientras mis dedos descendían y alcanzaban su falo para comenzar a masturbarlo lentamente.
-Dime que también deseas más de mi. Dime que aún no te sacias de mi piel ni de mis besos.- Mis dedos continuaron entretenidos en su virilidad que poco a poco se alzaba como un mástil indicándome que su deseo aún no se apaciguaba. Sonreí y me separé de él, lentamente me incorporé y observé su figura bajo la luz crepitante de la hoguera.
-Dime que anhelas que vuelva a calentarte.- Una sonrisa pícara se dibujó en mis labios mientras caminaba alrededor suyo aún con las pieles cubriendo mi cuerpo. No estaba segura de que demonio se había apoderado de mi, que aunque era conocedora de los placeres de la carne, no recordaba haber anhelado volver a tener a un hombre en mi interior con tanta intensidad; pero quería que su deseo igualase al mio, quería que me demostrara esa locura de la que acababa de hablarme, que desatara sus gruñidos y sus jadeos en mi interior y que ambos tocásemos nuevamente las estrellas.
-¿O estás cansado ya mi señor?- lancé al aire desafiándolo a seguir y a dejarse llevar mientras mis manos alcanzaban las pieles y las dejaba caer a un lado sobre la arena, mostrándome nuevamente desnuda frente a él y la luna que nos acariciaba con sus rayos, iluminando mi juvenil silueta femenina que clamaba por el inmortal deseando volver a perderse en su anatomía. Deseando volver a ver esos ojos rojos que incineraban mi piel al igual que lo hacía su tacto, del cual solo llevaba unos minutos alejada y al cual ya deseaba regresar.
Dejé que me cubriera con las pieles luego de compartir más besos, besos que servían para oscurecer mi mirada y tornar mi voz ronca de pasión. Estaba embelesada con mi amante en esa noche en la que el fuego de la hoguera iluminaba su silueta mientras las flamas danzaban reflejándose en sus mechones oscuros y me permitían ver su cuerpo, que al incorporarnos, toqué apenas rozándolo con las yemas de mis dedos. Mis yemas sobre su pecho atraídas por el simple deseo de tocarlo como si ya no pudiesen permanecer solas, y mi sonrisa de medio lado que poco a poco se dibujó en mi rostro.
No le había mentido, yo no era buena para nadie, ni siquiera era una dama. Era una prostituta que se había vendido muchas veces por unas monedas, buscando algo que siempre se me escapaba, un contacto con una madre fallecida, un deseo de sentirme viva, un anhelo de encontrar algo que era tan escurridizo como la arena que se encontraba debajo nuestro y que tan fácilmente desaparecía de mis dedos si realizaba algún esfuerzo por aferrarme a ella.
-Jeg ønsker deg - susurró, y el tacto de sus dedos me embelesaba, logrando que me olvidara de lo que era. Sus dedos acariciaban las marcas en mi cuello recordándome la pasión compartida, a pesar de que apenas rozaban mi piel. Nuevamente una sonrisa se dibujó en mis labios, él me había marcado como le había pedido que lo hiciera y ahora llevaría su marca en mi piel durante varios días, pero yo no quería pensar en esos días, quería pensar en las horas que aún faltaban por llegar y que aún podría compartir con él.
- Du har gjort meg gal - La brisa alborotaba su cabello mientras sus dedos se detenían sobre mi seno y acariciaban las marcas. Tomé esa mano y la llevé a mis labios sin dejar de mirarlo. -También me has enloquecido.- susurré. Uno a uno fui besando sus nudillos, presionando mis húmedos labios contra su piel.
Lo empujé suavemente, haciéndolo caer sobre la arena que con sus partículas doradas acariciaba nuestros cuerpos envolviéndonos en su abrazo mientras me inducía a reclamar más del inmortal que tenía frente a mi. -Quiero más de ti. Esta noche quiero todo de ti.- Mi mano acaricio su torso que pegado al mio endurecía mis pechos bajo el contacto de su piel. Mis dedos serpenteaban bajando por su vientre y por su ingle, deteniéndose en ella, jugando a acariciarla mientras mi boca regresaba a la suya reclamándola otra vez, enredándose en su lengua y luego mordiendo su labio inferior mientras mis dedos descendían y alcanzaban su falo para comenzar a masturbarlo lentamente.
