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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Jessica Saint-Bonnet Sáb Abr 02, 2016 1:50 pm

Afueras de París
Torre del Apóstata
16:35 Am
Jessica cabalgaba bajo un manto de lluvia intenso. El cielo estaba totalmente oscurecido, pese a que el sol aún debería estar en todo lo alto. No le importaba el frío ni cuan calados estuvieran sus huesos, pues no era mayor prioridad la suya que llegar al lugar de encuentro. La experiencia le había servido para valerse de ciertos aliados que no dudarían en ayudarla a cambio de un precio que en ocasiones valía la pena pagar. Pero como en éste caso, aquellos se reunían a espaldas de la inquisición, bien eran hombres pertenecientes al círculo más cercano de los inquisidores o meros cazadores que lucharían hasta morir por el mismo propósito que ellos presentaban. Todos y cada uno de ellos con ideas firmes y las suficientes arrugas como para dar fe a una vida llena de altos y bajos en el camino de la caza. Seis eran; cinco hombres y la presencia de Jessica, que no era más que la mano ejecutora de todo lo que allí se había formado, bien algunos aportaban información, otros contrataban mano de obra dispuesta a luchar por un absurdo saco de oro pero cada uno de los allí presentes era tan leal a ese estricto círculo que de salir de allí algun pedazo de infoprmación, ninguno se salvaría de la mano castigadora de la santa inquisición. Incluso a Jessica la podrían tachar de traidora, pese a que lo que allí se pactaba, nada tenía que ver con la integridad de dicha organización; por una vez se podía decir que estaban haciendo las cosas bien, cosas que o bien la inquisición se negaba a responder o directamente no querían involucrarse en ello. Temas, que sin duda ponían en peligro a la sociedad Parisina, problemas, que de seguir circulando hacia la ciudad sin nadie que les corte el camino, nadie podría llegar a parar y supondría sino la extinción de mucho de lo que hoy en día conocían. Un tanto misterioso, pero todo el tema radicaba en las afueras, a millas de distancia, pero igualmente peligroso. Todo el mundo veía cómo se solucionaban los temas más livianos, pero nadie reparaba en lo verdaderamente importante, en algo que era mucho más grande que el prestigio que buscaba la santa inquisición. Y ellos, eran la clave.

Jessica llegó a aquella ruinosa fortaleza, cuyo torreón principal era llamado: "El Torreón del Apóstata" por las viejas -por no decir ancestrales- rencillas entre magos, bajó del caballo, dejándoselo así al mozo de cuadras para luego adentrarse en el lugar, como si ya lo conociese incluso mejor que su propio hogar -si es que tuviese algo a lo que llamar así. Sus pasos sonaron firmes y huecos por los pasillos empedrados que le conducían hasta la sala del consejo. Una vez entró, saludó al resto con una cortés inclinación de cabeza, por mucho que ella fuese la más jóven del grupo, todos parecían estar al mismo nivel en aquella disputa. Ellos, que habían llegado antes que ella parecían sino estar pensando el modod de hacerle saber de algo que quizás no le gustase, así como la inclusión de un nuevo miembro sin previo aviso. Jessica se deshizo de la capa empapada y ocupó su lugar a la cabeza de la mesa de guerra, como la llamaban.
- Hoy es un día de perros, tened cuidado y a la vuelta, no pasen por el camino del distrito diez, al parecer el río se ha desbordado con la crecida y ha empantanado aún más el camino. - Se tom´ço una breve pausa para observar la mesa y levantó nuevamente la vista. - No es común que haya tanto silencio. Decidme qué es lo que ocurre. - Dijo con voz tranquila, suave, incluso algo inquieta por si se trataba de un fallo entre misiones o por algún desertor.
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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Lun Abr 18, 2016 6:52 pm

“Nuestra Isla perdida que…
Sigue perdida.”
-Me equivoque by Estirpe –
 
Aquella noche esperaba que indirectamente el destino hubiese decidido que había llegado su momento. Casi dos años siendo una sombra, sintiéndose más mercenario que un hombre de Dios; sus decisiones que le hicieron dar pasos a atrás a un pasado, pero con sus “condiciones”.
 
