AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Push the Limits — Privado
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Push the Limits — Privado
Podrás lidiar con eso. Ya lo has hecho con otras cosas; recuerda nuestra alianza.
Las palabras de McWhir rondaban en su cabeza a todas horas. Había hecho un trato con él antes de regresar a su casa; ambos forjaron una alianza surgida de todas las cicatrices que habían dejado las pésimas relaciones con sus familias. Cirene fue encontrada por su padre tiempo después de que McWhir y sus hombres secuestraran al duque Lewis. Ocurrió justo esa noche cuando se dio la cita con su medio hermano. Todo había ocurrido repentinamente; ni ella se lo esperaba. Pero es el destino quien decide qué hacer con las vidas de los hombres y no ellos.
Cirene no estaba del todo contenta con lo ocurrido, pero era fiel a su capitán, y eso era más que suficiente para mantener su farsa. En esa farsa estaba incluido su matrimonio con Brent Lewis, a quien terminaron rescatando justo la noche en que encontraron a la menor de los Courtois. Era más que obvio que la relación entre los nuevos esposos era áspera y Cirene actuaba de la manera más indiferente posible. Extrañaba su barco, su libertad... Todo lo que había podido crear con los años luego de haber huido del infierno que era su hogar. El tiempo la había cambiado demasiado; ya no era la misma de antaño. Ahora sabía cómo actuar perfectamente a favor de sus objetivos. También contaba con el apoyo de su medio hermano. Rivaille era un tanto extraño, sin embargo, les ofreció ayuda tanto a McWhir como ella, la noche en la que descubrieron su paradero. Ahora sólo les tocaba esperar.
La vida de la alta sociedad le era, y siempre le había parecido, sumamente aburrida. Las conversaciones carecían interés, y las personas que pululaban en estos estatus sociales eran totalmente vacías. Apenas podían salvarse algunos cuantos intelectuales interesados por las artes y las ciencias; aquellos eran los favoritos de Cirene. Como también lo solían ser los aventureros, quienes le recordaban a sus compañeros piratas. Aún tenía muchas dudas con respecto a McWhir y su interés por los Lewis. Más allá de ser un desheredado y un rechazado, ¿qué más había? Además, encontraba un parecido muy familiar entre Brent y él. Pero eso era algo que prefería reservarse, y más por el genio del muchacho, quien a veces la estresaba tanto que lo dejaba hablando solo. Cirene se había convertido en los ojos y los oídos de McWhir, quien estaría refugiado en algún lado gracias a Rivaille. Mientras tanto, así le irritara enormemente, tenía que seguir con sus planes. Y en eso se incluía: su nueva vida de casada.
Solía participar poco en los eventos sociales e inventaba excusas para no asistir a ninguna parte. Pero cierta vez no pudo negarse y accedió a ir al teatro. Unos amigos cercanos al duque le hicieron la invitación, y él, quizá por mantener su estatus, aceptó. Cirene en cambio tenía otros ideales; se encontraría en ese lugar con McWhir para informarle de los avances. Era arriesgado, sin embargo, también era necesario.
En el viaje en coche no hizo ningún comentario; no quiso dirigirle palabra alguna a su compañero. Sólo permaneció en silencio, analizando todo cuanto hubo organizado para la reunión clandestina.
Ese mismo silencio se mantuvo durante la obra, a la cual no prestó demasiada atención. Incluso, pudo notar que al duque Lewis le estaba aburriendo tanto como a ella. Se percató que ya era hora de escapar de ahí, justo cuando inició el tercer acto. Observó de reojo a su compañero y mordiéndose el labio, meditó lo que tenía que hacer. No podía perder más tiempo; McWhir la esperaba en alguna parte, bien disfrazado.
—Ya regreso —murmuró más para sí misma, que para Brent. Odiaba los modales, pero era necesario hacer uso de ellos esta vez, para no levantar demasiadas sospechas. Se dirigió entonces al lugar de la cita, mientras miraba hacia atrás de vez en cuando, sintiendo como los nervios le comían lentamente.
Las palabras de McWhir rondaban en su cabeza a todas horas. Había hecho un trato con él antes de regresar a su casa; ambos forjaron una alianza surgida de todas las cicatrices que habían dejado las pésimas relaciones con sus familias. Cirene fue encontrada por su padre tiempo después de que McWhir y sus hombres secuestraran al duque Lewis. Ocurrió justo esa noche cuando se dio la cita con su medio hermano. Todo había ocurrido repentinamente; ni ella se lo esperaba. Pero es el destino quien decide qué hacer con las vidas de los hombres y no ellos.
Cirene no estaba del todo contenta con lo ocurrido, pero era fiel a su capitán, y eso era más que suficiente para mantener su farsa. En esa farsa estaba incluido su matrimonio con Brent Lewis, a quien terminaron rescatando justo la noche en que encontraron a la menor de los Courtois. Era más que obvio que la relación entre los nuevos esposos era áspera y Cirene actuaba de la manera más indiferente posible. Extrañaba su barco, su libertad... Todo lo que había podido crear con los años luego de haber huido del infierno que era su hogar. El tiempo la había cambiado demasiado; ya no era la misma de antaño. Ahora sabía cómo actuar perfectamente a favor de sus objetivos. También contaba con el apoyo de su medio hermano. Rivaille era un tanto extraño, sin embargo, les ofreció ayuda tanto a McWhir como ella, la noche en la que descubrieron su paradero. Ahora sólo les tocaba esperar.
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La vida de la alta sociedad le era, y siempre le había parecido, sumamente aburrida. Las conversaciones carecían interés, y las personas que pululaban en estos estatus sociales eran totalmente vacías. Apenas podían salvarse algunos cuantos intelectuales interesados por las artes y las ciencias; aquellos eran los favoritos de Cirene. Como también lo solían ser los aventureros, quienes le recordaban a sus compañeros piratas. Aún tenía muchas dudas con respecto a McWhir y su interés por los Lewis. Más allá de ser un desheredado y un rechazado, ¿qué más había? Además, encontraba un parecido muy familiar entre Brent y él. Pero eso era algo que prefería reservarse, y más por el genio del muchacho, quien a veces la estresaba tanto que lo dejaba hablando solo. Cirene se había convertido en los ojos y los oídos de McWhir, quien estaría refugiado en algún lado gracias a Rivaille. Mientras tanto, así le irritara enormemente, tenía que seguir con sus planes. Y en eso se incluía: su nueva vida de casada.
Solía participar poco en los eventos sociales e inventaba excusas para no asistir a ninguna parte. Pero cierta vez no pudo negarse y accedió a ir al teatro. Unos amigos cercanos al duque le hicieron la invitación, y él, quizá por mantener su estatus, aceptó. Cirene en cambio tenía otros ideales; se encontraría en ese lugar con McWhir para informarle de los avances. Era arriesgado, sin embargo, también era necesario.
En el viaje en coche no hizo ningún comentario; no quiso dirigirle palabra alguna a su compañero. Sólo permaneció en silencio, analizando todo cuanto hubo organizado para la reunión clandestina.
Ese mismo silencio se mantuvo durante la obra, a la cual no prestó demasiada atención. Incluso, pudo notar que al duque Lewis le estaba aburriendo tanto como a ella. Se percató que ya era hora de escapar de ahí, justo cuando inició el tercer acto. Observó de reojo a su compañero y mordiéndose el labio, meditó lo que tenía que hacer. No podía perder más tiempo; McWhir la esperaba en alguna parte, bien disfrazado.
—Ya regreso —murmuró más para sí misma, que para Brent. Odiaba los modales, pero era necesario hacer uso de ellos esta vez, para no levantar demasiadas sospechas. Se dirigió entonces al lugar de la cita, mientras miraba hacia atrás de vez en cuando, sintiendo como los nervios le comían lentamente.
Cirene Lewis- Realeza Neerlandesa
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Localización : Aquí, allá... No importa
Re: Push the Limits — Privado
La vida se le había vuelto un inferno en un abrir y cerrar de ojos, sus planes habían cambiado por completo y todo gracias a una mujer. Un día se encontraba tranquilamente en la mansión de su familia en París, atendiendo asuntos de importancia más personal que política y al siguiente momento se encontraba casado con una fiera de los mares que lo molestaba todo el día. Su repentino matrimonio con la que hasta hacía algunas semanas había sido la novia fugitiva se dio de la manera más extraña posible. Cirene había entrado a la mansión pensando robar algunas cosas pertenecientes al Duque Lewis, ambos terminaron en un enfrentamiento y entonces, él resulto secuestrado. De su secuestro, Brent recordaba muy pocas cosas, de hecho, solo fue consciente de si mismo una vez que ya había sido rescatado y la crisis llegaba a su final. Claro que para él la crisis apenas acababa de comenzar, pues una vez que se aseguraron de ponerlo a salvo fue informado respecto a la milagrosa manera en que prometida apareció y por supuesto, días después de que ella apareciera se llevó a cabo la tan esperada boda entre el Duque Brent Lewis y su prometida Cirene Courtois.
La boda entre el Duque y la pirata solo logro empeorar la para ese punto caótica vida de Brent quien se aseguraba de guardar las apariencias y tratar lo mejor que podía a su esposa, aunque claro, no podía evitar disfrutar de hacerla rabiar o divertirse de la manera en que refunfuñaba cada vez que debía acompañarlo a algún evento de alta sociedad como el que esa noche atendían. El teatro no era de las actividades que el Duque más disfrutaba, sin embargo, le era obligatorio asistir en noches como esa donde sabía que gran parte de la alcurnia parisina y de otros países harían aparición. Brent trataba de demostrar aún que era un digno heredero de los Lewis y Cirene, bueno, ella no tenía ni la menor idea de que era lo que trataba de hacer; de hecho si es que lo pensaba detenidamente, Brent desconocía muchas cosas sobre su ahora esposa con quien hablaba solo en momentos necesarios ya que todo el demás tiempo que pasaban al lado del otro era más bien un absoluto silencio y desinterés.
A su llegada al teatro, después de un no tan cómodo viaje, el “feliz matrimonio” saludo como era debido a gran parte de la alta sociedad en su camino hasta el palco reservado para ellos, sitió desde el cual, Brent observo con sumo desinterés y mucha pereza la obra que se presentaba. Tan desinteresado había estado en la puesta en escena que de hecho, tuvo tiempo suficiente para darse cuenta de la manera en que Cirene lo miraba justo antes de excusarse y retirarse del palco. Observando la manera en que ella desaparecía sin aguardar a escuchar una respuesta de su parte, Brent se levantó con calma de su asiento y con sumo cuidado, comenzó a seguir la andanza de su esposa. No era que Lewis estuviera particularmente interesado en lo que ella tenía que hacer, sin embargo, ahora que se encontraban casados no podía permitir que Cirene decidiera una vez más darse a la fuga porque de hacerlo ya no sería simplemente una muchacha que se ganara el apodo de novia fugitiva; si ella se escapaba, se volvería en una esposa que se fugaba del ogro de su marido y eso lo haría ver como un mal Duque, hombre y esposo. Claro que ese no era el peor escenario. Lo peor sería si él se volvía el hazmerreír de toda la realeza; un hombre que no podía mantener controlada a su esposa y eso, eso era algo que simplemente no podía permitir.
La boda entre el Duque y la pirata solo logro empeorar la para ese punto caótica vida de Brent quien se aseguraba de guardar las apariencias y tratar lo mejor que podía a su esposa, aunque claro, no podía evitar disfrutar de hacerla rabiar o divertirse de la manera en que refunfuñaba cada vez que debía acompañarlo a algún evento de alta sociedad como el que esa noche atendían. El teatro no era de las actividades que el Duque más disfrutaba, sin embargo, le era obligatorio asistir en noches como esa donde sabía que gran parte de la alcurnia parisina y de otros países harían aparición. Brent trataba de demostrar aún que era un digno heredero de los Lewis y Cirene, bueno, ella no tenía ni la menor idea de que era lo que trataba de hacer; de hecho si es que lo pensaba detenidamente, Brent desconocía muchas cosas sobre su ahora esposa con quien hablaba solo en momentos necesarios ya que todo el demás tiempo que pasaban al lado del otro era más bien un absoluto silencio y desinterés.
A su llegada al teatro, después de un no tan cómodo viaje, el “feliz matrimonio” saludo como era debido a gran parte de la alta sociedad en su camino hasta el palco reservado para ellos, sitió desde el cual, Brent observo con sumo desinterés y mucha pereza la obra que se presentaba. Tan desinteresado había estado en la puesta en escena que de hecho, tuvo tiempo suficiente para darse cuenta de la manera en que Cirene lo miraba justo antes de excusarse y retirarse del palco. Observando la manera en que ella desaparecía sin aguardar a escuchar una respuesta de su parte, Brent se levantó con calma de su asiento y con sumo cuidado, comenzó a seguir la andanza de su esposa. No era que Lewis estuviera particularmente interesado en lo que ella tenía que hacer, sin embargo, ahora que se encontraban casados no podía permitir que Cirene decidiera una vez más darse a la fuga porque de hacerlo ya no sería simplemente una muchacha que se ganara el apodo de novia fugitiva; si ella se escapaba, se volvería en una esposa que se fugaba del ogro de su marido y eso lo haría ver como un mal Duque, hombre y esposo. Claro que ese no era el peor escenario. Lo peor sería si él se volvía el hazmerreír de toda la realeza; un hombre que no podía mantener controlada a su esposa y eso, eso era algo que simplemente no podía permitir.
