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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Claire Quartermane Jue Oct 14, 2010 10:57 pm

La primera lluvia oficial del otoño tenía que ser justo ese día, justo cuando ella había sido solicitada por un señor que más que misterioso, era atrayente. Su fama estaba hecha a base de susurros, es muy pálido, pareciera no tener calor, escuché por ahí que es un poco rudo. Era mejor siempre comprobar las cosas por si misma, pero las sospechas ya estaban, la ansiedad también, se apoderaba de ella como un hambre que necesitaba ser fuertemente saciada, y el problema era que aquel hambre no era precisamente de comida, era algo más intenso, que le hacía cosquillas y no precisamente en el estómago.

El carruaje había llegado puntualmente a la hora indicada, prácticamente no quedaba sol en el cielo y debió cubrir sus hombros y su cuello con una capa ligera hecha de terciopelo y algunos adornos en plata, que había adquirido apenas unos días antes. ¿Quién sería el dueño de la espectacular mansión que tenía al frente? ¿Sería el mismo quien la había citado a aquel lugar? Muchos la llamaban temeraria, otros idiota, pero en ella no estaba la palabra temor, dudaba si, pero de sus decisiones dentro de su trabajo jamás. Ahí era el único lugar donde sus pensamientos aparecían fuertes y claros.

Exigió que el conductor de aquel vehículo tirado a caballos la dejara lo más cerca de la puerta de la casa, de ningún modo permitiría que sus zapatos y el dobladillo de su vestido se mancharan de barro. Su apariencia era siempre impecable cuando debía atender a un cliente, aunque muchas veces la ropa no era un elemento presente en su cuerpo. Levantó las solapas de su capa para protegerse del viento mientras el hombre la ayudaba a bajar. Sólo por apenas un momento le molestó la insistente mirada que tenía en ella, era algo que solía pasarle, pero aún así el clima la había puesto un poco de mal humor y pensó en decirle un par de palabras impropias que de seguro hasta al hombre más mal hablado escandalizarían.

Esperó pacientemente unos minutos a que abrieran la puerta, ella sólo se había parado ahí mientras el chofer del carruaje indicaba su presencia. La barbilla alta y la espalda erguida, sus facciones parecían no demostrar ninguna emoción. Implantó una leve sonrisa en sus labios, sólo insinuante, nada más, el resto de sus movimientos seguirían el curso que les diera luego de conocer el estilo de cliente que tuviera frente a ella. Si era de los que las prefería falsamente tímidas, lo haría. Pero si quería una dominadora, lo haría aún con más gusto.

Pasos se escucharon al otro lado de la puerta, tomó aire y abrió su capa dejando cuello y la parte superior de los pechos al descubierto. –Buenas noches – dijo como arrastrando la voz, serena, comenzando a lanzar la red que ella, como una araña viuda negra, iba tejiendo. Dejando que su presa cayera en ella, hasta lograr que estuviera totalmente envuelta, bajo su control y dispuesta para ser su alimento, aunque esto último era más probable que fuera al contrario. Que sus palabras, pensamientos y acciones nuevamente la traicionaran, como si de algún modo quisieran darle una lección, aunque no parecieran saber que ella, en algunas cosas, era una pésima alumna.
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Mensaje por Tarik Pattakie Vie Oct 15, 2010 10:24 pm

Un gruñido resonó en la habitación principal anunciando el malhumorado despertar del vampiro. ¿Y cómo demonios no hacerlo? La noche anterior, Evangeline le había hecho llegar una jovencita inexperta que había resultado ser tan útil como una moldeable muñeca de trapo, misma que se encontraba atada en una de las habitaciones contiguas en la que él reposaba. La sangre de la humana teñía la sábana blanca que cubría levemente su anatomía, una que no se molestó en desechar en cuanto la diversión se había “apagado”. Los gritos de la humana se habían transformado en la sonata perfecta que le había desplazado por los mares del infierno, una descripción adjudicada a los mortales rayos solares que le mantenían preso.

Tras escuchar un nuevo sollozo, el vampiro se levantó rápidamente de la cama para realizar su primera visita nocturna. Mostrándose poderoso e intimidante, se encontró ante la mujer que no se parecía en absolutamente nada a la que se había presentado en su mansión horas antes. Desnuda, pálida y con los ojos horrorizados ante su “captor”, representaba la visión más gloriosa para el mismísimo demonio. Una pequeña mueca de diversión apareció en sus labios. – No podrás volver a casa. El pequeño temblor que recorrió a la humana le divirtió aún más, incitándole a continuar. – Shhh. Le acalló inmediatamente, deslizando sus dedos por sus labios hinchados y húmedos. La sangre seca y el desgarre de piel en el labio inferior de la chica, le pusieron duro y caliente de inmediato.

Monsieur Ralph, el chofer ha llegado. - ¡Maldición! Lo había olvidado. Esta noche llegaba ella. Había estado exigiendo sus servicios desde su llegada. Era, como a él le gustaba pensar, la culpable del destino de la joven que se encontraba a su merced indefinidamente. Si Lady Delacroix hubiese asistido a su encuentro la noche anterior, todo podría haber resultado… diferente. O quizás, solo se habrían invertido los papeles. – Podrías tener compañía esta noche. Antes de que la humana tuviese oportunidad de parpadear e incluso de predecir su movimiento, los caninos del vampiro perforaron su piel sensible y amoratada. Por esta noche, se vería desplazada.

Un baño rápido y el vampiro se encontraba bajando las escaleras para ser testigo de la belleza y gracia femenina que denotaba su acompañante esta noche. El olor a patchouli penetró sus fosas nasales. Exótica… Dulce… Picante… Terroso… acompañado de esa voz sensual… atractiva… hipnótica. La experiencia dictaba que Lady Delacroix sería una exquisita amante en la cama. Con la rapidez de los de su raza y sin darle una respuesta cordial según las normas sociales, el vampiro apagó la única vela que iluminaba el pasillo que les conduciría a la perdición… Su mirada cayó inmediatamente en el escote de su vestido, escaneando, saboreando con su mirada cada curva, cada facción hasta dejarse llevar por ese brillo en su mirar. La puerta se cerró de golpe y Lucern Ralph apareció tras aquélla magnífica figura, tomando su capa en el mismo segundo que susurraba las palabras a su oído. – Un placer conocerle finalmente. La ventaja residía en que la oscuridad era su mejor “amiga” y no importaba cuánto, disfrutaría del anonimato…
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Mensaje por Claire Quartermane Sáb Oct 16, 2010 4:14 pm

¿Tendría que contar hasta diez? ¿Iban a jugar a las escondidas? ¿Tendría ella que salir corriendo? ¿Dejaría que la atrapara? Las luces se fueron y sólo quedaron las intenciones a la vista. Había ingresado a la casa apenas minutos antes y había alcanzado a vislumbrar algo de él mientras entraban en la habitación. Mucho mejor que la fama que lo precedía, bastante mejor si sólo nos remitimos a los hechos que sus ojos acababan de entregarle, sus retinas habían quedado ahora marcadas a fuego, ya no había vuelta atrás, condenada a seguir adelante… pero, ¿podría el placer considerarse una condena?

Cerró los ojos apenas al sentir un susurro en su oído, no lo vio al moverse pero parecía haber aparecido de la nada, un leve gemido falso de sorpresa salió de sus labios, eso era probablemente lo que él estaba esperando. Otra sonrisa sensual regalada y le entregó la capa que la cubría, ahora su cuello y parte de su espalda hacían su aparición gracias a un moño recogido que mantenía cada cabello en su lugar. Su presentación era perfecta para aquel hombre que parecía merecerlo todo. Giró un poco la cabeza para intentar encontrar sus ojos, aunque eso la haría también estar más cerca de su boca.

-Debo decir lo mismo señor… - hizo énfasis en la última palabra mientras una leve referencia le hacía casi perder el equilibrio, bastante difícil era ya moverse sin poder ver mucho, más aún lo era enfundada en corsé y un largo vestido. ¿Qué era aquello que sentía? Parecía como si exudara masculinidad, un cuerpo que gritaba hombre en la voz más alta, el calor quería desaparecer de ella para formar parte de él. Era un robo y ni siquiera podía poner una denuncia, ¿alguien le creería si decía que aquel hombre le estaba robando además la concentración? Sólo lo había conocido por segundos, pero ya comenzaba a impacientarse por transformar eso en horas.

Varias piezas se comenzaban a juntar en su mente como un rompecabezas que calzaba perfectamente, ¿sería mejor ignorarlo para no crear expectativas? En cualquier otra ocasión dos opciones habrían sido posibles, comenzar a golpetear con su pie fingiendo molestia, demostrando la poca paciencia con la que había nacido, queriendo dar la vuelta y salir sin mirar atrás, la otra girarse y comenzar a arrancar su ropa con uñas y dientes, dejarlo desnuda y tirarlo al piso, encender sólo una vela cerca de ellos para que la luz jugara a construir sombras. Descubrir su cuerpo con el tacto y los labios, usar de colchón la fría piedra que ahora sólo cobijaba sus pies… pero, después de todo, esa idea aún no era descartada ¿verdad?

