AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
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Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Hacía sólo unos días que había atracado el barco que me había llevado a París. Las heridas que estuvieron al borde de llevarme a la misma muert, iban sanando y ya no eran más que leves roces que me molestaban en contadas ocasiones, no obstante, las drogas que aquel lobo me había dado para poder sanarlas había hecho mella en mí, embotando mis sentidos y mis habilidades licántropas. Normalmente sólo me llevaba un par de días dar con el rastro de una persona en una ciudad grande y llena de gente, pero llevaba ya una semana siguiendo el rastro que había dejado mi hermano por las calles de París.
Aquella mañana había seguido su rastro hasta un barrio bajo de París, en concreto hasta una taberna en la que la depravación y los juegos de azar eran una cosa frecuente y habitual y en el que los clientes podían ser humanos, vampiros, licántropos y hechiceros, en aquel antro confluían todas y cada una de las razas lo que lo convertía en un lugar peligroso. No podía entrar en aquel lugar con las ropas de señorita acomodada que portaba así que decidí esperar a que cayera la noche para refugiar mi sexo en la oscuridad de la noche. Deshice mis pasos hasta el hotel en el que me alojaba y, al caer la noche me desnudé y tomé un baño de agua helada.
Necesitaba despertar mis sentidos y mi piel, encontrar aquel rastro de mi hermano y preguntar a cuantos pudieran haberlo visto o coincidido con él. Con la piel brillante por el agua que resbalaba por ella, caminé hasta la cama donde reposaban las ropas que portaría aquella noche. Había cambiado los vestidos por una camisola blanca, ancha, que sólo dejaba entrever mis pechos si uno se fijaba demasiado, unas calzas de cuero, ajustadas a mi pálida piel para adaptarse a todos y cada uno de sus movimientos, unas botas altas y una capa que cubriera mi rostro y mi larga melena castaña. Contemplé mi aspecto en el espejo de la habitación y asentí complacida con el resultado.
De aquella guisa nadie me reconocería y no me sería negada la entrada a ninguno de los lugares en los que podía oler o evocar el recuerdo de mi hermano. Caminé de nuevo hasta aquella taberna, lugar que escandalizaría a cualquier dama pero no a una loba experimentada en el arte de la guerra. Tomé aire rastreando el olor de mi hermano y entré a aquel lugar. Era un sitio pequeño, con el aire viciado por el humo y el olor humano; caminé hasta una de las mesas alejadas y vacías buscando al individuo que portaba el lejano olor de mi hermano, aquel que había contactado con él semanas atrás.
Escudriñe con mi mirada a los hombres que allí había sin detectar la presencia de aquel que me interesaba. ¡Estúpido lobo! Me había hecho perder un tiempo precioso y ahora había perdido la única pista que tenía de Reidar, debería volver a empezar de nuevo y aquello me crispaba demasiado, no podía perder mucho más tiempo, debíamos regresar a nuestro hogar, proteger nuestros bosques y a las personas que los habitaban. Me levanté de la mesa furiosa caminando de nuevo hacia la puerta de aquel antro.
Sin importarme ya que supieran si era hombre o mujer me deshice de la capucha que cubría mi rostro y mi larga melena ondulada. La reacción no se hizo de esperar, uno de los hombres, borracho y ansioso de tener una mujer en la que hundir su hombría me agarró del brazo creyéndose con derecho de hacer conmigo lo que deseara por el simple hecho de ser una mujer "indefensa" -Será mejor que me sueltes mi brazo si no quieres perderlo- dije con la voz tensa, tratando de controlar mi temperamento y con ello, el color ambarino de mis ojos que delataría mi condición.
Aquella mañana había seguido su rastro hasta un barrio bajo de París, en concreto hasta una taberna en la que la depravación y los juegos de azar eran una cosa frecuente y habitual y en el que los clientes podían ser humanos, vampiros, licántropos y hechiceros, en aquel antro confluían todas y cada una de las razas lo que lo convertía en un lugar peligroso. No podía entrar en aquel lugar con las ropas de señorita acomodada que portaba así que decidí esperar a que cayera la noche para refugiar mi sexo en la oscuridad de la noche. Deshice mis pasos hasta el hotel en el que me alojaba y, al caer la noche me desnudé y tomé un baño de agua helada.
Necesitaba despertar mis sentidos y mi piel, encontrar aquel rastro de mi hermano y preguntar a cuantos pudieran haberlo visto o coincidido con él. Con la piel brillante por el agua que resbalaba por ella, caminé hasta la cama donde reposaban las ropas que portaría aquella noche. Había cambiado los vestidos por una camisola blanca, ancha, que sólo dejaba entrever mis pechos si uno se fijaba demasiado, unas calzas de cuero, ajustadas a mi pálida piel para adaptarse a todos y cada uno de sus movimientos, unas botas altas y una capa que cubriera mi rostro y mi larga melena castaña. Contemplé mi aspecto en el espejo de la habitación y asentí complacida con el resultado.
De aquella guisa nadie me reconocería y no me sería negada la entrada a ninguno de los lugares en los que podía oler o evocar el recuerdo de mi hermano. Caminé de nuevo hasta aquella taberna, lugar que escandalizaría a cualquier dama pero no a una loba experimentada en el arte de la guerra. Tomé aire rastreando el olor de mi hermano y entré a aquel lugar. Era un sitio pequeño, con el aire viciado por el humo y el olor humano; caminé hasta una de las mesas alejadas y vacías buscando al individuo que portaba el lejano olor de mi hermano, aquel que había contactado con él semanas atrás.
Escudriñe con mi mirada a los hombres que allí había sin detectar la presencia de aquel que me interesaba. ¡Estúpido lobo! Me había hecho perder un tiempo precioso y ahora había perdido la única pista que tenía de Reidar, debería volver a empezar de nuevo y aquello me crispaba demasiado, no podía perder mucho más tiempo, debíamos regresar a nuestro hogar, proteger nuestros bosques y a las personas que los habitaban. Me levanté de la mesa furiosa caminando de nuevo hacia la puerta de aquel antro.
Sin importarme ya que supieran si era hombre o mujer me deshice de la capucha que cubría mi rostro y mi larga melena ondulada. La reacción no se hizo de esperar, uno de los hombres, borracho y ansioso de tener una mujer en la que hundir su hombría me agarró del brazo creyéndose con derecho de hacer conmigo lo que deseara por el simple hecho de ser una mujer "indefensa" -Será mejor que me sueltes mi brazo si no quieres perderlo- dije con la voz tensa, tratando de controlar mi temperamento y con ello, el color ambarino de mis ojos que delataría mi condición.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Otra noche mas en vela, eso tenia que terminar, maldije la imagen de aquella mujer que encapuchada en negras telas seguía susurrando mi nombre con los labios rojos como la sangre.
Se acercaba, casi tan rápido como mi muerte, la oscuridad invadía no solo mi piel si no mi juicio, pronto aquella marca llegaría a mi corazón cumpliendo las palabras de aquel espectro que entre risas ya aseguraba que era suyo.
Mas si algo me diferenciaba del resto, es que conmigo nada se podía dar por sentado, puede que mi destino fuera arder en el infierno, mas ella me acompañaría a bailar entre las llamas, puede que mi destino fuera hacerme suyo, mas el mio, era acabar con su vil existencia aunque para eso ambos tuviéramos que perder la vida en el encuentro.
Ensimismado en mis pensamientos y con el aire golpeando mi rostro llegue frente a una sombría taberna, no era la que habitualmente solía frecuentar, esta por el contrario residía en los bajos fondos de la ciudad.
Mas si pretendía oír rumores sobre la existencia y paradero de algún nigromante, este y no otro era el lugar adecuado.
Si alguien podía darme información sobre esta herida que recorría mi hombro atenazándolo de dolor, y sobre las visiones que se sucedían en mi mente sesgando mi voluntad era otro de esos oscuros seres, y aunque no pretendía me regalara su ayuda a cambio de nada, esperaba que los metodos que utilizaría para sacar la información deseada me bastaran para que el nigromante me ayudara en mi propósito.
Me adentre en aquella taberna, que olía a alcohol, sudor y muerte, allí había de todo, desde vampiros, que me miraron de soslayo creo que intuyendo por mis ropas y por las dos gemelas que bajo mi capa asomaban por mi espalda que me trataba de un cazador.
Rei de medio lado cuando el silencio se abrió paso con cada uno de mis huecos pasos que hacia la barra caminaban sin tambalear ni por un instante el pulso.
No temia a la muerte, no temía a los sobrenaturales, nada podía hacerme perder firmeza en aquel reto en el que las miradas me desafiaban para ver si mi aplomo era lo suficientemente fuerte como para ganarme un sitio en esa barra.
Tome asiento pidiendo una copa de whisky escoces mientras buscaba con la mirada, algún ser que por su vestimenta pudiera si no el directamente llevarme frente a un hechicero de las artes oscuras.
Solo llamo mi atención, una mujer cubierta por una capa marrón ,que posiblemente deseaba no ser molestada, pero que tras un chasquido de lengua se puso en pie malhumorada llevada por el mismo demonio, dejando ahora si con total indiferencia su rostro al descubierto.
Una melena castaña y ligeramente ondulada, caia salvaje por sus hombros, mas si digo que eso fue lo único que llamo mi atención mentiría.
Su rostro, deslice mis ojos por este, dibujando cada contorno de sus preciosos gestos. Juraria que ni las diosas del Olimpo podrían competir ocn ella en belleza.
Aquella imagen no tenia parangón, jamas había visto un ser como ese, mas creo que en ese preciso instante supe que pronto se convertiría en mi mas absoluta destrucción.
Un tipo tomo su brazo, supongo que sus pensamientos mucho mas burdos que los míos, habían encontrado diversión en ese cuerpo de escándalo para una noche de desenfreno.
Me puse en pie lanzando tres dagas con absoluta destreza que con certero acierto se hundieron en las manos de aquel tipo clavandolo a la mesa, forzando así que liberara a la dama.
Mas la sonrisa picara solo se dibujo en mis labios cuando la tercera daga se clavo en la silla rozando su virilidad y sesgando ligeramente sus pantalones.
Pude ver como un chorro de orín se esparcía por la silla mientras soltaba un alarido de dolor que mirando sus manos ensangrentadas.
-Esto te enseñara a no tocar lo que por derecho me pertenece -me acerque a ella, podía ver la rabia en sus ojos, no se si por mis desafiantes palabras de posesión o por no haberla dejado a ella misma ocuparse de ese desgraciado.
Se acercaba, casi tan rápido como mi muerte, la oscuridad invadía no solo mi piel si no mi juicio, pronto aquella marca llegaría a mi corazón cumpliendo las palabras de aquel espectro que entre risas ya aseguraba que era suyo.
Mas si algo me diferenciaba del resto, es que conmigo nada se podía dar por sentado, puede que mi destino fuera arder en el infierno, mas ella me acompañaría a bailar entre las llamas, puede que mi destino fuera hacerme suyo, mas el mio, era acabar con su vil existencia aunque para eso ambos tuviéramos que perder la vida en el encuentro.
Ensimismado en mis pensamientos y con el aire golpeando mi rostro llegue frente a una sombría taberna, no era la que habitualmente solía frecuentar, esta por el contrario residía en los bajos fondos de la ciudad.
Mas si pretendía oír rumores sobre la existencia y paradero de algún nigromante, este y no otro era el lugar adecuado.
Si alguien podía darme información sobre esta herida que recorría mi hombro atenazándolo de dolor, y sobre las visiones que se sucedían en mi mente sesgando mi voluntad era otro de esos oscuros seres, y aunque no pretendía me regalara su ayuda a cambio de nada, esperaba que los metodos que utilizaría para sacar la información deseada me bastaran para que el nigromante me ayudara en mi propósito.
Me adentre en aquella taberna, que olía a alcohol, sudor y muerte, allí había de todo, desde vampiros, que me miraron de soslayo creo que intuyendo por mis ropas y por las dos gemelas que bajo mi capa asomaban por mi espalda que me trataba de un cazador.
Rei de medio lado cuando el silencio se abrió paso con cada uno de mis huecos pasos que hacia la barra caminaban sin tambalear ni por un instante el pulso.
No temia a la muerte, no temía a los sobrenaturales, nada podía hacerme perder firmeza en aquel reto en el que las miradas me desafiaban para ver si mi aplomo era lo suficientemente fuerte como para ganarme un sitio en esa barra.
