Depredador o presa -Privado-

por **Vlad** Miér Abr 19, 2017 10:47 pm

Su nivel de aburrimiento siempre estaba variando, pero regularmente se situaba en puntos demasiado altos como para ser lidiados de manera normal y esa noche se encontraba lejos de su ancla a la cordura. Vlad era especial hasta cuando se trataba de alimentarse y por lo mismo llevaba algunos días sin comer, motivo principal por el que esa noche se internaba en las calles parisinas en busca de diversión y alimento para él.

La oscuridad no era únicamente un estado perteneciente a la noche, sino también parte de lo que existía en el interior del inmortal, que andaba cual dueño de todo lo que le rodeaba. Para él las cosas eran sencillas; todo le pertenecía de alguna manera, pero eran contadas las circunstancias o personas que obtenían realmente su atención. En su oscura y retorcida mente, aquello que obtenía su atención debía de sentirse complacido, porque significaba que era lo suficientemente especial como para que Vlad planeará perder el tiempo en algo o alguien que quizás, no valiera tanto después de todo.

Conforme avanzaba la noche y sus pasos le guiaban por diversas calles, no solo incrementaba su aburrimiento sino también su molestia interna. París se estaba transformando a pasos agigantados en el peor lugar para que estuviera; comenzaba a parecerle más aburrido que cualquier otro lugar donde antes hubiese estado. Necesitaba algo de diversión y la necesitaba de manera urgente. Esa imperiosa necesidad de algo con lo cual jugar, dejaba a cualquiera que anduviera cerca como un juguete potencial de liberación de tensión interna.

Por la zona en la que se encontraba existían varias calles que le llevarían hasta algún ser viviente y sin embargo, escogió aquellas que le llevaron de manera inevitable hasta donde se hallaba uno de los suyos. La calle no era precisamente de aquellas en las que se podían topar dos depredadores de sangre humana. Existía una notoria iluminación, patrocinada por las farolas y la luna brillando en lo alto del oscuro cielo. Dos únicas vasijas de apariencia humana se encontraban ahí, como si fueran parte de los vivos pero realmente siendo únicamente recipientes de una mentira. Una de esas vasijas, era Vlad; que no contuvo una oscura sonrisa oler al ser inmortal que estaba tan cerca de él. Un juguete resistente. El juguete perfecto, acababa de ser encontrado.

por **Kain De Orléans** Jue Mayo 18, 2017 6:41 pm

Una noche bastante ajetreada, movía a Kain sobre sus pasos hacia los callejones de París. A él le encantaba deambular por los lugares más extraños, para buscar algún tipo de diversión. Escuchaba a lo lejos varias voces de humanos y entre otros seres, cuando esto sucedía simplemente trataba de ignorar y hacer oídos sordos, ya que muchas veces tanta información podía aturdirlo. Su reciente llegada a París, después de un largo viaje que hizo hacia Italia. La escena parisiense parecía ser siempre la misma. Las luces, las personas, las calles, los aromas, colores, todo parecía ser infinito y a veces se preguntaba ¿Cuándo resurgiría realmente París?... él esperaba que unos años más. Si había algo que en su eternidad pensaba a menudo, era cuando es que iba a ver realmente un cambio en ese mundo.

Kain caminó por varias horas, observando las personas, humanos deliciosos que podían entregarse a él tan fácilmente pero en ese momento no tenía sed, más bien lo que quería era divertirse, pasar el rato. El reencuentro con su hermano Mikaël, le había absorbido un poco esa energía renovada que traía desde la hermosa Venecia. Pensó en Letelier, su violín danzante que reposaba en su respectivo estuche, mientras lo llevaba en su espalda. Buscaría algún lugar para ponerse a tocar, al aire libre esperando que la Guardia Real no le arruine la fiesta. Aunque ya lo habían escuchado en ocasiones, que ya se habían acostumbrado y Kain se había vuelto un violinista casi callejero bastante conocido.

Los callejones no estaban tan oscuros, las luces parecían ser bastante nuevas. ¡Vaya entonces que el Rey se dignó a renovar las viejas!- pensaba él mientras contemplaba detenidamente el ambiente en los callejones, sosiego y silencioso. Se quedó en una esquina y al momento en que iba sacar a Letelier, percibió la presencia de otro ser sobrenatural cerca de él, sintió una especie de contacto y quedó un tanto sorprendido pues sólo había estado con otro ser sobrenatural de cerca, de su misma raza, y de su misma sangre: Su hermano. Kain observó a lo lejos al otro ser, percibiendo un aura mucho más antigua, que la de su hermano incluso y supo que era un vampiro anciano. Rió de repente, meneando la cabeza y comenzó a afinar su violín mientras el aura del otro vampiro parecía ensordecerle, y trató de concentrarse… más fue inútil.

-¿Cómo le va… Monsieur?- dirigió la palabra hacia el vampiro, con naturalidad y relajación en su tono de voz, amable… como si su presencia no le causara ninguna incomodidad.

por **Vlad** Vie Jun 23, 2017 11:49 pm

Vlad había encontrado lo que tanto buscaba esa noche, lo único que faltaba ahora era cerciorarse de que el inmortal que se encontraba cada vez más cerca, realmente era digno de su interés y para descubrir eso era necesario que se vieran, no solo que sintieras sus auras. Con el paso lento de quien se sabe dueño del tiempo, Vlad avanzó por la calle hasta que sus ojos dieron con la figura de un inmortal joven que afinaba de manera dedicada un violín. Que interesante resultaba ya aquel encuentro, pues de entrada, ambos parecían ser opuestos en intereses y por supuesto, sus edades reales eran demasiado diferentes.

Aquel vampiro del violín quizás era una existencia aún ingenua y no pútrida como lo era Vlad, lo que hizo que la oscuridad dentro del antiguo se removiera, deseosa de mostrar al joven vampiro lo que la inmortalidad podía causar realmente en el alma de cualquier ser, en especial de aquellas que desde la humanidad se orientaron a la oscuridad, justo como la de Vlad, que se detuvo a escasos metros de donde se encontraba el violinista, para sin decir palabra alguna contemplarlo.

Con atención, los ojos del inmortal seguían los movimientos ajenos o al menos lo hicieron hasta que el otro pareció sentirse incomodo ante una presencia de espectador, llevándolo entonces a ser el primero en hablar. La amabilidad y hasta en cierto punto la inocencia del otro, llevó a Vlad a sonreír ampliamente. Aquel gesto podía ser interpretado por cualquiera como un ofrecimiento de amistad, pero cuando provenía de él, no era más que el disfrute de quien sabe que él otro esta pisando terreno peligroso y espera simplemente por ver como se hunde.
– Me iba bastante mal, es una noche terriblemente aburrida – respondió con aparente cortesía – pero espero que eso este por cambiar. ¿Piensa tocar esta noche? – interrogó, observando el hermoso violín que el otro sostenía – Hace tanto que no escucho a nadie tocar algún instrumento – comentó antes de cerrar los ojos, trayendo a su mente la melodía de los gritos, que era lo único que desde hacía muchas décadas gustaba de escuchar.

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