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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Erlend Cannif** Vie Jun 24, 2016 1:41 am

Recuerdo del primer mensaje :

Aquella noche no era como el resto, al menos este trabajo distaba mucho de los que acostumbraba ha hacer, tome el jersey entre mis menos, dejando que el olor de aquella a quien tenia que encontrar me invadiera.
Hoy no habría derramamiento de sangre, ni caos ni destrucción a mi paso, mas eso no me hacia bajar la guardia, si algo había aprendido en estos siglos es que los trabajos que se presentaban mas sencillos son los que acaban dando mas quebraderos de cabeza.

Tan solo hacia unos días que el cazador y yo nos habíamos reunido en la taberna de Meyhanes, un nido de vampiros a los que este accedió a ir.
Gael me dio este jersey, que al parecer la dama dejo olvidado por error y una vaga descripción de la chica. Poco o nada sabia de sus problemas personales, y tampoco pregunté, supuse que para aquel cazador el esfuerzo que hacia depositando la vida de su hermana en mis manos, manos inmortales, era mas que suficiente para demostrarme la gravedad del asunto.
Sonrei de medio lado apretando las alforjas sobre mi montura e introduje dentro aquel jersey, quizás mas tarde lo necesitara.
De un salto subí sobre mi montura y pronto me puse al galope hasta alcanzar la zona centro de la ciudad, la primavera estaba apunto de llegar y aquella noche no se antojaba tan fría como otras, de echo la nieve blanca que hasta hacia unos días cubría Paris, estaba desapareciendo apenas dejando un rastro por algunas de las esquinas donde parecía resistirse al inexorable paso del tiempo.

Avance despacio, dejándome inundar de los mil y un olores de la ciudad, y como no, tratando de discernir entre ellos el de aquella mujer a la que buscaba. Pase horas cabalgando sin hallar ni un solo resquicio de ella ¿donde se metía esa dama? Posiblemente en su afán de esconderse de Gael, había reducido sus salidas al mínimo lo que me dio una idea ¿donde ir si no deseas que un tu hermano cazador te encuentre?
Descarte el bosque intuyendo que esa seria una de las zonas de caza de Gael y los suyos. Aposte por la playa, no hacia frio, pero aun estaría desierta ¿que mejor lugar para pensar y no ser molestado que ese? Al menos para una humana, yo por supuesto tenia otras preferencias mas...como decirlo...mas oscuras.

Galope por la playa, que como imaginaba estaba bastante desierta, mas allá de algunas parejas haciéndose carantoñas y compartiendo una velada no había ni un alma.
No fue hasta mas tarde que percibí su aroma sobre unas rocas, sentada en el precipicio donde rompen las olas, descalza...era ella, podía percibir no solo su olor, también su sangre, tan parecida posiblemente por su parentesco a la del hombre de la taberna.
Desmonte del caballo, tomando asiento sobre la fina arena, no quería molestarla, no había necesidad.
Desde allí y disimuladamente analice sus facciones, parecían tristes, sombrías. Su cabello ondeaba salvaje al viento con una melena morena y lisa que bailaba  al compás de las olas.
Su tez era clara, casi como de fina porcelana, y contrastaba con dos orbes tan oscuros como la noche y tan brillantes como la luna que se reflejaba en ellos. Su dedo acaricio sus labios, no se si memorando algún recuerdo pasado. Labios carnosos y perfectamente bien perfilados.
Su hermano se había quedado muy, pero que muy corto en la descripción de la dama.
Su cuerpo tan delicado  parecía poder romperse en cualquier momento mas aun así, desprendía vitalidad, su corazón latía enérgico, vigoroso posiblemente acompañando ese carácter fuerte del que Gael había hecho gala aquella noche.

Sonreí de medio lado cuando mi montura hundió su hocico en mi rostro y acaricie con suavidad sus crines peinandolas con mis dedos
-Tranquilo amigo, hoy la noche se me antoja larga.
Ciertas eran mis palabras, pues no veía diversión en vigilar a una dama...


Última edición por Erlend Cannif el Vie Ago 12, 2016 4:04 am, editado 1 vez
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Mensaje por Erlend Cannif** Miér Jul 20, 2016 4:18 am

Me separé de ella con la dificultad con la que una polilla se separa de la luz, como si su cuerpo estuviera hecho para el mio desde el momento en que nació.
Trate de no mirarla, porque de sobra sabia que si lo hacia, no me iría, si nuestros ojos se encontraban de nuevo, quedaría presos de ellos como las brillantes estrellas que comenzaban a apagarse quedaban presas del nuevo día.

Fue entonces cuando sentí sus pasos a la carrera, pillándome por total sorpresa y de un salto se encaramo a mi cintura rodeando con brío mi cuello con sus brazos mientras sus labios se enzarzaban con los míos de nuevo. Lenguas que se buscaban entre jadeos, boca entreabierta dando juego a una pasión desmedida que nos arrastraba hacia la perdición de nuestros cuerpos.

Jadee contra su boca al sentir sus caderas trazando círculos contra mi falo, que incapaz de bajar volvía a endurecerse con el contacto de aquel húmedo sexo que me atrapaba sin remedio.
Sonreí contra su boca, consciente de que al parecer ni ella ni el alba pensaban darme una tregua aquella noche estrellada.
-Si me pilla el sol me haré cenizas entre tus piernas -bromeé hundiendo mis ojos rojos en los rasgados ojos pardos de aquella mujer, a la que deseaba con ahincó, por la que hubiera bajado a los infiernos si asi ella me lo hubiera pedido.

Introduje lentamente mi polla en su vagina, sintiendo como se mojaba a su paso, mientras mis manos sobre sus glúteos la movían golpeando nuevamente nuestras caderas.
Gemí al oírla contra mi boca exigir lo que deseaba escuchar de mis labios , sus uñas se hundían en mi piel, dejando un rastro de sangre a su paso.
Perdido entre sus piernas, entre sus manos y entre sus labios, jadee sin remedio tomando un ritmo brusco y una respiración ronca que impactaba la de uno contra la de otro completamente idos, extasiados.

¿Que si me gustaba? No, no solo me gustaba, era algo mucho mas fuerte, incontrolable, ese algo que abrasaba por dentro. Mi interior ardía al sentirla cerca, incapaz de controlarme frente a ella.
Fue entonces, cuando sus labios me exigían que lo dijera, cuando mi mente me ordenaba que guardara silencio, cuando lo supe.
Nada podría negarle, pues mi voluntad había quedado presa de sus labios.
Peligroso juego en el que me estaba embarcando con aquella mujer que se había convertido en una noche en mi perdición mas absoluta.

Nuestras caderas se encontraban en un vaivén frenético, su cintura se arqueaba con brusquedad entre mis dedos, y mis labios recorrían sus senos mordiendo aquellos pezones endurecidos por mi contacto mientras juntos,  gemíamos al unisono incapaces de aplacar aquella excitación mágica que nos envolvía.  Estocen lo hizo, pronuncio mi nombre, que escapo de sus labios junto con un gruñido.
Mis ojos enrojecieron al oírlo de sus labios. Introduciendo mi miembro con tanta brusquedad que creí que la partiría.
Gruñí contra su piel completamente excitado.
-jeg elsker deg -pronuncié con la voz tan ronca como un trueno -me gustas, te deseo Adeline -atajé en su idioma, pues las palabras en el mio escapaban de mis labios casi sin darme cuenta.

De nuevo mi miembro se sacudía en su interior, haciendo que me corriera de forma salvaje. Busque con mis colmillos su cuello, deseando tomar de ella todo en aquel momento.
Jadee contra este, sintiendo su sangre vigorosa pasar por su yugular bajo mis labios.
Cerré los ojos tratando de buscar la calma perdida, esa que llega tras la tormenta, mientras mis dedos recorrían su cintura con suavidad, acompañando sus sacudidas contra mi falo, sintiendo con placer como ella también alcanzaba ese clímax con cada una de las vibraciones de mi polla en su interior.

La baje con suavidad sobre la fina arena, dejándome caer a su lado completamente extenuado, sonreí cuando nuestros ojos se encontraron, de nuevo hundiéndose el uno en el otro sin remedio.
-Adeline -dije aun con la voz ronca -¿de donde has salido?
Mi pregunta podia parecer una broma, pero nada mas lejos de la realidad, jamas habia experimentado una union asi, nunca desde Katherine.

Acaricie con mis dedos los suyos, incapaz de permanecer sin tocarla, ansiaba cada centímetro de esa mujer, y la idea de separarme de ella abrasaba casi mas, que la idea de permanecer a sus lado.
Mas el alba es traicionera y los primeros rayos de luz prometían un ferviente amanecer, y con el..mi retirada hasta el ocaso.
-He de irme -susurré contra el filo de su boca, antes de tomarla de nuevo con ahincó -dime donde te he de llevar, no quiero dejarte sola en esta playa.

Y era cierto, la idea de que otro pudiera tocarla me quemaba, ni siquiera sabia por que. Mas de momento mi obligación era protegerla, no otra, eso había acordado con su hermano, y eso haría.
Dejarla en su casa, en un lugar seguro e irme era lo sensato en una noche llena de insensateces y de locuras desmedidas que de seguro a ambos nos traerían consecuencias.
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Mensaje por Adaline Cannif Vie Jul 22, 2016 11:08 am

Lentamente su miembro se había introducido, reclamando de nuevo y llenando mi cavidad húmeda, que palpitaba de puro y simple deseo. Un deseo que al parecer no tenía final esa noche, ya que mientras más recibía de él más deseaba. Eramos como dos fieras desatas sin que una diese tregua a la otra, sin que fuese físicamente posible, mi cuerpo no hacía más que extasiarse de él, tal y como lo sugerían los movimientos de mis caderas que chocaban una y otra vez contra las suyas.

Con nuestros cuerpos entrelazados, volví a tocar las estrellas y observé el brillo de las constelaciones en sus ojos mientras mi mirada no lograba desprenderse de la suya, entre movimientos que cada vez iban aumentando en intensidad, arrancándonos jadeos a los dos que descargábamos en la boca del otro pues nuestros labios no daban tregua y nuestras lenguas demostraban estar hechas para enredarse en la ajena, demandando una batalla en la que me olvidaba incluso de devolver el aire a mis pulmones pues mi sustento vital era él.

Otra vez sentí que el viento se alzaba en fuerza golpeando nuestras pieles, rivalizando en intensidad con mi joven corazón que bombeaba en mi pecho con ímpetu, mientras múltiples gemidos escapaban de mis labios al sentir como el inmortal mordía mis pechos una y otra vez. Mis uñas rasguñaban su piel desatando mi pasión y demandando lo mismo que exigían mis labios. Quería que me dijera que le gustaba, necesitaba oírlo, demandaba oírlo, estar segura de que no era la única que anclada en su piel se sentía perdida, que en la fusión de nuestros cuerpos y nuestros labios él se estremecía bajo esa misma perdición.

-Jeg elsker deg - le escuché decir y gruñí aumentando el ritmo frenético de nuestras caderas. Su falo me embistió con tanta fuerza que creí quebrarme de placer, mi pecho aumentó la virulencia de su respiración y mis ojos se clavaron en los suyos, que rojos reflejaban deseo y locura compartida. Mis labios esbozaron una sonrisa ladeada ante esa visión y ante sus palabras. Palabras en su idioma que me susurraba logrando sacudirme con ellas como nada lo había hecho nunca.

-Me gustas, te deseo Adeline.- añadió, y escuchar por primera vez mi nombre pronunciado entre sus labios me elevó a las constelaciones. Tomé su rostro entre mis manos, observándolo intensamente, acariciando sus mejillas con mis pulgares, jadeando cerca de sus labios, con nuestros alientos entrelazados y los míos entreabiertos. Volví a gruñir besando su mandíbula, mordiendo su cuello, jadeando sobre este, sobrecogida por el simple hecho de que hubiera pronunciado mi nombre. Mis manos se aferraron a su espalda, rasgando la piel con mis uñas, en pleno éxtasis cuando sus colmillos se enterraron en la blanca piel de mi cuello, volviendo a reclamarme de esa manera, tomando así todo de mi mientras sus embestidas me sacudían con más salvajismo que nunca y volvía a alcanzar el clímax a la par de él.

Poco a poco mis latidos se fueron calmando tras esa explosión devastadora, sentía como sus manos acariciaban suavemente mi cintura mientras mis dedos hacían lo mismo, acariciando suavemente su cuello y su oscuro cabello. -Min Doom- dije suavemente cuando él me depositaba en la arena, observando sus hermosos ojos que clavados en los mios reflejaban mi desnuda figura en ellos. Me acerqué a él y acaricie su rostro con las yemas de mis dedos, atesorando el momento, queriendo grabar así cada uno de los rasgos del mismo en mi memoria.

-Adeline ¿de donde has salido?- preguntó y sonreí levemente ante aquello. -Fui hecha para ti.- respondí, acariciando los dedos de sus manos, que se entrelazaban con los míos. Así, extenuada tras nuestra nueva entrega me percaté de que realmente creía lo que acababa de decirle. ¿De qué otra manera se podía explicar la forma tan perfecta en la que nuestros cuerpos y nuestros labios encajaban entre si? ¿Cómo explicar la perfección del tacto que nos prodigábamos el uno al otro? ¿La forma en que nos habíamos encontrado? En ese preciso momento de mi vida, en el que presa de un anhelo que no comprendía esperaba algo que nunca llegaba. Ahora resultaba tan claro para mi que le esperaba a él. Era como si las fuerzas invisibles que manejaban los elementos hubieran propiciado nuestro encuentro en ese preciso momento y en ese lugar.