Tome asiento pidiendo una copa de whisky escoces mientras buscaba con la mirada, algún ser que por su vestimenta pudiera si no el directamente llevarme frente a un hechicero de las artes oscuras.
Solo llamo mi atención, una mujer cubierta por una capa marrón ,que posiblemente deseaba no ser molestada, pero que tras un chasquido de lengua se puso en pie malhumorada llevada por el mismo demonio, dejando ahora si con total indiferencia su rostro al descubierto.
Una melena castaña y ligeramente ondulada, caia salvaje por sus hombros, mas si digo que eso fue lo único que llamo mi atención mentiría.
Su rostro, deslice mis ojos por este, dibujando cada contorno de sus preciosos gestos. Juraria que ni las diosas del Olimpo podrían competir ocn ella en belleza.
Aquella imagen no tenia parangón, jamas había visto un ser como ese, mas creo que en ese preciso instante supe que pronto se convertiría en mi mas absoluta destrucción.
Un tipo tomo su brazo, supongo que sus pensamientos mucho mas burdos que los míos, habían encontrado diversión en ese cuerpo de escándalo para una noche de desenfreno.
Me puse en pie lanzando tres dagas con absoluta destreza que con certero acierto se hundieron en las manos de aquel tipo clavandolo a la mesa, forzando así que liberara a la dama.
Mas la sonrisa picara solo se dibujo en mis labios cuando la tercera daga se clavo en la silla rozando su virilidad y sesgando ligeramente sus pantalones.
Pude ver como un chorro de orín se esparcía por la silla mientras soltaba un alarido de dolor que mirando sus manos ensangrentadas.
-Esto te enseñara a no tocar lo que por derecho me pertenece -me acerque a ella, podía ver la rabia en sus ojos, no se si por mis desafiantes palabras de posesión o por no haberla dejado a ella misma ocuparse de ese desgraciado.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 24/06/2016
Localización : dificil de encontrar
Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Mis palabras no pudieron llegar a cumplirse pues alguien lanzó con destreza tres dagas a aquel hombre que deseaba poseerme sin saber que si lo hubiera intentado hubiera despedazado su cuello. No necesitaba aquella ayuda, mis manos, mis uñas y mis dientes eran cuanto necesitaba para hacer que aquel bastardo no volviera a mirar y mucho menos tocar, a ninguna mujer de aquel modo, como si pudiera ser su dueño sin siquiera preguntarlo.
Tomé aire y giré con lentitud mi cuerpo cubierto por la capa marrón. Quería contemplar al idiota que me había privado de desahogar las frustraciones de aquella noche con aquel hombre que había tomado mi brazo. No solía ser cruel, pero aquella ocasión bien lo merecía y ahora me quedaría con las ganas. Mis labios se entreabrieron para rechistar antes de que mis ojos contemplaran aquel aura brillante que inundaba a aquel hombre.
Era un cazador, un cazador poderoso y un cazador herido también. De su cuerpo emanaban los olores de la sangre y la podredumbre de una herida que, si no curaba con celeridad, acabaría con su vida y con aquel cuerpo cincelado a base de entrenamientos y luchas. Mi gesto se endureció, cambiando de la ira irracional por la caza perdida a la prudencia de la presa que puede ser cazada si se confía.
No debía dejarme llevar por aquellos ojos profundos, esa sonrisa socarrona, altiva y ¿para qué negarlo? muy seductora y, mucho menos por aquel cuerpo hecho para el deseo y el disfrute. No, debía estar alerta pues, su aparente atracción por mi persona podía ser únicamente la antesala que me condujera a una trampa mortal. Preferiría estar debajo de sus sábanas que pasar a formar parte de una de sus mantas.
Acerqué mi cuerpo al suyo y dibujé una sonrisa sensual y socarrona en unos labios que me encargué de humedecer con lentitud con mi lengua. Observé su cuerpo de arriba a abajo, buscando los lugares en los que podía ocultar algún arma que acabara con mi vida y, finalmente acerqué mi rostro al suyo -¡Vaya! he de mirarme al espejo más a menudo, no sabía que ahora era una montura que pudiera pertenecer a uno u otro hombre en lugar de una dama dueña de sí misma- caminé a su alrededor deslizando mi mano por su pecho y, cuando giré a su alrededor, por su espalda, descubriendo así las dos gemelas que escondía a su espalda.
Debía andar con cuidado, no era una dama indefensa o, en este caso, una loba sin recursos. Y aunque él estaba herido, estaba claro que poseía más fuerza de la que yo podía tener en mi forma humana, quizá, con suerte él no sabría de mi condición y, simplemente, había sentido la necesidad y el deseo de proteger a alguien que él consideraba indefenso y desprotegido. Si era así ¡cuán equivocado estaba!
-Gracias por salvar mi honradez, me temo que ese hombre no deseaba hablar conmigo sino más bien forzarme o me ha confundido con una de las prostitutas del local- tendí mi mano a aquel hombre -soy Odalyn ¿y vos, quién sois que afirmáis ser mi dueño?- Sentí que todas las miradas estaban clavadas en nosotros, en mi por ser una mujer en un mundo de hombres y en él por el espectáculo que acababa de brindar.
Las miradas no eran de sorpresa o admiración, más bien parecían ser de desprecio y odio. Era un cazador en un lugar de encuentro de seres sobrenaturales, si no andaba con más cuidado sería la cena de todos cuantos estaban allí. No obstante, ninguno se atrevió a atacarle aunque todos y cada uno de los ojos estaban puestos en él, vigilantes y desafiantes. -No parecéis tener muchos amigos en esta taberna... y yo tengo poco que hacer aquí ya, mi búsqueda de esta noche está frustrada, quizás podríamos pedir una botella de vino y discutir fuera los motivos por los que según vos soy vuestra, estaré encantada de escucharlos-
No esperé a su respuesta, tenía la manía de tener la última palabra y de salirme siempre con la mía, siempre lo hacía con Reidar y no por ello iba a dejar de hacerlo con un extraño. Me acerqué a la barra, pedí una botella de whisky a la camarera y le di una suntuosa suma para que ni ella ni nadie del local fuera en nuestra busca, en su busca. Caminé hasta la puerta, sintiendo como el sonido de los tacones de mis botas rompía el silencio que imperaba en aquella sala y, una vez en el quicio de la misma miré de nuevo al cazador -¿Vienes? ¿O quizá temas más a una dama indefensa que a un violador?-
Tomé aire y giré con lentitud mi cuerpo cubierto por la capa marrón. Quería contemplar al idiota que me había privado de desahogar las frustraciones de aquella noche con aquel hombre que había tomado mi brazo. No solía ser cruel, pero aquella ocasión bien lo merecía y ahora me quedaría con las ganas. Mis labios se entreabrieron para rechistar antes de que mis ojos contemplaran aquel aura brillante que inundaba a aquel hombre.
Era un cazador, un cazador poderoso y un cazador herido también. De su cuerpo emanaban los olores de la sangre y la podredumbre de una herida que, si no curaba con celeridad, acabaría con su vida y con aquel cuerpo cincelado a base de entrenamientos y luchas. Mi gesto se endureció, cambiando de la ira irracional por la caza perdida a la prudencia de la presa que puede ser cazada si se confía.
No debía dejarme llevar por aquellos ojos profundos, esa sonrisa socarrona, altiva y ¿para qué negarlo? muy seductora y, mucho menos por aquel cuerpo hecho para el deseo y el disfrute. No, debía estar alerta pues, su aparente atracción por mi persona podía ser únicamente la antesala que me condujera a una trampa mortal. Preferiría estar debajo de sus sábanas que pasar a formar parte de una de sus mantas.
Acerqué mi cuerpo al suyo y dibujé una sonrisa sensual y socarrona en unos labios que me encargué de humedecer con lentitud con mi lengua. Observé su cuerpo de arriba a abajo, buscando los lugares en los que podía ocultar algún arma que acabara con mi vida y, finalmente acerqué mi rostro al suyo -¡Vaya! he de mirarme al espejo más a menudo, no sabía que ahora era una montura que pudiera pertenecer a uno u otro hombre en lugar de una dama dueña de sí misma- caminé a su alrededor deslizando mi mano por su pecho y, cuando giré a su alrededor, por su espalda, descubriendo así las dos gemelas que escondía a su espalda.
Debía andar con cuidado, no era una dama indefensa o, en este caso, una loba sin recursos. Y aunque él estaba herido, estaba claro que poseía más fuerza de la que yo podía tener en mi forma humana, quizá, con suerte él no sabría de mi condición y, simplemente, había sentido la necesidad y el deseo de proteger a alguien que él consideraba indefenso y desprotegido. Si era así ¡cuán equivocado estaba!
-Gracias por salvar mi honradez, me temo que ese hombre no deseaba hablar conmigo sino más bien forzarme o me ha confundido con una de las prostitutas del local- tendí mi mano a aquel hombre -soy Odalyn ¿y vos, quién sois que afirmáis ser mi dueño?- Sentí que todas las miradas estaban clavadas en nosotros, en mi por ser una mujer en un mundo de hombres y en él por el espectáculo que acababa de brindar.
Las miradas no eran de sorpresa o admiración, más bien parecían ser de desprecio y odio. Era un cazador en un lugar de encuentro de seres sobrenaturales, si no andaba con más cuidado sería la cena de todos cuantos estaban allí. No obstante, ninguno se atrevió a atacarle aunque todos y cada uno de los ojos estaban puestos en él, vigilantes y desafiantes. -No parecéis tener muchos amigos en esta taberna... y yo tengo poco que hacer aquí ya, mi búsqueda de esta noche está frustrada, quizás podríamos pedir una botella de vino y discutir fuera los motivos por los que según vos soy vuestra, estaré encantada de escucharlos-
No esperé a su respuesta, tenía la manía de tener la última palabra y de salirme siempre con la mía, siempre lo hacía con Reidar y no por ello iba a dejar de hacerlo con un extraño. Me acerqué a la barra, pedí una botella de whisky a la camarera y le di una suntuosa suma para que ni ella ni nadie del local fuera en nuestra busca, en su busca. Caminé hasta la puerta, sintiendo como el sonido de los tacones de mis botas rompía el silencio que imperaba en aquella sala y, una vez en el quicio de la misma miré de nuevo al cazador -¿Vienes? ¿O quizá temas más a una dama indefensa que a un violador?-
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Su cuerpo cedió ante el mio aproximándose con una sensualidad infinita mientras su mano rozaba mi pecho y sus ojos buscaban armas en mis cartucheras.
Una sonrisa de medio lado se dibujo en mi rostro dejándola hacer,
Su vestimenta hablaba por si sola, si creía que ante mis ojos quedaba como una pobre niña asustada estaba mas que equivocada.
Mire los muslos bien contorneados de la dama, musculados posiblemente por el deporte, dudaba si se trataba de una cazadora, mas a simple vista no detectaba arma que sobresaliera de esa capa, que la verdad ocultaba a la perfección no solo su figura si no también la posibilidad de vislumbrar cualquier acero ajustado a su piel.
Susurró frente a mis labios altiva contestando con rotundidad que de momento no tenia dueño, mas su manos siguió su camino rodeando mi cuerpo hasta alcanzar las gemelas que a mis espaldas le mostraban sin dudarlo mi condición.
-Hechas las presentaciones -ironice para que comprendiera que de sobra sabia que ese sexy paseillo alrededor de mi cuerpo tan solo había sido un modo de inspeccionándome de arriba a bajo.
Pronto agradeció mi gesto presentándose, tendiéndome la mano que sin duda afiance estrechándola con firmeza con la mía.
Manos con cayos, posiblemente porque había sido entrenada a empuñar armas, alce la vista hasta sus pardos ojos sin aflojar el agarre mientras acariciaba su palma con mis yemas entreabriendo los labios frente a ella.
Cayos pequeños, posiblemente no por falta de enfrenamiento si no porque estaba especializada en armas blancas ligeras, apostaría por dagas.
Observe sus dedos, no cabía duda de que era una experta en el tiro con arco.
Mordí mi labio inferior escuchado aquel nombre que intuía seria mi perdición mas absoluta.
-Agarwaen -me presenté sin mas dilación -para servirla, o no -susurre contra sus labios con picardia depositando un beso casto en su mejilla, aunque con descaro rozo la comisura de sus labios.