No era necesario saber su nombre, no era necesario preguntarlo tampoco, de sus labios sólo saldrían gemidos y jadeos, respiraciones entrecortadas y quizás algunas indicaciones, nada más, porque muchas veces las palabras sobraban, especialmente cuando parecían querer romper el momento que tanto había costado armar, - ¿Ha sido Monsieur quién ha requerido mis servicios esta noche? – falsa, tan falsa como el sol intentando calentar su rostro en invierno, la voz queriendo lucir como la de alguien que pretendía ser dominada, estar bajo las ordenes de quien lo solicitara, una actriz, quizás la mejor, porque infundía en cada nota salida de su garganta una intención, parecer, pero no ser, insinuar que es una puta y actuar como si fuera una niña.

((Sorry por la demora Wink ))
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Mensaje por Tarik Pattakie Dom Oct 17, 2010 2:29 am


El malhumor se disipó tan pronto como se embriagó de aquél delicioso olor que representaba la mujer ante él. Sus caninos se habían extendido por completo, buscando rozar su piel mientras su aliento caía sobre aquél perfecto cuello. Cada palabra que Lady Delacroix pronunciaba, era una caricia que iba directamente hacia la ingle del vampiro, quien totalmente concentrado en el suculento latir de su corazón, dejó la capa sobre el perchero que se encontraba a un lado de ellos, o al menos, ese fue su objetivo; no estaba seguro de haberlo logrado al estar observando el cambio que se producía en el busto de la dama ante cada respiración. ¡Maldita sea! Podía tomarla ahí mismo, después de todo sería suya por esta noche. La compasión no era uno de sus atributos. La mujer atada era la prueba...

- ¿Señor? Aquélla palabra había provocado un chasquido de su lengua contra sus incisivos. Odiaba ese término. Nada se comparaba con escuchar su nombre de labios de una atractiva dama, especialmente en el éxtasis. - Lucern. Susurró una vez más. ¿Por qué se molestaba en seducirle? Podría simplemente aliviar el dolor que provocaba su erección sin importarle el placer de ella, pero había sido aquél jadeo fingido el que había tomado las riendas. Animal o demonio. No existía diferencia alguna. Las yemas de sus dedos se deslizaron sobre el dorso de su mano, subiendo suavemente hasta hacer una pequeña presión sobre su muñeca, sintiendo su pulso… Sería interesante experimentar cuánto potencial existía bajo la personalidad que guardaba. ¿Quizás una fiera? Sin duda, Lady Delacroix estaría abierta a nuevas experiencias… experiencias que, sin duda, serían placenteras.

- Prefiero que hagas uso de mi nombre. Ahora que se detenía a pensar un segundo, la sangre que había tomado de su prisionera no había sido suficiente. Una pequeña mentira que atribuía al deseo que despertaba su nueva acompañante. Era su sangre la que quería recorriendo su paladar… su piel… su… La pregunta lo sacó de su ensimismamiento. ¿Servicios? En mas de un sentido. Era un canalla dispuesto a tomarlo todo. - ¿Lo soy? No pretendía responder, pero las reacciones de Lady Delacroix estaban resultando ser su hobbie. Cada vez que hablaba, su aliento creaba un ambiente tentador en aquélla mansión tan fría y solitaria. Los labios de la dama eran la manzana prohibida que deseaba morder. ¿Una vez que la probara podría detenerse?

- ¿Siempre hace lo que sus clientes exigen? Porque no espero que fingas. Su mano vagaba ahora por su columna. Le quería desnuda ante él. Dejarse vencer por la piel tersa y suave que su lengua moldearía. Escuchar el timbre de su voz al finalizar su orgasmo. Sentir el calor de la humana sobre su cuerpo frío. ¡O sí! Lucern sería el verdugo que le llevaría a la locura. Le enseñaría que no era un cliente como los que acostumbraba tener. La mirada del vampiro penetró sus intensos ojos. - Desnúdate para mí, Claire. La paciencia no era una virtud. Era una desgracia para aquéllos que hacían alarde de ello.
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Mensaje por Claire Quartermane Lun Oct 18, 2010 3:48 pm

Todo aquello estaba lleno de riesgos, todo aquello le llamaba aún más la atención, casi como si la excitara el tener una afilada daga rozándole el cuello. Dio un pequeño y falso saltito al escuchar el chasquido de su lengua, seguía con aquel juego de parecer una niña asustada e indefensa, porque eso era, nada más que un juego. Se le ocurrían muchas y mejores ideas sobre que podría hacer con aquella lengua, pero era mejor esperar, al menos en eso, era mejor aguardar a conocer sus pasos, no caminar sobre terrenos aún desconocidos, si no que intentar descifrarlo, descubrir, explorar, usando todo lo que estuviera a su alcance, y lo que no también, y en todos los lugares posibles.

-Lucern… Lucern, te llamaré. – ya nada más de usted, el atrevimiento se hacía presente, estaban tan cerca pero seguían susurrando, seguía fingiendo y seguía arrastrando las palabras, eran serpientes que salían de sus labios, podían llegar a ser igual de venenosas, letales, dañinas. – Estoy aquí para hacer lo que prefieras ¿no? – más desafiantes que antes, más atrevidas, sin importar consecuencias, dejando escapar respiraciones sonoras como si estuviera recordándole que estaba allí, tan a la mano y tan inalcanzable. Otra estatua de hielo derritiéndose con cada toque. ¿Desde cuándo el frío es capaz de deshacer el frío?

Levantó la barbilla y se giró, encontró sus ojos y encontró sus labios, los probó sólo con el pensamiento, más no aún con su propia boca, los susurros seguían y ellos estaban aún más cerca, sin pestañar siquiera, - Jamás hago lo que mis clientes exigen, aunque ellos lo crean así. – mantuvo la boca un poco entreabierta, sólo como si dejara el espacio para justo y adecuado para respirar, como si hasta hacer aquello le produjera un esfuerzo considerable. Sus ojos parecían danzar en un ritmo que hasta ese día no habían conocido, ¿a quién intentaba engañar? ¡Qué buena actriz era!

Comenzó a soltar uno a uno los botones de su vestido, sin separar la vista y sin reflejar ningún tipo de emoción en su rostro, sólo como un ser inerte siguiendo indicaciones, dejando finalmente que todo aquel peso de tela cayera al piso y se enredara a sus pies. Ahora sólo la cubría un corsé y más tela, encajes, negros, carmesí como sus labios, todos se conjugaban para hacer más molesto el camino a su encuentro. ¿Por qué la ropa creía tener el derecho a tapar toda su perfección? Es desnuda como él la quería y es desnuda como lucía mejor, desnuda sólo con la luz jugando con sus contornos, desnuda, como jamás estaría su alma.

Ahora era turno de las amarras, soltarlas parecía más fácil que querer no besarlo, desatar los nudos no era tan complicado como resistir la tentación de seguir jugando, él pedía verdad y ella comenzaría a dársela. Ella, la que vendía mentiras a un muy alto precio, ella, la puta, ella la que no podía ser llamada cortesana porque no poseía ni un ápice de cortesía. – Quítame el resto de lo que queda, desnúdame tú con tus manos y dientes, hazlo.- ahora era ella la que daba ordenes, era ella la que exigía cosas, era ella la que intentaba dar vuelta los roles y pedir, pedir, pedir, esperar a que sus intenciones sean claras y sus plegarias oídas.
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Mensaje por Tarik Pattakie Dom Oct 24, 2010 11:01 pm

Lucern tenía que admitir que su nombre se escuchaba como un suave ronroneo de labios de Claire. La idea de llevarle hasta la cima para oírle decir su nombre con notas musicales llenas de placer, se apoderó de él tanto como el hambre voraz que se abría paso desde su pecho. Olvidémonos del deseo de sangre. El deseo residía en probar el néctar… su néctar… de los labios íntimos de su mujer esta noche. – Claire… Claire. El sabor que dejaba en la punta de su lengua era desquiciante. - Aunque disfruto de la emoción tan… sutil que me demuestras. Una sonrisa. Una malvada sonrisa que la humana no podía ver en aquélla asfixiante obscuridad en la que él se regodeaba. – Me orillas a tomar medidas para evitar que finjas. Pasión, locura, posesión, ¿dolor? Sin darle importancia a una respuesta que jamás llegaría, el vampiro cerró su mano sobre el cuello de la humana, a sabiendas de la rojez que le ocasionaría, apretando tan fuerte y suavemente a la vez. Sus labios, esos malditos labios que le provocaban una tortura infernal… podría tocarlos con su lengua... devorarlos hasta que su aliento fuese sustituido por el de él. ¿Por qué no hacerlo? Al finalizar la noche, Claire Delacroix llevaría la imborrable marca de Lucern Ralph.

