AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
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Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
Tras una larga noche por las calles de París, fría y espesa como lo había sido, Portia realmente agradecía haber tenido la oportunidad de levantarse a la hora que le viniera en gana. Es decir, no tenía todo el tiempo libre del mundo como para hacer aquello todos los días, pero el no tener un trabajo fijo y, sobre todo, el no tener un jefe al que darle explicaciones, le alegraba la vida. Por eso mismo, 4 horas después de que el amanecer llegara, una sonrisa abordaba el rostro de la joven cuando abrió los ojos perezosamente y miró la hora en un sencillo rejoj. Fascinante. Si había algo que le gustaba de su trabajo, era aquello. También era cierto que el no tener un horario fijo de trabajo hacía que su chiflada cabeza se mostrase más confundida de lo habitual con lo que le rodeaba, pero sabía que se le pasaría con lo que hizo a continuación.
Tras levantarse como pudo, darse un rápido baño y vestirse, se dirigió directamente a una pequeña despensa bastante oculta en su casa "con encanto" (es decir, pequeña), y, tras rebuscar solo Dios sabía qué, salió de la minúscula estancia con un bollo enorme metido en la boca, el cual introducía muy poco a poco en su boca, como una serpiente comiéndose algún cadáver más grande que su cabeza. Además, sacó unas cuantas botellas de cristal vacías, todas de licor que hacía ya tiempo que fue consumido por la cazadora, aunque una aún seguía llena. Se dirigió entonces a la mesa de la cocina, apoyando durante un momento allí las botellas, las cuales no paraban de chocar y resonar entre ellas. Le faltaba algo. Claro, las pistolas...¿cómo se había podido olvidar?
Una vez enfundada en su "uniforme de trabajo", con sus armas y con dianas a las que disparar, se dirigió a su campo de tiro favorito: el bosque. No se introdujo en él, bien sabía pues que alguna criatura inocente podría alcanzar sin querer, por lo que se paró a la entrada de éste y, en un tronco caído que parecía estar allí sólo para ella, posó con cuidado todas las botellas que había llevado hasta allí cada una a medio metro de la otra, a excepción de una, todavía llena de un extraño líquido de repugnante tonalidad y olor. Se alejó unos 7 metros botella en mano, se dio la vuelta para mirar hacia sus blancos, y acto seguido desenfundó con mucha delicadeza el revólver de su padre. Con este, apuntó a una de las botellas vacías -Yo no apunto con la mano...- dijo, en un tono sereno- aquel que apunta con la mano ha olvidado el rostro de su padre- con la mano que sujetaba la botella, consiguió de alguna forma descorcharla, y llevó ésta a sus labios para recibir el nauseabundo líquido que ahí guardaba. El nivel del licor en la botella había descendido notablemente cuando la cazadora dejó de beber -Yo apunto con el ojo- se relamió los labios, introduciéndose así todo el licor que podría haber quedado allí atrapado -Yo no disparo con la mano, yo disparo con la mente. Yo no mato con la pistola...- otro largo trago a la botella, la cual chocaba con la pierna de la fémina una vez ésta hubo dejado de beber, dado el equilibrio que empezaba a fallarle -Aquel que mata con la pistola ha olvidado el rostro de su padre...¡yo mato con el corazón!- terminó, y después se escucharon 5 disparos, aunque solo 4 botellas rompiéndose pudieron escucharse a continuación.
Para cualquier otra persona, 4 blancos acertados de 5, a una distancia considerable y en un casi completo estado de embriaguez (a la botella a penas le quedaban cuatro dedos de licor), habría sido un hecho inimaginable, imposible de repetir. Pero a Portia no le bastaba, De hecho, su ceño empezaba a fruncirse y cierta ira se notaba en su mirada, clavada en el vidrio superviviente. Tanto era así, que volvió a enfundar su pistola para lanzar la botella de su mano contra la hierba del lugar con todas sus fuerzas, aunque las plantas evitaron el ruido que Portia quería oir -¡Diantres!- gritó, al notar un intenso dolor en el pie, pues la hierba no había sido la única en amortiguar la caída de la botella. Enfadada como estaba, se dirigió tambaleándose hacia el tronco, señalando a la superviviente con dedo acusador -¡Gramunolimbo esporticudo! ¿Cómo no gustas en romperte? ¡Ea, pues ya verá la señorita! Aquí te quedarás toda la noche, ¡ya verás como ni los bilibrambos te querrán bajo la Luna Besadora!- curiosamente, se notaba que estaba ebria por su forma de hablar, mas su lengua no se trabó en ningún momento.
Se detuvo en frente de la culpable de haber fallado su último disparo. Sonrió ladinamente a continuación y, con toda su capacidad mental centrada en coordinar bien ojos y mano, consiguió dar un manotazo a la botella para que cayera al suelo, emitiendo un leve sonido sordo. Comenzó a reírse entonces Portia, una risa que pocas personas esperarían escuchar en una persona borracha.
Tras levantarse como pudo, darse un rápido baño y vestirse, se dirigió directamente a una pequeña despensa bastante oculta en su casa "con encanto" (es decir, pequeña), y, tras rebuscar solo Dios sabía qué, salió de la minúscula estancia con un bollo enorme metido en la boca, el cual introducía muy poco a poco en su boca, como una serpiente comiéndose algún cadáver más grande que su cabeza. Además, sacó unas cuantas botellas de cristal vacías, todas de licor que hacía ya tiempo que fue consumido por la cazadora, aunque una aún seguía llena. Se dirigió entonces a la mesa de la cocina, apoyando durante un momento allí las botellas, las cuales no paraban de chocar y resonar entre ellas. Le faltaba algo. Claro, las pistolas...¿cómo se había podido olvidar?
Una vez enfundada en su "uniforme de trabajo", con sus armas y con dianas a las que disparar, se dirigió a su campo de tiro favorito: el bosque. No se introdujo en él, bien sabía pues que alguna criatura inocente podría alcanzar sin querer, por lo que se paró a la entrada de éste y, en un tronco caído que parecía estar allí sólo para ella, posó con cuidado todas las botellas que había llevado hasta allí cada una a medio metro de la otra, a excepción de una, todavía llena de un extraño líquido de repugnante tonalidad y olor. Se alejó unos 7 metros botella en mano, se dio la vuelta para mirar hacia sus blancos, y acto seguido desenfundó con mucha delicadeza el revólver de su padre. Con este, apuntó a una de las botellas vacías -Yo no apunto con la mano...- dijo, en un tono sereno- aquel que apunta con la mano ha olvidado el rostro de su padre- con la mano que sujetaba la botella, consiguió de alguna forma descorcharla, y llevó ésta a sus labios para recibir el nauseabundo líquido que ahí guardaba. El nivel del licor en la botella había descendido notablemente cuando la cazadora dejó de beber -Yo apunto con el ojo- se relamió los labios, introduciéndose así todo el licor que podría haber quedado allí atrapado -Yo no disparo con la mano, yo disparo con la mente. Yo no mato con la pistola...- otro largo trago a la botella, la cual chocaba con la pierna de la fémina una vez ésta hubo dejado de beber, dado el equilibrio que empezaba a fallarle -Aquel que mata con la pistola ha olvidado el rostro de su padre...¡yo mato con el corazón!- terminó, y después se escucharon 5 disparos, aunque solo 4 botellas rompiéndose pudieron escucharse a continuación.
Para cualquier otra persona, 4 blancos acertados de 5, a una distancia considerable y en un casi completo estado de embriaguez (a la botella a penas le quedaban cuatro dedos de licor), habría sido un hecho inimaginable, imposible de repetir. Pero a Portia no le bastaba, De hecho, su ceño empezaba a fruncirse y cierta ira se notaba en su mirada, clavada en el vidrio superviviente. Tanto era así, que volvió a enfundar su pistola para lanzar la botella de su mano contra la hierba del lugar con todas sus fuerzas, aunque las plantas evitaron el ruido que Portia quería oir -¡Diantres!- gritó, al notar un intenso dolor en el pie, pues la hierba no había sido la única en amortiguar la caída de la botella. Enfadada como estaba, se dirigió tambaleándose hacia el tronco, señalando a la superviviente con dedo acusador -¡Gramunolimbo esporticudo! ¿Cómo no gustas en romperte? ¡Ea, pues ya verá la señorita! Aquí te quedarás toda la noche, ¡ya verás como ni los bilibrambos te querrán bajo la Luna Besadora!- curiosamente, se notaba que estaba ebria por su forma de hablar, mas su lengua no se trabó en ningún momento.
Se detuvo en frente de la culpable de haber fallado su último disparo. Sonrió ladinamente a continuación y, con toda su capacidad mental centrada en coordinar bien ojos y mano, consiguió dar un manotazo a la botella para que cayera al suelo, emitiendo un leve sonido sordo. Comenzó a reírse entonces Portia, una risa que pocas personas esperarían escuchar en una persona borracha.
Portia Bellefleur- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/12/2011
Edad : 38
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Re: Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
La madrugada lo había despertado, o más bien su costumbre por levantarse al alba para realizar los primeros rezos en la aurora, junto los sacerdotes y monjas que habitaban en aquel lugar. Pocos eran los saludos mañaneros que recibía, más de hombres que de mujeres, alguno tan solo hacía un ademán de pasada.
Aquellos que se detenía a preguntarle por su estado, eran aquellos que sabían quien era realmente, el por qué había ido a aquella ciudad y su función, más que nada porque ellos eran “como él”, inquisidores, la mayoría sacerdotes más que soldados, ya que los soldados tenían unas estancias bien diferentes a las que la madre Iglesia les ofrecía a aquellos hombres. ¿”Cómo él” exactamente? Se diría que no.
Tras casi veinte años ejerciendo como sacerdote, como “maestro” inquisidor preparando a nuevos aspirante a aquella misión en Irlanda, en aquel año a Lazarus no se le vio el pelo en el acto de renovación de sus actos, ni en su tierra ni en la misma París. Así de algún modo rompiendo sus lazos con el sacerdocio y tal vez con los inquisidores, con los cuales aun se sentía identificado. ¿El motivo? Quien sabía, tal vez dudas, tal vez... Lo ignoraban.
Ahora estaba allí París, lejos de su hogar, acogido a “cierta llamada”, de aquellos que habitaban allí, acogido a la necesidad de un maestro inquisidor que hiciese misión en aquella ciudad, hervidero de criaturas de la noche. Pero, ¿cómo era posible que aun lo tratasen como maestro inquisidor? Sería la ignorancia de muchos y el saber de pocos. Aquellos que ignoraban su condición en París creían que él había renovado sus votos en Irlanda, y en su tierra todo lo contrario. Era como una especie de vació legal al que se había acogido, como un margen que había decidido tomar para aclarar sus ideas y contraposiciones con sus tambaleantes creencias. Pero, ¿por cuánto tiempo podría continuar en aquella condición? No por mucho al parecer, ya comenzaba a sentir la presión de la decisión, se acercaba tras el año, la renovación de votos de nuevo... Y ésta debía de ser la decisiva.