La mirada de todos aquello inmortales estaba depositada en nosotros, bueno, mas bien en mi,algo que arrastro mi segunda sospecha sobre ella, esos que nos miraban eran sobrenaturales, así que si mi me miraban a mi implicaba que ella también lo era.
Esa teoría no sabia bien si era la mas acertada, pues claro algunas lascivas miradas también las acaparaba, mas sin dudo eso era por lo sumamente buena que estaba.
Reí frente a mis propios pensamientos escuchando sus palabras sobre la cantidad de amigos que tenia acumulados en ese local.
-Me gusta hacer amigos preciosa, cuantos mas mejor -bromeé guiñándole el ojo.
Mas pronto vino la proposición mas interesante de la noche, ella, yo, y alcohol, una oferta que siendo un hombre no podía rechazar.
-Preciosa, cuando he dicho que eras mía, solo he sido el chulo fanfarrón que acostumbro, mas ahora que veo como me miráis, creo que no podía haber estado mas acertado. Sois tan mía como las dos cimitarras que penden de mis espaldas o como vos sois presa de la luna que ilumina el cielo ¿verdad?
Si, era un farol que solté al tiempo que me daba las espaldas, mas necesitaba saber de su condición si es que la tenia, y era obvio que inmortal no era con lo cual solo me quedaba probar fortuna con la licantropia, si me equivocaba, si era cazadora, aquella noche seria épica entre nosotros pues no existía nada que en ese instante deseara mas que colarme entre esas piernas.
Seguí los pasos sordos de sus botas que se abrían paso en la taberna, como no seguido por todas las miradas de aquellos seres que parecían temerme, o quizás, no era miedo si no que podían presentir algo de esa herida que a estas alturas yo no podía.
Una sonrisa de medio lado se dibujo en mi rostro dejándola hacer,
Su vestimenta hablaba por si sola, si creía que ante mis ojos quedaba como una pobre niña asustada estaba mas que equivocada.
Mire los muslos bien contorneados de la dama, musculados posiblemente por el deporte, dudaba si se trataba de una cazadora, mas a simple vista no detectaba arma que sobresaliera de esa capa, que la verdad ocultaba a la perfección no solo su figura si no también la posibilidad de vislumbrar cualquier acero ajustado a su piel.
Susurró frente a mis labios altiva contestando con rotundidad que de momento no tenia dueño, mas su manos siguió su camino rodeando mi cuerpo hasta alcanzar las gemelas que a mis espaldas le mostraban sin dudarlo mi condición.
-Hechas las presentaciones -ironice para que comprendiera que de sobra sabia que ese sexy paseillo alrededor de mi cuerpo tan solo había sido un modo de inspeccionándome de arriba a bajo.
Pronto agradeció mi gesto presentándose, tendiéndome la mano que sin duda afiance estrechándola con firmeza con la mía.
Manos con cayos, posiblemente porque había sido entrenada a empuñar armas, alce la vista hasta sus pardos ojos sin aflojar el agarre mientras acariciaba su palma con mis yemas entreabriendo los labios frente a ella.
Cayos pequeños, posiblemente no por falta de enfrenamiento si no porque estaba especializada en armas blancas ligeras, apostaría por dagas.
Observe sus dedos, no cabía duda de que era una experta en el tiro con arco.
Mordí mi labio inferior escuchado aquel nombre que intuía seria mi perdición mas absoluta.
-Agarwaen -me presenté sin mas dilación -para servirla, o no -susurre contra sus labios con picardia depositando un beso casto en su mejilla, aunque con descaro rozo la comisura de sus labios.
La mirada de todos aquello inmortales estaba depositada en nosotros, bueno, mas bien en mi,algo que arrastro mi segunda sospecha sobre ella, esos que nos miraban eran sobrenaturales, así que si mi me miraban a mi implicaba que ella también lo era.
Esa teoría no sabia bien si era la mas acertada, pues claro algunas lascivas miradas también las acaparaba, mas sin dudo eso era por lo sumamente buena que estaba.
Reí frente a mis propios pensamientos escuchando sus palabras sobre la cantidad de amigos que tenia acumulados en ese local.
-Me gusta hacer amigos preciosa, cuantos mas mejor -bromeé guiñándole el ojo.
Mas pronto vino la proposición mas interesante de la noche, ella, yo, y alcohol, una oferta que siendo un hombre no podía rechazar.
-Preciosa, cuando he dicho que eras mía, solo he sido el chulo fanfarrón que acostumbro, mas ahora que veo como me miráis, creo que no podía haber estado mas acertado. Sois tan mía como las dos cimitarras que penden de mis espaldas o como vos sois presa de la luna que ilumina el cielo ¿verdad?
Si, era un farol que solté al tiempo que me daba las espaldas, mas necesitaba saber de su condición si es que la tenia, y era obvio que inmortal no era con lo cual solo me quedaba probar fortuna con la licantropia, si me equivocaba, si era cazadora, aquella noche seria épica entre nosotros pues no existía nada que en ese instante deseara mas que colarme entre esas piernas.
Seguí los pasos sordos de sus botas que se abrían paso en la taberna, como no seguido por todas las miradas de aquellos seres que parecían temerme, o quizás, no era miedo si no que podían presentir algo de esa herida que a estas alturas yo no podía.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 24/06/2016
Localización : dificil de encontrar
Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Mis pasos se detuvieron al escuchar las palabras del cazador ¿me había descubierto?¿Era un farol y desconocía por completo cuál era mi naturaleza? El tiempo se encargaría de descubrirlo más adelante, mientras tanto, deslicé una de mis manos hasta mi espalda para comprobar que tenía a mano la daga que siempre escondía bajo mi ropa interior o, en el caso de hoy, bajo la camisola de lino, en contacto directo con mi blanca y suave piel.
Allí estaba mi fiel compañera, dispuesta a clavarse entre el hueco de las costillas de aquel cazador si éste se aproximaba a mi cuerpo con intención de herirme. Respiré aliviada y giré mi cuerpo para observar como aquel hombre seguía mis pasos con todas las miradas clavadas sobre su cuerpo herido y sobre las gemelas que descansaban sobre sus espaldas.
Abrí la puerta dejándole pasar como si nuestros papeles se hubieran invertido en esta ocasión. Él la dama en apuros y yo, el caballero andante aunque me temía que poco teníamos ambos de lo uno o lo otro. -Si soy tan vuestra como lo soy de la luna he de decepcionaros Agarwaen- dije haciendo un falso mohín a modo de burla -Me temo que entonces no te pertenezco en absoluto, cazador- mis labios resaltaron aquella última palabra, haciéndole ver que yo también podía jugar a las predicciones y acertar con ellas.
Caminé alejándome de aquella taberna de múltiples olores y auras nauseabundas que desconcentraban y aturdían todos mis sentidos lobunos. De nuevo clavé mis ojos en los suyos, necesitaba saber si mis engaños habían surtido efecto,si mi fanfarronería había sido lo suficientemente creíble como para que aquel hombre no me tomara por lo que era y, por tanto, por su enemiga natural. Sus ojos eran un mar de preguntas y dudas, estaba claro que mis respuestas no acababan de convencerle y, como respuesta, él seguía observando cada uno de mis movimientos tratando de averiguar mi naturaleza. Con un rápido movimiento saqué a mi otra fiel compañera, la daga que guardaba en mi brazo,bajo la camisola, y la lancé con destreza hacia el cazador, clavándola a milímetros de su cuerpo y aprisionando la tela de su camisola a la pared de la taberna.
-Si en algo habéis acertado es en que no soy como el resto de mujeres de ahí adentro. No soy una damisela en apuros ni mucho menos, así que yo que tú cuidaría mucho donde posas tus manos si no quieres acabar sin ellas, o con el miembro cercenado como el hombre de antes-
Me estaba arriesgando demasiado, pero si algo tenía claro era que no podía mostrarme débil ante un hombre que me mataría sin contemplaciones si descubría que era una loba. Sólo me quedaba rezar para que aquella actuación le hiciera pensar que era una humana extraña, una guerrera o, quizás con un poco de suerte, una de las suyas; una cazadora a la que respetar y no tocar sin su permiso.
Mi pecho subía y bajaba, ansioso de conocer las respuestas que encerraban aquellos enigmáticos ojos que no habían perdido detalle de mi y mi cuerpo en un sólo momento. ¿Me miraría de aquella forma por el simple hecho de desearme?¿O por el contrario su único deseo era clavarme un puñal de plata en el centro de mi pecho? Pronto lo sabríamos, ahora la pelota en su tejado y en sus labios; unos labios que escondían secretos no contados, unos labios que se me antojaban una perdición desde el momento mismo en el que se habían convertido en aquella sonrisa socarrona... ¿Sería yo también la perdición de aquel cazador?
Allí estaba mi fiel compañera, dispuesta a clavarse entre el hueco de las costillas de aquel cazador si éste se aproximaba a mi cuerpo con intención de herirme. Respiré aliviada y giré mi cuerpo para observar como aquel hombre seguía mis pasos con todas las miradas clavadas sobre su cuerpo herido y sobre las gemelas que descansaban sobre sus espaldas.
Abrí la puerta dejándole pasar como si nuestros papeles se hubieran invertido en esta ocasión. Él la dama en apuros y yo, el caballero andante aunque me temía que poco teníamos ambos de lo uno o lo otro. -Si soy tan vuestra como lo soy de la luna he de decepcionaros Agarwaen- dije haciendo un falso mohín a modo de burla -Me temo que entonces no te pertenezco en absoluto, cazador- mis labios resaltaron aquella última palabra, haciéndole ver que yo también podía jugar a las predicciones y acertar con ellas.
Caminé alejándome de aquella taberna de múltiples olores y auras nauseabundas que desconcentraban y aturdían todos mis sentidos lobunos. De nuevo clavé mis ojos en los suyos, necesitaba saber si mis engaños habían surtido efecto,si mi fanfarronería había sido lo suficientemente creíble como para que aquel hombre no me tomara por lo que era y, por tanto, por su enemiga natural. Sus ojos eran un mar de preguntas y dudas, estaba claro que mis respuestas no acababan de convencerle y, como respuesta, él seguía observando cada uno de mis movimientos tratando de averiguar mi naturaleza. Con un rápido movimiento saqué a mi otra fiel compañera, la daga que guardaba en mi brazo,bajo la camisola, y la lancé con destreza hacia el cazador, clavándola a milímetros de su cuerpo y aprisionando la tela de su camisola a la pared de la taberna.
-Si en algo habéis acertado es en que no soy como el resto de mujeres de ahí adentro. No soy una damisela en apuros ni mucho menos, así que yo que tú cuidaría mucho donde posas tus manos si no quieres acabar sin ellas, o con el miembro cercenado como el hombre de antes-
Me estaba arriesgando demasiado, pero si algo tenía claro era que no podía mostrarme débil ante un hombre que me mataría sin contemplaciones si descubría que era una loba. Sólo me quedaba rezar para que aquella actuación le hiciera pensar que era una humana extraña, una guerrera o, quizás con un poco de suerte, una de las suyas; una cazadora a la que respetar y no tocar sin su permiso.
Mi pecho subía y bajaba, ansioso de conocer las respuestas que encerraban aquellos enigmáticos ojos que no habían perdido detalle de mi y mi cuerpo en un sólo momento. ¿Me miraría de aquella forma por el simple hecho de desearme?¿O por el contrario su único deseo era clavarme un puñal de plata en el centro de mi pecho? Pronto lo sabríamos, ahora la pelota en su tejado y en sus labios; unos labios que escondían secretos no contados, unos labios que se me antojaban una perdición desde el momento mismo en el que se habían convertido en aquella sonrisa socarrona... ¿Sería yo también la perdición de aquel cazador?
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Sus labios aseguraron no ser en absoluto mía usando como paradoja la luna llena con la que yo mismo había sembrado la duda de su condición, algo tenia claro, para bien o para mal conocía la maldición de la licantropia y mis intenciones con las segundas palabras.
Lo que la convertía o en una loba o en una cazadora.
Me debatí entre acercar mi daga de plata a su preciosa piel de porcelana o por el contrario creer en sus palabras.
Sinceramente la deseaba, el roce de su piel empezaba a convertirse en la promesa de una noche de placer para ambos, quería creerla, necesitaba confiar en esas palabras que escapaban de sus labios, así que simplemente lo hice.
