AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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First contact [privado]
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First contact [privado]
I. Primer contacto
La Rue Lacroix era la zona residencial más alejada del ajetreado núcleo de París. Las casas, gemelas repartidas sin orden acordado alrededor de un parque de frondosos arbustos, ofrecían el cada vez más difícil de encontrar lujo de la intimidad. Sus residentes vivían anclados al anonimato, férreos seguidores del pasar desapercibido. Se decía que allí moraban criaturas oscuras, criminales incluso, pero lo cierto es que la gran mayoría eran hombres casados que destinaban aquella segunda residencia al placer de la carne extra-marital. Una vez se cruzaba la puerta del jardín, nadie metía las narices en los asuntos de los demás. Los entrometidos no tenían cabida en aquel lugar, como tampoco lo tenían las familias recatadas.
El calor por la llegada del verano trajo consigo húmedas telarañas. La niebla se extendía cual pueblo fantasma, ascendiendo desde el suelo como vapores infernales. El silencio santificado solo era roto por los inagotables grillos esparcidos por doquier, y de vez en cuando algún búho molesto por la bruma que le impedía a sus presas correteando por el calado césped. Puntos de luz se difuminaban alrededor del parque; todas las casas albergaban vida aquella noche. Secretos a voces, pasiones desatadas. Era una noche más en la Rue Lacroix.
El número 7 no tenía nada de especial respecto a las demás. La arquitectura era la misma que su casa vecina, su inquilino pagaba la renta como cualquier otro interesado en que nadie fuera a molestar. Madame Leduc era una hermosa francesa de 50 y largos años cuyo secreto de belleza y juventud eterna mantenía en vilo a las envidiosas damas de la corte. Su piel tersa como la de una joven aún por esposar; pechos turgentes que crearían resentimiento en cualquier esposa y madre, y una frondosa melena rubia que cegaba bajo la luz del sol. Madame Leduc vestía siempre las mejores telas, vestidos de alta costura que no tenían nada que envidiar a la realeza. Nadie sabía cómo se ganaba el dinero la señorita Leduc, aunque las malas lenguas hablaban de venta clandestina de jovencitas.
Lucifer sabía que no era así. Él sabía todo cuanto había que saber de Madame Leduc. En especial, sus gustos y preferencias en el dormitorio. Aquella mujer era insaciable, tal vez por eso fuera la única en mucho tiempo con la que repitió. Aquel era el cuarto encuentro y, rozando ya la medianoche, se tomaron un descanso como había ocurrido en anteriores ocasiones. Lucifer la dejó descansando en la cama y se retiró al baño para proceder a darse una ducha. Leduc estaba en "sus días" y, aunque la sangre fuera de su agrado, detestaba sentirse sucio y pegajoso como se encontraba en ese instante.
El agua cayendo cual cascada sobre su nuca ensordeció el ruido de la puerta principal abriéndose, dando paso a un invitado inesperado para ambos...
Lucifer Morningstar- Vampiro Clase Alta
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Re: First contact [privado]
I. Primer contacto
¿Cuántas jóvenes más deberían desaparecer para que alguien hiciese algo? La sociedad estaba demasiado ocupada en la lucha de clases, en los juegos de seducción fatal y fingiendo ser algo que no eran la mayor parte del tiempo. A nadie le preocupaban los problemas de a pie de calle. Nadie luchaba por gozar de justicia a tiempo completo, por tener unas calles más seguras. Ninguna persona estaba dispuesta a jugarse su propia seguridad para salvar la de otros, pues la burbuja de la ignorancia y el confort era demasiado gruesa como para romperla con vidas perdidas ajenas. París se estaba perdiendo bajo los influjos de criaturas sobrenaturales, desconocidas y peligrosas para el resto de la raza humana. Muchos las temían, otros simplemente, los condenaban por ser simplemente diferentes; y luego estaban las personas como Rachel, que simplemente atrapaba a los malos, fueran criaturas sobrenaturales, inquisidores, simples mortales o cargos de la realeza. La justicia debía ser impuesta a todos aquellos que se atreviesen a romperla, sin más dilaciones que esa.
Se había enfrentado a varias criaturas peligrosas, humanos incluso más mortíferos que algunas de ellas y a fantasmas de su pasado. No le temía a casi nada, así que invertía su valiosa vida en hacer justicia por su propia mano. Actualmente, investigaba un sonoro caso de presunta venta de jóvenes mujeres. Rachel había conseguido una pista en una vieja taberna, pues a pesar de que aquella mujer al parecer, se conservaba bastante bien y tenía un gran nivel adquisitivo, era conocida incluso en esos malos antros. Tan solo tenía una dirección y una joven desaparecida, debía intentarlo. Se puso en marcha, se armó con sus dos pistolas; una de ellas iba con balas de plata, ya que los misterios que aguarda la noche son macabros e inesperados y no se la podía jugar a ir desarmada. Se puso encima su gabardina y salió dispuesta a encontrar a aquella pobre niña desaparecida.
El ambiente de aquel barrio era realmente sobrecogedor, pero a la joven Decker, nada le asustaba... o intentaba no mostrarlo, de forma exitosa en el mayor de los casos. Se paró en frente del número 7 de la Rue Lacroix, donde residía Madame Leduc, la mujer misteriosamente rica, con presuntos negocios sucios entre manos. Metió la mano en sus bolsillos para palpar sus armas y empujó la puerta principal, que para su mala suerte, estaba cerrada. Primer obstáculo de la noche. Bien, la forzó con una vieja ganzúa que heredó de su padre, bastante oxidada, pero cien por cien efectiva. Logró abrir la puerta principal, por la que se escabulló al interior de la casa y cerró la puerta detrás de si. Inspeccionó el lugar, en principio no vio nada sospechoso, pero había alguien en la casa puesto que salía un pequeño haz de luz del piso superior, del dormitorio, supuso la detective. El agua caía de las cañerías, así que supuso que se estaría dando un baño o algo parecido. ¿A altas horas de la noche? Era algo sospechoso. Quizás se estaba limpiando las manos de la sangre de aquella joven. No, no le pegaba... quizás había un negociante con ella sobre el precio de la joven.