Me costaba terriblemente el tener que alejarme de él cuando lo único que deseaba era continuar tocándolo, volver a perderme en su piel y enredarlo una vez más entre mis piernas con tal intensidad que nunca desease abandonarlas. Respondí fervientemente a su beso y me despegué de él lentamente. El alba se acercaba por lo que pronto tendríamos que despedirnos.  

-¿Me llevarás en tu corcel?- pregunté, sonriendo de medio lado mientras me levantaba, extrañando terriblemente su piel al abandonarla. Busqué con la mirada a mi alrededor y vi mi vestido junto a la hoguera. Me acerqué y me percaté de que ya se había secado por lo que procedí a ponérmelo. -¿Me ayudas con los lazos del corsé?- Hice mi cabello negro a un lado mientras lo observaba acercarse. Mordí mi labio inferior al verlo caminar con su magnífica desnudez y al percibir su cercanía detrás mío para tirar de las cintas. La forma en que sus dedos acariciaban la piel de mi espalda mientras lo hacía y su aliento golpeando cerca de mi cuello calentaban mi sangre de tal forma que me dolía físicamente el sentirlo cerca y no tocarlo.

Aguardé a que se vistiera y me dirigí hacia su montura. Poseía un hermoso corcel, enérgico y vigoroso que se me antojó compaginaba a la perfección con él. Acaricíé la crin del mismo, susurrándole algunas palabras al oído para asegurarme de que me aceptase antes de acercarme a su lomo e impulsarme para subir en él. Me incliné y lo acaricié nuevamente, mientras mi oscura mirada buscaba a Erlend. -No está lejos de aquí.- Señalé una de las estrellas que nos iluminaban. -Siguiendo su trayecto, hacia el norte, llegaremos a una casa a unos metros de distancia de un risco. Podemos llegar antes de que nos alcance el alba y tengas que... seguir tu camino.-  
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Mensaje por Erlend Cannif** Vie Jul 22, 2016 3:04 pm

Se levanto lentamente, dejando mi piel mas fría que de costumbre y mi corazón mas muerto que nunca. Sentí como la distancia me abrasaba, y ver su cuerpo desnudo acercarse al vestido para ponérselo, marcaba un fin de encuentro cargado de insensateces.
Me alce despacio, como si pretendiera alargar aquel crucial momento en el que el alba nos encontraría.
Su piel olía a mar, era suave al ser acariciada por las yemas de mis dedos que la rozaban cada vez que las cintas de aquel corsee eran apretadas.
Cerré los ojos, tratando de memorizar cada lunar, cada marca de su piel, aquel cabello largo y oscuro que ahora echo a un lado había rozado mis manos mientras hacíamos el amor.
¿Amor? Que demonios estaba diciendo, la cordura me había abandonado aquella noche, no había mas que astros en el cielo y Dioses en Asgar dispuestos a cambiar el rumbo de mi existencia.

Caminó hacia mi montura con una sonrisa de medio lado, mas mi gesto reflejaba sin duda el de un hombre abatido, quizás porque yo mejor que ella conocía que se aproximaba el final de aquel encuentro que tras dejarla atrás no podría volver a repetirse.
Eso era lo correcto, eso porque estaba prometido a una mujer maravillosa, a una mujer que había esperado por mil años y que con el mismo rostro que mi primer y único amor me prometía una vida, si no eterna, si feliz.
Demasiado me había aguantado ya, no podía hacerle eso, no podía ni debía enamorarme de la mujer que tenia delante, tan solo eran unas horas las que habíamos pasado juntos, como compararlas con la eternidad de siglos y siglos de espera.
¿Quizas solo fuera un capricho? ¿Quizás esto que sentía no fuera real?

Deje escapar el aire de forma pesada mientras tomaba mi ropa y la colocaba de forma cansada, esta y no otra con diferencia estaba siendo la decisión mas dura de mi vida, no podía imaginar el porque, ni el como, pero sin duda sus palabras se repetían en mi cabeza una y otra vez.
La mire de nuevo, allí contra mi montura negra, tan bella como la diosa Freya y entonces añore que fuera una valkiria y que me llevara a el Valhalla.
Mas la realidad es que no lo era, la verdad es que solo era el trabajo que un cazador me había encomendado, solo era una humana.

Trataba de autoconvencerme, casi tanto como arrastraba mis pies que ahora se me antojaban pesados, sin vida, como si la espada bastarda que anudaba a mi espalda fuera la carga mas pesada que hubiera portado nunca.
Alargaba el tiempo, porque en le fondo mi corazón y mi mente se batían en duelo épico, una guerra interna que no sabia como terminaría.

Subió de un salto sobre aquel corcel que parecía adivinar mis pensamientos y que permaneció quieto esperando que yo hiciera lo mismo.
De un salto subí tras ella, enredando mis dedos en las crines de este y rodeando su estrecha cintura con mis brazos.
Escuche sus indicaciones, que se mezclaban con los acelerados latidos de su vivo corazón que me llamaban en mi cercanía. Silencio, mientras de nuevo aquel olor a mar me embriagaba.
Y entonces lo dijo, hablo de seguir mi camino y esas palabras se hundieron en mi alma como mil espadas.
Camino que era consciente que tenia que seguir, aquel camino que tenia mas que trazado, compromiso dado, palabra tomada.
Pronto viajaría junto a mi futura esposa a pedir su mano, y después pondríamos fecha a nuestra boda, ese y no otro era el camino que había trazado para mi el destino, ese era el maldito camino que seguiría.

Apreté las rodillas en dirección a la casa de aquella mujer que con una mirada y una bajada de pestañas era capaz de hacer tambalear mi mundo.
Esa mujer que solo tenia que pedirme que me quedara y lo haría.
Esa mujer que de una forma real o no había sido enviada para mi por las estrellas para cambiar el rumbo de mis días.
Silencio, abrasador silencio el que ahora nos acogía, sus manos buscaron las mías, como mi cuerpo buscaba el suyo en cada galope de forma instintiva. Silencio y dolor era aquello que atenazaba mi alma frente a la inminente y necesaria despedida.
No tarde en llegar frente a esa puerta señalada, que bajo el firmamento ahora apagado y estrellado parecía invitar a decirnos adiós, como antes nos había obligado a decirnos hola.

-Hemos llegado -dije con la frialdad con la que mi voz quebrada consiguió salir de mi garganta apretada por el nudo de la ira y de la rabia.
El viento se alzo con furia, casi tanta como la que en mi interior despertaba, volví a posar mis manos sobre las crines del corcel oscuro que montaba, y rodee su cintura evitando así que bajara.
-Min Doom -eso y no otra cosa fue lo que escapo de mis labios cuando junto a ella apreté las rodillas forzando a mi corcel a elevarse sobre las patas traseras y emprender un veloz trote hacia ninguna parte.
La sujete con firmeza mientras el viento azuzaba con fuerza su cabello que golpeaba libre en mi rostro.
La constelación que hacia unos momentos parecía apagada volvía a brillar con suma fuerza, como si la noche aliada amiga no permitiera dar paso al día.

Necesitaba tiempo, tiempo que no tenia....
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Mensaje por Adaline Cannif Vie Jul 22, 2016 8:39 pm

Antes de que tengas que seguir tu camino... palabras que yo misma había dicho y que resonaron en el aire, frías y huecas, marcando de esa manera un adiós que hasta ese momento no había querido contemplar y envolviéndonos en un silencio que caló hasta lo más profundo de mi ser cuando él no respondió nada y terminó de vestirse a poca distancia de mi.

Mis ojos entonces lo observaron mientras se colocaba su ropa, el cinto, la espada de guerrero que llevaba a su espalda... lo contemplé en toda su gloria bajo los tenues rayos lunares y presentí que esa sería la última vez que lo vería. Mi corazón comenzó entonces a latir con fuerza desmedida negándose a aceptar esa realidad que su falta de respuesta comenzaba a afianzar en mi interior, en mis entrañas, que se negaban a comprender que su camino se hubiese entrecruzado con el mio para regalarnos tan solo unas horas.

Unas horas que bien podían haber sido una eternidad pues ellas habían bastado para que aún sintiera su marca sobre mi. Incluso sin que me tocara podía sentir aún el roce de sus manos sobre mi piel, su aliento golpeando mi boca, las huellas de sus besos en mis labios... Y hasta ese momento no comprendí que esas horas habían sido un regalo al que debía afianzarme con fuerza porque la llegada del alba acarreaba su partida y con ella se llevaba parte de mi ser. De tal manera había calado en mi corazón el guerrero de la noche que me había rescatado de las aguas embravecidas para envolverme con su abrazo y orillarme a no querer desprenderme de este jamás.

Lo comprendí entonces mientras él subía al caballo, colocándose detrás mío con sus fuertes brazos rodeando mi cintura. Sin siquiera tocarlo podía sentir su fuerza y su vitalidad, su aliento nuevamente golpeando mi piel, su cuerpo atrayendo al mio sin necesidad de intercambiar palabras y si, comprendí que el inmortal se había adueñado esa noche de parte de mi corazón, para bien o para mal, porque ¿a qué podía aspirar alguien como yo?

No a él ciertamente, pues ya le pertenecía a otra.

No a él que me había sido regalado una noche para que comprendiese lo que era entregarse absolutamente a alguien y comprender que yo era capaz de sentir. Nunca lo había hecho, no en las noches en las que compartí otros lechos, en experiencias que al terminar me orillaban a escapar con rapidez del lugar y a pretender que no me importaba el hecho de que al terminar inevitablemente me sentía hueca, presa de los demonios que me inquietaban y que únicamente esa noche al lado del inmortal desaparecían por completo, rodeándome con la paz de su presencia y el abrazo de su ser.

El corcel continuó trotando, siguiendo el camino que le había indicado, acortando cada vez más el camino y con ello tornando mis latidos cada vez más pesados. Sentía que me faltaba el aire, que mi pecho sangraba como si le hubiesen clavado una daga y la retorcieran en el con saña. No recordaba haber sentido algo así en todos mis años de vida, y eso que sabía de dolores... Los había compartido con Gael cuando asesinaron a padre... y luego cuando falleció madre... en ese entonces pensé que nada podía doler más.

Entonces ¿cómo era posible que sintiera aún ese puñal enterrado en mi carne, haciéndola sangrar ante la idea de que el hombre que cabalgaba detrás de mi se marchase tras dejarme en casa y que ya nunca le volviese a ver?

No lo sabía...

No tenía idea de por qué iba a extrañarle así tras tan corto tiempo, pero estaba convencida de que el lapso compartido no importaba para que fuera así, sino lo que él me había hecho sentir.

A su lado me sentía en paz, libre de demonios, en completa libertad.

Su voz sonó dura y fría al rasgar con sus ondas el aire de la noche, el caballo se detuvo y con el mi corazón. Mis manos tocaron por última vez las suyas, acariciándolas antes de animarme a bajar. Quería prolongar ese contacto todo lo posible para llevarlo conmigo, para que me acariciase en las futuras noches en las que sabía que evocaría todo lo que acabábamos de compartir, que de ninguna manera se comparaba a nada de lo que hubiese vivido antes.

Volví a sentir ese dolor físico mientras mi cerebro intentaba ordenarle a mi cuerpo que bajara del caballo, pero este se resistió. No quiso. De ninguna manera atinó a separarse un centímetro de él. Obstinadamente mi ser se negó a obedecer a la razón y fue entonces cuando el caballo relinchó alzándose en sus dos patas traseras y se lanzó a galope de forma desbocada, igualando los latidos en mi pecho que volvieron a la vida al dejar atrás la casa que al tonarse en destino que nos separaba parecía una maldición.

Partía, partía con mi amante en una carrera enloquecida hacia quien sabe donde, no me importaba ya. Giré mi rostro y pude observar sus ojos que oscurecidos, parecían truenos que desafiaban en ese momento al destino, obstinándose en luchar contra el, contra la razón que indicaba que habríamos tenido que separarnos, incluso contra el alba que parecía convertirse en nuestra cómplice al retrasar su llegada para dejarnos permanecer más tiempo al lado del otro.

Me moví sobre la montura, buscándolo a él, el poder mirarlo, sentirlo, mientras el viento azotaba mi rostro y el corcel continuaba golpeando el suelo contra sus cascos con fuerza, devolviéndome la capacidad de respirar. -No me dejes ir. ¡Quédate conmigo!- exclamé finalmente. Es lo que debí haber dicho antes de llegar a casa, lo que comprendí que realmente anhelaba. Quería a ese hombre a mi lado con toda la intensidad de la que era capaz y maldición, me iba a aferrar a él aunque pretendiese alejarse de mi.