Los roces de tela que se producían ante un breve movimiento, era el único sonido que se mezclaba con el danzante palpitar de un corazón desbocado. ¿Un colibrí intentando escapar de su jaula? Buscando una libertad que llegaría, pero no exactamente como había pensado. ¿Conocía sobre la existencia de vampiros? ¿Seres inmortales que entraban por la ventana para drenar humanos en un irrefrenable deseo del elixir de la vida? Estúpidas historias que se contaban para hacer dormir a los críos. Tontas historias que, en el fondo, escondían una verdad a medias… ¡Cuánta diversión habría cuando ella lo descubriera! Las cosas que le obligaría a llevar a cabo. Un botón… Dos botones… Era fácil desconcentrar al vampiro cuando la ropa comenzaba a desaparecer. Tres botones… ¿Cuántos más faltaban? – Umm. He descubierto que mi color favorito es el negro. El corsé se ceñía perfectamente a su cuerpo. Sus senos aprisionados en aquélla prenda, parecían gritar a los cuatro vientos por ayuda. Un auxilio al que Lucern acudiría. Lentamente, la lengua del vampiro se deslizó por su labio inferior. Saboreando. Siempre saboreando. Sí. Se estaba hartando. - ¡Oh! ¿Ahora comienzas a darme órdenes?

Levantó una ceja. Aquél único movimiento, hubiese delatado su sorpresa de encontrarse alguna luz en la habitación. Pocas mujeres se habían atrevido a hacerlas, que estuviese “indefensa” y en total obscuridad decía mucho de su personalidad. Claire. Una mujer que, seguramente había visto el mundo a través de la prostitución. La diferencia que existía entre ella y la mujer atada a una puerta de su habitación, era tan contradictorio que, llevarle hasta su presencia y ver, disfrutar de sus reacciones motivaban a su excitación. Dar un paso más era imposible. No existía más espacio. Ella y él. Vampiro y humana. Claire era una mujer con suerte, pero claro, ser dotada con tan embriagante belleza tendría sus ventajas. – Dilo, Claire. Sus caninos jugaban con las comisuras de sus labios. – Di que me deseas. El rostro de Lucern se posicionó en el cuello de la mujer. Arañando como un maldito gato donde su yugular le llamaba. Lamiendo como un perro a su dueño. Bajando y subiendo. Sus manos jugaban con sus senos, cerrándose sobre ellos, abarcando todo a su paso, acariciando, estrujando… Descendiendo hasta llegar a su vientre. – Ábrete para mí. Su voz sensual, llena de un titánico deseo le hablaba al oído. - ¿Húmeda por mí, Claire? Una abierta sonrisa apareció en los labios del vampiro al comprobar que sobre aquélla prenda se producía el delicioso perfume a mujer…

OFF: Perdón por la demora. Examenes ):
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Mensaje por Claire Quartermane Vie Oct 29, 2010 11:27 am

Un gemido, que más bien parecía la mimesis de lo que más adelante vendría, salió de su boca entreabierta. Ella, esperaba no tener que fingir esta vez el orgasmo, que este hombre, aunque parecía más bien de otra especie, le otorgara varias veces el placer suficiente para gritar hasta que su garganta se desgarrara en pequeñas tiritas. Todo el espectáculo que tenía montado para recibirla ya la estaba sacando de la rutina en la cual no quería verse envuelta. Era como una viuda negra que la encerraría en su telaraña para luego devorársela, sólo que esperaba no llegar jamás a ese punto.

Aquel mínimo sonido fue lo único que salió de sus labios cuando los dedos se cerraron en su garganta, no era miedo, no era temor, era excitación, porque su sólo contacto cercano y cargado de frío la hacía sentir impaciente, aún más, con las terminaciones nerviosas gritando su nombre, con esa piel ahora descubierta llena de lugares que querían ser mordidos y besados, explorados no sólo con las manos, con lo que fuera, porque el juego previo le gustaba pero más le atraía saber como terminaría todo, además de volver a repetirlo hasta que las fuerzas se les fueran ambos.

Mojó su labio apenas sintió la lengua de él, quería mantener lo más posible ese sabor en su boca, almacenarlo como un anticipo de lo que ya vendría, del plato principal que ahora la usaba de juguete, ella sabía que su piel era un dulce para los hombres, era una tentación hecha mujer, - Me pides que no finja… ¿y ahora quieres que mienta? – ella si lo deseaba, pero era aquella actitud desafiante la que siempre le traía buenos resultados, otro gemido sólo para indicarle que hacía lo correcto, ¿por qué aún no la desnudaba? Estaba dispuesta a que la tomara ahí mismo, en el piso, en la pared… después de todo para eso le pagaban ¿no?

La espalda arqueada sólo para que él tuviera más acceso a ella, para que Lucern supiera que todo cuanto estaba al frente era parte del paquete que incluía una noche con ella, - Pensé que había quedado claro quien era la que daba las órdenes acá… - buscar su labios para morderlo pero la falta de luz sólo le permitía conocer sus movimientos por otros sentidos que no eran la vista, eran sensaciones conocidas, un roce diferente pero a la vez familiar, - vampire…- susurró en su francés natal y una nota de satisfacción tiñó su voz al ver que su capacidad para identificarlo seguía tan buena como antes, era por eso que este hombre le atraía aún más, era por su debilidad por estos seres desconocidos.

Era ella ahora quién sonreía, como si hubiese ganado una pequeña batalla en esta guerra, pero, ¿qué clase de disputa era esta? Existía demasiada confraternización con el enemigo. Ambos representando un papel, tan falso como la seriedad del amante que en un presagio suspende su vida ante el instante que huye. –Error, húmeda para ti, ¿no es eso lo que quieres? – seguir con el desafío, como una cuerda que tira y afloja, tirar el anzuelo para que caiga, para mantenerlo a raya y al mismo tiempo pensar que en cualquier minuto se revelará, -Lucern, Lucern…somos más parecidos de lo que crees…-

((Parece que ahora tendré un poquito más de tiempo ^^))
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Mensaje por Tarik Pattakie Lun Nov 01, 2010 11:11 pm

- Mentirosa, gruñó excitado, desbordando y resaltando la pasión al restregar su erección sobre los glúteos de su dama. Se perdería dentro de ellos como un niño que no sabe nadar en medio del mar. - Es tu néctar el que me intoxica… la salvación que mi garganta proclama. Su lengua jugaba con su oreja, introduciéndose, recorriendo la curva para después mordisquear su lóbulo derecho. Palabras sucias que Claire hacía brotar de sus labios… Dando un paso atrás, se deshizo de la única prenda que le vestía y hacía de barrera. Era erótico verle con el corsé negro, pero al final de cuentas, un estorbo era un estorbo. - ¡Maldición! Un cuerpo de diosa que la obscuridad cubría con su manto. Celoso de ésta, Lucern retomó su posición tras ella, sería él quien le abrasaría y acorralaría… - La manzana prohibida que osaré morder a mi antojo. Su mano jugaba al final de su vientre, acariciando la suavidad que encontraba, llegando hasta el borde para después subir de nuevo, tanteando el territorio que su boca marcaría con besos furtivos y llenos de fuego. La arcada de Claire, solo provocó que su miembro se apretara con más firmeza tras ella. Insoportable. Estaba tan caliente y duro que le invadía la necesidad de introducirse en la suavidad de su cavidad inmediatamente.

– Tienes una sonrisa que hipnotiza. Un tirón en su ingle ante la sorpresa que, si bien no le resultaba tan fresca, era la confirmación de lo que sus oídos deseaban escuchar. No se contendría. Jamás lo hacía. Claire le daba carta blanca. No era que lo necesitara, Lucern siempre tomaba… - Agresiva, mentirosa y sedienta por lo que mi boca y mi cuerpo están dispuestos a ofrecer sin importar el precio. Con ayuda de su rodilla, el conde separó las piernas de Claire, llevando las yemas de sus dedos hasta sus labios exteriores, acariciando los bordes como había hecho segundos antes con los labios de su boca, esparciendo las gotas que se formaban y deslizaban precipitadamente a su encuentro. Lenta y suavemente, repitió el proceso un par de veces… Su cuerpo se movía, fingiendo el vaivén que se llevaría a cabo una vez desapareciera toda la ropa aún presente entre ellos… Su erección golpeaba sobre la piel desnuda de sus glúteos para después deslizarse morbosamente sobre éstos. - Cuando pienses en mí, no será como otro vampiro más. Es mi nombre el que te grabaré una y otra, y otra vez en tus labios, en tu mente y en... Cada vez que hacía referencia a cada una de éstas palabras, sus manos las afirmaba...

