AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Come back home || James
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Come back home || James
Nada la había preparado para lo que estaba por venir. Las peleas con James habían sido constantes y eso la había llevado a dejar la corte ya su marido atrás. Necesitaba tiempo para sí misma y para valorar si lo que la esperaba en Inglaterra realmente merecía la pena, en la última reunión mantenida con James este había prometido cambiar su actitud, deshacerse de aquella amante poco digna y serle fiel a Rania. Esta así lo deseaba en lo más profundo de su ser pero no podía confiar simplemente en su palabra, necesitaba algo más… Algún signo de que todo lo que prometía era cierto. Supo, desde París, que la tal Leia no había aparecido por la corte en varios días y lo más seguro es que así continuara, primera promesa cumplida. La calma fue inundando su ser, pero por poco tiempo. Motivos ajenos a su relación con James la mantendrían ocupada los siguientes meses. Su madre, una mujer ya entrada en años, la mandó llamar; se había quedado encinta y por el qué dirán y su avanzada edad no podía responsabilizarse del bebé. Fue entonces cuando Rania accedió a hacerse cargo de la criatura como si fuera propia, ella jamás podría tener un hijo con James y si Abel había sido una bendición de Dios esa criatura no lo sería menos. El paso de los meses se hizo realmente tedioso, ambas mujeres se tuvieron que aislar prácticamente de la sociedad para que nadie viera nada que no debía ver, tan solo el séquito de la reina conocía la verdad y cada uno de ellos guardaban el secreto bajo juramento y pena de muerte. Rania no acostumbraba a actuar de manera tan contundente pero era un tema demasiado delicado como para dejar cabos sueltos.
Finalmente el día del nacimiento llegó y con gran felicidad y dicha ambas descubrieron que se trataba de una niña sana y hermosa. La sonrisa de Rania contrastaba con el gesto triste y las lágrimas de una madre que no vería crecer a otro hijo sino a un nieto. -Sabes que la cuidaré y podrás venir a vernos cuando quieras…-, recogió las lágrimas de las mejillas de su madre y la dejó descansando haciéndose ella cargo de Anne Marie, sí así se llamaría. El viaje de regreso a Londres era eterno y más teniendo que cuidar a un bebé de apenas unos días, no había podido contar nada a James por correo por el peligro de que alguien leyera sus cartas y descubriera todo, por lo que este se llevaría una enorme sorpresa cuando las encontrara a ambas en el puerto como había prometido. Rania rezó, cada una de las noches pidió a Dios por la salud de su hija y por la misericordia de un rey que tenía muy poca paciencia y pudiera ser que ninguna gana de más hijos, pero sucediera lo que sucediera había jurado a su madre hacerse cargo del bebé y así lo haría…
Finalmente el día del nacimiento llegó y con gran felicidad y dicha ambas descubrieron que se trataba de una niña sana y hermosa. La sonrisa de Rania contrastaba con el gesto triste y las lágrimas de una madre que no vería crecer a otro hijo sino a un nieto. -Sabes que la cuidaré y podrás venir a vernos cuando quieras…-, recogió las lágrimas de las mejillas de su madre y la dejó descansando haciéndose ella cargo de Anne Marie, sí así se llamaría. El viaje de regreso a Londres era eterno y más teniendo que cuidar a un bebé de apenas unos días, no había podido contar nada a James por correo por el peligro de que alguien leyera sus cartas y descubriera todo, por lo que este se llevaría una enorme sorpresa cuando las encontrara a ambas en el puerto como había prometido. Rania rezó, cada una de las noches pidió a Dios por la salud de su hija y por la misericordia de un rey que tenía muy poca paciencia y pudiera ser que ninguna gana de más hijos, pero sucediera lo que sucediera había jurado a su madre hacerse cargo del bebé y así lo haría…
Rania de Valois1- Realeza Inglesa
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 20/06/2015
Re: Come back home || James
Anochecía cuando el mensajero se acercó a James con la bandeja y el comunicado, se había enfundado en el traje gris oscuro que más le gustaba a Rania, así debía ser, pues iba a ir a buscarla y había contado las noches y los días en vela, casi en penitencia, para que volviera a su lado. Si bien en el pasado Rania había huido de su lado, ninguno podía estar sin el otro y ambos hicieron promesas que tenían que cumplir, su matrimonio dependía de ello, ya que al contrario de lo típico el suyo no sólo era ventajoso, sino que James había caído prendado de ella en el mismo momento en que al vio. Suspiró nervioso al recoger el comunicado y después salió del palacio de Buckinham dispuesto a reunirse con su mujer.
El carruaje avanzó con la escolta, la gente se acercaba a los caminos con curiosidad y con el nerviosismo de ver a un rey que casi no se mostraba en público más allá de la corte y del día de su coronamiento. James siempre había nacido con poder y se había críado para ejercerlo y cuidarlo, un aristócrata. Pero jamás estaría preparado para gobernar un país, pues nunca llueve a gusto de todos y por desgracia llovía sobre justos e injustos por igual. Toda su vida había cambiado en un año, algo que era un suspiro para un vampiro como él. Y la vida, aún le deparaba más cambios.
Cuando el carruaje se detuvo en el puerto, James despertó de la encrucijada que tenía en mente, daba vueltas a muchas cosas y a ninguna, apenas estaba centrado y por supuesto estaba cansado. Una persona como él no estaba dispuesto a seguir unas pautas de comportamiento, no estaba dispuesto a ser una marioneta en manos de nadie, estaba cansado de aparentar. Pero acordó con Rania, que jamás volvería a reprimir sus impulsos y necesidades con nadie, no reprimiría lo que para él es un comportamiento normal y para otros una completa condena. Bajó del carruaje y esperó solo, adelantado donde una noche empezaba a teñir con oscuridad todo el puerto, el olor del salitre le reconfortaba, pero aún perduraba el olor nauseabundo del mercado que había por la mañana, probablemente el único olor que James no podía tolerar. Escuchó el oleaje romper con la proa del barco, que se arrimaba al puerto, con paso lento y perezoso, como si no quisiera llegar, las damas de compañía que habían resultado ser las amigas de Rania estaban ajetreadas de adelante hacia atrás y James advirtió después de mucho tiempo, el aroma de Rania. Su perfume particular y diferente, unido al olor de su sangre eran las cadenas del demonio de James y a la vez la perdición de cualquier hombre. Sonrió y sacó del carruaje el ramo de peonías rosas que había ordeando esa mañana y lo sostuvo en sus brazos para que esa fuera la primera impresión que tuviera Rania al verle.