Poco a poco el caballo fue acompasando su galope a uno más sosegado. No tenía la menor idea de adonde estábamos. Su trote nos había alejado de la playa y llevado en descenso por un camino pedregoso. -Allí.- Indiqué señalando la entrada de lo que parecía ser una gruta por lo que yo misma tiré de las riendas del corcel, desviando su rumbo para que nos dirigiese hacia ella. La luna ya comenzaba a ocultarse y peligrosos tonos anaranjados comenzaban a reemplazarle en el horizonte cuando alcanzamos su resguardo.

El corcel entró en la caverna y tras descender de este, estreché en mis brazos al inmortal, cubriendo  su rostro de besos antes de buscar sus labios y perderme desesperadamente en ellos. -No quiero separarme de ti, una noche no es suficiente.- Todo lo que era yo, Adaline, dejaba de tener significado si no podía volver a tocarlo, si me separaba de él. -Piérdete conmigo... Mandemos al diablo la razón. Nada me importa más que perderme junto a ti.- Susurré en su boca aferrándome a él como las estrellas se aferraban a la noche y la arena a las olas que acariciaban su orilla. Asi me sentía, incapaz de separarme de él e incapaz de expresarlo con más palabras, volqué lo que sentía en ese beso que nos fundía en uno otra vez y que acompañaba a mi corazón que latía fuertemente al comprender que seguía junto a mi.
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Mensaje por Erlend Cannif** Dom Jul 24, 2016 3:42 pm

Los cascos del caballo tronaban contra la tierra mientras nuestros cuerpos se buscaban furiosos como la misma tormenta sobre su lomo.
Nuestras manos volvieron a enlazarse, con el pelo del caballo entre ellas, que en una carrera mortal desafiando al alba galopaba cortando el viento.
Sus palabras rasgadas suplicaron lo que mi cuerpo pedía sin ser capaz de pronunciar, no pensaba dejarla ir, no aquella noche que se me antojaba corta, y no por disfrutar de su cuerpo, que juro me atrapaba como un insecto en una tela de araña. No era eso lo que realmente me encadenaba a ella, ni siquiera sus labios, labios que saltando todas mis propias reglas había besado sin dudar bajo aquel cielo estrellado, bajo la constelación del cazador, que posiblemente y de un modo u otro nos había unido a ambos. Era otra cosa, ese algo que no sabría explicar pero que me encendía por dentro consumiéndome por fuera.

Señalo con el dedo la entrada de una gruta pequeña, que hubiera pasado mas que desapercibida ante mis ojos, que no hacían otra cosa que admirarla.
Tomo la crin del caballo, para forzar a este, ahora al paso, a entrar en ella y con lentitud nos adentramos en la pequeña cueva, dejando los primeros y anaranjados rayos del sol a nuestras espaldas.
Desmonte de un salto, bajándola con suavidad de mi corcel, suavidad que no se noto cuando sus brazos se enredaron en mi cuello y nuestras bocas se buscaron con la necesidad con la que lo hacen la de los amantes.
Nuestras bocas se aferraban a la del otro como  lo hace la luna a la noche y el sol al día. Ciertas eran esas palabras que contra mis labios aquella mujer que apenas conocia susurraba
-¿Perdernos? Acaso no me ves ya suficientemente perdido -confesé contra ellos siendo completamente sincero.
Deslice mis manos por su cintura atrayendola mas a mi, su piel quemaba contra mi cuerpo, como si fuera pura lumbre encendida.

No se el tiempo que permanecimos allí, en silencio, simplemente dejando que nuestra piel hablara por nosotros mismos en un juego de caricias sin fin y promesas vanas, que solo nuestros cuerpos eran capaces de entender sin palabras que las sellaran.
Deslice mi dedo por su cuello, acariciando nuevamente las marcas de mis colmillos con mis ojos enrojecidos, no solo por el recuerdo de la noche que había dado paso al día, si no por el puro contacto de su cuerpo que aun pegado al mio me hacia arder de deseo.

-No encenderé fuego -dije finalmente mirando sus ojos pardos -el sol pronto calentara la gruta.
Tienes la montura fuera, solo has de silbar y vendrá, puedes tomarla para ir donde desees, yo soy un animal nocturno, mas tu...
Acaricie su rostro con la yema de mis dedos, no sabia nada de ella y lo quería saber todo.
Tome de las alforjas las pieles que en la playa habían cubierto su piel desnuda, y que ahora olían a ella, a mi, y a sexo.
Y las extendí en el suelo, tomando su mano para ayudarla a acurrucarse en ellas, como no, junto a mi cuerpo que le servia de sustento para apoyar su espalda contra mi pecho.
Nuestras manos volvieron a enlazarse en silencio mientras mis dedos acariciaban los suyos y mis ojos observaban aquellas delicadas manos de dedos infinitos y piel de porcelana.

-¿Y bien? Ademas de dedicarte a enloquecerme ¿que mas haces? Se que te gusta pasear por la playa y meterte en líos. -Mis ojos nuevamente enrojecieron al pensar que de no haber estado allí esos hombres hubieran abusado de ella, me enfurecía, creo que no fui capaz de no delatar mis pensamientos, pues mi respiración se agito de tal modo que mi pecho subía y bajaba furioso contra su espalda - que eres impetuosa, firme y con templanza. Bastante loca, solo hay que verte aquí, conmigo, un inmortal que podría desangrarte en esta gruta de la que nunca saldrías con vida. Y sin embargo aquí sigues, enredada entre mis brazos, dispuesta a no dejarme marchar.

Nuestros labios volvieron a encontrarse con suavidad, saboreandonos mientras nuestros cuerpos se deslizaban al unisono sobre esas pieles oscuras para quedar tumbados uno frente al otro, mirándonos, devorándonos sin pausa.
No había ascuas entre nosotros si no puro fuego que ardía llameante consumiéndonos a su paso. Creo que ambos eramos conscientes del peligro que nuestra presencia suponía para el otro, mas creo que eramos igual de conscientes de que la despedida, seria parecida a descender a los infiernos.
-¿que eres tu? -pregunté contra sus labios loco de deseo atrayendola nuevamente hacia mi para quedar pegados como las estrellas a la noche.
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Mensaje por Adaline Cannif Jue Jul 28, 2016 9:17 am

Ardor, eso fue lo que sentí cuando nos separamos un instante después de compartir caricias que parecían no tener final y que apenas lograron apaciguar la ansiedad que había sentido antes de que el caballo finalmente nos permitiese ingresar en la gruta. Un ardor intenso que me envolvía con su llamarada estrujando mi ser al mirar al inmortal, a quien no me cansaba de contemplar para asegurarme de que en realidad aún permanecía a mi lado.

-No.- contesté firmemente cuando sugirió que podía llamar a su noble acompañante para que me llevase adonde quisiera ir. -No pienso marcharme de esta gruta ni quiero estar en otro lado que no sea aquí. Quiero aferrarme a este tiempo adicional que tenemos y pasarlo a tu lado como si fuese una eternidad.-

Me recosté entonces sobre las pieles que colocó en el suelo, mirando hacia la entrada de la gruta mientras él se acomodaba detrás mío y en cuanto lo hizo busqué su compañía sintiendo su pecho pegado a mi espalda, permitiéndome de esa manera seguir los movimientos de su respiración por lo que cerré los ojos concentrándome en la caricia de su aliento que sutilmente alcanzaba mi oído al hablar.

Aumentó entonces el ardor, que aún presente, palpable e innegable, era producido por su mera cercanía. Busqué su mano y me regodeé en la sensación de volver a enlazar nuestras pieles, tocando sus dedos con los míos y acariciando su palma antes de enlazarlos; sonriendo al ver el tono de su piel bronceada que contrastaba con la blancura de la mía en una unión que me parecía notoriamente hermosa.

Reí un poco al escucharlo. -Me gusta la playa, sentir la arena bajo mis pies desnudos y contemplar la inmensidad del mar. Es como un escape... me distrae de mis preocupaciones y me incita a creer que que puedo ser quien yo quiera.- Llevé nuestras manos hacia mi pecho y las retuve allí, consciente de que aquello no era más que una fantasía y de que por más que desease otra cosa no dejaba de ser quien era, y lo que era. -Es mejor que tenga algo de locura, que no le tema a tu inmortalidad ni me detenga a pensar en que podrías desangrarme, aunque tu cuerpo junto al mío me grita que no lo harás. Y además... has hecho todo lo contrario al perpetuar mi existencia arrebatándome del mar.-

Sus labios alcanzaron los míos y me perdí en el suave roce de su lengua que envolvió a la mía sacudiendo cada raíz nerviosa de mi cuerpo y haciendo latir más fuertemente mi corazón. -Aunque algo has probado ya.- dije al encontrar su mirada, dibujando una sonrisa en mis labios al llevar sus dedos de vuelta hacia mi cuello y sobre esa área cubierta por la tela del vestido arriba de mi pecho.

Brasas invisibles eran las que sentía emanar de nuestros cuerpos, quemando la distancia que nos separaba, induciéndome a perderme nuevamente en su boca mientras mis brazos abrazaban su cuello y le atraían posesivamente hacia mi. -No me preguntes eso.- Jadeé contra sus labios sintiendo el abrazo de su aliento sobre el mío, preocupada repentinamente por el hecho de que desease saber más de mi.

Apreté la mandíbula al pensar en la respuesta y me separé de él con un enorme esfuerzo, girando sobre mi misma para ver la entrada de la gruta otra vez. No sabía ni siquiera por donde empezar. -Me he marchado de mi casa. He dejado a mi hermano, mi única familia, porque descubrí que me había mentido por años no solo sobre lo que hacía sino sobre la causa de la muerte de nuestro padre...- Suspiré largamente antes de confesar en voz alta algo que en ese momento comprendía. -Pero en el fondo pienso que distanciarme de él es lo mejor para ambos. Yo le hubiese destruído eventualmente... hubiese sido su deshonra... El se encuentra infinitamente mejor sin mi y sin la desdicha que yo podría acarrearle.-

Volteé otra vez para mirarlo y allí estaba, ese dolor físico que sentía por él, el intenso anhelo de tocarlo y de saber que de ser una mejor mujer saldría inmediatamente de esa gruta. Me marcharía e ignoraría el hecho de que su cercanía hacía que mi corazón latiera de forma desbocada, de una forma desconocida que me resultaba dolorosa y dulce a la vez. -¿Por qué no me dejaste partir? ¿Por qué me has traído acá?- pregunté, tocando lentamente su rostro y recorriendo suavemente sus facciones con mis dedos. -¿De dónde provienes y por qué siento como si te hubiera esperado toda la vida?-
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Mensaje por Erlend Cannif** Jue Jul 28, 2016 2:21 pm

Escuche sus palabras, esas que aseguraban no temerme, ni a mi, ni a la inmortalidad que acompañaba a mi fría piel y al modo en que quizás no era consciente pero yo me alimentaba.
Podía sentir su corazón desbocado que pegando nuestros cuerpos piel con piel latía con intensidad bombeando su sangre por cada parte de su cuerpo. Quizás ella no era consciente de que mientras hablaba con ella, podía trazar el recorrido de su vitae solo escuchándolo pasar por sus venas, y que sin hablar, mis ojos se oscurecían, no solo por el deseo que su cuerpo y sus labios provocaban en mi, si no porque ansiaba hundir mis colmillos en la vena de su entrepierna después de volver a mantener relaciones sexuales.
Eso era yo, una bestia insaciable de sexo y sangre, y ella seguía allí, buscando mis labios con la misma tenacidad con la que lo había echo en aquella playa con las estrellas como único testigo, sin ser capaz de evaluar las consecuencias de sus actos.

Sonreí de medio lado besando su cuello, y siguiendo el contorno de su mandíbula incapaz de estarme quieto, pues he de admitir que el deseo que producía en mi, me incapacitaba a mantenerme ni un instante alejado de ella, era una unión extraña, esa que abrasaba mi ser de un modo que nunca antes había sentido, de un modo doloroso y excitantemente placentero.
Escuche sus palabras, aquellas que hablaban de algo que en parte yo ya conocía, del engaño de su hermano referente a su profesión y a la muerte de sus padres, posiblemente en condiciones trágicas.
Desconocía aun esa historia y quizás era demasiado pronto para ser narrada, apenas nos conocíamos de unas horas, y supongo que los secretos eran patentes en el uno y en el otro.

Fue la segunda parte de ese discurso lo que logro enarcar una de mis cejas pues no lograba a comprender en que esa bella dama cuyo rostro hubiera hecho temblar al propio Odin podía ser la vergüenza de nadie.
-A veces, nos tomamos la libertad de elegir el destino de otras personas pensando que ese y no otro es el mejor para ellas. Quizás pensáis que para vuestro hermano estar sin vos es lo mejor, pero...¿no debería ser el quien eligiera tal condena?