Mi porte arrogante y mi sonrisa de medio lado escondían aquello pensamientos que se apoderaban de mi ser cuando una daga hundida contra la pared y sajando mi camisola me abstrajo de ellos.
Me garantizaba no ser una damisela en peligro, mas de eso yo estaba mas que convencido incluso antes de que ese cuchillo escapara de sus dedos.
-ya estas tratando de desnudarme y eso que la noche aun no ha comenzado.
Tiré del cuchillo libreandome mientras caminaba hacia ella con el paso firme, la respiración agitada y mi hombría en alza.
Esa mujer era una bomba de relojería para mi, no se porque, mas todo mi cuerpo respondía frente al suyo embotando incluso mi razón.
Quede a tan escasos centímetros de su boca que la distancia me resultaba abrasadora, alcé con mi mano su camisola para hundir aquel cuchillo en el enganche que portaba en su muslo mientras nuestras respiraciones se encontraban salvajes, ardientes, cargadas de un deseo incontrolado.
Mi deseo por cada centímetro de aquel cuerpo cincelado por los dioses era obvio.
Deslice mis dedos por su entrepierna, acariciado con la yema de ellos una cicatriz que al parecer no estaba aun cerrada al completo.
-habéis pedido una botella de whisky, tenéis la compañía adecuada ¿vamos a un hostal? -susurré contra su boca mientras mis dedos hacían a un lado sus braguitas para acariciar su sexo.
Mi boca se apodero de la suya sin darle tiempo a emitir respuesta alguna, mientras un gemido escapo de mis labios al introducir dos de mis dedos en su interior muy despacio.
Su boca se abrió contra las mía emitiendo jadeos lentos mientras mis dedos cada vez entraban mas profundos.
-Así nena déjate hacer -susurre contra su boca sintiendo como mis dedos se empapaban al tiempo que su mano aferraba mi muñeca supongo que dudando entre detenerme o por el contrario incitarme a mucho mas.
-Sois tan mía como esa cicatriz que surca vuestra piel. -Susurre tratando de hacerla enloquecer.
-Vamos a un hostal -jadee contra su boca acallando sus gemidos -bebamos hasta que todo nos parezca la mejor de las ideas, hasta que no os importe que yo sea un cazador, y que mis dedos acariciando vuestro sexo sea lo único en lo que podáis pensar hasta que sea mi polla la que ocupe su lugar.
Gruño contra mis labios cuando sus piernas se tambalearon al sentir la intensidad que mis dedos tomaban en ella.
-Así pequeña, así -susurré tomando su cintura para evitar que cayera al suelo.
Sentía las paredes de su vagina vibrar con tal fuerza atrapando mis dedos, estaba corriéndose, era impresionante aquella sensación. Mire su rostro mientras cerraba los ojos y dejaba escapar roncos y rápidos gemidos enloqueciendome con su aliento sobre mis labios.
Mi lengua se enredo con la suya cuando mis dedos empapados se detuvieron, su cuerpo había cedido al éxtasis y ahora quedaba mas que rendido frente a mis brazos.
-Bebamos para que esto se repita de nuevo, porque confieso que os deseo, ahora.
Lo que la convertía o en una loba o en una cazadora.
Me debatí entre acercar mi daga de plata a su preciosa piel de porcelana o por el contrario creer en sus palabras.
Sinceramente la deseaba, el roce de su piel empezaba a convertirse en la promesa de una noche de placer para ambos, quería creerla, necesitaba confiar en esas palabras que escapaban de sus labios, así que simplemente lo hice.
Mi porte arrogante y mi sonrisa de medio lado escondían aquello pensamientos que se apoderaban de mi ser cuando una daga hundida contra la pared y sajando mi camisola me abstrajo de ellos.
Me garantizaba no ser una damisela en peligro, mas de eso yo estaba mas que convencido incluso antes de que ese cuchillo escapara de sus dedos.
-ya estas tratando de desnudarme y eso que la noche aun no ha comenzado.
Tiré del cuchillo libreandome mientras caminaba hacia ella con el paso firme, la respiración agitada y mi hombría en alza.
Esa mujer era una bomba de relojería para mi, no se porque, mas todo mi cuerpo respondía frente al suyo embotando incluso mi razón.
Quede a tan escasos centímetros de su boca que la distancia me resultaba abrasadora, alcé con mi mano su camisola para hundir aquel cuchillo en el enganche que portaba en su muslo mientras nuestras respiraciones se encontraban salvajes, ardientes, cargadas de un deseo incontrolado.
Mi deseo por cada centímetro de aquel cuerpo cincelado por los dioses era obvio.
Deslice mis dedos por su entrepierna, acariciado con la yema de ellos una cicatriz que al parecer no estaba aun cerrada al completo.
-habéis pedido una botella de whisky, tenéis la compañía adecuada ¿vamos a un hostal? -susurré contra su boca mientras mis dedos hacían a un lado sus braguitas para acariciar su sexo.
Mi boca se apodero de la suya sin darle tiempo a emitir respuesta alguna, mientras un gemido escapo de mis labios al introducir dos de mis dedos en su interior muy despacio.
Su boca se abrió contra las mía emitiendo jadeos lentos mientras mis dedos cada vez entraban mas profundos.
-Así nena déjate hacer -susurre contra su boca sintiendo como mis dedos se empapaban al tiempo que su mano aferraba mi muñeca supongo que dudando entre detenerme o por el contrario incitarme a mucho mas.
-Sois tan mía como esa cicatriz que surca vuestra piel. -Susurre tratando de hacerla enloquecer.
-Vamos a un hostal -jadee contra su boca acallando sus gemidos -bebamos hasta que todo nos parezca la mejor de las ideas, hasta que no os importe que yo sea un cazador, y que mis dedos acariciando vuestro sexo sea lo único en lo que podáis pensar hasta que sea mi polla la que ocupe su lugar.
Gruño contra mis labios cuando sus piernas se tambalearon al sentir la intensidad que mis dedos tomaban en ella.
-Así pequeña, así -susurré tomando su cintura para evitar que cayera al suelo.
Sentía las paredes de su vagina vibrar con tal fuerza atrapando mis dedos, estaba corriéndose, era impresionante aquella sensación. Mire su rostro mientras cerraba los ojos y dejaba escapar roncos y rápidos gemidos enloqueciendome con su aliento sobre mis labios.
Mi lengua se enredo con la suya cuando mis dedos empapados se detuvieron, su cuerpo había cedido al éxtasis y ahora quedaba mas que rendido frente a mis brazos.
-Bebamos para que esto se repita de nuevo, porque confieso que os deseo, ahora.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Debía confesar que los actos de aquel cazador me habían pillado por sorpresa. No esperaba su mano traviesa rozando con delicadeza la piel desnuda de mi muslo, no esperaba que mi piel se erizara de aquella manera al sentirle y no esperaba que su fanfarronería, que antes solo eran meras palabras traídas por el viento, se hiciera palpable y real como la luna que alumbraba nuestros rostros que ambos no perdiéramos detalle de los pensamientos que cruzaban nuestras mentes y se reflejaban en nuestros ojos.
Mi cuerpo, inerte y callado hasta ahora, despertó como un volcán en erupción cuando sus manos fueron más allá de la frontera del decoro que era mi ropa interior. Una frontera que jamás nadie había osado a traspasar; quería matarle por tal atrevimiento, lanzar contra sus labios mil reproches por su desfachatez mas fue él, de nuevo, quien lanzó algo en lugar de hacerlo yo. Lanzó sus labios contra los míos, besándome con un deseo que jamás había probado y lanzó sus dedos hacia el interior de mi sexo que, revelándose a todo lo que mi mente le ordenaba, le recibió con una cálida y húmeda bienvenida.
Mi mente rogaba a gritos,desesperada que apartara de mi piel a aquel cazador pero mi loba interior y mis instintos más bajos se revelaban a aquellos mandatos jadeando y disfrutando de aquel placer desconocido para mi. Todo aquello era nuevo para mi, aquel calor que invadía mi cuerpo, aquellos escalofríos que recorrían mi espina dorsal cada vez que él volvía a meter uno de sus dedos y aquella presión en mi sexo que pugnaba por ser aplacada con el miembro que aquel cazador escondía entre las piernas.
Cerré los ojos entregándome al placer, rindiéndome a él y acallando a mi mente. Mi loba interior parecía aullar triunfadora ante mi decisión y mis labios no dudaron en buscar los del cazador con la necesidad y el deseo que sus dedos estaban grabando a fuego en mi piel cada vez que entraban y salían de mi.
Poco había de inocente y casto en aquel beso, tan distinto de los que yo había regalado hasta ahora a otros hombres. Poco había de inocente en mis manos que recorrieron con ansiedad su pecho, tratando de memorizar cada músculo cincelado en él. Unas manos que no dudaron un instante en rasgar su camisola para sentir bajo ellas la cálida piel de aquel hombre.
-No soy tuya...-dije entre jadeos que echaban por tierra todas mis palabras. Era suya, tan suya como lo era de la luna llena, pero él también era mío desde el mismo instante en que había posado sus ojos sobre los míos en aquella taberna. No sabía si era una broma macabra del destino, pero parecía que desde que nos habíamos cruzado nos era imposible no desearnos, no tenernos el uno al otro a pesar de ser enemigos naturales. Nuestras voces negaban lo que nuestros cuerpos pedían a gritos, ser el uno del otro, ser nuestra perdición...
Un jadeo sordo, mis uñas en su pecho desnudo, mi espalda arqueándose y mis paredes vaginales contrayéndose una y otra vez. Aquel era mi primer orgasmo y había sido en manos de un cazador y no en la noche de bodas con el alfa que mi hermano hubiera elegido. Mis piernas fallaron, pero él, anticipándose a todos mis movimientos, no dudó en tomarme por la cintura para no caer al suelo.
Mantuve mis ojos cerrados temerosa de que huyera de entre mis brazos al descubrir el color de los mismos. Me sentía frustrada y confundida, frustrada por aquel deseo al que no había opuesto resistencia como se esperaba de mi, confundida por haber caído en su embrujo, por no querer despegarme de sus labios aunque mi vida dependiera de ello.
-¡vete!- grité con aquella frustración amarga que contenía mi pecho. Mis pasos me guiaban a ciegas hacia atrás, a huir de su cuerpo y de sus labios -Me deseas pero no puedo ser tuya, ya he quebrantado demasiadas reglas con este encuentro entre tus brazos- Abrí mis ojos con cierto temor a que estos siguieran del color del oro fundido y los clavé sobre los del cazador.
Él me miraba sin entender por qué le rechazaba, me miraba con deseo, con su hombría en alza y la confusión pintada en los labios. Sentí como de nuevo mi corazón se desbocaba al contemplarle y yo, presa de su embrujo, contradije todas mis palabras y mis convicciones.
Tomé su mano antes de que volviera al interior de aquella burda taberna y pegué su cuerpo al mío para besar de nuevo sus labios. Aquel cazador era mi perdición, mi obsesión, mi salvación y mi condena.
Mi cuerpo, inerte y callado hasta ahora, despertó como un volcán en erupción cuando sus manos fueron más allá de la frontera del decoro que era mi ropa interior. Una frontera que jamás nadie había osado a traspasar; quería matarle por tal atrevimiento, lanzar contra sus labios mil reproches por su desfachatez mas fue él, de nuevo, quien lanzó algo en lugar de hacerlo yo. Lanzó sus labios contra los míos, besándome con un deseo que jamás había probado y lanzó sus dedos hacia el interior de mi sexo que, revelándose a todo lo que mi mente le ordenaba, le recibió con una cálida y húmeda bienvenida.
Mi mente rogaba a gritos,desesperada que apartara de mi piel a aquel cazador pero mi loba interior y mis instintos más bajos se revelaban a aquellos mandatos jadeando y disfrutando de aquel placer desconocido para mi. Todo aquello era nuevo para mi, aquel calor que invadía mi cuerpo, aquellos escalofríos que recorrían mi espina dorsal cada vez que él volvía a meter uno de sus dedos y aquella presión en mi sexo que pugnaba por ser aplacada con el miembro que aquel cazador escondía entre las piernas.
Cerré los ojos entregándome al placer, rindiéndome a él y acallando a mi mente. Mi loba interior parecía aullar triunfadora ante mi decisión y mis labios no dudaron en buscar los del cazador con la necesidad y el deseo que sus dedos estaban grabando a fuego en mi piel cada vez que entraban y salían de mi.