– Error. Se burló, haciendo uso de las palabras que había puesto en su boca. ¿Para mí? ¿Cómo podía gustarle y no gustarle la provocación de ésta mujer? – Tu cuerpo no miente. Si te toco así… Su sonrisa se extendió ante la invasión de dos de sus dedos dentro de tan húmeda cavidad. - ¡Ardiente! El deleite y goce era puro, la forma en que se sus paredes se amoldaban al contorno de sus dedos. – Parecidos… Hablaba conforme se deslizaba fuera y dentro de ella. - ¿En qué, Claire? Su nariz acariciaba su cuello, oliendo el perfume que desprendía su piel. – ¿Al no esconder el placer que sentimos al compartir nuestro cuerpo? El ritmo aumentaba con cada segundo que su respiración se agitaba mientras el vampiro era atacado por una sed mortal que amenazaba con perforar la yugular de la mujer entre sus brazos. – Me deseas, Claire. Tanto como mi cuerpo implora la liberación que solo tú me darás esta noche.
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Mensaje por Claire Quartermane Jue Nov 11, 2010 11:39 pm

Quería gritar, pero la voz no le salía, quería rogar pero sus pensamientos parecían no querer conectarse. ¿Para qué pedirle que se detenga si en realidad deseaba todo lo contrario? Se negaba a ser dominada de cualquier forma, incluso cuando se suponía que así debía ser, porque es ella siempre la que manda, ella es siempre la que dice que hacer… al menos eso siempre había querido creer. Si no existiera un pequeño rastro de luz proveniente de quien sabe donde, sus ojos ya se habrían acostumbrado a la oscuridad, pero quizás él quería mantenerla aún más controlada, y ella se dejaría llevar por ese juego, claro, si para eso había lanzado tantas carnadas, todas las provocaciones, para que él se pescara del anzuelo, tal como lo había hecho, cayendo en la red que había tendido momentos antes, aunque pareciera lo contrario.

-Hablas mucho, cuando podrías estar haciendo cosas mejores con esa lengua.- la voz le salía casi cortada, ¿cómo era posible que pudiera mantenerse en pie cuando sentía las piernas fallarle? Comenzó a reír cuando sintió que sus extremidades ya no estaban dormidas, ahora volvía, de a poco a tener el control de si misma, - ¿Olvidas que soy una puta? ¿Qué los hombres más ricos de París han disfrutado de este cuerpo? ¿Qué eres un vampiro más de los muchos que han visitado mi cama? – sabía que él no era como cualquier otro, pero eso no tenía por qué revelárselo, él no debía conocer todos los secretos de la prostituta que había contratado. – Deja de recordarme lo fantástica que soy, ya pagaste por mi servicio, no necesitas elogiarme tanto…- intentó que el no notara como la sonrisa de satisfacción llenaba sus labios, pero sus palabras eran tan falsas como sus intentos por hacer que él nada le hacía sentir.

Mordió su labio tan fuerte que sangre comenzó a brotar, lo hacía casi al mismo ritmo con que él movía sus dedos, los músculos de su abdomen se contraían involuntariamente, no podía dejar de pensar en que si así era con las manos, ¿cómo sería…? – Estás peor que yo, pero aún así eres como un animal que juego antes con su comida, crees que este cuello será tuyo pero sabes que es la vena entre mis piernas la que te llenará más, ¿ves marcas en alguna parte? Están todas ahí, porque no eres el primero y no serás el último que bebe de mis labios…- estiró su mano hacia atrás para buscar el borde de su pantalón e introducir los dedos sin tocar nada,- y cuando digo labios… no me refiero a mi boca…- gemidos involuntarios salían, y ella volvía a castigarse internamente por no ser capaz de actuar más, tenía que lograrlo, porque por mucho que ese vampiro estuviera destrozándole las terminaciones nerviosas, ella era la puta.

Metió más los dedos para sentir como la fría piel de Lucern parecía absorber todo el calor que ella desprendía, ¡cuánto amaba eso de los vampiros! Ellos eran el agua en el desierto intenso que siempre era su cuerpo. - ¿Seguro que te deseo? Finjo, lo sabes…- quería ponerlo más al límite, provocarlo aún más si era posible, - ¡Grítame! Hazlo si crees que es necesario... De todas formas este amanecer será contigo, el infierno seguirá siendo tu nombre y yo seguiré quemando mi boca al decirlo… convéncete a ti mismo que gimo por lo que haces y que es real, créelo, porque de mí, nunca vas a escucharlo.- más jadeos porque de verdad comenzaba a marearse, deseó introducir más su mano para que él pudiera vivir en carne propia el padecimiento que le hacía sentir, pero ¿era aquello sufrir? Al contrario, porque si lo era, ella se declaraba adicta al dolor.
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Mensaje por Tarik Pattakie Mar Nov 16, 2010 9:47 pm

Cada palabra, cada maldita palabra que sus labios expresaban eran un detonador para que Lucern perdiera el control. Lo sabía. El vampiro sabía cómo iba ese estúpido juego. Sabía donde estaba varado. Sabía que... ¡Maldición! Sabía que ella era diferente. Todo ese tiempo buscando una cortesana que ejerciera su profesión con tal... ¡¿devoción?! le habían hecho envolverse con humanas tímidas, siempre dispuestas a ceder sin demostrar un ápice de cordura por lo que su boca les pedía. ¡Maldita! Era ese tono en su voz, ese empeño en demostrar que sus caricias no le provocaban ninguna reacción y esos jadeos que regalaba al por menor, lo que le mantenía cegado de la excitación. Sí. Era una excitación que carcomía, que hacía doler su miembro que aún estaba tras toda esa tela pidiendo por un respiro, por el contacto de la piel sonrosada y risueña de la humana que se restregaba con su cuerpo sin descaro. Sus dedos aumentaban el ritmo, tan rápido como lo haría con su miembro, buscando escuchar un gemido, un quejido, un ronroneo, un grito... algo que sus labios expresaran el placer que sentía con tan solo ese pequeño roce. La facilidad con que se introducían había dejado de ser genuina, Claire estaba húmeda, sus dedos estaban deliciosamente mojados de su calidez, pegajosos... entrando y saliendo... tocando su punto G. – ¿Aún puedes hablar? Lucern apartó su nariz de la vena que palpitaba, llamándole e hipnotizándole, para obligarle a doblar su cabeza; de modo que la sangre que brotaba de sus labios, terminara sobre la punta de su lengua. La gota cayó como si se tratase de ácido, provocando un bramido que; estaba jodidamente seguro, resonó por cada habitación de aquél recinto.

Sus próximas palabras solo ocasionaron que Lucern mordiera sin pudor alguno, su labio; bañando su mandíbula, creando un sinfín de hilos rojos que se unían al final, como una cascada bajo su pecho. – Oh. Chasqueó la lengua sobre su labio, bebiendo, chupando como un maniático, dejando solo un rastro de la sangre que continuaba emanando. El vampiro le sostuvo con fuerza de su mejilla, sus ojos fijos en los de ella, esos cristalinos ojos que mantenían dentro de sí una historia que comenzaba a obsesionarse por oír. – Entiendo. Un atisbo de sonrisa apareció en su mueca torcida cuando sintió la calidez de su mano. – Quieres que te tome como un jodido animal. Lucern descansó su cabeza sobre su cabello, aspirándole con rabia. – Eso es lo que te gusta. Es así como te gusta que te jodan. Sus dedos se habían detenido, pero no habían abandonado tan confortable lugar. Lentamente, Lucern deslizó los dedos fuera de ella. Olían a ella, desprendían su aroma y... sabían a ella. – Mi puta. Su boca seguía prendada a su cabello. El conde no podía explicar la furia, la adrenalina, la falta de raciocinio que significa estar con ella. – Te gusta provocar y exigir para lograr tu objetivo. El vampiro dio un paso atrás, fundiéndose con las sombras...

