¿En tu casa o en la mía? (Agarwaen)

Aún no tenía muy claro de donde había salido aquella idea disparatada de llevar a Agarwaen a la habitación de mi hostal. Sabía que iba lo bastante ebrio como para tener problemas si regresaba solo a casa, y temía que le ocurriese algo durante el trayecto. No me lo hubiese perdonado en la vida. Así que hacia el hostal nos dirigíamos, ambos montados en su corcel, mientras su aliento calentaba mi nuca al ritmo de sus palabras.

No era temor lo que sentía con él, aunque eramos totalmente desconocidos sabía que no me haría daño; pero me sentía perdida. Lo había visto mirarme de aquella forma tan sensual durante toda la noche, sabiendo que deseaba más de mí que una simple conversación, y eso me ponía nerviosa.
Jamás había tocado a un hombre, ni siquiera un beso; era cierto que la enfermedad de mi madre se había llevado la mayor parte de mi tiempo, aunque por otro lado estaba el hecho de que los patanes que había a mi alrededor no me interesaban. Hasta ese momento había sido incapaz de mirar a un hombre de forma diferente a como veía a una mujer; hasta que entró en mi vida ese cazador y la puso patas arriba.

El calor de su pecho contra mi espalda, mientras sus brazos rodeaban mi cuerpo al coger las riendas me hizo sentirme segura, al tiempo que cohibida. No sabía si eran correctos mis alocados actos, lo único que sabía era que no quería dejarlo solo, ni yo tampoco quería estar sola; necesitaba de su compañía aquella noche en la que todo había sido tan intenso. Apoyó la cabeza en mi hombro con cuidado, mientras yo inconscientemente giraba mi rostro para acariciarlo con la mejilla al tiempo que su atrayente olor entraba en mí.

En pocos minutos llegamos al hostal donde me alojaba; daba gracias por que estuviese tan cerca, pues no sabía si el cazador hubiese sido capaz de aguantar el trote del caballo durante varios kilómetros. Bajé con cuidado y esperé a que también lo hiciese él, mientras le daba unas monedas al mozo del lugar para que se ocupase de la montura del cazador.
Me acerqué a Agarwaen, cogiéndolo de la cintura y colocándome con rapidez bajo su brazo.
Cuando nuestras miradas se cruzaron, mi corazón comenzó a latir con fuerza y mis palabras trastabillaban en mi mente.

- Espero no incomodaros, mi señor.- susurré acercando mis labios a su oído. No quería molestarle con mi gesto, aunque me daba la impresión de que necesitaría ayuda para subir a la segunda planta del edificio donde se encontraba mi habitación.- No deseo que caigáis rodando por las escaleras al verlas doble.

Así que en aquella unión de nuestros cuerpos, donde ambos nos rozábamos y sentíamos el calor del otro, fuimos ascendiendo por las escaleras que se me antojaban eternas en aquel momento.
Sus labios estaban tan cerca de mí, que se me antojaba pecado no besarlos.
Por fin delante de la puerta, saqué una llave del bolsillo, que tras meterla en la cerradura giré y se abrió la puerta.

- Bienvenido a mi modesto hogar.- dije al mirar la habitación pensando de nuevo qué era lo que tenía aquel cazador para hacerme cometer semejante locura.

Como me había prometido pronto me saco de aquella taberna, todavía las imágenes de aquella mujer encapuchada se sucedían en mi cabeza llenando mi cuerpo de ira y tensión. Mas Kaia aferraba mi cuerpo entre sus manos dándome no solo sustento si no también cierto sosiego.
Subí tras ella sobre mi corcel, estaba tan ebrio que la idea de cabalgar se me antojaba difícil, el cansancio se apoderaba de mi a partes iguales al del deseo de esa mujer que frente a mi quedaba rodeada por mis brazos haciéndola temblar.
-no voy a comerte -susurré contra su nuca, antes de pasear por ella mis labios con lentitud.
Apoye mi cabeza en su hombro, mas pronto su rostro rozo el mio buscando mis labios que entreabiertos ansiaban mas que nada el contacto con los ajenos.

La mire con picardia, encontrándose nuestros ojos, fundiéndose en una mirada que hablaba mejor que mis enredadas palabras.
-No puedes esperar a llegar a la habitación -susurré golpeando sus labios con mi aliento.
Pronto alcanzamos nuestro destino y desmontamos del corcel.
Su cuerpo volvió a pegarse al mio con la firme escusa de ayudarme a subir esas escaleras que para que mentir se me antojaron eternas, mi estado era lamentable, por el contrario mi deseo avivado por la cercanía y el calor del suyo se incrementaba junto a mis ganas de tomarla sin pausa sobre el lecho que una vez abrió la puerta presidia la cámara.

Allí que de en pie, admirando su belleza cuando la puerta se cerro con suavidad a sus espaldas, mas pronto acorte esa abrasadora distancia que nos separaba mientras ella insegura parecía recular contra ese mismo portón de madera de roble que nos había servido de entrada.
Dudaba si aquel avance hacia atrás implicaba que no deseaba nada conmigo o solo formaba parte del juego de la seducción que sin duda le estaba funcionando.
Mas ¿por que llevar a un hombre a su hostal si no quería meterlo entre sus piernas? Durante toda la noche le había mostrado mis ganas, asi que tome sus actos mas como un pícaro juego que como muestra de desgana.

Así pronto mis dos manos aferraron contra la madera aquel cuerpo de escándalo mientras mi cuerpo completamente pegado al suyo le mostraba el camino de la pasión desmedida.
-Has visto como de dura me la pines -asegure restregando mi hombría aun cubierta contra su pelvis antes de que mi boca se apoderara de sus carnosos labios.
Mi lengua busco cruzar el precipicio con sabor a fresas de aquellos labios de pecado, enredándose en un baile sin fin con la ajena que parecía alentarme a dar un paso mas.
Aun asi, se le notaba insegura, como si seguir mi fluido beso le costara.
-Vamos pequeña -jadeé contra su boca volviendo a apoderarme de ella mientras mis manos ardían bajo su falda en busca del calor de aquel sexo que se me antojaba pura locura.
Las yemas de mis dedos avanzaron por su muslo hasta alcanzar la cara interna de este, separe mi rostro un segundo al verla gemir por tan leve gesto, sonreí contra sus labios.
-vaya, parece que no soy el único que esta muer excitado en este momento.

Toque sus braguitas para hacerlas a un lado estaban mojadas, mas pronto mi muñeca que dio aferrada por una de sus manos, alce mis ojos en busca nuevamente de los ajenos.
¿que iba mal? El desconcierto quedaba reflejado en mi rostro mientras su ajetreada respiración golpeaba mis labios con brusquedad.
Parecía tener ganas ¿entonces? Volví a tomar su boca, lamiéndola con suavidad, mordiendo su labio inferior esperando que con esos gestos aflojara su agarre y me permitiera entrar a jugar.
Deslice mi boca por su mandíbula arrastrando mis dientes por ella lentamente hasta alcanzar el lóbulo de su oreja que mordí y lamí entre jadeos.