Brent Lewis- Realeza Neerlandesa
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Re: Push the Limits — Privado
No estaba del todo segura si las cosas iban a salir bien o no. Sabía que era un riesgo enorme reunirse con McWhir en aquel lugar; ya no era la misma subordinada de un pirata, no. Ahora era la esposa de un aristócrata, y por más que le fastidiaba eso, debía mantener las apariencias; no lo hacía por mantener contento a los metiches, sino, para cumplir con el plan que había ideado con McWhir antes de acceder regresar a casa. Al menos en París no estaba bajo el yugo de su padre, y su esposo no estaba interesado en ella, por lo que era mucho más sencillo cumplir con sus fines.
Le costó un poco movilizarse con aquel ataviado traje que llevaba. Ya se había acostumbrado a los pantalones y las prendas ligeras; los vestidos aún seguían siendo un tormento para su cuerpo. Pero, haciendo caso omiso a eso, continuó con su propósito. Se cubrió con una capa que había llevado; estratégicamente era de color esmeralda, con ornamentos dorados en la parte baja, tal y como se lo dejó dicho a McWhir. La usaba para despistar a muchos otros, en especial, a Brent. Cirene aún se preguntaba muchas cosas. No comprendía por qué su vida había llegado a tal punto. ¿Acaso era necesario tanto sacrificio para lograr ser feliz? No. No podía ser así; eso era una completa tontería. Ella siempre se hizo la idea de poder alcanzar su propia felicidad lejos de casa, en un lugar en donde pudiera abrir sus alas sin temer a que fueran cortadas; sin embargo, cayó del cielo demasiado rápido.
A Ícaro el sol le quemó las alas por querer volar demasiado alto.
Escuchaba los ecos de las voces de los actores, algunos susurros de personas y el sonido de la orquesta en las partes más sustanciales de la obra. Estaba nerviosa, sentía las manos sudorosas, y con la sensación de que alguien la seguía, volteó la cabeza, pero no vio a nadie. Justo cuando decidió seguir adelante, alguien se interpuso en su camino. ¿Qué decir? Cirene casi grita; sin embargo, al ver la máscara que cubría el rostro de la persona, supo de inmediato que era su anfitrión. Se llevó una mano al pecho y exhaló.
—Casi me matas de un susto —murmuró—. Vamos, antes de que sospeche que estoy tardando mucho.
El hombre de la máscara asintió y ambos se fueron por otro pasillo, internándose en un palco. Cirene se quitó la capucha de la capa y observó el sitio con las cejas enarcadas.
—No voy a preguntar cómo hiciste para apartar uno —mencionó con ironía—. Y ya puedes quitarte la máscara, te ves ridículo.
McWhir hizo caso y terminó riendo de buena gana, como no lo hacía en mucho tiempo.
—Tu hermanito tiene buenos contactos —respondió McWhir—. Y gracias por los halagos; ya me estaban haciendo falta. —Observó a los lados con nerviosismo—. ¿Y bien? Por favor, no incluyas la parte de que eres infeliz, que el tipo es un amargado, porque ya me lo sé. Vamos a los detalles que nos interesan. ¿Qué has sabido?
Cirene suspiró y viró los ojos, tomando asiento en una de las sillas que estaban en el módico espacio.
—¿Qué te puedo decir? No he sabido mucho, no es tan sencillo. Intento ser lo más... —Se llevó una mano a la frente y le miró—. ¿Quién es Barton Lewis? Leí una carta de su madre. Decía algo sobre un Barton Lewis; que yo le recordaba a ese hombre... Y no recuerdo qué más.
Habló de manera distraída, pero no se percató en la mueca que se había formado en el rostro de McWhir. Sólo dudó cuando el silencio se prolongó demasiado.
—¿Qué ocurre? —Inquirió Cirene.
—Yo... Hay algo que tienes que saber; ya es momento de revelar detalles —confesó McWhir—. Ese Barton Lewis... Bueno, yo, soy ese hombre. Y esa mujer, ella esperaba un hijo mío cuando fui engañado.
—Espera, espera... ¿Engañado? ¿Tu mujer? —Cirene no lograba entender todo muy claramente—. ¿Brent tiene un hermano? Uh... Lo que me faltaba.
McWhir volvió a callar, poniéndose aún más serio que antes. Algo, definitivamente, no estaba bien.
Le costó un poco movilizarse con aquel ataviado traje que llevaba. Ya se había acostumbrado a los pantalones y las prendas ligeras; los vestidos aún seguían siendo un tormento para su cuerpo. Pero, haciendo caso omiso a eso, continuó con su propósito. Se cubrió con una capa que había llevado; estratégicamente era de color esmeralda, con ornamentos dorados en la parte baja, tal y como se lo dejó dicho a McWhir. La usaba para despistar a muchos otros, en especial, a Brent. Cirene aún se preguntaba muchas cosas. No comprendía por qué su vida había llegado a tal punto. ¿Acaso era necesario tanto sacrificio para lograr ser feliz? No. No podía ser así; eso era una completa tontería. Ella siempre se hizo la idea de poder alcanzar su propia felicidad lejos de casa, en un lugar en donde pudiera abrir sus alas sin temer a que fueran cortadas; sin embargo, cayó del cielo demasiado rápido.
A Ícaro el sol le quemó las alas por querer volar demasiado alto.
Escuchaba los ecos de las voces de los actores, algunos susurros de personas y el sonido de la orquesta en las partes más sustanciales de la obra. Estaba nerviosa, sentía las manos sudorosas, y con la sensación de que alguien la seguía, volteó la cabeza, pero no vio a nadie. Justo cuando decidió seguir adelante, alguien se interpuso en su camino. ¿Qué decir? Cirene casi grita; sin embargo, al ver la máscara que cubría el rostro de la persona, supo de inmediato que era su anfitrión. Se llevó una mano al pecho y exhaló.
—Casi me matas de un susto —murmuró—. Vamos, antes de que sospeche que estoy tardando mucho.
El hombre de la máscara asintió y ambos se fueron por otro pasillo, internándose en un palco. Cirene se quitó la capucha de la capa y observó el sitio con las cejas enarcadas.
—No voy a preguntar cómo hiciste para apartar uno —mencionó con ironía—. Y ya puedes quitarte la máscara, te ves ridículo.
McWhir hizo caso y terminó riendo de buena gana, como no lo hacía en mucho tiempo.
—Tu hermanito tiene buenos contactos —respondió McWhir—. Y gracias por los halagos; ya me estaban haciendo falta. —Observó a los lados con nerviosismo—. ¿Y bien? Por favor, no incluyas la parte de que eres infeliz, que el tipo es un amargado, porque ya me lo sé. Vamos a los detalles que nos interesan. ¿Qué has sabido?
Cirene suspiró y viró los ojos, tomando asiento en una de las sillas que estaban en el módico espacio.
—¿Qué te puedo decir? No he sabido mucho, no es tan sencillo. Intento ser lo más... —Se llevó una mano a la frente y le miró—. ¿Quién es Barton Lewis? Leí una carta de su madre. Decía algo sobre un Barton Lewis; que yo le recordaba a ese hombre... Y no recuerdo qué más.
Habló de manera distraída, pero no se percató en la mueca que se había formado en el rostro de McWhir. Sólo dudó cuando el silencio se prolongó demasiado.
—¿Qué ocurre? —Inquirió Cirene.
—Yo... Hay algo que tienes que saber; ya es momento de revelar detalles —confesó McWhir—. Ese Barton Lewis... Bueno, yo, soy ese hombre. Y esa mujer, ella esperaba un hijo mío cuando fui engañado.
—Espera, espera... ¿Engañado? ¿Tu mujer? —Cirene no lograba entender todo muy claramente—. ¿Brent tiene un hermano? Uh... Lo que me faltaba.
McWhir volvió a callar, poniéndose aún más serio que antes. Algo, definitivamente, no estaba bien.
Cirene Lewis- Realeza Neerlandesa
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Re: Push the Limits — Privado
Cirene era un misterio absoluto para el Lewis. Brent solo sabía que ella desapareció el día en que se anuncio su compromiso, nunca pudo conocer su rostro y mucho menos saber que cosas le gustaban o le disgustaban, no era que por aquel entonces esas cosas le importasen, de hecho, esas cosas ni siquiera le importaban ahora. El repentino interés del Duque por su esposa estaba cimentado más que nada en la duda y la desconfianza. A Brent no le parecía normal que Cirene apareciera un día tratando de robarle, luego, con ayuda de alguien desconocido le secuestrara, únicamente para terminar liberándolo después, confundido y sin idea alguna de lo que sucedió durante el tiempo que estuvo lejos de su hogar. Para aumentar la duda, ella volvía a su hogar y aceptaba el matrimonio entre ambos sin oponer grandes resistencias, así que era más que normal que Lewis dudara de cada movimiento y cada palabra que proviniera de ella.
Aún así, el Duque mantenía ocultas para si sus sospechas. En público trataba a Cirene como si llevaran toda una vida de conocerse, incluso fingía adorarla completamente; obviamente en privado la historia era muy diferente, apenas se dirigían la palabra y cuando ello ocurría, era más que nada para discutir o sacar el peor lado del otro. Aunque claro, pese a no mostrarse muy interesado por ella, Brent llevaba de manera secreta una investigación. Necesitaba saber qué paso en el tiempo que fue secuestrado, quién era aquel individuo que ayudo a la pirata a secuestrarlo y sobre todo, qué era lo que ella quería realmente porque Cirene era lista, pero Brent no dudaba en que ella no estaba sola en lo que fuera que estaba haciendo, ella seguro trabajaba para alguien más.
Cuando su esposa se excuso y desapareció en medio de la puesta en escena que fueron a ver, Brent sencillamente no pudo quedarse de brazos cruzados. Con una sonrisa en el rostro que le decía a todos aquellos que le mirasen que todo estaba bien, el Duque Lewis salió de la vista de sus conocidos con el único propósito de ir tras su esposa y descubrir de una vez por todas que demonios estaba haciendo. Los pasos de Lewis eran cautelosos, no quería alertar a Cirene de que era seguida pero aún así, se mantenía lo bastante cerca como para saber por que lugares se dirigía. Avanzando con lentitud y siendo casi descubierto en un par de ocasiones, Brent continuo con su misión, no sin poder evitar sentirse como un maldito acosador pero bueno, prefería verse de esa manera a dejar que se escapara una vez más o peor.
Finalmente el temor porque Cirene escapara se disipo en el instante en que Brent la escucho hablar con alguien más, un hombre al que apenas y pudo lanzar una mirada sin obtener realmente alguna respuesta sobre su identidad ya que el individuo usaba una mascara. Las palabras que intercambiaron en ese primer contacto fueron algo que Brent no pudo escuchar, estaban a demasiada distancia; para su fortuna, pronto la pareja formada por el desconocido y su esposa, entraron en un palco, siendo esa la oportunidad que Brent aprovecho para acercarse más y escuchar la conversación que ambos llevaban a cabo.
Lewis se posiciono en uno de los costados de la entrada del palco, desde donde pudo escuchar como es que su “amada” esposa admitía estar buscando información sobre él y su familia, inclusive mencionaba haber revisado las cartas de su madre, esas que trataban de asuntos únicamente de los Lewis, asuntos que a los amigos de su esposa no debían de incumbirles en lo más mínimo. Brent estaba furioso de saber que Cirene informaba de su familia, tanto que estuvo a punto de interferir en aquella amigable charla, de no ser porque el nombre de Barton Lewis hizo acto de presencia y las palabras de Cirene daban a entender que era probable que el hombre con quien estaba tuviera información sobre él, solo por la curiosidad de saber que era lo que aquel individuo conocía sobre Barton fue que Brent se mantuvo al margen. Una decisión de la que pronto se arrepintió.
Las siguientes palabras mencionadas por la voz masculina fueron como un baño de agua fría. Barton Lewis estaba vivo y a su alcance. Por si fuera poco aseguraba haber tenido un hijo con su madre… ¡CON SU MADRE!, pero Brent no tenía ningún hermano, su madre se lo habría dicho, de eso estaba completamente seguro el Duque. Brent conocía a la perfección a su progenitora y sabía que era incapaz de guardarle secretos a él, o al menos eso pensó. La confusión, la duda, la incertidumbre. Brent era presa de eso y muchas otras cosas, por eso resultaba increíble verlo aún ahí, de pie a las afueras de aquel palco, esperando a descubrir un poco más, esperando a que sin saberlo todo lo que creía ser terminara por colapsar.
Aún así, el Duque mantenía ocultas para si sus sospechas. En público trataba a Cirene como si llevaran toda una vida de conocerse, incluso fingía adorarla completamente; obviamente en privado la historia era muy diferente, apenas se dirigían la palabra y cuando ello ocurría, era más que nada para discutir o sacar el peor lado del otro. Aunque claro, pese a no mostrarse muy interesado por ella, Brent llevaba de manera secreta una investigación. Necesitaba saber qué paso en el tiempo que fue secuestrado, quién era aquel individuo que ayudo a la pirata a secuestrarlo y sobre todo, qué era lo que ella quería realmente porque Cirene era lista, pero Brent no dudaba en que ella no estaba sola en lo que fuera que estaba haciendo, ella seguro trabajaba para alguien más.
Cuando su esposa se excuso y desapareció en medio de la puesta en escena que fueron a ver, Brent sencillamente no pudo quedarse de brazos cruzados. Con una sonrisa en el rostro que le decía a todos aquellos que le mirasen que todo estaba bien, el Duque Lewis salió de la vista de sus conocidos con el único propósito de ir tras su esposa y descubrir de una vez por todas que demonios estaba haciendo. Los pasos de Lewis eran cautelosos, no quería alertar a Cirene de que era seguida pero aún así, se mantenía lo bastante cerca como para saber por que lugares se dirigía. Avanzando con lentitud y siendo casi descubierto en un par de ocasiones, Brent continuo con su misión, no sin poder evitar sentirse como un maldito acosador pero bueno, prefería verse de esa manera a dejar que se escapara una vez más o peor.