En el silencio de la humilde capilla, solo se escuchaban los susurros de los madrugadores, no solo había integrantes del clero, sino aquellos demasiados religiosos, la mayoría ancianos, los cuales se acogían a Dios viendo cercana su última estancia en ésta tierra.
Lazarus aquella mañana más que rezar recordaba una conversación que tuvo la noche anterior con uno de los sacerdotes, vinculada con su situación en aquel lugar, con si decisión final.
“-Ha pasado casi un año, y aun no has renovado tus “votos sacerdotales”. Tienes aun la oportunidad de hacerlo, antes de que “ellos” lo sepan. Sino ya sabes lo que te espera. -Antoine encendía las velas junto a las hornacinas. -En Irlanda creen que has renovado tus votos aquí, y aquí creen que los has renovados en tu tierra. Algunos sabemos la verdad, que no has venido porque te necesitáramos, que no estas ejerciendo tus funciones. Te conocemos bien, y por ello cubrimos tus andanzas. Pero, ¿por qué? Continuas con tu labor inquisidora, sigues cazando demonios, pero ya no respondes ante nadie, ni recibes a pupilos. ¿Cuáles son tus asuntos?
-No te conciernen. -Contesto secamente Lazarus, el cual jugaba con una de las velas apagadas en uno de los bancos.
-Al menos sigue mi consejo, si no tienes pensado aun “renovar”, si lo que tienes son dudas. Acoge al menos a pupilos, finge ejercer la función que te fue encomendada en tu tierra. Sigue transmitiendo lo que sabes, al menos a uno. Ya que si no es por tus medios, poco podremos seguir encubriéndote.
Lazarus suspiró mientras se levantaba del banco."
Al igual que en su recuerdo, Lazarus se levanto de su asiento y comenzó su caminar fuera de aquella Iglesia. El aire era fresco, el invierno se acercaba, al menos el cielo estaba despejado, París el cielo parisino le había parecido más gris que en su tierra, ya que era su constante estado.
Alejándose del mundo, el paisaje cambiaba tras sus pasos, el monasterio de piedra rodeado por aquellas casas humildes quedó atrás con sus campos, la frondosidad del bosque le rodeaba y siguiendo el consejo del padre Antoine, fue a buscar a una posible “candidata”. El padre Antoine le había hablado de un alma “desencaminada”, una joven que vivía bien apartada y sin la tutela de un padre, un hermano o marido, como era habitual en aquellos tiempo en una mujer. Si, aquella según le había dicho era proclive a los problemas, de los que al parecer salía invicta, aunque según Antoine había que buscar remedio a aquello ya que...
“-... Un día encontrará un problema con el que podrá paliar y terminará mal, te lo aseguro.
-Nunca he enseñado a mujeres. -Dijo de un modo seco Lazarus, parecía poco inclinado a querer coger pupilos en su situación.
-¿Y qué? Dicen que eres bueno que hasta puedes amaestrar un “burro” para que haga piruetas, así que dudo que no puedas domar a esa “fierecilla salvaje”. -Antoine tosió, efectos del tabaco que a escondidas fumaba, un mal vicio para un sacerdote. -Mañana te largas, y sigues mi consejo. Que no te vea por aquí en todo el día, haber si no voy a tener que hablar más de la cuenta. -Le sermoneo.”
Pues allí estaba en medio del bosque casi a regañandientes, pensando en aquel sermón que le había echado, pensando que cuando volviese le diría que no había encontrado a ninguna chica indomable en aquel lugar.
¡Disparos! Ese fue el sonido que hizo que comenzará a correr. ¿Habría algún herido?
Lazarus blasfemó, al encontrarse semejante escena, rezagado contemplo como aquella chica derribaba con cada certero disparo una botella tras otra, menos una. Al escuchar su palabras y ver sus pies tambaleante se acercó pensando que estaba herida, pero encontró algo muy distinto a lo que pensaba.
-No me jod... -Soltó una blasfemia en su idioma natal. -... que voy a tener que lidiar con ésto. -Si, con “ésto” se refería a una joven que más que herida estaba bien servida en estado de embriaguez.
Aquellos que se detenía a preguntarle por su estado, eran aquellos que sabían quien era realmente, el por qué había ido a aquella ciudad y su función, más que nada porque ellos eran “como él”, inquisidores, la mayoría sacerdotes más que soldados, ya que los soldados tenían unas estancias bien diferentes a las que la madre Iglesia les ofrecía a aquellos hombres. ¿”Cómo él” exactamente? Se diría que no.
Tras casi veinte años ejerciendo como sacerdote, como “maestro” inquisidor preparando a nuevos aspirante a aquella misión en Irlanda, en aquel año a Lazarus no se le vio el pelo en el acto de renovación de sus actos, ni en su tierra ni en la misma París. Así de algún modo rompiendo sus lazos con el sacerdocio y tal vez con los inquisidores, con los cuales aun se sentía identificado. ¿El motivo? Quien sabía, tal vez dudas, tal vez... Lo ignoraban.
Ahora estaba allí París, lejos de su hogar, acogido a “cierta llamada”, de aquellos que habitaban allí, acogido a la necesidad de un maestro inquisidor que hiciese misión en aquella ciudad, hervidero de criaturas de la noche. Pero, ¿cómo era posible que aun lo tratasen como maestro inquisidor? Sería la ignorancia de muchos y el saber de pocos. Aquellos que ignoraban su condición en París creían que él había renovado sus votos en Irlanda, y en su tierra todo lo contrario. Era como una especie de vació legal al que se había acogido, como un margen que había decidido tomar para aclarar sus ideas y contraposiciones con sus tambaleantes creencias. Pero, ¿por cuánto tiempo podría continuar en aquella condición? No por mucho al parecer, ya comenzaba a sentir la presión de la decisión, se acercaba tras el año, la renovación de votos de nuevo... Y ésta debía de ser la decisiva.
En el silencio de la humilde capilla, solo se escuchaban los susurros de los madrugadores, no solo había integrantes del clero, sino aquellos demasiados religiosos, la mayoría ancianos, los cuales se acogían a Dios viendo cercana su última estancia en ésta tierra.
Lazarus aquella mañana más que rezar recordaba una conversación que tuvo la noche anterior con uno de los sacerdotes, vinculada con su situación en aquel lugar, con si decisión final.
“-Ha pasado casi un año, y aun no has renovado tus “votos sacerdotales”. Tienes aun la oportunidad de hacerlo, antes de que “ellos” lo sepan. Sino ya sabes lo que te espera. -Antoine encendía las velas junto a las hornacinas. -En Irlanda creen que has renovado tus votos aquí, y aquí creen que los has renovados en tu tierra. Algunos sabemos la verdad, que no has venido porque te necesitáramos, que no estas ejerciendo tus funciones. Te conocemos bien, y por ello cubrimos tus andanzas. Pero, ¿por qué? Continuas con tu labor inquisidora, sigues cazando demonios, pero ya no respondes ante nadie, ni recibes a pupilos. ¿Cuáles son tus asuntos?
-No te conciernen. -Contesto secamente Lazarus, el cual jugaba con una de las velas apagadas en uno de los bancos.
-Al menos sigue mi consejo, si no tienes pensado aun “renovar”, si lo que tienes son dudas. Acoge al menos a pupilos, finge ejercer la función que te fue encomendada en tu tierra. Sigue transmitiendo lo que sabes, al menos a uno. Ya que si no es por tus medios, poco podremos seguir encubriéndote.
Lazarus suspiró mientras se levantaba del banco."
Al igual que en su recuerdo, Lazarus se levanto de su asiento y comenzó su caminar fuera de aquella Iglesia. El aire era fresco, el invierno se acercaba, al menos el cielo estaba despejado, París el cielo parisino le había parecido más gris que en su tierra, ya que era su constante estado.
Alejándose del mundo, el paisaje cambiaba tras sus pasos, el monasterio de piedra rodeado por aquellas casas humildes quedó atrás con sus campos, la frondosidad del bosque le rodeaba y siguiendo el consejo del padre Antoine, fue a buscar a una posible “candidata”. El padre Antoine le había hablado de un alma “desencaminada”, una joven que vivía bien apartada y sin la tutela de un padre, un hermano o marido, como era habitual en aquellos tiempo en una mujer. Si, aquella según le había dicho era proclive a los problemas, de los que al parecer salía invicta, aunque según Antoine había que buscar remedio a aquello ya que...
“-... Un día encontrará un problema con el que podrá paliar y terminará mal, te lo aseguro.
-Nunca he enseñado a mujeres. -Dijo de un modo seco Lazarus, parecía poco inclinado a querer coger pupilos en su situación.
-¿Y qué? Dicen que eres bueno que hasta puedes amaestrar un “burro” para que haga piruetas, así que dudo que no puedas domar a esa “fierecilla salvaje”. -Antoine tosió, efectos del tabaco que a escondidas fumaba, un mal vicio para un sacerdote. -Mañana te largas, y sigues mi consejo. Que no te vea por aquí en todo el día, haber si no voy a tener que hablar más de la cuenta. -Le sermoneo.”
Pues allí estaba en medio del bosque casi a regañandientes, pensando en aquel sermón que le había echado, pensando que cuando volviese le diría que no había encontrado a ninguna chica indomable en aquel lugar.
¡Disparos! Ese fue el sonido que hizo que comenzará a correr. ¿Habría algún herido?
Lazarus blasfemó, al encontrarse semejante escena, rezagado contemplo como aquella chica derribaba con cada certero disparo una botella tras otra, menos una. Al escuchar su palabras y ver sus pies tambaleante se acercó pensando que estaba herida, pero encontró algo muy distinto a lo que pensaba.
-No me jod... -Soltó una blasfemia en su idioma natal. -... que voy a tener que lidiar con ésto. -Si, con “ésto” se refería a una joven que más que herida estaba bien servida en estado de embriaguez.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
- Mensajes : 140
Fecha de inscripción : 24/11/2011
Re: Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
Muchas eran las cosas que hacían reír a Portia, con una risa curiosamente sincera, alegre, capaz de animar a cualquiera. No, desde luego que nadie se esperaría ni que estuviese borracha, ni que mucho menos se riera por el basto destino que le deparaba a la botella tendida en el suelo sin ningún tipo de rasguño. Mantenía el equilibro como podía y, sintiéndose victoriosa por ello, lo conseguía, aunque tantos años conociendo el alcohol algo tendrían que ver. Le reía al dorso de la mano, aquella que había llevado a sus labios para retirar cualquier gota de alcohol o saliva que pudiera haber quedado allí, pero pareció encontrarse cómoda amortiguando la diversión sinsentido a la que estaba sometida la cazadora. El otro brazo colgaba casi inerte o eso quería hacer parecer, pues aún viendo el doble o el triple de árboles que ahí debiera haber, la verdad era que aquella extremidad solo necesitaba un ruido que pusiera alerta a Portia para desenfundar su arma. Aquel sonido llegó.