Empuñó sus dos pistolas, una en cada mano y procedió a subir al piso superior, sigilosamente por las escaleras. Respiró profundamente y empujó la puerta del dormitorio, apuntando hacia el interior de esta con sus dos pistolas. Barrió rápidamente la estancia con la mirada. Un bonito dormitorio con una nube de aromas interesante. Pudo percibir el olor del vicio, a perfume, y a... ¿sangre? Observó rápidamente el color cobrizo de las sábanas de la cama y a la mujer que había encima de ella, completamente desnuda, devolviéndole la mirada sorprendida. Aún así, no se inmutó al verla aparecer de repente en su estancia, vaya, parecía acostumbrada a visitas sorpresas. Todo estaba pasando muy rápido, pues se oía el agua de la ducha, así que se puso en un rincón de la habitación apuntando con su arma a Madame Leduc y con la otra, hacia el baño, cuando de repente se paró el ruido del agua. Rachel le hizo un ademán a la mujer de advertencia: como dijese algo en voz alta, o hiciera algo que la delatase, sería mujer muerta.
Rachel Decker- Cazador Clase Media
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Re: First contact [privado]
Nada como una ducha para sentirse como nuevo. No es que su cuerpo sufriera estrago alguno -se enorgullecía de poder satisfacer a cuanta mujer tuviera disponible en una misma noche sin fatigarse lo más mínimo-, más bien se trataba de una suciedad mental. Francia podía ser la capital del pecado, pero era tan o más sucia como una barriada en la exótica Nueva Orleans o un tugurio irlandés. Un simple roce con alguna de las "pulgas" que correteaban a lomos de la bestia francesa era suficiente para que Lucifer se sintiera embarrado.
El olor a limpio disipó esa picazón psicológica mientras se peinaba con los dedos echando su corto cabello hacia atrás. Un guiño a su reflejo en el espejo le confirmó -aunque no era necesario- que seguía tan radiante como siempre. Decidido a no hacer esperar más a madame Leduc, se secó superficialmente y abrió la puerta del baño saliendo inmediatamente seguido por una nube de vapor que convirtió su entrada en escena en algo casi teatral. Su total desnudez era la nota final.
Pronto reparó en la recién invitada dama y una traviesa sonrisa, alimentada por las rápidas fantasías que poblaron su mente, se dibujó en su rostro blanquecino al tiempo que arqueaba ágilmente las cejas. - Uuh madame Leduc... ¿un menage-á-trois? No esperaba esta grata sorpresa... - su voz era una caricia sedosa cargada de dramatismo escénico. La sonrisa traviesa de un niño se ensanchó, mientras la mirada, hambrienta y curiosa del depredador nato, repasó la figura de la cazadora de arriba a abajo sin prisa pero sin pausa.
Reparó en las pistolas que portaba con un malicioso brillo en los ojos. - Además armada, qué peligroso... - la mofa tiñó sus palabras, y de entre sus dientes escapó una carcajada falsamente contenida. - ¿Es esto una sesión de sado extremo? Porque me apunto...
Las cejas descendieron de la sorpresa a la confusión al darse cuenta de que la desconocida no cesaba de apuntarle con ese arma de fuego. - Puede bajar el arma ya, ma'am, como ve ya llevo yo la mía... - la sonrisa se amplió sesgando su rostro en dos, en una mueca cargada de seguridad y regocijo, mientras las manos apuntaban con total descaro a su entrepierna relajada.
Lucifer Morningstar- Vampiro Clase Alta
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Re: First contact [privado]
Madame Leduc, estaba pudorosamente tapada con aquella prestigiosa sábana de seda. Se podían adivinar sus curvas sensuales y femeninas debajo de la lujosa tela. Rachel dejó de contactar visualmente con ella, ya que la fémina estaba haciendo cosas que a la detective le molestaban profundamente, como por ejemplo, se estaba bajando lentamente la sábana y la miraba con ojos lascivos. ¡Por todos los cielos! ¿La estaba apuntando con un arma y ella pensaba en pecar como posesa en aquella cama? Relajaría sus brazos y dejaría de apuntarla si no estuviese acompañada, pero hasta que no se descubriese la incógnita que guardaba el baño, seguiría allí, con mil ojos.
Entrecerró los ojos para ver a través de la nube de vapor que salía de la puerta, pero no tuvo que esforzarse, ya que una figura realmente atractiva y masculina, salió a través de ella. Ese rostro no le sonaba de nada, no lo relacionaba a primera impresión con el caso de la desaparición de la joven Portia, la chica desaparecida recientemente tras un historial bastante largo de desapariciones que cumplían los mismos patrones. La desconcertó bastante, cosa que expresó en su rostro. Frunció el ceño y miró a los dos alternativamente. Diablos... ¿Qué estaba pasando allí? Pues que se había colado en un lecho de lujuria. Con dos pistolas, además. Se incomodó cuando el hombre misterioso la miró de arriba a abajo.