Finalmente el temor porque Cirene escapara se disipo en el instante en que Brent la escucho hablar con alguien más, un hombre al que apenas y pudo lanzar una mirada sin obtener realmente alguna respuesta sobre su identidad ya que el individuo usaba una mascara. Las palabras que intercambiaron en ese primer contacto fueron algo que Brent no pudo escuchar, estaban a demasiada distancia; para su fortuna, pronto la pareja formada por el desconocido y su esposa, entraron en un palco, siendo esa la oportunidad que Brent aprovecho para acercarse más y escuchar la conversación que ambos llevaban a cabo.
Lewis se posiciono en uno de los costados de la entrada del palco, desde donde pudo escuchar como es que su “amada” esposa admitía estar buscando información sobre él y su familia, inclusive mencionaba haber revisado las cartas de su madre, esas que trataban de asuntos únicamente de los Lewis, asuntos que a los amigos de su esposa no debían de incumbirles en lo más mínimo. Brent estaba furioso de saber que Cirene informaba de su familia, tanto que estuvo a punto de interferir en aquella amigable charla, de no ser porque el nombre de Barton Lewis hizo acto de presencia y las palabras de Cirene daban a entender que era probable que el hombre con quien estaba tuviera información sobre él, solo por la curiosidad de saber que era lo que aquel individuo conocía sobre Barton fue que Brent se mantuvo al margen. Una decisión de la que pronto se arrepintió.
Las siguientes palabras mencionadas por la voz masculina fueron como un baño de agua fría. Barton Lewis estaba vivo y a su alcance. Por si fuera poco aseguraba haber tenido un hijo con su madre… ¡CON SU MADRE!, pero Brent no tenía ningún hermano, su madre se lo habría dicho, de eso estaba completamente seguro el Duque. Brent conocía a la perfección a su progenitora y sabía que era incapaz de guardarle secretos a él, o al menos eso pensó. La confusión, la duda, la incertidumbre. Brent era presa de eso y muchas otras cosas, por eso resultaba increíble verlo aún ahí, de pie a las afueras de aquel palco, esperando a descubrir un poco más, esperando a que sin saberlo todo lo que creía ser terminara por colapsar.
Brent Lewis- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 06/12/2014
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Re: Push the Limits — Privado
Confusión. No podía simplemente hacer caso omiso a las palabras de McWhir, de dudar un poco de su identidad; de desconfiar de él. Por alguna extraña razón, y tal vez por causa de la extrañeza, Cirene se sentía engañada, víctima de una mentira bien elaborada. Sin embargo, intentó descartar todo aquel complejo de víctima, pues ella no era la más afectada, y por eso, todo fue apuntando hacia una insana curiosidad de su parte, porque el mismo capitán parecía abatido ante aquella revelación. Nada más observar su rostro y oír como su tono se reducía a un murmuro, era evidencia suficiente para saber que estaba tan afectado por la verdad como cualquiera que lo escuchara en ese momento. Los Lewis resultaron ser una familia con secretos y traiciones, pero que seguían manteniendo una reputación integra ante la sociedad de los Países Bajos. ¡Por esa misma razón repudiaba a la clase alta y a la aristocracia! Todos resultaban ser los peores hipócritas, enredándose entre sí; era como caer en un nido de serpientes.
Con los hombros caídos y la cabeza gacha, Cirene permaneció en silencio durante un par de minutos. Quería hablar, pero cuando intentaba decir algo, una nueva idea atacaba su mente. En McWhir el humor se le había opacado; ni siquiera parecía el hombre que había conocido hacía un par de años atrás. Se le veía conmocionado, hundido en sus propios recuerdos. Sin duda, algo terrible tuvo que haber descubierto, porque ni por un momento quiso hablar sobre su venganza.
—¿Engañado? —Repitió más para sí misma que para su interlocutor, a quien sólo dirigió una mirada cargada de confusión—. A ver, McWhir. Quise decir, Barton Lewis —aclaró con cierto recelo—, ¿me puedes explicar todo de principio a fin? Porque hombre, me estás dejando tan perdida como antes. Y no tengo ánimos de seguir ayudando a algo que aún me parece una broma de muy mal gusto.
Las palabras de Cirene hicieron eco en la cabeza de McWhir, es decir, de Barton. Ella tenía razón, la estaba adentrando en un terreno desconocido; tampoco tenía culpa de nada. Era preciso ilustrarla sobre todo lo acontecido; todo cuanto Barton logró enterarse después de tantos años mientras viajaba por los siete mares.
—Cirene. Tienes razón, debes saber todo —respondió finalmente el capitán, ahora reconocido como Barton Lewis—. Brent no tiene a ningún hermano, es único hijo. Quizás si las cosas hubieran sido de otro modo, no fuera el único heredero. Sería parte de una familia más grande y menos exigente, te lo aseguro. —Empezó a divagar, recordando el pasado con tristeza.
Pero eso no bastó para Cirene. No quería excusas o que le diera largas, sólo deseaba saber lo que ocurría.
—¡Basta! Aquí no importa si hubiera tenido hermanos o no. Yo sólo quiero estar al tanto de todo. Porque a partir de ahora ya no eres ni capitán, ni McWhir... eres Barton Lewis. Un Barton Lewis al que creían muerto y ahora aparece, como si el océano lo regresara así sin más —sentenció Cirene, fijando sus ojos en la figura del hombre. Ahora sólo callaría, pues quien debía explayarse sería su acompañante.
—Vale, vale. No es para que te enojes. A mí todo esto me tomó por sorpresa; no el hecho de ser Barton y querer enterrar mi pasado, sino, lo otro. Es difícil, Cirene. ¿Recuerdas cuando descubriste que tenías a un medio hermano? Bueno, es lo más cercano a eso lo que siento en este preciso momento —dijo el resucitado Barton—. Mira, te cuento. Yo era el hijo mayor de los Lewis y futuro heredero del ducado de los Países Bajos. Pero, mi hermano menor siempre sintió celos de que yo me quedara con todo. ¿Por qué? Porque él quería igualarme; siempre se jactaba de que era mejor que yo. Y no fue así. —Exhaló. Esa parte de la historia le era un dolor de cabeza—. Resulta que al cabo de unos años me hice duque y contraje nupcias con una mujer hermosa, noble y con un gran corazón. Pero... al igual que tú, siempre detesté las etiquetas y mi gran sueño era poder viajar por el mar, sin dejar al lado mis obligaciones, claro. Sin embargo, mi padre jamás estuvo de acuerdo con ello, y aun así prefirió hacer caso omiso, porque confiaba en mi palabra. Y mi esposa, ella también confiaba en mí, y hasta quiso acompañarme en mi aventura. ¿Y sabes por qué no lo hizo? Porque estaba encinta. Esperaba un hijo mío. El embarazo resultó complicado durante los primeros meses y ella debía guardar reposo. —Guardó silencio unos segundos breves, mientras la mirada se le perdía en la penumbra—. Eran años difíciles y tuve que irme de campaña; ella quedó en casa. Le escribía todos los meses, hasta que dejó de recibir mis misivas, y te preguntarás qué pasó en ese momento. Pues, te diré. Mi hermano menor se encargó de desviar la correspondencia y cuando estuve a punto de regresar, fui atacado por hombres contratados por él. Quedé inconsciente y con amnesia durante varias semanas. Fueron esos mismos bandidos que ahora conforman nuestra tripulación los que me salvaron y atendieron, hasta que finalmente recordé todo. Supe que mi hermano se las ingenió para convencerla de criar a ese niño y tomarla a ella como esposa cuando me declararon muerto. Han pasado veintisiete años, Cirene. Y estuve a punto de asesinar a mi propio hijo, y si no hubiera sido por ti y ese medio hermano tuyo con demasiadas influencias, estaría ignorando eso. Y de seguro que él también.
—¿Qué? —Logró gesticular Cirene. Aún no entraba en razón, ni siquiera cuando vio a Barton ponerse de pie—. Tú y Brent... Es decir que, que, ¡ay Dios mío!
—Y bueno, yo no pensaba que él fuera a enterarse tan pronto —agregó Barton, dirigiéndose a la puertecilla que daba la entrada al palco—. Pero, me parece que es usted una persona muy curiosa, Duque Lewis. ¿Pensó que su esposa iba a marcharse de nuevo? No se preocupe. Ella es lo suficientemente tolerante para no hacerlo; es como un pequeño canario encerrado en una jaula; el mismo canario que debería ser libre y no un prisionero.
Barton enfrentó a Brent directamente. Se había percatado antes de su presencia, de que había seguido a Cirene y escuchaba la conversación. No obstante, se sintió abatido por la duda, por desconocer la reacción de su propio hijo, a quien conocía después de veintisiete años.
Con los hombros caídos y la cabeza gacha, Cirene permaneció en silencio durante un par de minutos. Quería hablar, pero cuando intentaba decir algo, una nueva idea atacaba su mente. En McWhir el humor se le había opacado; ni siquiera parecía el hombre que había conocido hacía un par de años atrás. Se le veía conmocionado, hundido en sus propios recuerdos. Sin duda, algo terrible tuvo que haber descubierto, porque ni por un momento quiso hablar sobre su venganza.
—¿Engañado? —Repitió más para sí misma que para su interlocutor, a quien sólo dirigió una mirada cargada de confusión—. A ver, McWhir. Quise decir, Barton Lewis —aclaró con cierto recelo—, ¿me puedes explicar todo de principio a fin? Porque hombre, me estás dejando tan perdida como antes. Y no tengo ánimos de seguir ayudando a algo que aún me parece una broma de muy mal gusto.
Las palabras de Cirene hicieron eco en la cabeza de McWhir, es decir, de Barton. Ella tenía razón, la estaba adentrando en un terreno desconocido; tampoco tenía culpa de nada. Era preciso ilustrarla sobre todo lo acontecido; todo cuanto Barton logró enterarse después de tantos años mientras viajaba por los siete mares.
—Cirene. Tienes razón, debes saber todo —respondió finalmente el capitán, ahora reconocido como Barton Lewis—. Brent no tiene a ningún hermano, es único hijo. Quizás si las cosas hubieran sido de otro modo, no fuera el único heredero. Sería parte de una familia más grande y menos exigente, te lo aseguro. —Empezó a divagar, recordando el pasado con tristeza.
Pero eso no bastó para Cirene. No quería excusas o que le diera largas, sólo deseaba saber lo que ocurría.
—¡Basta! Aquí no importa si hubiera tenido hermanos o no. Yo sólo quiero estar al tanto de todo. Porque a partir de ahora ya no eres ni capitán, ni McWhir... eres Barton Lewis. Un Barton Lewis al que creían muerto y ahora aparece, como si el océano lo regresara así sin más —sentenció Cirene, fijando sus ojos en la figura del hombre. Ahora sólo callaría, pues quien debía explayarse sería su acompañante.
—Vale, vale. No es para que te enojes. A mí todo esto me tomó por sorpresa; no el hecho de ser Barton y querer enterrar mi pasado, sino, lo otro. Es difícil, Cirene. ¿Recuerdas cuando descubriste que tenías a un medio hermano? Bueno, es lo más cercano a eso lo que siento en este preciso momento —dijo el resucitado Barton—. Mira, te cuento. Yo era el hijo mayor de los Lewis y futuro heredero del ducado de los Países Bajos. Pero, mi hermano menor siempre sintió celos de que yo me quedara con todo. ¿Por qué? Porque él quería igualarme; siempre se jactaba de que era mejor que yo. Y no fue así. —Exhaló. Esa parte de la historia le era un dolor de cabeza—. Resulta que al cabo de unos años me hice duque y contraje nupcias con una mujer hermosa, noble y con un gran corazón. Pero... al igual que tú, siempre detesté las etiquetas y mi gran sueño era poder viajar por el mar, sin dejar al lado mis obligaciones, claro. Sin embargo, mi padre jamás estuvo de acuerdo con ello, y aun así prefirió hacer caso omiso, porque confiaba en mi palabra. Y mi esposa, ella también confiaba en mí, y hasta quiso acompañarme en mi aventura. ¿Y sabes por qué no lo hizo? Porque estaba encinta. Esperaba un hijo mío. El embarazo resultó complicado durante los primeros meses y ella debía guardar reposo. —Guardó silencio unos segundos breves, mientras la mirada se le perdía en la penumbra—. Eran años difíciles y tuve que irme de campaña; ella quedó en casa. Le escribía todos los meses, hasta que dejó de recibir mis misivas, y te preguntarás qué pasó en ese momento. Pues, te diré. Mi hermano menor se encargó de desviar la correspondencia y cuando estuve a punto de regresar, fui atacado por hombres contratados por él. Quedé inconsciente y con amnesia durante varias semanas. Fueron esos mismos bandidos que ahora conforman nuestra tripulación los que me salvaron y atendieron, hasta que finalmente recordé todo. Supe que mi hermano se las ingenió para convencerla de criar a ese niño y tomarla a ella como esposa cuando me declararon muerto. Han pasado veintisiete años, Cirene. Y estuve a punto de asesinar a mi propio hijo, y si no hubiera sido por ti y ese medio hermano tuyo con demasiadas influencias, estaría ignorando eso. Y de seguro que él también.
—¿Qué? —Logró gesticular Cirene. Aún no entraba en razón, ni siquiera cuando vio a Barton ponerse de pie—. Tú y Brent... Es decir que, que, ¡ay Dios mío!