El fantasma había vuelto a renovar sus votos con la Iglesia para convertirse de nuevo en vivo, y a pesar de sus faltas los inquisidores lo quería de vuelta, olvidando lo malo y recordando sus méritos.
Lazarus sabía muy bien hacer su trabajo, regresar a su tarea y servicio como “maestro inquisidor”, no entraba en sus planes, pero el formar nuevos inquisidores y que cedieran a sus condiciones era una tentativa.
Pocas fueron estas, no tener el deber de un inquisidor, ser informado de misiones que le interesasen y poder aceptarlas o no, y poder formar su propio grupo de” cazadores” como refuerzos necesarios.
 
Debía de estar desesperado, y de algún modo así era, ya que hacía unos pocos meses, parte de la organización de París se había visto desmantelada y desequilibrada a causa del regreso de un anciano vampiro, un tal Vecchio que no había despertado de muy buen humor y tampoco tenía demasiada simpatía con algunos miembros de la Inquisición, ya que así lo demostró al enviarles la cabeza de uno los maestros inquisidores que había decidido huir a Italia.
No sabía por qué, pero a Lazarus le cayó bien el vampiro, no hubiese sido su método, pero indirectamente el vampiro estaba purgando de corrupción aquella facción de la Inquisición parisina. Un método muy drástico, pero eficaz.
 
Ahora Lazarus se encargaba de formar a jóvenes para reponer aquellas recientes bajas, de vez en cuando tomaba alguna que otra misión y de vez en cuando su grupo de “cazadores” era mandado a reforzar ciertas facciones, muchas veces sin intervenir, solo esperar en las sombras por si se necesitaba.
La casualidad siempre hacía que en la facción estuviese cierta persona que a Lazarus le gustaba tener en cierto modo vigilada, y sobre todo mantener con vida. Lazos sentimentales y dolorosos le había unido, y a pesar de haberse enterado del cambio de su estado civil, se había mantenido al margen como si aún continuase siendo una mujer casada.
 
Hacía recio, la noche no invitaba a ser perturbada, y allí estaba reunidos en el torreón. Repasando los planes de aquella operación de meses.
No eran vampiros, ni licántropos, ni otros seres… Eran esta vez humanos, nigromantes, habían desaparecido muchos cadáveres y no se había exactamente que estaban haciendo con ellos.
Hacía tres noches que Lazarus había conseguido capturar a uno de ellos, obsesionado con jovencitas bellas, y usando a una particularmente como cebo. Él hombre le rebelo la pista de donde estaba ese “escondite” y aquella noche iba a ser el momento de investigarlo.
Esta vez se uniría a sus cazadores, como refuerzo de “aquel grupo”, tenían la posibilidad de reencontrarse, pero prefería arriesgar a que ella terminase muerta.
 
Justo estaba discutiendo cuando el último miembro de la operación llego, sus ojos se cruzaron por un momento. Allí estaba ella perturbando su ser, y creando sensaciones bien oprimidas y guardada.
Por un momento se silenció, pero la rápido presentación “Le presento a Monsier Morrigan, él es el que ha obtenido la última información” le despertó de su ensueño y de nuevo las caras de preocupación volvieron.
 


-Tengo la teoría de que es un “ejercito”, los nigromantes están creando uno. No sé el motivo exacto, pero puede que esta noche lo averigüemos. -No tardo en proseguir con su discurso para normalizar la situación. -Al que capturamos nos revelo que “los almacenan” -Y con ello se refería a cadáveres. -Lo llamo “Le ventre de París”; investigando un poco descubrí que se le llama así a la zona de “Les Halles” y que conserva algunas zonas en obras por restos del medievo y almacenes de los comercios, éste de aquí está abandonado y es uno de los más grandes, no lo descarto. -Señalo el mapa, y de reojo no puedo resistirse a mirarla.
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Mensaje por Jessica Saint-Bonnet Lun Mayo 23, 2016 12:23 pm

I see the bad moon arising.
I see trouble on the way.
I see earthquakes and lightnin'
I see bad times today.

