AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
ACTIVO Camino hacia la perdición (Ulrich Scott - Axel von Steinberg) ACTIVO
2 participantes
Página 1 de 1.
ACTIVO Camino hacia la perdición (Ulrich Scott - Axel von Steinberg) ACTIVO
En ocasiones una simple mirada, una simple advertencia en forma de susurro lanzado al aire, una retahíla informe de palabras sin sentido, pero con un significado yaciendo en lo más profundo de su esencia, bastaría para prevenirnos de un futuro incierto, un porvenir cargado de lágrimas, un profundo dolor y pesadumbre en el alma o, quizás, por contra, de aquella felicidad desbordante, tan exaltada que nos llega a inundar hasta lo más hondo de nuestro ser hasta que, al final, dejamos de ser nosotros mismos para convertirnos en meros objetos de una dicha demasiado grande como para creer que es real. Un susurro, apenas una ínfima nota tenue de atención, que ni siquiera pudiera decirse pronunciada, sino poco más que pensada, una espontánea voz queda surgida de la más profunda inconsciencias. Quizás siempre debiera haber un ánima cándida y compasiva para evitar que nos lancemos directos en dirección a aquel destino, quizás aquel mal paso, pero, por desgracia, la gran mayoría de las veces, ese buen consejo permanece ausente, acallado; y así, el joven militar sueco, Axel von Steinberg, noble y heredero de un destino que pesaba informe sobre sus hombros, se encaminaba, sin tener conocimiento de ello, hacia, posiblemente, su propia perdición.
Era una tarde entre las concurridas calles de París, en aquellas latitudes donde el otoño, aunque frío, no osa adentrarse fieramente hasta el más intrínseco tuétano de nuestros huesos más profundos, como Axel, de alguna manera, ya se había malacostumbrado en su tierra natal, demasiado septentrional para gusto de la gran mayoría de sus habitantes. La multitud aún atestaba aquellas no suficientemente anchas calles y la gente, la mayoría perteneciente al grueso del populacho, se afanaba por terminar sus quehaceres diarios antes de que el ya muriente día terminase al fin. En tanto, el muchacho sueco caminaba envuelto de aquel sofocante abrazo de calor humano, intentando buscar una salida, perder aquel contacto, natural, pero tan poco deseable en aquel momento para el chico. Su destino no era otro que terminar encontrando la afamada Biblioteca Nacional de Francia, donde esperaba poder contemplar alguna de las obras maestras de la literatura gala y, si le era posible, hojear algunos libros que ya hacía tiempo quería obtener y que, por avatares del destino, no había terminado por encontrar en Estocolmo, pero, el desenlace de aquel día, al que le restarían no más de una o dos horas, parecía no dirigirse a terminar como el chico había previsto.
De pronto, sin previo aviso, entre todo aquel tamaño cúmulo de personas, sonidos y hedores, un olor surgió entre todo lo demás, un recuerdo lejano, vago, pero, sin embargo, presente. Ese estar y no estar, esa presencia irreconocible, pero, a la vez, extrañamente conocida, fue lo que impactó tanto al muchacho, lo que le hizo extrañarse hasta que la curiosidad lo invadiese. Permitiéndose posponer su visita a su antiguo destino, no dejó que su olfato perdiera el rastro de aquel fino y efímero lazo, por lo que, sin mayor dilación, viró en cuanto pudo hacia su izquierda y, dejándose llevar, se lanzó a la aventura de aquel, quizás fortuito, quizás previsto, encuentro.
Era una tarde entre las concurridas calles de París, en aquellas latitudes donde el otoño, aunque frío, no osa adentrarse fieramente hasta el más intrínseco tuétano de nuestros huesos más profundos, como Axel, de alguna manera, ya se había malacostumbrado en su tierra natal, demasiado septentrional para gusto de la gran mayoría de sus habitantes. La multitud aún atestaba aquellas no suficientemente anchas calles y la gente, la mayoría perteneciente al grueso del populacho, se afanaba por terminar sus quehaceres diarios antes de que el ya muriente día terminase al fin. En tanto, el muchacho sueco caminaba envuelto de aquel sofocante abrazo de calor humano, intentando buscar una salida, perder aquel contacto, natural, pero tan poco deseable en aquel momento para el chico. Su destino no era otro que terminar encontrando la afamada Biblioteca Nacional de Francia, donde esperaba poder contemplar alguna de las obras maestras de la literatura gala y, si le era posible, hojear algunos libros que ya hacía tiempo quería obtener y que, por avatares del destino, no había terminado por encontrar en Estocolmo, pero, el desenlace de aquel día, al que le restarían no más de una o dos horas, parecía no dirigirse a terminar como el chico había previsto.
