AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Del pasado al presente... (Sunshine Denveraux)
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Del pasado al presente... (Sunshine Denveraux)
La ligera brisa corría de calle a calle, las pocas hojas que había en los árboles eran sacudidas por este logrando que algunas cayeran de manera lenta al polvoso suelo. Risas, susurros, lloriqueos por parte de infantes era lo que había a lo largo de todo Paris. Las calles desde temprano se encontraban atestadas de gente de todas las clases sociales incluidos los carruajes u oficiales que tenían a su cargo a más de un corcel acostumbrado a los estruendos del lugar. Sin duda Paris era una ciudad con la que todos en aquella época soñaban visitar para adentrarse a sus calles y poder conocer de todo un poco, cuantas personas de diferentes nacionalidades u oficios podían recorrer las principales calles que a pesar de ser grandes en ciertas horas del día parecían insuficientes para albergar a tantos seres.
No había sido del total agrado de Fedor Lukin, mi mozo, confidente y amigo, que hubiera salido solo a esas calles que yo no conocía, trate de no alejarme demasiado de lo poco que reconocía desde mi llegada. Se puede decir que prácticamente pase mi tarde tomando té y leyendo en uno de los restaurantes con mejor pinta que pude encontrar por el lugar que recorría, me distraía de vez en cuando viendo a las personas caminar y charlar con otras, niños gritando y jugando entre ellos, parejas sosteniendo la mano del otro con interés y sin él. Una ajetreada ciudad con un ritmo de vida completamente diferente a lo que Galati, mi ciudad, ofrecía a los turistas.
Y en un abrir y cerrar de ojos el sol resplandeciente que iluminaba la ciudad y se reflejaba en los ríos y cristales del lugar comenzaba a esconderse, las faroles comenzaban a ser encendidos para empezar a alumbrar las calles y la luna, brillante y redonda empezaba su recorrido hasta lo más alto del cielo, algunas estrellas comenzaban su aparición ante mis ojos a pesar de los edificios de más de dos niveles que tenía frente a mí. Y el frío característico de la época comenzaba a ser estragos en todas las personas a mi alrededor.
Pague la cuenta, tome mi abrigo y el libro que instantes antes había estado leyendo y emprendí mi camino de vuelta a mi provisional morada. Mi abrigo de color negro llegaba por debajo de mis rodillas reconfortándome con el poco calor que me brindaba, tome los guantes que yacían en su bolsillo y los coloque en mis manos; quien iba a pensar que esa noche, en aquellas calles de París nuestro camino se cruzaría nuevamente.
No estaba demasiado lejos de mi destino final, tal vez unos 15 minutos caminando a mi ritmo o incluso menos, iba concentrado en las visitas de negocio que tendría mañana con uno de los hombres más importantes del gremio de exportaciones de aquel País, trataba de recrear las escenas que podrían suceder en mi cabeza cuando de repente, sin esperarlo, mi vista se dirigió a una mujer de cabello oscuro y labios rojos.
Nuestra mirada nunca hizo contacto, sin embargo el presentimiento de conocerla hizo brincar mi corazón. Pare en seco mientras la observaba dirigirse a otra de las concurridas calles que guiaban al centro, y sin más, comencé a seguirla. ¿Dónde había visto ese rostro tan cautivador?, ¿había sido en mi primer visita a París?... por supuesto que no, yo en aquel entonces era un niño y en absoluto podía haberme encontrado con la misma persona exactamente igual que antes…
Entonces…¿en Galati?, a miles y miles de kilómetros de aquí. Fue ahí cuando recordé, era un joven de 18 años bailando y tratándose de divertir en una de las fiestas del pueblo organizada por mi padre tras un regreso exitoso de las embarcaciones al país Turco, una joven bella y enigmática estaba causando revuelo entre los hombres y el pueblo entero desde su llegada, no pertenecía ahí, muchas historias giraban en torno a ella sin que yo creyera alguna. Y sin más, nos encontrábamos bailando y bebiendo, disfrutando de esa noche en la cual solo me quería divertir y ser observado por todos los ahí presentes.
Camine más rápido e incluso corrí para darle alcance y como si ella supiera de mi presencia desde antes paro, su extraña posición me hizo comprender que tal vez pareciera un loco psicópata persiguiéndola. –Disculpe- susurre cuando era poca la distancia que nos separaba, alce mis manos a la altura de mi pecho tratado de emitir un gesto de calma hacia la otra persona – No era mi intención asustarla o algo por el estilo- volví a hablar.
Su rostro se encontraba entre las sombras y me hacia difícil ver su reacción- Desde lo lejos creí a verla conocido señorita, espero no haberme equivocado y a verle hecho pasar un mal rato… soy Frederick Haider.
No había sido del total agrado de Fedor Lukin, mi mozo, confidente y amigo, que hubiera salido solo a esas calles que yo no conocía, trate de no alejarme demasiado de lo poco que reconocía desde mi llegada. Se puede decir que prácticamente pase mi tarde tomando té y leyendo en uno de los restaurantes con mejor pinta que pude encontrar por el lugar que recorría, me distraía de vez en cuando viendo a las personas caminar y charlar con otras, niños gritando y jugando entre ellos, parejas sosteniendo la mano del otro con interés y sin él. Una ajetreada ciudad con un ritmo de vida completamente diferente a lo que Galati, mi ciudad, ofrecía a los turistas.
Y en un abrir y cerrar de ojos el sol resplandeciente que iluminaba la ciudad y se reflejaba en los ríos y cristales del lugar comenzaba a esconderse, las faroles comenzaban a ser encendidos para empezar a alumbrar las calles y la luna, brillante y redonda empezaba su recorrido hasta lo más alto del cielo, algunas estrellas comenzaban su aparición ante mis ojos a pesar de los edificios de más de dos niveles que tenía frente a mí. Y el frío característico de la época comenzaba a ser estragos en todas las personas a mi alrededor.
Pague la cuenta, tome mi abrigo y el libro que instantes antes había estado leyendo y emprendí mi camino de vuelta a mi provisional morada. Mi abrigo de color negro llegaba por debajo de mis rodillas reconfortándome con el poco calor que me brindaba, tome los guantes que yacían en su bolsillo y los coloque en mis manos; quien iba a pensar que esa noche, en aquellas calles de París nuestro camino se cruzaría nuevamente.
No estaba demasiado lejos de mi destino final, tal vez unos 15 minutos caminando a mi ritmo o incluso menos, iba concentrado en las visitas de negocio que tendría mañana con uno de los hombres más importantes del gremio de exportaciones de aquel País, trataba de recrear las escenas que podrían suceder en mi cabeza cuando de repente, sin esperarlo, mi vista se dirigió a una mujer de cabello oscuro y labios rojos.
Nuestra mirada nunca hizo contacto, sin embargo el presentimiento de conocerla hizo brincar mi corazón. Pare en seco mientras la observaba dirigirse a otra de las concurridas calles que guiaban al centro, y sin más, comencé a seguirla. ¿Dónde había visto ese rostro tan cautivador?, ¿había sido en mi primer visita a París?... por supuesto que no, yo en aquel entonces era un niño y en absoluto podía haberme encontrado con la misma persona exactamente igual que antes…
Entonces…¿en Galati?, a miles y miles de kilómetros de aquí. Fue ahí cuando recordé, era un joven de 18 años bailando y tratándose de divertir en una de las fiestas del pueblo organizada por mi padre tras un regreso exitoso de las embarcaciones al país Turco, una joven bella y enigmática estaba causando revuelo entre los hombres y el pueblo entero desde su llegada, no pertenecía ahí, muchas historias giraban en torno a ella sin que yo creyera alguna. Y sin más, nos encontrábamos bailando y bebiendo, disfrutando de esa noche en la cual solo me quería divertir y ser observado por todos los ahí presentes.
Camine más rápido e incluso corrí para darle alcance y como si ella supiera de mi presencia desde antes paro, su extraña posición me hizo comprender que tal vez pareciera un loco psicópata persiguiéndola. –Disculpe- susurre cuando era poca la distancia que nos separaba, alce mis manos a la altura de mi pecho tratado de emitir un gesto de calma hacia la otra persona – No era mi intención asustarla o algo por el estilo- volví a hablar.
Su rostro se encontraba entre las sombras y me hacia difícil ver su reacción- Desde lo lejos creí a verla conocido señorita, espero no haberme equivocado y a verle hecho pasar un mal rato… soy Frederick Haider.
Frederick Haider- Realeza Rumana
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 28/08/2016
Localización : París, Francia
Re: Del pasado al presente... (Sunshine Denveraux)
La noche caía de nuevo sobre la ciudad de París, la primavera había hecho su entrada hacía unas semanas y eso había animado a la gente que salir más de noche. Aunque el tiempo no era algo muy cálido todavía, algo que a mí no me preocupaba en lo más absoluto porque jamás podría llegar a constiparme, o portar alguna enfermedad. Pero debíamos de actuar como humanos normales y corrientes, aunque yo no pasara frío debía de llevar la ropa adecuada en aquella época o llamaría demasiado la atención, y los inquisidores estaban a la orden del día últimamente… mucho más los cazadores.
Salí a la calle en cuanto el sol se hubo puesto por el horizonte, ahora las horas del sol duraban algo más y era menos tiempo en el que podíamos estar por la calle de forma tranquila, aprovechando las horas de oscuridad que nos conferían. ¿Qué me depararía aquella noche? No lo podría llegar a saber nunca, cada noche era una nueva experiencia de vida y algo nuevo que poder hacer en las horas que teníamos. Cada vez que se acercaba el verano lo odiaba un poco más, tardaba más en hacerse de noche y eso nos daba menos tiempo para andar con tranquilidad… era el invierno cuando más me gustaba. Y era algo irónico, porque todos los inmortales que había conocido lo único que querían era una cosa: calor.
Añorábamos el calor del sol como no habíamos añorado nada en nuestra vida, algo tan básico y tan cotidiano que apenas reparabas en ello era lo que más echábamos de menos. ¿Cómo era una apuesta de sol? Ya ni siquiera podía evocarlo en mí memoria, hacía más de ocho siglos que había visto por última vez ponerse el sol en el horizonte y aquella vez nunca llegué a pensar que sería la última que vería en mí vida… claro, a no ser que quisiera convertirme en polvo y ceniza, algo que para lo que todavía no estaba en mí lista. Suspiré tras observarme al espejo, el pelo negro como la noche caía ondulado como una cascada por mí espalda, el vestido que llevaba resaltaba con mí tono pálido de piel y aunque no lo necesitara cogí un abrigo, marrón oscuro, antes de salir a la calle. Necesitaba alimentarme.
Conseguir que un humano te cediera su sangre era algo bastante fácil, más cuando tenías el poder indicado para ello pero… yo sin embargo prefería conseguirlo por mis propios medios. Todo humano quedaba prendado de un vampiro, esa belleza mortecina que nos acompañaba y que nos distinguía de los humanos era como un canto de sirenas, algo que los atraía como la miel a las abejas, y no podían evitarlo. Cuando se querían dar cuenta de en dónde se habían metido realmente… era demasiado tarde. Seguramente ya tendrían los colmillos clavados en alguna parte de su cuerpo y la sangre comenzaría a abandonar este. Siempre habían dicho que la mordida de un vampiro era casi un orgasmo para los humanos; dolorosa pero también obtenían placer en ello… ¿y qué mejor que morir bajo una muerte placentera? Sin duda la muerte más dulce de todas.
Tras algo más de casi una hora andando por las calles de París conseguí una víctima que no fue para nada difícil, el pobre hombre había caído presa de la belleza que desprendíamos y no había pensado en nada más… tener el poder de leer la mente de las personas era otra de las cosas que ayudaban a cazar y no levantar sospechas, ¿quién iba a pensar que una joven pudiera estar, en secreto, hincarle el diente a un joven pretendiente? Nadie, porque debíamos de ser tan sutiles que no pudieran saber nuestras verdaderas intenciones. El joven acabó tras uno de los callejones pensando que su noche iba en aumento y pensando que podría hacer mucho más que solo besarme… pobre iluso, cuando menos se lo esperaba su espalda chocó contra la pared y mis colmillos fue lo último que vio antes de que le moridera.
Una vez que había consumido hasta la última gota de sangre de aquel hombre, sin testigo alguno, su cuerpo quedó en el suelo de aquel callejón cayendo por su propio peso… quien lo encontrara tardaría en hacerlo y yo ya estaría muy lejos de allí. Lamí mis labios limpiando un poco de sangre que había quedado en ellos y salí del callejón con una sonrisa. Sentía el calor recorriendo mis venas tras haber bebido de él, la sangre joven producía ese tipo de efecto y casi podía sentir que mis mejillas habían tomado un poco de color.
Me colé entre la gente que había por la calle en aquel momento y seguí en dirección al centro de París, con la sangre de aquel joven sería suficiente hasta dentro de unas horas, antes de tener que volver a encerrarme hasta la noche cayera de nuevo. Algunas miradas se posaban en mí pero no le di ningún tipo de importancia y seguí mí camino, hasta que me di cuenta de que alguien me miraba más de lo normal pero no me giré en ningún momento sino que continué andando. Pronto me di cuenta por sus pensamientos que intentaba averiguar de qué me había conocido, y antes de que me diera alcance me paré y giré mí cuerpo para quedar de cara a él.