···

Un nombre, una palabra que resonaba en su cabeza una y otra vez como cuando él se fué, de nuevo, sembrando la discordia y la distancia entre ambos, una, que significaba tanto dolor que para ella fué difícil de superar, de hecho, aún quedaban brasas allí dónde el fuego ardió y cullas llamas no volverían a alzarse de nuevo. No fué un acto involuntario lo que le hizo alzar la cabeza, incrédula, teniendo que ver con sus propios ojos la veracidad de las palabras pronunciadas, todo, en el transcurso del discurso del cazador. Jessica no apartó la mirada ni un segundo, sus labios permanecían sellados, pero su mirada calaba tan hondo como si fuese capaz de meterse en su alma y destrozar su vida desde dentro ahí dónde ella estaba herida. Pero un leve manejo de su mano, señalanbdo un lugar, le hizo fijarse en el metal que brillaba de forma magistral en su dedo; un anillo. Aquella sortija significaba mucho, ya que era una de las cosas que les separaban en el pasado así como el suyo propio, salvo por la diferencia de que ella prefirió cortarse el dedo a llevar un minuto más de su vida aquel anillo, que pesaba más que cualquier cosa que pudiese cargar con sus brazos, en cambio él, había abbrazado a la iglesia con un motivo que quedaba lejos de su comprensión. Aún así, lo aceptó, aceptó su nueva vida, pero eso no quitaría el hecho de que ella decidiese manejar la situación a su favor.

- Muy buena información, salvo por el hecho de que ya se contemplaba la idea de que fuesen nigromantes, desde hace más de siete meses, claro que usted no podía saberlo si es que no estaba en dicha reunión. - Sus palabras, parecían normales ante el ojo de cualquiera, pero tan sólo los que contemplaron su historia, sabrían el alcande de dichas palabras, tales como si ella estuviera echándole en cara todo el tiempo que perdió a su lado a pesar de que ahora había vuelto, lo que suponía que nada iba a volver a ser tan fácil y maduro como antes.

Había algo en aquella misión que Jessica se tomaba muy a lo personal y ese quizás era el error más grande que pudiera cometer ya que ahí es cuando una se olvida de pensar fría y correctamente las cosas y los errores acuden a sus manos con la misma velocidad que la espada atraviesa un corazón. Ella, habiendo descubierto que su marido era un nigromante, tan sólo necesitaba su cuerpo para hacer posible la nueva vida de libertad que ansiaba desde hacía algunos años. Por eso y tan sólo por eso agradeció que Lazarus arrojase un poco de luz sobre el lugar dónde deberían buscar.

- Ésta misión es importante y por lo tanto nadie más debe saber de ella, ni siquiera nuestros más cercanos. Los nigromantes no son estúpidos y si ven algún movimiento extraño lo notarán enseguida. - Ella hablaba, no como si supiese todo de todos, pero sí con la notable experiencia que de su mano traía. Quería ver a ese hombre, muerto, y si estaba metido en una red de saqueos de cuerpos, mejor que mejor; nadie lo echaría en falta. Sólo pocos entenderían hasta dónde Jessica sería capaz de ir con tal de acabar con la vida de aquel hombre.

- Mañana. - Dijo. Sus palabras sonaban directas y suaves, pese a que le temblaban hasta la punta de sus dedos. La tan sóla presencia de Lázarus le hacía temblar y por muy diversos motivos, en los cuales cada uno de ellos terminaba con un golpe en la cara. Él le había hecho sufrir como el que más, tan sólo por haber sido partícipe de su vida y de haber sido el único para el cual había desnudado su alma, pero al parecer, ella no era ni fué nunca la única cosa que le haría retroceder. Los errores eran mutuos y Jessica esperaba no permitirse el lujo de volver a errar, mucho menos si él estaba pendiente de la misma misión que le sería encomendada a ella. - Ésta noche partiremos hacia un campamento cercano, allí recogeremos todo lo necesario para llevar a cabo la misión, ya que no serís inteligente hacer todo el camino con armas y abastos a cuestas. Llamaría demasiado la atención.