Alguien había estado observando sus pruebas de tiro, y sin duda alguien que tenía interés en ello, pero ¿cómo no se había dado cuenta? Una nimia parte de su cabeza, oscura y algo cruel, se autoflagelaba. La otra parte fue la que tardó más en esuchar una voz, pero aún así su cuerpo reaccionó incluso antes que su cerebro y en escasos segundos ya había desenfundado y amartillado uno de sus revólveres, apuntando allí de donde provenía la voz (masculina dedujo, aunque nunca se sabía) y con el cuerpo preparado casi al 100%, pues su embriaguez, por mucho que jamas lo fuera a admitir, no le permitía estar "a tope". Su mano contraria descansaba en la culata del segundo revólver, todavía descansando en las cartucheras cruzadas que parecían abrazar su figura, así como los pantalones que vestía. Durante unos segundos cesó su respiración, al mismo tiempo que una suave aunque poco cálida brisa mecía sus cabellos sujetos en una coleta. Tras preparar sus armas fue cuando pensó adecuado fijarse en su objetivo.
Definitivamente era un varón, aunque dada la distancia a la que se encontraban (que realmente se veía incapaz de calcular) y la visión afectada de Portia, no podía deducir nada más. Su pulso no temblaba ni lo más mínimo -¡Buenos días y gratas noches, sai!- aquella última palabra la dijo con la mayor convicción del mundo, aunque poco se esperaba que una persona ajena a su desastrosa cabeza entendiera que era un modo formal de dirigirse a alguien -¡Sería un gran alivio saber que las palabras que han salido de su boca no me convertirán en rana!- exclamaba con una sonrisa sincera en los labios, que poco a poco se ensanchaba hasta enseñar sus blanquecinos dientes. No, en aquel estado no había sido capaz ni de oír claramente, ni de saber si hablaba en un idioma extranjero o si el desconocido le había echado una maldición. Si bien su pulso se mantenía, las piernas de Portia (y sobretodo el pie dolorido) pensaban adecuado hacerle oscilar de un modo que resultaba asombroso que aún no hubiese caído al suelo.
Alguien había estado observando sus pruebas de tiro, y sin duda alguien que tenía interés en ello, pero ¿cómo no se había dado cuenta? Una nimia parte de su cabeza, oscura y algo cruel, se autoflagelaba. La otra parte fue la que tardó más en esuchar una voz, pero aún así su cuerpo reaccionó incluso antes que su cerebro y en escasos segundos ya había desenfundado y amartillado uno de sus revólveres, apuntando allí de donde provenía la voz (masculina dedujo, aunque nunca se sabía) y con el cuerpo preparado casi al 100%, pues su embriaguez, por mucho que jamas lo fuera a admitir, no le permitía estar "a tope". Su mano contraria descansaba en la culata del segundo revólver, todavía descansando en las cartucheras cruzadas que parecían abrazar su figura, así como los pantalones que vestía. Durante unos segundos cesó su respiración, al mismo tiempo que una suave aunque poco cálida brisa mecía sus cabellos sujetos en una coleta. Tras preparar sus armas fue cuando pensó adecuado fijarse en su objetivo.
Definitivamente era un varón, aunque dada la distancia a la que se encontraban (que realmente se veía incapaz de calcular) y la visión afectada de Portia, no podía deducir nada más. Su pulso no temblaba ni lo más mínimo -¡Buenos días y gratas noches, sai!- aquella última palabra la dijo con la mayor convicción del mundo, aunque poco se esperaba que una persona ajena a su desastrosa cabeza entendiera que era un modo formal de dirigirse a alguien -¡Sería un gran alivio saber que las palabras que han salido de su boca no me convertirán en rana!- exclamaba con una sonrisa sincera en los labios, que poco a poco se ensanchaba hasta enseñar sus blanquecinos dientes. No, en aquel estado no había sido capaz ni de oír claramente, ni de saber si hablaba en un idioma extranjero o si el desconocido le había echado una maldición. Si bien su pulso se mantenía, las piernas de Portia (y sobretodo el pie dolorido) pensaban adecuado hacerle oscilar de un modo que resultaba asombroso que aún no hubiese caído al suelo.
- Spoiler:
- [Off: Siento si quedó raro o muy corto, se me han escapado unos cuantos datillos...jiji Si quieres que cambie algo me avisas ¿vale? ^^]
Portia Bellefleur- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/12/2011
Edad : 38
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Re: Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
Las manos metidas en los bolsillo del pantalón, oscuro. Lazarus siempre vestía con ropas oscuras, y llenas de humildad, pero aquello no le quitaba el porte que tenía por naturaleza, un porte elegante y ciertamente altivo, muy propio de personas de clase alta. Él había sido criado en una familia de bolsillo bien llenos, la verdad, aunque su aspecto físico ni su postura iba vinculado con aquello ni con su carácter, ya que la templanza era el sentimiento más destacable en aquel ex-inquisitor, la arrogancia era de otros.
Los labios apretados, los azules ojos que la miraban de arriba a abajo frunciendo el ceño en su examen sin reparo. ¿Cómo iba a convertir a una chica como aquella en una cazadora de élite? Volvió a suspirar sobre todo cuando ella abrió la boca para dedicarle sus primeras palabras, estaba claro, había bebido más de la cuenta.
-Buenos días, “mademoiselle”. -Comenzó con su mejor francés, en tono cortes y amable. -Le pido disculpas si le he ofendido, no era ningún tipo de maldición ni por asomo.
“¿Maldición” Más bien una blasfemia ante lo que te acabas de encontrar”
Sus ojos se detuvieron a sus armas, y luego al esfuerzo de sus piernas por mantenerla erguida.
-Seguido por rumores de que por ésta zona vive una chica con una “extraordinarias habilidades”, he venido aquí para comprobar que esos rumores son ciertos. -Cada palabra era meditada con detenimiento y dicha lentamente, no sabía si aquella chica estaría atendiendo realmente a sus palabras. -Supongo que esa joven es usted, es la única que he logrado encontrar en metros de mi caminar. -Pausó. -Desearía que me mostrase sus “habilidades”, me mandan del próximo monasterio... Aunque estoy pensando que no he venido en el momento adecuado, “mademoiselle”, por lo que veo. -Con aquello se refería a su embriaguez, Lazarus comenzó a caminar unos pasos al camino por donde venía. -Tal vez deba venir en otra ocasión...
Cualquier excusa para librarse de aquello que le había pedido el padre Antoine era buena, él era el que menos deseaba tener pupilos o protegidos. Si le contaba el panorama que había encontrado tal vez se libraría de la reprimenda que el sacerdote le daría si regresaba con las manos vacías.
OFF: Lo de corto no te preocupes que no es relevante, yo me he quedado también corto xD, lo importante es el contenido. Sorry por tardar tanto >.<
Los labios apretados, los azules ojos que la miraban de arriba a abajo frunciendo el ceño en su examen sin reparo. ¿Cómo iba a convertir a una chica como aquella en una cazadora de élite? Volvió a suspirar sobre todo cuando ella abrió la boca para dedicarle sus primeras palabras, estaba claro, había bebido más de la cuenta.
-Buenos días, “mademoiselle”. -Comenzó con su mejor francés, en tono cortes y amable. -Le pido disculpas si le he ofendido, no era ningún tipo de maldición ni por asomo.
“¿Maldición” Más bien una blasfemia ante lo que te acabas de encontrar”
Sus ojos se detuvieron a sus armas, y luego al esfuerzo de sus piernas por mantenerla erguida.
-Seguido por rumores de que por ésta zona vive una chica con una “extraordinarias habilidades”, he venido aquí para comprobar que esos rumores son ciertos. -Cada palabra era meditada con detenimiento y dicha lentamente, no sabía si aquella chica estaría atendiendo realmente a sus palabras. -Supongo que esa joven es usted, es la única que he logrado encontrar en metros de mi caminar. -Pausó. -Desearía que me mostrase sus “habilidades”, me mandan del próximo monasterio... Aunque estoy pensando que no he venido en el momento adecuado, “mademoiselle”, por lo que veo. -Con aquello se refería a su embriaguez, Lazarus comenzó a caminar unos pasos al camino por donde venía. -Tal vez deba venir en otra ocasión...
Cualquier excusa para librarse de aquello que le había pedido el padre Antoine era buena, él era el que menos deseaba tener pupilos o protegidos. Si le contaba el panorama que había encontrado tal vez se libraría de la reprimenda que el sacerdote le daría si regresaba con las manos vacías.
OFF: Lo de corto no te preocupes que no es relevante, yo me he quedado también corto xD, lo importante es el contenido. Sorry por tardar tanto >.<
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
- Mensajes : 140
Fecha de inscripción : 24/11/2011
Re: Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
Aquel hombre que a unos tantos metros se encontraba de la cazadora poseía un porte serio, elegante incluso con humildes ropajes, notándose quizás en su expresión o bien en su postura que era un hombre, como decía ella, "de noble cuna". Por supuesto que nada le importaba en aquel estado que le encontrasen completamente borracha, a duras penas mantenoéndose en pie y con la urgente necesidad de un balde de agua fría encima. No, en absoluto podía importarle que la vieran así, ella solo quería divertirse, aunque algún día debería admitir que cada vez se le iba el tema más de las manos. Que, hablando de manos, aún se mantenían firmes, aguantando el pulso como soldados en primera línea de batalla, haciendo que de la mira del revólver su objetivo no se moviera ni un ápice. Eso al menos hasta que el varón volvió a hablar, esta vez pareciendo que se dirigía directamente a ella.
-Oh, monsieur, ¡cómo me alivia! Supongo entonces que no hará falta que mi arma le amenace con pasar la eternidad junto a nauseabundos gusanos- de nuevo una sonrisilla asomó de sus labios, al mismo tiempo que con mucho cuidado colocaba el revólver en las cartucheras, aunque ésta mano quedó descansando sobre la culata alerta, así como estaba haciendo la contraria. Sus piernas aún continuaban viéndose incapaces de mantener el equilibrio correctamente, aunque Portia lo intentara como una campeona. Intentaba atender a las palabras del varón y así lo hacía, o al menos en parte, pues la ardua tarea de mantenerse en pie le restaba capacidad de concentración en algo tan sencillo como escuchar lo que el extraño varón le decía. Un momento...¿había dicho algo de un monasterio? Ea, y el extraño le pedía una demostración de sus habilidades...¡pues menuda era ella! Se tomó aquello como lo que ella creía que era: un desafío.
Vio que el extravagante (a los ojos de Portia así lo era, claro) varón volvía tras sus pasos, y pensó que por nada del mundo dejaría que le dejasen "a medias". Buscó entonces inmediatamente la botella que había sobrevivido con la mirada, la recogió del suelo con cierta dificultad y la lanzó al aire, a una distancia considerable si se tenía en cuenta que todavía su trasero no había tocado el suelo. A continuación sus manos parecieron desaparecer, pues tan solo una borrosa mancha de color carne dejaba constancia de que los revólveres fueron desenfundados. Milésimas de segundos después, las armas eran rápidamente amartilladas y tres disparos se escucharon, cuyo eco retumbó durante largo rato en el bosque. Justo después de los disparos, dos veces se pudo escuchar el vidrio de la botella rompiéndose, cayendo así al suelo el culo de la botella cortado limpiamente, el cuello de vidrio intacto y la parte central de la botella algo resquebrajada. Había vuelto a fallar un disparo, pero por ahora le restaría importancia, ya se daría cabezazos contra un árbol más tarde.