Acaricie sus dedos con suavidad, consciente de que en aquel momento mis palabras podían parecer duras, o incluso hacerla pensar mas de la cuenta, mas yo sabia como se sentía Gael, y aunque no podía confesárselo, al menos, no ahora, y ni siquiera por mi, pues a fin de cuentas solo era un extraño al que podría o no perdonarle mi engaño, al que podría odiar o no, pero tan solo unas horas nos separaban del nunca habernos conocido, en mi la traición no hubiera sonado tan dolorosa. Mas si le confesaba que su hermano me había enviado para cuidarla, sabia que la brecha entre ambos se abriría mas, y mi intención era la contraria, pues en el fondo se olía a la legua que ninguno de los dos disfrutaba con estar separados.
Su dolor quedaba patente en cada una de sus palabras, y no se bien porque, ese pesar inundo mi alma.
La abrace con suavidad, hundiendo mi cabeza en su oscuro pelo aun con olor a mar, no pude evitar sonreír contra el filo de su oreja, donde continué hablando entre susurros.
-Si yo, hiciera como vos, me levantaría de aquí y me iría. Claro, si el sol no estuviera en lo alto en este momento -bromeé tratando de quitar hierro al asunto -no soy bueno para vos, de echo, no soy bueno para nadie.
Aun así, aquí me tienes, pegado a tu piel, incapaz de separarme un ápice, no se porque extraño motivo ¿no creéis que no seria justo que yo decidiera por vos?

Trate con mis palabras de que entendiera la semejanza entre mi situación y la suya, ambos nos considerábamos malos para otra persona y aun así, yo era lo suficientemente valiente para mostrarle mis demonios y dejar que fuera ella la que saliera corriendo al descubrirlos, algo que estaba mas que seguro que haría.
Ella por el contrario prefería tomar decisiones por los demás, y eso solo la sumiría en la tristeza mas absoluta.
-no cargues sobre tu espalda el peso que no te corresponde ¿Por qué no compartes un poco esa responsabilidad con nosotros? Déjanos elegir, ya somos todos mayores -apunté acariciando con mis labios su oído con cada una de mis palabras.
-Sabes, hace ya muchos siglos yo tambien tuve una hermana, solo era un humano, y recuerdo que peleábamos muchísimo, pero también recuerdo que era la persona mas importante en mi vida, tal era así que he llegado ha hacer muchas locuras por ella, quizás algún día te cuente alguna de ellas, mas de una hazaña me hubiera costado la vida por aquel entonces...cuando la perdí, créeme, todas nuestras peleas, o cada una de las cosas que creía que tenían importancia entre nosotros la perdieron, solo quería recuperar a mi hermana. El tiempo pasa, no permitas que cuando mires atrás, te des cuenta de lo idiota que fuiste al no aprovecharlo por cosas que en ese momento carecerán de importancia.

Entonces llego la flamante pregunta, esa que ni yo mismo podía contestarme, mas ella parecía ansiar la respuesta como ansiaba el contacto de mi piel sobre la suya.
-No he podido dejarte ir porque hay algo en ti que no entiendo, yo no acostumbro ha hacer esto...a ver -deje escapar el aire de forma pesada tratando de ordenar mis ideas -no soy bueno para expresarme en cuanto a sentimientos se tratan -advertí para que entendiera el esfuerzo que estaba haciendo al dejar escapar las palabras de mis labios.
-Si es normal en mi mantener relaciones sexuales esporádicas, al menos lo era antes de prometerme, mas solo eran eso, encuentros de una noche, sin besos, solo sexo. No compartía lecho con ellas y jamás me pillaba el alba. ¿No se si me explico? Con vos, me he saltado todas y cada una de las reglas impuestas por mi mismo, y aun desconozco porque mis labios os buscan de ese modo, no se porque no he podido dejaros en casa, mas pensar en distanciarme de vos hace que un nudo se instale en mi pecho.
Arder me parece solo una broma si lo comparo con distanciarme de vos.
Pero quiero que sepáis que estoy prometido a una mujer a la que he amado durante mil años y ahora con otro nombre y el mismo rostro se presenta frente a mi dándome la segunda oportunidad de ser feliz.
No se que fuerza me empuja sin pausa hacia ti, no se porque lo que hasta ahora parecía tener claro, ahora baila desbocado en mi cabeza cambiando mi rumbo y con el mi destino, no se como acabara esto, si solo será como tu dices...un poco mas de tiempo, unas horas mas antes de la despedida...solo se, que ahora no concibo la idea de perderos.
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Mensaje por Adaline Cannif Mar Ago 02, 2016 12:53 am

Acostada de medio lado, frente a él, tan cerca que no me permitía perder el menor detalle de sus expresiones o de su lenguage corporal, esa sensación en mi pecho se acrecentaba por momentos. Lo escuchaba aconsejarme con respecto a mi hermano y a mis labios asomó un deje de tristeza, escuchando lo que había acontecido entre él y su hermana, hace ya tanto tiempo según me narraba. -Has debido amarla mucho.- En ese momento creí lo que me decía, que le había dolido perderla y el dolor de su separación acrecentó el mio. Lo abracé entonces, perdiéndome en el olor de su piel, en el masculino aroma que desprendía al descansar mi rostro en su cuello, sintiéndome acariciada por su cercanía de forma tal que apaciguaba mi pena y me brindaba un refugio contra mis tribulaciones. Por un momento pensé en la posibilidad de que todo pudiera estar nuevamente bien entre Gael y yo... que volviésemos a ser aquellos que fuimos hace tanto tiempo, tan solo éramos él y yo contra el mundo. -Quisiera pensar así, pero mi hermano y yo ya no somos los mismos.-

Tomé su rostro suavemente en mis manos, elevando mi rostro y volví a presionar mis labios contra los suyos, incapaz de permanecer quieta frente a él, de no buscarlo, de no ceder al ansia de fundirnos nuevamente en uno, aunque cuando él me abrazó sentí algo distinto a la pasión que aunque aún me consumía se entrelazaba con algo más y era ese algo más el que promovía mis latidos al sentirle cerca.

-Me temo que nos hayamos conocido a destiempo.- respondí, mirándole a los ojos, meditando en aquello que me había respondido. -Si hubieses aparecido unos años antes quizás yo sería buena para ti.- Negué con la cabeza al oírlo, acercándome a él de manera tal que pudiese sentir el roce de su cuerpo mientras mi mano continuaba acariciándolo con lentitud. -Pero no creo que seas malo para mi, o para tu prometida, o para nadie. O más bien, no me importa. Podrías ser el diablo mismo y aún así mi piel te reclamaría igualmente, seguiría sintiendo el mismo ardor que me provocas, las mismas ansias de tocarte, el deseo de arrancar nuestras ropas de por medio y sentir tu piel junto a la mia.- Mordí mi labio meditando en como decir las cosas, como explicarle lo que ni yo misma entendía. -No puedo explicar por qué me siento incapaz de separarme de ti. Lo sentí cuando te vi por primera vez y vuelvo a sentirlo a cada segundo.-

Llevé mi mano hasta su rostro mirándolo con inquietud. -Tienes que creerme que nunca me había pasado algo así, ni siquiera yo mismo lo comprendo, el deseo intenso de estar junto a ti, la manera en que todo mi cuerpo implora por más tiempo junto al tuyo.- Acorté la distancia entre los dos aferrándome a él y encontrando sus labios para perderme en ellos con todo el ardor del que era capaz antes de hacer acopio de fuerzas para separarme lentamente de él.

Me puse de pie y comencé a deambular por la gruta apretando los puños temblorosos a ambos lados de mi cuerpo. -Hay cosas que mi hermano nunca me perdonará, cosas que jamás le he dicho y que no me comprendería. El no entiende... cree que estoy hecha de cristal, que me quiebro si me muevo, cree que soy buena, que sigo siendo la chiquilla de hace años, no tiene la menor idea.- Me detuve y fijé mi mirada en la oscuridad de sus ojos tempestuosos antes de desviarla y acercarme a su corcel, al cual acaricié suavemente en un intento de apaciguarme antes de hablar.

-Mi madre era una mujer muy hermosa... si cierro los ojos aún puedo recordar la manera en que mi padre la veía, como si fuese el tesoro más preciado, como si se tratase de un ángel y él fuese el ser más afortunado de la tierra por tenerla a su lado, aunque no siempre se llevaban bien... Muchas veces peleaban y padre se marchaba de la casa para no regresar hasta días después, algo siempre le orillaba a regresar a ella, aunque no sé si madre era todo lo que padre creía estoy convencida de que la amó de verdad y ella a él...-

Detuve un momento mis manos y volteé lentamente en dirección a él. -Padre murió hace dieciséis años y madre unos años después. Se consumió poco a poco... cuidando de mi y de mi hermano. Hizo lo que tuvo que hacer para mantenernos, se convirtió en alguien que vendía su cuerpo por dinero... Muchas veces me pregunté por qué lo hacía, que era lo que la orillaba a ello, porque aunque nunca lo mencioné, en ocasiones me asomaba a la ventana y le veía llegar con algún hombre y parecía que lo disfrutaba. Lo cierto es que durante muchos años quise comprenderla a pesar de odiarla al mismo tiempo, y de una forma u otra quise hacer lo que ella hacía...-

Me acerqué entonces al inmortal y me detuve a escasos pies de él. -Hago lo mismo que hacía ella. Me he acostado muchas veces con extraños, siempre buscando algo... nunca encontrándolo, siempre marchándome al finalizar, segura de que nadie querría retenerme, de que tampoco yo deseaba hacerlo. Quizás nos parecemos en algunas cosas, quizás te desagrade tanto la idea de quien soy que prefieras que me marche...- No miré intensamente con todo el orgullo que era capaz de desplegar a pesar de lo que acababa de confesarle. -Nunca me importó que pensaran de mi. No hasta ahora, no hasta verme en tus ojos y desear intensamente que me sigas viendo de la misma manera, porque en realidad y por más loco que suene, no quisiera prolongar nuestro encuentro solo unas horas...-

Volví a apretar los puños a mis costados, podría haberle ocultado la verdad pero no deseaba hacerlo, como tampoco marcharme de su lado cuando apenas acabábamos de encontrarnos pero lo haría... si él lo deseaba así. -Si quieres que me quede contigo lo haré porque tampoco concibo la idea de separarnos, quiero quedarme a tu lado todo el tiempo que podamos, que seamos solo tú y yo.- Con la respiración agitada rogué en mi mente porque así fuera y nada cambiase a pesar de lo que le decía. -Pero si no lo crees posible, si mi confesión cambia lo que sientes agarraré la montura y me marcharé... a pesar de que todo mi ser quiera permanecer junto a ti y cada átomo mio se muera por regresar a tus brazos.- Hice una pausa tratando de calmar mi agitación y de decirle lo que mi corazón finalmente me permitió poner en palabras. -Dime que quieres que me quede Erlend... porque no deseo otra cosa que quedarme, a pesar de que ahora sabes porque no soy buena para ti ni para nadie. Dime que quieres que vuelva a tu lado y te juro que seré solo tuya desde hoy...-
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Mensaje por Erlend Cannif** Mar Ago 02, 2016 10:20 am

Mis dedos acariciaban su cintura con suavidad, escuchando aquella voz embaucadora que se había tornado mi obsesión, mis ojos, se anclaban a sus labios deseosos de tomarlos a cada instante mientras sus palabras los movían con una sensualidad que agitaba mi cuerpo y atrapaba mi alma.
Sus brazos rodearon mi cuello volviendo a enloquecerme con aquel olor a mar, mientras su aliento golpeaba mi cuello hablando de que había cambiado demasiado como para tener segundas oportunidades con su hermano.
Sonreí de medio lado apoyando mi rostro en su pelo exhalando su aroma como si este, y no otro, me hubiera pertenecido siempre.
-De eso se trata Adeline, yo no soy el mismo hombre que llego a París, de echo, después de esta noche, no soy el mismo inmortal que llego a esa playa. La vida nos hace escoger caminos, nos tumba, nos levanta, nos hace odiar, amar, llorar, reír...puede que hoy te sientas lejos de tu hermano pero te aseguro que te equivocas.

Como decirle que yo conocía la preocupación de Gael, la desesperación que lo había arrojado a contratar los servicios de posiblemente lo que mas odiaba en este mundo para protegerla, para saber de ella, como decirle sin descubrir no mi posición, que de cierto modo veía indiferente, si no la del cazador, que quedaría sesgada frente a sus ojos al saber que la espiaba.
-A veces, solo hay que interpretar entre lineas. Soy experto en decir cosas que no quiero decir porque mi orgullo habla mas fuerte que mis palabras. Soy experto en encerrarme en mi mismo, incapaz de expresar lo que siento por miedo a parecer vulnerable, incapaz de...explicarme...quizas tu hermano sea así. A veces nos ponemos tantos escudos delante para evitar que el mundo nos haga daño, que nos olvidamos del daño que le hacemos al mundo con nuestros silencios y del daño que guardándolos nos hacemos a nosotros mismos.

Sus labios presionaron los míos al tiempo que mi lengua incapaz de permanecer lejos de la suya se enredaba con pasión desmedida en la suya, aun con aquel sabor salado que nuestros labios atesoraban.
La abrace con intensidad, como si con ese infantil gesto pudiera retenerla para siempre, como si con ese abrazo pudiera borrar todo lo que fuera de esa gruta nos esperaba, como si el ella y yo, pudiera existir de forma atemporal en un universo paralelo.
De sus labios la eterna verdad golpeaba mi utopía. “demasiado tarde nos habíamos conocido” mas cada uno albergaba sus motivos para aquella frase sentenciadora que juro desgarro mi alma sin aun entender el porque de que solo con palabras pudiera hacerme sangrar de aquel modo.
Decía que aunque yo fuera el demonio seguiría pendida de mis labios, mas ojala hubiera sido ese demonio para bajármela a los infiernos y olvidarme del maldito mundo.
Pero solo era un inmortal, que empezaba a volverse loco, era irónico, que antes de llegar a París, el amor no estuviera en mis planes, de echo lo rehuía como a los rayos del sol que sin duda abrasaban mi cuerpo al encontrarlo.
Ahora, ahí estaba, prometido a una mujer que creía perdida en el tiempo, y a la que había amado durante mil años y frente a otra que despertaba algo en mi que si no era amor, juro se le parecía.

