EL LOBO Y LA PRESA ENFRENTADOS || PRIVADO

por **Désirée D'Aramitz** Miér Jul 27, 2016 6:58 pm

Inglaterra, 4 de septiembre

Del brazo secular de la Santa Madre Iglesia, radicada en el Vaticano en los estados pontífices, ahora llegaba un grupo de inquisidores de la célula de soldados y bibliotecarios a la nueva célula de Inglaterra; habían partido casi todos los que fueron convocados, entre ellos una mujer cuya figura no se aprecia por la larga capa negra con capucha que lleva. El viaje en barco les ha durado mucho tiempo y de ello aquella joven oculta tras las oscuras telas no se ha dejado ver, ha permanecido en su camarote encerrada leyendo, no ha sociabilizado con nadie que no fuese sus santos libros.

Ahora luego de tres meses de viaje han arribado al puerto de aquella ciudad, los primeros en recibirlos son los sacerdotes que acuden al llamado de los que protegerán aquella ciudad de los males, y que de paso, serán, unos, los encargados de ordenar los santos escritos que ahí se encuentran, la tarea de la mujer es específicamente clasificar los textos luego de una “invasión” de sobrenaturales al recinto sagrado en aquella ciudad. Aquel trabajo le llevaría días peor estaba agradecida con la acogida que le dieron los hombres santos. El resto de soldados irían a patrullaje y exterminio de aquellos seres infernales; en el fondo del corazón de aquella inquisidora deseaba ver un sobrenatural, ella jamás había visto uno vivo o cruzado palabras con alguno y deseaba de forma egoísta poder hablar con ellos, ver si sus almas tenían o no la salvación redentora que en la santa biblia estaba escrita.

Habían pasado las primeras tres semanas y ella permanecía realizando el inventario de los libros, checando cuidadosamente si faltaba algo y viendo como reordenar todo ese caos. Ya habían iniciado las reparaciones del lugar, así que su trabajo se vería interrumpido por unas cuantos días y quizás semanas, algo que agradeció desde el fondo de su corazón noble ya que de esos días libres aprovecharía para conocer un poco más la ciudad. Durante el día paso vagando por las calles observando con lujo de detalle todo lo que acontecía en aquella agitada ciudad, Londres le parecía muy ruidosa para su gusto, esperó a la noche para ver la diferencia y si que la encontró, el pecado a la vuelta de las esquinas, hombres bebiendo y mujeres semi desnudas todo era lujurias y pecados por doquier.

Corre por la ciudad hasta encontrar un lugar más calmado y eso lo fue a hallar a la entrada de los bosques, había corrido tanto que no se había dando cuenta hasta que sus pulmones parecían estallar, sus pies le quemaban y su sudor comenzaba a correr por aquel rostro. Dudo en adentrarse pero como toda joven curiosa accedió a ella ingresando para conocer por vez primera como se verían aquellos lugares con el manto negro sobre ellos. Anduvo unos pasos y esperó para con calma escuchar a algún animal, pero nada, todo era silencio absoluto al menos que los estruendos y gritos a lo lejos la llevaron a adentrarse más observando por vez primera una cacería de sus compañeros soldados.

Oculta tras los árboles con el corazón latiéndole a mil observaba inquieta como aquellos seres a lo que apuñalaban sus colegas se esparcían en polvo, otros eran heridos y atados para ¿juicios?, sus ojos estaban bien abiertos ya que era el momento de ver un juicio en directo. Esperaba que nadie notara su presencia, al menos así no daría explicaciones de su estadía ahí en vez de estar encerrada o en la iglesia en su tarea. Se sentía mal, una pecadora y eso le comía la consciencia al punto de salir corriendo de nuevo a la iglesia y pedir que le brinden el sagrado acto de confesión.

Inocente y curiosa una plato que puede ser atractivo a los íncubos.

por **Konstantín D. Lyovin** Miér Jul 27, 2016 7:03 pm

Inglaterra || Febrero 14

Del brazo secular de la Santa Madre Iglesia, radicada en el Vaticano en los estados pontífices, ahora llegaba un grupo de inquisidores de la célula de soldados y bibliotecarios a la nueva célula de Inglaterra en la que actualmente le tocaba de guardia. Inglaterra, odiaba Inglaterra, todos eran tan estirados y refinados frios y sin sentido. Bien, no era para tanto su natal San Petersburgo, en Rusia era ralamente un lugar frio pero era completamente distinto a la bola de ingleses estirados. Y bien asi habían sido sus últimos cinco años. De San Petersburgo a Moscu, de moscu a Austria, de Austria a España, de España a Italia, de Italia a Francia y al delfin se le ocurria mandar como ofrenada al Leon ingles una orda de inquisidores para arreglar su pequeña infestación de apestosos vampiros. Entre ellos a mi. No somos los únicos en llagar, de distintas partes de Europa llegan miembros pertenecientes a las facciones de los inquisidores.

El sol esta a punto de esconderse, llevamos poco más de tres meses en Inglaterra cuando ellas llegan, un grupo de Intelectualonas tontas, tapadadas hasta las narices. ¿Cómo si alquien se fuese a fijar en ellas? Los idiotas de mi escuadrón silban desde los balcones del monasterio al verlas llegar, huyen cuales cucarachas secreteándose escapando de las miradas morbosas de mis hombres. Un zape a mi segundo hace que regrese la seriedad y ordenando alistarse para la noche, hay que salir a cazar ratas con colmillos y alas.