Enfundó una vez más las armas y sus ojos azules se clavaron en la figura ajena -¡No sea usted maleducado, sai!- comenzó, intentando ponerse seria aunque una sonrisa comenzara a dibujarse en sus labios -No es del todo correcto dejar a una damisela, ebria y sin compañía en el bosque- rió -¿Puedo saber más concretamente qué hace usted aquí, además de su nombre?- terminó, con una voz alegre, e incluso casi dulce. Un ligero rubor pintaba las mejillas y la respingona nariz de Portia, haciéndole parecer una jovencita risueña. Pero la realidad era que el alcohol que corría por sus venas tan solo empeoraba su demencia. Se posó con suavidad en el tronco utilizado como apoyo para las botellas momentos antes, notándose así aliviada por saber que de ahí no podría caer...por ahora.
OFF: Take it easy, no pasa nada por tardar, todo el mundo está liado por estas fechas xDD Por cierto, siento la fantasmada de las botellas, en el fondo Portia solo quiere caer bien <33
-Oh, monsieur, ¡cómo me alivia! Supongo entonces que no hará falta que mi arma le amenace con pasar la eternidad junto a nauseabundos gusanos- de nuevo una sonrisilla asomó de sus labios, al mismo tiempo que con mucho cuidado colocaba el revólver en las cartucheras, aunque ésta mano quedó descansando sobre la culata alerta, así como estaba haciendo la contraria. Sus piernas aún continuaban viéndose incapaces de mantener el equilibrio correctamente, aunque Portia lo intentara como una campeona. Intentaba atender a las palabras del varón y así lo hacía, o al menos en parte, pues la ardua tarea de mantenerse en pie le restaba capacidad de concentración en algo tan sencillo como escuchar lo que el extraño varón le decía. Un momento...¿había dicho algo de un monasterio? Ea, y el extraño le pedía una demostración de sus habilidades...¡pues menuda era ella! Se tomó aquello como lo que ella creía que era: un desafío.
Vio que el extravagante (a los ojos de Portia así lo era, claro) varón volvía tras sus pasos, y pensó que por nada del mundo dejaría que le dejasen "a medias". Buscó entonces inmediatamente la botella que había sobrevivido con la mirada, la recogió del suelo con cierta dificultad y la lanzó al aire, a una distancia considerable si se tenía en cuenta que todavía su trasero no había tocado el suelo. A continuación sus manos parecieron desaparecer, pues tan solo una borrosa mancha de color carne dejaba constancia de que los revólveres fueron desenfundados. Milésimas de segundos después, las armas eran rápidamente amartilladas y tres disparos se escucharon, cuyo eco retumbó durante largo rato en el bosque. Justo después de los disparos, dos veces se pudo escuchar el vidrio de la botella rompiéndose, cayendo así al suelo el culo de la botella cortado limpiamente, el cuello de vidrio intacto y la parte central de la botella algo resquebrajada. Había vuelto a fallar un disparo, pero por ahora le restaría importancia, ya se daría cabezazos contra un árbol más tarde.
Enfundó una vez más las armas y sus ojos azules se clavaron en la figura ajena -¡No sea usted maleducado, sai!- comenzó, intentando ponerse seria aunque una sonrisa comenzara a dibujarse en sus labios -No es del todo correcto dejar a una damisela, ebria y sin compañía en el bosque- rió -¿Puedo saber más concretamente qué hace usted aquí, además de su nombre?- terminó, con una voz alegre, e incluso casi dulce. Un ligero rubor pintaba las mejillas y la respingona nariz de Portia, haciéndole parecer una jovencita risueña. Pero la realidad era que el alcohol que corría por sus venas tan solo empeoraba su demencia. Se posó con suavidad en el tronco utilizado como apoyo para las botellas momentos antes, notándose así aliviada por saber que de ahí no podría caer...por ahora.
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Portia Bellefleur- Cazador Clase Media
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Re: Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
Dándole la espalda el ex-inquisidor estaba dispuesto a marcharse de aquel lugar, en su interior una pequeña victoria y el alivio afloraba, ya que ella le había dado motivos suficientes para tener una excusa ante el padre Antoine, pocos eran sus deseos de ocuparse de otro aspirante a continuar su misión, y más una joven como aquella, la cual veía en ella un gran trabajo a invertir para convertirla en la “cazadora” perfecta.
Ya se calentaba en el día a día la cabeza con sus propios problemas que para calentársela “ocupándose” de ella, además no sabía si estaba aun preparado para sentirse responsable de ella, ya se había sentido fracasado y decepcionado por lo ocurrido con su “predilecto”. Si , había sido el descubrir su secreto y su ejecución lo que había creado la incertidumbre en aquel ex-inquisidor, el que le había traído allí y había hecho que mintiese sobre su actual condición, el que había hecho que sus votos sacerdotales y ante los inquisidores tuviesen que esperar.
Varios disparos y una botella que se resquebrajaba en el aire, Lazarus se volvió enseguida ante la escena. Sin duda sus habilidades eran excepcionales, aquella chica que apenas podía mantenerse en pie, pero lo hacía, podía en ese estado de embriaguez acertar a un blanco fijo.
Tal vez se estaba equivocando y a lo mejor mereciese la pena intentarlo, “¿por qué no?” Pensó metiéndose las manos en los bolsillo, “Una oportunidad nada más... Has tenido inútiles que quebradiza voluntad... Y lo has conseguido”.
-Usted misma lo ha dicho “ebria”, considero que ese estado no es el más lúcido para hablar con sensatez algo que pienso que tiene importancia. -Sus pasos le llevaron a estar frente a ella, Lazarus le sonrió irónico cuando dijo la palabra “ebria”. Luego le habló con total cortesía y seriedad. -Tal vez tome decisiones de las que luego pueda arrepentirse, por no tener ahora la mente... Serena, no lo sé si será así, pero su cuerpo me indica todo lo contrario. Apenas puede mantenerse en pie.
De arriba a abajo sus ojos azules le lanzaron una mirada examinadora, sin mucho reparo o pudor, era una mirada mal intencionada ni la típica mirada que los hombre suelen lanzarle a las mujeres con descaro, era más un indicativo de que era consciente de su estado y de que de algún modo estaba evaluándola en todo momento. Aunque la verdad Lazarus no dejaba de ser un hombre, y el pensar de que aquella jovencita ni por asomo tenía aspecto de ser vista como una niña, sino todo lo contrario, ni podía dejar atrás que tenía cierto atractivo.
-Pero si usted lo desea, le explicaré la intención de mi visita, a pesar de que me puedo exponer al arrepentimiento. -Tomó aire consciente de que el discurso iba a ser relativamente largo. -Me han llegado noticias no solo de sus habilidades, sino de la aplicación de éstas mismas. “Sabemos”... “Sé”, que es consciente de lo que existe más allá de lo que nuestros ojos... Esa parte oscura del mundo, la existencia de “criaturas sobrenaturales”. Y que de algún modo suele encargarse de éstas -Pauso. -Los “míos” llevamos siglos estudiando ese submundo del que pocos son consciente y también nos encargamos de esas “criaturas”, formamos a personas con habilidades como las que posee para que continúe la labor de “encargarse” de ese tipo de criaturas. Por ello estoy aquí, soy una de esas personas, por así decirlo, que se encargan de enseñar a nuevas incorporaciones. Lo normal es que me envíen pupilos no que vaya a buscarlos, pero al parecer, “mademoiselle” , usted es una excepción.
El silencio se hizo, ahora venía el momento de las preguntas, aunque Lazarus ponía en dudo que aquella chica se hubiese enterado del tema.
-¡Ah! Lo olvidaba, puede llamarme Lazarus.
Ya se calentaba en el día a día la cabeza con sus propios problemas que para calentársela “ocupándose” de ella, además no sabía si estaba aun preparado para sentirse responsable de ella, ya se había sentido fracasado y decepcionado por lo ocurrido con su “predilecto”. Si , había sido el descubrir su secreto y su ejecución lo que había creado la incertidumbre en aquel ex-inquisidor, el que le había traído allí y había hecho que mintiese sobre su actual condición, el que había hecho que sus votos sacerdotales y ante los inquisidores tuviesen que esperar.
Varios disparos y una botella que se resquebrajaba en el aire, Lazarus se volvió enseguida ante la escena. Sin duda sus habilidades eran excepcionales, aquella chica que apenas podía mantenerse en pie, pero lo hacía, podía en ese estado de embriaguez acertar a un blanco fijo.
Tal vez se estaba equivocando y a lo mejor mereciese la pena intentarlo, “¿por qué no?” Pensó metiéndose las manos en los bolsillo, “Una oportunidad nada más... Has tenido inútiles que quebradiza voluntad... Y lo has conseguido”.
-Usted misma lo ha dicho “ebria”, considero que ese estado no es el más lúcido para hablar con sensatez algo que pienso que tiene importancia. -Sus pasos le llevaron a estar frente a ella, Lazarus le sonrió irónico cuando dijo la palabra “ebria”. Luego le habló con total cortesía y seriedad. -Tal vez tome decisiones de las que luego pueda arrepentirse, por no tener ahora la mente... Serena, no lo sé si será así, pero su cuerpo me indica todo lo contrario. Apenas puede mantenerse en pie.
De arriba a abajo sus ojos azules le lanzaron una mirada examinadora, sin mucho reparo o pudor, era una mirada mal intencionada ni la típica mirada que los hombre suelen lanzarle a las mujeres con descaro, era más un indicativo de que era consciente de su estado y de que de algún modo estaba evaluándola en todo momento. Aunque la verdad Lazarus no dejaba de ser un hombre, y el pensar de que aquella jovencita ni por asomo tenía aspecto de ser vista como una niña, sino todo lo contrario, ni podía dejar atrás que tenía cierto atractivo.
-Pero si usted lo desea, le explicaré la intención de mi visita, a pesar de que me puedo exponer al arrepentimiento. -Tomó aire consciente de que el discurso iba a ser relativamente largo. -Me han llegado noticias no solo de sus habilidades, sino de la aplicación de éstas mismas. “Sabemos”... “Sé”, que es consciente de lo que existe más allá de lo que nuestros ojos... Esa parte oscura del mundo, la existencia de “criaturas sobrenaturales”. Y que de algún modo suele encargarse de éstas -Pauso. -Los “míos” llevamos siglos estudiando ese submundo del que pocos son consciente y también nos encargamos de esas “criaturas”, formamos a personas con habilidades como las que posee para que continúe la labor de “encargarse” de ese tipo de criaturas. Por ello estoy aquí, soy una de esas personas, por así decirlo, que se encargan de enseñar a nuevas incorporaciones. Lo normal es que me envíen pupilos no que vaya a buscarlos, pero al parecer, “mademoiselle” , usted es una excepción.
El silencio se hizo, ahora venía el momento de las preguntas, aunque Lazarus ponía en dudo que aquella chica se hubiese enterado del tema.