Trate de encontrar el juicio perdido, mas frente a ella, eso era imposible, todo mi cuerpo me impulsaba hacia el suyo, incapaz de pensar mas allá de en el color de sus ojos castaños que frente a los míos brillaban mas que el mismo fuego.
De nuevo nuestros labios se encontraron, dispuestos, atrevidos, implorando acallar nuestros miedos, ya que nuestras palabras no hacían mas que acrecentarlos.
Ninguno sabia que era eso que nos atenazaba el alma, eso que parecía habernos unido en un rumbo sin destino, ahora ninguno de los dos era capaz de tomar el timón de sus vidas, quizás porque de hacerlo, el viaje terminaría y con el, en parte nuestras vidas.

-¿Acaso crees que mi cuerpo no suplica por el tuyo? Me siento tan perdido que ni una brújula seria capaz de orientarme pues ahora mismo lo único que guía mi barco es el faro de tus labios.

Se puso en pie alejándose de mi, dejándome seco como la arena queda vacía cuando la marea baja.
Contemple su cuerpo tenso moverse inquieto por aquella sombría gruta.
Todo mi ser pedía, suplicaba mas bien alzarse para nuevamente arropar su cuerpo entre mis brazos, mas en ese momento hablo de lo sumamente frágil que la veía su hermano.
No pude evitar reír frente a su desconcierto.
-¿Y lo culpas de eso? Si fueras mía, ni el aire te tocaría, celaría al agua del mar por resbalar por tu cuerpo, a la lluvia por acariciar tus labios, al sol, por calentar tu piel y a la luna por dotarla de ese brillo plateado que la alumbra. ¿como puedes culpar a tu hermano de quererte? ¿No entiendes que eso lo hace para protegerte? Los hombres crecemos con la firme idea de tener que cuidaros, a veces no nos damos cuenta de que sois mas fuertes que nosotros.

Hundí mis ojos en los suyos cuando la historia siguió siendo contada, mas esta vez me dio la espalda para acariciar a mi montura, posiblemente tratando de tomar fuerzas para contarme lo que de algún modo la asustaba.
Pude notar la tensión de su piel, que ahora temblaba, parecía asustada, mas su orgullo la mantenía en pie, y el mio anclado en mi sitio, esperando sus palabras.
Hablaba de su familia, de su niñez, y de una madre que aunque decía odiar, creo que en el fondo era de admirar.

-Vuestra madre fue muy valiente, hizo lo que tenia que hacer para en un mundo de hombres sacaros a delante. No creo que sea justo criminalizarla por nada, entiendo que de niña, no entendieras...pero ahora...


Sonreí de medio lado mirándola, mientras rememoraba viejos tiempos.
-Yo nací en Noruega, en los valles verdes cercanos a un rio. Cerca de los acantilados que nos llevaban a un mar bravo con olor a sal.
Mi pueblo era vikingo,  mi padre, era un hombre fuerte y arrogante, un gran guerrero venerado por el resto.
Siempre fue mi objetivo a alcanzar, crecí admirándolo como a ninguno, entrené con el, saqueé con el, mis primeros pasos con el alcohol fueron con el...no alcanzo a ver nada que el no me enseñara para hacer todo un hombre de mi.
Ahora me doy cuenta de que mi madre era infinitamente mas fuerte que ese hombre, que como padre fue el mejor pero que a veces como marido...no lo era. Mi madre mantuvo la familia unida y lidio con un niño con demasiadas ganas de hacerse hombre, que le llevo a enfrentarse a la muerte mas de una vez y con un hombre insufrible en muchos casos, que eso si, la amaba como a ninguna.
Ademas de una hermana que tenia un carácter endemoniado.
-Sonreí al recordarla -mi madre, era una mujer fuerte, como la tuya, ¿por que juzgar lo que hicieron y como lo hicieron si gracias a ellas estamos hoy tu y yo aquí?

Tras escucharme en silencio, lo confeso, sus ojos encontraron los míos al acercarse buscando la comprensión que había demostrado frente a los actos de su madre, mas frente a los suyos de forma injusta mis ojos se tornaron tan rojos como el fuego.
Si, eran celos, celos de que otro hombre la hubiera tocado antes, rabia de que hubiera encaminado sus pasos sin necesidad a enzarzarse con hombres por los que no sentía nada y no le aportaban mas nada que un pequeño placer momentáneo que la dejaba tan vacía, como a mi ahora sus palabras.
Eramos idénticos, ninguno de los dos saciaba a sus demonios con nada, al menos nada que no resultara tan efímero como un revolcon, una borrachera o en mi caso un asesinato despiadado. Eramos dos monstruos que se miraban de frente buscando no se bien que palabras para redimirse.
Y entonces lo dijo, no quería que este encuentro terminara y yo tampoco lo quería, quizás el infierno estaba echo para nosotros, quizás nos necesitábamos de un modo u otro para arder junto a nuestros demonios en ese fuego que juntos avivábamos.

Seguí guardando silencio frente a ella, incapaz de articular palabras, mas nuestros pechos subían y bajaban con la misma fuerza que un ciclón que destruye todo a su paso.
Mía, aquella palabra se repetía en mi cabeza y una y otra vez cuando me pidió que le pidiera que se quedara, acaso no lo había echo ya de mil formas, acaso mis actos no delataban mis palabras, no podía leer en mis silencios, no podía escuchar lo que le gritaba mi alma.

Tire de su muñeca para pegarla a mi, con esa necesidad de encontrarnos, de separar el aire que entre nosotros se me antojaba necesario, y cuando su piel alcanzo la mía, mis manos aferraron su rostro para besarla, deslice mi lengua entre sus labios, apoderándome de su boca con avidez.
-mía -gruñí contra sus labios sin pensar las consecuencias que aquella palabra llena de significado tendría para nosotros.
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Mensaje por Adaline Cannif Mar Ago 09, 2016 1:36 am

Mi pecho se agitaba con violencia, tan fuertemente retumbaban mis latidos en su interior, mi sangre corriendo con furia a una velocidad vertiginosa, proclamando así la vehemencia de mis palabras. Estaba paralizada en ese espacio, esperando una reacción suya, mientras mi alma procesaba cada una de sus palabras, tan importantes eran todas para mi, tan vehemente era mi deseo de conocerle, de saber quien era él y quizás de esa manera comprendería aquel sentimiento que los latidos y mi sangre proclamaban en mi cuerpo y al cual no me atrevía a analizar o a ponerle nombre.

No era solo mi cuerpo el que deseaba permanecer en la gruta, aunque este se sentía compelido hacia él como si fuésemos dos imanes, era mi mente también la cual me hacia temblar al pensar en que de un momento a otro él me mirase con rechazo y leyese en sus ojos que mis palabras cambiaban aquello que apenas comenzaba. ¿Comenzaba? Esa única palabra dio vueltas en mi cabeza mientras continuaba erguida frente a él, incapaz de desviar la mirada que mantenía fija en sus ojos que ahora se tornaban rojos, de furia quizás... Podría si, estar furioso por mi confesión pero ¿saldría yo de esa gruta aún si él me lo pedía? ¿O me ocuparía de convencerlo con mis caricias y mis besos de aquello que nuestros cuerpos gritaban el uno al otro? Sin necesidad de mayores demostraciones, en medio de aquel espacio que nos separaba y que ambos moríamos por acortar.

Tironeó entonces de mi brazo con fuerza hacia él y cuando lo hizo sentí arder nuevamente mi piel ante el roce de su cuerpo, aún con la tela de por medio, sumergiéndonos en esas brasas que crecían en intensidad cada vez que volvíamos a encontrarnos el uno al otro. Me aferré a ese movimiento suyo, al hecho de que me devolviese a su lado y rodeando su cuello con mis brazos acorté cualquier espacio que entre nosotros sobraba desde el instante en que nos vimos por primera vez.

Busqué su boca con desesperación, entregándome a sus labios que me hacían sentir sedienta, tanta era mi necesidad de fundirme con ellos. -Tuya.- respondí con un gemido en su boca, incapaz de dejar de acariciar su cuello, sus hombros y su espalda, desesperada por sentirlo. Rasguñé su camisa, tironéando de ella, tanta era mi necesidad de sentir su piel bajo mis dedos. -Tuya si me quieres para ti. Tuya mientras siga respirando, tuya mientras tu piel reclame a la mía y me vuelvas loca de delirio por ti.-

Dejé de hablar, contenta con besarlo, con reclamar su boca para mi en esa gruta, durante el tiempo en que pudiésemos estar juntos que ojalá fuese similar a una eternidad. -Erlend...- Lo empujé despacio sobre las pieles de manera que mi cuerpo descansase suavemente sobre el suyo mientras mis dedos delineaban sus labios y mi mirada se prendaba de la suya.

Sonreí de medio lado, comprendiendo por qué me había parecido un dios al mirarlo, y es que ahora que me había narrado su procedencia no podía menos que compararlo con uno de aquellos divinos seres de las tierras del norte. Repasé en mi mente todo aquello que había leído acerca de ellos alguna vez. Si no era un dios estaba muy cerca de serlo, posiblemente lo era y los otros dioses muertos de envidia lo habían expulsado de Asgard para hacerlo vagar en la tierra y afortunadamente para mi había vivido el suficiente tiempo para que llegase a él. -Quiero ser tuya durante todo el tiempo en que siga existiendo, mientras sigas impulsando los latidos de mi corazón que claman por ti.-

Lo abracé entonces, aferrándome a ese abrazo como si en ello se me fuera la vida, sintiendo como su pecho se movía al mismo ritmo que el mio, como si de alguna manera en ese contacto nuestro fuésemos uno solo. -No sé si pueda reconciliarme con mi hermano...- dije calladamente pensando en lo que él me había dicho. -Y sé que a mis padres nada les traerá de vuelta...- Alcé mi mirada hacia él y acaricie sus mejillas con mis manos. -Pero a ti quiero aferrarme y no dejarte ir. Para bien o para mal, el sólo pensar en hacerlo es peor que dejar de respirar o que me arranquen el corazón de una vez.-

Me dejé caer a su lado, permaneciendo frente a él sin dejar de mirarlo y tomé su mano con la mía, enredando nuestros dedos. -Nunca quise ser de nadie y nunca pensé que lo querría. No pretendo excusarme tampoco, ahora ya sabes lo que soy, pero te juro que al mirarte quisiera que fueses el único, que no haya nadie más que tú.-

Llevé sus manos a mi cuerpo anhelando sentir nuevamente como me tocaba, sentir el efecto de su tacto, que su compañía alejase a mis demonios y que la mía apaciguase a los de él. Acaricié su piel descubierta debido a mi ansiedad al haber roto su camisa. A su lado no era una ramera, ni era una señorita, ni era la hermana de un cazador, ni la hija de un hombre asesinado. A su lado no llevaba puesta una etiqueta que me definiera. -A tu lado siento que por primera vez tan solo soy Adaline...-
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Mensaje por Erlend Cannif** Mar Ago 09, 2016 10:43 am

Su boca trazaba un delirante vaivén de emociones en todo mi ser, sus manos rasgaron la camisa necesitada de mas de mi, mas las mías se hundían por debajo de sus ropas reclamándolo todo de ella, pronto volvíamos a fundirnos en uno, nuestras pieles se necesitaban del mismo modo que no hay fuego sin maderos que prender.
Jadeábamos uno frente al otro al compás de una respiración desbocada como caballos salvajes anhelando la libertad.
La admire despacio, como quien ve por primera vez la inmensidad del mar subido sobre un dragar. Era incluso mas perfecta que esa primera imagen que recuerdo junto a mi padre donde siendo niño me impresiono por su grandeza. Ella era una diosa hecha mujer enviada al al tierra para convertirme en su fiel esclavo, pues si, así sentía cada resquicio de mi ser, lo sentía tan suyo como a ella la sentía mía.
Sus palabras hablaban de una promesa de futuro, futuro que no hubiera dudado en regalarle envuelto en oro y sobre una bandeja de plata.
Destino que solo encontraba al final de sus labios, hundido en aquel olor a profundo mar, a salitre y a hogar.
La deseaba de un modo tan imperfectamente perfecto que me enloquecía.
-Quiero que seas mía para siempre, hasta que tu corazón deje de latir o mi muerte definitiva me alcance haciéndome ascender al Valhalla, mas como prometerte un futuro cuando en dos semanas viajare a pedir la mano de mi prometida.
Mi historia es larga, se remonta mil años atrás, cuando yo solo era un humano, un vikingo tan mortal como tu lo eres ahora.
Hundí mis ojos en los suyos sin poder apartar mis manos de esa abrasadora piel que me hacia suyo con solo rozarla. Tenia miedo, miedo de perderla, miedo a que mi historia la alejara de mi, miedo a no saber si ese futuro que ambos anhelábamos podría cumplirse. Miedo a su rechazo como ella había temido el mio.
¿como podía estar tan asustado cuando en el fondo ni siquiera la conocía?