Cuando la vio bajar una sonrisa sincera y de felicidad se dibujó en su rostro, un escalofrío recorrió su espalda y por un momento pareció no importarle que sus colmillos se mostraran públicamente- Buenas noches, mi reina- fue el saludo que el rey le brindó a Rania, que bajó más preciosa que nunca su tex estaba un poco más morena debido al sol de Francia, que escaseaba en Londres. Cuando Rania se acercó a él alargó la cabeza hacia ella, con la intención de besar sus labios, pero algo se interpuso entre ellos, algo que los sentidos cegados de James no pudieron advertir y después bajó la mirada, cuando los pequeños y rápidos latidos de un bebé irrumpieron en sus oídos aturdiéndole, si pudiera haber estado más pálido de lo que era… James se quedó congelado, mil sentimientos pasaron por él, incapaz de ordenarlos, miró a los ojos de Rania devastado por ello, ni podía articular palabra y fue ella la que le dijo, que tenían que hablar. James brindó el comodín de la duda a su mujer, abrió la puerta del carruaje y dio un golpe en el techo. Cuando el carruaje comenzó a andar, Rania quería hablarle y fue el que puso en dedo en sus labios- Aquí no. No creo que sea algo que hablar o que la gente pueda ver, mejor será que me expliques en casa- dijo y permanecieron callados hasta llegar al palacio.
Había llegado el momento, James estaba de pie junto al mueble bar y sirvió un vaso de Whisky- Espero que no te importe que beba, me parece que es una de esas conversaciones en las que voy a necesitar más de una copa- dijo ahora tomando asiento, en el pequeño salón donde parecían pasar ambos juntos la mayor parte del tiempo- Te escucho.
El carruaje avanzó con la escolta, la gente se acercaba a los caminos con curiosidad y con el nerviosismo de ver a un rey que casi no se mostraba en público más allá de la corte y del día de su coronamiento. James siempre había nacido con poder y se había críado para ejercerlo y cuidarlo, un aristócrata. Pero jamás estaría preparado para gobernar un país, pues nunca llueve a gusto de todos y por desgracia llovía sobre justos e injustos por igual. Toda su vida había cambiado en un año, algo que era un suspiro para un vampiro como él. Y la vida, aún le deparaba más cambios.
Cuando el carruaje se detuvo en el puerto, James despertó de la encrucijada que tenía en mente, daba vueltas a muchas cosas y a ninguna, apenas estaba centrado y por supuesto estaba cansado. Una persona como él no estaba dispuesto a seguir unas pautas de comportamiento, no estaba dispuesto a ser una marioneta en manos de nadie, estaba cansado de aparentar. Pero acordó con Rania, que jamás volvería a reprimir sus impulsos y necesidades con nadie, no reprimiría lo que para él es un comportamiento normal y para otros una completa condena. Bajó del carruaje y esperó solo, adelantado donde una noche empezaba a teñir con oscuridad todo el puerto, el olor del salitre le reconfortaba, pero aún perduraba el olor nauseabundo del mercado que había por la mañana, probablemente el único olor que James no podía tolerar. Escuchó el oleaje romper con la proa del barco, que se arrimaba al puerto, con paso lento y perezoso, como si no quisiera llegar, las damas de compañía que habían resultado ser las amigas de Rania estaban ajetreadas de adelante hacia atrás y James advirtió después de mucho tiempo, el aroma de Rania. Su perfume particular y diferente, unido al olor de su sangre eran las cadenas del demonio de James y a la vez la perdición de cualquier hombre. Sonrió y sacó del carruaje el ramo de peonías rosas que había ordeando esa mañana y lo sostuvo en sus brazos para que esa fuera la primera impresión que tuviera Rania al verle.
Cuando la vio bajar una sonrisa sincera y de felicidad se dibujó en su rostro, un escalofrío recorrió su espalda y por un momento pareció no importarle que sus colmillos se mostraran públicamente- Buenas noches, mi reina- fue el saludo que el rey le brindó a Rania, que bajó más preciosa que nunca su tex estaba un poco más morena debido al sol de Francia, que escaseaba en Londres. Cuando Rania se acercó a él alargó la cabeza hacia ella, con la intención de besar sus labios, pero algo se interpuso entre ellos, algo que los sentidos cegados de James no pudieron advertir y después bajó la mirada, cuando los pequeños y rápidos latidos de un bebé irrumpieron en sus oídos aturdiéndole, si pudiera haber estado más pálido de lo que era… James se quedó congelado, mil sentimientos pasaron por él, incapaz de ordenarlos, miró a los ojos de Rania devastado por ello, ni podía articular palabra y fue ella la que le dijo, que tenían que hablar. James brindó el comodín de la duda a su mujer, abrió la puerta del carruaje y dio un golpe en el techo. Cuando el carruaje comenzó a andar, Rania quería hablarle y fue el que puso en dedo en sus labios- Aquí no. No creo que sea algo que hablar o que la gente pueda ver, mejor será que me expliques en casa- dijo y permanecieron callados hasta llegar al palacio.
Había llegado el momento, James estaba de pie junto al mueble bar y sirvió un vaso de Whisky- Espero que no te importe que beba, me parece que es una de esas conversaciones en las que voy a necesitar más de una copa- dijo ahora tomando asiento, en el pequeño salón donde parecían pasar ambos juntos la mayor parte del tiempo- Te escucho.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 05/06/2015
Localización : París - Buckingham Palace
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Re: Come back home || James
Tuvo que sonreír al verle con el ramo de rosas. Realmente después de todo el trayecto en barco lo que menos la apetecía era una velada romántica o simplemente permanecer más tiempo despierta y preocupada por la niña, pero sabía que dormir sería lo último que hiciera en cuanto James conociera a la que sería su hija desde ese momento. Descendió la escalinata de madera y se situó a su lado reconfortada por su presencia en el muelle, sintió el impulso de James de ir a besarla como también el cambio en su expresión al ver el diminuto bulto en brazos de la reina. Asintió en silencio tras las palabras del vampiro de hablar tan solo cuando estuvieran en el castillo y la discreción fuera estricta, sabía que estaba haciendo un esfuerzo notable para no estallar en preguntas o incluso enfadarse con ella, cosa que cualquier hombre hubiera hecho ya; pero se habían prometido una última oportunidad y ninguno de los dos la echaría a perder.
La llegada al palacio se hizo larga y pesada con ambos monarcas enmarcados por el silencio y la tensión palpable, cuando finalmente pusieron el pie en su nuevo hogar la matrona acudió junto a Rania para recoger a la niña pero esta negó, -todavía no, te haré llamar para que la acuestes. Gracias Lady Magaret-. Necesitaba explicar todo lo sucedido a James con Anne Marie delante, tenía que comprobar que lo que Rania contaba era cierto y sabía que él encontraría la manera de hacerlo.