-¡Ah! Lo olvidaba, puede llamarme Lazarus.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
U: perdón ;___; con esto de los exámenes se me fue por completo la cabeza y se me olvidó contestar, ruego que me disculpes...
"No he olvidado el rostro de mi padre en ningún momento" había pensado la joven cazadora cuando había sido retada. O así se lo había tomado ella, no se sabe muy bien si por su estado de embriaguez o por el desastre que era de por sí su cabeza. Un disparo había fallado, pero perfectos trozos de vidrio habían caído cerca de aquel al que, sin saber por qué, tenía algo que demostrarle. En cuanto efectuó los disparos dejó caer el brazo suavemente, pues podía notar cómo en alcohol en su sangre le hacía agotarse antes. Por suerte, parecía haber captado la atención de aquel varón, tan sumamente extraño y misterioso. No, en serio ¿qué hacía allí? Por un momento parecía que se lo iba a contar...pero tras la primera frase, Portia bufó, decepcionada porque aquel hombre no fuese al grano. Pero por alguna razón el desconocido captaba toda su atención, y sus palabras parecían aparecer en su cerebro de una forma clara. Sabía lo que le estaba diciendo, pero no se veía capaz de contestar en consecuencia. Ante lo siguiente tan solo chasqueó la lengua, y alegremente dijo: -Que mis piernas fallen- comenzó, sientiendo de repente la increíble necesidad de posar con más comodidad su trasero en el tronco -no quiere decir que mi cabeza haga lo mismo, y así acaba de verlo- terminó, pasando de un tono alegre a uno un poco más sereno -¿Por qué está aquí?- repitió, finalmente.
Entonces pudo notar la mirada del varón recorrer su cuerpo, y bien sabía a santo de que era. No se sentía crecida por pensar que poseía un gran atractivo, sino que aquel hombre le recordaba a todas las veces que se había emborrachado en público. Incluso le recordaba a lo que debía hacer su padre si continuase con vida. Por esa mirada tan molesta, Portia adoptó levemente una actitud chulesca, e hizo lo mismo con el desconocido. De arriba a abajo lo miró sin perder detalle alguno, y su memoria fotográfica le permitiría recordarle siempre, si esque no volvía a verle, y aunque estuviese ebria. Pero se vio interrumpida la cazadora cuando el hombre volvió a hablar, esta vez sí, explicándole los motivos de que se encontrase allí. Mantuvo el silencio mientras su compañía hablaba, tratando de entender todas y cada una de las palabras que salían de la boca del varón. Algún que otro concepto sí que se le escapaba, pero más o menos sabía a lo que se refería aquel hombre. Por lo pronto, había entendido de muy buena manera que por ahí se decía que poseía inreíbles habilidades, lo que hizo que su ego creciera una pizca, algo que necesitaba después de haber fallado un último disparo en dos ocasiones. Al cabo de un rato, la explicación había terminado -Ea, a ver si lo he entendido- dijo, recolocándose en el tronco -Alguien le ha mandado aquí ¿me equivoco? Bien, no he entendido nada cuando ha garlado acerca de "los suyos", pero mi quijotera ha alcanzado a procesar que se está ofreciendo usted como mi maestro- le miró fijamente, esperando una respuesta afirmativa -Y, además, mis habilidades son tan excepcionales que ha tenido que venir usted personalmente- de nuevo esperó a una afirmación, pero la sonrisa se ensanchaba cada vez más en el rostro de Portia, pareciendo que se estaba burlando del por el momento desconocido.
Entonces, dejó de ser alguien sin nombre. Lazarus...lo más probable es que se le acabara olvidando con el paso del tiempo. Es más, pasados unos minutos cualquiera podría apostar a que ya lo había olvidado -Encantada, sai, mi nombre es Portia, para servirle- dijo, de nuevo adquiriendo un tono alegre, al tiempo que le ofrecía una temblorosa mano al hombre para formalizar la presentación -Antes de contestar si acepto un maestro o no...¿puedo preguntarle quién le envía en mi busca? - era simplemente una pregunta por hacerse la interesante, pues bien sabía ella lo que le alegraba que alguien se ofreciera a intruirle en el arte de cazar, ya que carecía de padre que pudiese hacer eso. Ese último pensamiento que barrió su mente, hizo que los ojos de Portia se tornaran lejanos y vacíos durante unos segundos. Solo esperaba no perderse nada importante mientras su mente se quedaba bloqueada durante un breve período de tiempo por un lejano recuerdo.
"No he olvidado el rostro de mi padre en ningún momento" había pensado la joven cazadora cuando había sido retada. O así se lo había tomado ella, no se sabe muy bien si por su estado de embriaguez o por el desastre que era de por sí su cabeza. Un disparo había fallado, pero perfectos trozos de vidrio habían caído cerca de aquel al que, sin saber por qué, tenía algo que demostrarle. En cuanto efectuó los disparos dejó caer el brazo suavemente, pues podía notar cómo en alcohol en su sangre le hacía agotarse antes. Por suerte, parecía haber captado la atención de aquel varón, tan sumamente extraño y misterioso. No, en serio ¿qué hacía allí? Por un momento parecía que se lo iba a contar...pero tras la primera frase, Portia bufó, decepcionada porque aquel hombre no fuese al grano. Pero por alguna razón el desconocido captaba toda su atención, y sus palabras parecían aparecer en su cerebro de una forma clara. Sabía lo que le estaba diciendo, pero no se veía capaz de contestar en consecuencia. Ante lo siguiente tan solo chasqueó la lengua, y alegremente dijo: -Que mis piernas fallen- comenzó, sientiendo de repente la increíble necesidad de posar con más comodidad su trasero en el tronco -no quiere decir que mi cabeza haga lo mismo, y así acaba de verlo- terminó, pasando de un tono alegre a uno un poco más sereno -¿Por qué está aquí?- repitió, finalmente.
Entonces pudo notar la mirada del varón recorrer su cuerpo, y bien sabía a santo de que era. No se sentía crecida por pensar que poseía un gran atractivo, sino que aquel hombre le recordaba a todas las veces que se había emborrachado en público. Incluso le recordaba a lo que debía hacer su padre si continuase con vida. Por esa mirada tan molesta, Portia adoptó levemente una actitud chulesca, e hizo lo mismo con el desconocido. De arriba a abajo lo miró sin perder detalle alguno, y su memoria fotográfica le permitiría recordarle siempre, si esque no volvía a verle, y aunque estuviese ebria. Pero se vio interrumpida la cazadora cuando el hombre volvió a hablar, esta vez sí, explicándole los motivos de que se encontrase allí. Mantuvo el silencio mientras su compañía hablaba, tratando de entender todas y cada una de las palabras que salían de la boca del varón. Algún que otro concepto sí que se le escapaba, pero más o menos sabía a lo que se refería aquel hombre. Por lo pronto, había entendido de muy buena manera que por ahí se decía que poseía inreíbles habilidades, lo que hizo que su ego creciera una pizca, algo que necesitaba después de haber fallado un último disparo en dos ocasiones. Al cabo de un rato, la explicación había terminado -Ea, a ver si lo he entendido- dijo, recolocándose en el tronco -Alguien le ha mandado aquí ¿me equivoco? Bien, no he entendido nada cuando ha garlado acerca de "los suyos", pero mi quijotera ha alcanzado a procesar que se está ofreciendo usted como mi maestro- le miró fijamente, esperando una respuesta afirmativa -Y, además, mis habilidades son tan excepcionales que ha tenido que venir usted personalmente- de nuevo esperó a una afirmación, pero la sonrisa se ensanchaba cada vez más en el rostro de Portia, pareciendo que se estaba burlando del por el momento desconocido.
Entonces, dejó de ser alguien sin nombre. Lazarus...lo más probable es que se le acabara olvidando con el paso del tiempo. Es más, pasados unos minutos cualquiera podría apostar a que ya lo había olvidado -Encantada, sai, mi nombre es Portia, para servirle- dijo, de nuevo adquiriendo un tono alegre, al tiempo que le ofrecía una temblorosa mano al hombre para formalizar la presentación -Antes de contestar si acepto un maestro o no...¿puedo preguntarle quién le envía en mi busca? - era simplemente una pregunta por hacerse la interesante, pues bien sabía ella lo que le alegraba que alguien se ofreciera a intruirle en el arte de cazar, ya que carecía de padre que pudiese hacer eso. Ese último pensamiento que barrió su mente, hizo que los ojos de Portia se tornaran lejanos y vacíos durante unos segundos. Solo esperaba no perderse nada importante mientras su mente se quedaba bloqueada durante un breve período de tiempo por un lejano recuerdo.
Portia Bellefleur- Cazador Clase Media
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Re: Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
Lazarus dio un paso más que lo aproximaba frente a ella, sus brazos se cruzaron suavemente mientras esperaba las palabras de aquella jovencita, ahora le tocaba a ella hablar, él ya podía imaginarse que surgirían preguntas con respecto a sus palabras, había sido poco esclarecedor en algunos aspectos.
En cuanto ella nombró aquello de “sus piernas” y “su cabeza”, sin quererlo una sonrisa irónica curvó sus labios, ella al parecer estaba muy segura de sus habilidades con aquel par de armas, pero, ¿y si se las arrebataba, podría ser tan eficaz matando a un licántropo que con ellas? Lazarus lo ponía en duda. La verdad el manejo de las armas, la puntería era un punto a favor en el mundo de los que cazaban vampiros u otras criaturas, pero no lo consideraba un punto vital, las habilidades de propio cuerpo físico como verdadera arma y las habilidades de la mente eran las consideradas más valiosas y más complicadas en el entrenamiento.
Lazarus afirmaba simplemente ante aquello que le había dicho, de vez en cuando intervenía aclarándole con respecto a sus intenciones:
-He venido para ofrecerle la oportunidad de que la instruya como cazador de vampiros, licántropos y demás.Me consta que usted esta al corriente de su existencia. –Su voz era amable, ya poco se iba a andar con rodeos, ya que no estaba en aquel lugar voluntariamente, más bien siguiendo el consejo de Antoine. -Llevo demasiados años siendo “Maestro Inquisidor”, pero eso ya ha quedado en pasado, ahora soy un simple cazador que debe de devolver un favor a un Inquisidor, el mismo que me manda. –Pauso. –Para aclararle no es mi deseo instruirle en el credo de los inquisidores ni en ningún en particular, descubrí no hace mucho, que el libre albedrió es más efectivo en éste mundo. Autonomía, pensamiento crítico… Es lo que le pediré si acepta ser mi pupila, prefiero que cuestione todo lo que le digo a que me afirme con la cabeza como un cordero más del rebaño. No se si usted me entiende.
En cuanto ella se refirió a sus “excepcionales habilidades” y pudo ver asomar aquella sonrisa, Lazarus se dio cuenta que no tenía que haber usado aquella palabras ya que lo que hacía era inflarle el ego a aquella jovencita, y era lo último que deseaba. Ya que podría llevarse” un canto en los dientes” en cuanto aceptase su instrucción, Lazarus era muy severo con respecto a esas actitudes altivas, su aquello ella lo consideraba un halago sería el primero hasta que otro surgiese, ya que pasaría tiempo.