Observé su rostro estando el mío algo más en la penumbra y lo recorrí por entero intentando ver de qué podía conocerme aquel joven. Había conocido a muchísima gente de mis viajes alrededor del mundo, y apenas llevaba un tiempo en París ya que había vuelto desde hacía mucho tiempo. Era joven, quizás tuviera apenas los veinticinco años, de tez algo morena, ojos penetrantes y labios sensuales. Supe por sus pensamientos que él creía conocerme, y me mordí un labio al evocar de dónde lo había conocido. Sonreí tras sus palabras al ver que intentaba que no me asustara y, cuando terminó, salí de la penumbra que ocultaba mí rostro dando un par de pasos, segura, hacia él.
-Me alegra volver a veros, Frederick –le sonreí quedando a un par de pasos de distancia y volví a morderme el labio ocultando en todo momento mis colmillos- Os recuerdo, nos conocimos hace algunos años cuando viajaba por el mundo… ¿Galati, no es así? –Reí entre dientes y volví a mirarlo de nuevo, su sangre era tan atrayente que evité moverme más cerca de él- Seguís igual de apuesto que entonces, ¿qué hacéis en París? Oh, disculpad mí osadía… Soy Sunshine Denveraux, encantada de veros de nuevo –mis ojos se fijaron en los suyos.
Salí a la calle en cuanto el sol se hubo puesto por el horizonte, ahora las horas del sol duraban algo más y era menos tiempo en el que podíamos estar por la calle de forma tranquila, aprovechando las horas de oscuridad que nos conferían. ¿Qué me depararía aquella noche? No lo podría llegar a saber nunca, cada noche era una nueva experiencia de vida y algo nuevo que poder hacer en las horas que teníamos. Cada vez que se acercaba el verano lo odiaba un poco más, tardaba más en hacerse de noche y eso nos daba menos tiempo para andar con tranquilidad… era el invierno cuando más me gustaba. Y era algo irónico, porque todos los inmortales que había conocido lo único que querían era una cosa: calor.
Añorábamos el calor del sol como no habíamos añorado nada en nuestra vida, algo tan básico y tan cotidiano que apenas reparabas en ello era lo que más echábamos de menos. ¿Cómo era una apuesta de sol? Ya ni siquiera podía evocarlo en mí memoria, hacía más de ocho siglos que había visto por última vez ponerse el sol en el horizonte y aquella vez nunca llegué a pensar que sería la última que vería en mí vida… claro, a no ser que quisiera convertirme en polvo y ceniza, algo que para lo que todavía no estaba en mí lista. Suspiré tras observarme al espejo, el pelo negro como la noche caía ondulado como una cascada por mí espalda, el vestido que llevaba resaltaba con mí tono pálido de piel y aunque no lo necesitara cogí un abrigo, marrón oscuro, antes de salir a la calle. Necesitaba alimentarme.
Conseguir que un humano te cediera su sangre era algo bastante fácil, más cuando tenías el poder indicado para ello pero… yo sin embargo prefería conseguirlo por mis propios medios. Todo humano quedaba prendado de un vampiro, esa belleza mortecina que nos acompañaba y que nos distinguía de los humanos era como un canto de sirenas, algo que los atraía como la miel a las abejas, y no podían evitarlo. Cuando se querían dar cuenta de en dónde se habían metido realmente… era demasiado tarde. Seguramente ya tendrían los colmillos clavados en alguna parte de su cuerpo y la sangre comenzaría a abandonar este. Siempre habían dicho que la mordida de un vampiro era casi un orgasmo para los humanos; dolorosa pero también obtenían placer en ello… ¿y qué mejor que morir bajo una muerte placentera? Sin duda la muerte más dulce de todas.
Tras algo más de casi una hora andando por las calles de París conseguí una víctima que no fue para nada difícil, el pobre hombre había caído presa de la belleza que desprendíamos y no había pensado en nada más… tener el poder de leer la mente de las personas era otra de las cosas que ayudaban a cazar y no levantar sospechas, ¿quién iba a pensar que una joven pudiera estar, en secreto, hincarle el diente a un joven pretendiente? Nadie, porque debíamos de ser tan sutiles que no pudieran saber nuestras verdaderas intenciones. El joven acabó tras uno de los callejones pensando que su noche iba en aumento y pensando que podría hacer mucho más que solo besarme… pobre iluso, cuando menos se lo esperaba su espalda chocó contra la pared y mis colmillos fue lo último que vio antes de que le moridera.
Una vez que había consumido hasta la última gota de sangre de aquel hombre, sin testigo alguno, su cuerpo quedó en el suelo de aquel callejón cayendo por su propio peso… quien lo encontrara tardaría en hacerlo y yo ya estaría muy lejos de allí. Lamí mis labios limpiando un poco de sangre que había quedado en ellos y salí del callejón con una sonrisa. Sentía el calor recorriendo mis venas tras haber bebido de él, la sangre joven producía ese tipo de efecto y casi podía sentir que mis mejillas habían tomado un poco de color.
Me colé entre la gente que había por la calle en aquel momento y seguí en dirección al centro de París, con la sangre de aquel joven sería suficiente hasta dentro de unas horas, antes de tener que volver a encerrarme hasta la noche cayera de nuevo. Algunas miradas se posaban en mí pero no le di ningún tipo de importancia y seguí mí camino, hasta que me di cuenta de que alguien me miraba más de lo normal pero no me giré en ningún momento sino que continué andando. Pronto me di cuenta por sus pensamientos que intentaba averiguar de qué me había conocido, y antes de que me diera alcance me paré y giré mí cuerpo para quedar de cara a él.
Observé su rostro estando el mío algo más en la penumbra y lo recorrí por entero intentando ver de qué podía conocerme aquel joven. Había conocido a muchísima gente de mis viajes alrededor del mundo, y apenas llevaba un tiempo en París ya que había vuelto desde hacía mucho tiempo. Era joven, quizás tuviera apenas los veinticinco años, de tez algo morena, ojos penetrantes y labios sensuales. Supe por sus pensamientos que él creía conocerme, y me mordí un labio al evocar de dónde lo había conocido. Sonreí tras sus palabras al ver que intentaba que no me asustara y, cuando terminó, salí de la penumbra que ocultaba mí rostro dando un par de pasos, segura, hacia él.
-Me alegra volver a veros, Frederick –le sonreí quedando a un par de pasos de distancia y volví a morderme el labio ocultando en todo momento mis colmillos- Os recuerdo, nos conocimos hace algunos años cuando viajaba por el mundo… ¿Galati, no es así? –Reí entre dientes y volví a mirarlo de nuevo, su sangre era tan atrayente que evité moverme más cerca de él- Seguís igual de apuesto que entonces, ¿qué hacéis en París? Oh, disculpad mí osadía… Soy Sunshine Denveraux, encantada de veros de nuevo –mis ojos se fijaron en los suyos.
Tabitha Denveraux- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 374
Fecha de inscripción : 18/10/2015
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Del pasado al presente... (Sunshine Denveraux)
La penumbra era la culpable de que no viera su rostro con cierta exactitud, sonreí sin saber a ciencia cierta por qué lo hacía, tal vez eran esos recuerdos que parecían tan cercanos ahora que nos habíamos encontrado. Mi acompañante no había pronunciado palabra alguna, podía sentir que su mirada estaba posada en mí, pelando capa por capa hasta llegar a lo más profundo de mis pensamientos; ¿por qué me sentí a así?, ni siquiera podía ver su rostro o su mirada para poder comprenderlo, aunque a pesar de la oscuridad que nos rodeaba no era ciego como para no notar como las finas telas que llevaba encima se ceñían con delicadeza y perfección a su fino cuerpo.
Segundos que parecían largos minutos fueron los que pasaron entre nosotros dos, tan solo un par de pasos bastaron para que la poca luz de la calle donde nos encontrábamos me dejaran ver la delicadez de su rostro, su cabello largo y negro caía con armonía por sus costados, una piel pálida pero a simple vista suave y aterciopelada hacían un agradable contraste con sus carnosos y rojos labios. Aquella mirada trate de descifrarla, recordando que no era la primera vez que caía por completo entre esa oscuridad, algún reflejo o destello estaban adornado en ese instante sus ojos que me miraban fijamente sin hacer gala de esas largas y negras pestañas que hacían juego con el mismo maquillaje que llevaba.
Decir que en ese instante en que ella me sonrió yo apenas lo hice seria decir una completa blasfemia, la verdad era que desde que había pronunciado las primeras palabras para presentarme, no había dejado que aquella entre traviesa y temerosa sonrisa abandonara mis labios. Y ahí seguía yo, escuchándola dirigirme la palabra después de tanto tiempo en el que no creí volver a verla nuevamente; ¿qué otras sorpresas tendría París para mí?, esperaba que fueran tan agradables como la que estaba viviendo en ese instante.
-Recuerdo perfectamente su nombre señorita Denvaraux- susurre al instante después de que ella se presentara – no creo que sea el primer hombre que le dice esto, pero es una mujer que difícilmente se pueda olvidar, además los años no han pasado por usted, incluso, tal vez sea por la luna o por nuestro encuentro tan repentino pero la encuentro más bella que en el pasado.
Esperaba no ofenderla con tal comentario, era extraño para mí decir ese tipo de cosas que muchos pasarían como falta de respeto hacia un mujer que bien podía decir que era una extraña ante mis ojos; sin embargo, si bien recordaba, en el pasado su sola presencia me había hecho decirle cosas similares mientras nos divertíamos en Galati. En aquel entonces se lo atribuí al aire de extranjera que emanaba, a aquel andar seguro y confiado con el que solía ir de un lugar a otra cada noche en aquella pequeña ciudad en la que todos los días fue novedad hasta su partida.
Eran pequeños recuerdos los que cruzaban por mi cabeza y cada uno de ellos me daba la certeza de que la mujer que tenía enfrente de mí por más extraño que parezca, no había cambiado en nada. Si bien recordaba, era algunos años mayor a mí y debería rondar cerca de los treinta pero pareciera que se aferraba con fervor a su juventud – Disculpe, estoy siendo completamente descortés, ¿no es cierto?- moví ligeramente mi cabeza en forma negativa mientras mis manos se movían con cierto ademan en ellas – Tal vez la esté entreteniendo demasiado y usted tenga planes, si le soy sincero cuando me percaté de que la estaba siguiendo ya era demasiado tarde, ya me encontraba parado justo aquí rogando que no me hubiera equivocado de persona.
Apreté mis labios para tratar de limitar mi risa y mi sonrisa, era poca la distancia que nos separaba, tan solo estábamos a unos cortos pasos del otro y por tonto que pareciera, su aroma, la fragancia que brotaba de esa hermosa mujer, la cual en diferentes ocasiones jugaba con sus labios y su cabello, me resultaba atrayente. Pase una mano por mi cabello con cierta duda de preguntarle o no, ¿acaso me estaba volviendo un acosador?, o era ese sentimiento de deseo mezclado con atracción que desde hace tiempo pasaba inadvertido por mí.
-Esta oscureciendo,y puede que mi pregunta logre incomodarla tras el hecho de que han pasado años sin que sepamos del otro -le comencé nuevamente a decir mientras nos mirábamos fijamente sin apartar la vista del otro- no es muy usual este comportamiento en mí, pero temo de que si no le pregunto me arrepienta posteriormente, así que... ¿le apatecería ir a platicar a otro lado? una cena, un café o un trago si así lo desea - le pregunté con la esperanza puesta de que aceptara tal ofrecimiento.- Apenas tiene un par de días que llegue a París después de muchos años de no poner un pie en estas tierras y sería agradable que alguien me guiara y me mostrara la mejor forma de pasar el tiempo en esta ciudad.
Una mirada enigmática y un ladeo de su cabeza fue la primer respuesta que obtuve mientras esperaba a que hablara nuevamente, la luna resplandeciente era la que iluminaba aquella calle dejando cierta oscuridad en las sombras que producían los edificios aledaños a nosotros. Algo de bullicio de las personas que aun se encontraban por las calles se podía escuchar pero claramente este iba en descenso conforme los minutos pasaban, las luces en el interior de los inmuebles comenzaban a hacer su aparición por las ventanas que daban al exterior y la brisa que me había acompañado desde mi salida de aquel local de comida seguía jugando con mi cabello y las hojas del piso. Pero hubo unos instantes en que el silencio nos acompaño por completo.
Segundos que parecían largos minutos fueron los que pasaron entre nosotros dos, tan solo un par de pasos bastaron para que la poca luz de la calle donde nos encontrábamos me dejaran ver la delicadez de su rostro, su cabello largo y negro caía con armonía por sus costados, una piel pálida pero a simple vista suave y aterciopelada hacían un agradable contraste con sus carnosos y rojos labios. Aquella mirada trate de descifrarla, recordando que no era la primera vez que caía por completo entre esa oscuridad, algún reflejo o destello estaban adornado en ese instante sus ojos que me miraban fijamente sin hacer gala de esas largas y negras pestañas que hacían juego con el mismo maquillaje que llevaba.
Decir que en ese instante en que ella me sonrió yo apenas lo hice seria decir una completa blasfemia, la verdad era que desde que había pronunciado las primeras palabras para presentarme, no había dejado que aquella entre traviesa y temerosa sonrisa abandonara mis labios. Y ahí seguía yo, escuchándola dirigirme la palabra después de tanto tiempo en el que no creí volver a verla nuevamente; ¿qué otras sorpresas tendría París para mí?, esperaba que fueran tan agradables como la que estaba viviendo en ese instante.