En cuanto cerré la puerta tras de mí, el cazador pareció recobrar vida, pues antes de que pudiese siquiera dar unos pasos hacia delante el cazador se acercó a mí con aquella mirada traviesa en su mirada, haciéndome retroceder presa de la incertidumbre, quedando mi espalda retenida por la puerta de madera por la que acabábamos de entrar.
Sabía que llevarlo allí había sido una insensatez, pero también había sido la única forma de asegurarme que aquella noche no correría más peligro.

Lejos de darse por vencido, Agarwaen se acercó a mí, pegando nuestros cuerpos mientras notaba su endurecida hombría sobre mi vientre. Me ruboricé al instante, consciente de que aquello también era lo que yo deseaba, pero que mi mente no podía concebir en aquellos momentos. Mente y cuerpo en una lucha sin tregua. El susurró de unas palabras que me inducían al pecado, y de pronto sus ansiados labios sobre los míos, que se esforzaban por ser capaz de devolverle aquel beso con el que había estado soñando toda la noche.

El contacto de nuestras lenguas me dejó hipnotizada, su maestría mientras nuestros sabores se fundían en uno me hizo sentir miedo. ¿Y si descubría que yo era virgen? ¿Se reiría de mí y me rechazaría? Aquella idea agolpaba en mi mente una y otra vez, mientras el cazador me animaba, seguramente buscando en mí una pasión que no sabía expresar, pero que inundaba todo mi ser.

Fue su mano recorriendo mi muslo desnudo por debajo del vestido lo que me hizo gemir inconscientemente. El calor de su mano sobre mi piel era abrasador, deseaba que me hiciese suya aquella noche, pero sabía que sería un error. Al día siguiente desaparecería de mi vida y yo me quedaría destrozada. Sabía que él no era hombre de una mujer, sobre esto también me habían hablado; era muy atractivo y podía tener a quien quisiese, ¿por qué yo?

Cuando sus dedos alcanzaron mi lencería saqué fuerzas que no sabía que tenía, y sujeté su muñeca para hacerle saber que aquello no podía continuar. No me hizo falta insistir ni apretar más de lo debido; entendió mi gesto y detuvo su mano, aunque un reguero de caricias recorrió mi mandíbula y mi cuello, hasta llega a la oreja donde me deshizo con un mordisco sensual. Jadeé mientras mis manos se clavaban en su cintura tratando de juntar más,si es que eso era posible nuestros cuerpos.

Empezaron a temblarme las piernas mientras la respiración se me entrecortaba; estaba excitada como jamás lo había estado, y no sabía como actuar. No quería que sus caricias cesasen, pero tampoco era justo para él tenerlo en vilo pensando que aquella noche podría haber algo más de lo que yo en realidad podría entregarlo.

- Agarwaen, no puedo seguir.- susurré a su oído mientras mis labios buscaban de nuevo los suyos. Necesitaba sentir su sabor de nuevo.- Apenas nos conocemos, y yo no soy así.

Me separé unos centímetros de él, tomando fuerzas poco a poco. Tratando de relajar mi cuerpo y actuar con la racionalidad requerida. Nuestros ojos se encontraron de nuevo; ambos sentíamos el deseo por el otro, y aquello era más que palpable. Pero, ¿cómo explicarle mis miedos y mis dudas sin quedar en evidencia?

- Es más que obvio que me atraes; no voy a negar lo evidente. Pero es pronto para que suceda algo más; al menos para mí.- dije mientras bajaba la mirada a mis manos que seguían sujetas a su cintura. Sabía que cualquier mujer daría lo que fuese por estar en mi situación, y que no hubiesen dudado en tumbarlo ya en la cama.- Será mejor que descansemos, ha sido una noche complicada.

Solté mis manos de su cintura, mientras con un suave beso trataba de separarme de él; hecho que me dolía en el alma, aunque no sabía a ciencia cierta el por qué. Pero era lo más sensato aquella noche. De pronto un miedo se apoderó de mí, ¿y si mi rechazo lo hacía desaparecer?
Suspiré contrariada mientras buscaba de nuevo en su mirada un atismo que me diese la esperanza de que no desaparecía al amanecer.

Sus palabras confirmaron lo que su mano deteniendo mi avance sujetando con suavidad mi muñeca ya me había dicho.
No entendía nada, quizás fuera mi alto grado de ebriedad, mas si decía no estar preparada ¿por que me había llevado hasta el hostal? No entendía porque su cuerpo pedía una cosa y sus palabras otra.
Mas deje escapar el aire resignado permitiendo que de nuevo sus labios abrazaran los míos como premio de consolación y deje caer mi mano acariciando con suavidad su muslo hasta encontrarse con el mio.

Entendía que no fuera como el resto, de echo, no necesitaba que lo fuera. ¿Mas entonces que sentido tenia permanecer en ese cuarto por mas tiempo?
Me pidió que nos fuéramos a dormir, la verdad es que allí frente a ella no sabia bien como encajar aquello.
No quería hacerle daño, mas yo no concebía eso de dormir abrazados como si fuéramos niños adolescentes.
No entendía bien que era lo que esperaba de mi, sabia que quería que hiciera algún tipo de trabajo para ella, posiblemente dar caza y muerte a alguien, mas eso no tenia nada que ver con lo que allí acontecía.
Para mi ,esto era dar rienda suelta a lo que mi cuerpo y creía que también el suyo pedía.
No era como el resto, quería ir despacio, eso lo entendía, podía respetarlo, mas en ese caso, mejor salir de esa habitación antes de que las habladurías la colocaran en una posición que posiblemente la avergonzaran.
-Creo que es mejor que me vaya -apunté acercándome a ella para acariciar su mejilla con delicadeza -tengo la montura fuera, creo que seré capaz de llegar a casa solos. Ya se donde te hospedas, ¿te parece que mañana, mas sobrio, vuelva y hablemos del trabajo que tenéis para mi?

El cansancio se hacia patente en mi, y ahora con la bajada de adrenalina de mi cuerpo, los ojos se me entrecerraban frente a ella.
-Tengo que irme -susurre tambaleándome para darme la vuelta en dirección a la puerta -no creas que estoy enfadado ¿vale?
Añadí caminando despacio, no era del todo cierto, quizás no enfadado mas si seriamente frustrado, mas de eso ella no tenia la menor culpa.

Sus labios me habían eclipsado durante toda la noche, quizás me había hecho ilusiones antes de tiempo, quizas estaba demasiado acostumbrado a conseguir con cierta facilidad lo que quería, y posiblemente sobrio pudiera valorar su fuerza de voluntad, mas ahora ebrio, admito que colarme netre sus piernas era todo cuanto ansiaba y su negativa me dejaba ligeramente fuera de juego, bastante molesto y tratando de fingir para que esa mujer encima no se sintiera mal.

Mas cuando mi mano se poso en el pomo no pude evitar girarme para enfrentar su mirada un segundo.
-Te aconsejo que a partir de ahora no traiga hombres ebrios a tu cuarto si no pretender darles lo que quieres, no todos son capaces de contenerse en este estado, no quiero que te des un buen susto algún día ¿vale?

Su mano se deslizó con suavidad por mi muslo mientras la sacaba de debajo de mi falda contrariado. Sus ojos me decían que estaba decepcionado; estaba claro que no imaginaba así el final de la noche, y aunque yo también deseaba que fuese de otro modo, lo mejor era dejarlo así.