De pronto, sin previo aviso, entre todo aquel tamaño cúmulo de personas, sonidos y hedores, un olor surgió entre todo lo demás, un recuerdo lejano, vago, pero, sin embargo, presente. Ese estar y no estar, esa presencia irreconocible, pero, a la vez, extrañamente conocida, fue lo que impactó tanto al muchacho, lo que le hizo extrañarse hasta que la curiosidad lo invadiese. Permitiéndose posponer su visita a su antiguo destino, no dejó que su olfato perdiera el rastro de aquel fino y efímero lazo, por lo que, sin mayor dilación, viró en cuanto pudo hacia su izquierda y, dejándose llevar, se lanzó a la aventura de aquel, quizás fortuito, quizás previsto, encuentro.
Última edición por Axel von Steinberg el Lun Dic 20, 2010 2:11 pm, editado 1 vez
Axel von Steinberg- Mensajes : 59
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: ACTIVO Camino hacia la perdición (Ulrich Scott - Axel von Steinberg) ACTIVO
Aquella tarde otoñal, Ulrich tenía mucho en que pensar. Había salido de casa, sin rumbo como siempre, con el único objetivo de encontrar por un camino que aún no había decidido, algo que le recordase quién era. Grandes palabras para una tarde demasiado corta, para unas calles demasiado estrechas. Y es que para entender ese desconcierto, había que remontarse días atrás, a una noche en la que un incidente con un licántropo furioso le había obligado a aceptar una ayuda que nunca pidió ni deseó. Una ayuda vampírica para ser más exactos. ¿Pero qué era lo peor de todo? Que no sólo había aceptado los favores de un peligroso vampiro, sino que le había dejado entrar en su propia casa. Con Claire aún en el interior, dulcemente dormida.
Tal vez fuese por la pérdida de sangre, o por la inadmisible idea de morir de forma penosa en medio de un sucio y abandonado callejón; pero aquella noche, Ulrich sentía que había vendido su principio más intransigente a cambio de algo tan insignificante como su propia existencia. Y en ese momento, días más tarde, con la herida aún latente en su costado como un recuerdo impreso a fuego en la piel, el joven cambiaformas no era capaz de deshacerse de los remordimientos que le consumían. ¿Cómo había podido permitir que las palabras del vampiro que hechizaran? ¿Cómo pudo fiarse de él?
Los días anteriores se había consolado con la pobre excusa de una ceguera provocada por el insoportable dolor que había sentido, pero a medida que este remitía lentamente, Ulrich notaba como la inquietud aumentaba en su pecho y lo removía todo de forma incómoda, desquiciante. En esos momentos, la única escapatoria que encontraba el cambiaformas era cederle suavemente el control al felino y dejar que fuera él quien condujese su cuerpo por los sombríos y traicioneros bosques, tratando de rescatar los pequeños resquicios de la noche que le había marcado.
Un recuerdo llegó a la mente del chico. Un recuerdo que no pertenecía a la noche en que se encontró con el licántropo, sino a una posterior, en la que un sueño turbulento y tenebroso le había arrancado el aliento de cuajo y le había hecho temblar, cerrar los puños en torno a las sábanas y apretar los labios para impedir que un aullido desesperado escapara de ellos. Un sueño tan escraboso que su simple recuerdo aún le producía escalofríos. En ese instante, Ulrich no dudó ni un instante en abandonar su cuerpo humano y sumergirse de lleno en el felino, dejando atrás las ropas, los principios y todo lo que le atase a los remordimientos. Después abandonó la casa, y más tarde la ciudad, sumiéndose en el bosque en una carrera desesperada. Y allí, en la espesura que formaban los tétricos árboles en una noche sin luna, Ulrich le vio. Un imponente lobo negro, que a pesar de su buena visión no fue capaz de reconocer hasta encontrarse a apenas unos metros. No habían compartido ninguna acción; de hecho, ni siquiera habían hecho algo más que mirarse el uno al otro, pero el joven recibió el inesperado encuentro con la misma ansiedad que un pobre diablo perdido en el desierto recibiría una gota de agua.
Aquel impreciso recuerdo le hizo sonreír de forma muy sutil. Y es que la idea de que tal vez, sólo tal vez, esa figura negra estuviera allí simplemente para vaciar su pensamiento durante unos pocos segundos, le hizo sentir irracionalmente más tranquilo.