—Y bueno, yo no pensaba que él fuera a enterarse tan pronto —agregó Barton, dirigiéndose a la puertecilla que daba la entrada al palco—. Pero, me parece que es usted una persona muy curiosa, Duque Lewis. ¿Pensó que su esposa iba a marcharse de nuevo? No se preocupe. Ella es lo suficientemente tolerante para no hacerlo; es como un pequeño canario encerrado en una jaula; el mismo canario que debería ser libre y no un prisionero.
Barton enfrentó a Brent directamente. Se había percatado antes de su presencia, de que había seguido a Cirene y escuchaba la conversación. No obstante, se sintió abatido por la duda, por desconocer la reacción de su propio hijo, a quien conocía después de veintisiete años.
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Re: Push the Limits — Privado
Seguir a su esposa estaba dejando más dudas que respuestas para Brent. Si bien ahora descubría las intenciones de Cirene, que eran llevar información de su familia a aquel hombre a quien en un inicio la pirata llamaba ella McWhir, conocer ese hecho solo fue el inicio de los descubrimientos y las dudas. Conforme su esposa y su amigo hablaban, Brent iba descubriendo secretos de su familia, empezando por la verdadera identidad del hombre para quien su esposa trabajaba, su tío, Barton Lewis.
Como si conocer que su tío estaba vivo no fuera ya bastante, ese hombre desaparecido desde antes del nacimiento de Brent aseguraba haber tenido un hijo con su madre, algo que para el Lewis era imposible, después de todo, su madre nunca hubiera podido abandonar a uno de sus hijos y mucho menos hubiera ocultado algo tan importante a Brent, quien para ese momento tenía ya la necesidad de conocer más sobre su propia familia y los secretos que existían en ella.
Silente, confundido, necesitado de respuestas, inmóvil y apoyando cada una de las preguntas de Cirene de manera mental, el Duque esperaba en las afueras de aquel palco porque la verdad sobre su familia le fuera revelada de manera inconsciente por su tío. Barton en un principio trato de explicarle a Cirene los hechos, pero lo hacía de una manera tan rebuscada y confusa que incluso la pirata se vio en la necesidad de pedir mayor claridad por parte de Barton, quien acepto aquello, dando entonces la oportunidad para que Brent descubriera los más oscuros secretos de su familia.
El inicio del relato de su tío no difería mucho de lo que sabía sobre él. Barton Lewis, el mayor, heredero por derecho de nacimiento de los títulos y los negocios familiares. Hombre que prefería la libertad del mar y hacer las cosas a su manera. Después de los primeros detalles, la historia comenzaba a diferir. Según Barton se había casado, su esposa había quedado embarazada y la delicadeza de su estado fue lo que impidió que ella lo siguiera. Para ese punto, Brent creía que la esposa de su tío había muerto debido a la delicadeza de su estado, sin embargo, la parte del relato que siguió se torno en una historia oscura, una llena de traición, de mentiras y secretos. Conforme las palabras fluían de los labios de Barton, la vida hasta aquel momento idílica de Brent se derrumbaba y no era para menos. Su tío revelaba a Cirene que su esposa era la madre de Brent, que su padre no era verdaderamente su padre sino su tío y que su tío era su padre, quien se vio traicionado por la avaricia de su propia sangre motivándole aquello a desaparecer durante 27 años.
Con la mirada fija en la pared frente a él y el cuerpo entero temblándole, el Duque Lewis trataba de asimilar lo descubierto. Sentía que todo a su alrededor era un simple sueño y quizás hubiera seguido pensando de esa manera de no ser porque la voz de Barton mencionó su nombre. Había sido descubierto y huir, no era opción. Teniendo apenas un par de segundos para reaccionar, Brent se giró para enfrentarse cara a cara con el hombre que aseguraba ser su padre. Los ojos de ambos Lewis se clavaron en los del otro.
– Efectivamente eso pensaba – dijo tratando de reponerse de las noticias recibidas – Y estar seguro de que Cirene no se iría me habría ahorrado el mal momento de escuchar todo lo que ha salido de su boca Barton – notaba el parecido con aquel hombre, pero pese a eso no podía considerarlo un padre, no después de haber decidido pasar 27 años en el mar, escapando de la realidad que le esperaba en tierra – ¿Un canario encerrado en una jaula? – miró por sobre el hombro de Barton a Cirene – Ella más bien es un canario esclavo de la libertad, como tú – y dicho volvió a centrar su atención en el hombre frente a él.
Como si conocer que su tío estaba vivo no fuera ya bastante, ese hombre desaparecido desde antes del nacimiento de Brent aseguraba haber tenido un hijo con su madre, algo que para el Lewis era imposible, después de todo, su madre nunca hubiera podido abandonar a uno de sus hijos y mucho menos hubiera ocultado algo tan importante a Brent, quien para ese momento tenía ya la necesidad de conocer más sobre su propia familia y los secretos que existían en ella.
Silente, confundido, necesitado de respuestas, inmóvil y apoyando cada una de las preguntas de Cirene de manera mental, el Duque esperaba en las afueras de aquel palco porque la verdad sobre su familia le fuera revelada de manera inconsciente por su tío. Barton en un principio trato de explicarle a Cirene los hechos, pero lo hacía de una manera tan rebuscada y confusa que incluso la pirata se vio en la necesidad de pedir mayor claridad por parte de Barton, quien acepto aquello, dando entonces la oportunidad para que Brent descubriera los más oscuros secretos de su familia.
El inicio del relato de su tío no difería mucho de lo que sabía sobre él. Barton Lewis, el mayor, heredero por derecho de nacimiento de los títulos y los negocios familiares. Hombre que prefería la libertad del mar y hacer las cosas a su manera. Después de los primeros detalles, la historia comenzaba a diferir. Según Barton se había casado, su esposa había quedado embarazada y la delicadeza de su estado fue lo que impidió que ella lo siguiera. Para ese punto, Brent creía que la esposa de su tío había muerto debido a la delicadeza de su estado, sin embargo, la parte del relato que siguió se torno en una historia oscura, una llena de traición, de mentiras y secretos. Conforme las palabras fluían de los labios de Barton, la vida hasta aquel momento idílica de Brent se derrumbaba y no era para menos. Su tío revelaba a Cirene que su esposa era la madre de Brent, que su padre no era verdaderamente su padre sino su tío y que su tío era su padre, quien se vio traicionado por la avaricia de su propia sangre motivándole aquello a desaparecer durante 27 años.
Con la mirada fija en la pared frente a él y el cuerpo entero temblándole, el Duque Lewis trataba de asimilar lo descubierto. Sentía que todo a su alrededor era un simple sueño y quizás hubiera seguido pensando de esa manera de no ser porque la voz de Barton mencionó su nombre. Había sido descubierto y huir, no era opción. Teniendo apenas un par de segundos para reaccionar, Brent se giró para enfrentarse cara a cara con el hombre que aseguraba ser su padre. Los ojos de ambos Lewis se clavaron en los del otro.
– Efectivamente eso pensaba – dijo tratando de reponerse de las noticias recibidas – Y estar seguro de que Cirene no se iría me habría ahorrado el mal momento de escuchar todo lo que ha salido de su boca Barton – notaba el parecido con aquel hombre, pero pese a eso no podía considerarlo un padre, no después de haber decidido pasar 27 años en el mar, escapando de la realidad que le esperaba en tierra – ¿Un canario encerrado en una jaula? – miró por sobre el hombro de Barton a Cirene – Ella más bien es un canario esclavo de la libertad, como tú – y dicho volvió a centrar su atención en el hombre frente a él.
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Re: Push the Limits — Privado
Sintió por un momento que su cabeza le dio vueltas y su estómago se revolvía, recibir tanta información, de manera tan repentina, no fue lo más sensato para ella. Todo le resultó complicado, extraño, ¡era como vivir en una ilusión! Y ella que siempre se quejó de su familia, y los Lewis... los Lewis la superaban por mucho. Cirene no sabía qué hacer, qué decir, nada. Su existencia quedó reducida a la nada. Quería salir corriendo de ahí, mandarlos al garete a ambos y volver a huir, irse lejos, sin que nadie volviera a encarcelarla nunca más, pero por otra parte, estaba Barton, abatido. Nunca lo había visto de ese modo. Él siempre había sido un hombre de ideales firmes, recio, que no demostraba miedo alguno; era un líder nato, uno que se preocupaba por el bienestar de los suyos. Cirene lo admiraba, siempre lo había hecho, sin embargo, en ese momento no tenía idea de qué sentir. Estaba entre la espada y la pared.
—¿Por qué tardaste tanto en hacer las cosas? ¡Han sido veintisiete años, Barton! ¿Tienes idea de lo que significa? —Sus palabras sonaron lacerantes, crudas, sinceras, porque no podía simplemente guardarse aquello—. Esto no puede estar pasando.
Cirene se llevó una mano a la cabeza, aferrada a la incertidumbre, ni siquiera hizo caso a la presencia de Brent, quien había sido descubierto por Barton, el cual intentaba mostrarse estoico ante el joven Lewis. Quizás sus palabras le dolieron en lo más profundo, pero todo cuanto dijera en su contra iba a ser la pura verdad. Es más, lo que había dicho Cirene, también lo era. Sin embargo, ambos desconocían los obstáculos por los cuales tuvo que pasar Barton Lewis bajo el seudónimo de McWhir. Casi muere en varias ocasiones, y había estado, y aún continúa estando, exiliado de su país natal.
—Esclavos de la libertad, eh. Interesante frase, pero, creo que te falta mucho por entender a las demás personas que no piensan como tú —habló Barton, con esa firmeza que tanto asustaba a sus hombres, aunque por dentro estuviera destrozado—. ¿Cómo puede hablar alguien de libertad si nunca la ha vivido? ¿Eso te hizo él? Aunque lo niegues, eres un esclavo de la aristocracia corrupta de Los Países Bajos. Ya sé, no tengo derecho de sermonearte, porque estuve años ausente, sin saber la verdad. Ni siquiera podía pisar mi tierra, ¿sabes por qué? Porque era un traidor, y mi cabeza estaba en juego. No iba a morir tan fácil, tenía que hacerme con aliados para derrocar a... al que ahora dice ser tu padre. —La voz del hombre pareció quebrarse y simplemente se apartó a observar al público desde el palco, dándole la espalda a los otros dos—. Es muy fácil juzgar a alguien por su físico, o hasta por sus acciones, sin embargo, no queremos ahondar más allá, ni siquiera nos cuestionamos el porqué, sólo hablamos y hablamos, sin saber lo que decimos.
—Basta... Barton, o cómo demonios quieras llamarte ahora —espetó, Cirene—. Y tú, cállate. Él tiene razón, sólo piensas en juzgar a los demás, porque sí, porque eres el inútil duque a los que todos deben rendirle pleitesías.
Si antes estaba dudando de todo, ahora había retomado su acostumbrado humor, mezclado con la decepción y también con la ira que desencadenó lo dicho por Brent. Ella no tenía que ser parte de aquella tragedia, ya suficiente había tenido con su familia. Pero no, Barton no la dejaría ir, porque Cirene era su mano derecha, el pilar en quien podía apoyarse en ese instante. La mirada que le dirigió a la joven la hizo comprenderlo perfectamente.
—¿Por qué tardaste tanto en hacer las cosas? ¡Han sido veintisiete años, Barton! ¿Tienes idea de lo que significa? —Sus palabras sonaron lacerantes, crudas, sinceras, porque no podía simplemente guardarse aquello—. Esto no puede estar pasando.
Cirene se llevó una mano a la cabeza, aferrada a la incertidumbre, ni siquiera hizo caso a la presencia de Brent, quien había sido descubierto por Barton, el cual intentaba mostrarse estoico ante el joven Lewis. Quizás sus palabras le dolieron en lo más profundo, pero todo cuanto dijera en su contra iba a ser la pura verdad. Es más, lo que había dicho Cirene, también lo era. Sin embargo, ambos desconocían los obstáculos por los cuales tuvo que pasar Barton Lewis bajo el seudónimo de McWhir. Casi muere en varias ocasiones, y había estado, y aún continúa estando, exiliado de su país natal.
—Esclavos de la libertad, eh. Interesante frase, pero, creo que te falta mucho por entender a las demás personas que no piensan como tú —habló Barton, con esa firmeza que tanto asustaba a sus hombres, aunque por dentro estuviera destrozado—. ¿Cómo puede hablar alguien de libertad si nunca la ha vivido? ¿Eso te hizo él? Aunque lo niegues, eres un esclavo de la aristocracia corrupta de Los Países Bajos. Ya sé, no tengo derecho de sermonearte, porque estuve años ausente, sin saber la verdad. Ni siquiera podía pisar mi tierra, ¿sabes por qué? Porque era un traidor, y mi cabeza estaba en juego. No iba a morir tan fácil, tenía que hacerme con aliados para derrocar a... al que ahora dice ser tu padre. —La voz del hombre pareció quebrarse y simplemente se apartó a observar al público desde el palco, dándole la espalda a los otros dos—. Es muy fácil juzgar a alguien por su físico, o hasta por sus acciones, sin embargo, no queremos ahondar más allá, ni siquiera nos cuestionamos el porqué, sólo hablamos y hablamos, sin saber lo que decimos.
—Basta... Barton, o cómo demonios quieras llamarte ahora —espetó, Cirene—. Y tú, cállate. Él tiene razón, sólo piensas en juzgar a los demás, porque sí, porque eres el inútil duque a los que todos deben rendirle pleitesías.