Mis miedos se hacían realidad, y ya no solo sabiendo que se marcharía al amanecer, sino porque había decidido marcharse en ese mismo momento y volver mañana, para hablar el asunto que tenía entre manos. Pero yo no quería que se fuese; sin saber el por qué necesitaba que se quedase a mi lado aquella noche en la que todo había sido tan extraño. Acompañé su caricia sobre mi rostro con una sonrisa, aunque sabía que aquello no era suficiente para hacerle cambiar de opinión.

Giró sobre sus talones para encaminarse hacia la puerta. Debía hacer algo o se marcharía. Y por mucho que lo negase, sabía que estaba ofuscado y quizás enfadado conmigo. Las dudas me asaltaron; quizás no volvería a la mañana siguiente; cosa que entendería.

- No te vayas, por favor.- susurré a sus espaldas mientras él caminaba hacia la salida.- Quédate conmigo esta noche. Siento lo sucedido, de verdad, pero necesito que te quedes.

Cómo explicarle que me daba miedo no volver a verle más; cómo decirle que quería pasar aquella noche con él, a expensas de lo que pensasen los demás, y cómo decirle que si se marchaba se llevaría una parte de mí. Alcanzó la puerta mientras yo caminaba tras él despacio, acompañándolo en su travesía y sin saber que decir. Sus palabras salieron de su boca como puñales mientras se giraba antes de abrir la puerta. Sabía que estaba enfadado, pero se equivocaba si pensaba que me dedicaba a llevar a hombres allí. Perdí el control de mis pensamientos y hablé sin pensar.

- Jamás he traído a un hombre a mi cuarto, ni sobrio mi ebrio, vos sois el primero. Y lo siento si no he cumplido con vuestras expectativas de abrirme de piernas en cuanto he sentido el deseo.- dije con rabia en la voz. Suspiré contrariada mientras me acercaba a él.- ¿Tan difícil es de entender que para mí sea importante poder ir despacio con vos? ¿Es que estáis tan ciego que no veis que nunca antes he experimentado esto?

Me avergoncé en cuanto aquellas palabras salieron de mi boca. Negué con la cabeza mientras ocultaba mi rostro con las manos y me volví esperando escuchar el portazo al salir. Quizás no volvería a verle; estaba bastante segura de aquello. Pero sabía que hacía lo correcto. Si Agarwaen no volvía a aparecer en mi vida quizás fuese porque me había equivocado, y todas esas miradas y roces de aquella noche habían sido como una lluvia de estrellas. Volátiles e inalcanzables para mí.

Escuche sus palabras mientras la rabia se apoderaba de mi, me pedía por favor que me quedara, mas apenas me conocía, entendía que se sintiera asustada, que posiblemente su cuerpo le pidiera algo para l oque no estaba preparada.

Ella también estaba enfadada, me culpo de querer que se abriera de piernas y de que mi actitud fuera mala cuando no logre que eso se produjera. Mas en que mundo vivía esa muchacha.
¿Ciego? Claro que estaba ciego, estaba cegado por el alcohol y el deseo.

Hundió su rostro entre sus manos bajo mi atenta mirada, mas no pude evitar cerrar la puerta a mis espaldas quedando de frente a ella.
Me acerque apartando las manos de su rostro y alce su mentón para que me mirara.
-No has de avergonzarte de no querer o poder acostarte conmigo, posiblemente has pecado de ...no se...de algo, pues cuando traes a un hombre a tu hostal, un hombre que lleva toda la noche demostrándote como desea entrar entre tus piernas, la idea de ese hombre es justo esa, no dormir abrazados y daros solo cuatro besos.
Quizás eso ultimo sea lo que tu deseas, el ir despacio, mas yo no se como se hace eso y de saber, jamas seria en el ebrio estado en el que me encuentro. ¿lo entiendes? Mas quiero que sepas que valoro mucho que seas capaz de parar a un hombre, que tengas claras las cosas, y que no, es no. Solo ten en cuenta que en este estado, el no, no siempre somos capaces de interpretarlo de forma correcta.

Pose mis labios con suavidad sobre los suyos, deslizando mi lengua lentamente por sus labios durante unos segundos que recorrí toda su boca con deseo.
-Y ahora, deja que me marche, prometo que mañana volveré en mejores condiciones ¿te parece?
Mis manos acariciaron con suavidad su cintura tratando de infundirle ánimos.
Creo que una parte de ella estaba asustada pues creía que no volvería a verme jamas, mas aunque seguía ligeramente molesto pues mis ganas de ella eran evidentes y el no, me tocaba no solo mi hombría si no también mi razón, era lo suficientemente profesional como para separar aquel absurdo incidente de un autentico problema con seres sobre naturales.
Aquella joven necesitaba ayuda y la tendría.

Hundi mis ojos en los ajenos mientras con mi dedo secaba las lagrimas que escurrían de impotencia por sus mejillas.
-lo siento, te deseo, me moría de ganas de ...bueno ya sabes de que y posiblemente me este comportando como un idiota...ahora no lo veo porque estoy muy borracho, mas seguro que mañana con otra perspectiva si lo haré.

Agarwaen cerró la puerta con fuerza a mi espalda. Se había marchado, y quizás aquello fuese lo mejor. Entre nosotros estaba todo dicho, para bien o para mal, todo había quedado claro.
Pero de pronto sus manos se posaron sobre las mías que mantenían mi rostro oculto, levantando mi barbilla para mirarme a los ojos. Tenía claro que estaba enfadado, aunque conseguía mantener el tono correcto en sus palabras. La duda sobre el por qué no se había marchado apareció en mi mente.

Volvió a recordarme en qué me había equivocado, de nuevo mencionando que otros hombres no habrían reaccionado como él. ¿Cómo podía ser tan testarudo como para no entender que aquello no lo iba a hacer con más hombres? Mi corazón palpitaba con fuerza. Una mezcla de rabia y deseo se juntaban en la boca de mi estómago, preparándose para salir.
Aquel cazador me ponía de los nervios en más de un sentido; y a mí se me acumulaban aquellas sensaciones desconocidas que no sabía como canalizar. ¿Quién le había dicho que no quisiera acostarme con él? ¿Qué no desease perder con él aquello que con tanto recelo había guardado? Pero tenía miedo; miedo a las consecuencias de mis actos. Miedo a que me juzgase como a otra cualquiera.

Fue un beso suyo mientras sus manos buscaban el contacto lo que apartó la rabia y dejó solo paso al deseo en mí. Deseo que él también parecía sentir, y que en cambio estaba dispuesto a controlar ante mi negativa. Aquello hizo que sintiese más ganas de estar a su lado, aunque estaba claro que él deseaba marcharse.

- Quédate.- susurré junto a sus labios mientras en esta ocasión era mi boca la que buscaba la suya, queriendo encontrar las fuerzas suficientes para dar aquel paso que me costaba tanto alcanzar.- No sé besar como lo haces tú.