Jessica se quitó entonces el único guante quie siempre llevaba, para esconder así la mutilación que sufrió de su propia mano, enseñándoles a todos sin reparo, aquello que le marcaba. Guió sus dedos por el mapa, como si estuviese acariciando de verdad aquellas dunas, aquellos páramos que le llevarían a descender a aquella ciudad casi fantasma. - Tenemos tres noches, si tras esas tres noches no hemos vuelto a casa... -dijo en referencia al castillo, a una prueba mínima de supervivencia para dar a entender que estaban aún vivos - ... Será momento de labrar una piedra por cada uno de nuestros nombres. - Jessica, en cuestión de muerte, no tenía miedo alguno, ni querría ser venerada como esos dioses paganos que rezaban en otras religiones. Ella, escudriñaba cada palabra con verdadera devoción, cuidando cada milímetro de los planes a seguir ya que de ella dependía el bienestar de otros. Llegado a un punto, paró su dedo índice de la diestra en un punto más al norte de lo pactado. - Iremos al otro lado, para ello tendremos que cruzar el río, así que debemos llevar caballos, pero los dejaremos en el atados a una distancia prudente. Evitaremos así que puedan huír y atraparemos a sea lo que sea lo que estemos buscando. - Jessica alzó la vista, topándose de nuevo con la de Cahir. En realidad todos sabían que aquella misión era un riesgo a sufrir, que era suicida y que seguramente les diezmaran por ser más grande de lo que previniesen, pero el hecho de encontrar algo y tirar de ese hilo que les llevaba a aquella zona recóndita, les decía que iban por el buen camino, aunque claro estaba; todo eran suposiciones, sólo hasta que los vieran con sus propios ojos.


···
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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Dom Mayo 29, 2016 7:21 am

Se dio cuenta de la incredulidad que el rostro de ella había mostrado, sin quererlo y de un modo efímero hizo que los labios de Lazarus se curvaran. Realmente hacía demasiado tiempo que deseaba un reencuentro. Si, demasiado tiempo. Pero se reprimía una y otra vez, diciendo que aquello no era correcto y que había historias que se había acabado en el pasado y que debía dejarlo estar.

Lo irónico de todo y es que, a pesar de haber ocultado su presencia en todo este tiempo, había procurado en cada una de las misiones que ella estaba vinculada o era participe asegurar que su gente actuará como refuerzo. Siempre queriendo vigilar de algún modo los pasos de la inquisidora, siempre queriendo asegurar que saliera una y otra vez con vida.

Sentía como ella en todo momento lo observaba con cada una de sus palabras, por un parte le incomodaba, y le hacía sentirse tenso. Es más, aquel detalle de ver su mano carente del dedo que portaba su compromiso de matrimonio le hacía pensar que había habido un dolor compartido por en medio, y que tal vez, estaba roto ese compromiso. Había escuchado rumores sobre “viudedad”, nunca confirmados, no había querido profundizar en ese tema, con miedo a que un drama ajeno le devolviese esperanzas con respecto a su relación.

Cuando ella comenzó a hablar, abiertamente el sacerdote sonrió con cierta diversión en el gesto. Como siempre lo retaba con sus palabras, incluso pareció cuestionar por un momento su trabajo. No quiso contradecirla, porque si no descubriría ciertos detalles que solo él y los suyos manejaban y trabajaban a parte de los inquisidores. Ellos solo eran una especie de “refuerzo”, pero no eran sus servidores.

-Mi gente, hizo un reconocimiento y tengo dos infiltrados desde hace semanas. -Sacó un trozo de papel dibujado a mano con detalle, claramente se veía que su mano estaba allí. -Esto es solo una parte. Se han hecho planos de lo que se ha observado y estudiado, pero entregaremos el resto y compartiremos el mismo día de la misión. No podemos fiarnos -Así de claro y contundente, había escuchado que entre los mismos inquisidores había alguien que estaba colaborando con aquel almacenamiento de “cuerpos”. -Tenemos nuestros motivos. -Información reservada.