Abrió la puerta de la salita en que se encontraban y se dirigió al primer lacayo que se encontró, -Tráigame una taza de leche templada con miel y unas pastas de mantequilla, es todo-, cerró la puerta tomando asiento enfrente de James dejando a la niña en la cuna que habían acercado para el momento. -Bien, lo primero de todo es asegurarte que esa niña no es hija mía-, era lo que James necesitaba escuchar por encima de cualquier explicación y a partir de ahí Rania sabría que se relajaría y sería más sencillo hablar con él. -Estando en París mi madre se puso en contacto conmigo, la encontré bastante nerviosa en la nota que me escribió por lo que acudí a casa sin dilación-, comenzó a relatar cómo hacían ocurrido los hechos, -cuando llegué, tanto ella como mi padre se encontraban en el salón y me pidieron que me sentara con ellos-. Se detuvo al ver entrar al mozo con el pedido de Rania, esperó a que saliera de la sala y cogió la taza para dar un sorbo tras disolver bien la miel de brezo. -Mi madre estaba embarazada de nuevo, pero no podrían hacerse cargo del bebé de una manera correcta dada su edad y la gente hablaría de más, por lo que me pidió que me quedara junto a ella en París durante el embarazo y así poder decir que la criatura era mía, que había ido a Francia para dar a luz allí a tu hija-, James estaba más pensativo que serio, valoraba todo lo que esta le decía, probablemente en busca de algo que no cuadrara, cosa que no pasaría y se levantó a ver a la niña que descansaba en la cuna. -Se trata de mi hermana James, no podía dejar que mis padres cargaran con ello y nosotros podemos cuidarla perfectamente, educarla como a una princesa. Tienes a tu heredero al trono y ahora a alguien de auténtica sangre real-. Se colocó a su lado para mirarle, debía dar su visto bueno para que Anne Marie se quedara con ellos, si James se negaba todo habría sido en vano.
-Siento no haberte dicho nada hasta ahora pero no me podía arriesgar a que alguien interceptara las cartas y descubriera la verdad-, explicó. Esa noticia debía ser un mazazo para James, ese hombre siempre tenía todos los cabos bien atados y no dejaba nada al aire. -Mi madre no reclamará nunca a la niña como suya, tan solo vendrá de visita en calidad de madre de la reina y abuela de los principes-, Rania ya había vivido todo el embarazo y se había encariñado con la pequeña pero a James tenía que convencerle con hechos, no con sentimentalismos, eso no servía con él. Ahora todo dependía de un sí o un no por su parte…
La llegada al palacio se hizo larga y pesada con ambos monarcas enmarcados por el silencio y la tensión palpable, cuando finalmente pusieron el pie en su nuevo hogar la matrona acudió junto a Rania para recoger a la niña pero esta negó, -todavía no, te haré llamar para que la acuestes. Gracias Lady Magaret-. Necesitaba explicar todo lo sucedido a James con Anne Marie delante, tenía que comprobar que lo que Rania contaba era cierto y sabía que él encontraría la manera de hacerlo.
Abrió la puerta de la salita en que se encontraban y se dirigió al primer lacayo que se encontró, -Tráigame una taza de leche templada con miel y unas pastas de mantequilla, es todo-, cerró la puerta tomando asiento enfrente de James dejando a la niña en la cuna que habían acercado para el momento. -Bien, lo primero de todo es asegurarte que esa niña no es hija mía-, era lo que James necesitaba escuchar por encima de cualquier explicación y a partir de ahí Rania sabría que se relajaría y sería más sencillo hablar con él. -Estando en París mi madre se puso en contacto conmigo, la encontré bastante nerviosa en la nota que me escribió por lo que acudí a casa sin dilación-, comenzó a relatar cómo hacían ocurrido los hechos, -cuando llegué, tanto ella como mi padre se encontraban en el salón y me pidieron que me sentara con ellos-. Se detuvo al ver entrar al mozo con el pedido de Rania, esperó a que saliera de la sala y cogió la taza para dar un sorbo tras disolver bien la miel de brezo. -Mi madre estaba embarazada de nuevo, pero no podrían hacerse cargo del bebé de una manera correcta dada su edad y la gente hablaría de más, por lo que me pidió que me quedara junto a ella en París durante el embarazo y así poder decir que la criatura era mía, que había ido a Francia para dar a luz allí a tu hija-, James estaba más pensativo que serio, valoraba todo lo que esta le decía, probablemente en busca de algo que no cuadrara, cosa que no pasaría y se levantó a ver a la niña que descansaba en la cuna. -Se trata de mi hermana James, no podía dejar que mis padres cargaran con ello y nosotros podemos cuidarla perfectamente, educarla como a una princesa. Tienes a tu heredero al trono y ahora a alguien de auténtica sangre real-. Se colocó a su lado para mirarle, debía dar su visto bueno para que Anne Marie se quedara con ellos, si James se negaba todo habría sido en vano.
-Siento no haberte dicho nada hasta ahora pero no me podía arriesgar a que alguien interceptara las cartas y descubriera la verdad-, explicó. Esa noticia debía ser un mazazo para James, ese hombre siempre tenía todos los cabos bien atados y no dejaba nada al aire. -Mi madre no reclamará nunca a la niña como suya, tan solo vendrá de visita en calidad de madre de la reina y abuela de los principes-, Rania ya había vivido todo el embarazo y se había encariñado con la pequeña pero a James tenía que convencerle con hechos, no con sentimentalismos, eso no servía con él. Ahora todo dependía de un sí o un no por su parte…
Rania de Valois1- Realeza Inglesa
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Fecha de inscripción : 20/06/2015
Re: Come back home || James
James no tenía corazón y lo más parecido a uno se lo había entregado a Rania en el momento en el que decidió convertirla en su esposa. Siempre había demostrado ser una mujer leal y recta, fiel a sus principios y con una ética y un corazón enormes. Aquella mujer era todo lo contrario a James y quizá era eso lo que el demonio encontró en ella y por lo que se enamoró perdidamente. James había esperado tantos meses al regreso de su mujer y para no caer en la tentación de la infidelidad se mantuvo ocupado con caza noctura, fiestas y veladas de juegos de azar. También de bailes y recepciones y esperaba con ansía el regreso de su mujer, pero cuando la vio bajar del barco con un niño pequeño, todo su castillo de naipes se desmoronaba frente a sus narices. Así que el poco raciocinio que tenía este hombre dedicó un voto de confianza a Rania para explicarse.
Tras aquella dramática historia de la madre de Rania, James se quedó callado, en su cabeza las fechas, la familia de Rania y todas las consecuencias pasaban a un ritmo vertiginoso. No podía dejar ni un cabo suelto, y apretó los labios algo enfadado por Rania al tomar una decisión tan irresponsable y puede que irrespetuosa. Podría dar lugar a una gran polémica sobre su trono.- Aún así, tenías que haberme consultado. Podría haber ido allí Rania- dijo apretando la mandíbula. James digería muy mal las sorpresas de ese tipo y todo lo que escapara de su red de control. Suspiró y miró a su mujer- Lo primero de todo, me da igual lo que haya pasado con tu familia. Me parece irrespetuoso por su parte esto, tu familia es de buena posición estos escándalos no pueden tenerse. Lo segundo- hizo una pausa leve- Es que la niña no tiene culpa de todo esto, tendrá que crecer en palacio, tendrá a su hermano con ella y juntos seremos una familia. Pero bajo mis reglas. Tendremos que decir que fue un parto prematuro y que fuiste a París a dar a luz, por el clima- dijo apretando los labios- Haremos que un doctor testifique a nuestro favor y se le conceda la legitimidad a nuestra hija para ser la princesa de Inglaterra. Pero Rania- dijo tomándola la mano para que comprendiera que todo esto no podía volver a repetirse- No puede repetirse esto. No puedes irte y volver con un bebé. Porque somos la cabeza de una nación, somos un ejemplo a seguir para todos… y tenemos que dar una imagen. No pretendo regañarte, simplemente hacerte consciente de lo que nos jugamos y de todos los cotilleos que aparecerán por esta niña. Espero que tu familia allí haga lo que tenga que hacer para mantener el secreto, porque al hacerme responsable a mi, a nosotros, intuyo que el poder de decisión recae sobre mí- y con esto espero a que Rania le ratificase. Rania había ido a París y había ayudado a su familia, pero también había dejado en un posición muy difícil a la Ruthven.