-Recuerdo perfectamente su nombre señorita Denvaraux- susurre al instante después de que ella se presentara – no creo que sea el primer hombre que le dice esto, pero es una mujer que difícilmente se pueda olvidar, además los años no han pasado por usted, incluso, tal vez sea por la luna o por nuestro encuentro tan repentino pero la encuentro más bella que en el pasado.
Esperaba no ofenderla con tal comentario, era extraño para mí decir ese tipo de cosas que muchos pasarían como falta de respeto hacia un mujer que bien podía decir que era una extraña ante mis ojos; sin embargo, si bien recordaba, en el pasado su sola presencia me había hecho decirle cosas similares mientras nos divertíamos en Galati. En aquel entonces se lo atribuí al aire de extranjera que emanaba, a aquel andar seguro y confiado con el que solía ir de un lugar a otra cada noche en aquella pequeña ciudad en la que todos los días fue novedad hasta su partida.
Eran pequeños recuerdos los que cruzaban por mi cabeza y cada uno de ellos me daba la certeza de que la mujer que tenía enfrente de mí por más extraño que parezca, no había cambiado en nada. Si bien recordaba, era algunos años mayor a mí y debería rondar cerca de los treinta pero pareciera que se aferraba con fervor a su juventud – Disculpe, estoy siendo completamente descortés, ¿no es cierto?- moví ligeramente mi cabeza en forma negativa mientras mis manos se movían con cierto ademan en ellas – Tal vez la esté entreteniendo demasiado y usted tenga planes, si le soy sincero cuando me percaté de que la estaba siguiendo ya era demasiado tarde, ya me encontraba parado justo aquí rogando que no me hubiera equivocado de persona.
Apreté mis labios para tratar de limitar mi risa y mi sonrisa, era poca la distancia que nos separaba, tan solo estábamos a unos cortos pasos del otro y por tonto que pareciera, su aroma, la fragancia que brotaba de esa hermosa mujer, la cual en diferentes ocasiones jugaba con sus labios y su cabello, me resultaba atrayente. Pase una mano por mi cabello con cierta duda de preguntarle o no, ¿acaso me estaba volviendo un acosador?, o era ese sentimiento de deseo mezclado con atracción que desde hace tiempo pasaba inadvertido por mí.
-Esta oscureciendo,y puede que mi pregunta logre incomodarla tras el hecho de que han pasado años sin que sepamos del otro -le comencé nuevamente a decir mientras nos mirábamos fijamente sin apartar la vista del otro- no es muy usual este comportamiento en mí, pero temo de que si no le pregunto me arrepienta posteriormente, así que... ¿le apatecería ir a platicar a otro lado? una cena, un café o un trago si así lo desea - le pregunté con la esperanza puesta de que aceptara tal ofrecimiento.- Apenas tiene un par de días que llegue a París después de muchos años de no poner un pie en estas tierras y sería agradable que alguien me guiara y me mostrara la mejor forma de pasar el tiempo en esta ciudad.
Una mirada enigmática y un ladeo de su cabeza fue la primer respuesta que obtuve mientras esperaba a que hablara nuevamente, la luna resplandeciente era la que iluminaba aquella calle dejando cierta oscuridad en las sombras que producían los edificios aledaños a nosotros. Algo de bullicio de las personas que aun se encontraban por las calles se podía escuchar pero claramente este iba en descenso conforme los minutos pasaban, las luces en el interior de los inmuebles comenzaban a hacer su aparición por las ventanas que daban al exterior y la brisa que me había acompañado desde mi salida de aquel local de comida seguía jugando con mi cabello y las hojas del piso. Pero hubo unos instantes en que el silencio nos acompaño por completo.
Frederick Haider- Realeza Rumana
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 28/08/2016
Localización : París, Francia
Re: Del pasado al presente... (Sunshine Denveraux)
Todavía seguía oculta entre las sombras como el ser oscuro de la noche que era, mí mirada estaba fija en él en todo momento y mientras en su mente aquellas imágenes se sucedían yo las veía al mismo tiempo. No sólo no me recordaba, sino que recordaba también el impacto que había causado en aquella pequeña ciudad. No había sido mí intención llamar tanto la atención cuando llegué, no era lo que andaba buscando, pero sin quererlo me vi en el centro hasta el último día en que me fui. Recordaba perfectamente aquellas noches que había pasado junto a él, como ser inmortal que no tiene la misma medida del tiempo que un humano, intentaba aprovechar los instantes que pasaba junto a todo humano que me encontraba en mí camino y que me había llamado la atención. Con él no fue distinto.
Recordaba como si hubiera sido ayer las noches que pasamos en Galati, divirtiéndonos por la noche sin saber realmente quién era él… había oído hablar de la familia de la realeza pero jamás llegué a pensar que él, precisamente él entre todos, fuera su hijo. Fue la última noche de mi estancia en aquella ciudad cuando me enteré de todo, y me alegré en cierta medida de no haber cedido a mis impulsos que, estando junto a él, me sucedían y me sobrepasaban sin que pudiera evitarlo.
En parte por eso mismo me fui de aquella ciudad, había pensado quedarme algunas noches más y disfrutar del lugar. Me había gustado aquella ciudad y lo tranquila que se veía, apenas había algún que otro ser sobrenatural pero nada comparado con los demás sitios. Él, sin duda alguna, fue el mayor descubrimiento de aquella ciudad. Su alegría, su sonrisa, sus sentimientos tan fuertes que no hacía falta hondear en él para saber cómo era, la forma en la que me trataba, lo bien que me sentía estando a su lado, sus ojos y la forma en que tenía de mirar con ellos… por eso pasaba la mayor parte del tiempo que siendo vampira me permitía con él. Pero descubrí algo más que hacía siglos que no me había pasado.
Me di cuenta de que esa fascinación que sentía por él y que había descubierto aquellas noches, despertaba algo mucho más oscuro en mí que había sentido solamente dos veces en mí larga vida… y no había acabado bien. La sangre me llamaba demasiado, su sangre era para mí como un canto de sirenas que me invitaba de forma casi inevitable e irresistible a beber de él, a hincar el diente en su carne y dejar que la sangre inundara mí boca y recorriera mí ser llenándome de vida. No importaba cuánto me alimentara antes de verlo, las vidas que sesgara para intentar aplacar aquella sed que sentía por él… me seguía atrayendo como una polilla a las llamas. Fue aquello lo que me impulsó a irme, lo que me hizo abandonar aquel lugar antes de que cometiera algo que quizás pudiera arrepentir y arrastrar más adelante.
Tan sólo era un simple humano más que había conocido en mis largos siglos de vida, un humano que no era como el resto por mucho que intentara negarme de lo contrario. Su mirada tenía un deje diferente, sus pensamientos no rondaban en una dirección cuando me veía… disfrutaba realmente de mí compañía y yo lo hacía de la suya sin buscar ni mirar nada más. Podría decirse que era el único humano que podía presumir, sin saberlo siquiera, de que siguiera con vida… otro ya hubiera estado muerto hacía tiempo.
Sonreí todavía amparada bajo la oscuridad del callejón y decidí avanzar un par de pasos hacía él tras sus primeras palabras. Cierto era que no era el primer hombre, ni quizás el último que me decía algo similar a aquello… mas cabía decir que, de sus labios, sonaba mucho mejor. Terminé por reírme mirándolo de arriba abajo dejando un espacio entre ambos, no dejando que su esencia y su fragancia me envolvieran del todo… podía desde donde estaba sentir el latir de su corazón bombear con fuerza, su respiración entre el bullicio de las calles ajenas a donde estábamos… y se me antojaba casi como un exquisito manjar el olor que manaba de su piel.
-Debo de admitir que mi familia siempre ha tenido buenos genes, creo que yo también los heredé –reí entre dientes dándole, de alguna forma, una explicación sin que él lo hubiera pedido de por qué me mantenía igual que en sus recuerdos. No podía decirle que era una vampira y que estaría así hasta que llegara mí fin, lo más lógico es que una dama quisiera aparentar de alguna forma estar joven… no era del todo un disparate- Por el contrario, tú sigues siendo igual de galán y apuesto –mis ojos se posaron entonces en sus labios y mordí los míos para luego subir a mirarlo a los ojos- No estás siendo descortés y, en verdad, andaba sin rumbo fijo por la ciudad –hice una leve pausa en la que me atreví a dar otro paso hacia él, condenándome sin saberlo aún más- Puedes tutearme, prefiero oír de tus labios mí nombre –le sonreí sin mostrar los colmillos para no asustarle- Me alegra que me hayas visto y que no te hayas equivocado… ha pasado mucho tiempo, seguro que tenemos muchas cosas que contarnos. ¿Llevas mucho en París? –pregunté sabiendo que yo misma me estaba condenando con aquello, si hacía años no había podido aguantar ¿qué me aseguraba hacerlo ahora?
Sus ojos estaban puestos en los míos y me miraba de una forma en la que me recordó a una de las noches que pasamos en Galati, su piel resplandecía con la luz de la luna que se filtraba por el callejón y en sus labios portaba una sonrisa de la cual mí vista se posó durante varios segundos. Sonreí finalmente tras sus palabras y reí divertida por aquello y por su pregunta. ¿Pensaba que iba a negarme? Por el contrario, él era el que mayor riesgo corría estando conmigo… pero no iba a pasarle absolutamente nada. París era mí ciudad natal, y aunque mí manera de divertirme era una muy distante a la suya había aprendido varios trucos de ver a los humanos por las noches.
-No me incomodas, Frederick, ni lo hacías antes ni lo haces ahora. Oh, ¿soy yo la causante de este comportamiento tuyo? –Pregunté de forma jocosa terminando por reírme entre dientes, como si aquello me diera un aire de inocencia que no poseía para nada, y negué con mí cabeza- Seré la mejor guía que puedas encontrar en París, es mí ciudad natal y sé un par de sitios donde podemos ponernos al día y… ¿quién sabe? –Me encogí de hombros- La noche es joven y no ha hecho más que empezar –finalmente terminé por cogerme de su brazo antes de que él lo ofreciera y comencé a andar saliendo de aquel callejón para volver a las bulliciosas calles de la ciudad, con la gente a nuestro alrededor. Ahora que lo tenía más de cerca más eran las ganas que sentía por él, pero me supe controlar, y mis ojos se fijaron más en su rostro al tenerlo tan cerca. Ahora era más apuesto si cabía que hacía unos años cuando lo conocí en Galati- Dime, ¿qué te apetece? -pregunté casi, en un susurro en su oreja pero me separé finalmente- ¿Has cenado? ¿Quieres dar un paseo? ¿Un helado quizá? Te llevaré a los mejores sitios de la ciudad –reí de forma risueña, como siempre cuando estaba a su lado, y di un leve apretón en su brazo… sintiéndome como, si nunca, hubiera salido de aquella ciudad.
Recordaba como si hubiera sido ayer las noches que pasamos en Galati, divirtiéndonos por la noche sin saber realmente quién era él… había oído hablar de la familia de la realeza pero jamás llegué a pensar que él, precisamente él entre todos, fuera su hijo. Fue la última noche de mi estancia en aquella ciudad cuando me enteré de todo, y me alegré en cierta medida de no haber cedido a mis impulsos que, estando junto a él, me sucedían y me sobrepasaban sin que pudiera evitarlo.
En parte por eso mismo me fui de aquella ciudad, había pensado quedarme algunas noches más y disfrutar del lugar. Me había gustado aquella ciudad y lo tranquila que se veía, apenas había algún que otro ser sobrenatural pero nada comparado con los demás sitios. Él, sin duda alguna, fue el mayor descubrimiento de aquella ciudad. Su alegría, su sonrisa, sus sentimientos tan fuertes que no hacía falta hondear en él para saber cómo era, la forma en la que me trataba, lo bien que me sentía estando a su lado, sus ojos y la forma en que tenía de mirar con ellos… por eso pasaba la mayor parte del tiempo que siendo vampira me permitía con él. Pero descubrí algo más que hacía siglos que no me había pasado.
Me di cuenta de que esa fascinación que sentía por él y que había descubierto aquellas noches, despertaba algo mucho más oscuro en mí que había sentido solamente dos veces en mí larga vida… y no había acabado bien. La sangre me llamaba demasiado, su sangre era para mí como un canto de sirenas que me invitaba de forma casi inevitable e irresistible a beber de él, a hincar el diente en su carne y dejar que la sangre inundara mí boca y recorriera mí ser llenándome de vida. No importaba cuánto me alimentara antes de verlo, las vidas que sesgara para intentar aplacar aquella sed que sentía por él… me seguía atrayendo como una polilla a las llamas. Fue aquello lo que me impulsó a irme, lo que me hizo abandonar aquel lugar antes de que cometiera algo que quizás pudiera arrepentir y arrastrar más adelante.
Tan sólo era un simple humano más que había conocido en mis largos siglos de vida, un humano que no era como el resto por mucho que intentara negarme de lo contrario. Su mirada tenía un deje diferente, sus pensamientos no rondaban en una dirección cuando me veía… disfrutaba realmente de mí compañía y yo lo hacía de la suya sin buscar ni mirar nada más. Podría decirse que era el único humano que podía presumir, sin saberlo siquiera, de que siguiera con vida… otro ya hubiera estado muerto hacía tiempo.