Poco había de inocente y casto en aquel beso, tan distinto de los que yo había regalado hasta ahora a otros hombres. Poco había de inocente en mis manos que recorrieron con ansiedad su pecho, tratando de memorizar cada músculo cincelado en él. Unas manos que no dudaron un instante en rasgar su camisola para sentir bajo ellas la cálida piel de aquel hombre.
-No soy tuya...-dije entre jadeos que echaban por tierra todas mis palabras. Era suya, tan suya como lo era de la luna llena, pero él también era mío desde el mismo instante en que había posado sus ojos sobre los míos en aquella taberna. No sabía si era una broma macabra del destino, pero parecía que desde que nos habíamos cruzado nos era imposible no desearnos, no tenernos el uno al otro a pesar de ser enemigos naturales. Nuestras voces negaban lo que nuestros cuerpos pedían a gritos, ser el uno del otro, ser nuestra perdición...
Un jadeo sordo, mis uñas en su pecho desnudo, mi espalda arqueándose y mis paredes vaginales contrayéndose una y otra vez. Aquel era mi primer orgasmo y había sido en manos de un cazador y no en la noche de bodas con el alfa que mi hermano hubiera elegido. Mis piernas fallaron, pero él, anticipándose a todos mis movimientos, no dudó en tomarme por la cintura para no caer al suelo.
Mantuve mis ojos cerrados temerosa de que huyera de entre mis brazos al descubrir el color de los mismos. Me sentía frustrada y confundida, frustrada por aquel deseo al que no había opuesto resistencia como se esperaba de mi, confundida por haber caído en su embrujo, por no querer despegarme de sus labios aunque mi vida dependiera de ello.
-¡vete!- grité con aquella frustración amarga que contenía mi pecho. Mis pasos me guiaban a ciegas hacia atrás, a huir de su cuerpo y de sus labios -Me deseas pero no puedo ser tuya, ya he quebrantado demasiadas reglas con este encuentro entre tus brazos- Abrí mis ojos con cierto temor a que estos siguieran del color del oro fundido y los clavé sobre los del cazador.
Él me miraba sin entender por qué le rechazaba, me miraba con deseo, con su hombría en alza y la confusión pintada en los labios. Sentí como de nuevo mi corazón se desbocaba al contemplarle y yo, presa de su embrujo, contradije todas mis palabras y mis convicciones.
Tomé su mano antes de que volviera al interior de aquella burda taberna y pegué su cuerpo al mío para besar de nuevo sus labios. Aquel cazador era mi perdición, mi obsesión, mi salvación y mi condena.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Aquella mujer fuerte y decidida se desmorono entre mis brazos, me grito que me fuera furiosa, como si lo que acabara de suceder entre nosotros fuera el mayor de los sacrilegios, mas la verdad, no fue eso lo que me preocupo, si no verla caminar desorientada, asustada, gritando que no era mía.
Alce los brazos, solo quería que se calmara, mas en ese instante volvió a pegar su cuerpo al mio apoderándose no solo de mis labios si no de todo mi ser.
Juro que no había en ese momento un ápice de cordura en mi.
Algo me decía que saliera corriendo hacia la taberna de mala muerte de donde había salido, que ni todos los sobrenaturales de allí dentro junto me causaría la mitad de los problemas que esta mujer que ahora se enredaba en mi piel haciéndose tan mía como las gemelas que de mis espaldas pendían.
No podía dejarla así, no en aquel estado, creo que en parte, no quería dejarla...
-Escucha -susurré contra sus labios con la suavidad con la que le hablas a un niño -vamos a un sitio tranquilo, eligelo tu, estoy preocupado por ti ¿estas bien?
Mis dedos acariciaron su cintura con suavidad, nada quedaba en mi de ese hombre desafiante y engreído que solía ser, no cuando de verdad, frente a mi, veía a una mujer perdida, aterrada.
Relamí mis labios frente a los suyos, saboreando ese ultimo beso que sabia a bosque.
-Odalyn -susurré para que volviera a centrarse en mi mientras tomaba sus manos para depositarlas sobre mi pecho, creo que estaba al borde de un ataque de ansiedad y sin duda yo y no otro lo había provocado -estoy aquí, lo notas, mírame por favor.
Ladeé la cabeza buscando sus ojos perdidos, la verdad no sabia si su siguiente paso, seria besarme, pegarme, gritarme... esa mujer me desconcertaba y juro que eso era algo que a mi no me solía pasar.
Admire esos rasgos, un rostro dibujado a fuego posiblemente por Hades dios que pretendía arrastrar a los hombres al infierno, era como una amazona cincelada por afrodita para hacernos enloquecer.
Nada de ella estaba dejado al azar, desde esa vestimenta ligeramente varonil, mas que prometía debajo unas curvas capaces de provocar la guerra de mas de un imperio.
Aquel pelo castaño que azuzado por el viento traia aromas silvestres, o aquellos labios carnosos que contra los míos se me antojaban puro pecado.
-No eres mia -repetí por si eso la calmaba -eres tan tuya como esos ojos pardos que ahora están perdidos y que solo deseo que se encuentren con los míos. Mírame, estoy aquí. Te llevare donde me pidas, con quien me pidas, mas relájate.
Acaricie nuevamente su piel que ardía bajo la yema de mis dedos.
-¿que ha pasado Odalyn? ¿de que reglas hablas? ¿cual es tu problema?
En mi rostro no solo se reflejaba la mas pura frustración si no también el desconcierto, el no saber cual de mis actos había hecho que esa mujer enloqueciera.
Alce los brazos, solo quería que se calmara, mas en ese instante volvió a pegar su cuerpo al mio apoderándose no solo de mis labios si no de todo mi ser.
Juro que no había en ese momento un ápice de cordura en mi.
Algo me decía que saliera corriendo hacia la taberna de mala muerte de donde había salido, que ni todos los sobrenaturales de allí dentro junto me causaría la mitad de los problemas que esta mujer que ahora se enredaba en mi piel haciéndose tan mía como las gemelas que de mis espaldas pendían.
No podía dejarla así, no en aquel estado, creo que en parte, no quería dejarla...
-Escucha -susurré contra sus labios con la suavidad con la que le hablas a un niño -vamos a un sitio tranquilo, eligelo tu, estoy preocupado por ti ¿estas bien?
Mis dedos acariciaron su cintura con suavidad, nada quedaba en mi de ese hombre desafiante y engreído que solía ser, no cuando de verdad, frente a mi, veía a una mujer perdida, aterrada.
Relamí mis labios frente a los suyos, saboreando ese ultimo beso que sabia a bosque.
-Odalyn -susurré para que volviera a centrarse en mi mientras tomaba sus manos para depositarlas sobre mi pecho, creo que estaba al borde de un ataque de ansiedad y sin duda yo y no otro lo había provocado -estoy aquí, lo notas, mírame por favor.
Ladeé la cabeza buscando sus ojos perdidos, la verdad no sabia si su siguiente paso, seria besarme, pegarme, gritarme... esa mujer me desconcertaba y juro que eso era algo que a mi no me solía pasar.
Admire esos rasgos, un rostro dibujado a fuego posiblemente por Hades dios que pretendía arrastrar a los hombres al infierno, era como una amazona cincelada por afrodita para hacernos enloquecer.
Nada de ella estaba dejado al azar, desde esa vestimenta ligeramente varonil, mas que prometía debajo unas curvas capaces de provocar la guerra de mas de un imperio.
Aquel pelo castaño que azuzado por el viento traia aromas silvestres, o aquellos labios carnosos que contra los míos se me antojaban puro pecado.
-No eres mia -repetí por si eso la calmaba -eres tan tuya como esos ojos pardos que ahora están perdidos y que solo deseo que se encuentren con los míos. Mírame, estoy aquí. Te llevare donde me pidas, con quien me pidas, mas relájate.
Acaricie nuevamente su piel que ardía bajo la yema de mis dedos.
-¿que ha pasado Odalyn? ¿de que reglas hablas? ¿cual es tu problema?
En mi rostro no solo se reflejaba la mas pura frustración si no también el desconcierto, el no saber cual de mis actos había hecho que esa mujer enloqueciera.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Localización : dificil de encontrar
Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Mi piel ardía bajo la yema de sus dedos y corazón latía desbocado con aquel leve contacto. Él deseaba respuestas mas, ¿cómo contarle todo aquello que le ocultaba?¿Cómo hacerlo sin caer presa del mortal abrazo de las cimitarras que escondía a su espalda?
Todo rastro de fanfarronería había abandonado el ser de aquel cazador que ahora se mostraba ante mi, preocupado y tierno, acariciando con delicadeza mi cintura, mi rostro y mis manos. Cada caricia era morir para viajar hasta el mismo Cielo, un cielo que no era para mi y aquello no hacía sino agobiarme más, agitando mi respiración y nublando mis ojos con lágrimas de impotencia.
Me refugié entre sus brazos como si fuera un náufrago a la deriva de un mar bravo y él fuera lo único que me mantenía a flote en aquella tempestad. Necesitaba su cuerpo junto al mío, diciéndome que todo aquello saldría bien. -Si te cuento qué ocurre y quién soy no dudarás en clavarme esas dos gemelas en mi pecho para acabar conmigo cazador y me temo que te dejaría hacerlo gustoso si con eso pudiera beber de la miel de tus labios una vez más...-
Al igual que mi hermano no creía en todo aquello de los enemigos naturales. No creía en el odio hacia una raza sino en el odio a una persona concreta por causa de sus actos. No creía que debiera matar a aquel cazador por el simple hecho de serlo pero desconocía cuáles eran sus intenciones acerca de los licántropos pues mi postura y la de mi hermano, no era la más frecuente entre los seres sobrenaturales.
Elevé mi rostro y con ello mi mirada para clavarla sobre aquellos ojos que me habían embrujado desde el primer momento, aquellos ojos que eran mi perdición. -No conozco varón Agarwaen... las leyes que llevo grabadas a fuego en mi piel dictaminan que he de permanecer virgen hasta el día que mi hermano me entregue, que no debo desear a otro como te he deseado a ti momentos atrás y, sobre todo, que no debo desear a un cazador y sucumbir a todos sus encantos y caricias sobre mi piel si no deseo morir a sus manos o ser una deshonra para mi familia-
Odalyn... mi nombre sonaba tan dulce entre sus labios. No había un ápice de odio al pronunciarlo sino todo lo contrario, el deseo de ayudarme y tratar de entender cuál era el motivo de mis pesares. Elevé de nuevo mi mirada hasta chocar con la suya y me quedé observándole, esperando al momento en que mis ojos se volvieran de color ámbar y mostraran mi naturaleza, la loba interior que era y que sus caricias habían estado a punto de desatar.
-Mi hermano me mataría si supiera que su beta ha deseado y besado los labios de un cazador. Si supiera que mi loba interior ahoga los gritos de mi mente que claman porque me aleje de ti desde el instante en el que aseguraste que era tuya. Sería una deshonra para toda mi especie si susurrara frente a tus labios que me hicieras tuya bajo el abrigo de la luna pero te mentiría a ti si te dijera que no ansío sentir tus dedos recorriendo mi piel desnuda-
Suspiré de nuevo dándole la espalda, siendo consciente de que se lo estaba poniendo demasiado fácil para asestar una puñalada mortal en mi espalda pero sabía que no sería capaz de soportar cómo su mirada cambiaba ante la mía por aquellas palabras. No quería ver como su deseo y su ternura se tornaban en asco y ganas de acabar con mi vida.
Todo rastro de fanfarronería había abandonado el ser de aquel cazador que ahora se mostraba ante mi, preocupado y tierno, acariciando con delicadeza mi cintura, mi rostro y mis manos. Cada caricia era morir para viajar hasta el mismo Cielo, un cielo que no era para mi y aquello no hacía sino agobiarme más, agitando mi respiración y nublando mis ojos con lágrimas de impotencia.