A cada palabra que decía el misterioso sujeto, la descolocaba más. La molestaba y la sorprendía a la par. Rachel negaba con la cabeza repetidas veces, con total desconcierto. La última frase fue la gota que colmó su vaso del despiste. No pudo evitar echar una mirada furtiva al plano completo de la silueta masculina que tenía delante de ella, la curiosidad siempre es un arma poderosa y más cuando la atracción de mirar es más fuerte que la negativa. —Por el amor de Dios... —Dejó de apuntarlos a la vez que se llevaba una mano a la cabeza y empezaba a vagar por la habitación, sobretodo dejando de mirar al hombre-lujuria. —Disculpe, monsieur, pero me temo que ya puede guardarse el arma. Nadie va a disparar a nadie a menos que seáis los culpables de la desaparición de Portia Bellefleur. Soy la detective Decker y voy a encontrar a esa dama sí o sí. —les dirigió una mirada a ambos, esperando que hubieran recibido bien el mensaje. Después escudriñó la habitación en busca de alguna entrada secreta, alguna tabla suelta, estupefacientes... alguna pista que la condujera a la chica, sin distracciones.
Por supuesto, ese hombre aparecido de la nada, de una nube de vapor que olía realmente bien iba a ser el segundo obstáculo de la noche. Diablos.
Rachel Decker- Cazador Clase Media
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Re: First contact [privado]
Una mueca de desprecio cruzó fugazmente el rostro de Lucifer ante la mención de aquel nombre, que siempre provocaba quemazón en lo más profundo de su ser. - Él no tiene cabida aquí, ma'am, ni siquiera la escucharía si rezara su nombre cien veces. - Siseó con la mirada fría y una sonrisa cruel. Apoyó el hombro contra el marco de la puerta del baño cruzándose de brazos, pasando un pie por delante del otro en total actitud relajada. No tenía intención alguna de irse de allí, no cuando la situación se estaba volviendo tan interesante.
La joven armada no parecía en absoluto pertenecer al cuerpo de policía. Dudaba incluso que admitieran damas en un trabajo considerado de hombres, mas sabía que no mentía. Había convicción en sus ojos, una ardiente determinación en busca de la verdad. Resultaba tan interesante... no podía dejar de observarla, deseando deslizarse en su mente cual gato curioso. ¿Qué tan retorcido resultaría el laberinto en su interior?
Descruzándose de brazos, avanzó hacia la cama alejando la vista de la detective para posarla lentamente en madame Leduc. - ¿Conoce a alguna joven llamada así? - Le preguntó a su amante casual mientras tomaba asiento a los pies de la cama. Lo supo en el mismo instante que terminó la pregunta, sus ojos escupían la verdad, y se sintió de repente irritado por no haber visto venir aquel cambio de acontecimientos. Él, que siempre era abiertamente honesto, había sido engañado por una criatura cruel y despiadada que no merecía más que el castigo eterno en el bajo infierno.
El nerviosismo de madame Leduc se hizo patente cuando los oscuros y gélidos ojos de Lucifer se posaron en los suyos al tiempo que susurraba una simple pregunta. - ¿Dónde está? - Como si las palabras de Lucifer formaran parte de alguna especie de conjuro, la mujer abrió la boca para balbucear un escueto "ahí" y, temblando, alzó el brazo señalando al suelo, justo en la alfombra persa que decoraba los pies de la cama. Sin moverse del sitio, Lucifer golpeó la alfombra con el talón y los tres pudieron escuchar perfectamente el eco proveniente de lo que parecía una sala oculta a sus pies.
-Uuh... premio. Esto se pone interesante.
Lucifer Morningstar- Vampiro Clase Alta
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Re: First contact [privado]
Puso los ojos en blanco ante aquel comentario escéptico en lo referente a lo divino. —Eso ya lo sé. —le contestó. Ella no creía en nada, ni en el Cielo ni en el Infierno. Tan solo sabía que existía el bien y el mal, y ella se encargaba -o intentaba- de que nadie hiciera el mal, al menos no en su territorio. La Inquisición era la que se aprovechaba del nombre de Dios para imponer sus dictaduras ante todos los que no fueran como ellos.
Le dio la sensación de que ese comentario había molestado a hombre que hizo esa tremenda sexy-bición saliendo del baño. Quizás tampoco fuera religioso y tuviera una mala experiencia con lo celestial, no sería raro. Rachel, tenía muchas dudas referente a lo divino y el infierno ya estaba en la Tierra así que... nada de eso le quitaba el sueño.
De un modo discreto, de soslayo, observaba a aquel hombre misterioso. Desde luego nunca se había topado con alguien así de espontáneo, pero... ¿sería igual de justo? Habría que comprobarlo cuando Rachel pusiera entre las cuerdas a Madame Leduc. Tal vez se revelaba contra la detective, que era lo que ella creía más probable, pero aún así, se arriesgó y no se echó atrás.
Observó la escena del pequeño interrogatorio entre el hombre misterioso y su amante, su corazón latía con fuerza a cada segundo que se acercaba más a la chiquilla desaparecida. Se quedó algo asombrada cuando la traficante de humanas confesó tan fácilmente su secreto. Rachel frunció el ceño, analizando a ese hombre que estaba rompiendo sus esquemas a cada minuto.
Con decisión y coraje, se adelantó justo a la posición de la alfombra persa, la apartó a un lado y descubrió una trampilla secreta a sus pies. Le dedicó una mirada de desprecio a Madame Leduc y se agachó para abrirla con tan solo girar un pequeño resorte. ¿Ni llave ni combinaciones complejas? Vaya, qué fácil lo tenía si hubiera estado el dormitorio desierto. Abrió la trampilla, sus bisagras se quejaron con un leve crepitar de la madera. Abajo tan solo se veía oscuridad, un enorme abismo negro que la esperaba con los brazos abiertos, pero era una mujer valiente... y avispada. Cogió un candelabro de la habitación romántica para llevarlo con ella, por suerte, no era muy grande ni incómodo de llevar. Antes de bajar, eso sí, le dedicó unas palabras a la culpable. —No se mueva de aquí, o el castigo será mucho peor, porque la encontraré allá donde vaya.—le dijo con voz fría y firme. Le dedicó una mirada fugaz al caballero desnudo, con sus ojos entrecerrados y emprendió la marcha hacia el abismo negro, que iba iluminando su camino a cada paso que daba.