Ella le ofreció su mano, él vio aquella mano una oportunidad para darle una pequeña lección. Tomándola gustoso tiró de ella para que se levantase, luego extendió su brazo para crear una distancia entre ambos, sus dedos estaban aferrados con fuerza y tiraban para que ella comenzase a dar tambaleantes pasos.
-Me pareció antes notar que menospreciaba la importancia de sus piernas con respecto a sus habilidades. Si es cierto que su cabeza debe permanecer firme (pongo en duda que ahora lo éste del todo), pero ¿de qué le sirve eso a un cuerpo carente de habilidad y más bien “torpe”? –Lazarus caminaba tirando de ella obligándola a seguirle. –Tal vez no tengan sus piernas relevancia con su puntería, pero en el mundo al que yo le ofrezco entrar, sus armas. –Dijo refiriéndose a sus pistolas. –Será las menos importantes a la hora de cazar, ¿de que le servirá sus habilidades con las armas de fuego cuando... –De la nada surgieron pequeño y afilados cuchillos de entre los dedos de Lazarus. Movimientos que pocos de podían apreciar pero aquellos cuchillos volaban entre los pasos tambaleantes de la ebria joven, Lazarus continuaba tirando de ella conduciéndola al filo de sus cuchillos. -… no pueda usarlas porque sus balas no son las adecuadas? ¿O cuando no las tenga a mano? En mi mundo… -Volvió a repetir la palabra, luego le dio un pequeño empujoncito, sabiendo que probablemente ella podría caer al suelo a causa de su ahora mermado equilibrio. -… Se encontrará casi siempre con las manos desnudas ante su contrincante. Sus armas podrán salvarle unas pocas veces pero… ¿Qué hará cuando se encuentre sin ellas? No confié una simple habilidad. –De repente aquello de “excepcionales habilidades”, se había quedado en un menospreció.
OFF: No pasa nada todos estamos liados con los exámenes o estudiando -.- Creo que me quedo raruno el post xd
En cuanto ella nombró aquello de “sus piernas” y “su cabeza”, sin quererlo una sonrisa irónica curvó sus labios, ella al parecer estaba muy segura de sus habilidades con aquel par de armas, pero, ¿y si se las arrebataba, podría ser tan eficaz matando a un licántropo que con ellas? Lazarus lo ponía en duda. La verdad el manejo de las armas, la puntería era un punto a favor en el mundo de los que cazaban vampiros u otras criaturas, pero no lo consideraba un punto vital, las habilidades de propio cuerpo físico como verdadera arma y las habilidades de la mente eran las consideradas más valiosas y más complicadas en el entrenamiento.
Lazarus afirmaba simplemente ante aquello que le había dicho, de vez en cuando intervenía aclarándole con respecto a sus intenciones:
-He venido para ofrecerle la oportunidad de que la instruya como cazador de vampiros, licántropos y demás.Me consta que usted esta al corriente de su existencia. –Su voz era amable, ya poco se iba a andar con rodeos, ya que no estaba en aquel lugar voluntariamente, más bien siguiendo el consejo de Antoine. -Llevo demasiados años siendo “Maestro Inquisidor”, pero eso ya ha quedado en pasado, ahora soy un simple cazador que debe de devolver un favor a un Inquisidor, el mismo que me manda. –Pauso. –Para aclararle no es mi deseo instruirle en el credo de los inquisidores ni en ningún en particular, descubrí no hace mucho, que el libre albedrió es más efectivo en éste mundo. Autonomía, pensamiento crítico… Es lo que le pediré si acepta ser mi pupila, prefiero que cuestione todo lo que le digo a que me afirme con la cabeza como un cordero más del rebaño. No se si usted me entiende.
En cuanto ella se refirió a sus “excepcionales habilidades” y pudo ver asomar aquella sonrisa, Lazarus se dio cuenta que no tenía que haber usado aquella palabras ya que lo que hacía era inflarle el ego a aquella jovencita, y era lo último que deseaba. Ya que podría llevarse” un canto en los dientes” en cuanto aceptase su instrucción, Lazarus era muy severo con respecto a esas actitudes altivas, su aquello ella lo consideraba un halago sería el primero hasta que otro surgiese, ya que pasaría tiempo.
Ella le ofreció su mano, él vio aquella mano una oportunidad para darle una pequeña lección. Tomándola gustoso tiró de ella para que se levantase, luego extendió su brazo para crear una distancia entre ambos, sus dedos estaban aferrados con fuerza y tiraban para que ella comenzase a dar tambaleantes pasos.
-Me pareció antes notar que menospreciaba la importancia de sus piernas con respecto a sus habilidades. Si es cierto que su cabeza debe permanecer firme (pongo en duda que ahora lo éste del todo), pero ¿de qué le sirve eso a un cuerpo carente de habilidad y más bien “torpe”? –Lazarus caminaba tirando de ella obligándola a seguirle. –Tal vez no tengan sus piernas relevancia con su puntería, pero en el mundo al que yo le ofrezco entrar, sus armas. –Dijo refiriéndose a sus pistolas. –Será las menos importantes a la hora de cazar, ¿de que le servirá sus habilidades con las armas de fuego cuando... –De la nada surgieron pequeño y afilados cuchillos de entre los dedos de Lazarus. Movimientos que pocos de podían apreciar pero aquellos cuchillos volaban entre los pasos tambaleantes de la ebria joven, Lazarus continuaba tirando de ella conduciéndola al filo de sus cuchillos. -… no pueda usarlas porque sus balas no son las adecuadas? ¿O cuando no las tenga a mano? En mi mundo… -Volvió a repetir la palabra, luego le dio un pequeño empujoncito, sabiendo que probablemente ella podría caer al suelo a causa de su ahora mermado equilibrio. -… Se encontrará casi siempre con las manos desnudas ante su contrincante. Sus armas podrán salvarle unas pocas veces pero… ¿Qué hará cuando se encuentre sin ellas? No confié una simple habilidad. –De repente aquello de “excepcionales habilidades”, se había quedado en un menospreció.
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C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 24/11/2011
Re: Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
Las dudas de la cazadora estaba siendo resueltas, aunque debía ser sincera consigo misma y admitir que no entendía lo que decía. Es decir, palabra por palabra y frase tras frase sí, entendía lo que el varón quería decirle, pero... ¿por qué iba a estar la inquisición interesada en su labor? ¿No se suponía que los cazadores eran independientes? Se sintió estúpida cuando justo a continuación Lazarus contestó a las preguntas que comenzaban a invadir su mente. Portia coenzaba a sentir una curiosidad enorme por saber de aquel en quien había causado interés, tanto como para ofrecerle un maestro que, siendo sincera consigo misma, necesitaba urgentemente. Aunque nadie podría afirmar a ciencia cierta si la emborrachada cabeza de Portia había admitido eso aún; probablemente no -No, no le entiendo- dijo, sincera, algo ofuscada por...eso mismo, no entender lo que el varón quería decirle ¿Entonces debía contestar que sí o que no? Vaya con la oferta de ser instruida, cómo estaba comenzando a enrevesarse y ¿todo por qué? ¿Porque debía comprender los peligros a los que se exponía? ¿O acaso era que aquel hombre estaba más obligado a aquella tarea de lo que jamás fuese capaz de admitir? Quizás esa última idea era la que daba en el clavo.
Al ofrecerle la mano para formalizar la presentación que esperaba sucediese sin incidentes, Portia se encontró de pronto de pies, apenas siendo capaz de mantenerse en pie por la velocidad a la que se había visto obligada a levantarse. Una ligera expresión de sorpresa asomó en los rasgos de la cazadora, cuyo rostro se encontraba algo más pálido por aquel acto, ya que así había conseguido aquel hombre que Portia viese no solo doble, sino el triple de lo que la realidad le ofrecía, aunque pocos segundos tuvieron que pasar para que su cabeza volviera a la "normalidad". Aún así, Lazarus tiraba de ella, obligándole a caminar hacia él, y eso no era una buena noticia para su trastocado equilibrio, que le hacía tambalearse y estar a punto de hacerle caer en más de una ocasión. Diferentes palabras salían además de los labios del varón, en resúmen, retándole a deducir lo que pasaría si perdiese sus armas, que ahora se le antojaban lejanas e imposibles de alcanzar, aunque seguían en las cartucheras. De pronto, se vio amenazada por filos de pequeños cuchillos, que definitivamente no sabía de dónde salieron. De hecho, todo lo que estaba pasando sucedía demasiado rápido para Portia, hasta que se vio en el suelo, con un intenso dolor en el trasero y con una cara de sorpresa que a cualquiera podía hacerle reír. Miró entonces con el ceño fruncido a Lazarus mientras se frotaba los cuartos traseros, intentando calmar un dolor que no remitía -Dices verdad, digo gracias, sai- dijo, un poco entre dientes aunque en un tono perfectamente audible -Pero...¿y si prometo dejar de beber?- esta vez su tono sonó algo más burlesco, aunque nada fuera de lo habitual.
Entonces, como si de la nada hubiese adquirido una agilidad que no debía estar ahí, movió una de sus piernas a una velocidad casi alarmante, para que este misma chocara contra las ajenas y le hicieran caer. Sabía que, probablemente, había dado el golpe en un sitio o a una velocidad en la que causaría cierto dolor al que lo había recibido, aunque el estar borracha daba sus errores de cálculo ¿no? Aún así, esperó a que cayera al suelo o, al menos, a que se tambaleara un poco o sus piernas se debilitaran un tanto, para acabar haciéndole perder el equilibrio completamente y obligarle a tumbarse en el suelo, de ese modo colocándose Portia, algo torpemente, sobre el abdómen del cazador, con cada pierna a ambos lados de éste. Miraba fijamente a Lazarus, aunque su expresión se volvió más relajada hasta dar paso a una sonrisa serena, pues creía (y probablemente acertaría) a pies juntillas que el hombre se había dejado caer -Pero no soy tan inútil como cabía pensar, Lazarus- su mirada se tornó algo triste, aunque pronto recobró la compostura -No he olvidado el rostro de mi padre, sai, y sé cómo debo hacer las cosas- suspiró -Aún así, sé que le necesito, así como las bestias de la noche necesitan saciar su sed- su mirada iba separándose de la ajena, poco a poco dejándose llevar por la belleza del bosque, aunque pendiente de si Lazarus decía algo. De pronto, volvió a fijar sus orbes en los ajenos, y su sonrisa se fue ensanchando hasta casi demostrar crueldad -Sai Lazarus- comenzó, posando además sus manos en el pecho de este -¿No le parece sexy esta postura?- nadie podía tomarla en serio, aunque tampoco sabía cómo se iba a tomar el cazador aquello, pero a ojos de Portia, una broma nunca estaba de más.