Por un instante hubo una serie de cuchicheos ante aquello, no se esperaban tal reserva. Si no fuese porque Lazarus tenía fama entre los inquisidores como Maestro, no se hubiesen fiado de él. Su fama de entrenar y crear leyendas entre las filas, le había librado del castigo cuando decidió buscar su independencia. El cazador había hecho un trato con los inquisidores, seguiría entrenando jóvenes, volvería a renovar sus votos, a cambio podría entrenar a sus propios grupos de cazadores y solo ayudaría en las misiones dentro de su ética.

-Estoy de acuerdo con el plan de “madame” Saint-Bonnet. -Cuando dijo “madame” buscaba que hubiese una corrección y confirmación de que ya no era una mujer casada, más bien una “madamemoiselle”. -Esperaremos ordenes como siempre. Además conocen a parte del equipo. -Referencia clara de que Jessica ya había trabajado con su gente pero sin saber que él era quien los dirigía.

No dijo nada más, sus ojos se cruzaron con los de ella, él no hizo nada para apartarlos más bien sostuvo la mirada. Era consciente de la peligrosidad de la misión, muchos cabos atados, e información sustraída había lagunas que no había forma de aclarar. El factor suerte tendría mucho que ver, y por una parte él se había ofrecido esta vez en participar directamente en ella. Iba a estar lo más cerca que pudiese de la inquisidora para asegurarse que saliese con vida.

La reunión terminó, y luego vinieron las conversaciones entre los participantes y opiniones. Dispuesto a marcharse, ya poco tenía que hacer, se acercó a Jessica y con disimulo le entrego el plano completo y otros detalles.
-Una copia, aquí lo tienes todo. Solo me fío de ti, nos llegó información de un “traidor” entre los tuyos. -Le había tomado la mano, con suavidad y le dispuso el papel doblado en ella. Un mínimo contacto, tan mínimo que despertaba sensaciones en su interior que lo turbaban. -Siempre estuve aquí… -Le dijo en un susurro, agachando la mirada.

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Mensaje por Jessica Saint-Bonnet Dom Jun 19, 2016 4:13 pm

"Every time I see you, I die a little more".

···

"Traidor". Tras escuchar aquella palabra quiso golpearle pero su ética era más fuerte que todo el rencor que había llegado a sentir por él. No iba a negar que su mundo amenazaba con derrumbarse tras aquellos muros que tan altos había construído a su alrededor. Había luchado a su lado, había compartido secretos con él que ningún hombre había logrado compartir con ella, le había amado como una mujer llena de esperanzas de encontrar al hombre que necesitaba, que anhelaba, que seguía sus pasos y que no la dejaba caer por mucho que él saliese herido. Había compartido infinitas vivencias con aquel cuyo aliento hacía entrecortar con el más sincero de los besos, pero a pesar de todo aquello, ella fué egoista, llegando a pensar que toda lucha se había acabado y que al fin podía ser feliz de cualquier modo mientras fuese a su lado. Las cosas parecían transcurrir con normalidad pero un día todo cambió y ambos no hacían más que tratar de arreglar algo que estaba roto aún cuando nada había mepezado. Él, un hombre de Dios, cuyo anillo parecía brillar más que nunca ante los ojos de la que un día le amó; y ella, una guerrera que no conocía otra vida que aquella y que ingénuamente se dejó vencer por promesas que nunca llegaron a cumplirse. De eso se trataba, de dejar que todo fluyese sin ataduras y que el tiempo lograse recomponer aquellas piezas, pero los acontecimientos no hacían más que desencadenar el caos y abrir distancia entre ambos. Si, al verle su mundo se derrumbó, quiso olvidarlo todo y lanzarse a sus brazos, pero en cuanto el reflejo de la joya dió a parar en su mirada ella ya lo dió todo por perdido. ¿Por qué la acariciaba? ¿por qué hacía aquello? Sabiendo que en su fuero interno se debatían mil batallas que no hacían más que hacer acudir las lágrimas a sus ojos al mismo tiempo que su corazón palpitaba de pura rabia por lo desconocido. Le amaba, pero ya le había dado por perdido.

Jessica aceptó el obsequio de aquel que fué su compañero más acertado de todos, aquel que sin necesidad de hablar sabía cuánto lo necesitaba y cuánto podía llegar a estar sin él. Por fín, tras un largo silencio que no hacía más que apaciguar su lengua ya que ésta se debatía por decil las mil y una cosas que se había callado todo éste tiempo, se decidió a hablar.