El descenso de la temperatura era notable, el eco de sus pasos delataba que era una sala bastante grande, sin aislamiento térmico ni acústico, por lo que era literalmente, igual que una cueva. En una mano llevaba el candelabro, y en otra su pistola apuntando allí donde alumbraba. El suelo era terroso y las paredes irregulares, un pasillo estrecho y largo que llevaba a una bifurcación, en la cual Rachel se detuvo. Estaba pensando seriamente en el truco de la piedra, lanzar una a cada pasillo y ver cuál era más largo por la respuesta acústica de esta, cuando algo la sobresaltó detrás de ella. Se giró bruscamente, con la mano firme en su arma. —Maldita sea, ¿qué hace usted aquí? —le reprendió al amante exhibicionista de Madame Leduc.
Rachel Decker- Cazador Clase Media
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Re: First contact [privado]
Valiente mujer tenía ante sus ojos que, guiada por lo que parecía un fuerte carácter justiciero, osaba descender a las oscuras profundidades que aguardaban tras aquella trampilla de madera. Al menos esperaba que fuera valentía y no la descerebrada impulsividad del infeliz porque, después de todo, ¿no debería tomar mejores medidas de seguridad? Ni siquiera Lucifer sabía qué encontraría más allá, madame Leduc se convirtió en un misterio desde la llegaba de la atractiva detective. ¿La joven desaparecida, tal vez? ¿Otras más como ella? Tal vez debiera atar a la sospechosa para asegurarse que no escaparía, incluso pedir refuerzos antes de bajar ella sola por lo que podría ser la boca del diablo -rió, se hizo gracia a sí mismo- dejando a dos sospechosos a solas tras ella.
-Oh, detective, debería ser más precavida, no le auguro una larga vida si sigue por ese camino - comentó al aire, un pensamiento en voz alta, pues la mujer ya había sido engullida por la oscuridad a sus pies. Miró a madame Leduc con una sonrisa condescendente - no se mueva, ma'am, aunque tal vez sería divertido tener un poco de persecución nocturna... - sus ojos se oscurecieron y la sonrisa se amplió -, porque ya sabe, puede que después de esto le espere la horca... - dejando a la mujer cavilando con su destino, cogió del suelo sus pantalones y se los puso dispuesto a seguir a la detective.
Pisando el último peldaño en medio de la oscuridad, escuchó sobre su cabeza la puerta del dormitorio cerrándose y unos pasos apresurados saliendo de la casa. Sonrió.
Avanzó en la negrura sin problema de ceguera, sus ojos podían ver a través de esta y moverse con la gracilidad de un gato. Pronto vislumbró el foco de luz del candelabro de la detective y se detuvo tras ella con una sonrisa falsamente inocente. - Well, ma'am - respondió con naturalidad -, he pensado que tal vez necesite un poco de ayuda. No ha sido muy buena idea bajar aquí usted sola. ¿Quién sabe qué habrá escondido aquí? - fue puntilloso en marcar un tono lúgubre a su retórica pregunta, ampliando la sonrisa mientras la adelantaba, siguiendo el camino de la izquierda. - Para su tranquilidad, podrá comprobar que me he puesto pantalones - giró la cabeza, mirándola por encima del hombro -, menos distracciones - le guiñó un ojo y se perdió de nuevo en la oscuridad ante él.
-Adelantándome a su pregunta, le diré que este es el camino indicado. - Su voz hacía eco en las paredes de piedra por la vacuidad del lugar. - Si presta atención, notará un leve hedor a sudor humano, es probable que pertenezca a alguien que ha sido encerrado durante un tiempo en esta dirección. El pasillo que había elegido torcía a derecha e izquierda cada pocos metros, un laberinto subterráneo que parecía pertenecer a alguna antigua red de catacumbas. Un buen escondite, sin duda.
Pasados unos minutos de incierta caminata se detuvo. La luz del candelabro iluminó una puerta maciza de madera con un firme candado de hierro sin nada de óxido, claramente puesto ahí recientemente. No esperó palabra alguna de la detective, dispuesto a terminar con aquel misterio dio un paso hacia atrás para, grácilmente, dar una patada a la puerta que la mandó a varios metros de distancia astillando en gran parte el marco. Un destrozo tal vez algo exagerado y que inmediatamente llenó todo de polvo cuando las paredes se sacudieron por el ímpetu de su fuerza. Tras el fuerte estallido de madera, se escuchó caer el candado de hierro en algún punto indeterminado de la estancia que les precedía.
-Usted primero, ma'am - con un ademán de mano le cedió el paso a la nueva oscuridad polvorienta.
Lucifer Morningstar- Vampiro Clase Alta
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Re: First contact [privado]
No podía pensar en mucho más que en la vida de una inocente, que con suerte, aún seguiría viva. En su fuero interno, siempre que debía o tenía la posibilidad de salvar una vida humana, siempre recordaba a su madre. Cuánto habría dado porque alguien hubiese llegado de la nada y le hubiera dado el regalo más valioso de su vida; dejarla disfrutar de su madre unos cuantos años más. Pero un monstruo se la arrebató, y esta vez no era una criatura paranormal, si no que fue un humano ruin y desgraciado, sin derecho a la vida. Por eso no le temía a nada, o mejor dicho, sí le temía pero no lo mostraba y lo afrontaba, porque ser valiente no es temerle a nada, si no, afrontar nuestros miedos y ella lo conseguía unas cuantas veces a lo largo del día.