Sonreí todavía amparada bajo la oscuridad del callejón y decidí avanzar un par de pasos hacía él tras sus primeras palabras. Cierto era que no era el primer hombre, ni quizás el último que me decía algo similar a aquello… mas cabía decir que, de sus labios, sonaba mucho mejor. Terminé por reírme mirándolo de arriba abajo dejando un espacio entre ambos, no dejando que su esencia y su fragancia me envolvieran del todo… podía desde donde estaba sentir el latir de su corazón bombear con fuerza, su respiración entre el bullicio de las calles ajenas a donde estábamos… y se me antojaba casi como un exquisito manjar el olor que manaba de su piel.
-Debo de admitir que mi familia siempre ha tenido buenos genes, creo que yo también los heredé –reí entre dientes dándole, de alguna forma, una explicación sin que él lo hubiera pedido de por qué me mantenía igual que en sus recuerdos. No podía decirle que era una vampira y que estaría así hasta que llegara mí fin, lo más lógico es que una dama quisiera aparentar de alguna forma estar joven… no era del todo un disparate- Por el contrario, tú sigues siendo igual de galán y apuesto –mis ojos se posaron entonces en sus labios y mordí los míos para luego subir a mirarlo a los ojos- No estás siendo descortés y, en verdad, andaba sin rumbo fijo por la ciudad –hice una leve pausa en la que me atreví a dar otro paso hacia él, condenándome sin saberlo aún más- Puedes tutearme, prefiero oír de tus labios mí nombre –le sonreí sin mostrar los colmillos para no asustarle- Me alegra que me hayas visto y que no te hayas equivocado… ha pasado mucho tiempo, seguro que tenemos muchas cosas que contarnos. ¿Llevas mucho en París? –pregunté sabiendo que yo misma me estaba condenando con aquello, si hacía años no había podido aguantar ¿qué me aseguraba hacerlo ahora?
Sus ojos estaban puestos en los míos y me miraba de una forma en la que me recordó a una de las noches que pasamos en Galati, su piel resplandecía con la luz de la luna que se filtraba por el callejón y en sus labios portaba una sonrisa de la cual mí vista se posó durante varios segundos. Sonreí finalmente tras sus palabras y reí divertida por aquello y por su pregunta. ¿Pensaba que iba a negarme? Por el contrario, él era el que mayor riesgo corría estando conmigo… pero no iba a pasarle absolutamente nada. París era mí ciudad natal, y aunque mí manera de divertirme era una muy distante a la suya había aprendido varios trucos de ver a los humanos por las noches.
-No me incomodas, Frederick, ni lo hacías antes ni lo haces ahora. Oh, ¿soy yo la causante de este comportamiento tuyo? –Pregunté de forma jocosa terminando por reírme entre dientes, como si aquello me diera un aire de inocencia que no poseía para nada, y negué con mí cabeza- Seré la mejor guía que puedas encontrar en París, es mí ciudad natal y sé un par de sitios donde podemos ponernos al día y… ¿quién sabe? –Me encogí de hombros- La noche es joven y no ha hecho más que empezar –finalmente terminé por cogerme de su brazo antes de que él lo ofreciera y comencé a andar saliendo de aquel callejón para volver a las bulliciosas calles de la ciudad, con la gente a nuestro alrededor. Ahora que lo tenía más de cerca más eran las ganas que sentía por él, pero me supe controlar, y mis ojos se fijaron más en su rostro al tenerlo tan cerca. Ahora era más apuesto si cabía que hacía unos años cuando lo conocí en Galati- Dime, ¿qué te apetece? -pregunté casi, en un susurro en su oreja pero me separé finalmente- ¿Has cenado? ¿Quieres dar un paseo? ¿Un helado quizá? Te llevaré a los mejores sitios de la ciudad –reí de forma risueña, como siempre cuando estaba a su lado, y di un leve apretón en su brazo… sintiéndome como, si nunca, hubiera salido de aquella ciudad.
Tabitha Denveraux- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/10/2015
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
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Datos de interés:
Re: Del pasado al presente... (Sunshine Denveraux)
La noche seguía transcurriendo para las personas que pasaban a nuestro lado, el frío, la brisa, todo aquello no se detenía mientras yo simplemente me dedicaba a contemplarla, a sonreírle como desde hace mucho no lo hacía. Mi cabeza se había alejado del presente, los recuerdos en Galati comenzaban a aparecer uno tras otro sin que yo quisiera deshacerme de ellos; aquella risa, esa voz tan angelical junto esos labios rojos que desde siempre habían llamado mi atención seguían siendo los mismos. Aún podía recordar ese aroma tan suyo, esa fragancia que desde un principio me había atraído desde nuestro primer encuentro en mi natal ciudad.
Reí para mis adentros al recordar a mi yo de tan solo dieciocho años entusiasmado por la misteriosa mujer que a los pocos días de su llegada ya había ocasionado revuelo entre las personas, y como no hacerlo si su físico era algo tan inusual y diferente entre los que allí vivían. Como no emocionar a un chico que nunca había experimentado el tratar con una mujer tan desenvuelta, con una plática diestra e interesante que disfrutaba de viajar a ciudades que tan solo habían estado en su imaginación. Aquel sentimiento de triunfo aparecía cada que lo miraban en las calles con ella a su lado, nunca hubiera imaginado que una mujer como ella se sintiera a gusto en su compañía, aunque siempre fue un poco extraño que solo en las noches se vieran y no aceptara su invitación de tomar el té a medio día, pero eso, poco le importaba.
Claro, alguna recomendación de su padre no se hizo esperar, era un hombre que poco confiaba en los extranjeros y al ver a su único hijo encandilado por alguien de quién tan solo se conocía más que su nombre y su país de origen, sintió temor de cometiera alguna locura. De nuevo reí para mí, como no evitar perder la cabeza por la primera mujer de la que me había enamorado, porque sí, Sunshine Denveraux fue aquel amor platónico que todo hombre tiene alguna vez en su vida.
Era un inexperto en esa clase de temas, de poco a nada sabía el cómo tratar a una mujer como ella. Mi único contacto de ese tipo había sido en mi niñez, donde los juegos y risas solo eran por travesuras de dos niños; sin embargo, algo en mi interior me intentaba convencer de que la señorita Denvaraux sentía atracción por mí, trate de creer que esa risa dirigida a mis comentarios junto su deseo por acompañarme cada noche a dar una vuelta por las tranquilas calles de aquel poblado era porque realmente le agradaba mi compañía. Cuantas veces quise acercarme más a ella, pero el temor y la inexperiencia terminaban por convencerme de que no era la mejor idea, siendo que me sentía satisfecho con al menos observar esos labios rojos y carnosos para recordarlos durante la noche en mis sueños.
Su partida dolió, así como llego así se fue, sin comentar ni decirle algo alguien. Tal vez fue lo mejor, nunca lo supe a ciencia cierta, lo que si estaba seguro era que por eso me había fijado en Mia, esa cabellera negra junto a esos ojos oscuros me hacían recordarla y sentirme atraído para posteriormente haberme enamorado, fue una tragedia lo que ocurrió después de eso.
Y ahora, varios años después en que había dejado de ser aquel chiquillo estaba ahí parado frente a esa sensual mujer que no creí volver a ver. Algunos pasos bastaron para que estuviéramos a corta distancia el uno del otro, y ahí estaba de nuevo ese aroma tan suyo, tan fresco, tan enloquecedor que al parecer no había olvidado pero al cual nunca le había hecho justicia alguna. Sonrojo de mi parte, ¿coqueteo del suyo?, tal vez solo estaba siendo cortes aunque su mirada se dirigiera mis labios.
-Si te soy sincero, lo primero que cruzo por mi mente fue dejar salir de mis labios tu nombre… Sunshine- susurre cuando la escuche- sin embargo, creí que era descortés tutear a una bella dama que deje de ver desde hace años.
Escuche atentamente cada palabra que decía, un deja vu me llevo al pasado cuando eran otras las calles y edificios que nos acompañaban. ¿Existía el destino?, ¿acaso alguien quería que nuestra vida se volviera a cruzar?.
-Acabo de llegar a París, si te soy sincero llegue a pensar en ti pero nunca paso por mi cabeza que encontraría sin más, sin siquiera proponérmelo- le dije dirigiendo mi vista a sus ojos- Ahora me alegro que me haya tomado el día libre y que el destino jugara con nosotros para encontrarnos nuevamente, pero lo que más me alegra es el escucharte que ni en el pasado te he incomodado- termine por decirle.
Su pregunta jocosa hizo que mi sonrisa se ensanchara y riera en voz baja mientras comenzaba nuevamente, como en el pasado, a divertirme con sus ocurrencias. – Sé que serás la mejor de las guías, que cosa podría no ser divertida o agradable a tu lado- una corta reverencia de mi parte fue interrumpida por su rápido andar mientras tomaba mi brazo antes de que se lo ofreciera y comenzáramos a caminar sin rumbo fijo.
Era extraño sentirle tan cerca, podía sentir su frío brazo tras la calidez que me brindaba mi abrigo y justo ahí caí en cuenta que su ropa poco la cubría de aquella fina brisa que seguía cruzando de aquí para allá, pero un susurro en mi oído hizo que mi piel se erizara y tragara en seco, fueron unos instantes pero con eso tuve para olvidar lo de antes, río de forma risueña y me pregunte si había sido tan notorio aquel estremecimiento de mi parte y sin más, sentía como su brazo se apretaba hacia mí.
-¿Un helado?... es raro que una persona que siempre esta… fría, quiera consumir algo que hará que se enfríe aún más- enarque una ceja divertido, volviendo a sentir aquel deja vu- si mal no lo recuerdo, ya hemos pasado por esta situación en otras ocasiones pero como buen caballero que soy te lo tengo que volver a preguntar, ¿quieres mi abrigo?- pregunte aun divertido esperando su respuesta, escuche de nuevo su risa y vi como negaba ligeramente con su cabeza para que terminaba por encogerme de hombros.
-Si un helado es lo que quieres, sería interesante saber si lo que dicen de ellos por toda Europa es verdad, además tu eres mi guía y yo… te seguiré al fin del mundo- sonreí nuevamente dejando que nuestra mirada se volviera a unir para dejar que ella me guiara mientras caminábamos por las calles que dirigían nuevamente al centro de la ciudad y donde personas de nuestra edad o aún mayores a nosotros iban de un lado a otro sin percatarse de nada a su alrededor. Al parecer eso era lo que ocurría en ciudades tan grandes y tan pobladas como lo era Paris, cada quien estaba en sus asuntos y en las concurridas calles poco atención se prestaba al prójimo al menos que un acontecimiento mayor y de su interés pasara cerca de ellos.
-Sunshine- la llame nuevamente, pero tal vez sin proponérmelo, mi voz sonó más seria de lo que pretendía; no la mire, no supe si ella lo hacía o solo se limitaba a escucharme- ¿por qué te fuiste de Galati sin despedirte?, de la noche a la mañana así como llegaste te marchaste- pregunte sin saber porque tenía temor de verle – siempre me pregunte si había tenido algo que ver en tu decisión-Podía jurar que después de hacer aquella pregunta que había cruzado por mi cabeza un sin número de veces, el habitual ruido del centro de París se había detenido.
Reí para mis adentros al recordar a mi yo de tan solo dieciocho años entusiasmado por la misteriosa mujer que a los pocos días de su llegada ya había ocasionado revuelo entre las personas, y como no hacerlo si su físico era algo tan inusual y diferente entre los que allí vivían. Como no emocionar a un chico que nunca había experimentado el tratar con una mujer tan desenvuelta, con una plática diestra e interesante que disfrutaba de viajar a ciudades que tan solo habían estado en su imaginación. Aquel sentimiento de triunfo aparecía cada que lo miraban en las calles con ella a su lado, nunca hubiera imaginado que una mujer como ella se sintiera a gusto en su compañía, aunque siempre fue un poco extraño que solo en las noches se vieran y no aceptara su invitación de tomar el té a medio día, pero eso, poco le importaba.
Claro, alguna recomendación de su padre no se hizo esperar, era un hombre que poco confiaba en los extranjeros y al ver a su único hijo encandilado por alguien de quién tan solo se conocía más que su nombre y su país de origen, sintió temor de cometiera alguna locura. De nuevo reí para mí, como no evitar perder la cabeza por la primera mujer de la que me había enamorado, porque sí, Sunshine Denveraux fue aquel amor platónico que todo hombre tiene alguna vez en su vida.
Era un inexperto en esa clase de temas, de poco a nada sabía el cómo tratar a una mujer como ella. Mi único contacto de ese tipo había sido en mi niñez, donde los juegos y risas solo eran por travesuras de dos niños; sin embargo, algo en mi interior me intentaba convencer de que la señorita Denvaraux sentía atracción por mí, trate de creer que esa risa dirigida a mis comentarios junto su deseo por acompañarme cada noche a dar una vuelta por las tranquilas calles de aquel poblado era porque realmente le agradaba mi compañía. Cuantas veces quise acercarme más a ella, pero el temor y la inexperiencia terminaban por convencerme de que no era la mejor idea, siendo que me sentía satisfecho con al menos observar esos labios rojos y carnosos para recordarlos durante la noche en mis sueños.
Su partida dolió, así como llego así se fue, sin comentar ni decirle algo alguien. Tal vez fue lo mejor, nunca lo supe a ciencia cierta, lo que si estaba seguro era que por eso me había fijado en Mia, esa cabellera negra junto a esos ojos oscuros me hacían recordarla y sentirme atraído para posteriormente haberme enamorado, fue una tragedia lo que ocurrió después de eso.