Quería ser sincera con él; que no dudase de mis deseos hacia él. El que no supiese expresar aquello que me abrasaba por dentro no quería decir que no anhelase lo mismo que él. Mi mano se posó sobre el pelo de su nuca mientras mis labios permanecían junto a los suyos, esperando que me guiase en aquello en la que estaba tan perdida. Pegué mi cuerpo al suyo, colocando mi otra mano a su espalda, tirando de él en la dirección que ambos deseábamos. Sintiendo de nuevo su calor pegado al mío. Sus manos seguían en mi cintura, buscando mi cercanía. Una sonrisa de medio lado me indicó que el enfado parecía dar paso a lo que había deseado toda la noche, y de nuevo su boca se adueñó de la mía, entrelazando nuestras lenguas de aquella forma que yo no conseguía, al tiempo que nuestros pasos tambaleantes se dirigían hacia la cama donde esperaba poder ser capaz de complacerle como él hacía conmigo con cada una de sus caricias.

- Tengo miedo, más si algo tengo claro es que la primera vez sea con vos.- susurré cuando sentí que mi piernas tocaba el borde de la cama, y poco más quedaba por decir. Me dejé caer sobre el mullido colchón, tirando de Agarwaen para colocarlo sobre mí.

Sus labios imploraron contra los míos un segundo asalto, enredada a mi piel su cuerpo se pegaba al mio. Podía sentir sus ganas y su miedo, juro me estaba volviendo loco este vaivén de ideas y emociones, no pude evitar sonreír de medio lado cuando la dama tiro de mi cuerpo hacia la cama.
Hacia ese lecho que nos permitiría fundirnos en uno.
Enrede mi lengua con la ajena posando sendas manos en sus mejillas, besándola con pasión, nuestras respiraciones se encontraban bruscas en cada movimiento y mi virilidad contra su vientre se mostraba en férreo acto de guerrea.
Jadee contra sus labios al escucharle prometerme su virginidad, que aquello sin duda lo quería hacer conmigo, no con otro, un ultimo tirón y ella quedo bajo mi cuerpo.
Recorrí con mis labios su mandíbula, arrastrando por allí mis dientes entre jadeos, estaba tan excitado.
Mis dedos buscaron aflojar sus cintas, necesitaba el contacto de sus pechos, saborearlos, gruñí alzándole la falda en busca de lo que me pertenecía por derecho mientras nuestras bocas volvían a enredarse sin darse tregua.

-No puedo -gemí contra sus labios con los ojos cerrados.
Sabia que iba a arrepentirme de esas palabras el resto de mi vida, mas, como tomarla así, como consentir que la primera vez de ese ángel fuera con un demonio completamente ebrio y experimentado.
No lo merecía, quizás llegara otro momento para nosotros, mas sin duda no debía ser este.
Llevaba toda la noche enfadado por no dejarme follarla y ahora no sabia bien porque, aunque lo deseaba, me había dado cuenta de que ella tenia razón, apenas me conocía, no estaba segura y no podía culparla por ello.

Sonrei de medio lado contra sus labios, su expresión era de duda, como si ella y no yo hubiera hecho algo mal.
-No es por ti Kaia, voy tan borracho que no se me pone, creia que podria, pero no -bromee -tanto darte el coñazo para esto, lo siento -volví a bromear antes de dejarme caer a un lado del lecho mirandola.

Sabia que confesarle los motivos reales solo la hubieran llenado de miedos e inseguridades, este motivo me cargaba a mi con toda la culpa, solo esperaba que no tuviera la flamante idea de meter la mano en mis pantalones porque mi pene estaba tan duro como una piedra.

-Lo que si tengo es mucha hambre -bromeé depositando un nuevo beso en sus labios.
Acaricie despacio con mi mano su cintura hasta alcanzar las cintas que con torpeza volví a apretar y anudar.
Notaba como bajada la adrenalina del momento el sopor del alcohol hacia mella en mi, mis ojos se entrecerraban frente a ella, mi respiración se tronaba pesada contra sus labios.
-te deseo -musité antes de que mis ojos se cerraran por completo.

Mi sueño como de costumbre distaba mucho de ser placido, el dolor se apoderaba de mi hombro haciéndolo arder, de nuevo mi respiración se agitaba y entrecortaba por momentos, tiempo en el que las imágenes de aquella encapuchada se sucedían en mi cabeza y aquella promesa marcada a fuego sobre mi piel retumbaba en mi mente como un tambor.

Sus manos volaban sobre mi cuerpo al tiempo que hacia suya mi boca, uniendo nuestras lenguas en un baile frenético al que estaba empezando cogerle el truco.
Mientras soltaba con maestría los lazos de mi corsé supe que el momento que tanto había respetado estaba a punto de llegar, pero estaba decidida. Quizás no fuesen las mejores circunstancias, ni como lo había soñado, pero si algo tenía claro era que quería que fuese Agarwaen a quien entregase aquello que había guardado con recelo.
Levantó mi falda en busca de su premio, podía notar su endurecido miembro sobre mi vientre mientras mi cuerpo se humedecía, y él me llenaba de excitantes caricias en mi cuello. Estaba excitada como no lo había estado nunca, y entonces supe que había elegido bien.

Sus palabras me cogieron desprevenida cuando echándose hacia un lado me dijo que no podía continuar. Aseguraba que el alcohol hacia mella en su propósito, que no era por mí, más había algo que no terminaba de encajar. ¿Cómo era posible aquello si momentos antes estaba plenamente excitado? Quizás yo no fuese la culpable, pero si parte de la causa. Traté de no darle más vueltas al tema, aunque en esos momentos me sentía totalmente avergonzada. Iba a entregarle lo que ambos deseábamos, y de pronto...en fin. Suponía que las cosas serían mejor así. Tal vez con el tiempo Agarwaen me viese de otra forma y no tendría problemas de terminar lo empezado.

- No importa. Otra vez será. Comprendo que estéis cansado; ha sido una noche complicada.- contesté a sabiendas que era posible que el cazador saliese corriendo después de decirle que era virgen. No sabía si aquello era bueno o malo para un hombre como él, que mostraba tal maestría aprendida con la práctica. Miré sus ojos, buscando algo que me hiciese saber lo que pensaba; su mirada era sincera, aunque seguía provocando en í el mismo deseo que segundos antes.

Sus manos me anudaron de nuevo el corsé, mientras colocó un dulce beso en mis labios. Saboreé aquel beso, que parecía distinto a los demás. ¿Sería una despedida? No sabía que decirle, si pedirle que lo intentásemos de nuevo. Estaba tan confundida que solo tenía ganas de llorar. "Te deseo", fueron sus últimas palabras antes de cerrar los ojos y caer profundamente dormido. Quizás fuese cierto que todo el ajetreo en la taberna le estuviese pasando factura.

Me puse sobre él con la intención de quitarle la ropa y las botas para que estuviese más cómodo. Su olor me atrapó mientras le quitaba la camisa manchada de sangre; imaginaba que la mayoría de aquel hombre al que había destrozado en la taberna. Después continué con las botas, que tras soltar los cordones, y no sin esfuerzo, conseguí liberar de sus pies. Y ahora tocaba la parte más complicada, los pantalones; que desabroché con cuidado mientras echaba un último vistazo a su rostro, comprobando que estuviese dormido. Si se despertaba ahora podría pensar que me estaba aprovechando de él. Hubiese sido bochornoso. Pero Agarwaen seguía dormido, y con mucho cuidado deslicé sus pantalones por las piernas, dejándolo en calzones.
Ahora que lo veía desnudo, me excitaba mucho más. Su cuerpo estaba hecho para cometer pecados una y otra vez y en distintas posturas.