-Dime que también deseas más de mi. Dime que aún no te sacias de mi piel ni de mis besos.- Mis dedos continuaron entretenidos en su virilidad que poco a poco se alzaba como un mástil indicándome que su deseo aún no se apaciguaba. Sonreí y me separé de él, lentamente me incorporé y observé su figura bajo la luz crepitante de la hoguera.
-Dime que anhelas que vuelva a calentarte.- Una sonrisa pícara se dibujó en mis labios mientras caminaba alrededor suyo aún con las pieles cubriendo mi cuerpo. No estaba segura de que demonio se había apoderado de mi, que aunque era conocedora de los placeres de la carne, no recordaba haber anhelado volver a tener a un hombre en mi interior con tanta intensidad; pero quería que su deseo igualase al mio, quería que me demostrara esa locura de la que acababa de hablarme, que desatara sus gruñidos y sus jadeos en mi interior y que ambos tocásemos nuevamente las estrellas.
-¿O estás cansado ya mi señor?- lancé al aire desafiándolo a seguir y a dejarse llevar mientras mis manos alcanzaban las pieles y las dejaba caer a un lado sobre la arena, mostrándome nuevamente desnuda frente a él y la luna que nos acariciaba con sus rayos, iluminando mi juvenil silueta femenina que clamaba por el inmortal deseando volver a perderse en su anatomía. Deseando volver a ver esos ojos rojos que incineraban mi piel al igual que lo hacía su tacto, del cual solo llevaba unos minutos alejada y al cual ya deseaba regresar.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Deseo, esa palabra se me antojaba nada para expresar, si es que existía una palabra para eso, lo que aquella mujer me hacia sentir enredado entre sus piernas.
Ni el viento tornándose tornado, ni un huracán podía superar una bajada de esas pestañas donde yo ya había quedado colgado.
Sus labios no eran superados ni por las montañas mas altas, y alcanzarlos con los míos se me antojaba mayor placer que escalar estas alcanzando su cumbre para respirar sobre ellas su viento lleno de libertad.
El fuego chisporroteante iluminaba aquel cuerpo que ahora cubierto con pieles seguía siendo sinuosamente bello, el rostro, enmarcado entre mechones castaños, definía la perfección elevada al infinito.
Mas si algo caracterizaba lo nuestro era la sed de mas, sensacional que no saciaba mi cuerpo y que empujado por el suyo sobre la fina arena enredo de nuevo nuestros labios con pasión desmedida.
Beso húmedo, sediento, nuestras lenguas enzarzadas en una, mientras sus pezones duros como piedras rozaban mi pecho estimulando aun sin tocarme, mi miembro que se alzaba nuevamente deseando mas, mas de aquel coño caliente, del que hacia tan solo unos minutos había disfrutado y que ahora, fuera de ella se me antojaba una eternidad.
Como si fuera adivina, su mano busco trazando un bello recorrido serpenteaste por mi vientre a mi endurecido falo, que ahora entre sus dedos crecía convirtiéndose en piedra.
Abrí mis labios jadeando mientras me masturbaba con la suavidad con la que se provocan las catástrofes antes de explotar, así me sentía, dispuesto a explotar una y otra vez en su interior, sin dar mas tregua que aquella noche estrellada donde de nuevo los elementos parecían acompañar a nuestras caricias.
-Dime que también deseas más de mi. Dime que aún no te sacias de mi piel ni de mis besos.-susurró contra mis labios entreabiertos.
Acaso no era evidente que no me sentía saciado de ella, necesitaba mas prueba que el modo en el que mis manos surcaban sus caderas invitándola a introducirme nuevamente en ella.
Empezaba a enloquecer frente a aquella mujer que se me antojaba pólvora entre mis manos y yo estaba dispuesto a encender la llama y hacerla arder, aunque eso nos llevara a ambos al mismo infierno aquella noche.
Su sonrisa picara lo dijo todo cuando aun cubierta de aquellas pieles que yo deseaba arrancar empezó a darme vueltas cual depredador a su presa.
Mis ojos mas rojos que el mismo fuego que nos calentaba la admiraban con ferviente devoción y con ardiente deseo.
Jugaba conmigo y yo le permitía jugar porque sabia que el juego duraría poco, pues mi cuerpo tenso, deseaba alzarse para hacerla mía de todas y cada una de las formas posibles que imaginara.