Si antes estaba dudando de todo, ahora había retomado su acostumbrado humor, mezclado con la decepción y también con la ira que desencadenó lo dicho por Brent. Ella no tenía que ser parte de aquella tragedia, ya suficiente había tenido con su familia. Pero no, Barton no la dejaría ir, porque Cirene era su mano derecha, el pilar en quien podía apoyarse en ese instante. La mirada que le dirigió a la joven la hizo comprenderlo perfectamente.
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Re: Push the Limits — Privado
Aquel hombre que aseguraba a su esposa ser su padre era un cobarde a los ojos de Brent y lo era porque no existía otra palabra que definiera a un hombre que decidia hacerse el muerto, evitar enfrentar la realidad en tierra y reclamar lo que por derecho era suyo. El actual duque Lewis no tenía hermanos, aun así, estaba seguro de que en la situación de Barton no se habría qiedado con los brazos cruzados, mucho menos si es que según él amó a su madre alguna vez. Quizás juzgaba de una manera severa a su padre biologico pero no podía evitarlo. Brent no conocía a Barton más que de historias, no sentía ninguna clase de cariño por él y mucho menos respeto así que simplemente no existía para él otra manera de ver a aquel hombre.
Cuando fue descubierto por Barton, Brent se enfrento a él de manera firme. Se sentía confundido y afectado por las palabras que escucho pero eso no significaba que fuera a mostrar debilidad en un aquel importante momento. Brent sonrió cuando Barton le hablo de que juzgaba a aquellos que no pensaban como él.
– Sé comprender a las personas que piensan diferente a mi, veintisiete años de vida lo prueban – mantuvo su mirada fija en la de su padre – Solo que en este momento, no tengo animo de comprender ninguna tonteria Barton – no iba a permitir que un hombre cobarde le dijera lo que le faltaba o no por aprender. Escuchar la manera en que aquel hombre hablana de la corrumpa aristrocacia y de que Brent era un esclavo hizo que el Duque soltara una risotada. La “triste historia” de Barton Lewis no le iba a hacer cambiar de opinión y mucho menos lo haría después de la manera en que Cirene también lo defendia, tragandose completamente las palabras de Barton que para Brent no eran más que tonterias – ¡Vaya! – exclamo mirando a su esposa – La fiel sirviente apoyando a su lider, ¿Por qué no me sorprende? – la rabia y la decepción, la confusión y la tristeza golpeaban a Brent aunque aparentemente no se viera afectado por nada – Si de verdad piensas que me interesa que me rindan pleitesías no me has conocido ni un poco Cirene porque a mi lo último que me interesa es quedar bien con otros aristocratas, por algo todos me odian – es que su sinceridad, su falta de interes por los que no fueran su pueblo y por otras razones le habían hecho ganarse el desperecio de muchas personas – Por otro lado – tomo aire y observo en dirección a Barton – Lo que me haya hecho o no hecho él es algo que no te interesa, asi como a mi no me interesan tus excusas de que tu cabeza tenia precio y cualquier otra tonteria que le cuentes a las personas para que se apiaden de ti, porque si, para mi tus palabras son meras excusas de un hombre que despedicio veintisiete años diciendose que creaba un gran plan para su regreso – hizo una pausa – No necesitabas un gran plan ni ideas de venganza. Debiste volver por mi madre y desaparecer una vez más – porque aunque podía aceptar y perdonar que Barton lo hubiese abandonado, no podía perdonar que hubiera abandonado a su madre.
Cuando fue descubierto por Barton, Brent se enfrento a él de manera firme. Se sentía confundido y afectado por las palabras que escucho pero eso no significaba que fuera a mostrar debilidad en un aquel importante momento. Brent sonrió cuando Barton le hablo de que juzgaba a aquellos que no pensaban como él.
– Sé comprender a las personas que piensan diferente a mi, veintisiete años de vida lo prueban – mantuvo su mirada fija en la de su padre – Solo que en este momento, no tengo animo de comprender ninguna tonteria Barton – no iba a permitir que un hombre cobarde le dijera lo que le faltaba o no por aprender. Escuchar la manera en que aquel hombre hablana de la corrumpa aristrocacia y de que Brent era un esclavo hizo que el Duque soltara una risotada. La “triste historia” de Barton Lewis no le iba a hacer cambiar de opinión y mucho menos lo haría después de la manera en que Cirene también lo defendia, tragandose completamente las palabras de Barton que para Brent no eran más que tonterias – ¡Vaya! – exclamo mirando a su esposa – La fiel sirviente apoyando a su lider, ¿Por qué no me sorprende? – la rabia y la decepción, la confusión y la tristeza golpeaban a Brent aunque aparentemente no se viera afectado por nada – Si de verdad piensas que me interesa que me rindan pleitesías no me has conocido ni un poco Cirene porque a mi lo último que me interesa es quedar bien con otros aristocratas, por algo todos me odian – es que su sinceridad, su falta de interes por los que no fueran su pueblo y por otras razones le habían hecho ganarse el desperecio de muchas personas – Por otro lado – tomo aire y observo en dirección a Barton – Lo que me haya hecho o no hecho él es algo que no te interesa, asi como a mi no me interesan tus excusas de que tu cabeza tenia precio y cualquier otra tonteria que le cuentes a las personas para que se apiaden de ti, porque si, para mi tus palabras son meras excusas de un hombre que despedicio veintisiete años diciendose que creaba un gran plan para su regreso – hizo una pausa – No necesitabas un gran plan ni ideas de venganza. Debiste volver por mi madre y desaparecer una vez más – porque aunque podía aceptar y perdonar que Barton lo hubiese abandonado, no podía perdonar que hubiera abandonado a su madre.
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Todos esos años de libertad, aquellos que tan feliz la habían hecho, se fueron al demonio de un momento para otro y todo por la terquedad de Barton, a quien conoció como McWhir, el hombre a quien más admiraba por sobre todos los demás. Pero, al presenciar semejante escena, Cirene no hallaba consuelo alguno, se sintió engañada por aquel en quien una vez confió, sin embargo, tampoco pudo dejar de ponerse en su lugar. El destierro no era algo que nadie superara con facilidad y menos alguien como Barton. No podía negarlo, sentía pena por él y por cómo estaban marchando las cosas; ella realmente era una pieza más, la misma que podía salirse de la jugada cuando quisiera. La única persona afectada seguiría siendo Barton Lewis. ¿Qué podía hacer? Se sentía con las manos atadas y la cabeza hecha un lío.
Los escuchó a ambos, incluso dejó salir todo lo que pensaba de Brent, pero la respuesta de él no hizo más que aumentar su malestar. Cirene estaba conteniéndose de voltearle la cara de una bofetada desde hacía minutos atrás, más no lo hizo para evitar que las cosas se salieran de control. Aun así, justo en ese momento, estuvo a punto de hacerlo, sólo que la mano de Barton, rodeando su antebrazo, se lo impidió. Casi se le escapaba un gruñido, pues odiaba que la retuviera de ese modo. Cirene podía llegar a ser impulsiva cuando ya su paciencia rebasaba un límite; por fortuna, aquel hombre solía contenerla para que no cometiera estupideces.
—¿Qué? ¿Vas a permitir que se salga con la suya? Ya estoy cansada de sus discursos de niño mimado —farfulló, mientras le dirigía una mirada de pocos amigos. Barton decidió soltarla, cuando supo que ella no haría nada tonto—. Veintisiete años de niñería, diría yo. Ay, ¿acaso al niño se le rompió el corazoncito porque mami no le contó nada? ¡Si tanto quería a su difunto esposo hubiera quedado viuda! Pero no, se dejó seducir por el hermano. Eso es... ¡Oye!
Barton le apretó la muñeca con tanta fuerza, que le dolió. Era una manera de silenciarla.
—¿Podrías calmarte? Aquí el único afectado es otro —habló Barton. Su voz reflejaba una paciencia infinita, a pesar de las palabras recibidas por parte de su hijo—. Me lo merezco, ¿no? Ni siquiera mi estado amnésico, cuando estuve a punto de morir, es importante. Tampoco el hecho de que, sí, regresé varias veces, ¿y qué obtuve? Desprecio y varias heridas. A nadie le interesa que fui engañado, incluso por la mujer que alguna vez amé; que me ocultó que mi hijo si había nacido, diciéndome que éste murió durante el parto. Tú si lo entiendes, ¿verdad? Eres lo más cercano a un hijo, por eso decidí brindarte una familia, cuando la tuya no te aceptó con tus defectos.
Cirene sintió que algo, muy dentro suyo, se quebró. Incluso se vio obligada a bajar la mirada. ¡No podía dejarlo solo! La necesitaba, a pesar de todo lo ocurrido, ella seguiría siendo su único apoyo. Pero aquel sentimiento no evitó que le dirigiera una mirada de puro resentimiento a Brent. ¿Cómo podía ser tan imbécil?
—¿Tengo cara de que me interesa conocerte? No respondas, no es necesario, ya me sé la respuesta —replicó Cirene—. Así como te interesa quedar bien con la hipócrita aristocracia, a mí me importa quedar bien con personas que tienen un mínimo de empatía. No como tú, que eres un maldito egoísta...
Pudo continuar lanzándole dagas con sus palabras, pero prefirió marcharse antes, hasta lo empujó para quitarlo del camino. Barton en cambio se quedó de pie, dejando escapar un pesado suspiro.
—Tienes razón muchacho, lo que he dicho aquí son tonterías. Debo dejar de hacerme ilusiones y atender a quienes me necesitan. Y justo se acaba de ir una de esas personas; suerte con todo —sentenció el otro Lewis, no sin antes darle una palmada en el hombro a Brent—. Quizás consigas a una mujer que no te lleve la contraria nunca, y también espero que aprendas a lidiar con el escándalo de una separación. No es por nada, pero ella ya no va a regresar si llega a poner un pie fuera del teatro. Sin embargo, ya está en ti si quieres seguir con un matrimonio infeliz o pensar en lo que es bueno, no sólo para ti, sino para otro. Y no, no me refiero a la alta sociedad, ellos pueden morirse.
Los escuchó a ambos, incluso dejó salir todo lo que pensaba de Brent, pero la respuesta de él no hizo más que aumentar su malestar. Cirene estaba conteniéndose de voltearle la cara de una bofetada desde hacía minutos atrás, más no lo hizo para evitar que las cosas se salieran de control. Aun así, justo en ese momento, estuvo a punto de hacerlo, sólo que la mano de Barton, rodeando su antebrazo, se lo impidió. Casi se le escapaba un gruñido, pues odiaba que la retuviera de ese modo. Cirene podía llegar a ser impulsiva cuando ya su paciencia rebasaba un límite; por fortuna, aquel hombre solía contenerla para que no cometiera estupideces.
—¿Qué? ¿Vas a permitir que se salga con la suya? Ya estoy cansada de sus discursos de niño mimado —farfulló, mientras le dirigía una mirada de pocos amigos. Barton decidió soltarla, cuando supo que ella no haría nada tonto—. Veintisiete años de niñería, diría yo. Ay, ¿acaso al niño se le rompió el corazoncito porque mami no le contó nada? ¡Si tanto quería a su difunto esposo hubiera quedado viuda! Pero no, se dejó seducir por el hermano. Eso es... ¡Oye!
Barton le apretó la muñeca con tanta fuerza, que le dolió. Era una manera de silenciarla.
—¿Podrías calmarte? Aquí el único afectado es otro —habló Barton. Su voz reflejaba una paciencia infinita, a pesar de las palabras recibidas por parte de su hijo—. Me lo merezco, ¿no? Ni siquiera mi estado amnésico, cuando estuve a punto de morir, es importante. Tampoco el hecho de que, sí, regresé varias veces, ¿y qué obtuve? Desprecio y varias heridas. A nadie le interesa que fui engañado, incluso por la mujer que alguna vez amé; que me ocultó que mi hijo si había nacido, diciéndome que éste murió durante el parto. Tú si lo entiendes, ¿verdad? Eres lo más cercano a un hijo, por eso decidí brindarte una familia, cuando la tuya no te aceptó con tus defectos.
Cirene sintió que algo, muy dentro suyo, se quebró. Incluso se vio obligada a bajar la mirada. ¡No podía dejarlo solo! La necesitaba, a pesar de todo lo ocurrido, ella seguiría siendo su único apoyo. Pero aquel sentimiento no evitó que le dirigiera una mirada de puro resentimiento a Brent. ¿Cómo podía ser tan imbécil?
—¿Tengo cara de que me interesa conocerte? No respondas, no es necesario, ya me sé la respuesta —replicó Cirene—. Así como te interesa quedar bien con la hipócrita aristocracia, a mí me importa quedar bien con personas que tienen un mínimo de empatía. No como tú, que eres un maldito egoísta...
Pudo continuar lanzándole dagas con sus palabras, pero prefirió marcharse antes, hasta lo empujó para quitarlo del camino. Barton en cambio se quedó de pie, dejando escapar un pesado suspiro.
—Tienes razón muchacho, lo que he dicho aquí son tonterías. Debo dejar de hacerme ilusiones y atender a quienes me necesitan. Y justo se acaba de ir una de esas personas; suerte con todo —sentenció el otro Lewis, no sin antes darle una palmada en el hombro a Brent—. Quizás consigas a una mujer que no te lleve la contraria nunca, y también espero que aprendas a lidiar con el escándalo de una separación. No es por nada, pero ella ya no va a regresar si llega a poner un pie fuera del teatro. Sin embargo, ya está en ti si quieres seguir con un matrimonio infeliz o pensar en lo que es bueno, no sólo para ti, sino para otro. Y no, no me refiero a la alta sociedad, ellos pueden morirse.