Y allí estaba, perdido como de costumbre, sin saber qué quería o qué buscaba, semi enterrado en recuerdos hirientes e inundado por la confusión. Ulrich alzó el rostro al cielo, plagado de nubes tan grises como su ánimo, y cerró los ojos antes de tomar una bocanada de aire que sabía no iba a hacerle sentir mejor. Sin embargo, la suave brisa trajo algo conocido consigo. Un olor. Un aroma que se imponía por encima de todos los demás, como la llama de una vela se impondría implacable a las tinieblas de una habitación en penumbra. Entonces el cambiaformas abrió los ojos verdes con un nuevo brillo de decisión resaltando en ellos, con una inconfundible expresión de interés que no aparecía por allí desde hacía algún tiempo. No sabía adónde se dirigía su vida, ni qué iba a ser de sus principios, pero en ese mar de caos, había encontrado una pequeña isla, un objetivo poco claro pero inamovible. Encontraría el origen de ese olor.
Tal vez fuese por la pérdida de sangre, o por la inadmisible idea de morir de forma penosa en medio de un sucio y abandonado callejón; pero aquella noche, Ulrich sentía que había vendido su principio más intransigente a cambio de algo tan insignificante como su propia existencia. Y en ese momento, días más tarde, con la herida aún latente en su costado como un recuerdo impreso a fuego en la piel, el joven cambiaformas no era capaz de deshacerse de los remordimientos que le consumían. ¿Cómo había podido permitir que las palabras del vampiro que hechizaran? ¿Cómo pudo fiarse de él?
Los días anteriores se había consolado con la pobre excusa de una ceguera provocada por el insoportable dolor que había sentido, pero a medida que este remitía lentamente, Ulrich notaba como la inquietud aumentaba en su pecho y lo removía todo de forma incómoda, desquiciante. En esos momentos, la única escapatoria que encontraba el cambiaformas era cederle suavemente el control al felino y dejar que fuera él quien condujese su cuerpo por los sombríos y traicioneros bosques, tratando de rescatar los pequeños resquicios de la noche que le había marcado.
Un recuerdo llegó a la mente del chico. Un recuerdo que no pertenecía a la noche en que se encontró con el licántropo, sino a una posterior, en la que un sueño turbulento y tenebroso le había arrancado el aliento de cuajo y le había hecho temblar, cerrar los puños en torno a las sábanas y apretar los labios para impedir que un aullido desesperado escapara de ellos. Un sueño tan escraboso que su simple recuerdo aún le producía escalofríos. En ese instante, Ulrich no dudó ni un instante en abandonar su cuerpo humano y sumergirse de lleno en el felino, dejando atrás las ropas, los principios y todo lo que le atase a los remordimientos. Después abandonó la casa, y más tarde la ciudad, sumiéndose en el bosque en una carrera desesperada. Y allí, en la espesura que formaban los tétricos árboles en una noche sin luna, Ulrich le vio. Un imponente lobo negro, que a pesar de su buena visión no fue capaz de reconocer hasta encontrarse a apenas unos metros. No habían compartido ninguna acción; de hecho, ni siquiera habían hecho algo más que mirarse el uno al otro, pero el joven recibió el inesperado encuentro con la misma ansiedad que un pobre diablo perdido en el desierto recibiría una gota de agua.
Aquel impreciso recuerdo le hizo sonreír de forma muy sutil. Y es que la idea de que tal vez, sólo tal vez, esa figura negra estuviera allí simplemente para vaciar su pensamiento durante unos pocos segundos, le hizo sentir irracionalmente más tranquilo.
Y allí estaba, perdido como de costumbre, sin saber qué quería o qué buscaba, semi enterrado en recuerdos hirientes e inundado por la confusión. Ulrich alzó el rostro al cielo, plagado de nubes tan grises como su ánimo, y cerró los ojos antes de tomar una bocanada de aire que sabía no iba a hacerle sentir mejor. Sin embargo, la suave brisa trajo algo conocido consigo. Un olor. Un aroma que se imponía por encima de todos los demás, como la llama de una vela se impondría implacable a las tinieblas de una habitación en penumbra. Entonces el cambiaformas abrió los ojos verdes con un nuevo brillo de decisión resaltando en ellos, con una inconfundible expresión de interés que no aparecía por allí desde hacía algún tiempo. No sabía adónde se dirigía su vida, ni qué iba a ser de sus principios, pero en ese mar de caos, había encontrado una pequeña isla, un objetivo poco claro pero inamovible. Encontraría el origen de ese olor.