--Hubo un tiempo en el que era humano, mi pueblo  vikingo era un linaje fuerte de guerreros que no temían a la muerte, pero igualmente de supersticiosos que todos en aquella época.
Se decía que al otro lado del rio, existía una raza de seres sobrenaturales, emparentados con los dioses por su capacidad de trasformarse en lobos en luna llena y que gracias a ellos nuestros reinos permanecían a salvo de los inmortales.
Se decía que entre ambas razas se luchaba una guerra a vida o muerte cada noche y que por ese motivo jamás debíamos acercarnos a esa zona profunda del bosque donde el rio separaba nuestros destinos.
Mas siempre fui un niño obstinado, y aquellas leyendas se me antojaban mas cuentos de viejas. Aun así durante muchos años respete el tratado de nuestro pueblo y no me introduje en la parte mas profunda del bosque.
Todo cambio cuando un día fui de caza con unos compañeros de mi quinta, vi una presa grande que se adentra en la profundidad del bosque y me desvié del sendero trazado con intención de darle caza. Era invierno y el bosque denso estaba cubierto de nieve, la comida escaseaba y pensé que aunque aquello estaba prohibido el fin justificaba los medios. Con aquel animal comería  mi familia durante una semana.
Las huellas me llevaron a la zona del rio donde posiblemente se habría detenido para beber, tras unos arbustos me escondí y tensé el arco apuntando con delicadeza a mi presa que bebía con placidez en el riachuelo.
Apunto estaba de soltar mi saeta cuando la vi, una mujer morena, con sendos kukris en las manos que se movía a una velocidad inaudita y que con dos raudos movimientos degolló al animal frente a mis ojos.
Vi como lamia el cuchillo manchando así sus labios de carmesí, era incapaz de moverme, mas no por miedo si no porque era una imagen cautivadora.
Pero ella no tardo en descubrir mi posición y enfilo sendas dagas hacia allí que sorteé como pude rodando por el suelo ahora si quedando expuesto frente a ella.
Nos analizamos durante un rato, sus ojos ámbar me dejaron claro que ella no era humana, que las leyendas eran ciertas y yo solo un incauto.
Limpio la sangre de sus labios con la manga de su camisa, tenia un aspecto tan salvaje, unos ojos tan penetrantes, creo que me enamore de ella nada mas verla.
Su pelo ondeaba al viento tan oscuro como la misma noche y tan solo cubría su tibia tez con unas pieles de osos que poco o nada dejaban a mi lasciva imaginación.
Ese fue nuestro primer encuentro y a ese le siguieron otros llenos de sonrisas, besos, pasión, carreras por los bosques, con ella todo era tan excitante que caí rendido a sus pies como un niño y para que mentir, ella también a los míos.
Nos amábamos como jamas se había amado nadie y así paso un largo año de encuentros furtivos donde solo el firmamento podía ser testigo de nuestro amor envenenado.

Una noche cuando la primavera ya empezaba a derretir la nieve del siguiente invierno la vi aparecer con el gesto cambiado, sus ojos mostraban un brillo especial, pero también había algo en su mirada que me decía que tenia miedo.
Aquel día me confeso que estaba en cinta, y que temía que su padre se enterase, pues les estaba tan prohibido como a nosotros acercarse a los humanos.
Ambos habíamos roto un pacto trazado en sangre hacia miles de años y ahora nuestro hijo pagaría las consecuencias de nuestra osadía.
Trate de calmarla, y le perjure que todo se arreglaría de un modo u otro. Aun no sabia lo equivocado que estaba por ese entonces.
Volví a mi poblado con la cabeza llena de sueños, el principal ir a presentarme ante el pueblo de mi amada, y frente a su padre, el rey. Estaba dispuesto a todo, convertirme en uno de ellos, abandonarlo todo, pero necesitaba estar con ella y con mi hijo mas que respirar en aquel momento.
Pasaron nueve largos meses sin verla, yo iba cada noche al punto de encuentro con la fiel esperanza de que apareciera, mas jamas lo hizo.

Pronto descubrí la cruenta realidad, esa misma noche los licantropos cruzaron el rio y sedientos de odio y sangre mataron a todo mi pueblo. VÍ como uno a uno caían mis hermanos de lucha incapaces de hacer frente a aquellos monstruos convertidos en bestias, mi padre fue mutilado, lo desmembraron frente a mis ojos, mi madre y mi hermana violadas hasta desangrarse y yo allí estaba recibiendo golpes que ya ni me dolían incapaz de hacer nada por los míos.
El padre de Katherine me dejo con vida, si es que a el estado ese se le llamaba vida con el fin de que viera a los cuervos devorar a mi linaje.
Mi ultima visión entre el humo de las llamas fue la de Katherina con mi hijo entre sus brazos.

Tras ellos llego el turno de los vampiros que alertados por el férreo olor a sangre cruzaron el riachuelo sin enemigos que plantarles cara, uno de esos seres me trasformo, supongo que porque un vikingo le resultaba útil para sus guerras y me enseño a convertirme en el monstruo que soy ahora.

Guarde silencio esperando algún tipo de reacción en ella, admito que mis ojos la buscaban esperando bien no se que, así que me limite a continuar.

-Llegue a París hace unos meses, me gano la vida como mercenario y pensé que aquí encontraría trabajo con facilidad.
Mas lo que encontré fue a una mujer con el mismo rostro que Katherine, mismo olor, todo era ella, mi segunda oportunidad de que lo que perdí regresara a mi vida.
Si bien es cierto que Ariyne no es exactamente igual a Katherine...si encuentro resquicios de mi unico amor en ella. ¿entiendes?

Hundí de nuevo mis ojos en los suyos con desesperación mientras rasgaba su ropa buscando nuevamente su contacto, la necesitaba, la deseaba ¿la amaba?
-No, no lo entiendes, estoy así porque en una maldita noche has logrado eclipsar mil años, porque ahora frente a ti me siento tan perdido como un marinero sin faro ni brújula, sin mapas perdido en alta mar.
Tu sabes, entiendes ,acallas mis demonios, junto a ti soy yo, Erlend. Pero sabes ¿no se que demonios hacer? Solo se que si sales de mi vida...ahora...
Cerré los ojos sin saber como explicar como demonios me sentía, aquello era una locura.

-Necesito conocerte, necesito saber porque me siento de este modo contigo, si son las estrellas, los dioses o no se...solo se que...

Era tan difícil expresar lo que sentía que guarde silencio, como decirle que sentía lo mismo que ella, que una parte de mi deseaba, sentía pertenecerle.
Como decirle que me abrasaba la idea no solo de que otros hombres la tocaran en el futuro, si no que la sentía tan mía que la idea de que ya lo hubieran hecho me devoraba por dentro como las llamas.
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Mensaje por Adaline Cannif Sáb Ago 13, 2016 12:47 am

Mis dedos repasaban suavemente la piel de su torso mientras el recorría la mía colándose por debajo de mi vestuario. Apenas una noche transcurrida y un amanecer que nos envolvía me confirmaban mi necesidad de él. Necesidad que podía sentir también en él, en la forma en que me tocaba, con sus suaves y fuertes manos repasando mi cuerpo en caricias que ninguno deseaba dejar de prodigar al otro. Me maravillaba aquello, el saber lo que todo mi cuerpo y mi mente gritaban en silencio, y lo que los segundos confirmaban. Y sin embargo, algo vi en sus ojos cuando comenzó a hablar... algo que temí escuchar, algo que apretaba mi corazón como si fuera una mano gigante que se ensañaba con él, presionándolo para arrancarle toda vida, para aniquilar mi respiración y propinarme un golpe mortal; pero a pesar de ello, aunque un presentimiento de desasosiego invadió cada fibra mía no aparté la mirada de sus oscuros ojos, leyendo en ellos todo aquello que en su alma acompañaba a sus palabras. Me estaba narrando su historia y la de ella...

Sus ojos en ese momento eran como un espejo, la entrada a otra época y un baúl de recuerdos. Me estaba entregando la llave para que lo abriera, para que leyera en sus tormentas aquella que había sido la historia de sus inicios, y de esa forma, y con sus palabras fue como si yo también estuviese allí. Le vi a él, la vi a ella, los vi juntos, unidos en ese amor del que me hablaba, los vi entregándose el uno al otro, y en el tono de su voz comprendí todo lo que ella fue para él, a pesar de su separación... a pesar de lo que los licántropos le habían hecho a su familia, a su sangre y a su gente. De lo que también le había hecho ella...

Me dolió terriblemente el corazón al escuchar su relato, aquel que había sido el final de la madre de la que se había sentido tan orgulloso, de la hermana a la que había amado, de su valiente padre... Ninguno de ellos había merecido un final así. Mi sangre hervía al imaginarme todo aquello y de mis ojos brotaron lágrimas sin que me percatase de que rodaban por mis mejillas. Los bravos vikingos, el propio Erlend... Me dolía como si hubiese estado allí, no sabía por qué el dolor era tan profundo pero me atenazó el alma, al igual que la historia de su amor perdido... de aquel hijo del cual le separaron...

Lo abracé, estrechando su cuerpo en mis brazos, descansé mi rostro en su hombro, procesando todo lo que me había dicho. -Perdiste tanto.- Mi voz apenas fue superior a un susurro pero sabía que él lo escuchaba. Y pensar que yo sabía de pérdidas, del vacío que traían consigo, nunca volví a ser la misma tras la muerte de padre, y luego la de madre...

-Llevo años sintiéndome vacía... pero nunca me atreví a admitirlo. Padre murió cuando tenía ocho años. Gael y yo regresábamos a casa y su cadáver mutilado fue nuestra bienvenida. Mi hermano trató de impedir que lo viera pero aún así... aún así lo vi. Padre ya no era padre, era sólo un remedo de aquello que fue, una figura grotesca, cercenada en sus años más briosos. Mi fuerte padre había sido asesinado... Mi hermano y madre me hicieron creer que había sido un robo y mi mente infantil se escudo en aquello. Un velo se cernió sobre mis recuerdos y olvidé aquel cuerpo desgarrado... pero a la vez olvidé también el rostro de padre. Olvidé nuestros juegos, olvidé como padre me llevaba en hombros y olvidé el orgullo que sentía cada vez que me tomaba de la mano al caminar por la calle... Fue hasta hace poco que me enteré de la verdad, a padre le asesinó un licántropo y mi hermano me lo ocultó durante dieciséis años, a pesar de que se lo pregunté de frente, a pesar de mi angustia por no poder recordar... pero el velo de la oscuridad se levantó y ahora recuerdo todo aquello de lo cual mi mente me había privado. Le recuerdo a él y como era conmigo, con mi hermano y con madre.-

Levanté mi rostro y observé el de él, buscando... ¿Qué buscaba? ¿Por qué sentía la necesidad de contarle mis sentimientos más profundos? ¿Por qué quería que me conociera como él afirmaba querer conocerme a mi?

-No puedo competir contra un amor de mil años.- le indiqué, sintiendo como desgarraba mi ropa, como sentía la misma necesidad que yo sentía de él, tan desesperada, que pensé que de no tenerle cerca me consumiría. -Yo deseo una eternidad contigo, entregarte toda mi vida, todo lo que soy. Mi necesidad de ti no se mide en tiempo, se mide en fuerza y en veracidad.- Sus manos zurcaban mi piel como las mías hacían con la suya, desgarrando sus pantalones sin pudor, encontrándome expuesta ante él, no solo en cuerpo sino en alma. Sentía que él podía leer en mis ojos, comprender por qué las estrellas, las constelaciones o los dioses nos orillaban a estar juntos.

Mi cuerpo que buscaba al suyo, se enredaba en el, prodigándole caricias, y la mirada de mis ojos pardos seguía clavada en la suya, segura de que podía ver la verdad en ellos, de leerme como nadie lo había hecho en toda mi vida. -Maldita sea, no tengo idea de por qué me siento así, ni de por qué tienes que ser tú. Tú que me hablas de un amor que ha transcendido el tiempo y espacio, de tu compromiso con otra mujer y que con tus palabras me desgarras el corazón.- Tiré de su cabello oscuro apoderándome de sus labios, besándolos con ardor reprimido, odiando sentirme así. Celosa de cada mujer a la que él le había prodigado caricias, celosa de aquella mujer a la que había amado hace mil años y a la que amaba ahora. Celosa de que fuera a casarse con otra y de que aquello marcara el final de algo que nunca debería de empezar. ¿Pero como detener aquello si no podía dejar de sentirlo mío con cada nuevo beso, con la manera en que me miraba, con la fuerza de sus brazos alrededor de mi cuerpo que le necesitaba desde que me rodeara con ellos en las aguas del océano?

-No sé si debo arrancarte de tajo de mi corazón, montarme en ese caballo y no volver atrás.- Lo miré, deteniéndome un momento, sintiendo el dolor de comprender que ese hombre se marcharía a cumplir con su destino y que lo nuestro no habría de ser más que un choque de estrellas que quedaría relegado en nuestros recuerdos de una noche en la que torcimos inconscientemente nuestros caminos. -Dime como demonios dejo de sentir que eres tan mio como yo soy tuya, como le explico a mi mente y a mi cuerpo que se aleje de ti. Explícamelo por qué yo no puedo explicármelo a mi misma.- Hurgué en sus ojos con los míos, esperando encontrar las respuestas que con desesperación necesitaba.