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Re: Push the Limits — Privado
Había notado la molestia de Cirene, la vio levantar la mano y estar a punto de golpearlo, algo que él hubiera aceptado gustoso, simplemente porque tuvo el placer de decirle a aquel hombre que alegaba ser su padre, todo cuanto pensaba de él y sus excusas, si excusas, porque a Brent no le cabía en la cabeza como es que se abandonaba algo que se amaba, él, de manera personal hubiese preferido morir intentando regresar al lado de las personas que amaba que viviendo una vida alejada de todos, como un cobarde que permitía que su verdadero hijo fuera criado por otro hombre. El Duque Lewis se decía que realmente no le importaba conocer a Barton, que él no era su padre y que lo que le dolía era que aquel individuo abandonara a su madre, sin embargo, una parte de él, una muy oculta en lo profundo también le provocaba celos e ira, porque Barton no había vuelto por él y su madre, Barton los había abandonado.
Rodó los ojos al escuchar a Cirene y enfrentó su mirada y sus palabras.
– Para ti nunca voy a dejar de ser un niño mimado por haber aceptado la manera en que me toco vivir de la misma manera en que para mi nunca dejaras de ser una pirata salvaje porque no fuiste capaz de aceptar la vida que te toco – sonrió de medio lado – De cierta manera somos iguales. Eres una niña caprichosa que trata de conseguir siempre lo que quiere y si no lo consigue se escapa, arma su berrinche y escupe su veneno a cualquiera – soltó una carcajada – No sé los motivos que tuvo mi madre precisamente porque nunca me dijo nada pero que no se te olvide que quien permitió al final que alguien más la sedujera y le diera una vida, fue Barton.
Claro, Cirene era lo más cercano a Barton de lo que podría ser cualquier y eso en mente de Brent era únicamente culpa de él. ¿Por qué no le había buscado cuando era un niño o adolescente? Seguramente hubiera existido una manera oculta para reunirse con él, más si es que sabía la clase de hijo que había engendrado, uno que trataba siempre de seguir las reglas establecidas de la alta sociedad pero que realmente nunca encajo en ella. Lo quisiera o no, Brent era más parecido a Barton y Cirene de lo que deseaba.
La sangre le hervía. Escuchar las tonterías de Barton sobre sus “intentos” de regreso que para Brent no significaban nada y las ultimas palabras de Cirene le dejaron un sabor amargo en la boca, tan amargo que no fue capaz de decirle nada. El Duque Lewis dejó que Cirene se alejara y no hizo absolutamente nada, más que escuchar las últimas palabras que le dirigía su verdadero padre, palabras que estaban cargadas de verdades que Brent no podía negar.
No conocía a Barton, quizás no necesitara conocerlo o no quisiera hacerlo pero eso no era relevante; conocía algo a Cirene, podía notar en la frialdad de ella que era alguien necesitada de compañía y comprensión, justo como lo era él. Pensar también en lo que era bueno para él y otros le hizo darse cuenta de que no quería otra mujer pues detestaba las muñequitas perfectas de las clases altas. Cirene era dura, le llevaba la contraria, parecían detestarse pero al mismo tiempo también se necesitaban de una manera bastante extraña y si se iba a quien él necesitaba, ¿Qué haría entonces?.
Frustrado, lanzó un puñetazo a la pared más cercana antes de girar sobre sus talones y seguir el camino que Barton Lewis y su esposa siguieran. Cuando vio la espalda de Barton camino más veloz, quería llegar a Cirene antes de que él porque si Barton la alcanzaba antes, se la llevaría lejos.
– Que te quede claro, tu ahora no me importas… me importa ella – sentenció al pasar al lado de su padre y seguir su camino hacía la salida del teatro.
El Duque iba ya casi corriendo cuando vio la figura de su esposa ya muy cerca de la puerta.
– Cirene… – la llamó sin tener una respuesta inmediata hecho que lo llevó a chasquear la lengua y andar más, hasta darle alcance y sujetarla de la mano – Cirene, lo siento – y en aquella sencilla frase, todo el orgullo o la ira que pudiera haber sentido se desvanecía, porque prefería pelear o discutir mil veces con Cirene a pasar su vida al lado de alguien más.
Rodó los ojos al escuchar a Cirene y enfrentó su mirada y sus palabras.
– Para ti nunca voy a dejar de ser un niño mimado por haber aceptado la manera en que me toco vivir de la misma manera en que para mi nunca dejaras de ser una pirata salvaje porque no fuiste capaz de aceptar la vida que te toco – sonrió de medio lado – De cierta manera somos iguales. Eres una niña caprichosa que trata de conseguir siempre lo que quiere y si no lo consigue se escapa, arma su berrinche y escupe su veneno a cualquiera – soltó una carcajada – No sé los motivos que tuvo mi madre precisamente porque nunca me dijo nada pero que no se te olvide que quien permitió al final que alguien más la sedujera y le diera una vida, fue Barton.
Claro, Cirene era lo más cercano a Barton de lo que podría ser cualquier y eso en mente de Brent era únicamente culpa de él. ¿Por qué no le había buscado cuando era un niño o adolescente? Seguramente hubiera existido una manera oculta para reunirse con él, más si es que sabía la clase de hijo que había engendrado, uno que trataba siempre de seguir las reglas establecidas de la alta sociedad pero que realmente nunca encajo en ella. Lo quisiera o no, Brent era más parecido a Barton y Cirene de lo que deseaba.
La sangre le hervía. Escuchar las tonterías de Barton sobre sus “intentos” de regreso que para Brent no significaban nada y las ultimas palabras de Cirene le dejaron un sabor amargo en la boca, tan amargo que no fue capaz de decirle nada. El Duque Lewis dejó que Cirene se alejara y no hizo absolutamente nada, más que escuchar las últimas palabras que le dirigía su verdadero padre, palabras que estaban cargadas de verdades que Brent no podía negar.
No conocía a Barton, quizás no necesitara conocerlo o no quisiera hacerlo pero eso no era relevante; conocía algo a Cirene, podía notar en la frialdad de ella que era alguien necesitada de compañía y comprensión, justo como lo era él. Pensar también en lo que era bueno para él y otros le hizo darse cuenta de que no quería otra mujer pues detestaba las muñequitas perfectas de las clases altas. Cirene era dura, le llevaba la contraria, parecían detestarse pero al mismo tiempo también se necesitaban de una manera bastante extraña y si se iba a quien él necesitaba, ¿Qué haría entonces?.
Frustrado, lanzó un puñetazo a la pared más cercana antes de girar sobre sus talones y seguir el camino que Barton Lewis y su esposa siguieran. Cuando vio la espalda de Barton camino más veloz, quería llegar a Cirene antes de que él porque si Barton la alcanzaba antes, se la llevaría lejos.
– Que te quede claro, tu ahora no me importas… me importa ella – sentenció al pasar al lado de su padre y seguir su camino hacía la salida del teatro.
El Duque iba ya casi corriendo cuando vio la figura de su esposa ya muy cerca de la puerta.
– Cirene… – la llamó sin tener una respuesta inmediata hecho que lo llevó a chasquear la lengua y andar más, hasta darle alcance y sujetarla de la mano – Cirene, lo siento – y en aquella sencilla frase, todo el orgullo o la ira que pudiera haber sentido se desvanecía, porque prefería pelear o discutir mil veces con Cirene a pasar su vida al lado de alguien más.
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Re: Push the Limits — Privado
¿Molesta? ¿Sólo eso? ¡No! Sentía la ira quemarle cada centímetro de su cuerpo, como si fuera un incendio voraz que arrasaba todo a su paso. Sus emociones se desbocaron a un punto que ella jamás consideró; oh sí, casi como cuando huyó de casa. Así mismo se sentía en ese momento. Por eso había decidido marcharse, sin pensarlo mucho, sin fijar opciones sensatas en su cabeza; sin siquiera esperar a que Barton decidiera acompañarla o no. ¡Maldita sea! Estaba furiosa, pero también indignada... utilizada. Estaba experimentando demasiadas cosas en poco tiempo, y lo mejor era irse lejos, hasta que su mente volviera a la calma. Aunque eso no garantizaba que iba a regresar, en lo absoluto. Su matrimonio era una farsa que debía mantener mientras Barton cumplía con sus objetos, no obstante, las cosas habían tomado un rumbo diferente... incluso para él mismo.
No se fijó siquiera que atrás de sus pasos le seguía Barton, como si estuviera estudiando sus movimientos, sin prisas y sin tardanza, simplemente se tomó su tiempo para caminar, como si nada hubiera ocurrido. Eso sólo indicaba que algo estaba tramando, pero Cirene se hallaba tan sumergida en su molestia, que no prestó atención a nada a su alrededor, lo único que quería era hallar la mendiga salida y huir hacia su propia libertad. ¡Claro! Eso lo necesitaba más que nada en el mundo. Pero Barton Lewis... él creía que no. Ese hombre parecía tener la capacidad de leer en las miradas de los demás, quizás era una cualidad heredada de tantos años en el mar, enfrentándose a toda clase de personas y peligros. Por eso tampoco se extrañó cuando Brent le pasó por un lado, replicándole una tontería que lo hizo sonreír. Y sólo en ese instante se detuvo, esperando el próximo acto de aquella inusual obra. ¿Acaso no estaban en un teatro? Bien, entonces que continuara la función.
Pero Cirene continuó avanzando, llevándose incluso a una personas de por medio. No quería oír ninguna tontería más, y menos cuando creyó reconocer la voz de Brent a sus espaldas. Maldición. Tuvo que apresurar más el paso, aun así, fue inútil, porque Brent (sí, estaba en lo cierto, la voz que había escuchado era de él) la alcanzó, y ella, en un movimiento desesperado, apartó la mano con brusquedad, sin girarse para confrontarlo. Sin embargo, sí se detuvo.
—¿Ahora lo sientes? —masculló, demostrando su pésimo humor—. Ah, lo sientes. ¿Y qué tan honesto es? —Se giró finalmente, sosteniendo su mirada. Si quería jugar con alguien, que se buscara a otra—. ¿Cómo? ¿No quieres que el motivo de aparentar ante todos se vaya? Ay, pobrecito el Duque, que tendrá que lidiar con una esposa que se dio a la fuga... Es lo menos que te mereces por hipócrita.
Y guardó silencio, pero no porque había aceptado las disculpas, sino por ver a Barton a la distancia. Tuvo que respirar hondo para intentar sosegarse, incluso hasta empuñó las manos en un gesto para evitar cometer alguna tontería. Las cosas no tenían que haber ocurrido de ese modo. ¿Acaso nunca iba a estar en paz en su vida?
—Bien, me calmo —dijo, cerrando los ojos en el momento en que cruzaba los brazos—. ¿Por qué las disculpas tan repentinas? Yo no soy la que necesita disculpas aquí, porque sobro en este drama... Ese señor de allá es con quien tienes que hablar. ¿Es mucho pedir que dejen a un lado su estúpido orgullo? ¡Dios! Hasta en eso se parecen, es increíble.
No se fijó siquiera que atrás de sus pasos le seguía Barton, como si estuviera estudiando sus movimientos, sin prisas y sin tardanza, simplemente se tomó su tiempo para caminar, como si nada hubiera ocurrido. Eso sólo indicaba que algo estaba tramando, pero Cirene se hallaba tan sumergida en su molestia, que no prestó atención a nada a su alrededor, lo único que quería era hallar la mendiga salida y huir hacia su propia libertad. ¡Claro! Eso lo necesitaba más que nada en el mundo. Pero Barton Lewis... él creía que no. Ese hombre parecía tener la capacidad de leer en las miradas de los demás, quizás era una cualidad heredada de tantos años en el mar, enfrentándose a toda clase de personas y peligros. Por eso tampoco se extrañó cuando Brent le pasó por un lado, replicándole una tontería que lo hizo sonreír. Y sólo en ese instante se detuvo, esperando el próximo acto de aquella inusual obra. ¿Acaso no estaban en un teatro? Bien, entonces que continuara la función.
Pero Cirene continuó avanzando, llevándose incluso a una personas de por medio. No quería oír ninguna tontería más, y menos cuando creyó reconocer la voz de Brent a sus espaldas. Maldición. Tuvo que apresurar más el paso, aun así, fue inútil, porque Brent (sí, estaba en lo cierto, la voz que había escuchado era de él) la alcanzó, y ella, en un movimiento desesperado, apartó la mano con brusquedad, sin girarse para confrontarlo. Sin embargo, sí se detuvo.
—¿Ahora lo sientes? —masculló, demostrando su pésimo humor—. Ah, lo sientes. ¿Y qué tan honesto es? —Se giró finalmente, sosteniendo su mirada. Si quería jugar con alguien, que se buscara a otra—. ¿Cómo? ¿No quieres que el motivo de aparentar ante todos se vaya? Ay, pobrecito el Duque, que tendrá que lidiar con una esposa que se dio a la fuga... Es lo menos que te mereces por hipócrita.
Y guardó silencio, pero no porque había aceptado las disculpas, sino por ver a Barton a la distancia. Tuvo que respirar hondo para intentar sosegarse, incluso hasta empuñó las manos en un gesto para evitar cometer alguna tontería. Las cosas no tenían que haber ocurrido de ese modo. ¿Acaso nunca iba a estar en paz en su vida?
—Bien, me calmo —dijo, cerrando los ojos en el momento en que cruzaba los brazos—. ¿Por qué las disculpas tan repentinas? Yo no soy la que necesita disculpas aquí, porque sobro en este drama... Ese señor de allá es con quien tienes que hablar. ¿Es mucho pedir que dejen a un lado su estúpido orgullo? ¡Dios! Hasta en eso se parecen, es increíble.