- Llamen a mis soldados.- Dijo al maese, aún con la mirada fija en Lazarus, para que éste viese cuán torturada se sentía tras todo aquel tiempo, para que viese cuán cristalina se veía su mirada y cómo ésta despojaba tan sólo una lágrima ante el inevitable parpadeo. Jessica se mordía la lengua para no mezclar asuntos ya que aquella misión había sido la más importante en años, y no merecía ningún error absurdo por su parte.

- En ese caso, "padre", debe acompañarme y decirme cuál de todos ellos es el desdichado. No pienso salir de la fortaleza hasta que el tema quede zanjado.- Su voz sonó templada, separando magistralmente los asuntos para que aquello no pareciese un símple y absurdo ajuste de cuentas. Ella se había despojado de todo, pese a que aún no le había gritado a la cara todo lo que pensaba al respecto y necesitaba hacerlo, cláro que lo necesitaba, pero aún no era el momento. Aquella palabra hacía el efecto contrario que buscaba haciéndola temblar más aún si cabía ante tal situación. Pese a que hablaba de "zanjar" temas, era bastante esquiva con lazarus, manteniendo la cortés distancia que le invitaba a decidir que no quería saber nada al respecto, aunque realmente se muriera de ganas por correr a sus brazos.

- Y limítese a hacer su trabajo, no quiero que haga nada fuera de lo común que pueda entorpecer la misión, usted sabe perfectamente de lo que le hablo.- Mantuvo un breve silencio, para proseguir. - He notado que te has interesado por mi estado civil, así que para tu información, en unas semanas podré obtener la nulidad del matrimonio, ya que desde el enlace mi esposo desapareció y por lo tanto no he yacido con él así como obviamente no pude darle un hijo. mi compromiso con Dios no significa que no desee ser una mujer libre.- Aunque podría considerarse una ofensa hacia la iglesia cristiana, Jessica habló con dureza, pues aquella información bien no le valdría a Lazarus ya que ella pasaría a ser libre mientras él, estaba destinado a servir su vida a Dios. Las cosas se habían complicado de tal manera que aunque la nulidad le diese libertad, ella sentía que se ahogaba y no por despojarse de las cadenas que la retuvieron durante años. Jessica cruzó a penas un par de palabras con el maese que les decía a ambos que los soldados que había a cargo de Jessica estaban entrando al recinto, en especial a una sala dispuesta en la base de uno de los torreones. Una salacircular, de piedra, con a penas una mesa, dos sillas y un baul y estante con varios artilugios.


···
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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Sáb Jul 02, 2016 10:44 am


En sus ojos vio palabras que nunca iban a ser pronunciadas, pero que ahí estaban, contenidas en su lengua. Las cosas habían cambiado demasiado, y ella ya no se aferraba en ocultar demasiado sus sentimientos… ¿O acaso es que ahora se estaba viendo traicionada por ellos mismos? Porque podía ver asomado ese atisbo del pasado, donde ella aun le amaba.

Lazarus iba a decir algo, olvidándose del resto, pero, ella hablo antes llamando a los soldados. El ausento de la misión ya lo solucionaría ella, así que allí ya iba sobrando. Dispuesto a marcharse, con aquel “padre” su atención llamada, aun no se podría ir, no podría huir de aquellos sentimientos encontrados que volvía a contradecirle por dentro. Pero él ya no era el hombre de hacía dos años, que una y otra vez se veía rechazado por imposibles, había conseguido un buen trato con la Inquisición, había conseguido una vida que había deseado hacía tiempo, nuevos aprendices, de los cuales, estaba seguro que saldrían grandes cazadores con más cabeza y sin el impulso de matar indiscriminadamente. Estaba liberando en cierto modo a muchos de sus ataduras, y dándole sentido a sus vidas.

De nuevo esquiva, volvía su rol de dama de hierro. Él la siguió sin decir palabra. Había demasiada tensión en el ambiente entre ellos, demasiados sentimientos encontrados, demasiada atracción no resuelta.