Se acercó hasta ella y buscó en sus ojos el amor que siempre le profesó y de alguna manera se sintió aliviado, pues en muchas noches en vela, por fin había vuelto la calma que apaciguaba el infierno de este hombre- No vuelvas a irte tanto tiempo sin mí- le dijo haciendo que elevara su rostro para poder acceder a sus labios y depositar un beso suave y firme en sus labios- Te he echado de menos- reconoció- No me esperaba encontrarme eso cuando bajabas del barco. Tendrás que darme tiempo para adaptarme a la situación y a la niña. Y de verdad espero que tengas mil ojos y mil espías en París para apaciguar esto, porque es un eslabón débil en nuestro reinado y si alguien lo descubriera todo se destruiría- le repitió. Aquel tema le obsesionaría, hasta el punto de hacerle mucho más controlador, no de las personas, sino de las situaciones y por supuesto, limitaría y estudiaría a cualquiera de la corte que tuviera conexiones parisinas. Ahora lo que tenía que hacer, era reconocerla y ofrecer a la princesa como prometida de algún príncipe europeo, solo así también legitimaría el futuro de esa niña en caso de que pasara algo.
Lógicamente comentó la idea de que la princesa, que aún era muy pequeña, se comprometiera lo antes posible con algún príncipe. Pero sabía que Rania se opondría. Primero porque era una romántica empedernida. No romántica en el sentido artístico sino en el sentido idealizado del amor. Creía fervientemente en la idea del amor e incluso encontró un príncipe, no uno azul, pero sí uno oscuro, que rindió su corazón y su infierno particular a Rania convirtiéndola en su reina. Al fin y al cabo, ¿de qué servía tener un reino si no tienes a nadie con quién gobernarlo?
-Antes de que digas nada, Rania. Tenemos que pensar en lo mejor para ella, lo mejor para nosotros, para tu familia e incluso la de tus padres. Zanjar este tema de forma debida y de forma legal. Y no olvides de qué la trajiste aquí y nos hiciste responsables de ella. La corona suele tiene un precio que muy pocos tienen el lujo de permitirse.
[/color]Tras aquella dramática historia de la madre de Rania, James se quedó callado, en su cabeza las fechas, la familia de Rania y todas las consecuencias pasaban a un ritmo vertiginoso. No podía dejar ni un cabo suelto, y apretó los labios algo enfadado por Rania al tomar una decisión tan irresponsable y puede que irrespetuosa. Podría dar lugar a una gran polémica sobre su trono.- Aún así, tenías que haberme consultado. Podría haber ido allí Rania- dijo apretando la mandíbula. James digería muy mal las sorpresas de ese tipo y todo lo que escapara de su red de control. Suspiró y miró a su mujer- Lo primero de todo, me da igual lo que haya pasado con tu familia. Me parece irrespetuoso por su parte esto, tu familia es de buena posición estos escándalos no pueden tenerse. Lo segundo- hizo una pausa leve- Es que la niña no tiene culpa de todo esto, tendrá que crecer en palacio, tendrá a su hermano con ella y juntos seremos una familia. Pero bajo mis reglas. Tendremos que decir que fue un parto prematuro y que fuiste a París a dar a luz, por el clima- dijo apretando los labios- Haremos que un doctor testifique a nuestro favor y se le conceda la legitimidad a nuestra hija para ser la princesa de Inglaterra. Pero Rania- dijo tomándola la mano para que comprendiera que todo esto no podía volver a repetirse- No puede repetirse esto. No puedes irte y volver con un bebé. Porque somos la cabeza de una nación, somos un ejemplo a seguir para todos… y tenemos que dar una imagen. No pretendo regañarte, simplemente hacerte consciente de lo que nos jugamos y de todos los cotilleos que aparecerán por esta niña. Espero que tu familia allí haga lo que tenga que hacer para mantener el secreto, porque al hacerme responsable a mi, a nosotros, intuyo que el poder de decisión recae sobre mí- y con esto espero a que Rania le ratificase. Rania había ido a París y había ayudado a su familia, pero también había dejado en un posición muy difícil a la Ruthven.
Se acercó hasta ella y buscó en sus ojos el amor que siempre le profesó y de alguna manera se sintió aliviado, pues en muchas noches en vela, por fin había vuelto la calma que apaciguaba el infierno de este hombre- No vuelvas a irte tanto tiempo sin mí- le dijo haciendo que elevara su rostro para poder acceder a sus labios y depositar un beso suave y firme en sus labios- Te he echado de menos- reconoció- No me esperaba encontrarme eso cuando bajabas del barco. Tendrás que darme tiempo para adaptarme a la situación y a la niña. Y de verdad espero que tengas mil ojos y mil espías en París para apaciguar esto, porque es un eslabón débil en nuestro reinado y si alguien lo descubriera todo se destruiría- le repitió. Aquel tema le obsesionaría, hasta el punto de hacerle mucho más controlador, no de las personas, sino de las situaciones y por supuesto, limitaría y estudiaría a cualquiera de la corte que tuviera conexiones parisinas. Ahora lo que tenía que hacer, era reconocerla y ofrecer a la princesa como prometida de algún príncipe europeo, solo así también legitimaría el futuro de esa niña en caso de que pasara algo.
Lógicamente comentó la idea de que la princesa, que aún era muy pequeña, se comprometiera lo antes posible con algún príncipe. Pero sabía que Rania se opondría. Primero porque era una romántica empedernida. No romántica en el sentido artístico sino en el sentido idealizado del amor. Creía fervientemente en la idea del amor e incluso encontró un príncipe, no uno azul, pero sí uno oscuro, que rindió su corazón y su infierno particular a Rania convirtiéndola en su reina. Al fin y al cabo, ¿de qué servía tener un reino si no tienes a nadie con quién gobernarlo?