Me refugié entre sus brazos como si fuera un náufrago a la deriva de un mar bravo y él fuera lo único que me mantenía a flote en aquella tempestad. Necesitaba su cuerpo junto al mío, diciéndome que todo aquello saldría bien. -Si te cuento qué ocurre y quién soy no dudarás en clavarme esas dos gemelas en mi pecho para acabar conmigo cazador y me temo que te dejaría hacerlo gustoso si con eso pudiera beber de la miel de tus labios una vez más...-
Al igual que mi hermano no creía en todo aquello de los enemigos naturales. No creía en el odio hacia una raza sino en el odio a una persona concreta por causa de sus actos. No creía que debiera matar a aquel cazador por el simple hecho de serlo pero desconocía cuáles eran sus intenciones acerca de los licántropos pues mi postura y la de mi hermano, no era la más frecuente entre los seres sobrenaturales.
Elevé mi rostro y con ello mi mirada para clavarla sobre aquellos ojos que me habían embrujado desde el primer momento, aquellos ojos que eran mi perdición. -No conozco varón Agarwaen... las leyes que llevo grabadas a fuego en mi piel dictaminan que he de permanecer virgen hasta el día que mi hermano me entregue, que no debo desear a otro como te he deseado a ti momentos atrás y, sobre todo, que no debo desear a un cazador y sucumbir a todos sus encantos y caricias sobre mi piel si no deseo morir a sus manos o ser una deshonra para mi familia-
Odalyn... mi nombre sonaba tan dulce entre sus labios. No había un ápice de odio al pronunciarlo sino todo lo contrario, el deseo de ayudarme y tratar de entender cuál era el motivo de mis pesares. Elevé de nuevo mi mirada hasta chocar con la suya y me quedé observándole, esperando al momento en que mis ojos se volvieran de color ámbar y mostraran mi naturaleza, la loba interior que era y que sus caricias habían estado a punto de desatar.
-Mi hermano me mataría si supiera que su beta ha deseado y besado los labios de un cazador. Si supiera que mi loba interior ahoga los gritos de mi mente que claman porque me aleje de ti desde el instante en el que aseguraste que era tuya. Sería una deshonra para toda mi especie si susurrara frente a tus labios que me hicieras tuya bajo el abrigo de la luna pero te mentiría a ti si te dijera que no ansío sentir tus dedos recorriendo mi piel desnuda-
Suspiré de nuevo dándole la espalda, siendo consciente de que se lo estaba poniendo demasiado fácil para asestar una puñalada mortal en mi espalda pero sabía que no sería capaz de soportar cómo su mirada cambiaba ante la mía por aquellas palabras. No quería ver como su deseo y su ternura se tornaban en asco y ganas de acabar con mi vida.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Allí hundida entre mis brazos, perdida y entre lagrimas me confeso sin hacerlo la dura realidad, ¿por que si no clavaría mis gemelas en su piel? Ella como ya había predico antes, era una hija de la luna, ella era mi enemiga, mas no era así como yo la sentía.
Mas su confesión no quedo ahí, me hablo de que era virgen, de que ningún hombre la había tocado jamas, hasta que mis dedos se hundieron en su sexo llevándola posiblemente a experimentar algo tan nuevo como placentero, algo que la había asustado porque para ella no estaba permitido, al menos no viniendo de su enemigo.
Mantuve mis ojos clavados en los ajenos esperando que el tono ambarino que yo tan bien conocía hiciera acto de presencia, deseando que sus dientes crecieran y que de un modo u otro me atacara.
Necesitaba que me diera la razón, que todos los años de aprendizaje no hubieran sido en vano.
Necesitaba que me mostrara el monstruo que era y no la humana que veía y que me moría por abrazar.
Posiblemente debería haber hecho caso a todos mis instintos, esos que te advierten de que el peligro lo tienes enfrente, a la razón que te asegura que si sigues adelante caerás preso de una muerte segura.
¿Mas no estaba ya condenado a ella? ¿que podía perder?
Sus palabras golpeaban mis labios con calidez y mi alma como dagas afiladas, su debate moral contrastaba con sus deseos, misma situación con dos nombres diferentes.
Mas allí seguíamos uno frente al otro incapaces de articular movimiento que nos separara o nos uniera irremediablemente.
Hasta que se separo, la razón gano en ella al corazón, las leyes ganaron a la falta de cordura y su deseo se apago como una vela, dejando en mi solo las brasas al rojo vivo que de caminar tras ella abrasarían mi piel.
Era el momento de girarme e irme, de volver a esa taberna llena de sobre naturales y olvidar no solo su nombre si no su olor.
Olor marcado a fuego en mis dedos y en mi recuerdo.
Siempre supe que moriría joven y hoy tuve eso mas claro que nunca, pues mis pies recorrieron las brasas hasta alcanzar su espalda para rodearla desde atrás con mis brazos.
-Siento defraudarte, quizás esperabas a mi gemelas -bromeé.
Bromeé porque así era yo, porque expresar lo que sentía frente a una desconocida era demasiado difícil y prematuro en ese momento, mas estaba dispuesto a arriesgarme con ella, quería conocerla, desobedecería las reglas, bajaría al infierno mas quería seguir preso de esa mirada parda que de un modo u otro me había convertido en suyo.
-¿que quieres Odalyn? ¿Alguien se ha molestado en preguntártelo alguna vez?
No me importaba lo que decían sus leyes, ni lo que su hermano deseaba para ella, ni que un alfa quisiera hacerse con ella y su intacta virginidad.
Quería saber que deseaba ella, ¿que anhelaban sus labios? Si era a otro, si era conocer un alfa y con ello respetar la tradición me iría por donde había venido, mas si por el contrario su cuerpo ansiaba el mio, lucharía, llevaba luchando toda mi vida por los demás, quizás esta vez lo pudiera hacer por mi mismo.
-¿que quieres Odalyn? -repetí susurrando contra su nuca -pídeme que me vaya y lo haré, mas si me pides que me quede, busquemos un lugar donde bebernos esas botellas que has cogido ahí adentro.
No podía entender como esa mujer de fuerte carácter pudiera ser presa de los de su propia especie, como podía correr y sentirse libre en el bosque cuando en el fondo esa era su mayor cárcel.
De allí donde yo venia, hombres y mujeres luchábamos por igual, bebíamos por igual, follábamos por igual, todos eramos guerreros, condenados a tener vidas efímeras. ¿Por que no disfrutarlas de forma plena?
Mas su confesión no quedo ahí, me hablo de que era virgen, de que ningún hombre la había tocado jamas, hasta que mis dedos se hundieron en su sexo llevándola posiblemente a experimentar algo tan nuevo como placentero, algo que la había asustado porque para ella no estaba permitido, al menos no viniendo de su enemigo.
Mantuve mis ojos clavados en los ajenos esperando que el tono ambarino que yo tan bien conocía hiciera acto de presencia, deseando que sus dientes crecieran y que de un modo u otro me atacara.
Necesitaba que me diera la razón, que todos los años de aprendizaje no hubieran sido en vano.
Necesitaba que me mostrara el monstruo que era y no la humana que veía y que me moría por abrazar.
Posiblemente debería haber hecho caso a todos mis instintos, esos que te advierten de que el peligro lo tienes enfrente, a la razón que te asegura que si sigues adelante caerás preso de una muerte segura.
¿Mas no estaba ya condenado a ella? ¿que podía perder?
Sus palabras golpeaban mis labios con calidez y mi alma como dagas afiladas, su debate moral contrastaba con sus deseos, misma situación con dos nombres diferentes.
Mas allí seguíamos uno frente al otro incapaces de articular movimiento que nos separara o nos uniera irremediablemente.
Hasta que se separo, la razón gano en ella al corazón, las leyes ganaron a la falta de cordura y su deseo se apago como una vela, dejando en mi solo las brasas al rojo vivo que de caminar tras ella abrasarían mi piel.
Era el momento de girarme e irme, de volver a esa taberna llena de sobre naturales y olvidar no solo su nombre si no su olor.
Olor marcado a fuego en mis dedos y en mi recuerdo.
Siempre supe que moriría joven y hoy tuve eso mas claro que nunca, pues mis pies recorrieron las brasas hasta alcanzar su espalda para rodearla desde atrás con mis brazos.
-Siento defraudarte, quizás esperabas a mi gemelas -bromeé.
Bromeé porque así era yo, porque expresar lo que sentía frente a una desconocida era demasiado difícil y prematuro en ese momento, mas estaba dispuesto a arriesgarme con ella, quería conocerla, desobedecería las reglas, bajaría al infierno mas quería seguir preso de esa mirada parda que de un modo u otro me había convertido en suyo.
-¿que quieres Odalyn? ¿Alguien se ha molestado en preguntártelo alguna vez?
No me importaba lo que decían sus leyes, ni lo que su hermano deseaba para ella, ni que un alfa quisiera hacerse con ella y su intacta virginidad.
Quería saber que deseaba ella, ¿que anhelaban sus labios? Si era a otro, si era conocer un alfa y con ello respetar la tradición me iría por donde había venido, mas si por el contrario su cuerpo ansiaba el mio, lucharía, llevaba luchando toda mi vida por los demás, quizás esta vez lo pudiera hacer por mi mismo.
-¿que quieres Odalyn? -repetí susurrando contra su nuca -pídeme que me vaya y lo haré, mas si me pides que me quede, busquemos un lugar donde bebernos esas botellas que has cogido ahí adentro.
No podía entender como esa mujer de fuerte carácter pudiera ser presa de los de su propia especie, como podía correr y sentirse libre en el bosque cuando en el fondo esa era su mayor cárcel.
De allí donde yo venia, hombres y mujeres luchábamos por igual, bebíamos por igual, follábamos por igual, todos eramos guerreros, condenados a tener vidas efímeras. ¿Por que no disfrutarlas de forma plena?
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Sentí como cada músculo de mi cuerpo se estremecía al sentir de nuevo el roce del cuerpo del cazador sobre mi espalda. Era una sensación reconfortante el sentir su calor en mi espalda, la sensación de paz que aquel abrazo me brindaba, un abrazo inesperada pues mi mente gritaba a gritos que aquel hombre huiría hacia la taberna al saber mi secreto o bien, me daría un abrazo muy diferente con sus dos cimitarras, un abrazo mortal que acabaría con mi corta vida.
Inconscientemente dibujé una tímida sonrisa en mis carnosos labios al comprobar cuán equivocada estaba y deslicé mis manos hasta las suyas, sobre mi cintura, deseando sentir su piel bajo mis dedos, anhelando su roce y su cuerpo junto al mío. En aquel instante poco me importaba si aquel hombre era un cazador o el mismo demonio, lo único que tenía claro en mi mente era que sus robustos brazos eran mi refugio, el único lugar en el que deseaba estar.
Aquel pequeño remanso de paz pronto fue interrumpido por sus nuevas preguntas y yo, saliendo de aquella ensoñación clavé mi mirada sobre la suya tratando de encontrar en la profundidad de sus ojos las respuestas de las que yo carecía. Creo que era la primera persona que realmente me preguntaba qué deseaba hacer, que se preocupaba por qué era lo que deseaba y, estaba segura, que haría todo lo posible por cumplir el más tonto de mis caprichos si con ello le sonreía una vez más.
¿Qué era lo que yo deseaba? Esa era una pregunta que nunca me había planteado. Sí que tenía claro qué era lo que mi hermano Reidar deseaba, lo que mi familia y mi manada deseaba que hiciera para así cumplir con mi obligación pero en cuanto a mí, no sabía realmente cuáles eran mis verdaderos anhelos, no aquellos impuestos por las leyes sino los que nacían en mi corazón.
-Me temo Agarwaen- dije apoyando mi cabeza en el hueco que quedaba entre la curva de su cuello y su clavícula -Me temo que siempre he estado tan ocupada cumpliendo lo que otros deseaban para mi que nunca he tenido tiempo ni me he parado a pensar qué era lo que realmente yo deseaba. Cada uno de mis deseos ha estado siempre condicionado por lo que debía hacer, en el bosque soy libre y me olvido de mis preocupaciones humanas pero bajo esta forma llevo siempre el peso de la manada de mi hermano en las espaldas, se esperan muchas cosas de mi, que defienda los intereses de mi hermano, que busque un alfa fuerte y me despose con él para liderar otra manada y darle hijos que un día sean líderes de otras manadas...-
Suspiré con cierta resignación a sabiendas de que, si bien era feliz, no era realmente libre aunque ¿quién lo era? Acaso él no estaba preso con las cadenas de su sed de sangre de los seres sobrenaturales?¿No era preso de esa herida en su hombro? Todos y cada uno de los mortales eran presos de una u otra cosa y nadie era realmente libre para actuar como deseara sin ninguna traba.