Volviendo al pasadizo oscuro y tétrico, nos encontramos con una mujer intentando descifrar a un hombre, sospechoso de complicidad con la señora Leduc, pero que parecía querer colaborar. Entrecerró los ojos, poniendo en marcha su mecanismo mental y sacando rápidas hipótesis. Puede que la hubiera seguido para encerrarla a ella también allí abajo, como buen compinche de Leduc, de momento era esa la que más peso cobraba, pero algo extraño le decía que se equivocaba aunque los hechos eran evidentes. Le siguió a regañadientes, apuntando con la pistola a la par que alumbraba su camino. Al comentario de las distracciones, se limitó a arquear una ceja en señal de reprobación a su ego. Era evidente que era bastante atractivo, pero la detective no lo iba a reconocer nunca en voz alta por el simple hecho de no darle la razón ni alimentar a su ego.
A cada paso que daba y cada palabra que pronunciaba, le parecía más sospechoso. ¿Por qué conocía tan bien el lugar? El corazón cada vez le latía más rápido, como cuando estaba a punto de coger al verdadero culpable y cada vez se intensificaban más las pruebas de que tenía razón, de que había seguido la pista correcta. Le seguía de cerca para no perderlo en la oscuridad, le interesaba tenerlo vigilado. Ella no notaba nada en su olfato, tal vez la humedad del ambiente, aunque cuando siguieron unos pasos más, notó algo que le hizo arrugar la nariz. Obviamente era el olor que previamente describió su sospechoso número uno. Sus sospechas iban aumentando cada vez que daban un paso hacia el frente. ¡Maldita sea! Podía enlazar las pistas bien fácilmente. Que ese hombre hubiese utilizado a Leduc para encubrirse él mismo y por eso conocía a la perfección el camino. De estar en lo cierto, se había metido con un maníaco en un laberinto de catacumbas. Bravo, Rachel.
Por fin, vislumbró una silueta parecida a la de una puerta que se iba haciendo más evidente a medida que la luz se iba extendiendo en la sala, a ritmo de sus pasos. Vio el candado, apreció que era relativamente nuevo... si hubiera alguna marca de algún herrero o forjador, podría sentar sus bases sobre el hombre sospechoso que la acompañaba a la posible perdición... pero a lo que se quiso dar cuenta, la puerta ya había volado en pedazos bajo el pie del sospechoso nudista. Tremendo estruendo llenó las cavidades subterráneas, acelerando el corazón de la rubia, que miró con ojos exaltados al caballero de ojos negros. —¿Qué se supone que está haciendo? Acaba de despertar a todo el vecindario, seguro. —le dijo con un tono algo irritado por el sobresalto que se llevó ésta. —¿Por qué debería pasar delante, monsieur? ¿Acaso quiere encerrarme junto a las demás víctimas o es simple caballerosidad dejar pasar a una dama al oscuro abismo de la muerte? —dijo manifestando sus sospechas, a las que una mente delicada y avispada en astucia captaría al vuelo.
Se iba a negar a pasar hasta que no obtuviera respuestas coherentes que la hicieran cambiar de opinión -nada fácil- pero un grito femenino provino de la inmensa oscuridad de la sala recientemente abierta por el señor Patada Voladora. ¿Cómo había logrado astillar de esa forma la puerta? Renunció a sus pensamientos deductivos a regañadientes, con un quejido audible y aceleró su paso hacia el interior de la sombría sala, apuntando más firmemente que nunca a las posibles sombras que se avalanzasen sobre ella. El corazón no podía irle más rápido, pero mantenía la sangre fría y la mente despierta. Agudizó todos sus sentidos, hasta que la luz le reveló algo que no le evitó un escalofrío correr por la espina dorsal. Decenas de cadenas colgaban del techo, aguardando a jóvenes desnudas atadas a ellas por los pies, todas con la misma marca, un cortecito en el cuello. Baldes de porcelana recogían la sangre que goteaba de estas, hasta que muriesen drenadas. Un hedor mucho más fuerte provenía ahora de la sala. Olor a muerte, a putrefacción. Rachel no pudo evitar cubrirse la boca con la manga de su gabardina, por el intenso olor que se le metía hasta en la garganta. Estaba realmente impresionada, la sorpresa en su rostro era evidente, ya que lograron desconcentrarla con semejante espectáculo. —¿Portia? —llamó haciendo eco entre las paredes de piedra, mezclándose el sonido con algún que otro goteo.
Rachel Decker- Cazador Clase Media
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Re: First contact [privado]
Cómplice o no en aquel retorcido asunto de secuestro, Lucifer estaba colaborando de buena gana con la detective. Cierto era que su motivo no era tan loable o justiciero como el de la mujer, más bien estaba explorando aquel mundo detectivesco que se le había presentado de imprevisto prometiendo estimulantes y novedosas experiencias, pero estaba ayudando y eso era evidente. Al menos para él, y así lo demostró su expresión, reflejo de la confusión que causó la pregunta de la mujer. - I beg your pardon, ma'am, acabo de ahorrarle tener que buscar cómo abrir esta puerta y ¿está acusándome de tenderle una trampa? - soltó el aire en una fugaz mofa que permaneció en su sonrisa. - No necesito llevarla a un pasillo oscuro para acabar con usted... si es que deseara hacerlo. Aunque podríamos ponernos íntimos... - movió la cabeza haciendo bailar su sonrisa traviesa, dejando que se desvaneciera por sí sola cuando aquel grito abrió en canal el silencio de la catacumba.
