El Destino del Guerrero II: Confesiones [Jessica Saint-Bonnet]

por **C. Lazarus Morrigan** Mar Sep 06, 2016 6:18 am

La espera se hacía eterna en aquel campamento improvisado, y ya estaba bien entrada la noche, debía de cogerlos de improvisto, debía dejar que aquellos nigromantes avanzasen con su actividad diaria como había previsto. Uno de sus infiltrados conocía bien la rutina y monotonía de estos, más que iba a ser su mapa entre catatumbas en el caso que su memoria le fallase. Todo estaba medido, pero cualquier imprevisto podía hacer que todo fallase, se estaba jugando demasiado.

Uno a uno cada filo iba encajando en aquella especie de chaleco bien ajustado a su cuerpo, su especialidad era el lanzamiento de aquellos finos cuchillos, siempre había tenido una puntería increíble que le había salvado de más de una.
Un pensamiento que volaba y cada una de aquellas palabras de aquella simple carta, rondaba su mente sintiendo la voz de ella susurrándole.

Habían pasado ya más de dos años donde se había separado, donde cada uno había decidido continuar con su vida. Él una y otra vez rechazado por ella, luego el descubrimiento de que el matrimonio la ataba. Lazarus era un hombre a mitad de la vida, y por mucho que le doliese renunciar a la pasión con aquella joven, retomar una vida que solo había conocido en todos esos años era el remedio que podía darle. Volver al sacerdocio a cambio de tener su propio grupo de aprendices, dentro de su libertad, su grupo propio de cazadores guiados por un propio criterio y no atados a una inquisición que le parecía corrupta.
Aquellos eran sus hijos, sus aprendices, sus guerreros, tenía fama de ser uno de los mejores mentores dentro de aquel mundo, y por eso la Inquisición lo necesito, y por eso creo aquel grupo de élite que solo se servían a sí mismos, aunque a veces se incorporaban a pequeñas misiones.

Casi la mitad de la vida vivida en una madurez, la templanza y la soledad había sido su amiga y compañera, pero lo que no sabía Jessica es que nunca le había quitado el ojo de encima. Se había mantenido frío y distante para acabar con aquella obsesión que le rodeaba a su persona, no podía quitársela de la cabeza, la había deseado tanto en demasiados sentidos, que cuando casi la tuvo, la sintió escapársele como la arena entre los dedos y allí estaba, en aquella noche esperándola, con una carta de confesión, abriendo viejos sentimientos que le hacía latir con fuerza, abriendo la vieja caja de Pandora. Él aun la amaba, había que admitirlo, no era para negarlo, negarlos era una necedad. Y en aquella noche temía por su vida.

Todo preparado, “Tosca” su perra y compañera ya anciana, le lamía los dedos parecía en consuelo. Había salido a recibirlos, mientras le daba los últimos consejos a los suyos.
Sus cazadores eran jóvenes y subestimados por ello, había una media entre los trece años de edad hasta los ventipocos. Una de las chicas más jóvenes sería el cebo para abrir las puertas, el infiltrado la llevaría consigo como “victima”, lo que no sabían aquellos nigromantes de aquellos cazadores, es que muchos de ellos no eran simples humanos, ni los propios inquisidores lo sabían. Eran algo aberrante para ellos, pero a Lazarus no le había importado cuando los había tomado bajo su ala.

por **Jessica Saint-Bonnet** Lun Oct 17, 2016 4:07 pm

"Voy a quererte aunque me saquen el corazón."

No podía negar que había metido la pata en el pasado, pero ella eran de las que prefería arrepentirse tarde, pero hacerlo. A fin de cuentas su corazón era salvaje y ella no podía hacer de otra que obedecer fielmente lo que sus instintos le dictaban. Por eso era tan descontrolada como imprevisible, llevándole a éxitos dentro de la inquisición, así como derrotas por culpa de su ímpetu.Las horas siguientes le llevaron a cabalgar hasta el punto indicado, allí fueron a pié, dada la distancia prudencial, siempre cerca de los suyos, y mucho más cerca del soldado que estaba a prueba aquella noche. Éste había prometido revelarles secretos de la trama a cambio de su silencio ante el consejo inquisitorial y así evitar el injusto juicio que les caía a los traidores.

