AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ojos que no ven corazón que siente [Borgias]
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Ojos que no ven corazón que siente [Borgias]
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Pero Lebán le contestó:
“-Por favor, quédate conmigo.
He sabido por obra divina que el
Señor me ha bendecido por medio de ti.”
Genesis 30:27
“-Por favor, quédate conmigo.
He sabido por obra divina que el
Señor me ha bendecido por medio de ti.”
Genesis 30:27
No solo es una caricia, no es solo un simple acto de protección de un hermano que rodea nuevamente con brazos protectores a su pequeña hermana antes de atrapar entre sus fuertes manos el angelical rostro y tonar de aquellos castos labios un beso que dura más de lo necesario entre hermanos. ¿Qué es aquello que escapa flotando, formándose entre ambos en el cálido y enérgico arrebato entre sanguíneos? es tal la impresión y desasosiego que su rojos labios tiemblan ante la necesidad de continuar... es separada sin permitirse corresponder. Ahora sus labios tiembla completamente rojos mientras él se aleja.
Toca sus labios sonrojada como una manzana prohibida a su eminencia que solicita su delicada mano en auxilio por lo que acaba de suceder –No mientas mi ángel custodio, ambos sabemos que uno de tu mas arduos y asiduos pecados es la soberbia. No me vengas con que me proteges de lago que ni siquiera tú mismo crees – Caóticos y pecaminosos pensamientos se arremolinan impidiéndole pensar claramente, sin embargo al ver a aquel tan inquieto. Mordiendo sus labios toma la de Cesare –¿Quién acordara el desatino que mi corazón en este momento?... ¡Oh hermano! ¿Acaso debo creer ciegamente en ti? – los ojos se vuelven lacrimosos y su agitada respiración se refleja en su pecho porque la mas joven y virginal Borgia esta molesta aunque ambos saben que ella pondría su vida a los pies de su hermano –Se dice de mi que soy Lucrezia Borgia, el escándalo de Italia así como su envidia, sé que padre desea que pronto, la princesa de Aragon y quien sea que se interponga en mi felicidad se enfrentara a la furia de su eminencia Cesare Borgia... ¿Es acaso eso verdad? pues lo llegue a dudar, ahora no dudare jamás de ello pues tus labios me lo han confesado en una promesa silenciosa que es verdad – es ella esta vez quien intenta calmar el tormento que azota ambas almas. Su amado príncipe de la iglesia le ofrece tregua dejando que escape de gu prisión entre el césped de la casa de su amada madre y el cuerpo de aquel que ama prohibidamente –Nosotros somos la nos sagrada famia, el mundo no puede conta nosotros pero nosotros mismos no podemos ir en contra de los deseos de nuestro santo padre pues es lo único que él tiene con seguridad hermano... ¿Eres mi hermano? ¿El hermano que me ama? Y ahora vienes a darme ordenes como si yo fuera una muy mas como aquellas con las que pasas la noche… no Cesare – lo mira esta vez dando un manotazo a la mano que ofrece el cardenal en santa paz –Solo que por desgracia ni siquiera yo recibo un poco de aquello que las otras sí. Tan cerca y tan lejos. Te amo Cesare Borgia y ello no me permite ver la realidad. Aun desposada te seguiré amando solo a ti pero eso no quiere decir que me permita continuar llorando tus desprecios y humillaciones.– No para de sentirse tentada ¿Porque, porque ha venido la tentación presentándosele en la figura de su hermano? Es irremediablemente tarde.
Tan impura es que solo tiene ojos para su hermano. A pecado en contra de dios, de su padre y de todo aquel incluso en contra de Cesare. ¿Cómo ha permitido ensuciar de tal forma a su hermano? Al que más ama y por el que ella es más devota. –Perdóname Cesare, juro por dios padre, hijo y espíritu que... que no volveré a tentarte... – da media vuelta derramando una lagrima al provocar un crimen a su hermano, un Borgia, un cardenal, un principe de la iglesia. –Me iré por tu bien, por el bien de mi padre y por la tranquilidad de ambos… jamás creí amor mío que me ofrecieras en sacrificio… ¡No! Te lo suplico, no me toques, no lo intentes, solo déjame irme y cumplir mi cometido. – se aleja de su hermano tropezando con aquella que sorprendida trata de calmar sus lágrimas.