-Antes de que digas nada, Rania. Tenemos que pensar en lo mejor para ella, lo mejor para nosotros, para tu familia e incluso la de tus padres. Zanjar este tema de forma debida y de forma legal. Y no olvides de qué la trajiste aquí y nos hiciste responsables de ella. La corona suele tiene un precio que muy pocos tienen el lujo de permitirse.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Come back home || James
Había esperado el enfado de James, realmente no de esa manera… Creía que se pondría furioso por ella haber tomado una decisión tan seria sin contar con él, que gritaría, rompería cualquier cosa a su paso y lo pagaría con quien se cruzara en su camino; incluso dudó que quisiera acabar con la vida de la niña, pero todas sus dudas al respecto fueron aplacadas por un James mucho más calmado que el que dejó atrás. Escuchó todo lo que su marido tuvo que decirle y no pudo sino darle la razón mentalmente, sí era irrespetuoso, sí podía haberle pedido que fuera a París y sí, aquello podría poner el peligro su reinado. -Mi intención no era faltarte al respeto, era ayudar a mi familia y me arriesgué a tomar una decisión que creí que sería lo mejor para todos-, se explicó, -tanto en París como aquí tengo fama de esposa correcta, justa y fiel. Nadie dudará de dónde vino esa niña James-, eso era cierto. Al principio Rania dudó que los ingleses lograran apreciarla en su puesto de consorte por su origen francés, pero poco a poco esta se había ido ganando el respeto de todo con sus apariciones junto a James y sus obras benéficas. Eso les serviría como base para anunciar la llegada de una nueva princesa en la corona. -No creo que debamos dar explicaciones fuera de tu consejo o sonará a excusa, al pueblo se lo haremos saber con un día festivo, eso hará que celebren y no quieran siquiera saber el por qué de tanto misterio-. Esa mujer había cambiado junto a James, o mejor dicho había madurado. La que era una chiquilla asustadiza e inexperta, demasiado dulce; era ahora la reina de una nación, esposa de un vampiro que peleaba a diario con sus propios demonios y madre de dos hijos que no había parido; había luchado contra las infidelidades de su marido, se había alejado de él y regresado… Rania ya no era la misma.
-Sé en qué situación te ha dejado todo esto respecto a no poder opinar sobre ello, pero esa niña es mi hermana James-, más allá de lo políticamente correcto estaban los vínculos y quería que al menos entendiera el motivo por el que lo había hecho, -no hubiera traído a un niño al azar, lo habría cuidado de otra manera, quizás buscando una familia para él en la misma corte o entre mis criadas, pero ella es mi sangre.- No tenía nada más que añadir respecto a sus motivos, el vampiro sabría que Anne-Marie era una de Valois en cuanto la oliera y, ¿quién mejor que alguien de su raza para saber lo que podían significar los vínculos de sangre?
La intensidad de la conversación ya iba decayendo y Rania lo agradecía, estaba exhausta después del viaje y toda la tensión de por la incertidumbre de la reacción de James. Le quería por encima de todo y lo había demostrado prometiéndole regresar junto a él a la corte pero lo ocurrido hacía meses no era fácil de olvidar. La reina no se caracterizaba por ser rencorosa o vengativa, pero aún sentía una presión en el pecho al pensar en lo que él había hecho con aquella otra mujer, por lo que tenía –en cierto sentido- que obligarse a estar cerca de él, a besarle y no alejarse cuando él intentara tocarla. -No lo haré si no me das motivos-, podía sonar dura y seguramente James no esperaba esa respuesta pero no iba a mentirle acerca de sus sentimientos y miedos con él, deberían afianzarse de nuevo como pareja pero necesitaba tiempo. Se separó de él en cuanto este mentó la idea de que la recién nacida fuera prometida con algún príncipe escogido por ellos dos. -No la hagas eso-. Los ojos de la francesa suplicaban porque la hiciera caso, porque no fuera un rey más que usara a sus hijas para fines políticos, -es cruel, ¿por qué no puede tener ella la libertad que nosotros disfrutamos? ¿La vas a privar de hallar el amor? Yo no podría vivir con esa culpa sobre mis hombros James, se merece ser feliz y si tú no luchas porque así sea yo lo haré-. Pudiera parecer que ese matrimonio estuviera más roto que nunca, pero ¡ay, qué iluso el que lo pensara! Podrían discutir, matarse e incluso parecer que no tenían nada en común el uno con el otro; pero ambos darían la vida por su cónyuge. Su relación iba más allá del amor y el sexo, era algo más profundo, algo que nadie ajeno podría llegar a atisbar.
-Yo no elegí tener una corona sobre mi cabeza, ella y Abel tampoco. Así que no me hables del precio a pagar porque te aseguro que lo conozco muy bien-, se sentó en uno de los divanes y lleno su copa una vez más, -tu manera de querer es diferente a la mía, no digo que sea peor James pero haré lo que este en mi mano para garantizarles una vida plena y feliz, lucharé con quien sea. Vivirán bajo las reglas que impongamos pero ahora esos dos niños dependen de nosotros, no tienen nada más en sus vidas, si tú y yo no cuidamos de ellos, ¿crees que alguien lo hará?-
-Sé en qué situación te ha dejado todo esto respecto a no poder opinar sobre ello, pero esa niña es mi hermana James-, más allá de lo políticamente correcto estaban los vínculos y quería que al menos entendiera el motivo por el que lo había hecho, -no hubiera traído a un niño al azar, lo habría cuidado de otra manera, quizás buscando una familia para él en la misma corte o entre mis criadas, pero ella es mi sangre.- No tenía nada más que añadir respecto a sus motivos, el vampiro sabría que Anne-Marie era una de Valois en cuanto la oliera y, ¿quién mejor que alguien de su raza para saber lo que podían significar los vínculos de sangre?
La intensidad de la conversación ya iba decayendo y Rania lo agradecía, estaba exhausta después del viaje y toda la tensión de por la incertidumbre de la reacción de James. Le quería por encima de todo y lo había demostrado prometiéndole regresar junto a él a la corte pero lo ocurrido hacía meses no era fácil de olvidar. La reina no se caracterizaba por ser rencorosa o vengativa, pero aún sentía una presión en el pecho al pensar en lo que él había hecho con aquella otra mujer, por lo que tenía –en cierto sentido- que obligarse a estar cerca de él, a besarle y no alejarse cuando él intentara tocarla. -No lo haré si no me das motivos-, podía sonar dura y seguramente James no esperaba esa respuesta pero no iba a mentirle acerca de sus sentimientos y miedos con él, deberían afianzarse de nuevo como pareja pero necesitaba tiempo. Se separó de él en cuanto este mentó la idea de que la recién nacida fuera prometida con algún príncipe escogido por ellos dos. -No la hagas eso-. Los ojos de la francesa suplicaban porque la hiciera caso, porque no fuera un rey más que usara a sus hijas para fines políticos, -es cruel, ¿por qué no puede tener ella la libertad que nosotros disfrutamos? ¿La vas a privar de hallar el amor? Yo no podría vivir con esa culpa sobre mis hombros James, se merece ser feliz y si tú no luchas porque así sea yo lo haré-. Pudiera parecer que ese matrimonio estuviera más roto que nunca, pero ¡ay, qué iluso el que lo pensara! Podrían discutir, matarse e incluso parecer que no tenían nada en común el uno con el otro; pero ambos darían la vida por su cónyuge. Su relación iba más allá del amor y el sexo, era algo más profundo, algo que nadie ajeno podría llegar a atisbar.
