Tú... /privado.

Postrado frente al portentoso altar que se erguía de forma solemne frente a sus orbes. Lacerado aun por cada una de las palabras y los actos que el almirante había derramado sobre él. No había descansando ni una sola noche, ninguna en la que pudiera conciliar "el sueño" sin antes reprocharse el hecho de haber optado por el camino de las artes, si hubiese sabido las consecuencias catastróficas a las que le conllevaría tal decisión su respuesta habría sido un rotundo no. Y sin embargo encontró la forma de moverse en la penumbra espesa que flotaba dentro de la catedral, las luces opacas que oscilaban de un lado a otro proyectaban grotescas formas en las paredes frías, un tenue aroma a rosas perfumaba el ambiente.

Trató de encontrar una razón poderosa para presentarse ahí como una de esas ovejas, perdidas. A simple vista, su fachada mundana cubrí a la perfección los detalles,  no obstante estaba seguro que una esencia diferente yacía ahora en sus entrañas, un monstruo que tarde o temprano clamaría por salir a jugar en la plenitud de la oscuridad. ¿Acaso ser diferente a como el almirante esperaba era un pecado demasiado grave para seguir pagando hoy en día? Su mirada reparó en los detalles del decorado y acabo del mismo edificio. Magníficos, absolutamente perfectos para ser plasmados por sus manos. Teató de memorizar cada objeto ahí presente, lo que él consideraba esencial en el recinto sin restarle importancia al resto de la arquitectura.

Su mirada se topó de imprevisto con la de un chiquillo de no más de ocho años y trató de comprender la inocencia en ese iris cándido, esa pureza que él había perdido decenas de días atrás, bajo el asaltante filo de una bestia sedienta de vida. Volteó entonces estrepitosamente hacia otro lado y la congoja que atacó su corazón le estrujo de tal forma, que prefirió detener sus observaciones y encaminarse hacia la salida. No tenía derecho ya a compartir nada con aquellos extraños, pues ahora se había vuelto un ente ajeno a ese ambiente de paz.

Sería un hipócrita si permaneciera un segundo más dentro. Los canticos apenas se escuchaban como susurros a su alrededor y en la profundidad de su ser, deseó que cada rezo fuera escuchado, que cada dolor fuese mitigado por intercesión divina, que al menos uno de ellos conociera el beneficio que brinda el ser alcanzado por ese auxilio, ese perdón anhelado que él seguía buscando.

Quizás estaba nervioso por ese reencuentro. No sabía como iban a suscitarse las cosas. Se trataba de alguien de su pasado que se volvía presente. Habían pasado muchos años... ¿Cómo es que...? No importaba, más el hecho era que volverían a verse las caras.

Habían quedado verse en las cercanías de la iglesia, en un pequeño y poco transitado parque que se localizaba a menos de dos bloques de su ubicación. Estaba a tiempo, su reloj de bolsillo marcaba justo diez antes de la hora pactada. Se encaminó hacia ese lugar, expectante, nervioso.

Metió las manos a los bolsillos, caminó algunos cuántos pasos para sacarse el nerviosismo de encima. Para cuando revisó nuevamente el reloj, ya pasaban diez minutos de la hora pactada e inmediatamente enseñó los colmillos, sumamente contrariado y molesto. ¿Acaso le había dejado plantado ese mocoso cretino? Entre cerró los ojos. Con Calvin, todo podía esperarse, siempre tan renegado, amorgoso y voluble. A veces no podía creer, que un cuerpo humano, pudiese caber tanta amargura. Ahora que lo pensaba fríamente, no le conocía a profundidad y nunca me pregunté por qué...

Encendió un cigarrillo, analizando que camino tomar -pues ya había cruzado por su cabeza el retirarse- cuando el viento le regaló el aroma de alguien conocido. De inmediato giró el rostro hacia aquella dirección y lo que visualizó lo dejó lijeramente impactado. Los años no habían pasado en balde. Frente a él, ahora se encontraba un hombre alto y fornido. Nada quedaba ya del chiquillo adolescente que le regalaba siempre sendos dolores de cabeza.

Se quedó estático, sopesando la idea de estar equivocado en su apresiaciön, más cuando el joven dijo algunas palabras, toda la incertidumbre se disipó:

-Vaya, vaya... Kleiton Harris en persona. Calvin... ¿Quién lo iba a decir?-un brillo ligero apareció en sus ojos. Sonrió de medio lado y Echó el humo del cigarrillo por las fosas nasales, escrutándole detenidamente. Estaba acostumbrado a que el paso del tiempo no le afectase en lo más minímo, así pues, era ilógico que lo mismo ocurriese con el cazador, que se le notaba mucho más maduro. -La puntualidad no es algo carácterístico en tí... Habría tenido mis dudas respecto de primera instancia, pero...Yo nunca me quivoco. La vida te ha tratado bien...

Estaba deseoso de conocer todo lo ocurrido en todos esos años. El cómo se las habría apañado para sobrevivir, ya que gracias a su genio mal entendido, siempre estuvo rodeado de enemigos. Estaría rotundamente decepcionado, si hoy en día, no tuviese algunas cicatrices más, adornando su cuerpo. Calvin - como siempre le llamaba - siempre se metía en problemas por ese carácter agrio que siempre lo caracterizó. Más así era el auténtico aunque mal entendido. Mal entendido por mí también, debo reconocer.