Ulrich Scott- Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 12/09/2010
Re: ACTIVO Camino hacia la perdición (Ulrich Scott - Axel von Steinberg) ACTIVO
Los pasos de aquel humano escandinavo seguían confundidos con los miles de pies que atestaban aquel empedrado cubierto por barro de la capital francesa. Pero, a diferencia de antes, el vago destino de apenas segundos atrás se había terminado por convertir en un sino real, no físico, en un reclamo vital, como vital era la fuerza que lo conminaba a avanzar y a no apartarse del camino. El muchacho pensaba que era curiosidad, que era su propio deseo el que le invitaba a seguir aquel olor hasta encontrar su origen, pero, en realidad, no era su propia decisión la que había seducido a aquel chico a lanzarse a la aventura, a casi olvidar por completo su deber y, quizás, su presente razón de ser. No, Axel había sido llamado, Axel había sido atraído, cual mosca a la miel, cual ratón al queso en la ratonera, hacía su propio destino, hacia su real motivo de existencia, había sido atraído por aquel fino e invisible cordel que, por mucho que se estirase, estaba obligado a no romperse, pero siempre tendiendo a recogerse, a unir a aquellos dos extremos, como bien estaba haciendo ahora.
Axel esquivaba hombres, mujeres, niños correteando, comerciantes, clientes, paseantes y el resto de viandantes, agarrando firmemente la espada que colgaba del lateral derecho de su cintura, procurando que no le entorpeciese al andar. Su mirada buscaba los ojos de todos ellos, pero, sin siquiera dar tiempo a una certera reacción, las pupilas y aquel aro azulado que las envolvían se apartaban raudas, en busca de otro objetivo que, nuevamente, descartaría por no encontrar en su cuerpo la razón de su búsqueda. La ansiedad comenzaba a envolver al chico de una manera irracional, sólo siendo evidente por la agitada respiración que mostraba. Sus pasos se tornaron más rápidos, como si, en su fuero interno, le espantara la idea de perder aquel deseo, de que se marchara y, al fin, no volver a encontrarlo nunca más. Su cabeza giraba de un lado a otro, rápidamente, sin dejar andar. Varones, féminas, ojos claros, oscuros, cabellos dorados, azabaches, castaños o rojizos, pieles claras, oscuras, paños, telas, un zurrón, quizás un sombrero, los dientes impolutos de una jovencita pudiente o la amarillenta y torcida dentadura de un viejo trabajador, a la que ya le faltaban varias piezas. Todos rasgos, todos válidos, pero, sin embargo, ninguno acertado.
Axel comenzaba a desesperar, su corazón estaba ya agitado, quizás por el esfuerzo físico o, por contra, por aquel desaliento. Su cabeza parecía comenzar a retomar el control sobre la situación, tildando de torpe e inútil impulso aquella reacción y barajando ya el retornar el camino hacia la biblioteca. Pero, al final, aquella reacción había terminado no siendo un sinsentido pues, justo cuando buscaba tornarse, su cabeza recibió un impacto no real, su corazón dio un brusco vuelco y su cuerpo, y todo él, en realidad, se paralizaron, sin poder moverse o querer tal cosa siquiera. Sus ojos se habían quedado colgados de otros verdes, de una inmensidad tan pequeña como esas pupilas y más extensa que el océano mismo aún. Mirase por donde mirase, estaba ese color, porque, realmente, no podía mirar a ningún sitio más, a aquel muchacho, a aquel ser, al propietario de aquel aroma que le había hecho, aunque no quisiera, perder la cabeza, comenzando siendo un simple capricho para, en un corto espacio de tiempo, llegar a ser casi una obsesión.
Entonces, tras unos segundos sin poder hacer nada, apartó la mirada, rápidamente, volviendo su cabeza gacha, pero, sin embargo, sin mover su cuerpo aún. ¿Y ahora? ¿Qué iba a hacer ahora? Había buscado y encontrado a aquel hombre, pero ¿ahora qué? Se sentía un estúpido, un joven sin cabeza, impulsivo, algo que, por todas, intentaba evitar. ¿Acaso debía marcharse de allí antes de que la situación se complicara más?