-Yo no elegí tener una corona sobre mi cabeza, ella y Abel tampoco. Así que no me hables del precio a pagar porque te aseguro que lo conozco muy bien-, se sentó en uno de los divanes y lleno su copa una vez más, -tu manera de querer es diferente a la mía, no digo que sea peor James pero haré lo que este en mi mano para garantizarles una vida plena y feliz, lucharé con quien sea. Vivirán bajo las reglas que impongamos pero ahora esos dos niños dependen de nosotros, no tienen nada más en sus vidas, si tú y yo no cuidamos de ellos, ¿crees que alguien lo hará?-
Rania de Valois1- Realeza Inglesa
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Re: Come back home || James
¿Qué es mejor para un gobernante? ¿Ser temido y respetado o querido? James tenía más de déspota qué de príncipe, pero Maquiavelo no se confundía al dejar claro que el temor era lo que mantenía a raya los instintos de atentar o revelarse contra la monarquía. El fin justificaba lo medios y aunque podía ser objeto de discusión esa afirmación, la corona tenía sus propias reglas ajenas al tiempo, a las personas… el devenir y la historia había situado a Inglaterra como uno de los países monárquicos más importantes e imperantes de toda la historia de la civilización. Habían sobrevivido al rechazo de la iglesia católica y se habían proclamado protestantistas, un pensamiento demasiado avanzado para la época pero perfectamente válido. Sin embargo, las alianzas y las guerras eran igual de perennes como el tiempo para un vampiro. James sabía que no tenía la simpatía de muchas potencias, en ese momento el Sacro Imperio se elevaba como un gigante dormido en Europa, apoyado por El Vaticano e Inglaterra era un objetivo potencial de herejes y libertinos. James sentía que la corona de su cabeza cada día pesaba más, hasta el punto de crispar el ánimo. Y la conversación con Rania no le hacía ver las cosas desde mejor perspectiva. Su vida había dado un giro tremendo, si no estuviera Rania ¿qué haría? James desechó aquellos pensamientos en cuanto se atrevió a hacer la pregunta en su cabeza. Ahora ella estaba allí, tenía una familia que mantener y su seguridad también estaba en juego, ya que la familia real de un país amenazado era el primer objetivo, tanto de la población descontenta como de sus rivales. Cerró los ojos pensativo, concentrándose en buscar la mejor solución.
Rania le estaba pidiendo que sus hijos decidieran por sí mismos con quien casarse, eso haría él si estuviera en su lugar y de hecho es lo que hizo. Esperó a encontrar a la única mujer que apaciguaba su infierno particular ¿Acaso sus hijos no se merecían eso también? La encrucijada de su corazón y el amor por Rania le hacía dudar, le hacía débil y no pudo evitar pensar en Milenka cuando se dio cuenta de ello. Se giró para buscar la mirada de Rania- Les cuidaremos siempre, Rania. Creo que he demostrado ser buen cabeza de familia. He dado todo a ellos y a ti.- hizo una pausa dramática y añadió- a ti te he dado incluso lo que no sabía que tenía. He renunciado y cambiado mis cuatro siglos de vida por ti- dijo sin alzar la voz, intentando que viera que no era tan sencillo- Tu misma has dicho que sabes perfectamente el precio que tiene la corona y sus beneficios. Mi cámara me ha aconsejado que case a mis primogénitos lo antes posibles para poder entablar alianzas con otras personas. No solo se trata de nosotros, Rania. Se trata de Inglaterra de la historia. Estamos sufriendo cambios en la economía y en la concepción de la sociedad tal y como estamos y créeme cuándo te digo que en la Historia, el cambio siempre. Siempre. Es violento. No sólo son mis hijos, son los hijos de todos, son todos aquellos que nos juraron lealtad. Rania necesitamos alianzas, Francia ha demostrado en el pasado ser arrogante y mezquina con nuestro pueblo pero tenemos un enemigo común. El sacro imperio está devorando el este de Europa y si llegan a Inglaterra, los primeros afectados seremos nosotros. Tengo que protegeros y esta es la única manera de protegeros a ti, a ellos y al País. Si tienes alguna solución házmelo saber- dijo desenroscando un mapa que mostraba Europa tal y como estaba ahora, pasó los dedos por encima y separó los diferentes reinos existentes, esperando que Rania entendiera.
Sabía que su mujer era más sentimentalista, romántica que él. Había sacrificado mucho por ser reina, habían sacrificado muchas cosas, entre ellas su relación que se resentía por esa nueva condición, y una vez se les presentaba otra interrogante- No puedo enfrentarme a medio Europa solo- dijo mirando el mapa por primera vez preocupado. Podría haberse puesto como un basilisco y haber gritado a Rania que se haría lo que él dijera. El egoísmo que James había enterrado en el fondo de su ser, palpitaba ansioso por salir “No son mis hijos” “No son sangre de mi sangre” “Sólo tu eres mi mujer, una mujer respeta a su marido” “Una reina acata las leyes de su rey” y por último la pequeña voz de la conciencia humana que siempre llevaba la bandera de Rania replicó a todos esos pensamiento “En el ajedrez un rey no es nada sin su reina”.
Rania le estaba pidiendo que sus hijos decidieran por sí mismos con quien casarse, eso haría él si estuviera en su lugar y de hecho es lo que hizo. Esperó a encontrar a la única mujer que apaciguaba su infierno particular ¿Acaso sus hijos no se merecían eso también? La encrucijada de su corazón y el amor por Rania le hacía dudar, le hacía débil y no pudo evitar pensar en Milenka cuando se dio cuenta de ello. Se giró para buscar la mirada de Rania- Les cuidaremos siempre, Rania. Creo que he demostrado ser buen cabeza de familia. He dado todo a ellos y a ti.- hizo una pausa dramática y añadió- a ti te he dado incluso lo que no sabía que tenía. He renunciado y cambiado mis cuatro siglos de vida por ti- dijo sin alzar la voz, intentando que viera que no era tan sencillo- Tu misma has dicho que sabes perfectamente el precio que tiene la corona y sus beneficios. Mi cámara me ha aconsejado que case a mis primogénitos lo antes posibles para poder entablar alianzas con otras personas. No solo se trata de nosotros, Rania. Se trata de Inglaterra de la historia. Estamos sufriendo cambios en la economía y en la concepción de la sociedad tal y como estamos y créeme cuándo te digo que en la Historia, el cambio siempre. Siempre. Es violento. No sólo son mis hijos, son los hijos de todos, son todos aquellos que nos juraron lealtad. Rania necesitamos alianzas, Francia ha demostrado en el pasado ser arrogante y mezquina con nuestro pueblo pero tenemos un enemigo común. El sacro imperio está devorando el este de Europa y si llegan a Inglaterra, los primeros afectados seremos nosotros. Tengo que protegeros y esta es la única manera de protegeros a ti, a ellos y al País. Si tienes alguna solución házmelo saber- dijo desenroscando un mapa que mostraba Europa tal y como estaba ahora, pasó los dedos por encima y separó los diferentes reinos existentes, esperando que Rania entendiera.