Cerré los ojos sintiendo como poco a poco mi respiración se relajaba y se acompasaba con el sonido de los latidos del cazador. -En este preciso instante sólo sé que deseo que no te vayas, que me acunes entre tus brazos y bebamos al abrigo de esa luna que es mi dueña. Quizá mañana cuando despierte con tu olor impregnado para siempre en mi piel, piense que esto ha sido un craso error, pero hoy, ahora, estar contigo es todo cuanto deseo-
Giré de nuevo mi cuerpo para buscar esa mirada que me tenía hipnotizada desde el momento que se había cruzado con la mía y sentí como de nuevo mi piel se erizaba por la intensidad con que sus ojos me miraban -No entiendo qué es lo que me ocurre contigo Agarwaen- confesé en un susurro -Sólo sé que desde que te vi es como si el hilo que nos uniera se tensara obligándome a acercarme a ti y a tu cuerpo para que no me duela en el mismo corazón. Es como si te hubiera amado locamente en otra vida y el macabro destino te hubiera traído de nuevo a mis brazos para susurrarme al oído que jamás podría tenerte de nuevo...-
Inconscientemente dibujé una tímida sonrisa en mis carnosos labios al comprobar cuán equivocada estaba y deslicé mis manos hasta las suyas, sobre mi cintura, deseando sentir su piel bajo mis dedos, anhelando su roce y su cuerpo junto al mío. En aquel instante poco me importaba si aquel hombre era un cazador o el mismo demonio, lo único que tenía claro en mi mente era que sus robustos brazos eran mi refugio, el único lugar en el que deseaba estar.
Aquel pequeño remanso de paz pronto fue interrumpido por sus nuevas preguntas y yo, saliendo de aquella ensoñación clavé mi mirada sobre la suya tratando de encontrar en la profundidad de sus ojos las respuestas de las que yo carecía. Creo que era la primera persona que realmente me preguntaba qué deseaba hacer, que se preocupaba por qué era lo que deseaba y, estaba segura, que haría todo lo posible por cumplir el más tonto de mis caprichos si con ello le sonreía una vez más.
¿Qué era lo que yo deseaba? Esa era una pregunta que nunca me había planteado. Sí que tenía claro qué era lo que mi hermano Reidar deseaba, lo que mi familia y mi manada deseaba que hiciera para así cumplir con mi obligación pero en cuanto a mí, no sabía realmente cuáles eran mis verdaderos anhelos, no aquellos impuestos por las leyes sino los que nacían en mi corazón.
-Me temo Agarwaen- dije apoyando mi cabeza en el hueco que quedaba entre la curva de su cuello y su clavícula -Me temo que siempre he estado tan ocupada cumpliendo lo que otros deseaban para mi que nunca he tenido tiempo ni me he parado a pensar qué era lo que realmente yo deseaba. Cada uno de mis deseos ha estado siempre condicionado por lo que debía hacer, en el bosque soy libre y me olvido de mis preocupaciones humanas pero bajo esta forma llevo siempre el peso de la manada de mi hermano en las espaldas, se esperan muchas cosas de mi, que defienda los intereses de mi hermano, que busque un alfa fuerte y me despose con él para liderar otra manada y darle hijos que un día sean líderes de otras manadas...-
Suspiré con cierta resignación a sabiendas de que, si bien era feliz, no era realmente libre aunque ¿quién lo era? Acaso él no estaba preso con las cadenas de su sed de sangre de los seres sobrenaturales?¿No era preso de esa herida en su hombro? Todos y cada uno de los mortales eran presos de una u otra cosa y nadie era realmente libre para actuar como deseara sin ninguna traba.
Cerré los ojos sintiendo como poco a poco mi respiración se relajaba y se acompasaba con el sonido de los latidos del cazador. -En este preciso instante sólo sé que deseo que no te vayas, que me acunes entre tus brazos y bebamos al abrigo de esa luna que es mi dueña. Quizá mañana cuando despierte con tu olor impregnado para siempre en mi piel, piense que esto ha sido un craso error, pero hoy, ahora, estar contigo es todo cuanto deseo-
Giré de nuevo mi cuerpo para buscar esa mirada que me tenía hipnotizada desde el momento que se había cruzado con la mía y sentí como de nuevo mi piel se erizaba por la intensidad con que sus ojos me miraban -No entiendo qué es lo que me ocurre contigo Agarwaen- confesé en un susurro -Sólo sé que desde que te vi es como si el hilo que nos uniera se tensara obligándome a acercarme a ti y a tu cuerpo para que no me duela en el mismo corazón. Es como si te hubiera amado locamente en otra vida y el macabro destino te hubiera traído de nuevo a mis brazos para susurrarme al oído que jamás podría tenerte de nuevo...-
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Escuche todas y cada una de las obligaciones que según ella pendían de sus espaldas, cosas que no comprendía pues de allí donde yo venia hombres y mujeres eramos idénticos, libres, si bien era cierto que compartíamos un mismo sino, luchar contra todo ser natural que de un modo u otro dañara la integridad física de los de mi especie, de la humanidad.
Acaricie su cabello habiendo mis dedos en el, mientras mi respiración golpeaba moviendo suavemente su cabello.
-No se porque has de llegar virgen a ese matrimonio ¿acaso si estáis “usada” ¿ya no podréis dar hijos? ¿quizás vuestro buen juicio se nuble porque hombre os haya poseído antes? ¿no seréis buena madre s me hundo entre vuestras piernas? ¿no aullareis a la luna igual que antes de que mis dedos os hicieran alcanzar un orgasmo? Sabéis lo que creo...que los alfas son unos seres inseguros, que necesitan ser no solo los primeros si no los únicos porque temen tener que luchar con el recuerdo de otro hombre entre vuestras piernas.
Por que temen que al comparar ellos salgan perdiendo.
A mi no me importa no ser el primero, mi único afán es que cuando decida entregarme a una mujer, si es que eso se produce algún día, yo sea el ultimo. No temo el recuerdo de otro hombre, porque cuando yo entre en su interior esos recuerdos desaparecerán, mi seguridad me convierte en un hombre, su inseguridad los convierte en niños.
Siento si mis pensamientos te ofenden, mas no comprendo nada de eso que me habéis explicado, veo unas reglas machistas que hablan de las muejres como meros objetos para engendrar mientras los hombres se llevan todo los méritos.
Guarde silencio, mientras aspiraba aquel olor a bosque, mientras escuchaba esas palabras que suplicaban que no me fuera, mas que por otro dado daban por terminado algo que tan solo acababa de empezar.
Una noche, eso es cuanto esperaba, no quería volver a verme después, creo que solo quería sentirse mujer, libre enredada en mi piel por un momento, momento en el que ella olvidaría ser una loba y yo un cazador.
No me pareció descabellada esa idea, pues a fin de cuentas...acaso yo buscaba mas que una noche en nadie.
Acepte moviendo la cabeza, antes de tomar su mentón y alzarlo para besar con suavidad sus labios.
-una noche -susurre contra ellos mientras mi respiración se agitaba contra la ajena.
Una promesa eterna resumida en un encuentro, sabia que era un error, posiblemente el peor que cometería en toda mi vida, aquel que me llevaría a la destrucción mas absoluta, mas como decir no cuando mi voluntad ya pendía de sus labios.
Labios que no tarde en tomar con ahincó, deslizando mi lengua en su interior de forma apasionada, saboreando junto a la ajena cada recoveco de ella.
Jadeamos uno frente a otro, ya no hacia falta disimular, era obvio que nuestra piel se ansiaba, los limites habían quedado marcados con palabras.
-Vamos al hostal -susurre contra su boca -hagamos testigo a la luna de nuestro único y maldito encuentro. Dejamé hacerte mujer por una noche y hazme a mi...sonreí de medio lado -haz conmigo lo que quieras.
Acaricie su cabello habiendo mis dedos en el, mientras mi respiración golpeaba moviendo suavemente su cabello.
-No se porque has de llegar virgen a ese matrimonio ¿acaso si estáis “usada” ¿ya no podréis dar hijos? ¿quizás vuestro buen juicio se nuble porque hombre os haya poseído antes? ¿no seréis buena madre s me hundo entre vuestras piernas? ¿no aullareis a la luna igual que antes de que mis dedos os hicieran alcanzar un orgasmo? Sabéis lo que creo...que los alfas son unos seres inseguros, que necesitan ser no solo los primeros si no los únicos porque temen tener que luchar con el recuerdo de otro hombre entre vuestras piernas.
Por que temen que al comparar ellos salgan perdiendo.
A mi no me importa no ser el primero, mi único afán es que cuando decida entregarme a una mujer, si es que eso se produce algún día, yo sea el ultimo. No temo el recuerdo de otro hombre, porque cuando yo entre en su interior esos recuerdos desaparecerán, mi seguridad me convierte en un hombre, su inseguridad los convierte en niños.
Siento si mis pensamientos te ofenden, mas no comprendo nada de eso que me habéis explicado, veo unas reglas machistas que hablan de las muejres como meros objetos para engendrar mientras los hombres se llevan todo los méritos.
Guarde silencio, mientras aspiraba aquel olor a bosque, mientras escuchaba esas palabras que suplicaban que no me fuera, mas que por otro dado daban por terminado algo que tan solo acababa de empezar.
Una noche, eso es cuanto esperaba, no quería volver a verme después, creo que solo quería sentirse mujer, libre enredada en mi piel por un momento, momento en el que ella olvidaría ser una loba y yo un cazador.
No me pareció descabellada esa idea, pues a fin de cuentas...acaso yo buscaba mas que una noche en nadie.
Acepte moviendo la cabeza, antes de tomar su mentón y alzarlo para besar con suavidad sus labios.
-una noche -susurre contra ellos mientras mi respiración se agitaba contra la ajena.
Una promesa eterna resumida en un encuentro, sabia que era un error, posiblemente el peor que cometería en toda mi vida, aquel que me llevaría a la destrucción mas absoluta, mas como decir no cuando mi voluntad ya pendía de sus labios.
Labios que no tarde en tomar con ahincó, deslizando mi lengua en su interior de forma apasionada, saboreando junto a la ajena cada recoveco de ella.
Jadeamos uno frente a otro, ya no hacia falta disimular, era obvio que nuestra piel se ansiaba, los limites habían quedado marcados con palabras.
-Vamos al hostal -susurre contra su boca -hagamos testigo a la luna de nuestro único y maldito encuentro. Dejamé hacerte mujer por una noche y hazme a mi...sonreí de medio lado -haz conmigo lo que quieras.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Sus labios de nuevo buscaron los míos con la urgencia que el deseo marcaba a fuego en nuestros cuerpos. Una noche, un error ¿era eso lo que yo deseaba? ¿Sería capaz de desafiar a todo aquello que siempre me habían inculcado por aquel sentimiento maldito que afloraba en mi pecho cada vez que el cuerpo de aquel cazador estaba cerca del mío?
-Quizá no sea la mujer que tú esperas... quizá los lobos sí que sean cobardes y tengan miedo a luchar con los recuerdos de otros hombres entre las piernas de sus lobas. Quizá tu y yo estemos malditos por este deseo que sentimos el uno por el otro... Quizás, quizás... lo único que tengo seguro es que no sé si podré complacerte pues soy una tonta inexperta-
Creo que aquella era la primera vez que me avergonzaba de mi misma, de no estar a la altura ante un hombre pero, negar lo evidente sería una necedad -Y por otro lado, dudo mucho que la herida que portas en tu hombro te permita hacerme mujer sin morir de dolor tú en el intento... y no querría que pensaras que deseo matarte entre mis piernas-
Ahora era yo quien bromeaba para esconder tras las bromas la amarga verdad, que él seguramente quedara decepcionado tras aquel encuentro y que no estaba en condiciones de entregarse a los brazos de la lujuria sin sufrir en el intento.
Apoyé mi frente junto a la suya, sintiendo el peso de las dudas sobre mis hombros y sobre los suyos, sintiendo como su olor de sudor y jabón entremezclados invadían todos y cada uno de mis sentidos. De nuevo una encarnizada lucha entre mi mente y mis deseos, si pasaba la noche con él como sugería no habría vuelta atrás, ya no volvería a recuperar mi virginidad y sabía que tampoco volvería a verle a él entre mis brazos.