- Yo también te deseo, cazador.- susurré junto a sus labios antes de besarlos y taparle con las sábanas.- Buenas noches.

Había mencionado que no iba con él eso de dormir abrazados, y no sabría si sería capaz de tenerlo a mi lado sin tocarlo. Así que cogí una manta y me acerqué hasta el cómodo sillón que había junto a la ventana, por donde entraba una suave claridad procedente de la luz de la luna.
Me deshice del vestido y me coloqué un camisón de raso blanco para dormir. Yo también estaba exhausta, y solo deseaba tener la oportunidad de poder estar con él aunque fuese a la mañana siguiente. Esperaba que todo lo sucedido aquella noche no lo hiciese salir corriendo. Me recosté sobre el sillón, y segundos después, mientras la última imagen que vi era el rostro de Agarwaen, caí en un profundo y placentero sueño

Abrí los ojos con los primeros rayo del sol de la mañana que como siempre entraban demasiado pronto por los cristales de aquel ventanuco de madera de aquella pequeña habitación donde desde que llegue a París residía, y que sin duda ya iba siendo hora de dejar.
Mas pronto recordé lo acontecido la noche anterior, esta vez yacía en un lecho bastante mas cómodo aunque igual de austero y el cristal por el que la luz entraba dándome de lleno en el rostro era el del hostal de la ciudad.
Busqué con la mirada a la dueña de esa habitación que como esperaba no compartía lecho conmigo si no que dormía plácidamente acurrucada entre una manta.
Negué con la cabeza llevando mis manos a la sien, maldita resaca.

Me puse en pie buscando con los ojos medio cerrados la ropa que le faltaba a mi cuerpo, mas juraría que cuando me dormí por la noche no me había quitado ni una sola de las prendas que ahora por arte de magia se habían evaporado.

Me moría por un buen desayuno estaba realmente hambriento, y si junto al desayuno me daban algo para la resaca muchísimo mejor ¿una cerveza quizás? Pensé para mis adentros divertido.

Me coloque los pantalones, las botas y la camisola con el suficiente cuidado como para no despertar a la mujer que había conocido la noche anterior y que increíblemente para mi había dormido, mas o menos con ella sin mantener relaciones sexuales, o estaba perdiendo fuelle, o me estaba ablandando.

Me acerque hasta el sofá donde dormía quedando acuclillado frente a ella. Observe su precioso rostro, sin duda era una mujer demasiado bella como para haber desaprovechado mi oportunidad, aunque también conocía los motivos que me habían llevado a hacerlo. Su cabello caía con suavidad sobre su brazo, no pude evitar sonreír al sentir como se movía lentamente, estirando cada uno de los músculos de aquel cuerpo lleno de curvas y rectas perfectas.
-Buenos días preciosa -susurré ladeando la cabeza mientras abría los ojos -espero no te moleste, pero me he despertado y estoy hambriento ¿desayunamos? -pregunté como si lo pasado la noche anterior quedara en un efímero recuerdo.
No quería incomodarla, estaba claro que no estaba preparada y volver a la situación de la noche anterior no nos hubiera aportado mas que problemas.
-Me dijiste que querías algo de mi, se que no es mi cuerpo -bromeé guiñándole un ojo -¿así que? ¿sorprenderme? ¿a quien he de matar?

Extendí la mano para apartar un mechón de esas facciones delicadas que me moría por volver a ver de cerca, fue algo instintivo que no debí hacer, mas la verdad me costaba bastante controlarme frente a ella.

-¿Lo hablamos mientras llenamos el estomago?

Se puso en pie dejando aquella manta caer para dar paso a un camisón que marcaba mucho mas de lo que me hubiera estado permitido ver, entreabrí los labios con la respiración agitada frente a ella, creo que dejando mas que claro que me atraía demasiado como para estar allí, plantado sin tocarla.
-¿Y si te vistes primero? Así solo puedo pensar en meterme entre tus piernas y dudo ese sea el modo en el que quieres que hablemos de negocios -bromeé poniéndome de espaldas para darle cierta intimidad -prometo que no mirare.

Demasiado prometía pues frente a mi había un espejo que sin duda deleitaría a mis ojos con aquel cuerpo de infarto que a mis espaldas parecía decidido a deshacerse de ese camisón que para mi gusto sobraba.

Desperté cuando los rayos del sol hacían su presencia en aquella habitación, que por primera vez en mi vida había compartido con un hombre, aunque no del modo que deseaba antes de dormir, claro estaba.
Esperaba que con el nuevo día consiguiese ver las cosas con más claridad y raciocinio, aunque tenía claro que con Agarwaen cerca mi voluntad se tornaba voluble.

Tenía la sensación de que alguien me observaba mientras todavía me debatía entre dormir un poquito más y abrir los ojos, pero pensando que quizás el cazador había madrugado más que yo, abrí no sin esfuerzo los ojos para ver el rostro más hermoso que jamás había visto. Con la luz del día podía observar cada una de aquellas facciones que me hacían perder la calma.
Sonreí con dulzura al verlo frente a mí acuclillado mientras con un gesto tierno giraba su cabeza para darme los buenos días. ¿Cómo podía estar tan increíblemente atractivo recién levantado y después de una noche de borrachera?

- Buenos días, cazador.- contesté ante sus dulces palabras. Su buen humor era palpable; quizás no recordase nada de la noche anterior, y por ende, no quería salir corriendo todavía.

Me acurruqué con la manta sin ganas de levantarme. Era tan perfecto todo en esos momentos, que temía que si ponía un pie en el suelo podría estropearse. Aunque como señalaba el cazador, yo también tenía hambre, y además teníamos que hablar del tema que me había hecho buscarlo. Parecía como si el simple hecho de conocerlo a él me hubiese hecho olvidar todo lo ocurrido meses antes, y una parte de ese dolor hubiese quedado mitigado. Sonreí con picardía cuando resaltó el hecho de que no era su cuerpo lo que quería de él, más cuán equivocado estaba al respecto. Quería todo de él, aunque de momento quizás solo fuese los temas profesionales los que le interesaban. Veía el deseo en sus ojos con cada gesto, con el roce de sus dedos sobre mi piel y en la forma que me retiró un mechón del pelo de la cara; sin embargo el parecía reticente a tener un contacto más íntimo, y traté de dejarlo pasar. ¿Acaso habría dejado de interesarte tras recuperar la sobriedad?

- Vayamos a desayunar pues, y le cuento todo lo que tengo en mente. Aunque, lo que quiero es encontrar a un vampiro y matarlo yo. - contesté mientras me levantaba del sillón, dejando la manta caer a mis pies, ante la mirada atenta del cazador, que parecía sorprendido por mi atuendo nocturno.