Sabía que su mujer era más sentimentalista, romántica que él. Había sacrificado mucho por ser reina, habían sacrificado muchas cosas, entre ellas su relación que se resentía por esa nueva condición, y una vez se les presentaba otra interrogante- No puedo enfrentarme a medio Europa solo- dijo mirando el mapa por primera vez preocupado. Podría haberse puesto como un basilisco y haber gritado a Rania que se haría lo que él dijera. El egoísmo que James había enterrado en el fondo de su ser, palpitaba ansioso por salir “No son mis hijos” “No son sangre de mi sangre” “Sólo tu eres mi mujer, una mujer respeta a su marido” “Una reina acata las leyes de su rey” y por último la pequeña voz de la conciencia humana que siempre llevaba la bandera de Rania replicó a todos esos pensamiento “En el ajedrez un rey no es nada sin su reina”.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Come back home || James
De nuevo se encontraba teniendo esa conversación, justo la que se había cansado de tener, con James todo parecía llevar siempre al mismo sitio, a su maldita inmortalidad. No paraba de recordarla que había cambiado por ella, que ahora era mejor hombre y mejor persona, como si ella no valorara el cambio que se había producido en él. Llegaba a ser agobiante esa presión por su parte, Rania realmente no conocía a James antes de casarse, fue después de la boda cuando descubrió su lado más sádico, por lo que no veía el motivo que llevaba a James a reprocharla siempre que no valorara su esfuerzo cuando él se había vendido como todo un galán mientras la cortejaba. Y encima de todo ello, ahora la estaba diciendo que ella debía dejar que casara a sus hijos para proteger a los de los demás, a “su pueblo”. Negó con la cabeza y se separó unos pasos de su marido, necesitaba calmarse y ordenar sus ideas y sentimientos antes de comenzar ella a hablar; habían pasado por demasiadas cosas como para darlo todo por perdido y no hablar con él de la situación que se les presentaba ahora. Se sentía responsable, sabía que de no ser por su necesidad de tener hijos ahora ellos no tendrían que crecer sabiendo que su futuro marido y mujer estaban decididos ya, que no eran libres para amar y sentir como el resto. Tomó asiento en una de las sillas y escondió la cara entre las manos retirando el pelo hacia atrás frustrada. -No es justo-, no hablaba de ella sino de los niños. Ella ya había pagado un enorme precio por ser reina –por irónico que le pudiera parecer a cualquier persona con pocos medios-, había dejado atrás su hogar, se había adentrado en un país que no acababa de verla con buenos ojos, había sufrido las infidelidades de un marido complicado y taciturno, había estado a punto de morir… Pero que esas dos criaturas por simplemente ser Ruthven de Valois tuvieran que ver reducidas sus libertades era otro tema.
-¿No han sido tus… amigas duquesas del Sacro Imperio?-, tenía entendido que tanto su creadora como aquella cambiante de dudosa reputación pertenecían a la élite de dicho país, -podrías hablar con ellas para ver si pueden mediar en tu favor, quizás así consigas más que haciendo pactos con cada país que quiere entrar en guerra con ellos-. No sabía nada sobre guerras, jamás había sido educada para gestionar esos temas pero no podía ceder ante las ideas de James, tendría que luchar el doble si así conseguía que algo cambiara en la mente de su marido. -Con Francia no creo que haya problema, ya hay una especie de alianza forjada dada nuestra unión. Mis constantes visitas a París dejan claro que el amor de esta corona por su país es más que patente y si tengo que hacer eso por toda Europa lo haré-, le miró cansada. El viaje había sido largo y los meses pasados con su familia en Francia demasiado duros como para no pasarla factura, tenía ojeras marcadas y estaba más delgada. -Si tomas una decisión en firme no hablaré en contra públicamente pero a ti siempre te diré lo que opino aunque eso nos genere disputas James-. Suspiró y regresó junto a él para apoyarse en el pecho que tanto había extrañado esos meses alejados, -no quiero discutir contigo, no quiero hacer esto más veces pero no fui criada para ser reina. Era una muchacha de buena familia, pero no tengo la mentalidad de una mujer que ha de mirar más por un país que por su propia familia-, tenía ganas de llorar pero no lo haría. Se calló cuando notó el nudo de su garganta y agradeció el frío que pasaba por la camisa de James hasta su propia mejilla.
-Iré a ver si han conseguido dormir a la pequeña y dar un beso a Abel si te parece bien. Luego necesito un baño antes de ir yo a la cama, ¿quieres que pida uno para los dos o prefieres estar un rato solo?-, después de la tensión de ambos era preferible preguntarle a dar por sentadas las cosas. James era como una ruleta rusa, nunca sabías en qué momento iba a salir a relucir esa parte salvaje y agresiva que vivía en su interior.
-¿No han sido tus… amigas duquesas del Sacro Imperio?-, tenía entendido que tanto su creadora como aquella cambiante de dudosa reputación pertenecían a la élite de dicho país, -podrías hablar con ellas para ver si pueden mediar en tu favor, quizás así consigas más que haciendo pactos con cada país que quiere entrar en guerra con ellos-. No sabía nada sobre guerras, jamás había sido educada para gestionar esos temas pero no podía ceder ante las ideas de James, tendría que luchar el doble si así conseguía que algo cambiara en la mente de su marido. -Con Francia no creo que haya problema, ya hay una especie de alianza forjada dada nuestra unión. Mis constantes visitas a París dejan claro que el amor de esta corona por su país es más que patente y si tengo que hacer eso por toda Europa lo haré-, le miró cansada. El viaje había sido largo y los meses pasados con su familia en Francia demasiado duros como para no pasarla factura, tenía ojeras marcadas y estaba más delgada. -Si tomas una decisión en firme no hablaré en contra públicamente pero a ti siempre te diré lo que opino aunque eso nos genere disputas James-. Suspiró y regresó junto a él para apoyarse en el pecho que tanto había extrañado esos meses alejados, -no quiero discutir contigo, no quiero hacer esto más veces pero no fui criada para ser reina. Era una muchacha de buena familia, pero no tengo la mentalidad de una mujer que ha de mirar más por un país que por su propia familia-, tenía ganas de llorar pero no lo haría. Se calló cuando notó el nudo de su garganta y agradeció el frío que pasaba por la camisa de James hasta su propia mejilla.
-Iré a ver si han conseguido dormir a la pequeña y dar un beso a Abel si te parece bien. Luego necesito un baño antes de ir yo a la cama, ¿quieres que pida uno para los dos o prefieres estar un rato solo?-, después de la tensión de ambos era preferible preguntarle a dar por sentadas las cosas. James era como una ruleta rusa, nunca sabías en qué momento iba a salir a relucir esa parte salvaje y agresiva que vivía en su interior.