-Dime que anhelas que vuelva a calentarte -susurro sin despegar sus ojos de los míos.
¿Que si la anhelaba? Aquello era mas que obvio cuando mi virilidad completamente endurecida me reclamaba que la tomara, quería penetrarla, hundirme en ella con tal fuerza que sus jadeos y gruñido acallados tan solo por mis labios colmaran aquella playa.
Demostrarle a las estrellas su brutal error al juntarnos, pues juntos parecíamos bestias sedientas del otro y yo deseaba que me calentara casi tanto como a la misma vitae que me sustentaba.
-¿O estás cansado ya mi señor?
Aquello fue el final del principio, pues las pieles cayeron al suelo casi al unísono que mi cuerpo se alzo de este.
Pronto su cuerpo quedo cubierto de otra piel, la mía, que desde atrás y con necesidad infinita poseía sus pechos copándolos con mis manos mientras trazaba círculos en sus duros pezones.
Su boca busco la mía con deseo, enredándonos nuevamente en un húmedo beso sin fin donde ni siquiera los jadeos que nuestra unión producía podían ser apaciguados por este.
Mi falo entre sus piernas pugnaba húmedo por volver a poseerla, deslice mi mano de su seno a su cintura y de este, a su sexo, que completamente mojado parecía anhelarme tanto como yo a ella.
Hundí sendos dedos en su interior emitiendo un gemido contra su boca al sentir el calor que me atrapaba.
-Dilo, dime que quieres que te folle -rugí contra sus labios sacudiendo mis dedos sin pausa.
Sus piernas flojeaban entre mis manos, mientras sus labios invadían los míos de aquel entrecortado aliento que golpeaba mi boca haciéndome enloquecer.
Empuje ligeramente su espalda hacia delante sacando mis dedos para dar cabida a mi falo que para que mentir, no aguantaba mas la distancia, mientras con una fuerte embestida la hacia mía de nuevo.
Gruñí contra su piel arrastrando mis colmillos por ella.
Cada vez que la empotraba me sentía mas dentro, mas excitado, hasta que sus rodillas tocaron la fina arena poseyéndola a cuatro patas.
Sus pechos rebotaban con cada brusco movimiento mientras mis manos sumergidas en su cadera, la empujaban contra las mias marcando el delirante ritmo de nuestra perdición.
Ni el viento tornándose tornado, ni un huracán podía superar una bajada de esas pestañas donde yo ya había quedado colgado.
Sus labios no eran superados ni por las montañas mas altas, y alcanzarlos con los míos se me antojaba mayor placer que escalar estas alcanzando su cumbre para respirar sobre ellas su viento lleno de libertad.
El fuego chisporroteante iluminaba aquel cuerpo que ahora cubierto con pieles seguía siendo sinuosamente bello, el rostro, enmarcado entre mechones castaños, definía la perfección elevada al infinito.
Mas si algo caracterizaba lo nuestro era la sed de mas, sensacional que no saciaba mi cuerpo y que empujado por el suyo sobre la fina arena enredo de nuevo nuestros labios con pasión desmedida.
Beso húmedo, sediento, nuestras lenguas enzarzadas en una, mientras sus pezones duros como piedras rozaban mi pecho estimulando aun sin tocarme, mi miembro que se alzaba nuevamente deseando mas, mas de aquel coño caliente, del que hacia tan solo unos minutos había disfrutado y que ahora, fuera de ella se me antojaba una eternidad.
Como si fuera adivina, su mano busco trazando un bello recorrido serpenteaste por mi vientre a mi endurecido falo, que ahora entre sus dedos crecía convirtiéndose en piedra.
Abrí mis labios jadeando mientras me masturbaba con la suavidad con la que se provocan las catástrofes antes de explotar, así me sentía, dispuesto a explotar una y otra vez en su interior, sin dar mas tregua que aquella noche estrellada donde de nuevo los elementos parecían acompañar a nuestras caricias.
-Dime que también deseas más de mi. Dime que aún no te sacias de mi piel ni de mis besos.-susurró contra mis labios entreabiertos.
Acaso no era evidente que no me sentía saciado de ella, necesitaba mas prueba que el modo en el que mis manos surcaban sus caderas invitándola a introducirme nuevamente en ella.