Reí con timidez mientras él se daba la vuelta, asegurando darme intimidad mientras me quitaba aquel camisón que al parecer le provocaba más sofoco de lo normal. Negué con la cabeza mientras obedecía y me cambiaba de atuendo.
Deslicé el camisón por mi cabeza, quedándome solo con las braguitas de encaje. El cazador seguía de espaldas, juraría que conteniendo la respiración, y manteniendo su palabra de no girarse. Me coloqué el corsé, atando con fuerza las tiras y después proseguí con las calzas, dejando a un lado la falda con la que me sería imposible cazar, si es que Agarwaen aceptaba mi oferta.
Recogí las botas de caña alta que había dejado en el suelo, y con una mano me atusé el pelo, que aunque no llevaba muy despeinado, si estaba un poco revuelto.

Me acerqué al cazador que continuaba de espaldas, mientras miraba sin poder evitar aquel escultural trasero que me daban ganar de tocar. Pero no debía. De momento parecía marcar las distancias, y lo tenía que respetar, al igual que él me había respetado en todo momento la noche anterior.

- ¿Estás preparado para saciar tu hambruna?- le susurré a su oído mientras mi mano se posaba en su cintura y acercaba mis labios a su cuello, sintiendo de nuevo su aroma que tanto me reconfortaba y excitaba.

Si por mí fuese primero saciaría el hambre que tenía de él, y después cuando estuviésemos exhaustos iríamos a desayunar. Sonreí mientras imaginaba la escena de nuestros cuerpos enredados en aquellas sábanas deshechas mientras nos cubríamos de caricias.

Observe el reflejo de aquel cuerpo desnudo que si no incitaba al pecado era solo porque la portadora de este se me antojaba distinta, quizás demasiado pura para un sin vergüenza como yo.
Aparte los ojos del vidrio que reflejaba una realidad que yo no merecía con la respiración alterada y trate sin mucho éxito de centrarme en otras cosas para que mi erecta hombría se relajara de nuevo.

Fue entonces cuando su cuerpo se pego a mi espalda y sobre mi oído susurro unas palabras que me hicieron sonreír divertido dejando escapar una sonora carcajada.
-No voy a decirte lo que he entendido -advertí antes de que se le ocurriera la maravillosa idea de preguntar -si, estoy preparado para saciar mi hambruna.

Y si, también estaba preparado para saciar mi hombría que en pie de guerra esperaba que aquel cuerpo de infarto se enredara con el mio sobre ese lecho que por desgracia solo había compartido conmigo mismo la noche anterior.

Me di la vuelta para enfrentar su mirada mientras recordaba las palabras que me había dicho con anterioridad.
-Osea, ¿no me necesitas para matar al vampiro que buscas si no solo para rastrearlo?
Mi rostro reflejaba ciertas dudas, no de sus capacidades que posiblemente y por el arma que portaba debían de ser buenas, mas algo me decía que insuficientes para la caza y destrucción de un ser de esas características.

Mi rostro se torno serio, ahora no había ningún resquicio de broma en mi.
-¿Pero cuanto tiempo llevas cazando seres sobrenaturales?
Las dudas se solapaban en mi mente pues algo me decía que ella distaba mucho de ser una cazadora experta, por ende se me antojaba mas a una joven que por desgracias de la vida uno de esas infames criaturas se lo había arrebatado todo.

Algo me decía que era la sed de venganza, el odio la que la empujaba en esa aventura de la que no saldría con vida.
Aloje mi gesto tratando de calmarme yo y buscar la serenidad en ella.
-Solo te ayudare si considero que estas preparada para matarlo, no me gusta alimentar a esos sobrenaturales de forma gratuita y algo me dice que si hoy te enfrentas a el eso sera lo que suceda. Mas si no es así, demuéstramelo, mi hombría y hambruna pueden esperar, mas esto no...demuéstrame que puedes vencerme y así me demostraras que puedes vencerle.

Puede que pensara que no iba en serio, pero desde luego no pensaba dejar que esa niña inocente arriesgara su vida solo porque la venganza se hubiera apoderado de ella.
Me acerque despacio para acariciar su rostro que frente a mis ojos parecía perdido.
-No te estoy diciendo que no te ayudare, solo que la venganza es mala consejera, que las prisas nos llevan a cometer errores y que sin duda de servirla has de hacerlo en plato frio.
Te ayudare, te entrenare y cuando estés preparada, solo cuando yo crea que es el momento te acompañare a cazar a ese sobrenatural, ahí te serviré en bandeja de plata esa venganza que hoy ansias, mas seguirás mis reglas o puedes buscar a otro.

Espera una respuesta frente a ella, admirando cada rasgo de un rostro perfecto, solo un loco la hubiera mandado al infierno, cuando tras de mi el cielo en forma de lecho la esperaba.
-No te arrepentirás, mi compañía es muy divertida -bromeé con una sonrisa de medio lado.

La divertida risa que le había provocado mi pregunta, aunque todavía no entendía el porqué, desapareció dando paso a la seriedad en cuanto Agarwaen se dio la vuelta para asegurarse de cual eran mis intenciones respecto al trabajo que quería encomendarle.
Su mirada me decía que miles de ideas se le pasaban por la cabeza, y que desde luego, aquello no era un juego para él.

- Nunca he cazado a ningún ser sobrenatural.- dije contestando a su pregunta y dudando si es que era tan obvio de que no tenía ni idea de como hacerlo.-De hecho solo conozco de su existencia desde unos meses, cuando me enteré de que mi padre había sido un cazador que murió a manos de ese vampiro al que busco.

¿Estaría defraudado con mi respuesta? Quizás esperaba mucho más de mí que lo que llevaba desde anoche ofreciéndole. Solo era una joven que apenas conocía nada del mundo exterior a su hogar, y que no había tiempo para prepararse más para la vida real.
Me sorprendió que en lugar de reírse de mí, y dejarme sola en aquella habitación, se ofreciese a ayudarme, y no sólo con lo que le había pedido, que era matar a aquel inmortal, sino que se ofrecía a adiestrarme como cazadora hasta que estuviese preparada.

- Sé que no puedo vencerte ahora mismo. Vos sois un cazador experimentado, y yo...yo apenas llevo meses empuñando la espada de mi padre.- susurré mientras me miraba las manos nerviosa. Tampoco quería negar lo evidente. No iba conmigo fingir lo que no era.

Miré al cazador que seguía con los ojos clavados en mí, esperando una repuesta sobre su oferta. Dispuesto a ayudarme en mi vendetta, aunque sin arriesgar mi vida. ¿Por qué le importaba tanto mi seguridad? Su comentario sobre que sería buena compañía fue lo que me hizo decidir.

-Acepto con gusto su oferta de ser mi maestro, aunque ¿cómo se lo podré recompensar? - pregunté mientras me acercaba a él, quizás demasiado. Mis manos rozaron las suyas y aquello me desequilibró.- No tengo mucho con que pagarle, y no quiero aprovecharme de vos.

Aunque por una parte necesitaba saldar mi deuda con aquel inmortal, la simple idea de compartir más tiempo con el cazador se me antojaba arrebatadora. Podría ser divertido pasar tiempo con él, y por supuesto sabía que no me arrepentiría.

Sonreí triunfal cuando esta reconoció que no podía vencerme, eso era evidente, y no porque yo era un chulo, que también o un engreído que desde luego, si no porque se le veía su falta de inexperiencia a la legua.