-Asegúrame que me estoy engañando... y que lo nuestro no ha empezado, ni seguirá, ni tendrá un futuro... para que pueda comprender que lo que acabas de narrarme lo cambia todo y que no tengo derecho a ti, ni a intentar ponerle nombre a lo que me haces sentir ahora y aquí, junto a ti.-
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Mensaje por Erlend Cannif** Sáb Ago 13, 2016 2:33 am

Sequé con mis dedos sus lagrimas, podía llegarme aquel dolor que yo con la historia de mi vida le había infligido. Dolor que se hundió en mi pecho como dagas afiladas  que atenazo mi cuerpo orillándolo mas contra el suyo.
Mi boca se fundió con la suya de nuevo jadeante, anhelando volver a sentirme en su interior, hablar el único idioma que conocía, aquel que mi cuerpo suplicaba frente al tuyo, ese que me decía que era suyo, al menos esa noche, al menos y de un modo mágico era preso del embrujo de esas estrellas, de esos dioses y de ella misma.
La necesitaba, la necesitaba mas que a la vitae que me sustentaba, necesitaba su piel rozando la mía para acallar los demonios que ahora vacilantes y al acecho guardaban sepulcral silencio.

Tras mi historia llego la suya, me abrió un pedazo de ella que se desgarro frente a mis ojos, juntos con las manos enlazadas por el arrullo del viento entrando por esa gruta, escuche cada una de sus palabras mientras con mis labios acariciaba su mejilla infundiéndole el valor que le hacia falta.
Su hermano trato de protegerla como hoy todavía hacia, puede que ella lo viera como un engaño, puede que lo fuera mas, acaso yo no estaba haciendo lo mismo.
No le guardaba secretos para no dañarla.
-Se que la mentira nunca es el camino, pero...a veces nosotros también nos perdemos. Ayuda a tu hermano a encontrarse de un modo u otro. Nada es tan grabe como para perderos por orgullo ¿No crees? Los dos hemos perdido tantas cosas, se l oque es el vació, ese abismo que te devora, ese del que pendes cada día y cada noche, sentirse caer en esa oscuridad mientras tus demonios gritan tan fuerte que piensas que no volverás a ver una nueva noche llegar.
Y lo peor es cuando llega, cuando abres de nuevo los ojos y recoges los desperfectos de vidas echas trizas. He pasado un milenio ansiando mi muerte, y ahora aquí estoy ansiando una vida contigo.

Guarde silencio de golpe, aquello que acababa de escapar de mis labios no era justo, no porque otra mujer me esperaba para convertirse en mi esposa, una mujer que había amado durante un maldito milenio, mi segunda oportunidad de ser feliz.
¿se podia amar a dos mujeres? No lo sabia, Ariyne era el recuerdo de mi único amor, ella era el agua fresca de una noche oscura donde las estrellas y los dioses decidían que teníamos que estar juntos de un modo u otro.

Fue entonces cuando sus palabras asestaron el golpe de gracia a mis efímeros pensamientos, hablaba de un amor milenario que yo le había narrado frente a una noche, noche tan intensa que en mi maldito corazón equivalía a esos mil años.
Tenia razón, quizás todo era una locura, quizás yo debía ser quien tomara la montura nada mas alcanzar el ocaso y desaparecer de París.
¿Como casarme cuando el olor de Adeline copaba mi mente, como seguir adelante con una boda de la que ahora no estaba seguro?. Me perdí nuevamente en su piel, sintiendo como abrasaba mis dedos arrastrándome con ella al infierno.

Hablaba de irse de tomar mi montura y no mirar atrás y quizás eso era lo que debía hacer, eso no la arrastraría junto a alguien como yo al inmenso abismo, mis demonios volvían a gritar ,asustados por su perdida, rugían tan fuerte que mi cuerpo se tenso pegado al suyo incapaz de responder ni una sola de sus preguntas.
Mil escudos pertrechados frente a ella, mis miedos brotaban con tanta fuerza de mi interior que ni el sol de aquel nuevo día los hubiera acallado con mi muerte.

Como decirle que se quedara ,como suplicar que no me dejara, que no podía irse abandonándome allí, solo, a mi suerte, con aquellos demonios que solo ella silenciaba.
Guarde silencio porque la decisión era suya, porque no era justo que mis palabras guiasen sus actos.
Me pedía palabras, palabras que enmudecían en mi garganta, necesitaba que acallara sus miedos, mas como hacerlo si yo estaba aterrado, me puse en pie tratando de interponer la fría distancia que no necesitaba.
Mi piel abrasaba sin la suya al lado, la necesitaba, como decirle que se quedara.

-te quiero, no se como, ni porque, no se si es justo o injusto, si es efímero o eterno, no se que demonios me pasa, solo se...que te quiero, que es injusto para todos...porque una parte de mi también la quiere a ella.

Guarde silencio destruido, destruido me deje caer pegando mi espalda a una de las húmedas paredes de la cueva.
Hundí mi cabeza entre las manos tratando de silenciar a los demonios que gruñían furiosos pidiéndome alcohol y sexo.
No deseaba escuchar los cascos de mi montura alejándose, mas tampoco impediría sus pasos, pues el amor es libertad, y no prisión.
Quizás eso era lo mejor, quedarme solo, no merecía la felicidad, ni alcanzarla con Ariyne ni hacerlo con Adeline, mi camino era ese abismo oscuro del que nunca debí haber salido.
-Min doom -susurré con los ojos cerrados.
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Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18) - Página 2 Empty Re: Un trabajo diferente [Adeline lutz] (+18)

Mensaje por Adaline Cannif Dom Ago 14, 2016 4:05 am

Estaba atenta, con todos mis sentidos fijos en él, pendiente de cada palabra que pudiera salir de sus labios. Algo, un sonido que sosegara mi alma, que en ese momento se sentía a merced de la tormenta, a punto de ahogarme, de acabar con cada vestigio mio de vida, porque le había sentido tensarse con mis palabras después de que terminase su consejo sobre mi hermano, indicándome que le ayudase a encontrarse, elevándome al paraíso al terminar su frase con una indicación de que él también quería una vida conmigo.

Lo había dicho, no me lo había imaginado, él también lo deseaba, el era tan mío como lo gritaba cada gesto suyo, cada palabra que escapaba con su voz ronca, cada mirada enrojecida de deseo que me dirigía, la dulzura de sus dedos al acariciar mis mejillas, el consuelo de su abrazo al compartir cada uno de los dolores que habían anidado en mi interior durante años y que por primera vez me atrevía a exponerle a alguien, sin recelos. Si él era Erlend a mi lado yo era alguien al fin libre de demonios al sentirle respirar al lado mío. Bastaba tocarle para que él envolviera mi alma y me embargara de deseo de él, de una eternidad en un hogar que construyéramos entre los dos, adonde ni el océano ni las tempestades, ni siquiera los dioses mismos pudiesen derruirle.

Pero si en ese momento mi ser se llenaba de esperanza, en un segundo bajo al precipicio más profundo al notar como se separaba de mi, interponiendo espacio, permaneciendo callado ante mis preguntas, helándome la sangre y todo el cuerpo al pensar que aquello significaba que yo tenía razón. Que él prefería que me marchase, que dejase de intervenir en su vida, de torcer un camino que él debía de haber tenido claro, de llenarle de dudas ante un destino que ya estaba marcado desde hace mil años. Yo no podía aceptar aquello, me importaba muy poco si había sido forjado así desde el inicio del mundo, desde antes de su nacimiento, para mi solo estaba claro que le necesitaba, que le quería a mi lado. Sólo él importaba, lo demás podía irse al demonio, aunque ambos descendiéramos al infierno en medio de mil tormentos, si lo hacíamos juntos valdría la pena.

Miedo, eso fue lo que sentí. Un miedo infinito ante el silencio que contundente y ominoso permaneció entre nosotros, cruel y tajante, impidiéndome el mero acto de respirar. Mi mirada siguió sus pasos y le observó detenerse. Hasta que finalmente habló y me dijo que me quería. Sé que dijo mucho más, que me expresó sus preocupaciones, el hecho de que fuera injusto, el que también la quisiera a ella, pero a pesar de que escuchaba todo aquello que me expresaba esas dos palabras se repetían una y otra vez en mi mente, te quiero...

Era la primera vez que unas palabras tan sencillas llenaban mi alma, pero él estaba desesperado, angustiado, destruido y su dolor me destruía a mi también, entristeciendo mi ser más allá de cualquier dolor que hubiese experimentado antes, dolía mucho más. Me levanté y me acerqué a él, comprendiendo que finalmente podía ponerle nombre a lo que sentía, a lo que ya intuía desde la noche anterior pero que mis absurdos miedos no me habían permitido comprender, hasta ahora...

Observé las manos que cubrían su apuesto rostro, aquel rostro que no me cansaba de mirar. No era justo que lo hiciera, que me privara de mirarle, que interpusiera espacio entre nosotros, que me alejara de él, no después de lo que me había dicho, no se lo iba a permitir.

-Min doom.- dije suavemente, cayendo de rodillas frente a él. Tomé sus manos y acariciándolas las separé lentamente de su rostro. -No me impidas mirarte, mirarte es todo lo que me sostiene ahora, ver mi imagen reflejada en tu mirada, comprender que no es solo nuestra piel la que se busca con locura, sino algo más allá.- Llevé su mano hacia mi pecho para que escuchara la fuerza de mis latidos. -Les has insuflado vida, pasión, deseo, ternura y algo mucho más fuerte que todo ello junto. Y es que nada de todo eso tendría significado alguno si yo no te quisiera de igual manera. Te quiero. Por más loco que parezca siento que siempre te he esperado y ahora que has llegado estaría loca si te dejara partir. Siempre fuiste tú Erlend, siempre te esperé a ti, sólo que no lo supe hasta ahora y ahora me parece tan natural percatarme de que es así.-

Mis manos acariciaron su rostro mientras me acercaba a él y juntaba nuestros labios, buscando los suyos con desesperación y con aquel amor que comenzaba a florecer en mi pecho, en mi alma, en cada rincón mío que me hacía ser Adaline. Lo besé con anhelo, con pasión y con aquel sentimiento tan fuerte que nos envolvía a ambos, quemándonos en su abrazo que aunque careciera de sentido no dejaba de ser real, tanto como lo eran su cuerpo y su piel que tan desesperadamente deseaba y necesitaba conmigo.

Me separé de sus labios jadeando, manteniendo mi frente pegada a la suya, sintiendo su aliento mezclarse con el mio, con mis pulgares aún acariciando su rostro, y supe que no iba a dejarle partir. Aunque no me prometiera una eternidad, aunque se marchase para unir el resto de su vida con otra, nada me importaba ya, solo el presente y que él me quisiera.

Me levanté y tomé su mano para encaminarlo conmigo hacia las pieles adonde volví a empujarlo con suavidad, incapaz de separarme un solo centímetro de él, de dejar de tocar su piel una y otra vez. -Quiero que hagamos el amor.- susurré con voz ronca, con los latidos a mil, con mi piel encendida y mi necesidad imperiosa de él. -Quiero que comprendas que soy tuya y que nada ni nadie volverá a hacerme sentir lo que tú logras ahora. No me importa nada ya, no me importa lo que venga. Me iría al infierno contigo si con eso pudiese prolongar la forma en que incendias mi cuerpo y mi corazón. Te quiero.-

Dejé de hablar y busqué ansiosamente su cuerpo, perdiéndome en las sensaciones que embargaban el mio al enredarme con él. Nunca antes había hecho el amor, pero no deseaba otra cosa, ni anhelaba nada con mayor fuerza, sólo quería perderme en sus labios, sentirle dentro mío, que me llenara de él y entregarle todo lo que yo era. -Te quiero...- repetí otra vez y ese sonido reverberó en las paredes de la gruta, produciendo un eco que eternizaba esas palabras y que acariciaban mis oídos y mi alma mientras mi boca y mi cuerpo volvían a fundirse con él.
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Mensaje por Erlend Cannif** Dom Ago 14, 2016 6:14 am

Su contacto erizo mi piel, aquellas manos calientes sobre las mías frías que como una promesa acompañaban a esas palabras en mi lengua natal, esas que decían tanto sin decir nada.. Mi perdición, mi amada, ansiada y querida perdición.
Sus labios rozaron mis dedos cuando cayo de rodillas liberando mi rostro de aquella muralla pertrechada.
Escudos que cayeron frente a ambos, me sentí desarmado, incapaz de presentar batalla, porque la amaba de un modo fastuoso, del modo en el que los ejércitos arrasan las ciudades, del modo apasionado en el que las olas rompen contra el mar.

La distancia se hizo nada, nuestras bocas se buscaron en un choque que sin tregua entremezclaba nuestro agitado aliento que envolvía con palabras.
Mis manos contra su pecho, golpeadas por el repiqueteo de un corazón en llamas, que era capaz de escuchar desde allí, corazón que lograba encender mi fuego enrojeciendo mis ojos frente a ella.