El sonido de una copa, de una botella, de... no se tardó en escuchar. Mantenía ese aroma a hembra, impregnado en cada uno de sus poros. Su miembro creaba una carpa bajo el pantalón. Conforme se servía el vino, desprendió el botón y deslizo el cierre hacia abajo, sacando su miembro hirviendo. Lo acarició... Ella no podía verle, pero con tan solo frotar su mano desde la base, Lucern se vio en la necesidad de ahogar un gemido que le delatara con el trago que se preparaba. Sangre de la humana que su sirviente había recolectado como todos los días, una vez su amo despertaba. Le veía desnuda. Tan hermosa con ese porte y esa arrogancia. Podía escuchar sus respiraciones, Claire intentaba controlar ese latir morboso que resonaba desde su pecho para ¿qué? ¡Ese carácter! Era simple, Claire le gustaba. – Fingir. Resopló. No se había dado cuenta que divagaba en voz alta. Su mano continuaba masturbando su miembro. – Muéstrame, Claire. Mastúrbate y enséñame la diferencia entre fingir y sentir placer. La idea mandó otro tirón a su miembro. La sangre era bombeada con una intensidad que nublaba los sentidos. El olor al sexo de Claire creaba choques eléctricos en el aire. - ¿O eres incapaz de proporcionártelo? Lucern continuaba masajeándose, a la espera de los movimientos de la cortesana que, bien valía lo que cobraba.
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Mensaje por Claire Quartermane Lun Dic 27, 2010 10:20 am

No, no podía hacer lo que él quería. Si ella fuera de las que siguen los códigos, de las que obedecen no lo haría, pero bueno, ella siempre fue diferente, ella mandaba, ella elegía, ella gritaba y ella pagaba para tener lo que quisiera, ella ponía su propia tarifa, ella…Caminó en las sombras intentando usar una parte de su cabeza en encontrar un camino que la dejara cerca de él y otra en intentar darle en el gusto sin dejar de ser ella… Su ego, más grande incluso que el de cualquiera de sus clientes y a la vez, necesitado de ser alimentado por ellos mismos. Lucern hacía todo eso, le daba justo lo que pedía, las palabras que salían de su boca eran las que ella esperaba, las que había querido oír desde siempre, alguien que la retara, que descubriera y comprendiera como jugar a eso que ella armaba, eso tan estudiado.

-¿Intentas descifrarme? Soy tu puta, lo soy mientras dura lo que pagas, después soy de todos, de muchos más, puedes sentir las cicatrices que han dejado otros colmillos entre mis piernas, no creas… jamás, que eres el primero en algo que hagas… eres como otros, uno más, sólo eso, no te creas especial…- le dio la espalda, porque si no podía verlo de frente era ilógico intentar conocer que cambios tendría su rostro con aquellas provocaciones, ambos lo hacían, y ella sólo caería si él también. Como una ciega usaba sus manos para ir descubriendo los elementos que la rodeaban, seguía desnuda y era así como más le gustaba estar, sentirse observada y deseada. ¿Era acaso la puta con el autoestima más bajo de todas?

-El animal acá eres tú y pagas para joderme, entonces si, quiero que me jodan como a un animal, quiero que me joda un animal, te quiero a ti… a ti dentro de mí…- Se detuvo porque se había cansado de estar recorriendo a oscuras, su petición se repetía en su cabeza mil veces mientras encontraba el borde del sofá en el cual prontamente se sentaría, con las piernas abiertas y con sus manos jugueteando en sus muslos, como si en cualquier minuto pudiera comenzar con el espectáculo que él estaba esperando. -¿Esa es tu forma de decirme que hacer? Sabes que para eso estoy aquí, me masturbaré si eso te excita, ¿quieres eso? ¿Te gustaría que hiciera eso verdad? – podía sentir que su propia excitación estaba en un límite que casi hacía que fuera algo visible, palpable, el sólo movimiento de su dedo llegando casi al borde de su centro la delató dejando que un gemido osado saliera de sus labios. Ella lo deseaba, casi tanto como él, ella sentía placer sabiendo que él miraba y conociendo el poder que tenía sobre una criatura que se suponía debía ser superior.

-Prende una vela… si quieres que lo haga, ponte frente a mí y deja que ilumine tu rostro, quiero ver como aprietas los dientes cuando te des cuenta que puedo correrme sin necesidad de tener a un hombre, una mujer o un animal como tú tocándome… quiero que pienses que lo hago por ti, que tendré tu imagen en mi mente, quiero que sientas como mi sangre parece hervir dentro de mis venas… - se dejó caer con suavidad sobre el sillón como si siempre hubiese conocido su ubicación y abrió sus piernas, una risa salida de alguna parte de su pecho llenó el aire que comenzaba a ponerse tenso como cuando una larga espera no quiere llegar a su fin. Jugueteó con la humedad que seguía señalando cuan ansiosa estaba mientras esperaba a que sus ordenes fuera cumplidas, ¿quién se creía ella? ¿Era acaso la reina de algún lugar o la dueña de algo? No era más que una asquerosa puta que sabía hacer bien su trabajo, o más que bien quizás, pero no más que la niña que a los 14 años había aprendido a cerrar los ojos y dejar que unos viejos la follaran a cambio de unas monedas, sólo para ganar experiencia y sólo para escalar rápido, quizás demasiado, hasta llegar a ser capaz de rechazar clientes si lo deseaba.

Se había auto convencido que podía hacer lo que quisiera, que nadie tenía poder sobre ella, ni siquiera los que cada vez pagaban tarifas más altas para que la cortesana, escondiendo la cara de aburrimiento que solía tener, les diera algo de lo que solicitaban. Estaba sentada en el borde del sofá, no dejando que su espalda tocara algo de la tela que cubría aquel mueble, mientras las manos subían y bajaban por sus piernas como si siguieran el ritmo de alguna canción que tarareaba en su mente, no podía, pero porque no tenía la intención tampoco de controlar los jadeos que dejaba salir, ¿para qué? Si ella quería que supiera que no haría nada hasta no poder ver su cara, conocer sus ojos para jamás olvidarlos, para recordarlos cada vez que se masturbara cuando ningún cliente fuera capaz de otorgarle lo que sus dedos si podían. – Mi paciencia tiene límites… Lucern…- susurró jugando al final con su nombre, mientras su lengua se movía lentamente al pronunciar la palabra con que él era llamado, la voz apenas le salía, pero las risas volvían cada tanto, como si todo esto no fuera nada más que un chiste para ella, - Lucern…- volvió a repetir dentro de un gemido que se asemejaba a como sería cuando él la hiciera llegar al clímax, si lo lograba hacerlo, claro…
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Mensaje por Tarik Pattakie Dom Ene 02, 2011 8:40 pm

Claire, Claire... Lucern pronunció el nombre con desdén. Un desdén que le provocaba el saber que sus órdenes no se llevaban a cabo. Su palabra era la ley y él se encargaría de demostrarle a la mujer que, bien podía tomar de ella lo que quería y lo que quería, ¡demonios! era a ella. Te equivocas conmigo. Desde que cruzaste la puerta y te presentaste ante mí, sabías cómo terminaría nuestro encuentro. Yo embistiendo y tú actuando como una marioneta si así es tu deseo... Los movimientos que hacía sobre su erección solo propagaban el maldito fuego. ¿Crees que me importa tu placer? El vampiro no mentía. Nunca se preocupaba por el placer de sus concubinas. No necesitaba enterarse de si estaban disfrutando. Lo único que le importaba era que se humedecieran y eso, era sencillo lograrlo. Se resistieran o no, el encontraba placer tomándoles a la fuerza. Todo lo que necesitaba era una mujer en la cual perderse durante horas. No me importa si soy el primero o el último que ultraje tu cuerpo. No eres ni serás la última puta con la que me acueste. Así que, podemos dejar a un lado esas tontas trivialidades. Solo recuerda... No estamos jugando a tu juego. El conde no haría gala de paciencia. Era imposible hacer gala de algo que no poseía y paciencia, ¿qué era cuando se trataba de Lucern? Uno más, uno menos. No existe diferencia entonces. Molesto, así se encontraba ahora. Molesto por sus provocaciones, molesto por desearle de esa manera tan... aberrante. La botella de vino con la sangre de la última virgen que había pisado sus dominios se había terminado por completo, lo poco que quedaba de ese líquido, Lucern lo estaba bebiendo. Un bramido de satisfacción surgió desde su pecho, raspando su garganta mientras saboreaba ese momento. Su mirada estudiaba el cuerpo desnudo de la dama. La delicia... la fruta que mordería hasta que ya no deseara más... la sangre que tomaría hasta que su apetito carnal y voraz, se diera por servido...