Algo más de un par de siglos atrás conoció a un tipo de lo más curioso, Will, que tenía una interesante visión de la vida. Un padre de familia y escritor al que se llevó a la cama en un par de ocasiones -aún cuando insistía que los hombres no eran de su agrado-, estimulado por la poesía que escapaba de sus labios. No es que Lucifer fuera precisamente un ser emocional, pero sí devoto de la belleza y aquel hombre sabía plasmarla en papel. Billy no fue un amante excepcional, más bien mediocre y no muy agraciado físicamente, sin embargo era el que en más ocasiones tenía rondando en su mente por una sencilla frase que, una vez más, cobraba sentido.
El infierno está vacío, todos los demonios están aquí. La escena que tenía ante sus ojos podría haberse encontrado perfectamente acoplada en alguno de los Círculos de Alighieri. Creía incluso escuchar a las harpías sobrevolando sus cabezas esperando el festín; aquellas jóvenes de algún modo habían cometido el pecado de la violencia contra sí mismas al confiar a ciegas en madame Leduc.
El rostro de Lucifer no mostró repugnancia o discordia alguna; la Muerte, por muy grotesca que pudiera ser, no removía nada en su interior. No obstante, sentía una rabia latente en las profundidades de su ser cuando se culpaba al demonio de la crueldad humana. Nadie había susurrado en el oído de madame Leduc para convertirla en un títere que blandiera tal violencia, pero no necesitaba ser adivino para saber que la palabra "diablo" aparecería en el periódico una vez aquella noticia saliera a la luz. Los humanos eran seres hipócritas incapaces de aceptar la maldad nata que residía en ellos mismos.
Volvió de entre sus pensamientos para avanzar al encuentro de la detective, esquivando grácilmente los cadáveres que colgaban cual cerdos a la espera de ser despedazados. No pensaba intervenir más en aquella investigación, su intención era observar y, tal vez, soltar algún comentario de vez en cuando, hasta que vio en la oscuridad la figura tambaleante de la tal Portia. Se dio cuenta enseguida de lo que estaba ocurriendo y a grandes zancadas cogió a la rubia de la cintura para apartarla en el momento justo que Portia, más pálida y agresiva de lo normal en una joven de su edad, saltaba hacia adelante con el rostro ensangrentado y afiladas uñas en dirección al cuello de la atolondrada detective.
-Será mejor que no se acerque a ella, ma'am. La niña que usted busca murió hace poco, lo que tiene ante usted es una criatura muy diferente. - El tintineo de unas cadenas señalaba que la pequeña vampiro estaba atada a la pared del fondo. El por qué madame Leduc tendría recluida a una vampiro tan joven era todo un misterio que empezaba a hacerse mucho más interesante. - ¿Había conocido antes a un demonio, ma'am? Es la primera vez que veo a uno tan joven... Resulta TAN interesante... - podía leerse una sonrisa en sus palabras. Una sonrisa de excitación. Estaba motivado, quería saber dónde desembocaría aquella historia.
Lucifer Morningstar- Vampiro Clase Alta
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Re: First contact [privado]
Nunca antes había vivido una experiencia parecida a aquella, pues siempre iba sola y nunca nadie se había prestado para ayudarla voluntariamente. Lo más curioso, era que se creía sus palabras, pero no quería ser tan ingenua, pues no sería la primera vez que la engañaban en algo que previamente había creído y las cosas habían acabado realmente mal. Había algo en ese hombre que le despertaba su lado más oscuro y sediento de sangre y venganza… en sus ojos. Ese color negro devastador, ese par de abismos que te invitaban a caer dentro de ellos, a perderse para siempre jamás. Afortunadamente, la voluntad de Rachel era mayor y no se dejó convencer por ese precioso color que poseían aquel par de ojos. Tenía razón, pues le había ahorrado un tiempo precioso con aquella puerta. Bien cierto era que tal vez habría disparado a las bisagras de esta y probablemente, la puerta habría cedido, pero era innegable que era una pérdida de tiempo y un obstáculo bastante entorpecedor para la salvación de la joven Portia.
El rostro que apareció desde la más profunda oscuridad y se vio iluminado rápidamente por la llama de su antorcha, la sobresaltó haciendo que la soltase y cayera al suelo, empequeñeciendo la llama de ésta. Los brazos de su acompañante rodeándola y apartándola de las garras de lo que antes era Portia, hicieron que ahogase un grito, debido al susto del contacto físico con algo combinado con el reciente sobresalto del ataque de la joven neófita. Alzó la mirada hacia aquel misterioso hombre y en su rostro se leía el agradecimiento. —Gracias. —expresó en voz alta. Siempre había sido bien agradecida y educada, a pesar de estar enfadada o de no entrar en razón. Era una mujer transparente que solía decir lo que pensaba, sin ningún tipo de orgullos.
Desde la distancia de seguridad que le otorgó el rescate de su compañero, observó a la joven. La analizó durante unos breves instantes, pues no necesitaba muchas pistas más para deducir lo que estaba pasando… Piel pálida, agresividad, sangre en su rostro, hambrienta, uñas afiladas… Un suspiro de resignación escapó de sus labios. Había llegado tarde, maldita sea.
Estaba enfadada consigo misma, primero por no haber visto venir el ataque de la neófita y segundo por haber permitido que le pasara aquello. Reconocía muy bien esos síntomas, pues le había tocado de cerca aquella historia. Su verdadero padre -no el monstruo- le enseñó a fabricar unas excelentes balas de madera para poder moverse en la distancia contra ese tipo de criaturas y siempre las llevaba con ella, afortunadamente. Por un instante, la decepción y la tristeza se leyó en su rostro. Recordó aquel terrible momento de su vida cuando la no-vida, le arrebató a su padre. Fue convertido contra su voluntad, tal vez por algún inexperto sádico y ella tuvo que acabar con su no-vida. Ese era el pacto, si a alguno de los dos le arrebataban la humanidad, el otro se encargaría de acabar con su sufrimiento. Ella misma se encargó de dispararle una bala de madera en el corazón y después, decapitarlo. Fue un día terrorífico para ella, desgarrador. Desde entonces no ha sido nunca más la misma y vive en busca de injusticias como aquella.