Y ahora, varios años después en que había dejado de ser aquel chiquillo estaba ahí parado frente a esa sensual mujer que no creí volver a ver. Algunos pasos bastaron para que estuviéramos a corta distancia el uno del otro, y ahí estaba de nuevo ese aroma tan suyo, tan fresco, tan enloquecedor que al parecer no había olvidado pero al cual nunca le había hecho justicia alguna. Sonrojo de mi parte, ¿coqueteo del suyo?, tal vez solo estaba siendo cortes aunque su mirada se dirigiera mis labios.
-Si te soy sincero, lo primero que cruzo por mi mente fue dejar salir de mis labios tu nombre… Sunshine- susurre cuando la escuche- sin embargo, creí que era descortés tutear a una bella dama que deje de ver desde hace años.
Escuche atentamente cada palabra que decía, un deja vu me llevo al pasado cuando eran otras las calles y edificios que nos acompañaban. ¿Existía el destino?, ¿acaso alguien quería que nuestra vida se volviera a cruzar?.
-Acabo de llegar a París, si te soy sincero llegue a pensar en ti pero nunca paso por mi cabeza que encontraría sin más, sin siquiera proponérmelo- le dije dirigiendo mi vista a sus ojos- Ahora me alegro que me haya tomado el día libre y que el destino jugara con nosotros para encontrarnos nuevamente, pero lo que más me alegra es el escucharte que ni en el pasado te he incomodado- termine por decirle.
Su pregunta jocosa hizo que mi sonrisa se ensanchara y riera en voz baja mientras comenzaba nuevamente, como en el pasado, a divertirme con sus ocurrencias. – Sé que serás la mejor de las guías, que cosa podría no ser divertida o agradable a tu lado- una corta reverencia de mi parte fue interrumpida por su rápido andar mientras tomaba mi brazo antes de que se lo ofreciera y comenzáramos a caminar sin rumbo fijo.
Era extraño sentirle tan cerca, podía sentir su frío brazo tras la calidez que me brindaba mi abrigo y justo ahí caí en cuenta que su ropa poco la cubría de aquella fina brisa que seguía cruzando de aquí para allá, pero un susurro en mi oído hizo que mi piel se erizara y tragara en seco, fueron unos instantes pero con eso tuve para olvidar lo de antes, río de forma risueña y me pregunte si había sido tan notorio aquel estremecimiento de mi parte y sin más, sentía como su brazo se apretaba hacia mí.
-¿Un helado?... es raro que una persona que siempre esta… fría, quiera consumir algo que hará que se enfríe aún más- enarque una ceja divertido, volviendo a sentir aquel deja vu- si mal no lo recuerdo, ya hemos pasado por esta situación en otras ocasiones pero como buen caballero que soy te lo tengo que volver a preguntar, ¿quieres mi abrigo?- pregunte aun divertido esperando su respuesta, escuche de nuevo su risa y vi como negaba ligeramente con su cabeza para que terminaba por encogerme de hombros.
-Si un helado es lo que quieres, sería interesante saber si lo que dicen de ellos por toda Europa es verdad, además tu eres mi guía y yo… te seguiré al fin del mundo- sonreí nuevamente dejando que nuestra mirada se volviera a unir para dejar que ella me guiara mientras caminábamos por las calles que dirigían nuevamente al centro de la ciudad y donde personas de nuestra edad o aún mayores a nosotros iban de un lado a otro sin percatarse de nada a su alrededor. Al parecer eso era lo que ocurría en ciudades tan grandes y tan pobladas como lo era Paris, cada quien estaba en sus asuntos y en las concurridas calles poco atención se prestaba al prójimo al menos que un acontecimiento mayor y de su interés pasara cerca de ellos.
-Sunshine- la llame nuevamente, pero tal vez sin proponérmelo, mi voz sonó más seria de lo que pretendía; no la mire, no supe si ella lo hacía o solo se limitaba a escucharme- ¿por qué te fuiste de Galati sin despedirte?, de la noche a la mañana así como llegaste te marchaste- pregunte sin saber porque tenía temor de verle – siempre me pregunte si había tenido algo que ver en tu decisión-Podía jurar que después de hacer aquella pregunta que había cruzado por mi cabeza un sin número de veces, el habitual ruido del centro de París se había detenido.
Frederick Haider- Realeza Rumana
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 28/08/2016
Localización : París, Francia
Re: Del pasado al presente... (Sunshine Denveraux)
Volver a tenerlo delante de mí era algo que jamás podría haber llegado a pensar que pasara, cuando me fui de Galati me fui con dolor en mí muerto y parado corazón, pese a lo que algunos pudieran llegar a pensar, me dolió irme de aquella ciudad y de aquella forma. Muchas veces me había reprochado a mí misma el irme sin despedirme siquiera de él, sin decirle que me marchaba y que debía de continuar con mí viaje pese a que aún quedaban varios días, realmente, para que me fuera de aquella ciudad. No había sido una decisión fácil y no había sido tomada a la ligera… me había costado mucho llegar a ese punto, el hecho de tener que partir solamente porque tenía la certeza de que, si seguía en aquel lugar, me acabaría lamentando del resultado final que pudiera tener.
Tener ocho siglos de vida te cambiaba la vida y la forma de ver las cosas de una manera drástica, las perspectivas cambiaban y todo lo veías de una manera mucho más efímera… había visto muchas vidas humanas pasar en el tiempo, generaciones de familias que habían obrado sus vidas y que para mí tan sólo había sido un mero suspiro, como un parpadeo, en el que podían haber pasado cincuenta años y para mí… ni siquiera llegaba al año. La experiencia que había ido cogiendo a lo largo de mí inmortalidad quedaba guardada en mi cabeza como experiencias vividas, aprendiendo de mis errores e intentando corregirlos en futuras ocasiones. Por eso me fui de Galati.
Ya había pasado por aquello que me pasaba con Frederik, no era la primera vez que sentía que la sangre de un humano me llamaba de aquella forma, la primera vez que me pasó con apenas cincuenta años siendo vampira lo atribuí a que había pasado mucho tiempo sin tomar sangre y sin alimentarme, que la sangre de aquella persona no era nada diferente del resto… craso error, aprendí que habían ciertas personas que tenían una sangre diferente y distinta, no tenía nada que ver con la del resto, sino que había algo que me llamaba de forma incontrolable. Y aquella primera vez… no acabó para nada bien. Cuando por fin pude conseguir la sangre del humano, pensando que podría controlarme… para cuando quise darme cuenta el humano yacía entre mí cuerpo, sus brazos caían laxos a los lados y sus ojos habían perdido todo rastro de vida.
Fue la primera vez que me di cuenta de que aquello, fuera lo que fuese, era algo que no podía superar ni controlar. La segunda vez no había acabado del todo bien, pude controlar la necesidad que sentía de su sangre, aguanté todo cuanto pude pero al final el mismo final dramático llamó a las puertas, como si hubiera estado esperando el momento oportuno para presentarse. Fue entonces que juré que, si alguna vez me pasaba de nuevo, jamás llegaría a permitir que se sucediera el mismo final… porque era como un bucle vicioso que siempre terminaba de la misma forma, sin que yo pudiera hacer nada. Por eso cuando me di cuenta de que su sangre me llamaba tanto como me llamaba él… decidí que, aquella vez, no tendría el mismo final.
No iba a acabar con su vida, me negaba a que muriera entre mis brazos mientras bebía de su sangre y mis colmillos estaban hundidos en su piel. Era uno de los pocos humanos con los que me sentía humana, fuera de que él no supiera que era una vampira, me hacía sentir como si mí corazón volviera a latir de nuevo, me sentía como una adolescente y me recordó a una época pasada donde me encontraba con aquella persona que me hacía sentir mariposas en el estómago y por el cual incluso hasta no sabía muy bien qué decirle… al menos, esa era la forma que tenía de expresar lo que me pasaba cuando estaba cerca de él. Era algo que no podía explicar, no sólo me llamaba y me tentaba su sangre, sino que todo él era en sí una tentación para mí y, lejos de lo que normalmente solía hacer con cualquier humano, él fue sin duda alguna una excepción a la regla.
Me sentía viva cuando estaba a su lado, no había otra forma de expresarlo. Sus sonrisas sinceras, su risa melódica, la forma en la que me miraba como si sintiera algo más que no quería llegar a pensar por miedo de hacerle algo, sus labios, sus ojos puestos en los míos que no me miraban como si quisiera quitarme la ropa como hacían el resto de los hombres… él, en sí mismo, era diferente al resto. Todo el pueblo nos había visto cada noche que pasábamos juntos, desde mí llegada y el momento en que lo conocí no hubo una noche en la que no la pasara junto a él. Jamás me había perdido tanto en todos mis viajes en un hombre, en un humano… nunca me había dejado ver tanto, y nunca había dejado que pasaran conmigo tanto tiempo.
Pero él era diferente y saber que era el único hijo del Rey fue por lo que llevé mayor cuidado, si algo le hubiera pasado en mí estancia el foco de atención hubiera caído sobre mí y hubiera sido la primera sospechosa… y quizás no estarían muy equivocados. Sin embargo me juré que a él no le pasaría nada, por mucho que quisiera pasar los días restantes que me quedaban en aquella ciudad a su lado, decidí por su propio bien, que lo mejor era que me marchara. No era una mujer que le gustaran las despedidas, de hecho, era algo con lo que no podía ya que cuando me convirtieron no me dieron tiempo a despedirme de las personas que quería y de mí familia. Sabía que si miraba aquellos ojos y le contaba que debía de partir, sabiendo la forma en la que me miraban y por dónde iba el hilo de sus pensamientos… jamás habría podido irme de aquella ciudad. No habría podido irme sin él.
-Sabes que adoro la forma en la que pronuncias mí nombre, es muy diferente de cómo lo dicen los parisinos y el deje característico de tú pueblo es algo que lo hace mucho más… exótico –lo miré estando más cerca de él, sintiendo su sangre fluir por sus venas, su corazón bombeando ese líquido carmesí y el delicioso aroma que desprendía su piel tostada- Es cierto que han pasado algunos años, sin embargo, para mí siempre seguirás siendo aquella persona con la que compartí tantas cosas en Galati, y aunque no nos hayamos visto, jamás he dejado de sentir esa complicidad que teníamos por ese entonces –estaba siendo demasiado atrevida, y lo sabía. Yo misma con cada frase, con cada palabra, con cada mirada y cada paso que daba más cerca de él me estaba condenando un poco más, ¿podría aguantarlo de nuevo? Hace años me tuve que alejar por su bien, y ahora, la vida lo volvía a poner en mí camino… ¿sería acaso cosa del destino? Sonreí por sus palabras, siempre procurando que mis colmillos no quedaran a la vista, y mis ojos se quedaron fijos en los suyos- A veces sin siquiera proponérnoslo y sin buscar en cuando encontramos aquello que anhelamos, me alegro que me hayas encontrado –volví a dar otro paso hacia él, ya apenas quedaba poco espacio entre nosotros y mí vista viajaba de sus labios a sus ojos, subiendo y bajando mientras me mordía el labio inferior, conteniendo las ganas que me producía el querer acercarme más a él y probar aquellos labios que tanto me habían llamado la atención, que tantas veces quise apoderarme de ellos y hacerlos míos pero que, en aquel momento, pensé que no sería nada bueno. Ahora, sin embargo, me parecía algo demasiado estúpido y debería de haberlo hecho, pero su corta edad y el que él no hiciera nada por darme indicios fueron cosas que me frenaron… ahora quizás las cosas cambiaran, ya no era aquel niño y podía notarlo con claridad.
De nuevo volvía a obnubilarme con sus acciones, su risa llegó hasta mí y sonreí porque volviéramos de alguna forma a aquel pasado que habíamos compartido juntos, como si el tiempo se hubiese detenido nunca hubiera salido de allí. Hizo una corta reverencia pero justo cuando terminó mí brazo se envolvió en el suyo y comencé a andar para salir a la bulliciosa calle de París, había mencionado que tenía la noche libre y aquello me alegro bastante. Volvíamos a aquellos tiempos pero esta vez sería yo quien guiara por la ciudad, y la que se sentía complacida por su compañía.
Lo miré cuando me dijo lo del helado y no pude contradecirle en nada, a mí me daba igual si era un helado o un té caliente, lo único que quería era pasar aquella con él y recuperar gran parte del tiempo perdido y disfrutar de aquella oportunidad que se nos había presentado. Me reí ante aquella frase recordando perfectamente las veces en las que me había ofrecido su abrigo y yo, cortésmente, había declinado aquel ofrecimiento. Su sonrisa me hacía ver que él también se acordaba y eso me alegró aún más.
-Siempre has sido todo un caballero, gracias por el ofrecimiento –negué con la cabeza y me mordí el labio al tenerlo tan cerca, al sentir su piel caliente tan próxima a mí- Sabes que siempre he estado… fría, como bien dices –siempre había sido algo difícil de esconder y darle una explicación lógica- Pero no me importa si es un helado lo que te apetece tomar, lo que realmente me importa es tú compañía, no es la primera vez que te lo digo –y lo decía en serio, en Galati siempre le había mencionado que me daba igual dónde me llevara, siempre y cuando él fuera conmigo- Te llevaré a tomar el mejor helado de la ciudad, después de eso no querrás volver a probar otro helado que no sea ese –le sonreí e incluso me atreví a dejar un beso en su mejilla, en el que cerré los ojos lo que mis labios estuvieron posados en aquel lugar, sintiendo su calidez traspasar mis labios y dejándome envolver por ello. Me separé a los segundos y seguí andando con una sonrisa en mis labios.