-Nublas todos mis sentidos y me llenas de dudas cazador. Siempre he sido mujer resuelta, que sabía lo que quería, pero ante tu presencia no se si besarte o huir de esos brazos que sé que me brindarán tanto placer como dolor. Dime, ¿qué he de hacer? He de caer rendida a tus brazos o he de hacer caso a todas y cada una de las leyes aunque mi corazón me grite que corra hacia ti? Dímelo tú pues yo ya no sé que hacer-
-Quizá no sea la mujer que tú esperas... quizá los lobos sí que sean cobardes y tengan miedo a luchar con los recuerdos de otros hombres entre las piernas de sus lobas. Quizá tu y yo estemos malditos por este deseo que sentimos el uno por el otro... Quizás, quizás... lo único que tengo seguro es que no sé si podré complacerte pues soy una tonta inexperta-
Creo que aquella era la primera vez que me avergonzaba de mi misma, de no estar a la altura ante un hombre pero, negar lo evidente sería una necedad -Y por otro lado, dudo mucho que la herida que portas en tu hombro te permita hacerme mujer sin morir de dolor tú en el intento... y no querría que pensaras que deseo matarte entre mis piernas-
Ahora era yo quien bromeaba para esconder tras las bromas la amarga verdad, que él seguramente quedara decepcionado tras aquel encuentro y que no estaba en condiciones de entregarse a los brazos de la lujuria sin sufrir en el intento.
Apoyé mi frente junto a la suya, sintiendo el peso de las dudas sobre mis hombros y sobre los suyos, sintiendo como su olor de sudor y jabón entremezclados invadían todos y cada uno de mis sentidos. De nuevo una encarnizada lucha entre mi mente y mis deseos, si pasaba la noche con él como sugería no habría vuelta atrás, ya no volvería a recuperar mi virginidad y sabía que tampoco volvería a verle a él entre mis brazos.
-Nublas todos mis sentidos y me llenas de dudas cazador. Siempre he sido mujer resuelta, que sabía lo que quería, pero ante tu presencia no se si besarte o huir de esos brazos que sé que me brindarán tanto placer como dolor. Dime, ¿qué he de hacer? He de caer rendida a tus brazos o he de hacer caso a todas y cada una de las leyes aunque mi corazón me grite que corra hacia ti? Dímelo tú pues yo ya no sé que hacer-
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Su frente permanecía enzarzada en la mía, mas sus labios golpeaban con su aliento la humedad de los míos que ahora insegura era incapaz de tomar.
Me deseaba, eso era capz de percibirlo en cada resquicio de su ser, mas estaba asustada, tenia miedo, miedo a tantas cosas que aquella mujer fuerte se autodestruía frente a mi.
Deje escapar un suspiro frente a su boca cuando hablo de las dificultades que tendría en hacerla mía herido, no sabia si reír o llorar. ¿No era ese mi problema?
-Odalyn no me uses como escusa, yo no soy uno de esos lobos de tu manada, déjate de mascaras y mírame.
Me muero por hacerte mía, poco me importa ahora esta herida, tu manada, tus leyes, las mías, tu hermano o los siete alfas que me busquen para darme caza y muerte si te desvirgo esta noche.
Sonreí frente a su boca con cierta picardia mientras veía su mirada perdida posada en la mía mientras escuchaba mis palabras.
-Solo me importa l oque tu quieras ¿me deseas? Te vale la pena venirte conmigo a beber, conocernos, quizás acabar deshaciendo el lecho o por ende estas tan asustada a quebrantar la ley, esa que pesa mas que tu libertad esa que atenaza tu cuerpo aquí frente al mio impidiéndote rozar mi boca para callarme que es lo que de verdad deseas.
Si es asi, si quieres seguir cumpliendo con las tradiciones, adelante, vete, no voy a detenerte. No porque no desee lo contrario si no porque no concibo esto sin libertad.
Roce con mis labios los suyos por un instante, instante abrasador que la forzo a abrir su boca necesitada.
-Vete, olvida que me has conocido, olvida ese destino que según tu te a orillado a mi lado de un modo u otro.
Acaricie su cintura con mis dedos con suma delicadeza mientras mi mirada se perdia en la ajena con pasión.
-Mas si quieres acabarte esas dos botellas, sin promesas de futuro, sin pensar en nada mas que en esta noche efímera...vamos al hostal, dejemos que la noche decida nuestro sino y que la cordura se quede fuera de esa cámara que nos dará la intimidad necesaria para volvernos locos, ebrios de placer.
Sonreí separándome ligeramente de ella, no porque lo deseara, si no porque sabia que de permanecer allí, tan cerca, su decisión estaría condicionada por mis labios, por mis palabras uy por mi olor, y yo deseaba una decisión libre.
La mire fijamente esperando que de sus labios escapara una decisión u otra.
-Decidas lo que decidas, no te arrepientas.
Me deseaba, eso era capz de percibirlo en cada resquicio de su ser, mas estaba asustada, tenia miedo, miedo a tantas cosas que aquella mujer fuerte se autodestruía frente a mi.
Deje escapar un suspiro frente a su boca cuando hablo de las dificultades que tendría en hacerla mía herido, no sabia si reír o llorar. ¿No era ese mi problema?
-Odalyn no me uses como escusa, yo no soy uno de esos lobos de tu manada, déjate de mascaras y mírame.
Me muero por hacerte mía, poco me importa ahora esta herida, tu manada, tus leyes, las mías, tu hermano o los siete alfas que me busquen para darme caza y muerte si te desvirgo esta noche.
Sonreí frente a su boca con cierta picardia mientras veía su mirada perdida posada en la mía mientras escuchaba mis palabras.
-Solo me importa l oque tu quieras ¿me deseas? Te vale la pena venirte conmigo a beber, conocernos, quizás acabar deshaciendo el lecho o por ende estas tan asustada a quebrantar la ley, esa que pesa mas que tu libertad esa que atenaza tu cuerpo aquí frente al mio impidiéndote rozar mi boca para callarme que es lo que de verdad deseas.
Si es asi, si quieres seguir cumpliendo con las tradiciones, adelante, vete, no voy a detenerte. No porque no desee lo contrario si no porque no concibo esto sin libertad.
Roce con mis labios los suyos por un instante, instante abrasador que la forzo a abrir su boca necesitada.
-Vete, olvida que me has conocido, olvida ese destino que según tu te a orillado a mi lado de un modo u otro.
Acaricie su cintura con mis dedos con suma delicadeza mientras mi mirada se perdia en la ajena con pasión.
-Mas si quieres acabarte esas dos botellas, sin promesas de futuro, sin pensar en nada mas que en esta noche efímera...vamos al hostal, dejemos que la noche decida nuestro sino y que la cordura se quede fuera de esa cámara que nos dará la intimidad necesaria para volvernos locos, ebrios de placer.
Sonreí separándome ligeramente de ella, no porque lo deseara, si no porque sabia que de permanecer allí, tan cerca, su decisión estaría condicionada por mis labios, por mis palabras uy por mi olor, y yo deseaba una decisión libre.
La mire fijamente esperando que de sus labios escapara una decisión u otra.
-Decidas lo que decidas, no te arrepientas.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Jugando con el fuego prohibido (Agarwaen)
Sus palabras se clavaban en mis oídos tanto como lo hacían sus labios en los ajenos momentos atrás. Adoraba sentir el tacto de su piel contra la mía, sus manos en mi cintura y sus labios... ¡Dios me moría tanto por besarle! Cuando creí que iba a hacerlo se separó de mi cuerpo, imponiendo cordura entre ambos mas, poca cordura quedaba ya en mi ser desde que se había acercado a mi. -Te deseo...-
Aquello fue cuanto pude pronunciar antes de tomar su mano para acercarle de nuevo a mi cuerpo. Necesitaba de él, de sus labios pues, sin ellos sentía que el aire se viciaba y que me costaba respirar. Salvé la distancia de sus labios y los besé con avidez, entreabriendo los míos para dar paso a mi lengua que buscaba la suya con la urgencia del deseo grabado en nuestros cuerpos.
Su reacción no tardó en aparecer, pegó su cuerpo al mío y sus manos recorrieron el cuerpo ajeno buscando casi con desesperación deshacerse de aquellas ropas varoniles que cubrían y ocultaban las curvas de mi cuerpo. -No me arrepiento de este instante, ni de sentir tus labios junto a los míos. No me arrepentiré de recorrer tu desnuda piel con mis labios de terciopelo siempre y cuando hagas tú lo propio con la mía, llevándome de nuevo a ese éxtasis de momentos atrás-
Mis ojos adquirieron el color de la miel fundida con cada una de mis palabras. Le deseaba, ahora,en ese preciso instante, descubriéndome todo aquello oculto en sus labios y en su piel. -Hazme mujer...- susurré arrastrando las palabras en su oído y soltando un leve jadeo al final que expresaba la excitación y la urgencia de mi cuerpo.
Alejé mi cuerpo del suyo observando con cierto triunfo en mis ojos como sus ojos buscaban mi cuerpo e, inevitablemente, su hombría volvía a hacerse patente en sus pantalones ante tal arranque de pasión y de la cercanía de nuestros cuerpos. Cubrí mi rostro con la capucha de la capa y caminé hacia mi montura, montando sobre ella de un salto para volver donde Agarwaen se encontraba. Poco me importaba si él ya contaba con montura, quería que cabalgáramos juntos, quería sentir su cuerpo junto al mío, abrazándome mientras sostenía las bridas del caballo. Ansiaba su respiración en mi cuello, agitada y siendo un preámbulo de los jadeos que, momentos después me dedicaría en el lecho. Le deseaba a él, mi loba interior y salvaje había salido a la luz y poco quedaba ya de razocinio en mi, sólo sabía que quería estar entre sus brazos cuanto antes, pecando y cometiendo el error más delicioso de toda mi existencia aunque supusiera quedarme sin alfa, enfrentarme a mi hermano y a mi manda.
Deseaba ser libre y que fuera aquel cazador quien me liberara.
Fin
Aquello fue cuanto pude pronunciar antes de tomar su mano para acercarle de nuevo a mi cuerpo. Necesitaba de él, de sus labios pues, sin ellos sentía que el aire se viciaba y que me costaba respirar. Salvé la distancia de sus labios y los besé con avidez, entreabriendo los míos para dar paso a mi lengua que buscaba la suya con la urgencia del deseo grabado en nuestros cuerpos.
Su reacción no tardó en aparecer, pegó su cuerpo al mío y sus manos recorrieron el cuerpo ajeno buscando casi con desesperación deshacerse de aquellas ropas varoniles que cubrían y ocultaban las curvas de mi cuerpo. -No me arrepiento de este instante, ni de sentir tus labios junto a los míos. No me arrepentiré de recorrer tu desnuda piel con mis labios de terciopelo siempre y cuando hagas tú lo propio con la mía, llevándome de nuevo a ese éxtasis de momentos atrás-
Mis ojos adquirieron el color de la miel fundida con cada una de mis palabras. Le deseaba, ahora,en ese preciso instante, descubriéndome todo aquello oculto en sus labios y en su piel. -Hazme mujer...- susurré arrastrando las palabras en su oído y soltando un leve jadeo al final que expresaba la excitación y la urgencia de mi cuerpo.
Alejé mi cuerpo del suyo observando con cierto triunfo en mis ojos como sus ojos buscaban mi cuerpo e, inevitablemente, su hombría volvía a hacerse patente en sus pantalones ante tal arranque de pasión y de la cercanía de nuestros cuerpos. Cubrí mi rostro con la capucha de la capa y caminé hacia mi montura, montando sobre ella de un salto para volver donde Agarwaen se encontraba. Poco me importaba si él ya contaba con montura, quería que cabalgáramos juntos, quería sentir su cuerpo junto al mío, abrazándome mientras sostenía las bridas del caballo. Ansiaba su respiración en mi cuello, agitada y siendo un preámbulo de los jadeos que, momentos después me dedicaría en el lecho. Le deseaba a él, mi loba interior y salvaje había salido a la luz y poco quedaba ya de razocinio en mi, sólo sabía que quería estar entre sus brazos cuanto antes, pecando y cometiendo el error más delicioso de toda mi existencia aunque supusiera quedarme sin alfa, enfrentarme a mi hermano y a mi manda.
Deseaba ser libre y que fuera aquel cazador quien me liberara.
Fin
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/07/2016
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