El empalagoso aroma de Claire se encontraba ahora acunando su miembro. Pocas cosas eran del agrado de Lucern. Desafortunadamente, eran muchas las que entraban en la otra categoría. Que le dijeran que hacer, que le provocaran con palabras, que fingieran desinterés cuando podía percibirlo, era... Bueno, digamos que el infierno se congelaría primero antes de que él pudiese solo aceptar que ella ganaba ese reto. No. Él no estaba ahí para conquistarle, ella estaba para servirle como su puta, como su acompañante, como a él se le antojara. El conde dejó de masturbarse y no se molestó en ocultar la rigidez de su miembro tras la tela, era imposible, un maldito roce ya le hacía perder los estribos. El aire en esa habitación no existía. Las ventanas se encontraban cerradas, su olor era todo lo que llegaba... Las cortinas cubrían la zona bosqueja, ninguna luz entraba... Ningún sonido excepto la respiración entrecortada de Claire y las palabras que entre ellos chisporroteaban. Ella provocaba, él contestaba... él exigía, ella decidía ocultar lo que sentía... Sus jadeos solo era el complemento para lo que le vendía, lo que quería... Una petición que Lucern fácilmente pudo complacer, pero que se negó rotundamente a hacer. Si cedía ahora, ella pediría otra cosa; era fácil imaginar hacia dónde se dirigirían... La mente del vampiro luchaba contra ese frenético deseo de callar sus palabras pero eso solo sería aceptar su derrota. Las venas que se remarcaban en su miembro exigían ser acobijadas por su boca. Él... Dio un paso... Sigiloso, era fácil para un vampiro serlo; los oídos de la humana no podían haberle escuchado.

Sus fosas nasales reconocían el néctar que desprendía su cuerpo. Esa humedad en la que sus dedos se habían bañado... la prueba de que estaba lista... No. Una simple palabra, pero poderosa... Las reglas son mías. ¿Has olvidado cuál es tu lugar aquí? Cada palabra amarga ocultaba el deseo del conde. Pero es que le tendría... Ella no tenía escapatoria... Puedes jugar a ser la víctima o jugar a que disfrutas. No existe otra opción. El medio no importa cuando el resultado será el mismo. La mujer que se encontraba atada en una de las habitaciones cerca de los aposentos del conde era la prueba de que él, siempre ganaba. Mastúrbate. Yo decidiré cuándo la oscuridad no me sirve. De lo contrario... El vampiro lo dejó a su imaginación. El sexo es delicioso siempre que sepas hacerlo y la luz es lo de menos. Y ahora, basta de palabras. Estoy excitado y quiero verte en acción. Lucern movió un poco uno de los sillones para dejarlo delante de donde se encontraba ella. No se molestó en ser silencioso. Ella sabría que él se encontraba ahí, tan cerca para formar parte si lo deseaba. No, Lucern no querría verle como la mujer que se encontraba atada sin poder hacer nada...
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Mensaje por Claire Quartermane Lun Ene 17, 2011 3:48 pm

Grosera, maleducada, violenta… apasionada, finalmente era sólo eso, pero eso conllevaba a las anteriores, la hacía ella, sin más, sin tapujos, ahora sin ropa, frente a él, perdiéndose en aquella voz hipnotizante que le exigía, que parecía creer que iba ganando el juego, ¿tan seguro se sentía del poder que creía tener? Repite mi nombre, puedes sentir como esto va a terminar, repite mi nombre para que quede grabado en tu mente, para que se lo digas a otra cuando desees que te haga lo que yo si puedo hacerte. Ella no tenía miedo y era quizás por eso que era tan solicitada, requerida, su temeridad era una de sus mayores virtudes. Otra risa salió de sus labios cuando descaradamente abrió más las piernas para jugar con su clítoris, dando un gemido cargado de algo mayor que la lujuria. Más risas mientras su cuerpo respondía a lo que sus dedos hacían, por segundo olvidó que alguien, un vampiro la observaba.

¿Tan grande es tu ego y tan chico tu cerebro? No, no podía gritarle eso, pero sí podía marcar esto como otra partida ganada, una batalla de la guerra que él ya había declarado. ¿Cuántos años tendría Lucern? Daba igual, al parecer los hombres, vivos, no-muertos, adultos, viejos, jóvenes, todos reaccionaban de la misma forma a las provocaciones. El que había creado el cuerpo de Claire había olvidado poner una cuota de corazón y otra de buen juicio. Si él deseaba la podía matar en un par de segundos, ella lo sabía, y aún así seguía con el estúpido juego de no cumplir lo que pedía. Volvió a reír mientras cerraba las piernas y se ponía de pie, ¿dónde estaba la puerta de entrada? Intentaría llegar a ella, sólo intentaría, porque sabía que él no la dejaría salir tan fácilmente, él ya había pagado la mitad del precio acordado, tal como ella exigía al hacer cualquier trabajo, las condiciones, esas se trataban en el curso de la noche, o tarde o mañana, a la hora que fuera necesario.

-Para mi sólo hay una forma de hacer las cosas, a mi manera… - tanteaba con las manos buscando el camino que la sacaría de aquel lugar,- Si quieres aceptas las condiciones y créeme, jamás me olvidarás, - chocó con algo que parecía un mueble y siguió con su recorrido, - si no, esto terminará de una manera que no te gustará, - sonrió al encontrar la manija de la puerta, - de todas formas no podrás sacarme de tu cabeza, la decisión está en tus manos…- abrió el pesado elemento que la separaba del exterior, dejó que el viento despeinara su cabello y notó como el frío recorría toda su piel. Respiró profundamente y esperó a que Lucern llegara a su lado, una nueva idea comenzaba a rondarla, amenazando con hacer que se volviera loca antes de querer abandonarla. ¿Acaso caminaría desnuda hasta el burdel? El coche no la recogería hasta dentro de unas horas y su ropa seguía tirada en el piso apenas unos pasos tras ella. Él quería verla en acción y esa era ella, la caprichosa, la que podía fácilmente demostrar sus 19 años si era necesario, si no lo era lo haría igual.

-Mi lugar es ser la puta, - dijo recordando palabras que él le había dicho momentos antes, - una puta que disfruta siendo el centro del espectáculo, una que espera poder encontrar entre el público a su siguiente cliente, - abrió los brazos y casi esperó que él le desgarrara la garganta en cualquier minuto, ni la muerte podía hacerla sentir mal esa noche, - ¿te gustaría tener público Lucern? – se giró imaginando que él estaría en algún lugar tras ella, aún seguían en las sombras, y la luz de la luna no parecía querer entrar a aquella mansión. Jugó con los dedos en la piedra de la fachada, el contorno de su cuerpo creaba una sombra que si se encontraba al interior de la casa.- Fóllame acá, afuera, donde alguien pueda encontrarnos, vernos… ¿te atreves? No quiero suavidad, quiero que seas salvaje, quiero que dejes mi cuerpo casi inutilizable, dáñame si lo prefieres, pero quiero sentir como la piedra golpea mi espalda mientras me embistes… - la humedad era el más claro signo de que la idea la excitaba incluso más que cualquier otra cosa.

Una imagen de su propia sangre bañando la entrada de aquel terreno la obligó a llevar sus dedos hasta el interior de sus muslos, necesitaba saciar el deseo que la estaba atormentando. Su piel convertida en un mapa de marcas, pequeños y otros no tanto, orificios que eran la referencia del lugar donde le gustaría que él mordiera. Era una enferma, una maldita puta enferma mental, con una extraña fascinación por atender vampiros, porque adoraba la libertad que sentía junto a ellos y al mismo tiempo sentirse al borde de un acantilado, tan cerca de la muerte que sólo bastaba un leve soplido para caer al vacío. Sus sábanas se habían teñido de rojo tantas veces que había pensado seriamente en comprar unas de ese color para no tener que mandar a que sacaran las manchas. Él sabría como seguir las pautas que ella le daba, era capaz de rogarle si era necesario, lo quería, dentro de ella, fuera de la casa. Su piel estaba en llamas y ella seguía jugando con sus dedos que ahora se llenaban de aquel líquido que prefería ver en la lengua de Lucern. Se había rendido… haría lo que él le pidiera si tan sólo seguía aquella loca idea… o casi, la obstinación no desaparece de un momento para otro.
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Mensaje por Tarik Pattakie Miér Feb 16, 2011 1:02 am


Harto. Esa palabra tan común ni siquiera describía el mar de ferocidad que envolvía al conde. No se trataba de ninguna ferocidad que implicara deseo. ¿Deseo? ¡Por supuesto que seguía sintiéndolo! Pero era tan sencillo hacerlo a un lado cuando se veía involucrado en éste tipo de situaciones en las que simplemente odiaba formar parte. Ella estaba jodidamente equivocada si imaginaba, por un maldito segundo, que tendría el control de la situación, de él sobre todo. La imagen de Claire atada mientras la luz de la Luna le bañaba a través del cristal en el techo, con la miel resbalando por sus muslos y el hambre llameando en su envolvente mirada, provocaron que Lucern se levantara con un ágil y rápido movimiento. El sillón impactó con sonora fuerza contra la pared tras él. El aire creaba un remolino a su alrededor, esas ráfagas invisibles que arrasaban con todo y con nada a la vez. La fuerza emanaba de cada músculo que conformaba su cuerpo y su mirada devoraba todo lo que se le atravesaba, exigiendo la atención de la única mujer en aquélla habitación. Al diablo los modales y el parafraseo. Claire parecía solo una niña que se divertía con el tipo equivocado. ¿Sumisión? Por supuesto que habría, pero del lado correcto. Conforme sus pies se movieron sobre la alfombra en dirección a la puerta, la idea de haber pasado la noche de forma diferente se movió entre las corrientes de un río que incrementaba con cada milisegundo transcurrido.

