¿Qué es lo que mi corazón siente? (Cammy White "Killer Bee" +18)

por **Hayden Vaggö** Vie Ene 18, 2013 11:38 pm

Llevaba un tiempo en el que Hayden pensaba mucho en aquella habilidosa inquisidora, la inteligente y hermosa Cammy. Eran pensamientos distintos a los que tenía con otros miembros, con su familia o incluso el que dedicaba a su maestro, el desertor Ruggero Rosso.

Era de mañana, el medio día se acercaba y en las calles la gente transitaba sin problema alguno, sin amenazas o preocupaciones, el ambiente era cálido en ese verano con el sol reconfortante, el aire que se mezclaba con los perfumes de la capital francesa lo embriagaron y lo hicieron sonreír.

Hayden estaba sentado analizándolo todo, estudiándolo. Pasaría un largo tiempo en París, lo habían reasignado, abandonando su amada Roma. Y aunque no era muy afecto a Francia existía algo que veía el lugar de otra manera... Killer Bee, el hecho de saber que estaba en Francia, y lo estaría por mucho tiempo le hizo pensar que la vería aunque no estaba seguro cuando.

El inquisidor comenzó a tararear al aire, era una sonata que su abuelo tocaba en el piano, un viejo talentoso y que pudo estar al nivel de grandes como Beethoven y que sin embargo, su propio recelo lo obligo a no mostrar su música más que a su familia, lo que para muchos era una perdida de talento.

El medio día llegó, el sol se puso en lo más alto brillando con intensidad, el cielo estaba totalmente despejado y su azul realzaba la belleza del sol. Y cuando Hayden pensó que esa escena no podía ser mejor, se equivocó. Bajó la mirada y la vio, a la mujer que le producía una revolución de sensaciones, sentimientos que no podía explicarse... Killer Bee.

Se levantó, sus manos le sudaban, la vio caminar y antes de que se alejara de él, se abrió paso entre los transeúntes y caminó a su lado.

- Es un placer verla srta. White, o quizás más que un placer dijo y le sonrió.

por **Camile Avery** Dom Ene 20, 2013 10:04 pm

"Para disipar una duda, cualquiera que sea, se necesita una acción"
Thomas Carlyle

Pronto se acercaba el día del aniversario en el que perdió su virginidad, en aquella noche en la que Ruggero Rosso la poseyera. Y sus recuerdos comenzaban a atormentarla, no sabía por qué, pero ardía en deseos y ella se llegaba a preguntar ¿si hubiera seguido casta, hasta el día de hoy no sentiría esa sensación de mujer, esa sensación de sentir el calor de un hombre? Y cuando pensaba en ello se sentía sucia y sin embargo, en sus confesiones nunca tocaba ese tema, no quería ensuciar su reputación pronunciando sus pensamientos pecaminosos.

En un intento de distraerse, de alejarse de la mansión que se le había asignado en París decidió salir y tomar aire fresco, quizás podría olvidar esos deseos. Iba vestida con su vestido color celeste con detalles en encaje amarillo pastel, de escote un poco provocativo, muy raro en ella, que tras una gaza dejaba imaginar unos senos generosos, llevaba un sombrero de moda y su sombrilla color marfil, como toda una damisela, con sus manos ocultas en guantes blancos y por debajo de sus anchas faldas sus piernas enguantadas en medias color celeste y sus chapines haciendo juego.

A su caminar robaba miradas, era un hecho que la belleza de Killer Bee resaltaba en aquel vestido, mientras caminaba y se reflejaba en los cristales de algunos locales, la inquisidora no veía a la asesina, no, veía a una hermosa damisela y se enamoró de su imagen. Y por primera vez en su vida se preguntó ¿Qué sería de mi vida si no me hubiera ligado a la iglesia, si hubiera decidido tener una vida como la de mis padres, estaría ya casada y con hijos? Y rió por su pensamiento, inocente como los que llegaba a tener antes de conocer a Ruggero y enamorarse de él.

Pero no se arrepentía y no estaba dispuesta a traicionar a Dios como lo hiciera su maestro. Se había comprometido y era una mujer decidida e incorruptible. Pero no podía negar los deseos que por esos momentos su cuerpo le imploraba y pensó, ¿podría hacer lo mismo que maestro, saciar ese deseo sin corromper su alma? Le parecía absurdo, nunca había aprobado las decisiones de Ruggero y eso comprendía sus visitas al burdel.

De pronto, a su lado apareció el arrogante y vanidoso alumno de Ruggero, le saludó coqueteando con ella. Killer Bee le dedicó una sonrisa divertida, analizó a Hayden - es atractivo y mucho - pensó Killer Bee y mantenía esa sonrisa. Hayden lucía nervioso y Killer Bee comprendía el motivo. Se detuvo y Hayden la imitó, — se caballero e invítame a comer, quiero que seas mi acompañante... ¿te parece? — le dijo coqueteando, quizás complacería los deseos de Hayden y los suyos al mismo tiempo, todo dependería de él.

por **Hayden Vaggö** Vie Ene 25, 2013 11:56 pm

Hayden se tensó cuando Killer Bee le pidió que fuera su acompañante, si ya estaba nervioso ahora lo estaba más. Por primera vez Killer Bee no lo miraba con desdén, y aquellas palabras le parecieron una dulzura, quedó embobado, la inquisidora arqueó ligeramente una ceja y le sonrió con malicia, sus ojos parecían decirle - ¿te animáis o no? -, aquella expresión le hizo decidirse.