Axel esquivaba hombres, mujeres, niños correteando, comerciantes, clientes, paseantes y el resto de viandantes, agarrando firmemente la espada que colgaba del lateral derecho de su cintura, procurando que no le entorpeciese al andar. Su mirada buscaba los ojos de todos ellos, pero, sin siquiera dar tiempo a una certera reacción, las pupilas y aquel aro azulado que las envolvían se apartaban raudas, en busca de otro objetivo que, nuevamente, descartaría por no encontrar en su cuerpo la razón de su búsqueda. La ansiedad comenzaba a envolver al chico de una manera irracional, sólo siendo evidente por la agitada respiración que mostraba. Sus pasos se tornaron más rápidos, como si, en su fuero interno, le espantara la idea de perder aquel deseo, de que se marchara y, al fin, no volver a encontrarlo nunca más. Su cabeza giraba de un lado a otro, rápidamente, sin dejar andar. Varones, féminas, ojos claros, oscuros, cabellos dorados, azabaches, castaños o rojizos, pieles claras, oscuras, paños, telas, un zurrón, quizás un sombrero, los dientes impolutos de una jovencita pudiente o la amarillenta y torcida dentadura de un viejo trabajador, a la que ya le faltaban varias piezas. Todos rasgos, todos válidos, pero, sin embargo, ninguno acertado.
Axel comenzaba a desesperar, su corazón estaba ya agitado, quizás por el esfuerzo físico o, por contra, por aquel desaliento. Su cabeza parecía comenzar a retomar el control sobre la situación, tildando de torpe e inútil impulso aquella reacción y barajando ya el retornar el camino hacia la biblioteca. Pero, al final, aquella reacción había terminado no siendo un sinsentido pues, justo cuando buscaba tornarse, su cabeza recibió un impacto no real, su corazón dio un brusco vuelco y su cuerpo, y todo él, en realidad, se paralizaron, sin poder moverse o querer tal cosa siquiera. Sus ojos se habían quedado colgados de otros verdes, de una inmensidad tan pequeña como esas pupilas y más extensa que el océano mismo aún. Mirase por donde mirase, estaba ese color, porque, realmente, no podía mirar a ningún sitio más, a aquel muchacho, a aquel ser, al propietario de aquel aroma que le había hecho, aunque no quisiera, perder la cabeza, comenzando siendo un simple capricho para, en un corto espacio de tiempo, llegar a ser casi una obsesión.
Entonces, tras unos segundos sin poder hacer nada, apartó la mirada, rápidamente, volviendo su cabeza gacha, pero, sin embargo, sin mover su cuerpo aún. ¿Y ahora? ¿Qué iba a hacer ahora? Había buscado y encontrado a aquel hombre, pero ¿ahora qué? Se sentía un estúpido, un joven sin cabeza, impulsivo, algo que, por todas, intentaba evitar. ¿Acaso debía marcharse de allí antes de que la situación se complicara más?
Axel von Steinberg- Mensajes : 59
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: ACTIVO Camino hacia la perdición (Ulrich Scott - Axel von Steinberg) ACTIVO
Ulrich aceleró ligeramente el paso y esquivó con agilidad a un hombre robusto que se cruzó en su camino y que le llamó la atención al grito de "¡Más cuidado, muchacho!", grito que el cambiaformas ni siquiera llegó a oír. ¿Por qué iba a prestarle atención a la grave voz de aquel hombre cuando el olor de otro completo desconocido le llamaba con una fuerza y una insistencia cien veces mayor? ¿Cómo podría centrarse en algo más que no fuese la fina pista que aquella persona había dejado en las estrechas calles parisinas? Y es que lo que había empezado como un ligero interés, se había transformado poco a poco en algo mucho más imperativo y exigente. Ya ni siquiera se planteaba la posibilidad de dar media vuelta y olvidar todo lo que envolviese aquel aroma. Había sido capturado y a esas alturas ya le resultaba imposible, completamente impensable huir de la magnífica trampa en la que se encontraba cautivo. No, ya no podía fingir que no se sentía profundamente atraído por lo que fuera que se encontrase al otro lado del rastro.
Ulrich nunca había estado dispuesto a rendirle cuentas a nadie, ni siquiera a sí mismo, pero no podía evitar preguntarse cual era la razón de aquella sublime obsesión. Se había sentido atraído por millones de cosas a lo largo de su vida, pero nunca con una fuerza magnética tan irrefrenable, casi como si se encontrase en la obligación física de recorrer la distancia que le separaba de su destino.El chico no podía evitar sentirse ligeramente incómodo por ello, hasta desconfiado en cierto modo. Qué le esperaba al otro lado era una cuestión que sólo podía suponer y especular, pero que sin embargo se sentía en la necesidad de descubrir.