Empezaba a enloquecer frente a aquella mujer que se me antojaba pólvora entre mis manos y yo estaba dispuesto a encender la llama y hacerla arder, aunque eso nos llevara a ambos al mismo infierno aquella noche.
Su sonrisa picara lo dijo todo cuando aun cubierta de aquellas pieles que yo deseaba arrancar empezó a darme vueltas cual depredador a su presa.
Mis ojos mas rojos que el mismo fuego que nos calentaba la admiraban con ferviente devoción y con ardiente deseo.
Jugaba conmigo y yo le permitía jugar porque sabia que el juego duraría poco, pues mi cuerpo tenso, deseaba alzarse para hacerla mía de todas y cada una de las formas posibles que imaginara.
-Dime que anhelas que vuelva a calentarte -susurro sin despegar sus ojos de los míos.
¿Que si la anhelaba? Aquello era mas que obvio cuando mi virilidad completamente endurecida me reclamaba que la tomara, quería penetrarla, hundirme en ella con tal fuerza que sus jadeos y gruñido acallados tan solo por mis labios colmaran aquella playa.
Demostrarle a las estrellas su brutal error al juntarnos, pues juntos parecíamos bestias sedientas del otro y yo deseaba que me calentara casi tanto como a la misma vitae que me sustentaba.
-¿O estás cansado ya mi señor?
Aquello fue el final del principio, pues las pieles cayeron al suelo casi al unísono que mi cuerpo se alzo de este.
Pronto su cuerpo quedo cubierto de otra piel, la mía, que desde atrás y con necesidad infinita poseía sus pechos copándolos con mis manos mientras trazaba círculos en sus duros pezones.
Su boca busco la mía con deseo, enredándonos nuevamente en un húmedo beso sin fin donde ni siquiera los jadeos que nuestra unión producía podían ser apaciguados por este.
Mi falo entre sus piernas pugnaba húmedo por volver a poseerla, deslice mi mano de su seno a su cintura y de este, a su sexo, que completamente mojado parecía anhelarme tanto como yo a ella.
Hundí sendos dedos en su interior emitiendo un gemido contra su boca al sentir el calor que me atrapaba.
-Dilo, dime que quieres que te folle -rugí contra sus labios sacudiendo mis dedos sin pausa.
Sus piernas flojeaban entre mis manos, mientras sus labios invadían los míos de aquel entrecortado aliento que golpeaba mi boca haciéndome enloquecer.
Empuje ligeramente su espalda hacia delante sacando mis dedos para dar cabida a mi falo que para que mentir, no aguantaba mas la distancia, mientras con una fuerte embestida la hacia mía de nuevo.
Gruñí contra su piel arrastrando mis colmillos por ella.
Cada vez que la empotraba me sentía mas dentro, mas excitado, hasta que sus rodillas tocaron la fina arena poseyéndola a cuatro patas.
Sus pechos rebotaban con cada brusco movimiento mientras mis manos sumergidas en su cadera, la empujaban contra las mias marcando el delirante ritmo de nuestra perdición.
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Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)
Un desafío, eso era lo que le había lanzado con mis palabras al viento. Un desafío a que me tomase de nuevo, a que se adueñase de mi cuerpo, a que nos enredáramos nuevamente el uno en el otro, con el sello de nuestros labios que incansables, no deseaban más que volverse a encontrar. Un desafío a que se dejase seducir por mi, porque yo quería adueñarme de él, de cada átomo que le conformaba, arañar su cuerpo, provocar que su ser temblase de locura y de pasión. Apenas habían transcurrido unos minutos y quería volver a él, así era de intenso el hechizo que las estrellas habían lanzado esa noche sobre nosotros y que me orillaba a buscarle de nuevo.
Leí entonces su silencio. No me contestaba con palabras pero el lenguaje de su cuerpo me lo decía todo. Respondió a mi desafío colocándose detrás mío, movimiento que me hizo temblar al sentir su aliento golpeando la piel de mi cuello, sus manos deslizándose por detrás mío hasta alcanzar mis pechos, los cuales comenzó a torturar con el movimiento de sus manos. Jadeé ante el contacto, tan fácilmente lograba encenderme, en cuestión de segundos mi cuerpo se pegaba al de él, extasiado con la firmeza de ese cuerpo firme que detrás de mi se sentía fuerte y vigoroso. A su lado me sentí frágil y también vigorizada, quería mirarlo por lo que volteé mi rostro hacia un lado, aunque fue su boca la que colisionó con la mía, embarcándonos de nuevo en otro beso en el cual volqué la pasión que me embargaba.
