Returning — Privado

Desde mi mortalidad siempre fui considerado una persona testaruda, alguien que no se deja doblegar tan fácilmente a pesar de las adversidades. Sí, no está de más acotar que, al  igual que muchos, me dejé aterrorizar por los más nefastos demonios de mis propios miedos, a quienes creí esconderse entre las sombras de figuras inanimadas y hasta en mi propia sombra. Pero con el pasar del tiempo, y gracias a la protección y compañía de mi maestro, pude dejar de ver en aquellas figuras espectrales una amenaza; eran tan sólo creadas por los temores de mi propia mente, que al verse ofuscada y sentirse tan frágil, creó una barrera, hundiéndose a sí misma en una tempestad de obstáculos y hazañas imposibles.

Ante mi repentino despertar, he estado deambulando en las entrañas de un bosque que, aunque familiar, se me hace también complicado reconocerlo. Las energías ya no son las mismas de antaño, por más que aún existan los guardianes que se ocultan entre los enigmas del viento y la tierra, pero hay algo que no termina de convencerme. Y quizá, sólo quizá, eso se deba a los siglos que han pasado. ¿Qué tanto estuve refugiado en las pálidas aguas de una laguna inmortal? No tengo un cálculo realmente preciso de ello. Debo especial mención que mi mortalidad transcurrió en la época en donde todo este territorio, ahora provisto de sociedades materialistas, era ocupado por un pueblo noble por el que morí. A partir de ese entonces no sé qué tanto más ha ocurrido. He de suponer que las nuevas civilizaciones han estado en guerra desde aquel tiempo antiguo, pues, es propio del hombre querer adueñarse de la tierra que nunca ha sido suya; sólo le ha sido prestada por otros que no la habitan.

Cuando fui arrancado del sosiego de la laguna, no estuve al tanto de quienes fueron los protagonistas de tal hazaña. Apenas pude percibir la voz de una jovencita, cuya energía me resulto indescriptiblemente familiar, al igual que la otro acompañante, que estaba más aferrada a las formas propias de un felino. Pero no sé afirmar con certeza lo que ahí ocurrió. Sólo puedo destacar que hubo magia de por medio. Y esa magia, alquimia, o como prefiera llamársele, fue avivada por las cualidades de aquella muchacha irreverente. Esto me ha dejado profundamente aturdido, debo mencionar, pero me ha parecido apropiado. Sólo el destino sabrá porque tuvo que ser de esa manera y no de otra; por lo tanto, he decidido cambiar de lugar y al establecer mi propia existencia espectral, iniciaré la búsqueda de alguien en particular, que muy probablemente ha atravesado los portales de las dimensiones alternas, a las cuales, sólo los seres espirituales somos capaces de conocer.

Pienso que Morrigan no esté tan lejos. Aquella vibración característica de su presencia, se está haciendo presencia a medida que avanzo más en la espesura de este bosque. Tal vez ya sea el momento en que, finalmente, nos encontremos de nuevo después de tantos siglos.

—Morrigan... —Alcancé a susurrar, esperando que el viento, como en antaño, llevara aquel mensaje hasta el lugar en donde se encontraba ella.

Pude haberme quedado para siempre oculto bajo las aguas del letargo que sufrimos algunos espíritus que nos negamos a retornar a nuestra casa en el Universo. Pude, sí, pero no quise. No había nada que me obligara a hacerlo; la vida mortal es demasiado corta para cumplir con todas nuestras metas. Y siendo honestos, otra encarnación sólo aumentaría nuestras deudas en este mundo. Yo no podía considerar tal alternativa; mi misión no se limita a querer hallar un recipiente, sino, de que mi esencia fuera atada a este lugar hasta haber completado cada una de mis intenciones humanas. Ahora tengo toda una existencia infinita para hacerlo, y aunque algunos les parezca un horror, yo lo considero ideal. Tal vez muchos no lo comprendan; otros sean más sensatos y se pondrán en mi lugar, pero todo tiene un interés que va más allá de las fronteras entre el mundo de los vivos y de los muertos. Digamos que yo me crié en otro tiempo, con otra cultura, y otro tipo de ideologías. Ahora los terrores se vuelven mucho más sensibles, y hasta las perversiones de la mente lo son; sin embargo, no estoy aquí para desempeñar el oficio de juez, ni levantar acusaciones que no me competen, para ello están los creadores del universo. Ellos ya sabrán qué hacer. Por el momento, sólo me limitaré a ahondar en cavilaciones que son de mi completo interés, y por las cuales fuI arrastrado al despertar de esta época igualmente corrompida.

Debo confesar que me sentí perturbado al escapar de la prisión onírica de aquella laguna. No sé quiénes, con tanta imprudencia, lograron atraerme hasta este plano nuevamente. Aun así, les estoy agradecido. Pero antes de hallar a aquellos jóvenes curiosos, me preocupa algo más; algo que perteneció a mi humanidad. Hundido en viejas memorias, me deslicé por este mundo vegetal antes de explorar la ciudad que se erigía a lo lejos, con, quizás, demasiada ímpetu, lo que me recordaba a las grandes urbes de los imperios caídos. Sea como sea, todo va extinguiéndose lentamente. De ésta tierra quedarán ruinas, y sobre esas ruinas, se erigirán nuevas dominaciones; el hombre parece estar condenado a repetir sus errores una y otra vez hasta que aprenda a convivir con su verdadera esencia.

Quizás yo esté condenado a lo mismo, por eso ando divagando, pronunciando nombres al viento; queriendo hallar una respuesta a mis recuerdos. Respuesta que obtuve sin poder esperármelo. Fui sorprendido y atraído a la esencia tan profundamente conocida; la misma que era objeto de mi búsqueda. Me sentí igual de desconfiado que ella, la coincidencia fue mucha y acertada.

—Alguien fue culpable de mi despertar. Pero era algo que me esperaba; yo decidí regresar —respondí con absoluta seguridad—. Mi deber no finalizó al extinguirse mi cuerpo físico. Al igual que tú, tenía que volver al campo de batalla… junto a ti. —Me acerqué a ella. El bosque pareció regocijarse ante aquel encuentro después de tantos años—. El mundo intenta parecer distinto e indiferente a nosotros, pero no es así. ¿Ellos siguen siendo los causantes? De seguro han de estar refugiados entre murallas de poder, siendo adorados sobre pedestales de oro. El caos ha engendrado lo peor; su estirpe parece no descansar nunca.