Mas lo que si logro hacerme reír fue cuando me dijo que no tenia dinero para recompensarme. Pase mi brazo por encima de su hombro para arrastrarla entre risas hacia el lecho.
-ve desnudándote -susurré frente a sus labios ocn una picara sonrisa mientras llevaba mi mano al botón de mi pantalón.

Reí a carcajadas al ver su rostro, no sabia exactamente describirlo, mas cuando me oyo reir su ceño se frunció, pasando de la sorpresa por mi reacción al enfado por haberle tomado el pelo.
Tome su mano y tire de ella hacia la puerta sin poder dejar de reírme.
-Bastara con que me invites a desayunar -apunté sin poder dejar de reír -a fin de cuentas entrenar a una cazadora es un placer y me vendrá bien algo de compañía por París, ando un poco solo.

No tardamos en bajar las escaleras de madera que crujian bajo mis pies a cada uno de los pasos que dábamos y pronto salimos del hostal rumbo a un pequeño bar donde servían las mejores creepes de París, solo imaginarlas con chocolate lograban que se me hiciera la boca agua.

Cedí el paso a la dama y pronto nos encontramos sentados en unos taburetes altos frente a una pequeña mesa de madera muy moderna.
A nuestro alrededor habia muchas parejas haciéndose carantoñas, algo que Kaia miraba creo con cierto recelo
-dime cazadora ¿has llegado hace mucho a París? ¿como supiste de mi? ¿tienes familia?

Me apetecía saber algo mas de ella, a fin de cuentas pronto compartiríamos mucho tiempo, entrenar era un trabajo arduo que empezaría hoy mismo.

-He de reconocer que no estoy en mis mejores momentos, supongo que ayer cuando me desnudaste viste la herida de mi hombro así como otras ya casi cerradas. Aun estoy tratando de recuperar la forma, así que...se suave conmigo -bromeé guiñándole un ojo divertido -es broma, no seas suave, se ruda, así sera un buen entrenamiento para ambos. Si sigo así, al final seré yo quien te deba lago a ti -bromeé -¿me quieto los pantalones?

De nuevo el restaurante se lleno de carcajadas mientras Kaia me miraba con una sonrisa.

La camarera nos tomo nota y en breve llego con dos platos de creepes de chocolate y un batido de chocolate enorme con dos pajitas para compartir.
Mire a Kaia al ver un único batido esperando que no le molestara compartirlo, claro que tenia las de perder, porque yo estaba muy hambriento.
-¿compartimos o pedimos otro? -pregunté mirando a sus precisos ojos fijamente.

No quería incomodarla y aunque para mi no había problema, sabia que ella en esos temas era diferente.

Desconcertada ante la risa de Agarwaen sobre mis dudas de como recompensarle su ofrecimiento de entrenarme, éste posó su brazo sobre mis hombros mientras nos acercábamos a la cama deshecha. Aunque no me vi la cara, sabía que había perdido todo el color en mi piel cuando haciendo el gesto de desabrocharse el cinturón me pidió que me desnudará.
Sentí que me faltaba el aire justo en el momento en que el cazador a carcajada limpia aseguró que le bastaría con que le invitase a desayunar.
Fingí mirarlo enfadada, pero no podía impedir que su buen humor y sus bromas me atrapasen.

- Entonces nos haremos compañía mutuamente.- contesté mientras mi interior parecía alegrarse de que el cazador no tuviese a nadie que lo esperase en casa.- Vayamos a desayunar pues, y así podré pagar mi deuda con vos.

Descendimos por las estrepitosas escaleras, mientras seguía sonriendo por la broma que me acababa de gastar. Desde luego que tenía claro que con él jamás me aburriría. Encaminamos nuestros pasos hacia una cafetería cercana, donde nunca había estado antes, y tras sentarnos, Agarwaen pidió el desayuno por los dos. Al parecer no era la primera vez que iba a aquel lugar.

- Llegué hace unos días a Paris- contesté mientras desviaba mi mirada de las parejas que parecían felices a nuestro alrededor.¿Alguna vez tendría yo algo así?.- Hace unos meses, tras la muerte de mi madre, salí de Noruega. Fue poco antes cuando de aquello cuando me enteré de que mi padre, al que jamás conocí, era cazador, y que el vampiro al que busco acabó con su vida. No hay nada que me ate allí, no tengo más familia; así que decidí vengar la muerte de mi padre, siguiendo el rastro del vampiro con la ayuda de su viejo diario.
Cuando me alojé en el hostal, y habiendo perdido el rastro del inmortal, traté de buscar a algún experto cazador a quien pedir ayuda, y vos fuisteis el nombre que más veces salió a relucir  de las bocas de mis informadores.

Sacó a relucir el hecho de que sabía que yo lo había desnudado la noche anterior. Me ruboricé por momentos, no solo al recordar su perfecto cuerpo desnudo, si no por el hecho de que él supiese que lo había hecho yo mientras estaba dormido. Era cierto que había visto su herida, aunque mi atención estaba más centrada en el resto de su cuerpo, y no le di más importancia.

- Tranquilo, cazador. Os trataré con cuidado, no quisiera haceros daño y que se os rompa una uña.- bromeé mientras le guiñaba un ojo cómplice.- Vi su herida en el hombro, más como no sé como son las heridas que pueden hacer los vampiros o los licántropos no supe catalogarla.

La camarera llegó con nuestro desayuno, que más bien parecía ser para un ejército, un montón de crepes con chocolate,  y un batido con dos pajitas. Enarqué una ceja confusa. ¿Íbamos a beber del mismo vaso? Se me antojó un gesto muy íntimo, pero me sedujo la idea.

- No me importa compartirlo con vos, al fin y al cabo a partir de ahora vamos a compartir muchas cosas.- sonreí con picardía mientras pensaba que a parte de nuestro tiempo, deseaba compartir otras cosas con él..como por ejemplo, esos besos ardientes con lo que me había buscado la noche anterior en la taberna.

Cogí mi pajita mientras le daba un pequeño trago sin desviar mis ojos de los suyos, tratando de adivinar que le pasaba por la cabeza.

Acerqué mis labios a la pajita sorbiendo sediento.
-Ummm, esta buenísimo -susurre frente a Kaia mordiendo mi labio inferior por su placentero sabor -eso o que tenia mucha hambre -bromeé divertido.

Enrolle con los dedos el creepe para cogerlo con la mano y llevarlo a mi boca, mientras escuchaba la historia de Kaia, al parecer y como bien había predicho había llegado hacia poco a París y su afán por cazar inmortales distaba mucho de ser por herencia familiar, si no mas bien por odio adquirido.
Lo que me chocaba era que si no conocía a su padre ¿como podía querer vengarlo aun a expensas de arriesgar su propia vida?
Busque su mirada que enganchada a la mía se mantenía firme, entonces lo entendí, porque no le quedaba nada.
Sonreí de medio lado admirando aquel rostro angelical que posiblemente y por desgracia podría convertirse con el tiempo en un ser oscuro y letal.
Sabia lo que la nada hacia en nosotros, lo había experimentado muchas veces con los guerreros que en mi isla quedaban completamente solos.
La nada podría su espíritu, convirtiéndolos en ocasiones en seres peores que los que cazábamos.
Quizás yo no solo me convirtiera en su mentor, quizás también necesitara un amigo, alguien en quien confiar, era tan inocente que no podía dejar aquel ser a su suerte, no ahora que de un modo u otro había pasado a formar parte de mi vida.