–***–
Al entra con débiles y despacio pasos ligeros al comedor mira a su hermano que se levanta hasta que ella misma toma su asiento. Antes de tomar vino o bocado alguno el más hermoso de los ángeles enviados a la tierra informa que regresara a Francia a petición de su hermano a la madrugada del día siguiente pidiendo delicadamente el que se dé por finalizado el tema.
Lucrezia Borgia- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 09/11/2013
Re: Ojos que no ven corazón que siente [Borgias]
Ojos expectantes, atónitos realmente que no daban crédito a aquello que estaba ocurriendo y más bien, aquello que estaba escuchando de los labios de su propia hermana, sangre de su sangre. Todo parecía más bien una pesadilla infernal y para su Eminencia aquello no podía ser permitido; intentó buscar las palabras santas en el espíritu santo, realmente recurriría a las palabras santas de la escritura antigua pero antes de poder hacerlo su pequeño ángel se lo negaba, realmente había caído en el infierno.
Petrificado se sentía en aquel momento, trató de tomar a su pequeño ángel caprichoso entre sus manos pero ella lo apartó…–¿Qué es lo que hice?–…era lo único en lo que pensaba su señoría, mientras en su mente se tribulaba los pensamientos para encontrar la solución más apta para ambos sin tener que revelar aquello que en su interior se arremolinaba golpeando su ser. Su mirada estaba sería, Cesare había entendió completamente aquello que había hecho y no tenía más que aceptar porque no era decisión suya, no era su voluntad si no la de su padre y por tanto ambos debían acatar sin objeción alguna, pero él hallaría alguna forma de poder estar junto a su ángel más preciado.
En silencio quedó aceptando de buen grado, como si no le hubiese afectado aquella confesión sino más bien la aceptaba, aunque por dentro estaba luchando para tomarla entre sus brazos en un fuerte abrazo, pero ella lo terminaría por alejar…–Gracias por comprenderlo mi amor– murmura viéndola partir, dejándolo nuevamente sumido en el silencio con la mirada de los santos y arcángeles.
La hora de la cena había llegado y con ello el tener que enfrentar aquella mirada nuevamente, algo que no le venía placenteramente porque sus instintos saldrían, se forzó en una actuación natural con la presencia de su hermana, aunque él sabía que ella lo odiaba en ese momento, incluso con aquellos hermosos ojos en tonos rojizos por las lágrimas. Sus palabras fueron como dagas, la pequeña Borgia también sabía usar los puñales y muy bien. Cesaré sonrió ante la mirada de su madre que le pedía a gritos que la detuviera –No es lo que yo quiera, si no lo que nuestro padre diga– la sonrisa falsa que se muestra aun cuando sus puños están cerrados con fuerza –Si de mí dependiera no te dejaría ir mi amor, pero no puedo hacer mucho, más que conseguir algo de tiempo para que pases con nuestra madre en casa, es todo lo que puedo hacer– mira a su hermana y antes de que desee alejarse se levanta de la mesa con un rostro de enojo, aun recuerda lo ocurrido en la mañana –Lucrezia, tenemos que hablar seriamente, ahora si me disculpan tengo que dar de comer a las palomas o de lo contrario no estarán contentas–
Su excelencia no iba a dejar pasar el tema tan fácil, si su hermano lo pensó se equivocó, porque él el haría saber a ella aquello que en la tarde no pudo decirle, aquello que ha callado y que no le convenía por su puesto en las filas de la santa madre iglesia, pero ahora no había salida, ambos tenían que lidiar con ello, aun cuando se trate del pecado más grande y no tengan perdón de Dios ni de nadie. El estaría ahí siempre para proteger y cuidar a su amor.