No han pasado mas de dos horas desde que encontramos el nido de vampiros neófitos. Un setenta porciento a caído, algunos mas ha sido arrestados para interrogatorio y aun así no estamos ni cerca de encontrar a la puta que esta organizando todo esto. Esa asquerosa mujersuela del demonio me obsesiona, no en plan sentimental pero encontrar tomando en cuenta mi historia es difícil no obsesionarme casi con cualquier cosa o ser. Silbó a Uriel, mi nueva protegida, que me mira de inmediato ordenándole seguirme en silencio e ir por cinco sanguijuelas que se están colando de tras de –¡Estas putas mujeres! –recito apretando los dientes corriendo mas rápido.

“Inocente y curiosa una plato que puede ser atractivo a los íncubos o mejor dicho, estúpida y descerebrada ofreciéndose de cena a media noche”

El macho que guía a las otras cuatro hembras toma a la mujer que esta a punto de desmayarse del miedo. La bala que atraviesa el hombro hace evite le clave los dientes –¡¡Uriel mueve el culo y ponte a trabajar!! –grito a la rubia que se va detrás de las otras dos hembras que emprenden la huida. Tres neófitos de tan corta edad no es la gran cosa, apena y tienen control de sus nuevos poderes, así que no es difícil deshacerme de ellos.

–Mas bale que tengas una buena explicación de porque mierdas una de tuyas esta en el campo de batalla y no metida hasta las narices en sus libros bibliotecaria –No hay piedad o clemencia aunque seamos inquisidores, ella no debería estar aquí. El jalón pone su delicado rostro temeros frente al mío –Pídele a dios que tengan clemencia tus superiores porque me asegurare que te den un buen castigo –Sostengo a la mujer del codo jalándola sin importar si la lastimo. Esto se va a poner divertido.

por **Désirée D'Aramitz** Lun Oct 03, 2016 6:01 pm

Imprudencia que es la práctica innecesaria de la curiosidad, una tan dañina que puede ocasionar muchos problemas y todo por la mal injustificada razón de “conocimiento” y por ello se olvida el deber de cuidado, las obligaciones dejando paso a los lamentos cuando el daño es irremediable y no hay reparación para ello. De la misma forma se maneja con el cuidado del alma y los libros, descuidar un solo segundo uno de los dos puede ocasionar estragos inimaginables.

La hoguera bárbara que se produce frente a aquellos ojos curiosos ocultos tras un árbol, mal momento en el que ha optado aquella joven el seguir a la guarnición de soldado descuidando su obligación de guardar los secretos e informar a los otros miembros de la sagrada cofradía de los altos cielos. Más su espíritu de conocimiento de aquello que ha leído es quien la lleva a ocultarse de los soldados memorizando cada uno de sus movimientos, de sus ataques susurrando las palabras de cada uno de ellos como si fuese un examen llevando entre descripciones y posibles formas de evitar tales encuentros mortales. Su corazón late con el fulgor de aquella batalla tanto así como para llamar la atención de los enemigos que van tras el alma inocente de quien les serviría como una presa o futura amante de aquel que sonríe a los inquisidores cual burla.

Corre por el lugar a todo pulmón lo más rápido que se le permite, en su mano mantiene aquel puñal que ha servido para recoger sus cabellos, más sabe que no será suficiente. El ser de la noche, aquel hombre cae sobre ella dispuesto a morder su cuello pero antes de hacerlo uno de los soldados le ha salvado, o eso ella pensaba hasta que ambos se encuentran cara a cara. Sus ojos se abren de par en par y la fascinación queda a un lado para mostrar el temor en aquel rostro jovial por la fuerza a la que es sometida, sin piedad.

Guarda silencio mientras su ejecutor demanda los castigos en contra de ella, cierra sus ojos respirando tranquilamente, el brazo le duele siente como le escuece la piel por cada uno de los jalones que recibe de parte del soldado, pero ella con toda calma lo aparta con su otra mano mirándole a los ojos, aun con el dolor en su brazo –No será usted quien me castigue si no mi señor al cual sirvo, si Su excelencia ve mi comportamiento como un acto de desobediencia el será quien me dé la penitencia, no usted, mejor preocúpese y vaya por aquellos a los que han venido a dar juicio, que para eso ha venido ¿o no?– esas ultimas palabras las dijo algo molesta y de las cuales al segundo se estaba arrepintiendo y regañando por el tono usado.

Toma un poco de aire justo cuando reverencia al soldado –Aun así agradezco el que me haya salvado, y le pido disculpas por haber interrumpido su cacería, no era mi intención, tenía un cometido pero eso se lo diré a su Eminencia cuando me interrogue– sus manos temblaban por lo acontecido en aquella noche al igual que su voz que se iba quebrando pero aun así su espíritu se mantenía firme mirando al hombre a los ojos, como si fuera un acto de rebeldía, y es que ella conocía a aquel hombre que tenía delante, los rumores le acaecían una reputación no muy favorable entre los pasillos de la biblioteca.

Y de todos era al que menos quería encontrase y recibir ayuda, sabrá Dios con que le saldría él, mientras ella rezaba porque realmente no fuera castigada, aun con sus palabras esperaba que el castigo no fuera tan grande y menos que pusieran a aquel como su ejecutor.

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