Vida sesgada por una herida que de no encontrar remedio me llevaría a la muerte, mas esperaba que si ese era mi sino, si eso tenia que suceder, me llevara por delante a la causante de tal estrago.
Volví a sorber de la pajita sin lograr despegar mis ojos de aquella preciosa mujer que se había convertido en mi pupila.
-¿que armas sabes usar? -pregunté observando como su boca se posaba cerca de la mía para beber.

Me estaba poniendo enfermo y aun no habíamos empezado a entrenar, sin duda esto iba a ser complicado, de normal nunca había entrenado a nadie que me pusiera tanto.
-A partir de ahora quedaremos todos los días, te convertirás en mi sombra, entrenaremos hasta que desfallezcas, hasta que supliques que te deje descansar y solo cuando yo crea que estas preparada iremos a cazar sobre naturales, yo elegiré las presas y tu obedecerás. No quiero individualismos, somos dos en esto y las decisiones hasta que te crea preparada las tomo yo ¿de acuerdo? Seguirás mis normas o esto no funcionara. Nunca he perdido un aprendiz en la batalla, y no quiero que esta sea la primera vez.

Sus ojos me miraban atentos y no pude evitar sonreirle de nuevo.
-También podemos empezar entrenando la resistencia. Una noche en tu hostal deshaciendo las sabanas juntos te serviría de entrenamiento sin duda -añadí antes de volver a echarme a reír mirándola.

Era divertido ver sus gestos cando hablaba de encuentros sexuales, me encantaba ver como sus mejillas se teñían de carmesí cuando mis ojos la miraban de un modo posiblemente mas lascivo de la cuenta.
Por suerte hoy no iba borracho y podía controlarme mucho mas.

Sonreí al ver como un gesto tan sencillo como saborear aquel espléndido batido podía volverse en algo encantador con su sonrisa.

- Está buenísimo, desde luego.- afirmé mientras pensaba que no sólo era el batido lo que estaba bueno, sino que él le daba mil patadas al mismo.- Está claro que has tenido buen ojo en tu elección.

Nuestros rostros se acercaron cuando coincidimos ambos bebiendo de nuestras pajillas. Podía sentir su respiración a escasos centímetros de la mía, y sonreí nerviosa retirándome despacio. No podía evitarlo. Su cercanía me excitaba y desconcertaba. ¿Cómo íbamos a poder entrenar así? Si cada roce suyo era una tentación a dejarme llevar sin pensar en las consecuencias.

- Solo he empuñado esta katana. No entiendo mucho de armas, aunque creo que las armas blancas es lo que mejor se me da.- contesté a su pregunta mientras no podía evitar separar mi mirada de sus labios.- Deberías ver como trincho el pavo en Navidad.

Reí ante mi broma. Mi humor mejoraba a su lado; después de perder a mi madre no pensé que podría recuperarme tan pronto, pero Agarwaen conseguía sacar lo mejor de mí, haciendo que el dolor por mi pérdida se suavizase a su lado.

Escuché atenta mientras me daba unas instrucciones sobre su entrenamiento que desde luego había dicho con anterioridad. Sus palabras sonaban seguras de sí mismo, de lo que hacía y de como quería hacerlo. Yo tampoco quería que fuese la primera vez que perdía a alguien en la batalla, y el simple hecho de que fuésemos a compartir la mayoría de nuestros días alegró mi exitencia.

- ¿Voy a tener que verte todos los días y a todas horas? Ufff....- dije haciendo una mueca y soltando un suspiro resignado mientras miraba su mirada confundida, para luego ponerme a reír.- Es broma. Estaré encantada de ponerme bajo vuestras manos expertas.

Sonreía cómplice de nuestras bromas, observando como su risa me cautivaba a cada segundo. Aquel cazador desvergonzado me llenaba por momentos, y en el fondo se lo agradecía. No me sentía tan ilusionada desde...desde nunca, la verdad.
Cuando insinuó cómo podríamos practicar la resistencia casi me ahogo con el crepe. ¿Cómo podía tener tan poca vergüenza? A veces no sabía cuando hablaba en serio y cuando en broma, y aquello me confundía. Me preguntaba si de verdad le gustaría o si bromeaba de esa forma con todas.

Reí divertido cuando dijo que estaba encantada de ponerse a disposición de mis manos expertas, aquella chica me lo ponía a huevo o es que mi mente calenturienta frente a ella no hacia mas que pensar en guarradas.
Posiblemente era lo segundo, porque allí bebiendo del mismo batido con esos labios tan cerca y sin poder tomarlos como ya hubiera hecho con otra me sentía extraño.
Era una mezcla distinta a las que hasta ahora había sentido, era cierto que yo no solía ser solo “amigo” de las mujeres, bueno si, de las feas. Pero esta ni por asomo era fea, mas bien era todo lo contrario, era una mujer fuerte y preciosa.

Sonreí cuando bromeo sobre vernos mas de la cuenta, a esas alturas ya era consciente de que lo de vernos no supondría un gran problema para ella, no podía presumir lo mismo de mi contención, intuía que mas de un día llegaría a casa con ganas de mas que de un simple entrenamiento y que la ducha de agua fría seria mi fiel aliada en estos casos.
Bueno, eso o ir en busca de otras mujeres con las que si pudiera tener algo efímero.
Tenia claro que ella no era de ese tipo de chica, mas bien era de las que esperan vírgenes a su príncipe azul y yo de eso solo tenia el caballo, bueno y el titulo.

Devore el ultimo crepe chupándome los dedos antes de acercarme a al barra para pagar lo consumido, no iba a dejarla pagar a ella cuando me había dicho que disponía de poco dinero y yo por ende de demasiado.
-¿Nos vamos señorita? Ya que hemos llenado la barriga ahora toca bajarla con un buen entrenamiento. Dado que mi idea de la resistencia en el hostal no parece haberos acabado de convencer siempre podemos correr por el bosque unas cuantas horas...veo mas divertido lo otro pero...¿las damas eligen? -bromee abriéndole la puerta del restaurante para que saliera.

Una vez fuera le di un golpecito en el trasero con la mano y empecé a correr entre risas dirección al bosque, donde sin duda aquella carrera se tornarían infinitamente mas interesante.

Me sorprendió que la dama siguiera a la perfección el ritmo impuesto, puede que fuera novata pero estaba en buena forma física, al menos tenia velocidad, pronto comprobaríamos si también resistencia.
La deje pasar y vi su sonrisa triunfal al adelantarme algo que me divirtió de sobremanera.
-Lo hago por las vistas, ese culo me esta volviendo loco.

Sonreí con picardía al ver como se giraba ligeramente para mirarme.
-Deberías de ir mas a menudo con esas calzas, esas botas y ese corsee, de echo deberías ir siempre así pero solo para mi -bromee de nuevo entre risas.

Fin...seguimos en los bosques.