Petrificado se sentía en aquel momento, trató de tomar a su pequeño ángel caprichoso entre sus manos pero ella lo apartó…–¿Qué es lo que hice?–…era lo único en lo que pensaba su señoría, mientras en su mente se tribulaba los pensamientos para encontrar la solución más apta para ambos sin tener que revelar aquello que en su interior se arremolinaba golpeando su ser. Su mirada estaba sería, Cesare había entendió completamente aquello que había hecho y no tenía más que aceptar porque no era decisión suya, no era su voluntad si no la de su padre y por tanto ambos debían acatar sin objeción alguna, pero él hallaría alguna forma de poder estar junto a su ángel más preciado.
En silencio quedó aceptando de buen grado, como si no le hubiese afectado aquella confesión sino más bien la aceptaba, aunque por dentro estaba luchando para tomarla entre sus brazos en un fuerte abrazo, pero ella lo terminaría por alejar…–Gracias por comprenderlo mi amor– murmura viéndola partir, dejándolo nuevamente sumido en el silencio con la mirada de los santos y arcángeles.
La hora de la cena había llegado y con ello el tener que enfrentar aquella mirada nuevamente, algo que no le venía placenteramente porque sus instintos saldrían, se forzó en una actuación natural con la presencia de su hermana, aunque él sabía que ella lo odiaba en ese momento, incluso con aquellos hermosos ojos en tonos rojizos por las lágrimas. Sus palabras fueron como dagas, la pequeña Borgia también sabía usar los puñales y muy bien. Cesaré sonrió ante la mirada de su madre que le pedía a gritos que la detuviera –No es lo que yo quiera, si no lo que nuestro padre diga– la sonrisa falsa que se muestra aun cuando sus puños están cerrados con fuerza –Si de mí dependiera no te dejaría ir mi amor, pero no puedo hacer mucho, más que conseguir algo de tiempo para que pases con nuestra madre en casa, es todo lo que puedo hacer– mira a su hermana y antes de que desee alejarse se levanta de la mesa con un rostro de enojo, aun recuerda lo ocurrido en la mañana –Lucrezia, tenemos que hablar seriamente, ahora si me disculpan tengo que dar de comer a las palomas o de lo contrario no estarán contentas–
Su excelencia no iba a dejar pasar el tema tan fácil, si su hermano lo pensó se equivocó, porque él el haría saber a ella aquello que en la tarde no pudo decirle, aquello que ha callado y que no le convenía por su puesto en las filas de la santa madre iglesia, pero ahora no había salida, ambos tenían que lidiar con ello, aun cuando se trate del pecado más grande y no tengan perdón de Dios ni de nadie. El estaría ahí siempre para proteger y cuidar a su amor.
Cesare Borgia- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/02/2013
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Re: Ojos que no ven corazón que siente [Borgias]
Y dios le contesto en el sueño:
“Yo se muy bien
que lo hiciste de buena fé.
Por eso no te deje tocarla,
para que no pecaras contra de mi”
Genesis 20:6
“Yo se muy bien
que lo hiciste de buena fé.
Por eso no te deje tocarla,
para que no pecaras contra de mi”
Genesis 20:6
Fuerza y coraje, furia e ira. Su apariencia siempre había sido el de un angel enviado por dios padre, hijo y espíritu para mantener la armonía en la familia, para alegrar el corazón de su hermano mayor y hacer de reina en este juego de ajedrez en el que ella es manejada con los fines de hacer que su padre, el santo papa, mantenga su control político y religioso pero ¿Qué mas? Ella desea algo a cambio de sus servicios y lo hara, lo conseguirá asi su alma se queme en el infirmo. Cesare ríe con aquella aura y le suelta, asi sin mas excusándose con sus amadas palomas. Maldice mentalmente la hora en que dios decidió hacerlos hermanos, la hora en que el santísimo señor dio tanto amor por aquel prihibido para ella, aquel qu todas pueden tener exepto ella. No, se niega a continuar con ello. Ya tiene suficientes problemas con los celos de Juan, las indecisiones de Cesar, sus confuciones y sus besos que la lastiman. –Se que es difícil madre pero estare bien, soy feliz con la decisión tomada, ninguna mujer estaría tan contenta de tal acto madre, mis hermanos me cuidan, mi padre el santo papa siempre vela por mi bienestar y tu, tu me amas de forma especial al ser tu única hija – todo es mentira, mentiras como aquellas que usan los demonios para engatusar a los incautos seres mortales como lo es la hija del papa, aquella hermosa y pequeña angelical niña que esta a punto de ser forzada a ser mujer.