No obstante, se encontraba en un dilema. ¿Quién era ella para arrebatar la no-vida de alguien? Pero tampoco podía permitir que aquella chica sufriese más, no podía tolerarlo. Siempre ha pensado que todos los seres tienen derecho a vivir en el mismo mundo, pero no sin unos límites infranqueables. Nadie tenía derecho a jugar con las vidas ajenas en contra de su voluntad, y lo habían hecho con aquella pobre joven, hija de una familia humilde pero llena de amor. Se le partía el corazón al pensar en los ruegos de sus padres, la amaban tanto… A pesar de lo fría que se intentaba mostrar siempre Rachel, aquello bajó su guardia. La imagen de una familia que se ama, el recuerdo del fantasma de su madre, el pasado persiguiéndole. Se le acristalaron un poco los ojos, pero no permitió que se le notase en el timbre de la voz. —¿Demonio? No es nada más que una víctima del juego vil y sádico de algún gracioso. Le han arrebatado la vida en contra de su voluntad, han jugado con algo valioso como si fuera un juguete y debe ser castigado. Ella no merece sufrir más. —la tristeza en sus ojos, pasó a ser puro fuego. Estaba realmente enfadada, pues toda esa tristeza contenida se convertía en ira. Apuntó al corazón de la joven, a pesar de su eterno dilema, de su pesar por apretar el gatillo, cesó su sufrimiento y disparó. Aquel movimiento frenético de piernas y brazos paró y se desplomó sobre el suelo terroso de aquellas cuevas secretas.
Cogió la maldita antorcha y siguió adelante, esta vez más decidida que antes. Iba a castigar a quien fuera que había hecho esto, y era evidente que lo había hecho un vampiro. Madame Leduc no podía ser puesto que la había visto pasear a la luz del día más de una vez. —¿Quién será el benefactor de los cambios de Leduc? ¡Sal de ahí, te voy a encontrar, maldita sea! —dijo la última parte de la frase gritando a la oscuridad, sin miedo a nada, de nuevo enfrentándose a todo ajena a los peligros que podría correr, pues la ira siempre había nublado su vista y sus sentidos más agraciados, aunque la rapidez mental seguía intacta, por suerte, y eso era lo que más de una vez la había salvado de la muerte. Por supuesto, había dado por sentado que madame Leduc estaba pagando a alguien con esas jóvenes a cambio de dinero, posiblemente… o de favores sexuales, ¿tal vez? Lo iba a descubrir más bien pronto que tarde.
A lo lejos, atisbó una sombra bastante veloz, que cruzaba la estancia y se metía en un recoveco de la cueva, pero no pudo ver exactamente donde se refugiaba. Agudizó la vista y se agachó un poco, en posición de defensa mientras iba caminando, escudriñando la oscuridad.
Rachel Decker- Cazador Clase Media
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Re: First contact [privado]
-¿Empieza a alegrarse de tenerme aquí con usted, ma'am? - Retiró el brazo que buscaba proteger a la mujer en vistas de que estaba a salvo, con la niña encadenada no había peligro alguno de un salto repentino. El narcisismo nato en él afloró con aquella escueta palabra que aún bailaba en sus oídos. No solía recibir agradecimiento alguno por parte de los humanos, probablemente porque no tendía a perder el tiempo en ayudarles, así que se vio sorprendido al darse cuenta de lo bien que sentaba. No pudo evitar sonreír abiertamente, alzando la cabeza cual pavo henchido de orgullo. Aunque en el mismo instante que recordó que eran sus hermanos alados quienes ofrecían tales servicios de ayuda al próximo, cambió su expresión por un fingida concentración en lo ocurrido.
La estancia se habría quedado en absoluto silencio de no ser por los gruñidos salvajes de la en otrora niña inocente. Sí, difícil de creer que quedara algo de inocencia en aquella ciudad; con la hambruna infestando las calles, incluso la recién llegadas a la etapa de la madurez se veían empujadas a vender sus pequeños cuerpos a la lasciva noche. Pero no Portia. El breve instante que pudo profanar su mente fue capaz de contemplar su vida como humana, cuando aún comía perdices y no le faltaban los abrazos... tan aburrido. Decidió centrarse entonces en la detective, poniéndose a su lado observando fijamente su rostro. No le pasó por alto la tristeza que cruzó su mirada, sintió una terrible curiosidad por penetrar en sus pensamientos y descubrir qué era lo que afligía tanto su alma... pero le fue imposible. Aquello era nuevo, era la primera vez que no lograba meterse en la mente de un humano. ¿Sería humana de verdad? Entrecerró los ojos y quiso mirarla de más cerca, pero entonces habló y dijo algo que sonó a pura música celes... demoníaca para sus oídos.
-¡Castigo! Ahora nos entendemos, detective. ¿Por dónde deberíamos... qué está haciendo? Eh, no, espe... - alzó los brazos totalmente teatral para dejar constancia de su desacuerdo con aquel asesinato. - ¡Detective! ¿Por qué la ha matado? - Dispuesto a saber qué demonios pasaba por la mente de aquella humana la siguió de nuevo por la oscuridad, dejando esta vez que ella fuera delante, enfadado cual niño al que le han quitado el juguete y piensa estar de morros por un rato. Molesto, pero no callado. - Volviendo a ese tema del castigo, ¿qué idea tiene en mente? Soy fiel seguidor del uso de herramientas punzantes, hacen los gritos mucho más exquisitos. Oh y cuanto más afilados más ruegos se escuchan...