Pero fuera de todo ese tema, ella no tenía ni voz ni voto en esos juicios, por lo que prefería impartir los suyos que eran más justos y en la medida que la situación requería. ¿Por qué cortarle un dedo a un traidor? El estigma quedaría pero habría que escuchar sus motivos e imponerle dos vías; quedarse o ser desterrado de la órden, con sus consiguientes nuevas reglas en ambos casos.

Disfrazados como infiltrados, con una pseudo capa que cubría uno de los hombros y el cuello hasta la altura de los ojos, capucha que cubría el cabello como el resto de los allí presentes, como si fuesen los escoltas que cargaban a aquellas victimas, algunas saqueadas del depósito, para hacer más creíble aquel teatro barato que se esmeraban por que colase de buena forma. Todo parecía en constante tensión, se podía ver cómo otros grupos de los reales portadores de víctimas, caminaban de forma estricta, como si aquellos fuesen verdaderos líderes de masas. Jessica siguió a su grupo, como una más. Una vez consiguieron llegar a uno de los depósitos de cadáveres cubiertos, tuuvo contacto visual con uno de ellos, y al instante se dieron cuenta de que algo no iba bien porque los dos enemigos se miraron entresí. Ella y otro de los suyos avanzaron como pudieron hasta quedar a sus espaldas y así matarlos sigilosamente antes de que pudieran hacer algún truco difícil de disipar. Allí, otros ocuparon sus lugares y ellos fueron puestos con el resto de cadáveres.

- ¿Qué buscamos exactamente?
- No lo sabemos, pero debemos pararlo antes de que llegue a la ciudad.

por **C. Lazarus Morrigan** Sáb Nov 05, 2016 8:16 am

Unido al grupo caminaba en silencio con ojos vigilantes en los suyos, sinceramente no estaba preocupado, confiaba ciegamente en sus cazadores, a pesar de la juventud de muchos de ellos. Había sido bien entrenados, seguirían el plan a la perfección, y sabía como actuar ante lo imprevisible.

Más le preocupaba el grupo que se le acaba de añadir y por un instante aquellos ojos azules se fijaron en la figura de Jessica, su mente por un instante se había transportado a minutos antes de empezar la misión, en aquel pequeña casa cercana al lugar donde habían montado su especie de campamento base para ultimar planes y demás asuntos.

El grupo de inquisidores habían llegado tras su larga cabalgada, había sido puesto al día.
La "victima" iría cargada por el infiltrado, su mapa personal, el resto le seguiría a paso obediente. Un grupo reducido, no ponían ser demasiados para esa misión, eso haría sospechar.

"Buscamos el centro de donde dejan todos esas cadáver y ver que hacen con ellos, se habla de un ejercito de no-muertos..." Le habían respondido

Todos había salido al exterior, y en el vestíbulo quedaron Jessica, y él.
Había sido un arrebato, cierto es, pero no sabía aun si iban a salir de aquella noche.

Había tomado su mano y tirado de ella para envolverla en aquel abrazo necesario y desesperado. La quiso sentir muy cerca de él, tanto, que sin importarle que alguno de sus cazadores aun estaban saliendo de allí, la besase.
Sus labios había impactado contra los de ellos, apasionados para luego relajarse y ser suaves y dulces, se deleito por un momento de aquel sabor que su aliento le ofrecía. La amaba estaba claro. Pero con simples palabras no podría demostrárselo.

Cuando se separo de ella, con respiración agitada. No hubo palabras, solo miradas y el silencio.
Sus pasos se alejaron pronto de su lado actuando con toda la normalidad del mundo. Algunos de los más jovenes cuchichearon, y rieron por lo bajini. Lazarus le lanzo una mirada de advertencia.
Al fin y al cabo eran niños, y nunca se lo imaginarían en aquella posición o con aquellos gustos.

Y ahora se veía caminando a su lado, en silencio, entrando por aquellos pasillos sinuosos. Ya era el momento de actuar. Irían menguando sus fuerzas poco a poco, y así lo hicieron.

El infiltrado abría paso, atraía al pequeño grupo de nigromantes que se encontrasen y luego lo menguaban. Despejaban camino y daba pie a una salida segura, pronto llegaría al centro de todo aquel horror.

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