Una ves excusada y caminando hacia su haitacin aquella infame y desgarradora palabra se escapa de sus angelicales labios rosados –Mentiroso– acusa con el mismo veneno que utilizo la serpiente en Eva para morder el fruto prohibido. Corre en dirección a su habitación evitando a su amor prohibido de aquel que acaba de lastimar su corazón joven y se encuentra en el jardín.
Al cerrar las puestas se comienza a despojar de toda aquellas joyas que solo la engalana mas. El vestido bordado en oro y plata diseñados con las telas mas delicadas y hermosas dignas de una virgen son dejadas a un lado. El largo y rojizo cabello cae en cascada al quitarse las horquillas. Si es solo una simple mortal pero ella es consiente que merece algo mas, merece ser mas que una sola pieza movida por sus familia a conveniencia e intereses. Ama a su hermana, ama a Cesare pero ello no permitirá que ella misma se corrompa, que ella misma se convierta en una persona impura e indigna. Asi después de despojarse de todo aquello se recuesta en su cama mientras una silenciosa lagrica escapa recorriendo su mejilla y cayendo por esta misma hasta su cuello. No sabe que gana en su interiro, el dolor o la furia.
Lucrezia Borgia- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 09/11/2013
Re: Ojos que no ven corazón que siente [Borgias]
Siempre se ha consolidado como una familia llena de mentiras y engaños y como expertos pueden ocultar aquellas palabras que jamás dirían para así continuar con la farsa de poder y la corrupción dentro de la santa madre iglesia, un lugar que se ha convertido en un inmundo palacete de pecados y de los cuales entre los pasillos resonaba un apellido BORGIA.
La cena había tomado un rumbo tranquilo pero es ahí, en aquella casa en donde las mentiras no pueden ser creíbles al contrario siempre hay ojos que logran sacar la verdad y quien mejor que aquella que ha traído al mundo a toda la progenie. Es esa mujer que devastada por la destrucción de su familia va tras su hijo mayor a quien encuentra en aquellas ropas de eminencia dando de comer a las palomas tan calmado y con la vista perdida, claro, si es que eso puede ser considerado como calma pues era lo opuesto; enojado era decir poco, furioso se asemejaba más, quería destruir y matar a todo el mundo que se atreviese a acercarse a su pequeña y adorada hermana, el haría lo que fuera por ella pero en ese momento lo peor era su padre, uno que los controlaba como piezas.
La conversación tomaba rumbos de discusión y una sola palabra acabó con todo estallando aquella mujer contra golpes a su eminencia, golpes que se acertaron en su rostro y pecho, hasta que las lágrimas de su progenitora se secaron por completo y solo quedó una petición que él jamás rechazaría. Se aleja hasta su habitación dejando la ropa de obispo por unas menos llamativas, ahora era un hombre más con una espada en el cinto que camina hasta la habitación de su hermana a quien toca la puerta, no se atreve a ingresar pues es consciente de la furia de su amor, queda parado aguardando en silencio hasta que no puede más –Mi amor, he venido por ti– susurra contra la puerta –Saldremos al jardín esta noche, tenemos que hablar– sus ojos se cierran mientras acaricia aquella puerta que le detiene –No quiero que te vayas, no quiero que estés lejos y que seas de otro hombre, quiero que estés aquí conmigo siempre– susurra confesando aquellas palabras en sentimientos prohibidos.
Sin aguardar más abre la puerta ingresando a la habitación de su hermana, sus ojos la observan tan bella en finas ropas y por lo cual sonríe acercándose a ella para abrazarle –Demos una vuelta donde seamos tu y yo, sin nuestro apellido, al menos dame eso, mi amor, antes de que te vea en brazos de otro hombre, antes de que te vea partir con rumbos desconocidos– da pasos lentos hacia su hermana quien tiene una mirada llena de ira y que solo amenaza con explotar si su eminencia se acercase un paso más, algo que él no toma a consideración y se acerca dispuesto a soportar cada golpe y cada insulto de ella, solo con tal de abrazarla y calmarla entre sus brazos.