Rania de Valois1- Realeza Inglesa
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Re: Come back home || James
Tomó la decisión después de hablar con Rania. Se cruzó de brazos una vez se despegó de su cuerpo y miró por la ventana que daba al patio principal. ¿Desde cuándo James necesitaba a los demás para hacer lo que deseaba? Nunca. Tomaba lo que quería de dónde lo quería daba igual si era una mujer, sangre, obras de arte… daba igual. En esencia era lo que le había enseñado Milenka, el mundo era para ellos. Cerró los ojos y suspiró mirando de reojo a Rania- Tu ganas mi reina- dijo en voz alta y se acercó hasta ella. Ahora mismo sus hijos eran la fuente de la discusión y no deseaba verlos así que deslizó la mano por el pomo que daba al baño y al cruzar por el umbral le contestó- Lo preparé yo.
Llegó hasta la gran tina de mármol que estaba en el suelo y se arrodilló para comprobar la temperatura del agua. Una vez estuvo satisfecho se acercó al armario pequeño y miró las botellas de aceite de esencia que había preparado Rania y los pasó por delante de la nariz buscando el que solía usar en París. Necesitaba el confort del recuerdo, del principio. Lo echó en la tina mientras el agua caliente llevaba calentada por el fuego a través de unas tuberías y el movimiento del agua mezcló el aceite en el agua e hizo del olor algo uniforme. Se quitó la ropa y se quedó desnudo frente a la pila, esperando a Rania, impasible y perfecto como una estatua de mármol. James giró su rostro lo justo para ver a su mujer por el rabillo del ojo- Puedes pasar desapercibida de Inglaterra a París y de París al fin del mundo, pero para mí no. Te encontraría en el confín del mundo solo por el olor de tu cuerpo, por la calidez y cada intervalo involuntario de los latidos de tu corazón- dijo y se acercó hasta ella que aún estaba vestida. Vio que se llevaba la mano dispuesta a desnudarse y James detuvo sus dedos. Tiró de los lazos de su corsé sin esfuerzo y dejó caer el vestido que llevaba. Miró a sus ojos porque no pretendía desnudarla con sus manos, sino con su mirada. Soltó su melena y el palo que sujetaba el recogido lo lanzó a un lado. Deslizó las yemas de sus dedos por los hombros, la espalda y sus tripa que se encogió por el tacto frío del vampiro- Uno de los mayores placeres de mi vida es poder desnudarte- susurró y entrelazó ambas manos para ayudarla a entrar al agua. James hizo lo mismo después y se sumergió echándose el pelo para atrás mientras el agua se deslizaba por su espalda- Te he echado de menos- dijo acercándose para buscar a Rania y sus labios. La rodeó con sus brazos mientras notaba como ella también se sujetaba bajo el agua a su cuerpo. Y esperó a que ella respondiera a la demanda de sus caricias o si estaba agotada para ello.
Cuando Rania agarraba su cuello con la misma intensidad que James la besaba la cosa pasó a mayores. El cuerpo de James respondía a las caricias y la intensidad y debajo del agua, no era lo más cómodo del mundo. La sacó aun enroscada sobre su cuerpo y la tumbó en la cama enorme y esponjosa que los recibía mojados. James empezó a besar su cuerpo con ansiedad y reprimiendo el esfuerzo de modelar hasta la saciedad dio un golpe en el cabecero de la cama que cedió a la fuerza antes de investir a Rania con la misma pasión que le ponía para todo.
A la mañana siguiente, las cortinas aún estaban echadas. La cama estaba destrozada, casi el colchón estaba en el suelo y las almohadas llenas de plumas devastada. James había decidido quedarse contemplando el cuerpo de su mujer, agotado y exhausto por el sexo que habían tenido. Había pasado largas noches mirando sus cuadros, leyendo o meditando. Ahora lo único que quería mirar era a su mujer. Y por eso, decidió amanecer a su lado.
Llegó hasta la gran tina de mármol que estaba en el suelo y se arrodilló para comprobar la temperatura del agua. Una vez estuvo satisfecho se acercó al armario pequeño y miró las botellas de aceite de esencia que había preparado Rania y los pasó por delante de la nariz buscando el que solía usar en París. Necesitaba el confort del recuerdo, del principio. Lo echó en la tina mientras el agua caliente llevaba calentada por el fuego a través de unas tuberías y el movimiento del agua mezcló el aceite en el agua e hizo del olor algo uniforme. Se quitó la ropa y se quedó desnudo frente a la pila, esperando a Rania, impasible y perfecto como una estatua de mármol. James giró su rostro lo justo para ver a su mujer por el rabillo del ojo- Puedes pasar desapercibida de Inglaterra a París y de París al fin del mundo, pero para mí no. Te encontraría en el confín del mundo solo por el olor de tu cuerpo, por la calidez y cada intervalo involuntario de los latidos de tu corazón- dijo y se acercó hasta ella que aún estaba vestida. Vio que se llevaba la mano dispuesta a desnudarse y James detuvo sus dedos. Tiró de los lazos de su corsé sin esfuerzo y dejó caer el vestido que llevaba. Miró a sus ojos porque no pretendía desnudarla con sus manos, sino con su mirada. Soltó su melena y el palo que sujetaba el recogido lo lanzó a un lado. Deslizó las yemas de sus dedos por los hombros, la espalda y sus tripa que se encogió por el tacto frío del vampiro- Uno de los mayores placeres de mi vida es poder desnudarte- susurró y entrelazó ambas manos para ayudarla a entrar al agua. James hizo lo mismo después y se sumergió echándose el pelo para atrás mientras el agua se deslizaba por su espalda- Te he echado de menos- dijo acercándose para buscar a Rania y sus labios. La rodeó con sus brazos mientras notaba como ella también se sujetaba bajo el agua a su cuerpo. Y esperó a que ella respondiera a la demanda de sus caricias o si estaba agotada para ello.
Cuando Rania agarraba su cuello con la misma intensidad que James la besaba la cosa pasó a mayores. El cuerpo de James respondía a las caricias y la intensidad y debajo del agua, no era lo más cómodo del mundo. La sacó aun enroscada sobre su cuerpo y la tumbó en la cama enorme y esponjosa que los recibía mojados. James empezó a besar su cuerpo con ansiedad y reprimiendo el esfuerzo de modelar hasta la saciedad dio un golpe en el cabecero de la cama que cedió a la fuerza antes de investir a Rania con la misma pasión que le ponía para todo.
A la mañana siguiente, las cortinas aún estaban echadas. La cama estaba destrozada, casi el colchón estaba en el suelo y las almohadas llenas de plumas devastada. James había decidido quedarse contemplando el cuerpo de su mujer, agotado y exhausto por el sexo que habían tenido. Había pasado largas noches mirando sus cuadros, leyendo o meditando. Ahora lo único que quería mirar era a su mujer. Y por eso, decidió amanecer a su lado.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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