U: Para nada es raro, para raro el mío, que tiro a Lazarus al suelo sin pedir permiso... ·///·
Al ofrecerle la mano para formalizar la presentación que esperaba sucediese sin incidentes, Portia se encontró de pronto de pies, apenas siendo capaz de mantenerse en pie por la velocidad a la que se había visto obligada a levantarse. Una ligera expresión de sorpresa asomó en los rasgos de la cazadora, cuyo rostro se encontraba algo más pálido por aquel acto, ya que así había conseguido aquel hombre que Portia viese no solo doble, sino el triple de lo que la realidad le ofrecía, aunque pocos segundos tuvieron que pasar para que su cabeza volviera a la "normalidad". Aún así, Lazarus tiraba de ella, obligándole a caminar hacia él, y eso no era una buena noticia para su trastocado equilibrio, que le hacía tambalearse y estar a punto de hacerle caer en más de una ocasión. Diferentes palabras salían además de los labios del varón, en resúmen, retándole a deducir lo que pasaría si perdiese sus armas, que ahora se le antojaban lejanas e imposibles de alcanzar, aunque seguían en las cartucheras. De pronto, se vio amenazada por filos de pequeños cuchillos, que definitivamente no sabía de dónde salieron. De hecho, todo lo que estaba pasando sucedía demasiado rápido para Portia, hasta que se vio en el suelo, con un intenso dolor en el trasero y con una cara de sorpresa que a cualquiera podía hacerle reír. Miró entonces con el ceño fruncido a Lazarus mientras se frotaba los cuartos traseros, intentando calmar un dolor que no remitía -Dices verdad, digo gracias, sai- dijo, un poco entre dientes aunque en un tono perfectamente audible -Pero...¿y si prometo dejar de beber?- esta vez su tono sonó algo más burlesco, aunque nada fuera de lo habitual.
Entonces, como si de la nada hubiese adquirido una agilidad que no debía estar ahí, movió una de sus piernas a una velocidad casi alarmante, para que este misma chocara contra las ajenas y le hicieran caer. Sabía que, probablemente, había dado el golpe en un sitio o a una velocidad en la que causaría cierto dolor al que lo había recibido, aunque el estar borracha daba sus errores de cálculo ¿no? Aún así, esperó a que cayera al suelo o, al menos, a que se tambaleara un poco o sus piernas se debilitaran un tanto, para acabar haciéndole perder el equilibrio completamente y obligarle a tumbarse en el suelo, de ese modo colocándose Portia, algo torpemente, sobre el abdómen del cazador, con cada pierna a ambos lados de éste. Miraba fijamente a Lazarus, aunque su expresión se volvió más relajada hasta dar paso a una sonrisa serena, pues creía (y probablemente acertaría) a pies juntillas que el hombre se había dejado caer -Pero no soy tan inútil como cabía pensar, Lazarus- su mirada se tornó algo triste, aunque pronto recobró la compostura -No he olvidado el rostro de mi padre, sai, y sé cómo debo hacer las cosas- suspiró -Aún así, sé que le necesito, así como las bestias de la noche necesitan saciar su sed- su mirada iba separándose de la ajena, poco a poco dejándose llevar por la belleza del bosque, aunque pendiente de si Lazarus decía algo. De pronto, volvió a fijar sus orbes en los ajenos, y su sonrisa se fue ensanchando hasta casi demostrar crueldad -Sai Lazarus- comenzó, posando además sus manos en el pecho de este -¿No le parece sexy esta postura?- nadie podía tomarla en serio, aunque tampoco sabía cómo se iba a tomar el cazador aquello, pero a ojos de Portia, una broma nunca estaba de más.
U: Para nada es raro, para raro el mío, que tiro a Lazarus al suelo sin pedir permiso... ·///·
Portia Bellefleur- Cazador Clase Media
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Re: Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
Las piernas de la joven tambalearon tal y como esperaba, un gesto torpe y ésta había caído al suelo. Sin querer una sonrisa muy pequeña y leve se había dibujado en sus labios con gesto satisfactorio. Pero rápidamente ésta se borraría.
La chica se había levantado del suelo y un gesto sorprendente y veloz le dio en el punto justo para hacerle ceder a sus firmes piernas. Lazarus de repente” vio las estrellas” del dolor incesante que se agudizo en su pierna, sin quererlo aquella chica no solo tenía puntería con aquella pistolas, sino que indirectamente la tenía ante los puntos débiles, justamente le había dado en aquella pierna que aun estaba recuperándose. Hacía unas pocas noches atrás en su encuentro con una soldado de la inquisición, el golpe de un licántropo le hizo caer en una mala postura creando una leve cojera que había perdurado hacía poco. Lazarus se arrepintió de su cabezonería ante el ofrecimiento de la inquisidora de curarle (la verdad el mero hecho de que aquella mujer le tocase le enervaba), a lo mejor en aquel día su pierna ya hubiese estado recuperada.
Un quejido leve y un gesto dolorido, un peso ligero que aprisionaba su cuerpo, señal de que ella se había dispuesto sobre él, parecía que el estado de embriaguez se le iba pasando, así sus sentidos volviendo a agudizarse. Aquella chica engañaba.
-¡Auch! Todos al principio sois unos inú… -La doloroso pinchazo en el músculo le llevo a soltar una borderia que pronto callaría, al ver el gesto efímero y triste de Portia. Exhaló con fuerza el aire y calló. –[color=dakcyan]Ya veo… -Afirmó suavemente y casi en un murmullo, le dejó tomarse su tiempo ante de deshacerse de su peso y de paso esperar a que aquel pinchazo en su pierna disminuyese su latido.
Pasaron largos los minutos, Lazarus dispuso sus manos en la cintura de aquella chica dispuesto a levantarse, sabiendo que en cuanto de nuevo volviese al paso la cojera volvería. A veces se planteaba si se estaba volviendo viejo en aquel mundo.
Unas manos que se disponían sobre su pecho, la chica le miraba con una sonrisa maliciosa. El cazador frunció el ceño pensando que ahora con que le iba a venir.
-Dime. – Espero su respuesta valiéndose de paciencia, porque con aquella chica seguro que la iba a necesitar tarde o temprano.
Fue escucharla y automáticamente el rubor tiño su rostro, la tensión invadió el cuerpo de aquel hombre. De repente se sintió “demasiado” nervioso ya que en vez de verla como una “niña”, que era su visión de ella en todo momento, la vio como una mujer hecha y derecha, y el estar en esa postura con una mujer ciertamente lo alteraba.
Demasiados años había estado solamente rodeado con hombres, sin haber gozado de la compañía de una mujer o de haberla tocado, cuando se convirtió en sacerdote había renunciado a los placeres de la carne, ahora no lo era pero seguía con la noción de la castidad bien metida en la cabeza. ¡Y pensar que en su juventud había recibido más de una reprimenda de su padre porque se dedicaba a acostarse con sus sirvientas! Siempre había acontecimientos y experiencias que hacen cambiar al hombre.
-¡Oh vamos! –Se dijo más a sí mismo más que a ella, pensando en la perspectiva de aquella postura. Cogiéndola de la cintura la retiro de encima de él, dejándola sentado a su lado, la pierna le molestaba el suelo iba a ser por un momento todavía su asiento.- ¡Qué podría ser tu padre! –Todo disimulo era bueno, ya que había que admitir que aquella jovencita ante sus ojos tenía cierto atractivo. -¿Entonces aceptas o no? Solo instrucción, sin afiliarte a ningún credo sino al propio, con los beneficios de tener comida y una cama cuando lo necesites. Solo pido a cambio que me ayudes en al caza. –"¡Eso, eso! ¡Bien hecho, cambia de tema!"
OFF: >.< Pero que pornoso! Es coña xD
La chica se había levantado del suelo y un gesto sorprendente y veloz le dio en el punto justo para hacerle ceder a sus firmes piernas. Lazarus de repente” vio las estrellas” del dolor incesante que se agudizo en su pierna, sin quererlo aquella chica no solo tenía puntería con aquella pistolas, sino que indirectamente la tenía ante los puntos débiles, justamente le había dado en aquella pierna que aun estaba recuperándose. Hacía unas pocas noches atrás en su encuentro con una soldado de la inquisición, el golpe de un licántropo le hizo caer en una mala postura creando una leve cojera que había perdurado hacía poco. Lazarus se arrepintió de su cabezonería ante el ofrecimiento de la inquisidora de curarle (la verdad el mero hecho de que aquella mujer le tocase le enervaba), a lo mejor en aquel día su pierna ya hubiese estado recuperada.
Un quejido leve y un gesto dolorido, un peso ligero que aprisionaba su cuerpo, señal de que ella se había dispuesto sobre él, parecía que el estado de embriaguez se le iba pasando, así sus sentidos volviendo a agudizarse. Aquella chica engañaba.
-¡Auch! Todos al principio sois unos inú… -La doloroso pinchazo en el músculo le llevo a soltar una borderia que pronto callaría, al ver el gesto efímero y triste de Portia. Exhaló con fuerza el aire y calló. –[color=dakcyan]Ya veo… -Afirmó suavemente y casi en un murmullo, le dejó tomarse su tiempo ante de deshacerse de su peso y de paso esperar a que aquel pinchazo en su pierna disminuyese su latido.
Pasaron largos los minutos, Lazarus dispuso sus manos en la cintura de aquella chica dispuesto a levantarse, sabiendo que en cuanto de nuevo volviese al paso la cojera volvería. A veces se planteaba si se estaba volviendo viejo en aquel mundo.
Unas manos que se disponían sobre su pecho, la chica le miraba con una sonrisa maliciosa. El cazador frunció el ceño pensando que ahora con que le iba a venir.
-Dime. – Espero su respuesta valiéndose de paciencia, porque con aquella chica seguro que la iba a necesitar tarde o temprano.
Fue escucharla y automáticamente el rubor tiño su rostro, la tensión invadió el cuerpo de aquel hombre. De repente se sintió “demasiado” nervioso ya que en vez de verla como una “niña”, que era su visión de ella en todo momento, la vio como una mujer hecha y derecha, y el estar en esa postura con una mujer ciertamente lo alteraba.
Demasiados años había estado solamente rodeado con hombres, sin haber gozado de la compañía de una mujer o de haberla tocado, cuando se convirtió en sacerdote había renunciado a los placeres de la carne, ahora no lo era pero seguía con la noción de la castidad bien metida en la cabeza. ¡Y pensar que en su juventud había recibido más de una reprimenda de su padre porque se dedicaba a acostarse con sus sirvientas! Siempre había acontecimientos y experiencias que hacen cambiar al hombre.
-¡Oh vamos! –Se dijo más a sí mismo más que a ella, pensando en la perspectiva de aquella postura. Cogiéndola de la cintura la retiro de encima de él, dejándola sentado a su lado, la pierna le molestaba el suelo iba a ser por un momento todavía su asiento.- ¡Qué podría ser tu padre! –Todo disimulo era bueno, ya que había que admitir que aquella jovencita ante sus ojos tenía cierto atractivo. -¿Entonces aceptas o no? Solo instrucción, sin afiliarte a ningún credo sino al propio, con los beneficios de tener comida y una cama cuando lo necesites. Solo pido a cambio que me ayudes en al caza. –"¡Eso, eso! ¡Bien hecho, cambia de tema!"