La cena había tomado un rumbo tranquilo pero es ahí, en aquella casa en donde las mentiras no pueden ser creíbles al contrario siempre hay ojos que logran sacar la verdad y quien mejor que aquella que ha traído al mundo a toda la progenie. Es esa mujer que devastada por la destrucción de su familia va tras su hijo mayor a quien encuentra en aquellas ropas de eminencia dando de comer a las palomas tan calmado y con la vista perdida, claro, si es que eso puede ser considerado como calma pues era lo opuesto; enojado era decir poco, furioso se asemejaba más, quería destruir y matar a todo el mundo que se atreviese a acercarse a su pequeña y adorada hermana, el haría lo que fuera por ella pero en ese momento lo peor era su padre, uno que los controlaba como piezas.
La conversación tomaba rumbos de discusión y una sola palabra acabó con todo estallando aquella mujer contra golpes a su eminencia, golpes que se acertaron en su rostro y pecho, hasta que las lágrimas de su progenitora se secaron por completo y solo quedó una petición que él jamás rechazaría. Se aleja hasta su habitación dejando la ropa de obispo por unas menos llamativas, ahora era un hombre más con una espada en el cinto que camina hasta la habitación de su hermana a quien toca la puerta, no se atreve a ingresar pues es consciente de la furia de su amor, queda parado aguardando en silencio hasta que no puede más –Mi amor, he venido por ti– susurra contra la puerta –Saldremos al jardín esta noche, tenemos que hablar– sus ojos se cierran mientras acaricia aquella puerta que le detiene –No quiero que te vayas, no quiero que estés lejos y que seas de otro hombre, quiero que estés aquí conmigo siempre– susurra confesando aquellas palabras en sentimientos prohibidos.
Sin aguardar más abre la puerta ingresando a la habitación de su hermana, sus ojos la observan tan bella en finas ropas y por lo cual sonríe acercándose a ella para abrazarle –Demos una vuelta donde seamos tu y yo, sin nuestro apellido, al menos dame eso, mi amor, antes de que te vea en brazos de otro hombre, antes de que te vea partir con rumbos desconocidos– da pasos lentos hacia su hermana quien tiene una mirada llena de ira y que solo amenaza con explotar si su eminencia se acercase un paso más, algo que él no toma a consideración y se acerca dispuesto a soportar cada golpe y cada insulto de ella, solo con tal de abrazarla y calmarla entre sus brazos.
Cesare Borgia- Humano Clase Alta
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Re: Ojos que no ven corazón que siente [Borgias]
Y dios le contesto en el sueño:
“Yo se muy bien
que lo hiciste de buena fé.
Por eso no te deje tocarla,
para que no pecaras contra de mi”
Genesis 20:6
“Yo se muy bien
que lo hiciste de buena fé.
Por eso no te deje tocarla,
para que no pecaras contra de mi”
Genesis 20:6
Fuerza y coraje, furia e ira. Su apariencia siempre había sido el de un angel enviado por dios padre, hijo y espíritu para mantener la armonía en la familia, para alegrar el corazón de su hermano mayor y hacer de reina en este juego de ajedrez en el que ella es manejada con los fines de hacer que su padre, el santo papa, mantenga su control político y religioso pero ¿Qué mas? Ella desea algo a cambio de sus servicios y lo hara, lo conseguirá asi su alma se queme en el infirmo. Su corazón se acongoja, sintiendo el peso de aquel pecado que cargan ambos –Vete, oh por favor Cesare… déjame– suplica sintiendo como las lagrimas ruedan por sus mejillas sonrojadas. Toca sus labios pero no soporta mas, no puede continuar con ello, ya no mas, debe seguir los pasos que indica su señor dios, no pecar mas con ese amor imposible, ese amor pecaminoso pero mas puro que cualquier otro que se haya conocido. Lo ama, ama a su hermano, lo ama y no puede mas con ello, es tan arduo que siente que ella misma se rompe, que arrancan sus alas de pureza a cada pensamiento por el. La puerta se abre y aquel príncipe de la iglesia llega como una plaga de Egipto, llenando con su presencia su propia habitación –Cesare– susurra con la voz quebrada tratando de cubrir su virginal cuerpo que se revela ante su hermano en el delicado camisón semi transparente que lleva puesto como comisión de noche –No Cesare, oh por favor no es correcto– suplica con lagrimas en los ojos pidiendo a su hermano que abandone el recinto evitando las manos, alejándolas, dejando un par de manotazos, pero rompe a llorar aquella pequeña ángel de cabellos dorados al serle recordado que en breve será de otro, ya no mas de aquel que le toma entre aquellos brazos fuertes igual que su espíritu –¿Por qué me haces esto Cesare?– suspira cerca de los labios masculinos entre suspiros y sollozos.