Su falo entre mis piernas provocó que estas temblaran, mordí su labio, tirando de este, buscando provocarlo, moviendo mis caderas contra las suyas, azuzando a su virilidad para que me complaciese de una vez, aunque fueron sus dedos los que bajando por mi cuerpo, se adentraron en mi intimidad, humedeciéndome de inmediato y arrancándome otro jadeo que acallé en su boca, tirando con mis dedos de su cabello en protesta por los estragos que me estaba produciendo en mi interior y por la excitación que me provocaba escucharlo gemir.
-Dilo, dime que quieres que te folle - le escuché rugir y sus dedos se movieron tan intensamente adentro mio que enloquecí de placer, moviendo mis manos por detrás de mi espalda busqué su cuerpo y al encontrar sus glúteos presioné demandando que lo hiciera, que me tomara de una vez. -Hazlo, fóllame. ¡Quiero que lo hagas de una vez!- supliqué y ordené al mismo tiempo. -Me estás enloqueciendo.- añadí gimiendo en su boca cuando finalmente su falo se deslizó en mi interior y comenzó a embestirme fuertemente.
Sentía sus colmillos rozar mi piel y ese roce me excitaba aún más, al recordar como había bebido de mi produciéndome dolor y éxtasis a la vez. Mis caderas no dejaban de chocar contra las suyas de forma salvaje mientras con cada nuevo movimiento llegaba más adentro. Me vi entonces postrada en cuatro, con mis manos sobre la arena, gimiendo de placer, moviendo mis caderas contra las suyas y elevando mis glúteos para que hundiera su falo cada vez más adentro, para que golpeara mis paredes mientras estas húmedas y cálidas lo apretaban con cada nuevo movimiento, que no terminaba de saciarse de él, hasta que sentí que estaba a punto de explotar, y así lo hice, un orgasmo me sacudió con fuerza, aniquilando todo pensamiento coherente, solo un gemido de mi garganta se perdía alrededor nuestro y lograba elevarme a las alturas mientras el se corría adentro mío.
Supongo que allí es adonde debí parar pero no lo hice. Respiré unos minutos sobre la arena, aún con la respiración exaltada, presa de la sublime sensación que me había recorrido y me levanté, girando despacio cuando el se apartó. Observándolo bajo la luz de la luna, sonreí al ver su bien formada figura, su cabello castaño, los rasgos de su apuesto rostro, y me sentí sobrecogida por su visión como cuando lo había visto por primera vez en el agua.
Regresé entonces a él y salté mientras colocaba mis brazos alrededor de su cuello, enredando mis piernas alrededor de su cintura mientras él me sostenía con sus fuertes brazos y mi cuerpo se pegaba al suyo disfrutando de la diferencia de nuestras temperaturas, la suya tan fría, y la mía caliente desde hace rato ya, gracias a él. -Dime que te gusto. Dilo. Dilo.- demandé. Quería oírlo de sus labios, que me lo dijera. Comencé a moverme lentamente contra su falo, buscando que ambas intimidades se rozasen de nuevo, que la mía, húmeda y ansiosa apretase fuertemente a la suya tan fría, entre los delirantes choques de nuestras caderas.
Estaba perdida, perdida por la belleza que encontraba cada vez que mi mirada se hundía en sus ojos oscuros, por la forma en que mis dedos buscaban su piel para arañarla, por el timbre de su ronca voz que me había susurrado palabras en su lengua materna, perdida desde que rozó sus dedos contra mi espalda al tirar de las cintas de mi corsé, perdida, completamente perdida. -Dime que te gusto Erlend.- repetí con voz ronca, hundiendo mi mirada en sus oscuros ojos de tormenta, incapaz de ver o de sentir otra cosa que no fuese él.