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Re: Push the Limits — Privado
Resultaba imposible para Brent asimilar todo lo que descubría aquella noche. Aceptar que su vida entera era una completa mentira le afectaba más de lo que deseaba aceptar, de la misma manera en que le costaba aceptar que Cirene era alguien especial para él, aun a pesar de las diferencias en ideales y las discusiones que solían tener casi siempre que se dirigían la palabra. El Duque, era orgulloso, terco y existían pocas cosas que verdaderamente le afectaban en la vida, así era pues Brent Lewis, quien seguramente heredaba aquellos defectos del hombre al que no deseaba aceptar como su padre biológico, mismo al que decidía ignorar, al menos de momento pues existía algo más importante y valioso que estaba por desaparecer de su vida si es que no se apresuraba.
Al ver que Cirene aún no dejaba el teatro lo tranquilizo. Que ella aún no se encontrara fuera de su alcance, le daba una oportunidad para expresarle lo mucho que lamentaba que ella se viera inmiscuida en aquel asunto. Brent era consciente pues de que su esposa, al igual que él, no había tenido la menor idea de la verdadera identidad del hombre a quien servía. Barton había sido lo suficientemente inteligente para jugar sus cartas de manera correcta y fue, más que nada la curiosidad del matrimonio Lewis lo que los llevó a ambos a descubrir la verdadera identidad de aquel capitán amante de la libertad; pero fue Barton Lewis, el último en cruzar la mente de Brent cuando su mano alcanzo la de Cirene y las palabras “lo siento” fluyeron de sus labios.
No pudo culpar a su esposa por su reacción inicial al sentir su mano. Él actuó como un idiota y que ella rechazara su toque era lo menos que se merecía. Los ojos de ambos se encontraron. La ira reinaba en los de Cirene, mientras que el arrepentimiento se volvía presente en los de Brent, quien dejó que su esposa se expresara tanto como le fuera necesario y no fue sino hasta que se formó el silencio entre ambos y ella parecía algo más tranquila que el Duque comenzó a hablar una vez más.
– Sí, lo siento y lo digo de manera sincera. Esta bien que nuestro matrimonio fue arreglado y que resulta bastante conveniente pero no es por conveniencia o por quedar bien que te digo que lo siento – hizo una pausa antes de suspirar y continuar – Te lo digo porque realmente no quiero que te vayas – la insistencia de Cirene para que hablara con su padre biológico, le hizo fruncir el ceño pero también lo divirtió un poco. ¿Eran realmente tan parecidos como ella decía? – No sobras – aseguró firme – Eres la razón por la cual pido disculpas y por la cual estaría dispuesto a hablar con ese hombre – giró ligeramente el rostro para observar a Barton – solo que no deseo hacerlo… no ahora, así que no insistas en que hable con él esta noche – Y quizás fuera demasiado pedir, pero el Duque Lewis esperaba que al menos en esa ocasión, su esposa pudiera ver que verdaderamente necesitaba su apoyo y no que se pusiera de parte del hombre que de cierta manera, les había mentido a ambos.
Al ver que Cirene aún no dejaba el teatro lo tranquilizo. Que ella aún no se encontrara fuera de su alcance, le daba una oportunidad para expresarle lo mucho que lamentaba que ella se viera inmiscuida en aquel asunto. Brent era consciente pues de que su esposa, al igual que él, no había tenido la menor idea de la verdadera identidad del hombre a quien servía. Barton había sido lo suficientemente inteligente para jugar sus cartas de manera correcta y fue, más que nada la curiosidad del matrimonio Lewis lo que los llevó a ambos a descubrir la verdadera identidad de aquel capitán amante de la libertad; pero fue Barton Lewis, el último en cruzar la mente de Brent cuando su mano alcanzo la de Cirene y las palabras “lo siento” fluyeron de sus labios.
No pudo culpar a su esposa por su reacción inicial al sentir su mano. Él actuó como un idiota y que ella rechazara su toque era lo menos que se merecía. Los ojos de ambos se encontraron. La ira reinaba en los de Cirene, mientras que el arrepentimiento se volvía presente en los de Brent, quien dejó que su esposa se expresara tanto como le fuera necesario y no fue sino hasta que se formó el silencio entre ambos y ella parecía algo más tranquila que el Duque comenzó a hablar una vez más.
– Sí, lo siento y lo digo de manera sincera. Esta bien que nuestro matrimonio fue arreglado y que resulta bastante conveniente pero no es por conveniencia o por quedar bien que te digo que lo siento – hizo una pausa antes de suspirar y continuar – Te lo digo porque realmente no quiero que te vayas – la insistencia de Cirene para que hablara con su padre biológico, le hizo fruncir el ceño pero también lo divirtió un poco. ¿Eran realmente tan parecidos como ella decía? – No sobras – aseguró firme – Eres la razón por la cual pido disculpas y por la cual estaría dispuesto a hablar con ese hombre – giró ligeramente el rostro para observar a Barton – solo que no deseo hacerlo… no ahora, así que no insistas en que hable con él esta noche – Y quizás fuera demasiado pedir, pero el Duque Lewis esperaba que al menos en esa ocasión, su esposa pudiera ver que verdaderamente necesitaba su apoyo y no que se pusiera de parte del hombre que de cierta manera, les había mentido a ambos.
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Re: Push the Limits — Privado
Ella no tenía porque seguir ahí, ya había hecho su parte del trabajo y ahora le tocaba largarse, ¿no? ¡Todos felices y contentos! Además, aceptó todo aquello para apoyar a ¿McWhir o Barton?, el cambio de nombre aún le resultaba confuso. Desde luego, porque desde que lo conoció, siempre había sido McWhir, y ahora... ahora resultaba que no. ¡Le iba a explotar la cabeza! Ella no se merecía nada de eso, y menos por querer ayudar. Cierto, era precisamente por querer hacerlo que se encontraba en esa encrucijada. Y sólo quería huir como una rata cobarde, ser libre como se supone siempre quiso, pero no, algo más la retuvo. ¿Por qué a ella? ¿Qué diablos hizo para merecer eso?
Bien, no se esperó que Brent fuera quien la retuviera justo en el momento menos indicado. Lo creyó de Barton, sí, pero no de Brent, jamás de él. Y ahí estaba, pidiéndole disculpas. Obviamente, y al cabo de un par de minutos, pudo permitirse sorprenderse, porque era bastante curioso escucharlo diciendo aquellas cosas, y con más razón, luego de toda la discusión anterior. A la distancia se hallaba Barton, sonriente, como de costumbre; no, lucía como cuando había logrado cumplir con algún propósito. Y Cirene lo detestó, no de mala manera, sólo del modo en que pudo siempre gritarle que era un estúpido, porque para ella seguía siendo de muy mal gusto todo el asunto.
¿Y cómo no? ¡Ahora pretendía que no se fuera! No, aquello era inaudito, una burla hacia su persona. Aceptaba las disculpas, desde luego, pero no eso, ¡maldición! No quería quedarse encerrada en ese mundo que nunca fue suyo. Entonces sintió temor de no poder regresar al mar nunca más... ¿Sería posible? Fue incluso difícil responderle a Brent en ese instante, aunque se mostrara molesta, en el interior sí que se encontraba afectada.
—¿Disculpa? ¿Es una broma? A ver, a ver. Las disculpas te las acepto, pero lo otro —hizo una pausa, mientras intentaba calmarse—, ¿en qué estás pensando, Lewis? ¿Acaso quieres retenerme como hace la gran mayoría de los esposos de la alta sociedad? No, mira, alguna vez esas palabras convencieron a mi madre, pero no a mí.
Fue tosca, claro que sí, y tampoco le importó, porque estaba siendo sincera, y así menos se prestaba para sentimentalismos. La mente de Cirene era un agujero de ofuscación en ese momento, sin la intención de dejar a un lado su testarudez. ¡Y mira que su querido esposo era igual de terco! No se trataba de ella, sino de Barton, ¿por qué no lo quería entender?
—¡Bien! Y si no quieres hablar con él, entonces no insistas en que me quede. Después de todo sólo me importaba libertad, ¿verdad? ¡Sí! Este lugar y yo no nos llevamos bien. Atarme a alguien sólo me hará sufrir, ¡dejen de querer cortarme las alas! —exclamó, ignorando si alguien ajeno a ellos la escuchaba o no. A esas alturas, ¿para qué tantas apariencias?—. Lo siento, Brent, pero si tus otros padres te criaron cuadriculado, no quieras que yo sea igual, porque no.
Bien, no se esperó que Brent fuera quien la retuviera justo en el momento menos indicado. Lo creyó de Barton, sí, pero no de Brent, jamás de él. Y ahí estaba, pidiéndole disculpas. Obviamente, y al cabo de un par de minutos, pudo permitirse sorprenderse, porque era bastante curioso escucharlo diciendo aquellas cosas, y con más razón, luego de toda la discusión anterior. A la distancia se hallaba Barton, sonriente, como de costumbre; no, lucía como cuando había logrado cumplir con algún propósito. Y Cirene lo detestó, no de mala manera, sólo del modo en que pudo siempre gritarle que era un estúpido, porque para ella seguía siendo de muy mal gusto todo el asunto.
¿Y cómo no? ¡Ahora pretendía que no se fuera! No, aquello era inaudito, una burla hacia su persona. Aceptaba las disculpas, desde luego, pero no eso, ¡maldición! No quería quedarse encerrada en ese mundo que nunca fue suyo. Entonces sintió temor de no poder regresar al mar nunca más... ¿Sería posible? Fue incluso difícil responderle a Brent en ese instante, aunque se mostrara molesta, en el interior sí que se encontraba afectada.
—¿Disculpa? ¿Es una broma? A ver, a ver. Las disculpas te las acepto, pero lo otro —hizo una pausa, mientras intentaba calmarse—, ¿en qué estás pensando, Lewis? ¿Acaso quieres retenerme como hace la gran mayoría de los esposos de la alta sociedad? No, mira, alguna vez esas palabras convencieron a mi madre, pero no a mí.
Fue tosca, claro que sí, y tampoco le importó, porque estaba siendo sincera, y así menos se prestaba para sentimentalismos. La mente de Cirene era un agujero de ofuscación en ese momento, sin la intención de dejar a un lado su testarudez. ¡Y mira que su querido esposo era igual de terco! No se trataba de ella, sino de Barton, ¿por qué no lo quería entender?
—¡Bien! Y si no quieres hablar con él, entonces no insistas en que me quede. Después de todo sólo me importaba libertad, ¿verdad? ¡Sí! Este lugar y yo no nos llevamos bien. Atarme a alguien sólo me hará sufrir, ¡dejen de querer cortarme las alas! —exclamó, ignorando si alguien ajeno a ellos la escuchaba o no. A esas alturas, ¿para qué tantas apariencias?—. Lo siento, Brent, pero si tus otros padres te criaron cuadriculado, no quieras que yo sea igual, porque no.
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Re: Push the Limits — Privado
Muchas cosas estaban mal esa noche y de cierta manera todos habían sido provocadas por el Duque, por eso era que se tragaba un poco de su orgullo e iba tras la mujer a la que no pensaba perder y a quien de cierta manera se confesaba, porque, ¿No era una confesión el decirle que no se fuera y lo lamentaba? Para alguien tan terco, tan deseoso de ser siempre quien llevara la batuta, por supuesto que aquello era una especie de confesión. Sin embargo, las palabras que salieron de sus labios para pedir disculpas a Cirene no fueron interpretadas como él lo espero.
Con sorpresa y algo de confusión observo a su esposa. Cirene decía aceptar sus disculpas pero no lo otro. Brent sabía que la fémina era una mujer de armas tomar que viviría siempre buscando la libertad y las aventuras, algo que definitivamente su vida al lado de él no podría ofrecerle, algo que de cierta manera él también deseaba para si mismo, porque fingir y tratar de llevarse bien con todos era algo que se le complicaba demasiado, él prefería ser natural, decir lo que pensaba y no dar explicaciones a nadie pero se había obligado a cambiar un poco al llegar a París y eso, era lo que le estaba resultando peor.
– Detente – pidió levantando ambas manos y frunciendo el ceño – ¿Quién te dice trato de convencerte como lo hicieron con tu madre? Y ¿Quién te dice además que te quiero a mi lado para retenerte? – negó de manera firme, viendo en ese movimiento como era que Barton les observaba desde la distancia, sonriendo, como si lo que tramaba para esa noche se hubiera cumplido al pie de la letra – No quiero retenerte de la manera en que piensas – se enfoco en ella y permitió una vez más que hablara, que dijera todo lo que pensaba pero antes de que realmente se diera media vuelta y se alejara de él, Brent le tomó de la mano.
Cirene le estaba complicando la noche mucho más de lo esperado y era sorprendente que él estuviera cediendo tanto.
– Quieres que hable con él, lo hare entonces. Le daré una oportunidad – soltó aquello aun sabiendo que después se arrepentiría de lo dicho – Digo muchas cosas sin pensar cuando estoy enojado, así que no tomes en cuenta lo que dije cuando estábamos con Barton – suspiró entonces – Y si dejaras que te retuviera tan fácilmente estaría sumamente decepcionado, porque es tu temperamento rebelde así como tu deseo de libertad lo que te vuelve especial para mi. El solo pensar en que dejaras de ser como eres te volvería aburrida, otra más de esas mujeres superficiales con las que no quiero tener nada que ver – rió entonces – ¿De verdad no comprendes lo diferente que eres y lo importante que me resultas? – hizo una pausa – Cirene, vamos.. dame solo una oportunidad – la gente comenzaba a salir de la función pero a Brent poco le importaba que los vieran discutir ahí.