No se molestó en ofrecer respuestas. Aunque su mente trabajaba cada palabra que le decía, por cada vez que sus peticiones habían sido negadas, él... Bien... Digamos que Lucern tenía los ases bajo su manga. ¡Por Lucifer! Esa sonrisa diabólica que mostraba sus largos caninos, era solo la excitación que recorría su entrepierna ante lo que estaba demasiado, demasiado cerca. Fue tan fácil acercársele y atraparla contra la piedra de la puerta con un duro golpe. No le importaba si le perforaba los pulmones contra esas rigurosidades, todo lo que Lucern buscaba era mantenerle ahí lo suficiente como para que leyera a través de ese intenso color negro en sus ojos que no estaba disponible para jugar a su antojo. Esa cristalina mirada podía ahogar a cualquiera pero el vampiro no buscaba hacer uso de sus poderes para obtener lo que buscaba. No era el pirata siguiendo instrucciones de un mapa para hallar el tesoro en una isla. No existía un orden lógico si a Lucern concernía. Atrapó la muñeca de Claire, la misma que había hundido entre sus pliegues y la llevó hasta su nariz, aspirándole con extremo desenfreno, inhalando como un adicto e introduciéndolos finalmente en su boca. Mordió con fuerza, sus colmillos crearon pequeñas incisiones en las yemas de sus dedos, mezclando la sangre con su néctar, motivando a Lucern a continuar. No. Este momento iba alargarse. El vampiro iba a jugar hasta la saciedad y, sonrió con perverso regocijo, Claire diría su nombre desgarradoramente, con sus cuerdas vocales sangrando y sus labios entreabiertos... sedientos... por él... solo él.

- Seré salvaje, pero a mi manera Claire. Arrastró cada palabra sobre su mejilla hasta llegar a su lóbulo. – Te obligaré a correrte entre mis manos y cuando termine contigo, pasarán un par de días antes de que puedas salir por esta puerta. La Luna solo reflejaba la mitad del rostro del vampiro, era tan poca luminosidad que le daba el aire fantasmagórico a todo lo que estaba por suceder. Tras apartar los dedos que se encontraban ahora brillosos pero por su saliva, Lucern le tomó ambas muñecas con fuerza y le arrastró hacia adentro. La puerta se cerró casi de forma automática y, esta vez, cuando lo hizo, se aseguró de cerrar cuidadosamente. La oscuridad les volvió a envolver de forma inmediata. – Me gusta hacerlo con público. No te equivocas. La llevó por las escaleras, si protestó, Lucern no puso atención. Todo en lo que pensaba era en lo que le haría en aquélla habitación. Más oscuridad. Las velas daban la apariencia de extinguir sus llamas en cuanto él se acercaba. Entraron en la habitación contigua de sus aposentos. La mujer atada ante ellos era iluminaba por los rayos plata pero Lucern jamás desvió su mirada hacia ella, estaba concentrado por el muro que se extendía ante aquél donde ella forcejeaba. – Tendrás lo que has estado buscando. ¡Maldición! La iba a devorar, realmente lo iba a hacer, quería mas que sangre y miel. Ella había puesto esas imágenes que revolucionaban en su mente. Dañarla y penetrarla hasta que se bañara con su sangre era solo la primera que daba pautas a un sinfín de obscenidades. – No hay sitio a donde puedas ir. Al menos, solo existe uno. Señaló con su cabeza el sitio a dónde se tenía que dirigir...
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Mensaje por Claire Quartermane Jue Feb 24, 2011 11:15 pm

Risas, carcajadas, una burla involuntaria, ese maldito temperamento irónico y sarcástico que siempre la acompañaba. Había ganado la primera batalla de una guerra que aún no tenía fecha de término ni tampoco en este caso una estrategia válida para ganar. El vampiro insistía en tener el control, como si la superioridad de su raza no fuera suficiente. ¿Estaría acaso inseguro de si mismo? Difícil, pero el pequeño porcentaje de posibilidad hizo que creciera la curiosidad en Claire, siempre o casi siempre, cada vez que veía que algo diferente podía ser descubierto en algo o alguien, su interés aumentaba, como una niña con una nueva muñeca, queriendo sacarle el mayor provecho en el menor tiempo posible, exprimiendo al máximo el potencial de cada cosa. No era dolor lo que sintió cuando su espalda chocó contra la piedra. Era aún más deseo y Lucern lo sabía, se veían por primera vez y ya se conocían, eran más parecidos de lo que ellos mismos creían, incluso tan iguales que podrían predecir los actos del otro.

Sacó su lengua y descaradamente lamió el cuello del vampiro, saboreándolo, disfrutándolo, como si fuera un caramelo al que tuviera que sólo quitarle el envoltorio para poder devorarlo. Él intentaba domarla, como a un animal furioso y salvaje, como si ella estuviera haciendo todo eso contra su voluntad. Error, Claire amaba tanto como a si misma todos aquellos sórdidos juegos y ahora, con sus propios dedos en la boca de Lucern, sintiendo como la sangre emanaba de ellos, ahogó un grito que no cabía duda no era de dolor o miedo. Puta enferma. ¿Qué tendrían las mordidas de vampiros que hacían que ella las deseara cada vez más y más? Necesitaba esos colmillos en todas partes, desgarrando su piel si era posible, dejando marcas que la hicieran humedecerse sólo con el recuerdo de lo vivido, casi como si fuera ella quien tiene que volver a rogar por un nuevo encuentro.

-Tú idea de diversión es excitantemente parecida a la mía…- sonrió y la sonrisa se transformó en carcajada cuando sintió como el piso se movía bajo ella. Estaba segura que para él, matar humanos sería como matar pajaritos, no pretendía preguntarle cuantos llevaba hasta el momento, de seguro había perdido la cuenta hacía mucho. Mirando por el rabillo del ojo supo que no estaban solos, la silueta de una muchacha parecía atada a algo, otra tonta que deja mal parada a todas las mujeres, pensó mientras volvía a reír cuando él la dejaba actuar con libertad, otra vez el control en sus manos, por mucho que él intentara negarlo. Caminaba desnuda por terreno desconocido, ese lugar para otra sería como un campo minado, pero no para Claire, no para alguien que había conocido desde hace mucho lo que era relacionarse con gente como él.

Daba saltitos, tocaba las cosas, recorría con sus dedos como explorando todo, más juegos, la puta transformada en niña, pero fácilmente volviendo a ser la puta, esa que sin mucha demora encontró la cama y se subió a ella, deslizándose por todos lados como si quisiera dejar su marca grabada en esas suaves sábanas, - ¿Vamos a seguir jugando a las escondidas o finalmente me vas a encontrar? – sabía que él la podría ver donde fuera que estuviera, él no tenía las limitaciones que ella tenía, no era difícil seguirle el rastro, menos con tantas risas escapándosele de la boca. – Vamos Lucern… ven acá… ¿o me vas a dejar sola? ¿Quieres que mis manos hagan el trabajo que deberías estar haciendo tú? – Se tapó la boca como si hubiera dicho una mala palabra y se giró para quedar recostada boca abajo, apoyando el peso en sus codos y mirando hacia la dirección donde creía estaba poniendo el mentón bajo sus manos.

Se giró mirando ahora el techo o lo que fuera que estuviera en aquel cielo negro que sus ojos enfocaban y llevó una mano a sus labios, pero no precisamente a los de su boca, eran los otros los que le interesaban, era jugar con aquel líquido que bañaba la zona entre sus piernas lo que ahora concentraba su atención, sabía que él notaría cada cambio, notaría el aumento en la humedad, notaría incluso que los gemidos que ahora daba eran una provocación, incluso más falsos que sí misma, mintiendo, siempre mintiendo, porque para eso le pagaban, para actuar, fingir y para hacer a sus clientes felices. Él no es cualquier cliente y lo sabes. Alguna vez tendría que callar a esa voz en su cabeza, pero sabía que hoy no sería el día. Gritó y ahora fue porque sus dedos subieron un poco más, rozando su clítoris, ese que jamás fallaba y que siempre terminaba dándole satisfacciones, - Aún estoy esperando…- más risas, menos falsas, más gemidos, menos irreales. Ella realmente lo estaba deseando y estaba segura que él lo tenía más que claro.
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Mensaje por Tarik Pattakie Lun Abr 18, 2011 8:58 pm