Ápice de sorpresa ante aquella nueva información, o más bien la confirmación. “Un poco tarde”, pensamiento que llegó, ya que él había elegido su camino al igual que ella. Si hubiese sido otro tiempo, no hubiese dudado en arriesgarse con respecto a ella, en intentarlo. Pero ahora aquello no tenía posibilidad, él mismo podría volver a dar pasos atrás y renunciar, volver a sacrificar lo construido por una mujer, pero se negaba. Se había sentido rechazado una y otra vez por ella, había sido un tira y afloja y constante

Se acercó para darle un nombre al oído, no le gustaba señalar ni que le hombre se entere de que él había averiguado su verdad. Tampoco le iba demasiado las torturas, método muy habitual para la inquisición y que alguna vez había tenido que usar.

Sus labios cerca de su oído, palabras en voz baja, su perfume le embriago y no pudo evitar hacerle casi por inercia, su mano rozó la de ella caída. Fue algo efímero, pero lo suficiente para alterarla. Un error por su parte no debía de haberlo hecho.

Suspiró tranquilo, observando la sala en la que habían entrado. Una sala de interrogatorios, no estaba dispuesto quedarse allí.

-Ya tiene el nombre de su hombre, creo que mi presencia aquí no es precisa. -Había dicho caminando hacia la puerta.
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El Destino del Guerrero: cicatrizado · {Privado, C. Lazarus Morrigan} Empty Re: El Destino del Guerrero: cicatrizado · {Privado, C. Lazarus Morrigan}

Mensaje por Jessica Saint-Bonnet Vie Ago 19, 2016 10:57 am

"Caminos que amenazan con separarse una vez más".

···

Jessica podría haber intuído la cobardía de no dar ese paso al frente que tanto necesitaba, ese que haría que todos sus miedos se alejasen tanto que no volverían a invadir de forma tóxica su mente. Jessica había lamentado mucho, pensado,, amado y odiado a aquel hombre, pero estaba claro que él significaba mucho para ella, siendo así la única persona sobre la tierra por la que no dudaría en arriesgarlo todo, en dar su vida por él aunque no fuese necesario. Quizás había llegado el momento de pensar seriamente en qué hacer para que aquella situación terminase y habían dos posibles caminos, aunque algo invisible siempre tirase a ambos por caminos opuestos, sin dejarles ser felices de una maldita vez, dejando que los problemas acudieran a ellos cada vez que todo parecía resuelto, terminado, simplemente creando en ellos un sentimiento que no les permitía ser felices, por mucho que se aferrasen a aquel sentimiento que hacía un tiempo parecía mutuo. Para ella sin embargo, no era todo tan claro, pese a que lo amaba con toda su alma, no sentía que por su parte fuese recíproco y tampoco sabía qué hacer al respecto. Cuando lo vió irse por la puerta, agachó la cabeza y tomó aire lentamente hasta que una mano en su hombro la hizo salir de aquel estado de profunda frustración.

- Es el momento. - Le dijeron y ella asintió. Todos los que la conocían sabían sus métidos, a medias, porque ella era totalmente imprevisible y siempre la pintaban como "la justa" la única capaz de equilibrar la balanza sin necesidad de derramar sangre. Jessica entró a la habitación, sintiendo un cosquilleo en la mano y apretándola firmemente por el hecho de que Él no se encontraba sujetándola, él, siendo su pilar más fundamental en su vida y ahora sentía que lo perdía más que nunca. El silencio reinaba y ella por fín habló, no sin antes acercársele al soldado que habían marcado como traidor.