Con sorpresa y algo de confusión observo a su esposa. Cirene decía aceptar sus disculpas pero no lo otro. Brent sabía que la fémina era una mujer de armas tomar que viviría siempre buscando la libertad y las aventuras, algo que definitivamente su vida al lado de él no podría ofrecerle, algo que de cierta manera él también deseaba para si mismo, porque fingir y tratar de llevarse bien con todos era algo que se le complicaba demasiado, él prefería ser natural, decir lo que pensaba y no dar explicaciones a nadie pero se había obligado a cambiar un poco al llegar a París y eso, era lo que le estaba resultando peor.
– Detente – pidió levantando ambas manos y frunciendo el ceño – ¿Quién te dice trato de convencerte como lo hicieron con tu madre? Y ¿Quién te dice además que te quiero a mi lado para retenerte? – negó de manera firme, viendo en ese movimiento como era que Barton les observaba desde la distancia, sonriendo, como si lo que tramaba para esa noche se hubiera cumplido al pie de la letra – No quiero retenerte de la manera en que piensas – se enfoco en ella y permitió una vez más que hablara, que dijera todo lo que pensaba pero antes de que realmente se diera media vuelta y se alejara de él, Brent le tomó de la mano.
Cirene le estaba complicando la noche mucho más de lo esperado y era sorprendente que él estuviera cediendo tanto.
– Quieres que hable con él, lo hare entonces. Le daré una oportunidad – soltó aquello aun sabiendo que después se arrepentiría de lo dicho – Digo muchas cosas sin pensar cuando estoy enojado, así que no tomes en cuenta lo que dije cuando estábamos con Barton – suspiró entonces – Y si dejaras que te retuviera tan fácilmente estaría sumamente decepcionado, porque es tu temperamento rebelde así como tu deseo de libertad lo que te vuelve especial para mi. El solo pensar en que dejaras de ser como eres te volvería aburrida, otra más de esas mujeres superficiales con las que no quiero tener nada que ver – rió entonces – ¿De verdad no comprendes lo diferente que eres y lo importante que me resultas? – hizo una pausa – Cirene, vamos.. dame solo una oportunidad – la gente comenzaba a salir de la función pero a Brent poco le importaba que los vieran discutir ahí.
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Re: Push the Limits — Privado
Llegó ese momento incómodo en que Cirene se tuvo que obligar a quedarse pasmada en su lugar, dejando a un lado las intenciones de largarse de manera definitiva, aunque no se deshizo de esa idea por completo. Ella aún sentía muchos deseos de huir de todo, y de todos. Estaba harta, cansada; había aguantado demasiado como para continuar hiriéndose más. A pesar de que por fuera mantuviera la compostura, por dentro se encontraba furiosa, indignada, ¡traicionada! Sin embargo, las acciones de Brent tuvieron un efecto sedante en ese preciso instante. Quizá ambos se parecían más de lo que ella llegó a imaginar. Barton lo sabía, pero prefería que las cosas resultaran por sí solas, sin que tuviera que intervenir demasiado. Le dolía que su hijo no lo reconociera, aun así, más le dolía ver como aquella muchacha, que tanta estima llegó a profesarle, sufriera. Y tampoco lo haría por mucho... El capitán sabía exactamente cómo mover sus pies, por algo había sobrevivido a las tragedias de su propia familia.
Y eran esas tragedias las que Cirene condenaba con tanta inquina. Pero guardó silencio, lo hizo porque no encontraba otra manera de reaccionar ante lo que ocurría. En ese momento todos los sonidos cesaron, el mundo pareció convertirse en silencio y soledad a su alrededor. No obstante, las palabras de él aún hacían eco en su cabeza. Pudo haberlas esperado de otra persona, más no de Brent Lewis, ese arrogante duque con quien había tenido que casarse a la fuerza. ¡Que el Dios de los hombres le diera esas fuerzas que necesitaba! Porque desconfiaba, lo hacía sin poderlo evitar. Aunque una parte de ella se quería aferrar a que todo lo que escuchó tenía que ser verdad. ¿Y por qué? ¿Por qué quería pensar eso?
Entonces bajó la mirada, intentando calmar sus nervios. Se frotó las manos, sin poder darle la cara a Brent...
—¿Por qué ahora decides cambiar de opinión? Te disgustaba tanto mi presencia antes, que me parece poco creíble todo eso que me dices. ¿Por qué? ¿Acaso te estás burlando de mí? —replicó, sin poder mirarlo directamente a los ojos. No prestó siquiera atención a que el espectáculo ya había terminado—. ¿Qué pasaría si te diera una oportunidad? ¿De verdad crees que la mereces? Somos tan sólo un par de desconocidos, Brent. No me cabe en la cabeza que de repente quieras pensar diferente.
Respiró hondo, luego dejó que todo el aire abandonara sus pulmones. Repitió esto unas dos veces más, como una forma de serenarse, o más bien, de dejar salir la amargura que aún la taladraba por dentro.
—Quisiera creerte, de verdad. Pero he pasado por tantas cosas, que no sé. Hacen falta más que palabras para ganarse mi confianza. Pero este no es el mejor lugar para hablar de esto —murmuró. Aquella conversación iba a hacer más larga de lo que quiso creer, y a pesar de que le desagradaba dar su brazo a torcer, no tuvo más opción que aceptar esa tregua—. Mejor vamos a casa, ahí hablaremos con más calma y... privacidad.
No podía creer que había aceptado, sencillamente no le cabía en la cabeza eso. Pero, alguna vez tenía que ceder, y era hora de hacerlo. La mirada y el gesto de Barton así se confirmó.
Y eran esas tragedias las que Cirene condenaba con tanta inquina. Pero guardó silencio, lo hizo porque no encontraba otra manera de reaccionar ante lo que ocurría. En ese momento todos los sonidos cesaron, el mundo pareció convertirse en silencio y soledad a su alrededor. No obstante, las palabras de él aún hacían eco en su cabeza. Pudo haberlas esperado de otra persona, más no de Brent Lewis, ese arrogante duque con quien había tenido que casarse a la fuerza. ¡Que el Dios de los hombres le diera esas fuerzas que necesitaba! Porque desconfiaba, lo hacía sin poderlo evitar. Aunque una parte de ella se quería aferrar a que todo lo que escuchó tenía que ser verdad. ¿Y por qué? ¿Por qué quería pensar eso?
Entonces bajó la mirada, intentando calmar sus nervios. Se frotó las manos, sin poder darle la cara a Brent...
—¿Por qué ahora decides cambiar de opinión? Te disgustaba tanto mi presencia antes, que me parece poco creíble todo eso que me dices. ¿Por qué? ¿Acaso te estás burlando de mí? —replicó, sin poder mirarlo directamente a los ojos. No prestó siquiera atención a que el espectáculo ya había terminado—. ¿Qué pasaría si te diera una oportunidad? ¿De verdad crees que la mereces? Somos tan sólo un par de desconocidos, Brent. No me cabe en la cabeza que de repente quieras pensar diferente.
Respiró hondo, luego dejó que todo el aire abandonara sus pulmones. Repitió esto unas dos veces más, como una forma de serenarse, o más bien, de dejar salir la amargura que aún la taladraba por dentro.
—Quisiera creerte, de verdad. Pero he pasado por tantas cosas, que no sé. Hacen falta más que palabras para ganarse mi confianza. Pero este no es el mejor lugar para hablar de esto —murmuró. Aquella conversación iba a hacer más larga de lo que quiso creer, y a pesar de que le desagradaba dar su brazo a torcer, no tuvo más opción que aceptar esa tregua—. Mejor vamos a casa, ahí hablaremos con más calma y... privacidad.
No podía creer que había aceptado, sencillamente no le cabía en la cabeza eso. Pero, alguna vez tenía que ceder, y era hora de hacerlo. La mirada y el gesto de Barton así se confirmó.
Cirene Lewis- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 09/08/2015
Localización : Aquí, allá... No importa
Re: Push the Limits — Privado
Una chiquilla frágil. Así fue como Brent vio a su esposa en el momento en que ella se miraba las manos y evitaba su mirada, interrogándole sobre su decisión de que aquel fuera el momento en que decidiera expresar todo aquello. Una sonrisa sincera y un tanto divertida apareció en los labios del Duque, quien no se reía de su esposa, sino de él mismo y de lo mucho que debió esperar para darse cuenta de que aquella mujer le gustaba y mucho. Cirene había puesto su mundo de cabeza desde que apareció en su vida, llevando discusiones, preocupaciones y esa noche la cereza del pastel, una verdad que él aún se negaba a aceptar pero que estaba dispuesto a enfrentar si es que eso provocaba que su esposa permaneciera a su lado.
Hacerse a la idea de que toda su vida era una mentira resultaría complicado, enfrentarse en algún momento a su madre seguramente le destrozaría el corazón, pero de alguna manera, todo parecía ser tolerable si lo comparaba con la sensación que le atacaba al imaginarse una vida sin aquella mujer rebelde que tenía por esposa. Y así como a él dudo de cada palabra emitida por Barton, Cirene dudaba de las suyas, siendo eso algo que no podía evitarse, o no de momento.
– No es que haya decidido cambiar de opinión ahora, es solo que este es el momento en que he creído conveniente decirlo – suspiro, observando a la gente que comenzaba a pasar a su lado, observándolos con curiosidad – Y yo no he dicho que en un principio me agradara tu presencia – se rió – porque la verdad es que en un inicio no te soportaba. Creía que nuestro matrimonio era el mayor error y que lo que tenías de hermoso lo poseías de odiosa – decir que la quiso desde un principio hubiera sido una completa mentira, porque de hecho, el cariño que ahora sentía por ella y el deseo de vivir a su lado habían surgido de manera paulatina pero como siempre, su terquedad le impidió ver la realidad antes – Si pienso en todo lo que te he dicho y hecho, no creo merecerme otra oportunidad, pero cambia mi idea cuando dices que somos prácticamente desconocidos, porque la verdad es que lo somos y considerando eso, merecemos la oportunidad de verdaderamente conocernos, saber quien es el otro y que es lo que quiere de esta relación – para Brent la situación estaba clara, quería intentar comprometerse de verdad, así que la decisión estaba ahora en Cirene.
Por la manera en que la pelirroja comenzó a expresarse, Brent creyó que no había más que hacer. En su mente, podía ver claramente a Cirene dejándolo, yendo lejos al lado de Barton sin que él pudiera hacer nada para impedirlo. Por eso fue que sus ojos se abrieron de más cuando ella le dijo que lo mejor era continuar aquella charla en la privacidad de su hogar.
– Deberíamos irnos entonces – mencionó al ofrecer su brazo. Su esposa le estaba dando la posibilidad de charlar, de convencerla de que permanecer juntos era una buena idea, ahora, era la responsabilidad del Duque de mostrar no solo con palabras sino además con actos, que permanecer juntos era no resultaba solo conveniente, también era lo que en el fondo, deseaban los dos.
Espero entonces Brent a que Cirene se sujetara de su brazo y antes de ambos comenzar a andar, dirigió una última mirada a Barton, de quien se despidió con una ligera inclinación de cabeza. De su padre se encargaría después, esa noche, lo primordial era su esposa.
Hacerse a la idea de que toda su vida era una mentira resultaría complicado, enfrentarse en algún momento a su madre seguramente le destrozaría el corazón, pero de alguna manera, todo parecía ser tolerable si lo comparaba con la sensación que le atacaba al imaginarse una vida sin aquella mujer rebelde que tenía por esposa. Y así como a él dudo de cada palabra emitida por Barton, Cirene dudaba de las suyas, siendo eso algo que no podía evitarse, o no de momento.
– No es que haya decidido cambiar de opinión ahora, es solo que este es el momento en que he creído conveniente decirlo – suspiro, observando a la gente que comenzaba a pasar a su lado, observándolos con curiosidad – Y yo no he dicho que en un principio me agradara tu presencia – se rió – porque la verdad es que en un inicio no te soportaba. Creía que nuestro matrimonio era el mayor error y que lo que tenías de hermoso lo poseías de odiosa – decir que la quiso desde un principio hubiera sido una completa mentira, porque de hecho, el cariño que ahora sentía por ella y el deseo de vivir a su lado habían surgido de manera paulatina pero como siempre, su terquedad le impidió ver la realidad antes – Si pienso en todo lo que te he dicho y hecho, no creo merecerme otra oportunidad, pero cambia mi idea cuando dices que somos prácticamente desconocidos, porque la verdad es que lo somos y considerando eso, merecemos la oportunidad de verdaderamente conocernos, saber quien es el otro y que es lo que quiere de esta relación – para Brent la situación estaba clara, quería intentar comprometerse de verdad, así que la decisión estaba ahora en Cirene.
Por la manera en que la pelirroja comenzó a expresarse, Brent creyó que no había más que hacer. En su mente, podía ver claramente a Cirene dejándolo, yendo lejos al lado de Barton sin que él pudiera hacer nada para impedirlo. Por eso fue que sus ojos se abrieron de más cuando ella le dijo que lo mejor era continuar aquella charla en la privacidad de su hogar.
– Deberíamos irnos entonces – mencionó al ofrecer su brazo. Su esposa le estaba dando la posibilidad de charlar, de convencerla de que permanecer juntos era una buena idea, ahora, era la responsabilidad del Duque de mostrar no solo con palabras sino además con actos, que permanecer juntos era no resultaba solo conveniente, también era lo que en el fondo, deseaban los dos.
Espero entonces Brent a que Cirene se sujetara de su brazo y antes de ambos comenzar a andar, dirigió una última mirada a Barton, de quien se despidió con una ligera inclinación de cabeza. De su padre se encargaría después, esa noche, lo primordial era su esposa.
FINALIZADO
Brent Lewis- Realeza Neerlandesa
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