Mí nombre, pronunciado de aquella manera, hizo que mi vista se desviara hacia él rezando porque no tomara aquel tema que por el momento no había mencionado. Me había llamado por mí nombre de forma seria, sin embargo, sus ojos estaban fijos en otro lugar y ni siquiera me miraba mientras que mí vista estaba fija en él y en lo que tenía que decirme. Esperé a que hablara y tal y como había estado temiendo… la pregunta salió de sus labios, las palabras se fueron formando en mí mente y ante ello me mordí el labio con fuerza. No podía reprocharle que quisiera saber el motivo de mí partida, debí de decirle algo cuando me fui y no marcharme sin despedirme, debí de haberlo visto una última vez pero… en aquel momento, me vi tan sobrepasada que no me sentía capaz de hacerlo.
Me paré en seco tras escuchar sus palabras, al decirme realmente que había pensado aquellos años que él había sido el motivo de mí partida, ¿cómo podía haber estado cargando con aquella culpa? Me mordí el labio con mucha más fuerza y mí mano libre la cerré en un puño con rabia y fuerza. Me dolía saber que él se sentía así, me dolía pensar que había estado esos años pensando que me fui por él… y si, me fui por él, pero me fui porque quería que siguiera con vida. Quería protegerle, y lo que había hecho sin embargo había sido hacerle daño. Me odié yo misma por aquello al saber la verdad, me puse delante de él importándome más bien poco que estuviéramos parados en medio de una calle concurrida de París, centrándome solamente en él.
-Frederik –mí voz salió como un susurro, lleno de pesar y de lástima por el hecho de que se sintiera así por mí culpa- Nunca fue mí intención hacerte daño con mí partida, y lamento mucho no haberme despedido en su momento –acorté aún más la distancia y dejé una de mis manos en su pecho mientras mí vista seguía fija en él- Tú no fuiste el motivo de mí partida –sí lo había sido, pero no podía decirle que me fui para protegerlo porque eso implicaba revelar que no era humana, que mí corazón no latía y que jamás el calor volvería a mí cuerpo- Fui una egoísta y una cobarde –sentencié porque, en cierta forma, no era una mentira- Me daba tanto miedo lo que comenzaba a nacer dentro de mí que en vez de quedarme y averiguarlo, huí como una cobarde por temor a no poder soportarlo –mí otra mano la llevé a su rostro, acaricié su mejilla, e hice que sus ojos se encontraran con los míos- Perdóname si eso te causó algún daño, perdóname no haberme despedido y haberte contado lo que realmente pasaba y la nube que se cernía en mí interior –también sabía que, siendo el primogénito del Rey, jamás habría podido pasar nada entre ambos si se hubiera dado el caso… y eso tampoco lo había podido soportar. Acabé por apoyar mí frente en su pecho al darme cuenta de ese hecho, y cerré los ojos sintiendo su esencia envolverme al tener mí nariz pegada a su pecho- Lo siento –murmuré finalmente porque no podía decirle más, solo esperaba que mí explicación le hubiera servido para algo, que viera que mí lamento era real y que realmente sentía que se hubiera sentido así por mí culpa.
Tener ocho siglos de vida te cambiaba la vida y la forma de ver las cosas de una manera drástica, las perspectivas cambiaban y todo lo veías de una manera mucho más efímera… había visto muchas vidas humanas pasar en el tiempo, generaciones de familias que habían obrado sus vidas y que para mí tan sólo había sido un mero suspiro, como un parpadeo, en el que podían haber pasado cincuenta años y para mí… ni siquiera llegaba al año. La experiencia que había ido cogiendo a lo largo de mí inmortalidad quedaba guardada en mi cabeza como experiencias vividas, aprendiendo de mis errores e intentando corregirlos en futuras ocasiones. Por eso me fui de Galati.
Ya había pasado por aquello que me pasaba con Frederik, no era la primera vez que sentía que la sangre de un humano me llamaba de aquella forma, la primera vez que me pasó con apenas cincuenta años siendo vampira lo atribuí a que había pasado mucho tiempo sin tomar sangre y sin alimentarme, que la sangre de aquella persona no era nada diferente del resto… craso error, aprendí que habían ciertas personas que tenían una sangre diferente y distinta, no tenía nada que ver con la del resto, sino que había algo que me llamaba de forma incontrolable. Y aquella primera vez… no acabó para nada bien. Cuando por fin pude conseguir la sangre del humano, pensando que podría controlarme… para cuando quise darme cuenta el humano yacía entre mí cuerpo, sus brazos caían laxos a los lados y sus ojos habían perdido todo rastro de vida.
Fue la primera vez que me di cuenta de que aquello, fuera lo que fuese, era algo que no podía superar ni controlar. La segunda vez no había acabado del todo bien, pude controlar la necesidad que sentía de su sangre, aguanté todo cuanto pude pero al final el mismo final dramático llamó a las puertas, como si hubiera estado esperando el momento oportuno para presentarse. Fue entonces que juré que, si alguna vez me pasaba de nuevo, jamás llegaría a permitir que se sucediera el mismo final… porque era como un bucle vicioso que siempre terminaba de la misma forma, sin que yo pudiera hacer nada. Por eso cuando me di cuenta de que su sangre me llamaba tanto como me llamaba él… decidí que, aquella vez, no tendría el mismo final.
No iba a acabar con su vida, me negaba a que muriera entre mis brazos mientras bebía de su sangre y mis colmillos estaban hundidos en su piel. Era uno de los pocos humanos con los que me sentía humana, fuera de que él no supiera que era una vampira, me hacía sentir como si mí corazón volviera a latir de nuevo, me sentía como una adolescente y me recordó a una época pasada donde me encontraba con aquella persona que me hacía sentir mariposas en el estómago y por el cual incluso hasta no sabía muy bien qué decirle… al menos, esa era la forma que tenía de expresar lo que me pasaba cuando estaba cerca de él. Era algo que no podía explicar, no sólo me llamaba y me tentaba su sangre, sino que todo él era en sí una tentación para mí y, lejos de lo que normalmente solía hacer con cualquier humano, él fue sin duda alguna una excepción a la regla.
Me sentía viva cuando estaba a su lado, no había otra forma de expresarlo. Sus sonrisas sinceras, su risa melódica, la forma en la que me miraba como si sintiera algo más que no quería llegar a pensar por miedo de hacerle algo, sus labios, sus ojos puestos en los míos que no me miraban como si quisiera quitarme la ropa como hacían el resto de los hombres… él, en sí mismo, era diferente al resto. Todo el pueblo nos había visto cada noche que pasábamos juntos, desde mí llegada y el momento en que lo conocí no hubo una noche en la que no la pasara junto a él. Jamás me había perdido tanto en todos mis viajes en un hombre, en un humano… nunca me había dejado ver tanto, y nunca había dejado que pasaran conmigo tanto tiempo.
Pero él era diferente y saber que era el único hijo del Rey fue por lo que llevé mayor cuidado, si algo le hubiera pasado en mí estancia el foco de atención hubiera caído sobre mí y hubiera sido la primera sospechosa… y quizás no estarían muy equivocados. Sin embargo me juré que a él no le pasaría nada, por mucho que quisiera pasar los días restantes que me quedaban en aquella ciudad a su lado, decidí por su propio bien, que lo mejor era que me marchara. No era una mujer que le gustaran las despedidas, de hecho, era algo con lo que no podía ya que cuando me convirtieron no me dieron tiempo a despedirme de las personas que quería y de mí familia. Sabía que si miraba aquellos ojos y le contaba que debía de partir, sabiendo la forma en la que me miraban y por dónde iba el hilo de sus pensamientos… jamás habría podido irme de aquella ciudad. No habría podido irme sin él.
-Sabes que adoro la forma en la que pronuncias mí nombre, es muy diferente de cómo lo dicen los parisinos y el deje característico de tú pueblo es algo que lo hace mucho más… exótico –lo miré estando más cerca de él, sintiendo su sangre fluir por sus venas, su corazón bombeando ese líquido carmesí y el delicioso aroma que desprendía su piel tostada- Es cierto que han pasado algunos años, sin embargo, para mí siempre seguirás siendo aquella persona con la que compartí tantas cosas en Galati, y aunque no nos hayamos visto, jamás he dejado de sentir esa complicidad que teníamos por ese entonces –estaba siendo demasiado atrevida, y lo sabía. Yo misma con cada frase, con cada palabra, con cada mirada y cada paso que daba más cerca de él me estaba condenando un poco más, ¿podría aguantarlo de nuevo? Hace años me tuve que alejar por su bien, y ahora, la vida lo volvía a poner en mí camino… ¿sería acaso cosa del destino? Sonreí por sus palabras, siempre procurando que mis colmillos no quedaran a la vista, y mis ojos se quedaron fijos en los suyos- A veces sin siquiera proponérnoslo y sin buscar en cuando encontramos aquello que anhelamos, me alegro que me hayas encontrado –volví a dar otro paso hacia él, ya apenas quedaba poco espacio entre nosotros y mí vista viajaba de sus labios a sus ojos, subiendo y bajando mientras me mordía el labio inferior, conteniendo las ganas que me producía el querer acercarme más a él y probar aquellos labios que tanto me habían llamado la atención, que tantas veces quise apoderarme de ellos y hacerlos míos pero que, en aquel momento, pensé que no sería nada bueno. Ahora, sin embargo, me parecía algo demasiado estúpido y debería de haberlo hecho, pero su corta edad y el que él no hiciera nada por darme indicios fueron cosas que me frenaron… ahora quizás las cosas cambiaran, ya no era aquel niño y podía notarlo con claridad.
De nuevo volvía a obnubilarme con sus acciones, su risa llegó hasta mí y sonreí porque volviéramos de alguna forma a aquel pasado que habíamos compartido juntos, como si el tiempo se hubiese detenido nunca hubiera salido de allí. Hizo una corta reverencia pero justo cuando terminó mí brazo se envolvió en el suyo y comencé a andar para salir a la bulliciosa calle de París, había mencionado que tenía la noche libre y aquello me alegro bastante. Volvíamos a aquellos tiempos pero esta vez sería yo quien guiara por la ciudad, y la que se sentía complacida por su compañía.
Lo miré cuando me dijo lo del helado y no pude contradecirle en nada, a mí me daba igual si era un helado o un té caliente, lo único que quería era pasar aquella con él y recuperar gran parte del tiempo perdido y disfrutar de aquella oportunidad que se nos había presentado. Me reí ante aquella frase recordando perfectamente las veces en las que me había ofrecido su abrigo y yo, cortésmente, había declinado aquel ofrecimiento. Su sonrisa me hacía ver que él también se acordaba y eso me alegró aún más.
-Siempre has sido todo un caballero, gracias por el ofrecimiento –negué con la cabeza y me mordí el labio al tenerlo tan cerca, al sentir su piel caliente tan próxima a mí- Sabes que siempre he estado… fría, como bien dices –siempre había sido algo difícil de esconder y darle una explicación lógica- Pero no me importa si es un helado lo que te apetece tomar, lo que realmente me importa es tú compañía, no es la primera vez que te lo digo –y lo decía en serio, en Galati siempre le había mencionado que me daba igual dónde me llevara, siempre y cuando él fuera conmigo- Te llevaré a tomar el mejor helado de la ciudad, después de eso no querrás volver a probar otro helado que no sea ese –le sonreí e incluso me atreví a dejar un beso en su mejilla, en el que cerré los ojos lo que mis labios estuvieron posados en aquel lugar, sintiendo su calidez traspasar mis labios y dejándome envolver por ello. Me separé a los segundos y seguí andando con una sonrisa en mis labios.
Mí nombre, pronunciado de aquella manera, hizo que mi vista se desviara hacia él rezando porque no tomara aquel tema que por el momento no había mencionado. Me había llamado por mí nombre de forma seria, sin embargo, sus ojos estaban fijos en otro lugar y ni siquiera me miraba mientras que mí vista estaba fija en él y en lo que tenía que decirme. Esperé a que hablara y tal y como había estado temiendo… la pregunta salió de sus labios, las palabras se fueron formando en mí mente y ante ello me mordí el labio con fuerza. No podía reprocharle que quisiera saber el motivo de mí partida, debí de decirle algo cuando me fui y no marcharme sin despedirme, debí de haberlo visto una última vez pero… en aquel momento, me vi tan sobrepasada que no me sentía capaz de hacerlo.
Me paré en seco tras escuchar sus palabras, al decirme realmente que había pensado aquellos años que él había sido el motivo de mí partida, ¿cómo podía haber estado cargando con aquella culpa? Me mordí el labio con mucha más fuerza y mí mano libre la cerré en un puño con rabia y fuerza. Me dolía saber que él se sentía así, me dolía pensar que había estado esos años pensando que me fui por él… y si, me fui por él, pero me fui porque quería que siguiera con vida. Quería protegerle, y lo que había hecho sin embargo había sido hacerle daño. Me odié yo misma por aquello al saber la verdad, me puse delante de él importándome más bien poco que estuviéramos parados en medio de una calle concurrida de París, centrándome solamente en él.