Los delicados pies de la mas joven hija del santísimo padre de la iglesia en la tierra, comienza a levantar sus pies hasta quedar en puntitas hasta tocar los labios de su hermano con los propios, pues es un impulso… un simple impulso de aquellos que no se permite al acercarse a los labios de su hermano y moviéndolos con delicados compase chupa suavemente el labio inferior masculino – Odio el haberte encontrado tan pronto y que esto sea prohibido– susurra dolida sin separarse de los labios de él –Si debo fingir que no poseemos el mismo apellido, el mismo progenitor incluso el mismo dios que nos mira con enfado en este momento… yo pediría ser aquella a la que tomabas con tanto ardo en tu cama esta mañana… pero no es posible– con cada palabra dicha, los labios delicados y suaves labios femeninos han acarisiado aquellos masculinos proibidos.
- Deseo proibido:
Lucrezia Borgia- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/11/2013
Re: Ojos que no ven corazón que siente [Borgias]
“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”
El suplicio que adolece el alma atormentada de su excelencia llevándolo a parajes infernales que solo su mente puede ser testigo, sus súplicas no son escuchadas y por tanto menos atendidas para la realidad. Sus ojos visualizan su cruda y cruel verdad, aquella el a que su pequeño ángel se aleja de él a pasos agigantados envuelta en dolor y lágrimas, en el sudor y los ruegos de una paz que ni su corazón siente ¿cómo podría darla? Sus manos se aferran al cuerpo delgado de su pequeña cervatillo, su dulce amor, apegándola contra su torso con fuerza, como si con ello deseara alejar la distancia, aquel puente enorme que se está construyendo entre el amor prohibido de ambos.
Un beso en la coronilla de su pequeño amor, envuelta en un peligroso abrazo, baja ese rostro por los ojos llorosos tomando las salinas lágrimas bebiéndolas para lastimar más a su corazón que se destrozaba con cada suspiro que su pequeña dejaba escapar –Solo será posible en nuestros más grandes deseos, en los más íntimos. Incluso ahora quisiera arrancar tus prendas para poder alabarte como la más bella de todos los ángeles, pero está más que prohibido porque tu mano esta con los Sforza, y aunque sea un matrimonio de farsa, juro ante dios y ante ti que jamás te dejaré no importa la distancia iré corriendo donde ti para con mi espada protegerte – susurró tomando entre sus manos las mejillas carmesís del pequeño cordero
Sus pies se alejaron de ella maldiciendo a los cielos aquel amor que lo está carcomiendo hasta la locura, golpea con su puño la ventana donde se ilumina la noche tan oscura como sus pensamientos –Ódiame, ódiame mucho mi amor, porque yo te amaré siempre hasta el último suspiro de mi alma, y por eso debo entregarte y ser yo quien celebre tu unión con aquel hombre, dime ¿eres feliz? ¿lo serás, lejos de aquí?– regresa la mirada hacia su hermana pidiéndole a gritos que le engañe, que le mienta vilmente –Yo no lo seré al tenerte lejos, no importa cuántas mujeres pasen por mi cama, solo una pasará siempre en mi corazón, solo hay una que deseo tener siempre ahí y porque haría lo que fuera que ella me pida – susurró con los ojos clavados en los del ángel de los Borgia.
Cesare Borgia- Humano Clase Alta
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