Él también había visto aquella sombra, aunque pudo olerla antes de distinguirla a través de la oscuridad. Lucifer se desvaneció igual que la sombra, siguiendo sus instintos hasta dar con el ser que merodeaba por aquel laberinto subterráneo. Debía ser sin duda el sujeto a castigar, de modo que no pensaba dejar que la detective llegara antes y le robara toda la diversión con aquella arma de muerte inmediata. Nada de eso, se le acababa de prometer un castigo y un castigo iba a tener, aunque tuviera que ensuciarse las manos. ¿Dónde estaría Mazekeen cuando se le necesitaba? Aquel demonio que en el pasado no podía quitarse de encima, parecía haber desaparecido desde que puso los pies en tierras francesas. ¿Debería empezar a preocuparse? En otro momento, tal vez.
No supo si fue él quien encontró primero al merodeador o al revés, pero ahí estaban los dos. Ambos habían saltado al cuello del otro, quedando estáticos de pie en medio de lo que parecía otra sala de aquel laberinto, mano al cuello y presionando solo lo suficiente para mantenerse a ralla a la espera de ver quién haría el primer movimiento. - ¿Eres el que ha estado hincándole el diente a esas niñas? Déjame decirte que has hecho un pésimo trabajo, la discreción no es lo tuyo eh amigo... - Ambos escucharon los pasos de la detective, ambos apretaron más fuerte el cuello del otro. Lucifer para impedir que tratara de atacarla, el otro por simple respuesta. - Detective, mire que ha tardado, esperaba más de esas piernas tan largas. Iba a ponerme con el castigo, pero he sido generoso con usted esperándola, cualidad que no suelo demostrar. ¿Puedo empezar ya? Estoy deseando escucharle gritar... - La profundidad de sus ojos se hizo más abismal, el rojo se mantuvo a ralla igual que su deseo de destriparlo de una vez.
La estancia se habría quedado en absoluto silencio de no ser por los gruñidos salvajes de la en otrora niña inocente. Sí, difícil de creer que quedara algo de inocencia en aquella ciudad; con la hambruna infestando las calles, incluso la recién llegadas a la etapa de la madurez se veían empujadas a vender sus pequeños cuerpos a la lasciva noche. Pero no Portia. El breve instante que pudo profanar su mente fue capaz de contemplar su vida como humana, cuando aún comía perdices y no le faltaban los abrazos... tan aburrido. Decidió centrarse entonces en la detective, poniéndose a su lado observando fijamente su rostro. No le pasó por alto la tristeza que cruzó su mirada, sintió una terrible curiosidad por penetrar en sus pensamientos y descubrir qué era lo que afligía tanto su alma... pero le fue imposible. Aquello era nuevo, era la primera vez que no lograba meterse en la mente de un humano. ¿Sería humana de verdad? Entrecerró los ojos y quiso mirarla de más cerca, pero entonces habló y dijo algo que sonó a pura música celes... demoníaca para sus oídos.
-¡Castigo! Ahora nos entendemos, detective. ¿Por dónde deberíamos... qué está haciendo? Eh, no, espe... - alzó los brazos totalmente teatral para dejar constancia de su desacuerdo con aquel asesinato. - ¡Detective! ¿Por qué la ha matado? - Dispuesto a saber qué demonios pasaba por la mente de aquella humana la siguió de nuevo por la oscuridad, dejando esta vez que ella fuera delante, enfadado cual niño al que le han quitado el juguete y piensa estar de morros por un rato. Molesto, pero no callado. - Volviendo a ese tema del castigo, ¿qué idea tiene en mente? Soy fiel seguidor del uso de herramientas punzantes, hacen los gritos mucho más exquisitos. Oh y cuanto más afilados más ruegos se escuchan...
Él también había visto aquella sombra, aunque pudo olerla antes de distinguirla a través de la oscuridad. Lucifer se desvaneció igual que la sombra, siguiendo sus instintos hasta dar con el ser que merodeaba por aquel laberinto subterráneo. Debía ser sin duda el sujeto a castigar, de modo que no pensaba dejar que la detective llegara antes y le robara toda la diversión con aquella arma de muerte inmediata. Nada de eso, se le acababa de prometer un castigo y un castigo iba a tener, aunque tuviera que ensuciarse las manos. ¿Dónde estaría Mazekeen cuando se le necesitaba? Aquel demonio que en el pasado no podía quitarse de encima, parecía haber desaparecido desde que puso los pies en tierras francesas. ¿Debería empezar a preocuparse? En otro momento, tal vez.
No supo si fue él quien encontró primero al merodeador o al revés, pero ahí estaban los dos. Ambos habían saltado al cuello del otro, quedando estáticos de pie en medio de lo que parecía otra sala de aquel laberinto, mano al cuello y presionando solo lo suficiente para mantenerse a ralla a la espera de ver quién haría el primer movimiento. - ¿Eres el que ha estado hincándole el diente a esas niñas? Déjame decirte que has hecho un pésimo trabajo, la discreción no es lo tuyo eh amigo... - Ambos escucharon los pasos de la detective, ambos apretaron más fuerte el cuello del otro. Lucifer para impedir que tratara de atacarla, el otro por simple respuesta. - Detective, mire que ha tardado, esperaba más de esas piernas tan largas. Iba a ponerme con el castigo, pero he sido generoso con usted esperándola, cualidad que no suelo demostrar. ¿Puedo empezar ya? Estoy deseando escucharle gritar... - La profundidad de sus ojos se hizo más abismal, el rojo se mantuvo a ralla igual que su deseo de destriparlo de una vez.
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