Leí entonces su silencio. No me contestaba con palabras pero el lenguaje de su cuerpo me lo decía todo. Respondió a mi desafío colocándose detrás mío, movimiento que me hizo temblar al sentir su aliento golpeando la piel de mi cuello, sus manos deslizándose por detrás mío hasta alcanzar mis pechos, los cuales comenzó a torturar con el movimiento de sus manos. Jadeé ante el contacto, tan fácilmente lograba encenderme, en cuestión de segundos mi cuerpo se pegaba al de él, extasiado con la firmeza de ese cuerpo firme que detrás de mi se sentía fuerte y vigoroso. A su lado me sentí frágil y también vigorizada, quería mirarlo por lo que volteé mi rostro hacia un lado, aunque fue su boca la que colisionó con la mía, embarcándonos de nuevo en otro beso en el cual volqué la pasión que me embargaba.
Su falo entre mis piernas provocó que estas temblaran, mordí su labio, tirando de este, buscando provocarlo, moviendo mis caderas contra las suyas, azuzando a su virilidad para que me complaciese de una vez, aunque fueron sus dedos los que bajando por mi cuerpo, se adentraron en mi intimidad, humedeciéndome de inmediato y arrancándome otro jadeo que acallé en su boca, tirando con mis dedos de su cabello en protesta por los estragos que me estaba produciendo en mi interior y por la excitación que me provocaba escucharlo gemir.
-Dilo, dime que quieres que te folle - le escuché rugir y sus dedos se movieron tan intensamente adentro mio que enloquecí de placer, moviendo mis manos por detrás de mi espalda busqué su cuerpo y al encontrar sus glúteos presioné demandando que lo hiciera, que me tomara de una vez. -Hazlo, fóllame. ¡Quiero que lo hagas de una vez!- supliqué y ordené al mismo tiempo. -Me estás enloqueciendo.- añadí gimiendo en su boca cuando finalmente su falo se deslizó en mi interior y comenzó a embestirme fuertemente.
Sentía sus colmillos rozar mi piel y ese roce me excitaba aún más, al recordar como había bebido de mi produciéndome dolor y éxtasis a la vez. Mis caderas no dejaban de chocar contra las suyas de forma salvaje mientras con cada nuevo movimiento llegaba más adentro. Me vi entonces postrada en cuatro, con mis manos sobre la arena, gimiendo de placer, moviendo mis caderas contra las suyas y elevando mis glúteos para que hundiera su falo cada vez más adentro, para que golpeara mis paredes mientras estas húmedas y cálidas lo apretaban con cada nuevo movimiento, que no terminaba de saciarse de él, hasta que sentí que estaba a punto de explotar, y así lo hice, un orgasmo me sacudió con fuerza, aniquilando todo pensamiento coherente, solo un gemido de mi garganta se perdía alrededor nuestro y lograba elevarme a las alturas mientras el se corría adentro mío.
Supongo que allí es adonde debí parar pero no lo hice. Respiré unos minutos sobre la arena, aún con la respiración exaltada, presa de la sublime sensación que me había recorrido y me levanté, girando despacio cuando el se apartó. Observándolo bajo la luz de la luna, sonreí al ver su bien formada figura, su cabello castaño, los rasgos de su apuesto rostro, y me sentí sobrecogida por su visión como cuando lo había visto por primera vez en el agua.
Regresé entonces a él y salté mientras colocaba mis brazos alrededor de su cuello, enredando mis piernas alrededor de su cintura mientras él me sostenía con sus fuertes brazos y mi cuerpo se pegaba al suyo disfrutando de la diferencia de nuestras temperaturas, la suya tan fría, y la mía caliente desde hace rato ya, gracias a él. -Dime que te gusto. Dilo. Dilo.- demandé. Quería oírlo de sus labios, que me lo dijera. Comencé a moverme lentamente contra su falo, buscando que ambas intimidades se rozasen de nuevo, que la mía, húmeda y ansiosa apretase fuertemente a la suya tan fría, entre los delirantes choques de nuestras caderas.
Estaba perdida, perdida por la belleza que encontraba cada vez que mi mirada se hundía en sus ojos oscuros, por la forma en que mis dedos buscaban su piel para arañarla, por el timbre de su ronca voz que me había susurrado palabras en su lengua materna, perdida desde que rozó sus dedos contra mi espalda al tirar de las cintas de mi corsé, perdida, completamente perdida. -Dime que te gusto Erlend.- repetí con voz ronca, hundiendo mi mirada en sus oscuros ojos de tormenta, incapaz de ver o de sentir otra cosa que no fuese él.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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