De ese modo, el joven se detuvo un instante y cerró los ojos, inspirando tan profundamente como lo hiciera la primera vez que detectó el aroma. Parecía que se estaba acercando, pero el cambiaformas sabía la brisa era tan buena aliada como enemiga, y que en apenas un instante en el que su atención flaqueara, podría llevarse la tan preciada pista lejos de él. Desesperado, el chico apretó el paso hasta convertir el paseo inicial en una carrera contra reloj, obcecada y tenaz. Un empalagoso perfume de mujer, la dulce esencia de un pequeño de pocos meses de vida, el aroma de una bonita cortesana que se agarraba al frazo de un hombre de aspecto adinerado, entre otras tantas fragancias que confluían en la pequeña calle, pero que jamás llegaron a aplacar a la que él perseguía.
El chico se mordió el labio con suavidad y centró sus ojos en los rostros de todas las personas que pasaban por su lado, buscando de forma irracional algo que pudiese servirle para indentificar al desconocido, aunque sabía que no tenía ninguna pista sobre su aspecto físico.
No obstante, a Ulrich no le hizo falta haberle visto antes para saber exáctamente quien era. Sus ojos. Unos ojos tan profundos como el océano, imposibles de esquivar. Y en ese momento, el chico le reconoció. ¿Cómo? ¿Cómo había podido pasar por alto la nota de semejanza entre aquel aroma y el que reconoció en el lobo noches atrás? Ulrich se sintió completamente estúpido, pero tan liviano como si su cuerpo no estuviese formado más que por aire, y la sonrisa que se reflejó en su rostro fue la viva imagen de ese sentimiento.
-No puedo creerlo, tú eres...-Murmuró, dando un par de pasos hacia él, como si quisiese verle más de cerca y cerciorarse que, en efecto, se trataba del lobo que había encontrado en el bosque.
Ulrich nunca había estado dispuesto a rendirle cuentas a nadie, ni siquiera a sí mismo, pero no podía evitar preguntarse cual era la razón de aquella sublime obsesión. Se había sentido atraído por millones de cosas a lo largo de su vida, pero nunca con una fuerza magnética tan irrefrenable, casi como si se encontrase en la obligación física de recorrer la distancia que le separaba de su destino.El chico no podía evitar sentirse ligeramente incómodo por ello, hasta desconfiado en cierto modo. Qué le esperaba al otro lado era una cuestión que sólo podía suponer y especular, pero que sin embargo se sentía en la necesidad de descubrir.
De ese modo, el joven se detuvo un instante y cerró los ojos, inspirando tan profundamente como lo hiciera la primera vez que detectó el aroma. Parecía que se estaba acercando, pero el cambiaformas sabía la brisa era tan buena aliada como enemiga, y que en apenas un instante en el que su atención flaqueara, podría llevarse la tan preciada pista lejos de él. Desesperado, el chico apretó el paso hasta convertir el paseo inicial en una carrera contra reloj, obcecada y tenaz. Un empalagoso perfume de mujer, la dulce esencia de un pequeño de pocos meses de vida, el aroma de una bonita cortesana que se agarraba al frazo de un hombre de aspecto adinerado, entre otras tantas fragancias que confluían en la pequeña calle, pero que jamás llegaron a aplacar a la que él perseguía.
El chico se mordió el labio con suavidad y centró sus ojos en los rostros de todas las personas que pasaban por su lado, buscando de forma irracional algo que pudiese servirle para indentificar al desconocido, aunque sabía que no tenía ninguna pista sobre su aspecto físico.
No obstante, a Ulrich no le hizo falta haberle visto antes para saber exáctamente quien era. Sus ojos. Unos ojos tan profundos como el océano, imposibles de esquivar. Y en ese momento, el chico le reconoció. ¿Cómo? ¿Cómo había podido pasar por alto la nota de semejanza entre aquel aroma y el que reconoció en el lobo noches atrás? Ulrich se sintió completamente estúpido, pero tan liviano como si su cuerpo no estuviese formado más que por aire, y la sonrisa que se reflejó en su rostro fue la viva imagen de ese sentimiento.
-No puedo creerlo, tú eres...-Murmuró, dando un par de pasos hacia él, como si quisiese verle más de cerca y cerciorarse que, en efecto, se trataba del lobo que había encontrado en el bosque.