-Frederik –mí voz salió como un susurro, lleno de pesar y de lástima por el hecho de que se sintiera así por mí culpa- Nunca fue mí intención hacerte daño con mí partida, y lamento mucho no haberme despedido en su momento –acorté aún más la distancia y dejé una de mis manos en su pecho mientras mí vista seguía fija en él- Tú no fuiste el motivo de mí partida –sí lo había sido, pero no podía decirle que me fui para protegerlo porque eso implicaba revelar que no era humana, que mí corazón no latía y que jamás el calor volvería a mí cuerpo- Fui una egoísta y una cobarde –sentencié porque, en cierta forma, no era una mentira- Me daba tanto miedo lo que comenzaba a nacer dentro de mí que en vez de quedarme y averiguarlo, huí como una cobarde por temor a no poder soportarlo –mí otra mano la llevé a su rostro, acaricié su mejilla, e hice que sus ojos se encontraran con los míos- Perdóname si eso te causó algún daño, perdóname no haberme despedido y haberte contado lo que realmente pasaba y la nube que se cernía en mí interior –también sabía que, siendo el primogénito del Rey, jamás habría podido pasar nada entre ambos si se hubiera dado el caso… y eso tampoco lo había podido soportar. Acabé por apoyar mí frente en su pecho al darme cuenta de ese hecho, y cerré los ojos sintiendo su esencia envolverme al tener mí nariz pegada a su pecho- Lo siento –murmuré finalmente porque no podía decirle más, solo esperaba que mí explicación le hubiera servido para algo, que viera que mí lamento era real y que realmente sentía que se hubiera sentido así por mí culpa.
Tabitha Denveraux- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/10/2015
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Del pasado al presente... (Sunshine Denveraux)
¿Complicidad? ¿Esa era una palabra adecuada que definía lo que teníamos?. Me pregunté para después pensar precisamente en sus palabras… “cuando menos nos lo proponemos es cuando más encontramos lo que queremos”.
En Galati, nunca imagine encontrarme con una mujer como ella, tampoco buscaba a alguna mujer con cual entretenerme, simplemente las cosas se fueron dando desde nuestros inicios hasta que ella se marchó. Ahora, aquí en París, no negaba que su recuerdo me alentaban las ganas de buscarle o preguntar a alguien por Sunshine, la sorpresa había sido encontrármela esa misma noche y estar parado junto a ella sin que ninguno de los dos se lo propusiera. Y como desde nuestra última charla, todo aquello parecía tan cómodo para ambos, como si el tiempo de no vernos no hubiera afectado en nada nuestra relación. La mire, mis ojos no se podían apartar de su dulce y sensual rostro mientras la escuchaba, mientras volvía a disfrutar de su voz y de su risa, a deleitarme con su sonrisa que como en aquel entonces en ciertos momentos parecía precavida.
-Qué otra cosa te puedes merecer si no un caballero- le dije en manera de respuesta ante su comentario mientras se acercaba más hacia mi cuerpo, no negare que hubieron unos cuantos segundos en los que me puse nervioso y trague en seco ante tanta proximidad uno del otro. ¿Me molestaba?, por supuesto que no, pero a pesar de que mi experiencia con mujeres era ya un poco más amplia que hace años cuando nos habíamos conocido, Sunshine inexplicablemente, me ponía nervioso. Un beso en mi mejilla, frío y calidez a la vez, sentimientos encontrados fueron los que tuve cuando ella hizo ese gesto de una manera tan natural como los de años atrás, y si, mis recuerdos nuevamente aparecieron ante aquello, los altos edificios se convirtieron en arboles con hojas caídas y el sucio pavimento se transformó en el camino de tierra que daba al riachuelo donde en innumerables ocasiones habíamos pasado horas y horas tonteando de cualquier tema. Abrí mis ojos y nuevamente comenzamos a andar, ella agarrada a mi brazo y demasiado aproximada a mí mientras la misma sonrisa de segundos atrás bailaba juguetonamente en mi rostro; sin embargo, tenía que preguntar, tenía que salir de esas dudas que por tantos años me habían atormentado.
La mire adelantarse unos pasos mientras yo me detenía y la observaba, fue poca la distancia que nos separó, la justa para permitirme escucharle susurrar mi nombre. Nuevamente se giró en mi dirección y volvió a caminar para dejar una de sus manos en mi pecho, no hice ningún movimiento, la sonrisa que minutos antes había estado en mi rostro quedó olvidada para ese entonces mientras solo me dedicaba a escucharle. Suspire, deje que mi pecho se llenara del frio aire revuelto con su exquisita fragancia para después subir mi mano a la de ella y apretarla contra mi cuerpo, podía jurar que con aquel acto sentí una calidez en mi pecho que no sabía bien que era lo que la generaba. Y en esos instantes me permití cerrar mis ojos con fuerza, dejarme llevar por su caricia en mi mejilla y acunar mi cabeza contra la palma de su mano que para ese entonces ya se encontraba entrelazando la mía con la de ella.
-No necesitas porque disculparte- susurre mirándole- no era mi intención culparte o algo por el estilo- seguí diciéndole bajando mi brazo pero sin dejar que nuestras manos se separaran. No me había dado cuenta que la distancia entre ambos era casi nula, fue ahí, que sin pensarlo fue mi turno de atreverme con mi otra mano acariciar su mejilla para terminar por perderme en su mirada- No te negaré que no me dolió… te busque-reí-fui a pueblos vecinos a buscarte preocupado de que te hubiera pasado algo- negué apenas imperceptible con mi cabeza- algunos campesinos te vieron, simplemente marcharte y yo tuve que aprender a aceptarlo, a vivir con la decisión que habías tomado.
Me separe de ella con cierta lentitud no sin antes llevarme a mis labios el dorso de su mano y depositarle un casto beso- Era un chiquillo enamorado de una mujer- comencé a decirle nuevamente- miles de fantasías y de historias pasaron por mi cabeza todo aquel tiempo juntos, pero siempre la duda de que veías en mi estuvo presente, podías tener a cualquiera pero siempre terminabas escogiéndome a mí- seguí diciéndole para terminar por morder mis labios antes de atreverme a seguir- no era nada experimentado, tenía miedo de defraudarte de hacer alguno u otra cosa estúpida y que me terminaras por ver como un niño.
-Tal vez lo único que debemos de hacer es dejar el pasado atrás y empezar de nuevo- sugerí sin darme cuenta que mi mirada había bajado y se dedicaba a observar el pavimento oscuro, cuando la subí me encontré con la de ella puesta en mí- ya no soy aquel chiquillo que conociste, ahora espero que nuevamente me des una oportunidad para que me vuelvas a conocer.
Subí mi mano esperando que aceptara el ofrecimiento de mi parte y aunque la sonrisa aún no llegaba a mis ojos, estaba puesta en mi cara- Aún estoy esperando un helado, quiero mejorar los recuerdos que tienes de mí.
En Galati, nunca imagine encontrarme con una mujer como ella, tampoco buscaba a alguna mujer con cual entretenerme, simplemente las cosas se fueron dando desde nuestros inicios hasta que ella se marchó. Ahora, aquí en París, no negaba que su recuerdo me alentaban las ganas de buscarle o preguntar a alguien por Sunshine, la sorpresa había sido encontrármela esa misma noche y estar parado junto a ella sin que ninguno de los dos se lo propusiera. Y como desde nuestra última charla, todo aquello parecía tan cómodo para ambos, como si el tiempo de no vernos no hubiera afectado en nada nuestra relación. La mire, mis ojos no se podían apartar de su dulce y sensual rostro mientras la escuchaba, mientras volvía a disfrutar de su voz y de su risa, a deleitarme con su sonrisa que como en aquel entonces en ciertos momentos parecía precavida.
-Qué otra cosa te puedes merecer si no un caballero- le dije en manera de respuesta ante su comentario mientras se acercaba más hacia mi cuerpo, no negare que hubieron unos cuantos segundos en los que me puse nervioso y trague en seco ante tanta proximidad uno del otro. ¿Me molestaba?, por supuesto que no, pero a pesar de que mi experiencia con mujeres era ya un poco más amplia que hace años cuando nos habíamos conocido, Sunshine inexplicablemente, me ponía nervioso. Un beso en mi mejilla, frío y calidez a la vez, sentimientos encontrados fueron los que tuve cuando ella hizo ese gesto de una manera tan natural como los de años atrás, y si, mis recuerdos nuevamente aparecieron ante aquello, los altos edificios se convirtieron en arboles con hojas caídas y el sucio pavimento se transformó en el camino de tierra que daba al riachuelo donde en innumerables ocasiones habíamos pasado horas y horas tonteando de cualquier tema. Abrí mis ojos y nuevamente comenzamos a andar, ella agarrada a mi brazo y demasiado aproximada a mí mientras la misma sonrisa de segundos atrás bailaba juguetonamente en mi rostro; sin embargo, tenía que preguntar, tenía que salir de esas dudas que por tantos años me habían atormentado.
La mire adelantarse unos pasos mientras yo me detenía y la observaba, fue poca la distancia que nos separó, la justa para permitirme escucharle susurrar mi nombre. Nuevamente se giró en mi dirección y volvió a caminar para dejar una de sus manos en mi pecho, no hice ningún movimiento, la sonrisa que minutos antes había estado en mi rostro quedó olvidada para ese entonces mientras solo me dedicaba a escucharle. Suspire, deje que mi pecho se llenara del frio aire revuelto con su exquisita fragancia para después subir mi mano a la de ella y apretarla contra mi cuerpo, podía jurar que con aquel acto sentí una calidez en mi pecho que no sabía bien que era lo que la generaba. Y en esos instantes me permití cerrar mis ojos con fuerza, dejarme llevar por su caricia en mi mejilla y acunar mi cabeza contra la palma de su mano que para ese entonces ya se encontraba entrelazando la mía con la de ella.
-No necesitas porque disculparte- susurre mirándole- no era mi intención culparte o algo por el estilo- seguí diciéndole bajando mi brazo pero sin dejar que nuestras manos se separaran. No me había dado cuenta que la distancia entre ambos era casi nula, fue ahí, que sin pensarlo fue mi turno de atreverme con mi otra mano acariciar su mejilla para terminar por perderme en su mirada- No te negaré que no me dolió… te busque-reí-fui a pueblos vecinos a buscarte preocupado de que te hubiera pasado algo- negué apenas imperceptible con mi cabeza- algunos campesinos te vieron, simplemente marcharte y yo tuve que aprender a aceptarlo, a vivir con la decisión que habías tomado.
Me separe de ella con cierta lentitud no sin antes llevarme a mis labios el dorso de su mano y depositarle un casto beso- Era un chiquillo enamorado de una mujer- comencé a decirle nuevamente- miles de fantasías y de historias pasaron por mi cabeza todo aquel tiempo juntos, pero siempre la duda de que veías en mi estuvo presente, podías tener a cualquiera pero siempre terminabas escogiéndome a mí- seguí diciéndole para terminar por morder mis labios antes de atreverme a seguir- no era nada experimentado, tenía miedo de defraudarte de hacer alguno u otra cosa estúpida y que me terminaras por ver como un niño.
-Tal vez lo único que debemos de hacer es dejar el pasado atrás y empezar de nuevo- sugerí sin darme cuenta que mi mirada había bajado y se dedicaba a observar el pavimento oscuro, cuando la subí me encontré con la de ella puesta en mí- ya no soy aquel chiquillo que conociste, ahora espero que nuevamente me des una oportunidad para que me vuelvas a conocer.
Subí mi mano esperando que aceptara el ofrecimiento de mi parte y aunque la sonrisa aún no llegaba a mis ojos, estaba puesta en mi cara- Aún estoy esperando un helado, quiero mejorar los recuerdos que tienes de mí.
Frederick Haider- Realeza Rumana
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 28/08/2016
Localización : París, Francia
Re: Del pasado al presente... (Sunshine Denveraux)
Sabía que tarde o temprano aquella pregunta que había hecho saldría a la luz en nuestro encuentro, y también sabía que tenía todo el derecho a que le contestara porqué me había ido… claro que no iba a decirle toda la verdad, porque me daba miedo lo que él pudiera pensar cuando supiera el ser de la noche que era, que me rechazara por el simple hecho de haber dejado hacía mucho tiempo de ser humana. Y aunque me dolía tener que responder a su pregunta sabía que era algo que debía de hacer, tenía que saber por qué me fui aunque fuera una verdad a medias. Si alguna vez me atrevía a decirle lo que realmente era, y se quedaba tras decírselo, le contaría que me fui por salvarle la vida, por controlar algo que era muy superior a mí.
La distancia que nos separaba era apenas nula, casi no había más que un par de centímetros entre nuestros cuerpos y aún así podía notar la calidez que desprendía. Mí mano la dejé en su pecho y sentí que él llevaba una de sus manos donde estaba la mía, apretando con fuerza mí mano contra su pecho. La calidez que desprendía me envolvió y sentí que aquel calor aunque fuera imposible llegaba hasta mí fría piel, haciendo que mí manera estuviera mucho más caliente. Mí otra mano subió hasta su rostro y la dejé en su mejilla sintiendo que cerraba los ojos y que inclinaba su rostro hacia donde estaba mí mano, sintiendo así que dejaba recostar su rostro contra mí mano.