Jessica se quitó el guante, ante la mirada atónitade los presentes y lo abofeteó, para luego volverse a colocar dicho guante.
- Nos has traicionado. - Musitó, como si aquello fuese lo único que necesitase oír aquel muchacho de sus propios labios, sabiendo lo que conllevaría ser tachado como tal. Él, sin embargo, frunció el ceño entre molesto y aceptando las palabras dirigidas ya que nparecía no tener salida alguna. Él, sabiendo las costumbres de la inquisición, se sentó de mala manera y se arrema´gó la manga para que procediesen al cercenamiento de su mano.
- No. - Dijo ella y se podía sentir como algunos retenían el aire de forma sorpresiva, sin saber cuál iba a ser sinó el castigo por desvelar secretos fundamentales de la misión, siendo más un cercano de ella que otra cosa. - No quiero saber cuáles fueron tus motivos, ni qué te llevó a romper la lealtad que nos brindaste, creo que no mereces ese castigo sino uno más real, que te permita ver de primera mano hasta dónde seremos capaces de llegar con la misión. Seguirás lo pactado, cabalgarás a mi lado y lucharás como teníamos previsto. - Jessica se tomó unos segundos para proseguir, aquel lugar sólo debería ser para Lázarus, el único capaz de predecir sus movimientos y anticiparse para su ayuda, el único que se compenetraba tan bien en la guerra junto a ella que no eran necesarias palabras de más, como lo fué aquel primer lobo que les hizo conocerse. - Una oportunidad más, te damos ésta para que arregles lo hecho, luchando a nuestro lado. Si tuviste contacto con el enemigo nos serás de utilidad, pero recuerda; una vez más y tu castigo lo ejecutarán los inquisidores, no nosotros. - Sentenció, con voz amable, seria, pero estricta, dejándole entender a aquel muchacho que aquel no era un mero juego de niños.

Los minutos pasaron y el suelo no se hubo manchado de sangre. Algunos salieron primero, en busca de víveres para los campamentos cercanos, otros simplemente alimentaban bien a los caballos para que cuando empezase la misión no sintiesen fatiga. Tres mensajeros a caballo fueron enviados a distintas localizaciones, incluída la inquisición para que se enterasen a última hora de la misión, así como un salvoconducto en caso de fallar, teniendo a la vez la posibilidad de que ellos no estén preparados para inmiscuirse en lo que les llevó tantos años de preparación. La cuarta carta la daría ella misma en mano, así que dejó al resto y se encaminó hacia dónde Lazarus permanecía.

- Según lo pactado tu siguiente misión es llevar ésta carta a la inquisición, ya que volviste al sacerdocio. Es normal que se exalten una vez lo lean, pero así nos aseguramos de que tendrán conocimiento y de que no influirán ya que todo está muy avanzado. Sólo entrégala y asegúrate de que la lean. - Ésto último lo dijo mirándole a los ojos, incapaz de decir algo fuera de lo normal, incapaz de volver a decir algo en su contra aunque fuese un amargo te quiero. Bajo el manuscrito real, le daba dos cartas; una carta sin sellar y la otra elegantemente lacrada, firmada bajo su letra. Una dirigida a la hija de éste y otra dirigida hacia él, con ningún otro propósito que decir esas verdades que temía sacar de su boca.

A Cahir:
Dígale que lo siento. Dígale que todo cuanto hice en la vida no es nada comparado con todo lo que una vez sentí por él, con todo lo que me llevaba a cometer errores sin importar cuáles fueran las consecuencias. Dígale que no me arrepiento ni me arrepentiré nunca en la vida de haberle amado y que jamás olvidaré cada sensación que él provocaba en mi piel cada vez que la acariciaba. Dígale que extraño su voz susurrada, así como amo el simple latir de su corazón cuando mi cabeza estaba apoyada en su pecho. Dígale que añoro su respiración, su risa el iris azul que me dejaba sin aliento caza vez que coincidía con los míos. Dígale que perdone mi soberbia, mi torpeza, mis ganas constantes de gritar y de golpear cualquier cosa, pídale perdón de mi parte, perdón porque no podré cumplir la promesa que le hice hace muchó tiempo que implicaba el no hacerme daño; porque ya lo hago simplemente haciéndole permanecer lejos de mí, lejos de lo que me rodea y lejos de ésta misión ya que mientras la suya será enviar éstas tres cartas, la mía será morir en la guerra. Pero lo más importante y espero que no se le olvide; dígale que lo amo y que lo amaré hasta que el último aliento brote de mis labios.
Atte: Jessica.


Dicho aquello, se subió al caballo que le esperaba para llevarla al campamento desde dónde saldrían hacia la batalla prometida.


···
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