Ulrich Scott- Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 12/09/2010
Re: ACTIVO Camino hacia la perdición (Ulrich Scott - Axel von Steinberg) ACTIVO
La gente seguía con sus quehaceres, pero el tiempo pasaba demasiado lento al parecer de Axel, ¿o quizás sucedía todo demasiado rápido? El muchacho no lo sabía, sólo lograba a asegurar que su transcurrir no era totalmente del agrado de su propia comodidad. El muchacho que tenía delante, el propietario de aquel olor, por alguna extraña razón se había parado también frente a él, separados por unos metros y un buen número de personas cambiantes que, sin embargo, no parecían servir de barrera realmente efectiva pues, aunque presentes, sus formas resultaban efímeras, como vaho a través del que se pudiera ver e, incluso, que se pudiera atravesar. Toda aquella masa informe de gente no tenía importancia para el chico pues, a pesar de jamás haberlo llegado a admitir, su memoria seguía obcecada en recordar aquellas dos extensiones verdes que, más allá de sus pequeños iris, parecían llegar hasta ocupar el lugar en un abrazo que, lejos de ser agobiante, se mostraba extrañamente complaciente, algo que, de alguna manera, incomodaba al chico.
El joven varón sueco levantó la mirada nuevamente para comprobar que aquel muchacho seguía en el mismo lugar y que todo no hubiera sido más que una pequeña y fortuita coincidencia, como estaba empezando a desear. Pero no, contrario a aquellos anhelos, él seguía allí, de pie, mirándole y ahora con una casi atrevida sonrisa instalada en su rostro. ¿Cuál era el origen de aquella felicidad cuando el mismo Axel se sentía, en la misma situación, cohibido? El teniente, no haciendo origen a su posición, sintió que todo rastro de voluntad volvía a abandonar su cuerpo, dejándole a merced de aquella turba de gente o, peor aún, de los deseos de aquel joven que, sin tardanza, entreabrió aquellos largos labios para pronunciar apenas una frase y el comienzo de otra. ¿Que él era quién? ¿Acaso se conocían de antes? No, Axel lo dudaba, pues de haber sido así seguramente le recordase. Pero, sin embargo, ¿por qué aquel aroma le había resultado tan familiar? ¿Quizás se pareciese al de otra persona que hubiera conocido antes? No, aquel aroma era peculiar, como si, en parte dejase de ser humano y ya tuviera trazas de esencia animal. “Animal…” repitió Axel en su interior y, automáticamente, una ligera sospecha comenzó a bullir en su interior, haciéndole abrir aún más sus ya sorprendidos ojos.
- Du… - sólo logró a decir, con su capacidad anulada, y usando su lengua natal. No, él no podía ser aquel gato que hubiera encontrado noches atrás, era imposible.
El joven varón sueco levantó la mirada nuevamente para comprobar que aquel muchacho seguía en el mismo lugar y que todo no hubiera sido más que una pequeña y fortuita coincidencia, como estaba empezando a desear. Pero no, contrario a aquellos anhelos, él seguía allí, de pie, mirándole y ahora con una casi atrevida sonrisa instalada en su rostro. ¿Cuál era el origen de aquella felicidad cuando el mismo Axel se sentía, en la misma situación, cohibido? El teniente, no haciendo origen a su posición, sintió que todo rastro de voluntad volvía a abandonar su cuerpo, dejándole a merced de aquella turba de gente o, peor aún, de los deseos de aquel joven que, sin tardanza, entreabrió aquellos largos labios para pronunciar apenas una frase y el comienzo de otra. ¿Que él era quién? ¿Acaso se conocían de antes? No, Axel lo dudaba, pues de haber sido así seguramente le recordase. Pero, sin embargo, ¿por qué aquel aroma le había resultado tan familiar? ¿Quizás se pareciese al de otra persona que hubiera conocido antes? No, aquel aroma era peculiar, como si, en parte dejase de ser humano y ya tuviera trazas de esencia animal. “Animal…” repitió Axel en su interior y, automáticamente, una ligera sospecha comenzó a bullir en su interior, haciéndole abrir aún más sus ya sorprendidos ojos.
- Du… - sólo logró a decir, con su capacidad anulada, y usando su lengua natal. No, él no podía ser aquel gato que hubiera encontrado noches atrás, era imposible.