Lo miré con los ojos cerrados de aquella forma y se me antojó demasiado adorable pese al tema que estábamos tratando, saber que no se apartaba de mí tacto sino que parecía buscarlo de alguna forma aliviaba el peso que había estado cargando desde todos aquellos años, pensando que quizá el se alejaría por aquello. Pero ahí estaba, delante de mí, sintiendo su mano entrelazada con la mía y sus ojos ahora fijos en los míos mientras le contaba por qué me había ido de Galati. Su brazo bajó aún con nuestras manos unidas y fue su turno de hablar, negué con la cabeza ante sus primeras palabras.
-Sé que no me estás culpando de nada, aún así, siento muchísimo haberme ido de esa manera. Me lo he recriminado muchas veces –miré por unos cortos segundos hacia un lado porque era verdad, siempre me había dicho a mí misma que había sido una cobarde por huir de aquella forma de allí, de haberme ido sin darle explicación alguna. Volví mí vista de nuevo a él- Te mereces saber el por qué, siempre supe que si alguna vez nos veíamos íbamos a tener esta conversación. Y yo te la debía –su mano entonces subió hasta mí mejilla y solté un leve suspiro, podía sentir la calidez de su mano y cerré los ojos unos segundos escuchando sus palabras, mordiéndome el labio con fuerza por lo que me estaba diciendo. Era triste y no se merecía que le hubiera echo pasar por aquello por un error completamente que era mío. Su risa, corta y precisa, para nada era de alegría o de diversión… más bien denotaba cómo se había sentido en aquel momento.
Tomó unos pasos alejándose de mí tras decir aquello y sentí que podía escaparse de mis manos tan rápido como lo había encontrado de nuevo. Sentir el beso que dejó en el dorso de mí mano me hizo mirarlo con más detenimiento, y sus palabras siguientes fueron como pequeñas estacas que se clavaron en mí corazón. Sentía la verdad salir de sus palabras, sabía que era cierto lo que me estaba diciendo y yo quizás, por aquella época, no quería haber visto esas señales… o había estado demasiado ciega para verlas. Negué de nuevo con la cabeza porque no llegaba a entender lo que había pasado, entre ambos, cuando estuvimos en Galati.
Él me veía como a una mujer inalcanzable o inaccesible que podía tener a cualquier hombre que quisiera en aquel pueblo, sin embargo, con el único que pasé tiempo y el único que me interesó realmente o en el que me fijé fue en él. Saber que era el único hijo del Rey no había facilitado las cosas, sabía lo que un cargo de la realeza implicaba y sabía que su padre no le dejaría estar con cualquier mujer y menos si esta era extranjera. No sabía de las luchas internas que había tenido conmigo misma entro lo moral y lo correcto, siempre intentando actuar de la manera que debía de hacer y no dejándome llevar por mis impulsos, y no solamente me refería a la sangre.
-Fred… -susurré acotando la distancia que él había vuelto a crear entre nosotros, se me hacía demasiado raro llamarlo de aquella manera, pocas veces lo había hecho en Galati y sin embargo ahora me había salido solo- Nunca hubo nadie más mientras estuve en Galati, nadie salvo tú llamó y captó mí atención. No había nadie que se pudiera comparar contigo –volví a morderme el labio ante lo último que había dicho, intercalando mí vista entre sus ojos que me miraban de aquella forma y sus labios- ¿Sabes cuántas veces me contuve para no adueñarme de tus labios? –pregunté subiendo mí mirada a la suya, acercando mí rostro al suyo de forma suave dejando que nuestros alientos se acariciaran entre el vaho que emanaban, sin apartar mis ojos de los suyos- Tantas como veces me mordía los labios –sonreí de lado porque morderme el labio era una manía que tenía muy arraigada, pero era cierto, mordía mis propios labios para calmar mis ganas de besarlo- Nunca lo hice porque no creyeras que sólo te quería para amenizar mis noches y pasar un rato divertido –mí mano volvió de nuevo a su mejilla, la bajé a su cuello y la dejé en su nuca enredando mis dedos en la parte baja de su pelo- No me importaba tú inexperiencia, ni me importa ahora tampoco, me habría gustado que mis labios fueran los primeros que te robaran el primer beso de todos –hice una pausa dejando que hablara y encontrando sus ojos de nuevo cuando los había bajado al hablar- Nada me gustaría más que volver a conocerte, esta vez, como hombre –porque como él decía ya no era aquel chiquillo que conocí hacía unos años. Terminé por pegarme a él y pasé mis brazos por su cuello abrazándolo y escondiendo mí rostro en su cuello- Te he echado de menos –murmuré todavía pegada a él suspirando con fuerza recordando aquel olor tan característico que él tenía- Pienso aprovechar esta segunda oportunidad –me separé finalmente de él y le sonreí cuando me tendió su mano para ir a por aquel helado, reí levemente y acepté su mano de nuevo comenzando a andar- No tenemos por qué mejorar los recuerdos, tan sólo tenemos que crear unos nuevos –comencé a andar mezclándonos de nuevo por las calles de París.
Sabía que había en particular un puesto de helado que a muchos humanos les encantaba, jamás los había probado porque no necesitaba comer nada para alimentar pero por aquella vez debía de hacer el paripé. El puesto estaba cerca de uno de los parques que había por el centro, no es que fuera muy grande pero contaba con algunas fuentes, bancos y estaba rodeado con árboles y con diferentes plantas y flores. Era un lugar tranquilo donde había visto a algunas parejas por la noche disfrutando de aquel lugar, así que era el lugar idóneo para tomarnos el helado sin que nadie nos molestara. Llegamos finalmente al puesto donde estaban los helados y sonreí al dueño de aquel puesto mirando lo que había. No tenía ni idea de a qué sabía nada de aquello e iría bastante a ciegas, así que, debería de confiar en la suerte.
-¿Y bien? ¿Cuál te apetece tomar de todos? Yo quiero uno de chocolate, por favor –era lo que más le gustaba a los humanos, así que seguro que acertaba de pleno- A este invito yo –pagué al hombre por mí helado y por el suyo antes de que él hiciera nada y lo miré- Así me aseguro de que me debes un helado –le sonreí por aquello y cogí el mío esperando a que le sirvieran a él lo que pidiera y miré al parque que había cerca- ¿Te apetece ir allí y estar más tranquilos? Será como en los viejos tiempos… venga, ¡vamos! –tiré de él comenzando a andar hacia el parque que estaba al lado.
La distancia que nos separaba era apenas nula, casi no había más que un par de centímetros entre nuestros cuerpos y aún así podía notar la calidez que desprendía. Mí mano la dejé en su pecho y sentí que él llevaba una de sus manos donde estaba la mía, apretando con fuerza mí mano contra su pecho. La calidez que desprendía me envolvió y sentí que aquel calor aunque fuera imposible llegaba hasta mí fría piel, haciendo que mí manera estuviera mucho más caliente. Mí otra mano subió hasta su rostro y la dejé en su mejilla sintiendo que cerraba los ojos y que inclinaba su rostro hacia donde estaba mí mano, sintiendo así que dejaba recostar su rostro contra mí mano.
Lo miré con los ojos cerrados de aquella forma y se me antojó demasiado adorable pese al tema que estábamos tratando, saber que no se apartaba de mí tacto sino que parecía buscarlo de alguna forma aliviaba el peso que había estado cargando desde todos aquellos años, pensando que quizá el se alejaría por aquello. Pero ahí estaba, delante de mí, sintiendo su mano entrelazada con la mía y sus ojos ahora fijos en los míos mientras le contaba por qué me había ido de Galati. Su brazo bajó aún con nuestras manos unidas y fue su turno de hablar, negué con la cabeza ante sus primeras palabras.
-Sé que no me estás culpando de nada, aún así, siento muchísimo haberme ido de esa manera. Me lo he recriminado muchas veces –miré por unos cortos segundos hacia un lado porque era verdad, siempre me había dicho a mí misma que había sido una cobarde por huir de aquella forma de allí, de haberme ido sin darle explicación alguna. Volví mí vista de nuevo a él- Te mereces saber el por qué, siempre supe que si alguna vez nos veíamos íbamos a tener esta conversación. Y yo te la debía –su mano entonces subió hasta mí mejilla y solté un leve suspiro, podía sentir la calidez de su mano y cerré los ojos unos segundos escuchando sus palabras, mordiéndome el labio con fuerza por lo que me estaba diciendo. Era triste y no se merecía que le hubiera echo pasar por aquello por un error completamente que era mío. Su risa, corta y precisa, para nada era de alegría o de diversión… más bien denotaba cómo se había sentido en aquel momento.
Tomó unos pasos alejándose de mí tras decir aquello y sentí que podía escaparse de mis manos tan rápido como lo había encontrado de nuevo. Sentir el beso que dejó en el dorso de mí mano me hizo mirarlo con más detenimiento, y sus palabras siguientes fueron como pequeñas estacas que se clavaron en mí corazón. Sentía la verdad salir de sus palabras, sabía que era cierto lo que me estaba diciendo y yo quizás, por aquella época, no quería haber visto esas señales… o había estado demasiado ciega para verlas. Negué de nuevo con la cabeza porque no llegaba a entender lo que había pasado, entre ambos, cuando estuvimos en Galati.
Él me veía como a una mujer inalcanzable o inaccesible que podía tener a cualquier hombre que quisiera en aquel pueblo, sin embargo, con el único que pasé tiempo y el único que me interesó realmente o en el que me fijé fue en él. Saber que era el único hijo del Rey no había facilitado las cosas, sabía lo que un cargo de la realeza implicaba y sabía que su padre no le dejaría estar con cualquier mujer y menos si esta era extranjera. No sabía de las luchas internas que había tenido conmigo misma entro lo moral y lo correcto, siempre intentando actuar de la manera que debía de hacer y no dejándome llevar por mis impulsos, y no solamente me refería a la sangre.
-Fred… -susurré acotando la distancia que él había vuelto a crear entre nosotros, se me hacía demasiado raro llamarlo de aquella manera, pocas veces lo había hecho en Galati y sin embargo ahora me había salido solo- Nunca hubo nadie más mientras estuve en Galati, nadie salvo tú llamó y captó mí atención. No había nadie que se pudiera comparar contigo –volví a morderme el labio ante lo último que había dicho, intercalando mí vista entre sus ojos que me miraban de aquella forma y sus labios- ¿Sabes cuántas veces me contuve para no adueñarme de tus labios? –pregunté subiendo mí mirada a la suya, acercando mí rostro al suyo de forma suave dejando que nuestros alientos se acariciaran entre el vaho que emanaban, sin apartar mis ojos de los suyos- Tantas como veces me mordía los labios –sonreí de lado porque morderme el labio era una manía que tenía muy arraigada, pero era cierto, mordía mis propios labios para calmar mis ganas de besarlo- Nunca lo hice porque no creyeras que sólo te quería para amenizar mis noches y pasar un rato divertido –mí mano volvió de nuevo a su mejilla, la bajé a su cuello y la dejé en su nuca enredando mis dedos en la parte baja de su pelo- No me importaba tú inexperiencia, ni me importa ahora tampoco, me habría gustado que mis labios fueran los primeros que te robaran el primer beso de todos –hice una pausa dejando que hablara y encontrando sus ojos de nuevo cuando los había bajado al hablar- Nada me gustaría más que volver a conocerte, esta vez, como hombre –porque como él decía ya no era aquel chiquillo que conocí hacía unos años. Terminé por pegarme a él y pasé mis brazos por su cuello abrazándolo y escondiendo mí rostro en su cuello- Te he echado de menos –murmuré todavía pegada a él suspirando con fuerza recordando aquel olor tan característico que él tenía- Pienso aprovechar esta segunda oportunidad –me separé finalmente de él y le sonreí cuando me tendió su mano para ir a por aquel helado, reí levemente y acepté su mano de nuevo comenzando a andar- No tenemos por qué mejorar los recuerdos, tan sólo tenemos que crear unos nuevos –comencé a andar mezclándonos de nuevo por las calles de París.
Sabía que había en particular un puesto de helado que a muchos humanos les encantaba, jamás los había probado porque no necesitaba comer nada para alimentar pero por aquella vez debía de hacer el paripé. El puesto estaba cerca de uno de los parques que había por el centro, no es que fuera muy grande pero contaba con algunas fuentes, bancos y estaba rodeado con árboles y con diferentes plantas y flores. Era un lugar tranquilo donde había visto a algunas parejas por la noche disfrutando de aquel lugar, así que era el lugar idóneo para tomarnos el helado sin que nadie nos molestara. Llegamos finalmente al puesto donde estaban los helados y sonreí al dueño de aquel puesto mirando lo que había. No tenía ni idea de a qué sabía nada de aquello e iría bastante a ciegas, así que, debería de confiar en la suerte.
-¿Y bien? ¿Cuál te apetece tomar de todos? Yo quiero uno de chocolate, por favor –era lo que más le gustaba a los humanos, así que seguro que acertaba de pleno- A este invito yo –pagué al hombre por mí helado y por el suyo antes de que él hiciera nada y lo miré- Así me aseguro de que me debes un helado –le sonreí por aquello y cogí el mío esperando a que le sirvieran a él lo que pidiera y miré al parque que había cerca- ¿Te apetece ir allí y estar más tranquilos? Será como en los viejos tiempos… venga, ¡vamos! –tiré de él comenzando a andar hacia el parque que estaba al lado.
Tabitha Denveraux- Vampiro Clase Media
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