- Será todo un placer para mí - le extendió el brazo y ella con una sonrisa que deleitó a Hayden lo tomó y comenzaron a caminar hacía el Hotel Des Arenes. Cuando llegaron frente al gran complejo Killer Bee lo miró ladeando su cabeza - vaya vais al grano, directo al hotel - rió coquetamente, Hayden se desconcertó, - eso me agrada - y lo sorprendió con un beso en la mejilla.

Hayden se sonrojó, no sabía a que se debía, ¿qué era exactamente lo que su corazón sentía?, ¿por qué se había sonrojado, no era el primer beso en la mejilla que había recibido?, pero no dijo nada, sonrió tímidamente y sin saber por qué, asintió.

Ella tomó la iniciativa y sin soltar del brazo a Hayden se encaminó al Hotel, había un silencio entre ellos, el inquisidor no encontraba razones por las que hablar, esperaba a que ella dijera algo.

Cuando entraron al lobby Killer bee lo miró de nuevo, justo como lo había hecho frente al Hotel, - ¿nos vas a registrar? - y sin pensarlo dos veces fue a pedir una habitación para una noche, pagó y se le entregaron las llaves, cuando volvió con Killer Bee, ésta jugaba con su sombrilla ahora cerrada, a Hayden le parecía ten hermosa que se detuvo unos instantes contemplándola, ella se dio cuenta y con una sonrisa coqueta pareció decir - nos vamos ya -

Hayden volvió a estirarle el brazo, lo volvió a aceptar y subieron los elegantes escalones, éstos le recordaron los de su propia mansión en Roma y eso lo hizo sonreír.

Llegaron hasta la habitación y abrió la puerta, Killer Bee entró por primero y de espaldas ella la observó como un enamorado, totalmente embobado y no se sintió un inquisidor, se sintió un hombre común y ella... No podía describirlo, lo único de lo que sí estaba seguro era de que no la veía como una inquisidora tampoco.

Todo le parecía tan extraño, que le sugirió ser un sueño, pero uno muy bueno.

por **Camile Avery** Lun Ene 28, 2013 10:44 pm

"El que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, no debe quejarse si se pasa"
Miguel de Cervantes Saavedra

Caminaron por las calles hasta que Hayden se detuvo frente al Hotel Des Arenes, Cammy White le dedicó una mirada, con un especial brillo en sus ojos azules.

— Vaya, directo al grano, directo al Hotel al parecer sabes lo que quieres — y Killer Bee soltó una risilla divertida, - — eso me agrada — y le besó en la mejilla. La inquisidora se dio cuenta del rubor en Hayden y le gustó, le pareció una ternura.

Hayden seguía ahí, sin moverse por lo que Killer Bee se vio en la necesidad de tomar la iniciativa y con un jaloncito al frente continuaron su andar y entraron al Hotel. — ¿Nos vas a registrar? — dijo después de que Hayden demostraba no saber que hacer, dicho eso, el inquisidor casi corrió al mostrador y mientras llenaba el papeleo Cammy dedicó unos minutos a contemplar el lugar, luego, con su sombrilla ya cerrada le dio vueltas y la cambiaba de mano como buena malabarista.

Hayden llegó y nuevamente le estiró la mano, parado como un caballero y su porte juvenil, él dio el primer paso. Subieron por las elegantes escaleras hasta que llegaron al piso donde se ubicaba su habitación, recorrieron un pasillo y finalmente llegaron.

El número era 49, Hayden abrió la puerta y dejó como todo un caballero que la inquisidora se adelantara, ella lo hizo, la habitación era lujosa, grande digna a la realeza, limpia y con colores arenezcos. Llegó hasta la sala de estar sin percatarse que Hayden no la seguía. Abrió otra puerta y vio el baño, no entró decidió continuar su exploración, abrió otra puerta y descubrió la alcoba.

El lecho resguardado en edredones rojos, con sus amplias, grandes y cómodas almohadas de plumas. Le antojaban para realizar aquel deseo que al despertar quiso satisfacer. Lo haría con Hayden, si, dejaría que él poseyera su cuerpo, lo dejaría que con su torpeza y virginidad, descubriera el placer del sexo que sólo una vez probo Cammy White y del que no recordaba muy bien como se sentía.

Cuando Killer Bee se dio media vuelta, Hayden venía detrás de ella, también entró y cuando lo hizo Killer Bee le ordenó cerrar la puerta. Hayden asintió, se le veía nervioso pero no dudó en obedecer a Cammy. Le dio la espalda, ella se le acercó por detrás y cuando Hayden se giró se encontró a Killer Bee tan cerca que se tensó.

— ¿Por qué me miras todo el tiempo de esa forma... te gusto Hayden, me encuentras atractiva... me deseas? — lo cuestionó, la inquisidora no esperó, ardía en deseos y se humedeció los labios, después se mordió su labio inferior tan sensual que Hayden achicó el espacio, llevó sus manos a la cadera de ella y enlazó sus manos entorno a la cintura de la inquisidora. Ella le sonrió antes de besarlo.

Aquel primer beso, no fue apasionado, más bien el típico beso de pareja. — Relajate — dijo Killer Bee como si realmente fuera una experta.

Ella abrazó el cuello de su igual y se volvieron a besar, Killer Bee llevó a Hayden a la puerta, él atenazó esa cintura y giraron a modo que ella quedara en la puerta y él diera la espalda al lecho.

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