OFF: >.< Pero que pornoso! Es coña xD
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
Aún sintiéndose cada vez más despejada, la cabeza de Portia aún quedaba más desordenada e incomprensible de lo habitual, por lo que no pudo ser consciente de si le había causado dolor o no a Lazarus cuando propinó aquel golpe. Bueno, al fin y al cabo era como fallar un disparo de tres efectuados: cosas que pasaban. Seguramente acabaría dándose cuenta al tiempo y le caería entonces todo el sentimiento de culpabilidad, pero en cuanto se situó sobre él, salvo por aquel breve período de tiempo en el que llegó a sentirse triste, tan solo pensaba en lo divertido de aquello. Sabía cómo iba a terminar la frase que había comenzado el cazador, pero le habían llamado de tantas formas durante y después de alcanzar su estado de embriaguez que ya todo insulto u ofensa dejaba de tener algún significado para Portia.
Debía admitir que quizás fueron las manos ajenas sobre su cintura las que le hicieron soltar sin ningún tipo de pudor aquella pregunta, ya que aquello que llamaban "coqueteo" o "seducción" le era casi completamente desconocido a la mujer que sobre el mayor descansaba, así que se sintió algo más animada a soltar la frasecita en cuanto notó aquel contacto que hacía tanto tiempo que no notaba. La respuesta del varón fue más satisfactoria aún de lo que cabía esperar. ¿Se había sonrojado? No solo eso, sino que la cazadora podía notar también cómo, bajo sus piernas, el hombre se tensaba por momentos, pareciendo que en tan poco tiempo había comenzado a sentirse terriblemente incómodo. Aquella situación, por si cabía la duda, divertía enormemente a Portia, quien sonreía ampliamente y dejando escapar alguna suave carcajada, diversión que además se podía notar en sus orbes azules que no perdían detalle de cada reacción del hombre. Vamos ¿un hombre atractivo poniéndose nervioso por tener una mujer encima? No tenía sentido, a menos que...no, no podía ser, era demasiado descabellado como para pensarlo, ¿acaso debía deducir que por tener amigos en la inquisición él también formaba o formó parte de ella? Cuando Lazarus exclamó aquello, por fin una Portia dejó salir una risotada, aunque paró gradualmente cuando éste la sentó a su lado y comentó aquello de que podría ser su padre.
-Lo dudo mucho, sai- consiguió decir mientras que con el dorso de la mano se retiraba un par de lágrimas que asomaban en sus ojos por la risa -No creo que el mundo se haya movido tanto como para tener usted mucho más de tres décadas y no aparentarlas-y, de nuevo, una sonrisa, dirigida completamente a él. Escuchaba sus nuevas palabras, sabiendo exactamente qué contestar, aunque andando quizás con un poco de cuidado -¿Pero será su cama la que me ofrezca?- dijo dándole un pequeño toque en el hombro con el suyo propio, intentando sonar serena, aunque un brillo de malicia en sus ojos le delataba, así como otra sonrisa segundos después. Ya está, el cupo de las bromas "sexuales" de Portia estaba bajo mínimos, pero se había esforzado -Claro que acepto, sai, formar parte de tu tet- dijo, con un tono firme -¿Me enseñará a hacer eso de los cuchillos? ¿Y a pegar? ¡Esto hay que celebrarlo! ¿Le apetece un trago?- sí, aquellas preguntas eran formuladas sin descanso alguno, mientras Portia miraba de un lado a otro buscando la manera de celebrar tal acto, aunque para nada tenía pensado levantarse del suelo. No aún.
Debía admitir que quizás fueron las manos ajenas sobre su cintura las que le hicieron soltar sin ningún tipo de pudor aquella pregunta, ya que aquello que llamaban "coqueteo" o "seducción" le era casi completamente desconocido a la mujer que sobre el mayor descansaba, así que se sintió algo más animada a soltar la frasecita en cuanto notó aquel contacto que hacía tanto tiempo que no notaba. La respuesta del varón fue más satisfactoria aún de lo que cabía esperar. ¿Se había sonrojado? No solo eso, sino que la cazadora podía notar también cómo, bajo sus piernas, el hombre se tensaba por momentos, pareciendo que en tan poco tiempo había comenzado a sentirse terriblemente incómodo. Aquella situación, por si cabía la duda, divertía enormemente a Portia, quien sonreía ampliamente y dejando escapar alguna suave carcajada, diversión que además se podía notar en sus orbes azules que no perdían detalle de cada reacción del hombre. Vamos ¿un hombre atractivo poniéndose nervioso por tener una mujer encima? No tenía sentido, a menos que...no, no podía ser, era demasiado descabellado como para pensarlo, ¿acaso debía deducir que por tener amigos en la inquisición él también formaba o formó parte de ella? Cuando Lazarus exclamó aquello, por fin una Portia dejó salir una risotada, aunque paró gradualmente cuando éste la sentó a su lado y comentó aquello de que podría ser su padre.
-Lo dudo mucho, sai- consiguió decir mientras que con el dorso de la mano se retiraba un par de lágrimas que asomaban en sus ojos por la risa -No creo que el mundo se haya movido tanto como para tener usted mucho más de tres décadas y no aparentarlas-y, de nuevo, una sonrisa, dirigida completamente a él. Escuchaba sus nuevas palabras, sabiendo exactamente qué contestar, aunque andando quizás con un poco de cuidado -¿Pero será su cama la que me ofrezca?- dijo dándole un pequeño toque en el hombro con el suyo propio, intentando sonar serena, aunque un brillo de malicia en sus ojos le delataba, así como otra sonrisa segundos después. Ya está, el cupo de las bromas "sexuales" de Portia estaba bajo mínimos, pero se había esforzado -Claro que acepto, sai, formar parte de tu tet- dijo, con un tono firme -¿Me enseñará a hacer eso de los cuchillos? ¿Y a pegar? ¡Esto hay que celebrarlo! ¿Le apetece un trago?- sí, aquellas preguntas eran formuladas sin descanso alguno, mientras Portia miraba de un lado a otro buscando la manera de celebrar tal acto, aunque para nada tenía pensado levantarse del suelo. No aún.
Portia Bellefleur- Cazador Clase Media
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Re: Probando la puntería [Priv. C. Lazarus Morrigan]
A su lado el cazador aun enervado giraba el anillo que llevaba puesto dando señal de su inquietud, ya que un rastro levemente rojizo comenzaba a aparecer en la piel que rozaba el anillo. Aquel gesto le recordaba que no debía de pensar como un hombre al mirar a aquella jovencita o a cualquier otra mujer, aquel símbolo había sido muestra de su entrega a la castidad tras jurar sus votos como sacerdote, pero aunque aun lo portase su validez había quedado bien lejos. Había pasado un año y no había renovado sus servicios a Dios, y ante la Inquisición. La duda le había llevado a aquella situación, las preguntas a recurrir a la sugerencia del padre Antoine de tomar una pupila, aquel vació legal en el que se acogía; en Irlanda creían que sus votos había sido renovados en París y en París todo lo contrario; era su oportunidad para encontrar las repuestas necesarias. Por ahora solo un simple cazador, que actuaba por decisión propia, ex maestro inquisidor y ex sacerdote.
-Tuve una juventud movida, todo es posible… -Susurro, sus ojos se sumieron en el tenue recuerdo. La verdad era de admitir, que a lo mejor en aquel mismo París su hijo o hija (si había llegado a nacer) de tal vez unos pocos años menor que ella, estaría siendo criado/a por su hermano, ignorante de la infidelidad de su prometida. El anillo había dejado de girar en su dedo, había olvidado la tensión anterior. Fueron las risas de Portia las que le despertaron de su ensueño. De nuevo ella habló, tras darle un toquecito en el hombro. El sonrojo volvió a sus mejillas. –Creo que voy a ignorar lo último que has dicho sobre la “cama”. –Una mala mirada de fastidio más que nada le lanzó. Carraspeó para disimular la incomodidad de aquel tipo de sugerencias que en broma o no, tenía efecto en él que había perdido la práctica en el trato con las mujeres, por así decirlo. “Por eso no quería “una” pupila”. Pensó. –Todo y más que eso… -Lazarus sonrió, y le dio un pequeño toque en la frente con su dedo índice. –Te enseñaré a pensar.
El cazador intentó levantarse del suelo, sintiéndose victorioso en aquel momento por haber conseguido un objeto que en un principio no deseaba lograr, sabía que lo difícil no era aquello sino lo que en ahora y en adelante vendría.
Un quejido doloroso al sentir la tensión de su gemelo aun en proceso de su recuperación, unos primeros pasos donde apenas posó su pierna cojeando. Aquella chica había acertado de lleno, como siguiese así iba a terminar portando un bastón como un mero anciano. Resopló ante aquel pensamiento, la vida estaba pasando demasiado deprisa y no sentía el buen provecho de ella. Las cosas no suelen ser como las planeas en un principió.
-No bebo ni me hace falta… Ya lo harás tú por los dos. –Aquella ironía salió sin querer de entre sus labios, ya que fue un pensamiento que se formulo en palabras reales. -¿Celebrarlo? Es pronto para ello, lo que te sugiero es que empieces a recoger tus cosas, nos vamos de aquí, te vas a instalar conmigo en el monasterio.
-Tuve una juventud movida, todo es posible… -Susurro, sus ojos se sumieron en el tenue recuerdo. La verdad era de admitir, que a lo mejor en aquel mismo París su hijo o hija (si había llegado a nacer) de tal vez unos pocos años menor que ella, estaría siendo criado/a por su hermano, ignorante de la infidelidad de su prometida. El anillo había dejado de girar en su dedo, había olvidado la tensión anterior. Fueron las risas de Portia las que le despertaron de su ensueño. De nuevo ella habló, tras darle un toquecito en el hombro. El sonrojo volvió a sus mejillas. –Creo que voy a ignorar lo último que has dicho sobre la “cama”. –Una mala mirada de fastidio más que nada le lanzó. Carraspeó para disimular la incomodidad de aquel tipo de sugerencias que en broma o no, tenía efecto en él que había perdido la práctica en el trato con las mujeres, por así decirlo. “Por eso no quería “una” pupila”. Pensó. –Todo y más que eso… -Lazarus sonrió, y le dio un pequeño toque en la frente con su dedo índice. –Te enseñaré a pensar.
El cazador intentó levantarse del suelo, sintiéndose victorioso en aquel momento por haber conseguido un objeto que en un principio no deseaba lograr, sabía que lo difícil no era aquello sino lo que en ahora y en adelante vendría.
Un quejido doloroso al sentir la tensión de su gemelo aun en proceso de su recuperación, unos primeros pasos donde apenas posó su pierna cojeando. Aquella chica había acertado de lleno, como siguiese así iba a terminar portando un bastón como un mero anciano. Resopló ante aquel pensamiento, la vida estaba pasando demasiado deprisa y no sentía el buen provecho de ella. Las cosas no suelen ser como las planeas en un principió.
-No bebo ni me hace falta… Ya lo harás tú por los dos. –Aquella ironía salió sin querer de entre sus labios, ya que fue un pensamiento que se formulo en palabras reales. -¿Celebrarlo? Es pronto para ello, lo que te sugiero es que empieces a recoger tus cosas, nos vamos de aquí, te vas a instalar conmigo en el monasterio.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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