La sedosa sábana color carmín era solo una maraña cerca de las almohadas. La mujer que había ocupado antes ese sitio había hecho uso de ésta para encerrarla en su puño en una “notable” hazaña por mitigar el dolor y escozor. Las heridas en los cuerpos de cortesanas nunca faltaban. A decir verdad, no existía una mujer que Lucern no hubiese marcado antes. No importaba si lo consentían, a él le encantaba marcarlas, dejar algo que tardaría en cicatrizar en la piel que había servido para su deleite y disfrute. Señas, moratones y mordidas nunca eran suficientes. Su perfume no era lo que las bañaba, era la sangre que incluso él derramaba. Sangre mortal e inmortal, una combinación, un derroche, un manjar que el diablo debía envidiar y los dioses condenar. Jah. ¿Lo mejor? La forma en que se alimentaba de su plato. En ese aspecto Lucern no se diferenciaba de un gato que masticaba, saboreaba y devoraba. ¿Carne? ¿Sangre? Daba igual, siempre encontraba su equilibrio. Algunas veces el conde permitía que las manos de sus concubinas recorrieran su cuerpo, arañaran su espalda, mordieran su cuello. Pero esas extrañas ocasiones se habían deteriorado con el paso del tiempo, a diferencia de su apariencia; podría ser culpa del aburrimiento al que se sometía o a esas noches repetitivas. La cortesana no sería una de ellas. Al principio barajeo esa posibilidad, pero ya no más. No había otra salida. Necesitaba amordazarla y encadenarla. No. Lucern no necesitaba, ¡tenía que! Ella era la esclava que tenía que esperar a que el dueño quisiera tocarla, explorarla; incluso si éste jugaba a torturarla.

Lucern le dio la espalda y aunque los gritos de la espectadora llenaban toda la habitación, se las apañó para escuchar el roce que se producía entre la piel desnuda de su nueva adquisición y el cubrecama. La deseó, la saboreó, le necesitó y por ende, también le odió. La sangre que hasta hacía unas horas había brillado y caído desde el cuello de la hembra era ahora solo una mancha en su piel: sangre seca. Las cadenas cayeron y las muñecas que a esta altura estaban moradas por la falta de circulación en sus venas fueron liberadas. El cuerpo de la hembra cayendo sobre su propio charco de sangre fue hermoso, tanto que el vampiro le regaló una sonrisa maliciosa. – Descuida, esta noche no eres el centro de mi atención. La hembra bajo él gimió de dolor, pero para Lucern ese fue el equivalente a una queja por traer a otra ante su presencia. – La espera ha llegado a su final, mi querida Claire. Desquiciado, esa era la palabra que mas se acercaba al estado en que se encontraba el conde. Se inclinó para tomar las cadenas que pedían a gritos ser usadas de nuevo. – Esta noche seré tu maestro. ¿La lección? Callar cuando se te ordene, gemir cuando se te solicite, mojarte cuando mi garganta lo dictamine.

Se giró y el brillo en sus ojos sugería que se trataba de dos velas encendidas. Un segundo estaba al otro lado de la habitación y en el otro, había tirado a Claire tal cual estaba; sus pezones se aplastaron contra el colchón, dándole a él la mejor visión, haciendo que se preguntara que lado escoger. Sonrió con ganas, no importaba por dónde empezara, ambos lugares serían profanados. Aprensó la muñeca de Claire con una de las esposas y antes de que ella pudiera notarlo, ambas tenían metal rodeándole. El vampiro subió sobre ella, su boca mordió su oreja. ¿Era una suerte que su ropa aún estuviera en su lugar? Quizás... Porque de no haber sido así, habría terminado penetrándola con rudeza. – Um. Huele eso. Es tu sexo palpitando. Su lengua se introdujo, la saliva de él llenando su oído. – Contráete Claire. No quiero que te corras si mi boca no está ahí para succionarte. Su mano envolvió su cabello, halándole, aplastándole. El olor que invadió la habitación venía acompañado del calor, motivo por el cual; el fuego se propagó...

FDR: {Disculpa una vez mas la tardanza, pero mejor tarde que nunca? U__U

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Mensaje por Claire Quartermane Jue Jun 30, 2011 2:54 pm

El vampiro se contradecía, cada uno de sus gestos era diferente de sus acciones y sus palabras a su vez distintas de lo que realizaba, contradicción absoluta que le va quitando credibilidad a esas amenazas que a sus oídos parecen vacías. Loca, puta y además idiota, de seguro Lucern tenía al menos cientos de formas de matarla desde algunas rápidas y sin dolor a torturas que ella ni en sus sueños más llenos de fantasías sádicas sería capaz de imaginar. Sentía los pechos más grandes pero era sólo su espalda arqueándose para invitarlo, antes de que su mente lo decidiera su cuerpo ya lo quería dentro, que la tomara como el par de animales que eran, aquellas risas después del grito de sorpresa que le produjo el movimiento sólo hacían que más ideas llegaran a su cabeza, ¿era acaso parte del juego toda esta previa? Abría y cerraba las piernas sin obedecer lo que el vampiro le pedía, se burlaba, aunque no quisiera hacerlo no podía evitarlo, seguía riendo esperando casi el golpe que le callaría la boca, marcas que sólo aumentarían su fama al llegar al burdel, porque además eso significaba que había sido digna de que él la tocara, Lucern tenía una reputación, Claire también y juntos parecían una pareja que estúpidamente debía llenar ciertas expectativas.

-¿Dónde están las órdenes que quieres que siga? ¿Qué clase de profesor eres? Tantas frases y aún nada… - se removía bajo el peso del que ahora parecía su captor, las esposas eran juguetes y ella cada vez más quería seguir jugando, sentía las bandas de metal alrededor de sus muñecas y tiraba de ella para que rasparan su piel, esos pinchazos de dolor provocaban que el interior de sus piernas se sintiera más húmedo, -¿Lo sientes? No eres tú quién provoca eso, puedes escucharlo, olerlo, sentirlo mejor que yo, puedes saber que el deseo comienza a acumularse, ¿qué haces con eso? Palabras sólo palabras… - ella seguía retándolo sabiendo que eso sólo le entregaba la pala con la que podría empezar a cavar su propia tumba, ya casi sentía los pedruscos tocando su piel, muerta en vida, suicidio por no ser capaz de cerrar la boca, cada vez dándole menos valor a una vida que era además tan fácil de ser arrebatada. – Mete tu miembro en mí, ¿no eres capaz? ¿No vas a follarme tampoco? Hazlo Lucern, entra en mí como lo haces con una diferente cada noche, sólo somos agujeros que hacen menos intenso el aburrimiento que llena tus días… no, lo tuyo son las noches, aunque ni siquiera eso tienes… -

Esos tirones de su cabello no lograban controlar la larga lista de errores que iban saliendo de su boca, una mordaza, ella misma estaba esperando que llegara pronto, se lo merecía y por lo mismo seguía creyendo que tenía algo de tiempo. No podía verla pero la chica en el piso gimoteaba e intentaba advertirle, ¿esperaba acaso que Claire saliera corriendo? Casi había tenido un orgasmo cuando supo de la invitación que el vampiro le había hecho, jamás desperdiciaría la oportunidad que tenía, en este caso, sobre ella, quería cada una de esas marcas, necesitaba no poder trabajar un par de semanas por lo que él le hiciera, terminaría seca como una fruta desechada luego de que usaran su parte más jugosa. – Cállate estúpida… cállate o lo haré yo si el vampiro no quiere hacerlo… - Claire gritaba y dirigía esos gritos a la muchacha en el suelo, le parecía un estorbo y sólo una molestia, nada que le sirviera para su propósito, la miraba despectivamente intentando negar lo parecidas que eran, ambas unas patéticas humanas que sólo servían mientras tuvieran sangre tibia en sus venas.

-Quiero esa lengua en todas partes, lléname de ti donde sea, en los lugares que sean, márcame como si de verdad fuera de tu territorio, no sólo por el tiempo que tus joyas puedan comprarme… siente como me contraigo esperando que valgas la pena. – Descarada y necia, demasiado niña para ser capaz de manejar una situación y salir invicta, demasiado puta para ni siquiera sonrojarse por estar desnuda y a su merced, totalmente disponible para que él la utilizara como el trozo de carne que es, sin importancia alguna más que para ser ultrajada, mordida, corrompida y violentada. Comienza a mover su caderas incitándolo, llamándolo en un lenguaje conocido y a la vez silencioso, no deja de reír porque le parece gracioso el moverse como si él estuviera bajo ella, gira un poco la cabeza hacia donde cree pueden estar sus ojos, esta es una muestra de lo que puede conseguir, apenas el comienzo de lo que pueden lograr juntos, Claire roba sus palabras y pretende ser la maestra por apenas unos segundos, se calla, gime, sigue mojada, - Succióname… estoy a punto de correrme sólo por saber que estás duro por mí… -

Off: Mátame si quieres por la demora, me lo merezco!
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