Sus palabras me decían que era el único, que siempre me había esperado, mi confusión me torturaba mas aquella voz, aquello que me decía por ende me llevaba al cielo, cielo que jamas pensé que seria capaz de rozar con los dedos.

Nuestros labios volvieron a encontrarse, si es que alguna vez se despegaron, la necesidad de ella envolvía cada resquicio de mi ser, convirtiéndome en su esclavo. Preso de sus caricias, de su bajada de pestañas, de su sonrisa y como no de ese olor a mar que me embriagaba desde que la conocí
Entonces lo supe, era imposible que esto sucediera si de un modo u otro no estuviéramos predestinados, aun no sabia si por los dioses, las estrellas, el infierno o el cielo, mas podían irse todos ellos al diablo pues mi único anhelo era su boca que húmeda no daba tregua a la mía.

Su frente se poso en la mía mientras su aliento jadeante se entremezclaba con el mío que con los ojos cerrados ansiaba mas, lo ansiaba todo.
Tiró de mi mano hacia las pieles, nuestros ojos se encontraron y pronto sobre el lecho que durante la noche nos había servido de abrigo también lo hicieron nuestros cuerpos.
-Hacer el amor -susurré contra su boca al sentir como nuestros dedos de forma impetuosa se entrelazaban por encima de su cabeza.
Mi pene erecto acariciaba la entrada de su vagina con suavidad mientras nuestros ojos se fundían en uno.
Nuestras bocas de nuevo se alcanzaron trasladándonos a aquel mar donde nos habíamos conocido, donde el sabor a sal inundaba nuestro cuerpo de sensaciones, donde el reflejo de la luna nos había mecido, donde los elementos nos habían echo arder y donde el cazador, las estrellas nos habían mostrado el camino.
Con un gemido me introduje en su cálido interior, que me aferraba con la misma intensidad que sus piernas, que ahora abrazaban mi cintura permitiéndome entrar hasta dentro del todo.
Jadeábamos sintiendo lso lentos movimientos de mi falo contra su húmeda vagina, volviéndonos locos de pasión ,de amor, de deseo.

Sus palabras, aquellas dos palabras que hasta entonces habían sido dedicadas a una única mujer se tornaron nuestras, tan nuestras como la luna de la noche y el sol del día.
Y de sus labios escaparon para encontrarse con los míos.
-Te quiero -jadeé como respuesta mientras volvía a apresar sus labios con los míos.

Sentía como gemía, como su respiración acompasada a la mía se tornaba ronca y pesada, cada vez me movía mas deprisa, la embestía con vigor sintiéndome completamente excitado por el vaivén de sus caderas que mientras la empotraba se sacudían dejándome entrar mas y mas en su interior.
Me estaba volviendo loco, necesitado de cada resquicio de su piel.
Subió sobre mi, dándome la vuelta entre bruscos gemidos, sus espalda se arqueaba mostrándome esos senos que pronto capture con mi boca, mis gruñidos eran roncos, sus pezones duros contra mi lengua.
Jadeé contra ellos sintiendo como me cabalgaba desbocada, mis dedos se hundieron en sus caderas, trazando con mis manos aquel delirante ritmo que a ambos nos estaba llevando al clímax.
Gruño tirando su cabeza hacia atrás, dejando que el aire escapara de sus labios, y junto a su gesto llego el mío.
Gemido ronco que acalle contra su piel mientras mi polla se sacudía en su interior llenándola de mi, vibrando salvaje entre sus piernas.
-Min doom -susurré cuando nuestros labios volvieron a encontrarse y cuando su cuerpo golpeo mi pecho exhausto.
Sentía el palpitar de su corazón golpeando mi ser, su yugular cerca de mis labios, mis ojos enrojecieron de sed, no solo por el deseo, deseo que era mas que obvio que esa mujer me producía.
Cerré los ojos buscando la cama mientras mis dedos acariciaban su espalda.
-Me vuelves loco -susurré en su oído aun sintiendo mi falo en su interior.

Nuestras respiraciones se acompasaban despacio, podía sentirla agotada, sudada y extenuada y cada parte de eso, cada parte de ella me hacia perder el juicio.
-Deberías dormir -musité mientras cubría su cuerpo con las pieles, que aun reposaba sobre el mío.
-no te vayas, no quiero abrir los ojos cuando la noche caiga y que no estés. No suelo pedir, odio suplicar, pero por favor, quédate. No puedo prometerte nada, pero, al menos hoy, quédate.

Pude sentir como sonreía contra mi pecho, creo que esas eran las palabras que había esperado durante toda la noche escuchar, mas acaso mis gestos no se lo habían gritado con creces.
-Al anochecer me gustaría presentarte a alguien -afirmé besando sus labios con suavidad.

Necesitaba que conociera a Moira, supongo que porque ella era la única amiga que tenia, la única que podría apoyarme en esta locura, la única que sabia que me entendería, era importante para mi que la conociera, aun no alcanzaba a saber el porque y reconozco que una parte de mi temía su reacción. Mas Moira siempre me demostró anteponerme a todo, esperaba que en esta ocasión su consejo, su apoyo y su buen juicio lograra ayudarnos a ambos...no se, creo que solo quería que la conociera, no para obtener su beneplácito si no para mostrarle al mundo lo que sentía.

Acaricié su trasero con mis dos manos mientras una sonrisa picara iluminaba mi rostro.
-¿Sabes? Cabalgas muy bien -bromeé entre risas mientras movía mis manos contra sus caderas -voy a dejarte descansar, pero me muero de ganas de mas.
Creo que era obvio pues mi falo endurecido golpeaba su pelvis de nuevo.
Podía sentirla sonreír agotada, su respiración era lenta, golpeaba mi cuello acariciando mis sentidos.
-Adeline, te deseo.
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Mensaje por Adaline Cannif Mar Ago 16, 2016 2:20 am

Hacer el amor... eso es lo que sentía al estar ambos sobre esas pieles, fieles testigos ya de los múltiples encuentros de nuestra carne, de aquello que había comenzado de forma inconsciente y enloquecida sobre el abrazo de la arena, al unirse por primera vez nuestras bocas en una batalla que nuestras lenguas ya no querrían nunca terminar. Tal era mi necesidad de volver a besarlo, de sentirlo, de que sus manos volviesen a recorrer mi piel, de escuchar los susurros que regalaba en mi oído en su idioma natal, de cada pequeño detalle que le hacía ser él, y que volvía a encontrar en ese momento al no poder dejar de verme a mi misma en sus ojos que repentinamente ya no eran insondables sino que me permitían ver hasta el fondo de su alma, comprendiendo así quien era él.

Lo que vi fue algo que inmediatamente amé, porque no veía solo al inmortal, ni al mercenario, al vikingo o al guerrero, le veía tan solo a él, con sus demonios y sus pasiones, y yo quería ser parte de todo aquello, quería compartirlo con él, y que su presencia continuara silenciando a mis reticencias y a mis propios demonios, quería abrazarlo con tal fuerza para que el amor que compartíamos alejase todo aquello por el tiempo en que estuviésemos juntos.

Sus dedos entrelazaron a los míos por encima de mi cabeza, dejándome expuesta frente a él, con mi cuerpo ansioso y anhelante debajo suyo, que ansioso sentía a su falo rozar mi intimidad y al cual no quería otra cosa que acoger.

Mis palmas presionaron las suyas para dar albergue aquella unión que sabía me llevaría al cielo, y ni siquiera tenía que mover mi mano para intentar tocarlo, ya lo hacía. El cielo era sus manos y el paraíso era su cuerpo, su hombría que comenzaba a entrar en mi, haciéndome gemir de placer al introducirse en mi cálida profundidad, que húmeda y fervorosa no deseaba más que recibirlo para acoplarse una y otra vez a cada movimiento suyo, como lo imploraban mis piernas, que aferrándose a su cintura lo empujaban cada vez más adentro, mientras mis ojos no dejaban de verle ni deseaban hacerlo, afianzando en su mirada aquella locura que me embargaba y que no era otra cosa que él.

Lo escuché decir aquellas dos palabras contra mi boca, logrando así que mi corazón retumbara otra vez. Sus embestidas volvíanse fuertes y vigorosas, arrancándome gemidos que ahogaba en su boca, sintiendo como cada vez me empotraba con más intensidad, amenazando con arrancarme el resto de cordura que me quedaba, si es que poseía alguna, ya que tanto mi mente como mis sentidos solo mantenían una idea y un sentir, que confirmaba con cada nuevo jadeo que compartíamos, con cada nueva embestida suya, con la agitación de mi pecho y con el sudor de nuestras pieles envueltas en nuestro deseo, en nuestra pasión y en nuestro amor.

Estaba volviéndome loca con cada nuevo movimiento al cual me acompasaba, buscando exactamente la misma reacción de parte de él, la misma entrega que podía sentir en cada resquicio de mi cuerpo, en cada nueva respiración nuestra. Incapaz de contenerme lo volteé, cabalgando sobre él con soltura, suspirando al apoderarse él de mis pechos, logrando hacerme vibrar al succionarlos y morderlos, promoviendo así que mis caderas provocasen con mayor intensidad a su falo, que en esa posición se movía tan adentro mío que provocaba que le rasguñase de simple y exquisita pasión.

Pronto alcanzamos ambos el clímax, tiré mi cabeza hacia atrás sintiendo esa divina explosión recorrer mi cuerpo como un torrente que se libera con violencia al romper un dique, con la fuerza de las cascadas que caen en los ríos, con la violencia de las mareas que se desatan en un maremoto, todo confirmado con el líquido viril que desprendió su falo, llenándome por dentro y arrancándome un último gemido antes de que me desplomase sobre él.

Respondí entonces a sus labios que aún tras nuestra mutua entrega provocaban en los mios una respuesta fervorosa. A mis oídos llegaban esas dos palabras en su idioma que me llenaban por dentro, sintiéndome renacer. No alcancé a moverme, fatigada y satisfecha sentía su respiración bajo mi brazo, mis dedos surcaban su pecho cariñosamente, incapaz de no tocarle, de no sentirle mío otra vez.

Me gustaba estar así, junto a él, sintiendo el contraste de su temperatura contra la mía, volviendo a sentir el mismo influjo de los elementos, del fuego, el agua, el aire, y la tierra que me habían orillado hacia él y que nos habían cubierto a los dos desde el primer encuentro.

-Debería...- respondí, cansada pero al mismo tiempo incapaz de cerrar los ojos, de dejar que cada uno de mis sentidos se deleitara con él, de entregarme a un sueño en el cual no le viese o le sintiese, puesto que eso era lo único que quería... Sentirle, tenerle cerca, escucharle respirar, saber que estaba allí, que nuestro encuentro seguia siendo lo más real que había vivido toda mi vida.

Sus siguientes palabras fueron como un bálsamo para mi ser, el escuchar que deseaba que me quedase con él. Era todo lo que había querido escuchar de sus labios y ahora que lo hacía me parecía algo irreal, tan maravilloso que lograba que mi corazón se hinchara de pura y simple felicidad. Lo abracé con fuerza, desconociéndome a mi misma, sorprendiéndome con mi propia reacción y luego aceptándola al dar la bienvenida a mi amor por él.

-Por supuesto que me quedaré. Nada ni nadie me arrancaría de tu lado... todo lo que quiero está aquí y eres tú.- respondí, cerrando los párpados que comenzaba a sentir pesados, influenciados por el descanso tan perfecto que sentía junto a él.

Nuevas palabras brotaron de sus labios logrando sorprenderme. Quería presentarme a alguien. Sonreí al escuchar aquello, imaginando que sería una persona cercana a él. Sabiendo de antemano que me encantaría conocer a cualquiera que él apreciase y que le conociese bien. -Me encantará que lo hagas...-

Pensé que en ese momento me entregaría al abrazo de morfeo pero fui incapaz cuando escuché sus últimas palabras. Bastaba con que su falo presionase mi pelvis para que alimentase las llamas que se prendían en mi vientre, provocando una reacción en todo mi cuerpo, induciéndome a abrir los ojos para encontrar aquel matiz rojo en los suyos. Bastaba saber que me deseaba para que mi sueño se disipase, implorando un nuevo encuentro entre los dos antes de que nos entregásemos al descanso que pedían nuestros cuerpos, antes había otra necesidad más poderosa que aplacar.

-¿Entonces por qué no hacemos algo al respecto?- respondí contra su oreja, mordiéndola con pasión y cambiando de posición otra vez me fui acomodando sobre él, aprisionando nuevamente a su falo en mi feminidad, que con rapidez volvía a humedecerse, clamando por él, adueñándose así de todo aquello que era mío y que me parecía irreal al observarle.

-Perdición mía....- susurré, repitiendo aquellas palabras que por siempre llevaría en mi corazón, adonde quiera que fuese, fuese lo que fuese lo que nos deparase el destino y adonde quiera que nos llevase. Cabalgué sobre él perdiéndome en sus gruñidos, en la intensidad de su respuesta, en su premura, y reclamando una vez más sus labios continué aquel trote placentero y cargado de amor, antes de que transcurriesen las horas, segura de que al terminar nuestra mutua entrega dormiría entre sus brazos y que al anochecer saldríamos de la gruta para que pudiese conocer más acerca de él... confirmando así lo que ahora sabía con veracidad, que él también era mío, tanto como yo era de él...


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