Axel von Steinberg- Mensajes : 59
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: ACTIVO Camino hacia la perdición (Ulrich Scott - Axel von Steinberg) ACTIVO
Ulrich se mordió el labio con suavidad para que aquella sonrisa no creciera en su rostro e hiciera pensar al chico que se encontraba delante de un idiota. Se adelantó un par de pasos más y, cuando ya se encontraba delante del joven, cambió de dirección para rodearle lentamente, como un felino rodearía a una presa fácil. Más no era su objetivo darle caza, sino observarle con detalle, imprimir en su retina cada forma, cada cambio en su aspecto, cada tono de su pelo. Era tan alto como él, quizás un poco más, y a pesar de que el lobo era completamente negro, el joven tenía un pelo que rozaba suavemente el rubio, tan suave a la vista que Ulrich sintió ganas de acariciarlo.
Estaba casi seguro de que se trataba de aquel lobo negro que había visto en mitad del bosque, pero Ulrich no sabía qué era exactamente lo que evidenciaba ese hecho. Su olor era característico, pero las esencias se mezclan con mucha facilidad, por lo que no habría sido complicado confundirla con otra por obra de su confusa mente. Sin embargo, incluso en medio del caos en que estaba sumido desde hacía varios días, algo, la única parte de su mente que estaba segura de algo de lo que le ocurría, le decía que era él, sin concederle ni un milímetro a las dudas; y aunque él era un chico de opiniones firmes y rápidas, le resultaba algo inquietante esa seguridad inamovible con la que le había reconocido.
-Tú eres el lobo.-Sentenció una vez volvió a situarse frente a él, con voz firme y sin asomo de inseguridad. Pronunció las palabras en voz baja, lo justo para que el joven pudiese oírlas.-En el bosque, hace unas noches. Sé que eres tú.-Siguió, sin dejarle escapatoria para que pudiese negarlo.
Instantes más tarde pensó que podría ser contraproducente esa seguridad avasalladora con la que había hablado, ¿pero acaso podía haber hecho otra cosa cuando había encontrado al ser que le salvó de sí mismo noches atrás? Simplemente no pudo permitirse dejarle marchar y pasar los días pensando qué habría pasado si le hubiese dicho algo más, si le hubiese hecho saber que él era el gato que encontró en el bosque. No lo habría soportado, y probablemente habría vuelto a pasearse por la ciudad a la espera de que ese olor le atrapara de nuevo y pudiese encontrar, del mismo modo que lo había hecho momentos antes, al objeto de su inquietud. Eso le acabó de convencer de que, no, no podía dejarle ir sin saber al menos su nombre.
Estaba casi seguro de que se trataba de aquel lobo negro que había visto en mitad del bosque, pero Ulrich no sabía qué era exactamente lo que evidenciaba ese hecho. Su olor era característico, pero las esencias se mezclan con mucha facilidad, por lo que no habría sido complicado confundirla con otra por obra de su confusa mente. Sin embargo, incluso en medio del caos en que estaba sumido desde hacía varios días, algo, la única parte de su mente que estaba segura de algo de lo que le ocurría, le decía que era él, sin concederle ni un milímetro a las dudas; y aunque él era un chico de opiniones firmes y rápidas, le resultaba algo inquietante esa seguridad inamovible con la que le había reconocido.
-Tú eres el lobo.-Sentenció una vez volvió a situarse frente a él, con voz firme y sin asomo de inseguridad. Pronunció las palabras en voz baja, lo justo para que el joven pudiese oírlas.-En el bosque, hace unas noches. Sé que eres tú.-Siguió, sin dejarle escapatoria para que pudiese negarlo.
Instantes más tarde pensó que podría ser contraproducente esa seguridad avasalladora con la que había hablado, ¿pero acaso podía haber hecho otra cosa cuando había encontrado al ser que le salvó de sí mismo noches atrás? Simplemente no pudo permitirse dejarle marchar y pasar los días pensando qué habría pasado si le hubiese dicho algo más, si le hubiese hecho saber que él era el gato que encontró en el bosque. No lo habría soportado, y probablemente habría vuelto a pasearse por la ciudad a la espera de que ese olor le atrapara de nuevo y pudiese encontrar, del mismo modo que lo había hecho momentos antes, al objeto de su inquietud. Eso le acabó de convencer de que, no, no podía dejarle ir sin saber al menos su nombre.
Ulrich Scott- Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 12/09/2010
Contenido patrocinado
Temas similares
» Ulrich Scott
» Axel von Steinberg
» Agenda de un militar sueco (Axel von Steinberg)
» Arribo al viejo mundo (Ulrich Scott)
» Ulrich Scott
» Axel von Steinberg
» Agenda de un militar sueco (Axel von Steinberg)
» Arribo al viejo mundo (Ulrich Scott)
» Ulrich Scott
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour